Indice
1.
Contexto histórico de "México
bárbaro"
2. Relato del vídeo sobre la vida de los
trabajadores y el trabajo a partir del libro de México
bárbaro.
3. Análisis del libro
México bárbaro
1. Contexto histórico
de "México
bárbaro"
El Porfiriato
La situación antes del Porfiriato
Innumerables crisis
marcaban el siglo XIX en México. No sólo los
acontecimientos destacados como la declaración de independencia
en 1821 o la guerra contra
los Estado Unidos
en 1848 – en la que México perdió más o
menos la mitad de su terreno a la sazón- danzaron
considerablemente al país, sino también que no era
capaz de conseguir la paz interior. En los cuarenta anos desde la
independencia hasta 1861 no hubo nada menos que 58 gobiernos, de
los cuales 56 no llegaron a su fin legal.
La política
siempre estaba personalizada, no había programas ni
perspectivas propias para México, sino que se intentaba
copiar las ideas europeas. Faltaba una clase media que hubiera
sido capaz de promocionar la democracia, y
el estado
solamente funcionaba como ejecutor de los actuales poderosos, la
morbilidad social sólo existía por el precio del
oportunismo y la gran mayoría de la población quedaba pasiva, conociendo
sólo reformas de arriba y no la responsabilidad de la base.
Así México había conseguido la
independencia, pero el país se hallaba en un estado
anárquico. Sufría del bandolerismo, tenía
deudas enormes en el extranjero y anhelaba la paz interior y una
política estable. Esa era la situación que
encontró Porfirio Díaz.
Trayectoria de Porfirio Díaz
El mestizo Porfirio Díaz nació el 15 de septiembre
de 1830 en el estado de Oaxaca. Su padre, un curtidor de pieles,
murió tres anos después. Con la modesta herencia y sus
ingresos de
mesonera la madre le facilitó a su hijo la enseñanza básica. Aprendió
leer y escribir, y también los oficios de carpintero,
armero y zapatero. A los trece anos fue a un seminario
eclesiástico, pero su verdadera vocación la
encontró en 1846 como soldado luchando contra los gringos.
Ocho anos más tarde anduvo por la montaña como
rebelde y llegó a ser subprefecto de Ixtlán y poco
después incluso capitán de guardia. Durante las
guerras de
reforma combatió a los conservadores, y en 1859 finalmente
se convirtió en coronel. Entre 1862 y 1867
escaramuceó varias veces con los franceses, los cuales le
detuvieron en varias ocasiones, pero él siempre
logró escaparse. Con la conquista de Puebla en 1867
finalmente es considerado héroe de guerra. Esta biografía
bélica le iba a ayudar mucho a manejar a los militares
durante su presidencia.
En 1867 Díaz perdió como candidato a la presidencia
contra Juárez; no obstante consiguió un 30 % de los
votos. En 1871 figuró de nuevo como candidato, pero el
resultado fue peor que cuatro anos antes. Entonces intentó
un golpe de estado,
fracasó y tuvo que retirarse. Sin embargo, cuando Lerdo
fue reelegido en 1876, Díaz volvió a sublevarse,
ganó finalmente en la nueva elección y se
convirtió en presidente de México.
Objetivos del gobierno de
Díaz
El lema de Porfirio Díaz era "orden y progreso".
Sabía que México tenía muy mala fama en el
extranjero, por un lado por la inestable situación
política, y por otro lado por las enormes cantidades de
deudas que tenía el país. Para avanzar
económicamente era necesario atraer más capital
extranjero. Entonces tuvo que restablecer la credibilidad de
México. Eso sólo se pudo lograr en un país
pacífico:
Pacificación
El primer objetivo de
Porfirio Díaz era la pacificación del país,
la cual era necesaria para desarrollar la economía. La
población apoyaba este deseo, ya que estaba harta de la
inestabilidad de los pasados cincuenta años.
A los generales sediciosos, Díaz los combatió en el
campo de batalla o les paró derrotando sublevaciones ya en
su nacimiento. "Díaz se puso en plan de
filósofo militar y dijo: 'Vale más prevenir un
desorden y cortar cualquier asonada que combatirla después
que ha estallado' ".Otra parte del ejército se
ocupó de los indios desobedientes como los apaches y los
yaquis, combatiéndolos con métodos
bárbaros. Con los bandoleros, el tercer grupo de
enemigos de la tranquilidad pública, se acabó
aprovechando de la ley contra
plagiarios y ladrones y de la ley fuga. Con el mismo rigor se
contuvieron las tendencias rebeldes en el campo, aceptando que se
produjeran numerosas víctimas inocentes.
