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Yo quiero una Iglesia




    Yo quiero una iglesiaMonografias.com

    "Él les dijo: Y vosotros,
    ¿quién decís que soy yo?

    Respondiendo Simón Pedro,
    dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios
    viviente.

    Entonces le respondió
    Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de
    Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino
    mi Padre que está en los cielos.

    Y yo también te digo, que
    tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi
    iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
    ella."
    (Mateo 16:15-18)

    "Vosotros, pues, sois el cuerpo de
    Cristo, y miembros cada uno en particular.

    Y a unos puso Dios en la iglesia,
    primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero
    maestros, luego los que hacen milagros, después los que
    sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de
    lenguas.

    ¿Son todos apóstoles?
    ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen
    todos milagros?

    ¿Tienen todos dones de
    sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan
    todos?

    Procurad, pues, los dones mejores.
    Mas yo os muestro un camino aun más excelente."

    (1 Corintios 12:27-31)

    "Porque sabemos que si nuestra
    morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos
    de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los
    cielos."
    (2 Corintios 5:1)

    "porque el marido es cabeza de la
    mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es
    su cuerpo, y él es su Salvador."
    (Efesios
    5:23)

    A veces, tratando de abordar un tema nuevo, retomo de
    manera repetitiva el mismo mensaje y con él sale afuera el
    viejo hombre que se empeña en convencerme de que estoy
    desequilibrado. Mis dudas son grandes. Y no es para menos:
    estamos en tiempos difíciles, tanto para los "de afuera"
    como los "de adentro".

    Mientras los hombres que no han experimentado una
    relación con el Cristo vivo, aquellos a los que algunos,
    haciendo gala de nuestra falta de tacto los apostrofamos de
    inconversos, se matan unos a otros por un pedazo de territorio al
    que le llaman mundo, nación o, simplemente hacienda, los
    de al lado de acá no nos quedamos estrechos, sino que
    aún superamos con creces a esos "despreciables seres" por
    nosotros recriminados.

    ¡Oh, Señor, cuán lejanos parecen los
    días en que los ancianos entablaban interminables
    pláticas sentados en los bancos de los parques o,
    sencillamente, bajo una frondosa mata de mangos. Aquellos en que
    los chicos rompían con una descuidada pelota las vidrieras
    y eran tildados de gamberros por los adultos. Cuántos
    años hace desde que el último viajero
    cabalgó los casi cuatrocientos Kilómetros que nos
    separan de la capital. La última vez que supe de mis
    familiares o amigos por una carta que llegó a mis manos un
    mes después de haber sido escrita. La última copa
    de vino, o hasta el último sorbo de aguardiente que
    bebí, sin sentir sobre mis espaldas el peso de la culpa,
    por poder parecerle a cualquier espectador casual, un adicto al
    alcohol. O la última noche que logré conciliar el
    sueño sin que antes pasara por mi cabeza el temor de que
    pudiera entrar un ladrón en casa mientras dormía.
    La última vez que tomé un jugo de frutas "naturales
    y al tiempo". Cuándo mi último vaso de leche,
    llenado bajo la ubre de la vaca. Cuando, Dios mío,
    escuché por última vez la palabra amor, utilizada
    en su exacta, cabal, justa, correcta, fiel y estricta
    acepción!

    Sin dudas, hace tanto tiempo de todo eso que ya muchos
    lo han olvidado. Hoy las conversaciones han sido sustituidas por
    algo más efectivo como medio de comunicación. No,
    no es la radio ¿recuerda usted cuando no sentábamos
    un grupo de vecinos a escuchar la única radio que
    había en el barrio? Éramos seres solidarios,
    compartiendo el último "adelanto de la tecnología".
    No se trata de la radio, por cierto, pero más o menos por
    ahí comenzó todo. Tampoco es la televisión.
    Recuerdo el primer televisor que vi, cuando tenía casi
    cinco años y me asomé a la parte de atrás a
    ver las personas que estaban "metidas dentro". Hoy mi
    descendencia completa ha nacido viviendo bajo la amenaza de que
    si se portan mal no los van a dejar ver la tele. Por supuesto que
    tampoco se trata de la televisión… ya hay más
    cosas, videos, DVDs, ordenadores…

    Ya los chicos no rompen cristales con una inocente
    pelota, hoy lo hacen con las balas que vomitan los cañones
    de sus pistolas ¿No lo cree? Es fácil de constatar.
    Prenda su TV y no pasará cinco minutos sin que lo
    estremezca la noticia de un tiroteo en una escuela o de una
    balacera entre pandillas de adolescentes. Por supuesto que hay
    lugares en que esas cosas no pasan o, por lo menos, no se dicen
    por la televisión, que no es igual. Sinceramente, pienso
    que no es para menos. Su hijo y el mío están
    recibiendo a diario una sobredosis de violencia por esos aparatos
    que han sustituido las conversaciones de los viejitos. Vea
    durante un rato la programación televisiva dirigida a los
    niños. Colóquese a espaldas de su hijo cuando
    está enfrascado en su videojuego preferido y observe lo
    que está observando él. Húrtele por unos
    segundos su MP3 y escuche la música que él escucha
    durante veinticinco horas al día.

