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San Benito de Nursia, Vida, Medalla y Cruz_




Enviado por scorpiko



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Anuncia su
    muerte…

    3. La Santa Regla
    4. Milagros de San
    Benito.

    5. Bendición de la medalla de San
    Benito

    1.
    Introducción

    Abad, Patrón de Europa y
    Patriarca del monasticismo occidental; Lema:"Ora y Labora",
    representado emblemáticamente por el arado y la cruz.
    Fiesta: 11 de julio; Etimología: Benito: "bendecido". San
    Benito nació de familia rica en
    Nursia, Italia, en el
    año 480. Su hermana
    gemela,Escolástica,también alcanzó la
    santidad. Fue enviado a Roma para
    estudiar la retórica y la filosofía. Desilusionado
    de la vida en la gran ciudad, se retiró a Enfide (la
    actual Affile),para dedicarse al estudio y practicar una vida de
    rigurosa disciplina
    ascética. No satisfecho de esa relativa soledad, a los 20
    años se fue al monte Subiaco bajo la guía de un
    ermitaño y viviendo en una cueva. Tres años
    después se fue con los monjes de Vicovaro. No duró
    allí mucho ya que lo eligieron prior pero después
    trataron de envenenarlo por la disciplina que les exigía.
    Con un grupo de
    jóvenes, entre ellos Plácido y Mauro, fundo su
    primer monasterio en en la montaña de Cassino en 529.
    Fundó numerosos monasterios, centros de formación y
    cultura
    capaces de propagar la fe en tiempos de crisis. Se
    levantaba a las dos de la madrugada a rezar los salmos.
    Pasaba horas rezando y meditando. Hacia también horas de
    trabajo manual, imitando
    a Jesucristo. Veía el trabajo
    como algo honroso. Su dieta era vegetariana y ayunaba
    diariamente, sin comer nada hasta la tarde. Recibía a
    muchos para dirección espiritual. Algunas veces
    acudía a los pueblos con sus monjes a predicar. Era famoso
    por su trato amable con todos. Su gran amor y su
    fuerza fueron
    la Santa Cruz con la que hizo muchos milagros. Fue un poderoso
    exorcista. Este don para someter a los espíritus malignos
    lo ejerció utilizando como sacramental la famosa Cruz de
    San Benito. San Benito predijo el día de su propia
    muerte, que
    ocurrió el 21 de marzo del 547, pocos días
    después de la muerte de
    su hermana, santa Escolástica. Desde finales del siglo
    VIII muchos lugares comenzaron a celebrar su fiesta el 11 de
    julio. (Adaptada de "Vidas de los Santos" de Butler.)Si atendemos
    a la enorme influencia ejercida en Europa por los seguidores de
    San Benito, es desalentador comprobar que no tenemos biografías
    contemporáneas del padre del "monasticismo occidental". Lo
    poco que conocemos acerca de sus primeros años, proviene
    de los "Diálogos" de San Gregorio, quien no proporciona
    una historia
    completa, sino solamente una serie de escenas para ilustrar los
    milagrosos incidentes de su carrera. Benito nació y
    creció en la noble familia Anicia, en el antiguo pueblo de
    Sabino en Nurcia, en la Umbría en el año 480. Esta
    región de Italia es quizás la que mas santos ha
    dado a la Iglesia.
    Cuatro años antes de su nacimiento, el bárbaro rey
    de los Hérculos mató al último emperador
    romano poniendo fin a siglos de dominio de Roma
    sobre todo el mundo civilizado. Ante aquella crisis, Dios
    tenía planes para que la fe cristiana y la cultura no se
