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Francisco, El Viajero (Novela) (página 9)




Enviado por Mauricio Uribe



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14

9 Mirad que Él viene con una multitud de sus
santos, para ejecutar el juicio sobre todos y aniquilará a
los impíos y castigará a toda carne por todas sus
obras impías, las cuales ellos han perversamente cometido
y de todas las palabras altaneras y duras que los malvados
pecadores han hablado contra Él".

Pepe se sintió extraño, ¿abandonar
la cocaína?, se sintió muy mal, quiso hablar con su
"amante" pero la canadiense dormía. Lleva meses
consumiendo y no dormía, ¿qué hacer?, se
preguntó, mucho le agradaba el "sexo" y dos o cinco
mujeres o siete le agradaba, pero, Henoch le había
cautivado, recordó que era doctor en literatura de la
Complutense, doctor en literatura religiosa, ¿qué
hacer?

Si dejo la cocaína, no podré mantener
erecto mi "sexo" durante toda la noche, tengo dos amantes, y
cinco concubinas, ¿qué hago?, no me agrada ya
dormir, pero, tengo que cambiar, no puedo
más…

Pediré ayuda psiquiátrica, yo puedo,
yo puedo, yo puedo sólo, hablaré con Cecilia, "no
cocaína; de lo contrario, nada se "sexo"", tendrá
que entender. Yo ya no quiero más…

Pepe se durmió, eran las cinco de la
mañana.

Día lunes.

Alfredo, no pudo recordar los poemas de Uribe
pero…

—…Ya sé, recuerdo un
poema.

Yo estaba un poco confundido, Mollendo describía
a Pepe Casa de Castro, Mollendo era peruano y narrador
omnisciente.

—¿Qué sucede?

—Recuerdo un poema de Uribe.

—¿Un poema?, ¿de
quién?

—De Uribe.

—Ah, ya, ¿de qué libro?

—De "Meditaciones de un Poeta
Tercermundista".

—Buen título. ¿Lo recuerdas bien?,
pero ten cuidado, que Uribe lo clavaron a la roca ardiente,
está en el Infierno por degenerado.

—¿Qué?

—Así supe.

—¿Cómo es allí?

—No, no sé.

—¿Qué hizo?

—Violó a un montón de muchachas en
su taller y tuvo mujeres y tuvo "sexo" impropio
con…

—¡Calla!, ¡calla!, no quiero
saber…

Un ángel escuchó el diálogo,
entró en la habitación. El ángel era
bellísimo. El ángel tuvo piedad.

—Uribe está clavado al Infierno, es verdad,
¿quieren saber cómo es allí?

—No, no.

—Le clavan a la piedra ardiente por un
millón de años y los gritos son espantosos, los
gritos hieren, los gritos son como un terremoto sideral, Uribe
lleva cien años gritando "versos de amor", pero clavado
está, desde niño fue un "degenerado" que
renegó de Dios; Le siguió hasta la muerte pero los
"Ángeles de Fuego" fueron implacables, su "degeneramiento"
no tiene nombre, su "degeneramiento" es atroz, es un animal, fue
un animal, abandonó a su mujer legal cuando estaba
embarazada de nueve meses para tener "sexo" con otra,
que…

Alfredo lloró desconsoladamente.

—¿Cuántos hijos tuvo?

—Cuatro.

—Yo recuerdo un poema, ¿puedo?

—No, no, es un "degenerado".

—Pobres, fue mi…

El ángel les consoló, en su mente, el
poema de Uribe retumbó en la cabeza de Alfredo, yo no pude
contener las lágrimas, tuve piedad por el
bibliotecario.

Alfredo lloró:

"—…HIMNO A LA MUJER —era el título
del poema:

He vivido una vida qué no cabe en
sí.

Muchas alegrías

me han provocado los cuerpos
femeninos.

Uno de ellos en particular.

He vivido experiencias sin
límite.

También he llorado.

El cuerpo es importante,

el cuerpo femenino, digo yo,

su contextura, su aroma,

la movilidad de sus partes.

Un te quiero y una sonrisa bastan

y el amor paraliza mis funciones
cardiacas.

La vida es tan inextricable

porque las mujeres son

bellas criaturas divinas:

las uñas, la boca, sus
labios.

Ah, qué regios son sus
labios…

Todas me gustan.

Exagero un poco.

Me gustan sólo las
bellas.

Puedo soportar, eso sí,

el amor de una mujer negligente,

un poco tarada, si se quiere,

de ésas que buscan transgredir la
materia.

Una de ellas vino a mi casa.

Hemos charlado
estúpidamente.

Es apenas una muchacha:

candorosa y enigmática.

No posee ideas.

Pensamientos abstractos, digo
yo.

Sólo buscaba saciar su
instinto.

Un instinto bastante animal.

He cedido a sus pretensiones.

Acarició mi cuerpo a su
antojo.

Todavía recuerdo sus
manos.

No hubo amor entre nosotros.

Le atrajo el hado del poeta.

Su cabello era espeso,

tan espeso

como la noche.

Estaba loca.

Tan loca como la vida.

Este canto no es un canto de
amor.

A veces divago como monje loco.

He vivido una vida qué no cabe en
sí.

El sexo es importante para
nosotros.

Somos vividores empedernidos.

Nos gustan los atardeceres, las
estrellas,

las conversaciones boreales,

los cantos carnales y las bocas
sudorosas.

Esta es la realidad

(la realidad concreta como dijo
Teitelboim).

Nada de romanticismo vacuo.

Las mujeres no son cisnes

ni maniquíes de
porcelana.

Me gustan los cuerpos elásticos

donde la vida brota a raudales.

Y el dolor de la
separación

es el reencuentro de los
cuerpos.

Me gustan las mujeres de pechos
grandes,

de sonrisas alegres y lenguas
besadoras.

Las ciegas y las corvadas

por el peso de un desamor

me son completamente
antipáticas.

He copulado con un par de muchachas.

Eran llamadas, feas, gordas,

sin ton ni son.

Yo las encontré regias.

Sus besos todavía perfuman mi
cuerpo.

La tierra se llama María,
Inés, Georgiana.

Mujeres dignas de piedad.

Nada hubo entre nosotros.

Ellas eran feas, muy feas.

Pero, ¡qué manera de
amar!

¡Y cómo
reían!

¡Y cómo sudaban!

Yo, feliz con este cuento,

te incito a que me llames.

Estoy dispuesto a
lisonjear

tus facultades
humanas".

CECILIA TORRES

Drogadicta del Amor Conversa con
Mariela

Plaza Tirso de Molina

—¿ERES CECILIA?

—Sí.

—Felicidades, yo soy Mariela Ruiz,
¿cómo está Pepe Casa de Castro?

Mariela ignoraba la separación.

Cecilia no pudo contenerse.

—Me abandonó.

—¿Qué? —Mariela contrajo la
mirada.

—Sí, Pepe, Pepe, ya no es el
mismo.

Mariela no quiso hablar.

—No le cuentes nada a Francisco por
favor.

—No, no le contaré. ¿Quieres que
conversemos?

—No, no, ya no.

—¿Tú tienes tres hijas muy
enfermas?

—Sí, murieron.

—Ay, pobre de ti. ¿Cómo se
llamaban?, no recuerdo.

—Ernestina, Almendra, Flor de Lis.

—¿Te da dinero?

—No, no, si me da, todos los sábados me
visita pero… me abandonó.

—No quiero saber el motivo, ¿ya?

—¿Eres una niña?,
¿no?

—Soy danzarina, tú sabes de
cocina.

—Sí, sí, yo estudié, estuve
cesante.

—¿Tienes trabajo ahora?

—Sí, sí tengo.

—Ah, qué bien.

—Me tengo que marchar. ¿Tienes un libro de
poesía de mi ex marido?

—Sí, pero uno sólo, aquí lo
leemos y yo danzo.

—No, los poemas no, los versos.

—¿Cómo?

—Te estoy bromeando, quédate, allí,
ves, allí está Francisco leyendo poemas, te das
cuenta hay mucha gente, yo, con este pandero, mientras Francisco
recita, yo danzo, y nos dan dinero, bastante, vivimos en un
departamento con peruanos, ¿tú también
tienes un departamento?, nosotros andamos de viaje, de
aquí partiremos a París, y de Parí a
Berlín, y de Berlín a Roma y, en avión, a
Chile y Mollendo y los Nevado a Perú, yo quiero casarme
virgen, yo escapé de mi casa, tenía
dieciséis años, han pasado varios años,
creo, llegamos hace poco a Madrid, hemos vivido
miseria…

—Yo también —intervino Cecilia Torres
de tan sólo veintisiete años.

Yo contemplé a Mariela conversando, los
ángeles muchachas reían de las ocurrencias
mías, los ángeles eran bellas, tan bellas que pude
enamorarme. Una muchacha me preguntó si yo
escribía, de bella cintura, noventa y tres de bustos,
noventa de caderas, vestía trajecito, minifalda,
zapatillas, cabello rubio, ojos verdísimos, María
Soledad de las Mercedes de nombre terrenal pero cómo
ángel, sólo "ángel", ya que los seres
celestiales no poseen nombre, sólo Miguel, que es un
Arcángel y Uriel, que de Dios es Arcángel
personal.

María Soledad de las Mercedes tenía
veintitrés años, doctora en literatura, una
maestría en gramática y tres maestrías en
altas finanzas.

Su voz era cálida, tierna, humanitaria,
exuberante, de cabello ondulado, tenaz, estudiosa, trabajadora,
enamorada de Dios.