    Hoy los caballos tienen dos destinos bien definidos
    (suerte para ellos que no andan ya cientos de kilómetros
    con seis arrobas encima): son piezas de exhibición de
    millonarios excéntricos o instrumentos para ganar "plata
    fácil" en los hipódromos. Ahora hay cruceros que
    hacen cientos de kilómetros en un día, trenes que
    hacen en horas la misma distancia o aviones que solo tardan
    segundos.

    Ya en los correos casi no se expenden estampillas, a
    menos que sean compradas por un coleccionista. Ahora hay uno o
    varios ordenadores, con una webcam encima. Usted se sienta frente
    a ellos y conversa "cara a cara" con el familiar o el amigo que
    se encuentra en Australia.

    En estos tiempos un vaso de vino o una copa de ron son
    lo más natural del mundo, algo así como un vaso de
    agua fresca. Ahora hay cosas más fuertes, efectivas,
    crudas: Hachís, marihuana, coca, crack…
    ¡qué sé yo!

    Ya usted no se acuesta sobresaltado con los ladrones.
    Ahora, pese a tener su casa enrejada como una prisión, no
    logra siquiera conciliar el sueño, pensando, no solo en el
    ladrón, sino también en el secuestrador, el
    violador o el asesino que pueda irrumpir en su morada.

    De forma similar sucede con todo lo otro. La palabra
    amor no hace falta en nuestro léxico, ha sido sustituida
    por otras más tangibles: poder, patrimonio, dinero,
    etc.

    Ya ni siquiera necesitamos de un no creyente para
    apostrofarlo. Ahora no tenemos que salir del templo para "irnos a
    la guerra", porque el hermano se ha convertido en el nuevo blanco
    de nuestras críticas y ataques. Así resulta
    más efectivo. Ya no tenemos que disparar a distancia,
    ahora lo hacemos a "quemarropa".

    Siempre he dado gracias a Dios, porque creo que El
    actuó en mi conversión de una manera especial. Lo
    digo por varias cosas: la primera de todas, creo que El primero
    me capacitó y después me llamó. La segunda,
    porque obró de manera tal que yo encaminara mis pasos en
    el momento oportuno y al lugar acertado.

    Pienso, además, que nunca, bajo ningún
    concepto, debemos culpar a Dios de los errores y deslices de los
    hombres, como se suele hacer en nuestros días, y no solo
    fuera de la iglesia, sino también dentro, en donde,
    más que reconocer "su control" queremos acusarlo de "su
    culpa". No creo en modo alguno, que Dios se haya equivocado al
    llevarme a la Iglesia que me llevó o en el día que
    lo hizo. El hecho de que algunos quieran hacer de la casa de Dios
    un campo de batalla para agredir al prójimo, no
    descalifica a tal lugar para seguir siendo lo que es: LA CASA DE
    DIOS. Mas bien, debíamos dar por seguro que tal acto puede
    "descalificar" a los que así proceden para llamarse a
    sí mismos cristianos.

    Hoy quiero, en unión suya, reflexionar y, en lo
    posible, arribar a una conclusión, acerca de las
    características que esperamos tenga la "Iglesia
    verdadera."

    Ninguna denominación cristiana, hasta donde
    sé, piensa que el término "Iglesia" es solo
    aplicable al sitio donde se congrega o, más extensamente,
    a su denominación toda. Entre unos y otros hay
    pequeñas diferencias de puntos de vista en cosas
    específicas, pero de manera general, todos están
    bien enfocados, en el sentido de que ponen a Cristo como centro
    de su fe. Hay, sin embargo, algunas sectas, que nada tienen de
    cristianas, aunque digan o quieran aparentar que lo son, que si
    manifiestan abiertamente que es su iglesia la única
    "verdadera." Creo que la mejor respuesta a esa posición se
    puede dar tomando la Palabra de Dios. Mateo 16:18 nos dice:
    "Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y
    sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del
    Hades no prevalecerán contra ella."
    No pretendo
    detenerme acá en asuntos de meras doctrinas de hombres,
    tan solo quiero aclarar, respecto a esta cita que la roca a que
    hace referencia Cristo, lejos de lo que piensan algunos, no es la
    persona de Pedro, sino la confesión de este, dos
    versículos antes, en Mateo 16:16 "Respondiendo
    Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del
    Dios viviente."

