Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Los niños y las creencias mágicas en el Egipto de los faraones



  1. Magia y
    medicina
  2. Isis y
    Horus
  3. La magia en el
    embarazo
  4. El niño
    nace
  5. El niño y la
    enfermedad
  6. Los niños y
    el porvenir
  7. Bibliografía

En el antiguo Egipto la magia y la medicina estuvieron
unidas en una relación muy estrecha, constituyendo ambas
la base de un conocimiento que se ofrecía como
indivisible. Los hombres que practicaban este saber, que en
algunas ocasiones son denominados en los textos egipcios como
"Aquellos que tienen poder sobre los escorpiones", cuidaban con
celo de guardar su ciencia usando para ello velos impenetrables
de modo que los otros hombres no pudieran tener acceso a ese
conocimiento secreto.

Magia y
medicina

El poder mágico de los médicos-magos
egipcios tuvo que resultar eficaz en la vida cotidiana de los
hombres, ya que en otro caso no se hubiera conservado durante
miles de años. Posiblemente, en buena medida, esa eficacia
se debía a que los sanadores sabían como influir en
las mentes de sus pacientes. El enfermo, envuelto en los rituales
mágicos, pensaba que una fuerza positiva que tenía
gran poder estaba en marcha para combatir a las fuerzas negativas
que le habían producido la enfermedad. Parece que en esos
tiempos tan alejados los médicos-magos sabían como
manejar los aspectos psicosomáticos de la
sugestión, de la fe, en suma.

En textos como el denominado Papiro Ebers se nos ha
transmitido que existían diversos tipos de personas que
practicaban el oficio de sanador. De un lado, estaban los que
podríamos llamar doctores o físicos (swnw), que
eran personas que tenían conocimientos prácticos de
magia y medicina que habrían adquirido en la Casa de la
Vida de alguno de los templos. Estos personajes, formados en el
saber esotérico, tendrían conocimiento de la
escritura jeroglífica y sabrían leer directamente
los textos médicos que se custodiaban en las bibliotecas
de los templos. Con ese bagaje de conocimientos sabían
como utilizar el conjunto de fuerzas que eran necesarias para
proteger y acrecentar la vida.

Un segundo tipo de sanadores estaría constituido
por los sacerdotes wab de la diosa Sekhmet, que estaban
especializados en cuidar la salud física de los hombres.
Sekhmet era una diosa temida por los egipcios ya que en su
día había recibido de Ra la orden de masacrar a la
humanidad, con la que el supremo dios estaba molesto por sus
continuos actos de desobediencia. Se piensa que los hombres, que
tenían miedo de Sekhmet, acudían a sus templos
implorando su ayuda cuando se encontraban enfermos, de modo que
los sacerdotes de la diosa habrían terminado
especializándose en las curaciones.

Finalmente, el Papiro Ebers cita también como
sanadores a los denominados magos o exorcistas (sav), que
serían personas que no habrían tenido acceso a las
Casas de la Vida sino que se habrían formado en los
conocimientos mágicos a través del contacto con
otro mago que les habría permitido acceder a esa ciencia
oculta. Usualmente estos conocimientos pasarían de padres
a hijos y este tipo de sanadores desarrollaría su oficio
en pequeñas poblaciones. Hemos de pensar que algunos de
estos magos no serían sino meros charlatanes que habiendo
tenido acceso a algunas fórmulas mágicas no dudaban
en aprovecharse de la incultura generalizada de la
población.

Para los sanadores egipcios los conocimientos
prácticos y terapéuticos de tipo puramente
médico y el manejo de los formularios mágicos y
esotéricos constituían una unión
indisoluble. En palabras de Parra Ortiz (2003): "No es que los
médicos egipcios aplicaran un tratamiento y, cuando no
funcionaba, recurrieran a la magia; para ellos ambos aspectos
eran consustanciales a la curación del enfermo. Las
realidades del mundo físico estaban irremediablemente
unidas a las del mundo "no visible" y actuar sobre ambas a la vez
era el único modo de sanar a alguien". Un cirujano egipcio
nunca llevaría a cabo una operación si previamente
no había conjurado a la divinidad protectora del miembro
concreto que iba a intervenir. Sin el beneplácito de la
divinidad, conseguido a través de la magia, no
tendría sentido llevar a cabo la
intervención.