—No, yo no escribo —dije—,
sólo…

María Soledad de las Mercedes me
interrumpió:

—Yo compongo canciones, tengo diez.
¿Quieres que cante?

—Bueno.

María Soledad de las Mercedes cantó, su
voz era delicadísima, de una textura abismante, era,
además de ángel y bella, cantante y música,
tocó la flauta traversa durante una hora, Francisco se
enamoró perdidamente, no supo cómo expresar su
amor, soy Mollendo y le contemplé.

—"Canto a un amor,

Cantando estoy

A un amor.

Yo habré

De amar

A un amor

De verdad.

Cantando estoy

De verdad".

—Me tengo que marchar —dijo Cecilia
Torres—, tengo que comprar…

Cecilia se mordió la lengua.

—¿Qué sucede?

—No, nada.

Cecilia Torres era más alta que Pepe y muy bella,
una santa de mujer.

Mariela la abrazó. Cecilia
lloró.

—No llores, no llores.

—Es que, la música me pone
triste.

—No te preocupes, tu marido
volverá.

Se despidieron.

—…Yo vivía en avenida La Serena
—dijo Alfredo—, había allí, antes de
llegar a la biblioteca donde trabaja Uribe, una calle llamada
Rubén Darío, el poeta, ¿no?, el poeta
nicaragüense, el que escribió "Azul", editado en
Chile primeramente. Esta calle apestaba a suciedad. Había
un tipo, no sé cómo explicarlo, con el mal de
Diógenes, ¡suciedad!, sí, verdad,
había que transitar por la calle, qué
depravación…

—Allí había un tipo que arregla
motos.

—Sí, sí —dijo
Alfredo.

—Uribe tuvo una".

María Soledad de las Mercedes terminó de
cantar y de tocar la traversa, me sentí poseído por
el vértigo.

—¿Eres virgen? —le
pregunté.

María Soledad de las Mercedes me miró
extrañada, las "niñas" rieron.

—Se enamoró el maestro.

Palidecí.

—No, no, disculpa…

Cecilia Torre me preguntó algo pero no supe
qué, Mariela no sospechó.

—Allí viene tu novia, qué
dance.

—No, no tenemos que marcharnos, es hora de
cenar.

—Sí, soy virgen —dijo María
Soledad de las Mercedes—, nunca he tenido novio y tengo
veintitrés años. Cuídate.

Las ángeles muchachas se marcharon.

Mariela me habló:

—¿Qué quería,
Cecilia?

—No sé, ¿qué
Cecilia?

Mariela no sospechó absolutamente
nada.

Mollendo me conversó pero no comprendí su
"idioma", Mariela sospechó, no preguntó, pero
sospechó, le preguntó a Mollendo que siempre
acompañaba pero Mollendo mintió, se dio cuenta de
mi enamoramiento, pude leer los pensamientos de Mollendo:
Este chileno se enamoró de la "niña", bastante
hermosa, nunca había visto una "niña" tan hermosa:
María Soledad de las Mercedes, bellísimo nombre,
qué tremenda pregunta, ¿qué le habrá
sucedido a Francisco?, esto tiene mala cara, tuve que mentir a
Mariela, ella quiere casarse con Francisco, espero que nada
suceda.

—Mariela, ¿tienes hambre?
—pregunté intranquilo.

—No, no tanta.

—¿Y tú, Mollendo?

—Sí, yo sí.

—Los invito a un restaurante.

—¿Tienes dinero?

—No, no tengo mucho pero… Vamos a uno
vegetariano, "Al Natural", calle Zorrilla, 11, metro: Banco de
España, es costoso, pero…, sí, sí, yo
creo que tengo dinero, me lo gané, las muchachas aportaron
bastante, ¿les parece?

—Bueno, bueno, vamos —dijo
Mariela.

Domingo.

Almorzar, vivir, tener esperanza, amar, establecer
vínculos, recostarme sobre el regazo de Mariela y
contemplar el sol en Madrid, amarnos, sólo
besándonos, la vida era bella; Y, en su belleza, yo era
feliz, quería más pero, Mariela tenía sus
límites, una vida de amor en que amar no significa
solamente caricias, sino, confianza, fortaleza en el amar.
Mariela festejó la comida, tuvo sonrisas para
mí.

Nos marchamos.

—¿De qué conversaste con la mujer de
Pepe? —le pregunté a Mariela en nuestra
habitación.

—Cosas de mujer —me
respondió.

Me dormí profundamente, estaba
cansado.

Soñé con plaza Oriente, con calle
Bailén, con calle Pavía, con calle Carlos III, con
calle Felipe V.

Me admiré del sueño:
Hgüpen[91]Era un defecto mi amargura con
soledad en el sueño que, como caballos debocados, irrumpe
en mi cabeza, yo no soporté la huella del sueño, la
mutilación fue un acto de suicidio, maté,
supliqué piedad; Y, en el colmo del "degeneramiento", la
"niña" nadando, la "niña" María Soledad de
las Mercedes con su canto angelical. Intenté hablarle
pero, ella me indicó que tenía novio, pero un novio
"espiritual", un novio que escribía poemas místicos
y de amor… Tuve pánico de mí mismo, la
"niña" me atormentó con su belleza, quise
asesinarla, quise castigarle con mi despecho, le grité
insolencias: "campesina ignorante", "roto ordinario", me dijo. No
supe cómo comprender el sueño, no desperté,
me morí horrorizado,
wquwzanha
[92]

Cecilia Torres compró cocaína. Unos tipos
intentaron violarla, se defendió, andaba armada,
sacó el "cañón" y apuntó al
corazón: "¿Son colombiano?", "sí,
sí", "pues ahora son cadáver", de un disparó
mató a tres. Tomó tres kilos de cocaína y se
marchó.

Cecilia no tuvo pánico, llamó a
Pepe.

—Ven, tengo que mostrarte algo.

—Pepe se excusó.

—Es importante.

Pepe estaba desnudo, la canadiense le había
practicado "sexo oral" durante todo el día, Pepe estaba
cansado, no tenía droga.

—Si no vienes, me enojo.

—Ya, ya iré.

—¿Qué sucede?,
—preguntó la canadiense.

—Es Cecilia.

—¿Qué Cecilia?

—Mi ex mujer.

—¿Qué quiere?

—Me necesita.

—Vístete entonces, ya me duelen las
mandíbulas, pero, no llegues tarde, qué hora
es.

—Las veintidós horas.

—Si no puedo llegar, nos vemos
mañana.

—¿No te vas a duchar?

—No, no, parece que es urgente.

La canadiense le practicó "sexo" pero
"masturbándole" por enésima vez; Pepe se
sintió tranquilo. La luz era de ampolletas, los filamentos
ardían, los píxeles de un ordenador brillaban: la
canadiense graba las escenas "sexuales", sin que Pepe se diera
cuenta y las vendía a una "agencia" pornográfica
sueca, la canadiense ganaba mucho dinero a costillas de Pepe Casa
de Castro.

Pepe dio un beso en la mejilla a Cecilia Torres. Pepe
olía a "sexo". Cecilia Torres le mostró la droga,
Pepe se impresionó, "toda la noche fornicaron", Pepe no
fue al trabajo, ¡toda una semana!, ¡todos un mes!,
¡abandonó a la canadiense!, la droga se
impuso.

A Pepe lo despidieron, pero no le importó,
tenía ahorros. Fue tanto el "sexo", que Pepe se
volvió impotente, lamía el cuerpo de Cecilia,
lamía, y lamía. La droga es compleja, tres kilos es
mucho. Al cabo de dos semanas, Cecilia tenía la "vagina"
roja y el "ano" cocido. Pepe se drogó.

—No quiero más.

—¿Qué no quiero más
"sexo"?

—Vendamos la coca. Es mucho.

—Yo tengo un contacto. ¿Vivirás
conmigo para siempre?

—Sí, te amo.

—¿Y la canadiense?

—No, ya no.

Cuando se hubo acabado el dinero de la venta, Pepe
abandonó definitivamente a Cecilia Torres, no se
drogó, tuvo voluntad, su impotencia desapareció,
encontró trabajo como barrendero, volvió con
canadiense, pero la canadiense tenía un amante.

—Te acepto, pero con una
condición.

—¿Cuál?

—Los sábados son
míos…

—¿Qué harás?

—No, nada, divertirme.

Pepe no tuvo otra opción.

LA VIDA en avenida Dorsal era tristísima, de
basural, las gentes a la calle echaban los desperdicios, avenida
Dorsal con José Miguel Carrera, la inmundicia más
grande, por allí yo vivía. Me encaminé
mirando la cordillera de los Andes, estaba nevada, lunes 03 de
junio del 2013, olor a porquería en calle Rubén
Darío, a pobreza, por la lluvia acaecida, un temporal con
anegados, era temprano, el bibliotecario estaba tranquilo, en su
puesto, en su computadora, ya no había libros en la
biblioteca, la "mata biblioteca" los había obsequiado con
la anuencia de la DIBAM, dirección de Bibliotecas de
Archivos y Museos. Uribe, según lo que me contó,
habló con un diputado, Patricio Halles, estaban
destruyendo la biblioteca, durante la dictadura de la UDI,
"ignorantes" dije, pero la culpa la tuvo la DIBAM, que
obligó a la municipalidad a contratar a un bibliotecario
de profesión con título técnico o
profesional. Uribe llevaba casi veinte años y el
"ninguneo" en Chile es de Premio Nacional de Literatura. Una tal
Carolina muy amiga de Uribe era la líder del conflicto,
intentaron dejar sin trabajo a Uribe, "degeneradas del pico". La
defensa fue a guerra, sin cuartel, ganó Uribe pero la
comunidad perdió más de seis mil libros
importantísimo, la "mata bibliotecas" era dictatorial,
peor que Pinochet. Sin el diputado Patricio Hales, la biblioteca
N° 161 de Recoleta habría quedado con tan sólo
quinientos volúmenes. Quedaron cuatro mil. La biblioteca
es asquerosa, un "cagadero" de palomas, sin calefacción,
con una alfombra inmunda y estropeada, llena de mugre y con
vidrios quebrados, en verano el calor es insoportable y en
invierno, inhumana. El palestino Daniel Jadue ya lleva varios
meses gobernando, es comunista, ni siquiera han puesto los
vidrios de la mampara de entrada, los vidrios están
quebrados, llevan más de cinco años así,
están rotos y colgando; un golpe y un niño o una
anciana puede morir degollado, Uribe habló con el director
de DIDECO, y…

—Hola.

