El arraigo de lo nacional en la literatura cubana
(1925-1940) – Monografias.com
Resumen
La convulsa irrupción de la segunda
generación de intelectuales cubanos en el siglo XX se
produce en los primeros años de la llamada "Década
Crítica"[1], la crisis política y
moral que enfrenta la nación como consecuencia de la
revolución independentista frustrada a fines del siglo XIX
y la dependencia cada vez mayor de los gobiernos de los Estados
Unidos y sus intereses económicos, provoca la
rebeldía de esta nueva generación dispuesta a
cambiar de raíz los basamentos de la sociedad
cubana.
Políticamente estos jóvenes se presentan
como los adecentadores y denunciantes de la corrupción
imperante, en lo cultural se niegan a aceptar el inmovilismo
provinciano de la cultura establecida, alejada de las inquietudes
del nuevo siglo, había que cambiarlo todo y la
renovación no se hizo esperar.
Los intelectuales jóvenes, los mismos que
encabezaron la "Protesta de los Trece" y el "Movimiento
Minorista", lideran los cambios que la cultura y la literatura en
particular requieren.
Ellos contraponen al romanticismo finisecular y al
modernismo retrasado de la primera generación republicana,
el vanguardismo, audaz en algunos, tímido en otros, pero
en todos preocupados por la renovación
consiente.
Si 1923 significó la apertura política de
esta nueva generación, 1927 define la madurez literaria de
este movimiento de jóvenes intelectuales. Las
publicaciones de la revista "Social", el "Suplemento Literario
del Diario de la Marina" y otras publicaciones de corte
comprometidas, traen como resumen la aparición de la
revista "…de Avance", colofón de un movimiento
cultural que pretendió renovar la sociedad, al tiempo que
el pueblo estaba por entrar en acción lo que
radicalizaría los profundos cambios de la década
del 30 con la aparición de muchas manifestaciones de la
cultura nacional popular.
En los años 20 se dan a conocer un pequeño
grupo de jóvenes poetas que comienzan a publicar en
revistas y periódicos versos que se alejan de la
monotonía romántica y seudo-modernista, que salvo
contadas excepciones caracterizan a la primera generación
republicana. Regino Boti y José Manuel Poveda son los
precursores de estos nuevos, desde sus nichos provinciales dictan
cátedra a la poesía capitalina. Boti en plena
madurez creativa, es el verdadero puente con la vanguardia, de la
cual fue acertado crítico e incluso creador en los nuevos
estilos y formas. Poveda el genial precursor aplastado por la
mediocridad de sus circunstancias, muere joven sin dar todo lo
que de él se avizora.
Con Regino Boti la poesía de la primera
generación alcanza la plenitud, aunque expresada con
lenguaje más actual que la de sus contemporáneos
cubanos, es un renovador asimilando algunos elementos de la
vanguardia en obras como "Kodak-Ensueño" (1929) y
"Kindergarten" (1930), precedidos ambos cuadernos por "La torre
del silencio" (1926) en el que aparecen poemas de mayor
concentración y sencillez que presagian el
cambio.
Los poetas de vanguardia, al igual que el resto de los
escritores, se proponen cambiar la estructura de los esquemas
políticos anteriores y comenzaron por cuestionar al autor
y sus circunstancias en relación con el mundo. Se escribe
entonces, "El Gigante" (1923) de Rubén Martínez
Villena; "Confesión treinteña" (1923) de
José Zacarías Tallet; "Fuerza" (antes de 1925) por
María Villar Buceta, testimonio de la nueva sensibilidad
que más tarde asumirá otro
derroteros.[2]
Ante el poeta se presentan dos problemas que pretende
resolver, la necesidad de encontrar un destino más
allá de lo personal y la necesidad de encontrar otra
manera de escribir.
En 1926 se edita, "La poesía moderna en Cuba" de
José Antonio Fernández de Castro y Félix
Lizaso, en dicho libro se enjuicia la lírica cubana desde
Julián del casal ante los años que corrían.
Lo más llamativo en el volumen era la sección
dedicada a "los nuevos", entre los que se incluían
Villena, Tallet, Juan Marinello, Dulce María y Enrique
Loinaz, María Villar Buceta, Federico de Ibarzábal,
Enrique Serpa, Ramón Rubiera, Rafael Esténger y
Andrés Núñez Olano, entre otros.
A este grupo los une el repudio a la cotidianidad
asfixiante, el desdén por la vida fácil y un
afianzamiento del "yo". En lo formal algunos dejan entrever
influencias del simbolismo anterior (Rubiera, Serpa,
Núñez Olano y Esténger), otros se afilian al
intimismo (Marinello y los hermanos Loynaz) y un tercer grupo se
enfrenta con versos irónicos y amargos a la nulidad de una
existencia sin aspiraciones nobles y elevadas (Villena, Tallet y
Villar Buceta)
Rubén Martínez Villena (1899-1934) es el
poeta más destacado y significativo de la vanguardia
cubana, por su dominio técnico y la maestría y
hondura de sus versos. Su liderazgo intelectual y político
lo lleva a renunciar a su obra para asumir la dirección de
la lucha política contra la dictadura machadista. De una
breve obra poética se destacan sus sonetos de temas
patrióticos y los poemas cargados de ironía
("Canción del sainete póstumo") que son su manera
de reacción frente a la mediocridad de si ambiente
social.
