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Las virtudes y la prudencia




Enviado por andres_fabian



    Indice
    1.
    Introducción

    2. Areté
    3. Las virtudes.
    4. De la gracia del Espíritu Santo
    a las virtudes.

    5. Conclusión.
    6. Bibliografía.

    1.
    Introducción

    Este trabajo está organizado de la siguiente
    manera: Primero hago una aproximación a la Virtud, pasando
    casi inadvertidamente a la diferenciación de las Virtudes,
    mientras que luego me detengo en una de las virtudes cardinales:
    la Prudencia, aquí la desarrollo
    tomando varios autores, principalmente Santo Tomás, con la
    pregunta ¿qué es la prudencia?, para después
    pasar a descubrir el camino que nos propone el padre
    Angélico y finalmente el papel de la
    Gracia del Espíritu Santo en relación a las
    virtudes.
    El deseo de responder a varios interrogantes me llevo a
    investigar sobre este tema, o sea, aparte del objetivo
    principal que tiene como final de una materia. Con
    esto me gustaría aclarar que hay varios autores mezclados
    (citados al pie) por lo que antes mencionaba, pero que me
    ayudaron a ir divisando a través que avanzaba el trabajo la
    importancia de la virtudes en nuestra vida.

    2.
    Areté

    La virtud en general: Es un "hábito operativo
    bueno"; definición completa pero densa: el termino
    hábito significa una cualidad permanente que no se pierde
    con facilidad; operativo quiere indicar a que esta ordenado el
    hábito de la virtud, perfecciona el sujeto directamente
    para que este pueda realizar mejor su actividad propia; bueno
    podría parecer innecesario: el acto de toda potencia es
    bueno, porque no es más que una realización de su
    propio dinamismo natural. Este nunca podría ser malo.
    Aquí entendemos bueno en sentido pleno: el acto no es
    bueno solo respecto de la potencia, sino respecto de todo
    el hombre.
    Este es una persona que
    tiende a su propia perfección: para alcanzarla no puede
    permitir que cada potencia actúe de modo independiente,
    sino que debe regularla para el pleno y armónico
    desarrollo de su personalidad.
    La acción será completamente buena solo si ayuda al
    hombre a
    realizar su perfección humana. Además, el hombre,
    al ser una persona creada, solo puede ser perfecto en la
    adhesión perfecta a Dios.
    En el Bautismo Dios infunde en el alma, sin ningún merito
    nuestro las virtudes, que son disposiciones habituales y firmes
    para hacer el bien. Las virtudes infusas son teologales y
    morales. Las teologales tienen como objeto a Dios, las morales
    tienen como objeto los actos humanos buenos.
    Si recurrimos al vocabulario de teología podemos afirmar
    que, el hombre perfecto, no es el que se esfuerza por ser tal,
    sino que el que busca a Dios para alcanzarlo; sigue el camino que
    Dios mismo trazó y que es el único por el que se
    puede desarrollar y realizar como persona e hijo de Dios; esta
    actitud
    fundamental se expresa por la formula andar con Dios. Esta
    actitud es la que hace de Noé un hombre integro contrario
    a los malos que lo rodean. La virtud consiste en una viva
    relación con Dios, en una conformidad de sus palabras, en
    una obediencia a sus voluntades, en una orientación
    profunda y estable hacia Él; esta relación hace al
    hombre justo; esta fidelidad en seguir el camino del Señor
    es la virtud fundamental que Abraham deberá enseñar
    a sus hijos, y cuya práctica es la condición de la
    alianza. En el corazón se
    halla la raíz de la virtud. En él deben grabarse
    las palabras de Dios para que sean en él el principio de
    fidelidad amante que es el alma de toda virtud.
    "todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de
    amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de
    elogio, todo eso tenedlo en cuenta".
    La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el
    bien. Permite a la persona no solo realizar actos buenos, sino
    dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles
    y espirituales, la persona virtuosa tiende al bien, lo busca y lo
    elige a través de acciones
    concretas.

    3. Las
    virtudes.

    Las virtudes teologales son tres: Fe, Esperanza y
    Caridad, mientras que las morales o cardinales son cuatro:
    prudencia, justicia,
    templanza y fortaleza.

    Virtudes Teologales.
    Fe: es la por la cual creemos en Dios.
    Esperanza: Por ella esperamos y deseamos de Dios, con una firme
    confianza, la vida eterna y las gracias para merecerlas.
    Caridad: Es por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a
    nuestros prójimos como a nosotros mismos.

