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Apuntes sobre la Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure (página 4)




Enviado por Moisés Cárdenas



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

Su obra intenta ocultar esa verdadera intención de una
gran cantidad de autores; elaborar críticas gracias al
ingenio que poseen. JIMÉNEZ URE es, sobre todo, un
crítico social que se vale de sus relatos o novelas para
proyectar su sarcasmo. Para elaborar su obra, sencillamente,
observa el comportamiento incongruente de las personas debido a
sus razonamientos limitados que se ocultan tras la máscara
de la lucidez; vanidad e ignorancia. Sus relatos explican que
este proceder general es el miedo de confiar en cualquier en
otros seres humanos. Algunos de los cuentos reflejan ese temor de
la sociedad a la sociedad, como intentando ratificar que todos
vivimos con un gran miedo a nosotros mismos.

Su burla es satírica; toma aquello considerado obsceno,
inmoral, como pilares principales en sus obras; pero, da a
entender que la vida puede ser llevadera si se aceptaran los
tabúes impuestos por el hombre en su deseo de alcanzar el
martirio.

Este autor nos da la oportunidad de conocer a un escritor con
un estilo diferente. Por saber lo que elabora, es consciente de
lo fuerte que una gran cantidad de lectores puede considerar su
obra: quienes, por no comprenderla, llegan a un punto de
reacción despectiva. Tal vez inconscientemente, el autor
se mofa de ellos al saber que no tienen la capacidad de descubrir
el doble sentido de su estilo. Entonces, a través de su
trabajo, el creador los llama ciegos.

Esta característica, en la que un artista logra que el
observador pase inadvertido los significados reales, es manejada
diestramente por URE quien demuestra poseer una capacidad
demasiado amplia que transforma en un bloque literario ambiguo
(Tomado de www.buenastareas.com/Informes de libros/Mayo
17 de 2012)

-XXVIII-

Sobre El
Despotismo de Jiménez Ure

Por Luis DE SAN MARTÍN

«No existe peor servidumbre que la que generan
las ideologías totalitarias, esas que prometiendo el
paraíso en la tierra van erigiendo cárceles de
hierro y concreto en las que intentan encerrar no sólo a
los justos, sino, y lo que es infinitamente más criminal,
al alma libertaria de los que buscan la verdad, lo bueno y lo
bello»

El primer e imborrable recuerdo que tengo de Alberto
Jiménez Ure se remonta a principios de los Años
Ochenta
(XX), cuando con nueve años y mi hermano Leo
con siete, nos regaló un extraordinario ejercicio de
«literatura fantástica» en la sala de un
apartamento en Barquisimeto. Sólo años
después comprendí que era un alarde de
imaginación e histrionismo de un para entonces joven
escritor, aunque, eso sí, en aquel momento quedé
convencido de que esos duendes que se escondían en el
cuarto deambulaban por allí esperando un despiste para
llevarnos a esa dimensión en la que viven los unicornios,
las sirenas y los troles. No aparecieron y para nosotros fue un
verdadero alivio.

Con el tiempo, el querido Alberto fue madurando su prosa
literaria y la vena periodística se le manifestó
con tal fuerza que se convirtió en co-fundador de la
Oficina de Prensa de la Universidad de Los Andes,
dependencia que tuve el placer de dirigir hasta hace muy poco. Yo
era de los que no dejaba de leer sus columnas semanales en El
Impulso,
porque su pasión por la literatura se
había ya transformado en compromiso crítico con la
realidad que lo rodeaba. Ese compromiso del que les hablo es el
que lo lleva a embarcarse en este libro telúrico
denominado El Despotismo, un ejercicio de
erudición y claridad moral de alguien que asumió el
más importante dictado de la ilustración:
atreverse a pensar por cabeza propia.

Ser un librepensador no es ser un
charlatán de cafetín dispuesto a aparentar
conocimiento para impresionar a la galería, es ser, ante
todo, un ciudadano honesto con lo que sabe y con lo que tiene que
saber. Un libre pensador es la condición necesaria de una
buena persona que se niega a dejar de ser político en el
sentido filosófico del término. Alberto
comprendió que si los habitantes de la «Polis»
quieren seguir disfrutando de las libertades y derechos civiles
deben asumir responsablemente el deber de participar en el debate
político cotidiano, porque cuando los que siendo formados
y competentes se apartan de él se les abren las puertas a
los truhanes, oportunistas, demagogos y mediocres de toda
calaña.

La libertad de expresión es la
manifestación concreta de esa libertad esencial,
íntima del libre pensamiento y mientras existan personas
como Alberto estamos convencidos de que no morirá, aun
cuando el influjo del Despotismo establecido pretenda
domesticar, perseguir y despreciar a los insumisos como
él, quien ante el oscurantismo de la propaganda lucha por
encender la luz del conocimiento verdadero. No existe peor
servidumbre que la que generan las ideologías
totalitarias, esas que prometiendo el paraíso en la tierra
van erigiendo cárceles de hierro y concreto en las que
intentan encerrar no sólo a los justos, sino, y lo que es
infinitamente más criminal, al alma libertaria de los que
buscan la verdad, lo bueno y lo bello.

El verdadero humanista ve con desconfianza al poder,
porque no hay nada más humano que la tensión
permanente entre la tiranía y la libertad y sólo
imponiendo límites, mediante la crítica, los
intelectuales preservan el libre y fecundo juego de las ideas.
Alberto entendió que su libertad depende de la
contribución que haga para desenmascarar a estos felones
que escondiéndose detrás de las ansias de justicia
del pueblo infligen el peor daño que la sociedad
venezolano haya padecido en toda su historia republicana: la
inoculación del odio entre hermanos y la promoción
del estéril y esclavizador Culto a la
Personalidad.
Alberto Jiménez Ure, con este libro,
grita los argumentos de los que quieren vivir en una libertad
perpetua.

-XXIX-

De Desahuciados a
Confeso

Por María Antonieta FLORES

La obra de Alberto JIMÉNEZ URE, tanto en la
narrativa, ensayo y poesía, se ha desarrollado fiel a
ciertas constantes: la actitud cuestionadora ante la existencia y
el sistema, la rebeldía ante lo que llama Mundo
físico, una espiritualidad que rompe los esquemas de lo
angélico y lo demoníaco, la exploración de
lo que puede denominarse bajo o abyecto, el
señalamiento moral, una actitud ideológica que se
ubica en la llamada «derecha», un decir violento que
guarda relación con la sustancia de su obra. El
desgarramiento existencial se expresa en la sustancia
narrativizada, poetizada o ensayada: las fuertes
tensiones entre lo material y lo espiritual, el
conflicto entre el Bien y el Mal, lo
individual y lo colectivo.

Por esto y por una evidente preocupación del
papel del hombre en la sociedad, sus temas emergen de la
violencia y la abyección para que el desencanto, la
amargura y el escepticismo signen su palabra desde la
pérdida y la incertidumbre.

En la novela breve Desahuciados (Caracas, Monte
Ávila Latinoamericana/Universidad de Los Andes, 1998)
elabora una metáfora de la sociedad actual con el auxilio
de elementos mitológicos y alegóricos desde una
perspectiva que, dentro de la misma novela, se señala
ajena a la ciencia-ficción, aunque responda a las
características del género.

En todo momento el narrador deja en claro que se
está ante una propuesta de otra realidad que
mantiene conexiones con la del planeta y que insiste en el tema
de la castración psicológica como estado
inevitable: derrota, imposibilidad y fracaso llevan a ese lugar
donde no existe cura o remedio y se adentra en el terreno de lo
desahuciado, de la condición
esperpéntica.

Los personajes carentes de sexo, sin falo, son
la narrativización de esa castración
presentada como condición trágica. Sin embargo, muy
tangencialmente se abre el espacio de la ironía con la
intención de falsear toda una teoría
psicoanalítica acerca del falo y lo que
representa desde el punto de vista del Poder en todas
sus instancias. Por otra parte, expresiones como «nunca
tuve falo» y «no me recuerdo con falo» pueden
ser interpretadas como el reconocimiento de la carencia del
poder, dentro de esa condición de derrotado. Esta
sensación de castración se revela como
condición originaria y cruel: «quien nos creo nos
castró»

«Nunca lo confesé a nadie, pero he vivido
con la sensación de que era un ser incompleto…»
Puede pensarse en el tópico tradicional y cristiano de la
vida como «valle de lágrimas»: te conciben
y te castigan.

En este mundo condenado, sus personajes sucumben. Todos
son potencialmente dictadores, sombras que se rinden ante el
Poder y lo ejercen despiadadamente. En mundo sin
salvación ni esperanza, da cuenta de la angustia
existencial del hombre contemporáneo.

En Confeso (Universidad de Los Andes, 1999)
esta misma visión toma cuerpo pero de diferente manera.
Los anti-poemas que lo conforman van revelando la
sentencia y el aforismo. La voz del poeta se
mantiene en vigilancia, como testigo señala y acusa.
Increpa pero también se confiesa ante el amor y la
paternidad. Estos libros de JIMÉNEZ URE revelan la
coherencia de su particular visión del mundo y de sus
deseos de trascendencia.

Su obra es su legado, así lo piensa y escribe:
«Ya es el comienzo de la celebración infinita de mis
invenciones», invenciones sostenidas con desespero y la
derrota existencial.

