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Principales dificultades enfrentadas por los plantadores habaneros (Cuba 1790-1825).




Enviado por Dúnyer Pérez Roque




    Principales dificultades que enfrentó la
    economía de plantación en la región habanera
    (1790-1825) – Monografias.com

    Principales dificultades que
    enfrentó la economía de plantación en la
    región habanera
    (1790-1825)[1]

    Cuba, y la economía de plantación,
    debieron enfrentar una serie de circunstancias específicas
    en el último cuarto del siglo XVIII, que pudieron llevar
    su creciente florecimiento a un final catastrófico. Una
    vez satisfecha la demanda interna, y la de la metrópoli,
    la industria azucarera peligraba de caer en un equilibrio entre
    producción y demanda. Esta peligrosa situación se
    complicaba aún más por la rápida
    desintegración del imperio colonial español en
    América. De la misma manera que el alto precio del
    azúcar lanzó a Cuba, de forma violenta, al cultivo
    de la caña, produjo idéntico efecto en las Antillas
    inglesas y en otras partes, llegándose a obtener hacia
    1800, un exceso de producción que saturó el
    mercado. El auge azucarero experimentado a partir de 1792 queda
    paralizado al iniciarse el siglo XIX por la baja brusca del
    precio de este dulce, arruinando a una treintena de ingenios
    cubanos (ver Gráfico I).

    Aún recuperándose de este
    obstáculo, ocurrió un embargo decretado por los
    Estados Unidos en 1807, durante la guerras de Inglaterra y
    Francia, con el consecuente cierre de los puertos norteamericanos
    al comercio exterior y la prohibición de la
    navegación a los buques de esa bandera. Esto asestó
    un nuevo y duro golpe a los productores cubanos, los que
    encontraban en los barcos de este país la mayor parte de
    la salidas de sus frutos. Para colmo, Inglaterra, aliada con
    España, era un peligro para Cuba, pues con permiso para
    comerciar con la isla, hacía intercambios, pero no se
    llevaba el azúcar acumulado en los almacenes sin
    posibilidades de venta[2]

    En 1808, Napoleón Bonaparte invadió
    España. La ocupación francesa colocaba sobre el
    tintero la posibilidad de que el Nuevo Pacto Colonial se hiciera
    añicos. En Cuba se propuso la creación de una junta
    en apoyo a Fernando VII. Con el dominio entre los juntistas
    hispanos de elementos mercantilistas, y entre ellos el peso
    fundamental de los monopolistas sevillanos. Estos tuvieron
    representantes en Cuba que actuaron de conjunto contra
    Arango.

    Para la segunda década del siglo XIX, dos nuevas
    amenazas se presentan para las producciones cubanas: la
    aparición de un competidor terrible, el azúcar de
    remolacha, convertido en producto comercial prácticamente
    a la fuerza, fundamentalmente, por la voluntad estatal francesa,
    encabezó una lucha encarnizada, durante el resto del siglo
    XIX, con el azúcar de caña; y el segundo elemento
    lo constituye la supresión legal del tráfico de
    esclavos.

    La introducción de la máquina de vapor
    supuso el crecimiento de los ingenios, pero, no obstante, este
    proceso fue lento, no solo por las condiciones poco favorables
    para la agroindustria, sino porque existían otros
    obstáculos materiales que hacían imposible
    fábricas demasiado grandes. Entre estos, se encontraban en
    primera línea, los medios de transportes, el
    aprovisionamiento de combustible y la necesidad de contar con
    enormes boyadas para el traslado de caña y azúcar.
    Además, con la mano de obra esclava, se incluían
    los gastos de alojamiento, manutención, curaciones, etc.
    durante todo el año, los que representaban una
    erogación de capitales realmente enorme. Además de
    los elementos antes señalados, la plantación
    habanera debió afrontar dificultades particulares de falta
    de capitales, mano de obra, instituciones, infraestructura y
    tecnología (adelantos científico-técnicos)
    imprescindibles, sin los cuales este modelo no hubiera podido
    subsistir.

    Si bien los capitales amasados por la clase
    económicamente dominante habanera durante los siglos XVI,
    XVII y XVIII, resultado de un largo proceso acumulativo,
    permitieron en parte, el inicio de la plantación; pero los
    mismos resultaban, por sí mismos, insuficientes para
    mantener este sistema. Aunque se nota la catalización del
    proceso de desarrollo financiero en esta etapa, continúa
    la preponderancia del capital comercial. Luego de 1806, en que
    concluyen los situados de México[3]la isla
    caribeña se debió valer por sí misma para
    sufragar sus gastos. Este hecho se produce en un contexto en que
    Cuba posee una balanza comercial favorable, gracias a la
    triplicación del precio del azúcar desde
    1793.

    Un papel importante en el proceso inversionista
    azucarero ocurrido en Cuba se produjo gracias a la presencia
    extranjera; pero la mayor parte era resultado de las condiciones
    internas, específicamente a las creadas por el
    boom azucarero de 1790-1800. El principal motor para el
    financiamiento era, en esta época, la refacción
    agrícola[4]obtenida, sobre todo, de los
    ramos del azúcar y del café. La refacción
    azucarera era resultado, en gran medida, de las acciones del
    grupo comercial insular.

