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¿Tiene “sexo” la sensualidad?


    ¿Tiene "sexo" la sensualidad? –
    Monografias.com

    "Vuestro atavío no sea el externo de
    peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos
    lujosos,

    sino el interno, el del corazón, en el
    incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que
    es de grande estima delante de Dios.

    Porque así también se ataviaban en
    otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios,
    estando sujetas a sus maridos;

    como Sara obedecía a Abraham,
    llamándole señor; de la cual vosotras habéis
    venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna
    amenaza."
    (1 Pedro 3:3-6)

    Sensualidad

    (Según Wikipedia), es la cualidad de una
    persona que provoca atracción o reacción en los
    sentidos de otra, bien sea deseo sexual, excitación, deseo
    de hacer el amor, etc. En general las personas que poseen un
    fuerte potencial sexual tienen una sensualidad muy acusada, si
    bien, en muchos casos ellos mismos no se dan cuenta, el
    magnetismo personal que se desprende de estas personas es muy
    envolvente y al entrar en contacto con ellas puede sentirse
    absorbido.

    La sensualidad que se irradia proviene de dos
    fuentes diferentes; una se encuentra en el interior y la segunda
    en el exterior.

    El poder sensual interior proviene de los
    pensamientos, de la energía sexual, de los sentimientos y
    del magnetismo personal, es decir, de la
    personalidad.

    (Según el diccionario Larousse) Modo de ser o
    de presentarse una cosa o una persona, que suscita o invita al
    placer: la modelo tiene unos labios llenos de sensualidad.
    Tendencia al placer. Sinónimos: Hedonismo: Doctrina
    filosófica que proclama, como fin supremo de la vida, la
    consecución del placer. Búsqueda del placer como
    norma de vida. Voluptuosidad: Tendencia o gusto por el
    placer.

    Cuando vemos una chica (o chico) ataviado de manera que,
    al modo de decir de cierto escritor del cual ahora no logro
    recordar el nombre, "… el vestido es el marco que
    resalta su rostro, no hay inconvenientes, pero si es el marco de
    su cuerpo, entonces está mal. Y está en problemas
    no solo él, sino que está poniendo también
    en dificultades a los que le rodean."
    Me explico:

    Un joven (o adulto) de cualquier sexo puede,
    según las leyes humanas que esas y muchas otras cosas
    consienten, vestirse de la manera que mejor le plazca. La ley le
    da total libertad para hacerlo, solo que su libertad termina en
    mi nariz (o, para ser exactos, en la nariz del prójimo) y
    ella (o él) no debiera tener derecho, amparado por ley
    humana alguna, de mostrarme cosas que no quiero ver o que pueden
    poner en peligro mi cosmovisión de la vida, que pareciera
    nada tiene que ver con la de ella (o de él).

    Cuando alguien exhibe partes de su cuerpo mas
    allá de lo que admite el pudor de otros, no está
    haciendo otra cosa que invadir la privacidad de ese individuo y
    conculcar su libertad personal. Visto el caso de que ambos son
    seres humanos, las leyes debieran entonces defender por igual los
    derechos y prerrogativas de uno y otro en igual manera. Pero,
    tristemente, no acurre de ese modo. Y es que, lejos de ser
    rechazado tal actuar por la sociedad, se ensalza tal actitud
    porque a la mayoría les parece que están recibiendo
    el beneficio de, en forma gratuita, observar cosas que les placen
    sin costo alguno. Pocos se detienen a pensar que, más que
    eso, lo que están recibiendo es eterna condenación,
    al ser llevados a las tentaciones pecaminosas de lascivia,
    codicia, apetencia y concupiscencia. Pecado es pecado y no tiene
    otro nombre.