Para facilitar la eficacia de la magia, y posiblemente
como modo de influir en el ánimo del paciente, el sanador
además de formular el conjuro correspondiente lo
escribía sobre un papiro que se introducía en un
recipiente con agua. Posteriormente el líquido, impregnado
de la magia de la petición, habría de ser bebido
por el paciente. Sabemos que era también frecuente que se
consagraran estatuas y estelas mágicas recubiertas
enteramente de conjuros protectores sobre las que también
se vertía agua que tras escurrir por su superficie,
participando de su poder energético, se recogía y
era igualmente bebida por el enfermo. Era también usual
que el paciente besara la estatua o la estela en cuestión,
en la que se habría reproducido una imagen de Bes, dios de
la magia y de la iniciación, pisoteando a animales
dañinos, como serpientes o escorpiones.

El estrecho vinculo existente entre la medicina
propiamente considerada y la magia hace que en los antiguos
documentos egipcios unas veces nos encontremos con conjuros y
remedios que nos causan estupor, como introducir estiércol
en la vagina de una mujer, en tanto que en otras descubrimos que
tenían conocimientos médicos a los que el mundo
occidental tardaría mucho tiempo en acceder, como es el
caso del Papiro Ebers, fechado en la dinastía XVIII, en el
que se describe la circulación de la sangre en el hombre y
su reflejo en lo que hoy denominamos pulso. Veamos ese texto en
la versión de Parra Ortiz (2003):

"Hay conductos en él en todos sus miembros. De
modo que: si cualquier doctor (swnw), cualquier sacerdote wab de
Sekhmet o cualquier mago (sau) coloca sus dos manos o sus dedos
en la cabeza, en la parte posterior de la cabeza, sobre las
manos, en el lugar del corazón, en los dos brazos o en
cada una de las dos piernas, él mide el corazón,
debido a esos conductos de todos sus miembros. Habla por los
vasos de todos los miembros"

El sanador egipcio debía tener unos conocimientos
esotéricos que le permitieran reproducir en nuestro mundo,
es decir, en el mundo del enfermo, los cuidados de que son objeto
las divinidades en el mundo del más allá. Si un
niño era mordido por una serpiente y el veneno
corría por su cuerpo, el médico debía
conseguir que se reprodujera el milagro divino por el que el
niño Horus, también envenenado por una serpiente,
había recuperado la salud gracias a la magia de Isis, su
madre. Veamos a modo de ejemplo otro texto, en este caso el
denominado Papiro Mágico de Harris, en el que el sanador
invoca al dios Bes, el Enano celestial, para pedirle que proteja
a un enfermo. Seguimos a G. Cantú (2002):

"¡Salud a ti, Enano celestial (dios Bes), que
tienes un gran rostro, un tronco elevado y muy cortas las
piernas! ¡Gran columna que tienes el capitel en el cielo y
la base en el Dwat! ¡Señor del Gran Cadáver
que yace en Heliópolis, gran señor viviente que
reposa en Djedet! Te traemos a…, hijo de… Protégelo,
día y noche, como protegiste a Osiris de aquel cuyo nombre
es oculto, en el día de la sepultura en
Heliópolis"

Isis y
Horus

En su obra Isis y Osiris, el helenista grecorromano
Plutarco nos transmitió sirviéndose de bellas
palabras la imagen de Isis, la Suprema Maga que gracias a sus
poderes devolvió la vida a Osiris, considerada ahora en su
acepción de gran diosa de la maternidad: "Isis es, pues,
la naturaleza considerada como mujer y apta para recibir toda
generación… Siente amor innato por el primer principio
(que es idéntico al principio del bien)… a él se
ofrece para que la fecunde, para que siembre en su seno lo que de
él emana y lo semejante a él. Se regocija al
recibir estos gérmenes y tiembla de alegría cuando
se siente encinta y llena de gérmenes productores. En
efecto, toda generación es imagen de la materia de la
sustancia fecundante, y la criatura se produce a imitación
del ser que le dio la vida…"

