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ARTISTAS: ¡SALVEN EL PLANETA




Enviado por jdc



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2.
    Bibliografía

    1. Introducción

    El hombre siente
    hoy en día en forma aguda la oposición entre el
    inmenso progreso de la técnica y la evidente deficiencia
    moral de la
    humanidad. Cuanto más se acelera el primero, más se
    agranda la brecha entre el querer y el poder. La
    crueldad de las guerras y las
    revoluciones en el curso del siglo XX evidencia claramente que
    el hombre no
    ha progresado moralmente. El hecho de que, por ejemplo, medio
    siglo después de la segunda guerra
    mundial, la humanidad no llega a establecer una
    situación de paz duradera, constituye por si sola una
    demostración elocuente de la impotencia de los
    responsables.
    En la actualidad estamos asistiendo a un espectáculo
    perturbador: atentados terroristas, rumores de guerra
    nuclear, bacteriológica, etc. Estas locuras bélicas
    pretenden llevar a la humanidad hacia el holocausto final, aunque
    hasta los niños
    de las escuelas primarias tienen conciencia cabal
    de que una tercera guerra mundial,
    jamás permitiría vencedores, vencidos ni neutrales.
    Toda la vida del planeta desaparecería y la que llegara a
    sobrevivir, clamaría por la muerte.
    Frente a ese espectáculo, nace en nosotros el sentimiento
    del absurdo. La tecnología, en vez de
    dar seguridad,
    inspira un terror y una incertidumbre que socava la fuerza.
    El progreso de la técnica, que ha sacado al hombre de su
    aislamiento de otros tiempos, conduciéndolo
    mecánicamente hacia la uniformidad, le reclama, bajo la
    amenaza de un cataclismo, una urgente y radical
    rejerarquización de los
    valores.
    El hombre
    contemporáneo concentra sus esfuerzos sobre el desarrollo y
    la
    educación del intelecto. Es por la continuidad de ese
    desarrollo que
    el hombre deviene lo que se llama un "intelectual". Sin embargo,
    los recursos del
    intelecto, que le permiten hacer milagros en el dominio de
    la ciencia
    racional están limitados a eso. Los trabajos de Kant y de Virshow
    han demostrado que el campo de acción del intelecto humano
    está, por así decir, rodeado de un muro
    impenetrable.
    Mientras la instrucción es el centro de las preocupaciones
    de las familias y de los poderes públicos, el desarrollo
    de la emotividad, está casi totalmente librado al azar. En
    la civilización contemporánea esto lleva a un
    extraordinario empobrecimiento de la vida afectiva. La vida
    emotiva, privada de una formación metódica, es para
    el hombre una fuente de imprevistos raramente agradables y menos
    todavía felices y cuyas consecuencias son, en general,
    difíciles de llevar. No es exagerado decir que la vida
    emotiva ocupa en la
    personalidad del hombre la posición de pariente pobre.
    Y, sin embargo, es solo por el desarrollo apropiado de esta
    esfera que el hombre puede abrir una nueva fuente de
    energía moral, cuya
    necesidad para él es tan apremiante. Por ello, debe
    descubrir rápidamente un método
    práctico para educar positivamente la vida emotiva de los
    seres humanos y de esta forma alcanzar un equilibrio
    entre el plano moral y el progreso técnico. Una forma
    posible de lograr este objetivo es
    orientar los esfuerzos de los artistas hacia un ideal moral
    común.