    En su libro "Remedios Preciosos Contra Las
    Artimañas Del Diablo" publicado en 1652 en Inglaterra, su
    autor, Tomás Brooks, nos enumera al menos cinco maneras
    acerca de cómo Satanás nos hace "pasable" y
    "apetecible el pecado: "… formas de como Satanás
    procura desviar al creyente hacia el pecado: Una manera es
    haciéndolo sumamente atractivo y otra es persuadiendo a
    los creyentes de que sus pecados son muy pequeños y sin
    importancia.

    Primero, el diablo engaña a los creyentes
    haciendo el pecado algo atractivo, natural y de apariencia normal
    y aceptable. El pecado casi siempre se disfraza con esta
    apariencia. Quizás muchos creyentes se fijen demasiado en
    su propia apariencia, su vestido, sus pertenencias, su imagen. El
    diablo les dice que esto no es el orgullo, que es algo normal,
    que "todos lo hacen". Quizás algunos creyentes son
    codiciosos y Satanás les susurrará que es lo justo,
    que es normal, que consigan y atesoren todo lo que puedan; todo
    el mundo lo hace.

    Segundo, entre más atractivo que se presenta
    el pecado, resulta más peligroso. El veneno más
    peligroso se encuentra frecuentemente en las flores más
    bonitas. A menudo la ropa más costosa es usada para cubrir
    los cuerpos más indignos y el cuerpo más perfecto
    cubre el alma más vil. Del mismo modo, los nombres
    más sofisticados y los títulos más elevados
    son usados para hablar de los vicios más horribles y de
    los pecados más abominables.

    Tercero, es necesario que veamos el pecado tal como
    lo veremos en el día del juicio. Ese día todos
    verán la verdadera cara del pecado. Cuando todos los
    pueblos estén reunidos ante el Gran Juez del universo,
    entonces apreciará la pecaminosidad del pecado. En ese
    momento el pecado será desenmascarado y será
    despojado de su atractiva vestimenta; aparecerá más
    sucio y más vil que el infierno mismo. Lo que antes
    parecía hermoso y codiciable se manifestará feo y
    repugnante. La biblia describe el pecado comparándolo con
    varias cosas: el vómito de un perro, una llaga podrida, la
    lepra, el estiércol, la espuma del mar, etc.
    También compara los pecadores con los puercos que se
    revuelcan en el cieno, bestias brutas, animales irracionales
    (cabras, perros, bueyes), fieras ondas del mar, estrellas
    errantes, árboles desarraigados, etc. Es necesario ver el
    pecado tal como lo veremos en el día de la muerte. La
    conciencia puede estar dormida por largo tiempo, pero en el
    día de la muerte y del juicio se despertará y nos
    mostrará lo dañino y amargo del pecado. Entonces
    debemos aprender a ver el pecado no como es presentado por el
    diablo, sino como lo veremos en la eternidad.

    Cuarto, aún los pecados que parecen
    más atractivos provocaron la muerte de nuestro
    Señor Jesucristo. Solo podemos valorar el pecado a la luz
    de la crucifixión de Cristo. Debemos ver a Cristo en su
    pasión y sufrimiento por el pecado: afligido, azotado,
    herido, molido, angustiado, sudando grandes gotas de sangre, su
    cuerpo quebrantado, su sangre derramada, el Juez del universo
    condenado, el Señor de vida muerto, su cabeza que llevaba
    la corona de gloria, coronada de espinas. Sus oídos que
    recibían las alabanzas del cielo, ahora reciben los
    desprecios y blasfemias de la multitud. La cara más
    hermosa que la de los hijos de los hombres ahora es escupida y
    desfigurada. Las manos que sostenían el cetro ahora son
    clavadas en una cruz. Todo esto fue originado por los pecados que
    el diablo procura presentar tan atractivos. Cuando los creyentes
    vean a Cristo sufriendo y muriendo por el pecado, se dan cuenta
    que tan malo es, y le vuelven la espalda y pelean en su
    contra.