    Estos eran los proveedores de todos los elementos
    necesarios para el normal funcionamiento de la zafra,
    además de funcionar como "banqueros", a falta de
    instituciones crediticias[5]La tendencia fue a la
    dependencia del elemento externo o de un solo gran capital
    privado. Con el paso del tiempo, solo los grandes hacendados, que
    simultaneaban la función productiva con la comercial,
    pudieron enfrentar sin ayuda del extranjero, la creación
    de ingenios de primera calidad. Esto favoreció el aumento
    de la dependencia del hacendado al comerciante y propició
    la difusión de las sociedades por acciones. Además,
    las entradas a las Arcas Reales no cesaron; la riqueza para Cuba,
    lo era igualmente para España (ver Tabla 1).

    La intensificación de la plantación, y
    consecuentemente, la explotación sobre los esclavos, es la
    causa fundamental de su aumento colosal. Moreno Fraginals explica
    el visible aumento que arrojan los censos y padrones: en 1792 son
    84 500 los negros; el de 1817 arroja 225 000. Según los
    cálculos de rendimiento, un ingenio de primer nivel no
    podía contar con menos de 200
    esclavos[6]Ante la dura situación que se
    avecinaba después de 1817 (una coyuntura antiesclavista)
    el quinquenio de 1816-1820 fue de una fuerte introducción
    negra con un total de 111 014
    personas[7]

    Como durante este período hubo una gran entrada
    de mano de obra, la oferta superó la demanda, y por ello
    los precios bajaron. Esta tendencia bajista, además,
    estuvo condicionada, por la existencia de un cuantioso
    stock en los almacenes. La libre introducción de
    esclavos en Cuba empezó a sufrir alteraciones, motivado
    por la firma del tratado anglo-español de 1817, bajo
    presión inglesa, en el cual se comprometía
    España, para 1820, suprimir la trata. Su rúbrica no
    significó, sin embargo, el fin del contrabando humano,
    sino la adición de un porciento para el soborno de las
    autoridades.

    La signatura de este tratado causó inquietud y
    protestas entre los productores cubanos; pero con el tiempo, sus
    dudas se disiparon. Después de 1820, el comercio de
    esclavos continuó tan vivo como antes. La continuidad de
    la trata, ahora de forma ilegal, unida a la entrada del
    azúcar de remolacha al mercado internacional,
    encareció el precio adquisitivo del esclavo. Por esto, les
    urgía a los hacendados habaneros la reducción de
    los costos de producción, los cuales se encontraban
    recargados con los cuantiosos recursos que debían emplear
    en los transportes, al punto de que cada caja de azúcar se
    encontraba con un aumento entre 10 y 20% de su
    valor[8]

    Como entre 1821 y 1840 la presencia de los negros en las
    plantaciones es abundante, resultó más rentable el
    sometimiento y explotación de estos al máximo,
    reduciendo su vida útil, que el alargarles la vida. En
    este proceso, la máquina de vapor aplicada al trapiche fue
    un elemento más en el consumo de brazos y en aumento de la
    producción de los ingenios. A pesar de que el negro
    esclavo africano fue la solución a la mano de obra
    azucarera, el obrero asalariado, igualmente, jugó un papel
    importante en este. Así mismo, el ingenio, en su
    expansión, va absorbiendo el remanente del campesinado
    desplazado por la plantación. El asalariado, desde finales
    del siglo XVIII, participa de forma activa en la
    producción azucarera. El desmontaje y chapeo de los
    bosques, la construcción de las edificaciones de los
    ingenios, la dirección técnica, o el corte y
    acarreo de caña, son algunas de sus labores. Estos se
    insertan en el mundo esclavista del ingenio, logrando una
    simbiosis de trabajo esclavo con asalariado muy interesante. No
    hay sustitución de uno por el otro, sino mezcla,
    simultaneidad.

    Incluso, este proceso ve nacer una categoría
    intermedia, no "pura": el esclavo alquilado. El ingenio
    absorbió toda la mano de obra disponible. Igualmente, en
    el sector fabril del ingenio, hubo asalariados que trabajaron
    junto a los esclavos. Pero como el mercado laboral era
    pequeño, y la Isla, poco habitada, necesitaba
    constantemente de brazos, los pocos trabajadores libres que
    existían mantuvieron una particular situación de
    privilegios, lo que les permitió obtener salarios
    altísimos comparados con los que se pagaban, entonces, en
    Europa. Aunque existían ganas en Cuba por el trabajo
    barato, el inmigrante que llegaba a Cuba, se transformaba
    rápidamente en campesino o artesano, o bien aprovechaba su
    privilegiado status para exigir salarios
    elevados[9]

    La agroindustria cañera, desde el siglo XVI y
    hasta parte del XIX, dependió en gran medida, de la
    fundación de nuevos ingenios para ampliar sus áreas
    cultivadas, pues sus unidades tecnológicas no
    podían procesar más materia prima que la limitada a
    su entorno. Igualmente, entre las limitantes tecnológicas
    de la época, se incluyen las carretas (ver
    Ilustración 1) y el arria de mulas (ver Ilustración
    2), que eran casi los únicos medios para el transporte de
    mercancías hacia los puertos cubanos, lo cual retrasaba
    todo el ciclo económico cubano.

