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Colombia antes de la independencia – notas de lectura



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. Fundaciones
  3. Economía y sociedad en la Nueva Granada
    del siglo XVIII
  4. La
    economía del colonialismo borbón: la Nueva
    Granada y la economía
    atlántica

Introducción

Esta es una historia de Colombia durante el
último siglo de gobierno español; basada en
investigaciones de archivos españoles y colombianos. Es un
aporte a la historiografía de la América
española entre 1700 y 1810. La Nueva
Granada[2]considerada colonia de segunda
categoría, era independiente de los grandes sistemas
coloniales y surge como un territorio separado y distinto, con
personalidad propia.

A comienzos del siglo XIX se convirtió en un gran
escenario para los experimentos y conflictos resultantes de la
ruptura con España en 1810, y después le
suministró a Bolívar una base para librar las
guerras de liberación contra los bastiones del poder
realista en el continente.

El período entre 1700 y 1810 abarca una fase
distintiva en la historia de España y de su imperio.
Inicia con la crisis originada con la ascensión de la
dinastía borbónica; es un período durante el
cual la monarquía trata de reconstruir el dominio
español sobre su imperio, tanto económica como
políticamente. La "segunda conquista de América",
ejemplo del vigoroso resurgir del imperialismo español,
muestra una imagen general de América Latina en el siglo
XVIII de regiones coloniales expuestas a un floreciente
imperialismo Borbón que al racionalizar el sistema
colonial creó un contexto para el colapso eventual de la
autoridad imperial.

Se trata de los esfuerzos y dificultades durante todo el
siglo XVIII de la monarquía borbónica para reforzar
el control sobre la Nueva Granada y para incentivar la
explotación de los recursos de la región. La
reforma se inició temprano en la Nueva Granada; sus
avances esporádicos y su aplicación ineficiente
producto de la incapacidad de los primeros gobiernos borbones
impiden poner a la colonia bajo un más estrecho control
español. Durante el reinado de Carlos III la
política española fue formulada por primera vez
dentro de una estrategia coherente para controlar las colonias y
encauzar su potencial económico y fiscal.

La poderosa reacción en defensa de la
autonomía local, encarnada en la revolución
comunera de 1781, y el impacto limitado del régimen de
"comercio libre" muestran que Colombia no era la sociedad donde
la explotación metropolitana y la opresión
indujeron grandes cambios económicos y generaron
irreparables desgarrones políticos, como es de
"conocimiento común". Más bien, las fuerzas de
cambio político se fundamentan en: la diseminación
de las ideas de mejoramiento social y económico propias
del "despotismo ilustrado" de los borbones; y su concurrencia con
el auge del republicanismo en América del Norte y Europa.
Dicha combinación, que caracteriza la debilidad de
España, indujo un cambio en los valores culturales y en la
perspectiva política de una minoría educada en la
Nueva Granada, los criollos. Quienes al final del siglo XVIII
exigían al gobierno colonial las posiciones de poder e
influencia por derecho de nacimiento y
educación.

De las cinco secciones del libro la primera describe el
desarrollo social y económico de la Nueva Granada durante
el siglo XVIII al recalcar el patrón de regiones
subyacente a las divisiones administrativas, recorriendo los
contornos provinciales de la vida económica y social y
trazando tendencias en la producción de oro, la más
valiosa mercancía comercial del territorio.

En la segunda parte se hace un recuento del comercio de
ultramar en cuanto a la política comercial de los
borbones, la afectación de la explotación de los
recursos por la expansión del comercio, y finalmente
analiza la comunidad mercantil representada por los comerciantes
peninsulares que dominaban la actividad en Cartagena de
Indias.

La parte tercera examina las etapas principales en la
evolución de las políticas administrativas y
fiscales españolas durante el siglo XVIII: primer gobierno
virreinal 1719-23, restablecimiento del virreinato 1739, hasta la
"revolución en el gobierno" 1770-1780.

El cambio político se aborda en la cuarta parte a
través del análisis de las estructuras de gobierno,
las características de la cultura política y las
repercusiones de los cambios en las instituciones y en la
ideología de la monarquía a finales del siglo
XVIII.

Las conclusiones contenidas en el la parte quinta
examinan los efectos de la guerra internacional y de la crisis de
la metrópoli en la Nueva Granada al comenzar en nuevo
siglo; instante en el que dio un movimiento de autogobierno, dada
la crisis imperial de 1808 a 1810. En el epílogo se
insinúa como la estructura social y económica
colonial continuaron moldeando el desarrollo de Colombia durante
los primeros cincuenta años de la
república.

Fundaciones

Los orígenes de la sociedad colonial
española que se convertiría en la república
de Colombia se remontan a los inicios del siglo XVI, cuando los
españoles merodeaban en la costa comprendida entre el Cabo
de la Vela y el Istmo de Panamá en busca de oro y
esclavos. Después de varios intentos los españoles
crearon una base en el Caribe colombiano para la conquista del
interior al fundar Santa Marta en 1526. A partir de 1530 se
iniciaron las expediciones al interior y el establecimiento de
otra base permanente con Cartagena en 1533.

