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Textos mágicos egipcios



  1. La vida se
    acerca
  2. Fórmula de
    sanación
  3. Conocimientos
    médicos
  4. La muerte se
    aproxima
  5. La apertura de la
    boca
  6. Amenazas a los
    dioses
  7. El corazón y
    el juicio de Osiris
  8. Sirvientes en el
    más allá
  9. La luz y las
    tinieblas
  10. Miedo a los
    espectros
  11. Cartas a los
    muertos
  12. Inmenso
    secreto
  13. Bibliografía

"Palabras dichas por N (el difunto):

"¡Oh, Único, que se levanta como la Luna!
¡Oh, Único, que brillas como la Luna! ¡Que N.
pueda salir afuera entre la multitud de tus gentes!
¡Desátame, (como lo están) los habitantes de
la luz! ¡Y ábreme la Duat!"

Y he aquí que N. salió al día para
hacer todo lo que pudiese desear (hacer) entre los
vivos"

(Libro de los Muertos, capítulo 2 – Fórmula para
salir al día y vivir tras la muerte)

El texto con el que hemos iniciado este estudio, un
fragmento del capítulo 2 del Libro de los Muertos, permite
que evoquemos a unos hombres, los antiguos egipcios, cuyas
creencias acerca de la vida y la muerte se distinguían por
la presencia continua en ellas de intensos componentes de tipo
mistérico y mágico. En el antiguo Egipto la vida de
los hombres, tanto en la tierra como en el Más Allá
tras la muerte, estaba dominada por el poder de una divinidad
primigenia, Heka, que era entendida como la
personificación de los poderes mágicos responsables
del origen y del mantenimiento de la vida.

Para los egipcios cuando Atum, el Gran Demiurgo, en el
primer momento, decidió iniciar la creación de todo
lo que existe lo hizo sirviéndose de los poderes
mágicos de Heka. Gracias a la utilización de las
fuerzas de Heka pudo crear Atum al resto de las divinidades, a
los hombres y a las demás criaturas. Heka, en suma,
ocupaba una posición de privilegio entre el Gran Creador y
el resto de los seres creados, entre ellos las demás
divinidades.

En los Textos de los Sarcófagos encontramos
referencias concretas acerca del inmenso poder de Heka y de esa
posición intermedia que ocupaba entre Atum y el resto de
los dioses:

"Yo soy el que da vida a las compañías de los
dioses,

yo soy el que hizo todo lo que desea,

el padre de los dioses (…)

Todas las cosas eran mías

antes de que vosotros nacierais, ¡oh
dioses!

Vosotros vinisteis después,

¡pues yo soy Heka!"

En este estudio pretendemos profundizar en las creencias
que los antiguos egipcios llegaron a elaborar acerca de la vida y
la muerte, utilizando como medio de aproximación algunos
de los muy abundantes textos mágicos que estos hombres nos
legaron tras varios milenios de existencia cotidiana que
había estado impregnada por los componentes irracionales y
esotéricos que tradicionalmente distinguen a la cultura
egipcia. Tendremos así oportunidad de conocer textos
mágicos que nos hablan del nacimiento de los niños
y de cómo se pensaba que las almas se incorporaban a sus
cuerpos; veremos también conjuros que pretenden evitar las
enfermedades y la muerte, y dedicaremos finalmente un espacio
importante a analizar las creencias de estos hombres acerca de lo
que habría de acontecerles tras la muerte, cuando en un
proceso de paulatina glorificación sus espíritus
habrían de terminar transformándose en Seres de Luz
(Luminosos o Brillantes se les llama en los textos funerarios)
que habrán de brillar como estrellas en el Reino Celeste
que preside Atum-Re, la divinidad primigenia, el Único,
que antes mencionábamos.

La vida se
acerca

En el antiguo Egipto cuando los niños
nacían prematuramente las posibilidades de supervivencia
eran reducidas. En esos casos, los padres pensaban que solamente
la fuerza de la magia podía salvarlos de la muerte. Se
sabe que con esa finalidad lo usual era que se colocara en el
cuello del prematuro un collar que a modo de amuleto
habría de ahuyentar a los seres malignos que amenazaban su
vida. Estaba fabricado con cuatro perlas o bolas de marfil, siete
piedras semipreciosas y siete trozos de oro. Todo ello estaba
sujeto por siete hilos de lino que habrían tenido que ser
tejidos por dos hermanas uterinas, símbolo de las
divinidades Isis y Neftis.