Lo mejor de su obra poética fue recogida de forma
póstuma en el cuaderno, "La pupila insomne" (1936)
prologado por Raúl Roa García y donde la calidad de
su poesía sobrecoge. También escribió
cuentos, ensayos y artículos de temas políticos y
sociales.
José Zacarías Tallet (1893- 19),
publicó su poesía muchos años después
en un libro que recoge los poemas de esta época: "La
semilla estéril". Activo luchador social, es uno de los
protagonistas de las batallas intelectuales, sociales y
políticas del país. Su poesía rebelde e
irónica centra su crítica en los valores de la
sociedad burguesa cubana.
Entre los intimistas Dulce María Loinaz
(1903-2000) hace una poesía sencilla sin rebuscamiento, en
la que la presencia del "yo" y sus sensaciones valen por todo el
adorno exterior y superficial. De este período es su
cuaderno "Versos" (1938)
Juan Marinello (1898-1977) incursiona en la
poesía elegíaca en su poemario "Liberación"
(1927), para seguir luego otros rumbos intelectuales que lo
alejaran de la poesía. Destino similar el de Mirta Aguirre
(1912-1980) y Ángel Augier (1910-2010), quienes tras una
breve incursión juvenil en la poesía se afianzan en
una prosa ensayística de compromiso
político.
Ernesto Fernández Arrondo (1897-1956) es
también poeta de inspiración intimista, que deja
sus principales poemas en los libros de versos, "Inquietudes"
(1935) y "Transito" (1937). Mercedes Torrens de Germandía
(1886-1965) se da a conocer de forma tardía en la
década del 30 con "Fragua de Estrellas" (1935)
poesía de un delicado intimismo. Otras poetisa destacada
lo fue Mercedes Tudurí de Coya (1904- 1997) autora de
"Alas" (1935) colección de poemas de pretensiones
filosóficas.
La "poesía pura" fue también
preocupación de los bardos cubanos especialmente Mariano
Brull (1891-1956), su principal cultivador a lo largo de tres
décadas. Con este tipo de poesía el autor quiere
lograr la perfección de la obra lírica a
través del alejamiento de la realidad y se refugia en
temas extraliterarios, buscando la poesía en sí
misma.
La llegada de Brull a Francia y su contacto con los
puristas determina su deslumbramiento que tendrá su primer
fruto en el cuaderno "Poemas en menguante" (1928) publicados en
París y de gran impacto entre los intelectuales cubanos
cuando lo conocieron.
La poesía de Brull es una lirica sin
anécdota, de libre fantasía en la que aparece por
primera vez la "jitanjáfora", poesía hecha con
palabras cuyo sentido es solo fonético y que tuvo una
repercusión internacional luego de que el mexicano Alfonso
Reyes la diera a conocer.
En 1934 aparece un segundo poemario de Brull, "Canto
Redondo" obra de reafirmación purista, esta vez
acompañada de reflexiones filosóficas y de sus
concepciones del mundo.
"En Brull hay una creciente angustia metafísica
que no le permite transitar otros caminos… rompe con la
concepción de un yo participativo y dolorido y se propone
hallar la esencia de la realidad desde los postulados de una
supuesta fuerza verbal que se desentiende de la anécdota y
de la intimidad, empeño irracionalista que venía a
poner la voluntad de evasión del
poeta"[3]
Diferentes caminos siguieron los principales seguidores
de la poesía de Mariano Brull en Cuba, Eugenio Florit
(1903-1999) y Emilio Ballagas (1910-1954), para los que el
purismo fue una etapa de tránsito. Florit publicó
sus decimario "Trópico" (1930) y Ballagas su poemario
"Júbilo y fuga" (1931), ambos cuadernos de tendencia
purista, aunque asimilada de forma diferentes y en
tránsito hacia nuevas búsquedas estéticas de
ambos.
Eugenio Florit es un buen poeta de buen oficio y
original quehacer que va perfeccionando su poesía limpia y
metafórica con influencia del barroquismo de
Góngora y de la poesía de Juan Ramón
Jiménez. Publicó además en este
período, "Doble acento" (1937) y "Reino"
(1938).
Ballagas tras la experiencia purista incursiona en el
"movimiento negrista" con "Cuaderno de la poesía negra"
(1934) y aún incursiona por otra fase de intimismo en esta
etapa con su volumen "Sabor eterno" (1939).
Otros poetas cubanos incursionaron en la poesía
pura, tale son los casos de Ramón Guirao (1908-1949),
Silverio Díaz de la Rionda (1902) y Rafael García
Bárcena (1907-1961).
Los estudios de las culturas africanas fueron una
novedad que impulsaron las vanguardias culturales de occidente
después de la Primera Guerra Mundial y que encontraron en
Cuba eco y terreno fértil dado la gran población de
origen africano que había en el país, con una
cultura viva y en constante transculturación.
Este movimiento por el reconocimiento y estudio de las
culturas de origen africano en Cuba tuvieron un fuerte impulso en
la década del veinte del siglo XX cubano. Fernando Ortiz
realiza sus estudios etnológicos sobre la cultura
afrocubana y el arte negro que estaba arraigado en las diversas
manifestaciones culturales de la isla: música, literatura,
danza y artes plásticas.