El descubrimiento del Perú por parte de Pizarro
espoleó a los españoles en la búsqueda de
nuevas civilizaciones en las tierras entre Colombia y
Perú. Llevó un decenio adentrarse para crear "el
reino de la Nueva Granada".

  • Patrones de conquista

Los españoles entraron al interior de Colombia
por varias rutas. Una proveniente del sur, emanada de las zonas
abiertas por Pizarro en el reino Inca. Este movimiento fue
impulsado por expediciones bajo el mando de Sebastián de
Belalcázar; fundó Cali en 1536. La otra entrada fue
a lo largo del río magdalena hacia la Cordillera Oriental
para encontrar las tierras de los chibchas. Bajo el mando de
Gonzalo Jiménez de Quesada en 1537 llegó la primera
expedición enviada desde Santa Marta, le siguió
Belalcázar desde el sur y Federman desde Venezuela. Luego
de la fundación de Santa Fe de Bogotá las
expediciones de conquista se creó la trama de
colonización que desde la costa caribe conducía a
las tierras incas.

Antes de la llegada de los españoles no
había un Estado indígena[3]con una
autoridad comparable al de los imperios azteca e inca, por tanto
no en Colombia los españoles no heredaron un poderoso
imperio indígena tributario como si sucedió en
México el Perú. La Colombia después de la
conquista era una entidad fragmentada, geográfica, social
y administrativamente. Las fundaciones españolas estaban
muy dispersas y cada una de ellas tendía a convertirse en
una célula aparte, cuyos habitantes trataban de delimitar
su propio territorio contra los competidores, a fin de
monopolizar los recursos.

La proximidad del Ecuador significa que la mayor parte
del territorio es tropical, pero las diferencias de altura
producen agudas variaciones regionales y locales en el clima. En
la tierra fría y en la tierra templada del interior
montañoso, entre las cordilleras y en las vertientes de
los ríos Magdalena y Cauca, donde los españoles
fundaron la mayor parte de los establecimientos coloniales. En
estos escenarios no sólo encontraban un medio tolerante
con los europeos, sino también sociedades indígenas
grandes y adelantadas.

  • Las sociedades indígenas en el tiempo de
    la conquista

Ninguna de las culturas nativas sobrevivió
intacta al encuentro con los conquistadores, algunas
desaparecieron. De los varios grupos que poblaban la costa caribe
los taironas, en la Sierra Nevada, eran los más
desarrollados: vivían en centros densamente poblados y
subsistían con principalmente con el maíz,
cultivaban algodón para la ropa y eran probablemente el
pueblo más avanzado técnicamente de la Colombia de
la preconquista. Al oeste del territorio tairona los
españoles sometieron a otros grupos; el más notable
era el pueblo sinú con algunas similitudes a los
taironas.

En la región formada por la alta desembocadura de
los ríos Bogotá y Sogamoso, entre 2500 y 3000
metros, a la llegada de los invasores europeos estaba emergiendo
una vibrante civilización nativa. Grupos tribales se
habían juntado dentro de la laza federación de los
"reinos" chibchas, soportando una jerarquía de caciques,
guerreros y sacerdotes y conduciendo un activo e intensivo
intercambio de productos agrícolas, textiles, sal y
oro.

Hacía el oeste y sudoeste, en el valle del cauca
y la Cordillera Central, había muchas otras agrupaciones
indias. Ninguno comparable con los chibchas en complejidad social
y política. Agrupados formaban un elemento significativo
de la población de la preconquista que habría de
montar una fiera y prolongada resistencia en contra de los
invasores. En el valle del Magdalena y las faldas circundantes
los españoles encontraron otras numerosas sociedades
indias, la mayoría probablemente descendientes de los
caribes.

Las sociedades nativas fueron rápida y
severamente empobrecidas; la escala y el ritmo de dicha
decadencia es imposible de calcular dadas las diferencias en los
cálculos de la población india. Entre los 850.000 y
tres y cuatro millones estimada la población nativa de
Colombia a la llegada de los españoles, la escala de
decadencia demográfica durante el siglo después de
la conquista es simplemente aterradora.

La reducción y destrucción de las
sociedades indígenas, súbitas y violentas en
algunas áreas y más graduales en otras,
tenía su paralelo en la emergencia de nuevas formas de
organización social y económica diseñadas
para atender las necesidades y aspiraciones de los
españoles. Movilizando el trabajo indio por medio de la
encomienda y la mita urbana. De ahí que la región
chibcha se volvió el área medular para la
ocupación gracias a su densa población, sus tierras
bien cultivadas y su fuerza laboral disciplinada.

