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Revisión historiográfica aproximada al tema de la actividad pirática en la provincia de Venezuela




Enviado por geniber cabrera p.



Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. La
    piratería y su tiempo
    histórico
  3. Venezuela, y su fondeadero de Borburta en la
    piratería: (siglo XVI)
  4. Revisión historiográfica
    aproximada
  5. Conclusiones
  6. Bibliografía

Resumen

La actividad pirática como una realidad
suscitada, aproximadamente, desde los finales de la tercera
década del siglo XVI en la provincia de Venezuela, ha sido
un tema tratado con poca relevancia, pues una cantidad muy
limitada de artículos y libros referentes a los
acontecimientos más puntuales o, a la biografía de
uno que otro notable de la villanía
marítima, son los que dan cuenta de ese hecho de marca
mayor a largo y ancho del novomundo. La literatura, en
cierto modo, se ha encargado de llenar el vacío que los
historiadores e investigadores han dejado, por cuanto se
pensó y aún se piensa, que la piratería y
los piratas jamás existieron, y que todo ello constituye
parte de los imaginarios recreados en cuentos infantiles que
hacen de los harapientos proscriptos del mar, una hartada de
héroes honestos como modelo a seguir. La realidad, al fin
de cuentas, supera con creces a la ficción, así, la
piratería, la Gran Piratería, remontada en
sus orígenes casi a la par de los albores de la
navegación misma, e impelida en el tiempo por el
tráfico marítimo comercial, ha sido objeto de una
especie de "fanatismo literario" que ha pretendido convertirla en
simple mitología, apartándola del hecho
histórico, de lo que verdaderamente para la Historia ha
significado. De tal modo que, en este trabajo se intentará
un acercamiento a la piratería como un tema de
investigación histórica en Venezuela, sin perder de
vista, por supuesto, sus orígenes mediterráneos y
sus actos caribeños, lo que supone para el peliagudo
empiece de mucha perspicacia; por ello, no resulta fácil
que prive la realidad sobre la ficción, sin embargo, de
eso nos encargaremos en las líneas por venir.

Palabras claves: Provincia de Venezuela, Caribe, Nuevo
Mundo, Piraterías.

La piratería y
su tiempo histórico

El decurso temporal de esta actividad
delitolucrativa no puede precisarse en el tiempo, porque
así como no hay una fecha que señale su origen
exacto, tampoco la habrá para indicar su extinción;
a secas podrá inferirse que mientras unos hombres generen
riquezas, otros la codiciarán, y por lo tanto harán
lo posible para apropiárselas.

Frecuentemente, los estudios sobre este tema se
focalizan en períodos y espacios concretos en los cuales
se gestó, desarrolló y desapareció, como por
ejemplo: en las aguas del Mar Mediterráneo (aprox. entre
los siglos XIV-XII, a.C), en las del Mar del Norte Europeo
(aprox. desde el 793 d.C, hasta el S.XV), y en las de la cuenca
del Mar Caribe (aprox. desde el primer tercio del S.XVI, hasta el
XVIII). En cada una de estas geografías la lucrativa
actividad ha operado con sus características y más
variados matices, cada cual distante en su forma, en su tiempo y
por supuesto en su espacio, pero siempre conservándose un
tronco común, el del botín.

De una incipiente piratería mediterránea
se pasó, algunos siglos después, a una más
organizada, cuando en la Europa floreció un intenso
tráfico comercial que tuvo como telón de fondo sus
aguas meridionales y septentrionales. Vikingos o normandos,
pueblos norteños, los magiares, pueblos del Este, y los
berberiscos de la zona boreal africana, encabezaron las escuadras
de salteadores que se encargaron de infringir en el propio
corazón del novísimo sistema económico
europeo, grandes latrocinios al asaltarlos barcos que
circunnavegaban lastrados en sus bodegas con la variedad
de géneros destinados para la colocación en las
principales ciudades costaneras de Inglaterra, Irlanda, Francia,
Alemania, y España.

Podemos redondear lo anteriormente expuesto con lo que a
propósito de ello referencia el autor, Philip Gosse
(2008), en cuanto a que:

La primera gran era de la piratería moderna
comienza en una época un tanto borrosa de la Edad Media;
alcanza su apogeo en el siglo XVI y perdura hasta que el
concierto de esfuerzos internacionales le puso fin en la primera
mitad del siglo XIX. Su centro era el Mediterráneo
Occidental; sus agentes, los habitantes de las costas de
Berbería, que se extendía desde la frontera de
Egipto a las columnas de Hércules…

La práctica de la piratería decayó
después de la caída de Roma y vino a ser un factor
poco importante en la vida de los pueblos mediterráneos
(…). Luego, cuando las cruzadas, seguidas de las naves
venecianas y genovesas, comenzaron a resucitar las antiguas
glorias del comercio oriental, surgió de nuevo la
tentación acostumbrada…

La amenaza de los bandoleros no era aún muy
temible: no había surgido aún ninguna gran potencia
que les protegiera, y la vigilancia combinada de los Estados del
Mediterráneo logró mantenerlos a raya durante
varios siglos. Si así no fuera, se pregunta uno,
cuánto se hubiera retardado el Renacimiento, o si
habría florecido en absoluto… (Pp. 28 y
29).

