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Los egipcios y el Inframundo



  1. El faraón y
    las estrellas
  2. Creencias
    contradictorias
  3. Felices en el Cielo
    Inferior
  4. Deseos de
    elevación
  5. Geografía
    del Inframundo
  6. Libro del
    Amduat
  7. Las Horas de la
    Noche
  8. Alegría del
    amanecer
  9. Bibliografía

Los antiguos egipcios, en su concepción global
del mundo, distinguían entre distintos espacios claramente
diferenciados. Ante todo, resultaba evidente la existencia de
nuestro propio espacio terrestre, el Reino de los Vivos, cuyo
centro estaba situado en Egipto. El río Nilo
constituía el eje del mundo terrenal y los egipcios
pensaban que más allá de su país todo estaba
regido por el caos y por la amenaza continua de los enemigos de
Egipto.

Sobre la tierra, sostenida por cuatro inmensos pilares
que se apoyaban en sus cuatro confines, se elevaba la
bóveda celeste en la que estaban situados el sol, la luna
y las estrellas. Era el Reino de Re, el Cielo Superior, que
simbolizaban a través de la diosa Nut, a la que usualmente
representaban como una mujer arqueada sobre la tierra, apoyando
sobre ella sus manos y sus pies. El cuerpo de Nut sería la
bóveda celeste.

Re, rey del Cielo Superior, era simbolizado por el sol;
cada mañana recorría su reino utilizando para ello
una inmensa barca que cada anochecer se sumergía en el
Inframundo. Cuando el rey desaparecía de la vista de los
hombres, durante la noche, la luna y las estrellas eran las
encargadas de alumbrar el cielo.

En ese Inframundo, el tercer espacio que
concebían los egipcios en su esquema del mundo, se
encontraba la Duat, el Reino de los Muertos (o de Occidente),
cuyo monarca era Osiris, Señor de los Occidentales. En la
Duat era donde los espíritus de los hombres fallecidos
tenían que pasar por diversos procesos de
purificación que habrían de permitir, si
conseguían arribar al estado de Glorificado, que fueran
admitidos finalmente en el Reino Celeste de Re, en el Reino de
las Estrellas.

Rodeándolo todo, el espacio terrestre, el
Inframundo y el Reino Celeste, estaban las aguas primordiales, el
Nun, de donde todo había surgido en el momento de la
Creación. Del Nun era precisamente de donde tomaba sus
aguas el Nilo en los momentos inminentes al fenómeno anual
de la crecida.

En este estudio pretendemos aproximarnos a las
contradictorias creencias que los antiguos egipcios nos dejaron
plasmadas en sus textos funerarios acerca del Inframundo,
entendido este como un espacio intermedio entre el Reino de los
Vivos y el Reino Celeste. Para llevar a cabo esta
aproximación utilizaremos la información que nos
facilitan los "Textos de las Pirámides", el "Libro de los
Muertos" y el "Libro del Amduat". El primero de esos libros
pretendía facilitar el proceso de ascensión del rey
fallecido, estando datado en los tiempos del Reino Antiguo. El
segundo, que se inserta en el contexto del pleno triunfo de las
creencias osirianas, se destinaba, en principio, a todos los
hombres. En el tercero, finalmente, se nos brinda una
información muy específica sobre el Inframundo,
tratándose de un libro funerario que se pudo documentar en
las paredes de la tumba de Tutmosis III.

El faraón
y las estrellas

En los "Textos de las Pirámides", que son los
textos funerarios más antiguos, destinados a facilitar el
proceso de ascensión a los cielos del rey fallecido, se
nos habla, además del propio Reino Celeste y del Nun, de
la existencia de otros mundos que serían, esencialmente,
espacios de purificación. En esos lugares el
espíritu del rey se desprendería de posibles
impurezas antes de arribar al Reino Celeste de Re. Así, se
nos habla del Campo de los Juncos, que estaría situado al
este del cielo. El conjuro 822 nos dice que desde este lugar se
accede a los caminos perfectos del cielo. También se nos
ofrece información del Campo de las Ofrendas, que
estaría situado al norte del Campo de los Juncos, entre
las Estrellas Imperecederas. Dice el conjuro 749: "Atraviesa el
cielo hacia los Campos de Juncos, haz tu morada en los Campos de
Ofrendas entre las Estrellas Imperecederas, las seguidoras de
Osiris".