El desarrollo de la minería desempeño un
papel de particular importancia en conformar la economía
colonial; aunque se debe aclarar que en los primeros años,
la búsqueda del oro se relacionaba más con el
pillaje que con la minería. El impresionante botín,
del oro de los chibchas, se incrementó a largo plazo ya
que el Reino de la Nueva Granada resultó ser más
rico en tierra y en gente que en minas de oro.

La carrera del oro fue un fenómeno de la segunda
mitad del siglo, cuando la minería de venas y aluviones
empezó a tomar ímpetu en varias regiones del
país. Alrededor de 1560 los distritos mineros de Pamplona
y en las vertientes occidentales del Magdalena se convirtieron en
la fuente primaria de oro.

A partir de la explotación del trabajo indio por
parte de los encomendares, y la creación de grandes
propiedades que dado el descenso en el número de indios
fue tomando el papel preponderante, se desarrolló la
agricultura; la cuál mostró su descenso a comienzos
del siglo XVII cuando la decadencia de la minería
impidió la expansión de los mercados
domésticos. A lo cual siguieron las tendencias de la
ruralización y a una mayor autosuficiencia
doméstica en la Nueva Granada durante el siglo XVII. Lo
anterior sugiere que la región se volvió más
pobre a medida a medida que se reducía la minería
de oro.

Pero es posible que dicha situación no sea del
todo cierta si se analiza la situación del comercio
después de 1620. La competencia por el recaudo de ingresos
en los puertos fluviales sugiere que el comercio interno en
productos domésticos era razonablemente boyante.
Simultáneamente se perciben signos de que la colonia
estaba desarrollando en esos momentos un sector manufacturero
rudimentario. De tal suerte que durante el siglo XVII la Nueva
Granda pasó por una larga fase de cambio y
consolidación, durante la cual se hizo más
autosuficiente en alimentos básicos y en textiles crudos,
y menos dependiente de la minería del oro y de las
importaciones de España.

En cuanto al comercio, tomando a Cartagena como su
puerto principal yendo por el Caribe establecería sus
conexiones con el sistema de comercio trasatlántico
español. El cual floreció en el apogeo de la
producción de oro, e inició su descenso desde 1610.
Los viajes de los "galeones de tierra firme" se hicieron cada vez
más irregulares, lo cual junto al descenso en el valor
oficial de los cargamentos, es considerado por los historiadores
como síntoma de una decadencia en el comercio americano y
como señal de que las economías coloniales se
estaban contrayendo o haciéndose más
autosuficientes.

Sin embargo otras fuentes del comercio
trasatlántico muestran que este alcanzó un pico en
las décadas de 1670 y 1690; es decir aunque las flotas
viajaran con menor frecuencia en la segunda mitad del siglo XVII,
es posible que hayan llevado un mercancía más
valiosa. El análisis en la participación de la
Nueva Granada a ese comercio se hace más difícil
por la existencia predominante del contrabando. Por esta
vía gran parte de los recursos se desviaron para los
extranjeros en un patrón de comercio ilegal que
había de presentarles a los gobiernos sobornes un problema
persistente a lo largo del siglo XVIII.

A finales del siglo XVII la laxitud del control
económico español sobre la Nueva Granada era
comparable a la debilidad de colonial. El territorio fue dividido
además en unidades de gobierno provincial, en una serie de
gobiernos, corregimientos y alcaldías mayores de diferente
tamaño, riqueza e importancia. En la esfera
eclesiástica también había divisiones, con
la diócesis de Popayán perteneciente a la
arquidiócesis de Santa Fe de Bogotá, pero con
algunas partes de la provincia de Popayán, como Pasto,
incorporadas a la diócesis de Quito.

Entonces a finales del siglo XVII la Nueva Granada no
era una entidad administrativa unificada y coherente. Los
límites de los gobiernos civil y eclesiástico
distaban de ser uniformes, las líneas de manejo fiscal
cruzaban las fronteras entre las audiencias y la autoridad de la
audiencia de la Nueva Granada estaba fragmentada. Incluso antes
del ascenso de la dinastía borbónica, la debilidad
de la autoridad real en la región se había vuelto
motivo de seria preocupación para la corona.

La debilidad revelada por la caída de Cartagena,
que en 1697 cayo en manos de los franceses comandados por
Pointis, era sólo un aspecto de un problema más
amplio en la audiencia de la Nueva Granada. La deportación
en 1685 por parte del gobernador del visitador general Carlos
Salcedo y Sotomayor es una muestra que la autoridad de la
administración real se había virtualmente roto.
Algo de lo encontrado por Salcedo e investigaciones posteriores
indican que el gobierno de la ciudad había estado mucho
más ocupado en llenarse los bolsillos que en defender la
plaza. Siendo Cartagena una de las ciudades más
importantes de la Nueva Granada, no es exagerado sugerir que la
malversación de fondos reales era cosa común en los
altos niveles del gobierno provincial.