El nacimiento del niño constituía un
momento especialmente delicado en el que grandes peligros
amenazaban al nuevo ser. Se pensaba que la mujer debía
llevar amuletos protectores, especialmente pequeñas joyas
en las que se reproducía la figura del enano Bes. Para que
el parto se desarrollara satisfactoriamente, de modo que el
espíritu se encarnara en el cuerpo del niño y el
alumbramiento llegara a su término, el mago debía
invocar a las diosas Hathor y Mesjenet, esta segunda considerada
como la divinidad que protegía todos estos
acontecimientos. Veamos uno de los conjuros utilizados, en este
caso del Papiro del Museo de Berlín, en la versión
de Martín Valentín (2002):

"¡Mesjenet que estaba provista del
espíritu, del alma y de todo lo necesario cuando tú
todavía estabas en el vientre de tu madre!
¡Mesjenet, obra de Atum, hija de Shu y de Tefnut!
¡Viene al mundo el niño, tú conoces en tu
nombre de Mesjenet como dar el alma a este niño que
está en el vientre de esta mujer! ¡Tú le
procuras la orden real dada a Gueb para crear el espíritu,
el alma y todo lo necesario de la diosa Nut! ¡No permitas
que se pronuncie ningún maleficio pues tú eres
benéfica! ¡Que los atrapados por la debilidad no
impidan con sus malvadas bocas esto que es justo!
¡Tú que estás en paz, aparta de él a
Seth y dale su herencia y provisiones! ¡Nut, tú que
tienes junto a ti a todos los dioses, que son las estrellas
luminosas. Igual que ellos no abandonan esas estrellas para
darles luz, que su poder de protección venga y cuide de
esta mujer!. Esta fórmula debe ser pronunciada por el
sacerdote lector de los libros sagrados, sobre los dos ladrillos
en los que se sienta la mujer parturienta, mientras arroja al
fuego grasa de pájaro e incienso. Deberá ir vestido
con una túnica del más fino tejido y en su mano
deberá tener el bastón del poder".

Gracias a Mesjenet el espíritu se integraba en el
cuerpo del niño, que podía abandonar el vientre
materno protegido por esta divinidad que además le
ofrecía la ayuda de los poderes celestes que habría
de necesitar para poder triunfar sobre el mal siempre amenazante.
Nut, diosa del cielo, también es invocada en este conjuro
ya que es en el cielo en donde se sitúan todos los dioses,
que son las estrellas que nos brindan su luz. El oficiante, en
este caso un sacerdote lector, pedirá a Nut que la
bóveda de las estrellas descienda sobre la mujer que
está dando a luz y la proteja.

Fórmula de
sanación

Magia y medicina estaban unidas indisolublemente en
Egipto. Encontramos un buen ejemplo de ello en el Papiro
Médico número 10.059 BM que nos ofrece una receta
en la que se aúnan los contenidos mágicos y
médicos con los que se pretende, en este caso, sanar a un
niño de una quemadura. En su texto se invoca a Isis y se
describe una pasta compuesta por diversos productos vegetales a
los que se debe añadir la leche de la propia madre.
Gracias a textos como este, frecuentes en Egipto, sabemos que en
estos tiempos antiguos los hombres ya eran conscientes de las
propiedades antisépticas e inmunológicas de la
leche humana. Veamos esa receta en la versión de Serrano
(1993):

"Horus niño (estaba) en las marismas; un…
inflamado se abatió sobre sus miembros; no conocía
este (mal) ni sabía qué era. No estaba la madre
para conjurarlo y su padre había ido a pasear. Hapy
(¿) e Imset estaban allí (y gritaron). El hijo
(divino) es (todavía) un niño de pecho, y el fuego
es poderoso. No hay nadie que pueda salvarle (de eso). Entonces
salió Isis del taller de tejido, en el momento en que ella
estaba ocupada en desliar su tela. Y dijo: "Ven, Neftis, hermana
mía; haz que (pueda) irme; teje (¿) el hilo de mi
tejido. Déjame marchar para actuar. Yo sé
cómo extinguirle eso con mi leche, el agua de
curación que está en mis senos. Vierto (mi leche)
sobre tus miembros, (hijo mío), y los músculos
sanan. Hago que el fuego se aleje de ti, tan poderoso como era
(¿)". Decirlo sobre cortezas de acacia, panecillos de
cebada, granos uah cocidos, coloquintos cocidos y culantros
cocidos. Hacer con ello una masa y mezclar con leche de una madre
que haya alumbrado un hijo varón. Lo alisarás con
una rama de ricino."

