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Influencia de la Globalización en el Crecimiento Económico del África Subsahariana




Enviado por Pablo Turmero



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. El proceso de
    globalización: antecedentes
    históricos
  3. Globalización y
    crecimiento
  4. La influencia de la
    globalización en el crecimiento económico del
    África Subsahariana
  5. Marco
    teórico y resultados
  6. Conclusiones
  7. Bibliografía

Introducción

La globalización y sus efectos se
han convertido, en las últimas décadas, en objeto
de debate cada vez más frecuente. Este creciente
interés viene motivado, en gran parte, por la
extensión de los movimientos surgidos en su contra. Es, en
este marco, en el que surge este artículo, tratar de
clarificarla relación existente entre la
globalización y el crecimiento de la economía.
Estudio que resulta tanto más interesante si se hace
referencia a las zonas más subdesarrolladas y deprimidas
del planeta, que, tal y como se plantea el debate, serían
las más afectadas por este proceso. Así, para los
autores que abogan por la globalización, los países
en desarrollo tienen la oportunidad de sumarse al proceso de
integración y acelerar su ritmo de crecimiento. Por el
contrario, los detractores de este proceso ven en él,
precisamente, la causa de dicha pobreza y sólo encuentran
una salida razonable en la redefinición de las reglas de
juego existentes entre países.

Todos los indicadores económicos definen el
África Subsahariana como una de las áreas
más desfavorecidas del planeta. Elevadas tasas de
mortalidad, baja esperanza de vida y reducida renta per
cápita, que justifican, en mayor medida, su estudio. Sin
embargo, es, precisamente, una de las zonas donde menores
aplicaciones teóricas existen en la literatura
económica. La justificación de esta falta de
material explicativo está, de un lado, en las
características singulares de la región, que la
diferencian del resto de continente, dificultando enormemente la
aplicación de modelos convencionales de crecimiento. De
otro, y motivado en gran parte por esta "idiosincrasia" africana,
en el alejamiento de las corrientes económico-sociales
mundiales, que restan poder explicativo a muchas de las variables
más relevantes en los países más
desarrollados. A lo largo de este artículo se va a tratar
de salvar estas dificultades y observar la influencia de las
corrientes de integración, definidas a nivel mundial, en
el crecimiento económico de los distintos países
del África Subsahariana.

La dimensión del proceso de globalización
es, en todo caso, tan amplia y compleja, que su análisis
requiere un enfoque multidisciplinar, que excede, en mucho, el
puramente económico. Por ello, se delimita el proceso de
globalización a la integración económica en
el mercado de bienes y servicios; aspecto más visible y,
en mayor medida, cuantificable. Esta definición,
más operativa, permite identificar sus
características y hace factible abordar el problema desde
un punto de vista teórico.

Como todo proceso económico, la
globalización tiene unos antecedentes y una
evolución a lo largo del tiempo, por lo que, en primer
lugar, se ha tratado de adquirir cierta perspectiva
histórica, que marque las pautas que la caracterizan y
fije un contexto en el que desarrollar el modelo
empírico.

En segundo lugar, se ha establecido un soporte
teórico que permita analizar el problema con cierto rigor.
Dado que no se puede utilizar uno propio, al apenas existir
modelos económicos específicamente desarrollados
para explicar la situación del África Subsahariana,
se utilizan los trabajos realizados en base a la experiencia de
otros países. En este sentido, interesa definir ciertas
pautas en su evolución para ver su posible
reproducción en el área de interés. Para
ello, se analizan las distintas corrientes que han tratado de
relacionar la integración con el crecimiento
económico, desde las ideas pioneras hasta las aportaciones
más recientes a la teoría del
crecimiento.

La evolución del pensamiento económico
parece evidenciar que la apertura exterior a los intercambios
internacionales de un país determinado tiene efectos
positivos sobre su nivel de desarrollo, especialmente si es
acompañada de una modificación en las pautas de
gestión macroeconómica (firme política
cambiaria, monetaria y de déficit público) y en las
reglas de juego (definición de los derechos de propiedad,
establecimiento de democracia, eliminación de la
corrupción). En este sentido, se considera que la
globalización podría ser, precisamente, la fuerza
motor que reclamase este cambio.

