Indice
1.
Introducción
2. Anuncia su
muerte…
3. La Santa Regla
4. Milagros de San
Benito.
5. Bendición de la medalla de San
Benito
Abad, Patrón de Europa y
Patriarca del monasticismo occidental; Lema:"Ora y Labora",
representado emblemáticamente por el arado y la cruz.
Fiesta: 11 de julio; Etimología: Benito: "bendecido". San
Benito nació de familia rica en
Nursia, Italia, en el
año 480. Su hermana
gemela,Escolástica,también alcanzó la
santidad. Fue enviado a Roma para
estudiar la retórica y la filosofía. Desilusionado
de la vida en la gran ciudad, se retiró a Enfide (la
actual Affile),para dedicarse al estudio y practicar una vida de
rigurosa disciplina
ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20
años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un
ermitaño y viviendo en una cueva. Tres años
después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró
allí mucho ya que lo eligieron prior pero después
trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.
Con un grupo de
jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su
primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529.
Fundó numerosos monasterios, centros de formación y
cultura
capaces de propagar la fe en tiempos de crisis. Se
levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos.
Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de
trabajo manual, imitando
a Jesucristo. Veía el trabajo
como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba
diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a
muchos para dirección espiritual. Algunas veces
acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso
por su trato amable con todos. Su gran amor y su
fuerza fueron
la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso
exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos
lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de
San Benito. San Benito predijo el día de su propia
muerte, que
ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días
después de la muerte de
su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo
VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de
julio. (Adaptada de "Vidas de los Santos" de Butler.)Si atendemos
a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de
San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías
contemporáneas del padre del "monasticismo occidental". Lo
poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene
de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona
una historia
completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los
milagrosos incidentes de su carrera. Benito nació y
creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de
Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta
región de Italia es quizás la que mas santos ha
dado a la Iglesia.
Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey
de los Hérculos mató al último emperador
romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma
sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios
tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se
apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que
comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se
convertirán en centros de fe y cultura.
De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su
infancia se
había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de
ella hasta el final de la vida de su hermano. El fue enviado a
Roma para su "educación liberal",
acompañado de una "nodriza", que había de ser,
probablemente, su ama de casa. Tenía entonces entre 13 y
15 años, o quizá un poco más. Invadido por
los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado
parecía declinar rápidamente hacia la barbarie,
durante los últimos años del siglo V: la Iglesia
estaba agrietada por los cismas, ciudades y países
desolados por la guerra y el
pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos
como entre gentiles y se ha hecho notar que no existía un
solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje.En
las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los
vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa
de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su
ejemplo, decidió abandonar Roma.
Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que
lo acompañó. Existe una considerable diferencia de
opinión en lo que respecta a la edad en que
abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente
a los veinte años.
Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a
treinta millas de Roma.
No sabemos cuanto duró su estancia, pero fue suficiente
para capacitarlo a determinar su siguiente paso. Pronto se dio
cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las
tentaciones de Roma; Dios lo llamaba para ser un ermitaño
y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la
ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida,
especialmente después de haber restaurado milagrosamente
un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y
accidentalmente roto.En busca de completa soledad, Benito
partió una vez más, solo, para remontar las colinas
hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado
así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio,
gracias a la represión de las aguas del Anio).En esta
región rocosa y agreste se encontró con un monje
llamado Romano, al que abrió su corazón,
explicándole su intención de llevar la vida de un
ermitaño. Romano mismo vivía en un monasterio a
corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al
joven, vistiéndolo con un hábito de piel y
conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada
por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo
ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los
tupidos bosques y malezas que la circundaban. En la desolada
caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su
vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó
su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo
subía en un canastillo que izaba mediante una cuerda. San
Gregorio dice que el primer forastero que encontró el
camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba
su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz
que le decía: "Estás preparándote un
delicioso platillo, mientras mi siervo Benito padece
hambre".
