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Los componentes ético-políticos en la ideología de la Revolución Cubana (Sexta parte) (página 3)



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Tras su recorrido triunfal a lo largo del país, acompañado del júbilo popular, la llamada Caravana de la Libertad arriba a la capital. En su discurso en el campamento militar de Columbia, desbordado de pueblo, en horas de la noche del 8 de enero de 1959, Fidel Castro expresa como…"…lo primero que tenemos que preguntarnos los que hemos hecho esta Revolución es con qué intenciones la hicimos; si en alguno de nosotros se ocultaba una ambición, un afán de mando, un propósito innoble; si en cada uno de los combatientes de esta Revolución había un idealista o con el pretexto del idealismo se perseguían otros fines; si hicimos esta Revolución pensando que apenas la tiranía fuese derrocada íbamos a disfrutar de los gajes del poder; si cada uno de nosotros se iba a montar en una "cola de pato", si cada uno de nosotros iba a vivir como un rey, si cada uno de nosotros iba a tener un palacete, y en lo adelante para nosotros la vida sería un paseo, puesto que para eso habíamos sido revolucionarios y habíamos derrocado la tiranía; si lo que estábamos pensando era quitar a unos ministros para poner otros, si lo que estábamos pensando simplemente era quitar unos hombres para poner otros hombres; o si en cada uno de nosotros había verdadero desinterés, si en cada uno de nosotros había verdadero espíritu de sacrificio, si en cada uno de nosotros había el propósito de darlo todo a cambio de nada, y si de antemano estábamos dispuestos a renunciar a todo lo que no fuese seguir cumpliendo sacrificadamente con el deber de sinceros revolucionarios. Esa pregunta hay que hacérsela, porque de nuestro examen de conciencia puede depender mucho el destino futuro de Cuba, de nosotros y del pueblo. Cuando yo oigo hablar de columnas, cuando oigo hablar de frentes de combate, cuando oigo hablar de tropas más o menos numerosas, yo siempre pienso: he aquí nuestra más firme columna, nuestra mejor tropa, la única tropa que es capaz de ganar sola la guerra: ¡Esa tropa es el pueblo!". (53)

Unas semanas después realiza su primer viaje al extranjero, posterior al triunfo revolucionario. En su discurso en la Plaza Aérea del Silencio, Caracas Venezuela. 23 de enero de 1959, este expresa que…"… vine a Venezuela, en primer lugar, por un sentimiento de gratitud; en segundo lugar, por un deber elemental de reciprocidad para todas las instituciones que tan generosamente me invitaron a participar de la alegría de Venezuela este día glorioso del 23 de enero, pero también por otra razón: porque el pueblo de Cuba necesita la ayuda del pueblo de Venezuela, porque el pueblo de Cuba, en este minuto difícil, aunque glorioso de su historia, necesita el respaldo moral del pueblo de Venezuela. Porque nuestra patria está sufriendo hoy la campaña más criminal, canallesca y cobarde que se ha lanzado contra pueblo alguno, porque los eternos enemigos de los pueblos de América, los eternos enemigos de nuestras libertades, los eternos enemigos de nuestra independencia política y económica, los eternos aliados de las dictaduras, no se resignan tranquilamente a presenciar la formidable y extraordinaria victoria del pueblo de Cuba que, sin más ayuda que la simpatía y la solidaridad de los pueblos hermanos del continente, sin más armas que las que supo arrebatar al enemigo en cada combate, libró durante dos años una guerra cruenta contra un ejército numeroso, bien armado, que contaba con tanques, con cañones, con aviones y con armas de todo tipo, armas modernas, las que se decía que eran invencibles, y nuestro pueblo, que estaba desarmado, que no tenía tanques, ni cañones, ni bombas de 500 libras, ni aviones, que no tenía entrenamiento militar, un pueblo inerme, sin entrenamiento, sin prácticas de guerra, pudo derrocar, en dos años de lucha frontal, a las fuerzas armadas de una dictadura que contaba con 60 000 hombres sobre las armas. Se decía que era imposible una revolución contra el ejército, que las revoluciones podían hacerse con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército, e hicimos una revolución contra el ejército. Se decía que si no había una crisis económica, si no había hambre, no era posible una revolución y, sin embargo, se hizo la Revolución. Todos los complejos rodaron por tierra, todas las mentiras que se habían ideado para mantener sometidos y desalentados a los pueblos rodaron por tierra, las fuerzas armadas de la tiranía fueron destrozadas y desarmadas, los tanques, los cañones y los aviones están hoy en manos de los rebeldes. Fue, lo que puede calificarse en toda la extensión de la palabra, una verdadera revolución, una revolución para empezar". (54)

Como ejemplo fundamentalmente moralizador y en busca de la unidad de los disímiles sectores implicados en la lucha contra la dictadura, por diversas vías e incluso contradictorias ideologías, el primer gobierno Revolucionario queda integrado mayoritariamente, tal como se acordó desde Santiago de Cuba, (Consultar el libro de Luís M. Buch y Reynaldo Suárez, Gobierno Revolucionario cubano. Primeros pasos, que aparece en bibliografía consultada. N. del A.) por personalidades muy distantes del ideario revolucionario, incluso progresista, tales como, entre otros, Manuel Urrutia Lleó como Presidente de la República y José Miró Cardona, como Primer Ministro. Tal anomalía política no podía perdurar mucho.

Obligado por las circunstancias y el amplio clamor popular, este determina aceptar la solicitud del presidente Urrutia de asumir el cargo vacante, tras la renuncia de Miró Cardona, como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario. En la toma de posesión en el Palacio Presidencial, el 16 de febrero de 1959, Fidel Castro valora como…"…paradójicamente, en los instantes en que recibo este honor de ponerme al frente del Consejo de Ministros, no experimento sino una honda preocupación por la responsabilidad que se ha puesto sobre mis hombros, por la seriedad y la devoción que siempre he puesto en el cumplimiento de mi deber. Tal vez cuando lo que necesitaba era un buen descanso, lo que he recibido es más trabajo; un trabajo mayor del que venía realizando; un trabajo, además, más responsable del que venía realizando; una prueba, además, muy dura. De cuantas tareas he tenido que realizar en mi vida, ninguna considero tan difícil como esta, ninguna considero tan preñada de obstáculos, ninguna considero tan dura de llevar adelante, porque estoy consciente de todas las dificultades, estoy muy consciente de todos los obstáculos. De cuantas tareas me ha tocado realizar, en todas he actuado >. Esta, porque me ha sido asignada, esta, porque no la escogí yo sino que me la escogieron, y solo con un profundo concepto de la necesidad de sacrificarse por el país, sacrificio verdadero y sacrificio sincero; porque para nosotros el gobierno, el cargo público no es una posición para enriquecernos, una posición para recibir honores, sino una posición para sacrificarnos. Y todo el que haya presenciado este proceso revolucionario, todo el que haya observado mi conducta tiene que haber comprendido el desinterés con que he actuado. Los cargos, como cargos, no me importan; los honores, como honores, no me importan. Aquí, desde esta posición, sigo siendo el mismo ciudadano que he sido siempre. Como ciudadano, no me diferencio en nada de cualquier otro ciudadano. Soy igual que cualquier otro modesto y humilde cubano, solo que un cubano con las mismas facultades que otro cubano cualquiera a quien se le ha asignado una grande y difícil tarea. Por tanto, cuando digo que para mi es un sacrificio, hablo muy sinceramente y hablo muy en serio. No tengo, sin embargo, temor al esfuerzo que debo realizar; no tengo temor por las dificultades que haya de encontrar en el camino. Soy un hombre de fe y siempre he afrontado las obligaciones resueltamente. Estaré aquí mientras cuente con la confianza del Presidente de la República y mientras cuente con las facultades necesarias para asumir la responsabilidad de la tarea que se me ha impuesto. Estaré aquí mientras la máxima autoridad de la república —que es el Presidente— lo estime pertinente o mi conciencia me diga que no soy útil". (55)

En el acto conmemorativo del II aniversario del Asalto al Palacio Presidencia por el Directorio Revolucionario, efectuado en la escalinata de la Universidad de La Habana el 13 de marzo de 1959, Fidel Castro aborda una temática de profundo contenido ético al expresar como…"…¿A quién enseñaron aquí a ser honesto?, ¿a quién enseñaron aquí a ser decente? ¿A quién le dieron buenos ejemplos? Pero, si todos ustedes saben que se había puesto de tal modo de moda la desvergüenza en Cuba que cuando un señor no robaba decían que era un idiota; que hasta los propios parientes, cuando tenían un pariente que era honrado, decían que ese era un bobo; que hasta en la propia familia se inculcaba la deshonestidad y el oportunismo. Si el pueblo no vio más que malos ejemplos; si nuestras escuelas, si nuestros sistemas de enseñanza, si toda la educación de la cual ha tenido que nutrirse el pueblo de Cuba es deficientísima, es arcaica, es incompleta; si hemos vivido en una perenne contradicción de niños que abren sus libros de historia y les hablan de libertad, y les hablan de independencia, y les hablan de honradez, y les hablan de heroísmo, y los enseñan a cantar un himno, y los enseñan a saludar una bandera, y los enseñan a venerar a nuestros mártires, y al lado de la bandera se encuentran un trapo sucio, y al lado de su himno le cantan una conga politiquera, y al lado de los hombres ejemplares que hicieron la historia de la patria se encuentran los nombres de los criminales que la han gobernado, de los malversadores que la han saqueado.¿Cómo hacer compaginar en la mente del niño lo que se le enseña y lo que se hace, lo que le dicen y lo que ve? ¿Qué virtud, qué moral, qué principios se pueden formar en las mentes que vienen al mundo a recibir lo que les den, a hacer lo que vean hacer, a aprender lo malo, si es lo malo lo que les enseñan, y lo bueno, si es lo bueno? (56)