En tercer lugar, es necesario conocer la región
objeto de estudio. Para ello, y de forma sintética, se
describen los factores idiosincrásicos del África
Subsahariana. En este sentido, la literatura existente no es
excesivamente prolija, y, mayormente, tiene carácter
descriptivo. Existen algunos estudios de países concretos,
pero precisamente por este carácter puntual, no se
ciñen al objetivo perseguido.

Por último, y a nivel empírico, se estima
un modelo de crecimiento endógeno con datos de panel, para
una muestra de 23 países del África Subsahariana
durante el periodo 1970-1979. De esta forma, se explica el
crecimiento de la renta per cápita a través del
incremento de la población, la tasa de fertilidad y la
acumulación de capital físico y humano (reflejado a
través de la participación de la formación
bruta de capital en el PIB y la escolarización en
enseñanza secundaria). Se incluyen, asimismo, determinadas
variables relacionadas con la apertura exterior de los mercados
(exportaciones e importaciones sobre el PIB, apertura exterior,
crecimiento de la apertura exterior e índice de libertad
económica).

Los datos parecen mostrar que la renta per cápita
se ve afectada positivamente por la acumulación de capital
físico y capital humano y, de forma negativa, por el
crecimiento de la población. Se observa, asimismo, que la
integración en el mercado de bienes y servicios, reflejado
a través del crecimiento de la apertura a los mercados
(medida como cociente entre las exportaciones e importaciones
sobre el PIB) influye de forma positiva sobre la variable objeto
de estudio. En principio, cuanto más se integre una
economía en el mercado global, mayor será su renta
per cápita. El índice de libertad económica,
que refleja, aparte de la libertad en el intercambio
internacional, otros factores institucionales, como el
tamaño del gobierno, la estructura de la economía y
las políticas económicas, influye, asimismo, de
forma positiva sobre el crecimiento. Por último, la
latitud, que mide la lejanía a los principales
núcleos de desarrollo, influye de forma negativa en la
renta per cápita, reflejando el hecho de que la
imposibilidad de comerciar con terceros países
desarrollados repercute negativamente en el crecimiento de una
región.

El proceso de
globalización: antecedentes
históricos

A pesar del énfasis realizado por muchos
economistas y sociólogos en el fenómeno de la
globalización en las dos últimas décadas,
muchas de sus características no son exclusivas de este
último periodo, sino que están presentes en otras
épocas. De hecho, su inicio puede enmarcarse en la primera
mitad del siglo XIX. A partir de este momento, se produce una
intensificación de los flujos comerciales, de servicios,
de inversiones y de personas entre distintos países, que
continuará, de forma ininterrumpida hasta inicios del
siglo actual. La causa de estos flujos ha sido, en unos casos, el
desarrollo de los transportes y telecomunicaciones; en otros, la
opción de determinados países por la apertura de
sus fronteras a estos flujos y la paralela liberalización
de sus mercados internos.

Se pueden distinguir, en todo caso, ciertas etapas
dentro de este proceso. En primer lugar, un periodo inicial, que
media entre 1820-1914, y se caracteriza por la revolución
en los medios de transporte, la migración masiva de
trabajadores y el desmantelamiento de la protección
comercial. Como consecuencia, se acortan fuertemente los tiempos
de desplazamiento de bienes y factores productivos y se
incrementan fuertemente sus flujos entre países. La
siguiente etapa arranca en 1950 y finaliza en la década de
los 80 y, a diferencia de la anterior, son, en mayor medida, los
factores políticos los que propician el incremento en el
intercambio de bienes. De esta forma, se producen numerosos
acuerdos de apertura comercial en el marco del GATT y otros
organismos multilaterales. La intensificación de las
relaciones comerciales se produce, fundamentalmente, entre
Europa, Norteamérica y Japón, quedando excluidos
terceros países menos desarrollados. Si en la etapa
anterior la dotación de factores resultaba determinante de
la posición comercial internacional, en este periodo
adquieren relevancia otros factores como las economías de
escala y aglomeración.

