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Estructura de la Novela: Diseño Externo (página 2)




Enviado por genio21uy



Partes: 1, 2

3. Tratado segundo: Como Lázaro se
asentó con un clérigo, y de las cosas que con el
pasó

Otro día, no pareciendome estar allí
seguro, fuime
a un lugar que llaman Maqueda, adonde me toparon
mis pecados con un clérigo que, llegando a pedir limosna,
me pregunto si sabia ayudar a misa. Yo dije que si, como era
verdad; que, aunque maltratado, mil cosas buenas me mostró
el pecador del ciego, y una dellas fue esta. 
Finalmente, el clérigo me recibió por suyo. Escape
del trueno y di en el relámpago, porque era el ciego
para con este un Alejandro
Magno, con ser la mesma avaricia, como he contado. No digo
mas sino que
toda la lacería del mundo estaba encerrada en este. No
sé si de su cosecha era, o lo habia anexado con el habito
de clerecía.
Él tenia un arcaz viejo y cerrado con su llave, la cual
traía atada con un agujeta del paletoque, y en
viniendo el bodigo de la iglesia, por
su mano era luego alli lanzado, y tornada a cerrar el arca. Y en
toda la casa no habia ninguna cosa de comer, como suele estar en
otras: algún tocino colgado al humero, algún queso
puesto en alguna tabla o en el armario, algún canastillo
con algunos pedazos de pan que de la mesa sobran; que me parece a
mí que aunque dello no me aprovechara, con la vista dello
me consolara.
Solamente habia una horca de cebollas, y tras la llave en una
cámara en lo alto de la casa. Destas tenia yo de
ración una para cada cuatro días; y cuando le pedia
la llave para ir por ella, si alguno estaba presente, echaba mano
al falsopeto y con gran continencia la desataba y me la daba
diciendo: "Toma, y vuelvela luego, y no hagáis sino
golosinar", como si debajo della estuvieran todas las conservas
de Valencia, con no haber en la dicha cámara, como dije,
maldita la otra cosa que las cebollas colgadas de un clavo, las
cuales el tenia tan bien por cuenta, que si por malos de mis
pecados me desmandara a mas de mi tasa, me costara caro.
Finalmente, yo me finaba de hambre. Pues, ya que conmigo tenia
poca caridad, consigo usaba más. Cinco blancas de carne
era su ordinario para comer y cenar. Verdad es que partía
conmigo del caldo, que de la carne, ¡tan blanco el ojo!,
sino un poco de pan, y pluguiera a Dios que me
demediara. 
Los sábados comense en esta tierra cabezas
de carnero, y enviabame por una que costaba tres
maravedís.
Aquella le cocía y comía los ojos y la lengua y el
cogote y sesos y la carne que en las quijadas tenia, y
dabame todos los huesos
roídos, y dabamelos en el plato, diciendo:
"Toma, come, triunfa, que para ti es el mundo. Mejor vida tienes
que el Papa."
"¡Tal te la dé Dios!", decía yo paso entre
mí.
A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta
flaqueza que no me podía tener en las piernas de pura
hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no
me remediaran. 
Para usar de mis manas no tenía aparejo, por no tener en
que dalle salto; y aunque algo hubiera, no podía cegalle,
como hacia al que Dios perdone, si de aquella calabazada
feneció, que todavía, aunque astuto, con faltalle
aquel preciado sentido no me sentía; mas estotro, ninguno
hay que tan aguda vista tuviese como él tenia. Cuando al
ofertorio estábamos, ninguna blanca en la concha
caía que no era del registrada: el un ojo tenia en la
gente y el otro en mis manos. Bailabanle los ojos en el casco
como si fueran de azogue. Cuantas blancas ofrecían tenia
por cuenta; y acabado el ofrecer, luego me quitaba la concheta y
la ponía sobre el altar. No era yo señor de asirle
una blanca todo el tiempo que con
él viví o, por mejor decir, morí. De la
taberna nunca le traje una blanca de vino, mas aquel poco que de
la ofrenda había metido en su arcaz compasaba de tal forma
que le duraba toda la semana, y por ocultar su gran
mezquindad deciame:
"Mira, mozo, los sacerdotes han de ser muy templados en su comer
y beber, y por esto yo no me
desmando como otros."
Mas el lacerado mentía falsamente, porque en
cofradías y mortuorios que rezamos, a costa ajena
comía
como lobo y bebía mas que un saludador. Y porque dije de
mortuorios, Dios me perdone, que jamas fui
enemigo de la naturaleza humana
sino entonces, y esto era porque comíamos bien y me
hartaban.
Deseaba y aun rogaba a Dios que cada dia matase el suyo. Y cuando
dábamos sacramento a los
enfermos, especialmente la extrema unción, como manda el
clerigo rezar a los que están alli, yo cierto no era el
postrero de la oración, y con todo mi corazón y
buena voluntad rogaba al Señor, no que la echase a la
parte que más servido fuese, como se suele decir, mas que
le llevase de aqueste mundo. Y cuando alguno de estos escapaba,
¡Dios me lo perdone!, que mil veces le daba al diablo. Y el
que se moría otras tantas bendiciones llevaba de mí
dichas. Porque en todo el tiempo que
allí estuve, que seria cuasi seis meses, solas veinte
personas fallecieron, y estas bien creo que las mate yo o, por
mejor decir, murieron a mi recuesta; porque viendo el
Señor mi rabiosa y continua muerte, pienso
que holgaba de matarlos por darme a mi vida. Mas de lo que al
presente padecía, remedio no hallaba, que si el día
que enterrábamos yo vivía, los días que no
había muerto, por quedar bien vezado de la hartura,
tornando a mi cuotidiana hambre, mas lo sentía. De manera
que en nada hallaba descanso, salvo en la muerte, que
yo también para mí como para los otros deseaba
algunas veces; mas no la vía, aunque estaba siempre en
mi.