En la poesía cubana se acentúa el uso del
tema negro o mulato con los poemas de Alejo Carpentier,
"Literatura y Canción"[4]; Ramón
Güirao, "Bailadores de rumba"[5] y
José Zacarías Tallet, "La
rumba"[6]
Este es el comienzo de la poesía negrista
inspirada en principio por el folklor del negro cubano pero que
se impondrá con toda su legitimidad a partir de 1930 con
la publicación de los primeros poemas de Nicolás
Guillén (1902-1 989): "Motivos del
son"[7](1930), "Songoro-Cosongo (Versos Mulatos)"
(1931), "West Indies Ltd. Poemas" (1934) y "Cantos para soldados
y sones para turistas" (1937). Poesía muy bien acogida por
el público y la crítica, primero por la novedad al
aparecer como reflejo de la música popular cubana de
origen africano y el ritmo propio de la poesía popular
producto del mestizaje, pero también por su contenido
social innegable, su compromiso no solo con la raza sino con los
humildes, con los que hasta ahora no han tenido voz y la
encuentran en la poesía de este mulato llamado
Nicolás Guillén.
La poesía negrista seguirá dos vertientes
en su desarrollo, una que muestra el rostro folklorista y
superficial de la vida del negro en Cuba y la segunda emparentada
con la poesía social en el que el drama aparece unido a
los problemas sociales del pueblo remarcando los prejuicios
raciales.
El precedente de la poesía social podemos
encontrarlo en "Poemas de los Cañaverales" de Felipe
Pichardo Moya y "La Zafra" de Agustín Acosta, ambos de
1926, pero su mejor momento se alcanza con Regino Pedroso
(1896-1983) y su "Salutación fraterna al taller
mecánico" (1927) y Manuel Navarro Luna (1894-1966) con
"Surco" y "Pulso y Onda" (1929), poemarios de tendencia
vanguardista en el que se expresan los dolores del hombre
explotado. En 1936 Navarro Luna presenta el poemario "La tierra
herida" (1936) con un acercamiento al campesino y sus problemas,
expuesto de forma vigorosa.
Regino Pedroso es una de las más altas voces de
la poesía cubana, comenzó publicando de corte
modernista pero a partir de la publicación de,
"Salutación fraterna al taller
mecánico"[8] hará compromiso con su
clase y su raza poniendo su poesía a su servicio. Si
bibliografía en el período incluye, "Las canciones
de ayer" (1924-1926), "Nosotros" (1933), "Antología
poética" (1938) y "Antología" (1939). Ganó
el Premio Nacional de Poesía en 1939 con "Más
allá canta el mar".
Incursionan en la poesía social autores como Lino
Novás Calvo, con su poema "Proletario" (1928) en la
Revista de Avance y Ángel Augier, con el poemario
"Uno"(Manzanillo, 1932)
Junto a esta poesía de vanguardia que marca la
literatura del período, sobrevive una poesía
trasnochada de corte romántico y modernista que tiene sus
mejores cultores en Gustavo Galarraga, Hilarión Cabrisas,
Ernesto Fernández Arrondo, Arturo Alfonso Roselló,
Manuel Bisbé Alberni y José Ángel
Buesa.
La narrativa del período sigue la senda
renovadora que caracteriza toda esta etapa, pero ante todo
refleja los problemas sociales agudizados por la crisis general
del sistema neo-colonial que padece la República de
Cuba.
Luis Felipe Rodríguez (1884-1947) es el narrador
más influyente de ese momento a pesar de ser, por su edad,
parte de la primera generación republicana. Se inicia en
el Grupo Literario de Manzanillo, de origen humilde, sin una
amplia cultura, se dedica en principio a la poesía y al
cuento breve, teniendo el tema campesino como base de su prosa
sociológica, en algunos momentos, excesiva en su
afán de dar lecciones políticas acorde con su
filiación comunista.
En su obra narrativa es consecuente con la denuncia
constante de la situación del campesino y los trabajadores
agrícolas, explotados y sin derechos frente a los grandes
latifundistas. Su esquematismo social desdibuja a sus personajes
restándoles realismo, porque hablan en tono discursivo
sobre los problemas sociales con un lenguaje culto y falso para
estos individuos humildes.
A pesar de ello es uno de los escritores más
importantes, por el contenido de su obra que refleja el drama de
los campos cubanos, contado con la tristeza del guajiro, un gran
sarcasmo y una fuerte voluntad de lucha.
En 1923 publicó, "La Pascua de la tierra natal",
recopilación de cuentos y al siguiente año la
primera versión de su novela, "La conjura de la
ciénaga", que más tarde ampliaría para
aparecer en 1937 como, "La ciénaga", obra de base
costumbrista pero que encierra un profundo análisis de la
sociedad rural cubana. En 1926 publica, "La copa vacía" y
en 1930 gana el concurso de la "Revista de La Habana" con el
cuento "La guardarraya", de amplia divulgación
internacional y numerosas traducciones.