Las raíces del problema estaban en la estructura
misma del comercio trasatlántico español que al
concluir el siglo XVII era poco más que un conducto para
productos extranjeros trasladados a América vía
España. la penetración comercial extranjera
también reflejaba la debilidad política de
España en la colonia. El estado empobrecido de los tesoros
reales de Nueva Granada mostraba que los funcionarios coloniales
habían sido corrompidos profundamente mientras que la
falta de fondos también deterioraba la
administración y la defensa efectivas.

  • La transición al régimen
    borbón

El gobierno de la Nueva Granada estaba dividido y era
inefectivo, cortado de la línea clara de mando de la
España metropolitana y sin una fuente de autoridad
indisputada dentro de su propio territorio. Y el gobierno de
Madrid no estaba en condiciones de remediar tamaño
problema ya que se encontraba a la espera del sucesor de Carlos
II. Muerto en 1700 sin herederos Felipe V de España
asumió el trono, siendo el nieto de Luís XIV y
apoyado por Francia. Temerosos de una dominación francesa
en Europa, Inglaterra, Austria y holanda apoyaron a los
Habsburgos en su aspiración de sucesión.

Al final de la guerra de sucesión
española, 1702-13, Felipe V mantuvo su trono y
España entró en una nueva etapa de su historia
política. Bajo una monarquía que aspiraba a
reconstruir el poder y el prestigio españoles en Europa,
se originó un largo, espasmódico y disparejo
proceso de reforma y realineamiento imperial, comenzando en
España pero extendiéndose gradualmente a las
Américas. Triunfante en la Guerra de Sucesión
Felipe V se embarcó en políticas para revivir a
España y a su imperio; por primera vez en el siglo XVIII
la Nueva Granada se convirtió en escenario para
implementar las políticas reformistas formuladas en
Madrid.

Su primera prioridad era desplazar el poder de la
estructura conciliar tradicional dominada por la aristocracia en
beneficio de un gabinete o despacho, que trabajaba a
través de departamentos ministeriales. Esta
reestructuración administrativa se formalizó en
1714 con la creación de cuatro secretarias de Estado:
guerra, justicia, Estado y marina y colonias.

La implementación de la reforma borbónica
en la Nueva Granada inició con el establecimiento del
primer virreinato en 1719; la reforma económica se
inició en 1720 con su proyecto para revivir el comercio
español con la Nueva Granada y el Perú. Seguidas a
lo largo del siglo por otras reformas encaminadas a mejorar el
sistema colonial español reforzando la autoridad real y
aumento el flujo de recursos hacia España.

Parte
I[4]

Economía y
sociedad en la Nueva Granada del siglo XVIII

  • Recursos y regiones

Los mapas del siglo XVII muestran a la Nueva Granada
dividida en cuatro grandes unidades administrativas: Santa Marta
y Cartagena en la costa caribe, el Nuevo Reino de Granada
dominaba el oriente, y la gobernación de Popayán al
oeste y sudoeste. Hasta limites con el Ecuador. La
colonización se encontraba concentrada en el interior,
lejos de la influencia del comercio marítimo; la
población estaba compuesta principalmente de gentes libres
que no le debían tributo al Estado ni prestaciones
económicas a sus elites; la economía se encontraba
fragmentada en regiones cuyas partes interactuaban entre
sí más que con el comercio marítimo. Todo lo
anterior se mezclaba dificultando la explotación
española y dejando en lo teórico el domino sobre
todo el territorio.

  • Demografía y
    economía

En 1780 el núcleo central de la Nueva Granada se
encontraba en la Cordillera Oriental con unas 360.00 personas
(45% del total de la población de colonia); 82.500 (10%)
en las áreas de tierras calientes adyacentes al valle del
Magdalena. En el litoral caribe unas 162.000 (20%) vivían
en Cartagena, Santa Marta y Rioacha. Hacia el sur en la provincia
de Popayán 91.000 (11,5%). En la Cordillera Central,
Antioquia con 46.000 (6%). En las tierras bajas del
pacífico 30.500 (4%) principalmente en la provincia del
Choco. Para un total de 790.000.[5]

Durante el siglo XVIII la población estaba
creciendo y cambiando, a medida que la Nueva Granada se
hacía una sociedad fundamentalmente mestiza. En el censo
de 1778-80 la gente de raza mezclada constituía el 46%,
blancos 26%, indios 20% y una minoría de esclavos 8%.
Sólo en la provincia de Pasto y Casanare, y en algunas
regiones fronterizas de las costas, los indios eran
mayoría. El mestizaje era la fuerza propulsora tras el
crecimiento de la población.

