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Síntesis histórica de la América española: ¿Encubrimiento y justificación de una invasión y saqueo?




Enviado por geniber cabrera p.



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. El
    descubrimiento de América y sus
    conquistadores
  3. Conclusiones
  4. Referencias
    Bibliográficas

Resumen

La historia de la América no deja de ser
fascinante, aunque en sinnúmeras obras se hayan escrito en
torno a sí misma, tantísimos relatos que den cuenta
desde las leyendas y mitos más excelsos, hasta las
verdades más vorágines que modificaron todo el
panorama existente entre: un antes y un después, siempre
han de quedar vetas de acontecimientos desde los cuales asirse al
momento de referenciar unas líneas más sobre tan
rica y monumental experiencia humana de los últimos
años del siglo XV. Desde un buen tiempo para acá,
los debates gravitados alrededor de si hubo o no un
descubrimiento, o si en realidad fue un contacto cultural con
imposición de unos sobre los otros, generaron y aún
generan, todo un forcejeo desde las ciencias sociales con
basamento, incluso, de las llamadas ciencias exactas, para tratar
de develar una realidad histórica que pasa por
intentar responder cómo los Mayas, Aztecas e Incas, en
este lado del orbe, erigieron tan colosales pirámides de
rocas que en nada han de envidiar a las de Egipto. Ello, por
decir lo menos, porque sigue siendo un misterio, entre otros, los
conocimientos astronómicos de esas rebautizadas altas
culturas
meso y sur americanas, de cómo sabían
del tiempo para la cosecha, para la procreación
fértil, de la conexión de la vida con los astros y
de la organización social, en fin, de todo en cuanto a
nada hoy hace justificable la supuesta superioridad del hombre
blanco arribado desde la Europa peninsular a estas tierras de
gracia, en las cuales ya se ha comenzado, muy seriamente, a
reconocer aquella fecha del 12 de Octubre de 1492, como el
momento del encuentro y el encubrimiento de una verdad del
tamaño de un nuevo continente.

Palabras claves: Hispanoamérica,
descubrimiento, encubrimiento, invasión.

El descubrimiento
de América y sus conquistadores

El siglo XV marcará un nuevo momento
histórico para la humanidad, en las postrimerías de
este siglo se dará el contacto de los europeos con un
Nuevo Mundo, 1492, año en el que Cristóbal
Colón se topó, sin saberlo, con nuevas
tierras
, nuevas riquezas y nuevos hombres.
Este encuentro significaría para los exploradores
europeninsulares, además de una
cartografía distinta a las ya trazadas en sus
rudimentarios derroteros; una veta de minerales preciosos ya
escaseados en aquel, ahora, Viejo Mundo, que se
convertirían prontamente, en los caudales que
avivarán la arruinada economía feudal europea,
principalmente, la de Castilla, reino anfitrión de
semejante botín: América.

Todo comenzó con el apoyo castellano al Almirante
genovés, quien al presentar el proyecto de
exploración a esos católicos reyes, obtuvo, previas
dudas y limitaciones económicas, el amén; por
cierto, ayuda no brindada por los portugueses ante quienes, en
primera instancia, hubo de recurrir ese hombre de mar.

Colón estudió, irónicamente, en
Portugal, país en el cual adquirió gran parte de
sus conocimientos navales, a los cuales habría de
sumársele sus premoniciones en torno a que la tierra
pudiera ser redonda; de lo que sí sabía el
genovés, era de otras ráfagas de vientos que
existían, los Alisios, que son ventiscas regulares que
soplan constantemente en casi una tercera parte de la tierra
desde las altas presiones ecuatoriales, lo que suponía
para el gran mareante, la vaga idea de llegar a la India por el
Oeste, obviando la circunnavegación por África,
como normalmente se hacía.

De tal modo, se embarcó el almirante para la
acometida marítima el día 3 de agosto de 1492 y,
finalmente el día 12 de octubre de ese mismo año,
llegó a la isla de Guanahaní, en las Bahamas,
convencido éste de haber llegado a Asia.

Cinco semanas tardaron los expedicionarios en avistar
las costas del Nuevo Mundo. Durante ese lapso un viento apacible
y constante arrastró las carabelas hacia la meta. El
almirante en su Diario iba anotando las escasas
incidencias de la travesía. Lo único digno de
realce era que el Océano parecía infinito, sin que
viesen islas a todo lo largo de la ruta. Cuando cambió el
mes y se entró en octubre cundió la desesperanza y
la alarma después de sesenta días de ininterrumpido
navegar, pero Colón, por mediación de los
Pinzón, solicitó un último margen de
confianza y plazo de espera. No hubo necesidad de agotarlo,
porque el 12 de octubre, a las dos de la madrugada, un
cañonazo de la Pinta, que siempre navegaba en
vanguardia, anunció: ¡Tierra! (Rumeu de Armas, 1992,
pp. 168-169).