Conocimientos
médicos

El estrecho vinculo existente entre la medicina
propiamente considerada y la magia hace que en los antiguos
documentos egipcios unas veces encontremos conjuros y remedios
que nos causan estupor, como introducir estiércol en la
vagina de una mujer, en tanto que otras descubrimos que
tenían conocimientos médicos a los que el mundo
occidental habría de tardar muchos siglos en acceder, como
es el caso del Papiro Ebers, fechado en la dinastía XVIII,
en el que se describe la circulación de la sangre en el
hombre y su reflejo en lo que hoy denominamos pulso. Veamos ese
texto en la versión de Parra Ortiz (2003):

"Hay conductos en él en todos sus miembros. De
modo que: si cualquier doctor (swnw), cualquier sacerdote wab de
Sekhmet o cualquier mago (sau) coloca sus dos manos o sus dedos
en la cabeza, en la parte posterior de la cabeza, sobre las
manos, en el lugar del corazón, en los dos brazos o en
cada una de las dos piernas, él mide el corazón,
debido a esos conductos de todos sus miembros. Habla por los
vasos de todos los miembros"

La muerte se
aproxima

En relación con las enfermedades pensaban los
egipcios que podían estar motivadas tanto por la presencia
de emanaciones de la propia muerte como por la acción de
espíritus malignos, que podían ser tanto las
propias divinidades propiciatorias del Caos como los espectros de
los hombres que habían muerto sin alcanzar el estado de
bienaventurado. Los niños, por su especial debilidad y por
su mayor facilidad para entrar en contacto con los seres del
Más Allá, eran víctimas fáciles de
las enfermedades, siendo atacados insistentemente por las fuerzas
del mal.

Se hacía necesario, por tanto, la existencia de
conjuros que permitieran que el sanador se enfrentara sin
vacilaciones a esos espíritus maléficos que en otro
caso causarían la muerte del enfermo. Era frecuente el uso
como medio para ahuyentar a los espectros del ajo y de la miel,
el primero muy apropiado para hacer huir a los espíritus
malignos y la segunda, muy grata para los hombres pero insufrible
para los muertos no bendecidos.

Veamos seguidamente una fórmula contra el
envenenamiento que se incluye en el Papiro Mágico del
Vaticano. Gracias al poder de este conjuro el mago pretende
neutralizar un veneno y extraerlo de los miembros de una
niña. Para ello deberá invocar a diversas
divinidades con cuya ayuda podrá paralizar la
maléfica acción. Seguimos a G. Cantú
(2002):

"¡Oh veneno, tú no aparezcas en su frente!
Thot está contra ti, y es señor de su frente. No
hay lugar donde te puedas establecer. ¡A la tierra, oh
veneno! ¡Yo te extraigo y te convierto en puro! Tú
quedas derramado, tú estás neutralizado, tú
eres extraído de todos los miembros de… hija de…
¡Oh vil veneno, te has quedado sin fuerzas, eres ciego y no
ves, estás derramado! No alzas tu faz, caes y eres
inexperto, estás debilitado y sin dientes y ya te hallas
perdido. Tú no hallas tu camino, estás preso,
careces ya de fuerza y mueres…"

Pensamos que puede resultar también interesante
reproducir otro conjuro, en este caso del Papiro Mágico
del Museo de Berlín, con el que se pretendía alejar
a la muerte que está rondando a un niño enfermo. La
fórmula la dirige su madre, que ha creado una barrera de
protección empleando ajo y miel. Seguimos de nuevo a G.
Cantú:

"¿Has venido, quizás, a besar a este
niño?

¡No te voy a dejar que lo beses!

¿Has venido para hacerlo enmudecer?

¡No te permitiré que lo hagas
callar!

¿Tal vez viniste para hacerle
daño?

¡No permitiré que le hagas mal!

¿Has venido, quizá, para
llevártelo?

¡Yo no permitiré que me lo
quites!

¡Yo he hecho para él una protección
mágica contra ti,

empleando el ajo, que tanto mal te hace,

empleando la miel, dulce para los hombres

más tan amarga para los difuntos!"

La apertura de la
boca

A pesar de la multitud de textos mágicos que
protegían la vida lo cierto es que inevitablemente
habría de llegar un momento en que el hombre encontrara la
muerte. Se iniciaba ahora un nuevo proceso mistérico que
pretendía conseguir que el espíritu del difunto,
asimilado a Osiris y transformado en divinidad, alcanzase el
Reino de la Luz de Atum-Re.

