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La Cultura Light




Enviado por moyperezm



     

    Indice
    1. La
    Pasarela

    2. Tres Chicas
    3. Image Is Nothing
    4. Post Data

    1. La
    Pasarela

    Una voz suave, sonrisas agradables y miradas sinceras,
    un anuncio de radio, un folleto
    de superación personal y una
    canción de amor. Vota por
    mí, soy la mejor opción, una caricia, una dieta, la
    promesa de una cura, ositos tiernos, profesionistas exitosos,
    místicos urbanos, nuevo sabor fresa pasión,
    silhouette 40, empléese a sí mismo, pierda peso,
    aprender a memorizar, obtener un mejor trabajo, una mejor
    sonrisa, aromaterapia, conocer a la mujer ideal,
    mejorar el cutis, hablar otro idioma, llegar a la paz interior,
    ropa de Zara, ser optimista,…
    La cultura light es la última imagen coherente
    y razonable de la bondad en nuestros días. Comprar un
    producto light
    es elevar una plegaria al cielo, es esperar algo de este mundo,
    una muestra
    desesperada de optimismo.
    La cultura light se auto proclama útil. Es el inconsciente
    cruzando los dedos esperando que esta vez la dieta si funcione,
    que la vidente nos muestre un futuro agradable, que todos te
    quieran. En la cultura light la belleza todavía existe,
    las buenas intenciones, las promesas que se cumplen, la
    alegría… naturalmente salud, mejor figura, amor
    verdadero… La única diferencia entre un producto light
    que se vende en el supermercado y el ungüento del amor que
    te hace una bruja de mediana reputación es el envase.
    La cultura light se encuentra en el inválido que pide
    ayuda económica, en el flyer que dan en la calle, en los
    posters, en los souvenirs, en el mundo… bailar porque es la
    mejor manera de perder peso, dejar el alcohol porque
    mata muchas neuronas, aprender ingles para conseguir un mejor
    trabajo, hacerse vegetariano para que tu organismo funcione
    mejor.
    Aprendemos música clásica
    mientras vemos los comerciales y las caricaturas de Bugs Bunny.
    Aprendemos, geografía, historia y ciencia en el
    Discovery Channel. Nos evitamos leer los diarios viendo al
    imbécil de López Dóriga. Conocemos a los
    filósofos gracias al Selecciones del
    Reader’s Digest. La poca información que tenemos para entender
    nuestro mundo nos llega a través de estas vías.
    Las tradiciones milenarias se unen a los grandes descubrimientos
    científicos: la cura del cáncer aún no llega
    pero… que te parece una nueva manera de detener la calvicie?,
    de evitar la gordura?.
    La cultura light es el cordón umbilical que nos une, que
    nos muestra que la solución a los problemas del
    corazón
    y del alma están a la vuelta de la esquina, en el estante
    siguiente. La cultura light es el lado supersticioso de la ciencia, y
    al mismo tiempo, el lado
    científico de la superstición. Es el departamento
    de relaciones
    públicas en nuestros días.
    La cultura light ofrece objetos paganos de contemplación,
    objetos que fijan la fluidez de la vida por un solo instante,
    mientras están de moda, para
    después volver a cambiar. Pero ese instante se vuelve
    eterno. Las modas van y vienen a tal velocidad que
    es imposible tomar en serio a cada una de ellas. El
    conocimiento se fragmenta y las verdades siempre son
    parciales, aunque en el ciclo de vida
    de cada una de ellas las creamos eternas. Su religión es la
    superficie y lo sagrado es la promesa.
    Lo light, placebo de la existencia, aliviana el curso de lo real;
    lo disimula por momentos. Lo light es abreviatura, atajo,
    esperanza de que se puede salir adelante haciéndole
    trampitas a la vida… La regla de lo light es la
    sistemática omisión de lo pertinente: cigarro sin
    nicotina, café
    sin cafeína, azúcar
    sin azúcar, música sin música, o sea
    ambiente
    musical. Todo lo sistemáticamente privado de sí
    mismo es light. Por ello el material light es el plástico,
    el alimento light el chicle, la obra literaria light el
    bestseller, el eufemismo la figura retórica light… Lo
    light, espejismo unidimensional de la pantalla, superficie
    polícroma del megacine, cosmos plano de la mente sin
    relieve,
    aplasta toda manifestación cultural hasta reducirla al
    mínimo denominador común de la banalidad. La
    cultura comienza donde termina lo light.
    Una camiseta con un slogan que no entiendo. Un anuncio me explica
    el glamour. Un flyer me invita a un reventón. Una
    señal de tránsito me indica las reglas. "Soy
    ciego", reza un letrero a mano sobre el pecho de un individuo con
    lentes oscuros. Mi nombre en un grano de arroz. Una manta intenta
    cambiar mi postura política. Otra hace
    lo mismo con mi posición religiosa. Una bolsa de dulces me
    da clases de química. "Sé
    feliz", me dice un tierno conejo atrapado en un escaparate. Hoy
    en día, las paredes (y los objetos) no solamente escuchan,
    también hablan.

