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La crisis del empleo de los jóvenes (Parte II) (página 2)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

La eurozona bate el récord de parados desde que
nació la moneda común

La crisis financiera mundial ha hecho mucha mella en el
empleo. España es el ejemplo más dramático.
El parte, de momento, arroja cinco millones de parados, antes
1,8. Pero la factura en puestos de trabajo ha sido alta en casi
todo el mundo. Cicatrizar esta herida costará mucho
tiempo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT)
calcula que harán falta cinco años, hasta 2016.
Según los cálculos de la agencia dependiente de la
ONU, recuperar los niveles de empleo previos al estallido
financiero precisa 80 millones de empleos. Sin embargo, "la
reciente desaceleración económica" hace que esto no
sea posible a corto plazo, por lo que retrasa un año su
pronóstico inicial de recuperación.

La OIT critica con dureza la política seguida por
la mayoría de países para salir de la crisis en un
informe previo a la cumbre del G-20 que se celebra el
próximo viernes en Cannes (Francia) y que se
publicó ayer. "No se ha puesto suficiente atención
al potencial que los empleos podrían tener para impulsar
la recuperación. Los países se han enfocado
principalmente en tranquilizar a los mercados financieros. (…)
El debate se ha enfocado en la austeridad fiscal y en cómo
ayudar a los bancos (…). El empleo ha quedado relegado como
tema de segunda instancia", analiza.

Las críticas de la OIT van más allá
de las políticas seguidas para salir de la crisis. La
organización -integrada por Gobiernos, sindicatos y
empresarios de todo el mundo- también lanza sus dardos
contra la moderación salarial en los últimos 20
años. "No ha generado una mayor inversión real",
explica. "La moderación salarial ha contribuido a
exacerbar los desequilibrios globales, lo cual, aunado a las
ineficiencias del sistema financiero, dio paso a la crisis y la
sigue perpetuando".

Entre las advertencias que lanza el
organismo internacional está la del aumento del
descontento social, que, según las encuestas que maneja,
ha crecido en el 40% de los países estudiados (119) como
consecuencia de que han empeorado las condiciones de vida.
Tomando como base los estudios sociológicos de la empresa
de sondeos estadounidense Gallup, la OIT apunta a que es en las
economías avanzadas donde más posibilidades hay de
que avance más el descontento social.

El argumento de la OIT encaja con los datos conocidos
ayer de la evolución del paro en la zona euro. Desde que
se puso en marcha la moneda única nunca hubo tantos
desempleados. Según los datos que ayer publicó
Eurostat, en la eurozona hay 16,2 millones, cinco más que
cuando comenzó la crisis. La tasa de paro ha llegado en
septiembre al 10,2. En el conjunto de la Unión Europea, el
paro se ha situado en el 9,7%, con 23,2 millones de
parados.

España es, en buena medida, responsable de esta
evolución. Según Eurostat, que elabora sus
estimaciones partiendo de la EPA y los registros de las oficinas
de empleo, de los 16,2 millones de parados, 5,2 se encuentran en
España, el 32,4%.

A comienzos de 2007, año en que comenzó la
crisis, el paro español apenas representaba el 10% del de
la zona euro. Estos datos muestran, una vez más, que las
crisis económicas en España se ceban en mayor
medida con el empleo que en el resto de los socios
europeos.

"Citius, altius, fortius"

– La brecha entre ricos y pobres se dispara al nivel
más alto en 30 años (El País –
6/12/11) Lectura recomendada

Uno de los legados de la última
gran bonanza económica vivida entre las grandes potencias
y los países emergentes es una brecha mayor entre ricos y
pobres. La desigualdad ha aumentado al nivel más alto de
los últimos 30 años en los países de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), debido sobre todo a la creciente
diferencia entre los salarios, que suponen el 75% de los ingresos
de un hogar. Lo ha hecho precisamente en esos años de
crecimiento, según el informe hecho público ayer
por la OCDE con datos de 2008, previos a la Gran
Recesión.

La bonanza de un país no se
traslada de forma automática ni natural a la
reducción de la brecha social y las políticas
correctoras -los impuestos y los servicios sociales- han ido
perdiendo efecto como redistribuidores de riqueza desde mediados
de los noventa. El 10% más pudiente de la población
gana como promedio 9,6 veces más que el 10% más
desfavorecido en el conjunto de la OCDE, según el estudio,
y la distancia ha crecido incluso en los países
tradicionalmente más igualitarios, como Alemania, Suecia o
Dinamarca, aunque sigue muy por debajo de la media.

"El contrato social se está
empezando a deshacer en muchos países
. La
incertidumbre y los miedos a la exclusión han alcanzado a
la clase media en muchas sociedades, la gente siente que
está sufriendo una crisis de la que no son responsables,
mientras esos con altos ingresos resultan perdonados",
alertó ayer el secretario general de la OCDE, Ángel
Gurría, al presentar el informe Estamos divididos, Por
qué la desigualdad sigue creciendo. Gurría hizo un
llamamiento a los Gobiernos: "Tratar la cuestión de la
justicia es una condición sine qua non para el
restablecimiento de la confianza".

Los españoles no salen bien parados. El ingreso
medio del 10% de la población mejor situada era en 2008
alrededor de 38.000 euros, casi 12 veces más que ese 10%
que menos gana (una media de 3.500 euros), un punto más
que en el informe anterior. La distancia se ha estrechado
respecto a la España de los ochenta, pero no en los
últimos años. Las cifras de la oficina
estadística europea (Eurostat), que llegan hasta 2010 y
comparan el 20% de los más ricos con el 20% de los
más pobres. El año pasado la desigualdad
alcanzó el nivel más alto desde 1995 y en 2009,
último que permite comparar entre los países de la
Europa de los Veintisiete, solo Letonia, Lituania y
Rumanía superaban a España en disparidad de
rentas.

La desigualdad queda por encima de la media y de
países como Italia (10), aunque por debajo de Estados
Unidos (14). Se llevan la palma México y Chile, con ratios
de 26 y 27, respectivamente. Pero, poniendo el foco fuera de la
OCDE, la brecha es muy superior en otros países, como el
floreciente y admirado Brasil el país donde los más
pudientes ganan 50 veces más que los peor
situados.

El informe también recoge el indicador Gini, en
el que uno indica desigualdad absoluta y cero reparto perfecto,
que refleja la misma tendencia "políticamente explosiva",
según la OCDE.

El estudio analiza otros motivos de la brecha social,
como los efectos de la globalización y cambios
demográficos y de estructura familiar, con más
hogares unipersonales, pero destaca la brecha salarial y el
sistema fiscal como las grandes causas. El beneficio ha ido
mejorando para los más formados y empeorando para los
empleados de menor cualificación y han proliferado los
trabajos a tiempo parcial. Por eso el organismo insta a los
Gobiernos a invertir más en capital humano y la
creación de "más y mejor empleo".

Y, en plena ola de recortes sociales en
Europa, lanza una petición: es importante tener servicios
públicos de calidad de acceso libre, como la
educación, salud y atención, sobre todo en los
países emergentes.

La OCDE también pone sobre la mesa otro de los
debates candentes y advierte del recorte en los impuestos a los
que más ganan, así que pide a los Gobiernos "que
revisen su sistema fiscal para asegurar que los más ricos
contribuyen en su justa medida en el pago de
impuestos".

Aunque, más que un incremento en las tasas, la
organización cree que pueden resultar más efectivas
medidas como la eliminación de las exenciones fiscales y
replantearse el papel de otros tributos sobre la propiedad o la
transferencia de activos.

Gurría defendió un aumento de la
fiscalidad para los más ricos, pero poniendo el acento en
el 1% con los recursos más elevados o incluso en un
porcentaje inferior, porque a su juicio ahí "hay margen",
y dijo que en muchos casos su nivel de impuestos es relativamente
menor que el de otros grupos de población.

La OCDE pide actuar. Gurría lo recalcó.
"No hay nada inevitable en esta alta y creciente
desigualdad".