El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al
ermitaño, al que encontró al fin con gran
dificultad. Después de haber conversado durante un
tiempo sobre
Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a
comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el
que no hay razón para ayunar. Benito, quien sin duda
había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no
tenía medios de
calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era
el día de tan grande solemnidad. Comieron juntos y el
sacerdote volvió a casa. Poco tiempo después, el
santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio
lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una
piel de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano
viviera entre las rocas . Cuando
descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron
gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus
enseñanzas. A partir de ese momento, empezó a ser
conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de
alimentos y
recibiendo de él instrucciones y consejos. Aunque
vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del
desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del
demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San
Gregorio:" Cierto día, cuando estaba solo, se
presentó el tentador. Un pequeño pájaro
negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor
de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido,
habría podido cogerlo con la mano, pero al hacer la
señal de la cruz el pájaro se alejó. Una
violenta tentación carnal, como nunca antes había
experimentado, siguió después. El espíritu
maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta
mujer que
él había visto hacía tiempo, e
inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que
tuvo una gran dificultad para reprimirlo. Casi vencido,
pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo,
ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que
necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de
espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se
arrojó entre ellos. Ahí se revolcó hasta que
todo su cuerpo quedó lastimado. Así, mediante
aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma",
y nunca volvió a verse turbado en aquella forma. En
Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un
farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo
una comunidad de
monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron
pedir a San Benito que tomara su lugar. Al principio
rehusó, asegurando a la delegación que había
venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían
–quizáél había oído
hablar de ellos–.Sin embargo, los monjes le importunaron tanto,
que acabó por ceder y regresó con ellos para
hacerse cargo del gobierno . Pronto
se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina
monástica no se ajustaban a ellos, porque quería
que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de
deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino.
Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su
costumbre, éste se rompió en pedazos como si una
piedra hubiera caído sobre él. "Dios os perdone,
hermanos", dijo el abad con tristeza. "¿Por qué
habéis maquinado esta perversa acción contra
mí? No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo
con las vuestras? Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque
después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo
entre vosotros". El mismo día retornó a Subiaco, no
para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el
propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo
había preparado durante estos años de vida oculta.
Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos
atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos,
tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que
vivían en las montañas. San Benito se
encontró en posición de empezar aquel gran plan ,
quizás revelado a él en la retirada cueva, de
"reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a
muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios
monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo
rebaño según su propio corazón, para unirlos
más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de
Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al
nombre de Dios". Por lo tanto, colocó a todos los que
querían obedecerle en los doce monasterios hechos de
madera , cada
uno con su prior. El tenía la suprema dirección
sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes
escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado. Hasta
ahí, no tenía escrita una regla propia, pero
según un antiguo documento, los monjes de los doce
monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una
regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San
Benito". Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se
ponían a disposición del santo, quien no
hacía distinción de categoría social o
nacionalidad. Después de un tiempo, los padres
venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran
educados y preparados para la vida monástica. San Gregorio
nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y
Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete
años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a
estos jóvenes novicios.(Vease San Mauro, 15 de enero y San
Plácido, 5 de octubre).En contraste con estos
aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla
de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue
recibido con alegría y vistió el hábito
monástico. Enviado con una hoz para que quitara las
tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago,
trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se
salió del mango y desapareció en el lago.El pobre
hombre estaba
abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo
conocimiento
del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le
arrebató el mango y lo arrojó al lago.
Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de
hierro y se
ajustó automáticamente al mango.El abad
devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma! Prosigue
tu trabajo y no te preocupes". No fue el menor de los milagros
que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra
el trabajo manual, considerado como degradante y servil.
Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que
conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo
obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles
y plebeyos por igual. No sabemos cuanto tiempo permaneció
el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su
monasterio sobre una base firme y fuerte.Su partida fue repentina
y parece haber sido impremeditada. Vivía en las
cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien,
viendo el éxito
que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se
reunía en torno suyo,
sintió envidia y trató de arruinarlo. Pero como
fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo
mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que
le envió (que según San Gregorio fue arrebatado
milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus
monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento. El
abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes
de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente,
resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de
sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en
peligro. Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó
desde Subiaco al territorio de Monte Cassino. Es esta una colina
solitaria en los límites de
Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren
hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el
Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez
rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las
repetidas irrupciones de los bárbaros, se había
convertido en pantanosa y malsana. La población de Monte Cassino, en otro tiempo
lugar importante, había sido aniquilada por los godos y
los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al
paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado. Estaban
acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a
Apolo, sobre la cuesta del monte. Después de cuarenta
días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar,
a predicar a la gente y a llevarla a Cristo. Sus curaciones y
milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda
procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque
sagrado. Sobre las ruinas del templo, construyó dos
capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco
a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la
más famosa abadía que el mundo haya conocido. Los
cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San
Benito, alrededor del año 530.De ahí partió
la influencia que iba a jugar un papel tan
importante en la cristianización y civilización de
la Europa post-romana. No fue solamente un museo
eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra
Mundial , cuando se bombardeó Monte Cassino. Es
probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara
nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus
discípulos pronto acudieron también a Monte
Cassino. Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no
los mandó a casas separadas, sino que los colocó
juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su
supervisión general. Casi inmediatamente
después, se hizo necesario añadir cuartos para
huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco,
era fácilmente accesible desde Roma y Cápua. No
solamente los laicos, sino también los dignatarios de la
Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya
reputación de santidad, sabiduría y milagros
habíase extendido por todas partes. Tal vez fue durante
ese período cuando comenzó su "Regla", de la que
San Gregorio dice que da a entender "todo su método de
vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre
pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba".Aunque
primordialmente la regla está dirigida a los monjes de
Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay
alguna razón para creer que fue escrita para todos los
monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas.
Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su
propia voluntad, tomen sobre sí"la fuerte y brillante
armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de
Cristo, nuestro verdadero Rey", y prescribe una vida de
oración litúrgica, estudio, ("lectura
sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un
padre común. Entonces y durante mucho tiempo
después, sólo en raras ocasiones un monje
recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia
de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote.
Pensó en proporcionar "una escuela para el
servicio del
Señor", proyectada para principiantes, por lo que el
ascetismo de la regla es notablemente moderado. No se alentaban
austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un
ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino
encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un
mensaje que decía: "Si eres verdaderamente un siervo de
Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo".
La gran visión en la que Benito contempló, como en
un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios,
resume la inspiración de su vida y de su regla. El santo
abad, lejos de limitar sus servicios a
los que querían seguir su regla, extendió sus
cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a
los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas
y alimentó a los pobres y se dice que en más de una
ocasión resucitó a los muertos. Cuando la
Campaña sufría un hambre terrible, donó
todas las provisiones de la abadía, con excepción
de cinco panes. "No tenéis bastante ahora", dijo a sus
monjes, notando su consternación, "pero mañana
tendréis de sobra". A la mañana siguiente,
doscientos sacos de harina fueron depositados por manos
desconocidas en la puerta del monasterio. Estos ejemplos se han
proporcionado para ilustrar el poder
profético de San Benito, al que se añadía el
don de leer los pensamientos de los hombres. Un noble al que
convirtió, lo encontró cierta vez llorando e
inquirió la causa de su pena. El abad repuso: "este
monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para
mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio
del Todopoderoso. Con dificultad he logrado obtener misericordia
para sus vidas". La profecía se cumplió cuarenta
años después, cuando la abadía de Monte
Cassino fue destruida por los lombardos. Cuando el godo Totila
avanzaba triunfante a través del centro de Italia,
concibió el deseo de visitar a San Benito, porque
había oído hablar mucho de él. Por lo tanto,
envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a
verlo. Para descubrir si en realidad el santo poseía los
poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se
le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias
ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con
tres condes que acostumbraban asistirlo. La suplantación
no engañó a San Benito, quien salud ó a Riggo con
estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que
vistes; no son tuyas". Su visitante se apresuró a partir
para informar a su amo que había sido descubierto.
Entonces, Totila, fue en persona hacia
el hombre de
Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó
postrado. Pero Benito lo levantó del suelo , le
recriminó por sus malas acciones y le
predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le
sucederían.Al punto, el rey imploró sus oraciones y
partió, pero desde aquella ocasión fue menos
cruel.Esta entrevista
tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo
suficiente para ver el cumplimiento total de su propia
profecía.
El santo que había vaticinado tantas cosas a
otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima
muerte. Lo notificó a sus discípulos y, seis
días antes del fin, les pidió que cavaran su
tumba.Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre. El
21 de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves
Santo, recibió la Eucaristía. Después, junto
a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de
oración y murió de pie en la capilla, con las manos
levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que
tener un deseo inmenso de ir al cielo". Fue enterrado junto a
Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se
levantaba el altar de Apolo, que él había
destruido. Dos de sus monjes estaban lejos de allí
rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía
hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre
Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en
el que moría el santo .Que Dios nos envíe muchos
maestros como San Benito, y que nosotros también amemos
con todo el corazón a Jesús. En 1964 Pablo VI
declara a san Benito patrono principal de Europa.