    Feliz Año Nuevo, leo por ahí, y volteo
    para ver quién me lo ha dicho. Parece que es el
    señor Pollo Rico, y no siente reparo alguno al proclamarlo
    a mediados de junio. El mundo entero es un mensaje incoherente.
    Todo me guiña el ojo. Las corcholatas tapizan el asfalto.
    Carteles y flyers visten a los muros. Los cables, postes y
    espectaculares milimetran el cielo.¿A dónde van las
    ponchesferas cuando acaba la promoción?. ¿Dónde
    está un jingle cuando nadie lo está cantando?.
    ¿Cuántas tapa-roscas por las estampas de la
    virgen?. ¿Cuál es el último recuerdo de las
    papitas que te comiste hace más de un mes?. Los hielocos
    copulan como conejos cuando no están sujetos a las
    leyes de la
    promoción, y sus hijos bastardos hacen lo mismo, llenando
    de extraños habitantes los mejores sueños y las
    peores pesadillas de los más dedicados publicistas.
    Conozco mejor al capitán Sanders que a varias de mis
    tías. Con un McDonald's cerca nunca estoy lejos de casa.
    Lo light es nuestra nueva naturaleza, es el
    humus de nuestra sociedad, que
    además, ha probado ser fértil. Es nuestra
    referencia primaria.
    Es el primer abecedario que conocemos, nuestra plastilina de
    colores.
    Nos movemos de máscara en máscara, tratando de que
    las costuras que las unen se noten cada vez menos. La identidad, tal
    como se concibe desde el siglo XVI, se fuma un cigarro light en
    la sala de espera de nuestra cultura. Vivimos en un mundo
    fluctuante de actividades y reflejos donde el individuo es una
    silueta curva, casi líquida, como las espirales
    refractadas que forma el agua al
    pasar sobre el logo de una pasta dental en cualquier comercial.
    Hay mil verdades (todas ellas falsas) que escoger en el
    catálogo de opciones que nos ofrecen los medios masivos
    de comunicación. Es imposible elegir una como
    la absoluta. La cultura light desacraliza cualquier verdad la
    erigirse como tal, al inundar el mundo se convierte en una mezcla
    subversiva e impone en sus sujetos una deconstrucción
    forzada e inevitable.
    La cultura light es catarsis continua, un olvido de sí
    casi total, un producto diferente de belleza cada hora, una
    caricia de ternura cada diez minutos, una cosmología
    total. Un goce continuo de baja intensidad.
    Lo Light es lo automáticamente entregado. Por eso para
    gozar lo light no requerimos ningún esfuerzo de parte de
    la obra, no hay ningún intercambio exigente entre la obra
    y su receptor. Más bien la obra es la receptora de
    nuestros mensajes culturales. Lo light no nos da nada, nosotros
    somos quienes le otorgamos todo sentido. La obra light es pasiva.
    Nada más fácil y falso que repetir que la
    televisión nos exige poca actividad. El televidente no
    es pasivo. El televidente requiere una gran hiperactividad. Esto
    lo demuestra el control-remotismo
    alocado de los televidentes masculinos (zapping) o el quehacer
    doméstico femenino concomitante al ver la televisión. Lo light de ciertos productos
    culturales es posible sólo porque la obra no requiere ser
    demasiado activa (es decir, significativa) sino que descarga el
    peso de la actividad sobre el supuesto 'receptor'. Quien da
    sentido a la música pop son las muchachas que elaboran
    pancartas para ir al concierto y ahí bailan y gritan tanto
    que finalmente se desmayan de tanta energía que derrochan.
    Lo light nos exige esfuerzos exagerados; lo light es lo que
    automáticamente le entregamos a las obras. (Por eso,
    curiosamente acusamos a los consumidores light de estar
    vacíos, porque creemos que habiendo entregado todo a la
    obra, se han quedado sin nada; olvidamos, sin embargo, que aun
    habiendo dado demasiado a una obra tan estúpida, los
    individuos siguen conteniendo grandes cantidades de sentidos
    chatarra en sí mismos.) Cigarros, sodas, artistas,
    cervezas, estrellas, todo es light.
    Decir que lo light es 'ligero' como su nombre indica es dejarse
    llevar por su apariencia; creer que lo 'light' nos hace meramente
    receptivos es seguir mitos
    sociológicos ya insostenibles.

