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Acuñaciones Monetarias en la Sociedad Ibérica




Enviado por aensenat



     

    Indice
    1.
    Introducción.

    2. Precedentes.
    Comercio.

    3. Expansión de las
    acuñaciones ibéricas.

    4. Crisis y
    desaparición.

    5. Conclusión.
    6. Bibliografía.

    1. Introducción.

    "Una revisión general sobre la moneda republicana
    en la Península lleva a concluir que la amonedación
    está íntimamente ligada a cuestiones socio-políticas
    que no guardan relación directa con un mayor desarrollo
    material de las ciudades acuñadoras, y si con tradiciones
    político económicas"
    Sobre la moneda de los Iberos. Mª Paz
    García-Bellido.
    En este trabajo vamos a realizar un recorrido por la historia de la
    acuñación monetaria en la Cultura
    Ibérica. En primer lugar vamos a analizar cuáles
    son las causas de su aparición, que están
    profundamente ligadas con la aparición de un comercio que
    conlleva unas necesidades, en las que encaja perfectamente el uso
    de la moneda. Seguidamente, veremos como se extiende este
    proceso
    monetario y como se llega a una generalización en casi la
    totalidad de la Península; en este punto analizaremos
    porque se favorece el impresionante crecimiento de las cecas
    ibéricas. Por último analizaremos cuáles son
    las causas que generan la desaparición de la moneda
    ibérica, unas razones que están directamente
    relacionadas con el proceso de romanización.
    También quiero hacer mención que nos encontramos
    ante un proceso que no fue de ningún modo uniforme en la
    totalidad de la Península. Precisamente por esta
    irregularidad es necesario hacer referencia a unas explicaciones
    que en algunos momentos pueden parecer contradictorias, pero que
    nos muestran las diversas interpretaciones, todas ellas
    válidas, que nos puede proporcionar cualquier hecho
    histórico.

