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Ciudades en bancarrota: ¿La "vía al Tercer Mundo" de los países (antes) avanzados?




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8

Monografía destacada

  1. – Obertura – La
    sociedad decreciente
  2. "Too big, or not too
    big"… that is the question
  3. (Septiembre 2013)
    Donde van los que tiene perdida la FE(D)
  4. "Sombras… nada
    más" (armas financieras de destrucción
    masiva)
  5. Antecedentes
    (decíamos ayer…: el "contar de los
    contares")
  6. – Apocalypse Now: de
    la Big Economy, a la Mac Economy
  7. – The Hall of Fame
    (¿es Detroit una metáfora sobre el futuro de
    los EEUU?)
  8. Disturbios en el Reino
    Unido
  9. – El redescubrimiento
    de la pobreza: algunas explicaciones
    científicas…
  10. Informe Pobreza y
    exclusión social – La experiencia de la Unión
    Europea – Cuadernos de la EPIC – Septiembre
    2011
  11. Naturaleza y causas
    de la pobreza en la Unión Europea
  12. – Cupertino vs.
    Detroit (¿dónde están los empleos del
    futuro?): todos "al servicio" o "el cuento de la
    lechera"
  13. – Finale – Un sistema
    condenado: "the party is over"
  14. Despertares (el
    tránsito de Venus)
  15. Posibilidades
    económicas para nuestros nietos (la cultura de la
    esperanza)
  16. El verdadero coste de
    la desigualdad en Europa
  17. El mayor fraude
    piramidal del mundo y sus "lógicas" consecuencias
    sociales

– Obertura – La
sociedad decreciente

Monografias.com

Un trabajador protesta en la línea de ensamblaje
de la planta de Peugeot en Aulnay-sous-Bois, Francia.

Las "ciudades en bancarrota" representan la más
evidente de todas las metáforas posibles (una especie de
siniestra caricatura) sobre el fracaso de la
globalización, la desregulación, la
financierización, la privatización, el librecambio
y la deslocalización de la economía, que se inicia
con los gobiernos de Ronald Reagan (EEUU) y Margaret Thatcher
(RU), se acelera con posterioridad a la caída de Muro de
Berlín (1989) y se precipita con la crisis financiera
global devenida a partir de la quiebra de Lehman Brothers (2008).
Una crisis de mil cabezas que sigue -aun- viva. 

La bautizada como la Gran Recesión ya
había comenzado en EEUU en diciembre de 2007, siete meses
antes de la caída de Lehman. El origen de la crisis
financiera se sitúa en la primavera de 2007, cuando el
banco de inversión Bear Stearns advirtió que unas
carteras que apostaban en deuda hipotecaria se fueron a pique. El
léxico financiero se complicó de golpe, al quedar
secuestrado por términos técnicos como subprime
(préstamos de baja calidad), credit default swaps (CDS, el
seguro que pagan los inversores para protegerse frente a las
pérdidas) o mortgage backed securities (MBS, paquetes de
inversión a base de hipotecas).

Todo estaba bajo control, decía la Reserva
Federal. Hasta que Bear Stearns tuvo que ser rescatada un
año después, el 24 de marzo de 2008, por JP Morgan
Chase con la asistencia del Tesoro. . Se optó por esa
vía por tratarse de una entidad sistémica, clave
para la economía, de las llamadas demasiado grandes para
caer. No pasó lo mismo con Lehman Brothers, también
hasta el cuello de deuda basura. En su caso no hubo red de
seguridad, con lo que acabó protagonizando la mayor
quiebra de la historia. Para evitar una suerte similar, Merrill
Lynch optó por integrarse en Bank of America ese mismo
día. El resto del mundo no tardaría en notar el
temblor.

Una tras otra cayeron las piezas de un dominó que
forzó a los Gobiernos a abrir el grifo de las ayudas para
salvar sus sistemas financieros. Washington ofreció
asistencia sin límite a las entidades hipotecarias
semipúblicas Fannie Mae y Freddie Mac, salió en
auxilio de la gigantesca aseguradora American International Group
(AIG) y después lanzó el salvavidas nada menos que
a Bank of America y Citigroup.

Fue la confluencia de varios factores la que la produjo:
la concesión de préstamos por parte de los bancos a
clientes que no lo merecían, el pobre trabajo de las
agencias que ponen nota a la deuda, una regulación
financiera laxa y una serie de incentivos públicos que
animaron a que se prestara y se pidiera prestado. En otras
palabras, el dinero fácil y el aparente exceso de liquidez
hincharon la burbuja durante la expansión hasta
explotar.

Si la desregulación financiera es uno de los
factores que provocaron la catástrofe, se puede
señalar entonces a varios responsables. El proceso se
inició con el republicano Ronald Reagan, que
gobernó en los años ochenta, aunque fue con el
demócrata Bill Clinton, una década después,
cuando se abonó el terreno a los excesos que llevaron a
colapso de Lehman. Bajo su presidencia murió la Ley
Glass-Steagall, que en 1933 había levantado un muro de
separación entre la banca de inversión y la
comercial para evitar que se produjera un crash bursátil
como el de 1929.

