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Los componentes ético-políticos en la ideología de la Revolución Cubana (Quinta parte) (página 3)



Partes: 1, 2, 3

¿Qué condujo a Eduardo Chibás a su
trágica determinación del 5 de agosto de 1951 ante
los micrófonos de la CMQ, culminada la
lectura de su considerado testamento político "El
"último aldabonazo"? ¿Cómo conceptualizar la
posición del inmolado dirigente ortodoxo, en el espectro
político imperante en la Cuba de entonces? ¿Su
ejecutoria política nos revela un exponente más del
llamado "populismo", tan común en la época, casi
lindante para algunos investigadores, en una bien manipulada
demagogia? ¿Nos revela un hombre obcecado por su
desmedida y descontrolada imaginación? ¿Acaso es
una nueva expresión del caudillismo en la
política cubana? ¿Es por el contrario producto de
una excepcionalidad entre los dirigentes políticos de la
época que marca un nuevo derrotero en la
historia de Cuba, desencadenante de futuros y trascendentes
acontecimientos posteriores?

La excepcionalidad de una personalidad se
reivindica, en nuestro criterio, no solo por su capacidad en
el desempeño en determinado ámbito de la
actividad humana, sino ser capaz de encauzarla a partir de
un código de conducta que lo haga
trascender por su ejemplaridad, a sus contemporáneos e
incluso futuras generaciones. La tríada ética,
cultura y valores, tan enraizada en el pensamiento progresista
cubano, en su decursar de más de dos centurias,
permitió forjar figuras en los diversos ámbitos de
la actuación ciudadana, fuese en la colonia o la
República (en sus dos etapas: prerrevolucionaria y
posterior al 1ro de enero de 1959), que cumplimentaron tales
requisitos.

Eduardo René Chibás Ribas, como todo
hombre, es producto de su época y del peculiar contexto
histórico-concreto en que desarrolla su vida.
Portador de virtudes y de las limitaciones humanas, o como
bellamente se acostumbra a decir, de sus propias luces y sombras,
éste logró aglutinar entorno a su ideario
ético-político al pueblo cubano, en un momento de
singular importancia en el encausamiento de sus tantas veces
burlados intereses y aspiraciones, por gobiernos corruptos,
indolentes o motivados por su incondicionalidad a los dictados de
aquellos que siempre pendieron como Espada de Damocles, en
el proceso de conformación de nuestra identidad
cultural y nacional..

Tildado de "loco" por sus detractores, generalmente
pertenecientes a esa pléyade de "cuerdos", carentes de
toda moral en el ejercicio de la política; más de
una vez traicionado, aún en vida, por sus supuestamente
colaboradores más cercanos, que nunca entendieron la
importancia de defender la imagen del partido por el creado,
en aras de conservar su programa, al margen de componendas y
alianzas deshonrosas tan en boga en la política de
entonces; enfrentado por "pillos consumados" en
el arte del engaño y la mentira (que
hoy se intentan reivindicar como lo que nunca fueron) urdieron
un plan siniestro, dirigido a atacarlo en su talón de
Aquiles, su elevado concepto de
la dignidad personal, sobornando a los que
podían ofrecer las pruebas necesarias del latrocinio
oficial e inspiración, a partir de su elevado concepto del
necesario rescate del ejercicio de la política, en una
generación, que surgida de la juventud ortodoxa, buscaba
los mismos fines, explorando nuevos caminos. Tildado por unos
como representante de un "populismo", casi rayano en la
época, como sinónimo de demagogia, Chibás
forjó su propia imagen, sin comparaciones
engañosas, como líder popular de profundas
raíces populares, rescatando del cenagal de la
frustración, a un pueblo sistemáticamente
engañado, manipulado y burlado en sus justas
aspiraciones.

Su
desaparición física liberó la
<<Caja de Pandora>> aún en el seno de su
partido, de aquel sector que llevado por sus turbias
aspiraciones, traicionó su legado. Solo entonces el
inescrupuloso Fulgencio Batista pudo consumar su siniestro golpe
de estado del 10 de marzo de 1952, quien a partir de la
instauración de su sangrienta dictadura, propició
el nacimiento de la Generación del Centenario, que con la
autoría intelectual de Martí e inspirada en el
ideario ético de Chibás, permitió a partir
del Asalto a Moncada, el 26 de Julio de 1953, trazar un nuevo
derrotero a las aspiraciones populares.

Referencias y
notas bibliográficas

(1) En: Ana Cairo. Eduardo Chibás: imaginarios.
Santiago de Cuba, Cuba: Editorial Oriente; 2010. Página
301

(2) En: Ana Cairo (compiladora). Guiteras: 100
años. Página 34

(3) Tabares del Real. Guiteras. Páginas 455 a
459.

(4) Ana Cairo (compiladora). Guiteras. 100 años.
Páginas 36 a 40.

(5) Hortensia Pichardo. Documentos para la historia de
Cuba. Tomo IV. Páginas 603 a 605.

(6) Hortensia Pichardo IV. Página 450.

(7) Hortensia Pichardo III. Página
157.

(8) Taba res del Real. Obra citada. Páginas
132-133.

(9) Ahora, 7 de diciembre de 1933. Tabares.
Página 235.

(10) Ahora, 23 de diciembre. Tabares. Obra citada.
Página 236.

(11) Ahora, 14 de diciembre de 1933. Tabares.
Páginas 236-237. Tabares. Obra citada. Página
237.

(12) Tabares Páginas 239 a 241.

(13) En su escrito Escaramuza en las
vísperas
que se incluye en La Revolución de 30
se fue a bolina, Ediciones Huracán, La Habana, 1969,
página 241.

(14) En: El Movimiento Obrero Cubano. Documentos y
artículos. Tomo II. 1925-1935. Instituto de Historia del
Movimiento Comunista y de la Revolución Socialista de
Cuba. Editorial Ciencias Sociales; 1981.

(15) Entre las mismas se destacan:

— Decreto No 1683 del 19 de septiembre de 1933 que
declara disueltos los Partidos Políticos vinculados de una
u ora forma al régimen machadista.

— Decreto 1693 de 19 de septiembre de 1933 que
establece la jornada laboral de 8 horas y Decreto No 2513 de 19
de octubre de 1933 que establece el Reglamento general para su
ejecución.

— Decreto No 2142 de 13 de octubre de 1933 por el
que se crea la Secretaría de Trabajo y Decreto No 2355 de
25 de octubre de 1933 que determina su competencia y
funciones.

— Decreto No 2605 de 7 de noviembre de 1933 que
garantiza el derecho a los trabajadores a su organización
en sindicatos sin necesidad de autorización previa
alguna.

— Decreto 2583 del 8 de noviembre de 1933 el cual
obliga a los patrones empledores a tener en su nómina no
menos del 50% de trabajadores cubanos.