-xxx-

Sobre Cuentos Abominables de Jiménez
Ure

Por Pedro RANGEL MORA

En ocasiones, me pregunto cómo -en medio de una
sucesión de hechos que parecen conducir a Venezuela a su
desmembramiento- pueden los escritores de ese país
aislarse: separarse intelectualmente de tan
«inefable» cotidianidad para construir sus
«mundos» y ofrecernos sus «frutos»;
probablemente las crisis sean «caldos de cultivo»
idóneos para la creatividad. El Consejo de
Publicaciones de la Universidad de Los Andes
editó, recientemente (Mérida, Octubre de 1991) el
libro «Abominables» de Alberto
JIMÉNEZ URE: y cuyo título parece más bien
nombrar el escenario político venezolano de hoy
día. Pero: no es de política el libro que
analizamos, sino de cuentos «macabros»

Doce textos, en el estricto sentido de la palabra,
componen el volumen. JIMÉNEZ URE, al contrario de lo que
se manifiesta en las últimas tendencias literarias que se
desligan de los géneros, respeta las «normas de
composición» del cuento, con buenos
resultados gracias a una singular manera de narrar que vale la
pena destacar. Con un lenguaje «inmediato»,
«efectivo», donde mucho importa la
«historia», el autor cuenta con desenfado y frescura,
sin crear ambientes atroces para influenciar al lector, dejando
que sean las propias palabras -individualmente- sus
significados
, las que, como dardos precisos, golpeen y den
la connotación macabra antes mencionada. Los
personajes («bebé lechuza», «bebé
lagarto», «nalgas pirañas»,
«macrocéfalo parricida»,
«sicario», «curandero»,
«policías», «decapitado»,
«francotirador», «prostituta»,
«onanista», «ahorcado», entre otros,
cerrando con el «autor») no son transformados en
monstruos y víctimas que aportillan la
tranquilidad del lector, como en los cuentos de terror
típicos; por el contrario, nos queda la sensación
de que son títeres manejados diestramente, instrumentos
indispensables para la construcción de las
anécdotas de las ficciones desprovistas de
«tensiones» y «suspensos»
prescindibles para las metas-, donde lo principal, lo
que nos conmueve, son los acontecimientos siempre
«terribles» (sucesos a los que están
condenados los personajes en la puesta en escena) que se
tornan sorpresivamente «fulminantes» en los
desenlaces.

«Mutaciones», «asesinatos
sangrientos», «monstruos»,
«zoofilia», «descuartizamiento»,
«suicidio», son los temas protagónicos de las
fábulas de «Abominables» que, basadas en el
salto metafísico,temas filosóficos
(escasos, si revisamos otros libros del autor) y la
sorpresa
, trasladan nos trasladan al extraño
«universo literario» de JIMÉNEZ URE: a sus
modismos (máquina de rodamiento,
próceres impresos venezolanos, Autopista de
la Catequesis
, Pablado de Alcaloides, etc.) y a una
imaginación que hurga en las «convenciones
burguesas», sin pautas morales -o contra ellas-,
transformando en cotidianidad (he aquí el eje sobre el
cual reside el interés de las tramas) hechos que -en la
realidad- transgredirían la línea a la sombra, a
cosmos en ocasiones imposibles, sin que la experiencia de la
lectura deje de ser placentera por la truculencia de los temas,
pues nunca dudamos del carácter de juegos y ficciones de
las historias.

Pluma certera, JIMÉNEZ URE -quizá uno de
los francotiradores más activos entre los escritores
venezolanos (en la guerra civil verbal que atraviesa el
país)- dispara en sus cuentos su diatriba contra los
personajes: contra el propio autor, y, probablemente, contra los
lectores desprevenidos -léase castos-, por lo que
habría que abordar el libro -lo que recomiendo- con una
pistola en la cintura (¿dispararía también
contra los críticos?. Por suerte, el autor de este
comentario se encuentra a siete mil kilómetros de
distancia). Para concluir, me siento en el deber de
«disparar contra el pianista», afirmando, que los
cuentos insertos en «Abominables» -si bien no guardan
relación directa- están a tono con la
«truculenta» realidad nacional
venezolana
.

-XXXI-

Sobre la novela
Desahuciados de Jiménez Ure (Degeneración, parodia
y utopía)

Por Lidia SALAS

Desahuciados («Monte Ávila
Editores Latinoamericana», 1999), novela de Alberto
JIMÉNEZ URE escritor zuliano residenciado en
Mérida, autor de más de veinte títulos
signados por un eje narrativo en cuyo alrededor giran personajes
amorales, perversos, ubicados en una realidad grotesca sin una
salida diferente al absurdo y a la violencia.

Con independencia y perseverancia, este autor ha
elaborado un mundo único en la «Literatura
Venezolana», reconocido por críticos nacionales y
extranjeros: Luis Benítez escribió en la Revista
Literaria argentina Nueva Generación: […]
«Es muy difícil, en estos tiempos, crear un
personaje memorable en narrativa.
Jiménez Ure lo
ha logrado»
(1995). Y Juan LISCANO, en el Diario
El Nacional: […] «Cada vez perfecciona
más su empeño en sorprender, descolocar, golpear
mediante el absurdo y lo irracional, lo obsceno y lo
hiperrealista»
(1992).

Como en otros textos, el lector se estremece con la
lectura de los párrafos iniciales. En esta novela se
encaran personajes carentes no sólo de alimento e higiene,
quienes […] «se disputaban trozos de un
policía caído…»
(p. 7), sino del
oxígeno necesario para respirar. La degradación
propuesta no es sólo física, este mundo futurista
del Siglo XXI ha retornado al canibalismo abyecto y a la angustia
de necesitar portairepara respirar. En forma contundente,
JIMÉNEZ URE revela otra comarca de su geografía
fantástica: Humandetritus, gobernada por
TiranushocicoDemócratta, en donde sobreviven tres
grupos enfrentados: aventajados, esperpentos y
desahuciados.

Afrodita Amelians, Fósfurus de Antares y Palas de
Athenais son clones sin historia ni recuerdos, sin sexo ni futuro
que conspiran contra la Elite Adhesiana alentados
quizás por el principio conocido por todos los oprimidos:
[…] «Nada nos afirma más en la existencia
que la querella»
(p. 9).

Existe un manual de castigos para los conspiradores,
entre los cuales se enuncian: «La Pena de Devoramiento
vivo», «La Pena de Desollamiento en Vivo»,
«La Pena de Amputación de Lengua y de Mano»,
«La Pena de Vejamen». «La Pena de
Desprendimiento de Portaire» y «La pena de
Extrañamiento». A ésta última son
condenados los fundadores de la Insurgencia de
Desahuciados
, quienes, al traspasar las fronteras virtuales,
llegan a Terrado, en donde conocerían el sexo,
trascenderían su propia naturaleza para dar origen a una
generación de nuevos gobernantes.

Los mandatarios no están inspirados en la
justicia natural ni en el interés por dar una mayor
felicidad a todos los habitantes, por el contrario,
[…] «Quien gobierna usurpa una no identificada,
sobrenatural y superior voluntad. Asumir el poder implica ejercer
institucionalmente la criminalidad»
(p. 11). Se
comprueba, así, una degradación
política-social. El dolor de muchos sustenta el poder de
unos pocos.

La escritura de JIMÉNEZ UREenDesahuciados recrea,
como en sus otras obras, un panorama de extraña
sensualidad, sustentado por la violencia y la sinrazón de
hechos desagradables y obscuros. Se redime la lectura del asco y
el temblor visceral a través de la oculta ironía,
de la parodia que se intuye en los nombres de los personajes; de
los objetos de ese mundo suspendido entre el universo de inventos
y realidades futuristas y el pasado más remoto cuando el
hombre era un ser primario, casi una bestia, prisionero de sus
instintos más bajos. Se reconoce la infamia, la
corrupción y la degradación de la realidad
finisecular en la elaboración de esta pluma corrosiva, tan
cercana al caos, a lo marginal, a la parodia.

Cuando BAJTIN reveló –en La
poética de DOSTOIEVSKY
la desacralización de
la literatura, para dar paso a una visión desordenada y
popular de lo carnavalesco, instauró una
metodología diferente para la comprensión y
aproximación de otros textos. Se hace énfasis en la
posibilidad del hombre para superar sus propias carencias:
[…] «La historia de la existencia de los seres
pensantes revela que, sin fijarse en ascendencias o pedigree, en
materia de vicios, perversiones y corrupción los hombres
hemos comulgado sin dificultad»
(p. 33). Y en la
ficción literaria de quienes se alejan del mundo ideal y
romántico para abordar una realidad grotesca. En esta
novela, lo marginal está relacionado con el Mal,
con la perversión, con lo abyecto, pero también con
una lucha para […] «lograr transformaciones
positivas en bien de la Casta Desahuciada y para salvar a
numerosos esperpentos de una infame y prematura
muerte»
(p. 52). Cuando Afrodita Ameliansregresa a
Humandetritus se encuentra con unos jóvenes, quienes le
informan: […] «Habitamos una demarcación
donde al fin conseguimos la justicia social… Ahora nuestro
territorio se llama
Libre de Infamias. No conformaba una
porción de territorio habitado por entes materiales:
sólo
luz, voces virtualmente navegando en la
incandescencia, pensamiento y escritura
indecibles… El placer ininterrumpido, excelso y sin la
interrupción de la
Moral. No habría
hombres, sino seres libres: felices de una condición
natural y exenta de miedos absurdos»
(p.
88).

