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Francisco, El Viajero (Novela) (página 7)




Enviado por Mauricio Uribe



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—Qué hermoso poema, yo no me llamo
Mollendo, nací en Mollendo, que es un puerto. Todos
tenemos problemas, yo tengo que confesar que soy bipolar pero ya
tengo mi edad, tengo más de sesenta, yo maté a mi
madre de un escobazo, estuve preso, yo creo en Dios, yo amo a
Dios, pero maté a mi madre.

Mollendo lloró tristemente.

DOMINGO PRIMERO

Poesía Religiosa

—A MÍ me agrada San Juan de la Cruz,
¿le conoces? —me preguntó Pepe.

—Sí —dije, pensando en los poetas que
cantan a Dios.

—La poesía religiosa está
determinada por el misticismo, por el canto que se desarrolla en
aras de Dios, de Cristo y de la Virgen María. Hay
místicos en todas las culturas y en todos los
países; sin embargo, el misticismo bien entendido tiene
que darse en el mundo del cristianismo, ya que, Cristo es el
"Hijo" de Dios. Los Salmos, por ejemplo, son cantos
místicos de gran belleza.

Pepe Casa de Castro buscó en un cuadernillo un
lápiz y escribió unas palabras, yo mantuve
silencio, Pepe era muy culto, estábamos en mi
habitación, era un día caluroso, Mariela se
había levantado temprano, los Nevado conversaban en la
salita de las cervezas y Mollendo preparaba huevos.
Escuché un ruido, era Mariela que cantaba:

"—Habré de amarte, en esta soledad,
habré de besarte en esta armonía de los
corazones…

—¿De dónde escuchaste la
canción? —interrumpió Nevado
Solimana.

—La acabo de inventar".

—Estoy escribiendo un poema —dijo
Pepe.

La soledad de la habitación era bella en esta
penumbra de cobijarnos y de bendecirnos, la habitación
alumbraba al sol y a la vida. ¿De qué modo un
hombre encuentra belleza en los cantos místicos? Pepe Casa
de Castro escribió durante treinta minutos, estaba
concentradísimo, su expresión era de crisis
mística, de amor pero de tristeza. Yo le contemplé
y, al mismo tiempo, estuve en silencio sin mover un
músculo.

—Aquí terminé el poema.

La sonoridad de sus palabras era de belleza.

—¿Quieres que te lo lea?

—Bueno.

—Es verso libre.

Mariela canturreaba y los Nevado celebraban el canto, la
vida era rítmica; Y, en su ritmo, nada había,
sólo aspecto de un hombre que canta a Dios:

—"Estoy alegre de estar
triste.

Mi vida no tiene fin; Y de su
alegría,

Yo encuentro cantos amorosos.

Hay vida en mí; Sin embargo,

La vida se ha sumergido en la vida
misma;

Yo vivo porque amo, pero, mi amar es a
Dios.

Hay dulzura en mi casa y en las
mariposas,

Hay dulzura en el despertar.

Yo contemplo la vida y contemplo

El despertar.

La vida tiene un destino; Y, este
destino,

Es Dios.

Yo amo la vida; y la vida me ama;

Estoy equivocado, sin embargo;

La vida es dura.

Estoy errado;

La vida tiene esperanza".

Hubo un silencio. No supe contenerme. Lloré de
tristeza. Mariela había acallado su voz, Mollendo cocinaba
huevos, era tarde, el poema había calado profundo en
mí. ¿Qué pensar? La vida tiene su virtud; Y,
de la virtud, nace el amor. Yo fui feliz.

—Hermoso poema. ¿Has editado
libros?

Pepe Casa de Castro contuvo la mirada.

—No he podido becarme, no tengo muchos poemas,
barriendo las calles de Madrid no se puede. Tengo familia, tengo
algunos poemas nada más. Aquí te los traje
mecanografiados, tengo una máquina muy antigua, era de mi
padre.

—¿Tu padre era escritor?

—Sí. Un místico. Tengo sus poemas.
Él editó, cinco libros. Si quieres, el
próximo domingo vienes a la pieza en donde vivimos pero,
no habrá silencio, hay niños.

—No, yo estoy un poco enfermo.

—No puedo sacar los libros de la casa, son una
reliquia. Traeré uno mecanografiado.

—No, no, puedes romper el libro.

—Tienes razón. ¿De qué
habló tu padre?

—De Dios.

—Es tarde, ¿quieres almorzar?

—¡Tarde!

—Sí, llevamos muchas horas conversando.
Mañana, en el trabajo, yo no escribo, yo lustro
zapatos.

—Qué risa me das. Me espera mi familia.
Tengo que partir entonces. Cuídate, nos vemos.

—¿Por qué nos almuerzas?
Avisa.

—No tengo cómo avisar.

—Por carta.

—No, no, me marcho, llego más rápido
que el cartero.

—¿Te irás caminando?

—No, en taxis, ¿tienes dinero que me
prestes?, es que, estoy mirando la hora, son las tres y que
dé en llegar a la una, tengo que almorzar con mi mujer,
con Cecilia, y llevar a las niñas al parque, mañana
te devuelvo el dinero, mi mujer encontró trabajo
lavando…

Pepe Casa de Castro mantuvo silencio.

No quise preguntar.

Lavando ropa en una artesa… porque tiene que
cuidar a las niñas y no hay dinero para un jardín
infantil… Somos muy pobres pero
educados…

Mariela preparó pescado.

—Pepe, quédate.

—No, no puedo.

—Hay un plato para ti servido, son
mariscos.

—Bueno, pero sólo los marisco, es que,
estoy apurado.

—Léenos un poema —dijo Mollendo con
expresión de felicidad.

—Ya, pero, comeré.

—¡Come! —gimió Nevado
Coropuna.

Pepe Casa de Castro comió y leyó un poema
y se marchó.

Mariela se sintió angustiada, el poema era muy
hermoso, cándido y melancólico, ¿de
qué sirve la poesía?, ¿de qué sirve
la danza?, yo no comprendo. ¿De qué sirve la
metafísica?, ¿de qué sirve la esperanza?,
¿de qué sirve el "sexo"?

La incomprensión es absoluta.

Nevado Coropuna quedó perplejo, ex
policía, delincuente:

—Qué bello, ¿no?,
¿podrías danzar y él cantar poemas o vender
libros?

—No, la poesía no se vende.

—El día sábado se podría
intentar. ¿Por qué no ayudamos? ¿Tiene
familia?

—Mujer y tres niñas enfermas —dije,
abatido.

—Ayudémosle —dijo, Mollendo—,
tenemos dinero. Imprimámosle un libro para que lo venda
los días sábado. Mariela no danza los
sábados pero podría, yo digo por la mujer y por las
niñas. ¿De qué están
enfermas?

—No recuerdo, pero son de pecho.

—Ah, qué lástima.

—Obsequiémosle el dinero. La poesía
que muera, la gente es estúpida, no ama a sus poetas.
¿Qué te pareció el poema,
Mollendo?

—Yo soy ateo, no creo en Dios.

—¿Qué? —dije.

—No, no, estoy bromeando. En los trenes
—dijo Mollendo—, hay ángeles por doquier.
Ángeles vestidos de mendicantes que cantan la
destrucción del imperio incaico, ángeles que venden
sus mercancías, ángeles que buscan refugio por las
noches, ángeles de vida, ángeles pordioseros. Yo
también fui pordiosero… Habrá que pagar el
importe. ¿Cuándo marchamos a
París?

—Nunca —dije—, es demasiado
costoso.

—¿Y cómo regresaremos a nuestras
patrias?, ¿cómo regresaremos a
América?

—Nadando respondió Mollendo.

—Comamos mejor, hay pescado.

—¿Quién lava los platos?
—preguntó Mariela.

—Yo —dijo Nevado Solimana, con mirada de
rata.

—Tengo tanta tristeza. ¿Te aprendiste el
poema de memoria?

—Sí —me indicó—, pero no
lo quiero recitar.

Mariela me miró enquistada.

—Hazlo por favor—dijo.

—Traigan la comida —dije—, y canto el
poema.

Mariela estuvo de acuerdo.

—Repetiré el poema —dije— con
voz cantada.

—No, espera, comamos.

—Es que, no tengo tanta memoria.

—Ya, léelo.

—Es que, no lo tengo escrito, me quedó en
la memoria.

—¿Tan buena memoria tienes?

—Tengo pésima memoria. Mejor
olvidémoslos del asunto, el pescado tiene espinas como la
poesía de Pepe. Las espinas matan y los poetas mueren. A
nadie le importa. Un poeta menos, un poeta que muere en la
indigencia.

—No podemos darle nuestro dinero, se
ofendería, es doctor de la Complutense

—Qué los españoles le
ayuden.

—Es mi amigo, me está dando clases de
literatura religiosa y yo le pago, pero ¿darle un
obsequio?

—Yo quiero que me enseñe —dijo
Mollendo.

—Pero si no sabes leer —dijo
Mariela.

—Tan pobres están.

—Las niñas están enfermas, viven en
la calle.

—¿Cómo?

—Sí.

—No, dijo que se iba a casa.

—Viven en una pieza pero no tiene dinero. Yo le di
la mitad de mi salario.

—¿Qué?

—¿Cómo pagaremos el arriendo del
departamento? —dijo Mariela, abatida.

—Del ahorro.

—No podemos, ¿en qué mundo vives?
—dijo Solimana—, si es una broma lo del banco. No
tenemos cuenta bancaria, sin tu dinero nos vamos a la
calle.