La brecha salarial en los países de la OCDE se ha
disparado al nivel más alto en décadas

"Un coche pequeño, utilitario, pero un nuevo
y flamante coche. Ese es probablemente el primer símbolo
de la democratización del consumo, del nacimiento de las
clases medias en las economías desarrolladas, el momento
en que los trabajadores tuvieron el acceso a la compra de un
automóvil. A Henry Ford se le ha atribuido muchas veces el
papel de promotor de la clase media americana, hace un siglo,
porque creó un modelo, el Ford T, que estaba al alcance de
la mayor parte de los estadounidenses y la producción en
cadena que inventó dio lugar a un nuevo tipo de obrero
especializado, con mejor salario que el proletario, un miembro de
esa nueva clase media. En España, el Ford T de los
trabajadores fue el Seat 600, el coche que popularizó el
automóvil entre esos españoles que empezaron a
descubrir el turismo en la Península en los años
sesenta y que, unos años después, ya tenían
en sus casas dos televisores"…
Ricos más ricos,
pobres más pobres (El País –
11/12/11)

Las clases medias mantienen el poder de compra, pero la
brecha entre los más ricos y los más pobres se ha
disparado al nivel más alto de los últimos 30
años en los países miembros de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), incluso en los tradicionalmente
más igualitarios, como Alemania.

No es la crisis la que ha obrado el milagro (solo lo ha
agravado), sino una etapa de crecimiento sostenido en la que
desde mediados de los años noventa han ido perdiendo
fuerza las políticas de redistribución de la
riqueza; a saber, los impuestos, los servicios públicos y
las prestaciones sociales.

Henry Ford solía decir que mejoró los
salarios de sus trabajadores para que pudiesen comprar los
automóviles que fabricaban. Pero probablemente el magnate
también necesitaba fidelizar a esa mano de obra porque,
entonces, conceptos como la deslocalización industrial no
existían, y menos para industrias tan pesadas. Hoy el
panorama no puede ser más diferente.

La globalización es uno de los motivos por los
que la desigualdad tiende a crecer, porque la mano de obra
empieza a competir de forma global y entre los rivales figuran
potencias emergentes con mano de obra más barata. El
progreso tecnológico también provoca disparidad
salarial, porque premia mucho más al profesional formado y
perjudica al menos cualificado.

Los impuestos y los servicios sociales son los que
reequilibran las diferencias. Así que la OCDE, en plena
ola de recortes por la dura crisis financiera y de deuda, ha
pedido a los Gobiernos que revisen la fiscalidad y clama por una
sanidad y educación públicas de calidad. Pide,
además, un impulso al empleo cualificado y, por tanto,
mejor pagado. "El contrato social se está empezando a
deshacer en muchos países", alertó sobre las
tensiones sociales el secretario general de la OCDE, Ángel
Gurría, al presentar el informe.

Hay distintos termómetros para la desigualdad. El
informe de la OCDE, que recoge los datos de 2008, previos a la
Gran Recesión, muestran que el 10% mejor situado gana como
promedio 9,6 veces más que el peor pagado. En
España eran casi 12 veces más (un punto más
que en el informe anterior), por encima de Italia (10) aunque por
debajo de los poderosos Estados Unidos (14). El índice
Gini, por el que el símbolo = es igualdad absoluta y el
número 1 implica que una sola persona concentra todos los
recursos, lanza el mismo mensaje.

"Es cierto que la desigualdad entre ingresos crece
dentro de los países desarrollados, en términos
pequeños", dice Javier Solana, ahora presidente del ESADE
Centre for Global Economics and Geopolitics, pero llama a poner
el acento "en cómo se ha reducido la brecha entre
países y ha crecido la esperanza de vida".

Las clases medias -un nivel de clase media muy modesto
para el patrón europeo- se multiplicarán en los
países emergentes en los próximos años.
Aunque, al mismo tiempo, el último informe gubernamental
de China, recogido por Efe, reflejaba la semana pasada el mayor
desequilibrio salarial de la historia.

La brecha interna no es una cuestión de
países pobres o ricos. En la economía
estadounidense el ejecutivo que solía ganar 30 veces
más que su empleado ahora gana 110 veces más, se
lamentaba esta semana Barack Obama, y, además, paga menos
impuestos.

La oficina estadística europea, Eurostat, compara
el 20% de mayores ingresos con el 20% de menores y, según
los últimos datos, el año pasado la desigualdad en
España, alcanzó el nivel más alto desde
1995. Y en 2009, el último que permite comparar entre los
países de la Europa de los Veintisiete, solo Letonia,
Lituania y Rumanía, superaban en brecha.

Aquel fue el año más duro de la
recesión, pero fue en plena euforia económica
cuando emergió el fenómeno del mileurismo, esa
generación de treintañeros de alta
cualificación y salarios que parecían quedarse
siempre en la frontera de los 1.000 euros. Y la última
encuesta de estructura salarial del Instituto Nacional de
Estadística (INE) refleja por ejemplo que la brecha entre
jefe y empleado ha crecido alrededor de 38 puntos desde
1995.

¿Por qué la desigualdad importa? La
pregunta se adentra en el terreno de la ética y la
justicia social. Pero también hay argumentos
economicistas. El analista del Banco Mundial, Branko Milanovic,
uno de los principales expertos internacionales en la materia,
advierte que "el incremento de los desequilibrios en ingresos se
traduce después en una brecha de educación y de
salud, lo que merma el crecimiento" porque los países con
menores niveles sanitarios y de formación son menos
dinámicos.

El aumento de la desigualdad de ingresos, además,
afecta a la vida política. "La gente más rica es
capaz de controlar los procesos políticos a través
de la financiación de partidos y se benefician de forma
desproporcionada porque logran mejores empleos", señala. A
su juicio, la discriminación por riqueza "no es diferente
de la discriminación por razones de sexo o raza: un largo
segmento de la población no tiene oportunidad de utilizar
sus capacidades para beneficiarse a sí mismo y a la
sociedad", lo que "obviamente lleva a unos menores ingresos en
general".

Desigualdad no es lo mismo que pobreza, esta
última se puede reducir al tiempo que crece la brecha
entre ricos y pobres. Así que hay también quienes
ponen el acento en la reducción de la miseria, pero no de
la diferencia entre ricos y pobres. Martin Feldstein, de la
Universidad de Harvard, responde por correo electrónico
que el aspecto importante de la desigualdad es la miseria y la
política pública debe centrarse en reducir ese
problema, "y no la desigualdad en sí misma". A su juicio,
"el crecimiento económico puede incrementar los ingresos y
el bienestar de las clases medias mucho más que la
redistribución". Puede hacerlo, pero no siempre ocurre. La
bonanza reciente lo muestra.

Imaginen, propone Feldstein, que un pájaro
mágico entrega a cada persona 1.000 dólares, ello
no reduciría ninguna desigualdad, pero no deja de ser una
mejora para todos que no recae a expensas de nadie. Feldstein
habla de "igualitarismo rencoroso", el sentimiento de rechazo de
aquellos que, aunque vean mejorar sus ingresos, protestan porque
los ricos aún se alejan más. Y añade que
esos 1.000 dólares significan más para el pobre que
para el rico, con lo que su situación avanza más en
términos relativos.

Pero hay otro relato para esta fenomenal crisis
financiera, y en ese, la desigualdad desempeña un papel
crucial como motor de deudas imposibles. Un trabajo de
investigadores del Fondo Monetario Internacional (FMI),
Desigualdad, endeudamiento y crisis, analizaba hace un año
el caso estadounidense.

Las dos grandes crisis de los últimos 100
años, la Gran Depresión de 1929 y la Gran
Recesión que empezó en 2007, vinieron precedidas de
fuertes incrementos en la desigualdad de ingresos y un aumento
similar en los ratios de endeudamiento entre los hogares de
medios y bajos ingresos. "La crisis es el resultado
último, después de un periodo de décadas,
del shock del poder de negociación sobre los ingresos de
dos tipos de hogares, los de los inversores, que representan el
5% de la población y cuyo poder de negociación
crece, y los trabajadores que suponían el 95% restante",
explican los autores, Michael Kumhof y Romain
Rancière.