La pacificación costó mucho dinero, pero
al final se consiguió. Para asegurar esta paz
porfírica instaló varios medios
represivos.
Progreso Económico
Porfirio Díaz realmente logró que se desarrollara
la economía y la infraestructura. Por ejemplo
extendió la red de ferrocarriles de unos
700 kilómetros al principio de su gobierno, a unos
considerables 25.000 kilómetros en 1911. La red
telegráfica creció con la misma velocidad de
9000 Km en el ano 1877 a 40.000 Km diez anos después. Se
construyeron puertos en las dos costas para conectar mejor con el
mercado mundial y
desatarse de la dependencia de América
de Norte. La producción de plata se quintuplicó
durante el Porfiriato, la industria
textil, la metalurgia y
la industria transformadora aumentaron la producción, las
exportaciones
subieron el triple y las importaciones
unas seis veces.
Sin embargo, todos esos éxitos no pueden esconder que
también había defectos en la economía. El
crecimiento en la agricultura
sólo suponía la mitad del crecimiento de la
industria, así que México al final tuvo que
importar productos
alimenticios. Aparte de eso en las ciudades no se logró
absorber la mano de obra que huyó del campo en busca de
trabajo. Y – quizás siendo el aspecto más
importante – la dependencia del extranjero creció
paulatinamente, porque el capital invertido en ramas como la
minería,
el
petróleo y la industria pesada casi siempre era
capital extranjero.
Las superficies cultivadas, que antes habían sido propiedad
común de las comunidades en los pueblos (es decir, los
ejidos), también se vendieron al extranjero, así
que más o menos la quinta parte del suelo se
pasó a empresas
extranjeras.
Entonces la economía verdaderamente floreció, pero
se acentuó demasiado una política
maquiavélica, sin tener en cuenta las desventajas que iba
a traer.
Concentración del poder de
Díaz
El ejército quedaba bajo disciplina de
guerra y estaba omnipresente en el país. Impedía
que se pudiera desarrollar una rebelión contra el estado,
tanto por matar directamente a sus enemigos como por meterles
forzadamente en las tropas. El campo lo controlaban sobre todo
los rurales, una policía montada que consistía en
delincuentes reclutados, en total una tropa de 3000 hombres. Como
tercer grupo ejecutivo existía la policía regular y
la policía secreta. Todos podían aprovechar la ley
fuga, casi un equivalente a la pena de
muerte. La ley les daba el derecho de fusilar a los
delincuentes si trataran de escaparse; claro está que eso
dio paso a interpretaciones muy generosas. Los que acabaron en la
cárcel no fueron más afortunados, como la
insalubridad total, que pronto causó la muerte.
Otros fueron mandados a las plantaciones en Quintana Roo,
Yucatán o Veracruz, donde los presos normalmente no
sobrevivían más de un ano por las condiciones de
trabajo en un clima
insoportable, o fueron forzados a luchar contra los mayas.
Todo esto explica por qué no era posible que se formara
una movida de resistencia; el
poder del Porfiriato ya había llegado a un punto
incombatible.
Sistema político
En el campo político Díaz también
concentró su poder. Centralizó el poder bajo el
lema "poca política, mucha administración", es decir, él
nombró los jefes regionales, los caciques, sin que estos
fueran elegidos por la población. Si los caciques llegaran
a serle incómodos a Díaz, les despedía. Se
habla de la política de pan y palo; las personas que le
apoyaban a Díaz conseguían poder y riqueza, los
enemigos del sistema
experimentaban toda la dureza del líder.
Su pasado como soldado exitoso le permitió controlar bien
el militar. Introdujo la censura de la prensa. La
iglesia no
estaba en contra de Díaz, porque él la toleraba
aunque las leyes, que
todavía provenían de la era de Juárez, eran
muy anticlerical. En 1890 cambió el artículo 78 de
la constitución para permitirle la
reelección indefinida. Así el sistema iba
desarrollándose hacia una autocracia. En el gabinete
estaban los llamados científicos, intelectuales
jóvenes que se preocupaban de la teoría
del positivismo y
de la tecnocracia.
La realidad de la población
La situación de los campesinos.