    La expansión de los cultivos comerciales de 1790
    a 1840, con el azúcar a la cabeza, estuvo caracterizado
    por una reforma tecnológica de gran impacto, no menos
    importante que los cambios estructurales. En Cuba, por sus
    particulares condiciones socio-económicas y atraso
    científico-técnico, no se podían introducir
    las mejoras que se estaban produciendo en Europa
    (invención y uso de fertilizantes, la química
    aplicada a la agricultura, entre otras). La opinión
    generalizada –a pesar de la labor publicística de la
    Sociedad Económica o del Papel Periódico de La
    Habana– era que los anteriores elementos, gracias a la
    "fama" de nuestras tierras, no eran necesarios
    aquí[10]Creían que la causa de los
    bajos rendimientos era la deficiencia de la tecnología
    introducida o la crónica falta de brazos, sin analizar que
    antes del trapiche, el azúcar se producía en el
    campo.

    Al mantenerse, en esencia, las técnicas
    artesanales, el ingenio cubano se extiende y amplía en
    esclavos y equipos, provocando un particular crecimiento sin
    desarrollo. Se crea así, a partir de 1820, el ingenio
    semimecanizado
    , el cual, si bien es altamente rentable, es
    igualmente inestable, con tendencia a entrar en crisis al menor
    síntoma de alteración dentro de los
    parámetros de su época. El molino fue el equipo del
    ingenio que sufrió un cambio más radical. Fue el
    "cuello de botella"[11] de la gran manufactura de
    principios del siglo XIX.

    Un trapiche vertical, dentro de los mejores
    requerimientos técnicos, solo podía moler 170 t
    aproximadamente de caña. Por eso, la gran solución
    a este problema fue la instalación de dos o más
    trapiches de este tipo. Si bien esto rompió esta traba,
    creó un serio problema de circulación y trabajo, al
    tener que emplear de 50 a 80 yuntas de bueyes solo como fuerza
    motriz en los molinos[12]Por esta y otras razones,
    los primitivos trapiches verticales comienzan a ser sustituidos
    por los horizontales, con los cuales se logra un mejor
    aprovechamiento de la fuerza en sus mazas, y por consiguiente,
    logra extraer mayor cantidad de jugo, una mejor
    distribución de la caña, y logra evitar los
    frecuentes accidentes de los negros "metedores" de caña en
    las mazas[13]

    También sus partes y componentes de madera fueron
    sustituidos por los de hierro, dándole más fuerza y
    durabilidad. Los primeros trenes (grupo de pailas
    –recipientes– sobre un mismo cañón de
    fuego) introducidos en Cuba fueron los llamados
    franceses, conformados por cinco pailas en
    sucesión, alrededor de 1780. La gran manufactura de
    principios del siglo XIX reproduce y amplía los trenes
    franceses, agregándoles ligeros
    cambios[14]A pesar de que constituyeron un notable
    paso de avance para su época, tuvieron que ser desechados
    rápidamente, pues exigían un cuidado que no se le
    podía pedir a los esclavos[15]Este
    experimento fue reproducido por los hacendados cubanos hasta la
    saciedad. Así, la gran producción azucarera
    habanera se realizó cuantitativamente: aumentándolo
    todo. La forma más generalizada, de cuatro pailas y dos
    defecadoras –para purgar el azúcar– se
    llamó tren
    jamaiquino
    [16]

    Todo este cuadro de florecimiento económico, como
    resulta lógico, demandaba una creciente y más
    eficaz comunicación entre todos los puntos de la
    geografía insular cubana. Este será el asunto
    pendiente, desde el inicio mismo de la plantación, y que
    venía observándose desde hacía tiempo, y no
    se había resuelto. Desde los años inmediatos a los
    sucesos de Saint Domingue, se tomaron pasos en esta
    dirección. La faena publicitaria de la Sociedad
    Económica de Amigos del País (SEAP),
    prácticamente en todas las áreas del conocimiento
    humano, constituye un intento para dar a conocer, tanto dentro
    como fuera de Cuba, los temas de los debates que se
    producían en la Mayor de las Antillas. Además, en
    sus páginas se reprodujeron trabajos de mucha utilidad
    práctica para los plantadores. Por ello, sus
    Memorias –de primera importancia para el estudio
    de nuestro tema– constituyen un pilar fundamental en
    nuestro análisis. Más adelante se
    profundizará sobre este tópico.

    Ejemplo de ello son las Memorias publicadas desde 1795,
    de Juan T. de Jáuregui y Nicolás Calvo,
    además de otras, no divulgadas, de Esteban La Fayé,
    Julián de Campos, Alonso D. Muñoz, Juan A.
    Morejón y el Marqués de Arcos[17]En
    el acta consular de 15 de enero de 1796[18]se
    refleja la lectura realizada por el Síndico de un extracto
    general de 14 memorias presentadas a la Junta sobre caminos, y un
    resumen de las soluciones propuestas en ellos. Con los escasos
    recursos del Real Consulado[19]se iniciaron las
    obras, con el objetivo de construir 80 leguas de caminos que
    unieran a La Habana con Güines, Batabanó y Matanzas,
    mediante un camino carretero. Esto resultó un fiasco
    total, pues la mala calidad de los materiales y las
    técnicas empleados, unido al clima tropical, de abundantes
    lluvias, imposibilitaron los trabajos.