— Decreto No 2687 de 15 de noviembre de 1933 que
deroga la entonces vigente de accidentes del trabajo con fecha 12
de junio de 1916 sustituyéndola por otra que ofrece a los
trabajadores beneficios antes inexistentes como
indemnización tanto por enfermedades como por accidentes
en el trabajo, la compra de prótesis en caso de
pérdida de miembros, y determina que los pagos de seguro
se harían directamente a los obreros sin
intervención patronal.

— Decreto No 2701 de 16 de noviembre de 1933 que
limita la tasa de interés en los préstamos que
nunca fuese mayor del 12%. Iba dirigido contra los numerosos
prestamistas y usureros, en su mayoría españoles,
que explotaban inescrupulosamente la miseria de los más
necesitados obligados a recurrir a ellos por necesidades
perentorias.

— Decreto-Ley N0 16 del 2 de enero de 1934 que crea
la Asociación de Colonos de Cuba que aseguraba una mayor
protección a los pequeños colonos frente a los
grandes propietarios de tierra y administraciones de los
centrales azucareros.

— Decreto No 13 de 2 de enero de 1934 que dispone
la convocatoria de una Convención Constituyente y la
organización electoral a ese efecto.

— Decreto No 117 de 9 de enero de 1934 relativo al
precio de los jornales para corte, alza y tiro de
caña.

— Decreto de Intervención de la
Compañía Cubana de Electricidad del 14 de enero de
1934.

— Decreto No 174 del 15 de enero de 1934 por el
cual se acuerda la suspensión provisional del pago al
Chase National Bank del pago de la deuda
pública.

Tomado de: Hortensia Pichardo. Documentos para la
historia de Cuba tomo IV. Páginas 184 a 187.

(16) Roa, Raúl: Trascripción de sus
palabras en el Sábado del Libro, donde se presentó
Poesía y Prosa de Rubén Martínez Villena.
En: Bohemia, año 71, No 3, 19 de enero de 1979, p.
39-40.

(17) Adios al Maestro. En; La Revolución del 3o
se fue a bolina. Ya citada. Páginas 89-90.

(18) La Revolución del 30 se fue a bolina. Ya
citada. Página 197.

(19) En UNIDAD (soporte digital) Marxismo y
tradición nacional: Raúl Roa (1920-1935).
Juana Rosales García.

(20) Tomado de Bufa subversiva: Cañazos
legítimos. Carta a Jorge Mañach.

(21) Ibídem. Carta a Raúl
Maestri.

(22) La reforma universitaria en marcha (1934) En Bufa
subversiva.

(23) En dos revoluciones simuladas y una
contrarrevolución verdadera. En: La Revolución del
30 se fue a bolina. Ya citada. Página 257.

(24) (Prólogo a Bufa subversiva (1935)

(25) Raúl Roa. En su libro: 15 años
después. En el se inserta su escrito: 12 de
agosto.

(26) Entrevista realizada a Raúl Roa por Ambrosio
Fornet, publicada en la Revista CUBA, en su edición de
octubre de 1968. Se reproduce en La Revolución del 30 se
fue a bolina. Ya citada.

(27) Ana Cairo. Obra citada. Páginas 31 a
33.

(28) Ibídem. Página 40

(29) Ibídem. Página 40.

(30) Ibídem. Página 51.

(31) Ibídem. Página 55.

(32) Elena Alavez. Eduardo Chibás: clarinada
fecunda. La Habana, Cuba: Editorial de Ciencias Sociales; 2009.
Páginas 52-53.

(33) Ibídem. Página 53.

(34) Ana Cairo. Obra ya citada. Página
58.

(35) Ibídem. Página 63.

(36) Elena Alavez. Obra citada. Página
57.

(37) Ibídem. Página 58-59.

(38) Elena Alavez.. Obra ya citada. Página 74.

(39) Elena Alavez. Obra ya citada. Página
141

(40) Ana Cairo. Obra ya citada página
97

(41) Elena Alavez. Obra ya citada. Página
145

(42) Ibídem. Página 132.

(43) Sección en Cuba de la revista
Bohemia, 5 de marzo de 1950.

(44) "Los presupuestos nacionales, la Cuota Azucarera de
Cuba. Los pesqueros cubanos". Bohemia, 1 de julio de
1951.

(45) Texto del documento leído el 5 de agosto de
1951 durante la transmisión de su programa dominical en la
emisora CMQ. Instantes después se haría el disparo
que provocaría su muerte, después de intensa
agonías, el 16 del propio mes. El mismo apareció
publicado en la revista Bohemia en la edición coincidente
con muerte a mediados de agosto de 1951.

(46). "Eduardo Chibás: imaginarios". Obra ya
citada. Páginas 150-151.

(47) Revista Bohemia. 25 de enero de 1959

(48) En su reflexión "Chibás al cumplirse
100 años de su natalicio" publicada en el
periódico Juventud Rebelde, el 26 de agosto del
2007.

Anexos

ANEXO 1.- ¿República mediatizada,
Seudo-república o
simplemente-República?

-Eusebio, ¿República mediatizada, Seudo-
república o simplemente República, la cubana que
nació el 20 de mayo de 1902 y terminó el Primero de
enero de 1959?