    Virtudes Cardinales.
    Prudencia: Dispone de razón práctica para discernir
    nuestro verdadero bien y elegir los medios justos
    para realizarlo.
    Justicia: Consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios
    y al prójimo lo que le es debido.
    Fortaleza: Asegura la firmeza y la constancia en la
    práctica del bien.
    Templanza: Modera la atracción hacia los placeres
    sensibles y procura la moderación en el uso de los
    bienes
    creados.
    Tomando la "vida espiritual" de Servais pinckaers, nos
    dirá que: Las virtudes son actitudes
    firmes que nos hacen actuar buscando lo mejor y tender hacia la
    perfección que nos conviene a nuestra persona y a nuestras
    obras. En una palabra: las virtudes nos permiten ejercer
    plenamente nuestro oficio de hombre. Solo la experiencia revela
    verdaderamente lo que pueden ser estas cualidades
    dinámicas. Recordemos que las virtudes así
    entendidas no son simples hábitos, una especie de
    mecanismo psíquico formado en nosotros mediante la
    repetición de los mismo actos materiales,
    que disminuirían el compromiso personal; son
    propiamente "hábito", disposiciones a obrar cada vez mejor
    obtenidas por una sucesión de actos inteligentes y
    libres.

    Una virtud especial.
    La prudencia.
    Después de haber desarrollado brevemente las virtudes en
    general me detengo en la virtud llamada por Santo Tomás
    "virtud especial": La prudencia.
    Para tratar de dilucidar la significación de esta virtud
    recurrimos a varias fuentes con la
    pregunta: ¿Qué es la Prudencia?

    • La prudencia es una virtud de la razón, no
      especulativa, sino práctica: la cual es un juicio, pero
      ordenado a una acción concreta. Así, por ejemplo
      será tarea de la prudencia saber juzgar si en un
      determinado caso, considerada determinada circunstancia, nos
      podemos comportar de un modo que, normalmente no seria el
      adecuado. Será más prudente aquel que, valorando
      y confrontando las diversas circunstancias con la ley perenne de
      la moralidad, sabrá llegar mejor al centro focal de una
      decisión conforme a la misma ley. Acostumbramos a
      escribir esta situación psicológica con
      expresiones así: en esa circunstancia, después de
      haber reflexionado y haberme aconsejado, sentí en
      conciencia
      que tenia que obrar así.
    • Honor a los prudentes, poseedores de una cualidad que
      los distingue entre todos los otros seres del universo, les
      hace diferentes e insignes. La prudencia no mancha las manos de
      púrpura, ni se precipita en el abismo de los riesgos
      innecesarios, no actúa sin razones ni razona sin
      lógica, no procede sin causa, ni propone
      sin previsión. Medita sus empresas bajo
      todos los aspectos y estudia sus horizontes desde todos los
      ángulos. Pocas son las veces que yerra el prudente, y
      cuando yerra, su equivocación no le es generalmente
      imputable. Hace que fermenten las otras esencias del comportamiento, le da cauce al valor, cielo
      despejado a la sabiduría, le pone alas a la esperanza,
      cimientos a la fidelidad, camino seguro a la
      constancia, hogar duradero a la alegría. Está
      aliada con el azar de modo permanente, y la muerte y
      ella se tratan con grave respeto. Los
      antiguos y sagrados libros
      veneran a la mujer
      prudente y al prudente varón, los ponen como ejemplos a
      seguir y encomiendan este habito sobre otros muchos. Si te
      vuelves prudente (no calculador), si te orientas por la
      prudencia (no por la frialdad del animo), si sabes en todo
      momento distinguir la medida prudencial (no el astuto
      beneficio), mucho tendrás ganado en todos los ordenes de
      la vida y de la convivencia, pues desde la Ley hasta la
      costumbre consideran la prudencia guía segura de los
      actos. Aunque pasa con ella, como con tantas otras que es
      primeramente buena para quien la posee, y solo de forma delgada
      y vicaria con los otros que a su lado se encuentren a los que a
      veces llega nada más el fleco escasamente abrigador de
      sus deshilachados perfiles. Y nos libren los dioses de un
      perverso prudente.
    • La prudencia es la virtud que dispone la razón
      práctica a discernir en toda circunstancia nuestro
      verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo.
      "El hombre cauto medito sus pasos", "sed sensatos y sobrios
      para daros a la oración". La prudencia es la "regla
      recta de la acción", escribe Santo Tomás,
      siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la
      timidez ni con el temor, ni con la doblez ni con la
      disimulación. Es llamada "auriga virtutum": Conduce las
      otras virtudes indicándole regla y medida. Es la
      prudencia quien guía directamente el juicio de
      conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta
      según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin
      error los principios
      morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el
      bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.
    • Según San
      Agustín la prudencia es: Cognitio rerum
      appetendarum, et fugiendarum. Su objeto formal no es asignar su
      fin a las virtudes morales, sino lo que conduce para el, esto
      es; como y porque medios tocara el hombre el de la
      razón. Y así el objeto formal de la prudencia es
      aquella honestidad
      peculiar que se halla en dictar, que es lo que se halla de
      practicar, atendidas todas las circunstancias ocurrentes, para
      que hic et nunc, sea recta la operación. Su objeto
      material trasciende por la materia de todas las virtudes, pues
      a todas las encamina la prudencia, para que consigan su fin y
      toque el medium rationis.