    Era frecuente, además, que algunos
    productores, utilizando su influencia en el Consulado, dirigiesen
    los caminos directamente hacia sus haciendas e ingenios, lo que
    ocasionaba el abandono de otros proyectos anteriormente
    iniciados. Todo este fatídico panorama redundaba en
    perjuicio de las obras viales, afectando directamente a los
    intereses públicos (estatales), y un sistema que el
    Consulado no podía mantener[20]No todos
    fueron reveses. Se lograron algunos éxitos de relativa
    importancia. Ejemplo de esto fueron los alcanzados en el libre
    tránsito de azúcares entre La Habana y Güines.
    En esta zona se estableció un acuerdo entre los vecinos
    para financiar la rebaja de tierra en la Loma de la Candela (ver
    Ilustración 3). Similares métodos se emplearon en
    la Laguna de Curbelo y el Puente de Ganuza[21]Los
    caminos principales que salían de La Habana hacia Matanzas
    (ver Mapa 1) y a Güines y Batabanó (ver Mapa 2),
    apenas podían exhibir unas pocas leguas bien
    construidas.

    A pesar de los casi inexistentes resultados
    obtenidos, resulta sintomático el hecho de que se
    utilizasen hasta 400 hombres en estas tareas. También,
    entre 1796 y 1832 se invirtió en estas construcciones
    más de 3 600 000 pesos, con un promedio de 100 000 pesos
    anuales[22]En 1800, la expansión plantadora
    cercana a La Habana era un hecho innegable (ver Mapa 3). Para
    1816, al analizarse lo realizado en el particular de
    comunicaciones interiores, el Real Consulado se dio cuenta que
    solo se habían construido una pequeña parte de los
    caminos que salían de La Habana. La mayor parte de los
    fondos se habían gastado en preservación de algunos
    caminos antiguos, alcantarillas y puentes. Por esto, se le dio
    prioridad a la construcción de dos vías de suma
    importancia de La Habana: los caminos de Jaruco-Matanzas y de La
    Habana-Guanajay.

    El avance plantador era abrumador (ver Mapa
    4). Los grandes productores del interior habanero –zonas
    alejadas de las costas, por ejemplo, el valle güinero–
    para llevar sus mercancías al puerto, debían mover
    sus azúcares dentro de la ciudad (ver Ilustración
    4), lo cual representaba gastos casi iguales que traerlos del
    ingenio hacia La Habana, y ocasionaba, además, el
    deterioro y destrucción de las calles.

    Según Moreno
    Fraginals[23]el Cabildo prohibió herrar las
    ruedas de las carretas. Pero esta lucha, en la cual se
    involucraban productores e instituciones coloniales, muchos de
    los primeros miembros en la segunda, fue relegada a un segundo
    plano, pues ante la pérdida de atribuciones del Cabildo, y
    más aún, ante el empuje azucarero, los caminos a
    transitarse se debían supeditar al dulce cañero. El
    final de esta discusión ocurrió cuando las
    compañías dueñas de carretones aumentaron
    grandemente sus dimensiones, hasta cargar el doble que la carreta
    de bueyes. Ante esto, el Cabildo pidió cambiar los bueyes
    por mulos. Obviamente no lo hicieron los productores. Esta
    problemática ocurre entre 1798 y 1835.

    El principal contribuyente para la destrucción de
    las calles no era el vehículo, sino su mala
    construcción[24]Por eso, el remedio para
    este mal era el empedrado. A La Habana, como consecuencia del
    activo comercio azucarero y otros productos, llegaban numerosas
    embarcaciones en lastre, cuyo ideal adoquín sirvió
    para pavimentar sus calles. Por estas razones, el principal
    obstáculo a la expansión azucarera estuvo en el
    transporte, pues las tierras cercanas a las costas, y las de
    fácil comunicación con los puertos, eran las
    verdaderamente rentables. A medida que se adentraban, aumentaba
    el costo final, y con ello su rentabilidad. Por poner solo un
    ejemplo: en carta íntima del Príncipe de la Paz
    (Godoy) al Conde de Mopox y Jaruco el 26 de julio de 1796, el
    primero comenta sobre el problema del pésimo estado de los
    caminos en Cuba y su importancia:

    "Excelentísimo Señor: Las varias
    investigaciones que he hecho en mis viajes por Inglaterra [y el]
    convencimiento de que nada ha contribuido tanto como la
    construcción de caminos y (…) canales navegables (…)
    [a su desarrollo] me animan a llamar la atención a V.E.
    sobre este asunto contraído únicamente a la Isla de
    Cuba; Isla de cual podría el Rey sacar mas utilidad que
    las otras Naciones Europeas de todas sus posesiones en
    América"
    [25]

    El aumento productivo, así como la necesidad de
    organización del mismo, ponen de manifiesto la urgencia de
    crear instituciones que fuesen capaces de controlar el
    funcionamiento de la economía cubana en general, y de la
    plantación azucarera en particular, sin dudas, un pilar
    importante de la misma, como instrumentos para una mejor
    dominación y explotación sobre los recursos
    económicos de la Isla.