Siguiendo a este mismo autor de Armas (1992), y para
referenciar un poco la vida de este personaje, bien vale acotar
que la identificación del mareante italiano, guarda
registro en los archivos de Génova como Cristóforo
Colombo, quien sería hijo de Doménico Colombo, un
cardador de lana y comerciante de vinos y quesos, y de Susana
Fontanarosa. Entre los hermanos se cuenta a Bartolomé y
Diego, quienes estarán muy ligados con la vida y el obrar
del descubridor. Las biografías <<ad
usum>> dan por sentado que Cristóbal o
Cristóforo Colombo, debió navegar desde muy
niño como grumete en navíos genoveses, adquiriendo
de esta manera una amplísima práctica
náutica. El Mediterráneo no tendría secretos
para él, quien además de todas las acumuladas
experiencias en las cuestiones marinas, fue un autodidacta
siempre entusiasmado por el saber, aunque con poca base
científica, o más bien, de no muy sólida
formación que pudiera acreditarle
profesionalmente.

El cronista Andrés Bernáldez, hombre de su
propio tiempo histórico y quien guardó personal
trato con Colón, lo describió como un hombre de
alto ingenio, aunque sin saber muchas letras pero muy diestro en
cosmografía. De las obras que se reconocen como lecturas
frecuentadas por el genovés, destacan: la Imago
Mundi,
del cardenal Pedro de Ailly; la Historia
Rerum
de Eneas Silvio Piccolomini (Pío II), y el
Millione (libro de las maravillas), de Marco Polo. Es
bastante probable que Colón también hubiera
conocido la Geografía de Ptolomeo y la
Historia Natural de Plinio.

En cuanto a la participación de Colón
en el llamado Descubrimiento de América
: se
reconoce el año de 1485, como la fecha en que este
experimentado navegante hubo de entrar a Castilla y León,
haciéndolo por el lado de Andalucía en la
época del otoño; allí uno de sus primeros
valedores fue Don Luis de la Cerda, duque de Medinaceli, quien
ayudó al italiano para que tuviera acceso a la corte,
aunque efectivamente la reunión con los Reyes
Católicos se celebrara en enero del siguiente año y
en Alcalá de Henares. Los hispano monarcas Fernando e
Isabel le ofrecieron desde el primer momento apoyo y
estímulo, aunque debió esperar Colón, seis
largos años para concretar dicha ayuda real. Así
recibiría dos carabelas con matrículas de Palos, la
Niña y la Pinta, y una tercera
embarcación del puerto de Santa María, llamada la
Santa María, en su conjunto la flota conformada
por las tres naves, las cuales quedarían ancladas por
disposición regia, en las aguas del Tinto, que
sería el lugar de la partida. La tripulación
debió reclutarla con la ayuda de los hermanos
Pinzón, de Martín Alonso y de Vicente Yánez,
quienes prácticamente arrastrarían a más de
100 hombres para alistarse en tan singular aventura, si bien es
cierto que entre las filas de la marinería se contaban
hombres de la peor calaña, también hay que destacar
figuras importantes y hasta célebres en las cuestiones de
la mar: Juan de la Cosa, Pedro Alonso Niño, Juan
Rodríguez Bermejo, entre otro tanto de personajes que
escalarían a posteriori su peldaño en la Historia
de la Conquista y la Colonización del Nuevo
Mundo.

De los viajes colombinos vale destacar del
primero, no sólo el haber llegado a parajes totalmente
desconocidos y nuevos en todo lo que ello hubo de significar con
relación a lo ya explorado, sino además la
relevancia del tornaviaje de aquella expedición que
fijaría los derroteros por donde debían enrumbarse
los siguientes viajes hacia lo que el Almirante genovés
estimaba como la gran ruta del nuevo comercio indiano. Del
segundo viaje, vale destacar el carácter más que
exploratorio, el de conquista, colonización y saqueo de
todo lo que hubiere de atravesarse, para que en nombre de los
castellanos monarcas y con la protección divina de la
sacra iglesia católica, pasaran a formar parte del
patrimonio de la realeza. El tercero de los viajes se
distinguió por una mejor organización de las
escuadras expedicionarias, las cuales tendrán
además de los objetivos de todas las que le precedieron,
la finalidad de buscar un paso al meridional asiático, lo
que permitió a los conquistadores seguir el paralelo de
las islas de Cabo Verde y no el ya recorrido por las Canarias, de
tal manera que fue así como lograron arribar a la isla de
la Trinidad, para luego recorrer en Tierra Firme el Golfo de
Paria y su península, las bocas del río Orinoco,
las islas de Coche, Margarita y Cubagua. Y el cuarto y
último viaje colombino, se va a matizar por el
carácter mítico-fantasioso del Almirante, quien ya
enfermo y movido por estímulos divinos más que por
razones geográficas, creyó que encontraría
en esas nuevas tierras el Santo Sepulcro de
Jerusalén que contendría los inmensos tesoros que
vendrían a saciar los titánicos esfuerzos de la
empresa conquistadora.