Uno de los rituales con los que se pretendía que
la vida llegase de nuevo al cuerpo del fallecido era el de la
apertura de la boca, antiguo rito que se practicaba sobre la
momia o su representación escultórica, para
insuflarlas de vida y hacerlas capaces de recibir a los
componentes espirituales del ser, el ka y el ba.

En el capítulo 23 del Libro de los Muertos se nos
ofrece el conjuro que los sacerdotes pronunciaban en el momento
de proceder a la apertura de la boca del fallecido, para lo que
se servían de utensilios especiales, de un lado una
especie de alicates llamados los dos divinos y de otro una azuela
que recibía el nombre de grande de magia. Es frecuente que
el acto figure representado en las pinturas funerarias que
decoran las paredes de las tumbas:

"Fórmula para abrir al difunto (N) su boca en el
Más Allá:

Que mi boca sea abierta por Ptah, que las vendas que
amordazaban mi boca sean desatadas por el dios de mi ciudad. Que
acuda además Thot, plenamente provisto de fórmulas
mágicas; sean desligadas las vendas de Seth que
amordazaban mi boca (y) sean separadas las manos de Atum que
estaban colocadas como protección de ella.

Mi boca me ha sido restituida, mi boca me ha sido
abierta por Ptah, mediante su cuchillo de hierro (celeste), con
el cual abrió la boca de los dioses. Soy Sekhmet-Eadjet,
que reside en el Occidente del cielo. Soy Shayt que está
en medio de las Almas de Heliópolis.

¡Que los dioses rechacen cuantos sortilegios y
conjuros mágicos se hagan contra mí! ¡Que se
opongan a ellos todos y cada uno de los dioses de la
Enéada!"

Amenazas a los
dioses

Los Textos de las Pirámides, representados en las
paredes de los corredores y cámaras sepulcrales de los
reyes egipcios desde los tiempos de la V dinastía,
pretendían facilitar la ascensión del
espíritu del Faraón fallecido, que tenía que
atravesar diversos lugares de purificación antes de
presentarse ante el Gran Tribunal de los Dioses, que presidido
por Atum-Re, el Señor Universal, habría de escuchar
las alegaciones de las divinidades, el denominado Pueblo del Sol,
para conocer si durante su reinado en la tierra el monarca
había hecho aplicar adecuadamente la Regla de Maat, es
decir los principios de Orden, Equilibrio y Justicia que el Dios
Primordial había establecido en el primer momento del acto
de la Creación.

En ese juicio cabía la posibilidad de que alguna
de las divinidades se opusiera a la pretensión del Rey
fallecido de acceder al Reino Celeste, motivo por el que los
sacerdotes de Heliópolis elaboraron multitud de
sortilegios y conjuros que, favorables a las pretensiones del
Rey, se repiten de manera reiterativa por las paredes de su
tumba.

Entre esos sortilegios hemos seleccionado la
Declaración número 569, cuyo título es
Discurso al dios-sol, que se ha identificado en las tumbas de
Pepi I, Merenra y Pepi II.  Se trata de un conjuro en el que
el espíritu del Rey no duda en emitir terribles amenazas
tanto contra Re, el Dios Primordial, como contra el Orden del
mundo.  El Rey está dotado de un inmenso poder, ya
que es un dios, y afirma, por ejemplo, que si se le ponen trabas
para acceder al Cielo, morada de las divinidades, no
dudará en impedir que el sol salga en el nuevo amanecer o
que las estrellas brillen en el firmamento. Entre ellas se cita,
por ejemplo, a Orión y Sotis. Incluso, ¡algo
terrible para Egipto!,  las Dos Orillas del Nilo
serán contenidas por Horus, divinidad con la que el
Faraón se ha identificado, y ya no se volverá a
producir el fenómeno anual de la
inundación.

Llama la atención entre esas amenazas que el
espíritu manifiesta que si los jueces ponen
obstáculos para que pueda acceder a lo que considera su
derecho no dudará, incluso, en impedir que los hombres
mueran en el futuro. El poder del Rey superaría, de ese
modo, al menos eso se afirma, al propio poder de la
muerte.

Sin embargo, al final del conjuro, tras proclamar esas
inquietantes amenazas, el equilibrio se restaura y el
espíritu del Rey manifestará que desea contribuir a
la navegación de la Barca Solar de Re y escoltar a la Gran
Divinidad, a la que expresa sin titubeos que amará tanto
con su cuerpo como con su corazón.

"Yo conozco tu nombre, no ignoro tu nombre; tu nombre es
"Ilimitado", el nombre de tu padre es "Tu-eres-grande", el nombre
de tu madre es "Paz", la que te da a luz en el sendero del
amanecer (¿), el sendero del amanecer
(¿).

