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¿Qué es la pobreza (página 2)




Enviado por zeta_mdq



Partes: 1, 2

5. La pobreza en
nuestro pais, la Argentina

En la Argentina, la
historia de la
pobreza
muestra un
significativo vuelco en el transcurso de los últimos 15
años.
La crisis del
modelo
agroexportador en la primera mitad de siglo y el temprano
desarrollo de
la actividad industrial, entre otros factores, favorecieron un
rápido proceso de
urbanización. Surgen así las "villas miseria",
barrios ilegalmente constituidos ubicados en zonas marginales del
espacio urbano, carentes de una infraestructura mínima de
servicios
orientados a atender sus requerimientos básicos, y que
significaron para un gran número de inmigrantes
provenientes de zonas rurales o de los países
limítrofes la puerta de entrada a las grandes
ciudades.
Una importante demanda de
trabajo en el sector industrial, salarios
elevados, y la posibilidad de acceder a créditos para vivienda permitían a
los habitantes de las villas dar respuesta, en un principio, a
sus necesidades habitacionales, por lo que su permanencia en
ellas era una situación transicional.
Pero los cambios que se inician en la década de los
sesenta en el sistema
productivo de nuestro país y, fundamentalmente, la crisis
se inicia en los setenta, quitan a estos sectores de la población la esperanza de vivir en mejores
condiciones, consolidándose de este modo bolsones de
pobreza estructural, que en el caso de la Argentina, en
relación a la gran mayoría de los países de
América
Latina, son de extensión limitada.
Las transformaciones económicas y sociales que
caracterizaron a la década del ochenta tuvieron un notable
impacto en las condiciones de vida de la población. Al
igual que en el resto de los países de la Región,
la fuerte recesión, que tuvo entre sus principales
desencadenantes el peso de la deuda externa, se
tradujo en un notable deterioro de la capacidad que el sistema
productivo tiene de generar empleo. En
consecuencia, el aumento de la desocupación, la subocupación, el
importante corrimiento de trabajadores hacia sectores de menor
productividad
y la consecuente consolidación del denominado sector
informal derivaron en un notable deterioro en el nivel de los
ingresos.
Crecientes grupos
sociales se ven de este modo excluidos de la posibilidad de
atender sus necesidades básicas. Lo distintivo de la
crisis ha sido el surgimiento de un nuevo grupo social:
los nuevos pobres. Se trata de aquellos sectores medios de la
población que, por el deterioro de sus ingresos, se
encuentran ante la imposibilidad de acceder a los bienes y
servicios básicos necesarios.
Así, la pobreza se extendió y el universo de
los pobres es ahora más heterogéneo. La pobreza
estructural mantuvo durante este período su tamaño
y localización originales. El grupo de los nuevos pobres,
por el contrario, al ser más sensible a las variaciones
del valor real de
los ingresos, es dinámico en términos de su
tamaño. En cuanto a su localización, la nueva
pobreza se ve dispersa, con diferentes niveles de
concentración, en todo el espacio urbano.
Este proceso de crisis, deterioro de los ingresos y surgimiento
de los nuevos pobres marca un cambio
fundamental no sólo en el tamaño de la pobreza,
sino también en sus características.
En efecto, tal como se señaló, previo a la crisis
la pobreza se concentraba casi exclusivamente en las villas
miseria, conventillos e inquilinatos.
La llamada nueva pobreza suma a este universo un
importante número de familias provenientes de los
más diversos sectores de la sociedad, con
historias culturales y económicas muy diferentes, por lo
que sus necesidades y demandas conforman un amplio espectro que
se traduce en una gran heterogeneidad de carencias.
Este factor, sumado a la gran dispersión espacial de los
nuevos pobres, son claves a ser consideradas al momento de
desarrollar tanto el diseño
como la implementación de programas para la
superación de la pobreza.
Desde el punto de vista de la metodología adoptada para la medición de uno y otro tipo de pobreza, es
importante destacar que el criterio de medición que se
basa en la evaluación
de la satisfacción de las necesidades básicas (NBI)
es adecuado para la captación de los hogares pobres
estructurales. Esto responde al fuerte sesgo que este criterio
tiene a evaluar, a través de las condiciones de las
viviendas, la no-existencia de un stock básico, lo cual
resulta de una larga historia de pobreza.
Los nuevos pobres son hogares que seguramente cuentan con una
vivienda adecuada, acceso a servicios de saneamiento
básico, etc., a los cuales pudieron acceder previo al
deterioro de sus ingresos. Es precisamente este último
aspecto el que los identifica, por lo que el criterio de
Línea de Pobreza (LP) es el más adecuado para su
captación.
Para el análisis de la situación de pobreza
en diferentes regiones del país se recurre
básicamente a dos fuentes de
información. Por un lado, los censos de
población de 1980 y 1991, a través de los cuales es
posible evaluar la incidencia y distribución de la pobreza estructural a lo
largo de la década del ochenta.
Por otra parte, se recurre a encuestas de
hogares, a través de las cuales se pudo relevar los
ingresos que las familias perciben. Esta información permite captar la dinámica de la nueva pobreza.
En relación a la pobreza estructural, la
información proveniente de los censos nacionales de
población muestra cierta reducción de su
incidencia, tanto en términos absolutos como
relativos.
En efecto, entre 1980 y 1991 el número de hogares con
necesidades básicas insatisfechas muestra una
reducción del 4%, en tanto el número total de
hogares se incrementó en un 20,5%. De este modo, la
incidencia de la pobreza pasa de ser del 18.3% al 14.5%.
Esta reducción relativa de la pobreza tuvo lugar en la
casi totalidad de las provincias del país, siendo la
Capital
Federal y Tierra del
Fuego los únicos distritos donde se verifica un leve
incremento de la misma. Esto no implica que en todas las
provincias se verifique una reducción del número de
hogares pobres. Más aún, en 11 de los 24 distritos
se verifica un incremento en el número de hogares con sus
necesidades básicas insatisfechas, llegando dicho aumento
a más del 10% en 5 de ellas. Estos distritos son,
además de los dos ya mencionados, Misiones, la Rioja,
Salta, Formosa, Santa Cruz, Neuquén, Mendoza, San Luis y
Jujuy.
Por otra parte, es de destacar que, pese a la reducción de
la incidencia de la pobreza, en 7 provincias más del 25%
de los hogares tienen sus necesidades básicas
insatisfechas. Ellas son Salta (32%), Formosa y Jujuy (31,8%),
Chaco y Santiago del Estero(30,7%), Misiones (28,1%) y Tierra del
Fuego (25,3%). Salvo esta última, todas pertenecen a la
zona norte del país.
En el otro extremo, provincias como la Pampa y Buenos Aires
(excluido el Gran Buenos Aires) muestran una incidencia de NBI
del 9.4%, y la Capital Federal tiene el 5.6% de sus familias con
necesidades básicas insatisfechas.
Tal como se mencionó previamente, en el transcurso de la
década del ochenta, si bien se percibe un comportamiento
relativamente estable del tamaño y la distribución
de la pobreza estructural, el volumen total de
la pobreza se fuertemente incrementado por la aparición de
los nuevos pobres.
Para el caso del Gran Buenos Aires, entre 1980 y 1986 se produce
un leve incremento de la pobreza. El proceso inflacionario que se
inicia desde 1987, y que tiene su pico en 1989, repercutió
en un crecimiento del 100%, representado fundamentalmente por
aquellas familias que, si bien tienen sus necesidades
básicas satisfechas, el deterioro de sus ingresos las
lleva a la situación de no poder cubrir
el costo de una
canasta básica de bienes y servicios.
El análisis de la composición global de la pobreza
hace visible el proceso de heterogeneización de la misma.
Si se considera la situación en 1980, el 83% de los pobres
eran pobres estructurales, en tanto que en 1989, y como
consecuencia del surgimiento de los nuevos pobres, dicho grupo
representa el 43%.