    apagasen ante aquella crisis. San Benito sería el que
    comienza el monasticismo en occidente. Los monasterios se
    convertirán en centros de fe y cultura.
    De su hermana gemela, Escolástica, leemos que desde su
    infancia se
    había consagrado a Dios, pero no volvemos a saber nada de
    ella hasta el final de la vida de su hermano. El fue enviado a
    Roma para su "educación liberal",
    acompañado de una "nodriza", que había de ser,
    probablemente, su ama de casa. Tenía entonces entre 13 y
    15 años, o quizá un poco más. Invadido por
    los paganos de las tribus arias, el mundo civilizado
    parecía declinar rápidamente hacia la barbarie,
    durante los últimos años del siglo V: la Iglesia
    estaba agrietada por los cismas, ciudades y países
    desolados por la guerra y el
    pillaje, vergonzosos pecados campeaban tanto entre cristianos
    como entre gentiles y se ha hecho notar que no existía un
    solo soberano o legislador que no fuera ateo, pagano o hereje.En
    las escuelas y en los colegios, los jóvenes imitaban los
    vicios de sus mayores y Benito, asqueado por la vida licenciosa
    de sus compañeros y temiendo llegar a contaminarse con su
    ejemplo, decidió abandonar Roma.
    Se fugó, sin que nadie lo supiera, excepto su nodriza, que
    lo acompañó. Existe una considerable diferencia de
    opinión en lo que respecta a la edad en que
    abandonó la ciudad, pero puede haber sido aproximadamente
    a los veinte años.
    Se dirigieron al poblado de Enfide, en las montañas, a
    treinta millas de Roma.
    No sabemos cuanto duró su estancia, pero fue suficiente
    para capacitarlo a determinar su siguiente paso. Pronto se dio
    cuenta de que no era suficiente haberse retirado de las
    tentaciones de Roma; Dios lo llamaba para ser un ermitaño
    y para abandonar el mundo y, en el pueblo lo mismo que en la
    ciudad, el joven no podía llevar una vida escondida,
    especialmente después de haber restaurado milagrosamente
    un objeto de barro que su nodriza había pedido prestado y
    accidentalmente roto.En busca de completa soledad, Benito
    partió una vez más, solo, para remontar las colinas
    hasta que llegó a un lugar conocido como Subiaco (llamado
    así por el lago artificial formado en tiempos de Claudio,
    gracias a la represión de las aguas del Anio).En esta
    región rocosa y agreste se encontró con un monje
    llamado Romano, al que abrió su corazón,
    explicándole su intención de llevar la vida de un
    ermitaño. Romano mismo vivía en un monasterio a
    corta distancia de ahí; con gran celo sirvió al
    joven, vistiéndolo con un hábito de piel y
    conduciéndolo a una cueva en una montaña rematada
    por una roca alta de la que no podía descenderse y cuyo
    ascenso era peligroso, tanto por los precipicios como por los
    tupidos bosques y malezas que la circundaban. En la desolada
    caverna, Benito pasó los siguientes tres años de su
    vida, ignorado por todos, menos por Romano, quien guardó
    su secreto y diariamente llevaba pan al joven recluso, quien lo
    subía en un canastillo que izaba mediante una cuerda. San
    Gregorio dice que el primer forastero que encontró el
    camino hacia la cueva fue un sacerdote quien, mientras preparaba
    su comida un domingo de Resurrección, oyó una voz
    que le decía: "Estás preparándote un
    delicioso platillo, mientras mi siervo Benito padece
    hambre".