—¿Qué has hecho? —dijo
Mariela—, tenemos que pagar el departamento. Somos
extranjeros. Nos meterán presos otra vez por vagabundos.
Estoy cansada de Madrid, tenemos que marchar a París;
Conocer Europa; somos "mochileros…" ¿Qué has
hecho?, nos iremos todos a la calles. Tendrás que lustrar
zapatos todos los días, es época de calor,
tendremos que dormir en los parques, no podremos
acariciarnos…

—No hablen de intimidades. ¿Qué le
prometiste?

—La mitad de mi salario por clases de misticismo
poético.

—Habrá que marcharnos hoy, hablar con la
arrendataria y no pagar. Conseguir dos piezas, una para Mariela y
Francisco, nosotros dormiremos en el suelo.

—No tenemos cuenta bancaria, no podemos, yo tengo
el dinero, ¡aquí!, los ves, es poco, para comer o
para comprar ropa.

—¿Cómo?, ¿no había
cuenta bancaria?

—Estamos arrendando un departamento. Tú
trabajas de barrendero y de lustrabotas, Mariela de danzarina,
Mollendo la protege, nosotros ganamos una miseria. No tenemos
dinero para ahorrar.

—Me confundí, me confundí,
perdónenme, tuve piedad.

—¿Sabes dónde vive?

—No.

—Esperen —dijo Mariela—, no podemos
marcharnos del departamento, yo tengo un poco de dinero, la idea
no es mala, creo en Dios a morir, Pepe…
¿Cuál es su apellido?

—Casa de Castro —dijo Nevado
Coropuna.

—Yo tengo dinero —me fue muy bien danzando,
tengo dinero ahorrado, con Mollendo les teníamos una
sorpresa, realmente queríamos abrir una cuenta de ahorro,
podemos quedarnos en el departamento, tenemos dinero, la cuenta
bancaria existe, lo que me dan ustedes yo lo
deposito…

—¿Qué? —dijo Nevado
Solimana.

—Sí, sí, no sean tontos,
¿están drogados?

—No, un poco borrachos.

—Tenemos cuenta bancaria y bastante
dinero.

Respiré tranquilo.

—Voy a la habitación.

Mariela volvió rauda.

—Aquí tengo dinero, aquí está
la cuenta bancaria. Tendríamos que quedarnos unos dos o
tres años en Madrid y ayudar a Pepe Casa de Castro, yo
tengo la cuenta bancaria, no es mentira, ¡ven!, aquí
está, lo que me dan para el arriendo, yo lo guardo,
¿están borrachos?

—No, no, no sé lo que sucede, fue el poema,
me puse muy triste —dijo Nevado Ampato.

—Verdad que tenemos cuenta bancaria.

—Oh, qué extraño —dijo
Mariela—, nos embriagamos con el poema, es un poeta
fenomenal, hay que publicarlo y vender los libros…
¡Tú!, este, tú, Mollendo, los vendes y yo
danzo, Pepe Casa de Castro ganará mucho dinero. No es una
ofensa, nosotros le publicamos y le damos la mitad, negocios son
negocios, Pero; estaremos en Madrid tres años, hay que
conocer… ¿Qué les parece?

—Tres años es mucho. Tengo que volver al
Perú —dijo Mollendo—, quiero volver
ya.

—Qué.

Se armó una tremenda discusión.

—No discutan, no discutan, llevamos mucho
tiempo.

—¿Cuánto?

—¿Mucho?, ¿cómo se te
ocurre?, y yo todavía virgen, me tengo que
casar…

—¡Cásate! y déjate de tonteras
—dijo Nevado Coropuna.

—No quiero, no podría danzar.

—Yo cuido al niño —dije.

—¿Qué niño?

—El que tendremos.

—Yo nunca tendré niños contigo, yo
no me caso.

Sentí mucho temor de perder a Mariela.

Mollendo lloró de tristeza, los Nevado
también.

—Mariela, eres muy dura.

—Eso no se hace, Mariela, ¿por qué
actúas de esa manera?

—No, no, me quiero casar pero virgen, en Roma,
¿ya?

—¿En Roma?

—Sí, sí, en Roma; allí
podré… ¿Quieres casarte conmigo?

Mariela me indicó con el dedo.

—¿En Roma?, sí, en Roma,
claro.

—Casémonos entonces en Romas.

Mollendo destapó una botella de vino, los Nevado
se embriagaron con cerveza, hubo escándalo pero no
llegó la policía.

En Roma me golpearon tanto, que perdí la
conciencia.

BARRIENDO LAS CALLES

LO CREPUSCULAR de Madrid enciende el corazón
abigarrado de Pepe Casa de Castro; él no utiliza
maquinaria, está en un parque recogiendo hojas y regando.
Yo estoy con mi escobillón y, desde lejos le miro. Es
singular su manera de caminar, es más bajo que yo, pero
más macizo. Quiero que llegue la hora de colación.
Los Nevado están construyendo casas, hacen mezcla, en unas
máquinas, también barren, son peones, trabajan
duro; la faena es de tiempos medievales. Un ángel de
aspecto terrible es el ingeniero:

—Decidme, ¿vosotros sois
hispanoamericanos?

Los Nevado se asustan.

—Somos peruanos.

—Ah, de la tierra de César Vallejo, de la
tierra de Mario Vargas Llosa… César está en
el Purgatorio y Vargas ganará en Nobel de literatura y si
no se arrepiente de sus pecados, su espíritu, humanizado,
será en condenación…

—¿Dónde?, ¿en el
Infierno?

—Eso, es secreto de los "Ángeles de
Fuego".

—¿Qué son los "Ángeles de
Fuego".

—Son ángeles omniscientes que saben y
condenan nuestros pecados… Sólo miran y
condenan.

—A mí no creo que me condenen, soy ateo
—dijo Nevado Coropuna—, yo fui ex
policía…

—Y corrupto —interviene— Nevado
Solimana—. Yo era…

—¡A callar!, "sudacas…" Aquí
se trabaja…

Estoy con el escobillón, barriendo, ya estoy
cansado, recuerdo a Mariela pero es pecado ¿recordar?,
allí en el Amazonas; allí sí que fue
mía. ¿Qué habrá sucedido?, ¿la
naturaleza? Yo no sé… Fue ¿lo
exótico?, Mariela completamente mía; ¡Mariela
y el "sexo"!, estoy ardiendo, llegaré a casa y le
quitaré las "bragas" y le besaré el cuerpo;
¡Mariela!, estoy excitadísimo, quiero tener "sexo"
pero sólo me deja acariciarla… Me agrada besarle
los pies, comenzar de a poco, liberarme, le beso los dedos,
después el "culito", me excito al máximo,
podríamos repetir lo del Amazonas, pero Mariela
olvidó, ella dice que es virgen pero sólo de la
"vagina", ella es mía y lo fue, estoy excitado, no
sé qué hacer… Tengo que terminar de
trabajar, le besaré el "culito" y los pies, qué
rico.

Terminé mi trabajo muy cansado, Pepe Casa de
Castro se acercó a mí: Estoy divagando, no hay
tiempo ni porvenir.

—Gracias por tus buenas palabras.

—Queremos editar un libro tuyo y
venderlo.

—¡Qué!, pero, si yo soy…
barrendero, escribo nada más, mi padre era poeta, yo
no.

—A mí me parece que escribes muy
bien.

—No, no, no puedo.

El silencio de los mercaderes me ofusca.

—¿Es tu decisión?

—Sí —dijo tajante.

LAS CALLES danzan en calle Mayor con la Iglesia de San
Nicolás, danzan en calle Sacramento al ritmo de calle del
Cordón; en plaza del Conde de Miranda descansamos: calle
de Segovia, calle de Bailén, calle del Rollo, calle de
Morería, calle del Toro, calle Villa, Iglesia del
Sacramento, Iglesia de San Pedro Real.

Hay otros como Pepe Casa de Castro barriendo las calles,
es de madrugada, estoy cansado de la barrer, quiero tomar
té, no puedo, no ha llegado mi turno de descanso.
¡Quiero té!

Diviso a Pepe con su escobillón.

—¡Hola! —le grito.

Pepe me saluda.

—Estoy postulando a un cargo de profesor, espero
que me vaya bien, este domingo iré a tu casa y te
llevaré veinte poemas, lo he pensado, son de buena
calidad, si quieres, los editamos, conozco una imprenta, Cecilia
está de acuerdo, están en derecho de autor, no es
mucho el dinero, yo no lo tengo, la enfermedad de mis hijas es
costosa, la cubre la Corona española; sin embargo, no he
podido ganar una beca. Probemos suerte, un concurso literario es
difícil, aquí en Madrid lo que prima, es la
poética de lo salvaje, editemos; ustedes vendan y me
entregan el diez por ciento de mi derecho de autor, estoy ya
seguro, sería hermoso para mí, el trabajo de
profesor es una postulación, Cecilia está lavando
ropa ajena, no tenemos lavadora, a mano como en la Edad Media,
yo…

Mis palabras interrumpieron a Pepe Casa de
Castro.

—No te preocupes, yo también soy
pobre.

Le conversé sobre avenida Dorsal y tuvo
miedo.

—¿Este domingo?

—Sí.

La infinitud de las calles de Madrid con su espesor de
espejismos, la infinitud de las Iglesias: las campanas y la gente
estudiando.

Llegó el supervisor, conversamos.

—Chileno —me dijo—,
¿estás de turno hasta tarde?

—Estoy haciendo horas extras.

—Bien me parece —ya habían
descubierto mi esquizofrenia, fue un giro de tiempo—, te
vamos a dar un premio por tus esfuerzos.

—¿Un premio?

—Sí.

—¿Quieres el turno de noche?

—No, no, yo…

No pude hablar.

—Tienes que tomar un mes de noche y de madrugada,
no tenemos gente capacitada, es sólo por un mes; de lo
contrario…

Adiós departamento, adiós libro de
poemas…

—Bueno acepto. ¿Desde
cuándo?

—Desde hoy.