Humandetritus, el espacio en donde se ejercía el
terror de la opresión más vil, se convierte
-gracias al ajusticiamiento del tirano y a la acción de la
palabra- en un edén virtual, semejante al paraíso
del Corán, donde el sufrimiento termina, todo es
paz, luz y placer. La utopía se presenta como una salida
de esperanza, como una opción metafísica más
cercana al […] «psiquismo arbitrario, vagamente
filosófico…»
enunciado por Juan LISCANO
(1986)

En esta novela, ni el espacio ni el tiempo constituyen
una unidad cerrada. El tiempo se presenta como una eternidad
diacrónica. En Libre de Infamias nada está
fuera de la luz, no hay medidas de tiempo. Se dice textualmente:
[…] «No padecemos centurias. La catarsis no
tiene episodios»
(p. 82)

JIMÉNEZ URE es un escritor incómodo porque
sus temas arremeten contra los valores occidentales de la
civilización judeo-cristiana; sus personajes
sufren deformaciones físicas o psicológicas, se
aparean en forma mecánica y obscena; la utilización
de la violencia transgrede los niveles de aceptación
común; sus ambientes están sustentados por un
mecanicismo inhumano, y, finalmente, nada ni nadie se salva de su
ácida ironía. Sin embargo, ¿no es su obra la
que mejor describe estos finales de tiempo? ¿No es su
escritura el espejo de las deformaciones de una sociedad cada vez
más refinada en la práctica del mal?

-XXXII-

Alberto
Jiménez Ure: otredad, paradoja y
ficción

(Notas sobre Moralejas, cuentos.
Asociación de Escritores de Mérida, 2005. Primer
Premio de Narrativa «Antonio Márquez Salas»,
2004)

Por Enrique PLATA RAMÍREZ

Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor que no
necesita presentación alguna. Su amplio trabajo narrativo,
ensayístico y poético no sólo es bastante
conocido sino que comienza a ser estudiado y reseñado en
las más importantes universidades nacionales, e incluso en
algunas del exterior, como Salamanca y la Complutense, ambas de
España.

Desde sus primeros trabajos narrativos, hasta
Moralejas (Mérida, Asociación de
Escritores de Mérida, 2004. Premio de Cuentos
Asociación de Escritores de Mérida, 2004), que
viene a representar su última publicación, la
delineación de sus personajes muestra al sujeto de las
carencias, resaltando sus minusvalías, pulsiones,
complejos, miedos, terrores, que lo llevan a asumir estados de
agitación, de agresión, de promiscuidad y/o de
enajenación, viéndose entonces con todo cuanto
subyace en su interioridad, como subhumanos, como los
monstruos que suelen esconderse detrás de una
máscara, la misma que asoma la condición de lo
otro, de lo alterno,
que oculta y devela, cual juego
binario, los rostros del hombre y los del monstruo, la
bestialidad que suele esconderse y a su vez emerger a
través de cualquier resquicio humano, dando paso al
surgimiento de distintos estados de enajenación, miedo,
perversión y agresión, como única forma de
superar la cruel paradoja de habitar mundos alternos que no son
más que una larga pesadilla creada por la propia mente del
hombre.

De esta manera, su narrativa trasluce un doble fondo que
representa un complejo y heterogéneo mundo, desde el cual
se aborda lo extraño, lo lúdico, lo erótico,
lo pulsional, lo perverso, lo monstruoso, y más
allá, en ese fondo del fondo, el doble fondo que
mencionáramos, una jerarquización divina, a veces
diabólica, dotada de múltiples sentidos y
significaciones, que el lector acucioso no puede dejar escapar.
Su narrativa toda sondea los espacios abismales de la
ficción, desde donde emerge abruptamente una realidad
otra, desquiciante, algunas veces monstruosa, otras más
nihilistas, ambas plenas de elucubraciones, de motivos
fantasmales, punzantes y desquiciantes. Se escenifica así
la creación de mundos alternos, aquellos que (PAVEL,
1994), sostiene que emergen de los continuos trasvasamientosentre
la realidad y la ficción, con coordenadas propias, con
límites y espacios definidos, y que muestran parte de la
realidad del sujeto contemporáneo. En esta narrativa
persiste un extrañamiento, un desdoblamiento de la
realidad que instaura la posibilidad de la verosimilitud; hay en
ella un trasvasamientode distintas líneas que van desde la
compleja realidad del hombre postmoderno, el pensamiento
filosófico que lo lleva a cuestionar la cosmogonía
que habita, y la persistencia en unos espacios irreales, con
atmósferas lúdicas, de ficción y
realidad, que se entrecruzan alternamente, para sostener y
recrear esos mundos Otros en donde el hombre no es más que
un ser inverosímil intentando subsistir, en donde para
lograr lo terrible de su subsistencia acude a distintas
pulsiones, a encuentros entre lo monstruoso y lo sagrado, al reto
de la muerte misma, y crear en ella o desde ella su posibilidad
de permanencia en esos espacios que se abren hacia lo grotesco,
hacia lo aberrante, hacia lo alucinante. En el momento en que se
encuentran o se cruzan las líneas de la ficción y
de la realidad, que se da el trasvasamiento en ambas, se
produce en ellas una fisura que asoma otros espacios, con
imágenes brutales, crueles, alternas, insospechadas, de
ámbitos que han permanecido dentro de la más
escondida y oscura senda del hombre, desde donde emergen para
instaurarse como una perplejidad, como una conciencia
acusadora.

Estamos, pues, ante la presencia de un escritor que
aborda los espacios del absurdo, de la otredad,
en una narrativa alucinante, paradójica, plena de
momentos grotescos, inverosímiles, de
abyecciones y juegos metatextuales. El absurdo,
por cierto, se manifiesta como un quiebre, como una ruptura con
la realidad. Es otra de las formas de abordar las negaciones del
individuo. Permite, a su vez, la irrupción de un mundo
posible, de un mundo alterno. La ficción surge desde la
burla, desde la ironía, y aún desde una profunda y
paradójica realidad. Terry EAGLETON sostiene que:
«La literatura puede definirse como obra de
imaginación, en el sentido de ficción, de escribir
sobre algo que no es literalmente real", (EAGLETON, 1988: p, 15).
Este sentido ficcional, alucinante, se escenifica en cuentos como
«Los ruegos de Lunanueva» y «El
sobreviviente», con fisuras del yo, abyecciones, lo
absurdo, lo alucinante, y la irrupción de la
otredad. El absurdo será a su vez una de las
razones para que se produzca la fisura, el
trasvasamiento fronterizo entre la ficción y la
realidad. JIMÉNEZ URE aborda los espacios que otros
escritores rehúyen o eluden, y desde allí irrumpe,
agresiva, fustigante, densa, aberrante, toda una narrativa de la
inconformidad, de rupturas con la tradición; una narrativa
que se sustenta, como ya hemos dicho, desde el
extrañamiento, desde lo Otro, como si adentrarse en ella
fuese descender a las regiones infernales. Una narrativa que
sondea los abismos de la otredad, de lo extraño y el
sinsentido. Este ámbito de lo extraño y el
sinsentido se manifiesta en forma urticante en cuentos como
«El sobreviviente» y «El Niño
Dios».

Así, la ironía, la meta escritura, los
juegos del doble, estarán presentes a lo largo de la
narrativa toda de JIMÉNEZ URE. Lo absurdo, lo
aberrante, lo grotesco, todo en su
máxima significancia, hilvanando los mundos de la
alteridad, rica panoplia expresiva que sustenta a una escritura
nada fácil, recrean las atmósferas, produciendo en
ellas densidad e intensidad, y el extrañamiento mismo, la
explosión o el giro inesperado, serán la
consecuencia del final de cada cuento, el lector debe estar
preparado para lo imprevisto, para lo cruel o para lo
sublime, para el terror, el odio, o
para la risa irónica, la
magnificencia.

Leer a JIMÉNEZ URE es abordar lo extraño e
intentar a la vez, descubrir las distintas variantes de un cosmos
único, original, alejado de los mitos ontológicos e
históricos que fundamentaron a la narrativa de lo(s)
llamado(s) Realismo Mágico y/o Real Maravilloso Americano;
alejado igualmente del producto final que intentó
representar el Boom Latinoamericano. Alberto JIMÉNEZ URE
viene a ser, o mejor, a significar en los finales del XX, y
comienzos del XXI, lo que en su momento significaron autores tan
disímiles y tan distantes como Roberto ARLT, Juan EMAR,
Pablo PALACIOS, Julio GARMENDIA, Felisberto HERNÁNDEZ y
aún MARIÑO PALACIOS; escritores incómodos,
de lo fantástico, de lo lúdico, de lo
inverosímil; sólo rescatados años
después por una serie de estudiosos que han visto en su
narrativa toda una proyección de las interioridades del
individuo. JIMÉNEZ URE representa esa casta de escritor
maldito, que fustiga a la literatura tradicional y se convierte
en su propia conciencia. Viene a ser, por decirlo de alguna
manera, parodiando a Michel FOUCAULT, ese ser extraño,
empírico-trascendental y a la vez dueño de todo
conocimiento: «El hombre, en la analítica de la
finitud, es un extraño duplicado
empírico-trascendental, ya que es un ser tal que en
él se tomará conocimiento de aquello que hace
posible todo conocimiento», (FOUCAULT, 1968: p.
310).

Ese extrañamiento le ha permitido la
creación de todo un espacio, o mejor, de todo un mundo
alucinante, alterno, en donde se suscitan los hechos más
banales, pero esta vez vistos a través de una hendija que
permite, en primer lugar, una especie de paneo televisivo, o
mejor aún, cinematográfico, que nos muestra la
amplitud del absurdo, de lo irónico, de lo fútil, y
en segunda instancia, nos muestra como en un close up,
una imagen centralizada, única y ampliada, de ese instante
de lo aberrante, de lo degradante, de lo monstruoso, de lo
abyecto. Todo ello presente en los cuentos «El enfermo del
Mal de Parkinson», «Receptor de sonidos, ruidos y
voces» y «Pelotón de fusilamientos», y
en el resto de los trabajos que conforman este lúdico y
paradójico libro.

Por otra parte, la alteridad representa la posibilidad
de habitar mundos eminentemente disímiles, en los cuales,
sin embargo, el hombre pareciera no tener escapatoria,
posibilidad de redención, justificación de
sí mismo. El Otro irrumpe, algunas veces abruptamente,
otras desde una sutil ironía, desde detrás de la
máscara que le oculta su verdadero rostro, o desde el
fondo del Mal que instaura el permanente enfrentamiento, la
tensión, o la disyuntiva entre los mundos binarios de
El Bien y El Mal. Este enfrentamiento puede
apreciarse en su cuento «El supremo de Imperio», con
el cual abre su citado libro Moralejas. En este sentido, la
escenificación de la alteridad representa la
escenificación de una conciencia que fustiga al hombre
ante su propia disimilitud. Otto Rank sostiene que "El
síntoma más destacado de las formas que adopta el
doble es una poderosa conciencia de culpa», (Rank, 1976: p.
122).

Los ámbitos de la ironía y la paradoja se
cruzan constantemente con lo grotesco, lo abyecto, lo absurdo, lo
perverso y lo dionisíaco, para recrear una tensión
límite dentro de la cual subsiste, agónicamente, el
sujeto. Ironía y paradoja en cuanto mirada que fustiga,
que acosa, y aún, que se burla, resquebrajando los valores
sobre los cuales ha venido sustentándose el ser humano, el
sujeto de la postmodernidad. En este sentido, la locura del
personaje femenino de su cuento «La casa nº
500», reconoce en su entramado, los
trasvasamientos de la ironía y las paradojas, que
instauran lo extraño, lo caótico
y lo demencial.

Si la narrativa de JIMÉNEZ URE se abisma por
caminos extraños, inexplicables, la fisura gestada, en
cuanto obra literaria, dentro de las letras venezolanas, no ha
sido suficientemente estudiada, salvo casos muy precisos y
valiosos, como los de Rafael RATTIA y Juan LISCANO, por
sólo mencionar a dos de sus más serios estudiosos.
Su escritura escatológica ha permitido la observancia de
una narrativa que se sustenta desde planos disímiles, y
que casi a la par ha sido desarrollada por ese otro excelente
escritor venezolano, Gabriel JIMÉNEZ EMÁN, autor de
textos breves como Los Dientes de Raquel, (1973) y Saltos sobre
la soga, (1975).

La valoración de JIMÉNEZ URE está
dada no sólo desde el extrañamiento de su
narrativa, sino desde la aproximación a esos
ámbitos otros, desde donde juega con la ficción, la
ciencia, la religión, la filosofía, el demonismo,
etc., creando una fisura en la realidad, en el lenguaje, en la
manera tradicional de narrar y contar. El crítico y
estudioso español Alfredo PÉREZ ALENCART, considera
a la ironía como una de las grandes herramientas de
JIMÉNEZ URE: «El autor que comento maneja en sus
cuentos -y dentro de unas atmósferas cargadas de absurdos
y de personajes atormentados- una sutil ironía, importante
si consideramos que ella es una de las grandes armas de la
inteligencia. En sus cuentos pueden descubrirse hilos invisibles
que se vuelven brillantes por un segundo, al trasluz de una
lectura meditada, difícil, pues la escritura de
JIMÉNEZ URE no hace concesiones a la belleza, pero va
fecundando unos relatos pletóricos de sarcasmo y una
entrañable aproximación a la muerte. Entiendo que
busca atrapar en sus relatos todos los matices del comportamiento
humano. Por ello, en su lectura encontramos el abrupto deseo: la
nostalgia de lo primario, instantáneas del horror, la
purga y la embestida, la intensidad de las emociones, el amor y
la muerte, como corresponde; es decir, la destrucción por
el eros o las intensidades femeninas»

Por ello, Alberto JIMÉNEZ URE significa, no
sólo un latigazo para las letras venezolanas, sino su
conciencia misma, al considerar las distintas posibilidades
creativas que pueden ser abordadas por nuestros escritores.
Posibilidades que han de ser acometidas por los críticos y
los estudiosos a través de nuevos ojos, de otras miradas,
o quizás de otras generaciones, menos escandalizadas y
menos propensas a subterfugios y vanas
discriminaciones.

BIBLIOGRAFÍA DIRECTA

Jiménez Ure, Alberto. Moralejas.
Mérida, Asociación de Escritores de Mérida,
2004. (Cuentos).

TEÓRICA:

Eagleton, Ferry, 1988. Una introducción a la
teoría literaria
. México, Fondo de Cultura
Económica.

Foucault, Michel. 1968. Las palabras y las
cosas.
México, Siglo Veintiuno.

Pavel, Thomas. 1994. Mundos de Ficción.
Caracas, Monte Ávila.

Pérez Alencart, Alfredo. Alberto
Jiménez Ure: sobre el dulce panal de la conciencia.

En: Jiménez Ure, Alberto. Confeso. Mérida,
Universidad de Los Andes, 1999. Rank, Otto. 1976. El
doble.
Buenos Aires, Orión.

-XXXIII-

Acertijos y
respuestas

(Edición de la Universidad de Los Andes,
Mérida, Venezuela, 1979)

«Le récitn´est plus
l´escrutyred´ybeaventure,
maisl´aventured´uneécriture» (Jean
RICARDOU)

Por Gustavo GUERRERO J.

En un principio, la Literatura Fantástica y
de Ficción
sirve como pretexto -en cierta medida-
para formular temáticas que los autores (debido al margen
de censura existente) no osaban proponer de modo distinto. Tal y
como lo señala el crítico rumano Tzevetan TODOROV,
una revisión de diversos temas de esa literatura
permitiría hacer el balance de las secuencias
prohibidas por las necesidades de quienes se las dieron.
Así, por ejemplo, la sexualidad es una latencia
presente en la Literatura Fantástica de las
culturas europeas a lo largo del Siglo XIX. A grandes rasgos, es
la parte de la «función social» que
correspondió a la gran mayoría de los trabajos
literarios en ese género.

Hoy, el planteamiento va un poco más allá.
La Literatura de lo Maravilloso y del Absurdo cumple su
función en tanto pone en duda a la realidad presente
(constituida a base de la razón de «la gran
costumbre») con lo cual verifica un aspecto que pertenece a
la naturaleza misma de la literatura, ya que, como señala
el británico Northrop FRYE en su «TheAnatomy of
Criticism» (Princeton UniversityPress, 1957):
«[…] La Literatura, antítesis del Ser y
del No Ser, tan importante para el pensamiento discursivo

[…] No puede decirse de HAMLET y FALSTAFFF que existen
o que dejan de existir».
Dando un paso más,
diríamos con Jean RICARDOU: «[…] La
Literatura es lo que pone en duda al mundo sometiéndolo a
la prueba del lenguaje
[…]»

Acertijos, segundo libro de Alberto
JIMÉNEZ URE (Universidad de Los Andes, 1979),
llena, a cabalidad, el cometido antes mencionado y responde,
precisamente, a esa dicotomía que se resuelve en el
trabajo literario entre «lo que es» y «lo que
puede ser». Nos presenta la ficción como
medio de indagar el renglón ontológico a
través del «absurdo», que desenmascara nuestra
tradición «lógica-occidental».
Utilizando justamente la Lógica, por medio del
diálogo que maneja reiteradamente en sus narraciones (tal
vez lo mejor de ellas), en una especie de
«Mayéutica» elaborada por las preguntas y
respuestas de sus personajes (entre los cuales él se
confiesa uno más), el autor de Acertijos va
construyendo una serie de silogismos que, desde el marco de
la Lógica Formal, sin calificación previa
de sus premisas, revelan una notable influencia de Lewis CARROL.
Pero, quizá sea mucho más fuerte la incidencia de
escritores franceses como Alfred JERRY o LAUTREMONT debido al
«tono irreverente» y «contestatario» que
marca este libro y que da a sus relatos una dimensión
crítica e intimidatoria.

Por otra parte, encontramos mucho humor: que se
desprende de las narraciones al constatar las contradicciones
inherentes al medio tiempo en el que ellas se desarrollan, pero
también al arribar a las conclusiones a las que nos llevan
los «diálogos conceptuales» de los
protagonistas. Cabría señalar, sin embargo, que las
soluciones a los relatos y, en general, el absurdo
mismo,
requieren siempre de una
«significación» (sin necesidad de caer en lo
alegórico) que en este tipo de literatura a veces se
pierde por la aparente sencillez de su manejo y la
pluralidad de salidas que ofrece, desembocándose,
entonces, en una respuesta trivial a lo tramado que
redunda en un «absurdo» del «absurdo» y
que, como toda doble negación, reafirma lo
negado
: es decir, deshace la duda frente a la realidad
al subsumirla otra vez en ella.

En Acertijos las «maneras
sacrílegas» de su escritura, el «terreno
riesgoso» y de «cuestionamientos» en que
ésta se mueve y la sorpresa desubican y molestan
–sin dudas- al lector tradicional. Creemos que es lo que
busca JIMÉNEZ URE: autor poco complaciente, para quien la
Literatura no es sólo un campo crítico
sino también una vivencia.

-XXXIV-

Sobre su libro
Pensamientos, amigo Ure

(Edición de la Universidad de Los Andes,
Mérida, Venezuela, 1995)

Por Ángel J. CAPPELLETTI

Durante nuestro almuerzo en el apartamento del honorable
RODRÍGUEZ ARIAS-BUSTAMANTE, Ud. me formuló algunas
preguntas que, con respecto a su dedicación «ex
aula» al cultivo del Pensamiento
Filosófico-Libertario,
no pude responderle con
exactitud. Ello se debió a nuestra dispersión, la
suya, de Don Lino y la mía, claro, propia de la frivolidad
que experimentábamos. En las comidas disfruta más
el paladar que el cerebro. Además, recuerde que
abordaría un avión para viajar a
Caracas.

Ya en el hotel, cuando leí su libro
inédito de enunciados decidí escribirle porque me
inquieta la posibilidad que Ud. dude que realmente yo profese mi
propia tesis según la cual «[…] la
pedagogía anarquista no tiene otro fundamento distinto a
la Libertad: toda coacción e imposición constituyen
violaciones de derechos y deforman el alma

[…]». No quiero que se confunda y sospeche que
sólo hago un profesoral y rutinario ejercicio
filosófico, de «ceremonia
académica-intelectual». Pero, JIMÉNEZ URE:
¿para qué escribir y publicar nuestros pensamientos
cuando ambos sabemos que la única prioridad del
Vulgo es procurarse alimentos y no
«educarse»? Ni Ud., ni yo dudamos que, durante mucho
tiempo, quizá no seremos lo suficientemente leídos:
pero, igual no renunciamos a la práctica del
pensamiento filosófico («extramuros»
o formal de claustro que, finalmente, parto inteligente de la
psiquis) ni tenemos por qué claudicar. En su
condición de escritor, y aun si no lo hubiese sido, Ud. no
confisca nada a la Academia ni la ofende cuando piensa y
publica reflexiones como: «De habitantes salvajes de un
mundo primitivo y violento, pasamos a formar parte de un enjambre
fanático del crimen y diestro en provocar
querellas».
O, también éste:
«No puede haber libertad bajo (regimiento)
reglamento»

Hay en estos pensamientos una admirable voluntad de
captar la verdad más allá de los esquemas,
ideologías, prejuicios. Desgajados de una ya vasta obra
periodística, adquieren sabor nietzscheanos por
su osada agudeza y ponen una nota inusitadamente reflexiva y
profunda en las letras venezolanas de hoy (Caracas,
1988)

-XXXV-

Sobre
Jiménez Ure a contracorriente

(Edición de la Universidad de Los Andes,
Mérida, Venezuela, 2006)

Por Sebastián ARENA

En cierta forma es verdad lo que dice GIL OTAIZA de esta
obra en su crítica (ya incluida): «[…] se
muestra al Liscano humano 
[…]». Y es curioso
esto, porque, dentro de mi familia, al mencionar que trabajaba un
libro de Juan LISCANO, todos bajaban la mirada como si de una
figura que estuviera en plena y permanente apoteosis se
tratara.

En mi caso, conocí primero a JIMÉNEZ URE,
entre un montón de libros antiguos de mi abuela, que
ejerció durante 28 años como profesora de
castellano y literatura. La obra se titulaba Suicidios
(1982, libro que pronto trabajaré para EPL), y
mentiría si dijera que no lo pude soltar desde que lo
descubrí, y que tuve que sentarme a leerlo inmediatamente
(lo que me llevó dos días). El ingenio de su autor,
aparte de la franqueza y sobriedad de su expresión, me
resultó extraña, pero muy estimulante. De pronto,
como por encanto, creí en la posibilidad de la existencia
del protagonista de uno de los relatos, un psicólogo que
había experimento con sus dos hijos varones de formas
extremas (aquí no caben especulaciones sobre abusos
sexuales, y lo anoto por si acaso).

En lo que respecta a Liscano, me vi sorprendido por la
reacción que tuviera frente a URE, allá en 1978,
cuando había leído su primera obra. Recordé
débilmente lo que revela un personaje ficticio:
«[…] En ocasiones el crítico también se
arriesga para defender algo nuevo
[…]». Lo que
apunta ya OTAIZA es lo que intuitivamente uno puede vislumbrar,
existe la posibilidad de que LISCANO se identificara de tal
manera con URE, que la acción de leer y comentar sus obras
fuese similar, figurativamente, a verse y hablar con su propio
reflejo en un espejo. Pero, lo que considero pudo ser el
principal catalizador de la relación amistosa entre ambos
escritores y entre el lector ureliano y su
principal hacedor de ficciones, es que, tan sutil
realidad despliega JIMÉNEZ URE en sus historias, que, uno
empieza a dudar sobre el posible elemento
experiencial detrás de cada palabra. Es
decir, la posibilidad de que lo narrado tenga un trasfondo real,
por pequeño que fuese; tal y como revelaría
GALLEGOS en un prólogo a la Doña
Bárbara 
de 1954. Un ejemplo para este
planteamiento es la duda razonable que
surgió en mí cuando, leyendo por vez
primera Crimen y castigo, saboreé la
posibilidad de que DOSTOIEVSKY hubiese al menos conocido
personalmente a un criminal, y que de allí se hubiese
servido para describir con total franqueza, irónicamente
llena de tautologías, su
psicología.

De cualquier manera, conocer cómo desde 1978
hasta 1997 permaneció firme una amistad, donde uno pudiera
pensar que sólo cabría la envidia, es esperanzador.
Lo único que realmente provoca temor al leer
las lucubraciones de LISCANO frente a URE, es que
exista aún y permanezca así, el desinterés
frente al talento literario:

«Venezuela es un país sin tradición
creativa literaria. GALLEGOS, después de su gran
trilogía Doña Bárbara,
Cantaclaro 
Canaima, se asustó de
sus fantasmas interiores, y suplantó la creación
literaria por la acción política. Fuera de esos
tres libros, lo demás es malo, malo. La nombradía
política le gusta más a un escritor que el trabajo
auténtico creativo, porque este no retribuye en prestigio
social. Pero eso sucede porque, a su vez, la gente es indiferente
a la labor creativa literaria. Le repito, en literatura,
aquí no pasa nada, salvo cuando factores extraños a
la misma, entran en juego. Y esa es la tentación peligrosa
para el joven deseoso de imponerse: buscar el escándalo
para atraer la opinión, el público.

«Muchos de los desplantes escriturales o
públicos culturales se deben a ese deseo de llamar la
atención. Pero eso es caer en el juego de inoperancia
literaria, de bastardaje o de ignorancia. Hay que resignarse con
voluntad pesimista de combate y estoicismo: los escritores y la
literatura son minoría y para minorías. Si se
quiere ser estrella, en un país como el nuestro,
allí están las telenovelas y la
política». (III. Carta de LISCANO a Alberto
JIMÉNEZ URE sobre la Literatura Venezolana,
incluida en Jiménez Ure a
contracorriente
.)

Respecto a esto, el único consuelo llega cuando
se considera que se vive en un mundo de indiferentes
selectivos
.

-XXXVI-

Jiménz Ure
y el «Goliatismo Literario»

(Sobre Aberraciones. Editorial Venezolana,
1987/II Edición por Universidad de Los Andes,
Venezuela, 1993)

Por Gabriel MANTILLA CHAPARRO

Cercano a los cuarenta años, JIMÉNEZ URE
mantiene una actitud permanentemente «subversiva»
contra las manifestaciones que desvirtúan el Oficio de
Escritor
y sus connaturales preocupaciones. Afincado en la
provincia venezolana, facturando una obra periodística y
literaria que ha alcanzado un amplio espectro (labor que ha sido
reconocida por propios y extraños). Confiesa que, desde
temprana edad, se sintió atraído por la escritura
(lo que corrobora en su prolífica producción). En
sus libros hallamos referencias concretas –salvando la
distancia «ficcional» de una «realidad»
que le resulta inaceptable y entrampada en lo
«absurdo». Encuentra en ella el fruto podrido que le
ha llevado a reflexiones maduras, las cuales traslada a la
«ficción», al «artículo de
opinión» y a la
«poesía».

Apasionado, desmedido, cruel, irónico, afilado y
punzante, directo, sin eufemismos, sin «sombras» en
su pensamiento, se reconoce impactado por las
«aberraciones» de los hombres y las sociedades: de la
Historia de Ayer y Hoy, y que le llevan a presagiar un
oscuro porvenir al Mundo. Como SHOPENAHUER, CAMUS,
KIERKEGARD y TRACK. Se ve envuelto en un pesimismo sin tregua.
Considera que lo que hoy el Hombre considera
«progreso», «racionalidad»,
«futuro» y «felicidad», no es más
que la íntima aceptación, terca y torpe, de un
descarrilamiento espiritual y moral donde se ha victimado la
Ética, el pensamiento y la vitalidad del
Ser. Para el escritor, hemos perdido el «Derecho a
la Sustancia» y nos hemos quedado asidos a la
«forma» y «materia»
(interpretación que hacemos de la manera
aristotélica para acceder al pensamiento y la
realización). Obsedido, siempre, por una profunda
preocupación filosófica, literaria y
estética, que descansa en una heterogénea
plataforma compuesta por: COMTE, BERKELEY, MARÍAS,
EMPÉDOCLES, CAPELLETTI, PLATÓN, ARISTÓTELES
[…].

JIMÉNEZ URE desentraña los vicios
que han terminado en normas sociales y que buscan su
disfraz conforme a los niveles sociales, políticos,
literarios, culturales, académicos o marginales donde se
asientan. Nos dice: «[…] No es tremendismo
mío llevar a mis escritos, como se capta, por ejemplo, en
Aberraciones (1) cosas que -extraídas de la
realidad- inserté a mi ficción narrativa […]
En esa novela, vemos que personajes y situaciones son,
claramente, reflejos de ambientes y circunstancias muy
específicas de su vida como hombre y creador, como ser
movido por la imaginación: el submundo editorial,
político y sus prácticas a veces abominables en el
concierto (inarmónico) de la Sociedad. Agrega:
«[…] Personajes que entre más
nombradía tienen, pueden manifestar iguales o peores
actitudes abominables que otros de menor cultura y ventajas
económicas o sociales. Esto, más que una simple
denuncia, es algo que, como escritor y humano, me conmueve, me
subleva, y constituye, por desgracia, una situación que
observo con frecuencia, una mala experiencia en la vida
[…]» (2)

Una «mala experiencia» que le toca
íntimamente, pues Alberto JIMÉNEZ URE es un hombre
sensible. Quien lo conozca personalmente no logrará
«encuadrar» al escritor con el
hombre. El primero es maduro, punzante (como ya dijimos)
y el otro, en cambio, mesurado, amable, sencillo, algo
tímido: aunque no pierde su locuacidad, su criterio ni su
decisión. Para R. J. LOVERA DE SOLA «[…]
Alberto JIMÉNEZ URE es un escritor siempre afincado
sobre la página en blanco, quien, contra viento y marea, a
veces contando con la oposición, envidia o el veneno de
quienes no respetan su fidelidad a su vocación, se ha ido
imponiendo con su obra –lo único que tiene el
creador- como uno de los más coherentes hombres de letras
de su generación. Tiene ya un puesto en nuestra
Literatura, y su voz hay que saber oír

[…]» (3)

En la novela Aberraciones se describen las
patologías sociales [de la «República de
Pathos»] como el «incesto», la
«violación», «sodomía», la
relación conyugal «viciada»,
«drogadicción» y los «delitos de
omisión». Todo lo «animal» del
Ser: lo «escatológico», lo
«neurótico», lo «irracional», lo
«esquizoide» de una sociedad «aberrante»,
enquistada en una permanente duda, en su inconsciencia y en la
destrucción de los valores que deberían constituir
su verdadero fin, es lo que vemos en el «pensamiento
acusador», «contracorriente» de JIMÉNEZ
URE. De allí su convicción según la cual el
Hombre es «abraxiano»
(Dios-Demonio) y vive en constante pugna consigo mismo:
cuya parte más insana, destructiva y maligna ha terminado
imponiéndosele.

Para Hernando TRACK [un olvidado más] la clave de
la existencia no consiste en «ser feliz», sino en
«ser consciente». SÓCRATES, «El
Viejo», optaba por el conocimiento de la Virtud,
de la Justicia, del Valor, para llegar a la
felicidad. ARISTÓTELES indagaba sobre ella
auscultando en los objetivos y los métodos del
filósofo, el político y el voluptuoso. Para
él, al filósofo le complace en el empleo de sus
horas a una inteligente, intensa y prudente indagación de
la verdad. El voluptuoso (¡oiga y lea bien!)
«[…] ejecutando actos nobles
[…]». Sin embargo, no deja de advertir que la gruesa
parte de ellos no llevan dignamente ese calificativo por cuanto
no son, en realidad, políticos. Y, como dice el poeta
Orlando FLORES MENESSINI: «[…] Nos interesa cada
vez más la Política porque los políticos nos
interesan cada vez menos
[…]»

Alberto JIMÉNEZ URE busca la Felicidad
en un mundo que agrede desmedidamente a los seres conscientes y
honrados, pero logra hacerlo mediante una inextinguible lealtad a
sus propias convicciones y junto con algunas de sus amistades. Y,
al derecho (o al deber) que tiene de insertar en su obra
(literaria o periodística) todo lo que le conmueve y
determina su forma de pensamiento. Con ello no se traza el
«norte de comulgar» con las «mafias
literarias» o «políticas», pero si de
«rebelarse» y «revelarse» contra lo que
considera errado, contra lo que cree inauténtico. Juan
LISCANO pesó muy bien los elementos que dan forma a la
obra de JIMÉNEZ URE: […] Los ingredientes de su
narración son lo fantasmal, el crimen, la sexualidad, el
sadismo», lo monstruoso, lo aberrante, lo deforme, sin
resquicio alguno de sublimación por el espíritu,
obsesiva y creadora voluntad de creación

[…]» (4)

Se le ha calificado de «Yoísta» o
«Narciso Literario» por parte de quienes se le
oponen, precisamente, porque sus reflexiones causan escozor en
quienes ideológicamente están ubicados al margen de
sus convicciones: de su territorialidad conceptual.
Pero, lo más extraño es que quienes viven de
confesarse «derechistas» no se sienten con fuerzas
para volver por él (tampoco lo necesita). Es
obvio que esto ocurra en este rompecabezas de acomodos e
intereses desviados y de espejismo político-cultural: cada
bando tiene su cuota de chantaje y ambos se necesitan.

Debo aclarar que no comparto parte de sus premisas
«ideológicas» y hasta, públicamente,
nos hemos enfrentado. Pero, ello no es óbice para esconder
la amistad con el renegado o escatimar el respeto que se merece
por su coherencia: principios y su valentía al exponerlos.
Sobre la acusación de «Yoísmo» declara:
«[…] Yoísta, ¿yo? –dice con
sorna-. Si lo fuera me hubiese silenciado e integrado a los
grupos de poder para obtener ventajas. Viviría más
preocupado por mí mismo que por mi obra literaria. Tengo
mis opiniones, mis ideas, y las manifiesto, a través de
mis escritos, en cualquier género. Si por ello la
Sociedad Cultural me considera un renegado, o su
enemigo, no es mi culpa. Hasta amenazas telefónicas he
recibido (se sabe) porque creo que en una sociedad como
ésta hay que retar y apostar a la civilidad. BORGES daba a
conocer su número telefónico porque creía
que la gente debía aprender actuar
[…]»

JIMÉNEZ URE profesa un profundo respeto hacia
sí mismo, a su libertad personal. No aspira alcanzar el
rango de «polemista enfermizo» que se le pretende
endilgar. Lo desespera no ver salida alguna a las situaciones
absurdas que padecemos; le desespera ver a los escritores
amordazados ante la realidad, lo que contradice la verdadera
línea de acción de un creador; le molesta la
activación mafiosa de «promociones literarias»
que han hecho mímesis de los pecados capitales de las
agrupaciones políticas; le desespera la disolución
de la Ética en ciertas personas que
respetó. En fin, emerge contra una casta y su gama de
actitudes que han convertido el pensamiento, el futuro, y
«[…] la Literatura en un asunto de
funcionarios
[…]», en un consorcio de
redactores, asesores editoriales con una lista negra en la manga,
jueces de concursos, premios y publicaciones, becas, bolsas de
trabajo, et. Ese es un gran conflicto, aunado al derrumbe moral
generalizado. Según él, somos una «[…]
comarca cultural […]» (5) con un buen
número de escritores inteligentes y abundantes lectores
incultos que reconocen a Salvador GARMENDIA –para citar un
caso- más por su trabajo de «libretoratura»
(adaptaciones televisivas) que por su obra literaria.

JIMÉNEZ URE conoce sus caminos: los perceptibles,
los íntimos y es consciente de lo abominable del
Hombre en la Sociedad. Pero, no cesa en la
búsqueda de un sentido. Cortázar decía:
«[…] No puede ser que estemos aquí para
no poder ser
[…]. De allí la inmersión
definitiva de J. URE en la Filosofía, una de sus
obsesiones. Esto, quizá, no responda a la pregunta que
Juan LISCANO se hacía sobre el escritor: «[…]
¿Por qué JIMÉNEZ URE rechaza cualquier
vía de sublimación? Se entiende la mofa, la
sátira, la ironía, la blasfemia, demolición
de mitos, la iconoclasia, el develamiento, la fascinación
por el horror, pero, ¿con qué objetivo
meta-literario? […]» (6)

LISCANO lo ubica, honorablemente (junto a Salvador
GARMENDIA, José BALZA y Arturo USLAR PIETRI) entre las
cuatro tendencias narrativas que él distingue como
más sobresalientes en la actualidad. Las cuales son
ampliadas a seis por JIMÉNEZ URE, quien agrega a Eduardo
LIENDO y Gabriel JIMÉNEZ EMÁN. Respeto a ellos,
opina: «[…] JIMÉNEZ EMÁN se ha forjado
una narrativa propia, con características o rasgos que
representan una corriente bien definida en el ámbito
literario. Gabriel es original. Tanto LIENDO como él
buscan imponer sus personalísimas ficciones, sin las
influencias de escritores universalmente conocidos. En Eduardo se
entrevé una fusión de estilos de personajes
clásicos de la Literatura. Ambos trabajan en tendencias
muy válidas y que no sé por cual causa LISCANO
desatendió […]» He aquí la semblanza
de un hombre que respeta la constancia y maduración de sus
colegas intelectuales, y lo hace sin mezquindad ni estrabismo. El
David de la provincia venezolana en constante pugna con el Goliat
del Poder Político Cultural.

NOTAS

(1) JIMÉNEZ URE, Alberto: ABERRACIONES
[Editorial Venezolana, 1987, 121 pp. Hay una II Edición
por la Universidad de Los Andes, 1993]

(2) Entrevista realizada en su residencia, el 26 de
Julio de 1991.

(3) DE SOLA, R. J.: JIMÉNEZ URE. LAS
FANTASÍAS DE UN ÁCRATA (Diario El
Nacional,
Caracas, Venezuela, Diciembre 07 de
1987.

(4) LISCANO, Juan: ABERRACIONES DE JIMÉNEZ
URE
(Diario El Nacional, Caracas, Venezuela, Enero
31 de 1987)

(5) JIMÉNEZ, Maritza: VENEZUELA ES UNA COMARCA
CULTURAL (Entrevista realizada a JIMENEZ URE para El
Universal
, Caracas, Venezuela, Agosto 02 de 1986)

(6) LISCANO, Juan (Art. ya citado)

-XXXVII-

Vigencia de la
novela Desahuciados

(Edición de Monte Ávila Editores
Latinoamericana,
Caracas, 1998)

«En la lucha que emprendemos/para dignamente
vivir
,/todos somos ideólogos y
propulsores
/de la desigualdad y
criminalidad
./No hay una persona en el mundo/que ignore
que es finita
;/pese a lo cual, siempre irrumpequien
propugna ventajas/de unos en perjuicio de otros
,/tras
condenar a la mayoríaa recibir vejámenes/y padecer
hambre fortuitamente./Amadosseamos los habitantes de
Terrado
,/porque pronto serán abolidos los
sufrimientos
» (A. J. URE en
«Desahuciados»)

Por Melissa URANGA

A pesar que nunca había escuchado sobre la ciudad
de «Humandetritus», al leer por primera vez sobre
ella en la novela Desahuciados (de Alberto
JIMÉNEZ URE) tuve la impresión que ya la
conocía: o, quizás, fue que los habitantes de
Humandetritusme hicieron recordar a mis amigos de Cuba, quienes,
durante más de 40 años, no han gozado de
Libertad de Expresión. O, tal vez, recordé
a las mujeres de Afganistán, que, por años, han
sido sometidas a seguir unas reglas que considero
estúpidas y ortodoxas (disculpen la palabra, pero no
encontré otra más original que esa), donde las
obligaban a usar un velo para no mostrar el rostro. No se pueden
escuchar sus pasos, ni disfrutar de sus sonrisas. O,
¿será que la ciudad de Humandetritus me
recuerda a mi país Venezuela? Que, durante años, ha
sido gobernada por unos cuantos «Tiranushocicos
Demócratas» (traducido yo los llamaría
tiranos demócratas)

Ya que estoy hablando sobre mi país, sería
interesante conocer como defino su política. Es momento
para aclarar que, de asuntos políticos, no sé nada;
lo único que sé sobre ella, y eso porque lo
leí en un artículo, es que «[…] es
el arte referente al gobierno de los estados

[…]» Asimismo, revisé un reportaje sobre el
nicaragüense Sergio RAMÍREZ, donde él define
la política como «[…] una droga
[…]», porque el poder tiene muchos atributos; luego,
agrega «[…]los hábitos del poderoso son
muy distintos a los de uno, siempre hay alguien que te abre la
puerta, alguien que te carga el maletín e inclusive
alguien que paga por uno
[…]»Esta es una
pequeña idea, hasta ahora, de lo que entiendo por
política.

Cuando leí por primera vez sobre los personajes
«Afrodita Amelians», «fósfurus de
Antares», «Palas de Athenais»,
«Dioscuro» y «Esculapio», de la novela
Desahuciados, no pude dejar de pensar en el
término «escuálidos»: muy común
en nuestros días, y cada vez que los veía en mi
lectura los calificaba como escuálidos. No voy a
negarles que, entre risas, llegue a pensar que
«Tiranushocico Demócrata» fue CHÁVEZ,y
me asustaba el hecho que este señor hubiese tenido la
oportunidad de leer este libro e introdujera esas leyes en su
gobierno. No me hubiese extrañado que un día lo
hiciera, y en cadena nacional de cuatro horas. Pudo decirnos que
había formulado tres nuevas reglas para la
Constitución: Primera.- «A quien expresara su
deseo de conspirar, instigase a terceros para que lo hiciesen,
con el propósito de fomentar actitudes insurgentes o
rebeliones contra mí, le será impuesta la Pena de
Devoramiento Vivo»;
Segunda.- «Difundir
oralmente ideas u opiniones contra mi persona o mi
régimen, es una osadía que cobraré al
infractor con la Pena de Amputación de Lengua
»;
Tercera y última.- «Diseminar, por escrito,
ideas u opiniones contra mi persona o mi régimen es un
atrevimiento que castigare con Pena de Amputación de
Manos».
¿Ustedes se imaginan si esto sucede?
Dios nos libre de semejante situación!

Cuando se habla de Política, un mar de
interrogantes navegan sobre mi mente. Yo asocio el término
«Política» con poder, no hay otra
razón para que tantos quieran formar parte de ella, sino
el maravilloso poder que la acompaña siempre,
sobre todo cuando se trata de gobernar un país y ser
nombrado «El Indiscutible».Desde hace años,
grupos de personas como los desahuciados han estado
luchando por la libertad, esa palabra de solo ocho letras, pero,
de gran importancia que significa mucho para todos los seres
humanos. ¿Cuántas «Afrodita Amelians»
han existido y seguirán existiendo en diferentes
geografías, y cambiando de género en genero? Pero,
al igual que ella: ¿cuantos han fracasado?

Que lo diga Carlos MARX, con todo su «Materialismo
Histórico», y su cuestión social. Como hay
otros que han triunfado en sus objetivos, para más tarde
decaer ante el poder y tirar sus ideales al pipote de la basura,
como ocurrió con el personaje Meghomio de la novela:
«[…] Dieciocho años más tarde, el
presidente publicó un decreto en el que anunciaba la
abolición de las elecciones en Terrado. Se
autonombró Humanuntiranus
» ¿Saben a
quién me recuerda Meghomio? Al presidente cubano, Fidel
CASTRO, quien comenzó con las mejores propuestas de la
mano de su Movimiento 26 de Julio desde la provincia de oriente
(la Sierra Maestra) acompañado de un grupo de
personas que creían en él y lo veían como el
gran «Therion», el salvador de su libertad. Los
cubanos pensaron ese era el hombre que los haría un
pueblo libre. Al fin se librarían del (c…)
Fulgencio BAPTISTA (le antecede una palabra que no vale la pena
repetir).

Pero, en la Habana los cubanos quedaron como seguramente
quedarían los ciudadanos de Terrado: con los ojos pelados,
las manos abiertas y sin poder decir ni hacer nada. Otra que
también quedo sorprendida fue AfoditaAmelians quien lucho
tanto por el Universal derecho a la Existencia Digna, y su propio
hijo terminó convirtiéndose en un déspota:
«[…] AfroditoPtteAmelians gobernó en
Terrado en el curso de más de cincuenta años de la
centuria XXI. Se hizo llamar Primer Príncipe, o El
Indiscutible
[…] doblegaría cada vez
más a los habitantes que se le resistían y los
condenaría a experimentar crueldades que, por
indignación, no narraré
[…]» El
poder siempre vence sobre la moral y más cuando se es
humano.

¿Cuántos venezolanos han soñado con
el país perfecto? A estas alturas, ya se cansaron de creer
en la honestidad: porque siempre se encargan de ensuciarla.
Pienso: ¿cómo será el mundo en el 2100?
¿Será que los carros ya no andarán por
carretera, vendrá la era espacial? ¿Todo
será virtual? ¿Ya no tendré que usar la
cocina? ¡Yuppppiiii! ¿Se acabara la
corrupción? ¿Renacerá un Juan Vicente
GÓMEZ? Con tantos avances tecnológicos, nunca se
sabe. ¿Será que encontraran la fórmula
perfecta para clonar a las personas? ¿Ya no se
necesitarán los hombres para procrear? ¿Y la
reproducción será «una acción
exclusiva de los científicos de la Casta Mayor de
Aventajados,
de la novela Desahuciados»?
¡Ojala nunca llegue a suceder!. Vale la pena aclarar que
llamamos aventajados a todo aquel que sostenga el poder,
así sea por un dedo y los medios para
manejarlo.

¿Llegara el día que nos convertiremos en
«esperpentos»? Si la situación del país
sigue por este camino necesitaremos más que un grupo de
personas para combatir y luchar por nuestro país,
pero… «[…] aún en fase
esperpéntica, puedes combatir contra el imperio de
aventajados y nuestra muerte tendría otra
significación: la defensa de la dignidad de nuestra
especie […]»Hace muchos años los venezolanos
salieron de sus casas a votar y creyeron que, al fin,
había llegado «El Hombre» (el mesiánico
que escuché decir a muchos). El cambio
«revolucionario» llegó: ¿se acabo la
corrupción, la pobreza, el hambre, ya no habrá
más niños en la calle? ¿Bravoooo!
¡Ah¡ ¡ah¡ ¡ah¡, somos felices
para siempre, al fin. Y, a los pobres terracos«[…]
les faltó malicia para sospechar que algo tramaba el
TiranushocicoDemocratta».

Nunca se imaginarían los pobres terracos que el
hombre los decepcionaría, ¡y de qué manera!
Aunque, no voy a negar que si hubo un gran cambio, pero de
peor a peor + 1 millón de Meghomios.
¡Ya se! ¡Tú eres el verdadero
Meghomio! Y, el Presidente dijo: 1.- «[…]
Rescatare de las calles a los dementes, niños abandonados,
mendigos, ancianos e indigentes» 2.- «[…]
Aboliré esas mafias institucionalizadas conocidos como
partidos políticos» 3.- «Suspenderé los
cursis, costosísimos e inútiles viajes
presidenciales» 4.- «Aboliré los
inútiles e infames parlamentos». Acabamos de ver
unas cuantas mentiras al Soberano.

¿Cuántas personas no hemos deseado un
país «libre de infamias»? Donde…
«[…] vivirán emancipados de todo lo que
duele, nunca de la palabra y la acción
». No
sé mucho sobre política, ni partidos
políticos, pero, pienso y aun tengo el libre derecho de
opinar. Lo único que espero es que nunca nadie me lo quite
porque no lo pensaría dos veces para convertirme en una
Afrodita Amelians, y lucharía por mis derechos. Espero no
se tenga que llegar a los extremos de una guerra para socorrer y
librar a nuestro país de manos de otro
«Tiranushocico Demócrata».