También con Bill Clinton cobraron vida nuevas
leyes que desregularon los contratos de futuros y forzaron a los
bancos a conceder préstamos a propietarios con un pobre
historial crediticio. Todo ello sucedió con Alan Greenspan
al frente de la Reserva Federal y fue abrazado después por
George W. Bush. El propio Greenspan admitió más
tarde que el error fue confiar en que los bancos serían
capaces de regularse a sí mismos.

Si el terremoto Lehman provocó sacudidas en las
finanzas mundiales, las réplicas en la economía
real resultaron igualmente tremendas, rápidas y globales.
Con el sector financiero al borde del colapso, la actividad se
paralizó. En el último trimestre de 2008, la
economía estadounidense se contrajo a una tasa trimestral
anualizada del 8,3%, la mayor en medio siglo, y en el primero de
2009 la Eurozona se contrajo un 2,8% intertrimestral y
España, un 1,7%, en ambos casos registros sin precedentes.
En cuanto al desempleo, comenzó a acelerarse en Estados
Unidos hasta alcanzar el 10% en el transcurso de 2009, la mayor
tasa desde 1983; también creció en la Eurozona, en
un proceso que se ha visto prolongado por la crisis de la deuda
soberana desde 2010. 

Como antídoto contra estos impactos, los bancos
centrales respondieron con la mayor descarga de munición
monetaria de la historia. Y por distintas vías: colocando
los tipos de interés cerca del 0% y comprando directamente
deuda pública y privada en los mercados para reforzar la
liquidez del sistema y mantener bajos los costes de
financiación. A su vez, los Estados, en su afán por
sostener sus sistemas financieros y por contrarrestar los efectos
contractivos en la economía real, tiraron de gasto
público para salir al paso de los
problemas

La Reserva Federal cifra en 12,6 billones de
dólares la cantidad que movilizó para estabilizar
el sector financiero, lo que equivale a más del 80% del
PIB de 2007. Eso sin contar con unos tipos de interés
estancados en el 0% desde diciembre de 2008 y tres rondas de
estímulos que provocaron que el balance de la Reserva
Federal se multiplicara por cuatro en cinco años, desde
los 925.750 millones previos a la quiebra de Lehman.

La crisis financiera provocó la que se considera
ya como la primera recesión planetaria: según datos
del Fondo Monetario Internacional (FMI), el PIB mundial
sufrió una contracción del 0,7% en 2009. En las
economías avanzadas, el saldo negativo fue del 3,7%,
mientras que los emergentes se convertían en los
flotadores del crecimiento global.

Las ramificaciones del sector financiero provocaron que
la crisis se dispersara con rapidez por todo el planeta,
afectando especialmente a las economías industrializadas,
donde las vulnerabilidades y los excesivos riesgos asumidos por
sus bancos quedaron completamente al descubierto. Eso
forzó a los bancos centrales a abrir de forma coordinada
líneas de liquidez en dólares, porque las
cañerías del sistema financiero se quedaron
literalmente secas.

La economía mundial pareció reaccionar en
la segunda mitad de 2009. Pero no hubo que esperar mucho para
comprobar que el "shock" de Lehman iba a tener múltiples
derivaciones. Como, por ejemplo, la transmisión de los
problemas de deuda del sector privado al sector público.
Ya no se temía que quebraran los bancos; el nuevo temor
era que quebraran los países. 

(15/9/13) La mejor muestra de que, cinco años
después, los ecos del derrumbe de Lehman siguen
escuchándose es que los bancos centrales continúan
aplicando los estímulos monetarios más potentes de
la historia. Es más, en los últimos meses han
confirmado que tienen previsto mantener los tipos de
interés en mínimos históricos todo el tiempo
que sea necesario, una evidencia inequívoca de que hasta
qué punto fue el daño posterior a la quiebra de
Lehman. La lenta recuperación de la economía y
del mercado laboral en Estados Unidos, Reino Unido o la Eurozona
les ha impedido desactivar sus medidas "anticrisis" a la espera
de que la reactivación se afiance. Lehman
quebró hace cinco años… pero parece que fue
ayer. Es lo que tiene que la alargada sombra de su
caída aún planee sobre la economía
mundial.

Sobre la saturación de deuda, Deutsche Bank
mostraba el impacto de los últimos cinco
años:

Los países del G7 han añadido casi 18
billones de dólares de deuda hasta un récord de 140
billones, con casi cinco billones de expansión del balance
de sus bancos centrales para generar solamente un billón
de dólares de PIB nominal.

Es decir, en cinco años, para generar un
dólar de crecimiento se han "gastado" 18 dólares,
un 30% de ellos de los bancos centrales. Todo ello manteniendo la
deuda total consolidada del sistema en el 440% del PIB. (La deuda
sí es el problema – Daniel Lacalle – El Confidencial –
14/9/13)

La "inversión" en crecimiento que se supone que
se consigue con los déficits astronómicos, deuda y
expansión agresiva de los bancos centrales simplemente no
da fruto. Por supuesto, muchos dicen que la solución es
seguir hasta que funcione. Pero el sistema se hace cada vez
más frágil y sujeto a vaivenes ante el más
mínimo movimiento de los tipos de
interés.

Estos crecimientos paupérrimos, además,
ocurren en medio de un periodo de represión financiera
feroz. Devaluaciones y bajadas de tipos de interés
desincentivan el ahorro, y empujan a endeudarse. El dinero es
"barato" y el ahorro es "ser tonto". Pero a la vez se suben los
impuestos y baja la renta disponible. Se empobrece a la
población en cuatro flancos: sus ahorros, la rentabilidad
de los mismos, sus ingresos y su capacidad de consumo.