La historia de Isis y Horus, símbolo de la
unión entre la madre y su hijo, hizo que durante milenios
Isis fuese considerada por los hombres como la gran diosa que
protegía la salud y la vida de los niños. En el
relato mítico se narra que Horus, siendo niño, fue
mordido por una serpiente en la que se había encarnado
Seth, paradigma de las fuerzas del Caos y asesino de Osiris,
padre de Horus. Las lamentaciones de Isis, que veía como
su hijo, cuyo corazón palpitaba ya muy débilmente,
iba a morir, serían las mismas que tantas veces
habrían exclamado las madres egipcias, ya que era
frecuente que serpientes o escorpiones mordieran o picaran a los
niños.

En estos casos la intervención del sanador
pretendía devolver la salud al niño aplicando
determinadas hierbas dotadas de propiedades terapéuticas y
utilizando fórmulas mágicas que atrajeran el
auxilio de las divinidades y potenciaran la acción del
remedio aplicado. En una de las versiones del mito de Horus, su
madre Isis suplicará la intervención de Thot, dios
del conocimiento esotérico, que descenderá de los
cielos trayendo consigo el "soplo de la vida", lo que
permitirá la curación del niño y
devolverá la alegría a su madre.

El Papiro Médico número 10.059 BM nos
ofrece un buen ejemplo de una receta en la que se aúnan
los aspectos médicos y mágicos que pretenden, en
este caso, sanar a un niño de una quemadura. En su texto
se invoca a Isis y se describe una pasta compuesta por diversos
productos vegetales a los que se debe añadir la leche de
la propia madre. Parece claro que en estos tiempos antiguos los
egipcios ya eran conscientes de las propiedades
antisépticas e inmunológicas de la leche humana.
Veamos esa receta en la versión de Serrano
(1993):

"Horus niño (estaba) en las marismas; un…
inflamado se abatió sobre sus miembros; no conocía
este (mal) ni sabía qué era. No estaba la madre
para conjurarlo y su padre había ido a pasear. Hapy
(¿) e Imset estaban allí (y gritaron). El hijo
(divino) es (todavía) un niño de pecho, y el fuego
es poderoso. No hay nadie que pueda salvarle (de eso). Entonces
salió Isis del taller de tejido, en el momento en que ella
estaba ocupada en desliar su tela. Y dijo: "Ven, Neftis, hermana
mía; haz que (pueda) irme; teje (¿) el hilo de mi
tejido. Déjame marchar para actuar. Yo sé
cómo extinguirle eso con mi leche, el agua de
curación que está en mis senos. Vierto (mi leche)
sobre tus miembros, (hijo mío), y los músculos
sanan. Hago que el fuego se aleje de ti, tan poderoso como era
(¿)". Decirlo sobre cortezas de acacia, panecillos de
cebada, granos uah cocidos, coloquintos cocidos y culantros
cocidos. Hacer con ello una masa y mezclar con leche de una madre
que haya alumbrado un hijo varón. Lo alisarás con
una rama de ricino."

La magia en el
embarazo

Si, como estamos considerando, la magia impregnaba la
vida en Egipto, en el caso de los niños esa continua
presencia de las creencias mágicas era especialmente
intensa. Los misterios que rodeaban los conocimientos sobre la
concepción de los niños (embarazo, gestación
y alumbramiento) y la situación de gran debilidad con que
estos llegaban al mundo, sometidos a peligros que amenazaban sus
vidas, hacían que la necesidad de ritos mágicos
propiciatorios resultase imprescindible. Ante esa necesidad
fueron surgiendo diversos prácticas y conjuros que
pretendían evitar, por ejemplo, que la mujer quedase
embarazada en el acto sexual, o que buscaban pronosticar si la
concepción se iba a producir o no. Existían
también otras fórmulas con las que se
pretendía conocer el sexo del feto que se estaba
gestando.