Aunque con excepciones allí donde se asentaron
pocos blancos, la tasa de crecimiento de la población
india era ampliamente superada por la de los mestizos. Para 1778
la invasión de las tierras indias y la mezcla de razas
estaban tan avanzadas que el "protector de los indios"
gubernamental ya no encontraba factible distinguir entre los
elementos indios y mestizos de la población rural; por
tanto recomendaba transferir la propiedad de comunal a
individual.

El crecimiento de la población blanca
había generalizado el uso del don hasta el punto de que
estaba perdiendo su sentido como indicador de condición
social. Las razones para el crecimiento de la población
blanca residían principalmente dentro de la Nueva Granada;
dada que el componente peninsular español de la
población seguía siendo pequeño, a pesar de
que en el siglo XVIII se revivió la emigración
española a las Américas.

Si la población de la Nueva Granada estaba
creciendo indudablemente a fines del siglo XVIII, es
difícil medir el ritmo de crecimiento o trazar sus
variaciones regionales. Entonces, la sociedad de la colonia se
había convertido en una sociedad en gran parte
hispanizada, donde la cultura española se había
desprendido de sus bases originales en las ciudades y donde
criollos, mestizos y mulatos habían desplazado a los
pueblos nativos en el campo.

La sociedad dual de "repúblicas" indias e
hispanas contemplada por las primeras leyes españolas
había sido casi completamente subvertida por el mestizaje,
y comparadas con los territorios andinos del sur, las comunidades
indias les daban sólo una pequeña
contribución a la economía y al Estado
españoles, ya fuera en trabajo, mercado o
impuestos.

A pesar del crecimiento y mestizaje, la estructura
creada por la colonización española en los siglos
XVI y XVII permaneció intacta. A finales de siglo la Nueva
Granada seguía siendo un conglomerado laxo de regiones,
cada una centrada en los pueblos establecidos tiempo atrás
por los españoles como bases para explotar los recursos
humanos y naturales del territorio. Algo similar sucedía
con la economía, que se movía sobre dos ejes
principales: la agricultura ligada a la subsistencia y los
mercados domésticos; y el otro era una economía
minera que producía metales preciosos para pagar el
comercio con Europa. Dada las pocas conexiones que la agricultura
de la Nueva Granada tenía con los mercados externos,
estaba confinada en gran parte a los circuitos de intercambio
interregionales e intrarregionales. Dicha integración
tenía su contrapeso en la deficiencia del transporte y las
comunicaciones.

La economía estaba altamente regionalizada y sus
regiones construidas alrededor de los pueblos grandes; que
operaban como centros de administración y comercio
regionales. Siendo los puntos focales de la cultura
hispánica, concentrando a los miembros de la sociedad
más ricos, privilegiados y poderosos junto a los
servidores domésticos, artesanos, abogados, sacerdotes y
mercaderes que proveían los servicios
requeridos.

  • Ciudades y regiones

  • La región Caribe

Fue la primera región de colonización
española en el territorio colombiano, y gracias al papel
de Cartagena de Indias como puerto principal de la Nueva Granada,
el área continuó desarrollándose durante el
período colonial. La agricultura costeña se
beneficio poco del comercio trasatlántico ya que las islas
españolas del caribe producían de los mismos
alimentos tropicales e incluso exportaban a Cartagena. Claro que
indirectamente el comercio de ultramar afecto la agricultura al
fomentar la actividad comercial y productiva de pueblos que se
ocupaban en el comercio entre Europa y el interior de la Nueva
Granada.

Las dos primeras concentraciones de demanda fueron la
ciudad de Cartagena (14.000 a 16.000 habitantes a finales del
siglo XVIII) y el pueblo de Mompós (7.000-8.000 en la
década de 1770). Como centros principales para la
organización y distribución del comercio exterior
de la Nueva Granada.

El impacto de la ciudad de Cartagena en los campos
circundantes puede apreciarse al ver que la mayor parte de los
alimentos consumidos por la población eran cultivados
dentro de la ciudad y en la isla de Barú. El valor de las
tierras cercanas a la ciudad era demasiado alto e
infértil; los propietarios lo dedicaban a
producción de tejas, ladrillos, leña y algo de
ganado con un rendimiento proporcional al valor de la tierra y
los esfuerzos invertidos. La agricultura local y las huertas eran
insuficientes para abastecer a los mercados de la ciudad de
maíz y trigo. El primero era traído en su
mayoría de la región del Sinú, mientras el
trigo era importado del interior de la Nueva Granada o de
ultramar. La mayor parte de la carne consumida dentro de la
ciudad provenía de haciendas distantes hasta cuarenta
días de Cartagena.