    El sacerdote, inmediatamente, se puso a buscar al
    ermitaño, al que encontró al fin con gran
    dificultad. Después de haber conversado durante un
    tiempo sobre
    Dios y las cosas celestiales, el sacerdote lo invitó a
    comer, diciéndole que era el día de Pascua, en el
    que no hay razón para ayunar. Benito, quien sin duda
    había perdido el sentido del tiempo y ciertamente no
    tenía medios de
    calcular los ciclos lunares, repuso que no sabía que era
    el día de tan grande solemnidad. Comieron juntos y el
    sacerdote volvió a casa. Poco tiempo después, el
    santo fue descubierto por algunos pastores, quienes al principio
    lo tomaron por un animal salvaje, porque estaba cubierto con una
    piel de bestia y porque no se imaginaban que un ser humano
    viviera entre las rocas . Cuando
    descubrieron que se trataba de un siervo de Dios, quedaron
    gratamente impresionados y sacaron algún fruto de sus
    enseñanzas. A partir de ese momento, empezó a ser
    conocido y mucha gente lo visitaba, proveyéndolo de
    alimentos y
    recibiendo de él instrucciones y consejos. Aunque
    vivía apartado del mundo, San Benito, como los padres del
    desierto, tuvo que padecer las tentaciones de la carne y del
    demonio, algunas de las cuales han sido descritas por San
    Gregorio:" Cierto día, cuando estaba solo, se
    presentó el tentador. Un pequeño pájaro
    negro, vulgarmente llamado mirlo, empezó a volar alrededor
    de su cabeza y se le acercó tanto que, si hubiese querido,
    habría podido cogerlo con la mano, pero al hacer la
    señal de la cruz el pájaro se alejó. Una
    violenta tentación carnal, como nunca antes había
    experimentado, siguió después. El espíritu
    maligno le puso ante su imaginación el recuerdo de cierta
    mujer que
    él había visto hacía tiempo, e
    inflamó su corazón con un deseo tan vehemente, que
    tuvo una gran dificultad para reprimirlo. Casi vencido,
    pensó en abandonar la soledad; de repente, sin embargo,
    ayudado por la gracia divina, encontró la fuerza que
    necesitaba y, viendo cerca de ahí un tupido matorral de
    espinas y zarzas, se quitó sus vestiduras y se
    arrojó entre ellos. Ahí se revolcó hasta que
    todo su cuerpo quedó lastimado. Así, mediante
    aquellas heridas corporales, curó las heridas de su alma",
    y nunca volvió a verse turbado en aquella forma. En
    Vicovaro, en Tívoli y en Subiaco, sobre la cumbre de un
    farallón que domina Anio, residía por aquel tiempo
    una comunidad de
    monjes, cuyo abad había muerto y por lo tanto decidieron
    pedir a San Benito que tomara su lugar. Al principio
    rehusó, asegurando a la delegación que había
    venido a visitarle que sus modos de vida no coincidían
    –quizáél había oído
    hablar de ellos–.Sin embargo, los monjes le importunaron tanto,
    que acabó por ceder y regresó con ellos para
    hacerse cargo del gobierno . Pronto
    se puso en evidencia que sus estrictas nociones de disciplina
    monástica no se ajustaban a ellos, porque quería
    que todos vivieran en celdas horadadas en las rocas y, a fin de
    deshacerse de él, llegaron hasta poner veneno en su vino.
    Cuando hizo el signo de la cruz sobre el vaso, como era su
    costumbre, éste se rompió en pedazos como si una
    piedra hubiera caído sobre él. "Dios os perdone,
    hermanos", dijo el abad con tristeza. "¿Por qué
    habéis maquinado esta perversa acción contra
    mí? No os dije que mis costumbres no estaban de acuerdo
    con las vuestras? Id y encontrad un abad a vuestro gusto, porque
    después de esto yo no puedo quedarme por más tiempo
    entre vosotros". El mismo día retornó a Subiaco, no
    para llevar por más tiempo una vida de retiro, sino con el
    propósito de empezar la gran obra para la que Dios lo
    había preparado durante estos años de vida oculta.
    Empezaron a reunirse a su alrededor los discípulos
    atraídos por su santidad y por sus poderes milagrosos,
    tanto seglares que huían del mundo, como solitarios que
    vivían en las montañas. San Benito se
    encontró en posición de empezar aquel gran plan ,
    quizás revelado a él en la retirada cueva, de
    "reunir en aquel lugar, como en un aprisco del Señor, a
    muchas y diferentes familias de santos monjes dispersos en varios
    monasterios y regiones, a fin de hacer de ellos un sólo
    rebaño según su propio corazón, para unirlos
    más y ligarlos con los fraternales lazos, en una casa de
    Dios bajo una observancia regular y en permanente alabanza al
    nombre de Dios". Por lo tanto, colocó a todos los que
    querían obedecerle en los doce monasterios hechos de
    madera , cada
    uno con su prior. El tenía la suprema dirección
    sobre todos, desde donde vivía con algunos monjes
    escogidos, a los que deseaba formar con especial cuidado. Hasta