La economía europea que pretendía dejar
atrás la etapa rural y agraria, para adentrar en una fase
mayor del feudalismo (aprox. entre el siglo IX d.C, al S.XV),
quedó arruinada tras las incesantes acometidas de los
bárbaros, quienes harían del próspero
circuito comercial un infortunio en los mares de una Europa que
no vería otra salida que la de sucumbir ante sus verdugos,
éstos últimos, al no tener de qué proveerse,
terminarían tan desgraciados como sus propias
víctimas.

No obstante a ese oscuro panorama, las luces
del Renacimiento guiaron a los europeos no solo por el camino de
las artes, sino también por el de las ciencias y con ello
el de la curiosidad, lo cual conllevó a que se organizaran
una serie de exploraciones para tratar de descubrir otros parajes
que pudieran proporcionar una salida inmediata a la roída
economía. Siendo así que en el año de 1492,
navegando por coordenadas desconocidas hasta entonces en los
derroteros de la época, se dio con un Nuevo Mundo; nuevo
en todo su orden, al que de entrada reconocerían como las
Indias, y que bautizarían un tanto después
como la América.

Las advenedizas posesiones ultramarítimas
resolverían con creces las insolvencias del ahora Viejo
Mundo, pues castellanos y lusos pactaron la repartición
del gran botín, excluyendo de entrada a sus
maltrechos vecinos y antiguos socios comerciales, quienes
más temprano que tarde, también se harían
presentes para disputarse un reacomodo entre las vastas
extensiones americanas. La legalidad para el reparto se
sustentaría en la suprema y divina decisión del
Papa Alejandro VI, quien un año después del
descubrimiento, es decir, en 1493 mediante una serie de
documentos pontificios otorgó a los católicos
monarcas de ambos reinos los derechos de conquista y
evangelización; esas bulas alejandrinas sufrirían
una modificación hacía 1494 con el Tratado de
Tordesillas
, en el cual se corregirían las iniciales
planas papales para dar respuesta al reclamo de Juan II de
Portugal quien exigía que se movieran las líneas
imaginarias fijadas inicialmente a 100 leguas Oeste hasta las 374
al Este, y que se reconociera su soberanía sobre las
tierras y mares a partir del macaronésico
archipiélago de Cabo Verde.

La política de colonización y conquista
española, los llevó a controlar la cuenca del
Caribe, así como la mayoría de Centro y
Sudamérica. Bajo el tratado de Tordesillas en 1494 todo
este territorio, con excepción de Brasil, les
pertenecía. Este imperio de ultramar fue una fuente de
gloria y riqueza.

Tras la conquista vino la explotación y pronto un
convoy regular de barcos transportaba las riquezas del Nuevo
Mundo hacia España. Cuando los corsarios privados
franceses interceptaron una de las primeras embarcaciones, el
resto de Europa descubrió lo lucrativo…

Para mediados del siglo XVI los primeros "intrusos"
europeos aparecieron en las aguas del Caribe, en general llamadas
el Mar de la Antillas por los recién llegados…
(Konstam, 2012, p. 56).

Franceses primeros, ingleses y holandeses, un tanto
después, al saberse relegados de las oportunidades
brindadas en el allendemundo se hicieron del propio mal
que otrora les sucumbió sus economías para
transgredir los arreglos dúodivisos consumados en
aquel tratado exclusivista, de tal manera que estas coronas
opositoras diseñaron e implementaron una estrategia de
quebrantamiento legal encubierta en la
eufemística forma de la patente de corso, que no
sería otra cosa que una especie de
corsopiratería malintencionada, consistente
ésta en el otorgamiento de merced real para hacer
en los procelosos mares americanos las mayores de las
hostilidades posibles, y con ello procurar también
colonias y por ende riquezas. Así, una nómina
apresurada de esos archipiratas (especies de marineros
mercenarios parecidos a sus predecesores condotieros italianos),
arribarían a este lado del planeta para cumplir a pie
juntillas
cada cláusula convenida con sus nuevos
patronos.

Las aguas del bautizado Mar Caribe o Mar de las
Antillas, ya no serían una oquedad de islas tranquilas por
las que circunnavegaban únicamente los bajeles de
enseña sacro-católica, ahora flameaban en los
masteleros de otros buques los pabellones variopintos que
representaban a los contrincantes reinos. El Atlántico que
sirvió de medio comunicacional y económico entre
ambos mundos, se convertiría ante todo, en el escenario
predilecto para las depredaciones y en la ruta primordial para la
arribada de los legionarios corsorumiantes que se
encargarían de regurgitar el tan pretendido
favoritismo papal.

Al Caribe llegaron los patentados en sucesivas oleadas,
en él se instalaron e hicieron sus bases de operaciones,
desde ellas desplegaron sus acometidas; sus periplos tocaban en
las plazas notorias que pudieran proporcionar además del
sustento a los tripulantes, bienes para los reinos que
representaban, apoyados además, en la geopolítica
propulsada por sus contratantes, aprovechaban la vastedad
continental aún deshabitada por los españoles para
clavar en tierra sus banderas, y reclamar allende a las fronteras
de esos principados, propiedades coloniales.

