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Francisco, El Viajero (Novela) (página 4)




Enviado por Mauricio Uribe



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14

—Sigues danzando —dijo Mollendo,
interrumpiendo.

—Sí, sí, sí.

—Te amo, Mariela.

—¿Verdad?

—Sí.

—¿Y cómo que ahora eres
persona?

—Es que, la miseria en El Perú es tremenda.
¿De qué viven?

—De la…

—¡Mollendo!,
¡Mollendo!—interrumpe Nevado Ampato.

—¡Amigo!

Todos se abrazan.

Mollendo está un poco gordo, era
delgadísimo, Mollendo "my
friend…"

De blues jeans, un ángel le habló y,
descrestándose, se convirtió en personaje: aburrido
estaba del Perú, no de su gente. No hablaremos más;
ya que Chile es deudor del Perú: ¡Somos todos
hermanos!; ¡vivan los peruanos!, ¡viva el Cono
Sur!

—Tienes una hermosa mujer.

—Soy muchacha.

Mollendo le mira con cariño.

—Francisco, te hablo.

—Ah, ya, ya —dije.

La libertad de amar es Mollendo, y, su madre fue,
bipolaridad; ¡pobre Mollendo!; olvidaremos todo;
¡borremos el drama de "Francisco"!; ¡Borren los
Textos originales!, ¡Mollendo asesinó
impíamente!, pero es santo; yo lo sé… Tengo
que llorar en casa de mi madre.

LA VIRTUD DEL SER:

"Yo vivo en Recoleta,

Y la vida, es sagrada

Para los pájaros.

Vivir en armonía,

Vivir en solidaridad,

Es, vivir en paz.

Yo soy Francisco;

Y, en casa de mi madre,

Soy…"

—Eres muy linda.

—¿Yo?, gracias, Mollendo.

—La virtud de la danza es la virtud del
ensimismamiento del vivir, la virtud de Mariela es la vida de
Dios, yo soy creyente, me agrada Natanael, es capísimo, me
agrada también San Juan, el Apocalíptico y San
Pedro, el negador, y Francisco de "Asís"; Qué
extraño, también te llamas Francisco; ¿Y tu
apellido? ¿No lo recuerdas?, sí que estamos
locos.

—Vitalidad es vivir —dijo
Mariela.

—Es armonía —dijo Nevado
Coropuna.

—¿Y tú?, Coropuna, ¿por
qué "fecabas" en la calle?

—Soy aborigen.

—Oh, ¡Dios!

—Perdonadme, perdonadme… Ya no lo hago,
jamás lo volveré a hacer, lo prometo.

—¿Beben aún?,

—No, ya no.

Mollendo contempla a Nevado Coropuna; estatura: un metro
cincuenta y siete, un poco sucio, ex policía, pelo
negrísimo, peruano. La simplicidad del vivir; en Madrid,
le habrán de insultar, llamándole "sudaca" y a
patadas se habrá de imponer. Habremos de vivir en la
calle, y, en invierno, refugiados por allí; pero,
conocimos Europa y América del Sur; ahora nos toca el
norte, pero los Nevado habrán de regresar a su patria y
Mollendo a Mollendo.

Mariela es versátil, estoy en casa de mi madre,
recordando… "Mariela".

—¡Desayuno para todos!

—¿Qué hay?

Café.

—Tengo hambre —dijo Ampato.

—Comamos raíces.

—No vamos a morir de hambre —dije—,
hay que marchar a Europa.

—¿Y cómo?

—En un barco mercante; yo lustro botas y Mariela
danza.

—¿Y nosotros?

—De polizonte.

Todos callan, hay hambre.

—Yo sé cocinar, traigo un poco de arroz, me
lo robé.

—Mariela, ¿por qué no te devuelves a
Chile?, eres millonaria.

—¿Cómo?, si estamos en la
selva… Oye, tú, Mollendo, ¿cómo
llegaste?

—No sé, fue un ángel, llegué
volando…

—¿En avión?

—No, no, por los aires.

—Qué extraño —dijo Nevado
Ampato.

—¡Tócame, soy Mollendo!

Mariela se quita el calzado y, buscando hierbas, prepara
arroz: Una hoguera hay, residual, en unas piedras "afectas" a los
extranjeros, hay vida en Mariela, ya que Mariela cocina para
Dios; ¡Viva la intemperancia de Cristo!; Mariela no se
sesga de miramientos, Mariela toma una piedra y cocciona; De este
modo se vive en la selva.

—¿Qué haces, Ruiz?

—¿Ruiz? —dijo Mollendo.

—Es mi apellido.

—Qué hermoso.

Mariela cocciona a fuego lento, estoy muy sorprendido de
su destreza, tendremos comida para tres días; ¿y
más tarde el amor será…? Nadie quiere
lustrarse los zapatos; En la selva me voy a dedicar a contar
chistes, pero todos hablan inglés, hay que marchar pronto
a Panamá y largarnos a Madrid, tierra de la libertad, eso
creemos. "Sudacas", eso nos habrán de decir. Ellos, que
son nuestros hermanos.

—Está muy rico el arroz,
¿cómo aprendiste?

—Muriéndome de hambre.

Mariela, come poco y yo también.

Ciudad de
Panamá

Colón

BUEN viaje, dije. Fue duro estar en la selva, mucho
tiempo. Estamos buscando refugio, sólo hay gente de raza
negra, hemos llegado a Colón, la pobreza es espeluznante,
los edificios de tres pisos están podridos, sólo
viven negros.

Tenemos que marchar, a ritmo forzado:
¡Colón!, tierra de despotismo yanqui.

Fue horrendo vivir en Colón; encontramos trabajo,
Mariela y yo, en un navío mercante; yo lavando copas y
lustrando botas y Mariela de camarera; los Nevado y Mollendo,
escondidos en nuestros camarotes, yo hablo un poco de
inglés, Mariela fluidamente: "Yes, yes, yes".

Mariela era parsimoniosa pero, en Colón la vida
fue dura: el armisticio de Dios y la dureza del pecado
"capitalista".

Fuimos donde un "señor" de aspecto bondadoso, en
un edificio vivían carcomido por la suciedad: un "dama"
muy antigua; en Colón son todos negros.

—¿Usted ve las cartas?

—¿Hechicera?

—Sí.

—No, soy artesana.

—¿Artesana?

—Vendo pescaditos de colores, son de
conchitas.

—¿Sí?

—¿Se los muestro?

—Tutéeme. ¿Qué edad
tiene?

—Noventa.

—Bien, muestréemelos…

La exuberancia de los colores impresionó a
Mariela, el ritmo de la carcasa de las caracolas era infinita, la
vastedad del Pacífico y la vastedad del Mar Caribe, yo fui
feliz y Mariela también.

Ruiz era hwuz[32]en realismo
religioso histórico y era
wzna[33]

Yo era melancólico y era hombre de paz pero, en
Colombia, en la selva, en Medellín, nos atacaron,
intentaron violar a Mariela y yo me defendí a
puñetazos, maté a dos soldados y grité:
¡Viva Chile!, los peruanos huyeron y Mariela
también, yo quedé inconsciente, me dieron por
muerto, los cuerpos fueron cremados; a puñetazo limpio,
así se debe de matar a un soldado nazi… Padre,
perdóname, estoy en el siquiátrico ahora
conversando con… Uribe, ¡un instante de
segundo!

Yo/ sólo/ me/ defendí/ y/ pensé/
en/ el/ honor/ de/ Mariela./ Me/ defendí/ como/ soldado/
chileno.

La literatura me recordará, voy a escribir un
texto, estoy recordando, en tres segundos escribiré mil
doscientas páginas de bellas letras.

Población Victoria: estuve siete días y,
la corrupción de los jueces "pinochetistas" es tremenda;
yo no estuve presente, pero, me contaron que, en la década
del noventa, las protestas eran paradisíacas: millones de
personas se congregaban y la libertad habría de venir
pero, no vino; Patricio Elwin; el Presidente de Chile no pudo
adscribirse a la democracia y permitió que Pinochet
gobernara las "Fuerzas Armadas de Chile"; Se luchó en
contra del genocida y Elwin, con su sonrisa espuria,
aceptó por doble traición a un homicida. Elwin es
un "degenerado", no un demócrata y está condenado
al Infierno, esto no lo digo yo, me lo dijo un ángel en
Colón.

La virtud del amor de las gentes de población
Victoria es tremenda, es un lugar de alto riesgo, al sur de
Santiago de Chile, yo viví allí en soledad en una
pieza que arrendé; Vivía muy bien pero,
extrañé a mi madre y enfermo estuve de por vida por
culpa de los "degenerados" soldados de Medellín. Yo soy
valiente, yo soy de Recoleta.

La vida es motivante lustrabotas: la versatilidad de las
palabras me reconfortan, la virtud del vivir es
esporádica: ¿Quién soy? Francisco, nada
más.

ÁNGELUS:

Mollendo Habla:

Las palabras vertidas con significado poético son
palabras del idioma angelical de los ángeles, no son
neologismos.

COLÓN Y EL DESTROZO DE LOS GRINGOS:

SOY UNA anciana que vende pescaditos de colar a un
dólar, mi madre, que aún vive, permite a los
"extranjeros", sacarse fotografías con ella por un
dólar; ella es de raza negra y de un larguísimo
cabello blanco.

La vida ahora es fértil y la vida es
maravillosa. Antaño, los yanquis nos explotaban,
había tristeza en Panamá, miles de personas
murieron en la construcción del "Canal" y los
norteamericanos se hicieron ricos, la sublevación vino
entonces y la matanza de los hijos de Panamá; ahora somos
libre, pero, en Colón la pobreza es atroz; no hay puertas
en los edificios, ni ventabas, hay trapos por privacidad; la
vastedad es de Panamá y estos dos chilenos están
conversando conmigo y yo con ellos… ¿Les
contaré…?