    ahí, no tenía escrita una regla propia, pero
    según un antiguo documento, los monjes de los doce
    monasterios aprendieron la vida religiosa, "siguiendo no una
    regla escrita, sino solamente el ejemplo de los actos de San
    Benito". Romanos y bárbaros, ricos y pobres, se
    ponían a disposición del santo, quien no
    hacía distinción de categoría social o
    nacionalidad. Después de un tiempo, los padres
    venían para confiarles a sus hijos a fin de que fueran
    educados y preparados para la vida monástica. San Gregorio
    nos habla de dos nobles romanos, Tértulo, el patricio y
    Equitius, quienes trajeron a sus hijos, Plácido, de siete
    años y Mauro de doce, y dedica varias páginas a
    estos jóvenes novicios.(Vease San Mauro, 15 de enero y San
    Plácido, 5 de octubre).En contraste con estos
    aristocráticos jóvenes romanos, San Gregorio habla
    de un rudo e inculto godo que acudió a San Benito, fue
    recibido con alegría y vistió el hábito
    monástico. Enviado con una hoz para que quitara las
    tupidas malezas del terreno desde donde se dominaba el lago,
    trabajó tan vigorosamente, que la cuchilla de la hoz se
    salió del mango y desapareció en el lago.El pobre
    hombre estaba
    abrumado de tristeza, pero tan pronto como San Benito tuvo
    conocimiento
    del accidente, condujo al culpable a la orilla de las aguas, le
    arrebató el mango y lo arrojó al lago.
    Inmediatamente, desde el fondo, surgió la cuchilla de
    hierro y se
    ajustó automáticamente al mango.El abad
    devolvió la herramienta, diciendo: "¡Toma! Prosigue
    tu trabajo y no te preocupes". No fue el menor de los milagros
    que San Benito hizo para acabar con el arraigado prejuicio contra
    el trabajo manual, considerado como degradante y servil.
    Creía que el trabajo no solamente dignificaba, sino que
    conducía a la santidad y, por lo tanto, lo hizo
    obligatorio para todos los que ingresaban a su comunidad, nobles
    y plebeyos por igual. No sabemos cuanto tiempo permaneció
    el santo en Subiaco, pero fue lo suficiente para establecer su
    monasterio sobre una base firme y fuerte.Su partida fue repentina
    y parece haber sido impremeditada. Vivía en las
    cercanías un indigno sacerdote llamado Florencio quien,
    viendo el éxito
    que alcanzaba San Benito y la gran cantidad de gente que se
    reunía en torno suyo,
    sintió envidia y trató de arruinarlo. Pero como
    fracasó en todas sus tentativas para desprestigiarlo
    mediante la calumnia y para matarlo con un pastel envenenado que
    le envió (que según San Gregorio fue arrebatado
    milagrosamente por un cuervo), trató de seducir a sus
    monjes, introduciendo una mujer de mala vida en el convento. El
    abad, dándose perfecta cuenta de que los malvados planes
    de Florencio estaban dirigidos contra él personalmente,
    resolvió abandonar Subiaco por miedo de que las almas de
    sus hijos espirituales continuaran siendo asaltadas y puestas en
    peligro. Dejando todas sus cosas en orden, se encaminó
    desde Subiaco al territorio de Monte Cassino. Es esta una colina
    solitaria en los límites de
    Campania, que domina por tres lados estrechos valles que corren
    hacia las montañas y, por el cuarto, hasta el
    Mediterráneo, una planicie ondulante que fue alguna vez
    rica y fértil, pero que, carente de cultivos por las
    repetidas irrupciones de los bárbaros, se había
    convertido en pantanosa y malsana. La población de Monte Cassino, en otro tiempo
    lugar importante, había sido aniquilada por los godos y
    los pocos habitantes que quedaban, habían vuelto al
    paganismo o mejor dicho, nunca lo habían dejado. Estaban
    acostumbrados a ofrecer sacrificios en un templo dedicado a
    Apolo, sobre la cuesta del monte. Después de cuarenta
    días de ayuno, el santo se dedicó, en primer lugar,
    a predicar a la gente y a llevarla a Cristo. Sus curaciones y
    milagros obtuvieron muchos conversos, con cuya ayuda
    procedió a destruir el templo, su ídolo y su bosque
    sagrado. Sobre las ruinas del templo, construyó dos
    capillas y alrededor de estos santuarios se levantó, poco
    a poco, el gran edificio que estaba destinado a convertirse en la
    más famosa abadía que el mundo haya conocido. Los
    cimientos de este edificio parecen haber sido echados por San
    Benito, alrededor del año 530.De ahí partió
    la influencia que iba a jugar un papel tan
    importante en la cristianización y civilización de
    la Europa post-romana. No fue solamente un museo
    eclesiástico lo que se destruyó durante la segunda Guerra
    Mundial , cuando se bombardeó Monte Cassino. Es
    probable que Benito, de edad madura, en aquel entonces, pasara
    nuevamente algún tiempo como ermitaño; pero sus
    discípulos pronto acudieron también a Monte
    Cassino. Aleccionado sin duda por su experiencia en Sabiaco, no
