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Heka y Maat. Los egipcios y la creación



  1. La
    creación
  2. Maat
  3. El faraón y
    Maat
  4. Ofrenda de
    Maat
  5. El corazón y
    Maat
  6. El poder de
    Heka
  7. El sacerdote y
    Heka
  8. Heka y Maat
  9. Bibliografía

En los "Textos de las Pirámides", cuando se hace
referencia al momento de la creación, se nos dice que en
el principio, cuando todavía no existían el cielo
ni la tierra, cuando no había hombres, cuando ni siquiera
los dioses habían nacido, ni tampoco la muerte, ya
existía el Nun, es decir, las aguas primordiales, un
inmenso abismo acuoso que contenía, en estado inerte, el
germen de la vida.

La
creación

Atum, el espíritu divino, flotaba en las aguas
del Nun y según esos antiguos textos habría llegado
un momento en que Atum tomó conciencia de sí mismo
y deseó dar vida a todo lo que existe. Fue en ese instante
cuando la creación se inició. Se hizo la luz.
Nació el sol. Se produjo el paso de la no existencia a la
existencia. Habría de ser luego Re (el sol), en cuanto
emanación de Atum, quien propagaría la
creación utilizando tanto la magia de la palabra como la
fuerza inmensa de los signos escritos, trabajo en el que
sería auxiliado por Thot, dios del conocimiento y de la
escritura.

En los "Textos de las Pirámides" se confirma la
creencia en Atum como dios supremo de la
creación:

"¡Salve, Atum!

¡Salud a ti, que tuviste tu origen en ti
mismo!

Tú surgiste, en tu nombre, de la Alta Colina.

Tú fuiste, con tu nombre de "Aquel que viene".

Cuando tú fuiste, Atum, surgiste como una alta
colina,

Resplandecías como la piedra Ben-Ben en el templo del
Fénix en Heliópolis"

Siglos después, en los "Textos de los
Sarcófagos", encontramos referencias acerca del inmenso
poder mágico de la palabra de Re (emanación del
Demiurgo):

"La palabra tomó forma, todo era mío
cuando solo yo existía. Yo soy Re en sus primeras
apariciones, cuando brilla desde el horizonte. Yo soy el gran
dios que adoptó su propia forma, que creó su
nombre, señor de las Enéadas, aquel que no tiene
rival entre los dioses: el ayer es mío, y conozco el
mañana"

Maat

De algún modo, en las creencias egipcias, Nun
(las aguas primordiales) venía a significar el momento de
la no existencia, en tanto que la existencia, es decir, el inicio
de la creación, se habría producido cuando Atum
tomó conciencia de si mismo. Ese primer momento de la
creación, el paso de la no existencia a la existencia, el
paso del caos inicial al orden de la creación, es lo que
los textos egipcios denominan Tiempo Primero, en el que Atum
habría establecido los dos grandes principios por los que
la creación y todo lo creado habrían de regirse
desde entonces.

Esos dos principios de la creación fueron
conocidos como Maat y Heka y habrían de ser personificados
en divinidades que se distinguen por ser previas al resto de los
dioses que el Demiurgo, Atum-Re, habría de crear. Maat y
Heka, ideas que regían todo lo creado, ocupaban, de ese
modo, un lugar intermedio entre el Creador y la multitud de
divinidades que conformaban el panteón del Egipto
faraónico. Maat, de un lado, personificaría el
orden y la armonía que impregna la creación; todo
lo creado debe adaptarse a Maat, es decir, a la idea del orden
que el Creador impuso en la creación. Heka, por su parte,
hace referencia al inmenso poder mágico que Atum-Ra posee.
Ese poder es el que permite que día tras día la
creación se vaya renovando.