El mecanismo es el siguiente. La concentración de
la riqueza en una parte cada vez más concreta de la
población redujo la capacidad adquisitiva del resto y,
para poder mantener su nivel de consumo, se abarataron los
créditos, alumbrando ese fenómeno de las hipotecas
basura, de alto riesgo, porque se otorgaban a familias que
difícilmente iban a poder pagar. La burbuja de
crédito engordó el sector financiero y
recortó inversiones productivas. Todo iba bien hasta que
alguien un día no pudo pagar la hipoteca, el precio de las
casas se derrumbó, grandes bancos quebraron y se
empezó a hablar de refundar el capitalismo y unas cuantas
cosas más.

"Creo que los créditos fáciles fueron una
forma de redistribución para la gente cuyos ingresos no
seguían el ritmo. Nadie tenía incentivos para
impedirlo, después de todo, existía la
ilusión de que el crédito se pagaría",
responde desde Chicago el economista Raghuram Rajan, execonomista
jefe del FMI que advirtió en 2005 contra el desastre
financiero que se avecinaba. "Por supuesto", añade el
ahora profesor de la Universidad de Chicago, "la mejor
política hubiese sido mejorar la capacidad de la gente
para ganar dinero, a través de la formación, pero
eso lleva mucho tiempo".

La brecha social y las clases medias se han convertido
también en un tema caliente en Estados Unidos. "Este tipo
de desigualdad, un nivel que no se veía desde la Gran
Depresión, nos hiere a todos", dijo Obama en un discurso
electoral en el que emuló a Theodor Roosevelt para
defender una mayor justicia redistributiva.

Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del
planeta, sorprendió al mundo este verano al quejarse de
que pagaba pocos impuestos, que se le había gravado el 17%
por su fortuna, cuando los 20 trabajadores de su oficina pagan
tipos del 33% al 41%. "Dejen de mimar a los súper ricos",
se titulaba el artículo del The New York Times en el que
hacía semejante denuncia, un lema que bien podría
leerse en cualquier pancarta del movimiento Ocupa Wall Street, o
ese somos el 99%, en referencia a que el 1% más rico ha
prosperado a expensas del resto.

La crisis produce fenómenos extraños, pero
Rajan advierte contra estos últimos alegatos sobre los
impuestos. Una subida fiscal, a su juicio, "podría usarse
como fuente de ingresos para reducir el déficit en tanto
que haya el mismo énfasis en gastar con cuidado en las
cosas que importan, como una red mínima de seguridad y la
mejora de capacidades para el futuro", pero "las subidas de
impuestos no son una gran idea para financiar derroches o si se
presentan como una medida punitiva". Es más, explica que
el incremento de tasas en segmentos muy pequeños de la
población tiende a restar responsabilidad en el gasto.
"Después de todo, votaré para que haya más
gasto si sé que otros pagarán por ello, así
que mientras a los ricos se les pida que paguen más, creo
que es una mala idea decir que nadie más pagará
nada, y quizá incluso lograr incluso rebajas",
reflexiona.

Los impuestos que pagan los más ricos han
menguado en los países de la OCDE en los últimos 40
años. España, sin ir más lejos,
aprobó en su última época de bonanza jugosas
rebajas fiscales. Bajo el mandato de Pedro Solbes en
Economía, el Gobierno rebajó el impuesto sobre
sociedades, eliminó el de patrimonio y redujo el
IRPF.

Y el tipo marginal en EEUU o Reino Unido, por ejemplo,
se situaba por encima del 70% en los años setenta, antes
de que los nuevos credos de Ronald Reagan o Margaret Thatcher
diesen lugar a tijeretazos de 40 puntos en el transcurso de una
década, según un análisis publicado en el
foro de debate Vox, del Centre for Economic Policy Research
(CEPR).

Este análisis, firmado por Thomas Piketty junto a
otros dos autores, señala que los países ricos han
crecido aproximadamente al mismo ritmo durante los pasados 30
años, a pesar de los cambios introducidos en las
políticas fiscales y defiende que el tipo máximo
podría situarse en el 80% para ese 1% más rico de
la población sin que ello desincentivara, la
creación de riqueza ni la productividad.

Tampoco hay conclusiones demasiado claras entre idearios
políticos -al menos, los escritos en discursos y programas
electorales- y la reducción efectiva de la pobreza. Una
investigación de Wilkinson y Piketty analiza cómo
la brecha social variaba en periodos de Gobierno de Thatcher,
Major y Blair en Reino Unido.

Cuando Milanovic, ahora profesor invitado en la
Universidad Carlos III de Madrid, comenzó a investigar la
desigualdad vivía en un país comunista, la antigua
Yugoslavia. A aquellos políticos, recuerda, les
escocía su trabajo porque mostraba que la igualdad
universal era un mito bajo el socialismo. Cuando trabajó
en países capitalistas tampoco despertó
pasiones.

"La desigualdad no es lo mismo que la pobreza y la
brecha puede ensancharse tanto en la bonanza como en la crisis,
impulsada por motivos diferentes en cada escenario", reflexiona
Alfonso Novales, catedrático de la Universidad Complutense
de Madrid.

En la euforia, cuando todos los ingresos crecen de forma
absoluta, pasa desapercibida, pero cuando estalla una Gran
Recesión dispara la pobreza relativa por el latigazo del
paro y la caída de los salarios. En España, el
año pasado había un 21% de los hogares por debajo
del umbral de la pobreza y los ingresos de las familias bajaron
un 4,4%. Tres de cada 10 personas que el año pasado
pidieron ayuda a Cáritas lo hicieron por primera vez y el
peso de los inmigrantes, el colectivo más castigado por el
paro y vulnerable por la falta de red social y familiar, ha
bajado del 60% al 50%.

Las clases medias en España siguen teniendo
coches, y televisores, y además ahora pueden viajar en
aerolíneas de bajo coste (o podrán volver a
hacerlo, una vez superada esta interminable crisis), pero un
pequeño detalle ha cambiado en los últimos 15
años: el peso de la deuda de las familias, que
equivalía al 32% del PIB en 1995, era más del doble
en 2010, un 85%. Por hacer una comparación -odiosa-, en
Alemania se mantenía estable en el 61% en el mismo
periodo.

Los hogares españoles, en fin, han acogido un
nuevo miembro, una fenomenal deuda.

Un estudio revela que en los países ricos el
desempleo causa una creciente inquietud.

"La falta de empleo se ha convertido en los
últimos dos años en una de las principales causas
de preocupación global, según un sondeo comisionado
por la BBC. El 18% de los entrevistados aseguraron que
habían conversado en el mes anterior sobre la falta de
trabajo con amigos y familiares, según el estudio, que
forma parte de una serie anual llamada The World Speaks (El Mundo
Habla)"…
El desempleo inquieta cada vez más
(BBCMundo – 12/12/11)

Diferencias por países

Monografias.com

La proporción es seis veces mayor que la arrojada
por una encuesta similar encargada por la BBC hace dos
años. Para esta última encuesta, fueron
entrevistados 11.000 adultos en 23 países, tanto
desarrollados como en vías de desarrollo, entre julio y
septiembre.

El estudio revela la creciente inquietud que causa el
desempleo entre la población de los países ricos,
que se han visto afectados por la recesión o el lento
crecimiento, según precisa el periodista económico
de la BBC Mark Gregory.

La corrupción es otro de los temas que más
preocupan a nivel global.

Sin embargo, el desempleo no es el asunto que genera
mayor preocupación global: la corrupción y la
extrema pobreza siguen siendo al igual que en la encuesta de hace
dos años los problemas que más conversaciones
generan.

La encuesta también muestra que la comida y los
precios de la energía son importantes causas de
preocupación. Mientras, asuntos no relacionados con la
economía, como el daño al medio ambiente o el
fundamentalismo religioso figuran en lugares más bajos en
la lista de problemas colectivos recientemente
discutidos.

El sondeo muestra que hay una gran diferencia en las
causas de preocupación de cada país.

La violencia y los crímenes en general preocupan
sobre todo a los latinoamericanos, mientras que el cambio
climático solo aparece en Reino Unido y Alemania entre los
asuntos más discutidos.

El estado de la economía fue el asunto más
discutido en Estados Unidos, Japón y Francia -todos ellos
países ricos- mientras que la corrupción
ocupó el lugar más alto en Nigeria, India y
Egipto.

En China y Rusia, en contraste, fue el aumento de los
precios la principal causa de inquietud.