Las familias criollas más ricas de Cartagena y
Mompós acumularon fortuna mediante la participación
en el comercio de ultramar, trata de esclavos y minería,
así como agricultura, mientras que consolidaban y
extendían sus fortunas con juiciosos matrimonios, ya entre
ellos mismos o con inmigrantes peninsulares apropiados. Lo cual
marca una tendencia de la tierra a quedar concentrada en unidades
más grandes, algunas veces mantenidas en secciones
más vastas, múltiples, consistentes entre 20.000 y
30.000 hectáreas, no era necesariamente un tributo al
dinamismo de los mercados locales; se trataba de una
función de la disponibilidad de la tierra en áreas
escasamente pobladas y de los problemas consiguientes de reclutar
trabajadores libres. El otro elemento en la sociedad agraria de
las regiones costeñas era un campesinado libre que
sobrevivía con la agricultura de subsistencia, combinada
con el trabajo en transporte por el río
Magdalena.

Al oriente la provincia de Santa Marta había
quedado en la penumbra desde cuando el comercio por el puerto
había sido cortado por el desarrollo de Cartagena. En el
siglo XVIII la ciudad era apenas un pueblo grande, con una
población de 3.600 habitantes. Más allá, la
vecina Río Hacha. Frontera india con menos de 4.000
colonos en toda la provincia. En cambio la población india
"no pacificada" era de casi 40.000 en las provincias de Santa
Marta y Río hacha de los cuales 12.000 a 15.000 eran
capaces de empuñar las armas. Lo anterior combinado con la
aspereza del medio físico desalentó la
colonización española

Así, en un momento tardío del siglo XVIII,
grandes sectores de la región seguían despoblados e
inexplorados, y sólo los hinterlands de Cartagena
y Mompós vieron alguna actividad sustancial comercial y
agrícola. La agricultura dominada por grandes propietarios
se expandía para responder a la demanda urbana
manteniéndose confinada a sus estrechos límites.
Quienes lograron mantener contactos con el mercado urbano y con
el comercio fueron capaces de sostener un opulento estilo de
vida. La masa de la población lograba vivir apenas de la
tierra.

  • La región de la Cordillera
    Oriental

Esta era la parte más urbanizada de la Nueva
Granada, tenía casi la mitad de la población total,
distribuida de manera desigual en una cadena de pueblos que
hacía el norte desde Santa Fe de Bogotá hasta
Pamplona pasando por Tunja y Girón entre otros.

Comprendía tres subregiones. La primera en torno
a Bogotá (más de 90.000 habitantes en la
provincia), capital de la audiencia y sede de los virreyes, y
Tunja (129.000 en la provincia). En esta área de tierra
fría los principales cultivos eran papas, trigo, cebada y
maíz; el ganado y los corderos para satisfacer la demanda
de lana. Al norte en la tierra templada San Gil y Socorro
(15.000) eran los principales centros urbanos. Además de
producir maíz y otros alimentos para el consumo local, se
cultivaba caña de azúcar, tabaco, anís y
algodón. Más al norte en la tercera
subregión se encontraba una zona más caliente
alrededor de Girón y Bucaramanga (sumaban 10.000
habitantes), la tierra fría con centro en Pamplona
(22.000) y las planicies tropicales alrededor de
Cúcuta.

El eje de la colonización hacía el norte a
partir de Bogotá estaba compuesto por una serie de
economías locales que abarcaban establecimientos casi
todos en tierras frías y templadas por encima de los 1.800
metros flanqueados por establecimientos de tierra caliente en las
faldas de la cordillera. En toda la región la agricultura
era la base de la vida económica, ya que no había
empresas de minería de importancia. La primera alternativa
a la agricultura era la manufactura de tela para lo cual se
producía lana y posteriormente algodón en los
climas más calientes.

Bogotá había emergido como la principal
ciudad de la región debido a una combinación de
factores: su papel como centro del gobierno, su posición
en un área fértil y populosa, y su función
como principal punto de distribución, en conjunción
con el puerto de Honda, de las importaciones traídas de
Cartagena.

Santa Fe de Bogotá era la ciudad principal de la
Cordillera Oriental con unos 30.000 habitantes al final del siglo
XVIII. Centro administrativo y fiscal de la Nueva Granada
albergaba a los principales funcionarios, junto con un
pequeño contingente de abogados, notarios y funcionarios
menores que servían al gobierno. Y como capital
eclesiástica albergaba a 1200 miembros del clero; un
clérigo por cada veinticinco personas dentro de la
ciudad.

En 1741 pese a su espléndida localización
Bogotá no parecía una ciudad rica o productiva; y
medio siglo después la ciudad no mostraba signos de
prosperidad. La ciudad no era un centro industrial, es decir, no
atraía fuerza de trabajo extraña, la mayoría
de los artesanos eran nacidos y criados en la misma ciudad. Los
datos[6]del reclutamiento de las
compañías de milicias reflejan el carácter
de la ciudad como centro administrativo y comercial más
que manufacturero. Los oficios en Bogotá estaban en tan
pobre estado que en su atavío, ociosidad y vida licenciosa
eran escasamente distinguibles de los mendigos y
vagabundos.