"Marco Antilla" (Cuentos del cañaveral) (1932) es
el volumen de su consagración, con él se inicia el
cuento contemporáneo cubano y pone de manifiesto las
principales características de la obra de Luis Felipe
Rodríguez. El libro es la obra más influyente en la
narrativa cubana de su época, por su denuncia de la
explotación del hombre humilde, en este caso los
cortadores de caña, explotados y desventurados, sin
disimular el autor sus intenciones doctrinarias. Es un
redescubrimiento de las penurias del campesino y del trabajador
agrícola. Su ciclo narrativo más importante se
cierra con su libro de relatos "Don Quijote de Hollywood" (1936)
donde en tono de tragicomedia glosa intencionalmente a Charles
Chaplin.
El impacto de Luis Felipe Rodríguez sobre los
escritores de la segunda generación es decisiva, él
les descubrió la realidad cubana, el mundo que
existía tras el cosmopolitismo habanero de la primera
mitad del siglo XX e influye para que el tema social sea la base
de la narrativa de este segundo período republicano: el
campesino, el negro, la vida de los trabajadores, el latifundio,
la penetración extranjera y muchos otros temas tratados
por esta nueva ornada de escritores, aunque muchos de ellos no se
desprendieron de cierto gusto costumbrista a la hora de
presentarlos.
Otro narrador importante de la primera generación
continúa su obra renovadora en estos años,
José Antonio Ramos (1885-1943); en este período
publica "Coaybay" (1927), una fantasía política
novelada en un país imaginario que no deja de parecerse a
Cuba y que le dan pie a las críticas sociales y
políticas; "Las impurezas de la realidad" (1929), novela
mejor elaborada que la anterior y con un argumento basado en un
conflicto conyugal y racial.
En 1936 aparece "Caniquí", su mejor novela, con
una concepción contemporánea en la
construcción de los personajes. La novela se desarrolla en
la ciudad de "Trinidad" en 1830 y en ella Ramos trata de darnos
una visión más realista de la mentalidad
colonial.
Entre los escritores jóvenes sobresale Carlos
Montenegro Rodríguez (1900-1981) dotado de una prosa
desnuda de adornos verbales, directa y documental a través
de la cual presenta una zona de la realidad social poco trabajada
por la literatura cubana, el mundo de las prisiones y los valores
humanos de los encarcelados. Su primera publicación fue de
1929, un volumen de relatos, "El renuevo y otros cuentos" en los
que recoge historia marineras, algunas de su tierra natal Galicia
y las historias sobre presidiarios que le darían
reconocimiento.
En su segunda recopilación, "Dos barcos" (1934)
continúa con los temas marineros y de la prisión,
pero con menos intensidad trágica y en algunos de ellos
una intención revolucionaria y antimperialista.
En 1938 se publica "Hombre sin mujer", su única
novela, reafirmadora de sus condiciones narrativas, en ella
describe el ambiente carcelario, sus aberraciones y el descarnado
vivir de hombres sin libertad, con un naturalismo que trae por
resultado la novela más cruda y fuerte de la literatura
cubana.
Lino Novás Calvo (1903- 1983) inicia en este
período su carrera como narrador, fundamentalmente en la
cuentística donde predominan los relatos aventuras y los
de temas oníricos del subconsciente. En toda su obra
narrativa está presente la angustia existencial que lo
agobia y marca, no solo en su obra sino en su vida
personal.
Desde sus primeros cuentos "Un hombre arruinado" (1929),
"El bejuco"(1931) y "El flautista" (1931), junto con "La luna de
los ñáñigos" y "El cayo" (1932) publicados
en la revista "Occidente" constituyen el punto el inicio de una
nueva forma de contar desde los estado de ánimo de los
personajes. La aparición de "La luna nona y otros
cuentos", "Cayo Canas", "No sé quién soy" y "El
traspatio", marcan el punto de madurez de su obra
narrativa.
Su técnica narrativa recuerda a los cuentistas
norteamericanos e ingleses contemporáneos, principalmente
Hemingway, por sus relatos de planos breves y el uso gestual para
dar los estados de ánimo de los personajes. Algunos
críticos lo citan como el precursor del "realismo
mágico" por su técnica de esbozar la realidad, sin
recrearla.
"La narrativa novasiana aportó también la
presentación de una angustia existencial en sus personajes
que lo separaba de la ingenua y localista narrativa criollista de
protesta social y política tan en auge en las
décadas de los años 30 y 40 del siglo XX, la cual
en cierto modo asume, pero, a la vez,
supera."[9]
De esta etapa es su novela "Pedro Blanco, el negrero"
(1933) en la que describe de forma excepcional la "trata
negrerera" teniendo como protagonista la figura de Pedro Blanco
Fernández de Trava, en una historia novelada que abarca
desde 1814 hasta 1840. Es además un excelente traductor
del inglés al español.
Los primeros trabajos en la narrativas inspirados por el
"movimiento negrista" en Cuba fueron, la novela "Ecue Yamba O"
(1933) de Alejo Carpentier (1904-1980), la colección de
cuentos "¡Oh mío Yemayá!" (1938) de Romulo
Lechatañeré (1910-1952); "Cuentos negros de Cuba"
(1940) de Lydia Cabrera(1899-1999) y los cuentos de Gerardo del
Valle(1898-1973) publicados en numerosas revistas de la
época y recopilados en 1967 en su libro "Cuentos del
cuarto del fambá", otro tanto hace Ramón
Güirao en sus incursiones por la narrativa
afrocubana.