Para la gente del campo la situación empeoraba. Los
ejidos, es decir, el suelo que había pertenecido a la
comunidad de
un pueblo ya en los tiempos precolombinos, los adquirieron los
hacendados o empresas extranjeras. Más de un cuarto de la
superficie de México pasó a manos de 834 personas.
Eso muestra
cómo se percibía a los indígenas: No fueron
reconocidos como propietarios de las tierras comunes. Como
consecuencia, los campesinos se quedaron sin tierra y
tuvieron que trabajar como peones para los latifundistas. En
efecto una tercera parte de la población mexicana estaba
esclavizada de esta manera. El peonaje funcionaba así: Los
trabajadores debían dinero al hacendado y entonces estaban
obligados a trabajar para este. Este les pagaba un salario de
hambre, pero no en efectivo, sino en vales que sólo se
aceptaban en la tienda de raya del mismísimo hacendado,
donde los precios eran
exorbitantes. Entonces los peones tenían que pedirle
aún más dinero al hacendado y las deudas se
transmitían de padres a hijos a nietos. Una jornada
normalmente consistía de unas doce horas, no había
días libres y los trabajadores podían ser forzados
a latigazos.
El gobierno de Díaz apoyaba todo esto, ya que estaba
más interesado en la economía que en el bienestar
de la población. Los peones no se podían escapar de
su esclavitud,
porque en este caso los rurales aplicaban la ley fuga. La iglesia
católica, tolerada por Díaz, tampoco se
metía en estos asuntos.
La situación de los obreros.
Los obreros que no trabajaban en el campo no vivían mejor.
Los salarios estaban
bajísimos para todos, sea para los sirvientes
domésticos o para los soldados de línea. Sin
embargo, los gastos de vida
estaban tan altos como en los Estados Unidos.
Turner aduce que en 1909 el maíz, por
ejemplo, costó casi el doble en la ciudad de México
que en Chicago. Además describe las condiciones de
alojamiento que sufrieron muchos. Menos de un 20% de las casas en
la capital tenían abastecimiento regular de agua, lo cual
llegó a una insalubridad fatal.
Los trabajadores no tenían derechos. No existían
sindicatos,
las huelgas estaban prohibidas, incluso se castigaba el
sólo intento de pedir una alza de los salarios.
Solamente estaban permitidos las asociaciones mutualistas,
"herencia de pasados días".
No obstante, en 1906 se produjo una huelga en una
mina de cobre
norteamericana en Cananea, The Cananea Consolidated Copper
Company. Los obreros exigieron entre otras cosas una subida del
sueldo a cinco pesos, una jornada de ocho horas, el derecho a
ascenso y una cuota de tres cuartos de trabajadores mexicanos y
un cuarto de extranjeros. Eran los primeros en reivindicar
semejantes cambios. La polémica estalló pronto,
cuando los hermanos Metcalf arrojaron agua sobre los
manifestantes y estos respondieron echando piedras, lo que
llegó a la contrarrespuesta de matar a un obrero de un
tiro. Al final del día habían fallecido diez
trabajadores y los hermanos Metcalf. Entonces el gobernador de
Sonora, Rafael Izábal, pidió ayuda a los americanos
pretextando una guerra racial, y la huelga se acabó
violentamente. A los líderes los metieron en la
cárcel.
Otra huelga en el estado de Veracruz incluso muestra más
claramente el papel de
Porfirio Díaz en la opresión del pueblo. En una
fábrica textil de Río Blanco se organizó un
circulo de obreros que pronto convocó a paros y huelgas.
Tanto los obreros como los empresarios pidieron ayuda a Porfirio
Díaz, que decidió que el día siete de 1907
los obreros volvieran al trabajo. Cuando los obreros se negaron y
siguieron en huelga, Díaz mandó al ejército.
Al final de la lucha estaban muertos o heridos unas doscientas
personas, mientras los soldados cazaron a los que habían
huido.
El derrocamiento del Porfiriato
En el ano 1908 el periodista estadounidense Creelman le
entrevistó a Porfirio Díaz. En esta entrevista
Díaz declaró: "Tengo firme resolución de
separarme del poder al expirar mi período, cuando cumpla
ochenta años de edad, sin tener en cuenta lo que mis
amigos y sostenedores opinen, y no volveré a ejercer la
presidencia." Y aparte secundó el que se formara una
oposición: "Si en la República llegase a surgir un
partido de oposición, le miraría yo como una
bendición y no como un mal, y si ese partido desarrollara
poder, no para explotar, sino para dirigir, yo le
acogería, le apoyaría, le aconsejaría y me
consagraría a la inauguración feliz de un gobierno
completamente democrático."