Davos teme revueltas también en países
desarrollados

– El mayor riesgo de la crisis económica es
social (Cinco Días – 12/1/12)

(Por Raquel D. Guijarro) Lectura recomendada

Las imágenes de la llamada
primavera árabe, de las revueltas populares vividas en
Atenas o Londres y de los movimientos de protesta más
pacíficos como el 15-M español y sus ramificaciones
en París o Nueva York parece que no han sido ajenas a los
expertos del Foro de Davos que elaboran el informe Riesgos
globales 2012.

Este estudio, presentado ayer, se basa en una encuesta
realizada entre 469 expertos procedentes de la industria, los
Gobiernos, las universidades y la sociedad civil que examina
hasta 50 riesgos globales repartidos en cinco categorías.
Estas cinco áreas o, como los denomina el informe, centros
de gravedad, son los desequilibrios fiscales crónicos, en
el ámbito económico, las emisiones de gases de
efecto invernadero, en el terreno medioambiental, las fallas que
se detectan en la gobernanza mundial, un crecimiento
demográfico insostenible y los puntos débiles en
materia tecnológica.

Pero, además de señalar estos cinco
grandes riesgos, el estudio pone el acento por primera vez en las
revueltas sociales, a las que señala como otro de los
graves riesgos a los que se enfrenta la economía
mundial.

Amenaza al crecimiento

El Foro de Davos advierte que el tándem que
configuran los desajustes fiscales crónicos y la grave
disparidad de ingresos "amenaza el crecimiento mundial". En este
sentido, señala que estos riesgos son conductores de
nacionalismos, populismos y políticas proteccionistas. Y
no se olvida de recordar que todo ello ocurre justo en un momento
en el que el mundo continúa siendo vulnerable a choques
sistémicos financieros, así como a posibles crisis
alimentarias y de agua. El máximo responsable de este
análisis, Lee Howell, asegura que por primera vez en
numerosas generaciones, muchas familias no creen que sus hijos
vayan a disfrutar de un nivel de vida superior al que tuvieron
ellos. "Esa nueva sensación de malestar es especialmente
aguda en los países industrializados, que
históricamente han sido fuente de gran confianza e ideas
audaces", añade Howell.

Semillas de "distopía"

En esta línea, el estudio es muy
crítico con la situación provocada por la crisis:
número creciente de jóvenes con escasas
perspectivas, cada vez más jubilados que dependen de
prestaciones pagadas por Estados sobreendeudados y mayor brecha
entre ricos y pobres.

Es más, el informe se atreve a acuñar el
término semillas de distopía. Entiende por
distopía lo contrario de utopía o, lo que es lo
mismo, un lugar en el que la vida está repleta de
dificultades y no existe esperanza. "Describe qué
ocurre cuando los esfuerzos por construir un mundo mejor yerran
de forma no intencionada. Podría tratarse de
economías desarrolladas en las que los ciudadanos lamentan
la pérdida de derechos sociales o de economías
emergentes incapaces de dar oportunidades a su población",
añade el Foro.

Por tanto, concluye que una sociedad que
siembre continuamente semillas de distopía -al no abordar
el envejecimiento demográfico, el desempleo juvenil o los
desequilibrios fiscales- está condenada a la inestabilidad
en los próximos años, lo que frenará su
progreso. Todo un reto ahora en tiempos de ajustes y
reformas.

Hacia una regulación preventiva y no
reactiva

El Foro de Davos pone el acento también sobre el
papel decisivo que juega la regulación.

"Las respuestas a las erupciones
volcánicas de Islandia fueron ejemplo de regulación
excesiva, mientras la crisis de las hipotecas subprime fueron
fruto de regulación insuficiente. Debemos lograr el
equilibrio adecuado y, para hacerlo, nuestras medidas de
protección deben ser preventivas, en lugar de reactivas",
explica el director de riesgos de Swiss Re, David Cole. El
informe no se olvida de los riesgos de las nuevas
tecnologías.

La globalización, una mayor desigualdad y la
crisis en las clases bajas y medias devuelven el conflicto social
al centro del debate en EEUU y Europa

– El regreso de la lucha de clases (El País –
21/2/12) Lectura recomendada

(Por Andrés Ortega)

De la mano de la última fase de la
globalización, de la creciente desigualdad, de la crisis y
del final de un modelo de crecimiento económico, la idea
de la lucha de clases está de regreso en Occidente. Y esta
vez vuelve de la mano no solo de analistas neomarxistas, sino de
un financiero como George Soros, o de sociólogos que han
alertado sobre lo que está ocurriendo en estas sociedades
occidentales. La idea de lucha, conflicto o guerra de clases
vuelve a los análisis. Aunque no en la forma
clásica.

Estados Unidos era un país
profundamente optimista en términos sociales. Hace tan
solo unos años, algunas encuestas indicaban que un 30% de
los ciudadanos se consideraba perteneciente al 10% más
rico. Hoy, según una reciente encuesta del Centro Pew, un
69% -19 puntos más que en 2009- de los norteamericanos
-especialmente entre blancos de ingresos medios- piensa que el
conflicto entre clases es la mayor fuente de tensión en su
sociedad, claramente por encima de la fricción entre razas
o entre inmigrantes y estadounidenses. George Soros, en una
entrevista en Newsweek, habla de la "guerra de clases que
está llegando a EEUU". En muchos casos, sin embargo, se
confunde conflicto entre clases con conflictos entre ricos y
pobres.

Pues la tensión se da entre ricos
y pobres o, por precisar, entre muy ricos y muy pobres. El
movimiento Ocupa Wall Street y otros centros urbanos se presentan
como la defensa del 99% frente al 1% más rico (que en
realidad es aún menor). Y es que la desigualdad ha crecido
en EEUU y, con ella, como recogía un reportaje de The New
York Times, la movilidad social se ha reducido en ese
país, debilitándose así la idea de la
sociedad de oportunidades.

El filósofo esloveno, marxista (o, más
precisamente, como le ha gustado definirse, leninista-lacaniano),
Slavoj Zizek, en un artículo en The London Review of
Books, aborda este tipo de protestas. "No son protestas
proletarias", señala, "sino protestas contra la amenaza de
convertirse en proletarios". Y añade: "La posibilidad de
ser explotado en un empleo estable se vive ahora como un
privilegio. ¿Y quién se atreve a ir a la huelga hoy
día, cuando tener un empleo permanente es en sí un
privilegio?".

Zizek habla del surgimiento de una "nueva
burguesía", que ya no es propietaria de los medios de
producción, sino que se ha "refuncionalizado" como
gestión asalariada. "La burguesía en su sentido
clásico tiende a desaparecer", indica. Resurge como un
"subconjunto de los trabajadores asalariados, como gestores
cualificados para ganar más en virtud de su competencia",
lo que para el filósofo se aplica a todo tipo de expertos,
desde administradores a doctores, abogados, periodistas,
intelectuales y artistas. Cita como alternativa el modelo chino
de un capitalismo gerencial sin una burguesía.

Como señala el economista Michael
Spence en Foreign Affairs, los efectos de la globalización
en las sociedades occidentales han sido benignos hasta hace una
década. Las clases medias y las trabajadoras de las
sociedades desarrolladas se beneficiaron de ella al disponer de
productos más baratos, aunque sus sueldos no subieran.
Pero a medida que las economías emergentes crecieron,
desplazaron actividades de las sociedades industrializadas a las
emergentes, afectando al empleo y a los salarios ya no solo de
las clases trabajadoras, sino de una parte importante de las
clases medias, que se sienten ahora perdedoras de la
globalización y de las nuevas tecnologías. Ya se ha
hecho famosa la pregunta de Obama a Steve Jobs, el fundador de
Apple, cuando en febrero de 2011 le planteó por qué
el iPhone no se podía fabricar en EEUU. "Esos empleos no
volverán", replicó Jobs. La respuesta no
trató solo de los salarios, sino de la capacidad y
flexibilidad de producción.

El crecimiento de la desigualdad de los
últimos años no es algo únicamente propio de
EEUU, sino de casi todas las sociedades europeas, incluida
España, a lo que contribuye el crecimiento del paro y se
suma la creciente sensación de inseguridad que ha aportado
la globalización. Hoy se sienten perdedores de la
última fase de la globalización, de la crisis y de
las nuevas tecnologías no solo las comúnmente
llamadas clases trabajadoras, sino también las clases
medias en EEUU y Europa.