    El arte es por
    excelencia un fenómeno de sociabilidad, puesto que
    está fundado en las leyes de la
    simpatía y de la transmisión de ideas, emociones,
    sentimientos y sensaciones.
    La historia nos
    enseña el efecto civilizador de las artes sobre las
    sociedades, o
    a veces, por el contrario, sus efectos de disolución
    social. Si un Napoleón arrastró voluntades, un
    Beethoven no lo hizo menos.
    Los móviles que empujan a las masas a la acción,
    permanecen a menudo en estado latente
    en el "inconsciente colectivo de los pueblos", durante siglos,
    incluso milenios. Los elementos de estos móviles pueden
    acumularse allí en formas de recuerdos crepusculares de
    brillantes victorias, aspiraciones o desquites después de
    los fracasos o rebeliones. Aunque borrada de la memoria
    directa de los pueblos, la conciencia-reminiscencia de estas aspiraciones
    personales permanece en los recónditos lugares de la mente
    del ser humano. Y en parte constituye lo que llamamos, en el
    más amplio sentido, el "espíritu de los pueblos".
    Cuando aparece un artista o un líder
    que encarna esa parte del inconsciente colectivo, comunica a las
    fuerzas latentes que encierra, si apela a ellas, un carácter
    dinámico; y si las masas lo siguen, es porque cada uno
    responde de hecho al llamado desde las profundidades de su propio
    inconsciente.

    El arte nace con la
    reflexión, la cual se encarga de decodificar los recuerdos
    individuales o colectivos. El recuerdo de lo que ha experimentado
    o visto antes de ser artista de profesión, es el piso
    más sólido sobre el que trabaja el artista. Las
    emociones y
    los sentimientos pueden ser alterados por la profesión,
    pero no los recuerdos, en especial, los que corresponden a la
    niñez o la juventud.
    Estos guardan toda su lozanía y es con estos materiales,
    con los que el artista construye sus mejores obras.
    Goethe decía: "Precisamente por la realidad es como el
    poeta se manifiesta, si sabe discernir en un sujeto vulgar un
    lado interesante". El realismo bien
    entendido consiste en tomar de las representaciones de la vida
    habitual lo interesante, despojándolo de las asociaciones
    vulgares, disociando lo real de lo trivial. Se trata de devolver
    la frescura a sensaciones marchitas, de encontrar algo nuevo en
    la vida de todos los días, de hacer brotar lo imprevisto
    de lo habitual, y para ello el único medio verdadero es
    profundizar lo real, ir más allá de las superficies
    en que se detienen habitualmente nuestras miradas, rasgar el velo
    formado por la confusa trama de todas nuestras asociaciones
    cotidianas que nos impide ver los objetos tal como son.
    Vivimos en un período de hiperintelectualismo. Se
    sobreestima la instrucción, la
    organización racional, la inteligencia
    concreta que ofrece resultados inmediatos, tangibles, y se
    descuida la vida interior, el estudio de uno mismo. Los artistas,
    demasiado centrados en las producciones de los grandes maestros,
    pierden de vista las fuentes a las
    que han recurrido y que hacen pasar sus obras por un continuo
    soplo vital. A menudo creen haber creado, mientras que no han
    hecho más que imitar. Ignorando las leyes de la vida,
    las representaciones de los maestros son adaptadas a su propio
    nivel. Es necesario vincular el arte a estas "fuentes vivas"
    y reaccionar contra todo lo que tiende a apartarlo de estas leyes
    naturales, materiales y
    espirituales.
    Sucede también con demasiada frecuencia, que formas
    creadas por los maestros han sido empleadas y explotadas teniendo
    en cuenta la creación formal, privada de la vida que las
    engendró; y algunos teóricos, colmados de
    espíritu científico, se han considerado autorizados
    para deducir leyes sólo de las fórmulas, sin tener
    en cuenta la vida que éstas ocultan.
    No siempre es fácil obtener de las "fuentes vivas" un
    beneficio inmediato para el arte y por ende para la sociedad, pero
    los grandes maestros lo han logrado. No es, sin embargo, un
    privilegio reservado únicamente a los grandes creadores,
    aunque les ha sido otorgado gracias a su amor a la
    vida, su perseverancia y sinceridad.
    De acuerdo a Platón,
    los griegos adoptaron la música como parte
    esencial de la educación debido a
    que inspira amor a lo
    noble y odio a lo mezquino, aunque reconocían que para
    alcanzar tal fin, debía haber detrás de ello un
    propósito moral. Sólo llamaban música a los sonidos
    que provocaban los sentimientos morales más elevados,
    llegando, como dice Platón, al
    alma para educarla en la virtud. Los demás sonidos no se
    llamaban música, sino amusia.
    Actualmente se sabe que determinadas obras musicales nos
    sugestionan para sentir y pensar según sus características. Una marcha fúnebre
    nos entristece, una marcha guerrera excita el ánimo. El
    ritmo influye, principalmente sobre nuestra fisiología. En la antigüedad los
    agricultores y sobre todo los marineros, cantaban canciones cuyo
    ritmo preciso debía regular sus movimientos y así
    facilitar el
    trabajo.
    Se sabe, por otro lado, que a través de haces de colores, o por el
    colorido de un ambiente se
    puede, por ejemplo, provocar disposiciones anímicas de
    alegría o tristeza, acelerar o decrecer el rendimiento en
    el
    trabajo.