De ambos campos se nos brinda la imagen de lugares en
los que abundan los canales de agua y los lagos, por lo que los
dioses para poder atravesarlos precisan utilizar barcas. La
fórmula 563 amplia que el Campo de las Ofrendas
sería el lugar donde el ka del rey asimilaba las ofrendas
consagradas a perpetuar su memoria: "Desciende, oh Rey, al campo
de tu ka, al Campo de las Ofrendas… –se dice-. Oh ka del
Rey, trae (algo) para que el Rey pueda comer contigo…"
También se menciona en los "Textos de las
Pirámides" otro espacio o mundo denominado Duat, que
sería el lugar donde reina Osiris y que igualmente se
asocia con la idea de una masa de agua que es atravesada con
barcas.

De todos estos mundos del Más Allá que
estamos mencionando los egipcios tenían la idea de que
eran espacios de purificación. Veamos un conjuro (TP 1987)
en el que se nos habla de la Duat como lugar en el que el rey se
libera de impurezas: "Oh Rey, tu eres el hijo de un grande;
báñate en el Lago de la Duat y ocupa tu asiento en
el Campo de Juncos".

Todo sugiere que los autores de los "Textos de las
Pirámides" pensaban que la Duat, el reino de Osiris,
sería un espacio celeste inferior en el que
estarían aquellos que todavía no están
plenamente puros. En el conjuro número 251 podemos
apreciar como el rey, convertido en un ser celestial, mira desde
el cielo hacia abajo y contempla la Duat, donde reina
Osiris:

"Abre tu lugar en el cielo entre las estrellas celestes
(le dice Nut al rey), porque tú eres la Estrella
Solitaria, el compañero de Hu; mira hacia abajo a Osiris
cuando gobierna los espíritus, porque estás de pie
lejos de él, no estás entre ellos y no
estarás entre ellos".

En el Reino Nuevo los egipcios habrían de pensar
que la Duat, el Inframundo, estaba situada no en un Cielo
Inferior, sino debajo de la tierra. En los "Textos de las
Pirámides", sin embargo, parece que la Duat es un mundo
celeste, un Cielo Inferior, situado sobre la tierra pero debajo
del Reino Celeste de Re. En el conjuro 802 se nos dice en ese
sentido que la Duat sería el lugar donde se sitúa
la estrella Orión: "has cruzado el Canal Sinuoso (situado
en el Campo de los Juncos) en el norte del cielo como una
estrella que atraviesa el mar que está bajo el cielo. La
Duat ha asido tu mano en el lugar donde se encuentra
Orión…".

A favor de esa hipótesis de la Duat como mundo
celeste habría que citar diversas menciones de los "Textos
de las Pirámides", como es el caso de la fórmula 5,
en la que se nos dice que es un reino presidido por Horus, dios
halcón, de naturaleza claramente celestial. Es posible que
en los primeros tiempos los sacerdotes egipcios pensaran que la
Duat era un mundo situado en el cielo, regido por Horus, que
sería ayudado por Anubis, dios de los muertos;  en
tiempos posteriores, una vez que Osiris pasó a ser el
señor de la Duat, es cuando se habría ubicado esta
región del Más Allá en el Inframundo, en el
cielo inferior que se sitúa debajo de la tierra. En ese
sentido existen diversos conjuros en los "Textos de las
Pirámides", aparentemente los más antiguos, que nos
hablan de Anubis en cuanto divinidad que preside a los
Occidentales, es decir a los difuntos (así TP 57 y TP
220).

Estos denominados "Occidentales" serían los
espíritus de los hombres y las mujeres de Egipto, que tras
su muerte arribarían a este Cielo Inferior. Los "Textos de
las Pirámides"  nos dicen que solamente el rey
fallecido podía acceder al Cielo de Re, sin embargo la
arqueología nos dice que desde los tiempos más
remotos los egipcios tenían ciertas esperanzas de
supervivencia tras la muerte, lo que se confirma con los ajuares
de las tumbas.