—¿Qué nombre tienen?

—Mariela.

—¿Y tú?

—Francisco.

—Yo me llamo abuela y él es mi nieto, fue
beisbolista profesional.

Intervino el nieto:

—Tengo una hamaca, se las obsequio.

—No podemos, vamos de viaje
—dije.

—¿A dónde?

—A Madrid.

—Yo sé cómo.

La abuela entristeció.

—No, no, no.

—¿Qué sucede? —dijo
Mariela.

—Yo soy pirata.

—¿Qué?

—No, no, no—dijo la abuela—, mi madre
si se entera te mata.

—Bueno, fui pirata, pero, tengo
contactos.

—¿Piratas?

—Sí. Son piratas ángeles; con alas,
estandartes y guadañas para asesinar a los
infectos.

—¿Qué risa me das?

—Es verdad —dijo la abuela—, muestra
las fotos.

—Ya, ya, vengo enseguida.

—¿Piratas ángeles?

—Aquí están las
fotos…

—Pero, estos no son ángeles, son
piratas.

—Son ángeles, son inmortales. ¡Miren,
ahí, estoy yo, tenía quince años, ahora
tengo sesenta!

—Verdad.

—Aquí están las fotos de este
año. Aquí está el capitán. No
envejece.

—Oh, son ángeles… ¿Y son
fantasmas?

—No, atacan a los yanquis y les roban el
petróleo.

—¿Y para qué?

—Para venderlo y dar de comer a nuestra
gente.

—¿A qué gentes?

—A las de Colón.

Mariela pensó que, el beisbolista, estaba chocho;
sin embargo, la vida es… ¡tremenda…!,
¡la libertad del porvenir, el efecto de las vidas
paralelas!, el consumo del cosmos, la liberalidad del Estado
"opresor".

Los escarnios son de Mollendo; los peruanos caminan por
Colón pidiendo limosna pero, la atroz realidad de
Colón es pobreza no comprensible; los edificios
están podridos: ¡escuchadme…!

Tomamos un taxis y, el conductor nos habló de su
padre ex policía; no pudimos bajar: "Los pueden asesinar",
tuvimos miedo atroz y, en esa atrocidad, la virtud del ser,
fue.

—Su padre fue ¿policía?

—Sí, lo asesinaron los
norteamericanos.

—Oh. Qué casas tan hermosas. Son de
panameños.

—De los gringos… No quiero hablar,
perdón.

—Es verdad que hay un buque pirata ¿con
ángeles? —preguntó Mariela.

El negrito taxista sudó sangre.

—¡Lo sabemos!, ¡lo sabemos!
—dije yo.

—¿De qué país son?

—De Chile.

—Oh, ¿de Allende?

—¡Viva Allende!, ¡viva
salvador!

—¿Sí?, ¿eres de
izquierda?

—No, soy de derecha.

Aquí todo es al revés,
pensó Mariela.

—¿De derecha?

—¿Salvador Allende no era de
derecha?

Atónitos quedamos.

—Ya, ya, yo los llevo al barco fantasma;
así, le llamamos.

Nos marchamos por recovecos inextricables y, en la
inmensidad del cosmos, hallamos a mil ángeles vestidos de
piratas.

—Son ángeles, tened cuidado.

—¿Cuánto?

—Cien dólares.

—No tenemos.

—Diez dólares.

—Bueno; ¡cuídense!,
que…

El taxista no quiso hablar.

—¡Así que ustedes son
chilenos!

El ángel habló
ásperamente.

—Nosotros somos piratas.

—¿Queremos ser piratas?

—No, ustedes, serán,
¡tontos!

—Ja, ja, ja. Son muy degenerados, cada uno en su
camarote. Tú, el gil, ¿Francisco?, vas a lavar
platos y tú, la linda, vas a servir
ambrosía.

—¿Son ángeles?

—No, piratas de Dios.

—Tuve miedo atroz.

—Ven muchacho, estai medio enfermo,
acércate… Oye, "doc.", aquí hay un gil, un
chileno que no tiene apellido.

—Ya, ya, yo lo arreglo…
¡Arréglate…!

—Qué —comencé a estornudar y,
en un vahído tremendo, vomité sangre.

—Ya, durante diez años estarás
bien.

—¿Y los peruanos?

—¿Qué se vengan? Los queremos de
polisones; escondidos en las bodegas comiendo ratones.

—¿Por qué?

—Es que, en las bodegas está en la
ambrosía.

—¿Y qué hacen con los
muertos?

—¿Qué muertos?

—Los gringos nos tienen terror.

—¿Por qué atacan a los
gringos?

—Cosas de Dios… Ya, al abordaje, suban, en
tres semanas partimos, son tres años de
cabotaje.

—¡Tres años!

—No, es broma, de ahí los dejamos en
Madrid; pero, habrá enfrentamientos; no temáis, soy
el capitán y soy un ángel… ¡Viva
Dios!

—¡Viva!

—Viva —dijimos ambos, muertos de
miedo.

Mollendo se sobresaltó en casa de la anciana, el
beisbolista le contó sobre el buque pirata comandado por
ángeles, llegaron los Nevado y, en conmoción, en
éxtasis cayeron: "¿Buques fantasmas?;
¡marchemos!, ¡marchemos a Europa!"

—Anciana —dijo Mollendo—,
¿usted es bruja?

—No, soy artesana.

Colón fue hervidero de revolución, los
ángeles prestan ahora ayuda a los panameños, los
negros lucharon encarnizadamente en contra de los soldados nazis
norteamericanos imperialistas hijos de la concha, esto
pensó Mollendo.

Colón es admirado en Panamá pero, la
pobreza es abismal. Yo no comprendo, piensa Mollendo; ni El
Perú…

¿Dónde están Francisco y
Mariela?, ¿asesinados tal vez…?

—¡Mariela! —dijo la anciana—,
¿te embarcas?

—Sí.

—¿Y tú, Francisco?

—También. ¡Son ángeles y
piratas…!

Solimana de pelo blanco, ojos azules. Obtuso y terco, de
un metro setenta, no pensó en Arequipa, pensó en
Europa.

—¿Y nosotros podremos viajar?

—De polizontes, entre ratones y
ambrosía.

—¿Ambrosía? —dijo Nevado
Coropuna.

—Sí.

—Espera —advirtió Nevado
Ampato—, ¿son ángeles?

—No, cómo van a ser ángeles
—dijo Mollendo.

—Son ángeles —habló
Mariela—, nosotros nos embarcamos, habrá pleito con
los nazis gringos, roban petróleo y lo venden para
comestible y lo obsequian a los panameños de
Colón.

—¿Son piratas?

—Llevan cien años luchando.

—¿Y asesinan?

—No, no, no asesinan. Cuentan chistes.

—¿Qué?

—Sí, son ángeles, partimos
mañana al amanecer; ¡todos!, incluido tú,
Mollendo.

Mariela era escéptica pero, bondadosa.

—¿Es verdad? —dijo el conductor de
tren.

—Sí.

Nos dormimos palpitándonos los corazones: el
calor es abrasador en Colón y la libertad de vivir, ahora,
sin los norteamericanos, es vital. Colón es pútrida
por la pobreza, Colón está herida de sutilezas
injusticias, yo estoy recordando, aquí, en el manicomio,
un instante de segundo, Uribe me observa, eso es todo.

El beisbolista sonreía, feliz de la vida, no
pudimos zarpar, hubo amotinamiento de ángeles,
querían atacar Nueva York.

Dos semanas estuvimos combatiendo con el hambre,
viviendo en casa de la anciana: ¡Viva Colón!,
dijimos todos cuando abordamos el buque de los
ángeles.

El capitán nos recibió muy bien; los
peruanos a proteger los insumos y el petróleo, Mariela de
camarera, yo, de lustrabotas, a Madrid nos llevaría pero
nadando, fueron tres años en el Mar Caribe, atacando
buques cargueros con petróleo. Fue excitante
combatir.

—Es tarde, aún no puedo dormir, llevamos
dos semanas muertos de hambre, sólo tomando café,
¿tienes hambre, Mariela?

—Sí. Todos son muy pobres
acá.

—¿Cuándo zarparemos?

—Mañana, mañana…

—Han pasado dos semanas, estamos refugiados, eso
es bueno, ¡duérmete!, que pronto nos marchamos de
Panamá.

Nos dormimos profundamente.

PRIMERA SEMANA:

Lunes:

DIVAGÁBAMOS. LOS negros son atroces en pobreza
pero, lucharon encarnizadamente: los norteamericanos no los
esclavizaron pero hubo segregación, la violencia de los
estallidos fue feroz; no sé si hubo muertos pero he visto
videos donde los de Colón incendian autos y luchan y
luchan.

Hwü[34]en
waza[35]y en jolgorio de
Apocalipsis.

Yo he tenido sueños con Dios y este Padre
Lumínico me observa detenidamente, estas palabras no son
de un loco, son el idioma de los ángeles. Un instante de
segundo de narración, Uribe, y calmado está,
escuchándome.

¡Manicomio…!

Los negros abusaban y se descontrolaban, la vida era
caótica y, del caos, hay vida; el beisbolista duerme en
hamaca; el calor es sofocante, la diversidad de personas es nula
en Colón, todos son de raza negra, también hay
aborigen y son preciosos, yo les admiro. Hay una abuela que se
gana la vida como modelo, tiene el pelo encanecido y es
"cobradora" como santo Tomás. Cobra dólar por foto
y es tremendamente enigmática. No vive en casa de la dama
que nos hospeda, vive en el campo, allí sí que hay
belleza. Hoy marcharemos a conocerla, menos los peruanos que, a
Colón saldrán, a pedir limosna, nosotros tenemos
sueldo, yo de lustrabotas de los tenientes ángeles y
Mariela como camarera de los oficiales ángeles; pero, al
fin y al cabo, yo amo a Dios ahora y lustraré las botas
hasta de los prisioneros, me gano la vida de este modo, pero
estudié pedagogía; Al regresar a la patria, ya
saben, habré de estudiar psicología.