El último periodo, que alcanza nuestros
días, es quizás el que presenta, de forma
más singular, las características del proceso de
globalización. El avance tecnológico en transportes
y, sobre todo, en telecomunicaciones es mucho más intenso
que en los periodos anteriores, permitiendo gestionar y controlar
canales de oferta dispersos geográficamente. Numerosos
países, y no sólo los pertenecientes a la OCDE, se
suman al movimiento globalizador, mejorando su clima inversor,
abriéndose al comercio y a la inversión extranjera.
Alrededor de tres mil millones de personas entran, de esta forma,
en el mercado global de manufacturas y servicios. Este proceso
supone un incremento de la convergencia entre países y una
reducción de la pobreza a gran escala. A un tiempo, cerca
de dos mil millones de personas observan una reducción de
la renta, un incremento de la pobreza y una reducción en
la participación en el comercio mundial en relación
a décadas anteriores. En su mayoría se encuentran
en países del África Subsahariana.

Resulta determinante conocer, si el empobrecimiento de
estos países, ha estado motivado por la
globalización, como preconizan los movimientos contrarios
al proceso, o por causas intrínsecas a los países
que las experimentan. En este sentido, será necesario
establecer algún tipo de relación de causalidad
entre la apertura de los países a la globalización
y el crecimiento económico.

Globalización
y crecimiento

3.1.- Complejidad analítica del
problema

Los distintos trabajos que analizan la relación
existente entre la integración a los mercados y el
crecimiento económico se han encontrado con tres problemas
básicos. El primero es conceptual, y es que, como ya se ha
señalado, la globalización es un proceso altamente
complejo, que sólo puede analizarse desde un punto de
vista multidisciplinar. En este sentido, se ha optado por definir
la globalización como apertura exterior; apertura a los
movimientos de bienes, servicios, capitales y personas. El
segundo problema se refiere a la cuantificación del
proceso. Aún optando por estudiar la apertura a los
movimientos internacionales en lugar de la globalización,
resulta difícil la medición de las distintas
políticas y, sobre todo, sus resultados, teniendo en
cuenta que otros muchos factores pueden influir sobre los mismos.
Para evitar este sesgo, se incluyen un gran número de
indicadores, de forma que la visión sea lo más
completa posible. Por último, aún simplificando la
realidad y decantándose por indicadores imperfectos a la
hora de medir políticas y resultados, se encuentra un
problema de causalidad. Y es que, en la mayor parte de los casos,
no es factible establecer una relación causa-efecto entre
la apertura exterior y el crecimiento de la renta. Este tipo de
problemas se tratan de evitar optando por una mayor variedad de
indicadores y utilizando, en algún caso, alguna variable
proxy intrínseca al país, que pudiera
reflejar su posición frente al exterior.

3.2.- Antecedentes

Los primeros antecedentes a los trabajos que relacionan
las corrientes integradoras con el crecimiento de la renta son
los de Adam Smith (1776), David Ricardo (1817) y Heckscher y
Ohlin (1919). La conclusión básica de estos modelos
es que el libre comercio actúa como motor de crecimiento
de la economía, incrementando la productividad de la
economía y conduciendo a un mejor aprovechamiento de los
recursos. Este pensamiento va a influenciar notablemente las
pautas de las políticas comerciales establecidas en el
siglo XIX e inicios del siglo XX (fundamentalmente hasta la
primera guerra mundial). La formalización y
demostración teórica de estos modelos exige, en
todo caso, una serie de supuestos altamente restrictivos, que
suponen la principal fuente de críticas. Fundamentalmente,
inmovilidad internacional de factores y movilidad plena en el
interior del país, competencia perfecta en el mercado de
bienes y de factores, libre disponibilidad de tecnología e
idénticas preferencias de los consumidores.

3.3.- Las políticas de sustitución de
importaciones

El periodo que media entre la Primera y la Segunda
Guerra Mundial supone una ruptura total con la etapa anterior,
con el cierre de las fronteras y la consiguiente
paralización del comercio internacional. La mayor parte de
los países optan por el proteccionismo como medida de
defensa de la crisis económica. La modificación del
escenario internacional tras las Guerras, junto a la posterior
independización de las colonias, hace que surja una nueva
corriente de pensamiento, la estructuralista, que defiende la
protección exterior, como elemento estimulante del
crecimiento económico. Tiene importancia decisiva en la
definición e implementación de estas
políticas, autores como Prebish (1950), que utilizan como
soporte teórico el argumento de la industria naciente.
Estos autores justifican la protección de la industria en
las etapas iniciales de desarrollo, como acicate para el
incremento de su capacidad competitiva. En caso contrario,
afirman, este sector sería incapaz de hacer frente a la
competencia internacional. El sustento empírico de estos
trabajos es la existencia de una brecha en el desarrollo
de los países más industrializados y los menos
desarrollados; brecha que es imposible de salvar dada la
desfavorable relación real de intercambio entre los
productos de una y otra parte (productos industriales
versus productos primarios). Se proponen, por tanto, una
serie de políticas encaminadas a sustituir las
importaciones, de productos manufacturados, fundamentalmente, de
forma que se estimule la producción nacional. A un tiempo,
se incentiva la exportación de productos primarios, de
forma que los fondos derivados de esta actividad financien el
proceso de industrialización.