    los mandó a casas separadas, sino que los colocó
    juntos en un edificio gobernado por un prior y decanos, bajo su
    supervisión general. Casi inmediatamente
    después, se hizo necesario añadir cuartos para
    huéspedes, porque Monte Cassino, a diferencia de Subiaco,
    era fácilmente accesible desde Roma y Cápua. No
    solamente los laicos, sino también los dignatarios de la
    Iglesia iban para cambiar impresiones con el fundador, cuya
    reputación de santidad, sabiduría y milagros
    habíase extendido por todas partes. Tal vez fue durante
    ese período cuando comenzó su "Regla", de la que
    San Gregorio dice que da a entender "todo su método de
    vida y disciplina, porque no es posible que el santo hombre
    pudiera enseñar algo distinto de lo que practicaba".Aunque
    primordialmente la regla está dirigida a los monjes de
    Monte Cassino, como señala el abad Chapman, parece que hay
    alguna razón para creer que fue escrita para todos los
    monjes del occidente, según deseos del Papa San Hormisdas.
    Está dirigida a todos aquellos que, renunciando a su
    propia voluntad, tomen sobre sí"la fuerte y brillante
    armadura de la obediencia para luchar bajo las banderas de
    Cristo, nuestro verdadero Rey", y prescribe una vida de
    oración litúrgica, estudio, ("lectura
    sacra") y trabajo llevado socialmente, en una comunidad y bajo un
    padre común. Entonces y durante mucho tiempo
    después, sólo en raras ocasiones un monje
    recibía las órdenes sagradas y no existe evidencia
    de que el mismo San Benito haya sido alguna vez sacerdote.
    Pensó en proporcionar "una escuela para el
    servicio del
    Señor", proyectada para principiantes, por lo que el
    ascetismo de la regla es notablemente moderado. No se alentaban
    austeridades anormales ni escogidas por uno mismo y, cuando un
    ermitaño que ocupaba una cueva cerca de Monte Cassino
    encadenó sus pies a la roca, San Benito le envió un
    mensaje que decía: "Si eres verdaderamente un siervo de
    Dios, no te encadenes con hierro, sino con la cadena de Cristo".
    La gran visión en la que Benito contempló, como en
    un rayo de sol, a todo el mundo alumbrado por la luz de Dios,
    resume la inspiración de su vida y de su regla. El santo
    abad, lejos de limitar sus servicios a
    los que querían seguir su regla, extendió sus
    cuidados a la población de las regiones vecinas: curaba a
    los enfermos, consolaba a los tristes, distribuía limosnas
    y alimentó a los pobres y se dice que en más de una
    ocasión resucitó a los muertos. Cuando la
    Campaña sufría un hambre terrible, donó
    todas las provisiones de la abadía, con excepción
    de cinco panes. "No tenéis bastante ahora", dijo a sus
    monjes, notando su consternación, "pero mañana
    tendréis de sobra". A la mañana siguiente,
    doscientos sacos de harina fueron depositados por manos
    desconocidas en la puerta del monasterio. Estos ejemplos se han
    proporcionado para ilustrar el poder
    profético de San Benito, al que se añadía el
    don de leer los pensamientos de los hombres. Un noble al que
    convirtió, lo encontró cierta vez llorando e
    inquirió la causa de su pena. El abad repuso: "este
    monasterio que yo he construido y todo lo que he preparado para
    mis hermanos, ha sido entregado a los gentiles por un designio
    del Todopoderoso. Con dificultad he logrado obtener misericordia
    para sus vidas". La profecía se cumplió cuarenta
    años después, cuando la abadía de Monte
    Cassino fue destruida por los lombardos. Cuando el godo Totila
    avanzaba triunfante a través del centro de Italia,
    concibió el deseo de visitar a San Benito, porque
    había oído hablar mucho de él. Por lo tanto,
    envió aviso de su llegada al abad, quien accedió a
    verlo. Para descubrir si en realidad el santo poseía los
    poderes que se le atribuían, Totila ordenó que se
    le dieran a Riggo, capitán de su guardia, sus propias
    ropas de púrpura y lo envió a Monte Cassino con
    tres condes que acostumbraban asistirlo. La suplantación
    no engañó a San Benito, quien salud ó a Riggo con
    estas palabras: "hijo mío, quítate las ropas que
    vistes; no son tuyas". Su visitante se apresuró a partir
    para informar a su amo que había sido descubierto.
    Entonces, Totila, fue en persona hacia
    el hombre de
    Dios y, se dice que se atemorizó tanto, que cayó
    postrado. Pero Benito lo levantó del suelo , le
    recriminó por sus malas acciones y le
    predijo, en pocas palabras, todas las cosas que le
    sucederían.Al punto, el rey imploró sus oraciones y
    partió, pero desde aquella ocasión fue menos
    cruel.Esta entrevista
    tuvo lugar en 542 y San Benito difícilmente pudo vivir lo
    suficiente para ver el cumplimiento total de su propia
    profecía.