Una vez que el mundo fue creado, este se encontró
amenazado por grandes peligros. El propio Re (el sol),
nacía cada día pero se ocultaba luego al anochecer,
aparentemente absorbido por el abismo y pasando a quedar inmerso
en las amenazas del caos y las tinieblas. Los egipcios,
atemorizados por la diaria desaparición del sol, pensaban
que Re tenía necesidad, día tras día, de
renovar el supremo acto de la creación. Era necesario,
para vencer al caos, que la verdad, la justicia y el equilibrio
del cosmos asegurasen cada nuevo día el mantenimiento de
la creación. Esta no se concebía como algo
estático, sino que tenía un carácter
dinámico y precisaba de ser regenerada, lo que se
conseguía gracias a los poderes mágicos de dioses y
sacerdotes. Solo gracias a Maat y Heka la creación se
podía mantener en el tiempo.

Maat, que los egipcios consideraban hija de Re,
nutría de justicia y equilibrio a las divinidades que eran
objeto de culto en los santuarios egipcios. Gracias a las
virtudes de que Maat estaba investida se podía conseguir
el milagro de que la creación del mundo se repitiera, sin
cesar, hasta el infinito. De no ser así, los inmensos
peligros que acechaban al mundo triunfarían y las fuerzas
del caos, que buscaban el retorno a la no existencia que
precedió a la creación, saldrían triunfantes
sobre el Demiurgo.

El faraón
y Maat

La función más sagrada del faraón
era, precisamente, la de contribuir al establecimiento de Maat en
el mundo, evitando el imperio del caos. El universo creado tiene
una tendencia a la disgregación y al desorden que el rey
se esfuerza cada día por detener impidiendo que se
produzca el retorno al Nun, arquetipo del caos que existía
antes de la creación. Gracias a Maat todo lo que existe en
el cosmos: estrellas, fenómenos celestes, hombres,
animales… está adecuadamente armonizado y se adapta
a lo que Atum estableció en el Tiempo Primero.

Practicar Maat y hacerla respetar por todos es el deber
esencial del rey, ya que en otro caso el caos se
adueñaría del mundo. Un antiguo texto que hoy
conocemos como "El rey como sacerdote del Sol" nos habla de esa
importante función que debe cumplir el faraón: "Re
ha colocado al rey sobre la tierra de los vivientes para siempre
y eternamente, para juzgar a la humanidad y apaciguar a los
dioses, para ejecutar la justicia y aniquilar la injusticia;
él hace ofrendas divinas a los dioses, ofrendas funerarias
a los muertos transfigurados, el nombre del rey está en el
cielo igual que el de Re…"

Otra imagen del faraón como paladín de
Maat, expresada ahora en un lenguaje más cercano a los
hombres, se encuentra en las "Instrucciones para el faraón
Merikare":

"Que tú seas justificado delante de la divinidad,

que los hombres digan, incluso cuando estés
ausente,

que castigas proporcionalmente….

Cumple la justicia para permanecer en la tierra por mucho
tiempo.

Consuela al que llora, no oprimas a la viuda.

No expulses a nadie de la tierra de su padre.

Ni disminuyas las posesiones de los notables.

Evita el castigar injustamente…."

Esa necesidad de que la actuación del
faraón se adapte a Maat también afectaba a otras
grandes autoridades o personajes del reino. En las
"Máximas de Ptahhotep" se nos ofrecen interesantes
consejos que deben permitir que los hombres que actúan
como dirigentes de otros hombres sean siempre respetuosos con la
Regla Eterna:

"Si eres un guía,

encargado de dar directrices a un gran
número,

busca, para ti, toda ocasión de ser
eficiente,

de suerte que tu manera de gobernar carezca de
falta.

Grande es Maat, duradera su eficacia.

Ella no ha sido perturbada desde los tiempos de Osiris.

Se castiga a quien transgrede las leyes,

incluso si esta transgresión es hecha por uno de
corazón rapaz.

La iniquidad es capaz de apoderarse de la cantidad,

pero jamás el mal conducirá su empresa a
buen puerto.

Él (quien actúa mal) dice: adquiero para
mí mismo.

No dice: adquiero en beneficio de mi función.

Cuando llegue el fin, Maat permanecerá…"

Ofrenda de
Maat

El templo egipcio era el recinto sagrado en el que la
divinidad tenía su morada. Diariamente se llevaban a cabo
en él ceremonias y rituales a través de las cuales
las necesidades del dios eran atendidas. La finalidad de esos
ritos era propiciar la preservación del mundo.