Las políticas de sustitución de
importaciones tuvieron inicialmente relativo éxito. Los
países que las pusieron en marcha incrementaron el
output de los bienes manufacturados y el crecimiento
económico fue relativamente elevado. Si bien, a largo
plazo, se mostraron altamente ineficaces para conseguir su
propósito. Un elevado porcentaje de los bienes producidos
carecía de ventajas competitivas en el exterior, dada su
escasa incorporación de progreso tecnológico. La
mayor parte de los países adolecían de capital
humano y las restricciones impuestas para la importación
de tecnología y bienes de capital eran muy elevadas,
dificultando el proceso de innovación tecnológica.
La mayor parte de países acompañaron,
además, este tipo de medidas con fuertes controles de los
tipos de cambio, provocando fuertes distorsiones en los precios y
modificando sustancialmente el comportamiento óptimo de
los agentes.

3.4.- Apertura exterior

Hasta 1980 muchos países continuaron con las
políticas de sustitución de importaciones. Si bien,
en 1982, con la crisis de la deuda, resultaba
prácticamente insostenible su mantenimiento, especialmente
para los países pequeños. El crecimiento a largo
plazo llevó asociado, en la mayor parte de los
países que las pusieron en práctica, problemas
crónicos en la balanza de pagos y posteriores
déficits presupuestarios. Muchos países empezaron a
adoptar políticas orientadas en mayor medida hacia el
exterior, marcando una nueva pauta en las políticas
comerciales. Es sin duda la exitosa experiencia de países
como Taiwán, Singapur y Corea del Sur la que provoca el
mayor giro en la definición de políticas
comerciales.

La modificación en la puesta en la
ejecución de este tipo de políticas fue respaldada
por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y otras
instituciones multilaterales, que comienzan a exigir a los
países en desarrollo que se abran al sector exterior como
condición previa para la recepción de ayuda
financiera. El colapso del sistema comunista en Europa Central y
del Este a finales de los 80 da ímpetu a este
análisis. El mercado parece convertirse en la única
vía para alcanzar el crecimiento.

El cambio en la definición de las
políticas se ve sustentado, asimismo, por multitud de
trabajos teóricos; trabajos que tratan de contrastar la
experiencia de aquellos países que optan por la apertura
exterior, fundamentalmente países asiáticos, frente
a aquellos otros que aplicaron políticas de
sustitución de importaciones. Trabajos pioneros como los
de Little, Scitovsky y Scott (1970), Balassa (1971) y Bhagwati
(1978) trataron de captar, a través de algún tipo
de indicador, las diferencias existentes en las políticas
comerciales de unos y otros países. Posteriormente, otros
trabajos relacionaron los periodos de apertura exterior con el
crecimiento experimentado durante esos periodos. Así,
Balassa (1978), Krueger (1978) llegan a la conclusión de
que los periodos de mayor crecimiento son aquellos que coinciden
con un mayor crecimiento de las exportaciones, Nishimizu y
Robinson (1984) afirman que las políticas de
sustitución de importaciones condujeron a un menor
crecimiento de la productividad de los factores y Krueger y
Tuncer (1982) y Chen y Tang (1987) muestran que, en los periodos
de régimen comercial más restringido, el
crecimiento de la productividad fue inferior.