    2. Anuncia su
    muerte…

    El santo que había vaticinado tantas cosas a
    otros, fue advertido con anterioridad acerca de su próxima
    muerte. Lo notificó a sus discípulos y, seis
    días antes del fin, les pidió que cavaran su
    tumba.Tan pronto como estuvo hecha fue atacado por la fiebre. El
    21 de marzo del año 543, durante las ceremonias del Jueves
    Santo, recibió la Eucaristía. Después, junto
    a sus monjes, murmuró unas pocas palabras de
    oración y murió de pie en la capilla, con las manos
    levantadas al cielo. Sus últimas palabras fueron: "Hay que
    tener un deseo inmenso de ir al cielo". Fue enterrado junto a
    Santa Escolástica, su hermana, en el sitio donde antes se
    levantaba el altar de Apolo, que él había
    destruido. Dos de sus monjes estaban lejos de allí
    rezando, y de pronto vieron una luz esplendorosa que subía
    hacia los cielos y exclamaron: "Seguramente es nuestro Padre
    Benito, que ha volado a la eternidad". Era el momento preciso en
    el que moría el santo .Que Dios nos envíe muchos
    maestros como San Benito, y que nosotros también amemos
    con todo el corazón a Jesús. En 1964 Pablo VI
    declara a san Benito patrono principal de Europa.
    Que de tal manera, brille ante los demás la luz de vuestro
    buen Ejemplo, que ellos al ver vuestras buenas obras, glorifiquen
    al padre celestial.(S. Mateo 5)

    3. La Santa
    Regla

    Inspirado por Dios, San Benito escribió un
    Reglamento para sus monjes que llamó "Santa Regla" y que
    ha sido inspiración para los reglamentos de muchas
    comunidades religiosas monásticas. Muchos laicos
    también se comprometen a vivir los aspectos esenciales de
    esta regla, adaptada a las condiciones de la vocación
    laica. La síntesis
    de la Regla es la frase "Ora et labora" (reza y trabaja), es
    decir, la vida del monje ha de ser de contemplación y de
    acción, como nos enseña el Evangelio. Algunas
    recomendaciones de San Benito: La primera virtud que necesita un
    religioso (después de la caridad) es la humildad. La casa
    de Dios es para rezar y no para charlar. Todo superior debe
    esforzarse por ser amable como un padre bondadoso. El
    ecónomo o el que administra el dinero no
    debe humillar a nadie. Cada uno debe esforzarse por ser exquisito
    y agradable en su trato. Cada comunidad debe ser como una buena
    familia donde todos se aman. Evite cada individuo todo lo que sea
    vulgar. Recuerde lo que decía San Ambrosio: "Portarse con
    nobleza es una gran virtud".El verdadero monje debía ser
    "no soberbio, no violento, no comilón, no dormilón,
    no perezoso, no murmurador, no denigrador… sino casto,
    manso, celoso, humilde, obediente".