    Quinto, otra manera como Satanás seduce a los
    creyentes al pecado es decirles que sus pecados son "pecaditos",
    es decir que sus pecados son pequeños y sin importancia.
    Cuando Satanás actúa así, quiere que los
    creyentes pasen por alto ciertos pecados y que se acostumbren a
    ellos. Quiere que clasifiquen sus propios pecados como
    pequeños en comparación con los pecados de los
    demás. Desea que los creyentes piensen del pecado como si
    hubiese pecados grandes y chicos, para que pasen por alto estos
    últimos."
    Fin de la cita.

    Leí en una ocasión que algunos interpretan
    el pecado original, a la luz del texto de Génesis 3:7,
    mostrando la conciencia de la desnudez como evidencia de la
    comisión del referido pecado, argumentando
    interpretaciones antropológicas o psicoanalíticas
    de la Biblia y sosteniendo que el pecado de Adán y Eva es
    una alegoría al acto del sexo. Se han enumerado cuantiosos
    rasgos que pudieran reforzar esta hipótesis, como la
    naturaleza fálica de la serpiente (órgano sexual de
    copulación en el hombre y los mamíferos), el hecho
    de que los castigos impuestos a la mujer sean el parto y la
    sujeción de su deseo carnal al mandato del marido y el de
    que, tras el castigo, Adán diera a la mujer el nombre a
    Eva "pues era la madre" (3:20).

    Eso resulta de una mala interpretación del texto
    bíblico original ya que, cuando Dios decretó la
    prohibición en Génesis 2:17 Adán estaba solo
    y continuó así por un tiempo (hasta 2:23). Pero
    luego Dios mandó a la pareja a que tuviera descendencia
    (1:28). Además, Eva comió primero del fruto y
    después se lo dio a Adán (3:6). De ello resulta
    fácil deducir de esta porción de Génesis,
    muy alejado de los que tal cosa plantean, que Dios había
    dado un mandato al cual el hombre (no genéricamente, sino
    concretamente) desobedece, desobediencia principalmente motivada
    por la soberbia.

    Dios está pidiendo a la mujer en 1 Pedro 3 que
    observe una manera de ataviarse casta, pura, sin mácula y
    libre de toda impureza (3:2), mostrando un temor (o respeto)
    reverencial hacia el esposo, les pide que sean escrupulosamente
    puras, en contraste con el carácter bullicioso, ambicioso,
    tentador y provocador de las mujeres mundanas. Les manda que se
    atavíen (adornen) de manera especial, no haciéndolo
    exteriormente para ser admiradas, con cosas artificiales como
    diademas, brazaletes, anillos y ropas ostentosas, sino
    interiormente, con pureza, afabilidad, dulzura, bondad y
    apacibilidad de corazón, que externamente solo tengan
    "… el rubor de la modestia en el rostro en vez de la
    pintura"
    (3:3)

    En forma similar se les habla en 1 Timoteo 2:9-10:
    "Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa
    decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro,
    ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como
    corresponde a mujeres que profesan piedad."

    El cristiano, hombre o mujer, debe cuidar que toda su
    conducta se corresponda con la fe que profesa pero, ¡pocos
    en nuestros días saben cuál es la medida cabal y
    los límites de las dos necesidades básicas de la
    vida: la comida y el vestido! A menos que la pobreza actúe
    en nosotros como brida y no nos permita ir más allá
    de lo elementalmente necesario, es difícil hallar alguno
    que no desee ir siempre "un peldaño más arriba" de
    lo que realmente es, a la manera de Dios, justo y perfectamente
    bueno para nosotros. Siempre miramos más, y con perturbado
    placer la mayor parte de las veces, la bajeza de la
    situación material del prójimo que la humildad de
    su mente. Hay también otros que no están así
    de limitados económicamente, pero desperdician su tiempo y
    su plata en fruslerías y trivialidades. Cuánto
    más les valiera a las mujeres (y a los hombres en igual
    medida) el vestirse con las virtudes del Espíritu Santo de
    Dios y no con pacotilla y cosas corruptibles.