Evolución de la Pobreza
GBA, 1980 – 1996

 

OCT
1980

OCT
1986

OCT
1987

OCT
1988

OCT
1989

OCT
1990

OCT
1991

OCT
1992

OCT
1993

OCT
1994

MAY
1995

OCT
1995

MAY
1996

POBRES

11.6

15.2

25.5

32.4

47

33.7

26.2

21.8

19.4

20.5

23.9

25.8

26.5

Indigentes

1

1.6

6.7

8.4

12.3

4.2

2.1

1.8

2.8

2

3.2

3.6

3.8

hasta 0.75 LP

4.7

6.2

9.3

12.6

24.5

19.3

12.1

11

9

11.1

11

12.3

12.7

de 0.75 a 1 LP

5.9

7.4

9.5

11.4

10.2

10.2

12

9

7.6

7.4

9.7

9.9

10

NO POBRES

88.4

84.8

74.5

67.6

53

66.3

73.8

78.2

80.6

79.5

76.1

74.2

73.5

hasta 1.25 LP

7.5

9.7

8.9

10

9.4

9

8.3

7.6

8.6

8.6

8.9

8.3

8.4

de 1.25 a 2 LP

22.5

20.6

20.6

19.6

19.1

21.9

20.8

22.3

20.4

21.4

22

21.7

20.7

mas de 2 LP

58.4

54.5

45

38

24.5

35.4

44.7

48.3

51.6

49.5

45.2

44.2

44.4

TOTAL

100

100

100

100

100

100

100

100

100

100

100

100

100

INTENSIDAD DE LA POBREZA

0.28

0.30

0.37

0.39

0.45

0.38

0.32

0.31

0.35

0.34

0.34

0.36

0.35

Intensidad de la pobreza: distancia
promedio entre ingresos de hogares pobres y línea de
pobreza