    4. Milagros de San
    Benito.

    He aquí algunos de los muchos milagros relatados
    por San Gregorio, en su biografía de San
    Benito. El muchacho que no sabía nadar. El joven
    Plácido cayó en un profundo lago y se estaba
    ahogando. San Benito mandó a su discípulo preferido
    Mauro: "Láncese al agua y
    sálvelo". Mauro se lanzó enseguida y logró
    sacarlo sano y salvo hasta la orilla. Y al salir del profundo
    lago se acordó de que había logrado atravesar esas
    aguas sin saber nadar. La obediencia al santo le había
    permitido hacer aquel salvamento milagroso. El edificio que se
    cae. Estando construyendo el monasterio, se vino abajo una enorme
    pared y sepultó a uno de los discípulos de San
    Benito. Este se puso a rezar y mandó a los otros monjes
    que removieran los escombros, y debajo de todo apareció el
    monje sepultado, sano y sin heridas, como si hubiera simplemente
    despertado de un sueño. La piedra que no se movía.
    Estaban sus religiosos constructores tratando de quitar una
    inmensa piedra, pero esta no se dejaba ni siquiera mover un
    centímetro. Entonces el santo le envió una
    bendición, y enseguida la pudieron remover de allí
    como si no pesara nada. Por eso desde hace siglos cuando la gente
    tiene algún grave problema en su casa que no logra alejar,
    consigue una medalla de San Benito y le reza con fe, y obtiene
    prodigios. Es que este varón de Dios tiene mucho influjo
    ante Nuestro Señor. Panes que se multiplican. Muertes
    anunciadas. Un día exclamó: "Se murió mi
    amigo el obispo de Cápua, porque vi que subía al
    cielo un bello globo luminoso". Al día siguiente vinieron
    a traer la noticia de la muerte del obispo. Otro día
    vió que salía volando hacia el cielo una
    blanquísima paloma y exclamó: "Seguramente se
    murió mi hermana Escolástica". los Monjes fueron a
    averiguar, y sí, en efecto acababa de morir tan santa
    mujer. El, que había anunciado la muerte de otros, supo
    también que se aproximaba su propia muerte y mandó
    a unos religiosos a excavar…….(BIBLIOGRAFIA Butler; Vida de los
    Santos ;Sálesman, P. Eliécer, "Vidas de los Santos"
    Sgarbossa, Mario; Giovannini, Luigi, "Un santo para cada
    día" ).
    La Medalla de San BenitoLa medalla de San Benito es un
    sacramental reconocido por la Iglesia con gran poder de
    exorcismo. Como todo sacramental, su poder está no en si
    misma sino en Cristo quien lo otorga a la Iglesia y por la
    fervorosa disposición de quién usa la medalla.
    Descripción de la medalla:En el frente de
    la medalla aparece San Benito con la Cruz en una mano y el
    libro de las
    Reglas en la otra mano, con la oración: "A la hora de
    nuestra muerte seamos protegidos por su presencia"
    (Oración de la Buena Muerte). El reverso muestra la cruz
    de San Benito con las letras:C.S.P.B. "Santa Cruz del Padre
    Benito"C.S.S.M.L. "La santa Cruz sea mi luz" (crucero vertical de
    la cruz) N.D.S.M.D; "y que el Dragón no sea mi
    guía." (crucero horizontal). En círculo, comenzando
    por arriba hacia la derecha:V.R.S. "Abajo contigo Satanás"
    N.S.M.V.; "para de atraerme con tus mentiras"S.M.Q.L.;"Venenosa
    es tu carnada" I.V.B.; "Trágatela tu mismo".

