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La Divulgación de la Ciencia (página 2)




Enviado por Pablo Turmero



Partes: 1, 2

Veamos ahora de qué elementos consta y qué
estructura debe tener un sistema para cumplir las funciones
recién enunciadas. Aquí proponemos entender la
divulgación de la ciencia como un fenómeno
informacional, con la estructura habitual de este tipo de
fenómenos. A veces se distingue entre información y
conocimiento. A nuestro entender hay información cuando un
acontecimiento (mensaje) produce un cambio en el conocimiento que
alguien tiene sobre algo. Si no hay variación en el
conocimiento no hay información, tan sólo mensaje.
El que se dé información depende, pues, de varios
factores, entre ellos el mensaje, el receptor y el objeto acerca
del cual el receptor adquiere conocimiento. Un mensaje en chino a
mí no me dice nada, no me comunica información,
pero quizá sí a mi vecino. La sección de
deportes de un diario me dice poco sobre el clima que hace, pero
mucho sobre la liga de fútbol. La información es en
realidad una relación que exige al menos tres polos, el
mensaje, el receptor y aquello a lo que el
mensaje se refiere
. En el mundo físico toda
información se transmite a lo largo de un canal,
y este cuarto elemento también ha de ser tenido en cuenta.
Además, la información científica siempre
tiene un emisor concreto, una persona o
institución que emite de modo intencionado. Para entender
la comunicación de la ciencia debemos reparar, pues, en
todos estos elementos del fenómeno informacional: emisor,
canal, mensaje, contenido y receptor.

4.2. EL EMISOR

Quien emite el mensaje es un periodista (o un grupo)
especializado en divulgación de la ciencia y de la
técnica. Esto implica, por un lado, que la tarea del
comunicador de la ciencia es propiamente periodística.
Nosotros abogaremos aquí por un periodismo
científico integral. La formación, las habilidades,
los criterios o el lenguaje para hacer llegar al público
la información científica son de naturaleza
propiamente periodística. Por supuesto, la
divulgación de la ciencia puede ser llevada a cabo a veces
por personas que, además, sean científicos,
historiadores, filósofos, literatos, gestores…, pero
cuando ejercen como divulgadores están haciendo una labor
periodística en la que los criterios de valoración
y selección de los contenidos, así como las
técnicas de comunicación, deben ser propiamente
periodísticos, y no necesariamente científicos,
políticos o económicos. Si más arriba hemos
señalado la necesidad de un cierto grado de
autonomía de los sistemas, por ejemplo del sistema
científico, es perfectamente razonable que aquí
pidamos ese mismo grado de autonomía para el sistema de
divulgación de la ciencia, en el que deben prevalecer los
criterios periodísticos, asistidos, como debe suceder en
cualquier acción humana, por el sentido común
crítico, e incluso la deontología propia de esta
profesión. Evidentemente, la autonomía del sistema
de divulgación de la ciencia no puede conducir al
aislamiento. Muy al contrario, debe fomentarse la relación
fluida y constante con los científicos y
tecnólogos, con los políticos e industriales
vinculados a la actividad científica o tecnológica
y, por supuesto, con el público. El emisor debe tener
conocimientos científicos y tecnológicos
suficientes para entender e interpretar correctamente los textos
y las acciones de científicos y tecnólogos,
así como las estructuras de las instituciones y
comunidades científicas. Es importante, asimismo, que el
periodista disponga de algunas nociones de filosofía,
historia y sociología de la ciencia que le permitan
entender la naturaleza de la ciencia.

Una de la ventajas de la perspectiva sistémica es
que pone de manifiesto la necesidad tanto de autonomía,
como de interconexión, y esclarece las razones para buscar
este equilibrio.