    De esta manera descubrimos que la prudencia es la virtud
    que permite abrir la puerta para la realización de las
    otras virtudes y las encamina hacia el fin del hombre, "la
    felicidad"; entonces vemos su relación con la aquella otra
    virtud esencial: "La caridad", y podemos decir que estas dos
    virtudes son los nexos necesarios para todas las otras. Volviendo
    a la "Vida Espiritual" leemos:
    La caridad es el amor de
    Dios dado por el Espíritu Santo, que ejerce tanto en
    nosotros como en la Iglesia, su
    poder
    unificador: la caridad reúne todas las virtudes, como en
    un cuerpo vivo, y las ordena, cada una en su rango, según
    su papel, a la vida amorosa de Dios, fin ultimo verdadero y pleno
    del hombre. La caridad es la virtud por excelencia. Se encuentra
    en la fuente misma de la vida espiritual. Podemos compararla con
    la sangre, que bajo
    el impulso del corazón, circula por todo el cuerpo para
    alimentar los órganos. Sin ella, las otras virtudes se
    vuelven estériles y se marchitan; no pueden fructiferar
    ante Dios. Sin embargo la caridad no podría desarrollar su
    obra sin la prudencia, que representa para la vida espiritual lo
    que el ojo para el cuerpo. Gracias a la prudencia, virtud del
    juicio y la decisión, es como sabemos descubrir la medida
    que conviene en el ejercicio de cada virtud, incluida la
    práctica de la caridad. Por muy generosa que sea esta, se
    echaría a perder sin el discernimiento de la razón.
    La prudencia, como virtud de la razón creyente y amorosa,
    ejerce, también una función
    general entre las virtudes: asegura su conexión en el
    juicio sobre la acción concreta y nos guía paso a
    paso por los caminos que nos conducen a la bienaventuranza
    prometida.

    Como alcanzarla.
    Santo Tomás nos propone un camino por recorrer para llegar
    a una acción regulada por la prudencia:

    • El recuerdo de la experiencia pasada: Si una persona
      no sabe reflexionar sobre lo que le ha sucedido a él y a
      los demás, no podrá aprender a vivir. De esta
      manera la historia se transforma en
      maestra de la vida.
    • Inteligencia del estado
      presente de las cosas: El obrar prudente es el resultado de un
      "comprender – juzgar" y no de un "amar – desear", mirando la
      comprensión como la total responsabilidad, como el verdadero amor que
      libera de las pasiones para llegar al final de la
      vocación humana "felicidad – gloria a Dios" y
      mirando el amar – desear como un apego desordenado a las
      pasiones.
    • La sagacidad en ponderar lo que puede pasar en el
      futuro: Se tendría que saber valorar y prever las
      posibles consecuencias e implicaciones que pueden derivar de la
      posición de un determinado acto. Santa Teresa nos ofrece
      un ejemplo cuando ella refiriéndose a los coloquios
      entre los confesores y las monjas fuera del confesionario,
      observa que conviene pensar que podría
      ocurrir.
    • Discernimiento al confrontar un hecho con el otro:
      una determinación con la otra: Descubrir en cada
      opción las desventajas y las ventajas que ofrecen para
      poder llegar a realizar una buena elección.
    • Docilidad en seguir el consejo de personas
      experimentadas: Esto significa asumir con humildad nuestras
      limitaciones, recurrir al consejo de todas aquellas personas
      que puedan aportarnos algo de luz.
    • Circunspección para confrontar las
      circunstancias con lo que esta ordenado al fin: Esto seria que
      alguna acción mirada y tomada independientemente puede
      llegar a ser muy buena y conveniente, pero viéndola
      desde dentro de un plan de vida,
      de un proyecto de
      Dios, se vuelve mala o inoportuna.