Dentro de esos rituales destaca, sobre todo, el acto
diario de ofrenda de Maat a la divinidad. Maat, esencia del
orden, era entregada por el oficiante, que actuaba como
mandatario del faraón, a la divinidad concreta que
residía en cada templo. Gracias a esa ofrenda, que
debía ser renovada cada día, los dioses
veían como su espíritu era potenciado y se adaptaba
a las necesidades de contribuir a mantener a Maat en la
creación.

Maat, más que una divinidad, era un principio
universal que era anterior, como vimos, a los propios dioses. La
clave de Maat era que día tras día su substancia
tenía que impregnar a los espíritus de las
divinidades, para que todo pudiera mantenerse de manera armoniosa
y ordenada. De algún modo Maat vendría a ser el
alimento espiritual de los dioses, contribuyendo a que eso que
los egipcios conocían como Tiempo Primero, el primer
momento de la creación, se mantuviera
inalterable.

El mundo está amenazado continuamente por
poderosos enemigos, que buscan de manera insistente el retorno al
caos. Egipto, tierra sagrada por excelencia, conoció
momentos de descomposición y desorden en el que los
hombres llegaron a pensar que Maat había sido vencida. La
denominada "Profecía de Neferti" y otros textos similares
nos ofrecen la visión aterradora de unos tiempos en que la
justicia ha sido derrotada, la maldad impera y los templos han
sido abandonados por los hombres. En este caso se trata de los
terribles momentos del Primer Periodo Intermedio:

"¿Cómo estará pues este
país? El disco solar se velará y no brillará
más de manera que los hombres puedan ver(lo); no se
podrá vivir, pues las nubes (lo) recubrirán. Y los
hombres estarán estupefactos por el hecho de su
ausencia… Te muestro el país trastornado: lo que no
había sucedido (antes) (ahora) se ha producido. Se
cogerán las armas de combate y el país
vivirá en el desorden. Se harán flechas de bronce y
se pedirá el pan con la sangre. Se reirá con una
risa dolorosa. No se llorará ya a causa de la muerte; no
más el acostarse, ansioso, a causa de la muerte. Cada uno
no tendrá pensamientos más que para si mismo. No se
harán entonces ya ceremonias de duelo: el ánimo se
habrá desviado completamente de esto. El hombre
quedará sentado en su rincón, no teniendo
pensamientos más que para sí mismo, mientras que un
individuo estará dando muerte a otro".

Para evitar que Maat pudiera ser vencida por las fuerzas
del caos y retornaran esos momentos aterradores en que ni
siquiera el sol salía los sacerdotes hacían
diariamente la ofrenda de Maat a las divinidades. Reproducimos el
texto de una de esas ofrendas:

"Vengo hasta ti. Soy Thot y te traigo a Maat, con las
manos unidas. Maat ha venido para estar junto a ti, puesto que
ella se encuentra dondequiera que tú estés.
¡Yo te saludo! Sírvete de Maat, creador de todo
cuanto existe, creador de todo lo que es. Tú surges con
Maat, vives de Maat, unes tus miembros a los de Maat, haces que
Maat se pose sobre tu cabeza y tenga su lugar en tu frente.
Tú gozas a la vista de tu hija Maat. Llegan hasta ti los
dioses y las diosas te circundan, trayéndote a Maat. Ellos
saben que vives de Maat. Tu ojo derecho es Maat, tu ojo izquierdo
es Maat, tu carne y cada uno de tus miembros es Maat. Tú
te alimentas de Maat, tú bebes de Maat… Los dos
hemisferios de la tierra llegan hasta ti, trayéndote a
Maat, para darte toda la órbita del disco solar. Maat se
une al disco solar. Thot te entrega a Maat, con sus manos
colocadas sobre sus bellezas, delante de tu faz. Tu ka te
pertenece cuando Maat te adora y tus miembros se unen a los
suyos… Tú existes, porque Maat existe y,
recíprocamente, Maat penetra en tu cabeza y se manifiesta
ante ti, para toda la eternidad. Maat es dos veces estable,
porque ella es la Única y porque eres tú quien la
ha creado. ¡Tú solo la posees para siempre, para la
eternidad!".