Todo ello lleva a un sistema mucho más
débil, porque los costes fijos -el gasto público
se multiplican en economías cíclicas, dejando muy
poco margen de maniobra para los tiempos difíciles. Y
entonces nos dicen que es un problema de ingresos, como si una
administración pudiera manejarse esperando que vuelva la
burbuja.

Hace cinco años la agencia de calificaciones
Standard & Poor"s mantuvo la calificación de grado de
inversión "A" para Lehman Brothers hasta seis días
antes de que colapsara. Moody"s esperó aún
más: redujo la calificación de Lehman un día
laborable antes de su derrumbe. ¿Cómo es posible
que reputadas agencias de calificación -y bancos de
inversión- se equivoquen tanto en sus
evaluaciones?

Los reguladores, banqueros y agencias de
calificación son en gran parte culpables de la crisis.
Pero esta cuasi debacle no fue tanto un fracaso del capitalismo
como un fracaso de la capacidad de los modelos económicos
contemporáneos para comprender el rol y el funcionamiento
de los mercados financieros -y, en términos más
amplios, la inestabilidad- en las economías capitalistas.
(¿Fracasó el capitalismo? – Roman Frydman &
Michael D. Goldberg – Project Syndicate –
13/9/13)

Estos modelos apuntalaron con supuesta cientificidad
decisiones de política e innovaciones financieras que
aumentaron en gran medida las probabilidades -y tal vez tornaron
inevitable- la peor crisis desde la Gran Depresión.
Después del colapso de Lehman el expresidente de la
Reserva Federal, Alan Greenspan, declaró ante el Congreso
estadounidense que había "encontrado un defecto" en la
ideología que propone que el interés personal
protegería a la sociedad contra los excesos del sistema
financiero. Pero el daño ya estaba hecho.

Si la repuesta a unos eventos extraordinarios fue
extraordinaria, también lo fueron las consecuencias. Al
hacer balance de la crisis, la Reserva Federal de Dallas acaba de
publicar un estudio (septiembre 2013) en el que revela que la
Gran Recesión va a costar hasta 120.000 dólares a
cada familia en EEUU, lo que equivale a una pérdida de
poder adquisitivo de hasta 14 billones de dólares. Es como
borrar de un plumazo casi todo el PIB de la mayor potencia del
mundo.

La cifra es producto de la pérdida de valor del
patrimonio y de la caída de las remuneraciones vividas en
los últimos cinco años. La gran duda en este
momento, como muestra el mismo estudio, es si la economía
de EEUU será capaz de recuperar el vigor previo a la
crisis. Si no lo consigue, la Fed de Dallas señala que el
impacto será aún mayor. Y todo esto sin contar con
el colapso del mercado inmobiliario, donde el precio medio de la
vivienda arrastra todavía una depreciación del
25%.

Oficialmente, la Gran Recesión acabó en
junio de 2009, aunque en Wall Street se tocó fondo unos
meses antes. Eso, sobre el papel. El ciudadano de la calle lo
siente de otra manera. La recesión destruyó 8,7
millones de empleos en EEUU y el total de parados se
disparó a 14,7 millones. La tasa de paro alcanzó el
10% en octubre de 2009. A septiembre de 2013 está en el
7,3%, una mejora que se explica por la caída en la tasa de
participación (las personas dispuestas a trabajar) hasta
el 63,2%, su nivel de 1978. Si estuviera en el 66,5% registrado
de media entre 1988 y 2007, según Moody"s, el paro
sería del 11,9%. Cuatro años después de la
recesión, hay 11,3 millones de parados y 10,6 millones de
personas subempleadas -forzadas a trabajar a tiempo parcial- o
que se declaran frustradas con las perspectivas
laborales.

La recuperación del colapso escenificado con el
derrumbe de Lehman Brothers está siendo, por tanto,
desigual, y la incertidumbre de la opinión pública
respecto al futuro de la economía y del sistema financiero
persiste en el quinto aniversario. El ciudadano, en EEUU, nota
que las cosas empiezan a ir mejor, pero, en general, teme que se
quede en un nuevo intento de recuperación, como cuando se
habló de los brotes verdes en la primavera de
2009.

Durante este tiempo, además, se ha incrementado
la brecha entre los que más tienen y los que menos, un
problema que se plasma en numerosos estudios publicados en los
últimos dos años y que denunció el
movimiento Ocupemos Wall Street. El 10% que está
más arriba se llevó la mitad de la riqueza generada
por la economía. Y si se sube aún más alto,
el 1% se comió una quinta parte.

Para las rentas más altas, la crisis pasó
mucho antes que para el ciudadano medio. Los que más
tienen fueron los que más se beneficiaron del repunte de
Wall Street, de la mejora del mercado inmobiliario y de tipos de
interés por los suelos, por no dejar de mencionar los
dividendos que reciben por sus inversiones en empresas que
vuelven a ser muy rentables. Los más ricos controlan el
90% del capital que se mueve en el parqué.