En el primer caso, para evitar el embarazo, las
fórmulas mágicas utilizadas pretendían
impedir que Hathor, diosa del amor, o Ta-Urt, diosa de la
maternidad, intervinieran en el acto sexual. Adicionalmente las
mujeres egipcias utilizaban como medios anticonceptivos unos
pesarios que se introducían en la vagina y que actuaban
como diafragmas muy rudimentarios. Eran también frecuentes
las irrigaciones vaginales con esencias de plantas y con
estiércol de cocodrilo, algo que nos causa especial
sorpresa en nuestros tiempos.

En el Papiro Carlsberg se nos ha transmitido una
fórmula curiosísima que permitía pronosticar
si el embarazo se iba a producir o no. Veámosla en la
versión de Vidal Manzanares (1994):

"Un diente de ajo humedecido… lo tendrá en la
vagina toda la noche hasta que amanezca. Si el olor del ajo le
sale por la boca es que dará a luz. Si no, es que no
dará a luz".

Otra fórmula también muy llamativa es la
que se conserva en el Papiro de Berlín (199), que
permitía conocer el sexo del futuro niño. Seguimos
nuevamente a Vidal Manzanares:

"Medio para saber si una mujer dará o no a luz.
Se coloca cebada y trigo, y la mujer los regará todos los
días con su orina. Pondrás asimismo dátiles
y arena en los dos sacos. Si germinan los dos, dará a luz.
Si germina la cebada (antes), será niño. Si germina
el trigo (antes), será niña. Si no germina
(ninguno), no dará a luz.

El niño
nace

En el caso de los niños que nacían
prematuramente las posibilidades de supervivencia eran escasas y
de hecho solamente la fuerza de la magia podía salvarlos
de la muerte. Se sabe que con esa finalidad se colocaba en el
cuello del prematuro un collar que a modo de amuleto
habría de ahuyentar a los seres malignos. Estaba fabricado
con cuatro perlas o bolas de marfil, siete piedras semipreciosas
y siete trozos de oro. Todo ello estaba sujeto por siete hilos de
lino que habrían tenido que ser tejidos por dos hermanas
uterinas, símbolo de las divinidades Isis y
Neftis.

El nacimiento del niño constituía un
momento en el que existían grandes peligros. Se pensaba
que la mujer debía llevar amuletos protectores,
especialmente pequeñas joyas en las que se
reproducía la figura del enano Bes. Para que el parto se
desarrollara satisfactoriamente, de modo que el espíritu
se encarnara en el cuerpo del niño y el alumbramiento
llegara a su termino, el mago debía invocar a las diosas
Hathor y Mesjenet, esta segunda considerada como la divinidad que
protegía todos estos acontecimientos. Veamos uno de los
conjuros utilizados, en este caso del Papiro del Museo de
Berlín, en la versión de Martín
Valentín (2002):

"¡Mesjenet que estaba provista del
espíritu, del alma y de todo lo necesario cuando tú
todavía estabas en el vientre de tu madre!
¡Mesjenet, obra de Atum, hija de Shu y de Tefnut!
¡Viene al mundo el niño, tú conoces en tu
nombre de Mesjenet como dar el alma a este niño que
está en el vientre de esta mujer! ¡Tú le
procuras la orden real dada a Gueb para crear el espíritu,
el alma y todo lo necesario de la diosa Nut! ¡No permitas
que se pronuncie ningún maleficio pues tú eres
benéfica! ¡Que los atrapados por la debilidad no
impidan con sus malvadas bocas esto que es justo!
¡Tú que estás en paz, aparta de él a
Seth y dale su herencia y provisiones! ¡Nut, tú que
tienes junto a ti a todos los dioses, que son las estrellas
luminosas. Igual que ellos no abandonan esas estrellas para
darles luz, que su poder de protección venga y cuide de
esta mujer!. Esta fórmula debe ser pronunciada por el
sacerdote lector de los libros sagrados, sobre los dos ladrillos
en los que se sienta la mujer parturienta, mientras arroja al
fuego grasa de pájaro e incienso. Deberá ir vestido
con una túnica del más fino tejido y en su mano
deberá tener el bastón del poder".