Pensé muchas veces irme de aquel mezquino amo, mas por dos
cosas lo dejaba: la primera, por no me
atrever a mis piernas, por temer de la flaqueza que de pura
hambre me venia; y la otra, consideraba y
decía:
"Yo he tenido dos amos: el primero traíame muerto de
hambre y, dejándole, topé con estotro, que me
tiene ya con ella en la sepultura. Pues si deste desisto y doy en
otro mas bajo, ¿qué sera sino fenecer?"
Con esto no me osaba menear, porque tenia por fe que todos los
grados había de hallar mas ruines. Y a
abajar otro punto, no sonara Lázaro ni se oyera en el
mundo.
Pues, estando en tal aflicción, cual plega al Señor
librar della a todo fiel cristiano, y sin saber darme
consejo, viendome ir de mal en peor, un día que el cuitado
ruin y lacerado de mi amo había ido fuera del
lugar, llegose acaso a mi puerta un calderero, el cual yo creo
que fue ángel enviado a mi por la mano de
Dios en aquel habito. Preguntome si tenia algo que adobar.
"En mi teniades bien que hacer, y no hariades poco si me
remediasedes", dije paso, que no me oyó. 
Mas como no era tiempo de gastarlo en decir gracias, alumbrado
por el Spiritu Santo, le dije:
"Tío, una llave de este arcaz he perdido, y temo mi
señor me azote. 
Por vuestra vida, veáis si en esas que traéis hay
alguna que le haga, que yo os lo pagare."
Comenzó a probar el angelico calderero una y otra de un
gran sartal que dellas traía, y yo ayudalle con
mis flacas oraciones. 
Cuando no me cato, veo en figura de panes, como dicen, la cara de
Dios dentro del arcaz; y, abierto,
dijele:
"Yo no tengo dineros que os dar por la llave, mas tomad de
ahí el pago."
El tomo un bodigo de aquellos, el que mejor le pareció, y
dandome mi llave se fue muy contento,
dejandome mas a mí. Mas no toque en nada por el presente,
porque no fuese la falta sentida, y aun,
porque me vi de tanto bien señor, pareciome que la hambre
no se me osaba allegar. Vino el misero de mi amo, y quiso Dios no
miro en la oblada que el ángel había llevado.
Y otro día, en saliendo de casa, abro mi paraíso
panal, y tomo entre las manos y dientes un bodigo, y en
dos credos le hice invisible, no se me olvidando el arca abierta;
y comienzo a barrer la casa con mucha
alegría, pareciendome con aquel remedio remediar dende en
adelante la triste vida. Y así estuve con ello aquel
día y otro gozoso. Mas no estaba en mi dicha que me durase
mucho aquel descanso, porque luego al tercer día me vino
la terciana derecha, y fue que veo a deshora al que me mataba de
hambre sobre nuestro arcaz volviendo y revolviendo, contando y
tornando a contar los panes.
Yo disimulaba, y en mi secreta oración y devociones y
plegarias decía: 
"¡Sant Juan y ciegale!"
Después que estuvo un gran rato echando la cuenta, por
días y dedos contando, dijo:
"Si no tuviera a tan buen recaudo esta arca, yo dijera que me
habían tomado della panes; pero de hoy
mas, solo por cerrar la puerta a la sospecha, quiero tener buena
cuenta con ellos: nueve quedan y un
pedazo."
"¡Nuevas malas te dé Dios!", dije yo entre
mí.
Pareciome con lo que dijo pasarme el corazón
con saeta de montero, y comenzome el estomago a
escarbar de hambre, viendose puesto en la dieta pasada. Fue fuera
de casa; yo, por consolarme, abro el
arca, y como vi el pan, comencelo de adorar, no osando
recebillo. 
Contelos, si a dicha el lacerado se errara, y halle su cuenta
más verdadera que yo quisiera. Lo mas que yo pude hacer
fue dar en ellos mil besos y, lo más delicado que yo pude,
del partido partí un poco al pelo que él estaba; y
con aquel pase aquel día, no tan alegre como el
pasado.
Mas como la hambre creciese, mayormente que tenia el estomago
hecho a mas pan aquellos dos o tres
días ya dichos, moría mala muerte; tanto,
que otra cosa no hacia en viendome solo sino abrir y cerrar
el
arca y contemplar en aquella cara de Dios, que ansí dicen
los niños.
Mas el mesmo Dios, que socorre a
los afligidos, viendome en tal estrecho, trujo a mi memoria un
pequeño remedio; que, considerando entre mí,
dije:
"Este arqueton es viejo y grande y roto por algunas partes,
aunque pequeños agujeros. Puedese pensar
que ratones, entrando en él, hacen daño a este pan.
Sacarlo entero no es cosa conveniente, orque vera la falta el que
en tanta me hace vivir. Esto bien se sufre."
Y comienzo a desmigajar el pan sobre unos no muy costosos
manteles que allí estaban; y tomo uno y
dejo otro, de manera que en cada cual de tres o cuatro desmigaje
su poco; después, como quien toma
gragea, lo comí, y algo me consolé. Mas él,
como viniese a comer y abriese el arca, vio el mal pesar, y sin
duda creyó ser ratones los que el daño