Esa brecha también se ve a escala global. El FMI
advierte de que el desempleo sigue afectando de manera
desproporcionada a los jóvenes. Se calcula que hay
aún 200 millones de empleos por recuperar en todo el
mundo, destruidos por la crisis financiera. La gran dificultad
está en cómo desmontar la estructura puesta en
marcha para responder a la crisis sin que eso afecte a los
emergentes. Hacia ellos se dirigió la liquidez cuando el
mundo desarrollado estuvo en dificultades y ahora empiezan a
mostrar síntomas de debilitamiento. Es otra evidencia de
que las réplicas de la crisis siguen reverberando en una
economía global que necesita de los estímulos para
crecer y está dominada por la incertidumbre. Por eso, el
temor es que la próxima implosión no afecte solo a
EEUU y Europa, sino también a Rusia, Brasil y
China.

Los economistas Thomas Piketty y Emmanuel Sáez
han recopilado datos durante la última década y han
utilizado las cifras de la Hacienda estadounidense para calcular
la concentración de renta en las clases altas
estadounidenses. Según sus cálculos, la parte
correspondiente a las rentas más altas sufrió un
golpe durante la Gran Recesión, cuando cosas como las
plusvalías o las primas de Wall Street decayeron
temporalmente. Pero los ricos han vuelto con fuerza, hasta el
punto de que el 95% de los ingresos de la recuperación
económica desde 2009 han ido a parar al famoso "1%". De
hecho, más del 60% fue al 0,1% de la población con
los ingresos más altos, gente cuyas rentas anuales superan
los 1,9 millones de dólares. (La recuperación de
los ricos – Paul Krugman – El País –
15/9/13)

Básicamente, mientras que la gran mayoría
de estadounidenses vive aún en una economía
deprimida, los ricos han recuperado casi todas sus
pérdidas y siguen avanzando posiciones.

Las cuatro mayores firmas financieras de EEUU son en
septiembre de 2013 un 30% más grandes que antes del
colapso de Lehman Brothers. La aplicación de la nueva
regulación financiera, que busca que los bancos sean
más transparentes, va con retraso a escala internacional,
mientras en paralelo se debate sobre la necesidad de levantar de
nuevo un cortafuegos en el negocio de los grandes bancos, al
estilo de la Ley Glass-Steagall, una iniciativa que se topa con
el poderoso lobby de Wall Street.

En el mismo artículo antes mencionado, Paul
Krugman dice: "¿A qué se deben estos
astronómicos ingresos de las clases más altas?
Sobre este punto existe un intenso debate, en el que algunos
economistas siguen afirmando que las rentas increíblemente
altas reflejan contribuciones igualmente increíbles a la
economía. Creo que ya he señalado que una gran
parte de esas rentas súper altas procede del sector
financiero que, como posiblemente recordarán, es el sector
que los contribuyentes tuvieron que rescatar después de
que su inminente quiebra amenazase con arrastrar al fondo a toda
la economía.

En todo caso, sea cual sea la causa de la
concentración creciente de la renta en las clases
más altas, el efecto es que está socavando todos
los valores que definen a Estados Unidos. Año tras
año nos vamos apartando de nuestros ideales. Los
privilegios heredados están desplazando a la igualdad de
oportunidades, y el poder del dinero está ocupando el
lugar de la verdadera democracia.

¿Qué podemos hacer, entonces? Por el
momento, un cambio como el que tuvo lugar durante el New Deal
-una transformación que creó una sociedad con una
clase media, no solo mediante programas gubernamentales, sino
aumentando considerablemente el poder de negociación de
los trabajadores- parece estar políticamente fuera de
alcance"…

Después de cuatro años de crecimiento (en
EEUU), sigue habiendo 11,3 millones de personas sin trabajo. El
empleo ha mejorado, pero hay 1,9 millones de trabajos menos que
durante el punto más alto en 2008.

Muchos estadounidenses tienen derecho a preguntar por
qué la situación sigue siendo tan nefasta y si se
podría haber hecho algo diferente para aliviar las
prolongadas penurias económicas.

A septiembre de 2013, los precios de las viviendas
están subiendo (en EEUU), pero uno de cada seis deudores
tiene una hipoteca más alta que el valor del inmueble. Los
ingresos reales del hogar típico, el que se ubica justo en
el medio de la muestra estadística, son 5% más
bajos que en septiembre de 2008, según las estimaciones
más recientes.

Asimismo, el público no oculta su
indignación y sigue convencido de que las firmas de
valores de Wall Street fueron rescatadas, pero a los deudores
comunes y corrientes no se les prestó ayuda. "Para salvar
la economía, tuvimos que violar un principio básico
de Estados Unidos: quien asume el riesgo, sufre las
consecuencias", señala Neel Kashkari, quien estuvo a cargo
del programa del gobierno que inyectó los fondos de los
contribuyentes en los bancos.

Y ha transcurrido el tiempo suficiente para identificar
momentos clave en la guerra para rescatar la economía
mundial y evaluar el desempeño de los generales que la
libraron. La estrategia logró prevenir una Gran
Depresión 2.0 y, no hace falta decirlo, la
situación podría haber sido mucho peor. Sin
embargo, ¿podría haber sido mejor?
¿Podrían las equivocaciones haber agravado la
crisis o haber plantado las semillas de la
próxima?

Cinco años después de la crisis, el
sistema financiero ha sanado lo suficiente para provocar temores
ocasionales de un regreso de los excesos del pasado. La
economía, no obstante, no se ha recuperado por completo a
pesar de la extraordinaria exhibición de artillería
fiscal y monetaria.