El "movimiento negrista" en la narrativa se caracteriza
por la interpretación blanca de las leyendas orales del
negro cubano, movidos por una curiosidad de asentar lo novedoso y
de moda, fenómeno que se debilita alrededor de 1937 para
transformarse en denuncia social en los más
auténticos interpretes del negro y sus
problemáticas.
El escritor más interesado en la
renovación formal de la prosa cubana lo fue Enrique
Labrador Ruiz (1902- 1991) quien en la trilogía de novelas
"gaseiformes"[10]: "El laberinto de sí
mismo" (1933), "Cresival" (1936) y Anteo(1940), suprime la
concepción novelística, dejando solo el andamiaje
de la obra, con sus vacios, borradores y esbozos de personajes
que el lector completa en un trabajo según su
imaginación y talento. Para él lo más
importante es la técnica, no el tema, evadiendo con ello
la realidad circundante.
Enrique Serpa (1900-1908) desarrolla una narrativa
naturalista con rápidas, certeras y bellas imágenes
sobre la realidad cubana. Experimenta con el monólogo
interior al estilo de Joyce. Su primer libro es el volumen de
cuentos, "Felisa y yo" (1937) en el que están sus relatos
más importantes: "Aleta de tiburón" y "La Aguja",
entre otros cuentos. Con el mar como telón de fondo, lo
social se presenta en su obra de forma dura y hermosa. En 1938
aparece su novela consagratoria, "Contrabando", fresco de la vida
marinera de un grupo de hombres dedicados al contrabando de
alcohol hacia los Estados Unidos en los años de la "Ley
Seca".
La obra narrativa de Pablo de la Torriente Brau
(1901-1936) no llegó a madurar totalmente, pero en su
legado literario está presente el escritor de oficio y
calidad. Su primer cuento aparecido en prensa fue, "El
héroe", dotado de las característica de su obra,
ironía y humor negro, junto al documentalismo testimonial.
En 1930 publica once cuentos en un volumen, "Batey", en el que
aparecen cuentos de Gonzalo Mazas.
Las experiencias de su luchas políticas quedan
reflejadas en dos serie de reportajes testimoniales, "105
días presos" aparecidos en 1931 en el periódico El
Mundos y "La Isla de los 500 asesinatos" en 1933 en el
periódico Ahora, posteriormente recopila sus vivencia en
el presidio de Isla de Pinos bajo el título "Presidio
Modelo. En 1940 se publica póstumamente su novela,
"Aventura del soldado desconocido cubano, con una carga
ideológica reconocible en su lenguaje a pesar de sus
debilidades estilísticas.
Federico Ibarzabal (1894-1955) escribe cuentos y novelas
de temas marineros, en 1924 publica su primera novela, "La
avalancha" a la que siguen, "La casa del diablo" (1934) y
"Tom-Tom" (1941). Con sus relatos desenvuelve mejor su narrativa,
de ellos publicará dos libros, "Derelictos y otros
cuentos" (1937) y "La Charca" (1938). Es autor de la primera
antología de cuentos cubanos, "Cuentos
contemporáneos" (1937)
La crítica y la ensayística del
período están marcadas por la polarización
de las principales figuras de la nueva generación de
intelectuales, militantes la mayoría en las luchas de
ideas que se desatan a partir de la toma de conciencia de esta
generación. Para la mayoría de ellos será la
política y la crítica social su principal fuente de
inspiración, aunque indagaron sobre la cultura, la
literatura y las figuras más relevantes del proceso
cultural cubano, empezando por José
Martí.
Esta vanguardia crítica se radicaliza en las
filas del Grupo Minorista, entra en contacto con las nuevas
corrientes mundiales y se proyecta principalmente en la "Revista
de Avance".
Las más destacadas personalidades del Grupo
Minorista sobresalen en la prosa reflexiva, entre ellos Francisco
Ichaso Macías (1900-1962) y Jorge Mañach
Robato(1898-1961)que se orientaron por la vía del
nacionalismo conservador, buscando soluciones al problema cubano
entre las "élites" y la "revitalización" de la
"alta cultura", desconfiados de las masas populares, su capacidad
de hacer cultura y de gobernar.
Otros, entre los que están Rubén
Martínez Villena, Julio Antonio Mella, Juan Marinello,
Raúl Roa, etc., se mantienen consecuentes con los ideales
revolucionarios cultivando con inteligencia el ensayo social,
comprometido con los más humildes.
Entre los redactores de la "Revista de Avance"
está Jorge Mañach, hombre de una abundante obra
ensayística en este período, entre los que se
destacan, "Glosario" (1924) volumen con artículos
publicados en el Diario de la marina, mucho de ellos con calidad
de ensayos y referidos a la cultura cubana; "La pintura en Cuba
hasta 1900" (1924), un importante estudio referido al tema de las
artes plásticas.
En 1925 escribió, "Estamos en San
Cristóbal", muestrario costumbrista de La Habana; "La
crisis de la alta cultura en Cuba" (1925), análisis de las
tendencias culturales en la isla; "Utilitarismo y cultura"
(1927), reflexiones sobre la sociedad y la cultura insular;
"Indagaciones del choteo" (1928), ensayos de temas
cubanos.
