Estamos entrando a un nuevo milenio, un nuevo mundo, con
nuevas
tecnologías, donde la
globalización cada vez gana mas terreno, las religiones son cada vez mas
rechazadas, en donde el individualismo hedonista predomina en las
sociedades.
¿Se puede decir entonces que estamos entrando a un mundo
sin valores, sin
sentido, a un mundo sin alma?
Nada es más común cuando se habla del
Tercer Milenio que evocar el hundimiento de la moral, la
crisis de
sentido y los valores.
La idea, por supuesto, no es nueva, por cuanto reconduce la
temática del nihilismo moderno y lo relaciona con la
extensión del neoliberalismo
y con el individualismo posmoderno. Las lógicas
económicas y culturales del universo
individualista conducirían ineluctablemente a la guerra de
todos contra todos, al cinismo, al egoísmo generalizado, a
la degradación de las relaciones sociales, en resumen, a
una sociedad sin alma, ni fin ni sentido.
Tan solo observando nuestra realidad, damos
afirmación a lo recién mencionado, con la
multiplicación de los casos de corrupción, la delincuencia
en alza, los nuevos guetos urbanos, la guerra económica,
la indiferencia hacia los países del Tercer Mundo, entre
otras. Todo esto forma parte de una de las caras del
individualismo posmoderno. De hecho, la extensión del
individualismo coincide con un refuerzo de la legitimidad de los
valores humanistas y democráticos, así como con una
creciente exigencia de transparencia y de responsabilidad individual.
Ahora bien, cambiando el punto de vista, y comparando
las sociedades según el tiempo,
observamos a la esclavitud, hace
no mucho tiempo, como algo normal; vemos a las sociedades de
sangre regidas
por el honor, la venganza y la crueldad que han dejado paso
progresivamente a sociedades profundamente controladas en la que
los actos de violencia
interindividual no cesan de disminuir, que el uso de la fuerza
desprestigia al que lo hace, que la crueldad y las brutalidades
suscitan indignación y horror, que el placer y la
violencia se separan; vemos que estamos en un proceso de
civilización o de suavización de las costumbres
reflejadas por la fuerte disminución de crímenes de
sangre, por la desaparición de la practica del duelo y la
decadencia del infanticidio, por la renuncia de la atrocidad de
los suplicios corporales, por la alta disminución de
numero de penas de muerte y
ejecuciones capitales.
Vemos entonces que estamos entrando en una nueva era,
el
postmodernismo, porque si bien vemos que los valores han
progresado a medida que pasa el tiempo hasta llegar a nuestros
días, en esta nueva era vemos que estamos en retroceso,
con una tendencia a la desvalorización
El anhelo de valorizarse impulsa a todo hombre a
procurar superarse, a vencer dificultades y defectos personales,
a crearse un nombre y a realizar algo grande. En su interior se
da cuenta en qué consisten los auténticos valores y
que constituye apariencias vanas. Nunca se puede sentir
plenamente satisfecho cuando se recubre con vanidades de este
mundo. Las puras apariencias terminan siempre por aburrirlo.
Cuando una persona posee
como dominante la pasión por el Orgullo, cae en la
tibieza, la mediocridad y deja de sublimar su pasión, es
decir deja de valorizarse a partir de auténticos valores,
comienza a sentirse vacío. Su impulso natural hace que le
de la máxima importancia al sentirse valorado; cuando no
experimenta esto instintivamente comienza a compararse con otros,
a sentirse interiorizado, se pone tenso, surge un sentimiento de
inferioridad. Sin embargo, es imposible para él subsistir
sin un cierto sentimiento de autovalorización, sin tener
conciencia
vivencial de su valor propio.
De ahí, entonces, que brota en forma espontánea la
tendencia de compensar la ausencia de valores genuinos. Se crea
él mismo algo que no es, ya sea inventándose
valores y realizaciones que no posee, ya sea rebajando a los
demás. Se sumergen en terribles complejos de inferioridad
y adquieren un autentico sentimiento proletario de la
vida.
En conclusión, estamos entrando a una nueva era
en la que los valores se están perdiendo pero que si
enfocamos la mirada en el cristianismo,
podríamos ver allí los verdaderos valores y
aprender ser hombres recios, con principios
sólidos, generosos, con ideales propios que le den un
sentido a la vida.
Bibliografía
Gilles de Lipovetsky, "La Era del Vacío", Ed.
Anagrama, España,
Diciembre 2000
http://www.jornada.unam.mx/2000/jun00/000617cul4html
http://www.pri.org.mx/publicaciones/examen/numeros/2000/130/p27n1.htm
http://www.el-mundo.es/larevista/num177/textos/mile.html
http://www.uia.mx/ibero/noticias/nuestracom/00/nc79/3.html
http://www.uia.mx/ibero/noticias/nuestracom/00/nc84/4.html
Juan Pablo Villani
Gilles de Lipovetsky