Indice:p=h(i+(1-i)g
Es posible profundizar en el análisis de la
situación de las familias desde la perspectiva de la
pobreza por ingresos. A fines de 1993, tras más de dos
años de estabilidad económica y social, la
situación no es la misma en la que estaban antes de
atravesar por el deterioro e incertidumbre con que terminó
la década anterior. Si bien la estabilidad en los precios
implica recuperación en el valor real de los salarios, los
niveles de subutilización de la fuerza de
trabajo son cada vez mayores y, como se destacó
previamente, se incrementó la brecha entre ricos y pobres,
consolidándose pautas más inequitativas en la
distribución del ingreso.
A partir de 1990 se inicia una progresiva reducción del
tamaño de la pobreza, a una velocidad que
decrece de año en año, siendo la proporción
de hogares bajo la línea de pobreza en 1993 del 19.4%. Por
último, y en forma coherente con el deterioro del nivel de
los ingresos familiares de los sectores medios y bajos más
pobres que se verificó desde 1994, la pobreza muestra un
incremento que se extiende hasta el año 1996. Hacia mayo
de este año, el 26.5% de los hogares era pobre.
La clasificación de los hogares en una escala de
ingresos per cápita expresada en términos de
valores de
líneas de pobreza nos permite comprender la
dinámica de este proceso, al mostrarnos cómo se
posicionan los hogares en torno al
límite de la pobreza. La proporción de hogares con
ingresos comprendidos entre 0.75 y 1.25 líneas de pobreza,
es decir aquellos cuyos ingresos se ubican en la proximidad de la
línea por encima y por debajo, supera al 15% desde 1987.
Este grupo adquiere gran significación, pues aumenta la
importancia del efecto que puedan tener políticas
moderadas de empleo e ingreso en la incidencia de la pobreza y,
por otra parte, es el más vulnerable al deterioro de los
ingresos captados por parte de las familias.
Es de destacar que en el período comprendido hasta 1989 el
crecimiento relativo de los grupos es mayor
cuanto más bajo se encuentran en la escala de ingresos, lo
cual se tradujo en un aplastamiento de la pirámide social.
En 1989 dos de cada tres hogares tenían sus ingresos por
debajo de dos líneas de pobreza.
En el período posterior, entre 1990 y 1992, el modo en que
se da la reducción de la pobreza se presenta como un
"volver atrás" respecto a los años anteriores. Por
otra parte, la proporción de los hogares indigentes –
aquellos que, aún si utilizaran la totalidad de sus
ingresos para la alimentación no
lograrían acceder a una canasta básica de alimentos – llega
a 12.3% en 1989, reduciéndose luego hacia 1992 valores
cercanos al 2%. Por último, en 1993 la proporción
de hogares indigentes inicia un aumento, que llega al 3.8% en
mayo de 1996.
Además de la heterogeneidad y el tamaño de la
pobreza, hay un tercer factor a ser considerado, y es su
intensidad, es decir, cuán pobres son los pobres. La
brecha de ingresos debe interpretarse como la distancia promedio
del ingreso de los hogares pobres respecto a la línea de
pobreza. Esto es, si un hogar fuera no pobre, la brecha
tomaría valor cero, en tanto si un hogar carece totalmente
de ingresos, la brecha sería igual a uno.
Partiendo de .28 en 1980, llega a un valor máximo de .45
en 1989, lo cual indica un significativo aumento de la intensidad
de la pobreza, o, expresado en otros términos, un
incremento en el déficit de ingreso de los hogares. Si
bien se inicia con la década del 90 una reducción
de la brecha de ingresos, no logra pasar de .30, volviendo a
crecer a fines del período en observación.
Un estudio realizado en Unicef analiza la información
correspondiente a un conjunto de hogares, entre los cuales la
pobreza se reduce entre 1991 y 1992 desde un 23.2% a un 20,3%.
Ahora bien, esto no significa que sólo un 3% de los
hogares atravesara la línea de pobreza en dicho
período, sino que, por el contrario, este valor representa
la resultante de dos flujos opuestos de hogares hacia uno y otro
lado de dicha línea.
Efectivamente, la evolución del tamaño de la pobreza
no da cuenta de un movimiento de
entrada y salida de hogares a su universo que, en este caso,