Eran tantas las oportunidades de lucro en la
América, que la mayoría de los corsarios o
privateers (propietarios que alquilaban sus barcos, sus
marineros e incluso, el servicio de ellos mismos para diversos
fines) vieron más rentable el actuar por cuenta propia,
que el de prestar sus buenos oficios para recibir a cambio un
porcentaje de lo usufructuado por vía del
expolio. Muchos optaron más bien por hacer un
doble juego, es decir, piratear y de lo conseguido tras cada
asalto perpetrado tanto por tierra como por mar, entregar una
parte al patrono, dando lugar con estas prácticas al
corsopiraterismo; otros en cambio, decidieron actuar por
cuenta propia para darle paso a la conformación de una
auténtica piratería libertaria, esa que no
guardaría ni fe ni juramento con otros, salvo que con
ellos mismos. Pues así convirtióse el Caribe en un
hervidero donde cundían por doquier los hombres y los
barcos de todas las nacionalidades, unos y otros en sus empresas
o de exploración y conquista, o simplemente de
rapacería.

Bajo este escenario de luchas intestinas entre las
distintas coronas europeas, se les demostraría tanto a los
lusitanos como a los castellanos, que las aguas caribeñas
ya no eran su Mare Nostrum y que por el contrario el
mismo se convertiría en un Mare Liberum, es
decir, un mar libre apto para el provecho de todos. Incluso, las
coronas que colonizaron tardíamente, cuando pretendieron
su propio exclusivismo, debieron enfrentarse con los mismos
demonios del mar (en palabra de los aborígenes
caribes: Palanakalis) que otrora habían
patrocinado, y quienes se encargaron de hacer de los mares un
auténtico infierno.

En esta nueva realidad, los poblados comarcanos
costaneros de Tierra Firme, como los isleños del Nuevo
Mundo, quedaron bajo el influjo de las operaciones
piráticas, siendo una de las regiones más
sobresaltadas por esa situación, la que nos ocupa en este
trabajo, es decir, la provincia de Venezuela, que por su
posición geográfica de amplia banda lacustre
norteña recibe a los Alisios, vientos
éstos que sirven para hinchar las velas de las naos, por
lo cual esta colonia española quedaría inserta
irremediablemente en los derroteros de los pillomarinos
como uno de los lugares por predilección para las sergas
de incursiones, escamoteos y posterior destrucciones.

Venezuela, y su
fondeadero de Borburta en la piratería: (siglo
XVI)

La Provincia o Gobernación de Venezuela desde el
instante mismo en que se conformó como una
allende-extensión del reino de Castilla, y
después para la propia España unificada, ha sido
una colonia de características especiales, tanto por sus
riquezas naturales, como por la dinámica misma que
significó y aún significa en los enclaves
geopolíticos y económicos del Nuevo Mundo. Su
conformación territorial y gubernativa tampoco deja de ser
sorprendente, puesto que la primita provincia quedaría
administrativamente a cargo de unos banqueros alemanes llamados
los Welser de Augsburgo, con quienes la Corona contrajo algunas
deudas que creyó conveniente saldarlas dándoles
concesiones en algunas de sus extensiones americanas. Así,
se tendrá a partir del día 27 de marzo del
año 1528, la capitulación y el asiento hecho por
los financistas, quienes posteriormente enviarían como sus
representantes a los señores Ambrosio Ehinger y
Bartolomé Sayler. Los límites iniciales se fijaron
desde la provincia del Cabo de la Vela hasta Maracapana y
proyectada con una dilatación lacustre
importantísima para su comunicación con el resto de
los protectorados españoles.

La gobernaçion de beneçuela conforme Ala
capitulaçion y md qsu magt. hizo Alos Alemanes
comyençan los limites Della Desde maracapana hasta el cabo
Dela vela leste u heste norte sur ay decosta desde maracapana
Alcabo Dela vela pormar Dozientas legoas maracapana es un puerto
muy bueno y seguro el mejor q" ay entoda la costa los indios
comarcanos Demaracapana Abitan a dos e a quatro e a seys e a Diez
legoas dela costa estoda una legion llamáse la
naçion Delos yndios chyrigotos tran algund oro biben
ensierras lamayor parte Dellas montosas es gente belecosa y
guerrera pelean con arcos y flechas tienen yerba q" mueren los
qconella hieren rabiando/ es gente que guarda mal lapaz con los
españoles quinze o veynte legoas latierra Adentro /son
çabanas ytierra esenta los yndios q" enella Abitan son de
la mesma lengua chirigotos gente vellicoça aúnq" no
tanto como los dela costa tienen yerba yestos y los Dela costa
comen carne umana esta tierra solia estar muy poblada De muy
grandes pueblos y ala sazon heran los yndios muy Domesticos hera
el mejor pedaço detierra que avia enesta gober.º
Donde se pudieran poblar dos pueblos De crptianos y fueran
Aprobechados ytubieran largos repartimyentos nunca los Alemanes
lo poblaron los allcaldes Dela ysla decubagua y los gobernadores
Ant.º sedeño y geronimo hortal destruyeron ladha./
tierra haciendo enella mucha cantidad De esclabos ental manera q"
enlos yndios que dexaban por los caminos flacos y cansados cuando
los cabtivavan se çebaron los tigres qllos demaña
qlos dhos/ tigres señorean la mayor parte dela tierra y
han muerto mucha cantidad Deyndios yde españoles y ansy se
a Desbaratado/ y perdido la dha. poblaçion que hera Delas
gruesas qha conocydo en indias hera tierra muy Abundante
Debenados y De pescado porq" porla poblaçion pasa un rio
muy cabdal qse llama unare tenyan los pueblos muy buenos…
(sic). (AGI, Patronato, s/f, 294, N.27, p.1/3).