El corazón
y Maat

Del mismo modo que Maat asegura el orden de todo lo
creado, el hombre debe también ajustar su existencia en la
tierra a Maat. Para la glorificación del espíritu
de la persona, una vez que ha llegado el momento de la muerte, es
necesario que durante su vida el hombre haya actuado de manera
justa, conforme a Maat, siguiendo lo que los egipcios
conocían como vía del corazón. Solamente el
hombre justificado, declarado "Justo de Voz" en el Juicio de
Osiris podrá arribar al reino de Occidente. El "Libro de
los Muertos", en su capítulo CXXV, recoge las palabras que
tendrá que pronunciar el difunto cuando se presente ante
el Tribunal que habrá de juzgar su paso por la
tierra:

"He venido a ti, te he traído a Maat.

He arrojado por ti el mal.

No he levantado la mano sobre el hombre de humilde
condición.

No he hecho llorar.

No he hecho sufrir a nadie.

No he quitado la leche de la boca de las criaturas.

No he echado al rebaño del pasturaje…"

Superado el juicio y culminado el proceso de
glorificación el espíritu del fallecido se
convertirá en un Luminoso, en un ser de Luz que
brillará en el firmamento. El hombre que fue justo en su
vida habrá sido, finalmente, divinizado,
fusionándose con la Luz que emana de Re. Los "Textos de
las Pirámides", cuya redacción es mucho más
antigua que el "Libro de los Muertos", ya nos describían
esa experiencia inigualable:

"Que yo brille como Re,

habiendo desechado todo lo que es falso.

Que, a través de mí, Maat esté
detrás de Re.

Que yo brille cada día

como quien está en el horizonte del
cielo"

El poder de
Heka

Concebida como una inmensa fuerza creadora, Heka fue
también considerada hija de Re, la emanación de
Atum, el dios sol, cuyos rayos transmiten vida y energía a
todo lo creado. Gracias a la magia de ese poder creador, que
representa la inmensa fuerza divina de Atum, el sumo creador fue
dando vida a las otras divinidades y el cosmos y el mundo se
pusieron de manifiesto. Heka, que es por tanto anterior a los
dioses, representa el vínculo mágico que une al
Demiurgo (Atum) con todo lo creado, es decir, con todo lo que
él decidió que existiera. Heka, siguiendo a Jeremy
Naydler, sería el poder creador divino que sostiene e
impregna todo lo que existe en el mundo; a través de Heka
los diferentes niveles materiales y espirituales de todo lo
creado están relacionados de manera íntima entre
sí y pueden entrar unos en otros.

En los "Textos de los Sarcófagos" encontramos
referencias acerca del inmenso poder de Heka y de su
posición intermedia entre Atum-Re y el resto de las
divinidades:

"Yo soy el que da vida a las compañías de los
dioses,

yo soy el que hizo todo lo que desea,

el padre de los dioses (…)

Todas las cosas eran mías

antes de que vosotros nacierais, ¡oh
dioses!

Vosotros vinisteis después,

¡pues yo soy Heka!"

El sacerdote y
Heka

El faraón, investido de Heka por el Creador,
debía utilizar esa energía para a través de
unos rituales determinados mantener la creación tal y como
había sido establecida en el Tiempo Primero. Ese es el
motivo de que al faraón se le denomine Señor de los
Ritos. En esa labor vital, que el rey no puede desarrollar en
persona en todos y cada uno de los templos, será
representado por los sacerdotes que, grandes en magia,
también conocen los secretos de Heka.