habían hecho, porque estaba muy al propio contrahecho de
cómo ellos lo suelen hacer. Miro todo el arcaz de un cabo
a otro y viole ciertos agujeros por do sospechaba habían
entrado. Llamome, diciendo:
"¡Lázaro! ¡Mira, mira que persecución
ha venido aquesta noche por nuestro pan!"
Yo hiceme muy maravillado, preguntandole que seria.
"¡Que ha de ser! -dijo él-. Ratones, que no dejan
cosa a vida."
Pusimonos a comer, y quiso Dios que aun en esto me fue bien, que
me cupo mas pan que la lacería que
me solía dar, porque rayo con un cuchillo todo lo que
pensó ser ratonado, diciendo:
"Comete eso, que el ratón cosa limpia es."
Y así aquel día, añadiendo la ración
del trabajo de mis manos, o de mis unas, por mejor decir,
acabamos de comer, aunque yo nunca empezaba. Y luego me vino otro
sobresalto, que fue verle andar solicito, quitando clavos de las
paredes y buscando tablillas, con las cuales clavo y cerro todos
los agujeros de la vieja arca.
"¡Oh, Señor mío! -dije yo entonces-, ¡a
cuanta miseria y fortuna y desastres estamos puestos los nacidos,
y cuan poco duran los placeres de esta nuestra trabajosa vida!
Heme aquí que pensaba con este pobre y triste remedio
remediar y pasar mi laceria, y estaba ya cuanto que alegre y de
buena ventura; mas no quiso mi desdicha, despertando a este
lacerado de mi amo y poniendole mas diligencia de la que el de
suyo se tenia (pues los miseros por la mayor parte nunca de
aquella carecen), agora, cerrando los agujeros del arca, cierrase
la puerta a mi consuelo y la abriese a mis trabajos."
Así lamentaba yo, en tanto que mi solicito carpintero con
muchos clavos y tablillas dio fin a sus obras,
diciendo: "Agora, donos traidores ratones, convieneos mudar
proposito, que en esta casa mala medra
tenéis."
De que salio de su casa, voy a ver la obra y halle que no dejo en
la triste y vieja arca agujero ni aun por
donde le pudiese entrar un mosquito. Abro con mi desaprovechada
llave, sin esperanza de sacar
provecho, y vi los dos o tres panes comenzados, los que mi amo
creyó ser ratonados, y dellos todavía
saque alguna laceria, tocandolos muy ligeramente, a uso de
esgrimidor diestro. Como la necesidad sea tan gran maestra,
viendome con tanta, siempre, noche y día, estaba pensando
la manera que ternia en
sustentar el vivir; y pienso, para hallar estos negros remedios,
que me era luz la hambre,
pues dicen que el ingenio con ella se avisa y al contrario con la
hartura, y así era por cierto en mi.
Pues estando una noche desvelado en este pensamiento,
pensando como me podría valer y aprovecharme del arcaz,
sentí que mi amo dormía, porque lo mostraba con
roncar y en unos resoplidos grandes que daba cuando estaba
durmiendo. Levanteme muy quedito y, habiendo en el día
pensado lo que había de hacer y dejado un cuchillo viejo
que por allí andaba en parte do le hallase, voyme al
triste arcaz, y por do había mirado tener menos defensa le
acometí con el cuchillo, que a manera de barreno del use.
Y como la antiquísima arca, por ser de tantos anos, la
hallase sin fuerza y
corazón, antes muy blanda y carcomida, luego se me
rindió, y consintió en su costado por mi remedio un
buen agujero. Esto hecho, abro muy paso la llagada arca y, al
tiento, del pan que halle partido hice según deyuso esta
escrito. Y con aquello algún tanto consolado, tornando a
cerrar, me volví a mis pajas, en las cuales repose y
dormí un poco, lo cual yo hacia mal, y echabalo al no
comer; y ansí seria, porque cierto en aquel tiempo no me
debían de quitar el sueno los cuidados del rey de Francia.
Otro día fue por el señor mi amo visto el
daño así del pan como del agujero que yo
había hecho, y
comenzó a dar a los diablos los ratones y decir:
"¿Que diremos a esto? ¡Nunca haber sentido ratones
en
esta casa sino agora!" Y sin duda debía de decir verdad;
porque si casa había de haber en el reino
justamente de ellos privilegiada, aquella de razón
había de ser, porque no suelen morar donde no hay que
comer. Torna a buscar clavos por la casa y por las paredes y
tablillas a ataparselos. Venida la noche y sureposo, luego era yo
puesto en pie con mi aparejo, y cuantos él tapaba de
día, destapaba yo de noche. En tal manera fue, y tal
priesa nos dimos, que sin duda por esto se debió decir:
"Donde una puerta se cierra, otra se abre." Finalmente,
parecíamos tener a destajo la tela de Penélope,
pues cuanto él tejía de día, rompía
yo de noche; ca en pocos días y noches pusimos la pobre
despensa de tal forma, que quien quisiera propiamente della
hablar, mas corazas viejas de otro tiempo que no arcaz la
llamara, según la clavazón y tachuelas sobre
sí tenia.