Justamente sobre esta gobernación de Venezuela,
se cifran nuestros intereses al estudiar el tema de la
piratería americana, y más específicamente
focalizando la atención en su ciudad/puerto de Nuestra
Señora de la Concepción de San Juan Bautista de la
Borburata (1548), con mayor énfasis investigativo en el
período histórico que va hacia la segunda mitad del
siglo XVI.

La tercera ciudad fundada en la provincia de Venezuela
fue la de Borburata, pero ha de ser la primera instaurada en toda
la región Centro-Norte-Costera, y por la dinámica
con que se fue colonizando y poblando el territorio, jugó
un papel muy importante para la Corona española debido a
sus dotes de puerto natural para el fondeo de naves de gran
calado.

Después de haberse encontrado con el Lago de
Valencia, Juan de Villegas tomó rumbo buscando hacia las
costas, topándose con las tierras que luego
servirían de asiento para la Borburata, comarca que se
formalizó a partir de los actos que protocolarmente eran
necesarios para posesionarse de un lugar en nombre del Rey,
siendo así que el día 24 del mes de febrero del
año de 1548, este colonizador español al servicio
de los Welser, procedió a cumplir las órdenes del
gobernador Tolosa, también al servicio de los alemanes,
enviando a lo largo de ese año, esclavos para que
cultivaran y garantizaran los rubros necesarios para abastecer a
los pobladores que llegarían al lugar guiados por Pedro
Álvarez, designado por Villegas, procedió un
año más tarde, es decir en 1549, a poblar el lugar
con unos 40 hombres, 5 mujeres y 70 indígenas.

… bien sebe como tengo tomada la posesión
enel. Puerto deborboroata e señalada la ciudad que alli se
ha de poblar lo qual sino fuera por el descubrimiento quela
Ahazer de aquí tan grande e rrica notiçia se tiene
ya hobiere puesto En hefeto dela aver ydo A poblar sien Esos
valles en suya demandava hallare quela nueba quelleba no comolos
yndios. han dho. y q". no es tierra para la poblar
Españoles no gaste tiempo quella antes contada brevedad
sebuelba conla gente quelleva de mano q" con Este verano que
agora entra pueda yr A poblar el dho. puerto deborboroata. Porq".
si se Aguarda al ynbierno nose podia yr A poblar hasta otro
verano ya se de ynbernar Aquí forzosamente donde se pasara
demasiado trabajo. (sic). (AGI, Patronato, 153, N. 7, R. 1127;
27-III-1549).

En corto tiempo, se convirtió Borburata en
principal puerto durante el período colonial por ser un
embarcadero excelente para la circunnavegación
hacia el Mar Caribe, revistiendo una gran importancia para la
Metrópoli española, en cuanto al flujo comercial de
todas las mercaderías propias de la época. Pero, no
solamente gozaría de este beneficio la Corona, pues de
igual manera, fue un punto de atracción predilecto para
todos los piratas y corsarios que harían del lugar su
guarida y bodega de re-abastecimiento.

La causa del arribo de todos estos corsopiratas a la
ciudad/puerto, fue la necesidad de mercadear, en el mejor de los
casos, con los pobladores todo lo necesario para re-poner la
tripulación, tanto del agotamiento físico, como
para suministrar a sus embarcaciones agua dulce, enseres y
vituallas necesarias, además para aderezar y reparar
cualquier nave que así lo requiriese utilizando las
maderas que abundaban en las montañas aledañas,
pero frecuentemente las arribadas eran forzosas en busca
además de lo ya referido, de joyerías y piezas de
valor comercial.

Las incursiones agresivas llevadas a cabo contra esta
plaza de Borburata en el siglo XVI, produjo constantes
movilizaciones de los vecinos quienes en ocasiones corrían
hacia las montañas más cercanas a guarecerse, lo
que generó en dicha bahía un despoblamiento y
repoblamiento constante.

Los registros históricos indican que a partir del
año 1555 se realiza una incursión de franceses
comandados por Jacques Sore, tomándose este evento como el
primer bautismo de fuego que recibiría esta importante
localidad colonial.

En 1561, también haría acto de presencia
el tirano López de Aguirre, aunque no está
calificado como pirata, sí causó un estrago de
marca mayor en la ciudad, saqueándola y quemándola
sin que pudiera mediar suplica alguna de los aterrados moradores
quienes debieron huir nuevamente para poner a salvo sus vidas y
resguardar las pocas pertenencias con las que pudieran
cargar.