-Creo que República, y que, además,
es una República que nace bajo las circunstancias de
no ser la hija legítima de la Revolución, sino su
aborto. Quiero decir: se había fundado una
república en Guáimaro, ahí está
nuestra tradición revolucionaria, democrática. Los
principios fundamentales de nuestras esperanzas futuras se
sentaron en Guáimaro, en abril de 1869. Si observamos el
proceso que vino después, vamos a ver cómo a partir
de la creación de ese territorio libre del colonialismo
español -el que el Ejército Libertador pudo
sostener y donde, queramos o no, estuvo el gobierno
revolucionario con todas sus luces y sombras-, nace ese proceso.
Y se extingue cuando se declara disuelto el Gobierno
Revolucionario, no el que fenece con la paz de El Zanjón,
y ni aun con el Consejo Revolucionario A propósito del
20 de mayo de 1902, nacimiento de la República neocolonial
cubana, compartimos esta entrevista concedida por el
Historiador
que se crea después de la Protesta de
Baraguá, y que persuade a Antonio Maceo de la
necesidad de su partida al exterior, convenciéndolo de que
no perezca en una reyerta inútil, cuando ya no
había esperanzas materiales y solamente quedaba y
quedaría el eco y la luz del acto moral de Baraguá;
sino el que termina después de los hitos posteriores, aun
el de 1895, con la disolución del Ejército
Libertador más tarde, y con la del gobierno presidido por
Bartolomé Masó. Podríamos analizar todos y
cada uno de estos hitos: la primera república, la
cespediana; la que se extingue con el pacto de El Zanjón;
la que sobreviene con el Consejo Revolucionario, presidido por el
venerable Silverio del Prado, por Manuel Calvar, por Maceo, por
Vicente García; la que sobreviene después, en el
95, con posterioridad a la discusión en La Mejorana entre
Martí, Gómez y Maceo, en la que se debate la forma
de gobierno. Esto queda atrás en el momento en que, de
hecho, se declara disuelto el Ejército mambí, se
extingue el gobierno revolucionario, y comienza ese lapso oscuro
que es la ocupación norteamericana, enjuiciada por
Máximo Gómez, de forma breve y precisa, en su
anotación del 8 de enero de ese año 1899:
<<tristes se han ido ellos [los españoles] y tristes
nos hemos quedado nosotros, porque un poder extranjero los ha
sustituido>>. Máximo Gómez reconoce
implícitamente que había un poder real -el
español-, que a lo largo de siglos había privado al
pueblo cubano de ejercer, llegado a la madurez de su vida,
estando presentes en la sociedad cubana los elementos formativos
que la favorecían, una opción independentista -a la
que nunca tuvimos en realidad acceso-fallido primero el intento
de que Cuba se incorporase al movimiento de liberación
hispanoamericana iniciado en México, y en todo el sur
por Bolívar y por los padres fundadores; el
resultado del 68 después, y finalmente el desastre de la
intervención norteamericana, que Gómez en ese mismo
párrafo señala. En esa misma anotación, dice
que es una "intervención impuesta por la fuerza". En esta
entrevista no podemos explayarnos en criterios diversos sobre el
hecho, pero lo cierto es que los norteamericanos llegan, eso es
lo histórico; desconocen al gobierno revolucionario;
utilizan al Ejército Libertador como unos cargadores, como
unas tropas de adelanto que van limpiándoles el camino,
hasta que se esfuma la ilusión de que los americanos
vienen a Cuba como aliados. El propio Gómez -para volver a
citarlo- en su célebre carta de respuesta al
Capitán General Ramón Blanco, que le insta a una
alianza entre tropas cubanas y españolas para arrojar
fuera a los yanquis, le responde: "Me asombra su atrevimiento, al
proponerme nuevamente términos de paz, cuando usted sabe
que cubanos y españoles jamás pueden vivir en paz
en el suelo de Cuba. Usted representa en este Continente una
monarquía vieja y desacreditada y nosotros combatimos por
un principio americano; el mismo de Bolívar y Washington
[…] Yo solo creo en una raza: la Humanidad; y para mí no
hay sino naciones buenas y malas; España habiendo sido
hasta aquí mala, y cumpliendo los Estados Unidos, hacia
Cuba, un deber de humanidad y civilización, en estos
momentos"; para, poco después, con aquella agudeza que
tenía, y como hombre que conocía demasiado la
cuestión cubana por dentro, y había oído
tanto a Martí, diga: "No veo el peligro de nuestro
exterminio por los Estados Unidos, a que usted se refiere en su
carta. Si así fuese: "La Historia los juzgará"". El
juicio está montado en la ocupación americana, en
ese período de ocupación -1900-1902-, cuando quedan
claras todas las intenciones; cuando estas se ponen de
manifiesto, con brutalidad absoluta, en la asamblea constituyente
de 1901 en el Teatro Martí; cuando se les advierte a los
asambleístas que si no hay enmienda no hay
República. Y a la constituyente, que tenía como
único objetivo -para el cual había sido elegida-,
preparar una base constitucional para la República futura,
le impone el deber de legislar sobre cómo serían
las relaciones futuras entre Cuba y los Estados Unidos, y le
impone la Enmienda Platt, que no solamente merma, sino mutila
todos los atributos de soberanía de la República
que nace el 20 de mayo de 1902.

Sí, fue una República, fue reconocida por
las grandes potencias, por España, por los Estados Unidos;
fue reconocida por Europa, por Japón, por China.
Ahí tenemos las cartas de reconocimiento de todas aquellas
personalidades. Fue reconocida por todos los pueblos
iberoamericanos; pero en realidad la República, como tal,
no existió, porque desde el punto de vista
jurídico, el gobierno de los Estados Unidos podía
intervenir en Cuba sin consultar al Congreso ni al Presidente. Y
eso lo ejerció entre 1902 y 1905, en todas las presiones
sobre el gobierno de Tomás Estrada Palma, y de una forma
brutal cuando ese propio presidente, prevaricando de sus deberes,
llama al gobierno norteamericano, en una acción en la cual
participa el Ministro de Cuba en Washington, Gonzalo de Quesada,
quien pide al presidente de los Estados Unidos la
intervención en Cuba. Ambos, Gonzalo de Quesada y Estrada
Palma, eran discípulos amados de Martí. Hasta el
último momento de su vida está refiriéndose
con cariño y con afecto a Estrada, a quien él
había llamado "el cenobita de Central Valley". En la carta
del Secretario de Estado norteamericano está citado el
telegrama de Quesada que dice: "esto aquí nadie lo sabe,
solamente el Presidente y yo". Es decir, se hizo a espaldas del
Congreso, a espaldas de los sectores de opinión. En medio
de un conflicto interno, se solicita la intervención
norteamericana. Es un acto de soberbia del presidente Estrada
Palma, al no querer reconocer los resultados de unos comicios
electorales que estaban viciados, porque la República que
se entroniza nació con todos los vicios de
corrupción propios del modelo que le había sido
propuesto como fórmula de existencia. Dicen que el
Presidente norteamericano estaba muy molesto, porque la torpeza
de los políticos cubanos venía a deshacer la imagen
"grande y generosa" que los Estados Unidos habían dado
ante el mundo. La nación norteamericana había
cumplido el compromiso solemne de ambas cámaras -expresado
en la fórmula de que el pueblo de Cuba es y de derecho
debe ser libre y soberano- al intervenir en Cuba. Esa libertad
había sido conculcada por la Enmienda Platt, pero quedaba
una formulación pública, un teatro montado, y ese
teatro venía a ser disuelto por Tomás Estrada
Palma, y eso no convenía a los intereses norteamericanos.
Ellos no querían estar aquí, la escena maravillosa
había sido la partida, la entrega de la República;
pero tuvieron que volver, y cuentan que el Presidente
norteamericano le expresó a Gonzalo de Quesada:
"Dígale al presidente Palma que yo puedo enviar ahora
mismo los barcos que me pide, pero que piense en la mancha
imborrable que caerá sobre su nombre".