Yo/estoy/en/avenida/la/paz/conversando/con/Uribe./
Estoy/ completamente/ loco/ y/ mi/ locura/ es/de/
insatisfacción./ ¡Viva/ la/ espiritualidad!
Zühwa[36]a
whu[37]

Colón, observándole, los buses
interurbanos están pintados con grafiti
hermosísimos, yo no comprendo tanta belleza, es dulce de
amor; la vida es bella, la villa está colmada de
satisfacción; dulce es la vida y dulce nuestra
denostación. La vida Es…

Al Mar Caribe nos marchamos, la belleza es
impresionante, hay bosques tremendos, bosques que no concibo,
bosques esenciales.

Hay mucha gente en el bus, extranjeros todos, sentados,
y sacando fotografía, Mariela está embelesada,
cómo no comprenderle, nos embarcaremos en un buque de
¿ángeles?, sí que están locos estos
piratas, quieren atacar Nueva York; ¡bueno!, habrá
que atacar, la CIA fue culpable del golpe militar del once de
septiembre de mil novecientos setenta y tres. ¿Qué
tienen que hacer los gringos en Chile? Ahora estamos en el Mar
Caribe y se cuentan leyendas de piratas inmortales, de piratas
ángeles.

"—Uribe.

—¿Dime?

—Al fin hablas, llevo un segundo narrándote
mis aventuras, me faltan dos segundo para culminar ¡tu
novela!, ¿sufres de "crisis de pánico?",
¿cómo te sucedió?

—Exceso de trabajo y convivir con malas
personas.

—¿Eres bibliotecario?

—Sí".

Nos bajamos en un pueblito y, en ese pueblito, conviven
aborígenes con gente de raza negra.

—Paz, gringo —me dijo un negro.

—Soy chileno, de Latinoamérica.

Ellos no comprenden que es Chile.

Hay unas ruinas tremendas y, allí, está la
anciana, encanecida hasta las caderas, cobra un dólar la
fotografía, todos cancelan, la abuela es preciosa, no
tenemos dinero ni cámara fotográfica. No podemos
conversar con ella, ya que, es asediada por los extranjeros; al
cabo de una hora, nos habla:

—Gringo.

—Yo soy lustrabotas y ella es camarera del barco
de piratas ángeles.

Su expresión es tremebunda (estos son mis
recuerdos).

—Piratas ángeles, ustedes están
locos, ¿son gringos?

—Somos chilenos.

—Ah, tierra de Lautaro, gran héroe
americano… Pasen a mi casa, les tengo una
sorpresa.

El calor es tremendo e inmarcesible.

—Qué bella es su casa.

—¿Les gusta?

—Pueden quedarse dos días.

—Mira, Mariela, allí está la foto
del capitán, ¿pero, es usted, tan joven?

—Sí, soy yo, estaba a cargo de las
ráfagas de amor.

La abuela ríe.

—¿Se enamoró del
capitán?

—No, no, el capitán es un
ángel.

La sorpresa es ignota.

—Sí, es un capitán aguerrido, lleva
siglos combatiendo.

—¿Siglos?

—Sí, es un secreto. ¿Quieren ver
álbumes?

—¿Y matan?

—No.

—Lucharon en contra de España y de sus
abusos.

—Pero, nosotros vamos a España.

—¿Sí?, el servicio militar dura
siete años pero, en tiempos modernos, se han acondicionado
a tres; es obligatorio; de lo contrario: el Infierno.

—Qué chiste —dijo Mariela—,
pensé que hablaban en broma.

—No, son tres años vagabundeando por el
Caribe.

—¿Y?

—¿Y cómo dormiremos?, somos
novios.

—En camarotes apartes… Y tengan mucho
cuidado con que los pillen teniendo "sexo".

—Ah, no, nosotros somos célibes —dijo
Mariela.

—¿Célibes?, tienen la carita
de… Ya, ya, es su vida… ¿Cómo te
llamas tú, que eres tan linda?

—Mariela Natalia Ruiz.

—¿Y tu segundo Apellido?

—Avemaría.

—Ya. Qué hermosa.

—Sí, mis padres son millonarios y
escapé de casa.

—Oh, yo también escapé de casa a los
quince y me embarqué en el busque pirata durante siete
años.

—¿Y de qué vive?

—De mis historias y de sacarme
fotografías.

—¿Tuvo marido?

—Sí, por supuesto, pero tres.

Me alteré.

—Pero, uno y uno, no los tres al mismo
tiempo.

La abuela se echó a reír con cara de
pícara.

—¿Tuvo tres al mismo tiempo?

—Sí, y nunca supieron. Haz lo mismo,
niña, es más entretenido y vivirás
más. Ves, yo tengo más de cien.

—¿Cuánto tiene?

—Cómo ciento veinte o ciento treinta, ya
perdí la cuenta.

—Tantos —dije.

—¿Y tú, Mariela?

—Dieciséis.

—Tú tienes como diecinueve.

—No, llevamos dos años fuera de Chile, no
estoy muy segura, anduvimos en la selva, debo de tener unos
dieciocho.

—Eso está bien, eres muy joven…
¿Quieren "sexo"?, acuéstense, les prestó una
cama para que se queden algunos días.

—Vamos, Francisco, tengo sueño.

—Pero, tengan "sexo" no sean tontos, hay
preservativos, "sexo" es lo que importa, yo tengo un amante, pero
es gringo, el colombiano, es rubio, tiene setenta años y
le doy duro todos los sábados.

—¿Es vedad?

—Sí, nunca miento.

—Usted sí que es ardiente.

—¿Y cómo se llama?

—Shi. Secreto.

Nos hundimos en el secreto de una casa de una "dama"
extraña, ¿con tres maridos y un amante? Mariela se
mantuvo casta, yo a la expectativa, de todos modos nos besamos y
nos acariciamos; llegada la noche, nos dormimos, sentimos voces
de madrugada, Mariela me despertó. Observamos por el
rabillo de la puerta y, oh, sorpresa, siete ángeles con
alas conversaban con la "dama", todos tenientes, Mariela tuvo
miedo, yo pánico, queríamos conocer Europa y era
nuestro transporte, ¡Mar Caribe!, gritamos,
¡allá vamos!

Los ángeles desaparecieron. La abuela
golpeó la puerta.

—Estamos haciendo el amor —dijimos, muertos
de miedo.

La vastedad es "ángelus" y el "ángelus" es
de Dios.

Martes:

Contemplé el sol: y la espesura de los
ángeles fue tremenda; el capitán en persona nos
habló, boquiabierta quedé, Mariela danzaba por los
alrededores buscado dólares de los extranjeros. El
capitán era elástico y, con alas de
ángeles.

—¿Estás decidido,
Francisco?

—Estoy un poco atónito, en mi país
no hay ángeles.

—¿Qué hay?

—Presidentes.

El ángel rió.

—Hubo uno muy bueno pero que, equivocó el
rumbo.

—¿Frei?

—Sí, Frei fue muy bueno, hablo de
Allende.

—¿Y qué piensa de Patricio
Elwin?

—Le tocará duro en el Infierno.

—¿Y qué motivos tuvo si es una gran
persona?

—Cosas de Dios… ¿Tienes
hambre?

—No, no.

—Ven, quiero arreglarte el "mate".

—¿Qué tengo?

Esquizofrenia.

La vastedad de las manos del ángel capitán
fue simbólica, me desmayé. La abuela me tomó
el pulso, "¿está enfermo?", "sí". Abarcar el
cosmos y dormir, me afecta la realidad, soy valiente y
abordaré buques petroleros gringos durante tres
años en el Caribe, ¡abril!, todos los años
serán abril.

—Francisco, ¡despierta!, por bastantes
años estarás bien, regresa a tu patria e
intérnate en un siquiátrico, tu mente puede
traicionarte, hazme caso, soy tu capitán, estás muy
dañado, hablé con Dios y te purificó, en el
nombre de Padre…

El ángel capitán me bendijo y me
sentí muy bien.

La abuela habló:

—¿Dónde está
Mariela?

—Danzando —dije.

—Ah, qué bien. ¿Tienes
hambre?

—No, no, quiero comer ambrosía.

El ángel capitán me dio un
coscorrón.

—La ambrosía es para los ángeles.
Ustedes comerán comida. Y nada de polizones.

El ángel volvió a reír.

—¿Y los peruanos y Mollendo?

—Ellos van a trabajar.

—¿En qué?

—Lustrando zapatos a los ángeles
comando.

—Pero, ellos quieren estar de
polizontes.

—Qué tontos son. Ya fueron aceptados. Son
cadetes y, como son belicosos, serán parte de los
escuadrones de ataque.

—¿Y si mueren?

—Mueren.

—No, no, son nuestros amigos.

—Estarán a cargo de los toneles de
petróleo y de la ambrosía pero, la ambrosía,
sólo la pueden comer los ángeles; en manos de
humanos, por muy puros, se desvanece… Ustedes
comerán queso, leche y manjares. Tres años no es
poco, serán adultos. ¡Viva Dios!

—¡Viva! —gritó la
abuela.

—¿Y tú, no gritas?

—Es que, estoy anonadado.