Creencias
contradictorias

Tras los acontecimientos del Primer Periodo Intermedio
se produjo en Egipto una difusión de las creencias
osirianas, de modo que a partir de entonces no solo el
faraón sino todos los hombres podían aspirar a
ocupar un puesto en el Reino Celeste de Re, lo que, sin embargo,
no aseguraba que todos pudieran conseguirlo.

En ese sentido, en el capítulo 134 del "Libro de
los Muertos", situados ya en los tiempos del Reino Nuevo, se
aprecia una distinción entre los muertos que están
simplemente muertos y los muertos que han alcanzado el estado de
Glorificados, por haber culminado felizmente su travesía
por el Inframundo y haber superado el Juicio de Osiris. En
efecto, estos últimos, entre los que se incluye al Osiris
N. (la persona para la que se fabricó el ejemplar del
libro), son aquellos que han sido proclamados Justos de Voz en el
Juicio de Osiris y que por tanto han sido reconocidos como tales
en el doble cielo: en el Cielo Inferior de Osiris y en el Cielo
Superior de Re. Veamos el texto:

"los hombres, los dioses, los bienaventurados (y) los
muertos cuando ven al Osiris N. como Horus, tocado con la corona
blanca, caen de hinojos, (porque) el Osiris N. ha sido proclamado
justo sobre sus enemigos en el Cielo Superior, en el Cielo
Inferior y en la asamblea de todos los dioses y de todas las
diosas."

En este conjuro, en el que se distingue entre muertos
sin más y muertos bienaventurados, todo parece sugerir que
los sacerdotes que lo redactaron creían que el Inframundo,
el Reino de Osiris, no estaba situado debajo de la tierra, sino
que se ubicaba en un espacio celeste inferior, creencia que vemos
que coincide con la que se había plasmado en los "Textos
de las Pirámides".

En otros conjuros del "Libro de los Muertos", sin
embargo, contribuyendo a aumentar la confusión, se exponen
creencias opuestas. Así, a modo de ejemplo, se afirma que
la Campiña de las Juncias, uno de los espacios del
Inframundo, no estaría en el cielo sino en la propia
tierra. Veamos lo que dice el capítulo180:

"mis ofrendas (dice el difunto) están en el
cielo, en el Campo de Re y mis ofrendas están en la
tierra, en la Campiña de las Juncias. Atravieso la Duat
como seguidor de Re…"

Felices en el
Cielo Inferior

En este contexto de creencias tan dispares sobre el
Más Allá, en el "Libro de los Muertos" encontramos
con frecuencia conjuros que nos confirman esas aparentes
contradicciones. Así, en el capítulo 175A, el
difunto, al contemplar el Inframundo, no puede sino manifestar
sus quejas:

"-¡Oh, Atum! ¿qué es lo que ha
ocurrido para que yo deba ser conducido a un desierto?
Allí no hay agua, ni aire; es muy profundo, muy oscuro y
prácticamente infinito…"

En el capítulo 110, sin embargo, en el que se nos
habla de la Campiña de las Felicidades, espacio del
Inframundo, apreciamos que algunos difuntos no desean alcanzar el
Reino Celeste de Re, sino que se encuentran felices en este lugar
del Cielo Inferior. Dice el conjuro:

"Aquí comienzan las fórmulas de la
Campiña de las Juncias y las fórmulas para salir al
día; para entrar y salir en el Más Allá;
para vivir en la Doble Campiña de las Felicidades, la gran
ciudad Señora de la brisa; para ser allí poderoso y
glorioso y trabajar, segar, comer, beber y hacer el amor: (en
suma), para hacer todo cuanto tenía el hábito de
hacer sobre la tierra la personalidad de N."

Y más adelante será el propio difunto el
que proclame que se siente feliz en este lugar:

"Dispongo lo preciso para habitar en tus campos, Hotep,
en tu (campiña) bienamada, Señora de la brisa. En
ella dilato mi espíritu y soy fuerte, en ella como y bebo,
en ella trabajo y siego, en ella hago el amor; mis encantamientos
son en tu campiña poderosos. No se me hacen reproches ni
(tengo) preocupaciones y mi corazón es allí
feliz."