    ¿Por qué se les da un peso tan grande en
    la cultura a los productos light? Porque el super-peso se lo
    otorgamos nosotros personal y masivamente. La industria del
    entretenimiento light se sustenta por el peso exagerado que le
    entregamos a sus estrellas.
    El consumidor
    está expuesto, las mercancías le reclaman, lo
    chantajean para que les quite su ligereza, las mercancías
    requieren volver a ser objetos y para ello necesitan cargarse de
    peso. Las celebridades nos sonríen y nos posan,
    comprometiéndonos a remotivarlos. Estamos comprometidos
    infinitamente a una lógica
    imperiosa de feedbacks. Hay un reclamo omnipresente para que
    demos peso a las 10 mil entidades del universo light.
    La hiperactividad del consumidor es el combustible de la
    condición light de las industrias
    culturales.
    En caso contrario, ¿por qué nos cuesta tanto
    trabajo consumir literatura difícil,
    Borges,
    Beckett o Stein? Porque son ellos los agentes del movimiento y
    nos piden ser receptores, es decir, para entender estas obras
    necesitamos vaciarnos para recibir su peso o intercambiarlo con
    ellos. Lo Difícil o Deep nos exige Paciencia, pasividad,
    calma, un alto a nuestra alocada hiperactividad y adrenalinitis.
    Pero bajar nuestro propio peso es lo más difícil.
    Para disfrutar literatura difícil habría que tener
    campo abierto para recibirla, pero nuestro campo interior
    está totalmente sobresaturado. No hay lugar para nada
    nuevo.
    Las obras difíciles reaccionan mínimamente ante
    nuestros aprendizajes sentimentales convencionales. No es casual
    que el rumbo principal de la literatura difícil del siglo
    XX haya buscado espantar los sentimientos (lo más pesado)
    de su escritura:
    desde la poesía
    pura hasta la Language Poetry. Por ese peso propio, estas obras
    difíciles nos resultan ilegibles, insípidas.
    El pluralismo postindustrial, económico y de mentalidades,
    conduce a una relativización de los sistemas de
    valores y
    aumenta la posibilidad de elección dentro de la
    multiplicidad de ideales y sistemas teleológicos exhibidos
    en vitrinas para usar y consumir. Amparado en la economía de mercado y en una
    supuesta democracia del
    consumo, el
    pluralismo de la modernización es un simulacro social
    donde se cree que todos pueden escoger autónomamente su
    propia tabla de salvación. En la cultura light esto es lo
    que más prospera. Se exhiben e imponen la sociedad del
    espectáculo, la moda, el individualismo, la incapacidad
    para establecer compromisos con el futuro, el facilismo, el
    paradigma del
    atajo, la pasión desmesurada por las nuevas
    tecnologías de la cibercultura: las realidades
    virtuales, la internet, la estética del video-clip, lo
    tecno-imaginativo, el síndrome del programador
    (zapping).
    Por lo tanto, lo light es ante todo llenura. Promueve un mercado
    de deseos frágiles y múltiples. Cultura
    polifónica y extravagante, cuya cualidad es la copia y la
    parodia. El joven consume sin conocer, conoce sin preguntar. De
    tal manera que se asume el saber como lo difícil y el
    desconocimiento como lo mejor, actitud que
    conduce a la trivialización de la lucidez y del pensamiento.
    La consigna light entonces se anuncia en estos términos:
    "abajo la superioridad de los inteligentes, viva la
    dicha de consumir sin tener que pensar"
    El individuo light  tiende a encerrarse en sí mismo,
    en su micro-mundo aunque éste se conecte con el cosmos. La
    televisión que lo fascina, el equipo de sonido que lo
    aturde, el walkman que lo encierra, el micro computador y
    el 'nintendo', constituyen la tecnología del
    ensimismamiento. Sólo les queda el goce inmediatista,
    el asistir a una plena cartografía del placer sin
    preocupación del futuro. Los macroproyectos
    políticos, económicos, culturales y sociales son
    expulsados interesándole únicamente los proyectos micros,
    individualistas, útiles para el momento. Devorador de
    mensajes globales, casi despolitizado, el chico light pasa de la
    resistencia
    crítica al hiperconformismo. Espectacularidad,
    fascinación, éxtasis, manipulación son los
    órdenes que cumple a cabalidad.