Pensé en Mariela y en las caricias de
Mariela.

—¿Un mes?

—Sí, un mes.

Pepe Casa de Castro habló, lenta pero lentamente,
muy educado el hombre, con un léxico de doctor de la
Complutense:

—Yo también podría trabajar extra,
lo necesito.

El supervisor pensó en las calles de
Madrid.

—De noche no se pueden recoger hojas ni regar el
pasto. ¿Sabes manejar?

—No.

—Pero, podrías a aprender.

—¿Se necesita un curso?

—Claro. Si quieres, el chileno te puede
ayudar.

—No, no puedo, es peligroso, esta máquina
es "chúcara".

—¿Qué es "chúcaro"?
—preguntó el supervisor.

—Es como un caballo salvaje.

—Bueno barre desde la madrugada hasta el
anochecer, doce horas, más no puedo menos,
¿quieres?

—Sí, acepto.

—Entonces, vale…

Nos quedamos observándonos.

El supervisor se marchó.

—Tenemos trabajo extra —dijo
Pepe.

—No podré dormir.

—Es un mes, no es mucho, en la Complutense,
tampoco dormía.

—Pero tú eres estudioso, yo tengo
novia.

—¿Se casarán?

—Sí, en Chile, pero, yo no sé
cómo. Mariela vive en Vitacura.

—¿Qué es Vitacura?

—Es un barrio donde vive la gente millonaria de
Santiago de Chile.

—Oh, qué espanto. ¿No has terminado
los estudios?

—Yo soy muy pobre, donde vivo trafican droga, hay
"prostitución", ¡Mariela es virgen y llevamos mucho
tiempo de novio! Pepe Casa de Castro se
impresionó.

—Yo estuve de novio tres años y no
sufrí.

—¿La tocaste?

—No, nada, soy religioso.

—Yo no soy religioso, soy un salvaje.

—No digas eso, eres muy gentil.

—¿Gentil?, sí, sí, soy
gentil… Bueno, ¿tienes hambre?

—Tomé café.

—Yo tengo té con galletas,
¿quieres?

—No, no, tengo que recoger hojas y regar. Este
domingo en tu casa. Te llevo los textos. ¿No has cambiado
de opinión?

—Con las horas extras tenemos, ¿crees
tú?

—Sí, sí, hay dinero.
¿Cuántos ejemplares?, ¿unos mil?

—Sí, mil.

Pepe Casa de Castro me leyó un poema, los
pájaros danzaron como danzan las calles a un ritmo
desenfrenado, ¡poemas en Madrid!, la vida misma en la
capital, la vida de España, la vida de la cuna de la
civilización cristiana; yo vivía en avenida Dorsal,
yendo por la pudrición de Santiago de Chile, por las
poblaciones periféricas, donde la gente muere a los quince
años.

¡Avenida Dorsal!, pudrición y
callampería.

¡Avenida de las "prostitutas"!, y del papel
higiénico por quinientos pesos.

¡Avenida de los drogadictos!, y de los escopetazos
con pistolas hechizas.

¡Avenida Dorsal!, y la podredumbre.

¡"Prostitución" y salvajismo!, allí
vivía yo, allí vive mi madre, esperando, esperando
por mí…

Pepe Casa de Castro leyó un poema, su
sabiduría es de silencio de Dios, no pude contener las
lágrimas pero en silencio. La vida es pasajera, la vida es
peregrina. Pepe de Castro escribía muy bien:

"Barrer las calles en égloga,

Estar en Madrid y coger raíces en los
parques.

Yo vivo la vida y la vida es breve:

Hay que amar las calles de Madrid

Para amarlas.

Habré de amar España

Para bendecir a Dios.

¿Qué es la vida?,

Yo me pregunto en
desolación…

Barrer, barrer, barrer…

Yo estoy sentado en una plaza

Especulando

Sobre Dios".

Pepe Casa de Castro escribió este texto pensando
en su trabajo, poeta honrado que vive su pobreza, yo le
ayudé con el pan nuestro de cada día. Yo era un
extranjero.

—¡Pepe! —grité—, tu poema
es bello.

—No, no es un poema —me
respondió—, es una improvisación.

MARIELA VENDIENDO LIBROS

LA LUZ es áspera, Mollendo pensó en
Perú. Hay bastante gente congregada, Mariela ha danzado
ya, piden el estipendio, que es limosna. Mariela tiene una voz
muy suave y culta:

—También vendo libros de un poeta doctor de
la Complutense.

La gente se alegra y compra los textos.

Mariela leyó un poema:

"Ay de amor

En Dios,

Que canta versos de amores de rosas.

Ay de vida,

Que se proyecta en el amor.

Hay tanto sigilo en el mundo

Y tanta sabiduría en Dios.

Amadle y seréis perpetuos".

Mariela tomó el texto, indicó el
precio.

—¿Cómo se llama el libro?

—"CREPÚSCULO" y el autor, Pepe Casa de
Castro.

Vender libro excitó a Mariela, vendieron diez en
un solo día, les fue bastante bien, los libros de
poesía cuesta venderlos, sacaron cien nada más, la
idea originaria eran mil, pero con cien bastó.

—Mariela, hay que marcharnos ya —dijo
Mollendo.

—¿Es tarde?

—Sí.

—Una última danza.

—No, no, mañana.

Mariela acató las órdenes. Se marcharon.
Mariela llegó al departamento y se bañó.
Nevado Coropuna había preparado arroz con pescado. Ha
cambiado este Coropuna, ya no "feca" en la calle, ya no es
delincuente, ya no roba.

—¿Vendieron algo?

—Diez libros.

—¿Cuánto?

—Diez.

—Tan poco.

—Bueno, no sé, tal vez mañana se
vendan más —dijo Mollendo.

—Hay que tener fe —murmuró Mariela
—. Me ducho y cenamos. ¿Nevado?,
¿comiste?

—No, no.

—Ah.

La ducha estaba tibia, se quitó las "bragas", que
estaban sudadas, las guardó en una bolsa, Mariela es una
señorita que vivía con hombres, se quitó la
pollera ajustada de color castaña, que estaba sudada
también, las calcetas, olfateó las zapatillas,
polvos talcos tuvo que echarle por seguridad, se sacó los
sostenes, su cuerpo era completamente bello; delgadísimo,
cuerpo de señorita danzarina de ballet.

El agua humedeció su cuerpo; cabello corto,
champús, bálsamo, jabón; olor a
limpieza.

Mariela estuvo tranquila, se secó con toalla, se
sacó las hawaianas por protección a los "hongos".
Ducha compartida, extrema precaución.

Mariela cantó durante una hora, la comida se
enfrió, había horno y cocina, Mollendo se
impacientó, tocó la puerta varias veces con
insistencia, Mollendo también quería
bañarse.

—Son diez minutos, nada más.

Mariela perdió la noción del
tiempo.

El agua espumeó en el cuerpo de
Mariela.

—Perdón, no me di cuenta.

Mariela se disculpó.

Fue a su cuarto, Francisco no estaba, trabajaba de
noche, lo extrañaba, ya no se veían, había
que ganar dinero para ayudar a Pepe Casa de Castro y para reunir
dinero y para pagar el departamento.

¡Ganar dinero a costo de morir joven!, como en
Chile; ¡explotadores también los
madrileños!

—Mollendo.

—¿Dime, Mariela?

—Comamos.

—¿Tienes hambre?

—No.

—Esperemos a los Nevado, pronto
llegarán.

—Báñate, Mollendo,
báñate.

—Eso haré. Estaba calentando el
pescado.

—¿Qué piensas tú?,
¿cenamos?

—Sí, cenemos.

Se vendieron diez libros pero también hubo
alegría por el pescado.

Llegué tarde, todos dormían.

Me acomodé cómo pude, no me
bañé. Apestaba, sentí vergüenza, me
levanté y me duché.

Mariela dormía desnuda, bajé por su cuerpo
y besé su "himen", no despertó inmediatamente,
ardía, no le pregunté por los libros, le
practiqué "sexo oral" durante una hora, Mariela
gritó de emoción… Yo no sé
cómo se contiene… Es virgen todavía…
¡No puedo!, ¡no puedo!, quiero "penetrarla",
¡ardo…!

—Ahora me toca a mí.

Tocó mi cuerpo y descansé.

—¿Cuántos libros se
vendieron?

—Todos.

—Ah, qué alegría.

—Abrázame, qué tengo
frío.

POBLACIÓN LA VICTORIA

Crepúsculo

ME QUEDÉ con un libro de Pepe Casa de Castro,
volví a población La Victoria. Había un
encuentro literario, me habían declarado esquizofrenia,
pero, no importaba, había vivido diez años
recorriendo América y Europa, diez años de
noviazgo. Mariela terminó conmigo y tuve mucho
pánico, cómo no amarla si ella fue mi primera mujer
y la única. ¡Mariela!, cómo no
amarte.

Los vándalos se tomaban las calles de noche; Y,
de día, de cuando en cuando, se realizaban actividades
culturales pero de protesta. Allanaban los carabineros, los
artistas eran apresados, luchábamos por la libertad del
pueblo mapuche.

Yo no participaba de las protestas, la droga se
vendía en las calles, las muchachas eran hermosas pero
nunca como Mariela, no vi "prostitutas" como en avenida Dorsal;
vi droga y "pacos" con carros lanza agua; vi enfrentamientos y
allanamientos; vi gente presa porque, unos poetas leían
poemas alusivos a la libertad del pueblo originario.

Yo también pude leer pero un solo poema, "no es
mío", dije", es de un español". A nadie le
gustó la idea; pero leí.

"De día estoy vivo,

Y de noche, la luz no alumbra:

¿Qué es lo que sucede
conmigo?,

¿Qué busco a Dios por todas
partes?