El ámbito para la comercialización
agrícola estaba confinado a áreas pequeñas y
a poblaciones pequeñas, y el comercio de alimentos estaba
restringido generalmente a los mercados semanales de los pueblos
locales. En las primeras áreas de colonización, en
la tierra fría alrededor de Bogotá y Tunja, grandes
propiedades creadas como resultado de la conquista
coexistían con pequeñas fincas y una agricultura
campesina. En las altas llanuras alrededor de la ciudad dominaba
el gran propietario con una serie de estancias de ganado mayor y
su poder se veía reforzado con el sistema de organizar el
trabajo indio, incluso después de la abolición del
trabajo indio en 1720. Grandes empresas agrícolas
integradas por varias haciendas se establecieron mediante la
compra de tierras de familias antiguas y de la Iglesia. Alrededor
de Tunja las haciendas eran más pequeñas pero
también con marcadas desigualdades en la
distribución de la tierra.

En el área de tierras calientes también
dominaba la gran propiedad. En las tierras altas la
economía de las grandes haciendas consagradas
principalmente a la cría de ganado y al cultivo de trigo
se complementaba con una economía campesina que
producía para la subsistencia y para los mercados locales.
A medida que declinaba la población india, campesinos
blancos y mestizos invadían las tierras de los resguardos
como forma de sembrar independientemente de los terratenientes.
Para los grandes propietarios la tierra arable era menos
importante que la cría de ganado, y tierras
fértiles apropiadas para el cultivo del maíz y de
otros cereales se consagraba a menudo al pastoreo extensivo. Tal
era el daño de dicha concentración que Pedro
Fermín de Vargas, como el virrey Guirior, eran partidarios
de devolver esas tierras al mercado, arguyendo que una
repartición más equilibrada promovería la
prosperidad y el desarrollo agrícola.

Caso particular son los jesuitas, quienes hasta su
expulsión en 1767 fueron grandes propietarios de a
región. Capaces de maximizar sus ingresos al sostener un
complejo integrado de empresas agrarias donde las haciendas en
diferentes ambientes se especializaban dentro de una red de mutua
interdependencia. El atrasó de la sociedad agraria no es
atribuible de manera exclusiva a la estructura de la propiedad.
Cuenta también la estrechez de los mercados y la
dificultad para crear y controlar una fuerza de trabajo
desprovista de tierra. De lo cual se desprende que la
posición privilegiada de los terratenientes no era
sinónimo de riqueza y poder, haciendo una
comparación en la época.

  • Las provincias del Sur

En el sur había otra macro región distinta
en la enorme provincia de Popayán, administrada por un
gobernador nombrado por la corona, la provincia tenía una
jurisdicción que abarcaba virtualmente la totalidad del
sur y suroeste de Colombia. Hacía parte de la audiencia de
Quito e incluía las subprovincias de Iscuandé,
Raposo y Barbacoas en la costa del Pacífico, y Pasto en
las tierras altas al sur, todas ellas administradas por tenientes
gobernadores nombrados en Popayán.

Como capital provincial y con unos 14.000 habitantes
Popayán seguía siendo el principal centro urbano,
con algunos grupos de vecinos que extraían sus fortunas de
la minería del oro en las regiones aledañas y los
más en las tierras bajas del Pacífico. Al norte
Cali (5.000 habitantes y otros 6.000 en su hiterland, en
1770), Buga y Caloto de tamaño similar también se
conectaban con las áreas mineras del Pacífico. Al
oeste Barbacoas, Iscuandé y Raposo, escasamente pobladas
pero económicamente importantes. Hacía el noreste
otra área minera, la provincia del Choco,
administrativamente parte de la provincia de Popayán hasta
1740 cuando se volvió provincia independiente.

Al sur Pasto (11.500 habitantes incluidos alrededores, y
15.000 diseminados en aldeas) supervisada por un teniente del
gobernador de Popayán. Pasto tenía más en
común con el territorio de Quito. La mayor parte de su
población era india y su agricultura era similar a la de
la tierra fría en la Cordillera Oriental. En conjunto era
una región pobre, donde sólo los jesuitas parecen
haber sido capaces de crear empresas agrícolas exitosas
que producían lana, ganado y cereales para
comerciar.

El corazón de la economía regional del sur
residía en las tierras templadas cerca de la ciudad de
Popayán y a lo largo del ancho cauce del valle del
río Cauca. El oro extraído de las tierras del
Pacífico estimulaba el desarrollo de una economía
monetaria. De las minas llegaba una constante demanda de carne,
aguardiente, tabaco. En toda el área la cría de
animales era una forma básica empresa agrícola,
además de ganado se producía caballos y mulas, o
corderos en las zonas altas. La economía de la hacienda
era generalmente una mezcla de cultivos arables y de cría
de ganado, que producía tanto para el mercado como para la
subsistencia.