    Creo que, en nuestro apasionamiento por la Palabra de
    Dios, nos hemos desviado un tanto del asunto que pretendemos
    abordar. Resulta que la sensualidad no es otra cosa que el querer
    mostrar algo que otros no estamos aptos para ver. En el principio
    de la creación, se nos dice en el libro de Génesis
    que el hombre y la mujer estaban completamente desnudos y no
    se avergonzaban
    . Hoy las jóvenes suelen pasearse tan
    escasas de ropas como nuestra madre Eva, solo que, luego del
    pecado, nuestra mente depravada suele ver las cosas desde una
    óptica distinta a la que Dios había concebido y,
    más que al rostro, cuando una joven tan ligeramente
    ataviada se pasea delante de nosotros, solemos fijar nuestra
    vista varias decenas de centímetros más abajo.
    Quizá aquí se encuentre la explicación al
    por qué Jehová no podía mostrar su gloria a
    Moisés ni puede mostrárnosla hoy a nosotros: porque
    la perversión nuestra tampoco va a permitir que fijemos
    nuestra mirada, precisamente, en el rostro de Dios. Eso pudiera
    explicar el por qué no estamos aptos para verle cara a
    cara, cuando Adán y Eva si podían hacerlo antes de
    desobedecer.

    Quizá usted me diga, de manera maliciosamente
    condescendiente, "bueno, seamos tolerantes con las chicas y
    chicos del mundo, que eso de la sensualidad no es tan
    dañino como usted lo quiere hacer ver
    ". Permita que
    le responda que resulta más dañino
    aún.

    Yo también pensaba, como ha de pensar el que tal
    cosa me diga, que sabía el exacto significado de la
    palabra tolerancia (quizá el diccionario me jugó
    una mala pasada cuando me "convenció" de que no era otra
    cosa que "el respeto hacia ideas, creencias o
    prácticas cuando son diferentes o contrarias a las propias
    respetando consiguientemente las normas de los demás y
    poder lograr la perfección de las cosas
    ". Pero desde
    hace algún tiempo he descubierto que lo que la palabra
    significaba antes y lo que significa hoy son dos cosas
    indiscutiblemente diferentes. Lo que se conoce hoy como
    tolerancia (o nueva tolerancia, según los entendidos) es
    otra cosa. Esa definición que dábamos antes no es
    ya lo que tal vocablo significa y promueve, al menos no para la
    mayor parte de las personas que la utilizan. Y eso está,
    sobre todo, más enraizado entre los jóvenes. Hoy,
    para ellos significa que mamá y papá acepten como
    "normal" que siendo aún unos adolescentes irresponsables
    (uso el término "adolescentes", aunque no lo reconozco
    como genuinamente bíblico, sino más bien como otro
    "invento" de la psicología secular), puedan irse a la cama
    con el primer chico (o chica) con el que intimen, y a veces
    aún sin siquiera intimar, o que puedan "probar" el
    alcohol, las drogas, regresar a casa mas allá de las
    cuatro de la madrugada, ver pornografía, hacer
    gamberrismo, etc. y, cuando estén de vuelta, ser unos
    cristianos tan "espirituales" como lo eran algunas horas antes,
    cuando aún no habían salido del hogar. Tan solo
    porque papá y mamá debieran entender que "los
    tiempos han cambiado y, después de todo, el resto del
    mundo no tiene por qué compartir los puntos de vista de
    ustedes en ese tipo de cosas
    ". ¡Resulta que son ellos
    (los padres) y no él (o ella) quienes debieran entender
    "algo"!

    ¿Y dónde queda el mandato de Efesios 6:4b,
    en apariencia el único versículo del Nuevo
    Testamento que habla de manera específica sobre la crianza
    de los hijos "… criadlos en disciplina y
    amonestación del Señor
    "? Debiéramos
    apreciar las palabras claves del texto citado:

    La palabra disciplina significa
    corregir, castigar y hasta azotar si es conveniente, a los hijos
    cuando transgreden los principios básicos de la
    educación hogareña (que me perdonen las
    instituciones que "protegen" los derechos de los niños,
    pero pienso que los hijos de un hogar que han sido criados en un
    sistema genuinamente cristiano, es decir, de padres amorosos y
    responsables, para nada necesitan de tales
    instituciones).