Unas semanas después, en su discurso conmemorativo por el I aniversario de la Huelga del 9 de Abril en acto que se efectúa en la capitalina Alameda de Paula, , se revela nuevamente su ideario ético-político al valorar como…."…es bueno recordar las horas difíciles, porque hay dos clases de hombres, hay dos clases de ciudadanos: los que permanecen firmes en las horas difíciles y los que se acobardan en las horas difíciles; dos clases de pueblos: los que creen en las horas difíciles y los que pierden la fe en los momentos difíciles; los que se sumen al carro de los vencedores, que son los mismos que lo abandonan en los momentos duros; los que tienen fe en las horas de triunfo y los que tienen fe y son firmes en todas las circunstancias; los que escriben en la hora del triunfo y los que guardan cobarde silencio en las horas de adversidad. Hablo así por la experiencia que hemos adquirido en estos años, y hablo así porque sé que hay muchos pusilánimes, muchos mediocres y muchos timoratos que se acobardan de cualquier cosa y que, apenas se tiene que enfrentar la Revolución a los primeros obstáculos, se desalientan y se vuelven pesimistas. Pienso que nuestro pueblo tiene que estar preparado para todas las horas; pienso que nuestro pueblo tiene que estar preparado para todos los momentos; pienso que nuestro pueblo tiene que permanecer firme frente a todos los obstáculos…". (57)

Su preocupación constante por preservar la unidad revolucionaria y su afán de transformar las rémoras ideológicas sembradas en más de 50 años de República, lo motivan a abordar en su intervención en reunión con estudiantes y profesores de la Universidad de La Habana, el 11 de mayo de 1959, el hecho de que…"…a veces en nuestras relaciones estudiantiles se produzcan verdaderas tempestades en vasos de agua, y que al correr de los años sintamos, experimentemos esa sensación de que la pasión nos cegaba y de que pocas veces le dábamos paso al raciocinio. Porque debo decir que nosotros los estudiantes —y todavía en la partecita que me toca de estudiante—, somos de una manera o de una estructura mental tan especial que nuestra pureza, la convicción de nuestra pureza, nos hace a veces ser un poco estrechos de mente, nos hace sacrificar esa amplitud que necesitamos los hombres, si de veras deseamos comprendernos, porque no hay siquiera dos absolutamente iguales, no hay siquiera dos que pensemos o creamos absolutamente igual. Es preciso buscar aquel común denominador que une a los hombres en vez de dividirlos, buscar aquella comprensión que hace a los hombres amarse en vez de odiarse, muchas veces por prejuicios, muchas veces por errores; porque pienso en aquella etapa universitaria que nosotros vivimos, porque pienso en el ideal de la nueva vida universitaria, porque deseo que entre los estudiantes pueda existir siempre la mayor unión, que solo se produce cuando marchan en pos de grandes aspiraciones; porque fue así lo que ocurrió a través de estos siete años de lucha: que los estudiantes se unieron en pos del gran ideal de liberar a la patria, como nunca antes se habían unido, unión que debe mantenerse para que nunca las cosas pequeñas, las aspiraciones pequeñas, dividan y segmenten y siembren las pasiones entre los estudiantes, ¡porque tiene esta generación estudiantil una tarea muy grande por delante!". (58)

Uno de los problemas más graves que distorsionaron la economía cubana desde la propia fundación de la república e incluso con profundas raíces del período colonial, es la existencia del latifundismo, caracterizado por enormes extensiones de tierra improductivas y en buena medida en manos de propietarios extranjeros, particularmente dedicas al cultivo de la caña de azúcar y a la ganadería, mientras decenas de miles deambulan por los campos, carentes de trabajo y de un pedazo de tierra donde trabajar. En el mejor de los casos estos se ven sometidos a la inicua condición de arrendatarios, aparceros y precaristas. Ello generó una larga lucha campesina por la tierra jalonada por el martirologio de valiosos líderes. No es de extrañar por tanto que la primera de las leyes fundamentales promulgadas por la Revolución triunfante, ya en el poder, lo fuese la Ley de Reforma Agraria, el 17 de mayo de 1959.

En su intervención en el acto de firma de la misma, en La Plata, en el intrincado lomerío de la Sierra Maestra, el 17 de mayo de 1959, Fidel Castro enfatiza como… "…en realidad toda persona que en Cuba en estos instantes se detenga a pensar serenamente en lo que Cuba ha sido hasta hoy, y en el destino que esperaba a nuestra patria por el camino que llevaba, si es una persona consciente, si es una persona honrada, tendrá que reconocer que las medidas que nosotros estamos tomando eran absolutamente necesarias. Y es que no queríamos que nuestro país continuase avanzando hacia la peor miseria, que llevaba como consecuencia a gravísimos conflictos sociales y quién sabe de imprevisibles consecuencias. Nosotros no tenemos la culpa de lo que la nación ha sido hasta hoy, nosotros no tenemos la culpa de todas las imprevisiones, nosotros no tenemos la culpa de todas las miserias que sembraron en nuestro país los hombres y las generaciones que nos precedieron. Y cuando se comprenden bien esas cosas es sobre todo cuando se sale a nuestros campos, cuando se cruza junto a los bohíos, cuando se ve el espectáculo de los niños descalzos, raquíticos, hambrientos, analfabetos, enfermos; cuando se ve la vida que llevan, las casas en que habitan. Y a pesar de todo, ¡cuánta nobleza y cuánta bondad se alberga en los corazones de nuestros hombres del campo! Cuando se viene aquí y cuando se contemplan estas cosas, es cuando se siente, con más intensidad que nunca, la absoluta convicción de que las medidas que estamos tomando son justas, son necesarias, y son beneficiosas a nuestra patria. Estas medidas tienden a poner fin a una situación que nos legaron, de la cual nosotros no somos culpables. Todos sabemos cuál ha sido la vida de la república desde sus inicios. Todos sabemos el ambiente de corrupción, de hipocresía, de insinceridad y de inmoralidad, de falta de patriotismo, de falta de sentido de amor a la nación, de falta de conciencia de los deberes que tenemos para con nuestros propios intereses. Todos sabemos que ese ha sido el ambiente en que ha vivido la nación, y que nosotros nos hemos propuesto rectificar en todos los sentidos. Los datos estadísticos demuestran, por ejemplo, que un 1,5% de los propietarios poseen más del 46% del área nacional en fincas, mientras 111 000 fincas de menos de dos caballerías vienen ocupando menos del 12% del área nacional. Por lo tanto, esta Ley no afecta a la inmensa mayoría de los propietarios de fincas. Esta Ley afecta al 1,5% de los propietarios y, sin embargo, permitirá al Gobierno Revolucionario resolver la situación económica de más de 200 000 familias campesinas". (59)

La conmemoración nacional por el VI aniversario del asalto al Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1959, se efectúa en la entonces Plaza Cívica, con una multitudinaria concentración campesina. En la misma el líder histórico de la Revolución Cubana reflexiona como…."…hemos llegado al poder no contra el pueblo, sino con el pueblo. Hemos llegado al poder no para sacrificar al pueblo, sino para redimir al pueblo. Y desde el poder no ponemos nuestros ojos en la fuerza. Desde el poder no nos consideramos seguros porque tengamos soldados bien armados, o porque tengamos tanques, o porque tengamos cañones, o porque tengamos aviones; ¡nos sentimos seguros y nos sentimos sólidos sencillamente porque tenemos al pueblo! Con el pueblo derrocamos a la tiranía, con el pueblo estamos gobernando y para el pueblo estamos gobernando, por eso el pueblo está y estará junto a nosotros. Los que quieran saber lo que es una verdadera democracia, que vengan a Cuba; los que quieran saber lo que es un pueblo gobernando, que vengan a Cuba; los que quieran conocer de un país donde el pueblo lo es todo, donde la palabra pueblo tiene su significado real, no teórico, que vengan a Cuba; los que invocando hipócritamente la palabra democracia nos calumnian, que vengan a Cuba para que sepan lo que es una democracia. Y una democracia tan pura y tan limpia, que la democracia engendrada en nuestra Revolución nos recuerda la primera democracia del mundo: la democracia griega, donde el pueblo, en la plaza pública, discutía y decidía sobre su destino. Con una diferencia, que en Grecia solo discutían los amos de los esclavos, y en Cuba hay una democracia donde el pueblo discute directamente sus problemas y donde todo el mundo puede opinar, porque es una democracia, aspira a ser una democracia sin esclavos, sin amos, una democracia sin ilotas, una democracia donde los hombres tengan por igual plenos derechos. Y los ilotas de nuestra patria son los campesinos. Si en Grecia era un grupo de hombres que no tenía acceso a los medios de vida y hombres privados de sus derechos, eso eran nuestros campesinos: hombres sin medios de vida y hombres virtualmente privados de sus derechos". (60)