Uribe se incomoda al verme, malos recuerdos.

—¿Qué piensas de Israel?

Uribe se impresiona por la pregunta, Uribe lleva una
cruz y la estrella de David. Me explica ciertas cosas
extrañas. Yo comprendo y le hablo de jazz. Uribe se
inquieta, qué horror, cada mierda de alcalde en Recoleta,
¡mierdal y basural es la comuna!, ¡costral de
inmundicia!

—¿Y la señora Ana
Rivillo?

—No está, fue al Municipio, tiene una
reunión con el sobrino de Jadue.

—¿El sobrino?, ¿y trabaja para el
municipio?, eso se llama nepotismo, ¿no está
prohibidos?

—En el gobierno sí, pero en los municipios
no sé.

Uribe calla, se siente incómodo, apenas gana
trescientos euros.

—¿Te van a echar de la
biblioteca?

Uribe se incomoda aún más.

—Los palestinos son agresivos. Yahvé es mi
Padre y los israelitas son dueños de Israel desde tiempos
ancestrales, Josué fue el conquistador y Moisés le
dio el mando, ya que Dios le guió durante cuarenta
años por el desierto, Dios… Los palestinos deben de
marcharse, son invasores, que los egipcios les den
acogida… Todos son terroristas, desde los niños
hasta las mujeres que se llenan los estómagos de
detonantes, entran a territorio judío y asesinan a
niños, ¡hasta cuándo!, el presidente negro de
Estados Unidos es árabe y es un degenerado antisemita. Yo
le condeno al Infierno.

Uribe calla.

—¿Estás delirando?

—No, no, yo soy…

Uribe calla.

—Soy un "mensajero", yo hablo con Dios.

TEMA DOS

ACTO 1

NEVADO AMPATO anda en bicicleta por las calles de
Madrid; un metro noventa, trigueño, un ojo, con lentes,
viudo. Le cuesta andar en bicicleta. Nevado Ampato era pordiosero
en Perú, en Madrid es obrero.

Nevado Coropuna viste blues jeans y camisa blanca;
viaja en locomoción colectiva. Cabello negro, un metro
cincuenta y siete, ex policía, "fecaba" en la calle en
Perú; en Madrid es obrero.

Nevado Solimana está enfermo, de colitis, se
toma una píldora, llega con atraso a la
construcción de un edificio en un distrito financiero,
cabello blanco, ojos azules, mentiroso, obtuso.

Están de merienda en la
"obra".

Nevado Ampato: Hay trabajo, eso es bueno, me
agrada barrer y recoger escombros, con buenos zapatos de
seguridad, overol y casco, yo ya tengo mis años,
deberíamos celebrar mi cumpleaños fornicando con
"putas", ¿qué les parece?

Nevado Coropuna: No hay dinero. Tenemos que
reunir para continuar viajando, ¿más de setenta
años tienes?, te ves bastante bien, yo olvidé mi
edad, sólo sé que fui policía, me
retiré, o ¿me echaron?, no recuerdo. Se vive muy
mal en Perú, yo tuve una oportunidad pero no pude
aprovecharla. Policía es muy bueno, pero mala la paga para
correr tanto riesgo. Aquí, barriendo y recogiendo
escombros, ganamos poco, pero tenemos nuestro departamento, es
bueno viajar, hemos conocido mucho y recién estamos
comenzando, ¿cuánto tiempo llevaremos de viaje?, no
lo recuerdo.

Nevado Coropuna: Llevamos arto, ¿no lo
recuerdo?, partimos en Arequipa, viajamos por el Amazonas,
llegamos hasta Panamá y allí… ah, no quiero
recordar lo que nos sucedió en Panamá, menos en
Colombia, sí que sufrimos con los piratas, ¡eran
piratas!, y se decían ángeles, qué desgracia
la nuestra, casi perdimos la vida, bueno fue,
escaparnos.

Nevado Solimana: ¿No eran
ángeles?

Los Nevado comen en "choca", la inmundicia es total,
ellos son obreros mal pagados, por lástima les dieron el
trabajo, son obreros sin especialización, rogaron al jefe
y el jefe se compadeció, ellos sólo barren y
recogen escombros, y de cuando en cuando, mezclan a pala, cosa
poco usual. ¡Barrer!

ESCENA 2

NEVADO que tiene colitis se serena, ya se siente
bien.

Han terminado de comer, toman una escoba y barren,
hay gente por allí caminando, tosen, "no barran, por
favor", "perdón", replican los Nevado.

Da escalofrío pensar en la
pobreza.

El jefe se acerca, consulta al Nevado con colitis,
el Nevado responde, "estoy enfermo", el jefe le explica que
llegar tarde es causa de despido. El Nevado llora, el jefe tiene
piedad, "¿enfermo de qué?", Nevado responde, el
jefe se asusta, "¿te sientes bien ahora?"; Nevado responde
positivamente.

Trabajando conversan:

Nevado Solimana: Yo estoy ganando mucho dinero
(miente), cómo soy Peruano y en el Perú se
construye muy bien, tendremos que trabajar juntos, me
dedicaré a los "vidrios", a instalar paneles a gran
altura, estoy especializado en eso, yo tengo experiencia, me
dedico a barrer por solidarizar con ustedes pero, yo ya no
podré más, el gerente me pidió
asesoría técnica, tienen problemas con los paneles,
hoy no marcharé temprano, hoy no llegaré al
departamento, avisen a Francisco para que no se preocupe. Hoy
pagan, tengo dinero y es mucho.

Nevado Coropuna sospecha que, Nevado Solimana
gastará el dinero el "putas".

No le pide explicación pero no calla. Su
instinto de ex policía le advierte, que está
mintiendo, pero su mentira es bastante descarada, ellos ganan un
jornal de miseria, ya que no tienen papeles. ¡Miseria!, es
lo que viven.

Nevado Coropuna: Si tienes harto dinero, me
parece bien, Mariela y Mollendo son los encargados del "tesoro"
en común, hay que pagar el departamento, el agua y la luz.
¿Cuándo llegarás?, ¿de
amanecida?

Nevado Solimana: No, no sé, creo que, de
amanecida no, mañana, mañana, aquí, en el
trabajo, estaré vestido de traje de ejecutivo.

Nevado Ampato: ¿Qué?

ESCENA 3

UN PROSTÍBULO, un departamento
prostíbulo, con una rusa. No describiremos ni el
diálogo ni el "acto", por pudor.

ACTO 2

NEVADO SOLIMANA tiene mucho sueño, la "rusa",
le exprimió. Le hacen preguntas sobre el dinero, "me voy a
casar con una rusa", los Nevado le felicitan. "¿Y el
aumento?", "no, no, lo rechacé", miente.

Monólogo de Nevado Ampato:

—Yo daría mi vida por casarme con una
"niña" de unos cuarenta años y convertirla en mi
mujer, yo daría mi espíritu d conductor de tren, yo
daría mi esperanza peruana por amar, pero, estoy solo y
soy viudo, tengo más de setenta años, ¿y
qué hacer?, yo vivo del recuerdo de la Estación de
tren? Vivo rodeado de recuerdos, ahora soy más feliz
recorriendo el mundo, ¿qué será de
mí?, llevaremos hasta Berlín, París y Roma.
La vida tiene su sentido, ahora tengo trabajo, mañana tal
vez no, pediremos limosna, soy viejo pero alto, un metro noventa,
ojo azul, lo perdí en un accidente de tren, lo
perdí y ya era viudo, no hubo muertos, sólo mi ojo,
me golpee demasiado fuerte el rostro. ¿Qué
será de nosotros?, ¿Qué con escoba aseamos
la edificación del edificio?, pero en la calle,
¿qué será de mí?, que ya soy muy
viejo.

Pensamiento de Nevado Ampato mientras trabaja de
barrendero de una obra de un edificio en Madrid:

—…He perdido mi vida trabajando, tuve trece
hijos, creo que ahora lo recuerdo, pero siete, ¡son siete!,
los que crié, ¿qué habrá pasado con
el resto? ¿Los habrán asesinado? Manuel, Jorge,
María, Esteban, Josué, Enriqueta, Flor
María. Todos mis hijos, oh, qué lamentable, todos
son pordioseros, no les pude dar educación,
¿qué será de ellos?

María Flor es prostituta.

Enriqueta contrajo el SIDA. Era
"toplera".

Josué está en la cárcel por
monrero.

Esteban se ahorcó. Era adicto a las
anfetaminas.

María es evangélica.

Jorge, carpintero.

Manuel guardia de seguridad (pero todos ganan un
miseral, excepto María Flor).