    La creación de la Intendencia de Hacienda en
    España, tras su copia del modelo francés, cuando ya
    en este país se encontraba en decadencia, será un
    punto esencial en la conformación del nuevo Estado
    español, y logrará cambiar la vieja estructura
    administrativa, atribuyéndose los ramos de Justicia,
    Policía, Hacienda y Guerra de la Península. Esta es
    una de las instituciones rectoras que aparece antes del
    período de 1790-1840. En Cuba es donde aparece de forma
    experimental la primera Intendencia de Hacienda en
    América, y de la cual posteriormente se extendería
    a otras regiones. Se inicia tras la retirada inglesa de La
    Habana, aunque tuvo un antecedente sui
    generis
    [26]

    La nueva Intendencia quedaba creada oficialmente en
    1764, pero, por diversas razones, no se celebró su primera
    reunión hasta 1767. Según las reales instrucciones,
    este funcionario tenía prerrogativa en tres departamentos:
    Hacienda, Guerra y Rentas Reales. En este último ramo,
    tenía poderes casi ilimitados, al ser la figura
    centralizadora de la economía y las finanzas del
    país. Aunque no poseía cargo militar, se le anexaba
    todo lo referido al aprovisionamiento del ejército y
    marina real. Igualmente, con el tiempo, la Intendencia
    necesitó una reforma.

    Esto ocurrió mediante la Real Orden
    de 13 de noviembre de 1800, cuando se estipuló que la
    Junta de Real Hacienda, que funcionaba desde la creación
    de la Intendencia, se sustituyera por una Junta Superior
    Directiva de la Real Hacienda[27]Ahora, la misma
    solo dependía del rey, debería cuidar los asuntos
    de gobierno y justicia, además de la guerra, al
    máximo nivel. Los asuntos de categoría intermedia
    quedaban reservados para los intendentes subdelegados y otros
    funcionarios intermedios. En el período de 1790-1840, se
    crean dos instituciones que repercutirán positivamente en
    el desarrollo posterior de la isla: la Sociedad Económica
    de Amigos del País (SEAP; y conocida con otros nombres,
    como Real Sociedad Patriótica de La Habana) y el Real
    Consulado de Agricultura, Industria y Comercio de La
    Habana.

    Ambas instituciones tenían entre sus
    bases el fomento y desarrollo de todos los ramos de la
    economía nacional, cada uno con sus características
    propias. La Intendencia, institución creada por la
    metrópoli para favorecer sus intereses en los territorios
    coloniales, si bien toma partido mediante la entrada de esclavos,
    el fomento de nuevos cultivos etc., no fue capaz de articular un
    sólido mecanismo para el beneficio neto español en
    el nuevo proceso, y, por contario, los insulares fueron los que
    al final lograron vincularla a sus necesidades, al punto de caer
    su dirección en uno de sus principales representantes,
    Claudio Martínez de Pinillos.

    La SEAP se crea por Real Orden de 27 de abril de 1792,
    aunque no inició sus labores hasta el 9 de enero de 1793.
    Así, sus primeros acuerdos (en 1793) son netamente
    azucareros: la aplicación del movimiento pendular como
    fuerza motriz en los trapiches cañeros; el estudio sobre
    los métodos de cultivo de la caña y la
    elaboración de azúcar; la creación de una
    escuela de Química y Botánica –se debe
    entender la química como lo hacían sus
    contemporáneos: "el arte de fabricar
    azúcar"–; y el primer antecedente sobre el intento
    de crear en Cuba un molino de viento o agua para moler
    caña[28]

    Los temas sobre la carencia y precariedad de los caminos
    que requería Cuba, y en particular La Habana, son
    igualmente tratados en el seno de esta institución desde
    sus inicios, a causa del aumento productivo azucarero y la
    vía abierta para la plantación. Tal fue el caso de
    la Memoria sobre la necesidad de construir caminos en esta
    Isla, medios de hacerlos y dirección que deben tener
    ,
    escrita por Nicolás Calvo y O`Farrill, leída en la
    Junta Ordinaria de 8 de octubre de 1795[29]Este
    será uno de los temas recurrentes en esta
    publicación hasta 1830[30]

    Poco después de fundada la SEAP, se creó
    el Real Consulado de Agricultura, Industria y Comercio de La
    Habana[31]Con esto, no se le daba tanto poder
    –más del que ya tenían– a la
    oligarquía habanera, y la clase mercantil
    –fundamentalmente española– encontraba un
    espacio político mediante el cual canalizar sus intereses,
    simultáneamente al de los hacendados habaneros, reuniendo
    en uno solo ambos cuerpos institucionales. Así, se
    creó la Real Cédula de 4 de abril de 1794, que daba
    inicio formal al Real Consulado, iniciando sus sesiones el 10 de
    abril de 1795. Entre sus funciones destacaban (…) "todos
    los asuntos referentes al fomento de la agricultura y el comercio
    de la Isla, y especialmente a la construcción de buenos
    caminos, a la apertura de canales de navegación y riego
    (…) en una palabra, a facilitar por todos los medios la
    circulación interior y exterior (…)"