El movimiento sindical cubano, al triunfo de la Revolución, está dividido y permeado de las nocivas practicas introducidas por el mujalismo, calco de las mismas que eran práctica común en la politiquería al uso: nepotismo, fraudes electoreros, compra de influencias, incondicionalidad al gobierno de turno mediante el soborno y política antiobrera, siempre favorecedora de la patronal de las grandes compañías. Eusebio Mujal Barniol, entonces secretario de la CTC impuesto por el gobierno grausista y posteriormente ratificado por el priísta, militaba entonces en el PRC(A). Tan pronto se produce el golpe de estado esta no demora a ofrecerse como incondicional aliado ante Fulgencio Batista. El mismo abandona precipitadamente el país, junto con Batista y sus cómplices en la madrugada del primero de enero de 1959. En ese ambiente tan caldeado y tenso, se desarrolla el X Congreso, que incluso se le aconseja al ya Primer Ministro, que no es conveniente concurrir al mismo, por lo que se pueda producir. Ignorando tal humillante solicitud, Fidel Castro participa y realiza las conclusiones del mismo, el 21 de noviembre de 1959, en las que expresa como…"…he oído pronunciar el nombre del 26 de Julio muchas veces. ¿Qué relación tenemos con el 26 de Julio? Creo que alguna relación tenemos con el 26 de Julio; creo que alguna vinculación tenemos con esa fecha. Creo que fue un día muy grande y muy glorioso, por el esfuerzo y el sacrificio de los hombres que cayeron en aquella acción, que dio nombre a nuestro Movimiento. Creo que alguna vinculación tenemos con la creación de ese aparato revolucionario. Es forzoso, aunque no queramos, recordar aquel inicio. Es forzoso recordar —cuando se escucha esa palabra— aquellos días tristes y sin esperanza en que, por segunda vez, plantaba sus garras sobre el suelo de la patria un tirano, que durante 11 años la mantuvo invicto en sus manos. Es preciso recordar aquellos tiempos sin esperanza cuando, por segunda vez, las manos del mismo hombre volvieron a apoderarse de ella en condiciones tales, que parecía más difícil todavía deshacerse de ellas, porque era todavía más sólido aquel mito de que los ejércitos modernos eran invencibles, de que se podía hacer una revolución con el ejército o sin el ejército, pero nunca contra el ejército. Y aquel mito, como otros muchos mitos, tenía una fuerza tremenda en la mente de la ciudadanía. Es preciso recordar con cuánta impotencia caíamos en manos, por segunda vez, del mismo tirano; con cuánta impotencia, porque no hubo siquiera manera de defender al país, porque —más vergonzoso todavía— no hubo ni siquiera resistencia. Los trabajadores, ¿qué pudieron hacer? ¿Es que acaso una clase obrera organizada es impotente? Los trabajadores, ¿qué pudieron hacer? Bien recordarán a aquellos "líderes", que eran líderes del partido de gobierno; bien recordarán a aquellos líderes, que se llamaban líderes gubernamentales; y bien recordarán, cada uno de ustedes, qué había hecho la inmensa mayoría de aquellos líderes a las 24 horas del golpe criminal. ¡Se habían pasado vergonzosamente, con armas y bagajes, con sindicatos y federaciones, a las filas de los opresores! Y si miento, si digo algo que no se ajuste a la verdad, si es históricamente falsa esta afirmación, yo quiero que me lo digan. Es decir que la clase obrera fue traicionada miserablemente; es decir que la clase obrera no pudo hacer resistencia al golpe reaccionario. Y no solo eso, sino que aquel grupo, apoderado de los mandos, los fortaleció, en vergonzoso e impúdico contubernio con la tiranía, y mantuvo doblegada durante siete años a la clase obrera…El cubano que está hablando aquí es el mismo hombre, exactamente igual, sin haber cambiado absolutamente nada en sus convicciones, en sus principios morales y revolucionarios, el cubano que les está hablando en este minuto; porque el cubano que les habla aquí es el mismo cubano del juicio del Moncada y de "La historia me absolverá", y sus hechos, su conducta y las medidas revolucionarias que ha propugnado son exactamente las mismas. Y si nosotros no hemos cambiado, si nosotros somos exactamente los mismos, si somos los mismos del 26 de Julio y del 2 de Diciembre, del Moncada y del "Granma", de la Sierra Maestra y de las leyes revolucionarias, si nosotros no hemos cambiado, ¡nosotros tenemos derecho a hablar en nombre del 26 de Julio! Por eso, por eso vine. Y si venir aquí había de ser para perjuicio de la Revolución sería porque esta Revolución estaría muy mal, porque este pueblo estaría muy mal, porque esta clase obrera estaría muy mal. Sencillamente habría que sacar la conclusión de que no somos capaces, ni tenemos empuje suficiente, ni tenemos traje suficiente —el pueblo de Cuba— para hacer esta Revolución". (61)

Entre las muchas medidas tomadas desde el propio triunfo de la Revolución, en favor de la educación, se puede mencionar, entre otras muchas, la formación de maestros, el incremento del número de aulas y la posibilidad de acceso a la misma de aquellos sectores populares, antes marginados. Como gesto de gran simbolismo, se adopta el acuerdo de convertir los principales cuarteles en centros escolares, como el campamento militar de Columbia, en La Habana; el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba; el Leoncio Vidal, en Santa Clara y otros tantos. En el acto de entrega del Cuartel Moncada al MINED, el 28 de enero de 1960, Fidel Castro valora como…"… ¿Quién defendía antes a los gobiernos? El ejército; aquel ejército. ¿Quién defiende hoy la Revolución? ¡El pueblo! ¿Dónde están las fortalezas de la Revolución hoy? En todas partes. ¿Ustedes ven cada una de esas montañas? Cada una de esas montañas es una fortaleza de la Revolución , así que este edificio no lo necesitamos para fortaleza. Antes necesitaban una fortaleza para defenderse del pueblo; y ahora, cuando el pueblo es el que defiende a la Revolución, no necesitamos fortalezas. Como lo que necesitamos son escuelas, pues, por eso nosotros estamos convirtiendo todas las fortalezas en escuelas. Y así, donde antes vivían millares de soldados, con sus fusiles, y sus sargentos, y sus capitanes, y sus generales, ahora van a trabajar y a estudiar millares de niños con sus lápices, con sus libros, con sus maestros, con sus superiores; y así tenemos una ventaja, que como antes se habían gastado muchos millones en hacer cuarteles y en hacer fortalezas y no habían gastado dinero en hacer escuelas —porque el dinero se lo robaban, y lo que no se robaban lo gastaban en cosas muchas veces inútiles, como cuarteles—, pues nosotros ahora aprovechamos esos millones que se gastaban en fortalezas y los empleamos en escuelas. No nos alcanzan todavía, ni convirtiendo todas las fortalezas en escuelas; no nos alcanzan, todavía tenemos que construir muchas más pero ya tenemos una ventaja que puede hacer el Gobierno Revolucionario, porque el Gobierno Revolucionario no necesita tener fortalezas". (62)

En multitudinario acto en la entonces llamada Plaza Cívica, en La Habana, en conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores, el Primero de mayo de 1960, este afirma en sus conclusiones como…"…muchas cosas hemos tenido que aprender, muchas cosas hemos aprendido todos, sin excepción, y hoy, hoy por ejemplo, cuando cruzaban y cruzaban en número interminable, para marchar durante siete horas consecutivas las unidades organizadas del pueblo; cuando hemos tenido oportunidad de ver la tremenda fuerza del pueblo; cuando hemos tenido oportunidad de ver la incontrastable e invencible fuerza del pueblo, nos hemos preguntado: ¿Pero es este pueblo de hoy el mismo pueblo de ayer? ¿Cómo es posible que un pueblo que cuenta en su seno con tan tremendas y extraordinarias fuerzas haya tenido que soportar lo que ha tenido que soportar nuestro pueblo? ¿Cómo es posible, si de nuestras filas surgen, como por arte de magia, millares y millares de unidades de combate? ¿Cómo es posible, con la tremenda fuerza de los cientos de miles de campesinos cubanos, y la tremenda fuerza de más de un millón de trabajadores cubanos, y la tremenda fuerza de cientos de miles de jóvenes, como esos que hoy desfilaron en las filas de las patrullas o de las milicias estudiantiles? ¿Cómo es posible, si éramos los mismos hombres y las mismas mujeres de ayer? Si esos mismos compatriotas que por aquí desfilaron son los mismos que componían a nuestro pueblo hace solo algunos años, ¿cómo es posible, entonces, que hayamos tenido que padecer tal cúmulo de abusos? ¿Cómo era posible la existencia de tantos cientos de miles de familias en nuestros campos, hambrientas, sin tierras, explotadas, víctimas de la explotación más despiadada de compañías extranjeras, amas de nuestras tierras, donde mandaban omnímodamente quienes tal vez nunca sembraron una sola semilla en nuestro suelo, sino que en la mayor parte de los casos ni siquiera habían visto a nuestras tierras?

Si éramos tan fuertes en nosotros mismos, si había en el seno de nuestro pueblo tanta fuerza, ¿cómo era posible tanto abuso contra nuestros trabajadores, tanta explotación? ¿Cómo era posible tanto abuso contra nuestro pueblo, tanto pillaje, tanto robo, tanto saqueo a nuestro pueblo? Si teníamos tanta fuerza, ¿cómo era posible tanto crimen? ¿Cómo era posible que un puñado de hombres, una pandilla de mercenarios o una plaga de politiqueros, hayan mantenido y hayan dirigido a su antojo, durante medio siglo, los destinos del país? y que nuestro pueblo haya tenido que pagar un saldo tan alto, tan alto, que para darnos cabal cuenta necesitaríamos ver reunidos en una plaza muchas veces mayor que esta, los millones de cubanos que se quedaron sin aprender a leer ni a escribir en nuestra patria, los cientos de miles de niños que murieron sin ver a un médico; el mar de sufrimiento y de angustia, de hambre y de miseria, de abuso y de humillación, que por ser pobre, o por ser analfabeto, o por ser negro, o por ser mujer, han tenido que sufrir los hijos de esta tierra. ¡Ah!, en el seno de nuestro pueblo existían extraordinaria energía y extraordinaria fuerza, pero no lo sabíamos, o no nos habían dejado reunirlas y organizarlas. Y por eso, las minorías privilegiadas y preparadas pudieron más, con la ayuda de los intereses foráneos, de lo que había podido nuestro pueblo, con la tremenda fuerza que encerraba en su seno". (63)