    Pertenecer a la Iglesia que está "fundada
    sobre la roca"
    no es, ni mucho menos, congregarse en una
    denominación que diga de si misma, ser la "Iglesia
    verdadera". El solo hecho de autonombrarse así la
    "descalifica" para formar parte de dicha iglesia.

    Pero, ¿Cuál es esta Iglesia? ¿En
    que se distingue? ¿Dónde se encuentra? Jesús
    nos dice: "… sobre esta roca edificaré mi
    iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra
    ella."

    En el referido pasaje podemos ver, al menos cinco cosas
    que merecen nuestra atención:

    – Un edificio: "… mi
    Iglesia…"
    ¿Cuál es la Iglesia? Pocas
    preguntas pueden revestir la importancia de esta. Si usted tiene
    un ápice de sentido común y busca a Dios, quiere
    buscarlo en el sitio exacto y no en cualquier sitio.
    ¡Cuántos no se han equivocado o, lo que es peor, han
    sido confundidos por personas sin escrúpulos, por haber
    puesto este asunto en un "segundo plano"! Es evidente que no se
    trata de un edificio material, de paja, madera o ladrillo,
    construido por hombres. Es exactamente, un grupo de hombres,
    mujeres, niños. No se trata de la Iglesia Pentecostal o la
    Bautista, de la Presbiteriana o la Evangélica… la
    Metodista o la Adventista. Mucho menos de la Iglesia de Roma. No
    es ninguna de ellas y es, en cierta manera, una parte de todas,
    porque está formada por los hombres de todas estas que son
    verdaderos creyentes en Cristo, que son realmente santos,
    realmente convertidos, realmente arrepentidos de sus pecados y se
    reconocen realmente dependientes de Él, que profesan una
    fe real en Cristo y han experimentado un nuevo nacimiento en El y
    por El. Incluye a todo el pueblo elegido de Dios, a todos los
    lavados por la sangre de Cristo. Independientemente de su
    autoridad, riqueza, fama, raza, idioma, todos ellos son piedras
    de la "verdadera iglesia" y forman parte del cuerpo de Cristo. Es
    esa la Santa Iglesia Católica y Apostólica de que
    se habla en el Credo Niceno, la iglesia "fundada sobre la
    roca".
    Aunque cada denominación tenga sus
    especificidades, su manera de adorar, su estructura de liderazgo,
    todos acuden al mismo trono de gracia, adoran con el mismo
    corazón, son guiados por el mismo Espíritu, son
    todos real y verdaderamente santos y todos pueden decir
    "Aleluya" y contestar "Amén".

    Dentro de mi música predilecta, hay una
    canción que lleva por título "Yo Quiero una
    Iglesia". En ella, el autor nos describe el tipo de Iglesia a la
    que Dios llama "Su Iglesia". Dice, al respecto, muchas cosas
    admirables… quizá mis términos no sean tan
    atractivos, pero hace algunos días, vengo imaginando el
    tipo de Iglesia de la que yo entrañaría ser
    miembro.

    Creo que, sobre todas las cosas, me sentiría muy
    a gusto en una congregación donde se predicara una sana
    doctrina. Creo también que desearía asistir a una
    Iglesia donde la palabra más usada y practicada fuera la
    palabra AMOR. Esa palabra, aparece más de seiscientas
    veces en la versión Reina Valera de las Sagradas
    escrituras. En ocasiones se refiere al amor que Dios nos tiene y
    que debemos tener a Dios. En otras al amor del y hacia el
    prójimo. Es, después del nombre de nuestro Padre
    Celestial, la palabra más usada en la Biblia.

    – Un constructor: dice exactamente
    "… yo construiré…"; no
    "nosotros" construiremos, "alguien" construirá o "tu"
    construirás. Sin duda, las Tres Personas de la Bendita
    Trinidad cuidan con ternura de la Iglesia de Cristo. Un plan de
    salvación perfecto: El Padre escoge, el Hijo redime y el
    Espíritu Santo consagra a cada miembro del cuerpo
    místico de Cristo, a cada "piedra" de Su Iglesia de modo
    que las tres personas de la Trinidad hacen su parte en el plan,
    para toda alma que se salva. Hacemos énfasis en esto, para
    mostrar que, contrario a lo que algunos puedan decir, cuando
    expresa "yo construiré", habla en
    singular, para mostrarnos que no se trata de "tres dioses"
    distintos, sino de una tri-unidad.