El nacimiento del Ilimitado en el horizonte será
impedido, si me impides llegar al lugar donde
estás.

El nacimiento de Selkis será impedido, si me
impides llegar al lugar donde estás.

Las Dos Orillas serán contenidas por Horus, si me
impides llegar al lugar donde estás.

El nacimiento de Orión será impedido, si
me impides llegar al lugar donde estás.

El nacimiento de Sotis será impedido, si me
impides llegar al lugar donde estás.

Los Dos Monos, sus queridos hijos, serán
apartados de Re, si me impides llegar al lugar donde
estás.

El nacimiento de Upuaut… será impedido, si me
impides llegar al lugar donde estás.

Los Hombres serán alejados del Rey, el hijo del
dios, si me impides llegar al lugar donde
estás.

A tu tripulación de Estrellas Imperecederas se le
impedirá llevarte a remo, si les impides dejarme ir a
bordo de esta barca tuya.

A los hombres se les impedirá morir, si me
impides ir a bordo de esta barca tuya.

Los hombres serán apartados de la comida, si me
impides ir a bordo de esta barca tuya.

Yo soy…, enviado de Re, y no seré apartado del
cielo; el árbol… pone su mano sobre mí, (incluso
ella) la portera del cielo; … se ha preparado para mí,
(incluso él) el barquero del Canal Sinuoso, no seré
retenido, ni se pondrán obstáculos contra
mí, porque soy uno de vosotros, dioses.

Yo he venido a ti, Oh Re, he venido a ti, Oh Ilimitado,
y te conduciré a remo, te escoltaré, te
amaré con mi cuerpo, te amaré con mi
corazón."

El corazón
y el juicio de Osiris

Para los antiguos egipcios, al igual que para nosotros,
el primer componente del ser humano era el cuerpo, la materia
física en la que el espíritu está encarnado.
Cuando llegaba el momento de la muerte pensaban que el cuerpo no
debía desaparecer, ya que era la garantía de que
los otros componentes del hombre (el ka y el ba) pudieran seguir
existiendo. Era necesaria la conservación indefinida del
cuerpo, lo que se conseguía a través de las
prácticas de la momificación. Al parecer
creían que dentro de los elementos que se integran en el
cuerpo físico el más importante era el
corazón, órgano en el que radicaba la conciencia
del hombre. En el Juicio de los Muertos era el corazón,
precisamente, el órgano humano que se pesaba en la balanza
de Maat, para conocer si su poseedor, en su existencia,
había sido justo. En ese momento existía el peligro
de que el hombre que había actuado con maldad fuese
denunciado por su propio corazón, que podía
declarar, pensaban, en contra de quien había sido su
dueño. Para evitar ese peligro existían diversos
conjuros en el Libro de los Muertos. Veamos el que se expone en
el capítulo 30 B:

"¡Oh corazón (proveniente) de mi madre, oh
corazón (proveniente) de mi madre, oh víscera de mi
corazón de mis diferentes edades! ¡No
levantéis falsos testimonios contra mí en el
juicio, no os opongáis a mí ante el tribunal, no
demostréis hostilidad contra mí en presencia del
guardián de la balanza (del juicio)! … No digas falsas
palabras contra mí en presencia del Gran dios,
Señor del Occidente. ¡Mira, el ser proclamado justo
se basa en tu lealtad!".

Sirvientes en el
más allá

Los egipcios pensaban que el espíritu del hombre,
tras la muerte, habría de residir durante un tiempo
indeterminado en la denominada Campiña de las Juncias,
lugar de purificación en el que reinaba Osiris, antes de
poder acceder si eran merecedores de ello al Reino de la Luz de
Re.

En los campos de Osiris los espíritus llevaban
una vida muy similar a la terrena, si bien impregnados de
felicidad y carentes de todo tipo de preocupaciones.
Tenían, sin embargo, algo propio de las mentalidades
antiguas, que trabajar la tierra, como antes habían hecho
en su vida, para producir alimentos de los que habrían de
nutrirse los kas de los fallecidos.