Ante las continuas amenazas de agresión y sabotajes promovidas por el gobierno de los Estados Unidos, ya desde octubre de 1959 se crean las Milicias Nacionales Revolucionarias y posteriormente las Milicias Campesinas. En el acto de graduación de estas últimas en San Julián, Pinar del Río, el 21 de agosto de 1960, Fidel Castro valora como…"…tan acostumbradas que estaban las compañías norteamericanas a desalojar a los guajiros de las tierras; tan acostumbradas que estaban a arrancar los bohíos de los campesinos para lanzarlos a las guardarrayas; tan acostumbrados que estaban los monopolios a atracar al pueblo; tan acostumbrados que estaban a amenazar a los países y a intervenir en los países cuando sus intereses eran afectados; tan acostumbrados que estaban a cercenar la soberanía de los pueblos; tan acostumbrados que estaban a mandar a nuestros gobernantes y, sin embargo, ya no hay monopolios yankis; ya no hay compañías azucareras yankis; ya no hay casquitos dando plan de machete y asesinando guajiros; ya no hay misiones militares yankis mandando a nuestro ejército; ya no hay guajiros desarmados; ya no hay obreros desarmados; porque lo que hay hoy son guajiros armados hasta los dientes, obreros armados hasta los dientes, pueblo armado hasta los dientes, para que nadie le haga cuentos, para que nadie vuelva nunca jamás en nuestra patria a abusar del pueblo, a abusar de nuestros campesinos, a abusar de nuestros obreros, a atracar al pueblo, a robarle al pueblo, a obligar al pueblo, a explotar al pueblo….Porque sobre esta isla pequeña, sobre esta isla pequeña, sobre este pueblo de seis millones y medio de ciudadanos, se centran hoy las miradas de 200 millones de latinoamericanos; sobre este pueblo pequeño, sobre estos seis millones y medio de ciudadanos, se centra la atención y la admiración del mundo. Y puesto que el mundo ha vuelto su mirada hacia nosotros, y puesto que los pueblos explotados han vuelto sus ojos, llenos de esperanza hacia nosotros; nosotros debemos ser el ejemplo, nosotros debemos ser el ejemplo. Hay que tratar de hacerlo lo mejor posible, lo más perfecto posible; hay que tratar de hacerlo bien todo; hay que tratar de hacerlo lo mejor en todo". (64)

La idea de creación de los Comités de Defensa de la Revolución, una de las organizaciones de masas más odiadas por la contrarrevolución se originan de forma totalmente casual, durante el discurso pronunciado por el líder revolucionario, en concentración frente al antiguo Palacio Presidencial, con motivo del regreso de su viaje a New York donde intervino en la Asamblea General de la ONU. 28 de septiembre de 1960:

"Nosotros vimos vergüenza, nosotros vimos honor, nosotros vimos hospitalidad, nosotros vimos caballerosidad, nosotros vimos decencia en los negros humildes de Harlem. (Se oye explotar un petardo.) ¿Una bomba? ¡Deja…! (EXCLAMACIONES DE: "¡Paredón!, ¡Paredón! ¡Venceremos!, ¡Venceremos!") (CANTAN EL HIMNO NACIONAL Y EXCLAMAN: "¡Viva Cuba!, ¡Viva la Revolución!") Ese petardito ya todo el mundo sabe quién lo pagó, son los petarditos del imperialismo. Creen… claro, mañana le irán a cobrar a su señoría y le dirán, le dirán: >. ¿Lo cogieron? ¿No hay noticias? No hay noticias comprobadas. Pero, ¡qué ingenuos son! Si cuando tiraban bombas de 500 libras y hasta de 1 000 libras que decían Made in USA, no pudieron hacer nada, ni cuando tiraban bombas de cientos de libras de napalm, pudieron tampoco hacer nada; y a pesar de sus aviones, sus cañones y sus bombas, los casquitos se tuvieron que rendir, y no pudieron tomar la Sierra Maestra, ni pudieron librarse de los cercos, ¿cómo van a avanzar ahora detrás de los petarditos? Son los gajes de la impotencia y de la cobardía. ¡Cómo van a venir a impresionar al pueblo con petarditos, si el pueblo está aquí en plan de resistir, no ya los petarditos el pueblo está en plan de resistir lo que tiren o lo que caiga, aunque sean bombas atómicas, señores!…Estos ingenuos parece que de verdad se han creído eso de que vienen los "marines", y que ya esta el café colado aquí. Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, ¡vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva!. Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo, porque, en definitiva, nosotros vivimos en toda la ciudad, no hay un edificio de apartamentos de la ciudad, ni hay cuadra, ni hay manzana, ni hay barrio, que no esté ampliamente representado aquí. Vamos a implantar, frente a las campañas de agresiones del imperialismo, un sistema de vigilancia colectiva revolucionaria que todo el mundo sepa quién vive en la manzana, qué hace el que vive en la manzana y qué relaciones tuvo con la tiranía; y a qué se dedica; con quién se junta; en qué actividades anda. Porque si creen que van a poder enfrentarse con el pueblo, ¡tremendo chasco se van a llevar!, porque les implantamos un comité de vigilancia revolucionaria en cada manzana para que el pueblo vigile, para que el pueblo observe, y para que vean que cuando la masa del pueblo se organiza, no hay imperialista, ni lacayo de los imperialistas, ni vendido a los imperialistas, ni instrumento de los imperialistas que pueda moverse". (65)

Todas las vías fueron utilizadas por los diversos gobiernos de Estados para hostilizar a la Revolución Cubana. Uno de los organismos preferidos para lograr su aislamiento internacional, aprovechando la incondicionalidad de los gobiernos entonces imperantes en América Latina, tanto dictaduras como > lo constituyó la Organización de Estados Americanos 8oea), tildada por Raúl Roa, el inolvidable Canciller de la Dignidad, como Ministerio de Colonias. En respuesta a los acuerdos adoptados por ese organismo en reunión de cancilleres efectuada en Costa Rica, lesivos a nuestra soberanía, se efectúa una concentración en la Plaza Cívica el 2 de septiembre de 1960 donde se aprueba la denominada Declaración de La Habana en respuesta a la Declaración de San José. En la misma Fidel Castro en su discurso afirma:

"¿No querían que en América hubiese revoluciones? ¡Pues aquí tienen una revolución en América! ¿No querían que en un país de América se hiciera justicia; que al fin nuestros campesinos tuvieran tierra; que al fin nuestros niños tuvieran escuelas; que al fin nuestras familias tuvieran casas; que al fin el pueblo tuviera trabajo, tuviera playas; tuviera oportunidad lo mismo el hijo del campesino que el del obrero de ir también a las universidades? ¿No querían que un pueblo fuera feliz? ¡Pues tendrán un pueblo feliz, aunque no lo quieran!, porque a ese pueblo esa felicidad no se la ha regalado nadie, esa felicidad la está conquistando con mucho sacrificio, y es un pueblo que tiene derecho a la felicidad, porque sabe conquistarla, porque únicamente cuando se cuenta con un espíritu revolucionario como el que tiene el pueblo de Cuba, cuando se cuenta con un pueblo tan maduro políticamente y tan formidable como este, se puede librar una lucha como la que está librando Cuba. ¡Por algo nuestro pueblo se ha ganado el respeto de todo el mundo, la admiración de todo el mundo, el cariño de los demás pueblos del mundo!, porque comprenden que somos un pueblo pequeño, que hemos tenido que enfrentarnos a obstáculos muy grandes. Comprenden que éramos un pueblo pequeño sometido aquí a la influencia yanki, sometido a la propaganda yanki, sometido a las películas yankis, sometido a las revistas yankis, a la moda yanki, a la politiquería yanki, a las costumbres yankis, y que aquí todo era yanki. ¡Ah!, cómo van a hablar ahora, cómo van a hablar ahora de intromisión soviética, o cómo van a culpar a la República Popular China, si la única influencia que aquí veíamos todos los días, los únicos libros que aquí veíamos todos los días, las únicas películas que aquí veíamos todos los días, las únicas costumbres y las únicas modas, era todo proveniente de Estados Unidos; es decir que si aquí había un intruso, el intruso era el imperialismo yanki, que trató de destruir nuestro espíritu nacional, que trató de destruir el patriotismo de los cubanos, que trató de destruir nuestra resistencia a la penetración de los intereses extranjeros. Gracias a que hemos tenido un pueblo extraordinariamente virtuoso, gracias a que este pueblo empezó su lucha desde muy temprano, que luchó solo por su independencia hace un siglo, un pueblo que tuvo hombres como Maceo, como Céspedes, como Agramonte, como Calixto García, y un pueblo que tuvo tan extraordinario Apóstol, un hombre de visión tan lejana, un hombre de entraña tan humana, un hombre de elocuencia y de sabiduría tan extraordinarias como José Martí, que forjó la nacionalidad de la patria. Y gracias a los hombres que en condiciones muy adversas, a los hombres que en la era republicana libraron una lucha desigual contra la penetración yanki, hombres que arrancan desde Juan Gualberto Gómez y Sanguily, que se opusieron tenazmente a esa penetración, hasta los hombres que en las décadas del 20 y del 30 se inmolaron y cayeron luchando para que sobreviviera la nacionalidad cubana, el espíritu nacional cubano, para que el alma nacional no fuese absorbida por el extranjero poderoso; gracias a esos, a esa obra de generaciones, a esa tradición, nosotros hemos podido cosechar esta madurez y esta conciencia revolucionaria de nuestro pueblo, que admira la América, que admira el mundo; lo admira por su espíritu, lo admira por sus hechos, lo admira por su valor, lo admira por su entusiasmo…" (66)

Esta Declaración de La Habana en su capítulo 8vo plantea que…"… la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba reafirma su fe en que la América Latina marchará pronto, unida y vencedora, libre de las ataduras que convierten sus economías en riqueza enajenada al imperialismo norteamericano y que le impiden hacer oír su verdadera voz en las reuniones donde cancilleres domesticados, hacen de coro infamante al amo despótico. Ratifica, por ello, su decisión de trabajar por ese común destino latinoamericano que permitirá a nuestros países edificar una solidaridad verdadera, asentada en la libre voluntad de cada uno de ellos y en las aspiraciones conjuntas de todos…". (67)

Honrando una larga tradición de lucha revolucionaria, nacida desde las luchas, independentistas, así como su invalorable aporte a la cultura, en su sentido más amplio, se funda la Federación de Mujeres Cubanas.