En 1565, arribó el inglés John Hawkins a
este ancladero, en el cual inauguró un procedimiento
negociador
, consistente, en explicar mediante una carta
enviada al gobernador de la provincia, en este caso al Licenciado
Alonso Bernáldez, de que él había salido a
navegar por órdenes expresas de la Reina Isabel, y que sus
embarcaciones habían sufrido averías por los
fuertes vientos contrarios a estas costas, por lo tanto se le
hacía necesario repararlas y aderezarlas, obteniendo un
rotundo no como respuesta por parte del Oficial Real, lo que
montó en cólera al sir corsario. Se desprende que
Hawkins mintió al informar que tenía necesidad de
atracar en aquélla dársena, porque su
intención era vender sus esclavos y mercaderías, e
incluso afirmó que cancelaría sus impuestos, pero
que de no aceptársele el desembarque lo haría de
igual manera, con o sin el debido permiso en una incursión
armada de la cual el culpable sería sólo el
gobernador. Frente a la actitud forzada por el inglés al
ordenar cañonear la plaza, Bernáldez
autorizó, por temor, la compra de negros y víveres,
lo que le costó a este representante de la Corona, la
reprobación desde Castilla, confinándole un juicio
en su residencia y el pago de las mercaderías compradas al
extranjero.

En 1567 en son de guerra desembarcó en Borburata
Nicolás Valier, quien era un acérrimo
anti-católico y, por ende, un despiadado iconoclasta; tras
conquistar la población, la saqueó y
procedió a destruir todas las efigies que se encontraran
en la iglesia, para después prender todo cuanto pudo con
una voraz hoguera, permaneciendo allí aproximadamente unos
tres meses, realizando incursiones a las zonas próximas
donde ejecutaba las mismas conjuras impías y destrozos,
para retornar luego a su base de operaciones. La estancia de este
francés en el fondeadero español, le sirvió
no sólo para hacerse con uno que otro botín, sino
también poder hacer necesarias reparaciones a sus
navíos, lo que ocasionaría una nueva
diáspora en la ciudad, pero, los insistentes pobladores
retornarían a tratar de reconstruir lo que pudieran y a
continuar con sus vidas.

En 1572, Jean Bontemps (Juan Buentiempo), repite lo que
con anterioridad había hecho su compatriota Valier y el
puerto de la Borburata quedó saqueado y quemado, siendo
abandonado de nuevo.

Lo anteriormente constituye una apretada
cronología de los hechos consumados por una falange de
corsopiratas que actuaron sobre el estuario colonial y quedaron
con registros históricos de sus nacionalidades, nombres,
remoquetes y las acometidas; otros en cambio, no figuran en los
documentos de los escribanos, salvo que por sus arremetidas
rápidas y no menos dañinas que la perpetuada por
los debidamente fichados. Vale la pena en este punto citar de
nuevo a Philip Gosse (2008), cuando al respecto de los actuantes
sin reconocimientos, indica que: "Una de las dificultades con que
tropieza el historiador de la piratería es el descuido de
sus héroes en registrar sus propios hechos"… (p.
14). Pero, lo que sí vale la pena decir con
relación a unos y otros, fue que se encargaron de sofocar
el creciente desarrollo económico y social experimentado
en la ciudad/puerto de la Borburata desde sus años
iniciales.

A tanto llegó esta bendita comarca
española que desplazó, o restó importancia a
la primigenia urbe de Coro (1527, cabildo de 1529), y al
imponente emporio de El Tocuyo (1545); éstas
últimas localidades, a diferencia de aquel puerto, se
mantienen hoy en pie, Borburata en cambio
desapareció, quedando apenas en la actualidad
como una relegada parroquia del Municipio Puerto Cabello
(Carabobo), y ni siquiera en el mar donde se fundó, sino
en un reducto a las faldas de unas cuantas montañas que la
cercan, manteniéndola aislada como una protección
eterna contra las bribonadas marinas que otrora tanto daño
les causó.

Abordar la temática de la piratería en
Venezuela hacia los finales de los años cuarenta del siglo
XVI, en nuestro criterio, pasa justamente por la necesidad de
precisar su accionar en su principal puerto para la época,
como queda evidenciado en las fuentes que dan cuenta de tal
aseveración, para precisar cómo desde este punto
geográfico se desplegaron incesantes campañas de
latrocinio marino hacia el resto de las ciudades de la provincia,
o a los contiguos pueblos de Tierra Firme y a las zonas insulares
más próximas como: Coche, Cubagua y
Margarita.

Así, al retrotraer el tema de la piratería
como hecho histórico desde sus antecedentes
mediterráneos, pasando por su avivamiento y
extinción en el Mar del Norte Europeo, hasta llegar al
trasvase de esa ancestral actividad delictiva al Nuevo Mundo, se
podrá apreciar el hecho de cómo quedó
irremediablemente inserta Venezuela en los circuitos
atlánticopiráticos
, arraigando las pesquisas
sobre la Borburata, convertida desde nuestra óptica, en
una suerte de puerto nodal español, de constantes
flujos y reflujos de marinoratería,
jurisdicción que se caracterizaría, a la
sazón, por manar desde su seno, una dualidad de fuerzas
centrípetas y centrífugas, del que
derivarían una especie de ondas expansivas de
facciones de enemigos itinerantes.
Asimismo, no debe
perderse de vista, cómo la piratería se
adaptó de tal manera en estos nuevos parajes, que
llegó a tomar variedad de formas -aunque disímiles
en el actuar con todas cuanto le precedieron- conservó de
ordinario su esencia más elemental, la
rapacería.