Los trabajos de Papageorgiou, Michaely y Choksi (1991),
Kessides (1991), Dollar (1992), Sachs y Warner (1995), Edwards
(1998) y Been-David y Loewy (2000) suponen una
profundización en la relación existente entre la
política comercial aplicada en distintos países y
su crecimiento económico, si bien la
caracterización de la misma más compleja. Se
incluyen, de esta forma, otro tipo de políticas, como las
fiscales y monetarias, así como aspectos relacionados con
el entorno económico e institucional (economías
socialistas, existencia de monopolios estatales en la
producción, prima de la moneda en el mercado negro), que
influyen, aunque quizás de forma un poco más
velada, en la definición y resultados de la
política comercial. La conclusión de estos trabajos
es similar a la de los anteriores, el hecho de cerrarse al
exterior produce profundas distorsiones en la economía que
resultan perjudiciales para el crecimiento.

De forma paralela, numerosos trabajos, como los de
Bhagwati (1982), Onis (1991), Dollar (1992), Krueger (1997) y
Rodríguez y Rodrik (1999), enfatizan el rol de la apertura
comercial en la eliminación de las distorsiones en los
precios y la búsqueda de rentas. En este sentido, en las
economías protegidas se observan unos precios más
distorsionados que en aquellas otras sometidas a la disciplina
exterior y, por tanto, mayor interferencia en la toma de
decisiones por parte de los agentes. A un tiempo, se
señala que, en economías fuertemente protegidas,
los grupos de poder (lobbys) pugnan por conseguir
empleo, licencias e incentivos a la producción, que
favorecen sus propios intereses. Dado que no es el mercado el que
marca las pautas de producción, los individuos pueden
tratar de influir en los dirigentes políticos, de forma
que resulten beneficiados por sus políticas. El resultado
es un exceso de capacidad en determinados productos, en los que
estos individuos tienen intereses, y mercado negro y contrabando,
debido a la escasez de recursos, en otros. La apertura exterior,
en este sentido, obligaría a los individuos a adaptarse a
las necesidades del mercado y alcanzar mayor eficiencia en la
producción.

Existen, por supuesto, trabajos revisionistas, como el
de Rodrik (1995), que llegan a la conclusión de que los
resultados presentados en la mayor parte de los trabajos que
relacionan la política comercial con el crecimiento
económico no son robustos a nivel estadístico, y
que no es factible demostrar su influencia positiva sobre el
crecimiento. Se afirma que la mayor parte de los países
recurren a medidas proteccionistas en épocas de crisis y
de apertura exterior en periodo de expansión, por lo que
no es posible establecer una relación de causalidad
clara.

Tratando de solucionar este problema de la causalidad,
Frankel y Romer (1999) utilizan las características
geográficas de los países como variables proxy del
comercio exterior. De esta forma, se consideran variables, en
este caso la posición geográfica, que están
fuertemente relacionadas con el comercio exterior, y
están, sin embargo, incorrelacionadas con otros
determinantes de la renta. La conclusión de su trabajo es
que el efecto de estas variables sobre el crecimiento
económico es positivo, cuantitativamente importante, y
robusto, estadísticamente.

Otra de las críticas realizadas a estos trabajos
es la subjetividad en la caracterización de países
con economías abiertas y cerradas. Así Sachs
(1987), Taylor (1991), Edwards (1993) y Panagariya y Rodrik
(1993) señalan que, en muchas de estas economías
calificadas como abiertas, existía una fuerte
intervención estatal que restringía fuertemente la
libertad de los agentes en la determinación de las pautas
del proceso productivo. Apuntan, asimismo, que la
liberalización comercial no existió como tal, sino
que predominó un fuerte control estatal en los
intercambios frente al exterior, que propició el
incremento de las exportaciones.

A otro nivel, y en el marco de los modelos de
crecimiento endógeno se estudia el rol del libre comercio
en la generación de tecnología. Trabajos como el de
Grossman y Helpman (1991) señalan que un mayor grado de
apertura conduce a los países pequeños a absorber
tecnología de los países más avanzados a un
ritmo superior del de aquellos que permanecen cerrados. Las
economías más abiertas, concluyen crecerían,
por tanto, más rápido que las cerradas, incluso en
el largo plazo.