—…Si yo pudiera contener mis
lágrimas, si yo pudiera contemplar Perú como hombre
puro, si yo pudiera amar la vida, si yo pudiera vivir
alegremente, si yo pudiera amar a mi ex mujer, a
Jazmín… Yo, yo, yo daría mi vida por
Jazmín, ella fue asesinada, la degollaron. A mí me
crucificaron y a Jazmín la degollaron, tenía tres
concubinas, todas llamadas, María, las partieron a
hachazos por la mitad. Jazmín murió decapitada.
Eran amantes de Satanás.

Querella entre hermanos:

—María Flor, ¿murió la
mamá?

María Flor piensa: Soy prostituta y gano
mucho dinero, me agrada el "sexo". Pero, amaba a mi madre, fui
pordiosera, pero no soporté la pobreza. ¡Me gusta el
"sexo"!, eso es todo.

María Flor es bella, está
llorando.

—Yo tengo vergüenza de mí. Soy
"toplera".

—¿Qué?

María, que es evangélica, tiene pavor.
Murió Esteban y Josué está en la
cárcel.

El carpintero guarda silencio.

ACTO 3

NEVADO SOLIMANA: Me estoy cansando de tanto
trabajar, deberíamos dedicarnos a la vagancia, esto de
barrer y de barrer ya me tiene harto, estos madrileños, no
somos esclavos. ¡Dios!, no me subieron el sueldo, me
quedaré de barrendero toda la vida, ¡no!, me caso
con una "prostituta" rusa que conocí, me gasté todo
el dinero.

Nevado Coropuna: ¿Qué?

La liviandad de los pensamientos, la liviandad del
lev motiv, la liviandad de las acciones humanas, la liviandad de
los secretos divinos, ¿qué será de
mí?, ¿que fui crucificado?

Nevado Solimana: Me agradó, es,
es… fue tremendamente exquisito.

Nevado Ampato: No tendremos dinero para pagar
el arriendo del departamento. ¿Qué has
hecho?

—Nada, nada, nada.

Los Nevado ríen.

LA SONRISA de Mariela era hermosísima, de una
pureza tremenda, tuvimos que sacar dinero de nuestros ahorro, los
Nevado gastaron todo. ¿En qué?, no sabemos.
Mollendo los reprendió, eran peruanos, nuestros
hermanos.

Tomé de la mano a Mariela, la invité a la
plaza Tirso de Molina, nos fuimos caminando. Era domingo, nadie
había, me sorprendí. Me recosté. Mariela
llevaba su pandero. Tenía deseos de danzar, pero, yo le
indiqué que más tarde podríamos danzar,
"¿danzar tú?", me reí, hablaba en doble
sentido. Quise besar a Mariela pero ella era muy recatada en
público, me dio un beso en la mejilla: la vida era tan
bella en la plaza Tirso de Molina, era bastante tarde, quise
improvisar un poema pero, no pude, no andaba trayendo el libro de
Pepe Casa de Castro, a Mariela no le importó. "¿Te
casarías conmigo?", le pregunté. Mariela
entristeció.

La vida es de belleza, la vida es de hermosura, la vida
es de beatitud, la vida es de hermandad, la vida es de "raza
humana", pero pura, la vida es de cristiandad, la vida de besos
en la piel, la vida es de trabajar honradamente, la vida es de
comer pan.

Mariela no soportó más:

—Te amo, Francisco, te amo, pero no quiero hacerte
dañoTengo un secreto que me carcome el
alma

—¿Qué te sucede, Mariela?

—Nada.

La vida era de primoroso ardor, la vida nos
sostenía a empellones por las noches, la vida era Mariela
Ruiz, la vida era su "vida". ¿Qué hacer?,
¿de qué modo vivir?

Yo estaba tranquilo pero quería amar, casarme,
tener familia, hijos tal vez, regresar a Chile y terminar mi
profesión, pero Mariela era millonaria y yo muy pobre,
¿los padres me aceptarían?

Tuve miedo por mí.

—¿Cuánto tiempo llevamos
vagabundeando? —pregunté a Mariela.

—No lo recuerdo. Sólo sé que, tengo
dieciséis.

Reímos.

—Yo te conocí con dieciséis.
¿Recuerdas dónde?

—Sí, sí, lo recuerdo pero
callaré…

Mariela me abrazó y nos besamos.

La vida era tan diáfana, la vida era segregar
saliva y besarse a escondidas, la vida era tenacidad, la vida era
caminar a casa, la vida era dormir, la vida era trabajar, la vida
era conocer Madrid, la vida era viajar. ¿De qué
modo podría yo vivir?

—¡Danza!

Mariela danzó para mí.

Uribe,
Crucificado

Infierno

ESTOY POSTRADO, unos ángeles, al morir, me han
llevado por catacumbas. Juicio hubo: "¡adúltero"!,
me gritaron tres "Ángeles de Fuego". Me clavaron a la
cruz, en la roca viva. Aúllo de dolor por la
eternidad.

Mi primera locura fue por hechicero, ignoraba que
jugar con péndulos era pecado aborrecible, un demonio del
pescuezo me agarró, hice misa satánica, sin
saberlo, me "masturbé" con papel de Biblia, sin darme
cuenta, estaba completamente enajenado, un crucifijo, obsequio de
la folclorista, Raquel Barros Aldunate, mi directora de Cultura,
fue enterrado en mi "ano", por la escusado lo lancé,
tiré el tirabuzón, el papelero del sanitario en mi
rostro, después me bañé, mi ex mujer,
Sofía de la Luz Gómez Aravena, dormía, la
casa es un dúplex, en Zapadores, remodelación Santa
Mónica, comuna de Recoleta. Escribí un libro
satánico dictado por el demonio. Me desnudé
completamente, ya era otro día, llegaron los carabineros,
me dio rabia, "¿por qué has llamado a los pacos?",
dije a Sofía, subí al segundo piso, me
vestí, "engrupí" a los pacos, me fui al trabajo,
enloquecí, al llegar a casa, Sofía estaba aterrada,
rompí sus ropas y le dije porquerías que
había hecho, esto sí que no lo cuento, ¡no!,
¡no me obliguen!, me "masturbé" con las bragas de
una de sus hijas que era muy bella, en dos oportunidades,
¡no me obliguen que estoy clavado a la cruz, ¡no
estaba loco aún!, ¡no estaba loco! Me llevaron a un
sanatorio, me encerré en el baño, mi padre estaba
allí, afuera y mi madre. Abrí, había dos
"mastodontes" que conducían una ambulancia, estaba
completamente enajenado. Raudos por avenida Recoleta. Al llegar,
me trencé a golpes con los "muchachos", pero aquello no lo
recuerdo, eran fuertísimos, al salir de la casa de
Sofía grité: "¡te amo!, me habían
puesto una pistola en la cabeza. No recuerdo mucho, una mesa de
ping pon. Una camisa de fuerza me colocaron pero yo me la
desaté: mano derecha, mano izquierda, la enfermera, que
era muy mayor, se asustó, le hice el signo de que
quería solamente dormir; al amanecer llegó el
doctor Rojas, cubano, psiquiatra, cobraba una fortuna, mi padre
dijo: "prefiero verlo muerto antes de loco". El doctor estudio en
la Universidad de Chile.

—Eres bipolar.

Me explicó.

—¿Bipolar?

Me dio un remedio llamado zyprexaolanzapina, que
mata personas y genera obesidad. Durante dos años las
consumí. Me declararon bipolar por más de cinco
años, laboratorios "Lilly", importado y distribuido por
laboratorios "Recalcine", avenida Carrascal 5650, Santiago de
Chile; "Lilly", Ginebra, Suiza.

Yo estudié el tema en Internet: "un bipolar
es…"

Me di cuenta de que no era bipolar, pero todos los
médicos me lo indicaban, hasta una doctora me dijo: "con
sólo observar tu rostro sé qué tipo de
bipolar eres". Un bipolar tiene que ser al menos depresivo y la
bipolaridad se demora diez años en descubrirse, la
mayoría de los bipolares se suicidan y tienen una
desaforada actitud "sexual". El zyprexa era costoso, el
estipendio de bibliotecario que yo recibía, ¿no
sé cómo mis padres costearon el medicamento?, el
doctor Rojas cobraba una barbaridad, tenía su
número de celular, si me sentía mal lo llamaba,
además sufría de "crisis de pánico". Me
cambiaron el medicamento, otra psiquiatra, en un instituto de
psiquiatría particular en frente de la "Posta Central de
Santiago de Chile", tuve psicóloga, no quiero hablar de
las psicólogas, las encuentro bellísimas,
¡las encontraba!, ¡las encontraba!, si estoy clavado
a la cruz.

Me dieron Respiradora de 3 miligramos, dormía
como un oso, con el tiempo fui disminuyendo la dosis, hasta 0 75,
tomé mate y enloquecí, al psiquiátrico de
avenida la Paz caí loco nuevamente: Instituto
Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak, me declararon
bipolar también, año 2010, me dieron litio, me
destrozaron la tiroides, estaba obeso, con los
triglicéridos en 500. Me escapé del
psiquiátrico tres veces, llegué al aeropuerto
internacional de Santiago de Chile en taxis y a pie descalzo,
¡no pagué el taxis!, ¡no pagué!
Después me fui a Plaza Italia, pensaba que los rusos me
llevarían a Barcelona, abría las puertas de los
autos en la madrugada, bajé al subterráneo, en
Santiago se le llama "metro", me di cuenta de que se me
acercó un guardia de seguridad, me llevaron donde unos
carabineros, la carabinera se reía mucho, era bastante
guapo, sobre todos mis ojos, la tercera vez llegué en
taxis, a la casa de mi ex suegra, en Recoleta, recé y
recé, llegaros los carabineros y se marcharon, recé
y recé sin detenerme.