En acto efectuado en el Teatro de la CTC, en La Habana el 23 de agosto de 1960, Fidel Castro valora como…"…la Revolución tiene, sin duda alguna, en el sector femenino de nuestra población, un respaldo muy grande. Por eso, desde los primeros instantes se observaron una serie de actividades con la participación activa de la mujer cubana. No era nada nuevo para nuestro país. Nuestro país puede sentirse afortunado en muchas cosas, pero entre ellas, la primera de todas, por el magnífico pueblo que posee. Aquí no solo luchan los hombres; aquí, como los hombres, luchan las mujeres. Y no es nuevo, ya la historia nos hablaba de grandes mujeres en nuestras luchas por la independencia, y una de ellas las simboliza a todas: Mariana Grajales, aquella que le dijo al hijo más pequeño: >. Y en esta etapa heroica de nuestro pueblo, también quedarán grabados para siempre muchos hechos, en los cuales fueron protagonistas mujeres cubanas. Madre también heroica —aunque todas las madres son heroicas, porque nadie ha sufrido en Cuba como han sufrido las madres—, madre heroica es la madre de nuestro inolvidable Frank País, que perdió dos hijos en la contienda y que, para prestigio de la Federación de Mujeres Cubanas, preside a las mujeres de Oriente; o como la señora madre de los Ameijeiras, que perdió tres hijos; o como aquella campesina del Oro de Guisa, a la que los esbirros de Sosa Blanco le asesinaron siete hijos y el esposo. Madres heroicas han sido todas las madres que vieron caer a sus hijos asesinados o combatiendo; y madres también dignas de consideración y de respeto, aquellas que vieron a sus hijos arrastrados al crimen por la tiranía infame, porque también han tenido que sufrir las consecuencias del pasado odioso. Mujeres heroicas, como aquellas dos compañeras nuestras, Lidia y Clodomira, asesinadas cobardemente por los esbirros de Esteban Ventura". (68)

En la larga lista de agresiones a nuestro país, uno de los más cruentos y repudiables lo constituyó sin lugar a dudas el sabotaje perpetrado contra el buque de bandera francesa La Coubre, que transportaba a nuestro país el armamento comprado en Europa, destinado a nuestra defensa. En las honras fúnebres a las numerosas víctimas del atentado, efectuado en la esquina de las calles capitalinas 23 y 12, en las cercanías del Cementerio de Colón, el 5 de marzo de 1960, el Comandante en Jefe denunciaba como el mismo era perpetrado precisamente, contra…"… un régimen revolucionario justo, un régimen revolucionario humano, un régimen que tanto se ha esforzado por defender los intereses del pueblo, los intereses de nuestro pueblo sufrido y explotado —explotado por los monopolios, explotado por los latifundios, explotado por los privilegiados—, un régimen que ha librado al pueblo de todas esas injusticias, un régimen de la mayoría del país, un régimen humano, lo combaten. Al régimen criminal e inhumano, al régimen de los monopolios y de los privilegios, lo ayudaban. ¡Vaya democracia que ayuda a los criminales y ayuda a los explotadores! ¡Democracia es esta, donde el hombre vale para nosotros y valdrá siempre más que el dinero! Porque por dinero no derramaremos jamás una gota de sangre humana; por dinero, por intereses egoístas, no sacrificaremos jamás una gota de sangre humana. Y estos hechos no son únicos. Porque, ¿quién se ha de extrañar de que estalle un barco en el puerto mientras los obreros trabajan? ¿Quién se ha de extrañar de un sabotaje que cueste sangre de trabajadores? ¿Quién se ha de extrañar, si hace apenas un mes —si es que llega al mes— un avión norteamericano, procedente de territorio norteamericano y manejado por un piloto norteamericano y con una bomba norteamericana, trató de dejarla caer sobre un centro donde había más de 200 obreros? Y en aquella ocasión dije: > Y como si aquellas palabras hubiesen tenido algo de premonición, hoy hemos tenido que venir en manifestación a enterrar varias docenas de obreros y de soldados rebeldes". (69)

Apenas transcurrido tal abominable acto terrorista, se produce uno similar por sus intenciones intervencionistas, por parte del gobierno norteamericano, pero aún de mayor envergadura: la invasión mercenaria de Playa Girón, el 17 de abril de 1961. Previo a la misma, se produce el acto vandálico de bombardeo a los aeropuertos de Ciudad Libertad, San Antonio de los Baños y Santiago de Cuba, con el objetivo de destruir en tierra los escasos aviones, de tecnología casi obsoleta, de que disponía entonces la fuerza aérea cubana. En las honras fúnebres a las víctimas, el 16 de abril de 1961, en la misma esquina de las calles 23 y 12, el Primer Ministro cubano argumenta como…:"…nos diferenciamos de Estados Unidos en que Estados Unidos es un país que explota a otros pueblos, en que Estados Unidos es un país que se ha apoderado de una gran parte de los recursos naturales del mundo, y que hace trabajar en beneficio de su casta de millonarios a decenas y decenas de millones de trabajadores en todo el mundo.  Y nosotros no somos un país que explotemos a otros pueblos; nosotros no somos un país que nos hayamos apoderado, ni estemos luchando por apoderarnos de los recursos naturales de otros pueblos; nosotros no somos un país que estemos tratando de hacer trabajar a los obreros de otros pueblos para beneficio nuestro. Nosotros somos todo lo contrario: un país que está luchando porque sus obreros no tengan que trabajar para la casta de millonarios norteamericanos; nosotros constituimos un país que está luchando por rescatar nuestros recursos naturales, y hemos rescatado nuestros recursos naturales de manos de la casta de millonarios norteamericanos. Nosotros no somos un país en virtud de cuyo sistema una mayoría del pueblo, una mayoría de los obreros, de las masas del país constituidas por los obreros y los campesinos, estén trabajando para una minoría explotadora y privilegiada de millonarios; no constituimos un país en virtud de cuyo sistema grandes masas de población estén discriminadas y preteridas, como están las masas negras en Estados Unidos; nosotros no constituimos un país en virtud de cuyo sistema una parte minoritaria del pueblo viva parasitariamente, a costa del trabajo y del sudor de la masa mayoritaria del pueblo".  (70)

Acto por el Primero de Mayo. Plaza Cívica. 1961:

"Aquí se acostumbraba hablar mucho de patria por parte de una serie de señores que tenían un concepto muy raquítico de lo que es o debe ser la patria. Y siempre estaban hablando de la patria, y estableciendo la obligación y el deber de defender la patria. Pero, ¿qué patria? ¿La patria de unos pocos? ¿La patria de un puñado de privilegiados? ¿La patria donde un señor tiene 1 000 caballerías de tierra y tiene tres casas, mientras otros viven en la guardarraya en un miserable bohío? ¿A cuál patria, señor, se refería usted? ¿La patria donde unos pocos tienen todas las oportunidades y unos pocos se apropian del trabajo de todos los demás, o la patria del hombre que no tiene ni siquiera un trabajo, la patria de la familia que vive en un barrio de indigentes, la patria del niño hambriento y descalzo que pide limosnas por las calles? ¿A qué patria se referían y qué concepto era ese de la patria? ¿La patria que era propiedad de unos pocos con exclusión de toda la oportunidad y de todo beneficio para el resto del país, o la patria de hoy, donde nos hemos ganado el derecho a dirigir nuestro destino, donde nos hemos ganado el derecho a construir el futuro que necesariamente tendrá que ser mejor que el presente? Pero la patria donde no podrá decirse más que sea propiedad de unos cuantos, que sea para disfrute de unos cuantos; la patria que será de ahora en adelante y para siempre como la quería Martí, cuando dijo: >. Y no la patria de unos cuantos y para el bien de unos cuantos. La patria como será en el futuro y para siempre, en que dejará de existir esa injusticia en que unos pocos lo tenían todo y casi todos no tenían nada. Ahora sí nosotros podemos hablar de patria y ahora sí nosotros podemos tener un concepto verdadero de la patria, porque cuando decimos: defendemos la patria y estamos dispuestos a morir por la patria, ¡estamos dispuestos a morir por una patria que no es de unos cuantos, sino que es de todos los cubanos! Por eso los privilegiados y las clases explotadoras no podían tener un verdadero concepto de la patria, porque para ellos la patria era un privilegio, un privilegio de ellos, donde se apoderaban del trabajo de los demás, y además querían que otros defendieran esa patria de ellos. Por eso, cuando un monopolista yanki habla de patria, cuando un dirigente o un miembro de los círculos gobernantes de Estados Unidos hablan de patria, ¿saben a qué patria se refiere? A la patria de los monopolios, a la patria de los grandes capitales bancarios, a la patria de las grandes empresas que poseen solo unos cuantos. Y cuando hablan de patria, están pensando en mandar al negro del sur de Estados Unidos, o en mandar al puertorriqueño, o en mandar al joven de familia obrera de Estados Unidos, o en mandar al obrero, a combatir, a morir, a matar y hasta a asesinar, en defensa de esos monopolios y de esos millones que ellos llaman patria". (71)