    Con estas luminarias, nuestros jóvenes entran a
    formar parte de las llamadas generaciones X y Y, fáciles
    maneras de nominar imaginarios juveniles masificados que conducen
    al deseo a su piedra sacrifical, pues les proponen desear mal,
    consumir objetos finiseculares, instaurar un vacío
    indiferente, una pregunta insulsa.
    Víctimas y victimarios de la cultura de la modernidad en
    crisis,
    multicultural y yuxtapuesta en una América
    Latina que sigue caminando por una historia forzada a dar
    bruscos saltos (de una modernidad periférica y a medias a
    una postmodernidad
    impuesta desde arriba) las actuales generaciones han dejado ya el
    estadío analítico-crítico de la aventura
    moderna y han penetrado a la fase sintética del relax
    postmoderno, condición de pérdida y búsqueda
    en el laberinto epocal.

    2. Tres
    Chicas

    Tres chicas se ríen con cierto estruendo en un
    restaurante. Las tres dejaron sus cubiertos cruzados sobre el
    plato varios minutos atrás y los miran complacidas.
    Ahí descansa prácticamente toda la comida que
    pidieron. Ellas solo se dedicaron a moverla de un lado a otro del
    plato y ahora está fría. Sueñan con una
    malteada Slim Fast para postre, y antes de encender un cigarrillo
    se llevan a la boca chicles sin azúcar, mentolados. Un
    mesero las mira con cierto recelo y pregunta si la comida estuvo
    bien. Ellas exclaman encantadas, que fue fabulosa. Piden
    café (los endulzan con canderel) y platican. Han
    leído un libro que las
    fascinó. Uno enseña como liberarse de todo y todos.
    No ser más una esclava. La verdad es que se saltaron
    párrafos completos, páginas enteras. Las letras
    apiñadas les dan escalofríos. Pero tienen la idea
    original, digamos. Después planean su noche. Saben a que
    lugar irán y cual será la ropa que acentuará
    más los huesos de sus
    caderas y el largo de sus piernas delgadas. Jamás
    irían a una discoteca. Son chicas que nunca jamás
    bailarían frente a otras personas (tal vez se atrevan a
    adelantar un poco un tacón y mover, de forma contenida,
    sus hermosos hombros). Pedirán lo que sea salvo una
    cerveza o una
    bebida dulce, porque engordan. En el baño aspirarán
    coca y darán forma a sus labios con pintura
    indeleble de importación. Se perfumarán.
    Fumarán cuando sientan hambre y mascarán chicles
    mentolados para después, para cuando las besen y venga
    todo lo demás. Y el lunes por la mañana se
    verán en el yoga. Posiblemente se recomienden otro libro
    fantástico que unifique los chacras, uno que las invite a
    actuar según sus impulsos (secretamente no creen
    necesitarlo, son mujeres liberadas) o a lo mejor una receta de
    desintoxicación y el teléfono de una bruja blanca que lee muy
    positivamente el Tarot. Quedarán para ir al cine esa misma
    noche. La hora y el sitio serán apuntados en una agenda de
    papel
    reciclado y ellas verán satisfechas a la foca en peligro
    de extinción (que ahora está protegida porque ellas
    compran esas agendas).

    3. Image Is
    Nothing

    La imagen no pesa nada, quien tiene todo el peso es el
    consumidor que la sustenta. Lo light está vacío,
    sí, pero a expensas del banco que tiene
    acumulado el individuo. Los signos pueden ser remplazados cada
    vez que haya necesidad de renovar las campañas
    publicitarias, al fin y al cabo quien mantiene constante (y
    creciente) el circuito de los sentidos es
    el consumidor mismo. Esta sobrecarga de contenidos
    simbólicos en plena época presumiblemente light se
    manifiesta en fenómenos de reacción frente a la
    saturación como el estrés, la
    bulimia o la
    sobredosis. Lo light es lo pesado. Lo light es lo terriblemente
    aplastante.