Una obra significativa salida de su pluma fue la
biografía, "Martí el Apóstol" (1933),
realizada con gran calidad literaria y aceptado
rápidamente por el público cubano. La obra
apareció en un momento singular de la historia nacional e
influye decisivamente en otras similares aparecidas
posteriormente. Cerrado el período publica el volumen de
ensayos, "Pasado vigente" (1939)
Mañach posee un estilo claro, de prosa
ágil cual la cual expresa sus preocupaciones por Cuba, que
el fundamenta muy bien aunque las soluciones que recomienda son
conservadoras, a partir del supuesto de que la solución de
los problemas nacionales están en el desarrollo cultural y
su vanguardia la "élite intelectual". En política
formó parte de los gobiernos posteriores a la caída
de Machado, desempeñándose en la Secretaría
(ministro) de Educación en el gobierno de Mendieta, desde
donde trató de llevar adelante un programa cultural acorde
con sus criterios. Emigra a los Estado Unidos en la etapa
más crítica del insurrecionalismo,
reintegrándose a la vida política cubana a fines
del decenio de los treinta al ser elegido como miembro de la
Asamblea Constituyente. En los Estado Unidos ejerció como
profesor en la Cátedra de Literatura Española e
Hispanoamericana en la Universidad de Columbia.
Juan Marinello alcanza en el ensayo la plenitud
intelectual tanto en lo literario como en lo político. En
este período desarrolla una intensa actividad
política desde la izquierda, primero desde las filas del
minorismo, los movimientos políticos e intelectuales, la
lucha contra Machado y luego presidiendo el partido de los
comunistas cubanos y miembro de la Asamblea
Constituyente.
Su obra crítica y ensayística es extensa y
dedicada a la literatura, la cultura y la sociedad. En 1928
publica su primer ensayo, "Juventud y vejez", continuado con el
ensayo "Americanismo y cubanismo" (1932), "Poética: ensayo
del entusiasmo" (1933) y "Literatura Hispanoamericana" (1938),
entre otros.
Al tema de la cultura y la sociedad cubana dedica,
"Nuestro arte y las circunstancias actuales" (1925), "Sobre la
inquietud cubana" (1930), "Maceo: líder y masa" (1937),
etc.
En este período España y su lucha
antifascista ocuparon importante lugar en su trabajo
ensayístico, destacándose: "Momento español"
(1937), "La guerra europea y el momento cubano" (1939), "La
razón de España: Fernando de los Ríos"
(1939) y "Cuba contra la guerra imperialista" (1940)
Otro destacado crítico del período es
Francisco Ichaso (1900-1962) quien incursiona en la
crítica literaria y artística publicada en la
prensa de la época y recopiladas posteriormente.
Sobresalen sus volúmenes, "Góngora y la nueva
poesía" (1927), conferencias dictadas por él; "Lo
pe de Vega, poesía de la vida cotidiana" (1935) y "Defensa
del hombre", libro en el que recoge nueve ensayos en el que
sobresale, "Crisis de lo cursi". A la caída de Machado
mantuvo una activa participación política vinculada
a la cultura oficial, fue parlamentario y miembro de la
Constituyente.
Félix Lizaso González (1891- 1967) se
destaca por sus indagaciones y ensayos sobre José
Martí al que dedicó sus libros, "Artículos
desconocidos de Martí" (1930) y "Epistolario de
José Martí" (tres tomos) (1930-1931); además
de sus ensayos, "Mendive, maestro de Martí" (1937),
"Pasión de Martí" (1938) y "Martí,
místico del deber" (1940), todos acercamientos
biográficos al Apóstol. Incursionó en la
crítica literaria con, "La poesía moderna en Cuba"
(1938) en colaboración con Fernández de Castro y
"Ensayistas contemporáneos" (1838), una atinada
apreciación crítica de algunos relevantes
ensayistas cubanos.
José Antonio Fernández de Castro
(1897-1951), promotor de la nueva literatura cubana desde las
páginas del suplemento literario del "Diario de la Marina"
y ensayista sobre temas de la cultura cubana: "Medio siglo de
historia colonial" (1923), "José Antonio Saco y sus amigos
durante la revolución de Yara" (1923), el prólogo a
los escritos de Domingo del Monte (1929), "Barraca de Feria"
(1933) y "Ensayo cubano de historia y crítica", entre
otros.
Otros ensayistas de esta generación fueron,
Alberto Lamar Schweyer, Raúl Maestri Agramonte, Antonio
Sánchez Bustamante, Rafael Suárez Solís,
Juan José Ramos y Alejo Carpentier.
En cuanto al ensayo político se destacan,
Rubén Martínez Villena y Raúl Roa, el
primero con un texto fundacional, "Cuba factoría yanqui"
de 1927 y el segundo con obra como, "Bufa subversiva" (1936),
"Reacción versus revolución" (1933), "Una semilla
en el surco de fuego" (1934), "Martí y el fascismo"
(1937), "José Martí el destino americano" (1938),
prólogo a la recopilación de la poesía de
Villena (1938), "Pablo de la Torriente Brau la Revolución
Española" (1937) y su polémico folleto, "La jornada
revolucionaria del 30 de septiembre" (1935)
Continúan activos y apartadores un grupo de
intelectuales de la primera generación republicana que
cumplen un rol importante en este período, el más
importante de ellos fue José María Chacón y
Calvo.
