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La Odisea




Enviado por kebera



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Desarrollo
    3. Odiseo en la tierra de los
    cíclopes (canto noveno)

    4. Conclusión
    5. Bibliografía

    1.
    Introducción

    En este trabajo práctico vamos a analizar
    la
    personalidad del protagonista de La Odisea; pero
    antes de tocar este tema quisiéramos reflexionar acerca de
    Homero, el
    primer poeta subjetivo, no en vano Nietzsche
    afirma que el oráculo de Delfos le atribuyó gran
    veneración: oráculo a través del cual el
    dios Apolo se comunicaba con los mortales, el cual demandaba de
    sus seguidores una vida de templanza, (sophrosyne), donde se
    manifiestan amores sin furor y una armonía que surge de la
    dominación que uno ejerce sobre sí. Opuesto
    totalmente a lo que Dioniso demanda en sus
    cultos, esa desmesura (hybris), característica de las tragedias
    griegas.
    Homero va a resaltar esas cualidades apolíneas en un
    Odiseo astuto y perspicaz, gracias a las cuales saldrá
    airoso de todas sus aventuras.
    El esquema corriente de la interiorización del sacrificio,
    la renuncia, el astuto sobrevive sólo al precio de su
    propio sueño, que paga desencantándose a sí
    mismo y desencantando a las potencias externas. Sin olvidar que
    el protagonista sabe interiormente que si alcanza una meta
    prefijada su destino pierde sentido, ya que el mismo se alimenta
    del peligro y del sacrificio, hasta que la vida le proponga un
    nuevo desafío.

    2.
    Desarrollo

    Odiseo en la isla de los lotófagos (canto
    noveno)
    Al pasar por esta isla Odiseo sabía muy bien que quien
    come ese alimento (loto) está perdido. Pero en este caso a
    la víctima no se le reserva nada malo "los
    lotófagos no tramaron ciertamente la perdición de
    nuestros amigos, sino que tan pronto como hubieron gustado del
    fruto, dulce como la miel, se olvidaron de sus diligencias, y ya
    no pensaron en tornar a la patria, antes bien llenos de olvido
    querían quedarse con los lotófagos".
    La maldición que representaba estos manjares sólo
    los condenaba a un estado
    original, sin lucha y sin destino. Este idilio con la naturaleza, a los
    ojos de Odiseo, no puede ser consentido, ya que su objetivo era
    la autoconservación racional. Ese alimento representaba
    para Odiseo la mera apariencia de la felicidad, en el mejor de
    los casos, sería la ausencia de la conciencia de la
    infelicidad. Pero la felicidad implica verdad: es esencialmente
    resultado, se desarrolla a partir del dolor superado. Por eso el
    héroe no tolera quedarse con los lotófagos,
    sostiene contra ellos su misma causa: la realización de su
    destino. "mas yo los llevé por la fuerza a las
    cóncavas naves y aunque lloraban, los arrastré y
    los hice atar debajo de los bancos".