    Los mensajes
    subliminales también pueden afectar nuestros
    pensamientos o emociones por medio de estímulos visuales y
    / o auditivos. Al haberse comprobado esto, se redactaron leyes
    para su prohibición. La palabra subliminal (del
    latín: sub: bajo y limen: umbral), se refiere a la
    transmisión de un mensaje destinado a llegar al oyente
    justo por debajo del umbral de su conciencia. Muchos conocedores
    del tema han calificado a este fenómeno, como una
    invasión o violación de la conciencia;
    término adecuado, si tomamos en cuenta que una parte de
    nuestra mente recibe mensajes que escapan a los sentidos
    externos y penetran en el inconsciente invadiendo su
    intimidad.
    Los colores y los
    sonidos poseen de por sí y aisladamente un significado
    simbólico que obra aparte de la intención
    artística. Cada uno tiene un carácter
    propio, y representa una fuerza que la
    misma naturaleza coloca
    en una relación simpática con ciertas disposiciones
    de ánimo.
    Pitágoras enseñó a sus discípulos a
    curar enfermedades
    por medio de sonidos, y les mostró la relación que
    existía entre la belleza de las formas geométricas,
    los astros, los colores y las notas musicales.

    Las teorías
    de Platón y Pitágoras, que relacionaban el equilibrio de
    las proporciones musicales con el ánimo, se extendieron
    durante el medioevo en la arquitectura, y
    la proporción áurea se reflejó en muchos
    edificios. Los artistas de esa época tenían muy
    presente la correspondencia entre las diferentes artes, y era muy
    frecuente que planteamientos musicales, arquitectónicos y
    pictóricos se relacionaran entre sí.

    Los artistas actuales deberían investigar estas
    teorías, las cuales tenían como
    motor principal
    la
    educación moral y espiritual de los pueblos. A este
    respecto, un trabajo muy importante fue realizado a principios del
    siglo XX por Saint-Yves D` Alveydre. Su obra lleva el
    título "El arqueómetro". Esta reintegra todas las
    artes a una síntesis
    común y, al mismo tiempo, da la
    clave de las adaptaciones religiosas y científicas de la
    antigüedad. "El Arqueómetro" aporta una guía
    para construir conforme a nuevas reglas; es una invitación
    al trabajo con medios nuevos.
    Deja a cada artista toda su originalidad, dándole una base
    científica.
    El fondo vivo del arte está constituido por ideas, y
    después por emociones, sentimientos y sensaciones.
    Transmitir verdades o ideas consideradas como verdades con un
    propósito moral o espiritual estéticamente, es el
    objeto del arte en estos tiempos. Lo que lo anima en esas
    circunstancias son las emociones, los sentimientos y las
    sensaciones que despiertan las verdades o ideas que ocupan
    nuestra atención en el transcurso del proceso. Las
    ideas simples son las más difíciles de captar por
    causa de la extrema complejidad de la mente que nos incita a
    complicarlo todo. Sin embargo, las ideas y las fórmulas
    simples son las que más importan en la vida. Las emociones
    como movimientos en si, sin contenido, no son objeto de la
    creación artística.
    El mundo en que vivimos tiene necesidad de belleza para no caer
    en la desesperanza. La belleza llama a lo trascendente y es en
    cierto sentido la expresión visible del bien. A este
    respecto escribe Platón: "la potencia del bien
    se ha refugiado en la naturaleza de lo
    bello". La belleza moral es dictada y apreciada por la conciencia
    y se refleja en la intención de las acciones
    personales.
    Las artes plásticas contemporáneas tienen sin duda
    un lugar asegurado en la historia, ya que se
    desentienden de todo lo superfluo y falso para aprisionar la
    belleza de las formas nuevas por un camino simple y claro. Pero
    junto con todas estas expresiones de la belleza, han proliferado
    una multitud de obras que en no pocos casos, lejos de expresar
    belleza, sólo muestran desorden y el absurdo de la vida de
    sus autores. Estos "artistas", instalan en el arte los
    símbolos de lo negativo, es decir el terror, la vulgaridad
    y la fealdad física y espiritual,
    que quiere rostros y cuerpos deformados hasta la monstruosidad. Y
    no sólo pactan con la fealdad, sino que la admiran si es
    estilizada. La búsqueda de estos "artistas", no es
    más la de la belleza o la verdad, sino la de lo nuevo a
    cualquier precio,
    ¡tan grande es el miedo a ser sobrepasado!.