Al fin, me conectaron electrodos y se dieron cuenta
de que no era bipolar: fui epiléptico sicótico toda
mi vida, me drogaban pero pude vivir. Qué injusticia, esto
de estar clavado a la cruz.

Tuve visiones extrañísimas,
olía la mierda de Satanás, le escuchaba
reírse de mí, monstruos de la antigüedad,
satánicos, soldados nazis me atacaban y, al manicomio.
Nadie me visitaba, sólo mi familia, qué terror, en
el año 2012 caí dos veces más por culpa de
un psiquíatra que me quitó la Respiridona, le
indiqué, "usted me mandará al manicomio", tal fue,
le indiqué cuatro veces, no hizo caso, era Dios o se
creía. Espero que también esté en la
cruz.

El 2013 caí una vez.

Agonicé. No podía moverme. Agonizaba
con tan sólo 45 años de edad. ¿Qué me
habrá sucedido? Lo ignoro.

En el primer psiquiátrico, recé el
Padre nuestro pero satánico, fue horrible la experiencia,
pedí perdón a Dios por todos mis pecados, me
colgué una gargantilla con una cruz y una estrella de
David, de nada me sirvió, ¡me clavaron a la cruz!,
¡me clavaron!

De pronto vienen ángeles y rezan: de la cruz, no
hay salvación, hay que vivir de este modo nada más.
De cuello clavado, en plena garganta, de muñecas, de
caderas y de pies. Duele horrendamente, escucho los aullidos, son
imprecaciones a Dios, yo amo a Dios, intenté no pecar
pero, no pude, "¡la lívido!, ¡la
lívido!", grito.

Mucho asco hubo en mi vida, pero fui un buen padre,
abandoné a todos mis hijos, pero no económicamente,
los amé pero, ellos están en…
¿dónde estarán? Recuerdo un poema, fui poeta
pero no satánico, ¡te odio, Satanás!,
¡te odio!

—No hay que odiar —dice un
ángel—, hay que amar.

Recité un poema al ángel…
¿Piedad?, ¿tendrán piedad
conmigo…?

EL PEREGRINO

Un cabello de mi barba puede extender

el mundo.

Me someto a fuerzas
incontrolables.

Retengo este brote de angustia que
adorna

mi rostro.

Mauricio Uribe somete su cuerpo

a laberintos.

Retozan los peces para que yo
exista.

El peregrino desnuda su
túnica.

Me acerco y beso sus pies.

Brotan yerbas silvestres

para que su cabeza aprisione mis
labios.

Sendos clavos rasgan la piel.

Me observo en su iris

y comprendo el significado

de estas palabras.

Un cabello de su barba es el
universo.

La paz duradera es el rostro del
hermano.

Le hago pasar a mi
habitación.

Estoy desnudo.

Mi casa es un libro de páginas
fantasmales.

Me conmuevo porque su piel

es transparente.

Sus manos salpican follajes de
antiguos

mundos.

Me sumerjo en su corazón

para saciar esta sed de tiempo.

Cristo desnuda su túnica

para que pueda contemplar el
mundo.

Me estremezco

pues sólo veo

una casa de páginas
fantasmales.

EL ÁNGEL me mira emocionado.

—¿Por qué te condenaron?

—¡Por degenerado!, ¡por
degenerado!

—No creo. ¿Renegaste de Dios?

—Le seguí hasta la muerte.

—¿Qué sucedió
entonces?

—¡Me violaron!, ¡me
violaron!

—¿Quién?

—¡No!, no quiero recordar, ¡sacadme de
aquí, que quiero olvidar…!

—No podrás olvidar jamás…
¿Pecaste mucho?

—Sí, sí, pero me arrepentí en
vida, sólo fui adúltero, infiel a dos mujer, las
que me dieron hijos, ¡cuatro!, daba todo mi dinero,
absolutamente todo ¡y me clavaron!, ¡qué
injusto es Dios!

—Tú tienes secretos, eso es
todo.

—Habla y te desclavo.

Hubo silencio entre ambos.

—¿Quieres otro poema?

—¿Quiero que me digas la verdad?

—¿Quién?

—No puedo decírtelo.

—¡Dímelo por favor!,
¡dímelo!

—Te leeré un poema, con eso basta, no
quiero hablar, merezco el castigo, escucha, escucha, que duele
horrores y yo no impreco, no impreco, amo a
Dios…

El ángel me mira y escucha.

—…SABIDURÍA DE NOCHE DE
DIOS

"Todos duermen aconteciendo en la
vida,

Todos son mis hermanos, hasta el
merodeador.

Yo he incinerado las cosas para vivir
en Dios,

Porque soy su hijo. Todos somos hijos
de Dios.

Pero, yo he renunciado a la vida
material.

No tengo auto.
Quisiera.

No conduciré.

Mi mente está en catalepsia
pensando en las estrellas.

Yo bogaré en vos, Padre
mío, porque soy un ángel.

Voy con mis zapatos sin
calcetines

Caminando bajo el sol.

Dadme de beber porque tengo hambre de
vos.

Yo deseo dormir a conciencia de la vida
misma.

Periclitando o envolviéndome en
el hado.

Soy magnífico porque Cristo
está en mí.

"Hermano, vos sois mi sabiduría.
Mi todo".

Me refugio en el alma ancestral. Me
refugio en el antro de la vida.

Seré pedernal. Seré poeta
hasta morir.

Adiós. Me despido de vos,
ancestro mío".

—Intentaré desclavarte, ¿tienes que
decirme quién te violó?

—¡Una degenerada!, ¡una degenerada!,
cuando yo tenía diez años, ella cinco años,
me arrodillé clamando a Dios pero, no pude resistir, eso
es violación consentida, no daré nombres porque me
da asco…

—¿Quién más?
—interrumpe el ángel de mirada amorosa.

—¡"Satanás"!,
¡"Satanás"! No quiero indicarte lo que hice, es
aborrecible.

—¿Y?

—Me violó un degenerado, un
poeta.

—¿Nombre?

—¡No!, ¡jamás!

—Si me lo indicas, te saco de la cruz. Te llevo al
Purgatorio, donde tu amigo Alfredo Vera.

—¿Qué Alfredo?, pero si Alfredo se
quitó la vida el 2001, el once de septiembre, en la
masacre de las Torres Gemelas.

—¿Dime o te clavo más? ¡Dadle
de azotes!

Unos ángeles tremendos me azotaron durante veinte
días, en el Infierno no se pierde el conocimiento,
sangraba profusamente.

El ángel me miró dulcemente,
preguntó:

—¿Y?

—Callaré.

—Dime en silencio y sabré.

Apenas estaba vivo de tanto dolor.

Le grité el nombre, le grité.

—¡Sacadlo !, ¡sacadlo de la
cruz…!

Agradecí al ángel.

—Fueron violaciones "consentidas", no quise ser
adúltero, no quise.

Escuché un murmullo extraño y me
dormí.

Estaba muerto, ahora realmente muerto.

—¿NO ESTABAS en el Infierno…,
maestro?

Alfredo se sorprende, nos cambian a una
habitación con tres literas.

Estoy adormecido.

—Tengo los estigmas —dije.

—¿Quién eres? —pregunta un
muchacho.

—Soy Uribe.

—¿No me recuerdas?, nos conocimos en el
psiquiátrico, el once de septiembre del 2001, soy
Francisco.

—Ah, sí, el esquizofrénico de
avenida Dorsal, el amante de jazz.

Nos contemplamos.

—¿Qué sucede?, ¿dónde
estamos?

—En una celda, en el Purgatorio…

—Yo tengo que estar en el Paraíso
—interrumpí.

—¿Tienes los estigmas?
—preguntó Alfredo.

—No, no, estuve clavado a la cruz, en el Infierno,
no quiero recordar, ¿ya?

Alfredo murmuró:

—Tiene los estigmas, es un santo.

—Sí, sí, tiene los estigmas; del
infierno, nadie escapa; es imposible. ¡Tiene los
estigmas…! Recita un poema, Alfredo, para que
despierte.

—…AVE DE PARAÍSO

Yo canto

Porque deseo cantar

A las aves del cielo.

Amar en

Desolación.

Yo canto

Por cantar.

Ay de mí,

La vida

Es un canto.

¿Te agrada, Uribe?

—Buen poema, lárico. ¿Te agrada
Jorge Tellier todavía?

—Mucho…

La eternidad es vivir en Dios, la eternidad es vivir en
Cristo, la eternidad es vivir en agonía, la eternidad es
contemplar a Dios; Y este Dios, es de apariencia humana. Vivir en
Dios, amar a Dios, demostrarle amor, vivir, vivir en Dios, amar,
ser consecuentes, pedir perdón por nuestros pecados, sin
embargo, Dios no perdona, hay que sufrir por el perdón,
¡sufrir!

Alfredo se diluye en mi mente, le contemplo, no tengo
fuerza, estoy atrapado, me miró las manos y, realmente
tengo los estigmas. ¿Qué habrá
sucedido?

—¿Cómo te llamas? —dije,
contemplando a un ser espiritual que entró en la
habitación—, yo a ti te conozco.

—Maestro, soy Uriel, perdonadme…

—¿Arcángel?

—Sí, venid, quiero hablar con
vos.

—No puedo, no puedo, los estigmas.

—Si queréis ascender al Paraíso,
ayudad a estos dos a encontrar a Dios. Vos podéis. Alfredo
se quitó la vida y Francisco enloqueció, ayudad y
ascenderéis al Paraíso…

—¿Y ellos?