    Amonestación no es otra cosa que
    exhortar, instruir, guiar, capacitar y, en caso necesario,
    regañar y reprender a los hijos cuando se
    equivocan.

    Y todo ello, nunca en otra forma que la del
    Señor
    , o sea, a la manera de Dios. Aquí es
    donde los padres cristianos, realmente ocupados en sus
    obligaciones para con los hijos, se encuentran en una
    categoría totalmente diferente del resto de los padres,
    también "realmente ocupados" en sus negocios, en ganar
    dinero y, sobre todo, en "pasarla bien". Esta apelación a
    ellos (a los padres cristianos) no es meramente para persuadirlos
    de criar a sus hijos con "buena moralidad" o "buenos modales".
    Tampoco es una conducta loable por la que habrán de darnos
    una medalla. Eso (excepto la medalla, por supuesto),
    también está incluido. Todos los padres suelen
    hacer eso, los padres no cristianos también. Ellos,
    generalmente, se preocupan porque sus hijos tengan buenos
    modales, una buena conducta en general y que eviten el mal. Ellos
    también enseñan "casi siempre" a sus hijos a ser
    honestos, responsables y muchas otras virtudes, solo que lo hacen
    a la manera farisaica del "hagan lo que yo digo, pero no hagan lo
    que yo hago". Eso es, tan solo, simple moralidad común y
    no marca la diferencia entre un padre cristiano y otro no
    cristiano. Pero el apóstol no se está refiriendo a
    esto únicamente. El dice que los hijos de los creyentes
    deben ser criados "en disciplina y amonestación del
    Señor
    ". Nuestros hijos tienen que ser criados en
    el conocimiento del Señor Jesucristo como Salvador y
    Señor. Esa debe ser siempre no "una prioridad", sino "la
    prioridad" en la mente de los padres cristianos. Esa es la tarea
    singular a la cual sólo los probados padres cristianos son
    llamados. No es tan solo nuestra "tarea suprema", es
    también nuestro mayor anhelo y ambición que
    nuestros hijos conozcan al Señor Jesucristo como
    Señor y Salvador.

    ¿Es esa la mayor ambición suya para sus
    hijos? ¿Tiene prioridad el que "lleguen a conocer a aquel
    cuyo conocimiento es vida eterna", que lo conozcan como su
    Salvador y que lo sigan como su Señor? ¡"En
    disciplina y amonestación del Señor
    "!
    Estas, pues, son las expresiones que usa el Apóstol. Si
    queremos cumplir el mandato dado por Dios a través del,
    tenemos que detenernos y considerar lo que debemos hacer. Cuando
    nos nace un hijo, lo primero que tenemos que pensar y decir no es
    cuanto gozo sentimos, sino cuanta conciencia tenemos de la
    responsabilidad que se nos viene encima: "Somos guardianes y
    custodios de esta alma
    ". ¡Enorme
    responsabilidad!

    En sus empleos, negocios y profesiones, los hombres son
    muy conscientes de la responsabilidad que tienen respecto a las
    decisiones que han de tomar. Pero, ¿son igualmente
    conscientes de la responsabilidad infinitamente mayor que tienen
    con respecto a sus propios hijos? ¿Les dedican la misma (o
    más) atención y tiempo? ¿Sienten en la
    familia el peso del compromiso tanto (o más que) como lo
    sienten en esas otras áreas?