Que de tal manera, brille ante los demás la luz de vuestro
buen Ejemplo, que ellos al ver vuestras buenas obras, glorifiquen
al padre celestial.(S. Mateo 5)
Inspirado por Dios, San Benito escribió un
Reglamento para sus monjes que llamó "Santa Regla" y que
ha sido inspiración para los reglamentos de muchas
comunidades religiosas monásticas. Muchos laicos
también se comprometen a vivir los aspectos esenciales de
esta regla, adaptada a las condiciones de la vocación
laica. La síntesis
de la Regla es la frase "Ora et labora" (reza y trabaja), es
decir, la vida del monje ha de ser de contemplación y de
acción, como nos enseña el Evangelio. Algunas
recomendaciones de San Benito: La primera virtud que necesita un
religioso (después de la caridad) es la humildad. La casa
de Dios es para rezar y no para charlar. Todo superior debe
esforzarse por ser amable como un padre bondadoso. El
ecónomo o el que administra el dinero no
debe humillar a nadie. Cada uno debe esforzarse por ser exquisito
y agradable en su trato. Cada comunidad debe ser como una buena
familia donde todos se aman. Evite cada individuo todo lo que sea
vulgar. Recuerde lo que decía San Ambrosio: "Portarse con
nobleza es una gran virtud".El verdadero monje debía ser
"no soberbio, no violento, no comilón, no dormilón,
no perezoso, no murmurador, no denigrador… sino casto,
manso, celoso, humilde, obediente".
He aquí algunos de los muchos milagros relatados
por San Gregorio, en su biografía de San
Benito. El muchacho que no sabía nadar. El joven
Plácido cayó en un profundo lago y se estaba
ahogando. San Benito mandó a su discípulo preferido
Mauro: "Láncese al agua y
sálvelo". Mauro se lanzó enseguida y logró
sacarlo sano y salvo hasta la orilla. Y al salir del profundo
lago se acordó de que había logrado atravesar esas
aguas sin saber nadar. La obediencia al santo le había
permitido hacer aquel salvamento milagroso. El edificio que se
cae. Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme
pared y sepultó a uno de los discípulos de San
Benito. Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes
que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el
monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente
despertado de un sueño. La piedra que no se movía.
Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una
inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un
centímetro. Entonces el santo le envió una
bendición, y enseguida la pudieron remover de allí
como si no pesara nada. Por eso desde hace siglos cuando la gente
tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar,
consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene
prodigios. Es que este varón de Dios tiene mucho influjo
ante Nuestro Señor. Panes que se multiplican. Muertes
anunciadas. Un día exclamó: "Se murió mi
amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al
cielo un bello globo luminoso". Al día siguiente vinieron
a traer la noticia de la muerte del obispo. Otro día
vió que salía volando hacia el cielo una
blanquísima paloma y exclamó: "Seguramente se
murió mi hermana Escolástica". los Monjes fueron a
averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa
mujer. El, que había anunciado la muerte de otros, supo
también que se aproximaba su propia muerte y mandó
a unos religiosos a excavar…….(BIBLIOGRAFIA Butler; Vida de los
Santos ;Sálesman, P. Eliécer, "Vidas de los Santos"
Sgarbossa, Mario; Giovannini, Luigi, "Un santo para cada
día" ).
La Medalla de San BenitoLa medalla de San Benito es un
sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de
exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en si
misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la
fervorosa disposición de quién usa la medalla.
Descripción de la medalla:En el frente de
la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el
libro de las
Reglas en la otra mano, con la oración: "A la hora de
nuestra muerte seamos protegidos por su presencia"
(Oración de la Buena Muerte). El reverso muestra la cruz
de San Benito con las letras:C.S.P.B. "Santa Cruz del Padre
Benito"C.S.S.M.L. "La santa Cruz sea mi luz" (crucero vertical de
la cruz) N.D.S.M.D; "y que el Dragón no sea mi
guía." (crucero horizontal). En círculo, comenzando
por arriba hacia la derecha:V.R.S. "Abajo contigo Satanás"
N.S.M.V.; "para de atraerme con tus mentiras"S.M.Q.L.;"Venenosa
es tu carnada" I.V.B.; "Trágatela tu mismo".