4.3. EL CANAL

El periodismo científico se ejerce a
través de todos los canales periodísticos
clásicos (prensa escrita, radio, televisión) y
otros nuevos (sobre todo Internet). También en este
sentido, el periodismo científico es periodismo integral.
Hemos de tener en cuenta que el canal no es neutral respecto a
los contenidos y los efectos de los mismos, como tampoco lo es
respecto al receptor. Según que canal elijamos llegaremos
a un público u otro, y el mensaje llegará en
distintas condiciones y ejercerá efectos diferentes. Este
tópico, en lo que hace a los canales periodísticos
más clásicos, ha sido objeto de muchos estudios
dentro del ámbito de las ciencias de la
información, estudios cuyas conclusiones pueden ser
aplicadas de modo especial a la divulgación de la ciencia.
Sin embargo, la influencia de Internet sobre la
comunicación de la ciencia es aún una
incógnita. Hay que considerar que las propias
publicaciones científicas y las de documentación
científica se están desplazando a la red. Este
fenómeno está dando lugar a debates sobre los
criterios de selección y valoración, sobre la
vigencia del sistema de revisión por pares, común
actualmente en las revistas científicas, incluso sobre el
sujeto que hace ciencia, cuando algunas tareas se realizan ya en
la red de modo muy distribuido. Si Internet está cambiando
los modos de hacer ciencia, y todavía no sabemos hasta
qué punto para bien, está claro que también
cambiará la divulgación de la ciencia, y aún
no sabemos muy bien en qué sentido. Podemos conjeturar, y
en parte ya lo estamos viendo, que cambiarán los sistemas
de documentación utilizados por el periodista
científico, el modo de acceso a las fuentes, la
retórica y el lenguaje, quizá los géneros
periodísticos, y con seguridad el público al que se
accede y los efectos causados en ese público.

Además de los mencionados, existen canales no
periodísticos de divulgación científica,
como el cine de ciencia ficción o la literatura, cuyos
contenidos y recursos retóricos son siempre de
interés para el periodista científico, por cuanto
suministran claves ampliamente compartidas por el público.
Así, estamos casi seguros de ser entendidos si comparamos
una estación orbital con las naves de 2001 Odisea en
el espacio
, un experimento biológico con la tarea del
Dr. Frakenstein, o el mundo de los dinosaurios con Parque
Jurásico
. Además, la literatura y el cine de
ciencia ficción tienen una gran incidencia sobre el
lenguaje común (terminator, cyborg,
mutante..), modifican las expectativas del público
respecto a la ciencia y la tecnología y condicionan sus
actitudes. Junto con los contenidos del sistema educativo y los
de la prensa, el cine y la literatura, ya desde las obras
clásicas de Goethe o Swift, son los elementos más
comunes sobre los que se construye la imagen pública de la
ciencia, y esto no puede ser olvidado por el periodista
científico. La imagen pública de los
científicos, de la ciencia y de la técnica se
construye a partir de obras literarias o cinematográficas
tan diversas como El Golem, Flubber,
Frankenstein, Jekyll y Hide, Viaje al
futuro
, Indiana Jones, Viaje al centro de la
Tierra
, o Matrix, Gataca o Blade
Runner
… Estas observaciones nos sirven como
transición al siguiente punto.

4.4. EL MENSAJE

La divulgación de la ciencia tiene su propia
retórica, que no puede ser sin más la de la
ciencia, pues tiene como objetivo llegar a un público
amplio. Por ejemplo, la inclusión de referencias a las
obras literarias y cinematográficas es uno de los
elementos propios de la retórica de divulgación.
Conviene aclarar que la ciencia no es ajena a la retórica,
utiliza sus propios recursos, presenta sus rasgos de estilo, y
también puede ser considerada desde el punto de vista de
la crítica literaria. Pero, como ya estableció uno
de los primeros tratadistas sobre retórica,
Aristóteles, la construcción eficaz del discurso
depende tanto de la materia sobre la que versa, como del
público al que se dirige. Por tanto, el periodismo
científico ha de desarrollar sus propios recursos
retóricos autónomos respecto a los de la ciencia.
Cabe señalar también que la retórica no lo
es sólo del lenguaje escrito u oral, sino también,
y cada vez más, del material gráfico y sonoro. La
divulgación de la ciencia requiere, por así
decirlo, una "retórica multimedia".

