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La Barbarie Doctrinal de Gobierno (página 2)




Enviado por Alberto JIMÉNEZ URE



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Nadie nace signado para enfrentarse a miembros
de su especie por motivaciones raciales, a causas de doctrinas
[políticas, religiosas] que impulsan el segregacionismo,
la exclusión de unos en beneficio de [mafias]
cofradías de gobernantes y sus inescrupulosos
adhesos.

Nadie nace para propiciar o aprobar el
genocidio en sus numerosas facetas, la
persecución u hostigamiento contra quienes no inclinan su
cerviz frente a la tiranía institucionalizada de
sediciosos resguardados por tropas de enfermos mentales a la
espera de una orden para matar. Nadie nace para ser un
déspota o ser sometido a un espécimen
obviamente desnaturalizado como el tirano.

Los Derechos Humanos no tienen límites,
no son «secuestrables» o «bienes sujetos a
confiscación», «interdictos»,
«tregua», «trueque» o
«extradición». Son naturales, inmutables,
intransferibles e inmanentes al Ser Humano, a cualquier
entidad pensante que pueble el planeta, próximo o
equidistante de nuestra realidad y tiempo.

Nadie puede arrogarse una enteléquica,
transcósmica, virtual y absurda «Ordenanza
Divina» para monitorear los pensamientos, creencias y
comportamientos de los ciudadanos apacibles que respetan los
derechos individuales Del Otro que igual anhela vivir en
la paz.

Mucho menos quien emplea intimidatoria y hostilmente las
armas letales, los soldados y recursos financieros [que
determinada comunidad, tras fallida decisión, le hubiese
confiado para que resguardara la vida de todos los ciudadanos y
mantuviese en funcionamiento las instituciones del
Estado].

La Moral Aprobatoria no es presea de trifulcas,
el trofeo que sólo tiene el derecho a exhibir quien ha
participado «exitosamente» en una riña con
ventajosa alevosía provocada contra indefensos.

Todo Ser Humano tiene el derecho a pensar lo
que le plazca, a procurarse un trabajo digno para sobrevivir, a
la satisfacción de sus necesidades básicas, a no
ser perseguido, encarcelado o asesinado por disentir. Todos
merecemos ser [por nuestra condición de humanos]
médicamente auxiliados y tenemos el derecho a no ser
despedidos de nuestros trabajos por razones políticas.
Todos tenemos [tenemos, tenemos, tenemos… ad
infinitum, Derechos Naturales, inmutables.

(X)

Segunda, tercera,
cuarta […]
Naturaleza Humana

«The peace don´t need a chance,
because is the
Providence Soul: and, I sow that she will
be the
World Empire Life Center for
ever
»

Me parece inadmisible e insólito que la
Naturaleza Humana esté sujeta
-circunstancialmente- a las «convenciones» de grupos
de individuos que siempre bogarán por sus mezquinos y de
secta intereses.

Similar a nosotros, los primeros hombres que
sistematizaron el pensamiento estuvieron inquietos frente a los
objetivos y metas básicas que debían admitirse como
[indiscutibles] «inmanentes» e
«inmutables» al Ser, al «Ser
Humano».

¿De dónde proceden la
Solidaridad, Respeto por la Vida, Tolerancia,
Filantropía
e ideas que promueven la
Igualdad entre las personas sino de un desprejuiciado y
límpido razonamiento?

Existe una Naturaleza Humana que es -simple y
llanamente- Inmutable, y no una comprensible
genética de la Conducta Criminal. Los hombres de
[aberrada, incorregible] torcida mentalidad aprendieron a ser
premeditados en pro de la maledicencia. Sus [acciones]
comportamientos proceden de prácticas sociales o
costumbres. Tienen un ascendiente, una matriz, un abuelo, abuela
padre y madre.

Los científicos infectos de nuestra realidad y
tiempo van, cuestionablemente, más atrás: afirman,
de modo irresponsable, que las conductas criminales pudieran ser
de naturaleza genética y apelan al inextricabilis
ADN.

En cambio, los sentimientos fidedignamente humanos son
naturales y responden a la Razón. Cuando un
individuo lastima a otro obra impulsado por
resentimientos, odios [in] fundados, por vendetta o crueldad y en
pocas ocasiones por padecimientos mentales. Lo adecuaron o
adoctrinaron para transgredir las reglas impositivas y necesarias
que nacen del Derecho Natural. Contra ello [el
Derecho Natural de los Individuos] nadie debe arremeter.
Es una obligación recíproca entre quienes cohabiten
territorialmente.

Análogo al Poder del Mando
Político
, la Propiedad «Privada» no es un
«derecho», sino una necesidad adquirida, suntuaria. Y
surgió de la incesante e indebida apropiación de lo
conquistado o construido por El Otro. La
Propiedad no forma parte del Derecho Natural,
es cierto. No es inteligible que se le atribuya, a un
concepto o entelequia denominada
Nación, a un individuo con eso que
fallifinimos «personalidad jurídica»,
indiscutibles derechos de propiedad. Ya, de hecho, el vientre
materno es tránsito: estancia finita y
embrionaria.

Ninguna mujer es «propietaria» de cuanto
engendró en el interior su cuerpo y expulsó en
parto hacia otro ámbito igualmente ajeno, donde el
vástago proseguirá su crecimiento hasta
desarrollarse y quizá reproducirse.

Sin embargo, en el pandemónium que heredamos como
forma de organización social, la Propiedad por
«Privada» entendida o admitida es el más
aceptable de los instrumentos conceptuales con los cuales cuentan
los mortales para resguardarse junto a sus familiares o vecinos
con derechos y deberes ciudadanos [mi postura es contraria a la
de Pierre Joseph Proudhon, 1809-1865, al cual sólo adhiero
cuando expresa que «la Libertad es inviolable y que no
se puede vender ni enajenar
»]

Tampoco la búsqueda del Poder del Mando
Político
es un Derecho Natural, sólo
una vulgar necesidad de dominación. No es cosa
«privada» en manos de quien lo [usufructúa]
ejerce fraudulenta o legítimamente previa
convención organizacional-social.

Cuando, desde la Antigüedad, los
pensadores intentaron darle rango científico al
«Método Filosófico» se condujeron bajo
la presión del ultimátum. En las sociedades que
tendían hacia la «Modernidad», fue gradual y
progresiva la ilustración de los ciudadanos. Y los
infectoambiciosos necesitaban de los discursos e
inferencias doctas para que legitimaran su maledicencia y timar
[¿lícitamente, acaso?] al vasallo.

Salvo excepciones más propias de la estrategia
que del temor al Vulgo, a los déspotas siempre
les ha inquietado la apariencia. En todas las épocas, la
instauración del Despotismo ha requerido de
maquillajes. De lucubraciones en redor de una supuesta
Segunda, Tercera o Cuarta Naturaleza Humana,
que [obscenamente] apela a la «Soberanía y Bienestar
del Pueblo»: desdoblada en el Tirano, en el
Estado-Nación que es Él, sin
[discusión] confusión posible, sin
discernimiento.

A diferencia de la Propiedad «Privada»,
nadie experimenta resguardo ni usufructo bajo un gobierno
despótico
. Ni siquiera quienes lo arengan para lograr
determinadas prebendas: una mayor ración de alimentos o
confort. Siempre padecerán al que los intimida y mantiene
como malabaristas encima de una endeble y floja
«cuerda» atada a dos columnas estructurales, porque
el vasallaje no es cosa distinta a una llaga purulenta
según la percepción que del ciudadano a veces
oculta y en otras ocasiones expresa sin pudicia el
tirano.

Cuando los déspotas sonríen a sus
aduladores no pierden de vista a sus regimientos, las cachas de
sus armas personales de guerra y se aseguran de aprovisionarse de
suficientes portabalas.

En pleno desarrollo de la Civilización,
la Propiedad Privada es prescindible: empero, aún
más sin la [fétida, oprobiosa, fraudulenta]
Institucionalidad Gubernamental. Podríamos vivir
sin bienes de fortuna, billetardos, inmuebles, sin tropas o
jefaturales [que son distintos a sabios ductores].
Podemos vivir en naciones demarcadas, sin la vastedad que
inspiraban los infinitos territorios y zonas costeras que
transitaban los nómadas [esos que recurrían a la
pesca y caza sin establecerse], pero no sin la Razón
Inmutable
que nos emancipa auténticamente y nos
guía. La Naturaleza de los entes
reflexivos
es una sola e interpelable: humana,
bienhechora, civil.

Gobierno, [ese] especialmente despótico,
fórmula dolosa de ocupación de la Conciencia
Lúcida y Libre
.

(XI)

Agenda del
Despotismo

«Absurdamente, con tus decisiones, pareces
amar a quien, a través de su infinita crueldad, lastima
tus sentimientos y quietud: enmascaras el
Gran Terror
que no ceja de infundirte esa Bestia que te advierte
presa del
Síndrome del Digno y
Apacible»

Es falso que los tiranos no necesiten de las
organizaciones políticas. Entre ellos, hay quienes
vociferan que sólo son apéndices extirpables. Los
¿gobiernos? o regímenes ilegitimados o
despóticos tienen asesores que les idean y
redactan agendas cuyas ocultos propósitos no pueden ser
dilucidados por la población inculta e iletrada. El tirano
requiere de un lapso de incubación, de enmascaramiento.
Querrá alcanzar, obstinadamente, el Poder del Mando
Político
: pero, maquillará una intencionalidad
en estado de hibernación.

Durante su campaña publicitaria para merecer el
Poder del Mando Político, el déspota se
desdoblará en el color de la vestimenta que sesudamente le
confeccionan los expertos en Propaganda. Se
presentará ante su [acorralado] desesperanzado
Vulgo como un intachable y recto individuo: respetuoso
de la Constitución y Leyes vigentes. Los
días del pueblo estarán en «fase
mortuoria» porque le aguarda la sepultura
«revolucionaria» con antelación,
alevosía y diligencia cavada.

Promulgo [eyecto] la palabreja
«revolucionaria» por haber sido la más eficaz
entre las empleadas por quienes han desmembrado o desfigurado las
funciones de mando durante centurias. No es probable entender lo
que significa una «Revolución» sin la
presencia activa de criminales que la motoricen. En versos [por
admirar el estilo escritural de algunos filósofos de la
Antigüedad], al amanecer del Siglo XXI
escribí un enunciado poético que ilustra mis
inferencias:

[LA VERDADERA

Emancipación

DEL Hombre]

Qué pena, que la «Revolución»
no sea Liberación:/Que no materialice la
abolición del miedo,/Que no permita el
imperio de la hermandad
y librepensamiento,/Que
estimule la persecución oficial de los
disidentes,/Que no vulnere la igualdad ante
la Ley,/Que no consagre el acatamiento de los
Derechos Humanos,/Que no logre que todos
cohabitemos y vivamos felizmente

en paz,/Que no luzca como el sacudimiento
de lo socialmente pútrido/
Y la redención
de los individuos
[…] Qué pena que la
«Revolución» no sea una auténtica
Revolución/E instaure una república sin
demarcaciones territoriales:/Sin exclusiones de opositores,
racismo, miseria,/Sin Pena de Muerte, torturadores, Terrorismo de
Estado y Judicial,/Sin segregados a causa de credos o
ideologías
[…] Qué pena que en el mundo
la Revolución/Haya históricamente devenido
en la santificación del genocidio y el crimen
político:/
Que no sea un suceso
odorífico e hieda/ En cualquier lugar
donde se dicta […] Qué pena que la
«Revolución» esté condenada/A ser
perpetuamente una utopía […] Qué
pena, para la Revolución, que yo sea un
incómodo y verdadero revolucionario:/Alguien
persuadido de que la auténtica emancipación de los
expoliados/Empieza en su conciencia para adquirir forma
suprema/Con el mayor cúmulo de Actos
benévolos
que ejecute,/Jamás con los que
simbolicen la destrucción, el asesinato
y pauperismo.

Los mentores del potencial tirano
utilizarán fascinantes recursos tecnológicos como
La Internet, transmisión de imágenes y
sonidos satelitales y todavía los nada despreciables
medios impresos para presentarlo como una «preclara»
opción política.

A esos maquiavélicos asesores les urge
transformar la mentecatería del «Prometeo»,
convertirlo en un maestro de la oratoria ofensiva contra la
institucionalidad que se quiere [corregir]
«adecentar».

El candidato repetirá que ama al Pueblo,
que finalmente «perraje de sufragio». Logrará
persuadir a la mayoría ignorante que suele votar impulsada
por la Propaganda.

Será investido y sentará su fétido
trasero en la Silla Presidencial. Desvirtuará la
autonomía de los «poderes públicos»,
derrochará, malversará y robará la riqueza
nacional, perseguirá, torturará, asesinará o
encarcelará a sus detractores. Develará su oculto
patán, su odio y pillería, empero tendrá
trato de «Dignatario» y a quien se le ocurra
ajusticiarlo lo llamarán magnicida.

¡Que magnanimidad ostenta la escoria con Poder
de Mando Político
!

Admitirá, con soberbio descaro, su vitalicia
crueldad y oprobio que legitimará con la mascarada
clásica o la simulación de elecciones libres en las
cuales quienes sufraguen tendrán la garantía del
«voto secreto».

Bajo el Despotismo, nadie es salvo de balas que
no son de salva. Nadie es salvo del hostigamiento. Todos son
defenestrados para convertirse en rehenes de cuartel por
órdenes del Tirano, y forman –aterrados-
filas para su factible fusilamiento: cuya suspensión
está condicionada.

A todos se les advierte que son reos de una
tácita Pena de Muerte. Vivirán, aun cuando
sea precariamente, si el Jefatural de Estado no se enoja
con ellos. La adhesión al Despotismo es el camino
a la Vida, su detracción la gruta hacia la
Muerte.

(XII)

El Poder y sus
perversiones

«Hubo un admirable imperio que no lo fue tras
diseminar cadáveres por el planeta, a cuyos vestigios
doctrinales adhiero: sus vasallos eran tratados como parias
porque habían sido persistentemente expatriados,
crucificados por quienes portaban instrumentos letales y purgaban
sus instintos criminales en los coliseos de los
monarcas
»

Es difícil que alguien [no borrego]
reflexivo tenga una buena opinión de la praxis del
Poder del Mando Político. Es la práctica
más [merecidamente] fustigada en el mundo,
situación que se presenta con mayor patetismo y
enmascaramientos en naciones donde no se respeta lo que se conoce
como Estado de Derecho: donde sus presidentes son
interpósitos [títeres o bellacos] del
Despotismo Ése, el Antropomórfico
[fantasmal monstruosidad, sin auténtica
«personalidad jurídica» ni misericordia:
Ése –repito iracundo- siempre deplorable y A
la Humanidad Lesiva
.

El «poder del mando» es perverso porque
sólo lo buscan, ávidamente, quienes tienen
inclinación y placer por lo abominable. Quiero enfatizarlo
con vehemencia: que es nocivo por la perfidia irremediable de
quienes lo ejecutan sin probidad ni nociones morales.

Todos lo codician y ninguno quiere merecerlo. Como
fuere, lo relevante es conseguirlo. Los forajidos no anhelan que
les sea dejado a su buen resguardo por haber acumulado
méritos o a causa de sus virtudes ciudadanas. Están
[esa peligrosa casta de Ellos] dispuestos a tomarlo y
retenerlo mediante la Violencia y el Crimen. El sufragio,
consenso o la encuesta sólo son ridículos
antifaces. Los timadores del ámbito político no
capitulan por presiones de la denominada Voluntad
Popular.

Infaustamente, la Concesión Tribal de la
Responsabilidad del Mando
ya dista mucho de la toma moderna
del «Poder», ello por cuanto en las organizaciones
tenidas por primitivas los hombres no administraban
próceres impresos: no comandaban regimientos apertrechados
con armas de tan inimaginable [letalidad], ni manipulaban
computadoras que les asegurasen triunfos electorales o
intimidaban mediante medios de comunicación universales al
incauto y aterrado Vulgo de la [Post]
Modernidad. En nuestra realidad y tiempo, con ceremonias
vico-militares de sufragio o efemérides
obscenas, conferimos el «Mando» a sátrapas que
pujan por el [la involución] movimiento
entenebrado del mundo hacia el [La Hecatombe
Última
] la extinción de nuestra especie, los
ecosistemas, La Vida [con mayúscula]

En las tribus, el «Mando» era otorgado al
más sabio y anciano entre los hombres. En nuestras
sociedades, el más hábil [timador]
fablapústula o los más violentos logran
que se les conceda constitucionalmente [aun cuando luego no
acaten ni hagan respetar las leyes que rigen en los países
donde gobiernan]

En nuestras naciones, donde todavía se promueve
–absurda e ingenuamente- la adoración a las efigies
de próceres que fueron genocidas, la
ejecución del «Poder del Mando
Político» está plagada de perversiones
administrativas y violaciones a los Derechos [que como
pertrechos bélicos miran] Humanos.

En el Escorialmundo, las «Razones de
Estado» son las de los grupos de saqueadores que
están frente a las instituciones públicas. La
consecución del Poder [con mayúscula y en
cursiva] es la llave de acceso al Tesoro Nacional, que
para ellos es el máximo botín que
arrebatarán a sus verdaderos dueños: al
Pueblo. Apropiación fraudulenta que les
servirá para la pueril y ostentosa de insospechados
placeres y la que presumen sempiterna opulencia que
legarán a sus legiones de vástagos adoctrinados
para continuar con la usurpación de investiduras
oficiales.

Entre las perversiones del Poder están
igual la retaliación totalitaria con motivaciones
[¿ideológicas?] batardas, la destrucción
física o psíquica del otro
al cual se le tiene
por opositor. El «Poder del Mando Político» es
el máximo galardón que aspiran los menos
[aptos] inteligentes o probos, esos que [desde su
infancia] se plagaron de frustraciones y cometieron actos
repudiables en el curso de edad adulta.

El Poder es una pócima que produce
adicción. Quien la prueba no quiere dejar de tenerla a su
alcance. Por ello presidentes, gobernadores, ministros, alcaldes,
concejales y diputados –o como se les antoje llamar-
quieren perpetuarse en el ejercicio de sus [funciones]
«cargos». El Síndrome de Abstinencia del
Poder del Mando Político
es tan terrible que Los
Ex
se esfuerzan, con obcecación y hasta homicidios,
por retornar. El infectoambicioso obtendrá
[abrupta e ilícitamente] dinero y reputación pero,
igual, culminará en un hospicio o sepultura.

(XIII)

El
«Racismo», «Segregación» y
«Genocidio» post modernos

«Intenta cuestionar la legitimidad de mi
presencia en el mundo y mi librepensamiento,
entonces no dudaré que urdes segregarme
o exterminarme bajo la Doctrina del
Racismo»

En materia de «Racismo»,
«Segregación» y «Genocidio», el
advenimiento del («postmoderno») Siglo XXI
despertó una infundada esperanza en millones de habitantes
del Planeta Tierra.

En algunas naciones, donde el desprecio hacia el otro
por su raza estigmatizó a los ciudadanos, las conductas
racistas disminuyeron fáctica y exponencialmente (caso
Norteamérica, donde, por primera vez, un
blackman fue electo Presidente de esa
república).

Pero, insólita y oficialmente, en otras como
Venezuela, de población
«plurimestizada» o «mulatizada»
(multiétnica), tales comportamientos han
comenzado a ser promovidos por quienes capitanean ese
«estilo de gobierno» chatárrico y
monstruoso
«Revolucionario-Bolivariano»: mal
parido durante las postrimerías del Siglo XX, y
que dudo pluguiese a personas civilizadas del mundo.

Es explícita la instigación
«revolucionaria» del «Racismo»,
«Segregación» y «Genocidio» en
nuestro sudamericano país, cuando, trajeado de combatiente
y rodeado de apertrechados soldados, el máximo agresor o
jerarca de este (a causa de sus dolarfagos y mercenarios
hijos) preterido territorio esputa lesivas calificaciones contra
sus detractores. Sólo por disentir millones de
seres humanos somos sistemática y alevosamente fustigados,
excluidos y declarados «objetivos militares» por las
transnacionales turbas de dolarfagozoarios que nos
definen como «escuálidos» u
«oligarcas». Los «revolucionarios»
sienten regusto torciendo e invirtiendo el auténtico
significado de las palabras. Acusan de «oligarcas» a
hombres y mujeres de las clases sociales
«media»-«baja» que se mantienen en
legítima resistencia frente un oprobioso y de corte
neo monárquico régimen. Volitivamente,
enmascaran a los soberbios predadores del Tesoro
Público
que gobiernan sin respeto por los
«Derechos Humanos» y semejan a jeques
bituminosos.

Infortunadamente, lo que el vulgo «iletrado»
(«analfabeta funcional») ignora es que el
«Racismo» es una doctrina antropológica o
política: y, por ello, premeditada pendencia. Si,
de pendenciero y genocida: por cuanto, en el
curso de esa especie de reedición del Siglo de Las
Luces
que debería ser el XXI (por sus
avances científicos, humanísticos y
tecnológicos), el vocablo «Genocidio»
amplía su acepción. También es
exterminio la destitución masiva de trabajadores
de la Administración Pública o Empresa
Privada
(en cualesquiera lugar) por su «raza» o
«creencias» y hasta «condición
social» (que fuese un indocumentado, por
ejemplo).

(XIV)

«Fábrica de
Pobres»

«Escucha las quejas y anhelos de los
ciudadanos, mira dónde viven felices o con penurias
(…) Qué mueve la existencia de esas personas en
materia política, religiosa o laboral (…) Luego, si
de ti depende sus destinos en la
Sociedad de Civiles,
reflexiona por qué impulsas la Filosofía
de la Fábrica de la Miseria»

Salvo que haya sido providencialmente investido del
«Don del Conocimiento Apriorístico», nadie
puede calificarse como «revolucionario» sin saber
qué significa serlo y quiénes fueron sus
predecesores más difundidos en la Historia de la
Civilización.
Hoy, idéntico a sus días
de parto, la «Revolución» deviene en
histerismo: aparta la Inteligencia y Moral de su
humanístico y auténticamente originario Manual de
Procedimientos de Catequesis.

Con el advenimiento de la
«Ilustración», los ciudadanos franceses y
otros del mundo -que pretendían transformaciones sociales
en pro de los «Derechos Humanos»- súbitamente
advirtieron que quienes los gobernaban eran monarcas (es decir,
tiranos). E irrumpieron en el ambiente de la
«Ilustración» Maximilien De Robespierre y
Georges Jaques Danton, inicialmente inspirados en la Tesis
Nihilista
del fisósofo alemán Friedrich H.
Jacobi (Siglo XVII)

¿Qué propugnaban aquellos hombres?
–La «Libertad», «Igualdad» y
«Fraternidad» entre los ciudadanos. Hoy luce
sospechoso que durante la escritura de su slogan
fundamental hubiesen olvidado o subestimado el vocablo
«Justicia».

Quizá por ello degenerarían e
impulsarían el más cruento genocidio (mediante la
guillotina) jamás conocido en nombre del pueblo y
la «Revolución» que inauguraban y
presidían. Paradojalmente, no hubo revolucionario que no
fuese decapitado porque nadie puede impunemente defecar encima de
quienes le han conferido el mando.

En la «Fábrica de Pobres» en la cual
devinieron todas las revoluciones en trescientos años,
cada cierto tiempo todavía florecen déspotas que
(tras dotarse de armas letales) se diseminan por nuestro infausto
planeta: por supuesto, tácitamente enmascarados de
«progresistas» timan a quienes por su
situación de iletrados propenden a ser arreados similar a
rebaños de ovejas.

A nadie que ejerza, con sensibilidad y sabiduría,
el poder del mando (y que se sienta afligido por las penurias de
su pueblo) se le ocurriría someter a obsoletos estilos de
vida anclados en los siglos XVII-XVIII-XIX y principios
del XX a los ciudadanos que lo hayan elegido para que
los gobierne. En la Historia de la Humanidad, las revoluciones
«Francesa», «Rusa» y «Cubana»
no son cosa distinta a registros de abominaciones.

Los ciudadanos del mundo experimentamos, maravillados,
logros del Intelecto como la «Internet»,
«Clonación de Especies»,
«Aerodinámica», «Medicina Curativa y de
Prevención», «Pensamiento
Filosófico», «Imaginación y
Creación Literaria o Artística», estatutos
nacionales e internacionales por la «Defensa y
Promoción de los Inalienables e Inmutables Derechos
Humanos» que no admiten disfraces o presentaciones
fraudulentas.

A todo gobernante instruido se le está prohibido
enmascararse, mancillar la Constitución y Leyes del
territorio a su cargo o mirar con aires de superioridad
a su prójimo. Debe experimentar una especie de sacra
obligación de auxiliar a las víctimas de los
criminales que se colocan el antifaz de «progresista»
o «revolucionario»: esos, sempiternos, cuya urdimbre
maligna no cesa. No fomentará el odio entre los
ciudadanos, ni exigir ciegas adhesiones o tramar perjuicios
contra sus detractores políticos. George H. Sabine nos
advertiría que «en el Estado Libre la Ley y no el
gobernante es soberana» (Historia de la Teoría
Política. Fondo de Cultura Económica,
Bogotá, 1976. P. 278). Por mi parte, he irreversiblemente
creído que mi peor enemigo es aquél que se
enmascara cuando tiene que mirarme a los ojos.

(XV)

La
distorsión conceptual del vocablo
«Burguesía»

«Miles o millones de seres humanos
mueren para que un sátrapa auto-investido de
iluminado, de Ba o Baal (por no se sabe cuál
Providencia) distorsione la
Historia Política y
el
Conocimiento Científico y se afiance
ilegítimamente en funciones de
mando
perpetuus»

Qué mejor caracteriza o «estigmatiza»
a los autócratas que una proverbial ignorancia y
formulación de Interdictos de la
Meetingmediática
[1] Ciertamente, son
arquetípicos en nuestro (sudamericano)
Ultimomundano continente. Fabladores que no
estudiarían la Historia de las Ideas
Políticas
(de George H. Sabine, por ej.) para
formarse, sino para intentar la resurrección de la
Doctrina Necrófila [2] que mantuvo en zozobra a
los hombres y mujeres durante el Bajo Medioevo a causa
de los terroristas con mando. Es decir: los monarcas en ejercicio
y los reyezuelos que «estaban por venir» [3] o
«por cometer» Crímenes de Lesa
Humanidad
para superar las abominaciones de sus predecesores
en funciones de gobierno. Triste tradición, irreparable
hábito de codiciosos.

A sus neo-súbditos, enajenados a causa de la
abusiva y distorsionadora propaganda oficiosa, no cejan de
fomentarles iracundia contra la «Burguesía».
Empero, a esas víctimas del babequio adoctrinamiento de
naciente siglo, pregúntenles: ¿qué asunto es
«eso» de «Burguesía»? Que expresen
contra cuál (inanimado o no) objetivo, grupo o
imponderables ideas a gritos los instigan para que viertan odio.
Acaso, ¿saben esos vasallos que los apologetas de guerras
civiles están empujándolos a criminar al
prójimo para luego justificar asesinatos de indefensos?
Advierten, realmente, ¿que los profesos de la
meetingmediatinesca y enjuta Doctrina
Necrófila
buscan el derramamiento de la sangre de sus
detractores con propósitos de opresión
(mercenaria) miliciana?

En primer lugar, es necesario advertir que la extinta y
distorsionada «Burguesía» fue un
fenómeno social-comercial acaecido en el curso de la
Edad Media (s.s. V-XV) Estuvo relacionado con las
iniciáticas pretensiones emancipadoras de habitantes de la
eurocéntrica Germania que, pacífica y
lícitamente, buscaban marcar distancia entre ellos y los
feudatarios convirtiéndose en independientes productores
del campo y hacedores de artesanías. Es decir, nada
vinculado a las organizaciones aborígenes del
Ultimomundano [4] durante el mismo
período.

En Burgos (burgus, Latín y
burgs germano), fue una fortaleza edificada por nobles
feudales para vigilar los territorios en los cuales laboraban
comerciantes, artesanos y productores en franco proceso evolutivo
de la Pre-modernidad. Igual se le llamaba
«Burguesía» a toda circunscripción
política que estuviese bajo los dominios de la estirpe de
jefaturales mayores (equivalente a los «caciques»
caribeños, señores de vasallos con taparrabos o
guayucos cachifollados sin piedad ni
capitulación)

A los oprimidos de este tiempo de ruido
ultimomundano (a esos asalariados a los cuales
cachifollan los jerarcas que imponen lo peor de las
ideologías caducas, como el marxfalazcianismo),
se les platica y obliga a rendir culto al «Neo-señor
de Vasallos» que puede exhibirse con manteos plagados de
charreteras o también con gala no castrense ni miliciana.
Y se les dice que la «Burguesía» es la
culpable de su miseria, aun cuando los majaderos que los humillan
sean quienes administran dispendiosamente los recursos de la
nación a la que pertenecen y actúen como
súper privilegiados.

Si tuviésemos que trasvasar los tiempos de la
germánica burgensis, entonces serían los
cófrades de estos gobiernos «de alaridos
canallescos» que padecemos (ellos, sólo
ellos) los auténticos «burgueses»:
porque directa o indirectamente son los usurpadores de las
finanzas e industrias, porque son feudatarios o dueños de
facto que fingen dictar la abolición de la
«propiedad privada» a favor de los desposeídos
(la cual, de hecho, pasa de la «confiscación»
hacia la eufemística «apropiación
indebida» de bienes inmuebles o medios de
producción)

Son «autócratas» o
«autocrápulas», no importa cómo se les
invoque o recuerde según las adhesiones o
antipatías: se auto invisten de «Señores de
Vasallos» y ejercen sin límites, y tuercen los
conceptos que la historia registra, y se sienten deidades
religiosas. Excepto ellos, «nihil is sacris». Son los
sacrosancta «en concierto» y
«gavilla» para universal e impunemente delinquir. Y
sus malas testas gritan a los plebeyos que hay una
«Burguesía» culpable que deben extirpar. Y lo
aseveran con premeditación y alevosía, cuando ya
hace siglos quedó extinta. Profanan su sepultura para sus
rituales necrófilos.

Está explícito: el individuo no propenso a
ciegamente adherirse a teologías, ideologías o
doctrinas de cualquier índole no es un tácito
burgués o burgrave («conde de villa»,
en la ya fósil Burgs) Que el vocablo
«Burguesía» haya trascendido y tenga la
acepción de «grupo económicamente
bienaventurado». Si de ese modo lo decidimos los no
anglosajones,
dándole otra significación, no
connota un hecho delictivo. Pero, no es discutible que burgus
idem mortis est.

(XVI)

La sempiterna y
manipulada plebe

«La Humanidad periódicamente
me crispa cuando, frente a la pendular reaparición del
incorregible
Trux Troglodyta Perpetum que ha de lastimar
a los benévolos, elige vendar sus
ojos»

Históricamente, nada más deprimente que el
timo «en grado de continuidad» haya tenido por
objetivo fundamental a los desposeídos: quienes, de
esclavos, pasaron a caricaturescos «hombres libres»
llevados a palcos para aplaudir a sus opresores o purgar sus
pasiones mirando barbaridades (como sucedía en los
coliseos, del Latín «colisseo»,
anfiteatro para espectáculos públicos de la Roma
Imperial)

En La Románica, se usó el vocablo
latino «plebs» para encasillar a quienes conformaban
los grupos económica y políticamente más
pobres. A los cuales, la infamia dicta, se les
tenía por «villanos» o forajidos de villa. No
distorsiono nada. Prueba cuanto afirmo la trascendida
expresión «plebeyez» (cualidad de
«malviviente») Los más pobres, o
«marginales», han sido los destinatarios de la
maledicencia entre los pleités: o, mejor los
defino, entre los proclives a la riña por «la
dominación del otro» y a los cuales los intimidados
tuvieron que ofrendar pleitesía o
rendición.

No es sabiduría de «peripatos» (paseo
cubierto para discípulos platónicos en el
Lykeios, sitio de Apolo) sostener que la nada
novísima «división de clases sociales»,
y consecuentemente «división del trabajo», ha
mantenido inmerso en formaldehido a ciertos privilegios de casta.
Son intocables, por ejemplo: A.- Los militares (que no
suelen ser cultos ni adhesos de La Civilización) B.-
Los industriales o empresarios, plegados a
quien temporal y fortuitamente gobierna.- C.- Los
soberbios
de la Meetingmediática, expertos
en el fraude y arte de timar, que logran ser elegidos por la
Nación para ejercer los máximos cargos de
conducción política y administrativa del
Estado mediante actos de Gobierno. Los
aduladores que dan sentido al cortejo de sumisión funesta,
esos que se auto infligen el «¡Ave Cesar,
morituri te salutant!»
[5]

Es doloroso advertir que, aun cuando no sea obviamente
plausible, durante el Alba del Milenio XXI-XXXI
todavía persistan individuos que –dotados de
carisma- se «hagan del mando» por encima de los
benévolos y cultos: siempre avasallando a La Plebe
Sempiterna,
tras agavillarse con los castrenses: e igual con
los financistas y vándalos de
mercenariazgo.

En un hipotético plató, en cuya
didáctica «puesta en escena» el que nada posee
acepta bromear con quien lo gobierna para luego darle la espalda,
y que consuma un sesudo apotegma shopenhaueriano, la
moción del espectador debería ser que el jefatural
exija la misma y severa responsabilidad social a su conducido:
para fortalecer al Estado y no pervertirlo mediante el bochorno,
dispendio, la extorsión al ciudadano, bacanales circenses
con dineros públicos ni las «paradas
militares» que no tienen propósitos distintos a la
intimidación contra los ciudadanos.

En el Primermundano (donde los jefaturales de
Estado rara vez abusan del meetingmediatinismo
que tortura la psique del Vulgo) se percibe una lenta
abolición de la morbosa, lesiva y aparencialmente
irreparable discordia entre mandatario-gobernado. Ello no
significa que me halle conforme: el Ideal de la Sublime
Civilización non consumatum est
[6] Allá y
aquí, en El Naciente y Poniente, las
armas de guerra y pendencia económica-ideológica
persiste.

(XVII)

La Arbitrariedad
de Comandancia

«Aun la Inteligencia Mayor puede ser
seducida por la
Tesis de la Legítima Arbitrariedad de
Comandancia, sin ser necesariamente compensada con la
porción del botín que los despóticos
reservan a los mercenarios del ambiente
político»

Durante muchos años (décadas de los
años 70, 80 y 90, S. XX), mediante
artículos de opinión, numerosas veces
enfrenté a reyezuelos que actuaban sin respeto por la
Constitución y Leyes (lo hice en la extinta
«Página A-4» Editorial de El Nacional
y en El Universal de Caracas, entre otros diarios).
Cuando evoco aquellos soberbios y deplorables comportamientos de
los políticos, todavía experimento cierto enfado
porque siempre he guiado mi existencia conforme a lo que en el
mundo se ha consagrado como «Institucionalidad» y
«Estado de Derecho».

Aun sin ser jurista sino escritor, siempre he sentido
regusto por el estudio y análisis de los preceptos
constitucionales y las leyes. Me gusta la Filosofía
del Derecho.
Por ello, admito que me parece confusa la
redacción de algunos párrafos de la
Constitución Venezolana de 1999, la
«Bolivariana». Empero, en general, es fluida, clara:
motivo por lo cual la evocaré para dilucidar mis
tribulaciones de ciudadano.

Por ejemplo, cuando en el Art. 62
(Capítulo IV, «Derechos Políticos»)
leemos que «Todos los ciudadanos tienen el derecho de
participar libremente en los asuntos políticos,
directamente o por medio de sus representantes elegidos o
elegidas»,
es inconcebible que ciertos abogados y
jerarcas de la «Revolución» intenten torcer lo
que ello significa. Pero lo hacen.

Es obvio que, bajo la violencia y
descalificación revolucionaria
contra «el otro
o disidente» en mala hora institucionalizada, no todos los
ciudadanos tenemos el descripto «derecho
político». Prueba de ello es que, en algunas plazas
importantes de Venezuela, sólo los activistas de La
Chatarra
o «Revolución» pueden caminar y
departir si2__€riesgarse a ser apedreados o
abaleados.

Irrespetando la Constitución, el Supremo
Jefatural de La Chatarra o
«Revolución» designa ilícitamente
«virreinas» o «virreyes» en
jurisdicciones irrespetando la voluntad
«¿soberana?» del Vulgo. Los
auto-investidos de «revolucionarios»
legitiman infaustamente la inconstitucionalidad bajo el alegato
según el cual un líder y Jefatural Supremo puede
ejercer la «Democracia Directa» no estatuida en la
llamada Carta Magna.

Los forajidos de gobiernos ilegitimados por sus
conductas despóticas cometen, lento, sus abominaciones
para lucir más eficaces en la praxis de la
prevaricación y criminalidad. El «maquillaje
caciquesco y revolucionario» de los preceptos
constitucionales
socava, explícitamente, el
«Estado de Derecho». Me apena que personas talentosas
e incorruptibles se erijan, en mitad del «Caos
Revolucionario», en máximos expositores de la nada
novísima y torcida corriente jurídica que santifica
la Arbitrariedad de Comandancia. En el curso de la
Revolución Francesa, también de
Robespierre se afirmaba que era «incorruptible». Y
nadie diría que no tuvo un cerebro
privilegiado.

(XVIII)

«Dignidad» de
«Patriarca» y «Patraña» de
Corrupto Ultimomundano

«Cuando hayas muerto, soberbio, no lo
divulgues a tus víctimas: porque, en vez de acudir a la
ceremonia de tu sepultura para esputar encima de tu
féretro, irán al Despacho del
Demonio a
notificarle tu deceso»

Lo que inició como una «Dignidad
(Papal) de Ecclesiae», allá en los confines
de un tiempo ya extinto, otorgada por la suprema autoridad
religiosa de quienes heredaron la Doctrina de Cristo, el
«Patriarca» trasvasó el concilio de templo
para constituirse en sistema de gobierno
(«Patriarcado») en los numerosos enclaves. Por sus
experiencias o sabiduría, las comunidades acogían
como mandatario al «Patriarca» en las jurisdicciones
territoriales.

Ex aula, mi convite es para que el lector
reflexione respecto a lo denigrante que (ya en el curso del
Postmoderno Siglo XXI) lucen quienes aspiran ser vistos
como «patriarcas» en el Ultimomundano. El
«Patriarcado» devino entre la vertiente de los
prelados y la organización social
política primitiva:
de hecho, ambas incuestionables.
Hubo el «patriarca» al que se le había
conferido una «Dignidad» religiosa, empero que no
incluía gubernatura; y, el otro, de impronta nada
mística: al cual se le obedecía por su sapiencia,
honorabilidad y senectud.

Preguntemos: ¿en qué venerable asunto
podría parecerse el «Corrupto
Ultimomundano», cuya «patraña
propagandística» consiste en ser socialmente
admitido como un «Patriarca», al histórico que
le fue conferida una «Dignidad»?
¿Cuándo universalmente se santificó que los
dispensadores de improperios, amenazas, ilícitos
encarcelamientos y miseria son «dignos»?

Tan cretino fue Aristóteles cuando, tras la
muerte de Alejandro, se auto desterró [7] temiendo ser
juzgado por «impiedad», advirtiendo que su muerte
sería la segunda más grave contra la
Filosofía después de la infligida a
Sócrates [8], como el bárbaro de este tiempo que
representa a la «Institucionalidad del Estado» con la
efigie de un monstruoso reptil que se le parece. Entre el primero
y el otro, adhiero al filósofo sólo por su
portentosa frase siguiente: «ex nihilo
nihil»
(nada puede existir donde nada hubo)

Un pensador de gran talento enfrentó la cicuta y
otro también admirable exculpó su cobardía
alegando, curiosamente, que la disciplina mayor de la
Humanidad experimentaría una segunda muerte si
encaraba (como lo hizo Sócrates) un juicio por
«impiedad».

Entiendo que no es fácil que los ciudadanos
desacaten los «infames actos de gobierno» cuando
proceden de sujetos que se sienten «patriarcas»,
siempre rodeados de sus «patricios» que le aplauden
toda estupidez y propósitos criminales: algo similar a
mercenarios civiles o militares en incesante ejercicio
adulatorio. La Postmodernidad hace rato está
exigiéndonos la disolución del
Tótem y el Tabú. Toda
demarcación territorial o psíquica tiene un
traspatio que le es inmanente.

Admito tres figuras «adversarias», y dos son
tumultos: Luxfero, Las Bestias y Los Demonios. El primero ilumina
el firmamento para que percibamos los cuerpos celestes, los
senderos, pastizales y arbustos; los segundos carecen de
dimensión intelectual y simulan que son investidos de
malignidad metafísica
para ejercer dominio sobre los
benévolos; y los terceros son horrendas figuritas de
palco, en una especie de plaza de lidia donde jamás
indultan a ningún animal racional o no. Es decir: nada
distinto a corrompidos, insolentes y caducos
«patriarcas» que eyaculan cuando hacen daños
que (además) convierten en shows.

(XIX)

La provecta y
fatídica «alienación»

«Salvo que sean ideas accidentalmente
apriorísticas, nada irrumpe en el intelecto sin
descender de una
pro intencionalidad: por cuanto es
irrefutable que el
Ser deviene»

Durante los procesos políticos donde los
siniestros (Lat. «sinistras») no gobiernan,
la «alienación» suele ser un persistente tema
para pláticas contra los «diestros» (Lat.
«dexters») En claustrofalaces, bares y los
café, la pandemia de intelectuales autodefinidos
«progresistas» los acusan de ser los ideólogos
de la «opresión» y «miseria» de
los pueblos ultimomundanos.

En tertulias de academia, al demócrata exento de
inclinaciones pendencieras se le dice que fue manipulado mediante
propaganda «engañosa» por quienes urden a
favor de la «Doctrina Capitalista». Frente a las
«salvajadas de los pudientes», ese ciudadano
habría perdido su «identidad» y jamás
pensará ni actuará conforme a la naturaleza de su
Ser Psíquico [9] convirtiéndose en un
«alienado».

A mi juicio, y la Historia lo registra, la
«alienación» (Lat. «alienatio») ha
sido la dopamina más utilizada para adormecer o
adocenar a los individuos con la mala intención de
compactarlos en silencioso «vasallaje». Que alguien
elija definir de otra forma a esos (por mi) nada
ex-culpables, no importará: están bajo
pueril hipnosis para obedecer, y absurdamente defender, a quienes
propenden a gobernar sin respeto por el «Estado de
Derecho»

Acaso: ¿no produce perplejidad ver a hombres y
mujeres, más o menos inteligentes, más o menos
cultos, bienaventurados o no, vencidos por la
«provecta» y «fatídica» propaganda
política de adoctrinamiento? Para «adoctrinar»
es menester primero «alienar»: hacer de la persona
una víctima de extrañamiento de su Ser
Psíquico.

Importantes psicoanalistas (caso Wolff) han desestimado
el poder del «Conductismo» [10] para mantener, con
propósitos de dominación, drogada a la
mayoría de las población que se pretende castrar.
Así escribió: «Un error frecuente es
considerar la personalidad como una especie de sistema fijo,
parecido a un reloj: pero, estando relacionada con el crecimiento
y desarrollo, su constancia acaece en períodos
limitados»
[11]

Pienso que ese razonamiento podría aplicarse
igual para entender las conductas de quienes son niños,
púberes, adolescentes y adultos. En descargo de mi anhelo
por mirar a mi prójimo fortalecido frente a los maestros
de la «alienación», presumo que la
personalidad no puede ser presa de una irreversible
manipulación.

El «alienado» va progresivamente
transformándose en una persona introvertida, es cierto:
pero, la reflexión no inducida pudiera
extra-verter o eyectar su auténtica
personalidad para que se emancipe.

(XX)

¿Quién es un
«esclarecido»?

«Siempre que le señales su nada adusto
o probo comportamiento, quien porta instrumentos letales y
uniforme militar solicitará a un fiscal que te imputen un
absurdo delito:
Ofensa a las Fuerzas Armadas. Empero,
¿cuándo son castigados los castrenses que vejan y
lesionan física o moralmente a la
Sociedad de
Civiles? Esos que deberían defender al ciudadano,
al
Estado de Derecho y el territorio: jamás a los
parias que circunstancial e infamemente gobiernan naciones y a
los desalmados de la Oficialista e Internacional
Subversión»

Es predecible que los de psique torcida se presenten
como pirómanos en el inocuo, boscoso y floreado valle
habitado por fraternos. Ellos sólo veneran la
«Violencia». Quieren incinerar todo lugar donde la
«Libertad», «Equidad»,
«Probidad», «Fraternidad» y
«Transparencia» conformen la estructura de la
Justicia y Civilización: que, sin
ninguna de esas categorías, nunca podrá instaurarse
en cualquier país.

Nadie más fachudo que quien se ha apropiado del
vocablo «esclarecido» para referirse,
insólitamente, a su condición política
contraria a la pluralidad ideológica. Un individuo
«esclarecido» lo es porque está
filosóficamente iluminado, porque es un intelectual
insigne. Un sujeto que rinde culto a la Violencia,
profeso o adepto de la Tesis del Militarmilicianismo y la
Destrucción de lo Edificado,
no semeja a un
«esclarecido». Alguien que promueva el odio, el
segregacionismo y la exclusión en perjuicio de quien no
comulgue con sus pretensiones no es un «esclarecido».
Pero, si es un indiscutible forajido que está
«clarísimo» en la praxis de su
misantropía e insociabilidad.

No fueron «esclarecidos» ni siquiera los
próceres ultimomundanos, que, ambiciosos,
lucharon por emanciparse del «Reino
Dinástico»: muchos de los cuales eran
«mantuanos» [12] de origen europeo y gozaban de los
privilegios del «godo» [13] En mi libro intitulado
Librepensamiento perpetuus, afirmo en un capítulo
que el «oligarca» es un antiguo «godo» y
explico mis razones. No lo fueron, «esclarecidos»,
pero tenían muy «claro» el propósito de
imponer formas republicanas de gobierno independientes de
Hispania. En esos tiempos, hubo un auténtico
«esclarecido» cuya obra trascendió: Don
Andrés Bello.

No se pueden hallar hombres «esclarecidos»
entre pendencieros de los ambientes políticos o
cuarteles. Es difícil toparse con uno de ellos.
Sólo puede suceder en los recintos de la
Academia, en templos sagrados, en
ámbitos de escritores y artistas. No concibo que
se le confiera la «Dignidad de Esclarecido» a los
combatientes, con o sin causas, a los conspiradores que han
vencido o se mantienen en querella, a los opresores e
intimidadores y rufianes del Canallaje
Institucional.

Un «esclarecido» no exhibirá armas de
guerra, no comandará tropas, no fundará un partido
político para buscar el poder del mando. No es el
ridículo de prosopopeya que se transmuta en la
institucionalidad abstracta de una «Fuerza Armada»,
«Constitución» y «Leyes» que
explícitamente irrespeta. Un «esclarecido» no
matará e incesantemente bogará por la
Quiescencia, la Instrucción, Solidaridad,
Prosperidad
y la Paz: es decir, por la
Justicia y Civilización.

(XXI)

El
psicogénico «
Hombre Nuevo»

«No es el engendro definido como Hado
quien, sucesivamente, ha fracturado al Homo Sapiens
con la fatalidad: es su Alter Ego, de su habilidad e
inteligencia malnacido»

No presumo buena fe en los tenidos por
eruditos que, durante el alba de lo que llamamos
Civilización, enmendaban los textos
bíblicos
frente a los descubrimientos y
demostraciones de los investigadores y
científicos. En 1650 de la Era Cristiana, hubo
quien –fehacientemente- sostuviera que la creación
del mundo se sucedió el 23 de Octubre del año 4004
a. C. (a las 9 am.)Ese personaje dirigía el Saint
Catherine´s College
de la Universidad de
Cambridge.
Frente a lo cual, los custodios de la Biblia
Autorizada
se apresuraron a imprimir semejante conjetura en
sus márgenes. Empero, ya en el Siglo VIII el
astrónomo-matemático chino I-Hsing había
advertido que la Tierra tenía millones de
años de creación.

La resistencia de los inobjetables progresistas
(¿«hombres nuevos»?) o
científicos, ante lo bíblicamente expuesto
con rasgos oscurantistas, tuvo por irrefutables pruebas el
hallazgo de fósiles de animales ya extintos. Ante ello,
una vez más, los custodias de la Biblia
maquilaron sus errores aseverando que se trataba de especies que
desaparecieron tras el Diluvio.

¡Oh, el Hombre! Aquél: inculto, obtuso,
supersticioso, religioso, manipulador, sabio, inteligente,
abominable, benévolo o codicioso conforme a la
personalidad de cada individuo, siempre fue el mismo y
todavía lo es. Y, no dudo que lo será.
El
«Hombre Nuevo» es psicogénico.

Es absurdo hablar de un «Hombre Nuevo», que
ciertos adherentes del Terrorismo
(¿Ideologizado?) pretenden con artificios
inseminar en los óvulos de la Humanidad. Es
impertinente que los propugnadores de tiranías se
arroguen poseer la semilla de un «Hombre
Nuevo».

Frente al pensamiento científico, todavía
en el Siglo XIX la resistencia de los
bíblicos era fortísima. Y decían
que cada vez que las catástrofes naturales acababan con la
fauna y flora, Dios poblaba de nuevo el planeta con las especies
que Noé logró salvar en el
Arca.

Cuando se discute respecto a la formación de un
«Hombre Nuevo», propenso al progreso,
tácitamente se infiere que hubo otro «viejo» y
equivocado que se oponía a la evolución de la
Humanidad. Fue, acaso, ¿ese de «Jehosua
homini salvatore
»? (por Jesucristo salvado). La
Humanidad no tiene por qué estar ni a la espera
de un «Hombre Nuevo» u otro «adventicio»
o «providencial». Ese Hombre
«psicogénico» y «utópico»,
prometido por opresores cínicamente enmascarados
de fieles funcionarios públicos, temprano deviene en
esclavo.

La Humanidad requiere de la incesante
enseñanza doctrinal de la «benevolencia»,
«solidaridad» y «fraternidad» entre los
pobladores de nuestro planeta: inmersos, desde la
Antigüedad, cuando el vejamen de
faraón
[14] fustigaba, en querellas por la
consecución del «bienestar» y la
«justicia» que fundamentan la paz. El Hombre
nunca será «nuevo», pero si podría ser
cada día mejor. Puede superar su ignorancia, soberbia,
resentimiento, supersticiones
y fortuita ira hacia
quienes le rodean. Y tiene la obligación de comprenderse
en la Humanidad, insertarse útilmente en ella:
rechazar la «non natura criminalis»
(«lo criminal que nada natural es») de su mente, del
cúmulo de sus hábitos y costumbres.

El «Homo Erectus», en el curso de su
transformación física y síquica, se
asumió como tal sin perder su condición de
«Homo Habilis». Era el Hombre en su
irrefrenable evolución hacia mejor, que no hacia la
sordidez y empantanamiento intelectual. Es el mismo de la
actualidad, a veces contradictorio, en otras ocasiones enfermo de
perversidad y amnesia, pertinaz e imaginativo: creador-hacedor
(de Literatura, Arte, Ciencia y
Tecnología) desde sus días de caverna,
místico escrutador del Universo.

(XXII)

La «Carta
Magna» de la Inhumanidad

«La obsesiva crueldad e
ignorancia parecieran de origen cromosómico en el
mandatario con botas, armado y extravagante del

Ultimomundano: ese que es persistentemente procreado en
tumultuoso apareamiento entre personas desalmadas y
promiscuas»

Ya durante el alba del Milenio XXI-XXXI, nada
ilustra mejor la Infamia Universal que lo conocido bajo
el nombre de «adoctrinamiento». Si alguien pretende
refutarme, primero dirija su mirada hacia los jefaturales
sátrapas y adherentes de Hamas, Al Fathad de la
Organización de Liberación de Palestina
(OLP) y del Bolivarianismo Falaz [15]

Los «líderes» de Hamas instruyen a
sus infantes menores de diez años para el presuroso uso de
fusiles, tras adoctrinarlos e infundirles odio hacia los
israelíes: bienaventurados herederos de las
enseñanzas de su maiore (Lat., antepasado)
yehudi (Hebr., judío) Moisés. Los
niños no pueden con el peso del libro del
Corán que adorna los recibos de sus residencias,
mucho menos levantarían el arma de guerra con la cual son
conminados (sin pudicia) a disparar contra objetivos fijos que
representan a Judea: ayudados por sus progenitores
asesinos, madres u otros familiares moralmente obligados a
participar en una conflagración interminable y en cuyo
curso jamás se fomentan treguas para dialogar.

Igual hacen los también extremistas
«fathadianos» en Gaza, actos emulados por
«estupicacas» del Bolivarianismo Falaz que
se sienten «guerrilleros» aun ejerciendo el mando
político en repúblicas ultimomundanas.
Estos sujetos, sin personalidad ni juicio, adoctrinan para matar
a quienes difieren o disienten de sus malévolos
propósitos: simple y llanamente, sólo para
desahogar inculcados resentimientos y no para liberar a las
naciones de presuntos «opresores de imperio»
(¿Qué tiene que ver un individuo del
Ultimomundano con la milenaria discordia de origen
territorial judeocristiana-musulmana?).

La Violencia Fortuita para la Consumación del
Crimen,
la de Dogma, Liberación,
Preservación, Defensa, Dominación
u otras: que
todas, a mi parecer, advienen por desquiciamiento y conforman la
«Carta Magna» de la Inhumanidad. Es la
«pudenda» de bestias que emplean su maligna
letalidad
para exterminar a inocentes. Para
ridículamente exhumar restos de guerreros dieciochescos o
decimonónicos y buscar en ellos arrogados parentescos
genéticos. De tan absurdo modo, pretenden justificar sus
patentados genocidios (sí, aun cuando luzca
insólito, los patentan en «Notarías de
Gobierno» y no de «Estado de Derecho» donde
serían apresados sino tuviesen el poder
hegemónico).

Todos deberíamos sumergirnos en categorías
diferentes a la «yihad» (guerra ¿santa?) de
los fundamentalistas musulmanes, también a las contrarias
de la percepción «antiterrorista» imperial y
esa lastimosa de forajido Ultimomundano que exculpa su
mediocridad transfiriéndosela a quienes tienen
éxito y respetan los Derechos Humanos. Hay otra
«carta magna» que es El «Magma» de la
Humanidad
y de la cual escribiré en próximo
capítulo.

(XXIII)

¿La tropa
es pacífica pero está armada para
intimidar?

«El que fue forzosamente reclutado, en
cuclillas lustra las botas de su comandante empero no ceja de
mirar cómo tu (que sólo lo adulas) lucras bajo su
inmoral amparo»

(La Historia de la Humanidad mediante) es
inobjetable que, para garantizarse la supervivencia, todos los
animales de incipiente raciocinio propendieron a
conformar tribus. Previo concilio, cada quien expresaba para
cuál asunto laboral era hábil. En el curso de la
instauración de una sociedad que será
«situacional», es impostergable que todos se informen
de cómo cada individuo participará en el
fortalecimiento de la «unión». Los que
buscarán o producirán la comida y los custodias de
los asentamientos aceptarán que quienes cuidan a las
crías son tan dignas o dignos y respetables como
ellos.

Siempre que determinada sociedad pretenda desarrollarse
y trascender, tiene que impulsar la comunión de
propósitos básicos entre sus miembros: proveerse de
alimentos, construir viviendas, confeccionar su vestimenta,
asistirse fraternamente, respeto hacia la personalidad,
preferencias sexuales, afectos e ideales del otro, prevenir
potenciales peligros y enfrentar la irrupción indeseable
de elementos extraños que sean hostiles.

Empero, cuando las amenazas proceden de uno o varios
integrantes de la «Sociedad de Civiles» sobreviene el
caos: la confusión, discordia y disturbio. A causa del
acecho de los predadores que padecían las tribus
primitivas, no se sucedían agresiones de racionales contra
racionales. La unión para la defensa y
preservación de los individuos de la misma especie es
primordial frente a quienes les place su disolución:
impulsada, criminalmente, por minorías de codiciosos o
desadaptados.

Los que rehúsan participar en labores de
cría de ganado vacuno o aves; de siembra, aseo,
producción industrial o comercio; de creación
intelectual, artística o enseñanza, aducen anhelar
la defensa de quienes en la Posmodernidad legitimamos lo
que se entiende como «Nación». Ellos son
dotados de uniformes distintivos y armas sin intenciones
ofensivas, mucho menos para que a sus empleadores nos opriman o
vejen a su antojo.

La tropa institucionalizada debe ser conceptualmente
«pacífica», pero «armada» en
tiempos cuando todavía infaustamente no impera lo que
defino Razón Inmutable. Contrario a formular, en
tono agresivo e insolente, de pendenciero, que es
«pacífica» pero está
«armada
» en pro de un sobrevenido e
inconstitucional proyecto
político-financiero-religioso de secta
(Es obvio:
para apriorísticamente intimidar, que no persuadir o
disuadir, a hipotéticos infractores futuros de esa
abominación jurídica) Lo sublime sería
abolir todo instrumento letal. Universalizar la plática
fraterna entre los pobladores del planeta. Pero aquí
persisten los apertrechados regimientos, y deben acatar las
bienintencionadas exigencias de la «Sociedad de
Civiles» que remunera sus servicios prestados.

Los hombres a los cuales la «Sociedad de
Civiles» hubiere conferido la responsabilidad de portar
armas, y luego se auto invistieren de «supremos» por
enfermiza ambición o desquiciamiento, para que los miren
similar a efigies vivientes a las cuales se debe rendir culto
de paganismo,
no merecen algo distinto al repudio de los
ciudadanos. El convite que suelen oficiar a los corruptibles para
lucrarlos a cambio de adhesiones, de ovación de palco, es
el tedeum que a la Nación esos
desalmados ofician. En la venerable lengua sacra y para culminar,
enunciaré: «Nonnihil cupio mea: alienus idea
deleo»

(XXIV)

Los
«tiranocacas» al mando no conforman un «Estado
Bueno» ni su
antítesis

«La figura del Estado es avasalladora
con su
mercenariado, y ninguno bajo su influencia
requiere de observación docta o culta para advertirlo:
suficiente con
ser humano, que la sensibilidad le es
emérita y no la herejía de su
victimario»

El «Estado» (Lat.
«Status») no puede ser ni
«bueno» ni «malo»: empero, con su
infinita cursilería y falta de juicio, los
«tiranucacas» (Lat. «tyrannus»,
«tirano», y «cacare»,
«estiércol») suelen conferirle atribuciones
humanas a un concepto. Ellos, que sólo son diestros en el
«Arte de la Demagogia» y el timo, deberían
abstenerse de formular ideas propias de la Literatura
Infantil:
donde, todos lo sabemos, la
«ficción-fantástica» es importante para
divertir a los chiquillos.

El «Estado» es, procedimentalmente, el
reconocimiento de la Cualidad
Jurídica-Territorial
que específicos y
asociados individuos pudieren lograr para una entidad
bajo su ocupación o conquista: donde se hubieren
estatuido, en concilio de ciudadanos, normas: para el desarrollo
de la producción de alimentos y de bienes
inmuebles
, su comercialización y consumo; el fomento
de las Artes, Educación y Ciencias (es
decir, La Cultura). Tiene su origen en el cúmulo
de segmentos sociales que, durante la Pre-Modernidad,
dieron cuerpo a las comunidades organizadas: con sus divisiones
eclesiásticas, de nobles y plebeyos.

En tiempos cuando los «tiranocacas»
pretenden, impúdicamente, que experimentemos temor hacia
sus «investiduras» y los reverenciemos como a
deidades, parte de cuanto nos exigen es que aceptemos
que son «la institucionalidad del Estado» en sus
respectivas circunscripciones (en eso están en concierto y
sintonía, pese a las distancias que los separan) Los
«analistas políticos» u «ociosos de
claustrofalaces» presumen que esos ensoberbecidos
«castigadores de disidentes», ilegitimados por sus
«decisiones de facto», aun aquellos elegidos mediante
sufragio, por ignorancia confunden el concepto de
«Estado» con el de «Ministro Principal» o
«Mandatario de Nación». No se ofuscan,
discrepo, pero sí intentan atribular al Vulgo al
cual perciben idéntico a una potencial «presa de
cacería vespertina» (ellos despiertan al
mediodía con resaca, para almorzar, porque todo esfuerzo
no será matutino jamás)

Si el «Estado» es una cualidad
jurídica,
los «tiranocacas» lo dilucidan
con su mínima cognición, y emplean su esencia para
magnificarse: fusionándose con ella, amancebándose.
Lo «Otro Concepto» es
«Él» frente a los nada querellantes y
desposeídos de fortuna, o la Dignidad que
creíamos propia «de la gregaria». El
«marginal» lo es, una persona aislada, por
sentimiento de culpa frente a la todopoderosa e
impalpable «institucionalidad de Estado»: con
funcionariado de civiles ofendidos y humillados,
gendarmería, servidumbre castrense, miliciana o
paramilitar, fiscales, jueces y demás
«estupicacas» designados para el resguardo de los
intereses del Supremo Engreído.

La figura del Estado que los
«tiranocacas» definen «bueno» es,
deliberadamente, henchida y en su derredor se redactan
interdictos destinados a penalizar como Deicidio «en
Grado de Frustración»
cualesquiera de los
esfuerzos de la intelectualidad por desenmascarar a quien dice
«encarnarlo». Pero el dócil e
ignorante se «margina» y encorva, siempre
abatido por la infusión de la «culpa».
Persistentemente se le dice, de forma abierta o subliminal, que
es un «cerril» y estará obligado a salir de su
cuchitril para «defender con su vida» al
Señor: «Feudatario», «Ministro
Principal», «Monarca», «Emir» o
«Jeque». No importa cómo evoquemos esas
«pústulas» que plagan el mundo.

En sus enclaves, los «tiranocacas» al mando
no conforman un «Estado Bueno» ni su
antítesis. Son críos «eméticos»
(Lat. «emeticus», «vomitivos»),
porque nada que con alevosía produzca daño a la
Humanidad puede sostenerse en un estómago.
Refutar mi afirmación es dar preeminencia a la
prosopopeya por encima de la Razón
Inmutable,
es convidar a los ignorantes al sepelio del
Juicio. Ante la Verdad, que incomoda al hostil
con representatividad en el «Status», los que
declaran «nada ver» son falaces ciegos a causa de
tanta y prolongada cobardía.

(XXV)

«Derechos
Humanos» son el «Magma» de la
Humanidad

«Son de la Humanidad, que
jamás de cofradías de individuos apertrechados para
ejercer con apego a
doctrinas criminales. Son los
Derechos Universales de las Personas sobre los cuales
platicaría eternamente porque develan el
auténtico y
Gran Magma que la
antropomórfica
Razón Inmutable aborrece se
mantenga oculto»

Mea sententia, los «Derechos
Humanos» son el «Magma» de la
Humanidad. La lucha por su consecución no es
reciente, porque, obviamente, «Homo homini
lupus»
(eso, sesudamente, pensó el
filósofo Plauto, 251-184 a. C, en Roma: «El Hombre
es un lobo para el Hombre»). Se ha difundido que el Rey
Ciro «El Grande» (Persia, 579-529 a. C)
formuló un documento, una «declaración»
relacionada con lo que hoy definimos como «Derechos
Civiles» (no dudo que apócrifo, hallado en
1879 y tomado en serio por la Organización de Naciones
Unidas
). Aun cuando se diga, en descargo de su despotismo,
que obró a favor de los admirables judíos,
expandió más allá de Babilonia eso que los
historiadores llaman «dominios».

Cuando escribo o diserto personalmente sobre tiranos
adventicios, alrededor de quienes, tras pugilato de propaganda,
buscan el «mando político» para rápido
traicionar a sus electores, quienes me leen o escuchan suelen
transferirme hacia los corredores de limbo donde moran
los críticos forenses del poder «propensos a ser
ejecutados en cualquier instante». De hecho, ya ello
infiere que no es de gobernantes el acatamiento de los
«Derechos Humanos».

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