Las sociedades posindustriales se han
vuelto menos igualitarias
. De hecho, EEUU vive su mayor
desigualdad en muchas décadas. El sociólogo
conservador estadounidense Charles Murray, en su último
libro, Drifting apart (Separándose), ha llamado la
atención sobre cómo en su país hace 50
años había una brecha entre ricos y pobres, pero no
era tan grande ni llevaba a comportamientos tan diferentes como
ahora. Los no pobres, de los que hablaba Richard Nixon, se han
convertido en pobres. Aunque para Murray la palabra "clase" no
sirve realmente para entender esta profunda división.
Murray ve su sociedad divida en tribus; una arriba, con
educación superior (20%), y una abajo (30%). Y entre ellas
hay grandes diferencias de ingresos y de comportamiento social
(matrimonios, hijos fuera del matrimonio,
etcétera).

Otros añaden la crisis que en ambos lados del
Atlántico están atravesando las clases medias.
Refiriéndose a Francia, aunque con un marco conceptual que
se aplica perfectamente a otras sociedades como la
española, el sociólogo francés Camille
Peugny, en un libro de 2009, alertó sobre el
fenómeno de "desclasamiento", un temor a un descenso
social que se ha agravado con la crisis que agita no solo a las
clases populares "que se sienten irresistiblemente
atraídas hacia abajo", sino también a las clases
medias "desestabilizadas y a la deriva". El desclasamiento,
generador de frustración, se da también como un
factor entre generaciones.

Y tiene efectos políticos. Según Peugny,
los desclasados tienden a apoyar el autoritarismo y la
restauración de los valores tradicionales y nacionales.
Producen una derechización de la sociedad, frente a una
izquierda que sigue insistiendo en un proceso de
redistribución de la riqueza y las oportunidades que ya no
funciona. Está claro que, en Francia, una gran parte del
voto al Frente Nacional de Marine Le Pen, que le come terreno a
Sarkozy, proviene de lo que tradicionalmente se llamaba clase
obrera. O, ahora, de esa nueva clase en ciernes que algunos
sociólogos llaman el precariado, pues las
categorías anteriores ya no sirven.

En otras sociedades pueden darse otras reacciones.
Así, en la Grecia castigada, las encuestas muestran que
tres partidos de extrema izquierda (Izquierda Democrática,
el Partido Comunista y Syriza) suman entre ellos 42% de la
intención de voto, mientras los socialistas del Pasok (8%)
se han derrumbado y Nueva Democracia domina el centro-derecha con
un 31%.

Por primera vez en estos
últimos años, la globalización, con el auge
de las economías emergentes, especialmente China,
está afectando no ya a los salarios de la clase baja, sino
también a los empleos y remuneraciones de las clases
medias de las economías desarrolladas
. También
con consecuencias políticas. Francis Fukuyama, que se hizo
famoso con su artículo sobre "el fin de la historia" y el
triunfo de la democracia liberal, ahora, en una última
entrega sobre "el futuro de la historia", también en
Foreign Affairs, se pregunta si realmente la democracia liberal
puede sobrevivir al declive de la clase media. "La forma actual
del capitalismo globalizado", escribe quien fuera uno de sus
grandes defensores, "está erosionando la base social de la
clase media sobre la que reposa la democracia liberal". Tampoco
hay realmente una alternativa ideológica, señala,
pues el único modelo rival es el chino, "que combina
Gobierno autoritario y una economía en parte de mercado",
pero que no es exportable fuera de Asia, afirmación que
resulta cuestionable. Pero coincide con algo de lo que vienen
alertando también otros intelectuales, como Dani Rodrik,
que plantean ya abiertamente dudas sobre las virtudes de la
globalización en su actual
conformación.

El peligro del "precariado"

Hace ya algún tiempo, la
Fundación Friedrich Ebert (socialdemócrata)
había desarrollado el concepto de precariado,
referido a un estrato social, dentro del proceso de
transformación posindustrial, cada vez más
desconectado del resto de la sociedad alemana y que elaboraron
también politólogos como Frans Becker y René
Cuperus. A menudo, son gente que vive en familias monoparentales
y sufren enfermedades crónicas. No votan ni emiten votos
protesta y desconfían de las instituciones
políticas.

Recientemente, Guy Standing, catedrático de
Seguridad Económica de la Universidad de Bath (Reino
Unido), publicó un libro en el que desarrolla su
análisis sobre lo que califica como una "nueva clase
peligrosa".

Para Standing, esta nueva clase
había estado creciendo como una realidad escondida de la
globalización -que ha supuesto una nueva Gran
Transformación- que ha llegado a la superficie con la
crisis que se inició en 2008. El sociólogo
británico lo ve como un "precariado global" de varios
millones de personas en el mundo que carecen de todo anclaje de
estabilidad. No es parte de la "clase obrera" ni del
"proletariado clásico", términos menos
útiles cuando la globalización ha fragmentado las
estructuras nacionales de clase. Es una clase en
creación, formada por un número creciente de
personas -Standing calcula que una cuarta parte de los adultos de
las sociedades europeas se pueden considerar precariado- que caen
en situaciones de precariedad, que supone una exclusión
económica y cultural. La caída en el desempleo y la
economía sumergida es parte de la vida del precariado.
También sus diferencias en formación con la
élite privilegiada y la pequeña clase trabajadora
técnicamente instruida.

Son "nómadas urbanos" que no
comparten una identidad por el tipo de ocupación, pues
esta cambia, pero sí por cuatro características:
"La ira, la anomía, la ansiedad y la
alienación".
No son solo jóvenes, sino que
también mayores engrosan sus filas ante la crisis del
sistema de pensiones. Y son personas que a menudo han tenido que
romper con sus lugares de origen, adaptarse constantemente a
nuevos entornos, a un coste psicológico elevado.
Según Standing, es una "clase peligrosa" pues es pasto de
todo tipo de populismos y extremismos, incluido el nacionalismo
exacerbado, el proteccionismo y el antieuropeísmo. Por lo
que se requieren medidas para evitar que siga
creciendo.

El dinero de los contribuyentes utilizado para rescatar
a la banca (según el FMI)

Monografias.com

"La crisis fue en origen financiera. Los Gobiernos
de EE UU, Alemania o Reino Unido no dudaron en inyectar capital
en aquellas entidades que lo precisaron, nacionalizar parcial o
totalmente algunas de ellas e incluso proceder a su
liquidación. El caos bancario, -que se ha llevado por
delante a al menos 760 bancos en la UE, según datos del
BCE- se saldó con un volumen de ayudas equivalente a 1,7
billones de dólares (1,2 billones de euros), de acuerdo
con las estimaciones del FMI (Fondo Monetario Internacional).
Para hacerse una idea de la magnitud de las ayudas, ese volumen
equivale al 120% del PIB español. Estas ayudas han servido
para la estabilizar el sistema financiero y algunos Gobiernos
también han recuperado parte de la inversión e
incluso han hecho importantes beneficios, como es el caso de
EEUU. Otros han incurrido en severas pérdidas, como
Irlanda.
El FMI cifra en 1,2 billones el apoyo directo de
los Estados a la banca (Cinco Días –
25/5/12)

Monografias.com

EEUU

Wall Street es el epicentro del terremoto financiero. La
caída de Lehman Brothers desencadenó un colapso del
que aún se padecen las consecuencias, casi cuatro
años después. En el ocaso de la
Administración Bush se puso en marcha en 15 días el
TARP (Troubled Asset Relief Program), dotado con 700.000 millones
y una duración de 10 años, que fue articulado para
permitir también la entrada del Estado en el capital de
aquellos bancos en los que fuera necesario. Todas las grandes
entidades han obtenido su parte. La aseguradora AIG
recibió una cantidad equivalente a 54.960 millones de
euros; Citi, algo más de 35.400 millones; Bank of America,
una cantidad equivalente; JP Morgan y Wells Fargo, unos 19.670
millones cada una; GMAC Financial Services, 12.820 millones de
euros; Morgan Stanley y Goldman Sachs, 7.870 millones de euros;
PNC Financial Services, 5.965 millones, por citar solo algunos de
los principales desembolsos. Con la excepción de AIG y
GMAC, ese dinero ha sido devuelto y con importantes
réditos. Según los cálculos de Bloomberg,
los beneficios obtenidos por el Tesoro de EE UU superan los
40.400 millones de euros.