-A partir del 20 de mayo de 1902 nace un nuevo Estado, y
se crea una república que usted dice que no existió
en los primeros años por la vigencia de la Enmienda Platt,
pero que ha dejado una historia con luces y sombras, a partir de
Estrada Palma, pasando por José Miguel Gómez,
Menocal, Zayas, Machado…

-Nosotros podemos explicar la historia; lo que no
podemos hacer es borrarla. Cuando no se tiene el valor de
explicarla, se acude al expediente de omitirla. Yo pienso que eso
es un grave error, que ha costado muy caro a los que la han
negado. Varias veces he escuchado decir al compañero Fidel
que quienes han negado su historia han desaparecido. No podemos
dejar de pensar que el Secretario de Educación
Pública del gobierno interventor, en un período,
fue Enrique José Varona. Ya sabemos qué representa
Varona en la historia de la evolución del pensamiento
cubano. Sabemos que en el momento del voto por la Enmienda o
contra la Enmienda se escinde la opinión cubana. Una
posición era la de quienes creían necesario
rechazarla -recurriendo a un expediente de heroísmo que no
tenía convocatoria, porque se habían roto las bases
de unidad, y la información que podría haber
permitido movilizar a muchos, estaba fragmentada. Otros
creían que debíamos tomar lo que se nos daba y
luchar por lo que aspirábamos, o por lo que
habíamos luchado siempre. Esa es una verdad; y vamos a
observar cómo, tanto en el gobierno de Tomás
Estrada Palma como en los posteriores, participa un conjunto de
figuras de gran relevancia para Cuba que no pueden ser, en forma
alguna, borradas y tijereteadas de la historia. Nos
quedaríamos sin nadie si no somos capaces de situar lo que
usted ha llamado, con razón, la luz y la sombra de un
proceso. No hay posibilidad ninguna, es un proceso en el cual se
forja un sentimiento antimperialista, en que renacen con fuerza,
después de la poda, los más valiosos sentimientos
patrióticos. Es un período en el cual figuras
como Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily, Enrique
José Varona, por citar solamente algunos nombres, van a
librar la batalla por el análisis y la búsqueda de
una posición cubana frente a las nuevas amenazas de
injerencia norteamericana -que son en muchos casos rechazadas- y
contra las relaciones que se han creado en Cuba, precisamente por
no haber triunfado la revolución martiana "con todos y
para el bien de todos". No estaba publicada todavía la
mayor parte de la obra de Martí; por eso comprendemos la
avidez con que Mella, profundamente flechado por el Maestro,
busca testimonios martianos en las figuras sobrevivientes de la
gran gesta; por eso el papel del doctor Eusebio Hernández,
por ejemplo; una tremenda figura, no solo un gran
científico, sino un gran patriota, de primerísima
línea, consejero de Maceo, compañero y amigo de
casi todos los fundadores. Hay un libro precioso con su
correspondencia y con todo lo que significó.
Además, Mella lo pondera de forma extraordinaria. Es la
etapa en que nace el movimiento obrero, en que se llevan a cabo
las primeras huelgas, en que va surgiendo, precisamente, una
conciencia proletaria en medio de las necesarias influencias, que
venían de nuestra propia matriz española o europea,
como el anarcosindicalismo. Tuvimos hasta la fortuna de tener en
esa corriente a hombres de la talla de Alfredo López, a
quien Mella reverencia como una verdadera figura de primera
línea en el orden humano. Es la etapa en que se forja y
nace el primer Partido Comunista de Cuba, con un Primer
Secretario que era español y que es deportado poco
después; lo cual agrega condimento a que nuestra ruptura
con España siempre fue con la España
política, pero no con la de la raíz, de la rabia y
de la idea de que hablaba García Lorca; porque de
ahí nos vienen los fundadores de las organizaciones
obreras, de la masonería librepensadora y anticlerical, de
las organizaciones culturales iniciales. No olvidemos que sin esa
continua relación con la España vital no se
comprendería la partida a España, apenas treinta
años después, de aquella masa de jóvenes que
va a combatir por el sueño democrático de la
humanidad, en defensa de la República, y que vaya entre
ellos uno de los jóvenes más esclarecidos de su
generación, Pablo de la Torriente Brau. Esto es muy
complejo, no admite simplificación, no admite decir que
todo ha comenzado con nosotros. El movimiento encabezado por
Fidel es, como él mismo lo definió, una
continuación de la revolución iniciada por
Céspedes. Esa revolución adopta, desde el 68 hasta
el 59, distintas etapas, y una de ellas es la de la lucha en el
período republicano, proclamado luego de la primera y
segunda intervención norteamericana en Cuba, y del
terrible amago de intervención que sobreviene a la
revolución del 30. Hubo entonces injerencia
política, pero ya no pudo haber intervención
militar con desembarco, porque ya había cristalizado una
conciencia que pone al país al borde de una verdadera y
grande revolución. Tampoco podemos omitir que, en medio de
todo eso, hay en la República elementos vitales que
luchan, por ejemplo, de una forma patriótica por deshacer
la Enmienda Platt, desde el punto de vista jurídico, y lo
logran cuando hacen que sea finalmente abolida, no como un acto
de generosidad del nuevo trato preconizado por Franklin D.
Roosevelt, sino como resultado de una gran lucha nacional, en la
cual los embajadores, los ministros cubanos -entre ellos Cosme de
la Torriente- van a desempeñar un papel muy importante
para la desarticulación del aparato jurídico de la
Enmienda. Ellos logran barrenarla completamente. Además,
estaba delante el proceso revolucionario, fallido, inconcluso;
pero real, en el cual se paga el altísimo precio del
exilio y muerte de Mella, de la partida frustrada y del asesinato
de Guiteras, hechos que nos permiten pensar en el precio que paga
el pueblo cubano por todo esto. También hay un movimiento
obrero que tiene una significación enorme en este
período, con una gran ventaja para Cuba, y es que los
grandes dirigentes obreros del país, formados en el seno
de aquel primer Partido Comunista, lo fueron de una forma muy
flexible. Dirigentes muy originales porque partían de
experiencias vividas muy originales, porque cumplían sus
deberes de cara a la clase trabajadora; verdaderos dirigentes,
extraordinariamente queridos por el pueblo cubano. No se puede
concebir la historia de ese movimiento sin hablar, por ejemplo,
de Jesús Menéndez, caído en plena juventud y
que logró lo que parecía imposible, en una batalla
contra las más poderosas transnacionales de aquel momento.
No podemos olvidar -en la Habana Vieja en particular- el papel de
Aracelio y de Margarito Iglesias, como no se puede olvidar el de
Miguel Fernández Roig o el de José María
Pérez, por solamente citar los nombres de los
mártires.

-Durante la República se crea también la
Federación Estudiantil Universitaria (FEU), y en la
Protesta de los 13 hacen irrupción los
intelectuales.

-Claro que sí, un movimiento intelectual muy
fuerte que se inicia, precisamente, con aquellos jóvenes
libertadores que, al concluir el proceso independentista, quedan
inconformes con el destino incierto de Cuba. Entonces se produce
un movimiento, y ahí está ese fermento intelectual
de hombres de los que hoy estamos conmemorando los centenarios.
Con nombres como Don Fernando Ortiz que, ya desde el comienzo,
desde su juventud, está buscando las raíces y las
claves interpretativas de la sociedad cubana; Emilio Roig de
Leuschenring, "el infante terrible", como lo llamaron; aquella
generación que está en la Protesta; figuras que
conocimos y nos pudieron dar un testimonio tan hermoso de
aquellos años como José Zacarías Tallet y
Juan Marinello, por citar algunos nombres. Tenemos a Rubén
Martínez Villena, siguiendo la huella de Mella, a quien
Neruda, con tanta razón, llama "el discóbolo
cubano"; detrás de ellos, Raúl Roa y toda esa gran
generación, extraordinariamente elocuente, dotada de la
capacidad de la oratoria, de la conversación, que logran
en sus tertulias en el Naranjal, en el hotel Ambos Mundos, en el
Lafayette, en el corazón de La Habana, donde se
reúnen con los viejos representantes del pensamiento
cubano, con el propio Eusebio Hernández, con Juan
Gualberto, con Sanguily, con Varona. Vemos el fin de la vida de
Varona; ahí está Roa describiendo en una semblanza
lo que significó este para la juventud cubana, y
cómo van a buscarlo, y cómo Varona -despojado ya de
todo, sin nada material-, se convierte en el abanderado de esa
moral, de esa ética cubana, indestructible. Creo que
sí, que hubo un movimiento de cambio, de
transformación, una generación que tuvo
articulistas brillantes, caricaturistas brillantes como Conrado
Massaguer, por ejemplo; revistas espléndidas de
pensamiento cubano como Social, hasta llegar al momento crucial,
ya en el 30, con una generación aún más
joven que viene detrás. Por ahí llegaremos a
Nuestro Tiempo, por ahí llegaremos a Orígenes, por
ahí llegamos a toda la pintura cubana de esa época;
por ahí andamos del brazo de músicos como Amadeo
Roldán, de Caturla. Entonces, simple y sencillamente, te
diré que esa República fue extraordinariamente
fecunda, en todos los aspectos.

-¿Cuáles son los momentos o facetas de la
historia de aquella República que demandan hoy un
ejercicio más acuciante de reinterpretación o
revalorización?

-Creo que toda la historia republicana es muy importante
para su estudio; porque se corre el riesgo siempre de
simplificaciones, de reducciones muy mecánicas, en las
cuales falta la capacidad de investigar situaciones concretas
nacionales e internacionales, el papel de las grandes
personalidades en la historia de Cuba, el de las vanguardias
políticas y culturales que fueron tan importantes y que
borran por completo la imagen del proceso republicano como
desierto de virtudes. En él aparecen precisamente los
precursores y promotores del proceso revolucionario en su doble
vertiente; quiero decir en su vertiente política y en su
vertiente cultural. Esta es una coincidencia muy importante en la
historia de Cuba, que marca una regularidad de la
Revolución, y es la coincidencia de las vanguardias
culturales con las vanguardias políticas. Una
inclinación a los problemas sociales ha sido determinante,
de forma permanente en esas vanguardias cubanas. Las
élites han sido, son, se hacen evidentes, pero son
intrascendentes. Las que desempeñan un papel importante
son las vanguardias, y no se puede confundir lo uno con lo otro.
El proceso republicano es riquísimo: en las relaciones
internacionales, por ejemplo, la batalla librada por Cuba por la
derogación del apéndice constitucional, es decir,
de la Enmienda Platt. ¿Cómo se logra esa
derogación formal, que fue una victoria jurídica
sobre el Departamento de Estado norteamericano?
¿Cómo se logra el reconocimiento de la pertenencia
de Isla de Pinos a Cuba, que era discutida? Y con Isla de Pinos
se discutía también la existencia virtual del
archipiélago. Se le concedía a Cuba
soberanía nada más que sobre la isla grande. Esa
batalla fue importantísima. La presencia de Cuba en la
fundación de la Liga de las Naciones, la presencia de Cuba
en la fundación de la UNESCO, la presencia de Cuba en el
Tribunal Internacional de La Haya. El hecho de que haya sido un
cubano su presidente -el doctor Bustamante-, el papel que su
doctrina jurídica tuvo para los derechos internacionales,
y sobre todo el derecho de las pequeñas naciones,
particularmente las pequeñas naciones hispanoamericanas.
Entonces yo considero que hay que estudiar la República,
que no puede ser borrada de un plumazo; hay que ver el papel que
desempeñaron las contradicciones, las posiciones de los
grupos de batalla en esa época. Por ejemplo, los que
aprobaron la Enmienda Platt, bajo qué condiciones.
Generalmente no hubo ninguna anuencia, o casi ninguna a favor del
carácter real de la Enmienda como elemento de
intervención, como elemento de sujeción, como
elemento de menoscabo de la soberanía cubana, hasta hacer
inviable esa soberanía. No hubo generalmente anuencia a
eso. Los que la aceptaron para continuar la lucha consideraban
que era necesario tomar en ese momento lo que se nos daba, para
buscar y aspirar a lo máximo. Quiero decir que hay que
estudiar, estudiar profundamente, y no se puede, de ninguna
manera, hablar de la República como de un monstruo
inexistente, de algo que no existió. No es
posible.

-¿Cómo evalúa la labor realizada
por la historiografía republicana? ¿La obra, por
ejemplo, de figuras como Ramiro Guerra, Herminio Portell
Vilá, Leví Marrero y Emilio Roig de
Leuchsenring?

-Son, a veces, enfoques distintos, distanciados por una
actitud fundamental ante la cuestión de la injerencia
norteamericana en Cuba. Ramiro Guerra, por ejemplo, es el
historiador; es un maestro, un pedagogo. Su Historia es un
documento de una eticidad absolutamente inobjetable, y él
en sus libros se asoma, se coloca ante el dilema de la injerencia
norteamericana en la República, la denuncia; no produce un
análisis profundo de las causas y razones, y no desnuda el
fenómeno; pero llega hasta el umbral, evidentemente; es
hasta ahí donde podía llegar. Y eso está
avalado por su conducta, por su vida personal, y por su
carácter. Emilio Roig sí entra de lleno en el
problema. Yo te diría, por ejemplo, que para comprender el
pensamiento cubano, es indispensable estudiar La expansión
territorial de los Estados Unidos, de Ramiro Guerra. Es un libro
fundamental para poder entenderlo. Pero también es
importante estudiar a Herminio Portell Vilá, que
después, con su vida, se aparta de las que habían
sido sus convicciones; pero no olvidemos nunca que es el autor de
una obra monumental que se llama Cuba y sus relaciones con
Estados Unidos y España. Es un libro esencial para
estudiar, para comprender el diferendum cubano-norteamericano;
esta obra y otras del profesor Portell Vilá. Tomó
un protagonismo importante en los congresos internacionales de
historia, convocados por Emilio Roig; estuvo en un círculo
de amigos, muy apreciado por Roig; después vino un
distanciamiento profundo cuando, llevado por su anticomunismo
absoluto, no se da cuenta de las originalidades y de las virtudes
que estaban presentes en la Revolución cubana. No la
interpreta, y aterrorizado, se va a poner al servicio de los
propios intereses que ha combatido. Este es un análisis
que hay que hacer, pero sin invalidar la obra. Esto es
importantísimo.

-¿Leví Marrero y Emilio Roig?