De ese re-acomodo del actuar pirático en las
atlánticas aguas novomúndicas y de acuerdo
a como estos ácratas marinos fueron capaces de ser muy
organizados en su empresa del latrocinio, incluso, creando
cofradías o hermandades regidas por Consejos de
Ancianos
o por los Cuáqueros más
avezados, nos llegamos a plantear la idea de los: Estados
Flotantes
(tema desarrollado en nuestra tesis doctoral). A
tanto llegó esta actividad de escamoteo en el Caribe, que
para muchos autores y estudiosos del tema, -con los cuales no
estamos de acuerdo- la verdadera piratería es la
americana, esa la de figura del pata de palo, mano de gancho,
sombrero tricornio, ropaje ajado, parcho en el ojo, y cotorra al
hombro.

Si bien es cierto que de este lado de la tierra la
piratería se transfiguró por el actuar o el
vestirse de sus hombres, incluso por la variedad de matices
suscitados con carácter de exclusividad en estos mares,
como fueron: los bucaneros, los filibusteros, los pechelingues,
entre otros, la piratería desde su origen más
remoto ha de conservar un elemento invariable que es el timo, por
lo tanto entendemos que no puede hablarse de una verdadera
piratería, porque no hubo antes una falsa, o se piratea o
no se piratea; proporcionalmente inversa a la máxima
maquiavélica, los medios en este caso sí
justificaran el fin.

Revisión
historiográfica aproximada

Abordar una temática como la que nos hemos
propuesto, tiene de relevante además de su complejidad, el
de ser un tema no acabado como estudio general, y en lo
concerniente a la piratería en la provincia de Venezuela
del siglo XVI, poco se ha hecho desde las fuentes primarias,
salvo alguna que otra obra de carácter meramente
bibliográfico y referencial, y ni hablar cuando se trata
de lo propio con la ciudad/puerto de la Borburata.

El asunto de la piratería no se nos hace
extraño, porque en pretéritos trabajos le hemos
dado tratamiento, a la sazón, en artículos
publicados en revistas arbitradas e indexadas de historia y
ciencias sociales, tales como: Tierra Firme (Nº 100 y 104),
Mañongo (Nº 30), UNICA (Nº 11 y 19), Tiempo y
Espacio (Nº 53), y en el Boletín de la Academia de la
Historia del Estado Carabobo (Nº 12); además del
Trabajo de Grado para optar al título de Magíster
en Historia de Venezuela (UC), y la Tesis Doctoral (UCAB), ambas
investigaciones versadas sobre el tema pirático. Debemos
manifestar que transitar por estos caminos es tortuoso, pero
satisfactorio, porque a pesar de estos pequeños pasos,
estamos seguros que los mismos incitaran a otros peregrinos a
ampliar las rondas de lo ya andado.

De las obras que se han encargado del estudio de la
piratería en el Caribe y que tocan entre sus
páginas a la provincia de Venezuela y referencian algunos
actos en el puerto de Borburata, después del arqueo
heurístico de fuentes primarias y secundarias, cabe
destacar la escrita por Manuel Lucena Salmoral (1994)
Piratas, Bucaneros, Filibusteros y Corsarios en
América (perros, mendigos y otros malditos del mar
),
es un trabajo de carácter histórico, basado en el
estudio de algunas fuentes primarias y secundarias que abarca el
decurso temporal de 200 años, los transcurridos desde
fines del primer cuarto del siglo XVI hasta terminar el primer
cuarto del siglo XVIII. En esta fuente se analiza de manera muy
precisa datos interesantísimos para asistirse en cualquier
desarrollo sobre el temario del piraterismo.

Por otro lado, está la enjundiosa obra de Daniel
Defoe (1999), Historia General de los Robos y Asesinatos de
los Más Famosos Piratas
, está dedicada al
tratamiento de fuentes orales y escritas, ya que el autor
nació en 1660, es decir, en la segunda mitad del siglo
XVII, lo que le permitió vivir la efervescencia de la
piratería. Este trabajo de Defoe, o del capitán
Charles Johnson -seudónimo tras el que se ocultaba el
autor-, permite situar generalidades de la piratería, como
el de los peligros que ésta representaba para las
naciones, sus causas y posibles remedios, es decir, que el denso
texto ayuda a tratar, entre otros aspectos, los orígenes
de esta actividad.

De Alexander Oliver Exquemelin (1999) (también
conocido como el Cirujano de los Piratas y cuyo verdadero nombre
era Henrick Smeeks y para los franceses Oexmelin), Bucaneros
de América
, crónica narrada en primera
persona, de un testigo directo de la vida y hazañas de los
piratas del siglo XVII. Es una obra que explica relaciones de
poder, riquezas, gobiernos y rentas presentes en América
con descripciones de plazas principales en el Nuevo Mundo. Estos
apuntes de viajero descritos en condición de integrante de
los hechos expuestos por Exquemelin, abordan el desenvolvimiento
de las acciones de la piratería en el Caribe y el
continente americano, referenciándose además,
cuáles eran las posiciones de las Coronas para defender y
garantizar la hegemonía en las distintas colonias. Esta
crónica se inicia en 1666.