Mencionaremos a modo de ilustración un par de
ejemplos. La utilización de metáforas es
común en el lenguaje de la divulgación de la
ciencia; también lo es en el propio lenguaje
científico. Puede parecer raro que no lo hayamos notado
hasta hace poco, pero de hecho, es reciente el descubrimiento de
la abundancia de metáforas en los textos
científicos. Estas metáforas no tienen sólo
funciones heurísticas o didácticas, sino que son
esenciales para la expresión de los contenidos
teóricos y no pueden ser eliminadas en favor de un
lenguaje literal. Lo que sucede es que con el tiempo el lenguaje
utilizado en las teorías científicas exitosas
termina imponiéndose como convencional. Pues bien, la
divulgación de la ciencia tampoco puede prescindir de las
metáforas, comparaciones, analogías y modelos.
Algunos de estos tropos pueden ser tomados en préstamo de
los propios textos científicos, pero esto no siempre es
necesario o conveniente, pues la función que cumplen las
metáforas es diferente en cada contexto. Frecuentemente el
periodista debe inventar sus propias metáforas para la
divulgación eficaz de los contenidos científicos y
en ningún caso puede sustraerse a este esfuerzo si
pretende comunicar la naturaleza de la ciencia y la acción
de los científicos. En otras palabras, el divulgador no
tiene por qué aceptar la imagen que la ciencia suministra
de sí misma.

Por otro lado, no hay recetas para las metáforas
a menos que podamos advertirlas en nuestra capacidad creativa.
Según Aristóteles la capacidad metafórica no
puede ser enseñada como si fuera historia o
geometría, depende del genio. Además, las
metáforas nunca son inocuas. Llamar a las zonas boscosas
"sumideros de CO2", facilita la comprensión de ciertas
políticas ambientales (por ejemplo, USA puede decir que
compensa las emisiones de CO2 con los "sumideros" que posee o
puede comprar); y hablar de demografía en términos
de "explosión demográfica" o "cáncer de la
biosfera", justifica ciertas políticas de control de la
natalidad en el Tercer Mundo, y una actitud de alarma de los del
Norte respecto a los del Sur (que empiezan a ser vistos como una
"bomba demográfica" puesta a nuestros pies). Incluso las
imágenes geográficas, los mapas, tal y como se
suelen presentar, tienen un contenido retórico no inocuo
(el Sur está abajo, el Norte arriba, cuando "abajo" y
"arriba" son términos cargados axiológicamente y
vinculados a una espesa red de metáforas: "ánima
decaído", "la bolsa baja", "se eleva la
producción", "depresión"…). Dicho de otro modo,
el que el periodista utilice unas u otras metáforas
condiciona su eficacia comunicativa, pero también tiene
que ver con el aspecto ético del ejercicio de la
profesión, pues las metáforas, es necesario
repetirlo, no son inocuas en ningún caso.

El segundo recurso al que nos interesa referirnos es la
aproximación histórica y biográfica. Muchas
veces la divulgación de los contenidos se ve facilitada
por este tipo de aproximación, que despierta con
más facilidad el interés del público. El
contexto histórico-social en que se produce la ciencia
tiene interés por sí mismo, y facilita la
transición hacia los contenidos. Otro tanto puede decirse
de la aproximación biográfica. En esta
técnica son maestros algunos sociólogos de la
ciencia. Por ejemplo, el relato que hace Bruno Latour de la
polémica sobre la generación espontánea
sostenida por Pasteur y Puchet, difícilmente puede dejar
insensible al lector. Un libro reciente de Jesús
Mosterín explota las posibilidades de la
aproximación biográfica para exponer contenidos tan
abstractos como los de la lógica matemática. Se
puede decir que es el único libro de lógica que
comienza con un crimen pasional. Y Gerald Holton ha explotado las
posibilidades de la biografía para contar pasajes de la
física de nuestro siglo. Son sólo algunos
ejemplos.

Respecto a la construcción del mensaje nos
gustaría añadir una última
consideración. La comunicación de la ciencia puede
encarnarse en cualquiera de los géneros
periodísticos. Es más, siguiendo la idea de un
periodismo científico integral, lo deseable es que fuesen
utilizados para la divulgación de la ciencia todos los
géneros periodísticos: noticias y reportajes,
entrevistas, publicidad, columnas de opinión, editoriales,
humor y el periodismo interactivo propio de las cartas al
director o las llamadas… Utilizar para la divulgación de
la ciencia géneros de opinión, como la columna o el
editorial, genera algunos problemas que trataremos en el
siguiente punto: ¿el periodista debe opinar sobre
ciencia y tecnología?