    Los anuncios son la consumación de lo light. Las
    campañas se renuevan cada vez más aceleradamente,
    son visualmente más veloces, gracias a que después
    de varias décadas de televisión y tiempos
    electrónicos, cada individuo ya tiene un gran banco de
    imágenes, clichés, expectativas,
    asociaciones, fórmulas, arquetipos, signos y reacciones
    acumuladas que el anuncio en sí mismo ya no tiene por
    qué cargar. Quien lo carga permanentemente es el
    consumidor, que contiene cada vez más de estas entidades
    (de las que depende la efectividad de la publicidad).
    Entre más está cargado el consumidor de estas
    entidades semióticas y sentimentales, menos tiene que
    cargar en sí mismo el signo publicitario, más light
    se hace, más veloz, abstracto, casi reduciéndose al
    puro nombre (marca).

    ¿Para qué quieren nuestras sociedades
    rebajar el peso de todos sus productos?: para poder consumir
    más. Todo quiere ser reducido de peso, para que quepa
    más en nosotros. Aquí es donde se muestra el
    fracaso de lo light, su falsa ligereza: aun lo light es demasiado
    pesado. Aún cuando todo lo que consumimos desde nuestra
    comida fat-free hasta nuestra literatura light, su peso real
    sigue siendo el mismo o mayor que antes, y eso lo sabemos porque
    nuestro hiper-consumo de lo light nos ha hecho barrigones. Lo
    light es pesadísimo. Al consumirlo, pensando que no pesaba
    casi nada, engordamos porque se reveló como causa directa
    de sobrepeso. Hemos engordado por nuestro exceso de consumo
    alimenticio y por nuestra necesidad psicológica de
    protegernos del mundo exterior, rodeándonos del calor maternal
    que proporciona la carne. Pero probamos, a final de cuentas, que
    aligerando la cultura, ésta demostró haber
    aumentado su peso y, con ello, su insoportabilidad. Nuestra
    levedad de la cultura probó ser la insoportable pesadez
    del ser.

    Sí, quizás todo esté inundado de
    basura. Pero
    qué bonita basura. Colores brillantes, materiales
    cada vez más indescifrables, tipografías que
    explotan de júbilo. Todo urgencia. Todo seducción.
    Podemos dormir tranquilos, aunque no pase nada, mañana
    todos los periódicos tendrán un encabezado. Mira
    aquí, en este letrero hay algo nuevo, no, mejor
    allá, ese juguete tiene algo que no había visto
    antes, ¿ya leíste el
    periódico de hoy? ¿Un nuevo descubrimiento
    científico? ¿Algo que va a cambiar la manera en que
    vivo? ¿Un nuevo estilo? ¿Una nueva moda?
    ¿Otra obra trascendente? Las palabras de los profetas
    están escritas en los anuncios publicitarios, la postal
    sólo cuesta cinco pesos, dos por ocho. Mis amigos los
    refrescos estrenaron nueva presentación hace dos
    días. Un científico descubrió el secreto de
    la vida el día de ayer (¿otra vez?).
    Encontré la verdad del universo leyendo las letras
    pequeñas que aparecen en la parte de atrás de la
    bolsa de plástico en la que empacan la ropa interior que
    más me gusta que se ponga mi novia. Hasta el logo me
    agrada.

    No hay rincón vacío. Nunca estás
    lejos de una pluma, y el mundo es el lienzo. La tipografía
    reduce cada vez más su puntaje y puedes encontrar el logo
    de la compañía que fabrica los marcapasos en el
    corazón del paciente. La escritura cambia. Puede ser
    pictográfica o ideográfica, aunque normalmente es
    fonética. Un detalle de color aquí
    y una textura allá. Imágenes o diseño;
    palabras que se perciben más rápidamente que
    la lectura. La
    medicina aprende
    a leer otras letras, y pueden predecir mi futuro a partir del
    contenido de mis intestinos y mis vasos sanguíneos. Letras
    por todas partes. En el aire y en el
    agua.
    ¿Cuántos Imecas el día de hoy? ¿Es
    ésa la cara de Elvis Presley en la superficie de Marte?
    Con unos nike y un puñado de pennies puedes viajar por
    toda la galaxia. Sólo es cuestión de saber leer los
    signos del universo. Platón
    prefería que la gente no aprendiera a leer porque de
    hacerlo, dejarían de pensar. No se que pensaría
    Platón ahora.