El trabajo de José Hernández Ubeda (1995),
Piratas y Corsarios (de la antigüedad a los inicios del
mundo contemporáneo
), escritor e historiador
español, que analiza los hechos que protagonizaron piratas
y corsarios, con sus violencias y crueldades sin límites.
Empujados -según el autor- por el hambre y la miseria en
unos casos, la codicia, el fanatismo religioso, o el patriotismo
en otros, por lo que miles de hombres hicieron fortunas o
perdieron la vida surcando las aguas en navíos piratas.
Entre estos hombres están muchos de los que pisaron las
tierras de Borburata, en busca de refugio o placer.

Rafael Abella (1999), Los Halcones del Mar (la gran
aventura de la piratería
), esta obra traza la
historia de la piratería desde los primeros galeones del
pueblo fenicio, hasta la última odisea de los comodoros
del siglo XIX. Desde John Silver a Henry Morgan la vida de a
bordo, los castigos y los códigos de honor, las banderas
piratas, las estrategias de abordaje, el descubrimiento de nuevas
rutas y enclaves geográficos, las sociedades secretas, el
valor de sus mapas y hasta las historias de amor. Todo este
trabajo ayuda a desarrollar parte elemental de la
investigación que trata de generalidades típicas de
todos cuantos se hacían a la aventura en los mares del
Nuevo Mundo, jugando el puerto de la Borburata, un papel muy
importante de enclave para el desarrollo del comercio regular
entre colonia- metrópoli y viceversa.

El aporte de Cruz Apestegui (2000) Los Ladrones del
Mar
, piratas en el Caribe, corsarios, filibusteros y
bucaneros, 1493 – 1700.
Este autor del país
vasco (Guipúzcoa), es especialista en arquitectura y
construcción naval, su obra trasmite una idea global y
profunda de la piratería, el corso y el bucanerismo de los
siglos XVI – XVII, tanto en aguas atlánticas europeas,
como en el de las Indias, asevera el autor que no ha sido trabajo
fácil ajustarse a la realidad donde triunfa la leyenda.
Este trabajo pone de manifiesto documentos primarios y una fuente
secundaria puesta al día, lo que permite guiarse por el
arqueo heurístico que él ha abordado, facilitando
así la revisión de fuentes escritas en los dos
últimos años. Este trabajo de Apestegui aporta
datos sobre el tema de las incursiones piratas en la provincia de
Venezuela y en su primordial puerto de Borburata en el siglo
XVI.

Los autores Henry Georget y Eduardo Rivero (1994),
Herejes en el Paraíso, (corsarios y navegantes
ingleses en las costas de Venezuela durante la segunda mitad del
siglo XVI
), esta investigación se sitúa en el
desarrollo de la piratería inglesa en el Caribe y las
costas venezolanas, exponiendo las pugnas de la Corona inglesa a
través de sus piratas para enfrentar y debilitar a la
Corona española como el reino más poderoso desde el
descubrimiento de América. En esta obra se
abordan las consecuencias de las incursiones de piratas, de los
ataques y saqueos en las costas recién descubiertas,
así como el hecho de que producto de estos arribos, se
crearon nuevas rutas y circuitos de navegación.

Gerardo González de Vega (2000), Mar
Brava
, es una obra que aborda la historia del corso y la
piratería y de los negreros españoles en un
recorrido por las acciones emprendidas por hombres y, como dato
curioso, de mujeres involucradas, tanto unos y otras, en el
oficio de la piratería, el texto presenta un estudio con
visión desde el Viejo Mundo hacia el Nuevo Mundo. El
mismo, permite estudiar causas que de alguna manera motivaron a
hombres y mujeres a buscar fortuna en los mares de
América.

El libro de Philip Gosse (en su versión
castellana del 2008), Historia de la Piratería,
rigurosa obra en la que el pretendido esencial gira en torno a
demostrar las condiciones sociales y geográficas que
precedieron al advenimiento de la piratería; trazar sus
alzas y sus bajas periódicas, sus formas y riesgos;
dibujar los más destacados miembros de la profesión
y, finalmente, mostrar cómo la organización
nacional, respaldada por el barco de vapor y el telégrafo,
puso fin a la piratería.

Angus Konstam, un prolífico estudioso del tema de
la piratería, presenta una de sus más recientes
obra del año (2012), titulada: Piratas de los Siete
Mares
, con pasajes interesantes sobre: tesoros y traiciones
en alta mar; con mapas, imágenes y leyendas. En este
trabajo el autor consiente vislumbrar una nueva perspectiva sobre
el devenir y el quehacer corsopirático y sus
piratas desde el Mar Egeo de la antigua Grecia y del Caribe de
mediados del siglo XVII, hasta el Mar rojo del siglo XXI, con los
ataques somalíes.

Además de todos estos textos aludidos, se pueden
revisar y analizar las siguientes fuentes bibliográficas
(aunque no todas estén circunscritas al siglo XVI, no por
ello se les resta importancia referencial): Joaquín
Bernardo Calvo Mora (1983), La Campaña Nacional Contra
los Filibusteros en 1856 y 1857: Breve reseña
histórica
. Alexander Oliver Exquemelin (1953),
Historia de los Aventureros – Filibusteros y Bucaneros de
América
. Del mismo autor (1992), Piratas de la
América y Luz a la Defensa de las Costas de Indias
Occidentales
. Mario Briceño Iragorri (1947), Los
Corsarios en Venezuela: Las Empresas de Gramnmont en Trujillo y
Maracaibo
. Vanesa Graziani (1995), La Presencia de los
Corsos en la Región de Paria: A través de la Prensa
de Carúpano, 1862 – 1933
. Henry Georget (1990),
Venezuela en la Piratería y el Corso Inglés,
1565 – 1603
. Luis Alberto Muro (1989), Venezuela es un
Riachuelo Poblado de Piratas
. Francisco Mota (1984),
Piratas en el Caribe. Manuel Pérez Vila (1984),
Piratas del Caribe. Marcos Courier (1979), Piratas
en Venezuela
. Dolores Bonet de Sotillo (1965), El
Tráfico Legal en las Colonias
Españolas
.