representan un 6,5% y 9,4% respectivamente. Esto es, en el mismo
período en que casi el 40% de las familias pobres logran
una recuperación de sus ingresos que les permite superar
la línea de pobreza, un grupo significativo, aunque menor,
toma el lugar que aquellos dejaron.
Si bien este movimiento desde y hacia la pobreza se da
fundamentalmente entre aquellos hogares que inicialmente se
encuentran próximos a la línea de pobreza (El 54%
de los hogares que se encontraban en 1991 con ingresos entre 0.9
y 1 línea de pobreza al año siguiente ya no eran
pobres, en tanto el 24% de los que estaban inmediatamente sobre
la línea descendieron por debajo de ellas), la
participación de hogares más alejados a la
línea es significativa en este flujo. El 8.5% de los
hogares con ingresos entre 1.25 y 2 líneas y el 4.2% entre
aquellos con ingresos superiores a 2 líneas en 1991 al
año siguiente eran pobres (el último grupo
representa el 15% del total de hogares empobrecidos).
La situación de las provincias aparece como mucho
más crítica, a partir de los datos
disponibles. En octubre de 1985, sólo tres ciudades
tenían una proporción de hogares pobres superior al
40%; estas ciudades son Formosa, Salta y San Juan. Cinco
años después, al menos diez ciudades capitales de
provincias se encontraban en esta situación: además
de las tres mencionadas, las ciudades de Corrientes, San Salvador
de Jujuy, Posadas, Santiago del Estero, Catamarca, Paraná
y La Rioja. Más aún, salvo en las últimas
tres ciudades, en todas ellas la proporción de hogares
pobres supera el 50%.
Hacia fines de 1992 y mayo de 1993, en la totalidad de las
ciudades para las que hay información disponible se
verifica una disminución en el tamaño de la
pobreza, aunque en ningún caso vuelve a los niveles de
1985. En mayo de 1993 Corrientes, Formosa y Jujuy muestran
aún a más de la mitad de sus familias con ingresos
por debajo de la línea de pobreza, en tanto Salta, San
Juan y Misiones tienen más del 40% de sus familias pobres
por ingresos.
Es de destacar que, salvo Paraná, la totalidad de las
ciudades mencionadas corresponden a la zona norte del
país, región donde se concentran las provincias con
los niveles más altos de pobreza extrema.
En resumen, si bien la pobreza estructural se muestra
relativamente estable, tanto en su tamaño como en su
distribución, a lo largo de la década pasada, hay
provincias en las que la concentración de hogares pobres
es aún muy alta. Y son precisamente esas provincias las
que concentran además los niveles más altos de
crecimiento de la pobreza como efecto del deterioro de los
ingresos.
La etapa del ciclo vital en que se encuentran las familias tiene
especial incidencia en la probabilidad que
éstas tienen de quedar inmersas en el universo de la
pobreza. En efecto, la presencia de niños
en la familia
tiene el doble efecto de, por un lado, aumentar el número
de personas que dependen del ingreso de los adultos, y por otro,
disminuir este ingreso, al dificultar a la madre de los
niños su participación en la actividad
económica.
Así, en los hogares con niños la probabilidad de
ser pobres aumenta significativamente. En efecto, en tanto en
1994 en el Gran Buenos Aires la incidencia de la pobreza para el
total de los hogares es de 18.4%, entre los hogares con
niños menores de 15 años la misma se eleva al
32.9%. Como consecuencia de ello, el 43% de estos niños
viven en hogares pobres.
En conclusión, los efectos de la pobreza y la
desocupación tienen especial impacto en las familias con
niños. Los datos presentados alertan además
respecto a que la profundización de las carencias en los
sectores más pobres viene acompañada por la
consolidación de un amplio sector de la sociedad para la
cual el futuro es cada vez más incierto. El flujo cruzado
de familias desde y hacia la pobreza pone a la luz una
cuestión central: en tanto un sector importante de
familias pobres logran superar su situación una
proporción importante de hogares pasaran a ser pobres.
Hay, en consecuencia, una dinámica masa de familias a uno
y otro lado de la línea de pobreza que se rotan en sus
lugares. La pobreza se extiende así sobre una franja de
hogares vulnerables y la incorpora.