Cristóforo Colombo, comenzó a redactar
entre las postrimerías del tercer viaje y en buena parte
del cuarto, el Libro de las Profecías en el cual
se revelaba los sentimientos que embargaban su espíritu en
víspera de sus últimas hazañas.
Retribuyó de esta manera, el intrépido mareante
italiano a sus patronos de Castilla, aunque sin saberlo, un Nuevo
Mundo en todo lo que ello hubo de significar geográfica y
socio-económicamente, del cual se servirían, tanto
sus patrocinantes como el resto de los reinos de un Viejo Mundo
que se tambaleaba por las miserias propias gestadas en el vientre
del sistema feudal o del ya incipiente mercantilismo.

En sus primeros tiempos, la conquista fue una empresa de
iniciativa privada, con recursos modestos, aunque la Corona
española apoyó esta acción y creó el
marco institucional, de estímulo y obligación, bajo
la forma de capitulaciones, especie de contratos entre el
conquistador y el poder real. También la Iglesia
Católica intervino en la etapa de la conquista, con sus
clérigos y monjes, misioneros y combatientes,
frecuentemente juntas la espada y la cruz. Sacerdotes hubo que
participaron en acciones armadas y hasta en crueldades y
villanías contra los indígenas; otros, sin embargo,
como el célebre fray Bartolomé de Las Casas, se
hicieron defensores de los naturales y procuraron el alivio de su
suerte en normas protectoras dictadas por la Corona.; pero estaba
tan lejos la Península Ibérica y tan viva la
ambición de conquista para el aprovechamiento personal,
que aquellas providencias eran, por lo general, letra muerta, y
la ley del conquistador se sobrepuso a las leyes de Indias,
ordenadas por las autoridades metropolitanas celosas de
formalidades y procedimientos. (Maza Zavala, 1994, p.
57).

Posesionada la católica monarquía del
distante novomundo, su hegemonía no se haría
esperar, la Corona tomaría para sí como colonias
las tierras descubiertas y todo lo que en ellas hubiere:
hombres, oro, plata, frutos, plantas, animales, entre
otros.

Los descubrimientos de finales de siglo XV ampliaron
extraordinariamente el mundo conocido por los europeos. Las
necesidades económicas de Europa y los nuevos
conocimientos de navegación hicieron que dos estados
atlánticos en expansión militar contra los
musulmanes y con monarquías consolidadas, Portugal y
Castilla, se convirtiesen en potencias que dominaron el nuevo
centro de gravedad comercial, el océano Atlántico,
y también buena parte del planeta… (López Tossas,
1999, p. 137).

El historiador español Manuel Lucena Salmoral, a
propósito de algunas de sus reflexiones apuntadas en un
Compendio titulado: Iberoamérica una comunidad,
el cual se promovió por el Instituto de Cooperación
Iberoamericana (Quinto Centenario), dice que fue:

En sólo cuatro lustros (1499-1519) se
realizó el descubrimiento de la costa atlántica
americana (el estrecho de Magallanes fue hallado en 1520)
mientras se asentaban los establecimientos insulares de
Panamá, donde se descubrió el Pacífico. El
éxito se debió al cambio de método
clausurándose definitivamente el exclusivismo de la Corona
y autorizándose a los particulares a realizar
exploraciones con el incentivo de los <<rescates>> o
intercambios con los indios. La fórmula se plasmó
en las denominadas capitulaciones de <<descubrimiento y
rescate>> mediante las cuales la Corona negociaba con
particulares el envío de naves a lugares desconocidos (lo
que permitía una planificación de los
descubrimientos) a cambio del <<rescate>> o
botín que pudieran hacer en sus transacciones con los
naturales. Recuerda a los sistemas de <<Razzias>> que
se emplearon en España durante la
Reconquista,…

La conquista de las Indias fue una página cruel
de la Historia, como lo han sido todas las conquistas. El padre
Las Casas calificó de mahomética la palabra
conquista y su acción devastadora la
tituló<<destrucción de las
Indias>>… (1992, Pp. 173-174).

Una vez asentados los expropiadores hispanos en las
distintas zonas del Nuevo Mundo, comenzaron salvajemente a
sojuzgar a los aborígenes y a expoliar de las
entrañas de la tierras las grandes riquezas que
posteriormente lastrarían en las bodegas de sus galeones
para transportarlas al distante país peninsular, y con
ellas abarrotar las arcas de la sacromajestad. Los
euro-saqueadores pillaron los tesoros acumulados por los Imperios
indígenas de Mesoamérica y la Cordillera Andina, y
se dedicaron en nombre de Dios y del Rey a fundar poblados de
españoles en las zonas más aprovechables para
ello.

Europa en América: Durante el proceso de
colonización cada una de las metrópoli
colonizadoras –primero los lusocastellanos;
después sus eurovecinos– implantaron nuevas
formas de vida. Las actividades económicas, la
religión y las condiciones políticas cambiaron para
los pueblos novoindianos. La vida en la colonia se
centralizó en los intereses económicos de los
invasores, cuya finalidad principal fue la de acumular riquezas
para tener colmadas las arcas reales con infinitas
cuantías. La administración de las colonias
reflejó, a través del siglo XVI, las costumbres y
la forma de vida de las monarquías más
centralizadas de Europa. La organización política y
administrativa, también fue un calco de las instituciones
prevalecientes en estos países de la metropolitana
península, claro que, esos países debieron asumir
cambios y adaptaciones necesarias para obtener los resultados
deseados.