Gracias a Mesjenet el espíritu penetraba en el
cuerpo del niño, que podía abandonar el vientre
materno protegido por la diosa que además le
ofrecía la ayuda de los poderes celestes que habría
de necesitar para poder triunfar sobre el mal siempre amenazante.
Nut, diosa del cielo, también es invocada en este conjuro
ya que es en el cielo en donde se sitúan todos los dioses,
que son las estrellas que nos brindan su luz. El oficiante, en
este caso un sacerdote lector, pedirá a Nut que la
bóveda de las estrellas descienda sobre la mujer que
está dando a luz y la proteja.

El niño y
la enfermedad

En relación con las enfermedades, que en el caso
de los niños causaban especial preocupación a sus
padres, los egipcios pensaban que podían estar motivadas
tanto por la presencia de emanaciones de la propia muerte como
por la acción de espíritus malignos, que
podían ser tanto las propias divinidades propiciatorias
del Caos como los espectros de los hombres que habían
muerto sin alcanzar el estado de bienaventurado. Los
niños, por su especial debilidad y quizás por su
capacidad profética que luego comentaremos, eran
víctimas fáciles de las enfermedades, siendo
atacados insistentemente por las fuerzas del mal.

Se hacía necesario, por tanto, la existencia de
conjuros que permitieran que el sanador se enfrentara sin
vacilaciones a esos espíritus maléficos que en otro
caso causarían la muerte del niño. Era frecuente el
uso como medio para ahuyentar a los espectros del ajo y de la
miel, el primero muy apropiado para hacer huir a los
espíritus malignos y la segunda, muy grata para los
hombres pero insufrible para los muertos no bendecidos. Se han
conservado, igualmente, diversas Cartas a los muertos en las que
frecuentemente se pide al espíritu glorificado del difunto
que aporte su poder para conseguir liberar a una persona de una
enfermedad que está sufriendo, atacado por un ser maligno.
Es de tal intensidad la creencia de que los difuntos
podían contribuir a devolver la salud a los enfermos que
es también frecuente que se amenace al propio fallecido,
si no presta ese auxilio, con dejar abandonado el culto funerario
de su tumba, con todo lo que ello implicaría para su Ka y
su memoria.

Veamos seguidamente una fórmula contra el
envenenamiento que se incluye en el Papiro Mágico del
Vaticano. Gracias al poder de este conjuro el mago pretende
neutralizar un veneno y extraerlo de los miembros de una
niña. Para ello deberá invocar a diversas
divinidades con cuya ayuda podrá paralizar la
maléfica acción. Seguimos a G. Cantú
(2002):

"¡Oh veneno, tú no aparezcas en su frente!
Thot está contra ti, y es señor de su frente. No
hay lugar donde te puedas establecer. ¡A la tierra, oh
veneno! ¡Yo te extraigo y te convierto en puro! Tú
quedas derramado, tú estás neutralizado, tú
eres extraído de todos los miembros de… hija de…
¡Oh vil veneno, te has quedado sin fuerzas, eres ciego y no
ves, estás derramado! No alzas tu faz, caes y eres
inexperto, estás debilitado y sin dientes y ya te hallas
perdido. Tú no hallas tu camino, estás preso,
careces ya de fuerza y mueres…"

Pensamos que puede resultar también interesante
reproducir otro conjuro, en este caso del Papiro Mágico
del Museo de Berlín, con el que se pretendía alejar
a la muerte que está rondando a un niño enfermo. La
fórmula la dirige su madre, que ha creado una barrera de
protección empleando ajo y miel. Seguimos a G.
Cantú:

"¿Has venido, quizás, a besar a este
niño?

¡No te voy a dejar que lo beses!

¿Has venido para hacerlo enmudecer?

¡No te permitiré que lo hagas
callar!

¿Tal vez viniste para hacerle
daño?