Vemos que estos textos parecen sugerir que el Inframundo
sería un lugar de purificación para los difuntos
del que, curiosamente, algunos de ellos no desearían
salir, ya que allí disfrutarían de una felicidad
que resultaría adecuada a sus pretensiones. Parece que
sería un lugar "engañoso" en el que algunos
espíritus, que quizás no habrían sido
capaces de desprenderse plenamente de las impurezas de la
materia, se sentirían plenamente felices, no deseando por
tanto superar ese estado y arribar al Cielo Superior, al Reino de
la Luz de Re.

Otros espíritus, sin embargo, como luego veremos,
estarían proclamando, una y otra vez, su ansia de
trascender a ese Cielo Superior.

Deseos de
elevación

En otros conjuros del "Libro de los Muertos" se nos
habla de ese deseo de algunos difuntos que ansían superar
las amenazas del Inframundo para dejando atrás el Cielo
Inferior arribar, en estado de Glorificado, al Reino de la Luz.
Veamos, a modo de ejemplo, uno de los conjuros que se integran en
el capítulo 2, en el que el difunto proclama su deseo de
que se le abran las puertas de la Duat para poder arribar al
lugar que pueblan los habitantes de la luz:

"¡Oh Único, que brillas como la Luna!
¡Que N. pueda salir afuera entre la multitud de tus gentes!
¡Desátame, (como lo están) los habitantes de
la luz! ¡Y ábreme la Duat!"

Similar creencia se plasma en el capítulo 15:

"¡(Ojalá) que el alma del Osiris N. se
eleve al cielo contigo (se refiere al Disco solar), que parta en
la barca del día y que arribe con la barca de la noche,
que vaya a juntarse con las Estrellas Infatigables en el
cielo!"

Y también en el capítulo 68:

"Las puertas del cielo me han sido abiertas, las puertas
de la tierra no dificultan ya mi paso, los cerrojos de Geb me han
sido quitados, la bóveda celeste me ha sido
abierta…"

Geografía
del Inframundo

En los textos que hasta este momento hemos venido
comentando vemos que no se plasma una idea clara acerca de los
mundos por los que habrá de transitar el hombre tras la
muerte. Parece que en los tiempos más antiguos los "Textos
de las Pirámides" ofrecían la creencia de que
había dos cielos, uno inferior regido por Osiris y otro
superior en el que reinaba Re. En el Reino Nuevo, sin embargo,
predominó la creencia de que el Inframundo, el Cielo
Inferior, estaría situado debajo de la tierra.

Para aumentar la confusión, los egipcios
elaboraron, ya en los tiempos del Reino Nuevo, diversos textos
que no eran sino guías que pretendían facilitar al
difunto su travesía por el Inframundo. Serían,
entre otros, el "Libro de los Dos Caminos", el "Libro de las
Puertas", el "Libro de las Cavernas" y el "Libro del Amduat". De
todos ellos se han conservado versiones escritas en las paredes
de las tumbas de los reyes tebanos. En todo caso, el más
popular de los libros funerarios de este momento será el
"Libro de los Muertos", que venimos citando, que se ha
identificado en versiones en papiro en muchas tumbas de
particulares.

El "Libro del Amduat", que más adelante
comentaremos nos habla de las doce horas de la noche y del
tránsito nocturno de Re, de Occidente (puesta de sol) a
Oriente (nuevo amanecer) atravesando el Inframundo (espacio
subterráneo, según este texto), en un viaje en el
que deberá hacer frente a las amenazas de un ser, la
serpiente Apofis, símbolo de lo negativo, que desea que el
orden establecido por el Dios Primigenio sea derrotado y la
Creación tenga su fin.

En su lucha con Apofis, Re encontrará el apoyo
del resto de las divinidades; también contará con
el apoyo del faraón y los sacerdotes egipcios, que con sus
diarios rituales mágicos en los templos ayudaban a que la
Creación se mantuviera cada día. Ese sería,
para los egipcios, el papel principal del hombre en la
Creación: contribuir a que esta se perpetuara en el tiempo
apoyando la causa de Re en su enfrentamiento nocturno con
Apofis.