Yo estoy confundido y adoro

Las estrellas. La infinitud es

Reina de lo celestial.

Arriba, hay estrella;

Abajo, cordilleras.

Yo amo a Dios con toda mi fuerza;

Y no me explico la razón

De tanta violencia.

No hay que desmayar,

Hay que ser puro y contemplar

El holocausto del amanecer"

Este poema leí pero no fui bien recibido. Me
marché, supe por las noticias lo acaecido por la noche. El
acto cultural culminó en balazos.

¿Por qué?, me pregunto.

—¿TIENES QUINIENTOS pesos? —me
preguntó un delincuente. Estaba en casa de mi madre,
regando un árbol.

—¿Quinientos pesos?

—No, no, no tengo nada, no trabajo,
yo…

No alcancé a dirigirle la palabra, con una
cuchilla me apuntó, me robó la manguera, qué
desastre, no quise llamar a carabineros, ¿por una
manguera?, mi madre es mayor y viuda.

Es peligroso.

¿Qué será de nosotros?, ¿de
qué modo viviremos?, estoy trabajando de profesor y
estudiando psicología, yo necesito trabajar para poder
superarme, me agrada el jazz, descubrí por casualidad que
Uribe trabaja en la biblioteca de Pedro Donoso 670, lo he
visitado en varias oportunidades, conversamos, año 2013,
ya tengo mi edad.

Por quinientos pesos perdí la
manguera.

—Hola.

—¿Cómo estás, Francisco?
—dijo Uribe.

—Me han robado la manguera y me vine a conversar
contigo, traigo un libro de poesía de un español,
tal vez te agraden los textos, no te lo puedo prestar, ¿no
hay nadie en la biblioteca?

—No, ya no viene nadie, la destruyeron la gente de
la UDI. Contrataron a una bibliotecaria, de esas que estudian en
la universidad, teníamos pocos libros, como diez mil, los
regaló, la DIBAM presionó a la alcaldesa para que
hubiera un profesional y esta "mata" bibliotecas echó todo
a la calle, me quedaron cuatro mil libros, no hay nada, ahora hay
un alcalde comunista, quieren hacer un proyecto, de una
híperbiblioteca, pero yo tengo miedo de perder mi trabajo,
yo soy epiléptico y tengo crisis, he tenido visiones,
hablo con Dios, estoy bastante loco;¡tú, sabes!; no
sé si te conté, me escapé tres veces del
manicomio, eran tantas las inyecciones, no recuerdo el
año, que me inyectaban en los muslos, ahora ya llevo dos
licencias médicas y estamos en mayo, el doctor me
indicó, yo no sé, que la epilepsia se las debo a
mis padres, de tanto maltrato infantil, de los golpes que
recibí en la infancia, me golpeaban duro, que yo recuerde
no me caían en la cabeza, pero tal vez retumbaban, yo no
tengo rencor, las crisis de pánico que comenzaron en el
2001, también son crisis epilépticas, no puedo
andar solo en las micros, tengo agorafobia, voy a perder el
trabajo, al menos soy funcionario municipal, pero yo sólo
sé de libros, en septiembre cumplo veinte años, en
este país no respetan la trayectoria de un bibliotecario,
yo denuncié la destrucción de la biblioteca,
hablé con un diputado, con Patrio Halles, defendí y
me defendí, pero ya estoy cansado, tomo demasiados
medicamentos, me quedo dormido en el trabajo, ya no doy
más, estaba vez estuve agonizando; Francisco, he agonizado
varias veces, no podía moverme, estaba paralizado, en el
psiquiátrico se portaron bien, se podía descansar,
pero el año pasado fue horrendo, yo no quiero hablarte,
léeme un poema.

—¿Y tienes pareja?

—No, no tengo, sólo hijos y un nieto, fui
adúltero.

—¿Cómo es eso que habas con
Dios?

—Dios me conversa y yo le escucho.

—¿Te escapaste del
psiquiátrico?

—Sí, tres veces, estoy fichado por
delincuente, le pegué a mi ex mujer, fue horrible…
Léeme el poema mejor.

—No, no, no puedo, es que yo soy
esquizofrénico. De tanto golpe en Medellín me
dio.

—¿Por qué la gente se
golpeará?

—Lo ignoro… Uribe, tengo pena, por ti y por
mí.

—¿Qué te sucede,
Francisco?

—Tengo una tristeza tremenda, me quiero
morir.

—No, no, espera, yo también, me he querido
quitar la vida pero no lo hagas, yo perdí un amigo,
¿recuerdas?, nosotros nos conocimos en el manicomio el
2001, estábamos muy mal.

—Sí. Muy mal… Escúchame,
Uribe, ¿tú estás sólo?,
¿cierto?

—Es que, yo tuve mujer y le puse los cuernos,
después tuve otra y le puse los cuernos, yo perdí
la virginidad a los dieciocho años con Alejandra Fuentes
Adasme, le escribí una novela llama "El Paraíso
Perdido de Alejandra", ganó un premio, yo quería
escribirle una apología pero, el libro salió
extraño, la mando al Infierno, yo escribo poesía,
novelas y cuentos e inventos canciones, improviso jazz,
¿qué piensas del jazz?

—Escucha el poema y hablamos de jazz.

—Bueno.

—"La vida del espíritu es
vivir:

La virtud del amor es virtud de
amar.

Yo amo a Dios porque Dios es luz.

La virtud del amor es la virtud del
ser:

La virtud del amor es amar a Cristo.

Amar a Dios es beneficio de la
virtud

Del amor. Yo adoro el crucifijo;

Y del amor, hay virtud en la
adoración

De la esperanza. Rosas hay; Sin
embargo,

El amor no culmina con la vida;

La esperanza es parte de la vida;

Y la vida no culmina con la vida".

¿Te agrada?, es un hermoso poema, el libro de se
llama "Crepúsculo" y el autor, "Pepe Casa de Castro". Es
doctor de la Complutense.

—Es de Madrid.

—Sí.

—Préstame el libro.

—No, no puedo.

—Yo conocí a un Pepe Casa de Castro,
becario de la Fundación Neruda, fuimos muy amigos. Era
bajito y de pelo negro y su mujer era cocinera, no, no cocinera,
de alta cocina ¿con tres hijas enfermas?

Francisco quedó perplejo.

—¿Conoces a Pepe Casa de Castro?

—No sé, conocí a uno en la
Fundación Neruda, yo fui becario. Yo tengo un poema de
él, un soneto, lo tengo guardado en el escritorio, espera,
te lo leo, es un soneto de amor.

Uribe busca en un cajón un librillo.

—En la Fundación hay que leer un texto.
Espero que te guste, a mí me agrada:

"Ruleta del amor:

Yo estoy enamorado.

La virtud del amor

Es la virtud de los gladiolos.

Yo vivo con virtud el amor

Y el amor es un pan

Humedecido en lágrimas.

Yo amo con virtud

Y de esta virtud nacen flores

Silvestres. Unos ojos amarillos

Y un cabello dorado.

Mi doncella está enamorada

De su poeta. Yo amo el sol

Y el sol me alumbra en amor".

Es un soneto muy hermoso, ¿no?

—Sí, un soneto.

—¿Cómo se escribe un
soneto?

—Bueno, con dificultad, ya que, las estrofas deben
de estar medidas, hay sonetos métricos, pero este soneto a
mí me agrada, son diez poemas que tengo pero los otros se
extraviaron, ¿tú crees?, que tú amigo, tu
Pepe, sea mi Pepe Casa de Castro.

—Sí, yo creo que sí.

—Qué extraño, ¿no?

—Hay cosas extrañas en la vida, como el
robo de una manguera.

—Chile es un país de ladrones.

—¿Has viajado fuera del
país?

—Sí, sí, estuve en
Panamá.

—Yo también estuve en Panamá
—dije sonriendo.

LA SITUACIÓN es difícil, en avenida Dorsal
hay una ciclo vía, hoy he caminado y he contemplado el
basural, tuve novia pero la perdí. La vida es
complejísima, yo quisiera amar y tener familia pero soy
pobre y estoy estudiando, conversamos con Uribe sobre
jazz:

—Me agrada escucharlo —dijo—, me
acomoda la música de los jazzistas, es un perder la
conciencia, es contenernos y alojar la mente en un vertedero de
melodías, es sagrado el jazz, me agrada, no tengo una gran
colección pero, he conseguido a algunos, escribo
escuchando jazz. No hay silencio, el jazz rompe la
monotonía de la vida, el jazz es…

No recuerdo sus palabras, yo estoy estudiando
psicología, extraño a Mariela, ¿qué
será de ella? Por las calles de Santiago voy caminando
pensando en Mariela, por las avenidas espantosas de Recoleta voy
pensando en Mariela, ella, la más hermosa, ella, la
virginal. ¿Se casará algún día?,
¿tendrá hijos?, yo no sé. Me duele, porque
yo la amo todavía. Mariela, de dulce mirada, Mariela, la
que contuvo mis caricias, yo la amé y la amo
todavía pero ella me abandonó, destrozó mi
vida, ¡Mariela, cómo no amarte!

Desaparece la realidad, yo trabajo de día de
profesor primario, estoy juntando dinero, por las noches estudio,
me cuesta, ya que trabajar y estudiar es algo difícil de
emprender.

¡Psicología!

Tengo tratamiento médico, me he curado pero me
costó. Divagué. ¿Qué será de
mí? Me agradaría cambiarme de barrio, pero tengo
que terminar de estudiar, tengo que ayudar a mi madre, el barrio
es asqueroso, delincuencial, avenida Dorsal donde las
niñas de trece años se prostituyen por papel
higiénico o por quinientos pesos.

Me da vergüenza ser chileno, es un asco el barrio,
pero, ¿qué hacer?, la gente es muy cochina, es la
gente, son los perros callejeros.