¡No permitiré que le hagas mal!

¿Has venido, quizá, para
llevártelo?

¡Yo no permitiré que me lo
quites!

¡Yo he hecho para él una protección
mágica contra ti,

empleando el ajo, que tanto mal te hace,

empleando la miel, dulce para los hombres

más tan amarga para los difuntos!"

El sanador, en posesión del poder de Heka, la
divinidad de la magia, no dudaba en emitir amenazas contra los
dioses en el caso de que el enfermo no recuperase la salud.
Gracias a la magia los egipcios participaban en los ciclos
cósmicos y naturales. El mago, dotado de un gran poder,
podía si llegaba el caso provocar la ruptura de ese orden
grato a la divinidad. Si los ritos mágicos que se
desarrollan en los templos dejaban de realizarse la amenaza del
Caos se tornaría en una realidad catastrófica.
Veamos una de esas amenazas en la versión de Jeremy
Naydler (2003). Ante una persona en peligro de muerte por
envenenamiento el mago no duda en proclamar que:

"Si el veneno se extiende a través del cuerpo,

si se aventura en cualquier parte del cuerpo,

no habrá ofrendas en las mesas de ofrendas en los
templos,

ni se derramará agua sobre los
altares,

ni se encenderá fuego en ningún lugar del
templo,

ni se llevará ganado a la mesa del
sacrificio,

ningún trozo de carne se tomará para el
templo.

Pero si el veneno cae a tierra,

todos los templos se llenarán de
alegría,

los dioses serán felices en sus
santuarios…"

Los niños
y el porvenir

En su obra Isis y Osiris, antes citada, Plutarco nos
dice que en el antiguo Egipto los hombres atribuían a los
niños de corta edad la facultad de emitir profecías
y ofrecer información sobre acontecimientos que
habrían de suceder en el futuro. El motivo
reposaría en la creencia de que sus almas, lo que los
egipcios llamaban Ba, no estaban todavía agarrotadas en la
carne, es decir, atrapadas en la materia del cuerpo
físico. Los niños, por ese motivo, estarían
dotados de una especial sensibilidad que permitía que su
Ba dejase su cuerpo con cierta facilidad y tomase contacto con
los mundos del más allá. Esa facultad de contactar
con el mundo invisible, que posibilitaría la
emisión de profecías, sería algo propio de
los niños de corta edad y se iría luego diluyendo a
medida que el paso de los años fuese anquilosando el alma
en la materia. A fin de cuentas no debe causarnos
extrañeza esta creencia ya que en los denominados
Misterios Egipcios la finalidad última del proceso
mistérico no sería sino lo que el filósofo
Jámblico denominaba la "ascensión
hierática", es decir, conseguir que el Ba abandonase el
cuerpo del iniciado y se fundiese con la divinidad.

Debido a estas creencias cuando los niños jugaban
en los patios de los templos, los sacerdotes solían
prestar atención a las palabras que emitían,
intentando deducir de ellas posibles presagios. Aparentemente las
palabras de los niños se emitían al azar, pero los
egipcios pensaban que en ciertos casos podían tener un
significado oculto de tipo profético. De algún
modo, a través de las almas sencillas de los niños,
el hombre podía conocer los deseos de la
divinidad.

Estas creencias serían confirmadas por Apuleyo
(Apol., 43), que iniciado en los Misterios de Isis nos
decía que: "Estoy convencido de que las almas humanas,
sobre todo las sencillas, como las de los niños, pueden,
por mediación de encantos y la embriaguez producida por
los perfumes, quedar adormecidas y enteramente aisladas de la
consciencia de las cosas de este mundo, e, insensiblemente,
olvidando el cuerpo, verse conducidas a su naturaleza, inmortal y
divina como se sabe, y que, entonces, como caídos en
letargo, pueden presagiar el porvenir".