-Leví Marrero: una obra monumental. Una obra
mo-nu-men-tal, que nadie puede desconocer. Hay que situarlo
dentro de esa obra de la geografía política cubana,
en que cada cual hace un aporte importantísimo, muy
concluyente: es el trabajo de Pedro Cañas Abril, son las
investigaciones de Sara Isalgué y de Salvador Massip, son
los propios trabajos del joven Núñez Jiménez
en su momento. Pero Leví Marrero es un hombre de gran
sabiduría y su obra es una obra enciclopédica que
tendrá que ser consultada, independientemente de sus
posiciones personales. Es algo a lo que se puede aplicar aquello
de que "el arte no tiene patria, pero los artistas sí". O
sea, podemos enjuiciar las posiciones personales del doctor
Leví Marrero; podemos someterlas a debate; pero no su
obra.

-¿Y Emilio Roig?

-Emilio Roig de Leuschenring fue uno de los hombres
más completos, a mi juicio. Pero es un hombre que se
desenvuelve en otros rangos. Emilito se percató de la
importancia de la polémica política y de la prensa;
no se perdió nunca en su gabinete a hacer historia,
solamente a investigar y a publicar libros, sino que fue un
polemista; y además un costumbrista. Se dio cuenta de que
las costumbres y el carácter tenían mucho que ver y
condicionaban o tipificaban mucho la posición de los
cubanos ante la sociedad y la historia; por eso fue un
costumbrista, por eso fue un periodista. Advirtió el papel
de la ciudad, de las grandes ciudades, y particularmente de La
Habana, como lugar que tiene un gran peso en la historia de los
acontecimientos. Y por eso fue, además, el historiador de
la ciudad. Se dio cuenta de la importancia de los monumentos
públicos como resortes de la memoria, y por eso
defendió y creó instituciones. Pero lo más
importante de su obra, de su sentido martiano, de su
carácter cubano, es que está signada por una
comprensión de que el pueblo cubano había luchado y
había logrado su independencia por su propio esfuerzo; de
que Cuba debía ser libre -como decía Martí-
de España y de los Estados Unidos; de que el imperialismo
norteamericano había tenido un papel nefasto en sus
relaciones con Cuba. No hablo de la cultura norteamericana, no
hablo de la nación norteamericana, hablo de la
acción imperial desnudada a lo largo de su obra: en su
estudio sobre la Enmienda Platt, en su ensayo luminoso "Cuba no
debe su independencia a los Estados Unidos". Él deja
claro, muy claro, que hay una diferencia absoluta entre las
vanguardias políticas, defensoras de la justicia,
defensoras de los inmigrantes, defensoras de los pobres, de los
negros, de Cuba, y la élite política plagada de
intereses inconfesables que siempre creyó que Cuba era la
fruta madura que debía desprenderse del árbol. He
ahí la distinción entre Roig y las otras
personalidades que hemos mencionado". (Tomado de la Revista
Temas, n. 24-25, enero-junio de 2001. Entrevista
realizada por Pedro Martínez Pírez al Historiador
de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal.