Me agrada la lectura pero no hay biblioteca, estoy muy
sorprendido por lo que me contó Uribe, la "mata"
bibliotecas, espero que no quede cesante, sería horrible
para él.

Voy a ir al teatro, hay un Centro Cultural muy bueno, es
una Corporación que depende del Municipio, mañana
sábado dan teatro, Jadue es el alcalde, es comunista,
¿será ateo? Ganó por poco. Yo no sé
mucho de política. Estudió. Tuve que mentir, yo no
tomo café ni me emborracho; como es universidad privada,
me hicieron un cuestionario, postulé y quedé,
tendré dos profesiones, habría podido mantener a
Mariela, ella dando clases de danza, yo enseñando en un
colegio o preparando jóvenes o trabajando en algún
centro de rehabilitación. Es dura la vida en Chile, yo
conocí Europa y tengo hermosos recuerdos.

…—Estoy contento —dijo Uribe—,
has venido a visitarme.

—¿Te agrada?

—Sí, hablemos de jazz.

—No, no, a mí me está gustando la
trova.

—Yo toco la guitarra; improviso.

—Parece que me constante.

—¿Contarte? No sé, no me
acuerdo.

—¿Qué tipo de trova
tocas?

—Jazz trova fusión.

—¿Tocas con otras personas?

—No, sólo. Me agrada inventar notas
musicales.

—¿Inventar notas musicales?
¿Innovas?

—Sí. Es que, todavía recuerdo que mi
padre me golpeaba en la infancia, mi madre gritaba, mi hermana
también, pero todos han olvidado, yo no, me daba con
puños cerrados y con patadas, yo escondía mi rostro
—dijo Uribe muy tristemente—, también me
quebró un diente, yo ya era adulto; de improviso, parece
que te conté… Bueno, yo estaba observando el
cemento de la habitación de mi casa, estaban construyendo,
yo estaba tocando suavemente con los pies, mi padre gritó
por la ventana y me golpeó el rostro, yo iba a defenderme
y retrocedí para matarlo pero me caí, había
escombros, lo agarré a garabatos, me escondieron en una
habitación, mi madre; le insulté hasta que me
cansé, yo ya usaba lentes… Cuando tenía como
quince años, hablé con unos amigos, el "Quick" y el
"Piñén", les dije "Quiero matar a mi padre" y me
eché a llorar, ellos eran karatekas, estábamos
sentados en una acera en calle doctor Sótero del
Río, muy cerca de calle Becerra, donde vivía mi
primera novia, Carmen Gloria Riquelme, nos escribíamos
cartas de amor, fue un noviazgo hermosísimo… Por
allí también tuve una pelea, dos veces la misma
noche, con el Isaura, el "Esclavo Blanco…" Yo cuando
niño, a los diez años, no tuve para comer, mi padre
nos abandonó por otra mujer, una tal Roxana, mi madre fue
una estúpida, hasta el día de hoy lo respeta, mi
madre ve televisión todo el día, trabaja un poco,
ya se jubiló pero no recibe jubilación, vive de lo
que mi padre le da, pero cuando yo tenía diez años,
anduve con zapatos de suela pero rotos, me entraba el agua,
íbamos a una escuela numera, la 108, una indecencia, yo
mis primeros años los estudié en el San Ignacio de
Alonso de Ovalle, un colegio para niños ricos,
después no tuve para comer, sólo tomaba té y
mi hermana comía, ella era porra, se escapaba de clases,
yo tenía que llevarla, mi madre se encontró un
trabajo, de secretaria, en los tiempos de la dictadura de
Pinochet, ganaba quinientos pesos, una miseria, yo también
trabajé, de ayudante de profesor de natación, me
compré unos patines de cuatro ruedas que todavía
conservo. He sufrido mucho en mi vida, por eso me dedico a tocar
jazz.

—¿Cuántos hijos tienes?

—Cuatro y un nieto.

La irrealidad golpeaba la realidad; Y, la
saturación de la realidad, era la pobreza.

—¿Cuánto tiempo llevas trabajando en
la biblioteca?

—Veinte años.

Qué tiempo de morir. Yo no acepto conclusiones
erráticas: la vida tiene sus aspectos amorfos, la realidad
está saturada de irrealidad.

Contemplé a Uribe con su tristeza, no le
admiré, le tuve piedad.

—Uribe, préstame un libro.

—Ya no tengo libros, sólo cuatro mil.
¿Qué quieres?

—Dime tú.

—No hay nada interesante, se los robaron todos.
Tengo… Ni siquiera hay uno mío…

—¿Tienes libros publicados?
—interrumpí.

—Sí.

"Ángelus: Fwyh[80]en
yapo[81]Hay que contemplar la vida; y yo contemplo
la vida de Uribe en una atardecer en otoño. Hay vida en la
muerte; y muerte en la vida. Yo sospecho que morir ya no tiene
sus consecuencias, se continúa sepultado para siempre, yo
quiero ser cremado, los cuerpos tienen que ser cremados, pero
cuesta horrorosamente ser cremado en Chile, venden cementerios a
la gente viva, ¿por qué en Recoleta venderán
cementerios? Yo no comprendo, tocan las puertas de las casas y en
los supermercados ofreciendo cementerios.

—Un nicho para tus hijos.

Me parece espantoso morir. Los gusanos te comen
mientras (si moriste viejo) se reparten las sobras. La vida tiene
su miseria y morir es una de ellas. ¿Por qué morir?
La mutilación es tremenda, hay que morir tranquilos, no
hay que desesperar, yo desespero, ya que morir me putrefacta el
alma: ¡Morir!, hay que morir,
¡todos…!

Me parece que la vida no tiene
sentido…"

—El jazz no es música —dijo
Uribe—, es tristeza.

Me pareció extraña la
aseveración.

—A Dios le agrada el jazz.

—¿Eres cristiano?

—Soy ateo, pero hablo con Dios.

Me dio miedo.

—¿Ateo?

—Hay corrupción y fealdad a mi alrededor,
¿dónde está Dios?

Mantuve discreto silencio.

—Yo creo en Dios, yo en
Panamá…

No quise hablar de ángeles.

—Dios ha muerto para mí, me
traicionó. Los niños no deben de ser golpeado, los
niños no, menos por sus padres, ¡los niños no
deben de ser golpeado! A mí me causaron enfermedad, a
otros la muerte, los niños son sagrados. Los niños
deben de estudiar y tener comida para alimentarse, los
niños no deben de abortarse, se les llama fetos, pero son
niños, ¿por qué habrá madres que
asesinan a sus hijos? ¡Madres que asesinan! Yo,
yo…

Uribe no quiso hablar.

—El jazz tiene sus particularidades, pero no es la
tristeza como dije, es la alegría de vivir, los
negros…

El jazz, yo escuché tocar jazz en Francia. No
quise contar mis experiencias, Uribe estaba en su
trabajo.

—Me despido.

—Cuídate…

Contemplar la luna en degradé. El Centro Cultural
estaba deteriorado, con los vidrios quebrados, sólo
ancianas asistían, "Casa del Lector" le había
colocado la UDI, nadie leía allí, se practicaban
talleres: de danza, de todo tipo, de manualidades, de lectura del
tarot, de auto gestión, los profesores cobraban su
estipendio y los alumnos pagaban; pero de "lectura", nada.
Qué extraño, me dije, era mayo del 2013 y un
alcalde comunista, un tal Jadue, aún mantenía el
mierdal de palomas en el Centro Cultural. Neruda habría
muerto de espanto.

La vida tiene sus matices, Uribe era municipal,
trabajaba con Anilla Rivillo que dormía durante las horas
de trabajo y se robaba el dinero del sociaje: se cobraba dos mil
pesos, estaba señora trabajaba los cinco día de la
semana, era comerciante de una "Feria Persa" que se instala en
avenida Zapadores, comuna de Recoleta, vende comida de animales,
tiene un hijo enfermo, jubilado, tendrá unos cincuenta
años, se ha puesto dentadura, esta señora, en la
biblioteca, trabaja en el computador central, todo el día
laboral "juega" en la computadoras juegos estúpidos
infantiles, llega tarde y "marca" temprano, lleva en taxis
mientras Uribe caminando, Anita gana una miseria pero, supongo
que en el "Persa, gana el doble de dinero, tiene casa propia, que
ya está por pagar, vive en avenida Zapadores donde los
muertos viven.

—Hay que vivir la vida —dije,
emocionado—, podríamos tocar la guitarra.

—No, yo sólo toco para
mí.

Recordé a Mollendo y a Mariela danzando y
vendiendo libros en Madrid, los poemas de Pepe Casa de Castro
eran místicos. ¿Pepe de Casa de Castro en Chile?
Qué extraño. Yo no supe. Postuló a la
Fundación Neruda y ganó; de este modo se vivida la
vida: postulando.

Hay personas que tienen mucho dinero, como los padres de
Mariela. ¿Qué será de ella?

"La vida es vivir en Dios;

Pero, este Dios es atrabiliario

Con las consecuencias que conlleva

El celibato.

Yo amo a Dios con todo mi
corazón

Y le deseo paz y discernimiento

En la bondad de su corazón.

Padrenuestro, mostradme

El camino.

Yo deseo esperanza y bienestar.

La vida tiene sus perjuicios

Y yo estoy por la vida

Que busca amar a Dios:

El semblante de la esperanza

Es Cristo; Y, de su naturaleza
divina,

Los clavos que le crucificaron.

Yo amo a Dios y a mis hijos".

Pepe Casa de Castro escribía bastante
bien.

—Es insólito —dijo Mariela en
Madrid—, vendimos todos los libros, sólo
murmuré: "me voy a desnudar"; y se vendieron los libros.
¿Qué hago ahora?, estoy en
descrédito.