Con estas palabras inició su caída, ya que
llegó a ser una mentira abierta. En el ano 1910, fecha de
las elecciones, no nombró ningún sucesor y
volvió a tomar la presidencia. Francisco Madero, que en el
mismo ano publicó su libro La
Sucesión Presidencial, declaró nulas las elecciones
en el Plan de San Luis y convocó a una insurrección
nacional junto con los sublevados chihuahuenses. Después
de la victoria de los revolucionarios Francisco Madero fue
reconocido como presidente provisional y Porfirio Díaz se
fue a Francia.
2. Relato del vídeo sobre
la vida de los trabajadores y el trabajo a
partir del libro de México bárbaro.
Durante el Porfiriato se vivieron muchos cambios de la
mayor importancia. Entre otros, destaca el que está
relacionado con el nacimiento del moderno proletariado
industrial. Los antiguos talleres artesanales, administrados por
su propio dueño y operados con técnicas
tradicionales, dejaron su lugar a las grandes fábricas,
propiedad muchas veces de corporaciones internacionales y que
contaban con la maquinaria más moderna. En esas
fábricas eran empleados cientos y hasta miles de obreros,
sometidos a una disciplina que incluía jornadas de trabajo
de 12 horas diarias y salarios que no alcanzaban a cubrir las
más elementales necesidades.
De esta manera, los cambios no supusieron ninguna mejora en las
condiciones de vida y trabajo de los obreros. Por el contrario,
los empleados de las grandes fábricas vieron cómo
se ampliaba el repertorio de sus padecimientos: a los bajos
jornales, la mala alimentación y la
nula atención médica tuvieron que
añadir la falta de vestuario y equipo adecuados, los
frecuentes accidentes,
las inhalaciones perniciosas y los numerosos inconvenientes
derivados del hecho de vivir en la periferia insalubre de las
grandes ciudades.
Para colmo de males, los trabajadores no contaban con organizaciones
que los defendieran. El gobierno, aunque formalmente no objetaba
ese derecho, procedía casi siempre de manera muy parcial,
adoptando como propio el punto de vista de los patrones.
Sólo pudieron organizarse mutualidades y cooperativas,
que favorecían el trato entre sí de los
trabajadores y la formación de cajas de ahorro, pero
que no podían actuar con su representación en los
muy frecuentes casos de dificultades, ni mucho menos oponer un
dique a los abusos de los poderosos.
La Fundición Central, una de las dos más
importantes industrias que se
establecieron en Aguascalientes durante el Porfiriato, ofrece un
buen ejemplo de la forma en la que eran tratados los
trabajadores. Aunque se pagaban jornales de un peso diario, mucho
más altos que los que imperaban en otras empresas, era
necesario desquitarlos con creces, en jornadas de 12 horas
diarias, en medio de un ruido infernal
y de hornos que despedían toda clase de emanaciones
tóxicas. Las altas temperaturas, el acarreo de minerales
recién fundidos, el desplazamiento de grasas y
combustibles y la presencia permanente de gases
venenosos eran algunos de los factores que permanentemente
atentaban contra la salud y aun contra la vida
de los trabajadores.
Las quemaduras de tercer grado, las caídas desde grandes
alturas y los golpes eran cosa frecuente en la
metalúrgica, aunque casi sin excepción las
desgracias eran atribuidas a la negligencia de los obreros. En un
periódico local se llegó a decir que
los riesgos de
trabajar en los hornos eran muy altos y que daba la rara
casualidad de que "ningún americano se emplea en ellos". A
los quemados, además, no se les proporcionaba
ningún auxilio. Los salarios mismos, aunque altos en
términos generales, eran desiguales, pues no había
extranjero que ganara menos de tres pesos diarios, y eso "en
labores donde no aspiran los peligrosos gases metalíferos
o carboníferos", mientras que a los jornaleros mexicanos
se les asignaban las tareas más rudas y se les pagaba
mezquinamente.