    Es una pena ver como un desenfrenado afán de
    originalidad y libertad de
    expresión frustra a noveles artistas,
    encerrándolos en una factura
    absurda y sin sentido, que más que belleza denota
    "anormalidad psíquica". Tal originalidad, en la
    mayoría de los casos, no es sino un recurso para suplir la
    ausencia de poder de
    creación. De hecho vemos cuan rápidamente envejecen
    ciertas realizaciones de la arquitectura, la
    pintura, la
    literatura y la
    música contemporáneas, ya que no condicen con
    nuestra época ni llegan al alma del hombre actual.
    Más aún, pareciera que muchas obras de hoy se
    presentan como mucho más viejas y anticuadas que las obras
    clásicas y, en forma general, las antiguas ubicadas en su
    época, conservan una perenne y fresca hermosura. El objeto
    del arte, que exterioriza las fealdades, las miserias y las
    limitaciones, es el de provocar principalmente "sensaciones
    intensas" para obtener rápidamente el éxito
    por la curiosidad, la piedad, la risa o el escándalo.
    Además de promover lo más bajo de la naturaleza
    humana, es evidente que la vista constante de cuerpos, rostros
    deformados y miseria moral, no podría tener otro efecto
    que aumentar la fealdad psíquica y física del hombre
    actual y de las generaciones futuras. El "arte" de los
    símbolos de lo negativo, aumenta el número de
    inadaptados sociales, incita a la delincuencia,
    al alcoholismo y
    a los estupefacientes que culminan con el suicidio moral en
    un cuerpo viviente.
    Lo mismo sucede en la música contemporánea, donde
    en algunos casos se prescinde no sólo de la
    melodía, sino también del ritmo y de la
    armonía; todos los elementos carecen de unidad y se
    presentan como una desenfrenada irrupción de ruidos. Al no
    representar ninguna norma vital, estos "sistemas"
    musicales se prestan a la expresión de sentimientos y de
    estados de alma morbosos. Para justificar tales obras, sus
    autores y críticos dicen que ellas son la expresión
    del alma contemporánea, insegura y atormentada, sin fe ni
    esperanza.