    2. Precedentes.
    Comercio.

    Este periodo abarcaría desde el siglo V aC. hasta
    el comienzo de la Segunda Guerra
    Púnica y la primera intervención romana en la
    Península en el 218 aC. Actualmente tenemos la seguridad a
    través de nuevas informaciones arqueológicas, y
    sobretodo por la interpretación de fuentes como
    las inscripciones sobre plomo de Emporion (1) y de Pech Maho (2),
    de la existencia de unas transacciones comerciales que no se
    limitaban solamente al intercambio de productos
    manufacturados y que nos proporcionan unas evidencias sobre una
    posible circulación monetaria en el siglo V aC.
    El primer factor a tener en cuenta es la presencia de unas
    colonias foceas en el Mediterráneo occidental. La
    razón fundamental del establecimiento de estas colonias
    como Massalia y Emporion es una razón comercial. Este
    pueblo provenía de Asia Menor, y su
    expansión por el Mediterráneo se ha atribuido
    principalmente por dos motivos: por un lado la pobreza de su
    territorio que era incapaz de poder producir
    suficientes alimentos para su
    población; y por otro lado, el estar
    sometidos al reino Lidio les generó una necesidad de
    abastecerse con productos de lujo y exóticos que
    sólo podían encontrar en sus expediciones
    comerciales. Una de las claves de su fácil integración en los nuevos territorios fue
    porque desde un inicio renunciaron a una política
    expansionista y muy pronto los pueblos indígenas se dieron
    cuenta de la oportunidad comercial que les reportaba el hecho de
    tener una puerta abierta al Mediterráneo. Esto
    comportó una tolerancia y una
    aceptación por parte de un sector de la población
    indígena respecto a los colonizadores. Tenemos el
    testimonio de Livio (3) que nos explica la convivencia en
    Emporion de dos comunidades, la griega y la indígena, que
    viven separados por un muro y que están fuertemente
    relacionados por razones comerciales. La presencia de foceos y
    griegos se presentó especialmente en el noroeste
    peninsular, mientras que en el Levante y en los territorios
    más meridionales se documentan la existencia de colonias
    fenicias y cartaginesas.
    Las inscripciones sobre plomo de Pech Maho y de Emporion, nos
    permiten adivinar como se desarrollaban estas relaciones
    comerciales. En un primer lugar observamos la presencia de unos
    testimonios de la transacción, que onomásticamente
    pueden identificarse con habitantes indígenas (Basped,
    Basiguerros, Bleuras, Golobiur, Cederrón). Esta es una
    importantísima razón, de la que se deduce que estos
    indígenas ya participaban desde el siglo V aC. de una
    forma activa en las relaciones comerciales, y disponían de
    una capacidad legal. Per hay que tener en cuenta que esto no es
    un hecho generalizado, ya que toda la población
    indígena no tenía la capacidad de poder participar
    en estas transacciones. Sabemos que únicamente se trataba
    de una élite de la población, la que se
    aprovechó de estas relaciones para enriquecerse y
    consolidar todavía más su poder. Estas
    élites locales aprovecharon el excedente agrario,
    sobretodo cerealístico, para en un primer momento realizar
    un comercio basado en el intercambio por objetos de lujo con los
    colonizadores, y paulatinamente hacerse con el control comercial
    en su territorio. Estas élites locales utilizaban los
    productos de lujo obtenidos como fruto de los intercambios con
    sus excedentes agrarios, para crear una red de
    redistribución que les proporcionaba unas relaciones de
    poder que les servía para diferenciarse del resto de
    población. Con la aparición de la moneda, se
    siguieron manteniendo el intercambio de productos manufacturados,
    pero dotó a estas relaciones comerciales de unas nuevas
    características.
    Pero la evidencia definitiva que nos pone sobre la pista respecto
    a la utilización de moneda, la encontramos en la
    inscripción de Pech Maho, con la aparición de los
    términos octania y hectania que se han atribuido a
    posibles fracciones monetales. Además, también
    podemos observar como estas transacciones comerciales no
    debían ser tan sencillas, ya que en la misma
    inscripción de Pech Maho podemos ver como se hace
    referencia de un pago al contado, y un resto del pago en
    garantía. Como hemos indicado anteriormente, en un inicio
    estas transacciones se realizaban a modo de intercambios, pero
    pronto, por influencia de otras áreas, empieza a
    utilizarse la moneda y propicia las primeras acuñaciones
    en Emporion.
    Es necesario aclarar, que no es la primera vez que el mundo
    ibérico entra en contacto con un sistema monetal
    que proviene de otras zonas del Mediterráneo. En la
    participación militar de mercenarios ibéricos en la
    batalla de Siracusa en el contexto de la Primera Guerra
    Púnica, era habitual el pago con moneda de plata
    procedente de Atenas, Sicilia o de la Magna Grecia. Estas
    pequeñas acumulaciones de moneda llegaron de retorno a la
    Península, y lo podemos constatar en numerosos hallazgos
    aislados o en pequeños tesoros como los de Ampurias,
    Rosas,
    Montgó, Trarragona o Morella. Lo importante es que en
    estos momentos a esta acumulación de moneda no le
    confirieren un valor
    económico, sino más bien de prestigio y de
    diferenciación social.
    En este escenario empiezan en la segunda mitad del siglo V aC. y
    en mayor número en el siglo IV aC. las primeras
    acuñaciones de monedas en Emporion y Rhode. Estas monedas
    siempre son de plata y tienen una clara influencia de la moneda
    procedente de Asia Menor, que se utilizaba en la vecina colonia
    de Massalia. Son unas monedas anepígrafas, es decir, que
    no contienen ninguna leyenda, lo cual dificulta reconocer cual
    fue su centro emisor. Normalmente aparecen cabezas de divinidades
    o animales.
    También son monedas de poco valor que facilitan el pago en
    las transacciones comerciales.
    A finales del siglo IV aC y principios del
    siglo III la potencia
    económica de Emporion se encuentra en su máximo
    esplendor y esto también se va a traducir en unos cambios
    en las emisiones monetarias. En este momento es cuando aparecen
    los conocidos drachmas de plata de Emporion y Rhode. Estos
    drachmas son una moneda mucho más fuerte, que se
    caracterizan por introducir en el anverso una leyenda en donde
    aparece el nombre de los habitantes de la colonia, rasgo que
    demuestra la intención de reivindicar una identidad y la
    conciencia
    política de estos habitantes. Muchos drachmas de Emporion
    se han encontrado en tesoros ocultos a lo largo de la costa del
    Levante Peninsular, lo que demuestra la gran importancia que
    adquirió esta moneda para las transacciones comerciales en
    el litoral Mediterráneo.