En esa época hizo su aparición un fenómeno
que con el paso del tiempo se
consolidó hasta convertirse en una de las características distintivas de esta
región del país: la emigración de los
trabajadores. La relativa sobrepoblación de algunas
regiones y la falta de oportunidades favorecieron el desarrollo de
esa corriente migratoria. Aunque en estados como Zacatecas, en
los que no se desarrolló de manera consistente la
industria, el éxodo de trabajadores fue mucho más
importante, conviene recordar los términos en los que en
Aguascalientes se dio.
¿Qué tantos trabajadores salieron y con qué
destino? Carecemos de datos precisos,
pero es muy probable que los enganches hayan dado comienzo en
1895. Los enganchadores, que era como se conocía a los
agentes encargados de reclutar trabajadores, publicaban avisos en
los periódicos y engañaban a la gente con la
promesa de altos salarios que a la postre nunca se cobraban. El
gobierno se alarmó ante el gran número de
trabajadores reclutados y prestó oídos a los
periódicos que hablaban de los abusos y engaños de
los que esa gente era víctima. En 1896 obligó a los
contratistas a pagar un impuesto de un
peso por cada trabajador enganchado, lo cual no se tradujo en la
reducción del flujo ni alivió la situación
de los trabajadores, pero por lo menos permitió llevar
cierto control de la
situación. Gracias a ese impuesto sabemos que durante 1897
fueron enganchados 902 trabajadores, cantidad que
disminuyó de manera sensible durante los siguientes
años, tal vez a causa de la apertura en la ciudad de
nuevas fábricas y por el hecho de que el impuesto por cada
trabajador sacado del estado se elevó hasta 10 pesos.
En su gran mayoría los enganchados eran campesinos,
procedentes de haciendas cercanas a la ciudad de Aguascalientes,
como Los Cuartos, Peñuelas, Santa María y La Punta.
Había también albañiles, canteros y algunos
otros trabajadores especializados. Unas veces eran llevados a
Campeche o algún otro estado del sureste, con el
propósito de que trabajaran en las plantaciones, y otras
se les trasladaba a Chihuahua, en cuyas haciendas se les
acomodaba como peones. También se les llevaba hasta la
frontera, con el propósito de trabajar en el tendido de
vías férreas. Algunos historiadores han hecho notar
que de esa manera se formó un proletariado móvil,
que no tenía raíces en ningún lugar y que,
incluso, pasaba parte del año en los estados
norteamericanos fronterizos. Esos fueron los trabajadores que en
1910 engrosaron los ejércitos villistas, los cuales
pudieron, sin ningún problema, desplazarse a lo largo de
buena parte del país.
En el campo había cuatro tipos de trabajadores bien
diferenciados. Por su número los más importantes
eran los peones acasillados, que vivían en las haciendas y
estaban atados a ellas por deudas que muchas veces no
podían liquidar durante toda una vida de trabajo. Para
ellos existían las tiendas de raya, que los
abastecían de los enseres y alimentos
más estrictamente necesarios, pero a precios exorbitantes
En seguida tenemos a los temporaleros, que trabajaban en las
haciendas sólo durante la época de la cosecha y que
procedían de los ranchos y pueblos de indios cercanos.
Eran trabajadores "libres", lo que significa que no eran
sirvientes permanentes de las haciendas, aunque ello
suponía también que durante los años de
sequía carecían de la relativa seguridad con que
contaban los acasillados.
Después tenemos a los arrendatarios, que cultivaban a
cambio de una
renta anual fija porciones de tierra de extensión variable
y que con frecuencia estaban obligados a prestar servicios en
trabajo. Este sistema tenía para las haciendas la ventaja
de que se incorporaban gratuitamente tierras al cultivo,
razón por la cual fue ampliamente favorecido a lo largo de
todo el siglo XIX. A veces los arrendatarios podían hacer
sus ahorros y convertirse en dueños de la tierra que
ocupaban, como en el llano del Tecuán, el cual, cuando se
disolvió el mayorazgo de Ciénega de Mata,
pasó a manos de sus muchos arrendatarios. Por
último tenemos a los medieros o aparceros, que
invertían su trabajo en el cultivo de las tierras del
patrón y que compartían con éste lo
cosechado. Su nombre lo debían al hecho de que los
productos los partían por mitades o a medias con el
dueño de la hacienda. Personajes que con el paso del
tiempo se convirtieron en prósperos agricultores iniciaron
su carrera como medieros. Gil Rangel, por ejemplo, que en 1861
compró la hacienda de Ciénega Grande, una de las
más importantes del estado, fue durante muchos años
mediero y arrendatario de los ranchos pertenecientes a las
haciendas de San Jacinto y El Saucillo.