    La música moderna popular, producto de
    consumo
    masivo, en general, ha abusado excesivamente de los valores
    plásticos
    (relaciones sutiles entre los elementos agógicos y
    dinámicos ayudados por el timbre), entregándose a
    veces a evocaciones fisiológicas de una vulgaridad
    desvergonzada. Sus ritmos producen frecuentemente una
    excitación corporal, que de la alegría o la simple
    satisfacción puede llegar hasta la embriaguez, lo que
    provoca un desdoblamiento de la personalidad.
    Estos ritmos, muchas veces van acompañados por cantos que
    expresan ideas, sentimientos o estados anímicos negativos,
    causando desequilibrio nervioso en el estado
    físico y mental del hombre. Como decía
    Stéphen-Chauvet : "Resulta de ello una verdadera ebriedad,
    con exaltación sensorial, exaltación de la
    imaginación y disgregación de la
    personalidad. Esta, en efecto, se transforma y se fusiona con
    la de los compañeros y la de los espectadores, y en
    consecuencia, se convierte en un simple elemento de una entidad
    colectiva episódica: una multitud en estado de
    embriaguez saltarina". En definitiva, convierte a los oyentes que
    se prestan a ello, a los jóvenes principalmente, en
    autómatas, porque en ese momento se paraliza el proceso mental
    de su conciencia. Llegado a ese punto, se los puede inducir
    fácilmente hacia el sexo, el
    alcohol, la
    droga,
    etc.

    El origen de este tipo de "música" se encuentra
    en las tribus africanas, lo mismo que los ritmos sincopados, que
    se utilizan en el vudú, tal como se practica en
    Haití, dentro de un repertorio completo de ritos de
    copulación, encantamientos y conjuros. De ahí
    fueron obtenidos, con el fin de reproducir lo más
    fielmente posible, los ritmos sucesivos que conducirán a
    los oyentes a un placer sexual completo.
    La intensidad del sonido elevada a
    20 decibeles sobre el límite de tolerancia del
    oído
    humano, es un asalto deliberado y directo sobre la persona. El fin
    perseguido es exaltarla y paralizar su conciencia,
    sumergiéndola en un océano sonoro.
    El arte en general, persigue dos fines distintos: por un lado
    trata de producir sensaciones y por otra parte, fenómenos
    de inducción psicológica conducentes a
    ideas, sentimientos y emociones. Estos fenómenos de
    inducción, son los que hacen al arte
    expresivo. Si el arte se refiriese sólo a provocar
    sensaciones, su dominio
    podría limitarse a un sistema de reglas
    técnicas.
    Es menester en el arte preservar ante todo la vida, y no la
    perfección del detalle. Buen número de profesores
    han insistido en el valor de la
    conciencia de los detalles de la técnica. Muchos han ido
    demasiado lejos, alentando una actitud
    cerebral desfavorable para la práctica artística.
    Aquellos que tienden únicamente a la técnica pura,
    pierden de vista el sentido profundo del arte. A menudo el
    virtuosismo tan solo compensa la falta de vida interior, y crea
    asociaciones superficiales y automatismos nefastos para la
    comprensión de la obra. Ahora, la técnica tomada
    como medio y no como fin, es de un gran valor ya que
    apela a cualidades estimables y hasta necesarias:
    precisión, voluntad, resistencia,
    búsqueda de la perfección aunque sólo sea
    formal; exige flexibilidad, fuerza y memoria.

    El arte, tiene como último fin producir la
    convicción, tal como la elocuencia, y el medio más
    sencillo para conseguirlo es siendo veraz. El artista es libre de
    mentir, pero en nuestros días, donde prevalece el
    espíritu crítico, la falsedad se hace visible y
    quita fuerza a las representaciones evocadas. La ficción
    se tolera sólo cuando expresa una idea verdadera. El tema
    manifiesta el espíritu que creó la obra entera. El
    poder del idealismo
    existe bajo la condición de que no se apoye en la
    ficción, sino sobre una aspiración intensa y
    perdurable. El lenguaje
    del arte que resiste el paso de los siglos, es una forma de
    oración que testimonia y da fe de las creencias del hombre
    en cada momento histórico.