La pregunta más importante que queda pendiente es
la siguiente: ¿fueron los estímulos fiscal y
monetario la medicina equivocada o acaso la dosis fue muy
pequeña para surtir el efecto deseado?

A partir de 2008, las autoridades estadounidenses
desempolvaron las obras del economista británico John
Maynard Keynes, quien recetó un aumento del gasto y
recortes de impuestos como el remedio indicado para curar la Gran
Depresión de los años 30. Luego hicieron los
primero (aumentar el gasto), beneficiando al sector de la oferta
(banca e inversión especulativa), en vez de alentar la
demanda (trabajo y consumo), y no hicieron lo segundo (recortes
de impuestos), afectando la demanda.

Los principales asesores económicos del gobierno
de Barack Obama y economistas de la Fed señalan que
hubieran preferido un paquete fiscal más significativo
para compensar la menor demanda del sector privado. "Reducimos el
déficit más rápido de lo que hubiera sido
óptimo y, en consecuencia, sufrimos un crecimiento
más bajo", reconoció Lawrence Summers, uno de los
principales asesores económicos del presidente
Obama.

No todos están convencidos. "La política
fiscal ha sido la causa del problema", dice John Taylor. El
economista de la Universidad de Stanford es partidario de un
menor gasto fiscal y una normalización paulatina de "los
excesos monetarios", mientras se sigue una política
monetaria más basada en reglas objetivas y menos en la
discrecionalidad de la Fed.

Cinco años después de la quiebra de
Lehman, la todavía convaleciente economía global se
encuentra algo mejor. Los impulsos de la Fed y China consiguieron
salvar al paciente y evitar una depresión como la del 29.
Con bastante retraso y más timorato, se les unió a
la terapia el BCE. Sin embargo, un lustro más tarde, toda
esa masa de liquidez inyectada al sistema a duras penas se ha
filtrado a la economía real y la creación de
empleo. Por un lado, ésta se ha destinado a prestar a los
Estados. Y por otro, a la llamada banca en la sombra. Ésa
que sin regular proveía financiación enmascarando
como producto de calidad lo que en realidad era deuda acumulada.
Ésa que permitía que se financiase a corto plazo el
endeudamiento a largo. Y ésa que dejaba apostar contra una
inversión sin tener en cuenta que existía el riesgo
de la contrapartida.

Ha pasado un lustro desde que ocurrió todo
aquello, y las aguas han vuelto a una relativa calma. EE UU y sus
bancos se recuperan. Los emergentes han resistido, a pesar de que
la marea negra de la Gran Recesión empieza a cruzar
océanos y amenaza ahora las costas de Brasil, India, China
y compañía. Solo Europa -y, con ella, sus bancos-
sigue atascada en su particular lustro del diablo, en el que
también prácticamente todo ha sido posible,
incluso, una ruptura del euro. En los peores momentos, los
líderes europeos dieron siempre un paso adelante, pero con
parches que no han alcanzado para adquirir suficiente velocidad
de crucero. "Europa ha hecho lo suficiente para sortear el
colapso, pero no para salir de esta con éxito", resume el
profesor de Berkeley Barry Eichengreen.

En los terroríficos meses que siguieron a la
caída de Lehman Brothers, casi todos los Gobiernos del
mundo se pusieron de acuerdo para compensar el repentino
hundimiento del gasto privado y se aplicaron en desarrollar
políticas monetarias y fiscales expansivas. Parecía
llegado el momento de la venganza de la política, tras
años de desregulación y progresivo ninguneo del
Estado en favor del mercado. Pero en 2010 ocurrió algo
extraño: una gran parte de la élite del mundo,
espoleada por los mismos banqueros que habían recibido
dinero público a paletadas, decidió arrojar por la
borda las lecciones de la historia y empezó la era de la
austeridad. A distintas velocidades: austeridad moderada en EEUU,
que no hizo un giro completo y eso le ha permitido salir del pozo
con más claridad; y austeridad a rajatabla en Europa, que
solo muy recientemente ha preferido cambiar de retórica y
poner el acento en las reformas, pero que en la práctica
sigue de lleno en esa política
económica.

La eurozona está pagando esos excesos con la
tijera. Presenta leves signos de mejoría, pero será
el único gran bloque económico del mundo que
cerrará el conjunto del año con una caída
del PIB. Y sobre todo con tremendas dudas en varios flancos, a
pesar de la renovada complacencia de sus líderes. La deuda
pública en la mayoría de los países no solo
no baja, sino que aumenta. Los rescates han sido un fiasco. Los
bancos continentales tienen menos colchones de capital que los
estadounidenses y presentan serias incertidumbres. El paro y la
pobreza están en máximos, y en algunos
países –Grecia y España y, en menor medida,
Portugal e Italia– el desempleo presenta números
depresivos.

El bucle diabólico entre deuda soberana y banca
sigue sin romperse y es un problema eminentemente europeo. Porque
el continente no sabe manejarse en el jaleo: a partir de 2008,
EEUU prestó ayuda a 13 entidades y dejó quebrar a
medio millar de bancos. Europa ha dado ayudas de Estado a 50
entidades y sigue sin resolver cómo demonios dejarlos
caer, según los datos de Bruegel. La unión
bancaria, en pleno proceso de construcción, es
probablemente la nueva piedra filosofal europea: del acierto en
el diseño de su infraestructura depende la tranquilidad
del sistema financiero, y de ella se deducirá
también si los líderes quieren verdaderamente
más unión o si el proyecto europeo está
definitivamente varado.