    3. Expansión de las
    acuñaciones ibéricas.

    Este periodo puede limitarse cronológicamente
    desde finales del siglo III aC. hasta la mitad del siglo I
    aC.
    Con el desembarco en el 218 aC. de las tropas comandadas por Gneo
    Cornelio Escipión en Emporion, se considera el inicio de
    la presencia romana en la Península. Esta acción
    obedece a la respuesta por parte del Senado romano a la
    acción militar de Aníbal, que el año
    anterior había tomado Sagunto iniciando la Segunda Guerra
    Púnica, y que había comenzado la marcha que le
    conduciría hasta las puertas de la misma Roma.
    La intervención romana en la Península va a ser
    definitiva para el desarrollo y la expansión de la moneda
    ibérica. Esto obedece a dos importantes causas: la primera
    responde a la necesidad de un capital lo
    suficientemente grande para hacer frente a los gastos que
    ocasionan las campañas militares en Hispania. Se necesita
    una gran cantidad de numerario para pagar a las legiones, a los
    mercenarios y para proporcionar una manutención de un gran
    contingente militar, sobretodo cuando hay que interrumpir la
    campaña y establecerse en un territorio durante unos meses
    para invernar.
    La otra razón que va a provocar una fuerte aumento de
    acuñación de moneda ibérica y de la
    creación de nuevas cecas emisoras, se debe a la necesidad
    de satisfacer a la fuerte presión
    fiscal de la
    ávida Roma. La intervención económica de
    Roma es devastadora, sabemos que en el año 193 aC. cuando
    el cónsul Catón termina su labor en Hispania,
    regresa a Roma con un enorme botín: 1.400 libras de oro,
    5.000 de plata, 123.000 denarios y 540.000 monedas de plata
    ibéricas. Después de ser dividida Hispania en dos
    provincias: la Ulterior y la Citerior, tenemos noticias en las
    fuentes de los abusos cometidos por la
    administración romana. Un texto de Livio
    (4) nos informa cómo una embajada de pueblos
    indígenas acude ante el Senado de Roma para denunciar
    estos hechos.
    Hay autores que defiende que Roma prefirió consolidar y
    potenciar la acuñación de moneda en territorio
    ibérico porque les resultaba más cómodo para
    hacer frente a las necesidades económicas que les
    producía sus campañas militares en la
    Península. Pero seguramente existen otras razones que
    están relacionadas con el objeto de consolidar unas
    relaciones con la población indígena que más
    tarde terminarían con unos fuertes lazos clientelares.
    Roma permite a los integrantes de las élites de los
    pueblos indígenas aliados, que acuñen moneda para
    que consoliden su posición y que el territorio que ocupan
    se convierta en un verdadero centro de poder. Todo esto
    facilitará a Roma sus intenciones administrativas y
    tributarias respecto a Hispania.
    De esta manera y como consecuencia de todos estos factores se
    multiplican los centros emisores y la variedad de tipos
    monetarios. En el noroeste peninsular, estas cecas van a imitar
    en un primer momento a los drachmas emporitanos en cuanto a su
    tipología, pero se diferencian porque normalmente son
    moneda en bronce y con unos valores
    más pequeños que favorecen su circulación.
    Así, además de la ceca de Untikesken en Ampuriae,
    aparecen un gran número de talleres monetales alrededor de
    importantes oppidum o en enclaves geográficos
    estratégicos. Iltirta en Ilerda, Kesse en Tarraco, en
    Dertosa, Ausesken en Auso. En época tardorepublicana hay
    que añadir: Eso en Aeso, Baitolo en Baetulo, Ieso en Iesso
    y Ilturo en Iluro. En el curso del río Ebro también
    van a surgir innumerables cecas de las que podemos destacar la de
    Caesaraugusta o Clunia Sulpicia; en la zona del Levante destaca
    por su importancia la de Arse en Saguntum o Carthagonova; y en la
    parte meridional de la Península sobresale
    Cástulo.
    La tipología de estas acuñaciones está
    modificándose, en sus inicios aparecían unos
    motivos autóctonos, que pueden referirse a la
    fundación de la ciudad y siempre en transcripción
    ibérica. Con motivo de la influencia de Roma, estas
    inscripciones ibéricas se van sustituyendo por latinas y
    empiezan a acuñarse metrología
    puramente romana: denarios y ases. Un ejemplo que nos puede
    ilustrar esta paso lo representa las acuñaciones de la
    ceca de Iltirta.
    A finales del siglo III aC., los ilergetes emitieron moneda de
    bronce. En el anverso de las monedas aparecía una cabeza
    de héroe y en el reverso el lobo, símbolo de la
    ciudad, y la inscripción en alfabeto ibérico
    ILTIRTA. A partir del año 195 aC., la figura del lobo fue
    desplazada por la del jinete ibérico. Cuando Roma
    consolidó su hegemonía en la Península,
    impuso la presencia de un jinete en el reverso de los denarios y
    de los ases ibéricos. En el siglo I aC., entre los
    años 80 a 72 aC. el general romano Sertorio se
    convirtió en un proscrito y encontró un lugar de
    refugio en territorio ilergete en el que oponer resistencia al
    poder del momento en Roma. Entonces, Iltirta volvió a
    acuñar moneda con el lobo, símbolo de su
    identidad.
    En el ejemplo de Iltirta podemos observar como consecuencia de
    las guerras
    sertorianas, Iltirta vuelve a acuñaciones con
    tipología ibérica. Este hecho responde a una
    concesión de Sertorio que al refugiarse en esta zona en la
    que poseía una importante red de apoyos clientelares,
    le concede un protagonismo a los dirigentes indígenas como
    un medio de instrumentación política hacia Roma.
    Esta es la última vez que podemos encontrar monedas con
    inscripciones ibéricas, a partir de entonces y sobretodo
    con César todas las inscripciones serán
    latinas.