—¿Desnudarte?

—Sí.

Recuerdos, sólo recuerdos…

ALFREDO VERA

Vida

SE DILUYE la mente: la muerte tiene sus aspectos de
deformidad. Alfredo vivió en avenida La Serena, cerca ce
avenida Dorsal, tenía muy mal oído; Y, al morir,
los ángeles le llevaron al "Intermedio de Dios";
Allí le dieron cuerpo a la luz de Alfredo. Se
enfrentó a los tres "Ángeles de Fuego" y ellos,
preguntaron y Alfredo tuvo que responder:

—¿De qué manera te suicidaste?
—el ángel es omnisciente y vibra con las mentiras
para castigar con el Purgatorio Atroz o con el
Infierno.

—Me quieté la vida con un revólver
—dijo Alfredo, adolorido y confundido, con el rostro
demacrado, de unos veinte años de aspecto, de cabello
negro, de mirada silenciosa.

Huelen a perfume los ángeles, le
interrogan:

—¿Tú fuiste feliz en la tierra?,
¿no es cierto?, ¿entonces por qué?,
¿por qué te quitaste la vida?

Alfredo responde y calla.

Alfredo era contemplativo, le agradaba observar las
calles y participar en la Iglesia, tuvo un cumpleaños muy
hermoso, Alfredo intentaré contar los detalles:

—Vinieron unos amigos y mi maestro literario, me
disfracé y leí poesía, mi maestro se
sorprendió, yo estuve feliz, amaba la vida, no comprendo
por qué me quieté la vida, fue una estupidez.
Tenía muchos amigos, siempre iba al taller literario y
leía mis textos, Uribe era duro, no recuerdo mucho, mi
hermana era estudiosa, yo amaba la vida —dijo Alfredo en
presencia de los ángeles—, mi cumpleaños me
lo celebró mi madre, hubo fiesta, mis amigos vinieron, yo
no sé, a Uribe nunca le habían celebrado un
cumpleaños, vino, y estuvo feliz, Uribe pensó:
"Alfredo lee poesía, yo soy poeta pero él tiene
amigos que le escuchan, no es normal, Alfredo no es poeta, no
escribe poemas, escribe versos, nada más, no puedo
enseñarle, ¡escribe versos!, es mi amigo, es un gran
cumpleaños con gente sencilla, yo soy arribista, pero vine
al cumpleaños, qué felicidad".

La vida tiene sus defectos: la luna emerge, hasta tarde
Alfredo toca el piano, intentando aprender en la universidad, en
el Conservatorio de la universidad de Chile, Alfredo vive la vida
y es feliz, conversó con Uribe:

—Voy a dar la prueba de Aptitud Académica,
quiero ser músico.

—No estudies para músico, estudia para
profesor primario, a ti te gustan los niños, sabes
enseñar, estudia en el pedagógico, serás
feliz, hazme caso, yo soy fuerte, yo no estudié, no
terminé mis estudios, para dedicarme a la poesía,
me equivoqué, ahora tengo una trabajo mediocre, con gente
mediocre, pero tengo hijos, al menos tengo una casa, me estoy
muriendo de hambre, mi gente se está muriendo de hambre,
porque no estudié. Tú sabes, la directora de
cultura me odia, yo no la entiendo, tengo dos talleres
literarios, también tuve un taller para niños, y
sigo muriéndome de hambre, los poetas estamos muertos, ya
no existimos en esta sociedad.

Alfredo pensó: Uribe no tiene la
razón, yo seré músico, me agrada la
música, seré músico, me agrada cantar,
aprenderé, es verdad que ahora soy desafinado, pero
aprenderé, llegaré a la universidad y seré
músico.

Los ángeles de fuego tiemblan:

—¿Qué te sucedió
entonces?

Alfredo no quiso responder.

La vida de Alfredo no fue hermosa, no tuvo
padre.

—Tengo un secreto, mi padre es empresario del
trasporte, me juntaba con él, mi madre no supo, me
tenía prohibido, me daba dinero, poco, pero me
sirvió para comprarme leche, me agradaba trotar, quiero
aprender a escribir poesía, me agrada Jorge Tellier, es
una gran poeta. Estoy aprendiendo a escribir pero llevo
años en el taller, no quiero que me condenen,
¿dónde estoy?

—Estás en un lugar remoto y estamos
juzgándote…

—Yo nunca toqué una mujer, soy
célibe, quiero ir a Paraíso.

—Pero si te suicidaste —dijo un
ángel—, irás al Purgatorio.

—No por favor, al Purgatorio no.

—Tienes que ir, ya que pecaste.

—¿Y Uribe?

—El será condenado en vida. Hasta los
cincuenta y tres tendrá condena de Infierno y el resto de
su vida, condena de Purgatorio.

—¿Por qué?, ¿qué ha
hecho?

—Muchas cosas.

Alfredo tiembla de pavor, con una maza le golpean los
ángeles, le desnucan, le llevan a una cárcel:
Así es el Purgatorio. Ahora está leyendo
poesía, su espíritu está inquieto,
¿cuánto tiempo habrá pasado ya del mazazo?,
¿una eternidad?, son cien años o ¿mil?
Condenado de por vida al Purgatorio.

…Llegan los ángeles, todos están
muerto, Uribe, yo, Pepe Casa de Castro, los Nevado, Mollendo, mi
adorada Ruiz, ¡todos!, yo no sé, yo cometí
pecado; cuando los "Ángeles de Fuego" me preguntaron sobre
el "sexo sodomítico"; no supe que responder; fue el
Amazonas, yo no sabía que era pecado, yo nunca tuve
"sexo", yo soy esquizofrénico.

—Tendrás cárcel de por vida por
practicar "sexo" por el "ano";
¡degenerado…!

—Al Purgatorio Atroz…

Aquí estoy ahora, redactando estas
memorias.

"El Purgatorio Atroz es un lugar donde te crucifican
con amarras durante seis horas, el resto te golpean, hay miles de
millones de seres infernales, no es tanta la maldad como para que
te manden al Infierno, pero, del Purgatorio Atroz no hay
escapatoria.

Tengo las espaldas echas pedazos. Todos los
días me golpean, con cadenas, tengo que saberme la Biblia
de memoria para que culmine el martirio, llevo mil años o
cien mil y ya me la aprendí, ahora me falta en Nuevo
Testamento. Me demoraré unos cien
años.

—¡Tengo esquizofrenia! —grito,
pero, no hay compasión. Quiero escapar al Purgatorio y
vivir en una cárcel, me han dado una posibilidad, pero no
la comprendo:

—¿Conociste a un tal Alfredo
Vera?

—¡No!, ¡no!, ¡no,
sólo a Ezequiel… y los diez mandamientos, yo no
cometí "sodomía", yo amaba a Mariela, nunca hubo
"sexo", fue una droga en el Amazonas… Mariela no
recordó nada, yo la violé, yo la violé,
¡déjenme de golpear!, morí
casto…

No hay compasión para los que cometen
"sodomía".

—Por favor —clamo—, yo no
sabía.

—Llevadle ante Jesús.

Un hombre vestido de toga y de barba, muy alto me
contempla:

—¿Eres culpable de
degeneramiento?

—Sí, pero lo ignoraba, yo era muy
pobre.

—¿Sabes cuánto tiempo llevas
aquí?

—Cien años.

—¿Estás
arrepentido?

—Sí, yo quería casarme, tener
hijos, pero en el Amazonas enloquecimos, es la selva, fue la
selva la culpable.

—Te absuelvo.

—¿Qué?

—¿Recuerdas a Alfredo?

—Sí, claro.

—Le harás compañía.
Continúa rezando.

—Gracias, gracias…"

Alfredo me habló con tranquilidad:

—Tú eres Francisco.

No quise responder.

DOMINGO SEGUNDO

Poemario

—Hola, Pepe dijo Mariela—, vendimos todos
tus libros.

—¿Qué?

Mollendo río, la luz de la mañana era
tenue, las cosas adquirían consistencia en la medida de
Madrid y de la Corona de España. La vida era atonal, y los
puntitos luminosos en el rostro de Mariela, se confundían
con la vida de mi vida contemplando a Pepe Casa de Castro, que,
infinitamente, sorprendido, se rascaba la mollera:

—¿Vendieron todos los libros?

—Sí —dije—, aquí tienes
el dinero, para que arriendes el departamento.

—No, no, compraré medicamentos. Me
ofrecieron un trabajo en un colegio, ya no barreré
más las calles, mi mujer ya está trabajando en un
gran hotel, todo marchará bien, estaremos un tiempo,
allí donde vivimos y después una casita, estoy
escribiendo crítica literaria, no podré venir
más, me vengo a despedir; podremos ser amigos como
siempre, pero, ya no habrá clases, gracias por apoyar mi
arte, mi padre era poeta, yo sólo escribo versos, voy a
postular una beca en verano, pero…

Mollendo interrumpió la
conversación:

—Aquí hay un poema que quiero leer, es muy
hermosos, es tuyo, Pepe.

—No, por favor.

—No, yo lo leo —dije—,
pásamelo.

—Ya. Toma. Este es, se llama,
"Amanecer".

Tomé el texto y leí:

—"La vida tiene un periplo;

Y este periplo es Dios.

Yo debo de vivir en correspondencia;

Y de esta correspondencia es Dios

Las joyas son divinas;

Y de esta divinidad;

Es Dios…

¡Compartid conmigo!,

La experiencia divina

De despertar a Dios.

Ay de mí, que enamorado estoy

De María, la madre del
Mesías.

Yo pretendo amar a Dios;

Ya que Dios es amor.

Yo pretendo amar;

Y de este amar

Es Dios

Que nos conduce a la vida.