—Todos pueden ascender… ¡Tú me
conoces!

—Sí, sí, te conozco, ¿por
qué tuve una hermana degenerada y bruja?,
¿está en el Infierno?

—No puedo indicarte dónde está,
tienes los estigmas, dame un abrazo…

—No tengo fuerzas —interrumpí—,
dame un abrazo tú.

El Arcángel de Dios me abrazó.

—Venid y rezad, el maestro os
ayudará… ¡Contemplad a
Dios…!

—¿Qué tengo que hacer?

—Enseñad, eso sabéis
hacer.

—Yo puedo enseñar a Alfredo pero, y
¿a éste? —indiqué a
Francisco.

—Mostradle el camino de Dios.

—Eso haré, pero de manera desinteresada,
¡tengo sed!

—Dadle ambrosía.

Unos ángeles me ayudaron.

—Gracias.

Uriel se despidió, al cinto llevaba un hacha y
una espada de fuego, un metro noventa, pelo cortísimo y
rubio: Uriel me miró con tristeza, lloré
amargamente, Alfredo se arrodilló, Francisco se
humilló, habló incoherencias, todavía se
sentía enfermo. Alfredo habló, pero no
escuché, me desmayé, desperté de noche,
habían pasado mil años, desperté en el
Paraíso contemplando a Dios.

—Padre…

—¡Hijo!, venid y abrazadme. ¡Venid!,
todo ha concluido…

El Paraíso era bellísimo.

—¡Pedro!

—Maestro…

—¡Juan!

—Maestro…

—¡Jesús!

—Hermano, ¿dónde están mis
hijos?

—Contrólate, Mauricio, contrólate,
tus hijos están por allí.

—¿Quién eres?

—La virgen María.

—Oh, qué hermosa eres; y tan
joven.

—Duerme, mañana podremos
conversar…

Me dormí profundamente.

Plaza Tirso de
Molina

BARRÍA LAS calles, allí estaban los
ángeles "muchacha" estudiando, la más linda era
María Soledad de las Mercedes, yo estaba sucio, no me
reconocieron, tampoco me miraron, yo era un vagabundo. ¡A
barrer las calles nada más! Llevábamos un par de
meses. ¿Qué hacer?, allí estaba María
Soledad de las Mercedes, estudiando. ¿Qué hacer?,
me pregunté.

Terminada la hora laboral, me duché en el trabajo
y me cambié de ropa, fui a plaza Tirso de Molina,
hallé lo que deseaba, el olorcillo a "muchacha", de
María Soledad de las Mercedes, pero ella ya no estaba.
Qué tristeza la mía, era tan hermosa, alta, rubia,
de unos ojos penetrantes y azules. ¿Cómo no amarla?
¡Oh!, pensé en Mariela, tenía curiosidad,
tenía hambre de amar a un ángel.

—Hola…

Allí estaba María Soledad de la
Mercedes.

—Te vi trabajando y barriendo las calles, me
agradas mucho pero tienes novia, yo soy millonaria,
¿quieres acompañarme a mi casa?, vivo sola, tengo
veintitrés años ¿y tú?

—Más de veinte.

—¿Estás enfermo?

—Yo, no, no…

—¿Me acompañas?

—No, no puedo, estoy enamorado de ti.

María Soledad de las Mercedes no se
inmutó.

—No te haré daño.

—No, no puedo.

—Es sólo una invitación, no quiero
un romance, tú tienes novia y yo no tengo
novio.

—No puedo.

—Entonces tranquilo, cuídate.

María Soledad me abrazó, todo su cuerpo lo
sentí, cuerpo de atleta. Qué hermosa era,
perfecta.

—Aparentas diecisiete.

—Sí. Cuídate, te quiero mucho. Tal
vez otro día, cuando no tengas miedo.

—No, si no tengo miedo.

—¿Te llevo a tu casa?

No pude negarme.

—¿De dónde eres?

—De Chile.

—Ah, el país de Neruda. Yo soy doctora en
literatura, tengo una maestría en gramática y tres
maestrías en altas finanzas. ¿Y
tú?

—Estudiaba pedagogía y quiero ser
psicólogo, llevamos varios años vagabundeando por
América y Europa.

—¿Qué conoces de Europa?

—Eh… sólo Madrid.

—Yo conozco toda Europa. Yo vivía en un
castillo pero mis padres me echaron a la calle, me querían
obligar a estudiar ingeniería civil, no me agradan los
números, entré a la universidad a las catorce
años, trabajé de camarera, mi abuelo me
obsequió cien millones de euros, ahora soy financista y
soy dueña de una editorial, pero no tengo novio, me
agradaría tener uno que respetara mis condiciones, casarme
virgen y para toda la vida, quiero tener tres hijos, cuando
cumpla cuarenta años, cuarenta y tres y cuarenta y cinco,
estoy enamorada…

—¿De quién?
—interrumpí.

—De la vida… ¿Por qué no
vienes a mi casa?

—Bueno.

María Soledad de las Mercedes me llevó a
su casa en una todoterreno Mercedes-Benz.

—Aquí vivo yo. ¿Tienes
miedo?

—Sí.

—No te preocupes, yo no muerdo, yo no he tenido
novio, no sé besar. Tampoco me quiero quedar contigo, te
quiero mostrar mi casa y que me cuentes de tu
país.

—¿Mi país?, es muy feo.

—¿Feo? ¿Y
Valparaíso?

—No conozco Valparaíso pero he estado
allí, hay mucha pobreza en Valparaíso.

—¿Mucha?

—Sí, mucha —dije.

—Entra, no tengas miedo, no hay perros.

La casa era tremendamente hermosa, tres hectáreas
de jardín, quinientos metros la casa, más una
cocina inmensa y una biblioteca soberbia. Había más
de cuarenta pinturas de europeos jóvenes pero
famosos.

—Sí qué tienes dinero.

—Yo vivía en un castillo,
yo…

Me contó la historia de su vida, lloré
amargamente, me mostró el gimnasio.

—Me agrada levantar pesas y danzar, todos los
sábados y domingo. ¿Quieres que dance?

—¿Danzar?

—Ah, ya bueno. No estoy enamorada de ti, yo estoy
enamorada del hijo de Dios.

—¿De hijo de Dios?, qué
extraño, ¿serás monja?

—No, no, no, es un secreto.

—Me tengo que marchar.

—Yo te llevo.

—No le digas a Mariela.

—Bueno. ¿Este domingo podrías ir a
la plaza?

—Sí, sí, iré solo.

—No, no anda con Mariela.

—¿Y por qué no danzas
allí?

—Es que yo uso malla.

—¿Malla?

—Sí.

—Bueno, danza.

—Me esperas un poco, tengo que cambiarme de ropa,
no hay nana, confío en ti.

¡Dios qué espanto!, la mujer más
bella del planeta ¿danzando para mía?, tuve miedo
de morir de espanto.

Su cabello era ondulado y rubio, un metro setenta,
noventa y tres de bustos, sesenta de cintura, noventa de caderas,
delicadísima, bellísima, oh, qué muero de
amor.

Su malla era ajustadísima, no quise mirar,
danzó durante dos horas, una coreografía moderna,
quise besarle los pies, quise casarme, sí, casarme con
ella, cuando acabó, estallé en
lágrima.

—¿Y no tienes novio?

—No.

Entristecí. Pensé en Mariela. Pensé
y no pude soportar.

—Estoy enamorado pero de ti.

—No te preocupes, tengo muchos pretendientes,
estoy acostumbrada, ¡toma!, yo te paso dinero, para el
radiotaxis.

—Gracias.

—¿Te gustó el baile?

—Sí.

—¿Y la música?

—Mucho, eres perfecta y muy bella.

—Ya, olvídalo, márchate ahora, que
tengo que pensar.

María Soledad de las Mercedes me dio la mano y me
marché a casa con el corazón destrozado. No pude
mirar a Mariela durante tres semanas. Estaba enamorado, estaba
locamente enamorado.

Huzk[93]como en
jünha[94]No pude soporta la dicha
de/amar/a/escondidas/la/sonrisa/de/una/dama/aristocrática.
La vida era, de ternura, de locura, de éxtasis. Mariela me
pedía amarla pero yo no pude, "es que estoy muy cansado",
el choque/fue/terrorífico./La/ "dama"/
era/impresionantemente/dulce/como/un/caracol/que hay/que
conquistar./Fui/
solo/a/la/plaza/pero/María/soledad/de/las/Mercedes/no/asistió/nunca/más./Había/ascendido/a/los/Cielos./Era/un/ángel/"muchacha"./Fui/a/su/casa,/me
atendió/una nana.

—La "niña" se
casó…

Se rompió mi corazón.

Qwqan[95]hwlku[96]pñoñooz[97]Yo
era feliz con mi Mariela pero, María Soledad de las
Mercedes había destrozado mi espíritu, me mantuve
casto, hasta que no resistí, ¡Mariela me
violó!, yo no quería, ¡me violó!,
succionó todo mi cuerpo, pero, yo no pude besarle su
cuerpo, ¡no pude!

—¿Qué te pasa?

—Estoy enamorada de
otra…

Mariela me goleó hasta
cansarse…

—¿De quién?, ¿de
quién?

—De un ángel.

Mariela se tranquilizó.

—Ándate de mi
habitación.

Pensé en mi adorada y en su "himen" roto. Se
había casado al fin y al cabo. ¿Con quién?
Lo ignoro. Qué mujer tan bella, la más bella del
mundo. María Soledad de las Mercedes, ¡no te
olvido!