¿Cuál fue el móvil principal de
la colonización europea
?: la extracción de
riquezas sustentadas a través de la minería y la
agricultura, fundamentalmente, y para ambas faenas se
esclavizarían indios y negros africanos. Los
españoles impusieron métodos para la
obtención de fortunas a través de la
explotación organizada, primero, de la mano de obra
indígena por ser con la cual se contaba más
directamente al momento de la invasión, luego, y con la
cual realmente definirían las distintas coronas que se
apropiaron del Nuevo Mundo el modelo esclavista de
explotación, con la mano de obra de los negros arrancados
del África. Así puede apreciarse, que el sistema de
sojuzgar a los naturales fue a través de la Encomienda,
una especie de institución clerical enraizada en el
sistema feudal que cruzó el Atlántico para ser
implantado en las colonias de ultramar, en donde el encomendero
era el señor que protegía, cristianizaba y gozaba
del trabajo casi gratuito de la comunidad bajo su custodia.
Además, también se aplicaban otros sistemas de
explotación indígena, como lo fue la mita (turno en
quechua), que se usó en Perú, este consistía
en la obligación que cada población aborigen
tenía de enviar a las empresas españolas (minas,
plantaciones agrícolas, obras públicas, entre
otras) un número determinado de trabajadores durante una
temporada del año. La mano de obra negra se
convertiría en la forma de explotación colonial por
excelencia, institucionalizada después que la corona
cediera por las presiones de algunos intelectuales y frailes de
la época, quienes pedían se prohibiera la
explotación de los indígenas debido al
rápido descenso de su población.

Organización y formas de gobiernos de
España en sus asentamientos de ultramar:
La
monarquía castellana desde los propios momentos de
establecerse con sus colonizadores en el novomundo,
intentó poblar aquéllos reinos con una ralea de sus
mejores habitantes, para lo cual, no aceptó que se
embarcaran con destino a la América: ni moriscos, ni
judíos, ni los considerados herejes, ni los gitanos, y
menos aún, los que hubiesen tenido algún pasado de
sangre con esos ciudadanos considerados como de
segunda categoría. Pues, el reino español
que apenas contaba para el momento de aplicar su política
de poblamiento americano, con una masa demográfica cercana
a los 10.000.000 de habitantes, a lo cual habría de
restársele los excluidos, y sumarle en contra las
dilatadas fronteras del nuevo continente, pudiera entonces
entenderse como una mala decisión de los jerarcas
españoles, puesto que, lejos de suceder el poblamiento
perfecto
, el de primera categoría, como
así lo desearon; pasó todo lo contrario, de manera
que, ante las noticias de un sensacional paraíso, se
embarcaron, clandestinamente, cualquier cantidad de personas que
no figuraban en los cánones impuestos por la realeza.

Para la conquista del vasto territorio americano, era
necesario establecer, además de las formas de su
poblamiento; las maneras de cómo serían
administradas las tierras y los bienes arrebatados en
éstas. El gobierno monárquico decidió
establecer para regentar sus ultraposesiones,
principalmente, dos grandes instituciones: la Casa de
Contratación
, creada hacia el año de 1503, con
lugar fijado en la ciudad andaluza de Sevilla, la cual
tendría entre sus principales atribuciones, funcionar como
una Aduana Principal para el control de todo lo arribado desde el
Nuevo Mundo, y de todo lo despachado hacia éste desde el
Viejo Mundo. Es decir, que dicho aforo era de exclusividad, tanto
para el comercio y la navegación; asimismo en esta Casa se
tomaban las decisiones que fueran necesarias desde el punto de
vista judicial y tributario concernientes, estrictamente, al
ámbito de lo marino. El otro gran organismo,
estaría representado en el Consejo de Indias,
dispuesto desde 1524, en donde la figura principal que
regentaría dicha organización, será el
propio Rey, contando entre las atribuciones de esta
institución gubernamental, todo lo concerniente a lo
legislativo, lo ejecutivo, y lo judicial. En virtud del derecho
de Patronato Eclesiástico, el monarca aceptaba la
intervención de los arzobispos y obispos que con sus ideas
le asesoraban, en algunos casos, estos representantes del Papa,
hasta podían tomar en el seno de dicho Consejo, decisiones
que creyeran oportunas.

La economía en las colonias: se
basó, principalmente, en la minería del oro y la
plata, sobre todo en el norte de México y en Potosí
(Bolivia), la agricultura y la ganadería, trabajada por
indígenas o por esclavos negros traídos de
África. El comercio con América era un monopolio
real que se efectuaba a través de las Flotas de Indias,
que zarpaban anualmente con protección militar. En 1543,
se creó una flota de barco para proteger los cargamentos
de oro y piedras preciosas que se enviaban a España desde
América. El comercio se realizaba a través de unos
puertos designados por la corona, lo que dio origen a un estricto
sistema mercantilista en todo el imperio. El monopolio comercial
de los puertos de Sevilla y Cádiz, en la península,
y de Veracruz y Puerto Bello, en América, reguló la
actividad comercial indiana.