De que vio no le aprovechar nada su remedio, dijo:
"Este arcaz esta tan maltratado y es de madera tan
vieja y flaca, que no habrá ratón a quien se
defienda; y va ya tal que, si andamos mas con él, nos
dejara sin guarda; y aun lo peor, que aunque hace poca,
todavía hará falta faltando, y me pondrá en
costa de tres o cuatro reales. El mejor remedio que hallo, pues
el de hasta aquí no aprovecha, armare por de dentro a
estos ratones malditos."
Luego busco prestada una ratonera, y con cortezas de queso que a
los vecinos pedía, contino el gato
estaba armado dentro del arca, lo cual era para mi singular
auxilio; porque, puesto caso que yo no había
menester muchas salsas para comer, todavía me holgaba con
las cortezas del queso que de la ratonera
sacaba, y sin esto no perdonaba el ratonar del bodigo.
Como hallase el pan ratonado y el queso comido y no cayese el
ratón que lo comía, dabase al diablo,
preguntaba a los vecinos que podría ser comer el queso y
sacarlo de la ratonera, y no caer ni quedar
dentro el ratón, y hallar caída la trampilla del
gato. 
Acordaron los vecinos no ser el ratón el que este
daño hacia, porque no fuera menos de haber
caído
alguna vez. Dijole un vecino:
"En vuestra casa yo me acuerdo que solía andar una
culebra, y esta debe ser sin duda. Y lleva razón que, como
es larga, tiene lugar de tomar el cebo; y aunque la coja la
trampilla encima, como no entre toda dentro, tornase a
salir."
Cuadro a todos lo que aquel dijo, y altero mucho a mi amo; y
dende en adelante no dormía tan a sueno
suelto, que cualquier gusano de la madera que de
noche sonase, pensaba ser la culebra que le roía el
arca.
Luego era puesto en pie, y con un garrote que a la cabecera,
desde que aquello le dijeron, ponía, daba en la pecadora
del arca grandes garrotazos, pensando espantar la culebra. A los
vecinos despertaba con el estruendo que hacia, y a mi no me
dejaba dormir. Ibase a mis pajas y trastornabalas, y a mí
con ellas, pensando que se iba para mí y se
envolvía en mis pajas o en mi sayo, porque le
decían que de noche acaecía a estos animales,
buscando calor, irse a
las cunas donde están criaturas y aun mordellas y hacerles
peligrar. Yo las mas veces hacia del dormido, y en las manas
deciame él:
"Esta noche, mozo, ¿no sentiste nada? Pues tras la culebra
anduve, y aun pienso se ha de ir para ti a la
cama, que son muy frías y buscan calor."
"Plega a Dios que no me muerda -decía yo-, que harto miedo
le tengo."
De esta manera andaba tan elevado y levantado del sueno, que, mi
fe, la culebra (o culebro, por mejor
decir) no osaba roer de noche ni levantarse al arca; mas de
día, mientras estaba en la iglesia o por
el lugar, hacia mis saltos: los cuales danos viendo él y
el poco remedio que les podía poner, andaba de noche, como
digo, hecho trasgo.
Yo hube miedo que con aquellas diligencias no me topase con la
llave que debajo de las pajas tenia, y
pareciome lo mas seguro metella de
noche en la boca. Porque ya, desde que viví con el ciego,
la tenia tan hecha bolsa que me acaeció tener en ella doce
o quince maravedís, todo en medias blancas, sin que me
estorbasen el comer; porque de otra manera no era señor de
una blanca que el maldito ciego no cayese con ella, no dejando
costura ni remiendo que no me buscaba muy a menudo. Pues
ansí, como digo, metía cada noche la llave en la
boca, y dormía sin recelo que el brujo de mi amo cayese
con ella; mas cuando la desdicha ha de venir, por demás es
diligencia. Quisieron mis hados, o por mejor decir mis pecados,
que una noche que estaba durmiendo, la llave se me puso en la
boca, que abierta debía tener, de tal manera y postura,
que el aire y resoplo
que yo durmiendo echaba salia por lo hueco de la llave, que de
canuto era, y silbaba, según mi desastre quiso, muy recio,
de tal manera que el sobresaltado de mi amo lo oyó y
creyó sin duda ser el silbo de la culebra; y cierto lo
debía parecer.
Levantose muy paso con su garrote en la mano, y al tiento y
sonido de la
culebra se llego a mí con mucha quietud, por no ser
sentido de la culebra; y como cerca se vio, pensó que
allí en las pajas do yo estaba echado, al calor mío
se había venido. Levantando bien el palo, pensando tenerla
debajo y darle tal arrotazo que la matase, con toda su fuerza me
descargo en la cabeza un tan gran golpe, que sin ningún
sentido y muy mal descalabrado me dejo.
Como sintió que me había dado, según yo
debía hacer gran sentimiento con el fiero golpe, contaba
el que se había llegado a mí y dandome grandes
voces, llamandome, procuro recordarme. Mas como me tocase con las
manos, tentó la mucha sangre que se me
iba, y conoció el daño que me había hecho, y
con mucha priesa fue a buscar lumbre. Y llegando con ella,
hallome quejando, todavía con mi llave en la boca, que
nunca la desampare, la mitad fuera, bien de aquella manera que
debía estar al tiempo que silbaba con ella.
Espantado el matador de culebras que podría ser aquella
llave, mirola, sacandomela del todo de la boca, y vio lo que era,
porque en las guardas nada de la suya diferenciaba. Fue luego a
proballa, y con ella probo el maleficio. Debió de decir el
cruel cazador: 