4.5. EL CONTENIDO

Tradicionalmente el periodismo científico se
había concentrado en la comunicación de los
resultados de la ciencia y los logros de la tecnología,
casi siempre entendidos como avances. Por supuesto, los
resultados de la ciencia y las innovaciones tecnológicas
deben formar parte del contenido de la divulgación
científica. Pero, si aceptamos que la ciencia es
acción humana y social, entonces, la divulgación de
la misma no puede limitarse a los resultados. También debe
aportar información sobre el hacer científico,
sobre los procesos de los que nacen los resultados y las
innovaciones, sobre la investigación como acción
humana y social. Si se debe informar no sólo sobre
resultados, sino también sobre procesos, entonces no
estaría de más en muchos casos que el periodista
pise el laboratorio, del mismo modo que cubre otras informaciones
sobre el terreno, y que no se limite a recoger los productos ya
completos que le sirven las revistas científicas o las
agencias que dependen de éstas.

La información debe versar también sobre
la naturaleza de la ciencia y de la técnica, sobre su
historia y métodos, acerca de lo que son y de lo que se
puede esperar de ellas, acerca de cómo se practican, de
cómo se financian, de los intereses a los que responden y
de los efectos que producen, tanto efectos benéficos como
impactos dañinos y riesgos. Algunas veces la
información será acerca de errores o incluso de
fraudes que se dan en ciencia y en tecnología como en
cualquier otra empresa humana. De hecho, la comunicación
del riesgo empieza a constituirse en una subespecialidad dentro
del periodismo científico y tecnológico. La
política de I+D, por supuesto, debe ser objeto de
tratamiento en las secciones de ciencia de los medios, tanto como
en las de información política, pues es uno de esos
temas cuyo tratamiento periodístico afecta a más de
una sección. Del mismo modo la información sobre
las comunidades científicas como tales, es decir, en tanto
que comunidades humanas, puede abordarse como interesante
crónica de sociedad. Una de las funciones de la
divulgación de la ciencia consiste justamente en la
humanización de la misma a ojos del público,
evitando las imágenes extremas del científico y el
tecnólogo como seres extraordinarios o
perversos.

Los medios pueden también transmitir contenidos
no acerca de la ciencia, sino acerca de la naturaleza, elaborados
a partir de los resultados de la ciencia. Ambos objetos deben ser
distinguidos en el tratamiento periodístico, pues una cosa
es hablar sobre los últimos hallazgos de bípedos
fósiles (información sobre la ciencia) y otra sobre
los propios bípedos o sobre el curso de la
evolución de los humanos (información sobre la
naturaleza). Creemos que con frecuencia se confunden ambos tipos
de contenidos. Pero esta confusión no se
produciría, por ejemplo, en información
política o deportiva, donde está claro que una cosa
es lo que dice un político sobre la situación de la
economía y otra la propia situación de ésta;
y una cosa es lo que dice un futbolista sobre un posible penalti
y otra el propio lance del juego. Sobre ambas cosas se debe
informar, pero como es bien sabido, no siempre coincide lo
primero con lo segundo. Sin embargo, en divulgación de la
ciencia la confusión es más común, y es
frecuente dar como información sobre la naturaleza lo que
es información sobre una cierta visión de la
naturaleza. Se olvida así que la propia ciencia
está llena de controversia, que es dinámica, que
sus resultados están siempre sometidos a revisión.
Con todo ello no queremos decir que el periodista pueda tener un
acceso privilegiado y directo a la naturaleza, sino que en el
periodismo científico no queda anulada la
recomendación de contrastar las informaciones, de
consultar más de una fuente siempre que sea posible o que
se sospechen las discrepancias. En última instancia,
cuando se habla sobre la naturaleza es el periodista el que habla
y el responsable de su información, y, como sucede en
información política o económica, es
también él quien decide qué versión
adopta de entre las que ha oído, mientras que de los
resultados científicos se responsabilizan quienes los
producen.