El idioma y las costumbres: la lengua
traída por los invasores hispano-europeos al Nuevo Mundo,
fue el español que se le conoce como preclásico,
una lengua catalogada por Nebrija y utilizada por Jorge Manrique
y las Celestinas, siendo esto como el punto de partida,
porque ese español se desarrolla y se innova
constantemente por las consecutivas emigraciones que hubieron de
sucederse hacia territorios americanos, así pues, se
irá apreciando variedad de modos, de fonéticas, de
cambios en el léxico, de sintácticas, entre otras
peculiaridades propias de los cambios efectuados en el propio
país peninsular y que trasvasarían el
Atlántico. Al fusionarse los distintos reinos y que
generaron como unidad final a la España, el amalgamiento
de la cultura y de los modismos lexicográficos de unos y
otros, terminaran por ir enriqueciendo dicha lengua que se
hará compacta, de gran uniformidad fonológica y
morfosintáctica, es decir, una fusión de caracteres
de la lengua que va de la mano hasta con la personalidad de los
más cultos que vendría entre los colonizadores a
poblar estos parajes novoindianos. Así, el castellano,
como lengua oficial, jugaría un papel unificador en la
sociedad colonial. Por este motivo, después de la
conquista se prohibió que los indígenas y los
negros hablaran en sus propias lenguas, por lo cual debieron
aprender el castellano. Algo similar ocurrió con la
costumbre y formas de vestir. Era importante homogeneizar los
comportamientos para que la sociedad se unificara. No puede
perderse de vista, además, que la lengua española
en América, se enriqueció a sí misma de
todas las formas y lenguas denominativas de la base aborigen,
baste hoy apreciar la convivencia lingüística en
países como Bolivia, Paraguay, entre otro tanto de
naciones de la región sureña de este continente,
denominado como Latinoamérica, esto a propósito de
separarlo del norte Angloamericano.

En América se harían prontamente presente,
las imprentas, por ejemplo, en México para el año
de 1535; en Perú en 1548. Las bibliotecas particulares que
se trajeron ilustrísimos personajes que llegaron como
colonos a estas tierras, también formarían parte de
la enriquecedora gama cultural que se había
pretéritamente fusionado ya en el Viejo Mundo, y que
haría lo propio en el Nuevo.

Hábitos alimenticios: desde la Europa se
trasladaron al novocontinente todo tipo de formas de
vida, desde bacterias y virus que producían enfermedades,
hasta plantas cultivables y animales domésticos; la
migración de colonos dependió en gran medida de su
habilidad para europeizar la flora y fauna del nuevo continente.
Las islas caribeñas fueron la base casi perfecta en
América para los horticultores europeos. Aunque
allí el trigo, las uvas y los olivos fracasaron, muchos
otros cultivos como coliflores, coles, rabanitos, lechugas,
melones, cítricos, y plátanos prosperaron,
además los españoles produjeron trigo en casi en
todas las regiones colonizadas donde el clima lo permitió.
Sin embargo, los antiguos pobladores americanos no cambiaron
radicalmente su dieta por la influencia de cultivos de origen
europeo, en cambio, hubo una entusiasta aceptación del
ganado y otros animales domésticos. Los indígenas
recibieron las vacas, burros, cabras, caballos, bueyes, ovejas,
gansos, cerdos y otras especies como recurso valioso para su
dieta alimenticia y, para obtener de ellos vestimenta o
utilizarlos como medio de transporte. El europeo también
aprovechó los naturales productos del Nuevo Mundo para
alimentarse, como para tratar de sembrarlos en los propios
predios del país peninsular.

Acerca de los indígenas del Nuevo Mundo: a
partir de la llegada de los europeos a América, las
condiciones de vida de los indígenas se deterioró
notablemente. Fueron obligados a realizar trabajos muy duros; se
les quitaron sus tierras (algunos pueblos fueron trasladados por
la fuerza a otros lugares), ya no pudieron trabajar en comunidad
para asegurar la subsistencia de todo el grupo. La mortalidad
aumentó por este deterioro general de las condiciones de
vida y porque muchos fueron exterminados en manos de los
invasores, o murieron debido a las epidemias que les generaron
enfermedades ante las cuales no estaban inmunes, puesto que,
nunca vivieron expuestos a ellas, ya que las mismas se
introdujeron con el arribo extranjero, un ejemplo: el de la
viruela, que diezmó a muchos naturales irremediablemente,
a pesar que se les sometieran a los tratamientos practicados por
los propio curanderos blancos.

