Índice:
Introducción
Desarrollo
Conclusiones
Bibliografía
Psicogénesis del Infarto Agudo de
Miocardio.
Esta monografía
sobre las enfermedades
psicosomáticas se enfoca hacia la psicogénesis del
infarto agudo de miocardio, e intenta demostrar el intenso
correlato que evidentemente existe entre las manifestaciones
clínico – físicas de las personas que sufren
o han sufrido alguna forma de isquemia cardíaca y sus
historias clínicas psicológicas con sesgos
típicos, aunque como en todo caso clínico las
historias se presentan siempre distintas en la esencia de lo
indivisible que es cada individuo.
La recopilación se estructura
sobre numerosas estadísticas comparativas basadas en la
colección de datos de las
evidencias somáticas que el estudio clínico
desnuda, y su cross – match con la historia psicológica
del paciente con infarto o isquemia, que mayormente expresa
rasgos típicos.
Los objetivos
planteados en este caso son: además de poder
comprender la génesis patológica de las isquemias
miocárdicas un paso mas allá de la visión
somática pura que se fundamenta con razón en la
bioquímica
y sus fenómenos, conocer también otros factores de
riesgo aparte
de los consabidos tabaco,
sedentarismo e hiperlipemias entre otros. Y por supuesto dejar
una puerta abierta para ampliar los mecanismos de
prevención y tratamiento de una patología que ocupa
un lugar destacado entre las causas de morbi mortalidad en el
desarrollado mundo moderno occidental.
Por cuanto en la búsqueda del origen de algunas
enfermedades se
obtienen a menudo rotundos fracasos en el hallazgo de su causa
física, la
observación de un cierto trastorno
psíquico acompañando la clara alteración
somática conduce a la idea de psicogénesis. Esta
idea en sus comienzos recibió prontamente el apoyo de la
investigación neuroendocrinológica,
que es de las que mejor conoce la fisiología del rinencéfalo e
intensamente describe y experimenta con los fenómenos del
stress.
Ocurrió entonces, que cada vez más, el estudio de
las afecciones de determinadas estructuras
somáticas fue identificándose con el planteo de una
relación causa – efecto, que solidifica por lo tanto
la idea de psicogénesis. Es con este enfoque que en la
Patología se inauguró el capítulo de las
enfermedades
psicosomáticas.
Por estadísticas conocemos que en los
países del occidente desarrollado mas de la mitad de las
muertes corresponden a eventos
cardiovasculares, y de éstos, mas de una cuarta parte son
debidos a las formas clínicas de la cardiopatía
isquémica, muchas veces de un modo súbito, sin
ofrecer previamente la oportunidad de descubrir la intensidad de
la gestación del efecto.
Nos enfrentamos ante una clara descripción clínica, ampliamente
aceptada y en uso corriente por la medicina
alopática, que incluso manifiesta que el haber tenido una
situación emocional disgustante figura entre los claros
desencadenantes de un episodio de infarto o de isquemia
transitoria y vemos que en la modernidad
aumentan los casos de isquemia entre aquellos que no cuentan con
altos índices de los llamados factores de riesgo.
Conocemos también que entre aquellos pacientes
que han sufrido un infarto de miocardio, la sobrevida y la
ausencia de nuevos episodios isquémicos es mucho menor
para los que han asumido un tratamiento psicológico,
siendo también evidente que el perfil biográfico de
las personas que sufren de infarto es diferente al perfil
biográfico de aquellos que sufren esclerosis en placas,
leucemia o diabetes, los que
a su vez son distintos entre sí..
En el enfoque clínico nos encontramos con: 1./
episodios de angina transitoria. 2./ isquemia persistente sin
daño tisular o con escaso daño. 3./ cuadros de
isquemia con necrosis tisular o infartos de miocardio. El punto
en común y primordial entre estas diferentes formas
clínicas es el dolor, y además es el principal
elemento que conduce a la búsqueda y al diagnóstico de esta patología.
Podemos afirmar que prácticamente no existen episodios
anginosos sin dolor, haciendo la salvedad para aquellas
enfermedades que lesionan el sensorio, pero si ampliamos el
alcance de la definición de dolor y lo sumamos como
adjetivación de lo emocional, podemos asegurar que en
todos los casos existe dolor. Y aunque los términos angina
y angustia derivan de la misma raíz etimológica,
angina se utiliza para designar a un fenómeno que se
categoriza sólo como somático, mientras que
angustia se utiliza para expresar una condición
psíquica. Siguiendo en esta dirección nos encontramos con angor y
angosto que derivan de la misma procedencia.
Cabe citar un poco mas extensamente a la angina tipo
Prinzmetal, que corresponde a un espasmo arterial coronario, que
puede sobre agregarse a una obstrucción parcial
arteroesclerótica preexistente, o como se demuestra
mediante la cinecoronariografia puede ocurrir directamente sobre
arterias perfectamente sanas.