El ángel capitán rezó
fervorosamente un Avemaría, extrajo de entre sus ropas una
Biblia y leyó el San Juan, la voz del ángel
capitán es bella, no comprendo lo que sucede pero, me
siento abstraído, estoy en el Mar Caribe y Mariela,
danzando, en soledad me deja; sin embargo, la lectura de San Juan
me enloquece, quiero saber más, saber sobre Dios, no
quiero preguntar, ya que el ángel capitán se
despide, han tenido problemas con el cabotaje, dos semanas en
tierra no es poco, habrá que conocer Panamá;
llevamos ya dos años, creo, recorriendo América,
bogaremos por tres años por el Caribe y de allí a
Madrid, a la capital de España, ¿nos
aceptarán?, yo habré de dedicarme a lustrar botas y
Mariela a danzar.

Nuestra abuela prepara comida, es hora de almorzar, no
tiene dinero, el capitán ángel le ha dejado cien
dólares, hay que comprar comestibles, ¿fueron
enamorados?, yo creo, porque la abuela le mira con unos
ojos.

Llega Mariela al fin.

—Cinco dólares he ganado en toda la
mañana.

—¿Compremos pan?

—Sí.

—No, yo invito una sopa. Dejen los panes para la
tarde; ustedes invitan los panes, eso sí.

—Bueno, ¿cuánto le debemos por la
habitación?

—Tres dólares.

Me quedo pasmado, ella nos invitó.

Mariela le discute.

—Pero, abuela, si usted nos
invitó.

—Bueno ya, paguen tres dólares por concepto
de alojamiento, que es gratis, pero el agua y las velas hay que
costearlas.

—¿No tiene luz eléctrica?

—No.

Fuimos con Mariela a un almacén. Compramos tres
panes y queso, no había leche, estamos muriéndonos
de hambre. La vida es bella, pero, morirse de hambre no es bueno,
en Colón es peor, allí sí que hay pobreza,
¿qué será de los peruanos?, estoy
preocupado.

—¿Y Mollendo?

—No sé… Vendiendo pescaditos de
colores, creo.

—Ojalá que tengan para comer.

La felicidad es dual: hay que vivir la vida y
contenerse, la experiencia de la existencia es indefinida ya que
Dios es inmarcesible. Hay situaciones que son inexplicables, el
dolor del "ser" es tremendo y el tremendismo es crucial, yo vivo,
yo estoy rodeado de vida; la virtud del amor es sinceridad, la
virtud del cosmos es algoritmos, estoy en casa de mi madre,
recordando a mi madre.

—Dama —dije—, usted sí que gana
dinero, fotografiándose y…

—Shi, calladito. ¿Quieres comer?

—Sí.

—Traigan los panes, para más
tarde.

—¿Cocinó?

—Sí, sí, cociné.
Sentémonos a la mesa.

Nos cobijamos y la vida fue menos ardua.

La "dama" en cuestión sirvió sopa con
tallarines y huevo, nos sentimos regocijados, era una "dama" muy
antigua, unos ciento quince años, de aspecto impecable,
delgadísima y serena, ¿con novio capitán de
ángeles?, yo creo que sí, conversé con
Mariela y ella negó, le conté lo de los
dólares y también se sorprendió; al
anochecer, nos besamos y, acunándonos, nos dormidos. Tuve
un sueño tremendo que quiero narrar:

Estaba yo en un manicomio conversando con un
escritor, tenía diez año más de vida,
año, dos mil uno, septiembre, once, ejemplar desfile de
guerrilleros al Cementerio General de Santiago de Chile donde hay
enterrados muchos izquierdista asesinados por Pinochet; el golpe
militar de Chile fue en el año de 1973, un once de
septiembre, los aviones destruyeron el Palacio Presidencial
llamado La Moneda; En este sueño, dos aviones derribaban
Las Torres Gemelas; ¡terrorismo internacional!, qué
casualidad; así es la vida de los
que…

¡No quiero pensar!, ¡no quiero
pensar…!

Desperté a las cinco de la mañana con
una atroz sensación de inseguridad. No quise despertar a
Mariela, dormíamos en la misma cama sin actos
"réprobos".

Miércoles:

Danzando, está Mariela, estoy hablando en
presente ya que estoy en pasado.

Nos fuimos a un punto donde había muchos
turistas, había felicidad en sus rostros; Mariela
danzó y yo limpié botas. Los turistas sacaban
fotografías, Mariela intentó su mayor esfuerzo pero
sólo conseguimos quince dólares. Había que
bailar, había que estar felices, había que comer y
pagar el alquiler, dos semanas era mucho y dos semanas estuvimos;
un extranjero se nos acercó.

—¿De qué país son?

—Chilenos.

—Yo soy colombiano.

—¿Eres del narcotráfico?
—preguntó Mariela sonriendo.

—No soy profesor de literatura.

—Yo estudié pedagogía
—dije.

Conversamos durante una hora; obviando los golpes que
los militares me dieron.

—¿Conversar es bueno?, ¿no?,
¿hacia dónde viajan?

—A Madrid.

—Uf, queda lejos… Me tengo que marchar,
cuídense. Me llamo Humberto.

—Yo Mariela y él, Francisco.

—Saludos.

Wzür[38]en abismal
agonía de Cristo que se extingue en Dios.

Un miércoles de templanza para Mariela que
danzó toda la mañana y para mí que
lustré zapatos. La vida es dura y en Colón fue
aún más dura; el barco zarparía y el mar
atlántico nos llevaría a Madrid, tierra de
castillos y de españoles.

Ruiz era intensa, intelectual, cosmogónica:
Mariela Natalia danzó para mí y para los turistas;
la vida no es parasitaria, la vida es continuidad de todos los
sentidos, la vida no es palaciega, la vida es Colón, la
ciudad, por cierto.

Nos marchamos a casa de nuestra huésped
invertida, la que, nos habitaba cobrándonos, pero, no
importaba, ganábamos lo nuestro; yo era iluso, lustraba
botas y ganaba dólares, pero, Mariela era danzarina y muy
perfecta: ¿de qué modo nos satisfacía
marchar a Europa?, éramos muy jóvenes y nos
amábamos y habíamos jurado castidad; sin embargo,
en la selva, la atrocidad "sexual" fue purísima pero,
lamentablemente, Mariela todo lo olvidó; ¿la
razón?, lo ignoro, hierbas que consumió.

Yo/ desolado,/ estoy/ en/ el/ psiquiátrico/ y/
estoy/ rodeado/ de/ barrotes/.
Wunzha[39]en concomitancia de la
vida.

La sentencia de Dios es la sencillez. Yo aspiro a
contenerme, ya que, estoy narrando en tres segundos esta historia
y sólo llevo un instante de segundo en donde Uribe ya no
es tal, es una sombra, frenética. "Decidme,
¿quién sois?" No hay respuesta, no hay nada,
sólo calamidad; y dos aviones estrellándose en
Nueva York.

La vida ya no tiene cabida, la maldad es Bin
Laden.

¿Qué sensación tan extraña?,
Estoy en Colón y al mismo tiempo estoy en Chile, en el
psiquiátrico de Avenida La Paz. Estoy preso de mis propias
emociones, soy, eso es todo, nada soy, ¿de qué modo
podría ser?, absolutamente nada.

Mariela danzó hasta tarde y, cayendo la noche,
nos refugiamos, oramos el Padrenuestro y nos sentimos
compungidos, la abuela preparó comida y, sentenciados a
muerte, nos iluminamos, habló la abuela:

—Yo me llamo Adelaida y tengo ciento veinte
años… Yo también fui camarera por tres
años en el buque más terrible que ha existido en el
Mar Caribe. Antaño, como dicen los siúticos,
¿esa palabra es chilena?, ¿no?, bueno…,
antiguamente, eran la plata y el oro y las gemas, y en
Colón de vendían, no solamente a los yanquis,
también a los europeos, pero ahora sólo gringos, yo
me llamo Adelaida y cobro un dólar por fotografía,
¿les apetece un pollo asado?, yo creo que tienen mucha
hambre, pero les cobro quince dólares, es que, la
carestía en Panamá es tremenda, me ha dado mucha
rabia recaudar, cobrarles a ustedes que son chilenos,
explíquenme, ¿qué es Chile?

Mariela, en calma, buscó los dólares que
habíamos reunidos; y presumida de una lengua de hierro, no
quiso hablar, sólo entregó el dinero, yo
ensimismado hablé:

—Chile es un país muy lejano y
larguísimo, y hay gente muy civilizada y no hay pobreza
como en Colón, yo soy pobre pero universitario, soy
profesor de niños, estudiando pedagogía, no he
terminado; Y ella, Mariela, es danzarina, no ha culminado sus
estudios de "enseñanza media", huyó de casa como
yo; le agrada la danza, pero sus padres le quieren obligar a que
estudie una profesión intelectual, como abogacía o
medicina, yo no sé, Chile es el país más
austral del Planeta y hay un terrible desierto, tremendamente
caluroso y hielos eternos en el continente blanco, en la
Antártica, Chile es un país de militares y de
poetas y es muy bello, como le dije, yo soy pobre pero Mariela es
millonaria pero, ahora, estamos aquí, tenemos dinero para
el pollo asado pero no para el alquiler.

—Bueno, duermen en el patio.

—¿En el patio?

—No, es broma, les devuelvo su dinero, sólo
por el alquiler de una noche, hay sopa con huevos, un
dólar por cabeza, ¿les parece?

—Sí —dijo Mariela—,
cuéntenos algo sobre su juventud, sobre el
"buque".

—No puedo, es secreto.

—Cuente —insistió Mariela—,
nosotros también nos embarcamos.

—En fin, yo me enamoré del capitán,
pero, es un ángel, no envejece, ¡ven!, todos los que
nos embarcamos vamos a parar al Paraíso, pero todos son
panameños, ustedes serán los primeros extranjeros,
creo que también van ¿peruanos?