    Esa es la ocupación más grande de nuestra
    vida, el asunto más grande que jamás tendremos que
    encarar y acometer. Aquí es donde los padres de familia
    cristianos, ocupados y preocupados en las obligaciones hacia sus
    hijos, se encuentran en una categoría totalmente diferente
    del resto de los padres. ¿Se siente como que le estoy
    "sermoneando"? Supongo que esa es la idea… ¿Cree que
    esto nada tiene que ver con el tema a que nos estamos refiriendo?
    Permita que le diga que se equivoca. ¡Tiene
    muchísimo que ver con ello! Este es el eje del asunto que
    nos ocupa, ¿o es que acaso no lo constata? Queremos
    llevarlo al punto de que usted comprenda algo que de otro modo
    quizá no sepa o pueda aprehenderse: Ante un posible
    cuestionamiento de su parte acerca de qué puede hacer si
    las cosas están en el mundo como están, que eso no
    es su culpa y que usted no dispone de un método eficaz
    para hacer cambiar tal estado de cosas, le respondo:
    ¡Sí, usted sí que lo tiene, porque Dios se lo
    ha facilitado! Usted es un padre, un padre cristiano. Usted si
    puede cambiar al mundo, solo que quizá no esté
    suficientemente "entusiasmado" y comprometido con la idea. Usted
    puede hacerlo a la manera que Dios espera que lo haga: MARCANDO
    LA DIFERENCIA.

    La Biblia (la Santa Palabra de Dios) pone mucho
    énfasis en la formación de los hijos. Observe, por
    ejemplo, Deuteronomio 6. Ahí está Moisés. Ha
    llegado al final de su vida y los hijos de Israel pronto
    entrarán a la Tierra Prometida. Moisés ya sabe que
    él no lo hará, pero en ese momento,
    ¿Qué es lo que hace, de qué se ocupa?
    Supongo que yo, si tuviese la oportunidad de saber con cierto
    margen de exactitud el momento de mi muerte, trataría de
    no dejar inconcluso algo que, a criterio mío, es demasiado
    importante como para dejarlo a medias antes de morir. Y eso es lo
    que hace Moisés, reúne al pueblo de Israel y les
    recuerda la Ley de Dios, les dice cómo tendrían que
    vivir cuando entraran a la tierra que habían heredado. Y
    tuvo el cuidado de decirles, entre otras cosas, que tenían
    que enseñarles la Ley a sus hijos. Moisés le estaba
    "dictando testamento" a su pueblo, a todas las generaciones y no
    a la que tenía frente a sí. Les decía que no
    bastaba tan solo con que ellos mismos conocieran la ley y la
    cumplieran, tenían que pasarle su conocimiento a sus hijos
    y a los hijos de sus hijos. Los hijos tenían que
    aprenderla y nunca olvidarla…Lea nuevamente, un día de
    estos que tenga tiempo (sabemos que eso le resulta difícil
    a los hombres de nuestros días), Deuteronomio 6,
    interiorice, sobre todo la Shema:

    "Oye, Israel: Jehová nuestro Dios,
    Jehová uno es.

    Y amarás a Jehová tú Dios de
    todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus
    fuerzas.

    Y estas palabras que yo te mando hoy,
    estarán sobre tu corazón;

    y las repetirás a tus hijos, y
    hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el
    camino, y al acostarte, y cuando te levantes.

    Y las atarás como una señal en tu
    mano, y estarán como frontales entre tus
    ojos;

    y las escribirás en los postes de tu casa,
    y en tus puertas."
    (Deuteronomio 6:4-9)

    Antes le decíamos que Efesios 6:4 era el
    único versículo del Nuevo Testamento que
    hacía referencia a la educación de los hijos. Pero
    nuestro Dios no es un Dios mediocre, el nunca deja las cosas
    incompletas, cuando Él nos dice "… criadlos
    en disciplina y amonestación del Señor"

    nos está indicando que ya, anteriormente, Él ha
    dejado bien en claro cuáles son las pautas de la
    disciplina y amonestación suyas.
    Aquí la tiene, en Deuteronomio 6 y también puede
    encontrar mucho de ello en Proverbios y otros sitios de la
    Biblia.