El sacerdote-mago, en las creencias egipcias, era una
persona que poseía conocimientos profundos, no accesibles
al común de los mortales, acerca de lo que era Heka.
Conocía como se ponía en marcha ese poder
mágico y cuando lo activaba lo hacía de un modo que
era conforme a Maat. Así, el mago egipcio cuando actuaba
lo estaba haciendo del mismo modo que lo había hecho Atum
en el momento de la creación y su poder, por tanto,
resultaba inmenso. El faraón, o el sacerdote-mago que lo
representaba, no actuaban como meros hombres sino como canales a
través de los cuales se manifestaba el poder de Heka. Se
han conservado, así, textos en los que el oficiante hace
saber a los dioses que no es él quien esta ordenando algo,
sino que es Heka quien lo hace. Veamos una inscripción de
los "Textos de las Pirámides":

"¡Oh dioses, no es el rey quien os da la
fórmula. Es Heka quien os la da. El rey recita las
fórmulas mágicas del Horus de la región de
la Luz!"

El sacerdote, en lo más profundo de su
corazón, es participe de Heka, es decir, de esa inmensa
fuerza sobrenatural que es sustento de la vida. Utilizando esa
fuerza podrá llegar a incidir, según las creencias
egipcias, sobre la propia marcha del cosmos y de nuestro mundo. A
través del conocimiento y de la práctica de Heka el
sacerdote podrá llegar a introducirse entre las propias
divinidades. Gracias al poder de Heka, la energía esencial
del universo, el mago podrá conseguir que el caos sea
vencido y que triunfe Maat.

Cuando el mago alcanza a conocer los secretos de la
magia de Heka la fuerza de ese poder llegará incluso a
impregnar su propia materia, su cuerpo. Conscientes de ello los
sacerdotes egipcios no dudarán en comer fragmentos de
textos mágicos, deseosos de que su ser absorba esos
conocimientos. Ese es el sentido que debe atribuirse al
denominado "Himno Caníbal" de los "Textos de las
Pirámides", en el que el faraón Unas es reflejando
cuando devora el Heka de las divinidades:

"Unas es un dios, el más antiguo de los Antiguos.

Le sirven millares, le hacen ofrendas centenares…

ha quebrado vértebras y espinazos,

se ha apoderado de los corazones de los
dioses.

Se ha comido la (Corona) Roja, ha engullido la Verde.

Unas se alimenta de los pulmones de los Sabios,

y queda saciado viviendo de sus corazones y su
magia…"

Heka y
Maat

Hemos podido contrastar que para los antiguos egipcios
las dos grandes ideas o principios que se encarnaban en Heka y
Maat venían a ser el soporte en el que había
reposado el acto de la Creación. Heka y Maat ya
existían en el Tiempo Primero; gracias a ellas todo fue
creado por el Demiurgo; gracias a ellas, también, la
creación se mantiene a lo largo del tiempo.

De Heka se nos ha transmitido su carácter de
fuerza divina misteriosa, de potencia inimaginable, a la que el
sacerdote egipcio, después de años de
iniciación, podía acceder. Gracias a Maat, por su
parte, el equilibrio de la creación se iba renovando
día tras día. Los egipcios tenían la
creencia firme de que si en algún momento del tiempo esas
dos misteriosas potencias resultaban vencidas todo
volvería a ser como era antes de la creación, es
decir, todo retornaría al Nun, al caos inicial.

El Creador, Atum-Re, en el Tiempo Primero,
estableció como quería que fuese todo lo creado.
Para el mantenimiento de ese equilibrio de la creación y
del cosmos nada debe ser variado. Las fuerzas del caos, siempre
están amenazantes. Todas las noches, cuando la barca de Re
recorre el mundo subterráneo, la serpiente Apopis ataca al
dios sol pretendiendo conseguir que no se produzca, con la
mañana, el nuevo amanecer. La inmensa labor del
sacerdote-mago egipcio, del hombre, en suma, es la de luchar
contra los enemigos de la creación, para lo que debe
utilizar el poder mágico de Heka y actuar de acuerdo con
la Regla de Maat.

Esa es la gran función del hombre en el cosmos;
con sus ritos y sus plegarias el sacerdote egipcio debía
ayudar a que cada nuevo día el acto de la creación
pudiera ser renovado y el sol saliera de nuevo. Gracias a la
sabia utilización de Heka y de Maat el hombre
contribuía a que la amenaza que el caos supone no llegase
jamás a triunfar.

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Autor:

Ildefonso Robledo Casanova

 

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