Alemania

El sistema financiero alemán no ha sido puesto
nunca en cuestión. Sin embargo, Berlín se ha tenido
que emplear a fondo desde 2007 para salvar a la banca alemana,
particularmente la banca regional, similar a las cajas
españolas. El banco IKB, una de las primeras
víctimas de la crisis, logró 9.000 millones de
euros para recapitalizarse. Sachsen, una entidad pública
en la que Berlín invirtió 17.000 millones para
mantener a flote, terminó siendo vendida por 578 millones
de euros. Una entidad de las dimensiones de Commerzbank
recibió inyecciones de capital de 18.000 millones de
euros. Bayern LB, la entidad participada a medias por el Estado
federal de Baviera y las cajas de ahorros regionales, obtuvo en
noviembre de 2008 unas ayudas de 31.000 millones; 10.000 de ellos
en capital directo y el resto en forma de avales. El Gobierno
germano ideó después el SoFFin, el banco malo al
estilo alemán, al que Hypo Real Estate, controlada ahora
por el Estado, entregó 175.700 millones de activos,
mientras que West LB, en plena transformación,
transfirió 77.500 millones. El objetivo, a más de
10 años de horizonte, es vender bien esos 252.000 millones
de euros de activos tóxicos y que la operación no
tenga coste alguno para los contribuyentes. El SoFFin se da de
plazo hasta el año 2027.

Reino Unido

El primer aldabonazo fue la caída de Northern
Rock, a la que Londres entregó 73.480 millones de euros,
entre préstamos y avales para emitir deuda, hasta su
nacionalización definitiva, en febrero de 2008. Tras
cuatro años de venta de activos, el Gobierno cifra ahora
las pérdidas de la operación en 2.500 millones de
euros. Tras Northern Rock, la crisis fue adquiriendo velocidad y
en otoño de ese mismo año, Reino Unido se
convertía en el primer accionista de Royal Bank of
Scotland; Lloyds y HBOS. La inyección inicial prevista era
de 37.000 millones de libras (unos 47.000 millones de euros al
cambio de ese momento), pero luego terminó rebasando los
65.000 millones de libras (82.600 millones). Para hacerse una
idea, esta ayuda excede la suma de la capitalización
actual de Santander y BBVA. Como ejemplo de las complicaciones
añadidas, Londres pactó inicialmente quedarse con
el 60% de RBS, pero terminó quedándose con el
83%.

Bélgica

Ha caído casi en el olvido, pero el Gobierno
belga tuvo que dimitir en pleno en diciembre de 2008, tras el
colapso del gigante Fortis, que tuvo que ser desmembrado. Holanda
invirtió más de 20.000 millones en quedarse con una
parte del negocio, mientras Bélgica y Luxemburgo emplearon
unos 7.000 millones en quedarse con el resto. El año
pasado, Bélgica tuvo que aportar otros 4.000 millones para
quedarse con Dexia y ofrecer garantías por el 60% de sus
120.000 millones en activos tóxicos. Francia puso 700
millones y el 40% de la garantía restante. Dexia obtuvo al
principio de la crisis avales por 150.000 millones y una
inyección de capital público de 6.000
millones.

Irlanda

Uno de los casos paradigmáticos de como un
país practica una transfusión millonaria de fondos
públicos -el 41,2% de su PIB- para salvar al sistema
financiero. La medida resultó demasiado dolorosa y tuvo
consecuencias inesperadas. El manguerazo de dinero tuvo su origen
en un sector financiero desmedido -representaba cerca de ocho
veces el PIB irlandés-. Varios meses después del
estallido de la crisis financiera, sus consecuencias aún
sacudían Irlanda. Dublín se vio obligada a
nacionalizar el Anglo Irish Bank y el Irish Nationwide entre 2009
y 2010. El virus financiero se contagió con fuerza y el
Gobierno decidió crear un banco malo, Nama, para
concentrar los créditos tóxicos de los bancos. Para
ello, las autoridades irlandesas destinaron 64.452 millones para
comprar préstamos dudosos y capitalizar entidades. Irlanda
aún debe recuperar cerca del 90% de esa aportación.
La mayúscula inyección de fondos desembocó
en el rescate del país por parte del FMI y la
UE.

Holanda

En la misma época, la grave infección de
la crisis en dos entidades holandesas llevaron al Gobierno de
Ámsterdam a desembolsar 84.897 para rescatar a dos de sus
bancos principales, el Fortis (recibió 28.000 millones) e
ING (10.000 millones). Cuatro años después, el
Gobierno holandés ha recuperado casi la mitad de su
aportación.

"Posibilidades económicas para nuestros
nietos".

– Mano de obra: un paraíso perdido (Project
Syndicate – 21/6/12) Lectura recomendada

(Por Robert Skidelsky)

Londres.- Debido a que las personas en el mundo
desarrollado se preguntan cómo sus países
volverán al pleno empleo después de la Gran
Recesión, podría resultarnos beneficioso echar un
vistazo a un ensayo visionario que John Maynard Keynes
escribió en el año 1930, titulado "Posibilidades
económicas para nuestros nietos".

La obra de Keynes Teoría General del Empleo, el
Interés y el Dinero, publicada en el año 1936,
equipó a los gobiernos con herramientas intelectuales para
luchar contra el desempleo provocado por las depresiones. Sin
embargo, en el ensayo citado al principio, Keynes
distinguió entre desempleo causado por crisis
económicas de carácter temporal y lo que él
denominó "desempleo tecnológico", es decir, "el
desempleo debido al descubrimiento de medios para economizar el
uso de mano de obra a un ritmo que supera el ritmo con el cual
podemos encontrar nuevos usos para dicha mano de
obra".

Keynes creía que íbamos a escuchar mucho
más sobre este tipo de desempleo en el futuro. Pero su
aparición, él vislumbraba, sería un motivo
de esperanza y no de desesperación. Porque dicho desempleo
mostraría que por lo menos el mundo desarrollado estaba en
camino de resolver el "problema económico", es decir el
problema de la escasez que mantuvo a la humanidad encadenada a
una agobiante vida de trabajos que requerían grandes
esfuerzos.

Las máquinas fueron sustituyendo
rápidamente al trabajo humano, ofreciendo la perspectiva
de una producción mucho mayor con una fracción del
esfuerzo humano existente. De hecho, Keynes creía que
hasta aproximadamente la época actual (es decir, hasta
principios del siglo XXI) la mayoría de las personas
tendrían que trabajar tan sólo 15 horas a la semana
para producir todo lo que necesitaban para su subsistencia y
comodidad.

Los países desarrollados en la actualidad son
casi tan ricos como Keynes pensó que serían, pero
la mayoría de nosotros trabajamos mucho más de 15
horas a la semana, aunque sí es cierto que tomamos
vacaciones más largas, y que el trabajo se ha tornado
menos exigente en lo físico, por lo que nuestras vidas son
más longevas. Pero, en términos generales, la
profecía de un gran incremento en el tiempo libre para
todos no se ha cumplido. La automatización se ha llevado a
cabo a un buen ritmo, pero la mayoría de los que
trabajamos todavía trabajamos un promedio de 40 horas a la
semana. De hecho, la cantidad de horas de trabajo no han
disminuido desde principios de la década de
1980.

Al mismo tiempo, el "desempleo tecnológico" ha
ido en aumento. Desde la década de 1980, nunca nos hemos
recuperado los niveles de pleno empleo de las décadas de
1950 y 1960. Si bien la mayoría de las personas
todavía tiene una semana laboral de 40 horas, una
minoría sustancial y en aumento ha tenido tiempo libre no
deseado, que le fue impuesto en la forma de desempleo, subempleo,
y retiro forzado del mercado laboral. Es más, durante el
periodo en el que nos recuperemos de la recesión actual,
la mayoría de los expertos espera que dicho grupo
minoritario y sustancial crezca y se haga aún más
grande.