Del mismo modo que Re y su séquito habían
de recorrer cada noche el Inframundo, también
debían hacerlo los difuntos. De algún modo parece
que la idea central sería que a lo largo de la noche tanto
Re y las divinidades, como los difuntos, debían realizar
un proceso de purificación que si tenía
éxito habría de culminar cada nuevo amanecer con el
ascenso de Re y su barca solar a los cielos. En esa barca
viajarán también los difuntos que hayan superado el
proceso de Glorificación y se hayan transformado en seres
de luz, asimilados a las divinidades. Ese es el motivo de que la
barca solar de Re sea llamada en los textos la "Barca de los
Millones", por los millones de difuntos que a lo largo de los
tiempos se han ido incorporando a ella.

Del mismo modo que Re y su séquito habían
de viajar a lo largo de los doce horas de la noche, el difunto,
durante su viaje por el Inframundo, debía superar los
peligros que le amenazaban en las siete puertas de Osiris. El
ritual de las Cuatro Antorchas de Glorificación, que se
expone en el capítulo 137A del "Libro de los Muertos" y
que se realizaba en la tumba del fallecido, tras la ceremonia de
la Apertura de la Boca, durante la primera noche,
pretendía garantizar que el inmenso poder mágico
del Ojo de Horus, símbolo de la luz, iluminara las
tinieblas de la noche para que el difunto, así, viera
facilitado su acceso por esas puertas del Inframundo.

Libro del
Amduat

Las primeras copias que se han conservado de este libro,
que nos habla de ese viaje nocturno del dios Re y su sequito a lo
largo de las doce horas de la noche por la Duat, el Reino del
Inframundo, fueron identificadas en una de las tumbas reales del
Valle de los Reyes, en concreto en la que habría albergado
en su día los restos de Tutmosis III.

El viaje de Re por el Reino de los Muertos se iniciaba
en la primera hora de la noche, cuando la Barca Solar se
hundía en el Horizonte, tragada aparentemente por la
tierra. En ese momento del crepúsculo, Re era representado
con cabeza de carnero, símbolo de la vejez y la
decrepitud. A la mañana siguiente, con el nuevo amanecer,
Re habría de salir del Inframundo triunfante, representado
ahora como un escarabajo, el animal que para los egipcios
habría llegado a la existencia por si mismo.

Re surgía cada nuevo día con una renacida
juventud anunciando una esperanza de eternidad para todos los
hombres justos. Cada noche, en la Duat, Re permitía que
los difuntos bendecidos subieran a su barca para elevarse todos,
al amanecer, hacia el reino de los cielos. El viaje de Re por el
mundo sin luz suponía un claro símbolo de la
esperanza de resurrección que esperaba a los muertos en la
Duat, en el reino de Osiris.

Veremos seguidamente el modo en que se desarrollaba ese
viaje de la Barca Solar por el mundo de la noche, de acuerdo con
la interpretación que del "Libro del Amduat" realizaron
Eric Hornung y Theodor Abt.

Las Horas de la
Noche

El viaje nocturno de Re se iniciaba en la Hora Primera
de la noche, cuando se había producido la puesta del sol
en el Horizonte. En su barca, Re era acompañado por un
séquito de divinidades entre las que destacaba su hija
Maat, responsable del orden del cosmos y guía en el camino
de la oscuridad. En cada una de las doce horas de la noche Re
habría de ser guiado también por la diosa Hathor,
representada en doce diferentes acepciones, una para cada hora
respectiva. Además, doce serpientes uraeus,
símbolos de la luz  divina, se encargarían de
iluminar la oscuridad, manteniendo así alejados a los
enemigos del dios sol.

En la Hora Segunda se iniciaba el viaje de la Barca
Solar por el río que atraviesa el Inframundo, del que se
nos ofrece la imagen de una región fértil cuyos
campos son trabajados por personas que llevan en sus manos
espigas de cereal, símbolo de la buena cosecha producida.
Se confirma así la creencia de que Osiris, en su reino,
tendría asignadas diferentes parcelas de tierra a diversos
personajes que se ocupan de su laboreo.