En el deseo de evitar ese trabajo material los hombres
llegaron a pensar que gracias a la magia de la palabra se
podía conseguir que pequeñas imágenes de
sirvientes que se depositaban en las tumbas cobrasen vida y se
dedicaran a realizar esas actividades físicas, de modo que
el difunto quedase liberado de ellas y pudiese disfrutar de su
vida en el Más Allá de manera plácida.
Gracias a las cosechas que se producían en los Campos de
Osiris los alimentos no faltarían nunca a los
espíritus, incluso a aquellos que habían muerto
hacía mucho tiempo y cuyas tumbas habían quedado
abandonadas. Esa segura provisión de alimentos para los
espíritus tenía un importante efecto tranquilizador
para los vivos, que tras los acontecimientos del denominado
Primer Periodo Intermedio eran conscientes de que en los momentos
de revolución y enfrentamiento entre los hombres se
había visto como las tumbas eran saqueadas por los
alborotadores y las momias habían rodado por los
suelos.

El capítulo 6 del Libro de los Muertos contiene
una curiosa fórmula que debe permitir que la
representación escultórica de un sirviente
(ushebti) cobre vida y pase a ejecutar los trabajos que en otro
caso tendría que haber realizado el difunto:

"Palabras dichas por N. (el difunto): Que diga:

– "¡Oh ushebti de N.! Si soy llamado, si soy
designado para hacer todos los trabajos que se hacen
habitualmente en el Más Allá (en la Campiña
de las Juncias), (sabe) bien que la carga te será
inflingida allí. Como (se debe) alguien a su trabajo, toma
tú mi lugar en todo momento para cultivar los campos, para
irrigar las riberas y para transportar la arena de Oriente a
Occidente".

– "Heme aquí" (dirás tu,
figurilla).

– "Iré a donde me mandes, Osiris N.
Justificado".

La luz y las
tinieblas

En el capítulo 80 del Libro de los Muertos
encontramos una interesante fórmula que debe permitir que
el difunto sea transformado en divinidad pasando ahora a iluminar
la oscuridad que es propia del mundo de las tinieblas. Dice el
conjuro:

"Palabras dichas por N. (el difunto):

Soy Hem-Nun que ilumina las tinieblas. He venido para
hacer brillar las tinieblas, que por mediación mía
se hacen luminosas y brillantes. He hecho brillar las tinieblas y
he derrotado a los espíritus malvados. Los habitantes de
las tinieblas me adoran y los que gimen, ocultando sus rostros,
se levantan gracias a mí, ellos que se habían
hundido (en la desolación).

¡Reconocedme! Soy Hem-Nun, la que no
permitirá que acerca de ella planteéis cuestiones.
¡Eso sería profanar(me)!

Soy Hem-Nun que ilumina las tinieblas. He venido y he
puesto fin a la oscuridad. (Las tinieblas) brillan, las
convertí en luz"

En este sugerente texto se nos dice que el difunto se ha
transformado en una divinidad, en este caso Hem-Nun, una de las
denominaciones que recibía la Luna y del mismo modo que
este astro ilumina las tinieblas de la noche, el espíritu
del difunto, glorificado ya en luz hace que la oscuridad se
transforme en luminosidad y resplandor. En textos como este que
nos habla de la luz y de las tinieblas se encuentran los
antecedentes de las creencias dualistas que habrían de
impregnar a las religiones de tiempos posteriores. Recordemos,
por ejemplo, el Himno con el que se inicia el Evangelio de Juan,
en el que el autor nos dice que:

En Él estaba la vida,

y la vida era la luz de los hombres.

La luz luce en las tinieblas,

Pero las tinieblas no la acogieron…

Miedo a los
espectros

El Libro de los Muertos contiene multitud de
fórmulas gracias a las cuales el difunto justificado,
transformado en lo que él desease, podía
desplazarse a su voluntad tanto por la Duat como por el reino de
los vivos. A modo de ejemplo, la rúbrica final del
capítulo 68 nos dice que "quien conozca este libro
podrá salir al día y pasearse por la tierra entre
los vivos y nunca jamás podrá perecer. Esto se ha
revelado eficaz millones de veces".

Existen multitud de fórmulas similares;
así, los capítulos 12, 13 y 17 nos ofrecen conjuros
para entrar y salir en el Más Allá, en tanto que
los capítulos comprendidos entre los números 64 y
74 contienen otras fórmulas que habrían de permitir
tanto salir del Más Allá o de la tierra como abrir
la tumba del fallecido. Otros textos diseminados por el libro
(así los capítulos 91, 92 o 132) permitían
que el alma no quedase retenida en el Más Allá o
que el difunto pudiera volver a ver su casa en la tierra. Veamos,
a modo de ejemplo, el texto del conjuro del capítulo 91
que pretende evitar que el alma sea retenida presa en el
Más Allá, así como la rúbrica que
sigue al mismo:

"¡Oh tú que eres exaltado! ¡Oh
tú que eres adorado! ¡Oh tú, de alma
poderosa! ¡Alma grande en prestigio, que infundes miedo a
los dioses al manifestarte sobre tu gran trono! Abre el camino a
N. (nombre del difunto), a su alma, a su poder espiritual, a su
sombra, (que están) provistos de lo necesario. Soy un
bienaventurado llegado a la perfección: ábreme el
camino para ir al encuentro de Re y Hathor. (Rúbrica:
Quienquiera que conozca esta fórmula podrá
convertirse en un bienaventurado provisto de lo necesario en el
Más Allá. No será retenido prisionero en
ninguna parte del Occidente, ni a la entrada ni a la salida. Esto
ha sido verdaderamente eficaz millones de veces)".

Del mismo modo que los difuntos tenían a su
disposición multitud de fórmulas que facilitaban su
tránsito a voluntad por la tierra, hemos de entender
lógico que los vivos, a veces atemorizados por las
molestias que esas presencias les causaban, utilizaran
también otros conjuros cuya finalidad perseguía que
el hombre no fuese atormentado por los espectros. En el Papiro
Mágico de Leyden encontramos uno de esos conjuros
(Martín Valentín, 2002):

"¡Atrás, tú que traes tu rostro, tu
alma y tu cadáver y vosotros, que embrujáis con
vuestros rostros y con vuestras imágenes! ¡Oh,
espíritu, muerto, muerta, enemigo, enemiga durante el
viaje de la noche! ¡Mirad a vuestro alrededor y
veréis al Señor del universo… Atum y a Uadyet en
la gran barca divina, al divino niño, señor de la
Verdad y la Justicia, compañero de Atum en la ruta
celeste, señor del cielo! ¡La tierra está en
llamas, el cielo está en llamas, los hombres y los dioses
están en llamas! Si recitas estos conjuros contra las
visiones malignas, los dioses vendrán con su verdadero
nombre y ellos te darán (en tu ayuda) las llamas del
horizonte. Decir estas palabras sobre la imagen que hay en este
libro, dibujada sobre un trozo de tela fina y colocarlas en el
cuello del hombre. Después ya no volverá a ver
espectros".

Cartas a los
muertos

Existiendo tan estrechas relaciones entre los vivos y
los muertos podemos entender que en determinados momentos los
egipcios no dudaran en hacer llegar mensajes a sus difuntos,
escribiéndoles cartas que depositaban en las tumbas de sus
deudos fallecidos. Se han conservado varias de esas cartas, lo
que acredita que su emisión hubo de ser una costumbre
extendida.

Estos textos, que constituyen una singularidad que
distingue a la literatura egipcia, solían escribirse sobre
los recipientes cerámicos en los que se depositaban las
ofrendas dirigidas al fallecido; es también usual que se
utilizara como soporte la tela de lino o el papiro, sobre todo en
el caso de mensajes que tenían una mayor extensión.
Los primeros ejemplos de cartas a difuntos que se han conservado
son de los tiempos finales del Imperio Antiguo (dinastía
VI) y se cree que la costumbre debió extenderse cuando se
difundieron entre la población los cultos funerarios
propios del mito de Osiris.

Las cartas dirigidas a los fallecidos reposaban en una
doble creencia que imperaba entre los egipcios. De un lado,
pensaban que los espíritus, según hemos ya
comentado, eran seres luminosos que tenían poderes
mágicos y que gozaban de una gran movilidad, visitando la
tierra tantas veces como lo deseaban; de otro, atribuían
un inmenso poder creador a la palabra y, a fin de cuentas, a
través de las cartas conseguían fijar la palabra en
un soporte concreto (fuese un recipiente o una tela o papiro) y
gracias a los poderes mágicos de los sacerdotes que
llevaban a cabo los cultos funerarios conseguían
neutralizar los peligros por los que los remitentes se
sentían amenazados. Las cartas no se depositaban, sin
más, en la tumba, sino que además el sacerdote
llevaba a cabo rituales determinados que aseguraban que su
contenido cobrase un gran poder mágico y llegase a
conocimiento del difunto.

A través de las cartas a los difuntos lo usual es
que se hiciera una petición o ruego al espíritu del
fallecido, del que, insistimos nuevamente, se pensaba que se
había convertido en un ser dotado de poderes especiales.
En estos casos, el destinatario del escrito era un
espíritu benéfico al que se solicitaba alivio ante
una enfermedad o ayuda para tomar una decisión o ganar un
pleito. No era inusual que en la carta, además de pedir el
favor del fallecido, se le amenazara con dejar abandonado el
culto funerario de su tumba en el caso de no acceder a
ello.