La estructura agraria del área central estaba
dominada por grandes haciendas que se habían formado al
final de la conquista, primero alrededor de Popayán y
más tarde en torno a Buga y Cali. Más
pequeña que Popayán, Cali era también el
foco de una sociedad agraria dominada por grandes terratenientes.
Aquí la población india había sido
pequeña en tiempos de la colonización, y la gran
hacienda se desarrolló a fin de monopolizar el escaso
trabajo disponible.

En el siglo XVIII el desarrollo de la minería de
oro en las tierras bajas del Pacífico le inyectó un
nuevo dinamismo a la economía del Cauca. Y, como los
propietarios de Popayán y de la costa Caribe, los
terratenientes del Cauca empleaban a sus esclavos en una
economía de hacienda que buscaba la subsistencia interna
mientras maximizaban los ingresos de la minería y de la
venta de productos de azúcar.

Mediante las operaciones de un sistema económico
que combinaba extensos pastoreos de ganado con producción
de azúcar altamente capitalizada, tierra arable
autosuficiente, minería de oro, empresas comerciales y
cargos en el gobierno, la nobleza criolla de Popayán y
Cali capturó buena parte de la riqueza de la región
del Cauca y dominó su sociedad.

La creación y el sustento del poder
económico de esta nobleza se basaban en la
institución de la esclavitud. Una vez comprados los
esclavos, liberaban a los propietarios de su dependencia de
blancos pobres o mestizos, los que preferían buscar la
independencia en cultivos de subsistencia o en trabajo urbano, y
les permitían también sacarles más provecho
a sus recursos al utilizarlos intensivamente.

Los informes[7]sobre
administración de fincas muestran durante el último
cuarto del siglo muestran cómo una fuerza de trabajo
esclava puede utilizarse hasta el máximo en una
economía que combinaba la autosuficiencia con una vigorosa
orientación al mercado. Cuanto fuera posible de las
mercancías para uso cotidiano, de alimentos y hasta
muebles y sebo para las velas, eran suministrados por los propios
recursos de la hacienda. Algunos artículos no se
podían obtener sino afuera (ropa para esclavos, hierro y
acero para hacer instrumentos, y trabajos especializados como
hacer cerraduras), pero esos gastos eran controlados
rigurosamente y mantenidos al mínimo. Se trataba, pues, de
explotar el potencial comercial de la hacienda hasta el
máximo, mientras se trataba de minimizar sus gastos y su
dependencia de abastecimientos externos.

La agricultura comercial en la región del Cauca
no era coto exclusivo de grandes familias terratenientes como los
Caicedo, Mosqueras y los Arboledas. Además había un
grupo mayor de propietarios más modestos, que trabajaban
sus hatos y estancias con dos o tres esclavos.

Los registros de las milicias en Cali, Buga y Cartago
atestiguan también la existencia de un grupo de
labradores[8]que a veces arrendaban las tierras de
los grandes propietarios. Participaban en el cultivo del tabaco,
arrendando tierra a cambio de la repartición de la
cosecha. En las listas de las milicias, los labradores figuraban
junto a los artesanos y unos y otros se consideraban distintos de
la masa de negros y mulatos libres. Lo que demuestra que la
estructura agraria tenía una tendencia marcada hacia el
dualismo. Grandes propietarios usando esclavos e indios, por un
lado, y campesinos dedicados a la subsistencia y a trabajos
ocasionales del otro.

  • Conclusión del capítulo
    2

A lo largo de la Nueva Granada la agricultura
ofrecía pocas oportunidades para la expansión de
ingresos o la acumulación de capital. Ni el comercio legal
ni el contrabando suministraban al agricultor salidas
significativas para sus productos, y los cultivos -desde la gran
hacienda hasta la parcela de subsistencia de una familia
campesina- estaban encaminados principalmente a atender la
demanda doméstica. La comercialización de la
agricultura dentro del contexto de la economía
doméstica estaba, además, restringida por la
pequeña escala de los mercados internos. La mayor parte de
los productos podían ser comercializados sólo
localmente, mientras los altos costos de transporte les
impedían competir con sustitutos aceptables producidos en
otras áreas, y el comercio local servía a mercados
que eran demasiado pequeños en términos de
número de consumidores y de poder adquisitivo como para
promover la especialización. La propiedad de haciendas
extensas que podían usarse para producir caña de
azúcar, cereales y ganado mantenía a las
élites regionales, que disfrutaban de ingresos por encima
del promedio gracias a la agricultura, pero la producción
de alimentos a najo precio no favorecía la
adquisición de grandes fortunas. Tampoco, por supuesto, la
agricultura mantenía nexos con la madre patria. El
comercio con España dependía en cambio de las minas
de oro que lo españoles habían encontrado y
desarrollado durante el siglo XVI y que, durante el
período colonial, sirvieron para financiar las
importaciones de Europa.

  • Las fronteras mineras y la
    economía del oro

Partes: 1, 2

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