—Sí, sí, son nuestros amigos
—dije.

—¿Amigos?

—Sí.

—La amistad es fundamental, ya que los
ángeles no mueren pero, bueno, los que se embarcan pueden
morir… En mi tiempo hubo una camarera que perdió el
control y, a tierra calló…

—¿A tierra? —intervino
Mariela.

—No, asaltó un buque francés, casi
la matan.

—¿Qué le sucedió?

—La traspasaron con una espada.

—¿Y con qué atacan los
ángeles?

—Se visten de pirata y al amanecer…
¡Ya!, ¡ya!, no les cuento nada, se van a atemorizar,
¡son piratas!, pero, todos son ángeles, se los
aseguro… Ellos me cuidan ya que soy muy longeva… El
motivo, me emborraché con ambrosía; por eso no
habré de morir jamás… El Padre Redentor
habrá de venir en presencia y me llevará a su hogar
pero cuando cumpla ciento cincuenta y tres
años.

—¿Qué?

—Soy muy joven para morir, ¿no?

La sutileza de la vida, la cosmovisión de los
pesares, el enjambre del holocausto es un devenir indefinido, la
virtud del amor es la sencillez, las turbulencias de los
océanos son…

¡Atributos de sencillez!,

¡Karma de Dios…!,

¡Iluminación…!

¡Atributos de madurez!

Yo amo a Dios y Dios me ama en la cosmovisión
de un poeta.

Yo deliro con Dios y le hablo y me habla en
ángelus.

Soy Uribe, que, escuchando está a
Francisco…

La madurez de Adelaida no era tal, centenaria,
negociante, en fin, de algo hay que vivir en el trópico,
la vastedad de las percepciones humanas son infinitas; sin
embargo. Dos más dos no son cuatro, son Dios.

La virtud de Mariela era, en cierto modo,
¿presumida? Yo no lo creía; sin embargo: las aves
como Mariela no tienen hogar, son fugaces. Mariela me
abandonó, es cierto, pero, su estigma cohabita en
mí.

¡Mi Mariela!

La vida en población Victoria terrible, las casas
son de autoconstrucción, las niñas son violentadas
por sus padres y los padres son violentados por el sistema
imperante capitalista anárquico de Chile; el más
fuerte gobierna, no el más capacitado.

Estoy en población Victoria y la violencia es
terrible, todos protestan, todos son antipinochetistas. La vida
es sesgada en población Victoria, yo vine a vivir pero, no
soporté los balazos ni los enfrentamientos entre
pandilleros, dos mil uno, yo no sé qué hacer,
marchar a casa de mi madre, ¡estoy en casa de mi madre!, en
avenida Dorsal.

La vida en Panamá fue bellísima pero, en
Colón eran tan pobres.

Me dormí, eso fue todo, dormir y soñar con
Dios: Whnzür[40]en
hwyjü[41]y paz para la hermandad de
Yahvé.

Jueves:

De madrugada, desperté, sudaba frío, la
ventisca era tremenda, truenos y rayos atroces reventaban la
bahía, tuve pánico de morir, me aferré a
Mariela, que, también despertó, nos acorralamos,
nos incrustamos en el dorso perfecto del terror.

—¿Qué sucede? —preguntó
Mariela.

—Es una tormenta tropical.

—¿Qué horrenda?, te imaginas en el
Mar Caribe navegando y con los piratas ángeles luchando
contra portaaviones yanquis, estamos volviéndonos locos,
yo estoy loca, abandoné mi casa con sólo
dieciséis, llevamos dos años vagabundeando
y… —Mariela pensó en sus padres— y yo
ya no sé qué pensar; Hay que abandonar
Panamá pronto, es demasiada la pobreza y me está
afectando…

Mariela no culminó la frase.

—Yo estoy aterido…

—¿Qué? —preguntó
Mariela confundida.

—Estoy aterrado, ¿miremos por la
ventana?

El asombro fue entonces: nubes tremendas avasallaban
Panamá, truenos y rayos infernales y una lluvia copiosa
pero lo más extraordinario del caos es que el calor era
intensísimo. La vida no se paralizaba, los insectos
comían y las hormigas vivían ateridas en el
infortunio del despojos.

Bzwhna[42]y el despojo de
wqra[43]

El/ entorno/ de/ la/ irrealidad/ es/ pensar/ en/
Colombia,/ en/Medellín/ me/ golpearon/ y/me/ fustigaron/
de/ tal/ manera/ que/ esquizofrenia/ me/ dio.

La vida es paralelismo y en aquel paralelismo es
vitalidad de Dios, la vida se confunde con los paradigmas
simbólicos, la vitalidad de Dios es purgar las
consecuencias que nos liberan, vivir en armonía, vivir en
paz.

Yo estoy en casa de mi madre pero también estuve
en población Victoria, en avenida la Paz (que es donde
está el psiquiátrico), en América y en
Europa y en un buque de piratas que…

¡No quiero recordar…! Fue alegre nuestra
travesía y alegres son los recuerdos pero es secreto lo
del busque pirata con ángeles, ¡secreto
absoluto!

Los piratas nos advirtieron. "dos semanas para
descansar". La anciana no se levantó en toda la
mañana, la tormenta continuó hasta las dos de la
tarde, cocinamos huevos y yo, en presencia, fui en
búsqueda de pan. La anciana estuvo contenta, Mariela le
sirvió el desayuno en cama.

—Gracias, nieta —le dijo.

Mariela se sorprendió y agradeció el
cumplido.

Había tanta vastedad en la tormenta, quedé
mojadísimo, pero, extrañamente, la ropa se me
secó en un instante, había un viento cálido
que, de soslayo, no motiva a la lluvia, motiva a un carnaval, la
lluvia todo lo puebla en estos instantes; ¡Abril!, siempre
será abril en la narración.

La vastedad de la lluvia no me recordó mi Chile
austral, ya que la lluvia en Chile es gélida y derrumba
casas, aquí, es cálida, y llueve como si hogueras
cayeran desde los cielos: ¡Oh!, qué espanto, es
Apocalipsis.

Soy Francisco y he tenido una visión: "Uribe
está observándome y yo estoy observando las Torres
Gemelas en Nueva York destruyéndose y desplomándose
sobre miles de inocentes trabajadores; el "caos" es tremendo, la
visión es de fin de mundo, la vertiginosa ciudad de Nueva
York destruida, el centro financiero del mundo destruido, la
capital del mundo civilizado en penumbras, la mortandad es
tremenda y la lluvia ácida de los dos aviones fue…
cruenta, ¿qué será de nosotros?,
¿hispanos? Los norteamericanos están en jaque, es
un ataque feroz a su seguridad nacional, ¡dos aviones
estallando!, esto es el Apocalipsis, el fin del mundo como lo
conocemos…

Estas visiones tuve un once de septiembre del dos mil
uno.

—Tengo un amigo que se quitó la vida
hoy.

—¿Cómo se llama?

—Alfredo Vera.

—¿Y cómo sabes?

—Es que, soy vidente.

Dos instantes de segundo".

La anciana estuvo dichosa y, en carismas, se
difuminó, aparentando, vida eterna: la cobradora era
dichosa y, de sí misma, esclava, ya los servicios de
hospedajes a los camaradas no deben de cobrarse, deben de,
sutilmente, abrogarse en tranquilidad.

La vida era en tranquilidad en jueves y en jueves yo
recordé a César Vallejo y su poemario. No lo
recordaba textualmente, pero el peruano escribió un texto
fundamental en donde el jueves es muerte y desintegración:
¡Jueves de Vallejo!

La nostalgia de la espiritualidad era tremenda, el caos
del mundo era primigenio, la mente del hombre se transmuta y, en
efervescencia se conmuta en alegría: el caos es cimiente
de Dios que, en vertiginosa edad, nos entrega ocasos de vida ya
que la vida debe de culminar para que otros nazcan; este es el
caos de Dios.

Fue entonces que la anciana nos habló:

—Yo fui camarera por ¿muchos años?,
ya no recuerdo, pero era muy joven, como quince, sí, quise
embarcarme por más tiempo pero, el capitán
ángel me lo impidió, el "servicio" sólo dura
lo que dura; toda mi familia ha estado abordo… No tuve
marido pero tuve un amante que me hizo una hija y esa hija un
nieto beisbolista; bueno, tres maridos.

—¿Son todos familia?

—Así es…

La anciana culminó su monólogo.

—Estar con los ángeles es tremendo, se vive
bien, se ama también.

¿Se habrá enamorado del
capitán?
—pensó Mariela.

—¿Usted se…?

Ruiz no concluyó la frase.

—¿Dígame,
niña…?

—No, nada.

"Vivir con el pelo encanecido

Es, vivir, en algarabía de
Dios:

La virtud del amar

Es, tremenda, y del tremendismo

Hay vida, que no se sostiene

En la inmensidad del mar.

La vida nos segrega sabiduría

Y nuestra sabiduría es paz.

Yo no dudo de la anciana,

Tampoco dudo de mí

Ni de Mariela;

Yo dudo de la tormenta

Y del caos y de los maremotos

Que confunden al hombre".

Toda la tarde estuvo lloviendo pero la calidez de la
conversación con la anciana fue belleza de amor, Mariela
contó anécdotas de nuestra travesía y de
cómo en el Amazonas hay peligros inextricables, como
también hierbas enmarañadas que colman la mente de
locura. La anciana quiso saber más sobre "aquello" que no
contó Mariela, yo intervine, ya que Ruiz es demasiado
descompuesta.

—Nosotros somos castos, estamos esperando el
matrimonio.

La anciana se sorprendió y no creyó, por
supuesto.

—¿Casto?, yo perdí la virginidad a
los quince y con un capitán.