En medio de todas las violencias y contradanzas, a los
veinticinco años de llegar los españoles,
(…), los indios han conocido caballos, hierro,
pólvora, frailes, el idioma castellano, el nombre de
Jesucristo, vidrio, terciopelo, cascabeles, horcas, carabelas,
cerdos, gallinas, asnos, mulas, azúcar, vino, trigo,
negros del África, gentes con barbas, zapatos, papel,
letras o como ellos creen, unas hojas blancas que hablan al
oído. Los niños empiezan a hablar una lengua que
antes no se había oído. Los campos, a cubrirse de
caña de azúcar, las minas a trabajarse. Donde antes
hubo un monte ahora se oye la algarabía de los trapiches.
Otra generación nunca ha presenciado cambios más
radicales y violentos. Los caciques, se sacaron colgados de las
horcas. (…). Los que sobreviven a este choque violento, y
a su propia perplejidad, ven que su misma piel va mudando de
color, y las indias, que de su sangre y de la de los
recién venidos va hinchándose una vena con muchos
misterios, que al fin acaba por adelgazarse en notas de ternura,
cuando empiezan a sollozar, en nidos de paja, los primeros
mestizos. Los españoles, también, van conociendo
cosas. El pan cazabe, maíz, chicha, tabaco, la enfermedad
de las bubas, hamacas, yuca, canoas, flechas, bancos de perlas,
guerras, cocodrilos, mares, bosques en donde cada árbol es
distinto a los de España, cada pájaro canta una
nueva canción, cada alborada muestra una montaña
desconocida, cada lucha una experiencia deslumbrante, más
deslumbrante que el oro que antes nunca vieron y que ahora pesan
en el cuenco de sus manos temblorosas. (Arciniegas, 1993, pp.
70-71).

Las fundaciones de centros poblados por los
españoles
: fueron de acuerdo a la importancia
económica que representaran los lugares. De tal manera que
así se ordenaría la vastedad territorial americana
sustentada en los bienes y servicios que se pudieran obtener en
los preferentes espacios que reunieran tales condiciones para la
habitabilidad. Al escogerse determinado lugar para poblarlo,
éste quedaba supeditado a la expresión
política-administrativa jerarquizante en el modelo de
coloniaje hispanoamericano, correspondiente –como ya se ha
dicho- en primera instancia, a la acumulación de
bienes-fortunas, y en segunda opción, a las condiciones
naturales de las zonas. Si el territorio en cuestión
reunía ambas condiciones a la vez, no sólo se
poblaba, sino además se fortificaba para la defensa contra
extranjeros, incluidos como tales a los indios rebeldes; se les
institucionalizaba en una burocracia administrativa, y con ello
se les podía elevar a: Virreinatos Mineros o Mercantiles,
a Capitanías Generales, a Gobernaciones, o simplemente a
Audiencias. Para ilustrar un poco lo antes expuesto, se cita lo
subsiguiente:

La fundación de centros poblados establece un
nexo histórico entre la conquista la colonización.
La Habana fue fundada en 1512, Cumaná la primada (sic) de
tierra firme en 1515, Nueva Cádiz en Cubagua entre 1512 y
1519, Veracruz entre 1519 y 1520, la refundación de Ciudad
de México (Tenochtitlán de los aztecas) en 1521,
Cartagena de Indias en 1522, Santa Ana de Coro (Venezuela) en
1529, Quito en 1534, Bogotá en 1538, Santiago de Chile en
1541, Caracas en 1567, Buenos Aires en 1580, entre otras. En el
siglo XVI no existían centros poblados de
colonización en lo que después fue la
América anglosajona. La América Hispana fue
sembrada de villas, castillos y fortines en ese siglo. Tales
fundaciones, la mayoría de las cuales existen actualmente,
obedecían a necesidades da la conquista y de los primeros
tiempos de colonización: I) como medios de defensa contra
las incursiones y rebeliones indígenas; II) como asiento
estable para la vida de los conquistadores y colonizadores; III)
como centros administrativos y religiosos; IV) como base de
intercambio y de defensa contra la piratería y el
contrabando… (Maza Zavala, Op. cit. pp. 57-58).

Las primeras invasiones y saqueos
hispánicos:
fueron encarnizadas en las figuras de los
Adelantados conquistadores, quienes ceñían las
búsquedas de tesoros en torno a las presunciones de los
lugares referidos tras cada leyenda narrada por los viajeros
colombinos, riquezas que terminarían sustentándose
por un mundo real con mucho oro y plata, minerales preciosos
éstos que eran enormemente codiciados por los
eurosaqueadores, termas que de alguna manera u otra
(porque se encontraban en estado natural, o porque eran expuestas
como joyerías por las distintas tribus), abundaban en
zonas como en la América meridional y central, en donde
vivían complejas civilizaciones que serían
sometidas y eliminadas para arrebatarles sus bienes y con ello la
vida misma, como sucedió, por ejemplo, con el
imperio azteca, liquidado por Hernán
Cortés en 1521, con un dispositivo militar de unos 1.300
hombres; el imperio inca, del cual se
apoderó Francisco Pizarro y, así sucedería
con el resto del continente que quedó bajo la
hegemonía de los Reyes de Castilla, (excepto Brasil,
territorio que se adjudicó Portugal),
administrándose a través del Consejo de Indias.
Estas civilizaciones originarían en el europeo, un
sinnúmero de interrogantes sin respuesta, incluso que
persisten hasta nuestros días.