Esta facultad profética propia de los
niños de corta edad podría ser una de las causas de
que los espíritus malignos los consideraran como enemigos
y trataran de atacarlos de manera continuada causándoles
enfermedades que tanto sus madres como los sanadores
intentarían una y otra vez atajar no dudando en aplicar
los conocimientos que emanados del inmenso poder de Heka (dios
primordial de la magia) habrían de permitir la
neutralización de esos poderes negativos y
malignos.

Bibliografía

Allen, James P. (1989): "La Cosmología de los
Textos de las Pirámides" (en Yale Egyptological
Studies 3, Religión and Philosophy in Ancient Egypt
).
Versión española en Internet, de R. M. Thode, en
http://www.egiptologia.org

Bergua, Juan B., edición (1967): "El Libro de los
Muertos de los antiguos egipcios". Madrid.

Blanco Freijeiro, A. y otros. (1995): "Faraones y
pirámides". Madrid.

Bresciani, Edda (2001): "A orillas del Nilo. Egipto en
tiempos de los faraones". Barcelona.

Brier, Bob (2008): "Los misterios del antiguo Egipto".
Barcelona.

Budge, E.A.W. (2005): "La magia egipcia".
Barcelona.

Budge, E.A.W. (2006): "Ideas de los egipcios sobre el
más allá". Barcelona.

Cabanas, Antonio (2006): "Los secretos de Osiris".
Madrid.

Calvo Martínez, José y Sánchez
Romero, M. Dolores (1987): "Textos de magia en papiros griegos".
Madrid.

Cantú, G. (2002): "Misterios esotéricos
del Antiguo Egipto". Barcelona.

Castel, Elisa (1999): "Egipto. Signos y símbolos
de lo sagrado". Madrid.

Castel, Elisa (1998): "Los Sacerdotes en el Antiguo
Egipto". Madrid.

Castel, Elisa (1995): "Diccionario de Mitología
Egipcia". Madrid.

Daumas, F. (2000): "La civilización del Egipto
faraónico". Barcelona.

David, R. (2003): "Religión y magia en el Antiguo
Egipto". Barcelona.

Desroches, Christiane (2005): "Símbolos de
Egipto". Barcelona.

Drioton y Vandier (1973): "Historia de Egipto". Buenos
Aires.

Dunand, F. y Lichtenberg, R. (1999): "Las momias, un
viaje a la eternidad". Barcelona.

Easón, Cassandra (2009): "Nuevos misterios del
antiguo Egipto". Barcelona.

Elvira, M.A. (1985): "El Egipto ptolemaico".
Madrid.

Fletcher, Joann (2002): "Egipto: el libro de la vida y
la muerte". Barcelona.

Gahlin, Lucía (2007): "Egipto. Dioses, mitos y
religión". Madrid.

Galán, José Manuel (2002): "El imperio
egipcio. Inscripciones, ca. 1550-1300 a.C.".
Barcelona.

Gros de Beler (1998): "Mitología egipcia".
París.

Gros de Beler (2001): "Los faraones".
París.

Hagen, Rose-Marie y Rainer (2004): "Egipto. Hombres,
dioses y faraones". Colonia.

Heródoto (1992): "Historia (Libros I-II)".
Traducción y notas de Carlos Schrader. Madrid.

Hornung, E. (1999): "El Uno y los Múltiples.
Concepciones egipcias de la divinidad". Madrid.

Husson y Valbelle (1998): "Instituciones de Egipto".
Madrid.

Jacq, C. (1998): "Las máximas de Ptahhotep".
Madrid.

Jacq, C. (1999): "El saber mágico en el Antiguo
Egipto". Barcelona.

Jacq, C. (1999): "La sabiduría viva del Antiguo
Egipto". Barcelona.

Jacq, C. (1999): "El enigma de la piedra".
Madrid.

Jacq, C. (2001): "Poder y sabiduría en el Antiguo
Egipto". Barcelona.

Jámblico (1997): "Sobre los misterios egipcios".
Edición de Enrique Ángel Ramos Jurado.
Madrid.

Janot, Francis (2009): "Momias reales. La inmortalidad
en el antiguo Egipto". Madrid.