José María Chacón y Calvo
(1892-1969) es "(…) el ensayista erudito de más
extenso renombre en las letras cubanas del siglo
XX"[11], su bibliografía en este
período se enriquece con títulos como, el
prólogo al antológico volumen, "La cien mejores
poesías cubanas" (1922), "Manuel de la Cruz" (1925), "Del
epistolario de Heredia" (1926), "Los comienzos de Zenea" (1927),
"Los orígenes de la colonización" (1929), "Una vida
de Heredia" (1930), "Cedulario cubano" (1929), con documentos
inéditos de Indias y al que acompañó con su
estudio, "Documento y reconstrucción histórica";
"El Consejo de Indias y la historia de América" (1932),
"La experiencia del indio" (1934), "Salamanca y sus apuntes de la
guerra de Cuba" (1934), "El Padre Varela y la autonomía
colonial" (1935) y "Cristianismo y colonización" (
1935).
José María Chacón y Calvo
trabajó múltiples temas de la cultura, la historia
y la sociedad cubana, amplificando sus estudios a las letras y la
lengua castellana; hombre de cultura enciclopédica, estuvo
entre los animadores de muchas instituciones que lo contaron
entre sus fundadores.
Junto a Mañach y desde el Departamento de Cultura
de la Secretaría de Educación trató de
reanimar la cultura nacional aplicando por primera vez una
política cultural desde el gobierno. Compartió con
Mañach la concepción de la "alta cultura"
regeneradora del país y por ello luchó, porque
fueran los intelectuales quienes marcaran el rumbo transformador
de la sociedad.
Medardo Vitier (1886-1859) se destaca por sus estudios
sobre historia y evolución de la filosofía en Cuba
y en particular sus estudios sobre Enrique José Varona.
Sus trabajos se caracterizan por su didactismo que frena el vuelo
literario. En sus volúmenes, "Apuntaciones literarias"
(1935) y "Estudios, notas, efigies cubanas" (1944) reúne
ensayos sobre personalidades cubanas del siglo XIX y del
XX.
En 1937 da a conocer su libro más conocido, "Las
ideas en Cuba", premio nacional de ese años, con un examen
sobre la evolución del pensamiento cubano, estudios que
completará con la publicación de "La
filosofía en Cuba" (1948)
El poeta guantanamero Regino Boti publica en la
editorial de la revista de Avance el ensayo literario, Tres temas
sobre la nueva poesía" (1928), valioso estudio sobre las
nuevas tendencias poética en Cuba, que completa su estudio
"La nueva poesía en Cuba" (1927). Además
publicó recopilaciones de poesías de Rubén
Darío[12]obras que siempre
acompañó con comentarios críticos. Sobresale
su volumen "Martí en Darío" (1925) acercamiento
esclarecedor sobre las influencia de José Martí en
el gran poeta nicaragüense.
Fernando Llés (1883-1936) es un ensayista de la
primera generación que se ocupa de temas
filosóficos, interesado en nuevas interpretaciones de
mitos clásicos, en esta etapa alcanza su madurez
intelectual en ensayos como: "La higuera de Timón" (1922),
"La sombra de Heráclito" (1923), "La escudilla de
Diógenes" (1924); se ocupa por igual de temas
contemporáneos, "Individualismo, socialismo y comunismo"
(1932) y "El individuo, la sociedad y el estado"
(1933).
El prestigioso intelectual dominicano Max
Henríquez Ureña (1883- 1968), termina su "Tabla
cronológica de la literatura cubana" (1929) y Luis
Rodríguez Émbil (1879-1954) su volumen de ensayos,
"El soñar de Segismundo"
La literatura teatral está marcada en este
período por la preocupación social, reflejo de las
convulsiones nacionales que vive la República. El tema del
campesino y sus problemáticas es el socorrido, aunque la
mayoría de las obras traten el mismo bajo la óptica
del drama rural español.
Marcelo Salinas López (1889- 1976) es uno de los
que incursiona en este teatro de tema rural, hombre de ideas
progresistas y luchador social, Salinas hace un teatro con
soltura y dominio del lenguaje. Su principal obra, "Alma guajira"
o "Charito" (1928), drama en tres actos; "La
tierra…tierra…tierra" (1928), "Ráfaga" (1938),
"Secuestro" (1940) y "El Mulato" (1940)
Las obras de Salinas contienen una fuerte denuncia
contra la penetración imperialista y los problemas del
guajiro, aunque su excesivo verbalismo le resta eficacia al
drama.
José Montes López (1901) también
trata el tema rural en obras como, "Chano" (1937), en tres actos;
y "La sequía" (1938) también en tres
actos.
Juan Domínguez Arbelo (1909-1984?) desarrolla su
teatro manejando el tema de la marginalidad rural y urbana,
escribe "Las humanas tragedias" o "La tragedia guajira" (1931) y
"Sombras del solar" (1937). Esta última es su mejor obra,
caracterizada por la novedad de la concepción
escénica, con escenarios simultáneos y el trabajo
de luces para enfatizar conflictos. Otros dramas suyos fueron,
"Agonías conyugales" (1933), "Política, veneno
social" (1933) y "El bohío de las pasiones" o "Incesto"
(1943).
Luis Baralt Zacharie(1892-1969) desarrolla un teatro
intimista, lleno de lirismo y angustias filosóficas, donde
lo social pasa a un segundo plano. Es un importante dramaturgo
que influye en la renovación del teatro cubano, pero en
cuanto a escritor dramático da a conocer dos obras: "La
luna en el pantano" (1936) y "Junto al río"
(1938).
César Rodríguez Expósito
(1904-1972), como dramaturgo se preocupa por el relajamiento
moral de la sociedad. Su obra más conocida es "Humano
antes que moral" (1933) en la que aborda el tema de la frivolidad
y la simulación. Otras obras suyas fueron, "El poder del
sexo" (1933), comedia en tres actos referida a la
politiquería y la inmoralidad; "Huyendo de la verdad"
(1932), "Los muertos viven" (1934), "Los que tiene la culpa"
(1937), "La superpoblación humana" (1937) y "Adulterio
ocasional" (1938).
Felipe Pichardo Moya (1892-1957), arqueólogo,
abogado y poeta, incursiona en el teatro y escribe piezas
teatrales en versos, "Alas que nacen"(1923) y "La
oración"(1938), con los temas de la añoranza de la
vida pasada en una ciudad del interior de la isla y el drama
social, "Esteros del sur", en tres actos, drama que enfrenta a
dos hermanos con dos puntos de vista sobre el progreso de Cuba y
el papel del monocultivo, el latifundio, los monopolios y la
ingerencia extranjera, como freno de este progreso. En 1941
escribe la pieza "Agüeybana", un homenaje a la vida del
aborigen de estas tierras.
Salvador Salazar (1892-1950) hace un teatro de
temática social, atacando las taras morales e
intelectuales de la sociedad del momento, de este período
son sus piezas, "El precio" (1924), drama en tres actos;
"Caballeresca" (1925), fantasía poética; "La
verdadera aristocracia" y "Mascarada florentina" entre
otras.
José Cid Pérez (1906), trabaja la
vertiente histórico social en el teatro, de este
período son sus obras, "Cadenas de amor" (1929), "Rebeca"
(1930), adaptación dramática de una novela suya de
igual título, traducida al idish y representada en Nueva
York; "Altares de sacrificio" (1931) obra costumbrista sobre la
guerra de los diez años; "La duda" (1932) y ""Qué
más la duda".
Rafael Suárez (1881-1968) sobresale por sus
diálogos ingeniosos y el uso de la ironía y el
humor en comedias de remembranza de su tierra natal, Asturias, la
más conocida fue "Barrabás" (1937).
Otros creadores incursionan ocasionalmente en el teatro,
como fueron los casos de Jorge Mañach con su obra, "Tiempo
muerto" (1928) y la traducción que hizo de la obra del
dramaturgo estadounidense Eugene O"Neill, "En la
zona".
Carlos Montenegro escribe con poca fortuna tres piezas
de teatro: "Tururi-nam-nam (1939), parodia política de
cierto éxito taquillero por la espectacularidad de la
puesta y la música del maestro Dihigo; "Los perros de
Radziwill" (1939) drama sobre la Segunda Guerra Mundial y el
drama, "En la prisión" o "Asesinato del líder", de
cargado sentido panfletario y publicado en el periódico
comunista "Noticias de Hoy".
José Ángel Buesa escribe tres obras de
teatro: "La mujer de farol", drama en un acto; "La llama y las
cinco doncellas", poema escénico y "Sol de domingo"
(1933).
El mejor creador dramático de toda esta primera
mitad del siglo XX es José Antonio Ramos (1885-1946) quien
mantiene su vigencia en este período con obras que
difieren de su teatro anterior, con una asimilación
más integral de los conceptos del teatro moderno, en
especial los recursos para crear atmósfera, sin abandonar
su preocupación social. "En las manos de Dios" (1933) es
una obra escrita en México contra el fanatismo religioso;
"La leyenda de las estrellas" (1935) se basa en el mito de
Júpiter con la Ninfa Calipso a la que convierte en
estrella. "La recurva" (1939) drama en un acto que se desarrolla
durante la revolución del 30 y la comedia "FU-3001"
(1944), la última obra que escribe.
Como último hecho de la vida literaria de este
fecundo período de la cultura nacional cubana citaremos la
creación de la Academia Cubana de la Lengua (1932),
presidida por Enrique José Varona, luego por Mariano
Araburu y posteriormente por José María
Chacón y Calvo.
Autor:
Ramón Guerra
Díaz
[1] De esta manera calificó Juan
Marinello a la segunda década del siglo XX
[2] Enrique Sainz: “La obra de Mariano
Brull” en Revista de Literatura Cubana. Nº 17,
1991
[3] Emilio Ballagas.
[4] París, julio de 1928
[5] Diario de la Marina, abril, 1928
[6] Revista “Atuei”, agosto,
1928
[7] Aparecidos en el Diario de la Marina en
1930, en su página “Ideales de una raza”
[8] Diario de la Marina, 1927
[9] “Obra narrativa de Lino
Novás Calvo”. Cuba Literaria. Versión
Digital
[10] Él llama de esta manera a sus
novelas por su inestabilidad gaseosa, pues se trata de
historias apenas esbozadas
[11] Max Henríquez Ureña:
“Panorama de la Literatura Cubana”. La Habana, Tomo
II, 1979
[12] “Hipsipilas”, “El
árbol del rey David”, entre otros