Por último, hay que destacar una serie de
trabajos, como el de Berry, Bourgignon y Morrison (1991), Lindert
y Williamson (2001), Dollar y Kray (2001b), Sala-i-Martin (2002)
y los realizados por el Banco Mundial (2002a), que observan la
experiencia histórica de distintos países a lo
largo de las últimas décadas, y llegan a la
conclusión que aquellos países que han abierto sus
fronteras, y se han integrado al mercado mundial, han tenido un
mayor crecimiento de la renta, mientras que aquellos que no lo
hacen perseveran en un estado de pobreza. En definitiva, aquellos
países que se han sumado al proceso de
globalización se han mostrado más dinámicos
que aquellos otros que han optado por una estrategia de
protección frente al exterior.

La influencia de la
globalización en el crecimiento económico del
África Subsahariana

A lo largo de este trabajo se ha tratado de dar forma a
un proceso económico-social complejo, explicando sus
características y tratando de reflejar las consecuencias
sobre la renta de los distintos países. Quizás la
región más olvidada en todos los trabajos a los que
se ha hecho referencia es la africana, en concreto la
región subsahariana. La razón no es otra que el
propio alejamiento de las corrientes económicas mundiales,
que impide reflejar su idiosincrasia en los modelos habituales.
Es precisamente, el vacío teórico existente, el que
justifica este estudio. La necesidad de explicar su bajo
crecimiento económico, la perpetuación de la
pobreza en un entorno rico en recursos naturales y cuya
situación, a mediados del siglo pasado, no distaba de
países que hoy en día disfrutan de unos niveles de
vida equiparables a los países desarrollados.

En este apartado se ubica al continente africano en el
proceso de globalización, para tratar de ver cual es el
rol que ha desempeñado. En segundo lugar se muestra de
forma sucinta los distintos factores que han podido determinar su
evolución durante estos años.

4.1.- Ubicación del África
Subsahariana en el proceso de
globalización

Durante la primera ola de globalización
(1820-1914), los países europeos empiezan a mostrar gran
interés por la colonización de África,
debido, fundamentalmente, a su elevada dotación de
recursos minerales. En 1905, aproximadamente, la mayor parte de
África había quedado dividida entre Bélgica,
Alemania, Gran Bretaña, Italia y Portugal.

Los reinos africanos se opusieron, en la medida de sus
posibilidades, a las decisiones tomadas en Europa, provocando
gran cantidad de revueltas, si bien no pudieron frenar los
intereses de los países europeos.

Una vez que los territorios fueron conquistados y
pacificados, las administraciones europeas implantaron en
África aquellas infraestructuras que más
convenían a sus propios intereses. De esta forma, se
desarrollan sistemas de transporte que facilitaron el embarque de
las materias primas destinadas a la exportación en los
puertos. Se establecen, asimismo, sistemas de impuestos que
trataban de obligar a los agricultores a plantar cultivos
rentables (aquellos destinados a la exportación) o a
dedicarse al trabajo migratorio. La actividad productiva se
centra, en definitiva, en la exportación por y para los
países desarrollados. África participa
únicamente de los intercambios internacionales, en cuanto
que actúa como fuente de aprovisionamiento de recursos, ya
que no se establece un sistema de intercambio desarrollado, al
menos en el interior de sus fronteras. Coexisten, de esta forma,
una economía de subsistencia, que caracteriza la mayor
parte de las relaciones económicas en el interior del
país, con una economía de intercambio moderna, que
se centra en la exportación de una estrecha variedad de
productos a los países desarrollados.

Tras la Primera Guerra Mundial, los esfuerzos destinados
a explotar las colonias se moderaron y se prestó
más atención a la mejora de los servicios
educativos y médicos, la ayudas al desarrollo y la
salvaguarda de los derechos territoriales de las colonias
africanas. Si bien, en el periodo que media entre las dos guerras
comienzan a emerger una gran cantidad de movimientos
nacionalistas y de protesta por el poder colonial. Tras la
Segunda Guerra Mundial, estos movimientos se vieron amparados por
la debilidad de las potencias coloniales europeas y el traslado
del poder internacional a Estados Unidos y la Unión
Soviética; dos estados declarados anticolonialistas. A
finales de la década de los setenta casi toda
África era independiente.