Mientras tanto, otro importante frente de combate, esta vez en el campo ideológico, lo constituye la actividad diversionista realizada por el enemigo, tanto interno como externo, entre los intelectuales. En sus conclusiones en las reuniones efectuadas con una representación de los mismos, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 en el teatro de la Biblioteca Nacional José Martí, en La Habana, este reflexiona como…"…nosotros creemos que hemos contribuido en la medida de nuestras fuerzas a los acontecimientos actuales de nuestro país. Nosotros creemos que con el esfuerzo de todos estamos llevando adelante una verdadera revolución, y que esa revolución se desarrolla y parece llamada a convertirse en uno de los acontecimientos importantes de este siglo. Sin embargo, a pesar de esa realidad, nosotros, que hemos tenido una participación importante en esos acontecimientos, no nos creemos teóricos de las revoluciones ni intelectuales de las revoluciones. Si los hombres se juzgan por sus obras, tal vez nosotros tendríamos derecho a considerarnos con el mérito de la obra que la Revolución en sí misma significa, y sin embargo no pensamos así. Y creo que todos debiéramos tener una actitud similar. Cualesquiera que hubiesen sido nuestras obras, por meritorias que puedan parecer, debemos empezar por situarnos en esa posición honrada de no presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son infalibles y que todos los que no piensen exactamente igual están equivocados. Es decir, que nosotros debemos situarnos en esa posición honrada, no de falsa modestia, sino de verdadera valoración de lo que nosotros conocemos. Porque si nos situamos en ese punto, creo que será más fácil marchar acertadamente hacia adelante. Y creo que si todos nos situamos en ese punto —ustedes y nosotros—, entonces, ante esa realidad, desaparecerán actitudes personales y desaparecerá esa cierta dosis de personalismo que ponemos en el análisis de estos problemas. En realidad, ¿qué sabemos nosotros? En realidad nosotros todos estamos aprendiendo. En realidad nosotros todos tenemos mucho que aprender. Y nosotros no hemos venido aquí, por ejemplo, a enseñar. Nosotros hemos venido también a aprender…. Había ciertos miedos en el ambiente, y algunos compañeros han expresado esos temores. En realidad a veces teníamos la impresión de que estábamos soñando un poco, teníamos la impresión de que nosotros no hemos acabado de poner bien los pies sobre la tierra. Porque si alguna preocupación a nosotros nos embarga ahora, si algún temor, es con respecto a la Revolución misma. La gran preocupación que todos nosotros debemos tener es la Revolución en sí misma. ¿O es que nosotros creemos que hemos ganado ya todas las batallas revolucionarias? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene enemigos? ¿Es que nosotros creemos que la Revolución no tiene peligros? ¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el arte, de que la Revolución vaya a asfixiar el genio creador de nuestros ciudadanos, o la preocupación por parte de todos debe ser la Revolución misma? ¿Los peligros reales o imaginarios que puedan amenazar el espíritu creador, o los peligros que puedan amenazar a la Revolución misma?…. El problema que aquí se ha estado discutiendo —y que lo vamos a abordar— es el problema de la libertad de los escritores y de los artistas para expresarse. El temor que aquí ha inquietado es si la Revolución va a ahogar esa libertad, es si la Revolución va a sofocar el espíritu creador de los escritores y de los artistas. Se habló aquí de la libertad formal. Todo el mundo estuvo de acuerdo en el problema de la libertad formal. Es decir, todo el mundo estuvo de acuerdo —y creo que nadie duda— acerca del problema de la libertad formal. La cuestión se hace más sutil y se convierte verdaderamente en el punto esencial de la cuestión, cuando se trata de la libertad de contenido. Es ahí el punto más sutil, porque es el que está expuesto a las más diversas interpretaciones. Es el punto más polémico de esta cuestión: si debe haber o no una absoluta libertad de contenido en la expresión artística. Nos parece que algunos compañeros defienden ese punto de vista. Quizás el temor a eso que llamaban prohibiciones, regulaciones, limitaciones, reglas, autoridades para decidir sobre la cuestión. Permítanme decirles en primer lugar que la Revolución defiende la libertad, que la Revolución ha traído al país una suma muy grande de libertades, que la Revolución no puede ser por esencia enemiga de las libertades; que si la preocupación de alguno es que la Revolución vaya a asfixiar su espíritu creador, que esa preocupación es innecesaria, que esa preocupación no tiene razón de ser…. Nadie ha supuesto nunca que todos los hombres o todos los escritores o todos los artistas tengan que ser revolucionarios, como nadie puede suponer que todos los hombres o todos los revolucionarios tengan que ser artistas, ni tampoco que todo hombre honesto, por el hecho de ser honesto, tenga que ser revolucionario. Revolucionario es también una actitud ante la vida, revolucionario es también una actitud ante la realidad existente. Y hay hombres que se resignan a esa realidad, hay hombres que se adaptan a esa realidad; y hay hombres que no se pueden resignar ni adaptar a esa realidad y tratan de cambiarla: por eso son revolucionarios…. Si a los revolucionarios nos preguntan qué es lo que más nos importa, nosotros diremos: el pueblo. Y siempre diremos: el pueblo. El pueblo en su sentido real, es decir, esa mayoría del pueblo que ha tenido que vivir en la explotación y en el olvido más cruel. Nuestra preocupación fundamental siempre serán las grandes mayorías del pueblo, es decir, las clases oprimidas y explotadas del pueblo. El prisma a través del cual nosotros lo miramos todo es ese: para nosotros será bueno lo que sea bueno para ellos; para nosotros será noble, será bello y será útil todo lo que sea noble, sea útil y sea bello para ellos. Si no se piensa así, si no se piensa por el pueblo y para el pueblo, es decir, si no se piensa y no se actúa para esa gran masa explotada del pueblo, para esa gran masa a la que se desea redimir, entonces sencillamente no se tiene una actitud revolucionaria. Al menos ese es el cristal a través del cual nosotros analizamos lo bueno y lo útil y lo bello de cada acción. Comprendemos que debe ser una tragedia para alguien que comprenda esto y, sin embargo, se tenga que reconocer incapaz de luchar por eso. Nosotros somos o creemos ser hombres revolucionarios; quien sea más artista que revolucionario no puede pensar exactamente igual que nosotros. Nosotros luchamos por el pueblo y no padecemos ningún conflicto, porque luchamos por el pueblo y sabemos que podemos lograr los propósitos de nuestras luchas. El pueblo es la meta principal. En el pueblo hay que pensar primero que en nosotros mismos. Y esa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdaderamente revolucionaria…. Y la Revolución tiene que tener una política para esa parte del pueblo, la Revolución tiene que tener una actitud para esa parte de los intelectuales y de los escritores. La Revolución tiene que comprender esa realidad, y por lo tanto debe actuar de manera que todo ese sector de los artistas y de los intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren que dentro de la Revolución tienen un campo para trabajar y para crear; y que su espíritu creador, aun cuando no sean escritores o artistas revolucionarios, tiene oportunidad y tiene libertad para expresarse. Es decir, dentro de la Revolución. Esto significa que dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada. Contra la Revolución nada, porque la Revolución tiene también sus derechos; y el primer derecho de la Revolución es el derecho a existir. Y frente al derecho de la Revolución de ser y de existir, nadie —por cuanto la Revolución comprende los intereses del pueblo, por cuanto la Revolución significa los intereses de la nación entera—, nadie puede alegar con razón un derecho contra ella. Creo que esto es bien claro. ¿Cuáles son los derechos de los escritores y de los artistas, revolucionarios o no revolucionarios? Dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, ningún derecho. Y esto no sería ninguna ley de excepción para los artistas y para los escritores. Esto es un principio general para todos los ciudadanos, es un principio fundamental de la Revolución. Los contrarrevolucionarios, es decir, los enemigos de la Revolución, no tienen ningún derecho contra la Revolución, porque la Revolución tiene un derecho: el derecho de existir, el derecho a desarrollarse y el derecho a vencer". (72)

En un año tan plagado de actos deleznables contra nuestra soberanía, organizados por los Estados Unidos con la contrarrevolución interna, como aliados incondicionales, se lleva a cabo en el país, con la más amplia participación popular, una jornada que reivindica una antigua injusticia social: el analfabetismo en que está sumido e 23 % del sector más humilde de nuestro pueblo. La Campaña Nacional de Alfabetización culmina exitosamente, y se consolida posteriormente, en los marcos de un sistema educativo, radicalmente renovado y participativo.

En el acto efectuado en la Plaza de la Revolución José Martí, para declarar a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, el 22 de diciembre de 1961, Fidel Castro proclama como…"…esta victoria, esta victoria extraordinaria, ganada por nuestro pueblo en medio de bloqueos y de agresiones, ¡eso es socialismo; ese entusiasmo del pueblo, esa presencia de las masas, esa firmeza de las masas, esa decisión y ese valor de las masas para combatir y para defender la patria, eso es socialismo! ¡Esa capacidad de crear, ese sacrificio, esa generosidad de unos hacia otros, esa hermandad que hoy reina en nuestro pueblo, eso es socialismo! Y esa esperanza, esa gran esperanza de mañana, ¡eso es socialismo!, y por eso ¡somos socialistas!, y por eso, ¡seremos siempre socialistas!, ¡por eso somos marxista-leninistas!, ¡y por eso seremos siempre marxista-leninistas! ¡Y por eso no son los dirigentes, es el pueblo, son las masas las que levantamos la mano y decimos y repetimos que somos y seremos marxista-leninistas! ¿No quiere socialismo el imperialismo? ¡Pues bien, le daremos tres tazas de socialismo!". (73)