En las Horas Tercera y Cuarta de la noche, Re
avanzará en su barca por las denominadas Aguas de Osiris,
símbolo de las aguas fertilizantes del Nilo, y
arribará al desierto de Rosetau, también llamado
tierra de Sokar, divinidad que encarna a una de las acepciones de
Osiris. Llegará así Re, en la Hora Quinta, a la
Caverna de Sokar, donde se sitúa la propia tumba de
Osiris, que está flanqueada por Isis y Neftis que han
adoptado la forma de pájaro. Es aquí donde se
produce la unión de Osiris-Sokar con Re y con el propio
difunto bendecido. En esta Hora Quinta se sitúa
también el Lago de Fuego, lugar de castigo para los
difuntos no justificados, que no superaron el Juicio de
Osiris.

En la Hora Sexta, en la media noche, es cuando se
produce la unión del cuerpo y el alma de Re. Es ahora
cuando llega la luz y la vida para los muertos bendecidos. Es en
esta hora en la que se sitúa el momento clave del renacer
de los muertos a la vida eterna, a la vida de millones de
años.

El viaje de Re por la noche está plagado de
peligros. Las fuerzas del caos están acechantes y
pretenden conseguir que la renovación de la
Creación sea interrumpida. Los enemigos de Re buscan que
el sol no surja en el nuevo amanecer y que el orden del cosmos
sea quebrantado. Precisamente el momento de máximo peligro
llegará en la Hora Séptima, cuando Re deberá
enfrentarse con la serpiente Apofis, paradigma del caos y del
desorden. La victoria de Re cada noche permitirá que el
orden natural de las cosas no se derrumbe. Será en la Hora
Octava, tras la victoria de Re cuando quede asegurado ese retorno
del orden cósmico, en tanto que en la Hora Novena las
diversas divinidades ayudarán a remolcar la Barca Solar,
que seguirá avanzando por el Inframundo y en la Hora
Décima habrá de producirse el episodio, cada noche
repetido, de la cura y reparación del Ojo de Re por los
dioses Thot y Sejmet.

Cuando llega la Hora Undécima estamos ya muy
cerca del nuevo amanecer. Es en este momento cuando se nos habla
de los castigos que sufren los muertos no bendecidos. Cuatro
diosas, que montan sobre serpientes, emiten un aliento de fuego
que protege a Re y aniquila, una y otra vez, noche tras noche, a
sus enemigos. Se representan pozos ardientes en donde los
declarados impuros sufren el castigo de su eterna
destrucción.

Finalmente, la Barca Solar llega a la Hora
Duodécima. Se produce el nuevo amanecer del sol. Es el
momento del renacimiento y de la regeneración plena de Re
y de los muertos bendecidos. Re se muestra ahora en todo su
esplendor, coronado por el disco solar y protegido por la
serpiente uraeus. La Barca de los Millones, en la que navegan los
muertos declarados justos en el juicio de Osiris, avanza hacia la
luz, hacia el reino celestial, en medio de una alegría
generalizada. El proceso de regeneración se ha completado.
La creación se ha renovado una vez más. Re ha
salido victorioso de las amenazas del Inframundo, en donde noche
tras noche se produce continuamente la renovación de la
vida. A partir de ahora cada difunto brillará en el cielo
como Re.

Alegría
del amanecer

Esa alegría que sienten los difuntos
Glorificados, transformados en seres de luz, y la similar
emoción que embarga a los dioses cada nuevo amanecer, se
refleja también en el "Libro de los Muertos", en cuyo
capítulo 15 se dice que:

"Con alegre corazón cruzas el cielo y el Lago
celeste en ello se regocija. La serpiente, la perversa,
está en tierra, abatida… Re voga con viento
propicio; la barca de la noche surca el cielo y navega hasta
arribar a puerto."

Similar idea se expone en el capítulo 133:

"Re surge en el horizonte: su Enéada le
acompaña cuando el dios sale de su cámara secreta.
Un estremecimiento se apodera del horizonte oriental del cielo a
la voz de Nut, que despeja los caminos para Re…

El cielo está lleno de estremecimientos cuando
apareces cada día completamente renovado. El horizonte se
regocija por ello y en tu barca se levantan gritos de
júbilo."

Y es que ahora, en cada nuevo amanecer, los difuntos
Glorificados se han asimilado a las divinidades y la
Creación, con el triunfo de Re, se mantiene por otro
día más.

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Autor:

Ildefonso Robledo Casanova

 

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