Cinco años después de Lehman, los bancos
de todo el mundo están ahora más recapitalizados,
no recurren a las endiabladas titulizaciones y toman menos
riesgos. Pero los problemas siguen ahí.

Los sistemas de bonus que incentivaron por doquier la
toma indiscriminada de riesgos no han sido reformados, por
ejemplo cambiándolos por pagos en acciones que se cobren
unos años más tarde y que vinculen las
retribuciones con el desempeño de la entidad a largo
plazo.

Si el "too big to fail" ya era un peligro, las entidades
ahora son aún mayores y por lo tanto concentran más
riesgo sabiendo que serán rescatadas si pasan apuros,
sobre todo con nuevas rondas de inyecciones monetarias de los
bancos centrales.

Aunque los bancos centrales hayan conseguido que no se
pare la actividad, lo han hecho beneficiando sobre todo a los
ricos, al engordar los precios de los activos. Mientras
continúan las dificultades para conseguir empleo, la
frustración de las clases bajas y medias aumenta al
comprobar cómo se ha puesto mucho dinero en la banca, pero
no se ha castigado en los tribunales a los que asumieron riesgos
excesivos.

Ni se ha separado con nitidez la banca comercial de la
de inversión, ni se ha regulado la banca en la sombra. Lo
que a su vez ha provocado que muchas entidades trasladen su
actividad hacia esa banca en la sombra libre de controles y que
según la FSA británica ha aumentado su
tamaño hasta los 67 billones de dólares desde la ya
de por sí increíble cifra de 59 billones en 2008,
en parte dopada por las sucesivas inyecciones monetarias.
 

Y si en Estados Unidos todavía no se ha hecho lo
suficiente, en Europa se ha hecho incluso menos. Las autoridades
de la UE no han completado el proceso de limpieza de los balances
bancarios debido a que una economía renqueante
continúa deteriorándolos.

Por otra parte, el problema de la deuda no remite, pues
al recortar el consumo para reducir endeudamiento, los ingresos
caen mientras la deuda vale lo mismo, lo que complica el pago de
los créditos. Además, buena parte del
endeudamiento privado se ha trasladado a las cuentas
públicas. Y para colmo, a mediados de septiembre de 2013,
los dos motores de esta salida de La Gran Recesión
levantan el pie del acelerador. China flaquea desbordada por el
crédito. Y la Fed ha de retirar sus estímulos. Ante
la perspectiva de perder estos impulsos, los emergentes ya se
tambalean. Sin una fuente clara de crecimiento, con la demanda
demasiada endeudada en Occidente, la única vía que
se vislumbra para dar fuelle al crecimiento son nuevas burbujas,
hecho del que una vez más se intentará aprovechar
la banca en la sombra con los consiguientes riesgos.

¿Los más perjudicados? Entre otras, las
clases medias, que "probablemente estén condenadas. Creo
que las clases medias nunca llegarán a tener el nivel de
bienestar que han gozado durante las décadas posteriores a
la guerra. Se acabó", dice la antropóloga social de
la University of London Alexandra Ourousoff, autora de
"Triple A. Una anthropologue dans les agences de
notation" (Belin), tras pasar seis años investigando a los
analistas de Moodys, Fitch o Standard & Poor"s. (Cómo
se obtiene una AAA: una antropóloga en las agencias de
calificación – El Confidencial –
14/9/13)

¿Qué significa demasiado
grande?

En marzo de 2008, la Reserva Federal arriesgó US$
29.000 millones del erario público para que J.P. Morgan
aceptara la adquisición y así salvar Bear Stearns.
Ben Bernanke, el presidente de la Fed, la catalogó como
"la decisión más difícil" porque fue "la
primera", es decir la primera extensión de la red de
seguridad de la Fed a una institución que no era
supervisada por el banco central.

Bernanke y los otros dos generales en esta batalla, el
entonces secretario del Tesoro, Henry Paulson, y el entonces
presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, Timothy
Geithner, aseguran que el rescate de Bear Stearns fue necesario
porque la firma estaba muy interconectada con el resto del
sistema financiero. Además, agregan, el dinero fue
devuelto.

Los detractores señalan que, si las autoridades
hubiesen permitido la quiebra de Bear Stearns, los inversionistas
no hubiesen estado tan dispuestos a financiar otras firmas de
Wall Street. Vincent Reinhart, un ex alto funcionario de la Fed,
ha tildado la decisión de salvar a Bear Stearns como "el
peor error de política en una
generación".

La gran ficha fue Lehman Brothers, el banco de
inversión que estaba siendo perjudicado por
préstamos incobrables de bienes raíces. Permitir
que Lehman se acogiera a la bancarrota en septiembre de 2008 es
la decisión más estudiada de la crisis. "Con la
perspectiva del tiempo, es muy difícil argumentar que no
fue una equivocación", dice Frederic Mishkin, economista
de la Universidad de Columbia quien estuvo en la junta de la Fed
hasta agosto de 2008.