    [32]

    Este cuerpo sirvió para colegiar los intereses
    económicos tanto de los comerciantes como de los
    productores. Ambos encontraron el espacio que buscaban para
    canalizar sus aspiraciones clasistas en esta institución.
    Ambos grupos trabajaban unidos en pos del mismo objetivo
    común: el desarrollo y expansión de la
    plantación. Se necesitaban el uno al otro; se
    complementaban en pos de utilidades comunes. Su
    composición inicial así lo demuestra: Ignacio
    Montalvo y Ambulodi, conde de Casa Montalvo (Prior),
    acompañante de Arango en el viaje concebido en su
    proyecto; Juan Tomás de Jáuregui y Mayora y Lorenzo
    de Quintana (comerciantes designados Cónsules); los
    Marqueses de Casa Peñalver (Gabriel Peñalver y
    Calvo de la Puerta e Ignacio de Peñalver y
    Cárdenas) Juan de Erice y Pablo Boloix (todos
    Consiliarios); Francisco de Arango y Parreño
    (Síndico) y su hermano Ramón (Contador) destacan
    entre las principales figuras.

    Prácticamente la única preocupación
    de los productores habaneros, en el sector agrícola
    cañero, fue la mejora e introducción de nuevas
    variedades, intentando reproducir en Cuba los éxitos,
    supuestos o no, del extranjero. Tal fue el caso de la caña
    de Otahití, de la cual los productores habaneros
    constataron su enorme crecimiento en nuestro país, y
    realizaron una expedición a buscar nuevas semillas a la
    isla dinamarquesa de Santa Cruz, en
    1798[33]Anteriormente, en carta de D. Fidel
    Duclesmeur a los Sres. Prior y Cónsules del Real Consulado
    el 4 de mayo de 1796, este ofrece sus servicios para garantizar
    la introducción de cepas de cañas de Otahití
    a los hacendados habaneros, que según él, se
    había enterado un vecino de la isla de Trinidad de estas
    intenciones. Este intento no se
    concretó[34]En su búsqueda de
    renovar los métodos agrícolas, intentaron proyectos
    de sustitución de la tradicional fuerza motriz animal para
    mover los obsoletos trapiches.

    Tal fue el caso de Pedro Diago, que intentó
    construir el primer trapiche de viento para su ingenio en 1800,
    el cual resultó un fiasco, pues sus frecuentes roturas
    impedían su normal funcionamiento[35]Otra
    de las variantes aplicadas fue las traducciones de distintas
    obras de temática azucarera al idioma castellano, a fin de
    ilustrar a las clases económicamente dominantes sobre las
    consideradas mejores técnicas del momento, teniendo esta
    clase en Francisco de Arango y Parreño, a uno de sus
    más apasionados defensores[36]Igualmente,
    el fomento de la inmigración blanca, a fin de proporcionar
    los técnicos especializados en el sector azucarero, fue
    otra de las vías de
    desarrollo[37]

    Gráfico 1. Movimiento de los
    precios azucareros (1790-1820).

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    El nivel de 40 chelines cwt/CIF London se consideraba
    altamente remunerativo para el productor cubano medio. Por lo
    tanto, esta es una etapa de extraordinarias ganancias: solo en
    1807 el azúcar baja de este límite. Fuente: Moreno
    Fraginals, Manuel. El Ingenio: Complejo Económico-Social
    Cubano del Azúcar. Editorial de Ciencias Sociales, La
    Habana, 1978, T II, p. 126.

    Tabla 1: Ingresos a las arcas de la Corona aportados por
    Cuba (1760-1830).

    Año

    Ingresos (pesos)

    1760

    163. 605

    1780

    1.001.111

    1810

    4.114.708

    1830

    8.922.547

    Fuente: Pezuela, Jacobo de la. Diccionario
    Geográfico, Estadístico, Histórico de la
    Isla de Cuba. Imp. del Estab. de Mellado, Madrid, 1863-1866, Vol.
    III, p. 381. En: Ely, Roland T. Cuando reinaba su majestad el
    azúcar. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1963, p.
    87.

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    Ilustración 1. La carreta constituyó,
    antes de la llegada del ferrocarril, el medio básico de
    transporte para el traslado de azúcar desde los ingenios
    hasta los puertos. Fuente: F. Mialhe: Isla de Cuba
    Pintoresca
    . Imprenta de la Sociedad Patriótica, La
    Habana, s.a.

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    Ilustración 2. El arria constituía
    prácticamente el único medio de transporte en las
    regiones más intrincadas y distanciadas de los principales
    puertos de exportación. Fuente: F. Mialhe. Isla de
    Cuba Pintoresca
    . Imprenta de la Sociedad Patriótica,
    La Habana, s.a.

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    Ilustración 3. La Loma de la Candela, con el
    Valle de Güines de fondo, representaba uno de los
    principales obstáculos naturales para las comunicaciones
    desde aquella zona azucarera con el puerto de la Habana. Fuente:
    F. Mialhe. Isla de Cuba Pintoresca. Imprenta de la
    Sociedad Patriótica, La Habana, s.a.