Lo que esto significa es que hemos fracasado en gran
medida en lo referente a convertir el creciente desempleo
tecnológico en creciente tiempo libre voluntario. La
razón principal para esto es que la mayor parte de las
ganancias productivas logradas durante el transcurso de los
últimos 30 años ha ido a parar a manos de los
ricos.

Particularmente en los Estados Unidos y Gran
Bretaña desde la década de 1980, hemos sido
testigos del retorno "despiadado y cruel" del capitalismo, que
fue vívidamente descrito por Carlos Marx. Los ricos y los
muy ricos se han tornado en mucho más ricos, mientras que
se han estancado los ingresos de todo el resto. Por esto, la
mayoría de las personas no están, en los hechos,
cuatro o cinco veces mejor de lo que estaban en el año
1930. No es de extrañar que dichas personas se encuentren
trabajando más horas de las que Keynes pensó que
trabajarían.

Pero hay algo más. El capitalismo exacerba, a
través de todos los poros y de todos los sentidos, el
hambre por el consumo. La satisfacción de dicha hambre se
ha convertido en el gran paliativo de la sociedad moderna,
nuestra falsa recompensa por trabajar cantidades irracionales de
horas. Los avisos publicitarios proclaman un único
mensaje: usted encontrará su alma en lo que
compre.

Aristóteles conocía de la insaciabilidad,
pero solamente como un vicio individual, él no
vislumbró la insaciabilidad colectiva, esa insaciabilidad
políticamente orquestada que llamamos crecimiento
económico. La civilización de "siempre más"
le hubiese impresionado por ser una locura moral y
política.

Además, dicha civilización, luego de
superar un punto determinado, también se convierte en
locura económica. Esto no es sólo o principalmente
porque, más pronto que tarde, nos habremos topado con los
límites naturales del crecimiento. Esto es debido a que no
podemos continuar por mucho tiempo más economizando el uso
de la mano de obra a un ritmo mayor del que podemos encontrar
nuevos usos para la misma. Ese camino conduce a una
división de la sociedad: a un lado una minoría de
productores, profesionales, supervisores, y especuladores
financieros, y al otro lado una mayoría de zánganos
y personas que no pueden trabajar.

Aparte de enfrentar implicaciones morales, una sociedad
se enfrentan ante un dilema clásico: ¿cómo
conciliar la incesante presión consumista con ingresos
estancados? Hasta ahora, la respuesta ha sido pedir prestado, lo
que condujo a la masiva deuda que en la actualidad atormenta a
las economías avanzadas. Obviamente, esto es insostenible,
y por lo tanto no existe absolutamente ninguna respuesta, ya que
ello implica colapsos periódicos de la maquinaria de
producción de riqueza.

La verdad es que no podemos continuar
automatizando nuestra producción de manera exitosa sin
repensar nuestras actitudes hacia el consumo, el trabajo, el
tiempo libre y la distribución del ingreso. Sin dichos
esfuerzos de pensamiento social creativo, la recuperación
de la crisis actual será simplemente un preludio de
más calamidades devastadoras en el futuro.

(Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political
Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy
in both history and economics, is a working member of the British
House of Lords. The author of a seminal three-volume biography of
John Maynard Keynes, he began his political career in the Labour
party, before helping to found the short-lived Social Democratic
Party and eventually becoming the Conservative Party"s spokesman
for Treasury affairs in the House of Lords. He was forced out of
the Conservative Party for his opposition to NATO"s intervention
in Kosovo in 1999)

¿Cuánta desigualdad es
aceptable?

– La sociedad mala (Project Syndicate – 19/7/12)
Lectura recomendada

(Por Robert Skidelsky)

Londres.- ¿Cuánta desigualdad es
aceptable? A juzgar por los niveles anteriores a la
recesión, mucha, particularmente en los Estados Unidos y
Gran Bretaña. Peter Mandelson, del Nuevo Laborismo,
expresó el estado de ánimo de los últimos
treinta años cuando comentó que se sentía
"tranquilo" por el hecho de que la gente se enriqueciera de forma
"desmedida". El enriquecimiento era el objetivo de la "nueva
economía". Y los nuevos ricos se quedaron con una parte
creciente de sus ganancias, a medida que se redujeron los
impuestos para alentarlos a enriquecerse aún más y
se abandonaron los esfuerzos para repartir el pastel de forma
más justa.

Los resultados fueron predecibles. En
1970, los ingresos brutos de un alto ejecutivo estadounidense
eran aproximadamente treinta veces más elevados que los
del trabajador medio; actualmente son 263 veces más
elevados. En Gran Bretaña, el salario básico (sin
bonificaciones) de un alto ejecutivo era 47 veces superior a la
del trabajador medio en 1970. En 2010 fue 81 veces superior.
Desde finales de los años setenta, los ingresos netos del
20 por ciento más rico de la población han
aumentado cinco veces más rápido que el del 20 por
ciento más pobre en los Estados Unidos y cuatro veces
más rápido en el Reino Unido. Aún más
importante es la creciente brecha entre el promedio de los
ingresos y la mediana de los ingresos, es decir que la
proporción de la población que vive con la mitad o
menos de la mitad del ingreso medio en los Estados Unidos y Gran
Bretaña ha estado aumentando.

Aunque en algunos países esta
tendencia no se ha impuesto del todo, la desigualdad ha estado
aumentando durante los últimos 30-40 años en todo
el mundo. Ha crecido la desigualdad dentro de los países,
y las diferencias entre ellos aumentaron considerablemente
después de 1980, hasta equilibrarse a finales de los
noventa y comenzar a disminuir después de 2000, cuando el
crecimiento en los países en desarrollo comenzó a
acelerarse.

El crecimiento de la desigualdad no incomoda a los
defensores ideológicos del capitalismo. En un sistema de
mercado competitivo, se dice que se paga a las personas lo que
valen, es decir, los altos ejecutivos agregan a la
economía estadounidense 263 veces más valor que sus
empleados. Pero se aduce que los pobres siguen estando mejor que
si los sindicatos o el gobierno hubieran reducido la brecha
artificialmente. La única forma de lograr que la riqueza
se reparta más rápido es mediante una
reducción adicional de los impuestos marginales o,
alternativamente, mejorando el "capital humano" de los pobres, de
modo que valgan más a ojos de sus empleadores.

Esta es una forma de razonamiento económico
diseñada para que resulte atractiva a quienes están
en la cúspide de la pirámide de los ingresos.
Después de todo, no hay ninguna forma de calcular los
productos marginales de diferentes individuos en actividades
productivas cooperativas. Los salarios más altos
sencillamente se fijan comparándolos con otros que se
pagan para puestos similares.

Anteriormente, las diferencias de los salarios se
establecían según lo que era justo y razonable.
Mientras mayores conocimientos, habilidades y responsabilidades
exigiera un puesto, mayor era el salario aceptable y aceptado
para ocuparlo.

No obstante, todo lo anterior sucedía dentro de
límites en los que se conservaba cierta relación
entre los más altos y los más bajos. Los salarios
en el sector privado rara vez eran superiores a 20 o 30 veces el
salario medio y en el caso de la mayoría de las personas
las diferencias eran mucho menores. Así pues, el ingreso
de los médicos y abogados solía ser aproximadamente
cinco veces superior al de los trabajadores manuales, no diez
veces o más, como sucede actualmente,

Lo que ha conducido a los métodos
espurios que se utilizan hay en día para calcular los
salarios ha sido el fin del sentido común y de un modo de
evaluar las actividades humanas que no se basa en criterios
económicos y que toma en cuenta el contexto social
más amplio.

Hay una consecuencia extraña, que no se aprecia
mucho, de no distinguir entre el valor y el precio: la
única forma que se ofrece a la mayoría de las
personas para aumentar sus ingresos es mediante el crecimiento
económico. En los países pobres eso es razonable,
puesto que no hay suficiente riqueza. Sin embargo, en los
países desarrollados la concentración en el
crecimiento económico es una forma extraordinariamente
ineficiente de aumentar la prosperidad general, porque significa
que una economía debe crecer en, digamos, 3% para aumentar
los ingresos de la mayoría un 1%, por decir
algo.