¿Un capitán ángel…?
—pensó Mariela.

Viernes:

La tibieza de la soledad, el agónico despertar,
ya no había tormenta, los insectos vagabundeaban como
Mariela y yo. ¿Qué hacer? Me levanté
y…

—¡Mariela!, hoy es viernes, hoy habrá
más turistas, ¡vamos!, dancemos y lustremos zapatos
para tener mucho dinero, ¡sígueme!, no tengas
temor.

Mariela dormía profundamente.

—¿Qué?

—Tranquilidad.

—¿Me has despertado y es de
madrugada?

—¿Quieres "sexo"?

—¿Qué?, ¡no!, yo soy
virgen…

En la selva, hubo ¡"sexo"!; y Mariela
ahora… piensa que…

La habitación era extraña, reinaba el
orden pero era diminuta, la anciana mantenía todo en
orden, era trabajadora, hacendosa y cobradora. La orfandad en la
habitación era total.

—¿Virgen?

—Lo dudas.

Callé.

—Vamos, Mariela, hay que levantarse, tomar
desayuno y danzar al aire libre para que tengamos recursos
financieros, es un lindo día, no hay que desaprovecharlo,
¡mira!, hasta hay pajaritos cantando; y son tan bellos que
yo no comprendo… ¡Pajaritos cantando!

La vida era ingenua en Panamá y, al mismo tiempo,
luchadora; éramos forasteros en un mundo incivilizado que
había dado su "lucha" por la libertad; los norteamericanos
había oprimido al pueblo y el pueblo, de raza negra, se
había levantado en protestas terribles:
¡opresión y rebeldía!

—Ya, ya, me levanto.

La atmósfera era letal.

—Te ves muy hermosa, desnuda.

—No me mires…

El rito del amor era vivir en paz, el rito de la
prolongación de la desnudez de Mariela era vivenciar la
sensualidad en su expresión más íntegra,
era… ¡"sexualidad"!; sin embargo, Mariela me
prohibía la "penetración", estaba castrado yo y
ansioso de amar.

—Cuando estemos casados, me puedes
mirar.

Yo no comprendí el influjo, me
devasté.

—Entiendo, entiendo, disculpa.

—Francisco, yo quiero cambiar, quiero casarme
contigo pero, quiero mantenerme virgen, yo no sé, pero,
allá en la selva del Amazonas tú…, no
recuerdo mucho, ¿qué hubo entre ambos?, ¡fue
el Amazonas!, no fui yo; así es que, olvida todo, yo soy
virgen.

—Olvido, no te preocupes…

La vida era caritativa y confusión.

Esa madrugada, comimos pan con salame y café, la
anciana dormía, nos marchamos y, buscando forasteros,
hallamos alemanes que tomaban fotografías, eran quince
extranjeros, Mariela habló en inglés y
danzó, yo lustré zapatos, los extranjeros nos
sacaron fotografía, ganamos quince dólares; nos
fuimos caminado despacio hacia oriente, allí había
más extranjeros, también nos sacaron
fotografía, ganamos diez dólares,
¡éramos ricos!, nos fue bien aquella tarde. Nos
regresamos a casa con las manos contentas, comimos por
allí un pollo asado con arroz. Fue exquisito estar con
Mariela, me sentí enamorado.

—Nos fue bien.

—Sí.

Sábado:

No hubo amanecida, la anciana se sacó muchas
fotografías y, feliz fue, ganó dólares,
nosotros la observamos, no danzamos, yo lustré zapatos,
pero, la anciana como famosa hizo de las suyas, los forasteros
estaban contentísimos, preguntan en
inglés:

—¿Qué edad tiene usted?

—Ciento veinte.

Todos estaban orgullosos de sacarse fotografías
con la dama.

Fotos, cien fotos, una cantidad enorme de
dólares.

—Háganos una rebaja.

—No.

La anciana era insistente.

Nos divertimos hasta bastante entrada la tarde. Al
anochecer, volvimos a casa, Mariela preparó comida, la
anciana estaba agotada.

—¿Quieren un whisky?

—¿Whisky?

Mariela negó.

—¿Un vino tendrá?

—Sí.

La anciana, para nuestra sorpresa, tenía licores
de todo tipo, se levantó presurosa, me sirvió un
vino francés, que bebí alegre pero, ¡oh!,
sorpresa, la anciana, de un vaso gigante bebió toda una
botella de whisky embriagándose.

Salió al patio de la calle y comenzó a dar
alaridos de júbilos, los vecinos la reprendieron, la
anciana calló tumbada en el piso del patio, los vecinos se
acercaron, la recogieron y la llevaron a su cama, nos preguntaron
por nuestros nombres.

—Estamos, aquí, pernoctando con
ella.

—¿Qué bebió?

—Whisky.

Los vecinos se marcharon, convencidos, de que
éramos unos maleantes.

La anciana no despertó en toda la
noche.

De desliz, nos acostamos, Mariela me besó durante
una hora, me incliné y apagué la luz.

Domingo:

Hay que vivir, pensé. Con Mariela fuimos a
recorrer las calles, había muchos extranjeros, Mariela
danzó durante una hora y los festejos fueron bellos pero
los extranjeros no dieron dádivas, Mariela se
enfureció.

Yo lustré tres botas y gané tres
dólares.

—Estos gringos…

Mariela no quiso insultar. Hacía mucho calor, ya
llevábamos siete días de andanzas, nos faltaba una
semana, compramos tres huevos y pan, nos marchamos a casa de la
anciana, ella dormitaba, ya que eran las tres de la
tarde.

—Ya almorcé y no hay nada.

Cocinamos, quedamos con hambre, salimos al patio e
intentamos respirar aire, el calor era sofocante.

—Me sentí mal, bailé con todo el
corazón, qué raro, no me dieron un centavo,
¿habrán pensado que éramos danzarines de
algún circo panameño gratis? Estos gringos
están forrados en dinero y no dan dólares,
sólo sacan fotografías, deberíamos cobrar
por las fotos, ¿qué piensas tú?, al menos
lograste ganar para huevo y pan, de lo contrario, nos
habríamos muertos de hambre, yo estoy demasiada delgada,
quiero que me beses todo el cuerpo, ¿te agrada la idea?,
pero sólo besarnos…

—¿En la noche?

—Sí, en la noche… Estoy
ardiendo.

La vida era bella, la vida no era fragmentaria, la vida
era tenue como un bosque de eucaliptos, la vida era serenidad, la
vida eran tres huevos compartidos y dos panes, la vida era
Mariela Natalia Ruiz, la vida era sencillez. Ardor es lo que
también sentí yo, ardor juvenil.

¿Qué es lo que habría de
sucedernos?, no podíamos intimar por miedo del embarazo,
pero besarnos sí, como en los viejos tiempos. Mariela,
cómo no recordarte.

Nos rodeamos de besos al anochecer, yo la desnudé
y, con mis labios, toqué su "vulva", el éxtasis fue
entonces tremendo, mientras los panameños devotos
comulgaban, Mariela aullaba, yo sentí piedad y recé
al culminar mi propio éxtasis. Fuimos felices
entonces.

—¿Qué haremos en el
buque?

—Amarnos a escondidas —dijo
Mariela.

—¿Por qué no querías que te
besara?

—Porque no quiero quedar embarazada.

—¿Y utilizar preservativos?

—No, quiero casarme virgen… Me ha dado
mucho sueño, mañana conversamos.

Eran las dos de la madrugada: la tibieza de Mariela fue
bellísima, su cuerpo exuberante, sus "senos" de muchacha,
sus curvas perfectas, toda ella era belleza, la abracé
fuertemente y le besé las orejas.

—Te amo —le dije.

—Yo también —respondió, al
tiempo, que durmiendo, la acaricié en la
intimidad.

Semana de Amor:

Siete días estuvimos amándonos hasta que,
llevado el último instante, nos dirigimos a Colón,
despidiéndonos de la anciana.

—Tengan cuidado con el capitán, es
duro.

—Tendremos cuidado, gracias.

—¿Cómo la pasaron?

—Muy bien.

—Recuérdenme y visítenme en tres
años más.

—Así lo haremos, así lo haremos
—repetí.

Nos marchamos. El tiempo era cálido.

Embarcándonos

EN COLÓN, los ángeles se despiden de la
gente, Mariela estuvo llena de felicidad, los peruanos
también, el festejo fue grande, éramos
indómitos, la luz de los ángeles me cegaba, estaba
confundido, vestidos de piratas y con alas blanquísimas:
"lústrame los zapatos", me indicó un teniente y yo
accedí.

—Nevado Ampato.

—¿Mollendo? —la voz es
tierna.

—Yo tengo que contarte algo que me sucedió
cuando aún no enfermaba…

—¿Qué?, yo sé todo de ti
—interrumpió Nevado Ampato.

—¿Sabes que maté a mi
madre?

—Sí.

—Yo no quise matarla, con una escoba, yo pensaba
que era un iluminado, mi madre estaba en la cocina, había
una virgen, la acomodó de un modo que me irritó y a
escobazos culminé con su vida, yo no quise, me
llené de sangre, fui a la comisaría y me
entregué "soy peor que un nazi", dije, nadie me
creyó, caí preso pero después me fui al
manicomio…

—¿Tomas medicamentos ahora?

—Sí, pero naturales, me escapé del
Perú, me querían poner camisa de fuerza.

—¿No vayas a matar a un
ángel?

—No, mataré gringos.

—¿Qué?

—¿No somos piratas?

—¡Mollendo!, los ángeles no matan,
¿te sienten bien?

—No, no, me estoy sintiendo mal.

Mollendo se desmayó.

—¿Qué sucede? —dijo el
capitán.

—Se llama Mollendo y está
enfermo.