De la profesora Luzmila Marcano Martínez, su
Trabajo de Grado (1995), Aproximación a la Historia
Económica y Social del Eje Borburata-Puerto Cabello (1548-
1800)
el cual tiene implícito una gran
información producto del manejo de abundantes fuentes, que
permiten orientarse en lo concerniente al aspecto
geo-histórico de la Borburata. Para reforzar este aporte
se cuenta con el artículo de Abraham Toro (1986),
Borburata: Población y Propiedad Territorial (siglo
XVIII
), la investigación sitúa la actitud de
la población frente a las incursiones de los piratas como
el hecho que produjo los despoblamientos y repoblamientos en
tiempos de la colonia.

Asimismo, se logra aprovechar las fundamentales obras
del Hno. Nectario María, compiladas y encuadernadas en:
Colección Caracas, Gobernadores de Venezuela, Cartas
1561-1617; todas con transcripciones de expedientes de la
época colonial, desempolvados en los archivos
españoles.

En lo concerniente a las descripciones
geográficas en cuestiones de límites, nombres de
ciudades, ubicaciones cartográficas y todo lo relativo a
la territorialidad de la genésica provincia de Venezuela,
se pueden aprovechar para el enfoque geohistórico, las
obras diversas del investigador e historiador venezolano, Manuel
A. Donís Ríos, entre las que caben destacar: El
territorio de Venezuela. Documentos para su estudio
, obra
del año 2001, de la serie de documentos Nº1;
constituida por un resumen de la evolución de esta
provincia durante el siglo XVI hasta los comienzos del
período republicano, en función de un contenido de
textos de imprescindible conocimiento como Reales Cédula,
entre otras fuentes que testimonian sobre la creación de
instituciones y tratados internacionales.

En igual tenor, está su obra sobre: La
Formación Territorial del Occidente Venezolano
,
(2011), la cual aparece como su discurso de incorporación
como Individuo de Número a la Academia Nacional de la
Historia. Asimismo, aparece de este autor otra obra interesante y
no menos peliaguda que las otras, como lo es: Guayana,
Historia de su Territorialidad
(2002), que fue su Tesis
Doctoral y en la que logró este acucioso indagador dar un
importantísimo aporte ante una de las problemáticas
aún existentes en la actualidad.

Para el desarrollo de la investigación
histórica referente a la piratería en la provincia
de Venezuela, además de las fuentes bibliográficas
anteriormente expuestas, y a las cuales se les puede aplicar:
crítica externa e interna; se puede
contar además con los documentos primarios que en su
mayoría pueden ser procurados de los repositorios del
Archivo General de Indias (AGI) y de la Escuela de Estudios
Hispanoamericanos (EEH), ubicados ambos, en la ciudad de
Sevilla-España, y en nuestro país, en: el Archivo
General de la Nación (AGN), en la Biblioteca Nacional
(BN), en el Archivo del Consejo Municipal de Caracas (ACMC), y en
el Archivo del Consejo Municipal de Valencia (ACMV); otras
fuentes primarias, sin abundancia, se pueden encontrar en el
País Vasco, en su Archivo General de Guipúzcoa
(AGG), en el Centro de Patrimonio Documental (ARARGI), y en el
Archivo del Ayuntamiento de Hondarribia (HAUTATUI).

Vale decir que con la técnica de la
Paleografía (paleo: viejo;
grafía: descripción), se pueden hacer
transcripciones fieles y exactas de folios originales
manipulables entre las distintas alacenas contentiva con legajos
de: Reales Cédulas, Encomiendas, Reales Provisiones,
Contabilidad de Real Hacienda, Patronato, Justicia, Santo
Domingo, Caracas, Signaturas, Indiferente General, Indiferente,
entre otras tantas fuentes primarias que se pueden pesquisar para
ahondar sobre la temática en cuestión.

Es decir, que los estudios sobre la piratería
como generalidad y particularidad, se pueden inscribir
perfectamente dentro del método histórico,
basándose, además, en la ciencia
heurística
, tal y como lo señalan Langlois y
Seignobos (1965):

… la historia se hace con documentos. Los
documentos son las huellas que han dejado los pensamientos y los
actos de los hombres de otros tiempos. Entre los pensamientos y
los actos, muy pocos hay que dejen huellas visibles, y esas
huellas cuando existen, son raras veces duraderas… (p.
23).

Todos los documentos constituyen una fuente de inmensos
recursos para interceptar y aproximarse de manera más
fiable al hecho histórico. Los mismos pueden ser
analizados para comprobar su contenido, siguiendo el criterio
expuesto por Cardoso (1990):

Partes: 1, 2

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