    Si seguimos este camino podremos actuar prudentemente y
    es camino seguro hacia la felicidad, aunque falta agregar la
    acción que el Espíritu
    Santo realiza dentro nuestro.

    4. De la gracia del Espíritu Santo a las
    virtudes.

    En la vida espiritual y en el origen de su estructura se
    encuentra el Espíritu Santo que recibimos por la fe en
    Cristo, cuando abrimos nuestra inteligencia y
    nuestra voluntad a la luz de la Palabra de Dios. A la fe se le
    asocian, en un mismo movimiento la
    esperanza y la caridad, que la vuelven activa. Mediante este
    compromiso espiritual, la gracia del Espíritu penetra en
    las virtudes morales, regidas por la razón y agrupadas en
    torno a la
    prudencia, que discierne lo que conviene hacer. La Gracia llega
    hasta la sensibilidad y la imaginación y desciende hasta
    las profundidades del inconsciente; se encarna asociando el mismo
    cuerpo al obrar espiritual, y de este modo ordena a todo el
    hombre a la bienaventuranza de Dios.
    Por otra parte, en virtud de nuestra condición carnal
    asumida por Cristo, a la gracia interior le corresponden como
    instrumentos exteriores y visibles, la Escritura en
    su texto, la
    Biblia, y los Sacramentos con la liturgia. Así se
    establece una conexión esencial entre la vida espiritual,
    animada por las virtudes, la lectura de
    la Escritura como Palabra de Dios y la vida sacramental,
    dispuesta en torno al Bautismo y la Eucaristía, como
    celebración de la Pasión del
    Señor.

    5.
    Conclusión.

    Me gustaría citar la parábola de la diez
    jóvenes ya que creo que aquí aparece completamente
    dibujado como deberíamos actuar y como no; ya que si
    hacemos una lectura
    detenida, vemos como las jóvenes prudentes descubren que
    sus lámparas podían llegar a quedarse sin aceite,
    esto lo saben porque supieron tener en cuenta un hecho anterior
    (alguna vez se habrán quedado sin aceite) del cual
    aprendieron, quizás la duración del aceite u otra
    cosa, y obraron en virtud del daño que podían
    sufrir si se les acababa el aceite y de la recompensa que
    tendrían si no. Al final vemos que las prudentes son las
    que entran a celebrar con el esposo mientras que las imprudentes,
    quedan fuera; aquí quedo claro: la imprudencia nos aleja
    de la espera firme del Señor y nos obstaculiza el
    encuentro con Él. También en esta lectura se
    trasluce el camino ofrecido por Santo Tomás para llegar a
    actuar prudentemente.
    A todo esto creo que hay que sumarle la Gracia bautismal que nos
    ayuda a tener en cuenta al momento de obrar si lo hacemos con
    caridad, y en virtud de aquella perenne Ley: Cristo encarnado:
    Señor y modelo de
    todas las virtudes.

    6. Bibliografía.

    Santo Tomás de Aquino.
    Suma de Teología. II-II. BAC. 1990.
    Servais Pinckaers, op.
    La vida espiritual. Cap. XI. EDICEP. 1994.
    Ermanno Ancilli.
    Diccionario de
    Espiritualidad. Tomo III. HERDER. 1984.
    Catecismo de La Iglesia Católica.
    Cap. III – La vida en Cristo – Art. 7.
    LIBRERÍA JUAN PABLO II. 1992.
    Miguel Cobaleda.
    Libro de las
    Horas. Fragmentos Filosóficos.
    Moral
    Salmanticense, Compendio.
    Tratado IV, de las virtudes. Cap. II, punto. I.
    León – Dufour.
    Vocabulario de teología bíblica. HERDER.

     

     

     

     

    Autor:

    Andrés F. Espíndola

    Seminarista de la Diócesis de Resistencia.
    Chaco, Argentina
    Seminario
    Interdiocesano "La encarnación"

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