    Es muy interesante observar, en la larga historia de la
    iglesia cristiana, cómo este asunto en particular, el del
    liderazgo del hombre, el ser el principal mentor en el
    aprendizaje de los hijos, siempre reaparece y recibe gran
    notoriedad en cada periodo de avivamiento y despertar espiritual.
    Los padres de la reforma protestante, esos esforzados campeones
    del ejército de Dios, se preocuparon ingentemente por tal
    cuestión, y le dieron mucha importancia a la
    instrucción de los niños en cuestiones morales y
    espirituales. Los puritanos se la dieron también y los
    líderes del avivamiento evangélico de hace
    doscientos años lo mismo. Se han escrito cientos de libros
    sobre este tema y diría que se han predicado millones de
    sermones sobre él. La aceptación de Jesucristo como
    Señor y Salvador de nuestras vidas, no afecta tan solo
    "ciertas áreas", sino la totalidad de nuestras vidas. No
    es simplemente algo individual y personal. Afecta el matrimonio,
    afecta la vida de toda la familia, afecta a los hijos, afecta el
    hogar, afecta cada aspecto de la vida humana y afecta la
    humanidad en general. No hay esperanza de hacer frente a los
    problemas morales de la sociedad, excepto en términos del
    evangelio de Cristo. Quien pretenda hacerlo por un "atajo"
    está condenado al fracaso.

    Jesucristo nos dice en el Evangelio según Mateo:
    "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos
    pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le
    colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le
    hundiese en lo profundo del mar.

    ¡Ay del mundo por los
    tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero
    ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!"

    (Mt.18:6-7)

    Aquí Jesús -considerando la maldad y
    astucia del Diablo, y unido ello, la debilidad y
    depravación del corazón humano- nos dice que
    Él sabe que siempre habrá lazos y piedras de
    tropiezo. Y las permite para desenlaces sabios y santos, para que
    mediante ellos queden al descubierto tanto los que son sinceros
    como los que no lo son. Él nos dice, innumerables veces,
    que habrá seductores, tentadores, perseguidores y malos
    ejemplos, nos llama a que permanezcamos en guardia,
    apartándonos todo lo mas que podamos, de lo que puede
    envolvernos en el pecado. Hay que evitar las ocasiones para pecar
    y, de igual modo, hay que evitar servir de lazo al prójimo
    para que sea tentado a hacerlo. Si vivimos según la carne
    o sentimos placer de que otros lo hagan o sirvan de instrumento
    para ello, somos dignos de muerte, en cambio, si afligimos a
    través del Espíritu las obras de la carne,
    tendremos vida abundante. Él vino al mundo a salvar almas
    y su juicio caerá en forma severa sobre los que estorban
    el perfeccionamiento de otros que que tienen los ojos puestos en
    el galardón. ¿Es que acaso osaremos rehusarnos de
    atender a los que Él vino a buscar y salvar? Ciertamente,
    un padre debe cuidar a cada hijo suyo, pero debe ser
    particularmente tierno, compasivo, piadoso con los más
    pequeños.

    ¿Y qué son, sino hijos pequeños,
    aquellos que, a pesar de haber asumido un compromiso con Cristo,
    siguen siendo "… llevados por doquiera de todo
    viento de doctrina, por estratagema de hombres que para
    engañar emplean con astucia las artimañas del
    error"
    (Efesios 4:14)?

    Si queremos, pues, seguir como estamos llamados
    "… la verdad en amor", entonces se impone
    el crecimiento, se impone que "crezcamos en todo en aquel
    que es la cabeza, esto es, Cristo"
    (Efe.
    4:15)

    ¡Qué lejanos parecen estar aquellos
    días en que los padres se iban de caza o de pesca o,
    simplemente, a nadar o dar un paseo por el bosque, mientras
    aprovechaban a cada paso para instruir a sus hijos en cosas
    nuevas! ¡Cuánto que las madres no se sientan en el
    quicio del portal a enseñarles un punto de bordado o
    tejido a las chicas!