Espero vivir en correspondencia;

Y de esta correspondencia;

Vivir en Dios.

Amar a Dios

Significa vivir".

—Qué hermoso poema —dijo Nevado
Solimana.

—Tengo que marchar, gracias,
¿Mariela?

—Sí, me llamo Mariela Natalia
Ruiz.

—¿Qué hermoso apellido?,
¡cuídense!, y gracias.

La afectividad es de castizos, y de castizos, es Madrid.
Yo quise ayudar y Mariela ayudó, ahora no podrá
danzar, tendrá que buscar trabajo de camarera.
¿Qué haremos?, no se puede desnudar, la
llevarían presa por segunda vez. En Madrid nos dieron una
oportunidad, como vagabundos llegamos, ahora todos tenemos
trabajo, ¿qué hacer?, Mariela vendió los
libros pero, prometió desnudarse, qué
risa.

—Mariela, ¿qué
harás?

—Trabajar de camarera.

—Mollendo, Mariela no puede trabajar de camarera,
el sueño de Mariela es danzar, cámbiense a un
parque o a otra catedral, no te permito que trabajes de camarera,
soy tu novio, nos casaremos en Santiago de Chile, no en Roma; no
quiero que trabajes de camarera, por favor.

—¿Busca un parque?

—No, ya sé, una Iglesia pequeña
donde vayan muchos turistas.

—¿Y cómo la buscamos?
—pregunté con la mirada triste.

—Ayudamos a un español —dijo Nevado
Coropuna—, Dios nos guiará.

—Hay una Iglesia por aquí cerca.

—Sí, yo también la he
visto.

Mariela meditó al respecto, se sentó en
una silla, mascó un pan integral, tomó leche
descremada, la vida era crepuscular, la vida era
simbólica, la vida era infinitud, la vida era enamorarme
de Ruiz, la vida era un anillo matrimonial, la vida era casarme
con Mariela, la ida era tener "sexo", pero, yo era casto, excepto
allá en el Amazonas, pero, yo no sé, quizás
en el Amazonas todo fue sueño, ¡lo ignoro!,
perdí la conciencia, ¡Dios!, Mariela no recuerda
absolutamente nada, ¡Dios!, estoy perdido, amo a Mariela,
quiero tener familia.

¿Qué hacer?

—Busquemos una catedral y pidamos permiso para
danzar.

—No, no —dijo Mariela—, danzaremos en
un parque, donde se toma el autobús.

—No se puede, Mariela —dije yo—, en
una catedral con extranjeros.

Mollendo pensó:

No conocemos Madrid, hay que pedir ayuda a Pepe Casa
de Castro, ¿podríamos danzar en hoteles?,
¿en el hotel en donde trabaja su mujer?, ¿en una
cadena de hoteles?, Mariela danza muy bien, danzar donde venden
café, en los restoranes, ¡allí
danzaremos!

Mollendo habló y todos quedamos de acuerdo, menos
Nevado Ampato.

—Yo fui conductor de trenes.

Ampato estuvo hablando durante una hora.

Wyüiop[82]como
qwrtz[83]en el ombligo de Dios… Yo doy
testimonio de fe; sin embargo, estoy en Madrid recorriendo las
calles; estoy con un escobillón, un instante de
narración: Estoy en un psiquiátrico con Uribe,
contemplo un avión que estalla, puede presentir la gente
que muere, hay ángeles, pero no son pirata, qué
desgracia, una mujer se crema, instantáneamente muere pero
piensa en su vida, los ángeles la llevan al
Paraíso, es beata, el resto, al purgatorio, tengo miedo
por mí, la "sodomía" es pecado y yo la
practiqué en la Amazonía, pero, a mí nada me
sucederá ya que estoy loco. Los terroristas
islámicos son llevados al Infierno; encadenado son a la
piedra candente, un segundo impacto y otro avión,
"¡no!", grito, Uribe tiembla, los doctores nos clavan
calmantes, Uribe cae desmayado, yo sufro un colapso, me
iré al pudridero por degenerado, yo amé a Mariela,
Mariela es casta, no sé nada de ella, terminó el
noviazgo, diez años en viaje, diez años de
"mochilero", yo tengo esquizofrenia, hablo con ángeles,
hablo con Dios.

—Wqrp[84]wqxz[85]qyph[86]wna[87]h[88]

Yo sé hablar ángelus pero ignoro su
explicación. Un instante de narración, nada
acontece, la vida no acontece, estallan las Torres Gemelas y la
destrucción y la mortandad es terrible, la gente muere
cremada, la pero muerte, Mahoma, ¿qué será
de Mahoma?, ¿qué asesinó?, los que asesinan
se van al Infierno, los árabes son una tribu, Israel es el
la Nación de Dios, Israel es la Nación que
traicionó a Cristo y le asesinaron; Pedro le
traicionó, después se arrepintió,
¿qué será de nosotros que asesinamos a
Dios?

—Padrenuestro, qué estás en los
Cielos…

Yo escucho rezar a los enfermeros.

Nadie llora en el psiquiátrico, escucho
gritos de victoria:

—¡Malditos yanquis, que se
pudran!

Los adeptos terroristas de Mahoma están en el
Infierno por asesinos. No tengo temor de morir, ya que estoy en
un psiquiátrico, yo vivo en Chile, estoy completamente
loco.

—Ay de mí, que me sucede, me siento
mal…

…Contemplé a Alfredo Vera, han pasado cien
años, ¿qué hacer?, nadie sale del purgatorio
atroz. Yo no quise hablar había dos camas, un ángel
me golpeó con una maza, "¿qué piensas de
Mahoma?", "¿está en el Infierno, está el
Infierno?", "te perdono esta vez", ignorancia es lo que tengo,
"¿Mahoma es un Profeta o no?", Alfredo me miró con
extrañeza, en su rostro había tristeza, "te
suicidaste", preguntó, "no, no, me mataron unos
terroristas, qué se yo, no sé, me quité la
vida también, no pude soportarla soledad, no recuerdo,
¿tú sabes?", "¿de dónde vienes?",
"¿del Purgatorio Atroz"?, "yo soy Alfredo, yo te
conocí en vida", "sí, yo también a ti".
Conversamos durante horas sobre religión.

—¿Qué piensas del
catolicismo?

—Me agrada —respondió Alfredo—,
yo era católico.

—¿Mahoma está en el
Infierno?

—No sé, yo creo, es un "falso"
Profeta.

—¿Falso?

—No, no sé. Llevo más de cien
años leyendo poesía.

—Préstame un libro, que ya se me
olvidó leer, me sé la Biblia de memoria y el Nuevo
Testamento.

—Yo también. Háblame de los Salmos,
léeme un Salmo, el 92.

—No, no, estoy muy cansado, el mazazo me
dolió, yo creo que Mahoma está en el
Infierno.

—Sí, yo creo lo mismo.

—O en el Paraíso teniendo "sexo" pero del
duro…

—No digas estupideces, recítame un Salvo
pero el 92.

—Bueno.

Recité el Salmo de memoria, Alfredo se
durmió.

La vida tiene su propio destino, la vida es bella,
Mariela fue mía, ahora lo recuerdo, mía en el
Amazonas, Mariela me abandonó, ahora tengo una
oportunidad, nadie se salva del Purgatorio Atroz, absolutamente
nadie, ¿qué será de mí?, estoy
acongojado, la vida tiene sus bemoles, el mazazo me dolió,
viene un ángel y me golpea, pierdo el
conocimiento:

—¿Mahoma está en el Infierno por
asesino…?

Sentencia de
Dios

MARIELA DANZÓ en un restaurante llamado
Abacería de Villa en calle Segovia. Yo le
acompañé, era domingo. La danza fue de
estremecimiento, la música estupenda, un pie, ligero como
el aire, una mano y el vientre movilizados en los aires: ay de
mí, qué belleza de mujer danzando al ritmo del
compás de la música. Mariela era virgen o, eso,
creía. Al culminar la danza, las personas dieron su dinero
y yo hablé:

—Hay un español, un madrileño,
doctor de la Complutense, que es poeta religioso, yo tengo un
libro de él, quisiera leer un texto, es muy hermoso, a
mí me agrada, yo me llamo Francisco y soy
chileno.

Unas personas se miraron extrañadas. Hubo
confusión.

—Me agrada la poesía —dijo un
parroquiano.

—Lee —dijo el camarero.

—"Lo abismal es sedoso como una
nube:

Amar a Dios es bendecir al
cónyuge.

Yo amo las nubes que se precipitan;

Y, de este amor, hay esperanza en
Dios.

Yo deseo que las nubes busquen la
noche

Nupcial. Deseo paz para los hombres:

Hay bestias que cargan nuestros
pecados;

Pero yo, no concibo el pecado.

Yo estoy casado ante la mirada de
Dios;

Y habré de respetar a mi
mujer.

Hay noches en que desearía
convertirme

En pez; Y amar a Dios y buscar
refugio

En Dios. ¿De qué modo se vive la
vida

De un santo en Madrid?;

¿Combatiendo?,
¿muriendo?

La vida no se consume a sí
misma:

La vida es vida en la plenitud

De la palabra vida. Ay de mí,

Yo me sostengo, contemplando la
luna.

—Es muy hermoso el poema, es…

—¿Es de un poeta de la
Complutense?

—Sí.

—Yo estudié allí,
¿cómo se llama?

—Poeta.

Todos rieron.

Nos marchamos.

—…Esto te cuento, Alfredo, porque tenemos
que convivir. ¿Tú eras poetas?, según lo que
me han indicado los ángeles, yo estuve con un poeta y ya
te he contado como conocí a Uribe en el
psiquiátrico, ya llevamos cien años conversando, yo
estuve en el Purgatorio Atroz, fui golpeado y crucificado pero no
quiero hablar sobre el tema, ¿qué le habrá
sucedido a Mariela?, ¿sabes?