    4. Post Data

    La posmodernidad
    es la celebración de lo light, la livianizacion de todas
    las experiencias pesadas de la modernidad. Si la vanguardia era
    una praxis difícil de tolerar, se le aligeró en
    forma de moda; si la metafísica
    era pesadísima se le rebajó en forma de
    lógica. Toda la modernidad fue hecha light, desde sus
    iconos hasta sus lemas.
    El sujeto por excelencia de la posmodernidad es el DJ: el
    mezclador de todas las realidades. El grado cero del consumo es
    el grado cerdo: su aparente nulidad es la condición para
    su gula. Creemos ilusamente en la compatibilidad de todos los
    entes, pues lo light es la condición de mismidad de todas
    las entidades, la equivalencia de todos los seres.
    El posmodernizaje se basa precisamente en la creencia en el peso
    cero de cada cosa y todas juntas. Hemos vuelto ligero todo lo que
    pesó en la modernidad, con tal de combinarlo en un gran
    banquete tan orgiástico como dietético, pero no ha
    fuerza de
    haber desaparecido su peso, sino a fuerza de haberlo
    interiorizado por medio de la gula semiótica. Tenemos una gran hambre de
    cultura light, baja en calorías y low fat, todo puede ser
    consumido en raciones dobles, desde una hamburguesa hasta el
    turno laboral, pero
    únicamente porque el peso de todo ello está
    rebajado, ‘oculto’ y, sin saberlo, al sobre-consumir
    no hacemos sino aumentar y aumentar ese peso secreto.

    ¿Quién escribe la literatura fantasma?
    ¿Quién me dice que lo que estoy masticando tiene
    colorantes artificiales? ¿Quién me dice que
    recuerde al gansito? ¿Quién que nos vamos a una
    pausa comercial? La cadena de la reproducción en serie no tiene origen y
    tampoco final. Un mensaje publicitario no está escrito ni
    por el publicista ni por el dueño de la
    compañía que trata de vender el producto. Ellos
    sólo toman dictado. Son como soldados cuya labor es la
    corrección de estilo. El mundo dicta las
    órdenes.

    La cultura light ha logrado que la naturaleza nos vuelva
    a hablar. Curiosamente, nuestra "madre" solo alcanza a articular
    un puñado de slogans ecologistas. La verdad y la mentira,
    lo natural y lo artificial, el original y la copia, todas ellas
    paradojas que se reordenan ante la invasión de nuestras
    vidas privadas por una serie de objetos fugaces y de verdades
    momentáneas.

    ¿Y si en verdad sólo fuéramos
    superficie, carente de contenido, carente de profundidad?,
    ¿y si sólo por eso inventáramos la belleza,
    las ideologías, aunque a veces los intentos sean
    más patéticos que efectivos?, ¿y si del otro
    lado no hay nada?.
    Vender ideologías y teorías, vender productos, soluciones. Al
    fin y al cabo siempre se vende lo mismo: se venden sentidos,
    significados. La demanda es
    inmensa, la oferta intenta
    estar a al altura. Entre imagen e imagen, la cultura light
    muestra la naturaleza falsa de todas las verdades. Y como bono
    extra, completamente gratis, sonríe mientras lo hace.
    Es del dominio
    público que los arcoiris son ilusiones ópticas. La
    refracción de la luz en las gotas
    de agua. Hay un arcoiris en el mundo, y la impresión del
    holograma es de primera calidad.
    "La infinita capacidad del ser humano para ser estúpido es
    invitada al centro del escenario y su presencia y métodos se
    reproducen con eficacia viral.
    Juega con la consola antes de que el mundo se acabe;
    sonríe mientras tanto. Pisa el acelerador,
    alégrate, conmovido ante la banalidad del ser humano y la
    inocencia de sus estrategias
    pasadas. Borra el fantasma de la profundidad. La complejidad es
    un cubo de rubik y un chingo de tiempo libre. La dosis es
    opcional: un poquito de musak para aliviar el alma. La verdad y
    la mentira no son polos mutuamente excluyentes. No creas en nada.
    Mejor cree un poquito en todo".

     

     

     

     

    Autor:

    Moisés G. Pérez Martínez

    Alumno de la Maestría en Análisis de
    Sistemas Industriales
    Universidad de
    Guadalajara
    Guadalajara, Jalisco, México

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