Los padecimientos de los campesinos fueron objeto de muchas
críticas, a las que ni el gobierno ni los patrones
prestaron la menor atención. Un famoso periodista
norteamericano, el señor John Kenneth Turner,
publicó en su libro México bárbaro una
detallada relación de los abusos y vejaciones de que eran
víctimas los trabajadores del campo. Eran tantos y tan
graves que los historiadores están de acuerdo en ver en
ellos una de las causas principales del estallido de la Revolución
Mexicana. De otra manera no se podría explicar que el
llamado de Madero hubiera sido seguido por tantos miles de
hombres que, desesperados, estaban dispuestos a dar su vida a
cambio de que ese estado de cosas cambiara. En El barzón,
un corrido aguascalentense nacionalmente famoso, se hace un
recuento de esos padecimientos y se recuerda que en las tiendas
de raya las cuentas eran
hechas de manera tan abusiva que el peón siempre terminaba
debiéndole al patrón.
Las mujeres, por su parte, aunque formaban una minoría de
la población económicamente activa, o sea de la
gente que tenía un trabajo remunerado, desempeñaron
actividades muy importantes. Para no hablar de los hogares, en
los cuales su participación siempre fue crucial e
insustituible, recordemos que muchas de ellas eran empleadas como
dependientas en el comercio.
Otras muchas fueron contratadas como torcedoras en las
fábricas de puros y cigarrillos, mientras que, gracias a
la apertura del Liceo de Niñas, algunas tuvieron la
oportunidad de convertirse en maestras, oficio en el que con el
paso del tiempo tendrían cada vez más presencia.
Había también tortilleras, costureras, lavanderas,
criadas y pilmamas, que era el nombre con el que se
conocía a las encargadas del cuidado de los
pequeños en las casas de los ricos.
El catálogo de padecimientos de las trabajadoras es muy
amplio. Las torcedoras, por ejemplo, añadían a los
bajos salarios jornadas extenuantes de trabajo y el desarrollo
muy frecuente de enfermedades en el aparato
respiratorio. Las tortilleras, por su parte, empezaban a
trabajar a las 3 o 4 de la mañana, preparando las
tortillas que venderían en el mercado, y no abandonaban
las labores sino hasta bien entrada la tarde, cuando cocinaban el
nixtamal que necesitarían al día siguiente.
Las criadas trabajaban todo el día, realizaban las labores
más variadas y muchas veces, con el argumento muy endeble
de que se les daba "casa, comida y sustento", ni siquiera se les
pagaba. Para colmo de males, en los casos de muchas mujeres
habría que señalar que, aparte del trabajo que
desempeñaban en la fábrica o casa en que estaban
empleadas, tenían que llegar a la suya a cocinar; lavar,
dar de comer a los niños y
atender al marido.
3. Análisis del libro México
bárbaro
(Y Como El Vídeo Va Dividiendo Los
Capítulos)
Existen muchos libros acerca
de las condiciones de vida de los mexicanos del siglo XIX, pero
ninguno tan objetivo y tan ameno como el que escribiera el
periodista socialista de origen norteamericano John Kenneth
Turner: México Bárbaro. Una obra que refleja la
cruel realidad del México de tiempos del General Porfirio
Díaz, quien duró gobernando el país en forma
despótica durante treinta y tres años, y que
basó su sistema dictatorial en la concesión de
privilegios a los ricos y extranjeros para saquear el
país, a cambio de que consintieran su forma de gobierno
absoluto y que tuvo como precio la carne y la sangre del pueblo
trabajador.
El libro se divide en nueve capítulos, esto
dependiendo según la editorial que uno tenga, y son:
I. Los esclavos de Yucatán.- Las primeras experiencias que
este gran periodista tuvo en México fueron la forma en que
los magnates del henequén, que es la planta que cultiva la
región desde hace ya varios siglos. Hacían trabajar
a indios mayas y yaquis
(que por cierto el gobierno mandó llevarlos hasta
ahí desde el norte del país donde vivían muy
tranquilos)en las grandes haciendas donde vivían
encerrados en jaulas para que no se escaparan. Narra
también la forma en como los ricos hacendados hacen alarde
de la esclavitud en complicidad con el gobierno.