Hwhá[98]

Fui a la plaza Tirso de Molina pero la tristeza me
embargo: las "muchachas" estaban allí, Mariela estaba
enojadísima, tres meses durmiendo en el sofá, al
fin me aceptó, no hubo "sexo", no pude,
"¿qué te sucede?", me preguntó, "bueno,
¿un mes?, ¿te parece?", pasado aquel tiempo, pude
realizarme pero no olvidar: María Soledad de las Mercedes
no era real, era irreal, era…

—Maestro, léenos un poema de Pepe Casa de
Castro —dijo una "muchachita" muy hermosa.

Se esfumaba la realidad en todos sus sentidos, la
realidad era María Soledad de las Mercedes, la realidad se
descomponía de una danza tremendamente erótica,
María soledad de las Mercedes era purísima pero de
una belleza y de un erotismo sin tregua, ¡no pude
soportar!, ¡no pude!

—…Mariela, ya no te amo, ya
no…

ALMORZANDO EN CASA

Mollendo Cocina

—ES BUENO estar en casa —dijo
Mariela.

Olor a pescado y a arroz, olor a comida casera, era
día sábado, Mariela no danzó, estaba
deprimida, de los Nevado nada sabían, pero sospechaban,
"¿por qué duermes en el sofá?", "no, por
nada", respondí.

—Es bueno comer en casa —replicó
Mollendo—, a lavarse la manos.

Los Nevado no eran muy elegantes, Mariela
elegantísima. Tocaron a la puerta. Abrí, oh,
sorpresa, era Pepe Casa de Castro.

—¿Y tu mujer?

—¿Quién?

—¿Cecilia?

—Me separé…

Me sorprendí.

—Vivo con otra mujer pero tiene un "amante", todos
los sábados ella…

Pepe Casa de Castro lloró.

—Es canadiense.

Mariela se sintió conmovida, no había
más comida.

—¿Almorzaste? —preguntó
Mollendo.

—Perdí el trabajo, ahora barro las calles
de nuevo, mis hijas murieron; Y descubrí…Y mi
mujer, bueno, mi amante, vende pornografía
a…

Contó con los ojos llenos de
lágrimas.

—Ya no quiero vivir más esta agonía,
me vengo a despedir. Pepe sacó un revólver y se
quitó la vida.

La sangre salpicó a Mariela, Horrorizada,
aulló.

—¡Llamen a la policía!, ¡llamen
a la policía! —grité yo.

Los paramédicos nada pudieron hacer.

El funeral fue muy sencillo, Cecilia no asistió,
Cecilia también se había suicidado. Se
ahorcó. Se había convertido en prostituta.
Qué pena por Cecilia Torres. Asesina, drogadicta pero fue
una gran madre y amante esposa. La canadiense volvió a su
patria, se sintió muy mal con la muerte de Pepe. Hubo
investigación. Francisco tuvo que declarar, cómo
eran ilegales, los echaron del departamento. Llevaban sólo
un año en Madrid, se escondieron en casas de
madrileños honestos, no tuvieron trabajo ya, miseria
vivieron.

—¿De qué comeremos?
—preguntó Mollendo, que dormían en un
sótano de un curita africano.

—Hay que gastarse los recursos. No podremos salir
por un año.

—Oh, qué espanto, aquí es
completamente insalubre. No tendremos intimidad
—dije.

Mariela quería "sexo". Pero,
¿dónde?, y ¿cómo?

—¿Me perdonas, Mariela?
—dije.

—¿De quién te enamoraste?

—No, no de nadie.

—¿Y por qué nos has querido
acariciarme?

—Encerrémonos en el baño.

—Es insalubre.

—¡Vamos!, hay una ducha.

—¿Una ducha?, ah, qué
bien.

Nos amamos intensamente, fue vergonzoso pero nos
amamos.

Mariela se tranquilizó.

—¿Eres virgen? —me
preguntó.

Obvié lo acaecido en el Amazonas.

—Sí, somos vírgenes.

—Qué lástima por Pepe, ¿eran
amigos?

—No, amigos no, pero…

Lo que no sabían los vagabundos, es que, Pepe
agonizó durante un mes pero la bala no le asesinó.
Pepe fue llevado a Barcelona; y se pudo recuperar del horror de
contemplarse en Internet. Encontró trabajo de profesor y
viajó a Chile becado por la Fundación Neruda. Pero,
esto, ni Mariela lo supo ni yo.

—¿Qué habrá sucedido con Pepe
Casa de Castro? —preguntó Mollendo.

Mariela no quiso contar.

—La droga, supongo —dije,
melancólico.

—Francisco, tenemos que huir, hay que marchar a
Francia.

—No hay dinero.

—Caminemos. ¿Tienes el
lustrín?

—No, no tengo el lustrín, quedó en
el departamento, construye uno, y lustra zapatos, Mariela danza y
nos vamos caminando hasta París, allí nos
irá mejor, la policía nos puede meter
presos.

—Quedémonos unos meses aquí, un
año, y después marchamos, ¿les
parece?

—¿Un año en este sótano?, es
mucho…

—El curita nos pude albergar —dijo
Mariela.

—No vayas a quedar embarazada —dijo
Ampato.

—No, no, yo soy virgen.

—Confiamos en ti, Mariela.

—No se preocupen, sé cuidarme, me
casaré virgen, pero en Santiago de Chile. Hay que
quedarse, aquí, escondidos, no podemos…

Interrumpí la conversación con un
monólogo.

El curita nos reprendió, nos dio
comida.

—Cuídense y crean en Dios
—dijo.

—Hacía mucho calor.

—¿Hay ducha?

—Sí, sí hay ducha.

—Hay que bañarse entonces.

—Cocina algo, Mollendo.

—No podemos cocinar nada aquí,
podríamos morir asfixiados.

—Cocina, no te preocupes —dijo
Ampato.

—No, me niego, es completamente
imposible.

—Pero, hay una cocina.

—No tiene gas.

—Ah, qué pena…

La claustrofobia fue tremenda y el olor nauseabundo,
dormíamos en el suelo, tapados con frazadas,
escuchábamos los cantos los domingos pero teníamos
temor, ¿qué hacer?, ¡Pepe, desgraciado!,
había abandonado mi trabajo de barrendero, la Plaza Tirso
de Molina había sido abandonada, nada sabíamos del
exterior.

Pasaron los meses y la vida se hizo insoportable, ya no
había intimidad con Mariela, nos fuimos distanciando,
tampoco danzaba, no había oxígeno, había
agua, eso sí, pero agua helada, el invierno fue cruel,
cumplido un año, abandonamos Madrid en las peores
condiciones, ¡escapamos!, París nos esperaba, pero
¿cárcel en París?

Nos despedimos del curita, recordé los textos de
los prisioneros políticos y de los ejecutados: un
año enclaustrados, demasiado tiempo para no pensar,
¡Pepe!, ¡desgraciado!, yo pude trabajar de cuando en
cuando, pero de barrendero, el resto escondido, también
lustré botas, pero Mariela murió en vida, no
danzó, olvidó danzar, olvidó amar,
terminamos la relación, ya no hubo más caricias, al
menos en Madrid.

Quise volver a la Plaza Tirso de Molina y, allí,
estaban las "niñas" ángeles, excepto María
Soledad de las Mercedes. La "niñas" estaban muy
tristes.

—¿Qué sucedió con Pepe Casa
de Castro? —preguntó un niña.

—Se quitó la vida.

—No, no, se salvó —faltaban dos
días para marcharnos.

—Maestro…

—No Me digas, maestro, por favor
—intervine—, soy "sudaca".

Las "niñas" entristecieron.

—¿Qué desean?

—Un poema.

—Uno de despedida, ¿ya?, nos marchamos a
Francia.

—No, maestro, no te marches.

—Un poema.

Leí un poema amatorio a Dios:

—…"En el extremo oriente de la
vida

Vive Dios con sus ángeles.

Yo soy sagrado para Dios, porque soy
poeta.

Vivo amando a Dios; Y, de este amor, hay
uvas.

¿Qué será de mí cuando
muera?

Yo deseo amor, yo deseo paz, yo
deseo

Esperanza. Amar a Dios es…

Símbolo de estrellas.

Yo te amo, Padre Celestial,

Te adoro con tal fuerza

Que ya no hay vida en mí,

Sólo hay soledad.

Padre, bendíceme…"

—¿Qué hermoso?

Las "niñas" se sintieron regocijadas.

—Tengo que marchar. Denme un abrazo.

—María Soledad de la Mercedes te
dejó una carta. Aquí está.

Me sorprendí. Lloré de
impotencia.

—¿Te tienes que marchar?

—Por culpa de Pepe Casa de
Castro…

—Pero, está vivo, yo lo sé,
sobrevivió.

—No importa, hay que marchar. Llevamos dos
años en Madrid y un año, escondidos, en un
sótano, yo trabajé de barrendero,
pero…

—Sí, yo te vi —intervino un
"niña"—, no tengas vergüenza, recitas muy
hermosamente, cuídate. María Soledad de las
Mercedes ya no está en España, se fue a Chile, se
enamoró de un chileno.

Un dardo tremendo se contrajo en mi
corazón.

"Fue hermoso conocerte, Francisco, pero, yo me
enamoré; Y soy de un solo hombre. Tú tienes novia,
te invité a mi casa por curiosidad, no quise hacerte
daño. Te admiro. Voy a tu país a casarme,
cuídate…"

Leí la carta, emocionado. La "niñas"
rieron.

—¿Qué sucede?

—Nada. ¿Y Mariela?

—Nuestra relación, parece, está por
culminar.