    4. Crisis y
    desaparición.

    El inicio de la crisis que llevará a la
    desaparición de la acuñación de moneda en la
    Península, la podemos datar en el año 45 aC. con la
    batalla de Munda. Esta victoria de César contra los
    pompeyanos representa la antesala al largo periodo de estabilidad
    política y de profunda romanización que va a
    suponer el periodo de Augusto.
    Hispania esta dividida administrativamente en dos provincias
    Citerior y Ulterior y sólo algunas zonas
    periféricas como la cántabra y astur está
    fuera de la dominación romana. Augusto en persona
    acudirá a la Península en el 26 aC. para
    protagonizar la última expedición militar
    importante en Hispania y que le va a permitir ocupar toda el
    territorio peninsular. Augusto permanecerá un tiempo en Tarraco
    proporcionándole un status jurídico y social que la
    convertirá en capital de la nueva administración territorial imperial: la
    Tarraconense.
    En esta situación sin campañas militares y con un
    sistema administrativo que regula la tributación, ya no es
    indispensable la emisión de tanta moneda ibérica.
    Después de César se extinguen las
    acuñaciones en leyenda ibérica y se cierran la
    mayor parte de cecas. Con Augusto y el Imperio aparecen una
    moneda con una nueva tipología en consonancia con el culto
    imperial existente en estos momentos. Así en estas monedas
    aparecerán miembros de la familia
    imperial como Augusto y después Tiberio. Con Augusto la
    acuñación en el noroeste peninsular se reduce a las
    cecas más importantes: Dertosa, Tarraco, Emporiae,
    Caesaragusta.
    Todo este proceso desembocará primero con Tiberio, y
    definitivamente con Calígula, con la desaparición
    de todas las cecas ibéricas y con el final de toda
    acuñación de moneda en Hispania.