    Hombre, esposo, padre, si es usted genuina y cabalmente
    una de esas cosas y no se conforma con la mediocridad de ser un
    simple "varón", a usted apelo. Haga una pausa en su
    carrera, porque no es otra cosa que una carrera desenfrenada en
    lo que hemos convertido nuestro paso por la vida, haga un alto,
    tome su coche "del año" si es que lo tiene,
    apárquelo en el garaje y salga a caminar un largo
    trecho… ¡ejercite los músculos de sus pies,
    manganzón!… aléjese cuanto pueda de la
    televisión, la internet y todas las mullidas cosas que le
    ofrece ese hogar que, generalmente, ha recibido "por herencia" y
    no por esfuerzo propio, siéntese a la sombra de un
    árbol perdido, lejos del camino o del bullicio citadino y
    medite en lo que legará, "por herencia", a sus
    hijos.

    No lo dude, si usted tiene el coraje de ponerse en el
    lugar de ellos, de pensar como ellos piensan, de amar las cosas
    que ellos aman, de las que se han visto obligados a escapar (vaya
    usted a saber de qué modo) a causa de su desidia,
    verá que a sus descendientes le importan "un
    rábano" las cosas materiales que pueden heredar de usted,
    las consideran poco menos que nada, comparadas con lo que usted
    les ha negado toda la vida. ¿Acaso piensa que diez minutos
    del día son suficientes? ¿Fue eso lo que usted
    recibió "de papá"? supongo que si lo fue, aunque ya
    haya perdido "a papá" hace décadas, todavía
    se lo ha de estar echando en cara. Y, si no fue eso lo que
    recibió, si fue hijo de un genuino hombre, esposo y padre,
    ¿se cree con derecho a negarle igual cosa a su(s)
    hijo(s)?

    Puede pensar que en este punto de mi plática
    estoy algo exaltado. Si, por cierto lo estoy. Y no es para menos,
    pues le hablo con plena conciencia de causa, porque soy padre y
    hubo un tiempo en la vida en que también asumí la
    actitud que ahora critico. Pero ya hice un día la parada
    en "mi carrera de la vida". Para ser exactos, lo hice tan solo
    unos instantes después de haber dado el
    señorío de mi vida a Cristo Jesús. Y he de
    confesarle algo que el egoísmo no me puede hacer callar:
    ¡Ha sido la bendición más grande que haya
    recibido de Dios toda mi familia! No solo yo, o mi esposa, le
    hablo de mi familia completa. Incluso de los nietos que han
    venido a delatar las canas que me esfuerzo en ocultar
    ¡vanidad mía!

    Dios me ha concedido el maravilloso y esperado regalo
    por el que tanto oré y me ha dado dos hijas hembras. Y,
    por si fuera poco, dos nietas también hembras. Le muestro
    mi gratitud a mi Padre Celestial esmerándome en ser para
    ellas el tipo de padre que Él quiere que yo sea: a saber,
    un padre a la imagen Suya.

    Es difícil, pero enormemente gratificante, cuando
    se siente que la hija ve en el padre el modelo de hombre que
    desea para sí cuando sea adulta y quiera constituir una
    familia. También por esa experiencia he pasado y me siento
    con autoridad para hablar de ella: mi hija mayor ya se ha casado
    y "buscó" en el hombre (observe que no digo "joven") que
    eligió por esposo algunas "no sé qué"
    "cualidades" que dice haber visto en mí.
    ¿¡Constata cuánto gozo se pierde, mi
    hermano!?

    ¿Quiere seguir aferrado al egoísmo de
    negarle a su familia semejante bendición? Entonces, que
    Dios tenga misericordia de usted, porque no es, precisamente, un
    sendero de flores el trecho que le queda por andar en "su carrera
    de la vida".

     

     

    Autor:

    Rogelio E. Pérez
    Díaz

    Febrero 18 de 2014.

    Ministerio CRISTIANOS UNIDOS

     

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