Dando continuidad a sus inmorales maniobras para aislar a Cuba y con la complicidad de los mandatarios de entonces, los Estados Unidos promueven y en definitiva logran, en la reunión de Cancilleres de la OEA celebrada en Punta del Este, Uruguay, que la mayoría de los gobiernos, no los pueblos, de América Latina, rompan relaciones diplomáticas con nuestra patria. En respuesta a tal confabulación, se efectúala denominada II Asamblea Nacional del Pueblo de Cuba, en la Plaza de la Revolución José Martí, en La Habana. el 4 de febrero de 1962. En sus conclusiones, el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, declara como…"…se reúne por segunda vez, con carácter de órgano soberano de la voluntad del pueblo cubano, esta Asamblea General en el día de hoy; y se reúne para dar cabal respuesta a la maniobra, a la conjura, al complot de nuestros enemigos en Punta del Este… Desde luego que nuestro pueblo sabía perfectamente bien qué se proponían los imperialistas yankis; nuestros pueblos están perfectamente informados de sus intenciones; nuestro pueblo —que lleva tres años bajo el incesante hostigamiento del imperialismo yanki— sabía a qué fueron ellos a Punta del Este, sabía que esa conferencia no tenía otro propósito que promover nuevas agresiones y nuevos complots contra nuestro país. Y, desde luego, ya el imperialismo ha dado nuevos pasos agresivos. Como explicó nuestro Presidente al hablar en la tarde de hoy, ya los imperialistas han acordado un embargo más — ¡uno más! — sobre nuestras relaciones comerciales…. ¿Qué hacer ante los que quieren, a fuerza de privaciones, a fuerza de agresiones y a fuerza de bloqueos, rendir a la patria? ¿Qué hay que hacer? Pues, sencillamente, hay que trabajar más, hay que tomar más interés en todo, hay que triplicar el cuidado y la atención en la producción, en las fábricas, en las cooperativas, en las granjas, en los campos, en todas partes; triplicar el esfuerzo para extraer el máximo de nuestra riqueza con lo que tenemos, para extraer todo lo que necesitamos, para ir resistiendo el bloqueo en estos meses, y quizás años largos de lucha y de sacrificios que el imperialismo nos impone; utilizar todos los recursos que tenemos para producir, para resistir y, al mismo tiempo, distribuir mejor lo que tenemos, distribuir mejor lo que producimos. Y, por eso, es deber que cumplirá el Gobierno Revolucionario de estudiar todas las medidas necesarias para que nuestro pueblo se pueda distribuir bien lo que tiene, para que lo que tengamos bajo el bloqueo llegue a todos, para que todos compartamos sin egoísmos lo que tenemos…. Vamos, pues, a lo más importante de esta tarde, que es la Segunda Declaración de La Habana, nuestro mensaje a los pueblos de América y del mundo, la palabra de nuestro pueblo en este minuto histórico, respaldada por este pueblo, respaldada por su presencia, de tal manera, como nunca en América estuvo respaldada ninguna palabra, ningún mensaje". (74) VER ANEXO 5

Son incontables los planes fraguados por los enemigos del proceso revolucionario, con vistas a lacerar la imprescindible unidad revolucionaria. En no escasas ocasiones se vieron favorecidos por el dogmatismo, el espíritu sectario y la manipulación de los viejos prejuicios, aún latentes en nuestra sociedad, en la época, incluso en algunos dirigentes, como concepciones discriminatorias con respecto a raza, sexo, religión o de cualquier otra índole

Al respecto, en su intervención en la escalinata universitaria, con motivo de la conmemoración de un nuevo aniversario del asalto al Palacio Presidencial, el 13 de marzo de 1962, Fidel Castro reflexiona:

"¿Y por qué creemos que se desarrollará esta juventud revolucionariamente? Sencillamente, porque tiene todas las condiciones para lograrlo, tiene todas las condiciones que le permitirán desarrollarse revolucionariamente, pensar y actuar revolucionariamente. No decimos que el ejemplo no valga; el ejemplo influye, el ejemplo vale, pero aun más que la influencia del ejemplo, vale la propia convicción, vale el pensamiento propio. Y nosotros sabemos que esta juventud será revolucionaria, sencillamente porque creemos en la Revolución, porque tenemos fe en las ideas revolucionarias, y porque sabemos que esas ideas se ganarán el pensamiento y se ganarán el corazón de esta juventud. ¿Y a qué viene este preámbulo? ¿De qué vamos a hablar nosotros hoy? Nosotros queremos sencillamente hablar de los jóvenes a los jóvenes. Y este preámbulo tiene algo que ver con lo que voy a exponer aquí esta noche y que los jóvenes deben analizar. Yo voy a hacer una crítica aquí esta noche a un hecho que parece incidental y, sin embargo, debemos criticarlo y analizarlo, y lo vamos a analizar públicamente. He aquí que en esta noche se presenta un caso, un ejemplo que nos ha de servir de lección y nos ha de servir para hacer un análisis revolucionario. El compañero que actuó como maestro de ceremonias fue leyendo al principio de este acto una serie de documentos, algunas palabras, algunos escritos y, entre ellos, estaba leyendo el Testamento del compañero José Antonio Echeverría. Y nosotros, mientras él leía, íbamos leyendo también el Testamento en la última página de un folleto que nos habían entregado, íbamos leyendo mecánicamente el Testamento Político de José Antonio Echeverría al pueblo de Cuba. Y comenzó a leerlo. Leyó el primer párrafo, leyó el segundo párrafo, comenzó a leer el tercer párrafo y, cuando estaba al final del tercer párrafo, notamos que saltó al cuanto párrafo, dejando de leer tres líneas. Escuchen, compañeros, no se apresuren a hacer un juicio, ni siquiera a echarle la culpa al compañero. Y nos pareció que se había saltado, y por curiosidad fuimos a leer la parte, ya que él se la había saltado, y leemos que dice —voy a leer el tercer párrafo—: > De ahí salta: >, y leo las tres líneas. ¿Y qué decían? >" Presten atención, que esto es muy interesante; no aplaudan. Yo pienso: > Y me quedo con esa duda, y le pregunto a él cuando termina de leer quién le dio los papeles, quién preparó esto. Dice: >. ¡¿Será posible, compañeros?! Vamos a hacer un análisis. ¿Seremos nosotros, compañeros, tan cobardes, y seremos tan mancos mentales, que vengamos aquí a leer el Testamento de José Antonio Echeverría y tengamos la cobardía, la miseria moral, de suprimir tres líneas, sencillamente porque esas líneas hayan sido expresión, bien formal de un modismo, o bien de una convicción que a nosotros no nos toca analizar, del compañero José Antonio Echeverría? ¿Vamos a truncar lo que escribió? ¿Vamos a truncar lo que creyó? ¿Y vamos a sentirnos aplastados, sencillamente por lo que haya pensado, o lo que haya creído en cuanto a religión? ¿Qué clase de confianza es esa en las ideas propias? ¿Qué clase de concepto es ese de la historia? ¿Y cómo concebir la historia de manera tan miserable? ¿Cómo concebir la historia como una cosa muerta, como una cosa putrefacta, como una piedra inmóvil? ¿Podrá llamarse "concepción dialéctica de la historia" semejante cobardía? ¿Podrá llamarse marxismo semejante manera de pensar? ¿Podrá llamarse socialismo semejante fraude? ¿Podrá llamarse comunismo semejante engaño? ¡No! Quien conciba la historia como deba concebirla, quien conciba el marxismo como deba concebirlo, y lo comprenda y lo interprete y lo aplique a la historia, no comete semejante estupidez; porque, con ese criterio, con ese criterio, habría que comenzar por suprimir todos los escritos de Carlos Manuel de Céspedes, que expresó el pensamiento de su tiempo, que expresó el pensamiento de su clase, que expresó el pensamiento revolucionario que correspondía a un momento en que los criollos, los representantes de la riqueza nacional se rebelaron contra el yugo y la explotación de España. ¿Y que ideas influían a aquellos hombres? ¡Las ideas de la Revolución Francesa, es decir, de la revolución burguesa! ¿Y que ideas influyeron a los próceres de América, que ideas influyeron en Bolívar? ¡Aquellas mismas ideas! ¿Qué ideas influyeron en Martí, que ideas influyeron en Maceo, que ideas influyeron en Máximo Gómez y los demás hombres de aquella gloriosa estirpe? ¿Qué ideas influyeron en nuestros poetas de aquel tiempo, representantes de la cultura cubana, raíz de nuestra historia, sino las ideas de aquel tiempo? ¿Y entonces tendremos que suprimir los libros de Martí porque Martí no fuera marxista-leninista, porque Martí respondiera al pensamiento revolucionario que cabía en nuestra patria en aquella era?

Si el marxismo-leninismo es la ideología de la clase obrera cuando esa clase surge y toma conciencia de sí misma y se lanza a la lucha por su redención, ¿cómo podíamos pedir que ese fuera el pensamiento cuando la tarea que se presentaba en un país, la tarea que se presentaba en la América Latina en la época de su independencia, y la tarea que se presentaba en nuestra patria eran tareas nacionales, tareas de otra índole, tareas de otros tipo, que correspondían al desarrollo de nuestra patria en aquel momento dado? ¡Por ese camino, habría que abolir el concepto de revolucionario desde Espartaco hasta Martí! ¡Por esa concepción miope, sectaria, estúpida y manca, negadora de la historia y negadora del marxismo, habría que caer en la negación de todos los valores, en la negación de toda la historia, en la negación de nuestras propias raíces! ¡Cuando todo ese acervo de progreso humano, de esfuerzo humano, de sacrificio humano, debemos recogerlo y acumularlo en la historia hermosa de la patria y en la historia hermosa de una humanidad que progresa, que ha venido progresando desde el principio, y que sigue progresando y que seguirá progresando cada vez más!