ANEXO 2.- Factores humanos de la cubanidad. Don
Fernando Ortiz

En este tema, «Los factores humanos de la
cubanidad», hay dos elementos focales y uno de referencia,
la cubanidad, lo humano y su relación. Tal parece, pues,
en buena lógica, que primero habría que definir la
cubanidad y lo humano, para después poder trazar la
relación de correspondencia entre ambos términos.
Acaso esto no sea una tarea fácil. Sería ocioso
entretenemos en definir lo humano, pero parece indispensable
tener una idea previa de lo que se ha de entender por
«cubanidad». ¿Qué es la
«cubanidad»? Parece sencilla la respuesta.
«Cubanidad» es la «calidad de lo cubano»,
o sea su manera de ser, su carácter, su índole, su
condición distintiva, su individuación dentro de lo
universal. Muy bien. Esto es en lo abstracto del lenguaje. Pero
vamos a lo concreto. Si la cubanidad es la peculiaridad adjetiva
de un sustantivo humano, ¿qué es lo cubano?
Aquí nos encontramos fácilmente con un elemento
objetivo que nos sirve de base: «Cuba», es decir, un
lugar. No es que Cuba sea para todos un concepto igual. Nuestro
competente profesor de Geografía nos decía la otra
tarde que «Cuba» es una isla; pero también
dijo, con igual exactitud, que «Cuba» es un
archipiélago, es decir, un conjunto de muchas islas, de
centenares de ellas, algunas de las cuales mayores que otras
cuyos nombres han resonado en la historia. Además, Cuba no
es sólo una isla o un archipiélago. Es
también una expresión de sentido internacional que
no siempre ha sido aceptada como coincidente con su sentido
geográfico. Recordemos que aun hace pocos lustros era muy
sostenida una discusión por estadistas historiadores y
geógrafos prehitlerianos acerca de si la Isla de Pinos era
o no parte integrante de Cuba, y de si procedía una
declaración de «Anchluss» por parte de una
potencia vecina, para proteger una minoría irredenta de
«sudeten» busfloridanos. Acaso nos aproximemos al
concepto de la cubanidad reconociendo que Cuba es a la vez una
tierra y un pueblo; y que lo cubano es lo propio de este
país y de su gente. Decir esto podrá satisfacer a
muchos, pero nada puede cuando se aspira a la
clasificación sociológica, psicológica o
etnográfica de lo cubano y de la cubanidad. Distingamos
ahora «cubanidad» de «cubanismo». El
«cubanismo», en sentido estricto, es el giro o modo
de hablar propio de los cubanos. Por ejemplo, pedir
«frutabomba» en un restaurant de Nueva York, como lo
he oído, es un cubanismo tan auténtico como
alarmante. En sentido más amplio, «cubanismo»
es todo carácter propio de los cubanos, aún fuera
de su lenguaje. Aparecerse en Washington, como yo he visto,
llevando un «cocomacaco» en la diestra es un
cubanismo tan genuino como imperdonable. «Cubanismo»
será también la tendencia o afición a imitar
lo cubano, a quererlo o a servirlo. Un anglosajón puede
gustar de los cervantismos y ser cervantista o experimentar
«cubanismo» y sentirse «cubanista», sin
que por eso adquiera la genialidad de Cervantes ni la
«cubanidad», ni el estilo cubano ni el cervantismo.
La «cubanidad» no puede entenderse como una tendencia
ni como un rasgo, sino, diciéndolo a la moda presente,
como un complejo de condición o calidad, como una
específica cualidad de cubano. Dando por definido el
concepto de «Cuba» y ciñéndonos
aquí a lo humano, ¿quién será
característica, inequívoca y plenamente cubano? Hay
varias maneras de ser cubano, en lenguaje general y corriente:
por «residencia», por «nacionalidad», por
«nacimiento». Se es cubano por formar parte de este
núcleo humano que se llama pueblo o sociedad de Cuba. Pero
¿será físicamente característica esa
cubanidad reconocida a quien habita en Cuba? No, porque en Cuba
hay mucho habitante que es extranjero. Se es cubano por tener la
ciudadanía del Estado que se denomina Cuba; pero
¿será plena y típicamente
característica la cubanidad del ciudadano en Cuba? No,
porque aquí tenemos una ciudadanía demasiado
allegadiza, como ese bello color tostado pero superficial que las
bellezas nórdicas vienen a ganarse en Cuba con las
quemantes caricias de nuestro sol, ciudadanía más
camisa que pellejo; ciudadanía de «llega y
pon» como diría nuestro lenguaje popular; y
conciudadanos hay en los cuales su cubanidad apenas sobrepasa los
bordes de su carta oficial y se esconde solapadamente en el mismo
bolsillo de sus dineros. ¿Será cubano el nacido en
Cuba? En un sentido primario y estricto; pero con grandes
reservas: 1ª Porque no son pocos los que nacidos en Cuba se
han dispersado luego por otras tierras, adquiriendo costumbres y
maneras exóticas y no tienen de cubano más que el
haber visto el primer sol en Cuba, ni siquiera el reconocimiento
de su patria nativa. 2ª Porque no son escasos los cubanos,
ciudadanos o no, que nacidos allende los mares, han crecido y
formado sus personalidades aquí, en el pueblo cubano, se
han integrado, en su masa y son indistinguibles de los nativos;
son ya cubanos o como cubanos, más cubanos que otros que
sólo son tales por su cuna o por su carta. Son aquellos,
como el folklore expresa que están
«aplatanados». 3ª Porque aun entre nosotros los
nativos de Cuba, entre nosotros los indígenas cubanos,
así los de antaño como los de hogaño, hay
tal variedad de maneras, caracteres, temperamentos y figuras que
toda individuación de la cubanidad y de su tipismo es
tarea harto insegura. 4ª Porque las expresiones del cubano
han variado tanto según las épocas y las diversas
fluencias etnogénicas, y según las circunstancias
económicas que las han movido e inspirado, que apariencias
muy ostensibles, un tiempo apreciadas como típicas, pocos
lustros después se abandonan como insignificantes; y
5ª porque rasgos muy marcados en el pueblo cubano no son
exclusivos de éste sino que aparecen pueblos de
ancestralidad semejante, y hasta en aquellos de razas distintas
pero de análoga fermentación social. Al fin, hay
que convenir en que, al menos por ahora, la cubanidad no puede
definirse sino vagamente como una relación de
pertenecencia a Cuba. Pero ¿cuál es esa
relación? Ya dijimos que la cubanidad no puede depender
simplemente de la tierra cubana donde se nació ni de la
ciudadanía política que se goza… y a veces se
sufre. En la cubanidad hay algo más que un metro de tierra
mojado por el primer lloro de un recién nacido, algo
más que unas pulgadas de papel blanco marcadas con sellos
y garabatos simbólicos de una autoridad que reconoce una
vinculación oficial, verdadera o supositiva. La cubanidad
no la da el engendro, no hay una raza cubana. Y raza pura no hay
ninguna. La raza, al fin, no es sino un estado civil firmado por
autoridades antropológicas; pero ese estado racial suele
ser tan convencional y arbitrario, y a veces tan cambiadizo, como
lo es el estado civil que adscribe hombres a tal o cual
nacionalidad. La cubanidad para el individuo no está en la
sangre, ni en el papel ni en la habitación. La cubanidad
es, principalmente la peculiar calidad de una cultura, la de
Cuba. Dicho en términos corrientes, la cubanidad es
condición del alma, es complejo de sentimientos, ideas y
actitudes. Pero todavía hay una cubanidad más
plena, diríase que sale de la entraña patria y nos
envuelve y penetra como el vaho de creación que brota de
nuestra Madre Tierra después de fecundada por la lluvia
que le manda el Padre Sol; algo que nos languidece al amor de
nuestras brisas y nos arrebata al vértigo de nuestros
huracanes; algo que nos atrae y nos enamora como hembra que es
para nosotros a la vez una y trina: madre, esposa e hija.
Misterio de trinidad cubana, que de ella nacimos, a ella nos
damos, a ella poseemos y en ella hemos de sobrevivir. Hay algo
inefable que completa la cubanidad del nacimiento, de la
nación, de la convivencia y aun de la cultura. Hay cubanos
que, aun siéndolos con tales razones, no quieren ser
cubanos y hasta se avergüenzan y reniegan de serlo. En
éstos la cubanidad carece de plenitud, está
castrada. No basta para la cubanidad llenera tener en Cuba la
cuna, la nación, la vida y el porte; aun falta tener la
conciencia. La cubanidad plena no consiste meramente en ser
cubano por cualesquiera de las contingencias ambientales que han
rodeado la personalidad individual y le han forjado sus
condiciones; son precisas también la conciencia de ser
cubano y la voluntad de quererlo ser. Acaso convendría
inventar o introducir en nuestro lenguaje una palabra original
que sin antecedentes roces impuros pudiera expresar esa plenitud
de identificación consciente y ética con lo cubano.
Aquel genial español, tan dominador del lenguaje y
sensible a las necesidades del espíritu, que se
llamó Miguel de Unamuno pensó que de la misma
manera que en el hombre habría que distinguir su
«humanidad», condición genérica e
involuntaria de su persona, de lo que es en él su
«hombría», condición específica
y responsable de su individualidad, así en el campo de las
realidades de España convenía diferenciar los
conceptos de la «hispanidad» y de la
«hispanía». Pienso que para nosotros los
cubanos nos habría de convenir la distinción de la
«cubanidad», condición genérica del
cubano, y la «cubanía», cubanidad plena,
sentida, consciente y deseada; cubanidad responsable, cubanidad
con las tres virtudes, dichas teologales, de fe, esperanza y
amor. Hemos dicho que la «cubanidad» en lo humano es
sobre todo una condición de cultura. La cubanidad es la
pertenencia a la cultura de Cuba. Pero ¿cuál es la
cultura característica de Cuba? Para saberlo habría
que estudiar un intrincadísimo complejo de elementos
emocionales, intelectuales y volitivos. No sólo en las
manifestaciones de las individualidades destacadas en la vida
cubana por la culminancia de sus personalidades, sino
también en todas las sedimentaciones, en las cumbres, en
las laderas, en los valles, en las sabanas y hasta en la
ciénaga. Toda cultura es esencialmente un hecho social. No
sólo en los planos de la vida actual, sino en los de su
advenimiento histórico…."

Tomado de: Conferencia pronunciada por Don Fernando
Ortiz a los estudiantes de la fraternidad Iota-Eta en la
Universidad de La Habana el 28 de noviembre de 1939.

Reproducido por la Revista Bimestre Cubana, volumen V,
Año XLV, No 2, 1940. Páginas 161 a 186. Tomado
de la Revista
Temas, n. 24-25, enero-junio de
2001. Entrevista realizada por Pedro Martínez Pírez
al Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio
Leal.

ANEXO 3.- "Eduardo Chibás: vergüenza
contra dinero"

Por Armando Hart Dávalos.

Fragmentos tomados de su ensayo en la Revista
de la Biblioteca Nacional
José Martí, No 3-4, julio-diciembre del
2007.