Definamos también al corazón en
el contexto emocional del cuerpo físico, comenzando por la
emoción a secas, y la descripción de su efecto, conocido por
todos nosotros que lo experimentamos continuamente en nuestros
cuerpos.
La descarga motora vegetativa es un proceso en el
que el elemento vasomotor tiene una participación
protagónica, tan absoluta es esta participación en
términos del efecto físico, que de acuerdo a las
leyes
inconscientes que rigen a los procesos de
representación, el elemento emocional puede perfectamente
hacerse cargo de la representación de la emoción
completa. Así como el rubor, en general representa la
emoción, a la inhibición por el contrario se la
representa con la palidez, y este efecto somático
está dado por el resultado de la estenosis que provoca
isquemia.
Por su naturaleza, la de
ser un vaso modificado, el corazón,
que es el componente circulatorio que más complejamente se
ha desarrollado, puede arrogarse por eso la representación
del conjunto de las emociones.
Resaltemos que el carácter
afectivo de la emoción, se refleja en un ritmo
cardíaco que obviamente provee el corazón, y
que es característico de la misma, por lo tanto el
corazón a través de su ritmo manifiesta
también una representación temporal, siendo
entonces de esta forma el corazón para los elementos de la
percepción emocional del tiempo, lo que el
ojo es con respecto de la percepción
del espacio.
Esclarecida la participación en el elemento
temporal, podemos ahora mencionar el origen de la "corazonada"
que siente o pre-siente, o sea siente antes del tiempo. De la
misma forma, el corazón construye con los recuerdos de
emociones
anteriores o fragmentos de éstas y otros pre –
sentimientos, al integrarlos, las nuevas emociones que
aprende y pasan a formar parte de su conocimiento y
memoria
emocional. Siendo este el mecanismo mediante el cual aumentamos
nuestro cúmulo de conocimiento
en cuanto a las sensaciones que producen los afectos y las
emociones. Lo que no se conocía, se interpreta, se elabora
y pasa a formar parte de nuestra memoria
emocional.
Aludiendo a las formas en que nos referimos al
corazón, se dice que cuando se hace alguna cosa con
intenso compromiso se lo "toma a pecho". De esta expresión
hay homologías en todas las sociedades y
en distintos idiomas, con traducciones literales que significan
por ejemplo, "tomárselo a corazón". También
para cuando es necesario superar el miedo o convertirlo en coraje
para superar una situación, se suele decir hacer de tripas
corazón.
Encontramos aquí que los intestinos representan
psicológicamente al miedo y el corazón al
coraje.
Adentrándonos en la significación del
lenguaje se
puede conocer la idiosincrasia de los pueblos y comprender los
orígenes – causa de distintos efectos. Para el tema
que nos ocupa, mencionaremos la raíz etimológica de
la palabra dignidad, y se comprueba que posee el mismo origen que
decencia y que decoro, de decoro deriva condecoración y la
condecoración que aumenta el decoro sabemos que se coloca
siempre sobre el pecho, lugar en donde se aloja el noble
corazón.
No debe entonces sorprender que para el aparato
psíquico la muerte por
una enfermedad cardíaca sea la transformación
patológica de una circunstancia emocional irresuelta e
irresolvible a otra que sea compatible con una muerte
decorosa.
En las coronariopatías que aquí tratamos,
o sea en la angina de pecho y en el infarto cardíaco,
está representado el proceso
psicosomático mediante el cual, el corazón, que
tiene la capacidad de pre-sentir, simbólicamente se
estrangula a sí mismo, en el intento de evitar el
nacimiento o la génesis de un sentimiento de
estirpe innombrable, algo que constituye una ignominia, algo
que no tiene nombre ni puede tenerlo, (recordemos el concepto temporal
del corazón y su intervención en la génesis
del conocimiento
de nuevas situaciones afectivas). Esta clase de sentimientos
conforman un estado
afectivo en el que las distintas "claves" de configuración
psíquica, propias de cada individuo, se disputan la
descarga pulsional. En este estado de
disputa para el nuevo sentimiento o afecto se constituye un
desconcierto afectivo, en una persona en
condiciones normales, con salud mental, el
desconcierto tiende a configurarse adquiriendo la coherencia de
ser un sentimiento nuevo, antes desconocido para esa persona.
Para que una situación pueda definirse como
ignominia, debe configurarse a través de cinco pasos o
parámetros sucesivos.
1./ Es inefable, en el sentido que es insoportable e
indignante, se encuentra mas allá de cualquier descripción imaginable y tolerable por la
estructura
psíquica del individuo.
2./ Exige un solución inmediata ya que no es
posible soportar su permanencia.
3./ A pesar de la búsqueda, del intento de
configurar este sentimiento que nace, al no contar con los
parámetros propios que lo permitan, no se le encuentra una
solución, pasa entonces a conformar un dilema
insoluble.
4./ Aparece el sentimiento claro de una culpa, pero que
no puede ser atribuida claramente a uno mismo ni tampoco, por las
condiciones de su naturaleza
permite, ser proyectada a otro.