En una de las cartas que se han conservado, que se ha
datado en los tiempos del Imperio Medio (dinastía XII), un
individuo de nombre Dedi se dirige a su hermano Intef, que en
vida había sido sacerdote. Al tiempo de hacerle una
ofrenda funeraria que consiste en diversos alimentos, Dedi pide
ayuda al espíritu de su hermano haciéndole saber
que una joven sirvienta, precisamente la muchacha que se encarga
del cuidado y mantenimiento de la tumba de Intef, se encuentra
enferma y temen por su vida. Dedi, que es consciente de que su
hermano se ha convertido en un ser de luz dotado de poderes
mágicos, ruega su intercesión para que la joven,
que lleva tiempo manteniendo la capilla del difunto en buen
estado, se recupere. Nuestro personaje, finalmente, temiendo que
su hermano no atienda su petición, incluye en el escrito
la amenaza de dejar abandonado el culto funerario de la tumba de
Intef en el caso de que este no se tome interés en ayudar
a la joven sirvienta. Reproducimos el contenido de la carta
(Martín Valentín, 2002):

"A propósito de la joven sirvienta Imiu que
está enferma. ¿Acaso no puedes protegerla durante
el día y la noche contra cualquier hombre o mujer que la
esté provocando su mal? ¿Acaso quieres que tu
capilla funeraria sea destruida y abandonada? ¡Lucha de
nuevo por ella, a fin de que tu capilla sea restaurada y se
viertan libaciones para ti! Si no obtengo tu ayuda, tu tumba
será destruida. ¿Acaso no sabes que es esa criada
la que mantiene tu capilla en buen estado en medio de los
hombres? ¡Lucha por ella, protégela!
¡Sálvala contra todo el que quiera dañarla!
Entonces tu casa y tus hijos serán establecidos, tus
peticiones serán bien escuchadas y atendidas".

Sobresale en la carta que Dedi cree que la muchacha
está enferma debido a que alguien, usando poderes
mágicos negativos, la está provocando el mal. En
estrecha sintonía con esa idea, Dedi piensa que Intef
está obligado a utilizar sus poderes como espíritu
luminoso para salvar a Imiu de aquellos que quieren
dañarla.

Inmenso
secreto

Los conocimientos mágicos egipcios acerca del
hombre, su vida en la tierra (el Hoy) y su destino en el
Más Allá (el Mañana) se distinguían
esencialmente por su intenso componente mistérico. Un
inmenso secreto envolvía los conocimientos egipcios sobre
estas materias. Solo los iniciados en los Misterios tenían
acceso a esos conocimientos.

Las referencias a esa necesidad de mantener los secretos
son frecuentes en los textos egipcios. Terminamos este estudio
reproduciendo el contenido del artículo 190 del Libro de
los Muertos, titulado Fórmula para estar cerca de
Osiris:

"(Este Libro) muestra el secreto de la Duat y el
misterio religioso del Más Allá. (Permite)
atravesar las montañas y abrir (senda) por los valles. Es
un misterio que no debe, absolutamente, ser conocido. (Sirve)
para mantener el corazón del bienaventurado, ampliar su
caminar, darle movimientos, quitarle las bandas de su rostro,
abrirle su cara para así contemplar al mismo tiempo al
Gran dios.

Lee (este Libro) de modo que ningún hombre (lo)
vea, con excepción de tu verdadero amigo íntimo y
del sacerdote-lector que esté contigo,
comportándote de manera que ningún otro rostro (lo)
vea, ni (siquiera) un sirviente venido de fuera.

El alma del bienaventurado para quien sea recitado (el
Libro) podrá salir con los vivos, saldrá al
día, será poderosa entre los dioses, los cuales no
la rechazarán, sino que los dioses la rodearán y la
reconocerán como una de las suyas. Y ella te dará
conocimiento, en plena luz, de los (bienes) que (le) han
llegado.

Este Libro es una cosa verdaderamente muy secreta; no
debes permitir que las gentes de condición inferior (lo)
conozcan en cualquier lugar donde estés y no permitas (que
lo conozcan) los habladores (ni ninguna otra persona), excepto
tú y tu verdadero amigo íntimo.

Estas palabras se pronunciarán en una
cámara (tapizada) de tela (que estará) tachonada
totalmente de estrellas.

¡Esto ha sido verdaderamente eficaz millones de
veces!"

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Autor:

Ildefonso Robledo
Casanova

 

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