    5. Bendición de la
    medalla de San Benito

    La Bendición debe ser hecha por un sacerdote.
    Exorcismo de la medalla-Nuestra ayuda nos viene del
    Señor-Que hizo el cielo y la tierra. Te
    ordeno, espíritu del mal, que abandones esta medalla, en
    el nombre de Dios Padre Omnipotente, que hizo el cielo y la
    tierra, el mar
    y todo lo que en ellos se contiene.Que desaparezcan y se alejen
    de esta medalla toda la fuerza del adversario, todo el poder del
    diablo, todos los ataques e ilusiones de satanás, a fin de
    que todos los que la usaren gocen de la salud de alma y cuerpo.En
    el nombre del Padre Omnipotente y de su Hijo, nuestro
    Señor, y del Espíritu Santo , y por la caridad de
    Jesucristo, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos
    y al mundo por el fuego.Bendición-Señor, escucha mi
    oración-Y llegue a tí mi clamor.Oremos:Dios
    omnipotente, dador de todos los bienes, te
    suplicamos humildemente que por la intercesión de nuestro
    Padre San Benito, infundas tu bendición sobre esta sagrada
    medalla, a fin de que quien la lleve, dedicándose a las
    buenas obras, merezca conseguir la salud del alma y del cuerpo,
    la gracia de la santificación, y todas la indulgencias que
    se nos otorgan, y que por la ayuda de tu misericordia se esfuerce
    en evitar las acechanzas y engaños del diablo, y merezca
    aparecer santo y limpio en tu presencia.Te lo pedimos por Cristo,
    nuestro Señor.Amén
    El 12 de marzo de 1742 el Papa Benedicto XIV otorgó
    indulgencia plenaria a la medalla de San Benito si la persona se
    confiesa,recibe la Eucaristía, ora por el Santo Padre en
    las grandes fiestas y durante esa semana reza el santo rosario,
    visita a los enfermos, ayuda a los pobres, enseña la Fe o
    participa en la Santa Misa; Las grandes fiestas son Navidad,
    Epifanía, Pascua de Resurrección, Ascensión,
    Pentecostés, la Santísima Trinidad, Corpus Christi,
    La Asunción, La Inmaculada Concepción, el
    nacimiento de María, todos los Santos y fiesta de San
    Benito.Número de indulgencias parciales, por
    ejemplo:

    1. 200 días de indulgencia,si uno visita una
      semana a los enfermos o visita la Iglesia o enseña a los
      niños
      la Fe.
    2. 7 años de indulgencia , si uno celebra la
      Santa Misa o esta presente, y ora por el bienestar de los
      cristianos, o reza por sus gobernantes.
    3. 7 años si uno acompaña a los enfermos en
      el día de todos los Santos.

      Comunión.

    4. 100 días si uno hace una oración antes
      de la Santa Misa o antes de recibir la sagrada
    5. Cualquiera que por cuenta propia por su consejo o
      ejemplo convierta a un pecador, obtiene la remisión de
      la tercera parte de sus pecados.
    6. Cualquiera que el Jueves Santo o el día de
      Resurrección, después de una buena
      confesión y de recibir la Eucaristía, rece por la
      exaltación de la Iglesia, por las necesidades del Santo
      Padre, ganará las indulgencias que necesita.
    7. Cualquiera que rece por la exaltación de la
      Orden Benedictina, recibirá una porción de todas
      la buenas obras que realiza esta Orden.

    Quienes lleven la medalla de San Benito a la hora de la
    muerte serán protegidos siempre que se encomienden al
    Padre, se confiesen y reciban la comunión o al menos
    invoquen el nombre de Jesús con profundo
    arrepentimiento.El Crucifijo con medalla de San Benito llamado
    "El Crucifijo de la Buena Muerte" y la Medalla de San Benito han
    sido reconocidos por la Iglesia como una ayuda para el cristiano
    en la hora de tentación, peligro, mal, principalmente en
    la hora de la muerte. Le ha dado al Crucifijo con la medalla
    Indulgencia Plenaria.La indulgencia plenaria de la Cruz de la
    Buena Muerte, quien realmente crea en la santa Cruz, no
    será apartado de El, ganará indulgencia plenaria en
    la hora de la muerte. Si este se confiesa, recibe la
    Comunión o por lo menos con el arrepentimiento previo de
    sus pecados, llamando el Santo nombre de Jesús con
    devoción y aceptando resignadamente la muerte como venida
    de las manos de Dios.
    Para la indulgencia no basta la Cruz, debe representarse a Cristo
    crucificado. Esta cruz también ayuda a los enfermos para
    unir nuestros sufrimientos a los de Nuestro Salvador.

     

     

     

    Autor:

    Carlos Goncalves

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