Pero en ese momento, aclara, había razones
justificadas para permitir que el colapso de Lehman fuera una
lección para Wall Street. "Todos sabían que Lehman
estaba explotando la creencia de que la Fed los iba a rescatar",
afirma.

Richard Fuld, el presidente ejecutivo de Lehman, dijo
ante la comisión del Congreso que investigó la
crisis que él creyó hasta el último momento
que su empresa sería rescatada con la ayuda del gobierno.
Fuld añadió que le dijo a Paulson: "Si nos dan un
(crédito) puente, rearmaremos Lehman. Podemos cerrar estas
posiciones…". Pero el gobierno se negó.

"Teníamos mucha certeza de que el colapso de
Lehman sería catastrófico", indicó Bernanke
ante la misma comisión un año después del
evento. La Secretaría del Tesoro y la Fed trataron de
encontrar un comprador para Lehman, pero no pudieron.

Y aunque en su momento ofrecieron diferentes
explicaciones, Bernanke, Paulson y Geithner hoy dicen lo mismo:
no tuvieron más opción que dejar que Lehman se
acogiera a la bancarrota. "Voy a sostener hasta mi lecho de
muerte que no escatimamos esfuerzos para salvar a Lehman, pero no
fuimos capaces de hacerlo porque carecíamos de la
autoridad legal", ha dicho Bernanke.

Paulson, por su parte, señala que si los
reguladores del gobierno hubiesen tenido en 2008 las facultades
que el Congreso les confirió en 2010, hubieran asumido el
control de Lehman. "Hubiera sido desordenado, pero mejor",
señala.

Paulson le dijo al Congreso que el programa, conocido
como Programa de Alivio de Activos en Problemas, TARP por sus
siglas en inglés, sería usado para comprar "activos
tóxicos", o sea hipotecas que jamás serán
pagadas en su totalidad, que estaban en las carteras de los
bancos. En la práctica, sin embargo, el gobierno
usó los fondos para adquirir acciones en dichas entidades
financieras y, de esta manera, reforzar su capital. "La severidad
y la naturaleza en constante expansión de la crisis
significó que a menudo tuvimos que hacer todo sobre la
marcha", reconoce Paulson (septiembre 2013). "Obtuvimos TARP para
hacer algo que no funcionó", señaló, "pero
hizo otra cosa en forma brillante".

Las condiciones siguen generando polémica. El
gobierno, por ejemplo, permitió que los bancos rescatados
siguieran repartiendo dividendos; el salvavidas lanzado a
Citigroup Inc. y Bank of America, las condiciones impuestas sobre
la remuneración de los ejecutivos de la banca (que han
sido criticadas por ser demasiado laxas y demasiado estrictas) y
el vínculo (o más bien la ausencia de
vínculo) entre recibir fondos estatales y otorgar
préstamos han sido temas controvertidos.

El rescate de la banca y las automotrices General Motors
y Ford, que tuvieron que pasar por procesos de bancarrota,
dejaron un sabor amargo. Como señaló un informe del
panel a cargo de la implementación del programa TARP, la
operación causó la impresión de que
"cualquier compañía estadounidense puede recibir
fondos públicos, siempre y cuando su colapso genere las
suficientes pérdidas de empleos o daño
económico".

¿Qué se ha hecho en cinco años para
evitar que los bancos vuelvan a tener como rehenes a
economías enteras cuando se encuentran con
dificultades?

Demasiado grandes para cargar con ellos

Ha habido mucha reforma y rehabilitación, aunque
está muy lejos de ser suficiente.

Lo primero que se nota es que lo que ha impulsado las
reformas es el deseo de desinfectar el sistema existente, no el
de imponer un cambio estructural fundamental en
él.

Bancos individuales vendieron bienes deficitarios o
periféricos, se libraron de algunos de los activos
más tóxicos y adoptaron un enfoque más
prudente respecto a los préstamos (y en el proceso de
reparación, contuvieron el suministro de nuevos
créditos, frenando así la recuperación de
muchas economías).

Pero muchos bancos siguen siendo enormes. No han sido
forzosamente divididos o desmantelados; siguen siendo "demasiado
grandes para quebrar", como se dice en la jerga.

Si uno de los grandes estuviera nuevamente en una
situación desesperada, los contribuyentes serían
los que tendrían que rescatarlo otra vez, por temor a los
estragos a la economía que su bancarrota podría
provocar.

En Reino Unido, por ejemplo, los balances individuales
de Barclays, HSBC y RBS siguen siendo más grandes que la
producción económica anual del país, lo que
plantea el legítimo temor de que son "demasiado grandes
como para salvar" (en vez de "demasiado grandes para quebrar"),
para un sector público británico
sobrecargado.

Riesgos no ponderados

El otro aspecto importante es que las reglas
internacionales, llamadas los Acuerdos de Basilea, establecidas
para asegurar que los bancos tienen suficiente capital para
absorber pérdidas sin comerse los ahorros de los
depositantes, fueron modificadas pero no desechadas.

El problema es que parte de lo que salió
terriblemente mal en los años del boom antes de 2007/8 es
que los bancos explotaron cínicamente estas reglas
-especialmente las ponderaciones por riesgo atadas a distintas
categorías de préstamos- para poder guardar tan
poco capital como fue posible.