"Su prédica no fue en vano. Su prédica
aglutinó a lo mejor de la juventud de su época de
donde salieron muchos de los asaltantes del Moncada. El 16 de
enero de 1959 a escasos días de la entrada victoriosa de
la Revolución triunfante en La Habana. Fidel dijo en la
tumba de Chibás: <<Pero hoy es como el resumen de
toda la historia, historia Revolución, del 26 Julio, que
tan ligada está a esa tumba, al recuerdo quien descansas
en esta íntimamente ideología, los sentimientos y
prédica descansa porque debo decir sin Chibás, lo
Chibás hizo, civismo rebeldía despertó
juventud cubana, Julio no hubiera sido posible>> Es de
utilidad hacer una reflexión sobre el medio
político en que se movió su vida y el significado
de su mensaje: Vergüenza contra dinero. Procedí
Chibás de los jóvenes universitarios más
radicalmente revolucionarios de la Generación del 30, que
al decir de Raúl Roa, se había ido a bolina.
Ocurrió así porque aquel proceso gestado en los
años veinte se perdió en los cuarenta, en la
politiquería, la corrupción y el entreguismo.
Chibás, rebelde siempre, mantuvo en alto las banderas de
la tradición revolucionaria cubana y se enfrentó a
aquella situación. No le ocurrió lo que a otros de
sus antiguos compañeros, los cuales fueron degenerando
hasta hundirse en la charca inmunda del latrocinio y la
desvergüenza política. Se rebeló contra estas
posturas, por esto lo recordamos hoy como un eslabón
importante en la historia de la Revolución Cubana, aquella
que comenzó en 1868 y continúa marchando hacia
delante en el tercer milenio. La posteridad de Chibás, es
decir, la Cuba de hoy, lo recuerda a él y a sus
compañeros más cercanos, porque la historia honra a
los hombres y mujeres coherentes y honestos, que se entregan a la
causa de su pueblo; es oportuno resaltar este hecho, pues el
líder ortodoxo es un magnífico ejemplo de los que
se situaron en la vanguardia en la lucha contra la
inmoralidad pública de aquella época. Otro aspecto
a destacar del período en que Chibás alcanza enorme
notoriedad política es el relativo a la vigencia formal
entre 1940 y 1952 de la última Constitución con
validez jurídica de la república neocolonial es
decir la Constitución de 1940. Esta Carta fue la
expresión más avanzada del período
neocolonial. En su marco se gestaron y desarrollaron las acciones
políticas de Chibás. El texto abolía
formalmente el latifundio, cuestión que nunca se
materializó porque, desde luego, lo impedía el
régimen político y social vigente. La de 1940 es
una de las constituciones más progresistas del mundo para
su época. Hágase un estudio de Derecho
comparado y se podrá confirmar que esta tenía
una proyección muy avanzada. En su contenido progresista y
en la fuerza política que para materializarlo tomo la
Ortodoxia, encontraremos las razones del golpe de estado que
impidió el triunfo electoral de quienes heredaron las
banderas de Chibás, entre ellos, el joven abogado Fidel
Castro Ruz. Como es de suponer, un triunfo ortodoxo el primero de
junio de 1952 hubiera llevado al empeño de promulgar las
leyes complementarias de la Constitución que estaban
engavetadas por el régimen dominante. Nadie hubiera puede
decir que hubiera podido pasar, pero seguramente no hubiera sido
del agrado del imperialismo. Pudiera haber dado paso a un proceso
de profunda ebullición política y social. Y esto
fue precisamente lo que trató de impedir el golpe de
estado de Batista, apenas tres meses antes de las elecciones.
Pero la prédica de Eduardo Chibás sobre los
fundamentos históricos expuestos, logró promover en
lo mejor de nuestro pueblo, la idea contenida en su consigna
esencia: Vergüenza contra dinero. La trascendencia de este
hecho está en que los acontecimientos ulteriores y
el genio político de Fidel, enlazaron las
consignas de moralizar las costumbres públicas de la
ortodoxia, con las ideas socialistas que nos llegaban de Julio
Antonio Mella, Rubén Martínez Villena y sus
continuadores. A más de medio siglo de su
desaparición física se hace más
necesario que nunca arribar a una valoración acerca de los
antecedentes de como la clarinada del gran paladín,
combatiente de la honestidad administrativa a mediados
del siglo XX se articuló después con las ideas
más radicales de justicia social de nuestro pueblo. Desde
el seno de la tradición revolucionario de 1930, Eduardo
Chibás promovió una destacada acción
política contra la inmoralidad que corroía tofos
los estratos de la vieja sociedad. El lema Vergüenza contra
dinero y el símbolo de la escoba para barrer la
podredumbre que ahogaba el país, estremecieron a la
nación y en especial a las capas más
jóvenes….Con orgullo recuerdo que tuve el honor de
ser uno de los cubanos que caminó junto al féretro
de Chibás hasta su tumba en el Cementerio de Colón,
donde una gran lista de oradores despidieron el duelo del gran
líder popular. Fue velado en el Aula Magna de la
Universidad de La Habana; ningún lugar más
apropiado para resaltar la significación de sus ideas y
luchas. …Más allá del análisis
histórico que pueda hacerse del PPC (O), de su
heterogénea composición y muy especialmente de la
valoración que hagamos de su juventud, lo cierto que el
programa de Eduardo Chibás estaba orientado hacia el
nervio central de la historia espiritual de Cuba: la
cuestión ética. Para conocer lo más avanzado
de las ideas que se movían en la gigantesca masa ortodoxa
hay que tomar en cuenta que de su juventud emergió la
Generación del Centenario. Pero incluso existe un
documento que puede servir de referencia histórica para
investigar las concepciones prevalecientes en diversos grupos de
jóvenes del Partido Del Pueblo Cubano. Me refiero al
Manifiesto de la Juventud Ortodoxa publicado en el año de
1948 con el nombre del Pensamiento político e
ideológico de la juventud cubana, que tiene
proyección socialista. La ortodoxia generó desde
entonces un movimiento político de repercusión
social, a partir de un programa ético.
Históricamente el Último aldabonazo de
Chibás, no solo constituyó un llamado a combatir la
corrupción de las costumbres públicas, sino
también una advertencia a fondo al sistema
económico y social del país. Y como no se
escuchó o no se podía escuchar esta clarinada se
abrió el camino a la reacción representada por los
grupos castrenses; y para rechazar a estos, el de la
Revolución, que retomaba la tradición martiana
articulada desde los años veinte, como ya
señalé, con el pensamiento socialista. Excepcional
tribuno y comunicador, Eduardo Chibás supo utilizar los
medios masivos de comunicación a favor de la
ética política frente a la corrupción
imperante a mediados del siglo XX, ahí está su
genuina contribución"

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2005.

— Whitney, Robert. Estado y Revolución en Cuba:
Editorial de Ciencias Sociales

 

 

Autor:

Dr C Raúl Quintana
Suárez

Profesor Titular y Profesor
Consultante.

Universidad de Ciencias Pedagógicas
Enrique José varona

La Habana, Cuba

2014

Partes: 1, 2, 3
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