    Sin embargo, el cuidado de su Iglesia es prerrogativa de
    Cristo: El…

    – … Llama a su debido tiempo: Romanos 1:6b
    "…llamados a ser de Jesucristo."

    – … Da vida: Juan 5:21b "…el Hijo a
    los que quiere da vida."

    – … Limpia de pecado: Apocalipsis 1:5b
    "… nos lavó de nuestros pecados con su
    sangre."

    – … Da paz: Juan 14:27a "La paz os dejo, mi
    paz os doy…"

    – … Da vida eterna: Juan 10:28 "y yo les
    doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
    arrebatará de mi mano."

    – … Concede arrepentimiento: Hechos 5:31 "A
    éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe
    y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de
    pecados."

    – … Capacita para llegar a ser hijos de Dios: Juan
    1:12 "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen
    en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
    Dios"

    – … Lleva a término la obra comenzada: Juan
    14:19b "… porque yo vivo, vosotros también
    viviréis."

    Nosotros somos cuerpo de la Iglesia. El es cabeza. De El
    recibimos crecimiento y energía, por El somos guardados
    hasta el fin para ser presentados sin mancha ante el Padre. Los
    ministros predican, los escritores escriben: CRISTO EDIFICA. Si
    El no lo hace, se paraliza la obra. La obra puede ir con
    más o menos prisa. A veces sentimos impaciencia porque
    pensamos que no está sucediendo nada o esperamos que las
    cosas vayan más rápido. Solo que nuestro tiempo no
    es el tiempo de Dios.

    – Un fundamento: "… sobre esta
    roca
    …". Está descartado que Jesús
    haya querido decir a Pedro que este iba a ser el fundamento de la
    Iglesia. Por supuesto, lo que quería expresar el
    Señor era que el cimiento de la Iglesia sería la
    confesión que acababa de hacer Pedro, acerca de que
    Él era el Mesías prometido y el hijo de Dios. Si se
    estuviese refiriendo a Pedro, era evidente que hubiese dicho
    más bien: "edificaré mi Iglesia sobre ti".
    Pedro era un hombre inestable, inseguro y vacilante, que
    posteriormente, al ser aprehendido Cristo, lo negó tres
    veces. La confesión hecha, era en cambio, algo
    consistente, sólido, seguro y estable. Es verdad que
    definía a Jesús como el Salvador de la promesa,
    Fiador, Mesías y Mediador entre Dios y el hombre, era la
    piedra angular y fundamento del edificio. Era un alto precio.
    Exigió que Él tomase nuestro lugar, viviera,
    sufriera y muriera por nosotros en él. No por sus pecados,
    sino por los nuestros. Necesitaba, además de la muerte con
    que lavó nuestras faltas y nos reconcilió con Dios,
    la resurrección, que selló la victoria sobre
    Satanás y lo llevó a su lugar primigenio: la
    diestra de Dios. Ningún otro fundamento era tan firme y
    estable como la confesión de Pedro. Ningún otro era
    tan firme que pudiese soportar el peso de la depravación,
    perdición y culpa. De los pecados visibles y de aquellos
    que solo Dios conoce, de tantos seres sin perspectivas ni
    esperanza en sus vidas.

    Es, examinando el fundamento sobre el cual está
    basado tu fe, que puedes conocer si eres o no un miembro de la
    "Iglesia Verdadera". Es visible para todos tu presencia en
    la mesa del Señor, pero solo Dios y tú conocen si
    estás realmente unido a Cristo, si eres piedra de Su
    Iglesia. Es preferible una humilde choza sobre tan firme roca,
    que una casa de piedra sobre arenas movedizas.

    – Protección contra un peligro inminente:
    "…las puertas del Hades no prevalecerán contra
    ella."
    No niega que haya una guerra continua entre el
    creyente verdadero y el gobernador de las tinieblas. Sino que
    afirma exactamente, que los primeros tienen garantizada la
    victoria sobre el segundo. Por su odio eterno a la Iglesia
    Verdadera, el Diablo no descansa, sino que se haya eternamente
    sembrando ira y contiendas entre los miembros del Cuerpo de
    Cristo. Busca convencer a los hombres, incluso los elegidos de
    que hagan su voluntad y no la de Dios. Esta contienda contra los
    poderes del maligno, es una experiencia individual de cada
    cristiano. Las "puertas del infierno" han estado ahí:
    presentes y cercanas al pueblo de Dios y van a seguir
    estándolo por un tiempo más. Pero Él nos ha
    ofrecido "preciosas y grandes promesas" en 2
    Pedro 1:4 y la escritura toda. Nos ha ofrecido confianza y paz
    que sobrepasa todo entendimiento, misericordia, gracia y
    salvación. Aun no hay paz, pero hay certeza de la
    victoria.