"El ratón y culebra que me daban guerra y me
comían mi hacienda he hallado."
De lo que sucedió en aquellos tres días siguientes
ninguna fe daré, porque los tuve en el vientre de la
ballena; mas de como esto que he contado oí,
después que en mi torne, decir a mi amo, el cual a cuantos
allí venían lo contaba por extenso.
A cabo de tres días yo torne en mi sentido y vine echado
en mis pajas, la cabeza toda emplastada y llena de aceites y
ungüentos y, espantado, dije: "¿Que es
esto?"Respondiome el cruel sacerdote:
"A fe, que los ratones y culebras que me destruían ya los
he cazado."
Y mire por mí, y vime tan maltratado que luego sospeche mi
mal.
A esta hora entro una vieja que ensalmaba, y los vecinos, y
comienzanme a quitar trapos de la cabeza y
curar el garrotazo. Y como me hallaron vuelto en mi sentido,
holgaronse mucho y dijeron:
"Pues ha tornado en su acuerdo, placera a Dios no sera nada."
Ahí tornaron de nuevo a contar mis cuitas y a reirlas, y
yo, pecador, a llorarlas. Con todo esto, dieronme
de comer, que estaba transido de hambre, y apenas me pudieron
remediar. Y ansí, de poco en poco, a los quince
días me levante y estuve sin peligro, mas no sin hambre, y
medio sano.
Luego otro día que fui levantado, el señor mi amo
me tomo por la mano y sacome la puerta fuera y,
puesto en la calle, dijome:
Lázaro, de hoy mas eres tuyo y no mío. Busca amo y
vete con Dios, que yo no quiero en mi compañía
tan diligente servidor. No es
posible sino que hayas sido mozo de ciego."
Y santiguandose de mí como si yo estuviera endemoniado,
tornase a meter en casa y cierra su puerta.