    5.
    Conclusión.

    En este trabajo hemos visto cuáles son las causas
    del nacimiento y posterior evolución de la acuñación de
    moneda en la Cultura Ibérica. El nacimiento de este
    proceso hemos visto que está profundamente relacionado con
    la aparición de un comercio, el cual está
    evolucionando de sus parámetros iniciales y donde la
    moneda será un elemento articulador en su progreso.
    Después hemos reconocido que la intervención de
    Roma será fundamental para la consiguiente
    expansión de este proceso. Hay autores como Villaronga
    cree que la causa de la aparición de estas
    acuñaciones es el retraso con que llegaba la moneda desde
    Roma, provocando la acuñación in situ para cubrir
    las necesidades de la conquista. Sirve también para pagar
    tributo a Roma y para que ésta remunere a los mercenarios
    a su servicio. Los
    responsables de las acuñaciones indígenas fueron
    los romanos, que concedieron el privilegio a una serie de
    ciudades o comunidades de los territorios sometidos. Sin embargo,
    Roma se reservó el derecho de acuñar en metales nobles y
    sólo algunas ciudades fueron autorizadas a emitir en
    plata. Roma actúa de este modo por sus propios intereses,
    y finalmente cuando estos motivos no tienen ninguna razón
    de ser los suspenden inmediatamente.
    Es curioso observar como el proceso de desarrollo de las
    acuñaciones ibéricas va en detrimento del poder
    político de las comunidades ibéricas. Este hecho
    está motivado por la administración romana, que
    apoya la emisión de gran numerario con unas
    características latinas, para romper con la
    tradición ibérica que conllevaba una conciencia de
    identidad patriótica. Cuando Roma considera que el proceso
    ha terminado y necesita organizar administrativamente las nuevas
    provincias de Hispania, corta definitivamente la
    acuñación de moneda ibérica, y vuelve a
    reforzar el papel de la
    comunidad,
    pero en estos momentos ya ha perdido muchos de sus lazos
    ibéricos y está profundamente romanizada.
    No obstante junto a estas explicaciones existen otros puntos de
    vista que son merecedores de nuestra atención. La autora Mª Paz
    García-Bellido en su artículo Sobre la moneda de
    los Iberos nos presenta una nueva perspectiva, fundamentada en la
    imposibilidad de convertir la acuñación monetaria
    en la sociedad
    ibérica en un proceso homogéneo, y
    fácilmente explicable con los argumentos
    tradicionales.
    El punto de partida de esta autora es que nos encontramos con un
    proceso que abarca más de cuatrocientos años y que
    ocurre en un vasto territorio diferenciado por razones
    étnicas y culturales. Así desgrana una serie de
    contradicciones que afectan los patrones más
    característicos de las explicaciones hasta el momento
    realizadas.
    La autora no está de acuerdo con la generalización
    de que la acuñación de moneda ibérica se
    realiza en zonas de conflictos
    militares. De esta manera tendríamos que encontrar
    numerosas cecas en la zona del noroeste peninsular, como
    consecuencia de las luchas contra cántabros o astures, y
    en esta zona no tenemos noticia de ninguna
    acuñación monetaria.
    Otra divergencia que apunta, es la explicación por la cual
    todas las cecas se encuentran cerca de un importante oppidum o de
    una agrupación urbana floreciente o en expansión.
    Nos muestra varios
    ejemplos que están en contra de esta afirmación:
    Palantia o Asturica en la Celtiberia no emiten nunca moneda y son
    importantes centros urbanos. En la zona meridional encontramos
    ciudades florecientes económicamente como Gades, Malaca o
    Corduba que aunque acuñaron moneda nunca lo hicieron en
    plata y esto no les restó una elevada potencialidad
    económica.
    Para Mª Paz García-Bellido el comercio no es el
    elemento que hace indispensable la necesidad de creación
    de una moneda. Ella piensa que en muchas latitudes de la
    Península el intercambio era una forma socialmente
    generalizada y aceptada. Los ejemplos de Gades, Sidón y
    Tiro que conocían la moneda desde comienzos del siglo VI
    aC. y que tardaron entre cien y doscientos años en
    aceptarla, sin restarles en ningún momento protagonismo
    económico, demuestran su teoría.
    También hace referencia que cuando Calígula
    suspende definitivamente las acuñaciones, el comercio y la
    actividad económica en la Península no sufren un
    retroceso, sino que un efecto contrario.
    Haciendo referencia al texto introductorio, la autora está
    en parte de acuerdo con el grado de responsabilidad romana en la expansión y
    posteriormente abandono de la acuñación
    ibérica. Considera que fue fruto de unas connotaciones
    sociales y políticas por parte de los pueblos
    indígenas, más que por un prestigio
    económico. Seguramente el mantenimiento
    de las cecas y de las emisiones monetarias fue muy costoso para
    las poblaciones indígenas y no lo realizaron como un
    servicio público sino irremediablemente para poder hacer
    frente a las demandas tributarias de Roma.
    Estas nuevas interpretaciones enriquecen la explicación
    del proceso monetario en la Sociedad Ibérica, y sus
    posteriores debates nos ayudarán todavía mejor a
    entender este complejo proceso histórico.