II. El exterminio de los Yaquis.- Narra con gran lujo de detalle
sus investigaciones
sobre el origen de los conflictos de
los indios yaquis del norte de México con el gobierno, a
tal grado que para poderlos exterminar se les enviaba hasta la
península de Yucatán, al sur del país, para
que sirvieran como esclavos en las haciendas henequeneras, donde
morían a los seis meses por los malos tratos y el clima
diferente.
III. En la ruta del exilio.- Con un ameno estilo el escritor
relata sus experiencias al acompañar en su viaje por tren
a los indios yaquis desterrados a Yucatán. Ahí es
testigo de la forma en que familias enteras son desmembradas
cruelmente y como al llegar a su destino los hacendados casaban a
las mujeres con extraños para crear nuevas familias que
produjeran más mano de obra.
IV. Los esclavos contratados de Valle Nacional.- Un relato
interesante de uno de los lugares más temidos del
México de principios del
siglo XX, la región tabacalera de Valle Nacional en el
estado sureño de Oaxaca. Los esclavos que trabajaban en
las haciendas tabacaleras eran gente que era traída desde
todos los puntos de la república ya fuera por medio de
contratos
falsos, por arresto policiaco o bien por secuestro
descarado. Las condiciones de trabajo, iguales para hombres,
mujeres y niños, hacían que cualquier trabajador
solo aguantara de tres a cinco meses; tiempo después,
cuando el agotamiento, el hambre y las palizas minaban su salud,
los patrones se deshacían de ellos arrojándolos a
los pantanos, donde eran devorados por los cocodrilos sin
importar que estuvieran muertos o agonizantes.
V. En el valle de la muerte.-
Más interesantes relatos sobre la vida de los esclavos en
las haciendas tabacaleras de Valle Nacional.
VI. Los peones del campo y los pobres de la ciudad.- Si los
trabajadores rurales del México porfiriano no eran nada
afortunados, las condiciones de vida en las ciudades mexicanas de
principios del siglo XX no eran nada envidiables. El autor nos
cuenta sus visitas a los albergues para gente de clase
trabajadora, donde por tres centavos podían rentar un
pedazo de suelo en una habitación para pasar la noche,
habitación que llegaba a alojar hasta doscientos
huéspedes sin distinción de sexo,
situación que originaba condiciones de promiscuidad.
También hace referencia a las condiciones insalubres de
los barrios pobres.
VII. Elementos represivos del régimen de
Díaz.- Un sistema monstruoso de opresión
dictatorial no puede existir sin los elementos necesarios de
intimidación a la población. En este
capítulo se hace referencia a la importancia para el
gobierno de Díaz de contar con un elevado número de
soldados, policías y rurales que se encargaban de "poner
orden" entre la aterrorizada población así como de
secuestrar gente para enviarla a trabajar a las haciendas de
Valle Nacional y de eliminar a quienes se atrevían a
criticar ese sistema inhumano de vida. También se describe
a las principales prisiones del país en esa
época.
VIII. La destrucción de los partidos de oposición.-
Cuenta con toda claridad la forma en que muchos mexicanos
patriotas murieron por tratar de sacar a su pueblo de la
esclavitud.
IX. Cuatro huelgas mexicanas.- Aunque hubo muchos acontecimientos
que mancharon de sangre las manos de Porfirio Díaz, las
huelgas de Cananea (Sonora) y Río Blanco (Veracruz)son los
hechos más horribles de represión y de injusticia
que se conozcan no solo en México, sino en el mundo
entero. El autor narra paso a paso los incidentes que se fueron
presentando en el transcurso de las huelgas y la forma cruel en
que el estado ordenó la masacre inmisericorde del pueblo
trabajador que se atrevió a pedir sus derechos.
Son estos los capítulos más sobresalientes del
libro, donde también el autor nos muestra un retrato de
la
personalidad del asqueroso dictador y un análisis de
la personalidad
del pueblo de México, a quien reconoció habilidades
extraordinarias para el trabajo tanto físico como
intelectual. El libro termina con un llamado a todas las mentes
sensatas de su tiempo para denunciar el sistema de Díaz,
al mismo tiempo que el autor muestra su vergüenza de ser
ciudadano de un país cómplice de la esclavitud de
un pueblo humilde y pacífico.
Autor:
Iris Galindo Linares
Puebla, México
Estudiante en Ciencias de la
Comunicación