A pesar de la inestabilidad política, durante la
primera mitad del siglo XX las tasas de crecimiento de
África fueron más elevadas que las de Asia, y en
muchos casos, mayores que las de muchos países
desarrollados. La transición del colonialismo a la
independencia provocó un fuerte incremento de la
incertidumbre, si bien, a principios de la década de los
60, la mayor parte de los países, ya libres del poder
colonial, parecían adaptarse a las necesidades de la
demanda doméstica y definir las bases para un crecimiento
económico sostenible. Durante la década de los 60,
y hasta 1973, el crecimiento económico fue aún
más rápido que el de la primera mitad de siglo. Sin
embargo, a partir de esta fecha la situación
política se fue deteriorando y muchos de los
líderes de los países africanos adoptaron
regímenes dictatoriales y autocráticos. Mientras
África se sumía en una fuerte crisis
política y económica, Asia comenzaba un fuerte
despegue.

La recesión mundial de principios de la
década de 1980 multiplicó las dificultades de los
países africanos (serios problemas con las divisas y una
deuda exterior creciente), fuertemente dependientes de la demanda
externa. El hambre y las sequías se extendieron por las
regiones centrales y norteñas del continente y millones de
refugiados abandonaron sus hogares en busca de comida,
incrementando los problemas de los países a los que
huían. Los recursos médicos se vieron desbordados
por epidemias, como el SIDA, el cólera y otras
enfermedades. A finales de la década de los 80 y primera
mitad de la siguiente, los conflictos locales desestabilizaron
gobiernos, interrumpieron el progreso económico y costaron
la vida a miles de africanos. Desde 1980 el PIB del conjunto de
África se ha ido reduciendo a razón de un 1 por
ciento anual, de forma que en la actualidad es la región
con renta per cápita más baja del mundo.

4.2.- Factores explicativos del bajo
crecimiento

Las causas que han llevado a África a esta
situación son de muy diversa índole, si bien se
pueden agrupar en tres grandes bloques. En primer lugar, los
factores domésticos intrínsecos, que serían
aquellas características propias del continente, que lo
hacen diferente al resto y justifican un diferencial en las tasas
de crecimiento respecto a otros países
(localización geográfica desfavorable, clima
tropical, transición demográfica inacabada,
influencia de enfermedades como el SIDA y la malaria, baja
densidad de población, elevada diversidad
etnolingüística y elevada dotación de recursos
naturales). En segundo lugar, los factores domésticos
intrínsecos, que hacen referencia a la actuación
política diferencial de estos países, que pudiera
conformar una trayectoria económica diferente (gobiernos
autocráticos, administración corrupta,
políticas antiexportación). En último lugar,
los factores externos, incluyéndose aquí las
características del entorno (políticas aplicadas
por terceros países), que han determinado los
márgenes por los que discurre el continente africano
(pasado colonial, que ha dificultado la creación de un
estado nacional y ha fijado un patrón comercial
inadecuado, recepción de elevadas ayudas per cápita
y política comercial de los países
desarrollados).

La adopción de un criterio que determine la
ubicación de cada uno de estos factores en un grupo u
otro, supone, en todo caso, una gran simplificación, ya
que están fuertemente relacionados entre sí. Los
factores específicos del país (factores
domésticos intrínsecos) marcan la política
económica puesta en marcha (factores domésticos
extrínsecos). El sistema colonial (factor externo), una
vez desmantelado, tuvo como reacción unas políticas
domésticas que restringieron, aún más, el
crecimiento económico. Las políticas mundiales
(factores externos, de nuevo), aún teniendo como base la
promoción del desarrollo económico, han perpetuado,
en muchos casos, a los países receptores en un estado de
pobreza y corrupción total (factores
domésticos).

En todo caso -a pesar de la dificultad, y en ocasiones,
ambigüedad en la clasificación de estos factores-, no
deja de tener importancia su separación, ya que la
definición de políticas en uno u otro caso debiera
ser distinta, pues la consecuencia de las mismas, evidentemente,
es radicalmente opuesta. Si el bajo crecimiento de la renta se
explica por factores políticos, una redefinición de
las reglas de juego (definición de los derechos de
propiedad, fijación de un entorno institucional adecuado y
apertura exterior) posicionaría a África en el
camino adecuado. Por el contrario, si se considera que los
problemas de África están relacionados con la
geografía o con causas demográficas,
dependerá entonces de los esfuerzos internacionales, el
acabar con la pobreza.