    .

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    Ilustración 4. El tránsito de
    azúcares en carretas por la ciudad afectaba el estado
    constructivo de las calles, pues era, con sus enormes ruedas, un
    poderoso contribuyente a su deterioro. Fuente: F. Mialhe.
    Isla de Cuba Pintoresca. Imprenta de la Sociedad
    Patriótica, La Habana, s.a.

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    Mapa 1. Durante la toma de La Habana por los ingleses
    (1762-63) se realizó el presente mapa, que incluye los dos
    caminos principales entre La Habana y Matanzas, y que
    constituían la primera sección del Camino Real de
    la Isla, cuyo término oriental era Santiago de Cuba,
    además de otros caminos "transversales". Fuente: Marrero,
    Leví. Cuba: Economía y Sociedad. Editorial Playor,
    S.A., Madrid, 1987. T. XI, p. 140.

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    Mapa 2. Este mapa de 1788 destaca el tortuoso camino que
    unía a La Habana con Batabanó, y que hacía
    posible, a altos precios, que llegaran a la capital las cargas de
    las naves que procedentes de puertos y ciudades del sur de la
    Isla, que evadían la peligrosa navegación que
    implicaba remontar el cabo de San Antonio. Fuente: Marrero,
    Leví. Cuba: Economía y Sociedad. Editorial Playor,
    S.A., Madrid, 1987, T. XI, p. 148.

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    Mapa 3. Área incorporada a la plantación y
    densidad de población en 1800. Obsérvese la
    saturación de la zona cercana inmediata a La Habana.
    Fuente: Pérez de la Riva, Juan. "El país de La
    Habana en los albores del siglo XIX, según Antonio del
    Valle Hernández
    ", Revista Economía y
    Desarrollo
    , número 29, mayo-junio 1975, p.
    123.

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    Mapa 4. Bosques y terrenos cultivados en 1816.
    Nótese el avance de la plantación en la zona
    habanera y matancera para esta fecha. Fuente: Museo Naval de
    Madrid, Mapas, 17-D-9. En: Funes Monzote, Reinaldo. De los
    bosques a los cañaverales. Una historia ambiental de Cuba
    (1492-1926). Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2010, p.
    202.

     

     

    Autor:

    Dúnyer Pérez Roque.

     

    [1] Este trabajo forma parte del
    Capítulo I de la investigación presentada por el
    autor en su Tesis de Licenciatura por la Universidad de La
    Habana en junio de 2012, tutorada por el Dr. Arturo Sorhegui
    D´ Mares.

    [2] El azúcar almacenado durante un
    lapso de tiempo pierde calidad, y por consiguiente, baja su
    precio. Esto suponía la ruina económica de los
    productores habaneros.

    [3] Muy importantes para Cuba, y en
    particular para La Habana, pues su aporte a la economía
    del país representó, entre 1789 y 1806, 3
    millones de pesos anuales.

    [4] Para profundizar sobre esta
    temática, ver el texto de Mercedes García
    Rodríguez. Entre haciendas y plantaciones:
    orígenes de la manufactura azucarera en La Habana.
    Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007.

    [5] Desde 1797 existe la idea de crear una
    corporación de este tipo. En 1816, se preveía la
    formación de un fondo mediante los aportes de los
    hacendados. El Banco de San Fernando, o de Fernando VII, fue la
    copia en Cuba del creado en España en 1829, en
    sustitución del de San Carlos, el cual quebró. El
    Banco de San Carlos inició sus funciones en 1832, pero
    tuvo un alcance limitado, por su duración
    –cerró en 1842– y porque no realizaba
    grandes operaciones con particulares, a pesar de que le ganaba
    al interés personal, pues su tasa era del 10%, comparada
    con el 16 o 18% de los “banqueros” individuales.
    Ver: Le Riverend, Julio. Historia Económica de Cuba.
    Editorial de Ciencias Sociales, [La Habana], [1974], pp.
    246-249.

    [6] Moreno Fraginals, Manuel. El Ingenio:
    Complejo Económico-Social Cubano del Azúcar.
    Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978, t. I, p.
    179.

    [7] Ibídem, p. 265.

    [8] Le Riverend, Julio. Ob. cit., p. 237.

    [9] En un escrito de Arango y Parreño,
    en 1805, el habanero estimaba que, por trabajos iguales, un
    productor habanero pagaba 200 pesos anuales dentro de la
    esclavitud, mientras derogaba 400 pesos en los casos de un
    trabajador libre. El cálculo para el esclavo, incluye su
    mantenimiento y la amortización anual del capital
    invertido. Ver: Informe de D. Francisco de Arango y
    Parreño al Sr. D. Rafael Gómez Roubaud. En:
    “Obras”, tomo 1, p. 520, nota 86.

    [10] Se afirmaba comúnmente que se
    podían producir 40 cosechas (zafras) sin resiembra.

    [11] Moreno. Ob. cit., t. I, p. 203.

    [12] Ídem.

    [13] Ibídem, t. I, p. 206.

    [14] Ibídem, p. 214.

    [15] Ibídem, p. 215, nota 58.

    [16] Ibídem, p. 216.