Objetivos para finalizar la pobreza en el siglo XXI
El irregular progreso en desarrollo es preocupante. Los flujos de
comercio y
capital que integran la economía global
pueden beneficiar a millones pero al mismo tiempo pueden
hacer que la pobreza y el sufrimiento continúen. En un
mundo integrado, las enfermedades, la
degradación ecológica, los conflictos
civiles y las actividades criminales son también
preocupaciones de carácter
global.
Agencias internacionales para el desarrollo, respondiendo a
preocupaciones sobre la pobreza a escala global, han empezado a
reexaminar las maneras en las que hacen negocios. Las
agencias internacionales para el desarrollo tienen más en
cuenta el impacto que el dinero
aportado, estableciendo objetivos en
ejecución. Al mismo tiempo las agencias internacionales
para el desarrollo están intensificando sus
responsabilidades y transparencias midiendo el progreso hacia
estas metas.
En mayo de 1996 el Comité de Asistencia para el Desarrollo
de la
Organización de Cooperación y Desarrollo
Económicos (OCDE) publicó Shaping the 21st
Century
, un documento político en el que se llamaba a
una asociación global para seguir una nueva estrategia en
desarrollo centrada en objetivos claves:

Para el bienestar económico:

  • La
    proporción de personas que viven en la pobreza extrema
    en los países en desarrollo debería reducirse al
    menos a la mitad entre 1990 y 2015.
  • Acelerar el crecimiento
    económico.
    El crecimiento es el arma
    más poderosa en la lucha para mejorar la calidad de
    vida. Un crecimiento más rápido
    requerirá políticas que estimulen la estabilidad
    macroeconómica, que muevan recursos hacia
    sectores más eficientes y que se integren con la
    economía global.
  • Mejorar la distribución del ingreso y de la
    riqueza. Los beneficios del crecimiento para los pobres pueden
    erosionarse si la distribución del ingreso empeora. Sin
    embargo, las políticas dirigidas a una mejor
    distribución del ingreso no se han entendido bien; por
    lo tanto, aprender más sobre el impacto de estas
    políticas sobre la distribución debe ser
    prioritario.

Para el desarrollo
social:
Acelerar el desarrollo social. Los indicadores
sociales se beneficiarán de los adelantos en el
crecimiento económico y en la distribución del
ingreso y de la riqueza, pero todavía queda espacio para
políticas que se centran en intervenciones que tienen gran
impacto sobre la salud y la
educación