No todo para los conquistadores sería
fácil al momento de someter, esclavizar, matar y saquear;
si bien es cierto que ellos conocían el uso de la
pólvora y que superaban con sus dispositivos militares las
rudimentarias armas de los aborígenes que frecuentemente
las utilizaban para cazar, pescar y en excepcionales casos las
esgrimían contra las demás etnias que pretendieran
sus territorios, debieron pues, esos euroconquistadores,
enfrentarse en oportunidades diversas con grupos de guerreros
indígenas feroces al momento de salvaguardarse y de
proteger sus comarcas, al menos ese fue el caso de los Caribes
quienes defendieron hasta con los dientes -y no literalmente
hablando- sus espacios, sus mujeres, sus niños y todos sus
bienes en general.

…éstos [los Caribes] no sólo se
enfrentan a los españoles: libran también una
guerra casi continua contra las expediciones exterminadoras de
ingleses, franceses y holandeses. A pesar de ello mantienen el
dominio sobre sus moradas insulares casi dos siglos
después de la llegada de los europeos. Durante este lapso
se convierte en el eje de la defensa aborigen de la zona,
aliándose bien con otros indígenas amenazados, como
los taínos de Puerto Rico, bien con cimarrones africanos
huidos de las haciendas. Hacia el término de esas dos
centurias logran que ingleses y franceses les reconozcan el
derecho sobre las islas de Dominica y San Vicente.

En Tierra Firme los caribes integran también el
principal núcleo de resistencia en las regiones
costeñas. Si bien son a la postre desalojados de los
litorales de lo que hoy es Venezuela, Colombia y
Centroamérica, las etnias de cultura caribe mantienen
hasta el presente su identidad, sus lenguajes y sus valores en
las Guayanas, en parte de los llanos orientales y de la
Amazonía venezolana y en zonas internas del occidente de
Venezuela y de Colombia.

Las armas del caribe son en esencia los utensilios de la
subsistencia. La canoa de los viajes y pesquerías es
también transporte de guerreros para las incursiones
inesperadas. El arco, las flechas, y las lanzas del cazador
devienen instrumentos de muerte a distancia. El curare convierte
en mortal el menor rasguño… (Britto García,
2001, pp. 16-17).

A estos problemas con los que debían bregar los
castellanos en el Nuevo Mundo, hay que sumarles las vicisitudes
propias del intento por ordenar y reordenar (donde fuera
necesario) política, jurídica, económica y
socialmente a las colonias ultramarinas de la
América.

Entrada la cuarta década del siglo XVI los
problemas de control colonial se complicaban. Las Leyes y
Ordenanzas se promulgaban, se acataban pero no se
cumplían. Mientras el gran Estado español en el
Nuevo Mundo, desde el punto de vista de su eficacia
jurídica era casi nulo, y España tenía
enemigos por todo el vecindario europeo que la acechaban
aquí en América. (Meléndez Mora, 2005, p.
119).

Los esfuerzos de la sacromonarquía
castellana por sostener y mantener la hegemonía
allendemarina terminó siendo una obra agotadora y
titánica, así debió estructurarse todo un
complejo sistema de organismos institucionales y
burocráticos para poder direccionar en la distante
América, el ejercicio del gobierno real.

De las visiones e imágenes europeas sobre
América, el colombiano Germán Arciniegas (1992),
las ilustra de la siguiente manera:

Si de descubrimientos se trata, el de Asia, que es
primero, no tuvo para España consecuencias humanas que
puedan compararse con las del de América. Dos italianos,
uno de Venecia y otro de Génova, figuran, a doscientos
años de distancia, como los protagonistas de las dos
aventuras: Marco Polo y Cristóbal Colón. Los dos se
movieron en busca del Oriente Fabuloso, y el conocimiento que se
tuvo en Europa de la China por el Millón,
alentó las avanzadas comerciales de su época, que
fueron grandes en un tráfico de especias. Jamás
hubo entonces el propósito de conquistar ese continente
para hacerlo europeo: no se pensó en hacerlo todo
cristiano. Se entendió que allá tenían una
religión y un imperio respetable, y lo más a que se
llegó fue a enviar pequeños grupos de misioneros
cristianos o a establecer puestos de tráfico con
cónsules o agentes que atendieran los intereses de los
comerciantes. (…). La movilización hacia
América es otra historia. Es la más grande aventura
multitudinaria, si no la única, que haya conocido Europa.
Si se puede decir que doscientos millones de europeos han cruzado
el Atlántico en cinco siglos para buscar hogar en la otra
orilla, eso basta para señalar semejante éxodo como
único en los anales del mundo. Y es esencial para entender
los cambios más profundos ocurridos en la cultura de lo
que se llamó Occidente. (…). Para el europeo de
todos los tiempos, el descubrimiento de América es el de
un nuevo horizonte. Es su descubrimiento… (1992; Pp.
179-185).