Lalouette, C. (2000): "La sabiduría
semítica. Del antiguo Egipto hasta el Islam".
Madrid.

Lara Peinado, F. (1993): "Libro de los Muertos".
Edición y notas. Madrid.

Lefebvre, G. (2003): "Mitos y cuentos egipcios de la
época faraónica". Madrid.

Loisy, A. (1990): "Los misterios paganos y el misterio
cristiano". Barcelona.

López, F. y Thode, R. (2003): "Los Textos de las
Pirámides". Versión española en Internet de
la obra de Faulkner, R.O., en http://www.egiptologia.org

López, Jesús (2005): "Cuentos y
fábulas del Antiguo Egipto". Barcelona.

Martín Valentín, F.J. (2002): "Los magos
del antiguo Egipto". Madrid.

Martos, José Ángel y otros (2007):
"Faraón". Madrid.

Max Müller, F. (1996): "Mitología egipcia".
Barcelona.

Menard, L. (1998): "Los libros de Hermes Trismegisto".
Edición. Barcelona.

Molinero Polo, M. Ángel (1997): "La
cartografía egipcia del Más Allá en los
libros funerarios del Reino Medio" (en "Realidad y Mito").
Madrid.

Murray, M.A. (2005): "Leyendas del antiguo Egipto".
Barcelona.

Naydler, J. (2003): "El templo del cosmos. La
experiencia de lo sagrado en el Egipto antiguo".
Madrid.

Oakes, Lorna (2007): "Lugares sagrados del antiguo
Egipto". Madrid.

Ogdón, Jorge Roberto: "Apuntes sobre la
práctica del exorcismo en Textos Mágicos". En
http://www.egiptologia.com

Padró Parcerisa, Josep (2005): "El Egipto del
Imperio Antiguo". Madrid.

Parra, J.M. (2003): "Gentes del Valle del Nilo".
Madrid.

Parra, J.M. y otros (2008): "Egipto. El culto a la
muerte junto al río de la vida". Madrid.

Pirenne, J. (1971): "Historia de la civilización
del antiguo Egipto". Barcelona.

Piulats Riu, Octavi (2006): "Egiptosophía.
Relectura del Mito al Logos". Barcelona.

Plutarco (1997): "Isis y Osiris". Edición de
Mario Meunier. Barcelona.

Presedo, F.J. (1988): "A la sombra de la esfinge".
Madrid.

Puvill Doñate, M. (1999): "Textos de la tumba de
la reina Nefertari". Barcelona.

Quirke, S. (2003): "La religión del Antiguo
Egipto". Madrid.

Quirke, S. (2003): "Ra, el dios del Sol".
Madrid.

Renau, X. (1999): "Textos Herméticos".
Edición. Madrid.

Román, María Teresa (2004):
"Sabidurías orientales de la Antigüedad".
Madrid.

Schulz, Regine y otros (2004): "Egipto, el mundo de los
faraones". Colonia.

Serrano, J.M. (1993): "Textos para la historia antigua
de Egipto". Madrid.

Siliotti, Alberto (2005): "Egipto".
Barcelona.

Tiradritti, Francesco (2000): "Tesoros egipcios de la
colección del Museo Egipcio de El Cairo".
Barcelona.

Turcan, Robert (2001): "Los cultos orientales en el
mundo romano". Madrid.

Varios autores (2004): "La tumba de Tutmosis III. Las
horas oscuras del sol". Madrid.

Varios autores (2005): "Faraón".
Madrid.

Vercoutter, J. et alii (1971): "Los imperios del antiguo
oriente (del Paleolítico a la mitad del segundo milenio)".
Madrid.

Vidal, C. (1994): "La sabiduría del antiguo
Egipto". Madrid.

Wildung, D. (2004): "Egipto, de la Prehistoria a los
romanos". Colonia.

Wilkinson, Richard H. (2003): "Magia y símbolo en
el arte egipcio". Madrid.

Wilkinson, Richard H. (2004): "Cómo leer el arte
egipcio". Barcelona.

 

 

Autor:

Ildefonso Robledo
Casanova

 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter