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La Barbarie Doctrinal de Gobierno (página 4)




Enviado por Alberto JIMÉNEZ URE



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Cuando son musulmanes, afirman encarnar al profeta
Mahoma y en defensa del «pópulo»: frente al
cual lucen uniformes militares a la medida de su
reputación criminal, y hasta carnavalescos, como esos
monstruos de North-África-Mediterránea y
arábigos
repudiados por las nuevas generaciones de
ciudadanos a los cuales no han podido enajenar ni someter a los
seculares adoctrinamientos «en nombre de
Alá».

La «Vida Civil», es decir, la
«Civilización», tiene necesariamente que
vencer las obsoletas prédicas de
«Guerrasantismo» y «Anti-imperialismo» y
propugnar la paz internacional para mejorar las condiciones de
existencia de los humanos. Las contiendas por causas
«raciales», «religiosas»,
«secesionistas», de «ocupación» o
«dominación» sólo han esparcido
millones de cadáveres de inocentes personas en el
mundo.

Hay millones de seres a los cuales, desde el instante de
su nacimiento, se les expedirá un prematuro certificado de
defunción y nunca sabrán que lo significa vivir en
paz o que tienen una existencia precaria. Cuando son infantes
reciben instrucción para el uso de armas de guerra, aparte
de distorsionados mandamientos de «origen
Divino».

Y hay quienes propenden a mantener inalterable la
malignidad implícita en la «Teosofía del
Exterminio de Humanos», por «magnates»
propicia, esa que sostiene la presunta «estabilidad»
de sus formas de gobierno fundados en el «deicidio» o
asesinato de Dios: al cual, infaustamente, nunca se le
dio un «derecho de palabra» cuando los comandantes de
tropas decidieron purgar de apacibles a la absorta e indevota
Humanidad.

Pareciera que, aun cuando ya los «humanos»
no estemos en el mundo, proseguirán las detonaciones:
porque, los depósitos subterráneos de explosivos en
dispensa de «magnates» detonarán por
combustión espontánea y la muerte de especies
continuará siendo su único legado en el
Universo.

(XLII)

La
aversión ciudadana hacia toda forma de exarca o
férula

«No sería falso ni ridículo que
fuese descendiente de otro
paria mayor de república
porque, conforme a su comportamiento, lo parece: una de sus
minúsculas, pero igual lesivas
réplicas»

No es fortuito que los hombres y mujeres que obran de
buena fe hayan exhibido, y hoy lo hagan todavía,
aversión hacia quienes se «hacen del Poder».
En el mundo, siempre convulso, nuestras circunstancias sociales
tienen causas que pueden develarse hasta en los nombres de los
países. Por ejemplo, Alemania (del Lat.
«germanus», como se les definió a los
crápulas, a quienes se amancebaban en tropel para acometer
en aquellos confines de la Historia de los Pueblos, e
igual de mi acepta significación «hermandad»).
Quienes delinquen «en concierto» encienden luces que
develan su hermandad, su infalible comunión durante sus
praxis conspirativas mientras sus víctimas nos dispersamos
en fatuo discernimiento respecto a las causalidades.

Sobre la Providentia, yo nunca prodigaré
ningún discurso a nadie: fuera o en mi psique está,
subyace «en sitio» por cuanto discernimos respecto a
ella, y no la aboliré filosóficamente. Su
filiación con el «Intellectus» es irrecusable.
Y, el ejercicio de la (deducción) inteligencia me impulsa
a sostener que los seres humanos hemos sido, «en grado de
protervus persistencia», víctimas de
quienes gobiernan.

Pareciera que el gen (del Lat.
«genus»: linaje, raza, también «de
acepta significación» botánica
«ADN» o «generesis») del mandatario
dilucida la irreparable querella entre quienes cohabitan
pacíficamente y los que buscan «hacerse del
poder» tras diversidad de artificios. Motivo por lo cual,
afirmo que quienes pretenden su consecución primero deben
instruirse en los oficios del «forajido»:
«timador», «usurpador»,
«aprovechador de bienes e inmuebles provenientes del
delito», «violador de los Derechos Civiles que son de
humanos» (y, más: diría que ad
infinitum
porque los crímenes contra la
Humanitas se renuevan o evolucionan conforme a las
«ciencias», «tecnologías» y la
«ficción»).

No me asusta que se infiera que el «exarca»
de la Antigüedad Griega (del Lat.
«exarchus» o jefatural militar supremo) lo haya sido
por concesión de una «Dignidad» inferior al
«Patriarca» que simbolizaría a Dios, ello sin
menoscabo de sus múltiples nombres. El
«Exarca», «Rey», «Virrey»,
«Monarca», «Emir»,
«Feudatario», «Primer Magistrado» o
«Comandante»: lucen como tropel hermanado en el
crimen, representan al «Tyrannus» arquetipal que
inspira aversión y suspicacia.

Vemos grupúsculos de intocables convictos,
desquiciados, mentirosos, pero letalmente armados: y el Vulgo
«falaciego» frente ellos, temeroso, sufragando en
«flagrancia de simulación democrática».
Y a «tiranocacas» (Lat. «Tyrannus
cacare») sometidos al repudio de los pueblos que
férreamente someten mediante el ejercicio de su
indiscutible férula, y a señalamientos
internacionales de sus delitos de «Lesa Humanidad».
Los miramos durante el alba del Siglo XXI, que no
resiste más violencia política ni tiranías
sangrientas.

El auténtico Mesías fue un hombre
inteligente y pobre, un filósofo que de sí mismo
predijo moriría crucificado: empero, la vida de aquellos
que pretenden exhibirse «mesiánicos»
transcurre entre lujos extremos: costosísimas aeronaves,
vehículos con blindaje, suites, gemas, trajes de
plató hollywoodense y cara custodia de
importado mercenariado porque no confían ni en
sus sombras.

«-All people love to me, and I do not living
out my nation»
-esputó un tiranocacas,
recién, a una dama que lo encaraba en «rueda de
periodistas». Mientras pagan con el Tesoro Público
innumerables guardaespaldas, pretenden ser amados por los
ciudadanos a los cuales vejan: y, mediante inmoral y tendenciosa
propaganda, les infunden que están predeterminados a
perpetuamente gobernar.

(XLIII)

El sector suicida
y falaciego del Vulgo

«Los invidentes que yo respeto miran
cuando palpan, pero repudio a los ciegos que observan
cómo algunos delinquen en despachos de

Estado»

Los ciudadanos que no digerimos las píldoras de
«anfetaminas» que los timadores de los ámbitos
políticos reparten gratuitamente a la población,
sólo podemos «compadecer» (tras luchar contra
la «Funestología») al sector
«suicida» y «falaciego» del
Vulgo al cual dopado conducen como rebaño hacia
el fondo de una peligrosa pendiente. En cualquier país
donde la importancia de los individuos se califica positivamente
según su «capacidad delictiva», no se puede
presumir que la Nación se
desarrollará.

Se presume que los seres humanos pasamos de la
«Infancia» a la «Pubertad»,
«Adolescencia» y «Edad Adulta» que, por
«negligencia criminal», el sector falaciego
de la ciudadanía convierte en «Edad Oscura».
Los nacionales tienen la suprema responsabilidad de mantener
erguidas a sus repúblicas, inclusive constitucionalmente.
Es inconcebible que la evadan, que coloquen vendajes en sus ojos,
que huyan hacia ninguna parte o que se plieguen a los desalmados
que obran sin respeto por los «Derechos de Civiles»
que son «de Humanos» y no Ficción
Discursiva
para adormecidos.

En nuestros países de Ultimomundano y en
el Oriente Medio, la espectacularidad de la resistencia
ciudadana (producto de la información
«multimediática» y la
«instrucción» masiva) devela que estamos bajo
asedio. En concierto para delinquir, la canalla de indoctos
letalmente apertrechados junto con civiles aptos pero insolentes,
pretenden socavar la Institucionalidad Universal de
Libertades y Derechos Humanos
que jamás
capitularán (la Historia,en nuestro nombre, así lo
ha sentenciado y mantiene ad perpetuum en resguardo
jurídico).

La «Hegemoníaca Doctrinal» que tanto
daño ha hecho a la Humanidad, y tantos
cadáveres ha esparcido por el mundo, la Historia
mediante ha tenido y tendrá resistencia pacífica e
infaustamente también bélica cuando se trata de eso
que en códigos penales se consagra como «Derecho a
la Defensa». Sus profesos torpedean toda posibilidad de
pulcra competencia ciudadana por la consecución del mando
para la bienaventuranza. Lo hacen mediante normas
inconstitucionales, y el laxismo con tropas y hampones
licenciados para matar.

Lo cierto es que donde no se compite nadie sabrá
quién es el mejor y, consecuentemente, todos pudieran ser
peores. Quizá por ello, la «Contienda Intelectual y
Civil» no tiene demasiados adherentes entusiastas: pero, si
hampones y fuerzas armadas mercenarias disfrazadas de
institucionales.

(XLIV)

La
«Violencia» es instrumento de la Contracultura
Humanística

«Cuando (irascibles) vertimos Violencia
contra el prójimo por la emancipación
pretexta, consumamos un hecho punible y la derogación
de nuestra
quiescencia: sin previo interdicto de
consenso civil o concilio de
abadía»

Pienso que la fragilidad física del
tetrápodos [23] ese que quizá nos haya
precedido, produjo el «accidente cósmico» del
advenimiento de la «Inteligencia» en nuestros
antepasados «humanerectus»: permitiéndoles
equilibrar su permanencia ante predadores y
patógenos medioambientales. No nació con
un lenguaje, su novísima Inteligencia lo
configuró psíquicamente apto para proveerse de uno
que lo haría sobresaliente. El lenguaje, que
irrumpió junto con la necesidad de vocalizar sus propios e
iniciáticos jeroglíficos (Lat.
«hieroglyphicus»: grabados pictóricos
a base de dibujos o imágenes, himen de la futura
fonética y alfabética), que le
servirían tanto para «comunicarse» como para
instruir y registrar acaecimientos histórico. Del
Reino de la Violencia Predadora, nos
apartamos.

Debo prodigar mi convencimiento según el cual es
patético que los «seres humanos» no podamos
deslastrarnos de la Violencia, ni admitir que implica
«Contracultura Humanística». Suelo
experimentar desagradables desavenencias con «vertebrados
racionales» que son, insólitamente, profesos de lo
que defino «Guerra Doctrinal Presunta» [24]
Comodísimos, ellos haraganean instalados en
«claustrofalaces» [25]

Aun cuando muchos se resistan a reconocer que nuestra
Inteligencia se debió a la
Evolución, y que (mía metáfora)
ellos representarían a rezagados
«tetrápodos» predecesores de la Especie
Humana
, la Ira es un inaceptable y persistente
instrumento de la desquicia que da forma a lo que
califico como «Fenomenología de la Paraplejia
Conceptual». La mitad de los razonamientos que dan cuerpo a
la defensa «nada doctrinal», sino
«visceral», de la «guerra emancipadora»
(ya en su amplísima panorámica) se mueve
ininteligiblemente. No persuade, pero, por salvaje,
asusta.

La vertiente de antropoides ulteriores a los
tetrápodos de los cuales se presume descendemos
se proveyó, por «accidente cósmico» o
mediante la «mutación» de su cerebro, de
entendimiento: se forjó una «lengua» [26] y
discernió circunscribiéndose a la Razón
Suficiente
. Se volvió «culto», se
confeccionó una «cultura», la nuestra actual,
que es «humanística»:
«pacífica», «fraterna»,
«amorosa», «sensible» y
«solidaria» a partir de la praxis del
raciocinio. Cualidad que, sostengo, es inmanente e
inmutable en nosotros: en el «Ser» inexplicablemente
oculto que fuimos antes del evento representado en nuestra
progresiva iluminación.

(XLV)

El
«califato» de gobernantes espurios

«Son los propios gobiernos con amagos
imperiales quienes engendran a los sediciosos que
les dan sepultura en sus postrimerías, y no los ciudadanos
sometidos a
indigno vasallaje»

Es importante advertir que numerosos vocablos proceden
de hechos relacionados con el ejercicio del mando, como, por
ejemplo: «calificado (a)». Una persona lo es,
«calificada», cuando de ella se presumen ciertos
«méritos» (conocimientos, decencia) por los
cuales es respetable en las comunidades que ingenua y
consecuentemente le confieren autoridad.

Cuando los ciudadanos creyeron que alguien era
«calificado», sufragaron para investirlo: para que
lícitamente (o conforme a las leyes) administrase los
recursos de una Nación. Era «calificado», pero
no por ello debía actuar como un «califa» (del
árabe antiguo «halifah», «calife»
en francés, un «vicario» de Mahoma entre
musulmanes).

A tales sucesos se les da un equívoco trato
extinto.
Lo digo porque es obvio que persisten sujetos sin
«moral» ni sensibilidad social que, mediante diversos
métodos, unos peores que otros, que van desde el timo
hasta la violencia, se «hicieron del mando» y
actúan principescos. Para ellos, el ejercicio del
mando que lograron en «democracia» es un burdo
«califato». Respecto a los califas, allá (en
territorios árabes) los hombres y mujeres intimidados por
los vicarios de Mahoma fueron sometidos a tratos vejatorios que
incluían la esclavitud sexual y laboral.

La «dignidad» implícita en la
expresión castellana «calificado(a)» tiene un
pasado abominable. Quizá por eso no es fortuito el
comportamiento despectivo de unos hacia otros en las sociedades
de nuestra realidad y tiempo, entre quienes se han
«instruido» o procurado un título
académico que miran «nobiliario» y los que han
hecho fortuna o consiguieron fraudulentamente
«autoridad» civil o militar. La persona no
«potentada» («pataruca»,
«campesina», «obrera», la que ejerce
oficios en hogares ajenos, la «servidumbre») suele
todavía recibir tratos indignos.

Podemos advertir lo expuesto en las innumerables
protestas públicas contra gobernantes que se sienten
«califas» y que, en vez de cumplir con sus
responsabilidades administrativas con la Nación,
se apropian indebidamente del Tesoro Público que
dilapidan: se hacen rogar y hasta esperan negligentes que algunos
fallezcan antes de «avocarse» a la resolución
de las exigencias de los sectores sociales afectados por quienes
se han corrompido en funciones de gobierno con amagos
«imperiales». Infortunadamente, al parecer no lo
merecimos: no tenemos ni quizá advengan gobiernos nobles
sino agujeros negros que todo lo absorben para
desaparecerlo.

(XLVI)

El
Síndrome de «Inmuno Resistencia Intelectual
Asumida»

«Los ciudadanos del mundo no tienen
por qué vivir precariamente para que, especialmente
quienes deberían (con probidad) administrar los

recursos de los nacionales, ciertos canallas adornen con esa
desgracia su
demagogia discursiva: que desatarán
en cónclaves, congresos o eventos internacionales en los
cuales suelen repetitiva e hipócritamente disertar sobre
las formas de combatir la
pobreza»

Ningún asunto atribula más que intentar
discernir frente a una o más personas afectadas con el
Síndrome de Inmuno Resistencia Intelectual
Asumida
(SIRIA), cuya pandemia jamás ha sido mitigada
por ninguna sociedad de primer o ultimomundano.
Cuando infiero que es un «derecho» y
«deber» de todo individuo procurarse cada día
una mejor existencia, no suelo ser correspondido. Todos
merecemos, principalmente: adecuados refugios, bienes de consumo,
óptimas condiciones medio ambientales, instituciones
educativas y hospitales para nuestra salud y
confort (elementos que nos mantendrían felices y
aptos para el trabajo). Con la satisfacción individual y
colectiva, la Justicia automáticamente
emerge.

El descrito, bienintencionado e impostergable
propósito no suele ser entendido o admitido por
excluidos o segregados. Aunque son las
principales e indiscutibles víctimas de los
vándalos que accidental, efímera y denigrantemente
suelen dirigir o aporrear sus vidas, los vetados del Tesoro
Público
se rehúsan dar «un paso hacia la
Civilización»: para deslastrarse o
emanciparse tras exigir respecto por sus «Derechos
Humanos». Uno de los oficios más deleznables
inventados por el «Homo Facinorosos», el de
«Timador de Nación», desde hace demasiado
tiempo persiste pese a estar en fase decadente. Y su vigencia se
debe, sin dudas, a la «metadona» de la voluntad
conocida como «Inmuno Resistencia Intelectual
Asumida» y al miedo que exhiben algunos seres humanos a
forjarse una «máscara» [27]. El
«antifaz» procede del etrusco «phersu»,
morfema que evolucionaría en
«persona».

Cierto que el «temor» es una especie de
comportamiento defensivo en los seres vivos, pero ese sentimiento
a nadie impide macerarse un «carácter» o
«personalidad». La renuncia a enfrentar al agresor,
pacífica o violentamente (según
la gravedad de las situaciones) es una absurda
capitulación en una contienda que ni siquiera se
ha suscitado y que está en «fase de
tentativa». Cuando la «resistencia» frente a la
irrupción de victimarios hiberna, las comunidades se
condenan al pauperismo y
explotación.

El perfil «indocto» de alguien no es
vinculante en el proceso cognoscitivo: mecanismo
psíquico que permite al sujeto advertir conductas o actos
lesivos e, inclusive, no castra su capacidad para discernir aun
de manera primitiva (si mi premisa no fuese cierta, los
homínidos no habrían intelectualmente
ascendido). La voluntad en cada individuo es su propia
representación, sin cuya existencia no le sería
posible cohabitar de modo pacífico y fraterno en un
territorio. La voluntad individual que se propaga en
forma de colectivismo frena la codicia de los
desalmados y corrompidos de nuestra especie, hombres y mujeres
hábiles: pero, sin tropas no fruncirían sus
entrecejos y se ocultarían como escoria en
basureros.

(XLVII)

El
«mandante», su «mandato» y el
«mandatario»

«Que no tuerzan, y mucho menos corrijan, los
conceptos que fundamentan la
Sociedad de Civiles
aquellos reos de la Justicia Intermisa: aquí
o allá, poco importa dónde y hasta cómo
conspiren para delinquir (
en concierto internacional)
las crápulas a las cuales tácitamente se les
han impartido
órdenes de captura pero
(gracias al oro-brillo) continúan receptos de los
honores reservados a los
auténticos
dignatarios»

«Mandar» deja de ser un verbo para
convertirse en monstruosa aberración. Así
como aspirantes políticos, periodistas, analistas y hasta
abogados confunden la «Institucionalidad de Gobierno»
con la «Majestad de Estado», del mismo modo
convierten en «feudatario» a un individuo al cual se
le ha confiado una «non infinitus» pero grave labor
en una república. Quien, en lamentable y persistente
desacierto de vulgata es electo y jura
«cumplir», luego convoca a quienes a su lado se
empadronarán para la ejecutar el diabólico
propósito de aniquilar a una Nación
mientras le confiscan sus riquezas que no por ser
«públicas» son de la impudicia para que se la
apropien o comisen.

El («mandante») pueblo, que decide
quién administrará las riquezas de su país,
dicta un «mandato» (Lat. «mandatum») que
implica un precepto o «asunto preconcebido»: que, sin
menoscabo, es profusamente informado al que se cree
«apto» y expresa sus anhelos de competir para ser
«mandatario» (Lat. «mandatarius») en la
Sociedad de Civiles. Virtud a un sufragio, digo, y no a
la perversa extensión, que discierno como suceso «de
facto», ese individuo firmará el «contrato
consensual» que estará obligado a respetar sin
recusación alguna. Por ello, jurídicamente se
infiere «que los ciudadanos le demandarán su
responsabilidad en caso de incumplimiento o
desacato».

Todo lo expuesto debería ser inmutable, pero
sólo las víctimas de los usurpadores con
«mando» sabemos que los actos electorales son
«de comics» y «ceremonia» en la
Histriónica Universal. El hombre o la mujer a la
cual se le contrata firma, mira en derredor, ríe, se quita
su agujereado manteo, celebra con una bacanal su triunfo y,
cuando los participantes en el convite están dopados,
cambia la «puesta en escena» sin «previo aviso
e inexorablemente».

Los que («no por extensión»)
están al mando saben que Dios, si existe, no
tiene armas para la «contienda sangrienta». Empero,
sospechan que, avergonzado por la conducta de los hombres a los
cuales creyó haber dotado de intelecto, envió un
«legatus» con suficiente conocimientos para
fabricarlas y de ese modo mirar cómo nos exterminamos.
Tienen conocimientos, es decir, son «legos»
(embajadores de la Divinidad) sólo los profetas
de la Suprema Conciencia Universal o Humanidad.
Sumido en la Hipnosis Evangelista, los bienintencionados
lavamos las llagas de los pies de sujetos que se apresuran en
golpearnos: lo hacen, benditos los «litteratus» que
lo registramos, sin finalmente advertir que, aun en la
territorialidad de sus tinieblas, también a los malignos
siempre hay quien los aguarda con provecta jurisdicción
para «pasarlos por las palabras».

(XLVIII)

El perverso culto
a la «criminalidad» y la sanción moral a la
víctima

«-En ámbitos donde se ventilan actos
criminales y donde un
registro de delitos y penas para
castigarlos permanecen judicialmente archivados y enmohecidos,
sólo se permite discutir sobre
costas procesales:
dirimir y redactar sentencias ulterior al ruido de los
próceres impresos del individuo
juzgado»

En una ocasión, a la salida de una
institución bancaria, abordé una buseta del
transporte público en compañía de mi hija
menor que (en aquellos días) tenía doce años
de edad. En el interior del vehículo, pese a no resistirme
al atraco, dos delincuentes me golpearon y arrebataron mi dinero
tras fallidamente emplear varios y conocidos
«artificios». Durante el proceso, pedí al
conductor que me auxiliara y no lo hizo. Los tipejos bajaron en
la siguiente parada y se internaron en un peligroso suburbio de
la ciudad de Mérida.

Posteriormente, en el curso de una plática que
sostuve con varias madres, mi hija me pidió que la
inscribiese en un liceo lejos de nuestra residencia: situado
frente al barrio en el cual se ocultó el par de sujetos
que me había lastimado. De inmediato, le expresé mi
rechazo a su idea.

«-Es tu culpa que ellos te hayan robado,
papá
-irrumpió en defensa de su
propósito-. No tenías por qué llevar
dinero contigo»

Las señoras con la cuales platicaba rieron. En el
caso específico que me implica, obviamente mi hija
jamás rendiría perverso culto a la
«criminalidad». Pienso que, con la inocencia e
imprevisión propia de una infanta, quiso minimizar el
incidente para persuadirme que la anotase en esa
institución educativa. Pero, medité durante el
resto del día alrededor del asunto porque recordé
otros discursos que (con persistencia y mediante un lenguaje
«de vulgata o pueril») escuché desde mis
días de infante. He aquí algunos de mis
razonamientos o adagios que se aproximan a esas creencias
populares:

«Es cierto que es frecuente que
políticos sean degenerados y hurten, pero, los de esa
casta permiten a otros que también lo
hagan»

«La insolvencia moral de quienes usurpan,
ultrajan y obran en provecho propio procede de tu propia
inamovilidad intelectual y física
»

«No aspires que te designen para ocupar
cualquier cargo público, sino como jefe donde haya
suficiente dinero para administrar»

«Ese hombre fue un importante funcionario
público y, cuando terminó el período de
gobierno, regresó sin gloria ni fortuna a su antiguo
trabajo»

«No se trata que haya personas con
inclinaciones delictivas: cuando trabajas con quienes
están corrompidos, si decides silenciarte y no te
enriqueces con ellos igual serás
señalado»

«Quien acepta ejercer funciones de mando lo
hace porque tiene la certeza que, para todas las cosas buenas,
primero será
Él: luego su familia
y finalmente el pueblo»

«Cuando planees robar, hazlo abundantemente:
porque, si algún día te imputaran, tendrías
dinero de sobra para pagar los
sobornos de tu
absolución o sobreseimiento»

«Declina informar que has visto a tu
prójimo
en la comisión de hechos punibles
y serás exento de todo, hasta de asuntos por ti
inimaginados o insospechados»

«No desenfundes un arma frente a un enemigo si
sólo pretendes dejarlo levemente herido, porque recuerda
que sólo si escupes encima de su mortaja blindarías
tu existencia»

«Fue investido, luego no ejercerá
mostrándole respecto a los ciudadanos ni acatará
las leyes que lo sostienen
»

«En culturas donde el subdesarrollo es
doctrina de Estado, todos saben que nada semeja más a
una
ceremonia de parada militar que una
Constitución de República
»

«En un hipotético juicio contra un
poderoso tu más inteligente testimonial sería
tu
silencio y tu equívoca delación tu
seguro boleto al infierno
»

«No te enfades cuando quienes representan
al
Poder Judicial fijen un precio a tu Libertad,
hazlo si aun poniéndote a Derecho con dinero
en mano persistan en la idea de tu
confinamiento
»

«Ninguna imagen refleja más
fidedignamente a la
Justicia de todos los Siglos que los
lingotes de oro macizo bajo resguardo de hombres letalmente
armados
»

«Frente a quien ya elegido te da trato
abusivo, comienza por fustigar tus
juicios
»

(XLIX)

En el
«Estado Social» la Justicia declina

«Advierto que, en el curso de la
Postmodernidad, con explícita desfachatez el
funcionariado procede porque sostiene que no debe ser
de
Derecho y Justicia el Estado: sino, torcida y
curiosamente,
Social que además orgulloso exhibe
vandálico»

No son «reos de delito» los criminales, sino
«privados de sociabilidad». Para los de juicio
torcido,
nadie es pobre: sólo una persona «sin
acceso a las riquezas». Ya no son calvos los hombres, sino
excluidos de cabellera. Tampoco hay pervertidos, sino proclives a
divertirse. No llamaremos vagos a quienes lo son, sino
«inmovilizados». Los desempleados conforman sectores
«exceptuados de nóminas institucionales». Los
dispendiosos del Tesoro Nacional «simuladores de
actos monárquicos». Ninguna pareja dirá que
se ha divorciado, sino que «se han ausentado el uno del
otro». Y no existen infieles, sólo exploradores de
la «Sexodiversidad».

Prohibido decir que existen vándalos, empero se
nos permite inferir que hay seres «privados de asistencia
psicológica». La «Sexodiversidad»
(entiéndase como el estudio de las diferencias entre ser
una persona «sexualdivertida»,
«sexualdiversa», «sexoperversa»,
«sexualzoofila» y «sexoinfesta») es un
compendio o tratado con incipientes doctos, virtud al cual, por
ejemplo, ya no existen prostitutas: sólo «damas por
paga persistentemente abusadas». Los promiscuos son
«gozoduros». El que ultraja es un «visitador de
orificio sin tarjeta de invitación». Los gobernantes
«objetos mediáticos de distante
presencia».

Ahora los corruptos de la Administración
Pública son calificados como «apropiadores por
tentativa culposa», los políticos ineptos sujetos
«aquejados de insuficiencia de pericia» y los
sicarios «victimarios no intencionales por urgencia de
finanzas». En el «Estado Social», es menester
torcer ingeniosamente el lenguaje: revertir los conceptos y las
culpas. La pena no es consecuencia del delito, sólo
«absolución sustitutiva» con
esporádicas presentaciones en recintos judiciales. Los
degenerados son unos «imperfectos de origen», y los
licenciosos «diversos en gustos». En el
adefésico «Estado Social», la
Justicia declina a favor de las presuntas
«víctimas del Capital» que de victimarios
ejercen funciones.

Bajo el universalmente admitido Estado de Derecho y
Justicia, los propulsores de la novísima entelequia
divulgada como «Estado Social-Lastre detonan ruidosamente
su flatulencia de fogueo que no enceguece pero ofusca con su
hedor. Los conceptos son deliberadamente malinterpretados con
propósitos disuasivos. El «Pueblo», al cual
también se le llamó «Vulgo», es
«La Vulgata»: «Mutante de Sufragio»,
«Imbécil-Arreado.

Los conceptos son deliberadamente malinterpretados con
propósitos disuasivos. El Pueblo, al cual
también se le llamó Vulgo, es «La
Vulgata»: «Mutante de Sufragio»,
«Imbécil-Arreado». Cuando a los
burócratas se les impreca por ocultar información
sobre asesinatos causados por la violencia delictiva, la terrible
de asueto findesemaniano, afirman que los «índices
de prescritos disminuyen semana a semana». Y los
damnificados por calamidades son «dichosos por el buen
vivir, beneficiarios de la acción del Poder
Ejecutivo». Advierto que, en el curso de la
Postmodernidad, con explícita desfachatez el
funcionariado procede porque sostiene que no debe ser «de
Derecho» y «Justicia» el Estado: sino,
torcida y curiosamente, «Social» que además
orgulloso exhibe vandálico.

(L)

«Dignidad» de
«Jeque», «Monarca» o
Reptilsaurio

«Cuando han gravemente ofendido, los
reptilsaurios al mando merecen una férrea y segura
respuesta de una de dos hipotéticas víctimas: de
quien
apresurará su faena en condiciones
adversas, o la otra que colocará en
fase de
hibernación su venganza que final y magistralmente
ejecutará en el momento preciso»

Quienes vivimos durante la «Era Posmoderna»
estamos, con apego causalidades, en «curso de
querella» con los «espíritus» que fueron
exhumados para que poseyeran los cuerpos de sujetos que
actúan como si hubieren logrado (a perpetuidad)
auto-investirse de la «Dignidad» de
«Jeque» o de «Monarca»: nada distinto a
«Dignidad de Reptilsaurio». Ya en las
postrimerías del Siglo XX, la mayoría de
los habitantes del planeta se equivocó al presumir que,
con el advenimiento del Milenio XXI-XXXI, en el mundo
consagraríamos la definitiva abolición de la
cursilería y crueldad implícita en prácticas
jequesianas o monárquicas con su
«hadamiaje»: cuidado porque no escribo
andamiaje. Entre las inmutables «hadas» de
in-abolidas monarquías, dopado el sempiterno e ignorante
Vulgo.

Los primeros registros confiables de la existencia de la
figura del «Jeque» (del árabe
«sayh», régulo que tiraniza en una provincia)
trascendieron por virtud de los mercantes británicos a
partir de l820. En la región que hoy conocemos como
Emiratos Árabes, los buques de aquellos marinos
de imperio caían bajo los feroces asaltos de las tribus
endógenas. El Imperio Inglés se persuadió de
la necesidad de un «un pacto de no agresión
mutua» con los sayhs que capitaneaban la
piratería, asesinatos, violaciones y robos perturbando la
quietud y el comercio costeño. Ulteriormente, el
año 1892, los ingleses acordaron con los jeques, aparte de
«infinito protectorado militar» el monopolio del
comercio y explotación de los recursos naturales (con las
obvias consecuencias de mantener bajo terror a los
gobernados).

No es a causa de accidentes de la Historia que
las miserias de la Humanidad procedan, por una parte, de
los codiciosos reptilsaurios al mando de vándalos
armados o ejércitos medio disciplinados: esos que
emprendieron la conquista de territorios plagados de
famélicos faquires, siempre intimidados por obesos
jefaturales: para la consecución de tesoros,
imposición de intendentes con maledicencia
esclavista y la expansión de dominios imperiales en
asentamientos que igual estuvieron sometidos por maleantes
nativos. Vicios y sus propulsores que, al cabo de centurias, en
Viejo y Ultimo-mundano han sido exhumados sin
la previsión de una Teorética del Mal
empero con abundantes prácticas de conductas
salvajes.

Ya en el curso del Siglo XX, se pudo advertir
el éxito que (previo aprendizaje de costumbres
monárquicas mezcladas con el Islam) tuvieron los
musulmanes con mayor perversidad intelectual para multiplicar
faquires en poblaciones lastimosamente atrasadas pero al
mando de cúpulas o élites de jeques: cada cual con
su respectivo Funcionariado de Oficiosos
Aduladores.

Posterior a 1603, irrumpiría,
auténticamente, el primer «Monarca» (Latin
«Monarcha», soberano de un Estado) en lo que
precipitaría el Reino Unido (Inglaterra, Escocia
e Irlanda). Fue Jacobo I, tras el fallecimiento de Isabel I. Las
jurisdicciones territoriales eran definidas como la Casa
Tudor
y Casa Estuardo. He ahí el origen de
la Transnacional Canalla Tiránica, y sus
ceremoniales que en lo falaz comulgan. Los monarcas se
sentían «el Estado», y la
Nación que lo sostenía en pie era lo que
en Ultimomundano se despecta como «El
Perraje».

La «Soberanía» residía en
Él y no en el pueblo. Que alguien me refute y
diga que esas atrocidades, esos insultos contra la
Inteligencia y dignidad del Ser Humano, no
semejan a las que exhiben quienes nos gobiernan bajo diversidad
de excusas: como esa de imponer, Alba XXI mediante y
para siempre, la Revolución de Adefesio:
capitaneada por exhumados y auto-investidos de tiranos de non
sancta y de inventiva providencia. Por lo expuesto, cuando han
gravemente ofendido, los reptilsaurios al mando merecen
una férrea y segura respuesta de una de dos
hipotéticas víctimas: de quien
apresurará su faena en condiciones adversas, o la
otra que colocará en fase de hibernación
su venganza que final y magistralmente ejecutará en el
momento preciso.

(LI)

Proyecto de
«
Ley Universal para la Educación Superior»
(PLUPES)

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Tácitamente investido, y, en ejercicio de mis
atribuciones como «Individuo Civil del Mundo».
Considerando: que todavía no han sido abolidos los
peligros que se ciernen sobre la Humanidad, propugnados
por sujetos de mentalidad perversa e irracional, proclives al
desacato del Estado de Derecho y al vandalismo
diseminados entre las naciones. Sin ambages ni arrogancia,
publico mi siguiente (moción) «Proyecto de Ley
Universal para la Educación Superior»
(PLUPES):

CAPÍTULO I

En cualquiera de los recintos para la
Educación Superior donde converjan quienes, a
causa de sus vocaciones y propensión al Imperio de la
Civilidad,
anhelen ávidamente ser instruidos en
alguna de las Disciplinas del Conocimiento, sólo
serán excluidos por «hostiles» a la
Humanidad y la Razón que la sostiene:
los «peathomos» y «ruralhomos» que
ingresaren armados, con distintivos o esvásticas de nocivo
proselitismo político, para cometer uno o varios de los
Delitos Contra El Ser, su Inteligencia, la Universalidad de
la Academia y su Legado.
Infracciones que, previa
inquisitoria, enuncio:

(Art. Primero).- «La Infusión del Miedo,
Intimidación o Amenaza Directa o Subliminal en perjuicio
de toda la Comunidad Universitaria o uno de sus
integrantes».

(Art. Segundo).- «El Allanamiento Fortuito e
Indebido, sin la motivación que la Flagrancia Dicta, de
Recintos para la Instrucción, Aprendizaje, Laboratorio o
Creación Intelectual».

(Art. Tercero).- «Someter a una o más
personas a la Esclavitud mediante el Adoctrinamiento o Alevosa
Orden de la Canallesca Jefatural-Burocrática que,
mediante esta ley, se proscribe».

(Art. Cuarto).- «La Apropiación o
Destrucción de Bienes Privados o Públicos, de
Inmuebles, Obras de Arte, Archivos, Libros y Conexos, Invenciones
de Tecnológicas o Hallazgos Científicos producto de
la Investigación».

(Art. Quinto).- «Lesiones Físicas Leves o
Gravísimas, el Trato Denigrante o Vejatorio contra
personas Intra o Extra-Academia».

(Art. Sexto).- «Sabotaje contra la
Impartición de Saberes».

(Art. Séptimo).- «El Secuestro, la
Violación o Lascivia en perjuicio de personas en
Áreas Institucionales o Extramuros».

(Art. Octavo).- «La Persecución contra la
Libertad de Pensamiento, Investigación y Creación,
el Asedio al Culto no Lesivo, a la Asociación para el
Estudio, Divertimento o las Adhesiones no
Corrosivas
de los Intereses Colectivos».

(Art. Noveno).- «Conspirar para el Exterminio de
la Institucionalidad Universitaria»

CAPÍTULO II

Las autoridades institucionales serán
seleccionadas mediante «Concurso de Credenciales (extra o)
Académicas», sin menoscabo de las aspiraciones de
ninguno de los miembros de la Institución Universitaria,
que serán responsables de sus actos. Es potestad de los
representantes jurídicos de cada universidad:

(Art. Primero).- «La Honestísima
Administración y Presentación Pública de
Ingresos-Egresos».

(Art. Segundo) «La Contratación
Ecuánime de Personal Calificado para la Diversidad de
Funciones»

(Art. Tercero).- «Dotar a las instalaciones de los
materiales que se precisen para el excelso funcionamiento de las
actividades».

(Art. Cuarto).- «Velar por la Proba
Impartición de Sabidurías».

(Art. Quinto).- «Llevar ante los despachos de
temporales del mando nacional, por escrito y previo riguroso
análisis e indagación administrativa, los
presupuestos que se requieren para dignamente remunerar al
personal y equiparlo».

(Art. Sexto).- «Pasar por las Palabras a
Infractores Externos o Internos y dictarles penas no
inconstitucionales o Lesivas a sus Inmutables y Humanos
Derechos»,

(Art. Octavo).- «Bogar por el respeto debido a
todos los peathomos o ruralhomos, universitarios o no,
perturbados o lúcidos, y por el resguardo de las
edificaciones».

(Art. Noveno).- «En Primera o Última
Instancia, la Defensa de la Humanidad y la Razón que la
Sostiene»

(LII)

«Cometer
Literatura»

«Yo, que deploro a la Vindicta
Pública o Vendetta y todas las armas de
guerra que le dan forma letal, durante mis días de infante
creí que nada
a la Humanidad lesivo había
en mi existencia hasta cuando tuve que admitir que
propendía a convertirme en escritor: es decir, en un
incorregible
pendenciero de la palabra»

La realidad ha demostrado que la Literatura
«se comete» a partir del instante cuando leemos una
novela, una pieza teatral o un poema (exceptúo al
Ensayo, porque es la percepción docta del parto
de los escritores non sacris)

La primera vez que «delinquí» en el
territorio de la intelectualidad lo hice al escribir mi primer
cuento, a los seis años (según testimonio de mi
madre). Luego al leer el Quijote (1605), que admito me
aburrió. Empero, reincidí y leí varias
«noveletas» del español Marcial La Fuente
Estefanía (1903-1984, cuyos lectores creímos que
era norteamericano: pero, al parecer, el redactor de
westerns jamás visitó USA) En sus textos
describía, tan magistralmente como un film, los
asaltos a ferrocarriles y bancos: las riñas, las
ejecuciones con horcas, los duelos (fundamentalmente con
revólveres y rifles) y el ulterior abatimiento de
forajidos o comisarios. De él recuerdo la memorable frase
de uno de sus personajes: «La muerte une a todos los
hombres»
(en Caída mortal, 1977) Eran,
las suyas, ¿«actos delictivos»?

En sus tramas hubo forajidos y representantes de las
leyes que los hostigaban y cazaban. Eran, ¿«obras
literarias» o «testimoniales» de «actos
delictivos»? ¿Merecen que se les recuerde como
textos realmente literarios las novelas de La Fuente
Estefanía? A mi me divertían, me conmovían e
impulsaban a tener esperanza en hacedores que no provocan tedio
como Miguel de Cervantes (1547-1616, Madrid) Ovacioné el
talento que exhibió Horacio Quiroga (1878-1937), quien
satisfaría mi apetito literario con su compilación
intitulada Cuentos de amor, de locura y de muerte
(1917)

Un día llegó a mis manos Crimen y
Castigo
(1866), cuya lectura me mantuvo exaltado y
maravillado. Advertí que, aparte de entretenerme, Fiodor
Dostoievski (1821-1881, Moscú) me incitaba a escrutarme
psíquicamente. Me narraba un suceso que suscitaría
innumerables reflexiones y pláticas entre el criminal y su
perseguidor, que parecía admirar la inteligencia del joven
asesino. Durante mi pubertad, continué riéndome al
leer La aventuras de un cadáver de Robert L.
Stevenson (1850-1894, Edimburgo). Me pregunto si me falla la
memoria y no se trata de una novela del autor del
Extraño caso de Mr. Jekyll y Mr. Hyde
(1886).

Cuántas veces no me maravillé
adentrándome al mundo
«poético-narrativo» de José Antonio
Ramos Sucre (1890-1930, alguien que «cometió
Literatura y Suicidio») Con el advenimiento de mis
más fortísimas depresiones de adolescente, recuerdo
haber colocado en la puerta de mi habitación un fragmento
de «Preludio» que transcribiré: «Yo
quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo
lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente
amada que me cuenta amarguras
» (1925). Admito que me
parecía superior al venerado J. L. Borges (1899-1986),
cuyo Libro de los seres imaginarios (1967) indultaba a
los profesos de ficciones.

Ya me ocurrió hace más de veinte
años, en el Hotel Prado Río de
Mérida, que fue muchas veces sede de coloquios y
encuentros literarios. Conversaba con admirables intelectuales y
amigos, y les comenté que me había fascinado un
texto de Albert Camus intitulado La muerte feliz (que
compré en una librería de Sabana Grande,
Caracas). Les dije que el personaje de Albert Camus (1913, la
Argelia francesa) era un hombre adinerado, confinado a una silla
de ruedas a causa de un accidente. Buscó, mediante avisos
de prensa, alguien capaz de matarlo a cambio de su fortuna porque
no quería seguir viviendo en tan precarias condiciones
físicas. Y halló a un individuo que lo
satisfaría. Al cabo, ese criminal se arrepintió y
rogó que lo ajusticiaran.

No recuerdo cuál de los presentes me
desafió a demostrar que esa narración era de Camus
y no una inédita novela «que yo
cometí»? La mayoría rendía culto a
Baco y, quizá por ello, pensaría que la memoria me
fallaba o yo intentaba impresionarlos. Nadie, entre los
presentes, sabía de la existencia de esa ficción. Y
yo dudé por cuanto no la tenía en mis manos.
Años más tarde la recuperé y se la
obsequié al poeta y ensayista Fernando Báez
Hernández.

A quienes hayan analizado algunas de mis
«noveletas» (Aberraciones, Adeptos,
Dionisia
, Desahuciados, Alucinados,
Decapitados o Escorias, por ejemplo),
preguntaré: ¿tienen elementos incriminatorios?
¿Soy inimputable? No sólo en derredor a mis novelas
y cuentos he sentido cierta presión de índole
«socio-política» o
«académica», sino en torno a mis anotaciones
filosóficas y ensayísticas
brevísimas.

A partir de mi pubertad busqué, ansioso, que los
narradores me divirtiesen y algunos lo hicieron. Décadas
después de haberme topado con Crimen y Castigo,
disfruté con textos de Boris Vian (Escupiré
sobre vuestra tumba
) y otros autores.

Aun cuando no sea un escritor en situación de
«reo de delitos intangibles», he cometido
Literatura y soy un confeso. Pero, felizmente,
permanezco en «Régimen Sustitutivo de
Presentación Esporádica» gracias a la
benevolencia de los «magistrados» del Tribunal
Supremo de la
Justicia Literaria (TSJL) de
Venezuela. Digo que, a veces, los destellos de la
Escritura semejan a los de una detonación:
empero, la elijo por cuanto nunca abatió
físicamente a nadie.

(LIII)

El
Despotismo

«Cuando infelizmente los oprimidos irguen
en armas contra el déspota, cruel victimario al cual
se le anuncia el propósito rebelde de fijar término
a sus abominaciones, pronto asevera que la
insurgencia
es intención deicida»

Pareciera que un maligno registro de ADN (o ácido
«desoxirribonucleico») impulsara a los individuos a
querellarse: a imponer sus antojos criminales en
perjuicio de inocentes personas, a dominar y hacerlo sin respeto
por la dignidad de nadie, a devaluar la vida de quienes no
conforman el entorno de los «torcidos de inhumanidad»
(esos cobardes y sátrapas que se pavonean siempre
flanqueados por pocos «persuadidos» e innumerables
«mercenarios», letal e ilícitamente armados).
No serán sino los sesudos de la Investigación
Médica
quienes develen ese misterio, que no de
ninguna «trinidad» [28] sino de la
«cromosómica». Mentiría sino admitiere
las intensas depresiones que me generan los canallescos de la
«Burocracia Parasitaria de Estado»: tropel de mujeres
y hombres perversamente instruidos, quienes, por
billetardos e inmorales privilegios, desdibujan la
fidedigna imagen que de la Justicia la Razón
Inmutable e Inmanente
de la Humanidad fijó
en el abecedario de la Civilización. La figura
del «déspota» es la antítesis o
disociación del «Cristo»
(«Christus», el «ungido» de la
Teología Cristiana). Tomo al
«Jesucristo» hijo de Dios sólo
referencialmente, porque con otros nombres hubo también
ungidos: como «Moisés»
(tránsito entre los s.s. XIV-XIII a. d. C.,
hebreo y legislador del Antiguo Testamento);
«Abraham» (2164-1990 a. d. C.) o el profeta
«Mahoma» (fundador del Islam, 570-632,
La MecaMedina) a nombre de cuyas doctrinas,
aun en el curso de los s.s. XX-XXI, algunos genocidas
han dictado el exterminio masivo de seres humanos en status
de inocencia e indefensión
[29]. No hubo, hay ni
habrá inflexiones de modo en las distintas
lenguas para enmascarar o minimizar lo que es El
Despotismo
(praxis abusiva de la autoridad, sin el
sometimiento a leyes o normas de convivencia pacífica en
el discurrir de los individuos). Conceptualmente, es indiscutible
que son «déspotas» quienes ejercen funciones
de mando («fáctico» o en virtud de un
«sufragio» burlado por la «conductas
fraudulentas») apartándose de las constituciones o
leyes sancionadas en sus territorios. En el curso del Siglo
XXI
(o la «Postmodernidad»), son
políticamente insostenibles los regímenes de
gobierno presididos por «autoritarios» o
«tiranocacas» en el planeta. Tales, luego de largos
períodos de ejercicio irregular del mando, allá o
donde habito, enfrentan a la desobediencia «civil» y
hasta «castrense» tras el ridículo pretexto
según el cual la intencionalidad del Vulgo para
deponerlo u obligarlo a dimitir es un ataque
«deicida»: los oprimidos pretenderían
extinguir al «Islamismo», «Budismo»,
«Confucionismo», «Cristianismo»,
«Marxfalazionismo» o lo que fuere preciso para la
iniquidad. Con similares expresiones justifican su aferramiento
al «Poder» (con mayúscula y sangrienta
«P»). El Ser Humano no merece de otro que
igual lo sea algo distinto a trato fraterno, solidaridad y
auxilio: magma de cualquier religión fundamentada en el
fortalecimiento y defensa de la «vita ad verbum
sacris».

(LIV)

¿Es la
Propiedad un robo?

«Cuando adviertas que estás
insólita e inexplicablemente aquí, procura
prepararte para tu partida del
Universo persuadido que
nada distinto a la ilusión de
Existencia y
Propiedad rigieron en tu circunstancia»

Hace ya más de dos centurias, un portentoso y
autodidacta sujeto llamado Pierre Joseph Proudhon (1809-1865,
París. Primero gran amigo y posteriormente blanco de la
iracundia de Karl Marxfalso) publicó un extraordinario
ensayo intitulado ¿Qué es la propiedad?
[30]. Filósofo, economista y sociólogo vulgar, como
lo califican todavía los rusos, Proudhon sostuvo
extravagantemente [31] «que la Propiedad es robo»
[32]. En tanto que las doctrinas filosóficas no proscriben
cuando no han sido sometidas a una rigurosa
(materialización) experimentación, pienso
que aquellas viejas lucubraciones tienen una vigencia
indiscutible: más aún durante el «Hoy de la
Postmodernidad», tiempo de revisiones, reformas,
arrepentimientos tardíos, neo-inclinaciones
«comunistas» [33] y contradicciones capitalistas
[34].

Los motivos que impulsaron a Pierre Joseph a (volver
«sinónimos») o fundir los vocablos
«Propiedad» y «Robo» son absolutamente
discutibles. Abrumado e insomne al modo de los
iluminados que en la Antigüedad
pronunciaban profecías, conjeturó respecto a la
naturaleza religiosa y política de una
«categoría» aparentemente inalienable (esa
preterida por resentidos, la Propiedad)
fustigándola con la lógica más emocional: la
de los «hechos» y no la de la
«Razón» o «Voluntad» [35]. Hay
instantes en los cuales el famoso pensador francés, tenido
universalmente como el (padre) propulsor del auténtico
Anarquismo [36] o Mutualismo, al tiempo que
brillantemente refuta los conceptos que sus predecesores
difundieron sobre la lex, por ejemplo, yerra igual por
omisión de transparencia en sus definiciones.
Leámoslo:

(…) «La definición de la
Soberanía derivaba de la voluntad del Soberano: luego, en
una monarquía, las ley es la expresión de la
voluntad del Rey; en una república, las ley es la
expresión de la voluntad del pueblo. Aparte de la
diferencia del número de voluntades, los dos sistemas son
perfectamente idénticos: en uno y otro el error es el
mismo. Afirmar que la Ley es expresión de una voluntad,
debiendo ser la expresión de un hecho… »
[37].

A diferencia de Proudhon, sostengo que la Ley
procede del Juicio o Razón
Apriorística
y no «de los hechos»: ello
por cuanto se sucede y aplica ulterior a lo incidental que
provectamente se analiza, pese a ser una formulación
del empirismo.
A mi juicio, las leyes son la
culminación o el resultado de una suma de reflexiones que
respecto a lo perjudicial que el Hombre (en su condición
de ente sociable y mediante la Razón Suficiente e
Inmutable)
postula en bien de la «convivencia
pacífica». Los hechos, en sí mismos, implican
a personas: y todo lo descendiente de nosotros es
consecuencia o efecto, y no dictado o premisa
de una «ley tácita» en espera de su
develamiento. Una vez consumados («los
hechos»), sólo existen en la mente de los
espectadores, víctimas y actores, y no en algún
Supra-natural Código para el Enjuiciamiento de
Criminales.

Similar a sus meditaciones sobre la Ley, que no
producto de una Razón Suficiente e Inmutable
sobre los acaecimientos (ello puesto que finalmente se admite la
rigidez de algunos preceptos del Derecho, hasta la
saciedad discutidos por los filósofos de la
Jurisprudencia), la necesidad de la Propiedad
surge sin traumas de carácter divino o querellas
físicas. Nace con el hombre, es su predicado:
así, cuando un bebé se aferra a sus padres, lo hace
movido por la ansiedad de permanencia en el mundo. Para
permanecer y fortalecerse y consecuencialmente sobrevivir, es
menester que tanto física como psíquicamente los
individuos sintamos que hay asuntos inmanentes a nosotros: la
madre, los derechos tribales, la esposa, unos hijos, la tierra
donde edificamos la vivienda y los objetos que 1a habitan. En
Civilización -y no en barbarie- la
Propiedad es también consecuencia «de un
hecho» y no de «un derecho»: aunque
efímero, el premio que la Razón en la
Sociedad
otorga al esfuerzo y no la consagración de
la pereza.

El hombre viene al mundo y ninguna cosa posee o le
pertenece. Ya en lo existente, busca (fijar) forjar (se)
y no fortuitamente o por vindicación accidental y
colectiva (nivelación) merecer las cosas. Respecto a
delegar la Propiedad al Estado después de su
abolición, torpemente ensayada por los
«marxfalazianos», me parece absurdo. En
relación a la Propiedad bajo control estatal, la
experiencia comunista fracasó (por ser una
vertiente degenerada del Mutualismo, quizá
motorizada por la envidia que el soberbio Marxfalso sintió
hacia Proudhon).

¿Qué es el Estado sino
(lógicamente) una entidad que, sin los ciudadanos o
nacionales, no tendría existencia jurídica? La
tesis de la abolición real de la Propiedad,
según soñó Pierre Joseph, implicaría
la delegación de la responsabilidad individual: asunto
artificioso, inconcebible y contrario a la Libertad por
su condicionamiento. La disolución real de la
Propiedad para cederla al Estado no es sino su
transferencia a quienes gobiernan y lo representan de facto o por
la voluntad de los ciudadanos. Similar a sus meditaciones sobre
la Ley, el autor de Filosofía de la
miseria
(1846) imprime cierto tono confuso a sus
percepciones de la Propiedad. Analice el lector lo
siguiente:

«De la distinción de la posesión y
de la propiedad, nacen dos especies de derechos: el jus in
re,
derecho en la cosa, por el cual puedo reclamar la
propiedad que me pertenece a cualquiera en cuyo poder la
encuentre; y el jus ad rem, derecho a la cosa, por el
cual solicito que se me declare propietario (…) Esta
distinción de jus in re y del jus ad rem
es fundamento de la conocida división del posesorio y del
petitorio, verdaderas categorías de la jurisprudencia,
pues la comprenden totalmente en su inmensa jurisdicción.
Al escribir estas páginas contra la propiedad, insto en
favor de toda la sociedad una acción petitoria, pruebo que
los que hoy nada poseen son propietarios en igualdad de
condiciones con los que todo lo poseen. Pero, en vez de pedir que
la propiedad sea repartida entre todos, solicito que, como medida
de orden público, sea abolida para todos…»
[38].

Hábilmente, Proudhon alude a dos importantes
«categorías de derecho» (el «jus in
re» y el «jus ad rem») para, infalible,
demostrar que, ulterior a la formalización de un
«petitorio» y al serle automáticamente negado
(por su osada naturaleza), la Propiedad se vuelve robo:
el propietario ladrón y el Estado (mediante su
gobierno) cómplice del «atentado criminal»
contra los desposeídos, indistintamente de las
categorías.

Admiro la inteligencia que exhibió Pierre Joseph
Proudhon, ciertas de sus inflexiones de modo al
disertar. Fue -sin dudas- alguien dotado de excepcional lucidez
para igual torcer la naturaleza del Ser Humano. En el
curso de un siglo en el cual todavía los hombres se
creían descendientes de los dioses, y cuyos pensadores
intentaban infructuosamente salvarse del purgatorio hostigando a
los escépticos y (científicos)
visionarios, la tesis de la «Libertad»,
«Igualdad» y «Fraternidad» que
propugnaron los intelectuales de la Revolución
Francesa
devino en bestia de probeta: que, en el
naciente Siglo XXI, infortunadamente hiberna.

(LV)

Proyecto de
«
Carta Magna» para el Mundo (PCMPM)

EXPOSICIÓN DE MOTIVOS

Perceptibles las múltiples e inagotables
abominaciones urdidas, ejecutadas e internacionalizadas por los
forajidos del Mundo. Hechos que, en «concierto y
alevosamente», configuran crímenes lesivos contra
quienes, desprovistos de armas, somos nacionales.

Visto que los malvivientes no cesan en sus
propósitos de mantener una ilícita preponderancia
mediante «Internacionales y Delictivos Actos
Gobierno», en perjuicio de la Institucionalidad de la
Moral Inmutable y Universal
que nos sostiene a los
descendientes y testigos.

Visto que, con «fútiles pretextos
religiosos» o «ideológicos», tras
blandir sin blindar los «Mandamientos dictados a
Moisés» por Entidad Oculta y en la
«Torá» explícitos; y en el
«Corán», que procedió a la
recitación («Mishná») del profeta
Mahoma para finalmente dar forma al «Islamismo»; y en
la provecta «Theravada» de Siddhartha Gautama o Buda,
que edificó al «Hinduismo»; y, también
sin menoscabo, igual cito al venerable Confuccio (autor
intelectual del «Confucionismo», fundamentado en los
Cuatro Libros: «I Ching o «Yijing», «Shih
Ching» o «de la Poesía», «Li Chi o
Liji» y «Ch"un Ch"iu» o «Chunqiu»).
E, inclusive, al «Auténtico que la Lux Porta»,
que ilumina en Las Tinieblas y cuyo más difundido
y apócrifo nombre no puede ser mencionado en las leyes de
las y los mortales.

Visto que los «nada hombres ni corajudos»
han elegido, con la ventaja que les confieren instrumentos
letales (de libre adquisición en la Mercadería
del Crimen Organizado y la Diplomafia Transterritorial),

cometer violaciones que a la Humanidad socavan; en
ejercicio de mis atribuciones como «Individuo Civil y sin
Fronteras», elevo (este) mi Proyecto de
«Carta Magna para el Mundo» (PCMPM):

ARTÍCULO PRIMERO.- No se admitirá
la defensa de ninguna lucubración que propenda a persuadir
que el Mundo tiene írritos
«aventajados» que se irguen en sus propietarios, por
ridícula «ascendencia», «casta» o
por virtud de sus acciones violentas.

ARTÍCULO SEGUNDO.- Quedan proscriptas las
«ideologías» o «doctrinas
político-religiosas» que inciten a la discordia, por
motivos innobles como «raza» o «creencias
religiosas», «adhesiones políticas» o
«situación económica-social» entre los
habitantes del Mundo.

ARTÍCULO TERCERO.- Porque a todos los
seres al nacer se nos confiere tácitamente la
«Dignidad de Humanos», edad no exenta,
bogaremos en todos los confines del Universo por la
abolición de cualesquiera objeto capaz de producir muerte
a los que no somos «faltos de piedad» frente a
Entidad Oculta: Yahvé, Alá
(…)

ARTÍCULO CUARTO.- Porque nunca algo
será De La Nada Infalible Tesis para la Intencionalidad
Oculta,
ninguna criatura del Mundo será:
«Sometida al Hambre y la Sed», «Confinada en
Hospicio», «Vejada por su Condición
Social», «Excluida de Sabidurías y
Repartición de Riquezas», «Adoctrinada para
Delinquir», «Obligada a rendir Culto a la
Personalidad o Divinidad previa Intimidación»,
«Exterminada Individual ni Masivamente»,
«Timada por ser Ignorante». En resumen: ninguna
persona podrá ser «Despojada de sus Inalienables,
Inmutables y Humanos Derechos Fundamentales»

ARTÍCULO QUINTO.- Unidos por
«Intereses Materiales o Espirituales», «De
Supervivencia Pacífica», por «Costumbres,
Creencias Individuales o Colectivas a la Humanidad
Inofensivas», los descendientes y testigos
podrán fundar repúblicas dándose leyes que
no configuren violaciones a los «Inalienables, Inmutables y
Humanos Derechos Fundamentales» de cada habitante del
Mundo: «Alimentación», «Hábitat
Confortable e Higiénico», «Libertad»,
«Movilidad», «Trabajo»,
«Salud», «Cultura»,
«Educación», «Seguridad Social,
Pública y Jurídica», «Propiedad»,
«Respeto» y «Afecto»

ARTÍCULO SEXTO.- Será calificado
como hostil, insociable y desquiciado cualquier sujeto o grupo de
individuos que se apertrechen con armas de guerra y arroguen la
«Propiedad del Mundo» o «atribuciones para
gobernar». Quien ejerza funciones, lo hará por
virtud de los «no impíos» que sean
«mandantes»: civiles que, a un eventual
«Administrador de Provincia» o «Estado»,
le dicte un «mandato» prorrogable o rescindible. No
será «mandatario» o «dignatario»,
sino «servidor público» cuya honorabilidad la
sopesarán los «mandantes» que vigilarán
sus actos administrativos.

ARTÍCULO SÉPTIMO.- Previo
examen de persuasíquicos, se infiere que: quienes
sean «desadaptados», «dementes»,
«pervertidos» o aquellos «con inclinaciones
licenciosas» y «asesinas» tendrán
lugares para la consagración de su «Paroxismo de
Fase Terminal». Consecuentemente, en las territoriales se
crearán: «La Zona para el Hedonismo»,
«La Zona para la Mutua y Fortuita
Aniquilación» y «La Zona para la
Espontánea Redención». ARTÍCULO
OCTAVO
.- Los seres alcanzaremos el máximo estadio del
«Humanismo» tras cumplir, y hacer que los
demás igual lo hagan, las disposiciones universales que se
enumeran:

1.- No matar.

2.- No torturar.

3.- No confeccionar armas
letales.

4.- No crear ejércitos.

5.- No someter la voluntad de ninguno para
perjudicarlo.

6.- No timar.

7.- No segregar o excluir.

8.- No denigrar.

9.- No difamar o injuriar.

10.- No deshonrar (a sí mismo,
familiares o Humanidad)

11.- No practicar, por ninguna causa, la
«Omisión de Auxilio»

12.- No abandonar a la pareja o
vástago sin mutuo consentimiento.

13.- No utilizar «bienes e inmuebles
nacionales o privados», «tesoros
públicos», la «superioridad intelectual o
física», «armas de guerra» o las
«investiduras oficiales» para extorsionar o provocar
daños.

14.- No renunciar a la
«Libertad», al «Libre Albedrío no
Lesivo», al «Librepensamiento» ni quitarle o
suspenderle las mencionadas atribuciones individuales a
nadie.

15.- No cometer perjurio.

16.- No urdir el desacato a la
«Tácita Jurisdicción de la Humanidad sobre
Territorios y Asuntos», la cual está por encima de
entelequias como «El Gobierno», «El
Estado» o «La Patria»

ARTÍCULO NOVENO.- Los conceptos de:
«El Bien», «El Mal», «La
Justicia», «La Reparación», «La
Redención» y «La Humanidad» son
inmutables y no se torcerán acomodaticiamente sus
significados.

ARTÍCULO DÉCIMO.- Esta «Carta
Magna para el Mundo» (CMPM) no podrá ser abolida,
enmendada, reinterpretada por apógrafos ni suspendida.
Todos los seres del Mundo, de obvia «aptitud
intelectual» y «habilidad psíquica»,
velarán por: su defensa»,
«aplicación» o
«restitución» si, hipotéticamente,
fuere, a causa de «conspiraciones criminales»,
desaplicada.

(LVI)

El espurio
nacimiento de la (¿«universalidad»?)
Universidad que ya «supura»

«Ningún asunto puede emparentar la
Virtud con la Gloria: prosapia de la iniquidad
que prospera en la incesante contienda entre los seres que
creímos racionales y humanos, víctimas de
pertrechos que adquieren en
armerías primermundanas
y de una agitación doctrinaria ininteligible para la
mayoría
»

«Antes de mi escisión física,
jamás lo ocultaría:
conf[i]eso haber
sentido infinito amor intelectual por la casa de estudios
superiores en la cual transcurrió gran parte de mi vida,
universidad en cuyo sello está inscrito:
El temor a
Dios es el principio de la sabiduría [Initium sapientiae
timor Domini]. Igual admito mi reproche a las manipulaciones
de diócesis que distorsionarían ciertas
categorías filosóficas como: la
Libertad,
Equidad, Fraternidad, Auxilio, Humildad, Veneración,
Misericordia, el Perdón y la Paz entre los
seres humanos. Durante el alba de su existencia, aparte de
instruir, fue acomodaticia: con el
Pudendo y de Facto Poder
Militar, con el de la Sociedad Civil Pudiente y el
Clerical Aristocrático e Inquisitivo: prejuzgó,
persiguió para dar captura a presuntos impíos,
enjuició y
dio muerte. Ello la
estigmatizaría tanto que logró colocar la

Verdad en territorio cenagoso y donde el cultivo del
conflicto es de altísimo celsius»

A las «Letras» y «Ciencias» se
debe el nacimiento de la «Institucionalidad
Universitaria». Empero, en el curso de la Era
Postmoderna, la primera de las mencionadas es, con
sevicia, preterida en tiempos de fascinación por
las tecnologías. Qué no decir del socialmente
«depreciado» [por la monstruosa «plus
valía»] oficio de «Artista». Ello aun
cuando algún erudito [profeso de la
«prolepsis»] pudiera enervarse y decir que las
«Letras», las «Ciencias» y
«Artes» conforman la «tríada» de
la cual en la Antigüedad Platón [428-347 a.
C., junto a quienes en su rededor discernían en el
gimnasio de un presunto héroe de la
Épica llamado Academo] se basó para dar
forma conceptual a la «Academia» [39]. «Mea
sententia est»: la Universidad no mereció un
Acta de Nacimiento Espurio, como la tuvieron la
Historia, Política y Ejército.

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