    3. Odiseo en la tierra de
    los cíclopes (canto noveno)

    "Partimos con el ánimo afligido y llegamos a la
    tierra de los
    soberbios cíclopes, gentes sin ley, que
    confiados en los dioses inmortales no cultivan los campos ni
    labran las tierras, sino que todo les nace sin semilla y sin
    arada"
    En este episodio el cíclope representa una era posterior,
    la edad propiamente bárbara, que es la de los cazadores y
    los pastores. El atributo de la barbarie de este pueblo coincide
    en Homero con el hecho de que no se practica una agricultura
    sistemática, y justamente la falta de leyes objetivas
    de estos trogloditas es por lo que Homero dice "se abandonan y
    viven en estado salvaje".
    Una vez capturados Odiseo y sus compañeros por Polifemo, y
    al comprobar la malicia y barbarie del cíclope, el
    héroe trama un ardid: espera que devore a otros de sus
    compañeros y le ofrece de su vino: "éste
    está hecho con ambrosía y néctar (…) y
    cuando los vapores del vino envolvieron la mente del
    cíclope, le dije con lisonjeras palabras: Cíclope,
    pregunta cuál es mi nombre ilustre, y voy a
    decírtelo (…) Mi nombre es Outis (Nadie), y Outis me
    llama mi padre, mi madre y mis compañeros todos".
    Tal astucia pertenece a un folclore bastante difundido. En griego
    constituye una confusión verbal: en una misma palabra el
    nombre Odiseo y el significado nadie, difieren entre sí.
    Pero para nuestro oído
    Odiseo y Outis tienen un sonido semejante
    y se puede pensar que en uno de los dialectos en los que se
    transmitía la historia del regreso a
    Itaca, el nombre del rey de la isla sonase como "nadie".
    El hecho de que después de la agresión Polifemo
    hubiese respondido "nadie" a la tribu que preguntaba el nombre
    del culpable, contribuye así a ocultar lo acaecido y a
    sustraer al culpable de la persecución.
    Otra vez Odiseo en su afirmación de sí es, como en
    toda la epopeya, negación de sí. De tal suerte el
    sujeto vuelve a caer en el mismo círculo vicioso de la
    necesidad natural de la que trata de huir, asimilándose a
    ella. Quien para salvarse se llama "nadie" y adopta la
    asimilación al estado de naturaleza para dominarla, cae
    víctima de la hybris. El astuto Odiseo no puede obrar de
    otra forma: en fuga, no se limita a burlarse de Polifemo, sino
    que le revela su verdadero nombre y su origen, como si la
    prehistoria
    tuviese tanto poder
    aún sobre él.
    Odiseo frente a la amenaza de las Sirenas (canto
    duodécimo)
    En esta aventura Odiseo entiende que es imposible oír a
    las Sirenas y no caer bajo su imperio, no pueden ser desafiadas
    impunemente. Desafío y enceguecimiento son la misma cosa,
    y quien desafía es ya víctima del mito al que se
    expone.
    Pero la astucia es el desafío vuelto racional. Odiseo no
    decide confiarse libremente a los encantamientos, en la
    ilusión de que
    su libertad le
    baste como escudo, y comprende que por más que pueda
    distanciarse conscientemente de la naturaleza, sigue estando
    subyugado a ella en la medida en que la escucha. Por lo tanto se
    hace atar al mástil reconociendo su fragilidad frente a
    esas criaturas, sobre las cuales la diosa Circe le advierte que
    encantan a cuantos hombres van a encontrarlas, y que todo cuanto
    les prometían estas criaturas era cierto, pero el que
    sucumbía bajo ese canto perdía su individualidad y
    se fusionaba con la naturaleza.
    Odiseo reconoce la superpotencia arcaica del canto de las
    sirenas. Él es atraído por las Sirenas más
    que ningún otro, sólo que ha dispuesto las cosas de
    tal forma que aún caído no caiga en poder de ellas,
    ya que sus compañeros que reman con los oídos
    taponados, no están sordos sólo para las Sirenas,
    sino también para el grito desesperado de su
    capitán.
    Las Sirenas tienen lo que les corresponde, pero ya reducido y
    neutralizado.
    La epopeya no dice qué les ocurre a las Sirenas
    después de este episodio, pero en la tragedia hubiera
    sido, sin duda, su última hora, como lo es para la Esfinge
    cuando Edipo resuelve la adivinanza.
    A partir del encuentro felizmente fallido entre Odiseo y las
    Sirenas todos los cantos han quedado heridos y los mitos pierden
    su vigencia, dando origen a lo que va a representar a nuestra
    cultura
    occidental: la racionalidad.

    4.
    Conclusión

    A diferencia del mito donde cada momento del ciclo
    satisface al que lo precede, y colabora de tal suerte a instaurar
    como ley el nexo de la culpa, a ello se opone Odiseo. El
    Sí representa la universalidad racional contra la
    ineluctabilidad del destino. Odiseo debe sustraerse a las
    relaciones jurídicas que lo circundan y lo amenazan desde
    todas partes y que están inscriptas en toda figura
    mítica. El héroe satisface la norma
    jurídica, de tal forma que ésta pierda su poder
    sobre él, en el momento mismo que él se lo
    reconoce.
    Estas son las características personales que Homero
    imprime en su héroe y que hacía reconocer a Esquilo
    que sus obras eran sólo migajas del banquete de este gran
    poeta.
    Nietzsche dijo que "en la antigüedad todos los griegos
    soñaban con Homero, y que Homero representaba a un griego
    soñando", y nosotros reconocemos que este es un gran
    sueño que llega hasta nuestros días a través
    de este maravilloso poema épico.

    5.
    Bibliografía

    Horkheimer, Max y Adorno, Theodor W.: Dialéctica
    del Iluminismo Editorial Sudamericana, Buenos Aires,
    1978.
    Nietzsche, Federico: El nacimiento de la tragedia Alianza
    Editorial, Buenos Aires, 1995.
    Homero: La Odisea Editorial Losada, Buenos Aires, 1944, cantos IX
    , XII.

     

     

     

     

     

    Autor:

    Hugo Gastaldi
    Profesor De Filosofía

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