Hasta aquí hemos tratado de modo deliberadamente
indiferenciado la divulgación de la ciencia y de la
tecnología. Sin embargo existen diferencias llamativas en
los contenidos de la divulgación científica y los
de la divulgación tecnológica. El mundo de la
tecnología recibe un tratamiento mucho más
humanizado que el de la ciencia, más conectado con otros
intereses y actividades humanas. La información
tecnológica suele ser más crítica, hace
frecuente referencia a errores o impactos indeseados, e incluso
se detiene en los efectos sociales y ambientales de las
tecnologías. La información tecnológica se
relaciona más claramente con cuestiones políticas,
económicas, militares, industriales e incluso
artísticas; la científica en menor medida. Sin
embargo, la ciencia también es acción y tiene
implicaciones prácticas, recibe financiación
pública y afecta a cuestiones sociales y políticas;
incluso afecta a nuestra forma de ver el mundo de modo tal que
condiciona nuestras vidas. Todo ello parece justificar un
tratamiento de la ciencia con la misma independencia
crítica que apreciamos en otros temas. Tocamos aquí
el debate que habíamos dejado pendiente acerca de si puede
haber un periodismo científico de opinión. Desde
nuestro punto de vista la respuesta ha de ser afirmativa. Hay
muchos aspectos de la ciencia, los más prácticos
(políticas científicas, financiación,
líneas prioritarias, sistemas de enseñanza,
experimentación sobre animales y humanos…), que deben
estar sometidos al escrutinio crítico de la opinión
pública y que es necesario difundir. Más
problemático resulta el caso de los propios resultados de
la ciencia, dado que aquí el periodista no puede ponerse
en pie de igualdad con el científico, que se supone
más entendido en la materia. Sin embargo, esto no anula
toda posibilidad de crítica, incluso de los resultados y
contenidos de la ciencia. Puede sonar un tanto heterodoxo, pero
si ya hemos aceptado que se pueden criticar las medidas
económicas sin ser economista, e incluso las sentencias
judiciales sin necesidad de ser juristas, lo mismo se
podría decir de los resultados de la ciencia.

¿Desde dónde esa crítica? Desde las
opiniones de otros científicos y desde el sentido
común crítico, claro está. La
relación entre ciencia y sentido común
frecuentemente es mal entendida. Se tiende a pensar que la
ciencia es contraria al sentido común, pero no es
así, para hacer ciencia es imprescindible el sentido
común, tanto como para hacer periodismo. Sucede que
algunas teorías científicas han contrariado el
sentido común de la época, pero eso no dice nada en
contra de lo que aquí sostenemos, pues las nociones y
criterios de sentido común no pueden ser inmutables, deben
estar sometidas a crítica y revisión. Por eso
hablamos de sentido común crítico. Pero de
ahí a utilizar como argumento a favor de una
teoría científica su oposición al sentido
común, o a decir que la ciencia no puede ser juzgada desde
la pura sensatez, media un abismo. De hecho, en ciertos casos el
sentido común se ha resistido a dar por buenas
teorías científicas que se han mostrado a la larga
erróneas (es el caso del conductismo en psicología
animal). En definitiva, nos parece lícito y recomendable
que en algunos casos el periodista exponga sus dudas sobre los
resultados obtenidos por algún científico y que
apele para ello al puro sentido común crítico o a
la comparación entre los resultados y opiniones de
diferentes científicos.

4.6. EL RECEPTOR

El receptor de la divulgación científica
es el público de los medios, que se acerca a los mismos
con diversos intereses: los de la persona interesada por el
conocimiento del universo, los del consumidor de
tecnología, de productos industriales y servicios
producidos por medios tecnológicos, los del votante y
ciudadano que quiere información y opinión sobre
políticas de I+D, los del afectado por los impactos
sociales y ambientales de la tecnociencia, etc. Ninguno de estos
prismas debe pasar inadvertido al comunicador de la ciencia a la
hora de hacer la selección y presentación de la
información. El grado de conocimiento previo que se le
supone al ciudadano medio influye sobre la construcción de
la noticia científica, que debe adaptarse a tal grado de
conocimiento. En este punto el sistema de divulgación de
la ciencia puede tomar como referencia los contenidos que
transmite el sistema educativo. Hay que considerar también
los grupos diferenciados a los que se dirige la
información científica y ajustar la misma a sus
características e intereses y, sobre todo, al conocimiento
previo que les podemos atribuir. Nos referimos a grupos de
distintas edades, de distinto nivel educativo, de diferentes
lugares…