Resumen de la Novela

 

Tratado Primero
El primer tratado comienza con Lázaro de Tormes contando
la historia de su
infancia. Su
sobrenombre proviene del lugar donde nació, que fue el
río Tormes. A los ocho años, su padre, Tomé
González, fue acusado de robo y obligado a servir a un
caballero en contra de los moros. Durante esta expedición
perdió su vida.
Lázaro y su madre, Antona Pérez, se fueron a vivir
a la ciudad donde ella le cocinaba a los estudiantes y le lavaba
la ropa a los mozos de caballos del comendador de la Magdalena.
Ella comenzó a tener relaciones con un mozo llamado Zaide,
y Lázaro aceptó la relación entre ellos
porque notó que él traía mejor comida a la
casa. Luego, nació el hermano por parte de madre de
Lázaro, pero la felicidad les duró muy poco, porque
Zaide robó y fue capturado y azotado.
En un mesón conoció su madre a un ciego, al que le
pareció que Lázaro le servía como
guía. Su madre le dio permiso y Lázaro
partió junto al ciego. El ciego era muy astuto y,
más que cualquier otro, le enseñó a
Lázaro lo difícil que era la vida. El ciego,
también, era muy avaro y apenas le daba de comer. Cuando
finalmente Lázaro se cansa de vivir con el ciego,
éste engañó a su amo para que se diera
contra un palo para poder salir de
él.

Tratado Segundo
Este tratado Lázaro se encuentró con un
clérigo. Lázaro acpetó el trabajo que
le propuso el clérigo. A Lázaro no le fue muy bien
en este trabajo, ya que el clérigo era avaro y no le
alimentaba decentemente. Llegó el momento en el que
Lázaro se cansó, y decidió robarle al
clérigo el pan de la misa para poder comer.
Para poder conseguir el pan, el sacó una copia de la llave
del baúl dónde estaba el pan, y lo saco una noche,
y se lo comió. Al el clérigo enterarse de
ésto, decidió asegurar el baúl, pensando que
eran ratones que se comían el pan, pero cuando
encontró que era Lázaro, el lo despidió de
su trabajo.