    Como Pedro, recordemos siempre las palabras de
    Jesús en 1 de Pedro 4:14-16 "Bienaventurado sois
    cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda
    clase de mal contra vosotros mintiendo."
    Esa es la
    prueba. "…las puertas del Hades no
    prevalecerán contra ella."
    Es la certeza de la
    victoria ante esas pruebas.

    Esa es la Iglesia de que habla cierto cantante cristiano
    de nuestros días en una canción que se titula,
    precisamente "Yo quiero una Iglesia" y dice más o menos
    así:

    Hace tanto tiempo yo compré una
    iglesia

    a precio de sangre entre crudo dolor.

    Hace tanto tiempo que envié a mi hijo

    para rescatar lo que se perdió.

    Hace tanto tiempo que estoy deseando

    esa humilde entrega de un adorador

    que solo se postre ante mi presencia

    y no a las ofertas de una posición.

    Hace tanto tiempo que estoy deseando

    que muestren mi imagen que es la del amor

    que no se confunda entre tanta gente,

    que sea distinta: solo como yo

    que no se divida como suele a veces

    entrando en contiendas y en discusión

    buscando alcanzar ser más grande que el
    otro

    si en el universo el grande soy yo.

    Yo quiero una Iglesia que me de la gloria

    y procure la unión.

    Yo quiero una Iglesia que sane al herido,

    que rompa cadenas, liberte al cautivo

    y aclare la mente al que está
    confundido

    y que hable verdad.

    Yo quiero una iglesia que con su mirada

    le brinde esperanza al alma angustiada,

    yo quiero una iglesia que sane la herida

    de la humanidad.

    Yo quiero un rebaño donde mis ovejas

    se sientan seguras y llenas de paz.

    Donde mi palabra sea su alimento,

    allí quiero morar.

    Yo quiero una iglesia que con su alabanza

    perfume mi trono, me de ese lugar.

    Una iglesia que sepa hacer diferencia

    entre el bien y el mal.

    ¿Dónde está la iglesia que fue
    perdonada

    y que fue librada del castigo atroz,

    aquella que al verse alguno ha caído

    le extiende la mano y perdona su error?

    Iglesia despierta, ya llegó el momento

    de tu redención.

    Yo quiero una iglesia que sane al herido,

    que rompa cadenas, liberte al cautivo

    y aclare la mente al que está
    confundido

    y que hable verdad.

    Yo quiero una iglesia que con su mirada

    le brinde esperanza al alma angustiada.

    Yo quiero una iglesia que sane la herida

    de la humanidad.

    Yo quiero un rebaño donde mis ovejas

    se sientan seguras y llenas de paz.

    Donde mi palabra sea su alimento,

    allí quiero morar.

    Nos dice allí Jesucristo que espera hace tiempo
    adoradores humildes que se entreguen a Él y no le rindan
    culto a ídolos como el dinero, la posición o las
    posesiones; adoradores que reflejen su imagen de amor, que no se
    presten para divisiones y contiendas en nombre de su
    autoexaltación propia si solo Él es digno de toda
    la gloria. Busca pues una Iglesia que le glorifique, sobre todo,
    procurando la unidad de su cuerpo, hablando verdad, siendo fuente
    de esperanza para las almas angustiadas ("de afuera" y "de
    adentro") y colaborando con Él en sanar las heridas del
    prójimo igual que una vez fuimos sanados de las nuestras,
    una iglesia que solo desee como alimento su Santa Palabra.
    ¡Hermosa Iglesia!

    ¿Se congrega usted en ella? ¿Tiene, el
    sitio donde se congrega, esas características? De ser
    así es usted un hombre bienaventurado. Persista
    reuniéndose en ella. No deje de asistir regularmente a
    ella, porque puede tener entonces la seguridad de que por cerca
    que vea las puertas del infierno, estas nunca se van a abrir ante
    usted.

    Que Dios le bendiga y le de sabiduría para
    encontrar y ya nunca más perder esa "Iglesia
    Verdadera".

     

     

    Autor:

    Rogelio E. Pérez
    Díaz

    Abril 14 de 2010.

    Ministerio CRISTIANOS UNIDOS

     

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