    [17] Moreno. Ob. cit., t. I, p. 149, notas 17
    y 18.

    [18] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Expediente sobre los medios que convendrá
    adoptar para la construcción de caminos necesarios, Exp.
    28, Leg. 115, p. 138.

    [19] Este órgano, desde su
    fundación, contaba con el “derecho de
    avería”, el que representaba el 0,5 % sobre el
    valor de todos los productos y mercancías importados y
    exportados. A partir de 1818 se crea el “impuesto sobre
    caminos”. La suma total de estos entre 1794 y 1828
    ascendió a 2 438 444 pesos, lo que implicó un
    promedio de 70 000 pesos anuales. Si tenemos en cuenta que el
    Consulado calculó el costo de la construcción de
    cada legua de calzada en 17 500 pesos, se puede inducir que
    cada año solo se podían construir 4 o 5 leguas de
    caminos nuevos, sin contar las reparaciones anuales a los ya
    construidos.

    [20] Moreno. Ob.cit., p. 149.

    [21] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Junta de
    Fomento, Carta del Real Consulado a Pedro Diago, Exp. 4858,
    Leg. 115.

    [22] Rafael de Quesada y Arango. Informe
    expresivo de las causas que han motivado hasta ahora la
    edificación de caminos. Imprenta de la Capitanía
    General, La Habana, 1832.

    [23] Moreno. Ob. cit., t. I., pp.
    155-156.

    [24] Ibídem, p. 156.

    [25] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Expediente sobre la comisión conferida por
    S.M. al Conde de Mopox y Jaruco acerca de canales y caminos en
    esta Isla, Exp. 81, Leg. 115, p. 1.

    [26] En 1756 había existido una
    Intendencia en La Habana –también la primera en
    América–, pero no tenía nada que ver con
    los temas de Hacienda. Su misión, fundamentalmente
    militar, sería la creación de una infraestructura
    naval que consolidara el poder marítimo de
    España, gracias al Astillero.

    [27] Archivo Nacional de Cuba, Fondo
    Miscelánea de Libros, no. 3746. Esta no se establece de
    inmediato, entre otras razones, por no residir en La Habana la
    Audiencia, cuyo oidor decano debía residir en la capital
    cubana, por ser uno de sus vocales. Pero al considerarse que el
    único Intendente era el de La Habana, dicha Junta se
    estableció en 1807.

    [28] Memorias de la Sociedad Económica
    de Amigos del País. Primera Serie, número 1,
    1793, pp. 104-182.

    [29] Memorias de la Real Sociedad
    Patriótica de La Habana, Primera Serie, número 2,
    1795, p. 103. Otro ejemplo, de ese mismo año, lo
    constituye la Memoria sobre construcción de caminos,
    presentada a la Sociedad en Junta de 3 de diciembre de 1795 por
    Alonso Benigno Muñoz. En: Memorias de la Real Sociedad
    Económica de La Habana, Segunda Serie, 1er Tomo,
    número 4, 1817, p. 181.

    [30] A partir de esta fecha, el tema de
    caminos y calzadas no desaparece, pero va cediendo espacios que
    antes ocupaba ante el empuje que le impone la dinámica
    ferrocarrilera y canalera –esta última en menor
    medida– por constituir prácticamente el
    único medio de transporte y comunicaciones internas
    hasta ese momento, y por ser el camino de hierro un tema que se
    empieza a estudiar –a propuesta de la SEAP– en el
    seno del Real Consulado.

    [31] Arango y Parreño tenía una
    pésima opinión sobre la creación de los
    Reales Consulados, sobre todo de su copia en Cuba. En el
    criterio del habanero, la solución no era esta, sino una
    Junta Protectora de la Agricultura. El tiempo le dio la
    razón, pues en 1832, se creó la Junta de Fomento,
    la verdadera organización que promovió y
    realizó proyectos para el mejoramiento económico
    de Cuba, opinión que plasmó desde que
    escribió el “Discurso…”.

    [32] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Memoria general de las obras públicas
    realizadas en la Isla de Cuba (1795-1858), Núm. 26478,
    Leg. 512., p. 5.

    [33] Moreno. Ob. cit., t. I, p. 175.

    [34] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Expediente sobre introducción de la
    caña de Otahití en esta Isla. Exp. 70, Leg.
    92.

    [35] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Expediente relativo a la edificación del
    primer trapiche de viento inventado por D. Pedro Diago. Exp.
    289, Leg. 93.

    [36] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Expediente sobre traducir al castellano las obras
    francesas de Dutrone de la Couture y Corbeaux acerca del
    cultivo de la caña. Exp. 40, Leg. 92.; Expediente
    promovido por el Sr. Francisco Arango invitando a la Junta para
    que haga traducir la obra de Richardson sobre cultivo de la
    caña y elaboración del azúcar, Exp. 2261,
    Leg. 94

    [37] Archivo Nacional de Cuba, Fondo Real
    Consulado, Expediente promovido por D. Antonio Morejón y
    Gato ofreciendo por el método francés el cultivo
    de la caña de azúcar y la elaboración de
    este fruto, solicitando licencia del Gobierno para traer a su
    costa varios artífices y agricultores franceses. Exp.
    20, Leg. 92.

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