Por ese camino llegaríamos a la situación de creernos de nosotros ultra revolucionarios, y creernos que hemos hecho toda la historia de la patria, olvidados de las decenas de miles de mambises que cayeron, olvidados de las decenas de miles de héroes que murieron en el camino, todos los cuales, en un grado o en otro, fueron jalonando el camino, fueron haciendo la historia de la patria y fueron creando las condiciones en virtud de las cuales nosotros, generación afortunada, tuvimos la oportunidad de llegar a las metas más altas y ver cumplidos sueños que fueron sueños de generaciones de luchadores que, unas tras otras, se sacrificaron y se inmolaron preparando el camino. ¡El invocar sus sentimientos religiosos —si esta frase fue expresión de ese sentimiento— no le quita a José Antonio Echeverría nada de su heroísmo, nada de su grandeza y nada de su gloria, porque fue expresión del sentimiento rebelde de la juventud universitaria, del sentimiento generoso de aquella juventud que, por boca de uno de sus más valerosos dirigentes, escribió tan sereno y desinteresado Testamento, tan sereno y generoso Testamento, como quien tuviera casi la certeza de que iba a morir! Con esos esfuerzos, con esos sacrificios, con el conjunto de toda esa sangre generosa, de esa sangre rebelde, de esa sangre heroica, donde se mezcló el afán de libertad de todos los jóvenes, desde Mella hasta José Antonio Echeverría; con la sangre de Mella y con la sangre de José Antonio Echeverría, y con la sangre de muchos como ellos se fue haciendo la historia de la patria. Y la grandeza de la Revolución es saber ir uniendo todo ese esfuerzo, toda esa sangre para hacer la Revolución y para llevarla adelante. ¿Cómo podemos nosotros pararnos ante nuestros enemigos con moral haciendo esos trucos? Se sabe que los contrarrevolucionarios han tratado de usar esa frase para tratar de presentar a José Antonio Echeverría como instrumento de su pensamiento, es decir, del pensamiento de los contrarrevolucionarios; que han tratado de utilizar esta frase para combatir a la Revolución, para combatir al marxismo. Que los contrarrevolucionarios, con la hipocresía y la endeblez moral que los caracteriza, actúen de esa forma, se explica; pero que nosotros, los revolucionarios, los marxistas, por esa razón vayamos a suprimir esa frase, no se explica. Se sabe que un revolucionario puede tener una creencia, puede tenerla. La Revolución no obliga a todos los hombres, no se mete en su fuero interno, no excluye a los hombres; a todos los hombres que quieren a su patria, los hombres que quieran que en su patria haya la justicia, se ponga fin a la explotación, al abuso, a la odiosa dominación imperialista, no los obliga ni los hace desgraciados sencillamente porque tengan en su fuero interno alguna idea religiosa. Ya sabe que los latifundistas, los explotadores, a lo largo de toda la historia, han querido utilizar la religión contra la Revolución. Y así, ahí está en la Declaración de La Habana: los paganos romanos, es decir, los patricios romanos, que tenían su religión, que era la religión de la clase dominante, utilizaban su religión para perseguir a los cristianos, llevarlos a la hoguera y sacrificarlos en el circo. Y el cristianismo era la religión de los humildes, de los esclavos, de los pobres de Roma. Pasó el tiempo, desapareció la esclavitud, es decir, aquel régimen esclavista, vino un orden social nuevo, el feudalismo, y entonces los curas, los arzobispos, los papas y aquellos señores, invocando la religión, llevaban a la hoguera a aquellos hombres de pensamiento revolucionario que se oponían a aquel orden feudal. Y entonces, los primeros filósofos y pensadores que expresaban el pensamiento de una clase que nacía, eran llevados por los inquisidores a la hoguera. Luego se estableció otro orden social: el capitalismo, se desarrolló el capitalismo y se convirtió en imperialismo, y entonces nos encontramos a los arzobispos anatematizando a las revoluciones proletarias y pidiendo el fusilamiento de los abanderados de la clase revolucionaria, es decir, de los trabajadores. Y entonces, invocando la religión, persiguen el pensamiento revolucionario. Los latifundistas y los esbirros y los criminales que vinieron a Playa Girón traían a cuatro curas, y a uno de los cuatro curas, o a dos, los tiraron en paracaídas, y venían por el camino dando misa. Siempre enarbolando sentimientos en los que no creen; porque, ¿en qué sentimiento religioso podía creer aquella manada de traidores, de explotadores y de esbirros? Jamás fueron a una iglesia, posiblemente, la mayor parte de ellos; sin embargo, estaban allí arrodillados delante del cura, cuando venían a asesinar campesinos y obreros, cuando venían aquí a instaurar otra vez el imperio de las compañías americanas, de la explotación extranjera y del yugo de los latifundistas y de los explotadores de toda laya. ¡Y venían con un crucifijo en la mano! Se sabe que esa actitud es la actitud de los contrarrevolucionarios, y tratan de arrastrar a esa actitud a gente creyente. Como no tienen ninguna bandera justa, no tienen ninguna causa que atraiga a las masas, tratan de acudir a las creencias religiosas, a las supersticiones, a lo que sea. Pero, ¿qué culpa tiene de eso un buen católico, un católico sincero, que sea miliciano, que esté con la Revolución, que esté contra el imperialismo, que esté contra el analfabetismo, que esté contra la explotación del hombre por el hombre, que esté contra todas las injusticias sociales? ¿Qué culpa tiene? Y ahora bien: nosotros hacemos un documento revolucionario, lo publicamos en varios idiomas, lo apoya todo el pueblo, vota por él más de un millón de ciudadanos que están allí, en la América Latina encuentra un extraordinario eco. ¿Y qué decimos nosotros? Que en la lucha por la liberación nacional, en la lucha contra el imperialismo, deben unirse todos los elementos progresistas, todos los elementos patrióticos, y que en ese frente debe estar desde el católico sincero, que no tenga nada que ver con el imperialismo ni con el latifundismo, hasta el viejo militante marxista. Declaramos eso a todo el mundo, y venimos aquí, con una cobardía que no tiene nombre, a quitar del Testamento de un compañero la invocación que hizo del nombre de Dios. Mientras por un lado les decimos que tienen que unirse, y que si son patriotas y son revolucionarios, para luchar contra el imperialismo y para luchar contra el latifundismo y para luchar contra la explotación no es obstáculos que uno sea creyente, tenga una religión, sea cristiano, sea de cualquier religión, y el otro sea marxista, el otro tenga su fe en la filosofía marxista, que eso no es obstáculos, ¡y venimos aquí con esta cobardía a suprimir una frase! ¡No se podía pasar eso por alto! Porque, ¿eso qué es? Un síntoma, una corriente miserable, cobarde, mutilada, de quien no tiene fe en el marxismo, de quien no tiene fe en la Revolución, de quien no tiene fe en sus ideas. Y para que se acabe de ver con un ejemplo, aquí mismo, lo trágico de esta situación es el caso que el compañero que ha recibido la orden de tachar eso es poeta, tiene este librito de versos, y entre sus versos está uno que dice: > Entonces empieza expresando su creencia. Y después me dice: > ¡Como no va a tener un complejo! Un compañero miliciano, un compañero maestro de ceremonias, un compañero integrado con la Revolución, y por el hecho de que un día escribió versos que hablaban de Dios, tiene que vivir acomplejado. ¿Y cómo no se va a acomplejar, si llega aquí y le dicen: quita esa palabra? ¿En qué se convierte la Revolución? En una coyunda. ¡Y eso no es Revolución! ¿En qué se convierte la Revolución? En una escuela de domesticados. ¡Y esa no es Revolución! ¿Y qué tiene que ser la Revolución? La Revolución tiene que ser una escuela de revolucionarios, la Revolución tiene que ser una escuela de hombres valientes, la Revolución tiene que ser una escuela de pensamiento libre, la Revolución tiene que ser una forja de caracteres y de hombres; la Revolución tiene que ser, ante todo, fe en sus propias ideas, aplicación de sus ideas a la realidad de la historia y a la realidad de la vida; la Revolución tiene que llevar a los hombres al estudio, a pensar, a analizar, para tener convicción profunda, tan profunda que no haya menester de esos trucos. Porque nosotros, si hablamos de esto, es porque creemos en nuestro pueblo, porque creemos en las ideas revolucionarias, porque sabemos que nuestro pueblo es revolucionario y porque sabemos que nuestro pueblo será cada día más revolucionario; porque creemos en el marxismo-leninismo, porque creemos que el marxismo-leninismo es una verdad incontrastable. Sencillamente por eso, porque tenemos fe en nuestras ideas y tenemos fe en nuestro pueblo, no somos tan cobardes que podamos aceptar semejante cosa. Lo sentimos mucho por el autor de esto, pero debiera hacerse una buena autocrítica". (75)

Acerca de la complejidad de la lucha ideológica, en el seno del proceso revolucionario, el Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el acto de graduación de 300 instructoras revolucionarias destinadas a laborar en las escuelas de domésticas, alerta como…"…lo más difícil de la Revolución es que la entiendan, que empiecen por entenderla. Al principio la entienden muy pocos, cada día son más los que la entienden, pero son muchos también los que la entienden mal. Y esa es la lucha, porque cada vez sean más los que entiendan la Revolución, porque cada vez sean más los que la entiendan mejor y porque cada día sean menos los que la entiendan mal…. Y, ¿qué es la Revolución? ¿Es acaso una cosa fácil? ¿Es acaso una cosa sencilla? ¡No! La Revolución es uno de los fenómenos sociales más complejos y más difíciles. El cambio de una sociedad por otra es uno de los hechos más difíciles en la historia humana. Y en esa empresa difícil, contra muy poderosos enemigos, ha estado enfrascado y estará enfrascado, durante muchos años, nuestro pueblo. Y la fortaleza de la Revolución dependerá de nosotros mismos, el avance de la Revolución dependerá de nosotros mismos, las dificultades mayores o menores que tenga la Revolución dependerán de nadie más que de nosotros mismos; porque son muy lógicas las dificultades que pone el enemigo, pero son muy absurdas las dificultades que muchas veces con nuestra incomprensión y con nuestras insensateces ponemos nosotros mismos, y contra esas hay que luchar en todos los rincones del país…" (76)

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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