Las discusiones en torno a los naturales
habitantes de esas desconocidas nuevas zonas indianas,
trazó, al menos en el plano de la teología y la
jurisprudencia europea, ceñidas controversias por la
búsqueda de consensuar en torno a si aquellos
extraños seres eran o no humanos, y de ser
así, en qué escalafón socio-cultural
debían ubicarse. Si bien es cierto que el Nuevo Mundo
significó torrentes de riquezas y mano de obra esclava
indígena para explotar esos bienes, no menos cierto ha de
ser, que en la misma medida se multiplicarían las
encontradas visiones sobre las teorías del buen
salvaje
.

Las justificaciones a favor o en contra de los naturales
podían ser actos finales de la razón fundada en la
fe, o simplemente, gestos amables de una caridad que viene del
propio cielo, o de la divinidad derramada de un creador que fue
capaz de concebir al servicio de los superiores hombres de la
Europa, una raza de seres inferiores para que prestasen sus
servicios ante el regalo constituido por un paraíso
terrenal
que vendría a mitigar las necesidades de
aquellos blancos. De tal manera, que así, la
sangría en el Nuevo Mundo quedaba justificada, pues,
transformar a los indios en bestias para la carga y la
explotación de las vetas de oro y plata, no
infringía los designios de Dios.

El supuesto pecado por el cual los del Viejo Mundo
juzgaban a los del Nuevo, se fundamentaba en la herejía,
la idolatría y el politeísmo de los indios, quienes
adoraban distintos dioses, pero que curiosamente esos dioses
tenían que ver con la lluvia, con el cielo, con las
estrellas, con la noche, con el sol, con las aguas de los mares y
de los ríos, en fin, con la naturaleza en su conjunto. De
tal manera que el descubrimiento de América bajo
las premisas jurídicas esgrimidas como
justificación del maltrato aborigen, terminarían
siendo más bien un encubrimiento para
justificarse ante los ojos de Dios.

En avenencia con los autores mexicanos Silvio Zavala,
Ernesto de la Torre y María del Carmen Velázquez
(1992), el hallazgo de un Nuevo Mundo despertó entre los
hombres de letras de dicha época, explicables inquietudes
con consecuencias ideológicas que se manifestarían
de muchas maneras en torno a la empresa colombina. En lo que
respecta al conocimiento geográfico, se vive a partir de
ese entonces, en un mundo más grande y completo. En cuanto
a la ciencia natural, se encuentran nuevas especies
botánicas y zoológicas, y comienza la interminable
polémica acerca de la calidad de ellas con respecto a las
del Viejo Mundo.

El origen del ahora hombre americano y la naturaleza de
su ser en sí, interesan asimismo a los observadores que
terminan mezclando a la antropología, a la religiosidad y
a la política. La procedencia del hombre de
América, por ejemplo, intentará explicarse mediante
tradiciones bíblicas, aunque se asoman ya algunos
aciertos científicos como el de Acosta en su
Historia natural y moral de las Indias, en la que
señala la ruta del norte como vía para comunicarse
con Asia. Desde mucho antes del descubrimiento colombino se
creía en la existencia de especies monstruosas de hombres.
Habló de ellas Plinio en su Historia natural.
Más tarde recordaba San Agustín, en su obra
Ciudad de Dios, que en las historias de los gentiles y
los mosaicos que adornaban la plaza de Cartago aparecían
tales monstruos, planteándose la duda acerca de si
pertenecían en verdad a la especie humana y, por lo tanto,
si descendían de Adán. Todavía en 1622 se
publicó en Venecia la extraña figura de un supuesto
habitante de Brasil, que no era otro que el <<hombre
perro>> de la Historia de Plinio.

Si bien es cierto que el descubrimiento
disiparía los prejuicios sobre los supuestos seres
mitológicos que habitaban estos territorios, no menos
cierto ha de ser, que no obstante a ello, las ofuscaciones sobre
la existencia de los extraños habitantes del
Nuevo Mundo no se disiparían tan fácilmente, pues
como se ha visto con anterioridad, toda una batalla en el campo
de las leyes tendría lugar entre los pensadores de la
época, pues, para algunos, los indios eran simples seres
degenerados e incrédulos de la fe católica y por lo
tanto, ofensivos a Dios, calificándolos como simples
animales sin posesión de alma; para otros intelectuales en
cambio, eran todo lo contrario. Resulta curioso ver como
filósofos de la talla de Voltaire, Bacon, Montesquieu,
Bodin, Hume, y hasta el propio Hegel, llegaron a sostener la
tesis de que dichos aborígenes americanos eran hombres
degradados
en el escalafón social concebido desde el
eurocentrismo peninsular. Muy a pesar de estos sostenimientos
teóricos, no puede negarse que la aportación
elemental en el orden de las bullidas ideas para afirmar o negar
la existencia humana de los indios, conmocionaron en la Europa la
búsqueda de interpretaciones a los problemas de la
América en su conjunto. Asimismo cabe destacar que los
enfoques doctrinarios, estuvieron revoloteando en las mentes de
ilustres pensadores que jamás cruzaron el
Atlántico

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