    Notas.
    (1) La inscripción sobre plomo de Emporion datada en el
    siglo V aC. nos aporta una información vital sobre las relaciones
    comerciales que se efectuaban el litoral Mediterráneo de
    la Península en época tan temprana. Aparece el
    nombre de Basped, que se ha relacionado con un personaje
    ibérico. También se atribuye el topónimo de
    Saigantha con el de Sagunto. En esta edición de R.A.
    Santiago, el signo (…) significa que no se ha conservado este
    fragmento del texto original.
    "(Recomendaría) tu presencia en Saígantha, pero si
    (prefieres permanecer) (…) entre los emporitanos, y no hacerte
    a la mar (…) no menos de 20, y vino no menos de 10. (El
    cargamento) destinado a Saigantha lo tiene comprado Basped.
    (…) (Un barco) adaptado para el cabotaje incluso hasta (…)
    qué es lo que hay que hacer (…) y pide a Basped que se
    encargue de remolcar (el cargamento) (…) si es que hay alguien
    que lo haga hasta (…) el nuestro. Y, si hubiese dos, que los
    envíe a los dos (…) pero que el responsable sea
    él. Y si él por su parte quisiera (…) que vaya a
    medias. Pero, si no está de acuerdo (…) que (…) y que
    me comunique por carta por cuanto
    (lo haría).
    (…) lo más pronto que pueda (…). (Esas) son mis
    instrucciones. Salud."
    (2) La carta
    comercial de Pech Maho II datada en el siglo IV aC. es un
    instrumento fundamental para comprender la naturaleza de las
    transacciones comerciales de esta época. Se habla de
    garantías, de pagos en cuenta y lo que es más
    importante aparecen unas unidades octania y hectania que son
    atribuibles a monedas. El texto original es en griego y es
    redactada por un personaje que se le adscribe un origen
    también griego: Herón. No se sabe si el personaje
    Kyprios es indígena, pero no cabe duda por la
    onomástica que los testigos si son indígenas.
    Anverso: "Kyprios compró una barca en Emporion.
    Compró también aceite. A mí me
    transfirió la mitad por el valor de dos octania y media.
    Yo le di al contado dos hectania y media, y personalmente la
    garantía dos días después. Esta
    garantía la recibió en el río. El pagamiento
    lo había hecho enviar al embarcadero. Son testimonios:
    Basiguerros, Bleruas, Golobiur, Sedegon. Estos fueron testimonios
    cuando entregué el avanzamiento. Pero cuando pagué
    el total, dos octania y media los testimonios eran Anauras y
    Nalbe…"
    Reverso: "Herón de Ios".
    (3) El texto de Livio describiendo la ciudad de Emporiae es
    enormemente polémico, a nivel cronológico hay
    autores que piensan que Livio esta describiendo la
    situación de la ciudad en el momento de la llegada del
    cónsul Catón en el año 197 aC.; mientras que
    para otros autores la situación descrita se remonta a un
    momento inicial de la relación entre los foceos y los
    indígenas íberos. Aunque Livio no es
    contemporáneo de los hechos que describe y existen
    detalles para reforzar las dos opiniones, el fragmento es
    especialmente interesante para ilustrarnos la relación
    entre los indígenas con los colonos foceos y con los
    propios romanos. Aparecen suficientes detalles para entender la
    importancia del comercio en esta relación que fundamenta
    la economía y
    la potencialidad de la colonia.
    "Ya entones Emporiae eran dos ciudades (duo oppida) separadas por
    un muro. Una la habitaban los Griegos oriundos de Focea, de donde
    eran también los masaliotas, la otra los Hispanos; pero la
    ciudad griega, expuesta toda ella al mar, tenía un
    perímetro de muralla que se extendía menos de 400
    pasos. Las murallas de los Hispanos eran más lejos del mar
    y tenía un perímetro de 3.000 pasos. El tercer tipo
    de gente eran los colonos romanos añadidos por el divino
    César después de haber vencido a los hijos de
    Pompeyo. Ahora están todos unidos en un sólo cuerpo
    vico, después de haber sido admitidos primero los
    hispanos y finalmente los griegos en la ciudadanía romana.