5. Bendición de la
medalla de San Benito
La Bendición debe ser hecha por un sacerdote.
Exorcismo de la medalla-Nuestra ayuda nos viene del
Señor-Que hizo el cielo y la tierra. Te
ordeno, espíritu del mal, que abandones esta medalla, en
el nombre de Dios Padre Omnipotente, que hizo el cielo y la
tierra, el mar
y todo lo que en ellos se contiene.Que desaparezcan y se alejen
de esta medalla toda la fuerza del adversario, todo el poder del
diablo, todos los ataques e ilusiones de satanás, a fin de
que todos los que la usaren gocen de la salud de alma y cuerpo.En
el nombre del Padre Omnipotente y de su Hijo, nuestro
Señor, y del Espíritu Santo , y por la caridad de
Jesucristo, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos
y al mundo por el fuego.Bendición-Señor, escucha mi
oración-Y llegue a tí mi clamor.Oremos:Dios
omnipotente, dador de todos los bienes, te
suplicamos humildemente que por la intercesión de nuestro
Padre San Benito, infundas tu bendición sobre esta sagrada
medalla, a fin de que quien la lleve, dedicándose a las
buenas obras, merezca conseguir la salud del alma y del cuerpo,
la gracia de la santificación, y todas la indulgencias que
se nos otorgan, y que por la ayuda de tu misericordia se esfuerce
en evitar las acechanzas y engaños del diablo, y merezca
aparecer santo y limpio en tu presencia.Te lo pedimos por Cristo,
nuestro Señor.Amén
El 12 de marzo de 1742 el Papa Benedicto XIV otorgó
indulgencia plenaria a la medalla de San Benito si la persona se
confiesa,recibe la Eucaristía, ora por el Santo Padre en
las grandes fiestas y durante esa semana reza el santo rosario,
visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe o
participa en la Santa Misa; Las grandes fiestas son Navidad,
Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión,
Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi,
La Asunción, La Inmaculada Concepción, el
nacimiento de María, todos los Santos y fiesta de San
Benito.Número de indulgencias parciales, por
ejemplo:
- 200 días de indulgencia,si uno visita una
semana a los enfermos o visita la Iglesia o enseña a los
niños
la Fe. - 7 años de indulgencia , si uno celebra la
Santa Misa o esta presente, y ora por el bienestar de los
cristianos, o reza por sus gobernantes. - 7 años si uno acompaña a los enfermos en
el día de todos los Santos.Comunión.
- 100 días si uno hace una oración antes
de la Santa Misa o antes de recibir la sagrada - Cualquiera que por cuenta propia por su consejo o
ejemplo convierta a un pecador, obtiene la remisión de
la tercera parte de sus pecados. - Cualquiera que el Jueves Santo o el día de
Resurrección, después de una buena
confesión y de recibir la Eucaristía, rece por la
exaltación de la Iglesia, por las necesidades del Santo
Padre, ganará las indulgencias que necesita. - Cualquiera que rece por la exaltación de la
Orden Benedictina, recibirá una porción de todas
la buenas obras que realiza esta Orden.
Quienes lleven la medalla de San Benito a la hora de la
muerte serán protegidos siempre que se encomienden al
Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos
invoquen el nombre de Jesús con profundo
arrepentimiento.El Crucifijo con medalla de San Benito llamado
"El Crucifijo de la Buena Muerte" y la Medalla de San Benito han
sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano
en la hora de tentación, peligro, mal, principalmente en
la hora de la muerte. Le ha dado al Crucifijo con la medalla
Indulgencia Plenaria.La indulgencia plenaria de la Cruz de la
Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no
será apartado de El, ganará indulgencia plenaria en
la hora de la muerte. Si este se confiesa, recibe la
Comunión o por lo menos con el arrepentimiento previo de
sus pecados, llamando el Santo nombre de Jesús con
devoción y aceptando resignadamente la muerte como venida
de las manos de Dios.
Para la indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo
crucificado. Esta cruz también ayuda a los enfermos para
unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Salvador.
Autor:
Carlos Goncalves