5./ Implica una situación pública y de
alcance social que es desmoralizante, compatible con el opuesto
de la condecoración, que implica
degradación.
Entonces nos encontramos que, para el caso de las
coronariopatías isquémicas, no estamos ante la
deformación de un componente afectivo que ya se encontraba
construído en la psiquis del individuo, sino que este
estado es
más bien correspondiente a un gran desconcierto
afectivo, compatible únicamente a una emoción
que esa persona
jamás ha experimentado previamente, y que no acepta
tampoco llegar a sentir, y que no puede llegar a configurarse
como un nuevo conocimiento afectivo porque el individuo (que pre
– siente un sentimiento innombrable, que no tiene nombre, una
ignominia) efectúa una descarga pulsional bajo la forma
afectiva patosomática de un ataque
cardíaco.
Ya desde la teoría
psicoanalítica de Freud se explica
que los afectos y pulsiones se descargan siempre. Para el caso de
aquellos afectos a los que se llama reprimidos desde el punto de
vista libidinoso, se alude en realidad a que la descarga
"pendiente" no se ha realizado nunca bajo la forma de la
configuración original del afecto reprimido y es derivado
por otros caminos, no se pretende al decir reprimidos que la
descarga no se ha efectuado, sino que se descarga
derivándola.
Es evidente ahora el interrogante lógico,
¿Cómo se descarga una ignominia (un sentimiento al
que ni siquiera podemos atribuirle un nombre o una
descripción)?
Debido a su terrible naturaleza, el
sentimiento que no puede nombrarse, no puede tampoco sentirse o
vivirse, permanece entonces como un afecto retenido que para su
alivio psíquico se descarga a través de la isquemia
miocárdica. Si lo que se pre-siente es doloroso, sentirlo
puede llegar a ser insoportable.
Se trata entonces de un afecto que no se configura como
un conocimiento nuevo, que no alcanza a formar parte del
conocimiento de los afectos, a este afecto – sentimiento naciente
se lo estrangula para que no viva ni se lo pueda vivir o sentir
(porque ya se lo pre – siente insoportable), a
través de la figura patosomática de la
cardiopatía isquémica.
La cardiopatía isquémica es la
representación somática de la descarga pulsional
mediante la cual nos condecoramos con el dolor, y expiamos la
degradación pública, social o familiar que
sufriríamos antes de padecerla, por estar expuestos ante
un sentimiento o emoción que no nos podemos permitir
volcar externa y concientemente, ya que estaría
constituyendo algo socialmente inaceptable, que es diametralmente
opuesto al decoro o la condecoración que la misma sociedad nos
otorga.
Hay infartos en corazones sanos, sin
arteriopatías coronarias, y hay espasmos en arterias
sanas. La dislipemia, el tabaco, el
sedentarismo, no son per se condiciones suficientes para un
infarto pero tampoco son condiciones necesarias, a pesar de que
es claro que su ausencia implica un menor riesgo. En el
infarto nos damos cuenta que el enfermo se expresa a
través de su isquemia, debe realizarse una dieta distinta,
una angioplastía, un by pass, un stent, o lo que la
medicina mejor
provea. Pero si reaccionamos como si ante quien llora le
secáramos las lágrimas y si no contento con eso,
sigue llorando y le quitáramos el conducto lagrimal. Puede
parecer normal, pero si comprendemos que hay un sentido oculto y
que puede no ser muy complejo resulta a la vez
salvaje.
Hay algo que tienen las orejas que hacen que las
llamemos orejas, pero hay algo que tienen las narices que hacen
que las llamemos narices y no orejas, admitamos de todas formas
que hay innumerables variantes de narices y de orejas.
Por lo tanto ¿Por qué se corresponde el
infarto con un sentimiento que no se puede resolver?
¿Cómo es que percibimos que las enfermedades son
siempre las mismas? Es eso que tienen en común todos los
infartos lo que los tipifica fisiopatológicamente. Por
contraparte al realizarse el estudio psicológico de la
historia de un
angor péctoris o de un infarto de miocardio nos
encontramos con que la historia personal es
típica, tanto como también lo es la enfermedad
desde el punto de vista estrictamente somático.
Si la pregunta es, si sólo con el tratamiento
médico e higiénico dietético, un paciente
podría superar sus episodios anginosos, bueno, como todas
las cosas depende, es probable que el paciente se retire de la
consulta con la más acertada de las prescripciones
médicas que acabaría con sus males y a pesar de
ello simplemente no las continúe, pero esto se
debería a que tampoco puede asumir el compromiso
psicológico que representa elaborar los afectos nuevos que
se gestan en su aparato psíquico.
Para el caso de aquellos pacientes que están
comenzando su historia de dolores anginosos, más
puntualmente sobre aquellos que no demuestran un compromiso
coronario muy evidente, puede (y debería) contarse con el
psicoanálisis como una excelente
herramienta auxiliar en el tratamiento de los episodios
isquémicos y en la prevención de su evolución patosomática.
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Autor:
Mariano V. Paglayan,