—Ayúdenle, yo sé lo que tiene,
pídanle a Dios que le mejore, no fue culpa suya, es
enfermo, ¡pídanle a Dios…!

Varios ángeles se acercaron y llevaron a Mollendo
a la enfermería.

El capitán me habló:

—Lustras muy bien los zapatos, quieres
luchar.

—No sé luchar —dije.

—Hay muchas maneras de hacerlo, yo te
enseñaré… Arrodíllate y pídele
al Maestro Jesús por tus pecados que son
muchos.

Me arrodillé y recé.

La vida era estoicismo y el capitán ángel
era terrible, aún no zarpábamos, Mariela me
observó y también rezó a mi lado, me
sentí bien, Mariela habló:

—Somos novios, nos queremos casar.

—¿Ahora?

—No, no, cuando sea más grande, en Chile,
de regreso.

—Yo lo puedo casar, si quieren.

—No, no.

Mariela era tan bella, arrodillada y pidiendo clemencia,
Mariela, mi novia.

Ahora la recuerdo y tengo tristeza, estoy en el
manicomio, dos segundos de instante mientras converso:
mhwa[44]en
nwzü[45]

—Uribe, ¿te sienten bien?

Uribe no responde. Estamos observando el estallido por
televisión, once de septiembre del dos mil uno, hay tanta
gente muerta, los bomberos y los policías norteamericanos,
heroicamente mueren y el terrorismo gana una batalla, estoy
paralizado de terror, la gente cremada y los edificios demolidos,
es tremenda la imagen, todos cremados, qué
terrible.

La vida no es simbolismos cuando, Bin Laden ataca, la
vida no es profética si hay terror, la vida se
acaba.

Yo amo a Mariela y, con ese amor, puedo continuar
viviendo, estoy triste y solo, con el recuerdo me basta:
whuná[46]y
záuharwa[47]

—La virtud del amor, Uribe, no es la virtud de la
violencia, yo viví alegremente mis días con una
novia que tuve, no he podido hablar de ella, sólo he
hablado de mis aventuras, ¿o te hablé de ella?,
sí, sí, te estoy hablando de ella, ¡mi
Mariela!

Callé, la televisión pudo
más…

Los ángeles levantaron ancla y nos marchamos por
el Mar Caribe, adiós a Colón, me dio miedo y me
aferré a los brazos de Mariela, estábamos
arrodillados, rezando, "Mariela, te amo", "yo también". La
vida nos sesgaba la razón y el continuo ir y venir era
nuestro sino, había pasión entre ambos y
había desolación, estábamos en un buque de
ángeles y la vida nos cambiaría el modo de vivirla,
éramos marineros, yo, un lustrabotas, y Mariela,
camarera.

—A trabajar —dijo un sargento.

Todos corrimos a nuestros lugares; incluidos los
Nevado.

Los ángeles eran tan bellos pero exigentes,
lustré bastantes botas, el capitán me
llamó:

—Tú dormirás en un camarote y tu
novia en otro, tengan mucho cuidado, que los estaremos
vigilando.

Bajé a conversar con Nevado Ampato, que, en el
sótano ordenaba las cajas con los comestibles y la
ambrosía; el armamento era terrible, sables, hachas y
carabinas. Qué extraño, me dije,
¿cómo habremos de combatir a los
norteamericanos?

—Nevado.

—¿Dime?

—No podré estar con Mariela.

—¿No?

—Me lo prohíben.

—¿Quién te lo
prohíbe?

—El capitán.

—Ten cuidado, que son terribles, son hijos de
Dios.

—Ya lo sé, ya lo sé; y son tres
años hasta que lleguemos a Madrid.

—Tendrás que apuntarte, hombre.

—No, no, me escaparé y dormiré con
mi novia.

—Ten cuidado, que te pueden arrojar por la borda,
son piratas.

—Sí, sí, tengo miedo.

—Yo también…
¡Márchate!, anda a limpiar botas y gánate la
vida, yo estoy ocupado, ¡cuídate! Te doy un consejo,
olvida a Mariela hasta que lleguemos a Europa.

—No, ya sé lo que haré, pero es
secreto, no te diré nada —dije.

—Tranquilo, Francisco, tranquilo.

Mariela era temperamental, consejera, femenina,
abismal.

Danzó en cubierta al tiempo que, el barco
capitaneado por ángeles, zarpaba: la lluvia tropical nos
inundó y la vida fue alegre. Me dieron órdenes
perentorias y yo tuve que obedecer: "Lustra todos los zapatos y
todas las botas de los piratas ángeles". Yo
obedecí. La vestimenta era sencilla: togas. No utilizaban
espadas, las tenías escondidas, eran piratas de Dios: en
sencillez y de carisma.

Mariela me amaba pero a distancia, llevábamos una
hora en alta mar, bogando; los Nevado trabajaban y Mollendo
disfrutaba del Caribe: había que vivir y había que
obedecer; sin reglas no se puede vivir.

La insolencia del mar era turbulenta, la llovizna era
tenue, había viento cálido y las velas nos
arrollaban de esperanza, había que emerger a la vida y la
vida nos contenía, el capitán ángel nos
habló; En cubierta, con sus alas resplandecientes y su
impostura tremenda:

—Hay que vivir bien sirviendo a Dios. Habremos de
bogar hasta hallar buques norteamericanos con petróleo.
Atacaremos como siempre, sin asesinar; cómo vosotros
sabéis, con astucia; somos piratas porque nuestro Padre de
este modo lo ha querido. Hay gente a bordo, son emigrante rumbo a
Europa, atacaremos ¿Nueva York?

—¡Sí! —gritaron los
ángeles.

—¿Podríamos?, ¿no?, pero,
nuestro Padre nos lo impide, somos muy pocos pero
inmortales… La muchacha danza hermosamente.
¿Qué les parece que ella baile y sea
nuestra…?

—No, que dance, mejor, que dance —dijo un
ángel.

—De camarera no.

—En fin… —dijo el capitán
ángel—, de amanecer danzará y durante el
día trabajará de camarera, estas son mis
órdenes. ¿Las aceptáis?

No hubo respuesta. Los ángeles no eran
mitigantes.

La vida nos contenía en su máxima
expresión.

—Estos jóvenes —nos indicó a
mí y a Mariela—, se aman, dormirán en
camarotes separados. Si se descuidan serán castigados con
azotes. ¿Les parece?

—¡Sí! —gritaron los
ángeles—, ¡azotadles por…!

Los ángeles callaron.

—Tengo que pensar, tengo que pensar.

Tuve pánico por Mariela.

Mollendo habló:

—No somos gringos para que nos castiguen, somos
latinos.

—Habrá que tener cuidado con vosotros
entonces.

—No, ¿por qué?, nos embarcamos y
punto. Vamos a Madrid.

—¡Vayan!, ¡vayan…!, pero antes
atacaremos buques mercantes, ¿les parece?

Mollendo no quiso hablar.

El capitán continuó:

—La virtud del Padre Celestial es total, llevamos
siglos luchando y, en este viaje, habremos de atacar Nueva
York.

—¡No!, ¡no! —gritó
Mariela.

—El capitán bromea, eso es todo —dijo
un ángel.

—La vida es valiosa, preparen las amarras y
liberémonos, hay que atacar a los buques petroleros,
volver a Colón y vender el petróleo, la gente es
demasiado pobre, y el petróleo hay que obsequiarlo para
que la gente tenga, es la única solución del
subdesarrollo de Colón, hay demasiada pobreza.

—¡Buque a la vista!

—¿Bandera?

—Holandesa.

—Ah, ya, no ataquéis,
dejadles…

Tuve miedo por mí.

—A trabajar —masculló el
capitán ángel.

Lustré los zapatos de un teniente.

La vida era continuar en virtud del amor, la vida era
temeraria, la vida era tenacidad, la vida era lustrar: me
incliné y, embetunando y lustrando, fui feliz, era tiempo
de dicha, era tiempo de eternidad, lustrar, embetunar, ¡un
todo de vida!, la inutilidad del morir y la suspicacia del
capitán ángel, eran nuestras primeras horas en el
Mar Caribe bogando espléndidamente.

¡La virtud de amar!,

¡La virtud del amanecer!,

¡La virtud del padecer!,

¡La virtud del querer!

Tuve un pensamiento: Hay que amar y Mariela es mi
enamorada…

Mollendo piensa: Tengo cincuenta y siete
años… Y mi vida es un colapso, hablaré con
el capitán para que me sane, tengo que sanar, estoy
sintiéndome mal, estoy viendo ángeles,
¿dónde estoy?, ¿en un barco pirata?,
¿con ángeles?, debería estar en Perú
ya que soy un puerto, no soy persona, qué estoy haciendo
en alta mar en un buque pirata…

¡Capitán!, maté a mi
madre… Mollendo soy yo, soy el
narrador…

La vida es tranquilidad pero para mí no es
inocencia, soy un puerto y me he duplicado, desde los cimientos
mismos me he forjado para huir del Perú,
¿qué hago?, mi mente divaga, ¿qué
hago…?

El capitán se acerca y me abraza,
habla:

—Ten tranquilidad, ¿qué
enfermedad tienes?

—Soy bipolar y maté a mi madre pero yo
no quise, soy un asesino.

El capitán no habla, el capitán
está en mi mente.

—Arrodíllate y reza, te
sanarás…

—Padrenuestro…

La vida tiene sus compensaciones, y hay que vivir la
vida para sanar. Mollendo soy yo y estoy alucinando. Me
desmayo… Un ángel viene en mi
ayuda.

—¿Qué tiene? —le pregunta
a Nevado Ampato.

—Es bipolar.

—¡Dadle ambrosía!, se
sentirá mejor. ¿Tiene medicamentos?