    Sólo un ideal moral o espiritual puede expresar
    en el Arte la esencia de la vida. Pero es necesario para ello
    "creer en la vida". La rectitud moral, la humildad, la
    concentración espiritual, el alejamiento de los goces de
    los sentidos y
    del atractivo de las cosas materiales que distraen y perturban la
    simplicidad del corazón,
    constituyen el mejor medio para la maduración del artista.
    La creación y el grado de sensibilidad artística,
    no son el resultado de un momento esporádico de
    exaltación emotiva o espiritual, sino de la experiencia y
    de la organización de la vida del artista.
    Todo arte verdadero tiene sobre la sensibilidad un efecto
    tónico y reactivo, enciende en el alma la alegría,
    es decir, el sentimiento de la fuerza acrecentada. Nos da
    también el sentimiento inmediato de la vida más
    intensa y expansiva a la vez. La contemplación del arte
    verdadero, acompañada por una simultánea
    introspección y proseguida con un espíritu que
    podría calificarse de religioso, sería un poderoso
    factor para el mejoramiento de la raza humana en todos los
    niveles. Y cuanto más elevado sea el nivel de
    contemplación, más grande será la influencia
    de este factor. No podría dudarse que a la larga, las
    impresiones producidas en las mujeres embarazadas por la belleza
    artística tendrían efecto sobre sus hijos.
    Es preciso entonces que los artistas de todo el mundo se unan en
    un esfuerzo solidario para proyectar estéticamente ideas o
    verdades conducentes a una vida moral y espiritual más
    elevada, que despierten en la sociedad
    emociones y sentimientos superiores. Y deben hacerlo con
    alegría al servicio de la
    causa, subordinando a esta sus propios intereses. Esta
    última condición es imperativa.

    La meta sólo puede ser alcanzada por un trabajo
    metódico y continuo. La particularidad de esos esfuerzos
    está colocada bajo el signo del despertar de la
    afectividad del artista, por un trabajo consciente sobre si
    mismo. Este despertar, esta llama, es la condición expresa
    y el punto de partida hacia el éxito.
    Sin embargo, este trabajo sobre si, teniendo por meta la evolución moral y espiritual de él
    mismo y de la sociedad, no puede ser cumplido en el vacío,
    es decir, no puede ser realizado por medios
    egoístas. Si permanece sin aplicación
    práctica, esta fuerza de tensión encendida se
    disipará. Porque toda fuerza exige un punto de
    aplicación definido, sin lo cual ella se descompone y
    dispersa. Para que esa fuerza pueda ser aplicada, el artista debe
    ser útil. Es así que comenzará su tarea, es
    decir que pasará de las palabras y las aspiraciones a los
    actos.

    Las repercusiones imaginables de su aplicación
    oportuna serían: en primer lugar, la violencia en
    todas sus formas se hallaría evidentemente rechazada hacia
    la inmoralidad. Sanaría poco a poco a los individuos y a
    los pueblos, tanto si su mal es el complejo de inferioridad o de
    superioridad, y condenaría en forma definitiva al
    prejuicio racial.
    Juiciosamente aplicado ese principio impediría a los
    "Poderes del mundo" –ciertos medios industriales y
    financieros- comprometer a los pueblos en la guerra.
    Además al estigmatizar el prejuicio racial, rebajando la
    soberbia de algunos, no resentirá más el orgullo de
    otros, y un equilibrio natural tenderá así a
    reestablecerse.
    Actualmente es necesario que los gobiernos instauren un
    "Ministerio", o una "Facultad", que estudie las influencias
    fisiológicas y psicológicas del arte, en donde
    también se formen y desarrollen científicamente las
    aptitudes emotivas, es decir la vida del corazón y
    de los sentimientos.
    Toda nuestra educación está
    orientada hacia el desarrollo del intelecto, y deja la
    formación de la emotividad librada al azar. No es para
    sorprenderse, entonces, que con la edad, abandonado a su suerte,
    la esfera afectiva del hombre degenere de más en
    más. Porque lo que no crece y se desarrolla cae, por este
    hecho en la degeneración. No es exagerado decir que las
    emociones negativas constituyen el principal factor del
    envejecimiento y después de la muerte,
    generalmente prematura de los seres humanos. Los efectos directos
    de las emociones negativas son siempre destructores, atentan
    contra la salud,
    provocan discordia en las familias y dan a las masas humanas
    impulsos que las empujan a excesos, guerras o
    revoluciones.