Señores: desahuciados somos todos los
que vivimos bajo un sistema político que no esté
dispuesto a razonar. Desahuciados aún hay en Venezuela, lo
único que no quiero ni deseo es llegar a ser un esperpento
y… «[…] si intentan imponer límites a
mi libertad de expresión lo hacen por carceleros o
prepotentes[…]»

-XXXVIII-

Acercamiento a la
ironía en «Lucubraciones»

(Edición de Universidad de Los Andes,
Mérida, Venezuela, 1994)

Por Javier Alexander ROA

Con un filoso bisturí, Alberto JIMÉNEZ URE
se sumerge en la «ironía» que expele en
Lucubraciones («Universidad de Los Andes»,
1994). Sin ninguna vacilación, describe, mediante su
rítmica poética, a «quien le acecha»
(en la Edad Media habría sido censurado por la
Iglesia, calificándolo como adorador de Luzbel: y he
ahí la confusión entre «Satanismo» e
«ironía» en la «Conciencia
Filosófica Pura»). Sabemos que, durante los
Años 80, al escritor le censuraron y rechazaron la novela
intitulada Adeptos (más tarde publicada por
Fundarte, en Caracas, 1994). Según sus verdugos,
rehusaron editarla para proteger la «Moral y Buenas
Costumbres» de los venezolanos.

Con Lucubraciones, JIMÉNEZ URE busca
librarse de las «trampas terrenales» y rescatar el
espíritu de la angustia. En la Primera Parte
(Contra Súcubo) el autor nos envuelve en la
sensualidad seductora de lo «maléfico», de la
cual escapa y se refugia en la soledad. Rechaza lo que le hiere y
atormenta, con intensa fuerza: «[…] (Maquillado)
oculto en la belleza, Súcubo de acecha/Y espera, cual
gato, detrás de una columna de edificio;/Viste, como
siempre, sus mejores ropas:/Su cuerpo se mueve frente a
mí, desafiante, una vez más./Porque cree que su
poder excede./El trampeador asume que los hombres debemos
pagar/Un altísimo precio para penetrarlo:/Ignora
–quizá- que aún transformándose en
Ella/Su poder no se instaurará, bajo artificio,
en la obscuridad./Elige el nombre de Luzbel para no ser advertido
Lóbrego,/Pero sus ojos no iluminan los caminos./Busca
maravillarme con exquisitos bailes y mediante pócimas
[…]» (Ob. cit. P. 7)

Se hace difícil evitar nombrarla, pues, a quien
se describe es a «Ella» (¿su mujer?): quien,
cotidianamente, lo espera en un apartamento para materializar en
él sus morfológicos rituales de alma
convulsa. «[…] ¿Qué hacer frente a
hechos que me lastiman/Y no tienen
alternativas?»/Súcubo me ofende, me humilla con su
calculada frigidez./En esos instantes he querido estar
definitivamente lejos/De (él) Ella, falsa diosa
que aun ni adorando al Demonio/Podría admitirla e ignorar
que me lesiona./Exhibe azules ojos, pero su belleza no oculta/Su
auténtica y abominable naturaleza […]»
(Súcubo tiene ojos azules. Ídem., p.
10)

Esa forma irónica de protestar no lo hace
sólo contra quien pareciera su pareja, sino también
contra la Sociedad (ese cúmulo de momias
endurecidas). Se lamenta a causa de los «malos
poetas» y escritores de este Siglo XX, y de los
políticos mediocres «camuflados de
académicos». Su «depresión» lo
impulsa a colocar a Dios lejos de él: «[…] Me
he quedado sin Dios:/Yo, que alguna vez fui su devoto./Me he
transformado en un hombre/Cuyo destino de sí mismo
depende./La oscuridad y el insomnio, una vez más,/Vuelven
a hostigarme y precipitar/Cuanto a otros se presentó
impío:/¿No será que debo experimentar/La
redención mediante el desencanto religioso?/¿Por
qué el Evangelio ya no es mandamiento/A seguir en este
pueril, secular y mediocre Mundo […]» (Sin
Dios.
Ibídem, p. 17)

La poesía de JIMÉNEZ URE es reflexiva,
pero carnal. Algunos dirán que el autor luce
«individualista» y «sentimental»,
propenso a lucubrar sobre lo «doméstico». Tal
vez porque alude a su esposa e hijas en la «Cuarta
Parte» del libro: «[,…] Alguna vez
pensé que no amaría de verdad:/Que semejante
(emoción) sensación psíquica/A los
frívolos correspondía. Hoy, después de
verlas,/Admito que jamás experimenté felicidad y
dolor mayores/Ante sus alegrías y padecimientos./A
ustedes, Gretell Sally y Alejandra Linssey, las amo sin
límites […]» (Mis Hijas. Cfr., p.
21)

Sin embargo, a pesar de tanta angustia y lamento, el
escritor no pierde la sensibilidad para enamorarse y ver a otra
«Hermosura Divina y Diabólica» y se rinde ante
la tentación lujuriosa que se presenta ante cualquier
mortal. La «Cuarta Parte» del libro («Tarde
Poética») es un rito profundo del Ser para
el Amor, pero «contra Súcubo», y
permitiéndole recuperar su espiritualidad. Los
anhelos, el encuentro con otra probable y nueva amante, hacen que
el autor olvide su desencanto. Aquí
JIMÉNEZ URE nos alerta respecto a otro rasgo de su
Ser: «[…] Hoy he visto más
explícitamente la delicia de tu cuerpo/Frente a mí:
muy próximo –en extremo- a resistirlo./He deseado
tocarlo cual si fuese indisoluble al mío./Hoy he recordado
las veces que te acaricié en mi alcoba,/Las ocasiones
cuando –presa de una inenarrable felicidad-/Sin cortejo
pueril falotré profundamente tu sexo./He
soñado incontables veces que,/ Luego de tenerte desnuda
bajo mi Ser Físico/La muerte podría
sobrevenirme./Pienso que no es finalmente temible ni tan real
como tu orgasmo/Y mi eyaculación: como el agua que
purifica nuestras pieles/De la contaminación de un
Universo maldito, y fuera del Mundo Sacro (Ella.
Ibídem., p. 32)

JIMÉNEZ URE rescata lo perdido de las
«garras de una mercenaria» y encuentra en otra la
«Luz Divina». Lucubraciones tiende a la
acusación, al señalamiento «de lo
mundano», a la comodidad de entregarse libre con la amante
para la consumación de lo fálico y su
santificación. Es, intensamente,
alegórico, irónico, pero igual lírico. Su
poesía logra cierta densidad con la experimentación
«semántica» y «sintáctica»
en su Lenguaje Poético, a la vez que impulsiva y
existencialista. Lucubraciones es una
«ceremonia» que devela a dos personas opuestas, el
maniqueo rostro del Hombre frente el Mundo y
sus tentaciones: representados en el «Bien» y el
«Mal».

-XXXIX-

Aproximaciones a la
Obra Literaria de Alberto Jiménez Ure

(Edición de la Universidad de Los
Andes. 
Mérida, Venezuela, 1991)

«Los filósofos más sagaces han
advertido que los hombres somos, irremediablemente, desalmados:
cuanto más ostentamos benevolencia, más ocultamos
nuestra propensión al crimen en nombre de la Justicia.
Cuanto más juzgamos a otros por sus abominables acciones,
más estamos en condición de ser castigados por las
propias. Y, en los hechos que de la Inteligencia del Ser Humano
dependieron, siempre estuvo presente la
Soberbia» 
(A. J. URE, 1988)

Por Juan Gregorio RODRÍGUEZ
SÁNCHEZ

Este libro es la «puesta en orden» de
la casa intelectual de un desordenado y
trasnochado escritor, que asoma a la cubierta como ascendiendo a
una sima. Es, también, un compendio de
«dicciones»: una selección, escogencia y
eliminación. Por tanto, lectura, agrupación y
clasificación de lo que otros han dicho
sobre «el que se asoma» por el agujero de la portada:
Alberto JIMÉNEZ URE. El autor de la selección es
Fernando BÁEZ, un joven ensayista que apenas sobrepasa los
veinte años. Publicar ensayos a esa edad es
valentía, y hacerlo sobre JIMÉNEZ URE es audacia:
pero, manifestar públicamente que lo admira es
«locura». Báez tiene la grandeza de ser
sincero con lo que cree y «con aquellos en quienes
cree». De JIMÉNEZ URE aquí, en Mérida,
y otros lugares, o «no se habla» o «se habla
mal». Esto es, al menos, lo que consciente,
inconsciente 
subrepticiamente se
nos ha hecho creer. Los que se callan es porque no tienen nada
que decir, o no saben o no saben o no tienen «los
corajes» para decirlo. Los que «hablan mal»
exhalan, por lo general, «husmos de envidia»,
 «tufos de resentimientos» o «vaharadas de
odio». Pero, vino Fernando BÁEZ y
 «violó la Omertá» (1):
reveló «el secreto» y puso de manifiesto que
sobre el escritor JIMÉNEZ URE se han ocupado Juan LISCANO,
Juan CALZADILLA, José Napoleón OROPEZA, Amparo
PASTOR Y COS, y más estudiosos de
la Literatura. Esos «otros
muchos»,  «o pocos», no sé, andan
preocupados por lo que publica y son los quienes tejen
«velos de silencio» sobre su obra, los que traman
«La Conjura de la Omertá contra J. URE».
El opus que presenta Fernando BÁEZ
rompe el silencio, deshace la urdimbre y
«saca de quicio» a los presuntos despreocupados: los
cuales se indignan, amenazan, injurian, denuestan, lo subestiman
y lo vetan en ciertos círculos. Escudándose, por lo
general, en «ideas progresistas» o
«revolucionarias» falsas o mal digeridas.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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