Tratado Tercero
Lázaro llegó a Toledo, donde, por quince
días, vivió de limosnas. Un día, se
encontró con un escudero de muy buena apariencia, quien
fue su próximo amo. Su nuevo hogar fue una casa con poco
alumbrado. La casa carecía de muebles. Lázaro
entonces se dió cuenta que el escudero, aunque aparentaba
ser un hombre de
buena familia, en
realidad era pobre. Para poder comer, Lázaro tuvo que
mendigar, y darle parte de lo que recibía al escudero. Un
día el gobierno de esa
área prohibió el mendigar por las calles, y
Lázaro, por suerte, consiguió comida a
través de unas vecinas. El escudero estuvo sin comer por
ocho días, hasta que consiguió un real para mandar
a Lázaro a comprar
comida al mercado.
Más tarde los dueños de la casa del escudero
vinieron a cobrar el alquiler de la casa, pero el escudero se
excusó y desapareció. Lázaro se quedó
una vez más sin amo.

Tratado Cuarto
Las vecinas llevaron a Lázaro a dónde el Fraile de
la Merced, su próximo amo. Al fraile le gustaba mucho
caminar y visitar. Tanto caminaron Lázaro y el fraile que
en ocho días Lázaro rompió su primer par de
zapatos. El fraile fue el primer amo en regalarle un par de
zapatos. Lázaro se cansó de seguirlo y lo
abandonó.

Tratado Quinto
En este tratado, Lázaro se encuentra con un buldero. El
buldero engañaba, junto a un alguacil, a la gente,
tratando de convencerla para que creyeran en sus ideales. Por
ejemplo, ellos hicieron un "drama" para que la gente creyera en
los milagros. Después de cuatro meses Lázaro
dejó al buldero, y siguió camino.

Tratado Sexto
Su próximo amo fue un maestro pintor de panderos, con el
cuál duró muy poco. Una vez, Lázaro
entró a una Iglesia, dónde se encontró con
un capellán, siendo éste su próximo amo. El
capellán le dió a Lázaro un asno y cuatro
cántaros de agua para ir a
vender agua por la
ciudad. Este fue el primer trabajo que tuvo Lázaro
dónde ganaba comisiones todos los sábados. Estuvo
en esas condiciones por cuatro años, y, ahorrando poco a
poco, pudo comprarse su primera espada y ropa usada.
Después de haber mejorado Lázaro su apariencia ,
dejó al capellán y también dejó su
oficio.

Tratado Séptimo
Después Lázaro se asentó con un alguacil.
Duró muy poco con él, porque le pareció que
el oficio de su amo era peligroso.
Llegó el día en el que el arcipreste de San
Salvador vio a Lázaro y lo casó con una criada
suya. Vivía muy bien con su nueva esposa, en una casa al
lado del arcipreste. Luego comenzaron a formarse cuentos sobre
su esposa y el arcipreste. La mujer de
Lázaro lloró mucho por estos cuentos, pero
Lázaro la tranquilizó. El decide no hacerle caso a
los cuentos para que no hubiera una intervención en su
felicidad. Finalmente llegó a un período de
estabilidad en su vida, y para él no había nada
mejor.

 

4. Significado de la
Novela 

La autobiografía de Lázaro es la
comprobación de un proceso
deseducativo. Los rasgos constitutivos de la novela picaresca
son: narración autobiográfica en la cual el
pícaro cuenta su vida remontándose a su origen y
continuando el relato en sucesión cronológica
lineal hasta la situación final del deshonor;
articulación narrativa del relato en el sistema de
servicio a
varios amos; visión de la realidad desde la perspectiva
única del narrador protagonista.
Cada personaje en la novela del
Lazarillo de Tormes representa una situación diferente en
aquella época, y el autor lo que hizo fue criticar, o
satirizar cada personaje en orden para mejorar la sociedad en la
que vivía. Se puede decir que esta novela es vigente
hoy en día ya que se pueden encontrar las mismas
situaciones y los mismos personajes que presenta el autor en la
novela pero en formas diferentes, como por ejemplo, la corrupción
del clero, pués, actualmente sería la corrupción
del gobierno.

 

 

 

 

 

Autor:

Guillermo Rodríguez

Montevideo, Uruguay.

Partes: 1, 2
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