    En la hora actual no faltan los medios materiales para
    organizar racionalmente la vida política y social de
    la humanidad y alcanzar una paz duradera, porque esos medios
    están allí; lo que falta en este campo es la
    inteligencia
    profunda de las cosas y una conciencia planetaria. La clave para
    cambiar favorablemente esta situación se halla en
    "promover lo bello del arte", con el fin de elevar la moral y el
    espíritu de los seres humanos, para hacer frente a las
    contingencias actuales y superarlas. Precisamente en ese sentido
    Dostoievski ha dicho que "la belleza salvará al
    mundo".

    Los medios masivos de comunicación, que han acercado el arte y
    principalmente la música a millones de seres, pueden
    prestar una ayuda substancial a la causa, si cumplen con su
    misión
    más noble y elevada que es la "fecundación del alma". Estos medios
    influyen poderosamente en las masas, y, en general, los gustos de
    éstas dependen, entre otros factores, de lo que se fija en
    su conciencia por la repetición. Los medios masivos de
    comunicación deberán entonces
    reconocer sus obligaciones
    frente a la comunidad, y
    asumir nuevas responsabilidades a favor de la educación de
    las masas.
    Es urgente la necesidad de un equilibrio internacional en el
    plano moral y espiritual, en esta era caracterizada por la
    superabundancia de las fuentes de energía, que haga
    racional y eficaz la
    organización de la sociedad humana a escala
    planetaria. La no realización de este equilibrio
    culminaría con un desgarramiento del alma colectiva de la
    humanidad entera, a instancia de divisiones parciales que ya se
    producen en diferentes partes del mundo y de lo que somos
    testigos, víctimas o artesanos desde la primera guerra
    mundial. La llave de la paz real y de la prosperidad depende
    de este equilibrio que debe ser buscado y encontrado en el plano
    moral y espiritual. Inmenso es el esfuerzo a realizar para
    conjurar ese destino y corto el tiempo para
    llevarlo a buen término. Si no se logra rápidamente
    un equilibrio, nos espera el cataclismo final.
    MAIL
    salvenalplaneta[arroba]yahoo.com.ar

    2.
    Bibliografía

    BARRENECHEA, Mariano: Historia estética de la música.
    BASURCO Francisco: El canto cristiano en la tradición
    primitiva.
    BERNARD, R. G.: La religión y el
    arte.
    DERISI, Octavio: Lo eterno y lo temporal en el Arte.
    GARCÍA MARTÍNEZ: Crisis y
    revolución
    en el arte de hoy.
    GUYAU, José: El arte desde el punto de vista
    sociológico.
    HANSLICK Eduard: De lo bello en la música.
    HURTADO, Leopoldo: Introducción a la estética de la música.
    JUAN PABLO II: Carta del Santo
    Padre a los artistas.
    KANDINSKY, Vassily: De lo espiritual en el arte.
    LALO, Charles: Estética musical científica.
    MOURAVIEFF, Boris: Gnosis Tomo I.
    MOURAVIEFF, Boris: Gnosis Tomo II.
    MOURAVIEFF, Boris: Gnosis Tomo III.
    QUERALTÓ, Jenny: Mensajes que no llegan a la
    conciencia.
    REDFIELD, John: Música: ciencia y
    arte.
    RIEMANN, Hugo: Estética musical.
    ROMANIUK, Pedro: Babilonia.
    SAINT – YVES D´ALVEYDRE: El arqueómetro.
    SCHONFIELD, Hugh: El nuevo testamento original.
    SCIACCA, Giusseppe María: El niño y el folklore.
    STOKOWSKI, Leopold: Música para todos nosotros.
    STRAWINSKY, Igor: Poética musical.
    TOBAR , Dolores: El rock es en verdad
    portador de mensajes
    subliminales.
    VEGA, Carlos: La ciencia del
    folklore.
    WIBBERLEY, Brian: Música y religión.
    WILLEMS, Edgar: El ritmo musical.
    WILLEMS, Edgar: El valor humano en la educación
    musical.
    WILLEMS, Edgar: Las bases psicológicas de la
    educación musical.
    WOODWORTH, Wallace: El mundo de la música.

     

     

     

    Autor:

    Daniel.

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