En muchos casos el propio científico adquiere
conocimiento de ramas de la ciencia distantes de la suya a
través de los medios. Además, los
científicos han de ser vistos también como
receptores de la información científica de su
propia especialidad, si de verdad creemos en un modelo
sistémico distinto del "modelo de déficit", pues
cada uno ve en los medios la imagen pública de lo que hace
y la opinión que de ello tiene la ciudadanía, lo
cual puede influir sobre su propia labor. Lo mismo se puede decir
de otros agentes relacionados con el sistema científico,
como políticos, cargos universitarios, gestores o
empresarios, para los cuales la imagen pública de la
tecnociencia difundida por los medios debe suscitarles
interés. Por último, la posibilidad de que los
propios periodistas sean receptores de información
científica permite pensar en divulgación cruzada
(entre medios especializados en diversos sectores) o escalonada
(desde medios más especializados en materia
científica y tecnológica hasta otros de
información general) de los contenidos, de modo que
lleguen a más personas.

Conclusión

La tecnociencia es hoy un complejo hecho social,
conectado con el sistema educativo, dependiente de la
financiación pública y privada, se ve afectado por
las leyes, costumbres, valores y hábitos de consumo, se
apoya en estructuras industriales y financieras… Además
genera efectos de todo tipo sobre la vida humana y la naturaleza,
muchos positivos y deseables y otros no tanto.

Dado que el desarrollo de la tecnociencia no está
predeterminado, ni se puede decidir con certeza desde criterios
puramente internos, debemos establecer políticas
tecnocientíficas que tendrían que reflejar la
voluntad democrática de los ciudadanos. Para que esto sea
posible se requiere una ciudadanía informada sobre
cuestiones tecnocientíficas. Se precisa también que
los científicos, tecnólogos y políticos
tengan información sobre los estados de opinión de
la ciudadanía. Esta labor de comunicación entre
distintos sistemas sociales depende en gran medida de la
divulgación científica a través de los
medios. El buen funcionamiento del sistema de divulgación
de la ciencia es imprescindible para el perfeccionamiento de la
democracia en sociedades tan impregnadas de tecnociencia como la
actual. Por otro lado, también es imprescindible para el
desarrollo racional de una actividad tan dependiente de factores
sociales como es la tecnociencia. Dicho sistema es, junto con los
sistemas político y tecnocientífico, vértice
de un triángulo de dependencias mutuas. El equilibrio
entre estos sistemas es, por lo demás, una prueba de
madurez democrática, ya que sin dicho equilibrio la
información circularía con dificultad y los
procesos de decisión política sufrirían un
progresivo deterioro.

El sistema de divulgación de la ciencia depende
tanto de sus interacciones con otros sistemas como del equilibrio
de sus tensiones internas. En consecuencia, su funcionamiento es
tanto más exitoso cuanto mejor responde a las demandas
procedentes del exterior, y mayor eficacia demuestra en sortear
obstáculos y ganar apoyos. El que consiga estos objetivos
depende de las características de sus elementos y
estructura, que aquí hemos analizado como un sistema
informacional, que consta de emisor, mensaje, contenido, canal y
receptor.

En líneas generales consideramos que el sistema
de divulgación de la ciencia debe responder a criterios
periodísticos, en sus objetivos, en sus guías para
la selección y presentación de contenidos, en sus
retóricas, en su deontología y en cuanto a los
géneros en los que puede materializarse.

Bibliografía

Agazzi, E.1996. El bien, el mal y la ciencia,
Madrid, Tecnos.

Alonso Piñeiro, A. 2000. "Información,
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Arbor, 658:259-273.

Bustos, E. 2000. La metáfora: ensayos
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, Madrid, F.C.E.

Echeverría, J. 1995. Filosofía de la
ciencia
, Madrid, Akal.

Feyerabend, P. 1978. La ciencia en una sociedad
libre
, Madrid, Siglo XXI.

 

 

Autor:

Pablo Turmero

 

Partes: 1, 2
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