La enseñanza primaria universal deberá
estar implantada en todos los países para 2015.
El avance hacia la igualdad entre
los géneros y el mayor poder de la mujer
deberán demostrarse con la eliminación para 2005 de
las disparidades entre los géneros en la enseñanza
primaria y secundaria.
La tasa de mortalidad de lactantes y niños menores de 5
años deberá reducirse entre 1990 y 2015 en dos
terceras partes respecto en todos las países en
desarrollo. La tasa de mortalidad materna deberá reducirse
en tres cuartas partes entre 1990 y 2015.
Todas las personas deberán tener acceso a servicios de
salud reproductiva a la edad que les corresponda a través
del sistema de atención primaria de la salud, a más
tardar para 2015.
Para sostenibilidad y regeneración del medio
ambiente:
Todos los países deberán estar aplicando para 2005
una estrategia nacional de desarrollo
sostenible a fin de que la actual tendencia a la
pérdida de recursos ecológicos se revierta
efectivamente para 2015 tanto en el plano nacional como en el
mundial.
Estos objetivos son expresados en términos globales pero
tienen que ser seguidos por cada país. Alcanzar estas
metas requerirá construir gobiernos efectivos y
democráticos, proteger los derechos humanos
y respetar las leyes. El
Banco Mundial
vigilará sistemáticamente el progreso realizado
hacia el cumplimiento de estos objetivos en los países a
los que ayuda.. 

Alcanzar los objetivos
El objetivo del
bienestar económico requiere la reducción a la
mitad de la proporción de personas que viven con menos de
un dólar al día para el año 2015. Una
reducción entre el 30 y 15 por ciento reducirá el
número de individuos pobres entre 1.3 billones en 1993 a
900 millones en 2015
¿Es esto viable? La pobreza del ingreso es una función
del crecimiento-si los ingresos de todos aumentan al mismo tiempo
que la economía, entonces cada año menos gente
tendrá ingresos por debajo de la línea de la
pobreza-y del extento en el cual los ingresos de los pobres
crecen cuando la economía se expande. Por lo tanto la
respuesta depende en las perspectivas de crecimiento y
distribución de ingresos.
Si los países continúan creciendo de la misma
manera que hicieron durante el período 1990-95 y todos se
benefician igualmente, entonces los objetivos globales para la
pobreza se realizarán. Algunos países no se han
desarrollado rápidamente, pero los países con la
mayoría de gente pobre-India y
China-sí lo hicieron. Si esto continua
así, los objetivos se realizarán.
De todos modos, las tendencias pasadas pueden ser un mal ejemplo
para predecir el crecimiento. Las predicciones hechas en enero de
1998 indicaban que la mayoría de las regiones iban a
alcanzar las metas. La excepción es África
Subsahariana, donde el crecimiento no va a ser suficiente.
También se tiene que tener en cuenta la
distribución del ingreso. Una mayor desigualdad en la
distribución del ingreso reducirá los
números de los que se benefician de los mismos promedios
de crecimiento. Mientras la distribución de ingreso tiende
a estabilizarse a través del tiempo, hay evidencia que la
desigualdad se estaba deteriorando en Asia del Este
antes de la crisis y que la desigualdad persiste en altos niveles
en África Subsahariana (particularmente en
Sudáfrica) y Latinoamérica.
Alcanzar los objetivos sociales no será fácil. Si
la tasas de mortalidad infantil siguen iguales a las de 1990, el
número de muertes infantiles será de 8,8 millones
en 2015. Alcanzar el objetivo de reducir la mortalidad infantil a
dos tercios requerirá llevar este número a un total
menor de 3 millones. Al mismo tiempo, lograr el objetivo de
matriculaciones primarias requerirá matricular en las
escuelas primarias a más de 200 millones de niños,
e incrementar un 41 por ciento de la actual situación
Las agencias internacionales deben trabajar con países en
vías de desarrollo para fortalecerles la capacidad de
observar el progreso en los resultados. Esto requerirá
asegurar que la infraestructura estadística en países claves sea
adecuada para realizar encuestas y analizar los resultados,
además de asegurar que hay capacidad para realizar
estudios participatorios y escuchar la voz de los pobres.
Alcanzar estos objetivos no va a ser fácil. Voluntad
política,
adelantos en educación femenina,
programas sanitarios y crecimiento del ingreso para todos pueden
hacer que los objetivos de mortalidad infantil y de
educación se alcancen. Si no es así, los costes
serán enormes.

 

 

 

Autor:

ZeTa MDQ

Partes: 1, 2
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