—¿Ella es virgen?

—Sí, es virgen —respondí sin
tapujos.

—Yo podría ser tu novia pero no soy
millonaria. ¿Qué hacer, Francisco? —la
"niña" era bellísima.

—¿Quieres darme un beso?

—Sí.

Nos besamos apasionadamente.

—¿Cómo te llamas?

—No, es sólo un beso, yo tengo novio y no
soy virgen, cuídate y que te vaya bien en
Francia.

La "muchacha" se echó a llorar.

Me despedí.

—Adiós.

Nos abrazamos, todas las "niñas"
lloraron.

—Adiós, Francisco, adiós, saludos a
Mariela.

La separación fue atroz. Pero tuve que marcharme.
Había dinero. Cómo trabajé a escondidas de
barrendero, había dinero. Nos marchamos en tren,
también caminado, nos marchamos, eso es todo.

Atrás quedó Madrid y María Soledad
de las Mercedes, oh, qué enamoramiento.
¿Cómo no amarla?, ¿cómo no
desearla?

Me volví loco de amargura, estaba enamorado pero,
ya no de Mariela.

¿Qué hacer?, me
pregunté.

No hubo respuestas, sólo el llanto solitario de
un lustrabotas.

Barrio
Latino

París

EL PANTHÉON, rue Clotilde, rue Clovis, rue
Descartes, rue Thouin, rue du Cardinal, rue de Boutangers,
Arènes de Lutèce: descansamos allí, nos
recostamos, Mollendo caminó por rue Lacépède
y, contemplando el atardecer, nos dormimos, había que
buscar albergue, "¡el barrio latino!", grito Nevado Ampato,
allí, podremos estar bien. Yo discrepé: "el barrio
latino es un barrio de estudiantes, andamos mal vestidos, Mariela
tendrá que danzar".

La dureza de París, la tibieza de la plaza de la
Sorbona. Descansamos y marchamos a bares de copas: Bar Chez
Georges en el barrio Saint-Germain. Mariela danzó, estaba
cansadísima, yo lustré zapatos, ganamos dinero, nos
bastó, buscamos una residencial y dormimos. De amanecida
fuimos a los restaurantes a danzar y a lustras zapatos y por la
noche iríamos a los bares de copas. Pershing Lounge con
jardín colgante. La danza fue allí, espectacular:
un pie danzando con la fuerza de la tempestad y con su pandero
tocando con sus manos, danzar para Mariela era de belleza, con
jardín colgante y hotel, qué maravilla.
Recordé avenida Dorsal y no pude resistir, lustré
zapatos y gamos mucho dinero, arrendamos unas piezas en el Barrio
Latino, cerca de la universidad. Pershing Lounge con sus jardines
colgantes, ay de mí, que belleza. Yo no comprendía
tanta hermosura, recordé a María Soledad de las
Mercedes y, en soledad, lloré. Había que danzar,
había que lustrar zapatos. Nos reunimos con los hermanos
peruanos y arrendamos, tres piezas. Bajo costo. Estábamos
en París ya, la plaza de la Sorbona era fenomenal, con un
estallido de agua y con la cópula al fondo, cuadricular.
La Ecole Normale Supérieure, la Sorbona, el Palacio de
Luxemburgo, el Jardín de Luxemburgo, el teatro de
Odeón, la biblioteca de Santa Genoveva, el instituto del
Mundo Árabe, por allí danzamos y caminamos durante
tres años.

Había allí estudiantes, de varias
nacionalidades, nos encontramos con uno peruano, que estudiaba
filosofía.

Juan Carlos Reyes era su nombre.

—Hola, ¿cómo
están?

El tipo hablaba muy bien el francés, le hablamos
en castellano.

—Somos chilenos y ellos peruano.

—Ah, yo soy de Lima.

—¿Dónde viven?

—Por allí.

—¿Les invito a mi
habitación?

—Bueno.

Nos marchamos con Juan Carlos Reyes.

La habitación era hermosa.

—Estudio filosofía. ¿Ustedes
qué hacen?

—Yo soy bailarina —dijo—,
Mariela.

—Nosotros somos obreros —respondió
Mollendo y él estudia pedagogía y quiere estudiar
psicología, estamos vagabundeando por el mundo, estuvimos
en Madrid y ahora estamos en París.

—Vamos a un bar, yo les invito.

—¿A dónde? —preguntó
Mariela.

Juan Carlos Reyes era amanerado. Pensó: Este
Francisco es bastante guapo, pero la muchacha guapísima,
podría yo, ¿seducirla?, ¿una chilena?,
qué preciosura, la embriago y…

—L"eau peine bar, es económico, hay Happy
Hour. Yo invito, yo invito. Pero, ¡a ti y a ti! —me
indicó e indicó a Mariela.

Mollendo tuvo tristeza.

—Vamos a la zona roja entonces nosotros
—dijo Ampato.

Juan Carlos reyes rió alegremente.

—¿Tienes dinero para invitarnos?

—Vamos en taxis, mis padres son empresarios del
transporte, fabrican buses en Lima, Perú.

La vida era tenacidad y dulzura, la vida era sesgar la
razón, la vida era de continuidad, la vida era de beberse
una copas y de acariciar a Mariela, ¿qué era lo que
nos sucedía?, ¿otro peruano?, pero blanco, no era
pordiosero, era estudiante de la Sorbona.

Vivir para amar, Mariela le miró intensamente, yo
me admiré, es verdad que, yo me había enamorado de
María Soledad de las Mercedes, pero, enamorada Mariela de
un ¿amanerado?

A Juan Carlos Reyes le llaman "mariposita", no por ser
gay, sino porque eras feliz y festivo, de juerga en
juerga.

—¿La zona roja?
—pregunté.

Mollendo negó pero, los Nevado ya habían
desaparecido.

—¿Y los Nevado?

Mollendo monologó:

—Son hombres al fin y al cabo, hay dinero, no te
preocupes, tendrán que bañarse, fue bueno que nos
compráramos ropa, parecíamos pordioseros, los
hombres necesitan "sexo", son mis compatriotas y aquí
hallarán "sexo", déjalos, tú tienes tu
novia, yo estoy tranquilo, yo cuido de Mariela y tú
dedícate a buscar trabajo, podrías dar clases de
castellano, aquí entre los estudiantes, eso podrías
hacer, sería hermoso, buscar "muchachas", cómo te
gustan tanto…

—A mí no me gustan las "muchachas"
—intervine—, yo estoy enamorado de
Mariela.

Juan Carlos Reyes rió.

—Vamos al bar y conversemos. ¿Quieres ir?
—indicó a Mollendo.

—No, yo buscaré trabajo.

La vida se constituía de un ir y venir entre el
sesgamiento de la razón, la vida era prolongarse y no
besarse a escondidas, la vida era vivir en París el amor
de París, recorrer los lugares históricos y sus
calles, danzando y lustrando zapatos. Éramos "ilegales",
pero jóvenes. Los Nevado había huido,
recordé un poema de Pepe Casa de Castro; en mi mente, el
poema cobró vida.

—¡Vamos! —dije—,
¡vamos!

Mariela se negó.

—Me siento mal, me duele la cabeza.

—¿Hoy no entonces?

—No, hoy no.

—Bueno, ya saben dónde vivo, ¿este
sábado?

—Sí, me parece bien, este sábado
—replicó Mariela—, pero nosotros no tenemos
dinero.

—Yo tengo un medicamento para el dolor de
cabeza.

Mariela andaba con su "periodo", se sentía
inquieta.

—No, no, regresemos a casa.

Juan Carlos Reyes se sintió muy
triste.

—Te quieres recostar en mi habitación,
cierras las ventanas y habrá oscuridad.

Mariela pensó y aceptó.

¿Qué edad tendrá esta
niña…?

—¡Vámonos de copas
nosotros!

—No puedo, es mi novia.

—Yo tengo whisky, ¿quieres
beber?

—¿Whisky?, no, no, yo no bebo.

—Yo beberé entonces.

Juan Carlos Reyes se embriagó.

LA VIDA en París era tranquila, yo lustraba botas
y zapatos, Mariela danzaba, los Nevado pedían limosna y se
la gastaban en la zona roja, con "putas". Arrendábamos
unas piezas en la zona latina, pero no importaba, la vida
tenía su tibieza. Juan Carlos Reyes se acercó a
nosotros, se disculpó, nos presentó
amigas:

—Soy Barri.

—Carolus.

—Soy Bardin de Portier.

Tres nuevos conocidos. Me agradó Carolus, era muy
bella.

—…Estos hispanos son jóvenes, no
estudian, ¿qué andarán haciendo?
—pensó Carolus—. Francisco es bastante guapo
pero… Mariela también, ¿es danzarina?, la he
visto danzar con un pandero, lo hace bien, pero, yo quiero un
novio como Francisco, sí, un novio… se lo
quitaré, lo invitaré a mi habitación y me lo
comeré a besos…

—Francisco, tengo que danzar.

—Nos vemos —respondió Bardin de
Portier.

Todos se despidieron.

—¿Quieres conocer mi habitación?
—preguntó la muchacha. Acepté.

—¿Qué estudias?

—Filosofía. Pero, solo
tú.

—No hay problema.

Carolus me dio de la mano y, llevándome a su
habitación, me conversó sobre temas variados, "la
filosofía es saber amar, es entregarse, es distenderse, es
beber vivo y embriagarse, es leer muchos libros y besar a un
desconocido, esto es la filosofía para mí", no supe
qué responder.

La habitación era muy bella.

Carolus me sirvió un vaso de vino.

—¿Quieres?

—Sí.

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