—Sí, en su bolsillo; Pero, no le
alcanzan para tres años… Ustedes son
ángeles, hablen con Dios; para que le curen…
¡Hablen con Dios, por favor…!, es mi amigo,
ayúdenle…

—Dadle ambrosía y hablad con el
capitán.

Dos ángeles me ayudan. Esta vez el
capitán me abraza, no se duplica.

—Vivid y sanad por diez
años.

Cómo Francisco, Cómo
Francisco…

—Dios no puede sanar la bipolaridad; es
demasiado sutil la mente, podría empeorar, tomad muestras
de los medicamentos, y fabricadlos, y que el médico le
revise, que no trabaje, que se dedique a la observancia del mar,
¿es Mollendo?, ¿cierto?, ¿el puerto
peruano?

Ampato responde:

—Es su apodo, no se llama
Mollendo.

—¿Qué nombre
tiene?

—Lo ignoro…

Me acerqué a Mariela.

—Voy a escaparme y a dormir contigo.

—¡No!, ¡no!, nos pueden
azotar.

—¿Y qué haremos?, tengo ganas de
besarte.

—Yo también.

—Mañana, mañana en mi
habitación a las dos de la mañana.

—No, no, hoy me escapo.

—Bueno, bueno…

Me despedí de Mariela.

Se desencadenó una tormenta pero fue fugaz, los
ángeles me buscaban, yo lustré hasta tarde, estaba
cansadísimo, me fui a mi camarote, los Nevado estaban
recluidos también, Mollendo dormía, pensé y
busqué alternativas, esperé la noche pero la noche
no llegaba, bogar era temerario en un buque de piratas
ángeles, bogar era divino. Me sentí reconfortado,
la disciplina era absoluta, los piratas tenían conciencia
de su trabajo, buscaban buques petroleros y se apertrechaban para
el combate, ¿el cuándo?, yo lo ignoraba,
había que conservar la esperanza y no pensar en la muerte,
los ángeles eran inmortales pero nosotros no, pensé
y me dormí.

DESPERTÉ DE madrugada, los ángeles
dormían, me vestí, caminé por pasillos
desolados, entré en el camarote de Mariela,
despertándola, nos cobijamos y nos amamos en intensidad,
sólo besándonos por supuesto: ahora estoy
conversando con Uribe y recuerdo aquella escapatoria, el tiempo
está paralizado, hay un choque tremendo de dos aviones,
estoy dentro de los pasajeros y esa atroz el temor al exterminio,
aúllan de terror y nada puede evitar la muerte, pobres
gentes, son muchas mujeres que, indefensas, son vejadas, pienso
en Mariela y en aquella noche nupcial en el buque de Piratas
ángeles, pienso en la belleza de vivir pero también
en el trauma de los "pasajeros" viajando a miles de
kilómetros de sus esperanzas, pulverizados y
yéndose al Paraíso, ya que, todos son perdonados en
sus pecados, excepto los terroristas que aman a Bin Laden que son
fustigados y castigados con el Infierno.

Las llamas de los aviones no rompe la continuidad del
pensamiento, las llamas de los aviones interrumpen mis latidos de
mi corazón, estoy absorto; y, contemplando, lloro de
indignación, intento no pensar pero estoy dentro del
avión, escucho el llanto de la gente, no hay civilidad, no
hay perdón para los terroristas que atacan Occidente, es
atroz la blasfemia y es inexpugnable el Infierno para los
enemigos de Cristo, comprended, sólo cristianos
aúllan de muerte ante el sacrificio del
Mesías.

Dos instantes de segundo.

BESÁNDONOS, ACARICIÁNDONOS, nos complicaba
la existencia del capitán ángel, nadie nos
descubrió esa noche, amé tenazmente a Mariela y
todo su cuerpo besé, éramos jóvenes y nos
amábamos, yo le había prometido fidelidad y ella me
había prometido casorio. Vivir la vida era hermoso y vivir
en continuidad era esperanzador, había que vivir,
había que estar dichosos, sí, esperanzadores,
jamás estar triste, nunca.

Toqué la "vulva" e imaginé a Dios: en su
atrio, con túnica, de pelo ondulado, mirada candente,
Omnipresente, silencioso; toqué la "vulva" y
enloquecí.

—¿Podríamos hacer el
amor?

—Estamos haciéndolo —respondió
Mariela.

—Pero, "penetrarnos" como en el
Amazonas.

—No recuerdo nada de lo que tú dices
pero… me agradaría; ¡es tarde!, ¡es
tarde!, ¡márchate!

Mariela tuvo tristeza, pensó en mí y
lloró.

Francisco es tierno y yo le amo,
¿habré perdido la virginidad?, tengo cierta
vaguedad, parece que sí pero, por el "culito", oh,
qué horror, es muy excitante, tengo miedo de quedar
embarazada, Francisco me podría abandonar, mis padres me
matan, ya he olvidado que edad tengo, sólo recuerdo que
escapé de casa a los dieciséis años y ya han
pasado varios abriles, ¿qué edad tendré?, me
agradaría tener "sexo", bueno, fue bueno, pero
¡"sexo"!, perder la virginidad ya, sin embargo, estoy en un
buque y el "sexo" se castiga con azotes, qué
ángeles tan extraños, son piratas y nos
prohíben el buen vivir; Me agradó, estuvo
estupendo, ahora dormiré feliz, tal vez mañana me
entregué; ahora estoy recordando, es raro, pero siento que
fue real lo que Francisco tanto me ha comentado, que hubo "sexo"
entre ambos en el Amazonas, yo debo de haber enloquecido, porque
nada recuerdo, me voy a arrodillar a pedir a Dios un
conejo:

—Padre, es pecado ¿el "sexo" por el
"culito"?

No hay respuesta de Dios pero intuyo que el pecado
existe en la manera de entablar relación con Dios. Yo
sé que no es pecado, ya que deseo a mi
hombre.

—¡No es pecado!, ¡no es pecado!,
lo practicaré a escondidas con Francisco,
¡sí!, eso haré…

Me toco yo misma y acabo…

Estoy arrodillada. Una voz escucho:

—Hija, la virtud del amor es la virtud de
amar. El pecado entre hombre y mujer entregados al amor y en
aceptación mutua para toda la vida; el pecado es el odio
hacia Dios, y, ¿amáis a Francisco?

—Sí, Padre…

—Yo sé que tenéis miedo de
embarazaros pero… sed felices entre los ángeles.
Pero, tened cuidado, que un hijo merece casa, alimento y trabajo
honrado; Y vos, sois, danzarina y camarera de un buque pirata.
Cuidaos de las pasiones, que Yo Soy vuestro Padre
Celestial… Ahora estáis dormida pensando en
Mí pero yo estoy despierto aconsejando. Tened cuidado con
el "sexo" pero disfrutad del amor.

Una voz cálida me convence de mi
virginidad.

Hay que tener tranquilidad, la vida es bella al
dormir, estoy soñando que estoy arrodillada y que Dios me
habla, me agrada soñar y me agrada
pensar…

Francisco es amable, Francisco es soñador, yo
le amo, yo le adoro, es mi novio y será mi marido, me
casaré con él, me haré mujer y seré
madre, felicidad habrá en mí el día en que a
Santiago de Chile regresé y hable con mis padres y les
pida disculpas:

—Padres, he regresado para casarme
con…

NEVADO AMPATO me observó, tuve una extraña
sensación, quería conversar, me escondí de
los ángeles, ya estaba harto de lustrar botas sin paga,
era chileno y en Chile se paga una miseria por el trabajo, hay
explotación.

Ampato me miró y conversamos:

—Estos ángeles son terribles.

—Sí —dije,
melancólico.

—Nos vamos a morir antes de llegar a Europa.
¿Qué crees tú?

—Ignoro cómo atacan los buques, tienen que
tener cañones, tal vez los hunden y mueren los gringos,
¡todos!

—No, no, son ángeles, tendrán sus
trucos. No creo tampoco que le quiten todo el petróleo,
sólo un quinto.

—Sí, sí, yo también pienso lo
mismo. Son ángeles y aman a Dios; Pero, son estrictos, me
prohíben estar con Mariela.

—¿Y qué harás?

—Escaparme…

—¿A dónde?, si estamos en alta
mar.

—Escapar a su camarote.

—Si te descubren te van azotar.

—No, no creo, pero, tendré
cuidado.

—¡Cuídate!, te lo a
consejo.

—Ya, tengo que trabajar, ¿tienes
ambrosía?

—No, están embotelladas y en cajas, tengo
carne seca, ¿quieres?

—No, no, le pediré al capitán
comida, estoy hambriento, estuve toda la noche… Ah, no
mejor me callo.

—¿Qué hiciste?

—No, no, me callo.

Nevado Ampato continuó con su labor.

Recordar es bueno: estoy en casa de mi madre, voy a
describir, hay inmundicia en las calles de Recoleta, inmundicia y
prostitución. Cerca de mi casa hay niñas que se
prostituyen por papel higiénico, cobran una miseria, son
niñas de trece años. Los taxistas las frecuentan,
en avenida Dorsal. Chile es un país inmundo, Vitacura es
bellísima y de una riqueza extravagante, yo vivo cerca del
centro de Santiago y cerca de la riqueza de Vitacura, allí
vivió Mariela con sus padres, ella se dedica a la danza,
me abandonó, estoy en soledad. ¿Qué
será de mí? Estoy enfermo, en Colombia, los
soldados me golpearon y me enfermé gravemente, estuve tres
años en el Mar Caribe atacando buques petroleros
norteamericanos, Colón es pobre y vive miseria pero,
aquí, cerca de mi casa, la prostitución es
tremenda, no hay pobreza como el Colón, hay degeneramiento
político.

Saldré a la calle por un instante.

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