    Quién entonces los viese expuestos al mar abierto por un
    lado y por el otro a los Hispanos, pueblo tan feroz y belicoso,
    que se preguntaría que les protegía. La
    protección de su debilidad era la disciplina,
    que el temor mantiene muy bien entre otros de más fuertes.
    Tenía especialmente fortificada la parte del muro que daba
    al interior, y habían abierto solamente una puerta en este
    lado, que era vigilada permanentemente por alguno de los
    magistrados. De noche la tercera parte de los ciudadanos
    hacía guardia en las murallas y no sólo a causa de
    la costumbre o de la ley, sino que
    observaban las guardias y hacían las rondas con tanta
    atención como si el enemigo estuviera en las puertas. No
    recibían ningún hispano en la ciudad ni tampoco
    ellos mismos salían de la ciudad a la aventura. La salida
    al mar era abierta a todos. Nunca salían por la puerta que
    daba a la ciudad de los hispanos sino era en grupo, casi la
    tercera parte de los que habían hecho la guardia la noche
    anterior. El motivo era este: los hispanos, desconocedores del
    mar, se complacían en comerciar con ellos y querían
    tanto comprar los productos extranjeros que eran traídos
    por las naves, como vender los productos de sus campos. El
    interés
    de esta mutua utilidad
    hacía que la ciudad hispana estuviera abierta a los
    griegos"
    Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXXIV, 9.
    (4) En este texto de Livio podemos observar como unos años
    después de la revuelta de los pueblos indígenas, en
    el año 171 aC., una embajada de pueblos hispanos de la
    Ulterior y la Citerior van a Roma a quejarse de las extorsiones e
    imposiciones de los gobernadores romanos. Todo y que desconocemos
    que pueblos concretamente fueron , seguramente se trata de
    pueblos aliados.
    "A continuación fueron introducidos en el senado (de Roma)
    los embajadores (legati) de varios pueblos (populorum) de las dos
    Hispanias. Después de quejarse de la codicia y arrogancia
    de los magistrados romanos se postraron de rodillas y pidieron al
    senado que no permitiera que ellos, sus aliados (socios), fueran
    espoliados y vejados de modo más ignominioso que los
    enemigos (hostes). Se quejaban de diversas humillaciones, pero
    saltaba a la vista que había habido extorsiones de
    dinero, y se
    encargo al pretor Lucio Canuleyo, al que había
    correspondido Hispania en el sorteo, la misión de
    asignar cinco "recuperadores" (arbitros) de rango senatorial
    frente a cada uno de aquellos a quienes los Hispanos reclamaban
    dinero, dándoles la posibilidad de elegir los abogados que
    quisieran (…).
    Circulaba el rumor de que los abogados no permitían
    meterse con los nobles y poderosos, y el pretor Canuleyo hizo que
    fueran a más las sospechas porque se desentendió de
    aquel proceso y decidió llevar a cabo una leva marchando
    de pronto a su provincia para evitar que fueran más los
    atacados por los hispanos. Quedaron así enterrados los
    hechos en el pasado; el senado, no obstante, adoptó
    medidas para el futuro con relación a los hispanos, pues
    estos consiguieron que los magistrados romanos no fijasen el
    valor del trigo ni obligasen a los hispanos a vender las cuotas
    del cinco por ciento (vicensimas) al precio que
    ellos quisieran, y que no les fueran impuestos a sus
    ciudades (oppida) los prefectos (praefecti) para recaudar dinero
    (pecunia)".
    Tito Livio, Ab Urbe Condita, XXXXIII, 1-2.

    6. Bibliografía.

    Cultura Ibérica. Hipertexto Multimedia.
    Gracia Alonso, Francisco; Munilla Cabrillana, Gloria. CD-ROM UOC /
    UB. Barcelona 2001.
    Protohistoria: colonitzacions i iberització. Enric
    Sanmartí-Grego. UOC. Barcelona 2000.
    Història romana de Catalunya. Marc Mayer Olivé.
    UOC. Barcelona 2000.
    Sobre la moneda de los Iberos. Mª Paz García-Bellido.
    REIb. 3, 1998, pág. 109-126.

     

     

     

     

     

    Autor:

    Albert Enseñat.

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