Marco teórico
y resultados

5.1.- Introducción

En este último apartado vamos a realizar un
ejercicio empírico para tratar de explicar las causas del
bajo crecimiento en África. Para ello, se realiza una
estimación con datos de panel con efectos fijos para una
muestra de 23 países del África Subsahariana. Los
países han sido seleccionados en función de la
disponibilidad de datos para el periodo 1970-1999 y el grado de
representatividad de sus experiencias en relación al
crecimiento y la implantación de determinadas reformas de
liberalización de la economía. Puesto que algunas
variables están incompletas, se han realizados medias por
subperiodos de 5 años. Esta metodología permite,
asimismo, la eliminación de los shocks
cíclicos. Se dispone, por tanto, de 6 datos por
país, alcanzando las 138 observaciones. Los indicadores
utilizados corresponden al Banco Mundial el Instituto Fraser
(índice de libertad económica).

(1)

(2)

(3)

(4)

Crecimiento de la población

-0.7939

(-2,5614)

**

-0.6276

(-2.0404)

**

-0.8011

(-0.9401)

*

-0.6617

(-2.1918)

**

Formación Bruta de Capital
(%PIB)

0.2202

(3.9033)

***

0.2308

(4.0991)

***

0.6678

(5.2696)

***

0.2206

(3.9852)

***

Matriculación de enseñanza
secundaria (%)

0.1092

(2.6146)

***

0.5902

(7.0871)

***

0.1015

(2.4714)

***

Tasa de fertilidad (nº de hijos por
mujer)

-0.3233

(-3.8531)

***

Crecimiento de la apertura exterior

0.6756

(2.3493)

***

R2 Ajustado

0.6981

0.5795

0.6651

0.6243

Test de Hausman. P valor

(efectos fijos)

0.0144**

0.0000***

0.0000***

0.0057***

La ecuación estimada es la siguiente:

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donde i corresponde al número de agentes
y t a los instantes de tiempo

Los resultados de las estimaciones aparecen en las
tablas 1 y 2.

Tabla 1: DETERMINANTES DE LA RENTA PER
CÁPITA EN EL ÁFRICA SUBSAHARINA
(1970-1999)

Variable dependiente: Renta per cápita.
Número de observaciones: 138

Nota: Valores t entre
paréntesis.

(*) Significativo al 75 %

(**) Significativo al 95 %

(***) Significativo al 99 %

En primer lugar, en la estimación (1) se ha
incluido, únicamente, el crecimiento de la
población y la formación bruta de capital como
variables explicativas del crecimiento de la renta per
cápita. El crecimiento de la población afecta de
forma negativa y significativa al crecimiento económico.
Unas elevadas tasas de crecimiento de la población
evidencian una transición demográfica no completa,
característica de los países en vías de
desarrollo. La participación de la formación bruta
del capital actúa en la dirección prevista, es
decir, de forma positiva y significativa. Cuanto mayor sea la
inversión, mayor será, en principio, el gasto en
educación, sanidad e infraestructuras; sustento del
crecimiento económico.

En segundo lugar, se ha incluido la matriculación
en enseñanza secundariacomo indicador de capital humano.
Los datos aparecen en porcentaje, ya que en esta
especificación se considera la acumulación de
capital humano, y no el stock de capital. Los resultados de la
estimación (2) muestran que la acumulación de
capital humano, influye asimismo de forma positiva y
significativa sobre la renta per cápita.

En tercer lugar se incluyó la tasa de fertilidad
(número de hijos por mujer). El resultado de la
estimación (3) es que esta variable influye de forma
negativa y significativa en la productividad. Sin embargo, el
crecimiento de la población deja de ser significativo,
debido a una probable colinealidad entre ambas variables, por
cuanto la primera pierde capacidad explicativa.

En cuarto lugar se trató de incluir algún
indicador del grado de integración en la economía
internacional. En este sentido, se ha elegido el crecimiento de
la apertura exterior para reflejar la apertura al mercado global,
tal y como se realiza en el trabajo de Michaely (1997). Los
resultados (estimación 4) parecen indicar que la apertura
a los movimientos de bienes y servicios, medida a través
de este indicador, influye de forma positiva y significativa
sobre el crecimiento económico. A medida que los
países optan por abrirse a los intercambios
internacionales se incrementa el nivel de desarrollo y se produce
una equiparación de los estándares de renta con los
países ricos.

Partes: 1, 2

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