El efecto de este juego con los Acuerdos de Basilea es
que los bancos parecían tener más que suficiente
capital para hacer frente a cualquier accidente que se les
atravesara por su camino, cuando en realidad tenían apenas
un ápice de la protección necesaria para sus
depositantes.

Hay quienes argumentan que después de Lehman, los
Acuerdos de Basilea deberían haberse descartado y
sustituido con normas mucho más simples que pudieran ser
eficazmente controladas y supervisadas por los entes reguladores
y accionistas. Eso no ocurrió.

"Too big, or not too
big"… that is the question

California: el "leading case" de la bancarrota de un
Estado Federal. Todo un símbolo: el "Governator" que
"Terminator" con el mayor estado de EEUU, equivalente a la octava
economía más grande del mundo. ¡Ahí es
nada!…

Monografias.com

Arnold Schwarzenegger, gobernador de
California

California tiene un déficit
presupuestario de más de US$ 19.000 millones
(15/5/10)

"Los legisladores del California aprobaron un plan
presupuestario de consenso promovido por el nuevo gobernador,
Arnold Schwarzenegger, para hacer frente a la crisis fiscal del
estado más rico de Estados Unidos"…
California
aprueba plan presupuestario (BBCMundo –
12/12/03)

Luego de semanas de intensas negociaciones, el actor
convertido en político republicano logró un acuerdo
con la oposición demócrata -que controla la
legislatura californiana- para intentar solucionar el problema
presupuestario estatal.

El pacto contempla emitir bonos públicos por US$
15.000 millones e imponer un límite a los gastos del
estado. También establece la creación de un fondo
de reserva y prohíbe requerir préstamos en el
futuro para costear gastos operativos.

Con esas medidas se espera aliviar el déficit
presupuestario de casi US$ 20.000 millones que California
enfrentará el año entrante (2004).

El déficit californiano aumentó debido a
un marcado descenso en la actividad económica durante los
dos últimos años (2001-2002) y una crisis
energética que generó gastos
inesperados.

Según fuentes de prensa, Schwarzenegger
accedió a moderar su posición inicial sobre la
imposición de un límite a los gastos
gubernamentales de cada año. En cambio, los
demócratas se comprometieron firmemente con el gobernador
a cooperar en el establecimiento de un fondo de reserva y en
otorgarle autoridad para convocar a la legislatura cuando surja
una crisis fiscal.

"El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger,
ordenó el despido de unos 22.000 trabajadores estatales y
el recorte de sus salarios a otros 200.000"…

Schwarzenegger anuncia despidos (BBCMundo –
31/7/08)

El anuncio del gobernador del mayor estado de EEUU se
debe al monumental déficit presupuestario de esa
región que asciende a los US$ 15.000 millones. A esto se
une el hecho de que los legisladores del estado no pudieron
llegar a un acuerdo para aprobar un plan de gastos para el actual
año fiscal.

Schwarzenegger pidió disculpas a los trabajadores
estatales al firmar una orden ejecutiva que deja sin trabajo a
miles de empleados contratados a medio tiempo o que tienen
posiciones temporales. El otro grupo afectado de 200.000 ahora
ganará sueldo mínimo. El gobernador aseguró
que no tenía otra opción.

"Estoy ejerciendo mi autoridad ejecutiva para evitar una
crisis a gran escala para que nuestro estado siga adelante", dijo
el gobernador. "Esta no es una decisión que tomo a la
ligera", agregó.

La corresponsal de la BBC en Los Ángeles, Rajesh
Mirchandani, señala que el déficit presupuestario
ha dejado a California en una situación en la que el
gobierno estatal no puede pagar contratistas, muchos servicios
que ofrece y, lo más importante, carente de planes para
revertir los números rojos.

Según Schwarzenegger, con estas medidas
California ahorrará US$ 100 millones al mes y está
diseñada para poner presión sobre los congresistas
estatales que aún no se ponen de acuerdo para resolver la
crisis en el presupuesto.

Unos 30 estados del país enfrentan la misma
situación, alimentada por la caída de las ganancias
en el marco de una economía en problemas. Sin embargo,
California es de lejos el que más problemas tiene en sus
arcas.

"California"s Governor Arnold Schwarzenegger has
ordered 22,000 state workers to be laid off and 200,000 to have
their wages slashed as the state faces a budget deficit of more
than US$ 15 billion"…
California cash crisis (BBCMundo –
4/8/08)

From Los Angeles, Rajesh Mirchandani reports:

Governor Arnold Schwarzenegger apologised to state
workers as he signed the order that will leave more than 20,000
jobless and ten times that number with lower wages. The move will
save $ 100 million a month. Yet California faces a budget deficit
of $ 15 billion.

Arnold Schwarzenegger:

"Our state faces a looming cash crisis. This situation
leaves me with no easy choices, choices, only choices with
consequences, consequences that will have a direct impact on
California families. And so I have a responsibility to make sure
that our state has enough money to pay its bills".

The main problem is that some six weeks after
California"s new fiscal year began, state legislators have failed
to agree a budget, which means California, with one of the
largest economies in the world, has no way to pay for
contractors, for many of the services it provides and, crucially,
no plans for how to make up that huge budget shortfall. The
Governor"s move is designed to put pressure on politicians to
resolve the crisis.

In fact some 30 American states face budget deficits,
caused by rising costs and falling revenues in a slumping
economy. But California"s is by far the largest.

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