—Está en el Paraíso, murió
virgen.

Los ángeles son inmortales y la vida que Dios nos
entrega es una vida para vivirla en espiritualidad, hay que tener
fe, ya que Dios existe y la vida después de la muerte es
vida de veracidad, no hay que perder la fe, yo escribo este
testimonio desde el Purgatorio.

Alfredo está aquí y está leyendo un
poema, yo aprendí de memoria los "Textos" Sagrados y esta
escritura es una conversación con Alfredo Vera; Alfredo se
quietó la vida, yo morí asesinado.

Vivir la vida es bello.

—¿Cómo es que vivieron en
Madrid?

—Yo viví de obrero limpiando las calles, un
año, en una maquinita muy moderna, después estuve
otro año, en los parques, recogiendo las hojas y
también barriendo, estuvimos dos años, pero no
recuerdo bien el tiempo, tal vez tres años, nos devolvimos
en avión, yo terminé mis estudios y toda la vida
viví con mi madre en avenida Dorsal.

—¿Y cómo es Madrid?

—Ya te lo he contado.

—¡Vienen los ángeles! —dijo
Alfredo.

—¿Qué hacéis
conversando?

El ángel tiene un látigo, nos rompen las
togas de tanto golpe, "nos es hora de conversar", gritan, "es
hora de estudiar", "¿y El Corán?", preguntó
yo, el ángel no responde, golpea con más
fuerza.

Tengo tristeza por Alfredo; se desangra, cinco
días nos dejan de este modo, sin consuelo
espiritual.

—¡Ángeles! —grito yo—,
¿Y El Corán?

—Es un libro sacro, ¿ya?

Tengo un terrible dolor de estómago, Uribe
poetizó El Corán, tuvo una novia árabe, en
el Infierno debe de yacer, clavado a la piedra ardiente,
"¡Uribe!", grito, "¿dónde
estás?"

—El Corán —lloro—, El
Corán…

NEVADO COROPUNA trabajó de obrero, es duro su
oficio, llega tremendamente cansado, Nevado Coropuna se ha
superado así mismo, pelo negro, 1.57 centímetros de
estatura, ex policía, delincuente, ojos azules: su oficio
es mezclar el cemento y barrer la suciedad; gana bastante. Nevado
Coropuna habló:

—Jefe, en Perú yo…

Nevado mantuvo una retórica lata.

Hora de comer:

Nevado Ampato: La vida tiene su
desilusión, soy viudo, tuve siete hijos, era pordiosero,
ahora obrero de la construcción, ¡qué vida la
nuestra!, vivimos para morir y el gusano nos devora, tengo un
poco más de setenta, tuve siete hijos pero ¿trece?,
no recuerdo, ahora hay que picar la piedra para construir
edificios en Madrid o casas para gente rica, ¿qué
será de mí?, qué vivo de la indigencia,
estamos recolectando dinero para largarnos a Francia, este viaje
es mi último viaje, tendré que volver al
Perú y convertirme en pordiosero nuevamente; En
Perú no hay trabajo, menos para un viejo, pero, no
aparento los setenta y tantos, me veo estupendo, necesito mujer,
ya estoy cansado de ser viudo, ¿qué será de
mí?, ¿qué será de nuestras
vidas?

El entramado es de edificio que se construye, hay
obreros descansando, hay maquinaria y un jefe
madrileño.

Nevado Solimana: Yo era mentiroso, pero, mi
vida me ha convertido en un redomado obrero, estamos ganando
dinero y la vida continúa: Estoy cansado de trabajar,
quiero vagabundear, conocer París, también necesito
mujer, ¿qué hacer?, hay que trabajar duro, yo tengo
el pelo blanco y los ojos azules, no parezco peruano pero lo soy,
¡viva El Perú…! Hay tanta tristeza en mi
alma, que la vida se consume, mi vida es de vagabundear, soy
vagabundo, me agrada el trabajo pero para reunirlo y viajar a
Francia, ¿qué haremos si nos despiden?, pedir
limosna, supongo, hemos traído comida envasada, es rica,
pescado con arroz, Mollendo la preparó, ¿qué
será de mi gente?, hay que vivir la vida, yo
también pienso lo mismo, ¡vivir!, y no sufrir para
que las cosas no sucedan mal, yo soy el más joven, todos
dicen que soy obtuso pero realmente soy mentiroso, yo soy europeo
pero no, yo soy pordiosero pero ahora trabajo en la
construcción, somos ilegales, pero en Madrid nos han dado
trabajo, salario mínimo, pero cómo no
comemos… ¡qué importa!, la vida hay que
vivirla, soy demasiado joven como para estar en Perú
aburriéndome con las cholas, quiero vivir, estar en
Francia y conocer la zona roja. Sí. La zona roja me atrae.
Juntaré mucho dinero, ¿vamos a la zona
roja?

Los Nevado ríen de emoción, hay que
esperar un poco; Y en este esperar, reunir dinero. Mariela es muy
bella pero es la mujer de Francisco. Se la comerían a
besos pero son "amigos". ¿Qué hacer?, piensan
ellos, ¡zona roja!, juntar dinero y vivir la vida
espléndidamente.

Mollendo es quien redacta esta obra de
teatro…

Nevado Coropuna: Yo jamás iría a
la zona roja de París, quiero encontrar hembra y
vagabundear con ella, ¿zona roja?, ¿y si encuentro
una "mujerzuela"? y ¿se enamora de mí? Ya ni
recuerdo, hace tanto tiempo, tuve mujer, pero, cuando era
policía, sí, vayamos a París pero, en
secreto, nos largamos con el dinero a la zona roja, estoy de
acuerdo, estoy de acuerdo, vamos.

La vida tiene sus bemoles, el jefe escucha la
conversación, entristece, ya que es muy cristiano, el jefe
es ingeniero, es madrileño, más de un metro
setenta, ingeniero civil, Sánchez es su apellido,
Español, ha viajado por América, estuvo en Chile
dando una conferencia en la Universidad de Arquitectura de
Valparaíso, tiene tristeza, un obrero puede superarse y
convertirse en ingeniero, piensa él, Sánchez es de
extracción popular, su padre era
carpintero.

Nevado Ampato: Yo conducía trenes; de
cuando en cuando, me agarraba a besos con las pasajeras que
querían conocer la locomotora, de allí me nacieron
muchos hijos, creo que trece o ¿siete?, ya ni recuerdo. La
vida tiene sus ansias de vivir, yo ya tengo setenta y algo, la
zona roja me parece bien, pero, ¿cuándo?,
¿en dos años más?, llevamos muchos
años de vagabundear: Para "follarnos" unas parisinas en la
zona roja necesitamos de mucho dinero y a escondidas, sin que
sepa Mariela ni Francisco ni Mollendo, ¿qué hacer?,
ya sé, abrir una cuenta de banco en…

Nevado Ampato ríe de la ocurrencia, un banco
para los que aman la zona roja de París, un banco para los
"cachondos", un banco para amar.

El jefe ríe de la ocurrencia de los Nevado,
quiere intervenir pero se contiene, Sánchez cree en Dios
pero los Nevado, al parecer, no.

La vida es dura, la vida es costumbre de vivir, la
vida es sacra, la vida es ¿incertidumbre?, la vida es
costumbre, la vida tiene sus aspectos de la vida misma como el
comer y el amar y el tener una familia; la vida posee sus
pergaminos; Y, en cada realidad, la vida, se consagra a la vida
misma: ¡Todos poseemos una vida!; Y esta vida es sagrada.
¿Qué hacer para vivir en comunión con lo
sagrado?; La vida es sacra, lo repito (contemplando a Mariela
mientras danza, soy Mollendo).

Sánchez: Yo les puedo guardar el
dinero.

PLAZA TIRSO de Molina, barriendo las calles, yo estoy
enamorado de Mariela y de Madrid, me casaré, estoy muy
contento, he decido recitar los poemas en algún parque o
plaza de Madrid, a viva voz, los domingos, Mariela me
acompañará, tal vez la conquiste, y me permita
"penetrarla", no quiero dañarla pero la amo, quiero
casarme con ella por el civil y vestidos de blanco, sí,
eso quiero.

Calle Magdalena, calle Lavapiés, calle Espada,
calle Juanelo, Calle Olivar.

La vida es versátil, estoy con mi
escobillón barriendo las calles. Estoy contento,
recitaré poemas de Pepe Casa de Castro, le haré
famoso, buscaremos un parque, ¡allí puede ser!, el
plaza Tirso de Molina, ¡Allí!,
¡allí!

Soy tan feliz amando a Mariela, yo contemplo la vida y
mi felicidad de amar a Mariela; le compraré un anillo de
bodas, con una inscripción: "Francisco te ama". Mariela
¿será mía? Yo le amo, ya no es una
niña, hemos viajado mucho, la vida es bellísima en
Madrid, la vida de vivir en paz. Tenemos dinero, conoceremos
París, más tarde Berlín y Roma y,
allí, comprando un pasaje de avión, volveremos a
Latinoamérica; Perú para Mollendo y los Nevado;
Chile para Mariela y su enamorado, estoy tranquilo, puedo vivir
en paz, la vida es hermosa barriendo las calles de
Madrid.

Calle Ministriles, Calle Jesús y María, me
salté una calle: Lavapiés, calle Amparo, Calle San
Carlos, calle Encomienda, calle Dos hermanas, calle Abades, calle
San Carlos.

Estoy recorriendo la ciudad y soy feliz recorriendo las
calles y barriendo las calles de Madrid.

Ser feliz significa vivir y vivir es barrer las calles
de España.

—¡Pepe Casa de Castro!

—Francisco —dijo el
catedrático.

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