Tampoco es seguro que el capital humano de la
mayoría pueda aumentarse más rápido que el
de la mayoría, que obtiene todas las ventajas educativas
que se derivan de una mayor riqueza, mejores condiciones
familiares y más contactos. En estas circunstancias, la
redistribución es una forma más segura de lograr
una amplia base de consumo, que es en sí misma una
garantía de estabilidad económica.

La actitud de indiferencia ante la
distribución del ingreso es de hecho una receta para un
crecimiento económico sin fin en el que los ricos, los muy
ricos y los súper ricos se alejan cada vez más del
resto. Esto está mal por motivos morales e incluso
prácticos. En términos morales, hace que las
perspectivas de una vida mejor queden para siempre fuera del
alcance de la mayoría de las personas. En términos
prácticos, está destinado a destruir la
cohesión social en la que se basa en última
instancia la democracia – o, en efecto, cualquier tipo de
sociedad pacífica y satisfecha.

(Robert Skidelsky, Professor Emeritus of Political
Economy at Warwick University and a fellow of the British Academy
in both history and economics, is a working member of the British
House of Lords. The author of a seminal three-volume biography of
John Maynard Keynes…)

Las "fábulas" del FMI: "incompetencia, defectos y
nombramientos desastrosos" (sic)

"Un alto exfuncionario del Fondo Monetario
Internacional dijo que está avergonzado de haber tenido
alguna relación con ese organismo"…
Exfuncionario
del FMI renuncia y publica dura carta contra el organismo
(BBCMundo – 20/7/12)

Peter Doyle dejó el FMI después de 20
años. En una carta a su director ejecutivo, con fecha 18
de junio (2012), acusa al FMI de incompetencia por no haber
emitido advertencias antes de la crisis financiera mundial y la
crisis en la eurozona.

Doyle también dijo que la reputación de la
actual jefa del FMI, Christine Lagarde, está "manchada"
pues fue elegida en un proceso de selección
ilegítimo.

El exfuncionario habla de "incompetencia", "defectos" y
nombramientos "desastrosos" de los directores generales del
organismo.

Doyle, exasesor del Departamento para Europa del FMI -el
mismo que está ejecutando los programas de rescate para
Grecia, Portugal e Irlanda-, dijo que la demora del Fondo en
alertar sobre la urgencia de la crisis financiera mundial fue un
fracaso de "primer orden".

El veterano economista critica el
"fracaso de primera categoría" de la gestión de la
crisis económica global y la "incompetencia" del Fondo.
Además, acusa al fondo de "eliminar" información en
sus informes. Doyle, que ha trabajado durante 20 años en
el FMI, dice estar "avergonzado" por su vinculación a la
entidad.

En una carta obtenida por la cadena norteamericana CNN,
Doyle comienza: "Después de 20 años de servicio,
estoy avergonzado de tener cualquier tipo de asociación
con el Fondo de todas las maneras".

Así, introduce una carta en la que reitera sus
críticas al FMI por su actuación en el actual
contexto de crisis económica. "Esto no es solo por la
incompetencia" del organismo, "también por las notables
dificultades en estas crisis que, como en otras, fueron
identificadas bien de antemano pero suprimidas después",
afirma Doyle, certificando que el FMI ha eliminado
información.

Doyle achaca esta mala praxis del FMI a
los "los extensos periodos de gestación y los prolongados
procesos de toma de decisiones a nivel internacional". "El
fracaso del Fondo al abordar (los retos globales) constituye un
fracaso de primer orden, incluso cuando a dichas advertencias no
se les ha prestado atención", reseña.

El FMI, "en los últimos dos
años, ha estado desempeñando un rol del día
a día y a modo de reacción a través de
esfuerzos de última hora" para evitar las "consecuencias"
de esta mala gestión de la crisis, véase "el
sufrimiento de muchos en Grecia o que la segunda divisa mundial
-el euro- esté al borde del precipicio", argumenta
Doyle.

El veterano economista del FMI achaca
"los fracasos de la vigilancia del FMI" a la "aversión
hacia el riesgo analítico, las prioridades bilaterales y
la influencia europea", unos factores, puntualiza, "están
cada vez más arraigados, en detrimento de las iniciativas"
propuestas para solucionarlos.

En este sentido, pone como ejemplo la
elección de los directores generales del FMI que, en la
última década, "han sido un absoluto y evidente
desastre" y cuyo proceso es "ilegítimo". Para terminar,
Doyle arremete contra el consejo ejecutivo por preferir mantener
a un "Fondo inválido".

El FMI ya ha salido al paso de estas declaraciones. "Las
afirmaciones de Peter ya están documentadas en los medios,
incluidos los informes de la Oficina Independiente de
Evaluación", aquellos que, según Doyle, fueron
ignorados por el Fondo tanto en 2009 y 2011 y de los que
él mismo fue partícipe.

A través de su portavoz, William Murray, el FMI
ha negado que las aportaciones de Doyle o las de cualquier otro
miembro del Fondo hayan sido "suprimidas". No obstante, no ha
querido valorar las críticas sobre el proceso de
elección del director general del organismo, una
cuestión que también ha sido reprochada por las
potencias emergentes como Brasil, China o India, que pujan por
tener una mayor presencia en los órganos
internacionales.

En base a un acuerdo no escrito entre Europa y Estados
Unidos, el FMI siempre sería dirigido por una persona de
nacionalidad europea, mientras que el Banco Mundial
recaería sobre un estadounidense o, en su defecto, que sea
del gusto de Washington.

La credibilidad del FMI ha sufrido varios varapalos tras
la inusitada marcha de Rodrigo Rato antes de terminar su mandato,
en 2007, y la de Dominique Strauss-Kahn, acusado de abusar
sexualmente de una camarera de un hotel de Nueva York.

Se puede decir más alto, pero no más claro
(el que quiera entender que entienda)

– Eduardo Galeano: "A la basura dos siglos de
conquistas" (BBCMundo – 23/7/12)

(Por Paula Vilella) Lectura recomendada

"Este es un mundo violento y mentiroso pero no podemos
perder la esperanza y el entusiasmo por cambiarlo", asegura
Eduardo Galeano.

El escritor uruguayo, historiador literario de su
continente a través de obras como "Las venas abiertas de
América Latina" y la trilogía "Memorias del Fuego",
habló con BBC Mundo sobre los últimos
acontecimientos de América Latina y la crisis
económica mundial.

Desde su mesa de siempre en el céntrico
Café Brasilero, dejando tras el ventanal el frío
del invierno austral, insiste en que "la grandeza humana
está en las cosas chiquitas, que se hace cotidianamente,
día a día, la que hacen los anónimos sin
saber que la hacen".

Por eso, alterna las respuestas con episodios de su
último libro, "Los hijos de los días", en el que
agrupa 366 historias reales, una para cada día del
año, que contienen más verdad que hablar de la
prima de riesgo.

La crisis europea se está
manejando por los líderes políticos desde un
discurso de sacrificio de la población.

Es igual al discurso de los oficiales
cuando mandan a los reclutas a morir, con menos olor a
pólvora pero no menos violento.

Esto es un plan sistemático a
nivel mundial para arrojar al tacho de la basura dos siglos de
conquistas obreras, para que la humanidad retroceda en nombre de
la recuperación nacional.

Este es un mundo organizado y
especializado en el exterminio del prójimo.

Y luego vienen a condenar la violencia del pobre, la de
los muertos de hambre; la otra se aplaude, merece
condecoraciones.

¿Se está presentando la
"austeridad" como única salida?

¿De quiénes? Si los
banqueros que produjeron este desastre fueron y siguen siendo los
principales asaltantes de bancos y son recompensados con millones
de euros que les pagan como
indemnización…

Es un mundo muy mentiroso y muy
violento. Lo de la austeridad es un viejo discurso en
América Latina. Asistimos a una obra de teatro que fue
estrenada acá y que ya conocemos.

Sabemos todo: las fórmulas,
las recetas mágicas, el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Mundial…

¿Considera que el empobrecimiento de la
población es más violento?

Si la lucha contra el terrorismo fuera verdadera y no
una coartada para otros fines, tendríamos que empapelar el
mundo con carteles que dijeran "se buscan a los secuestradores de
países, a los exterminadores de salarios, a los asesinos
de empleo, a los traficantes del miedo", que son los más
peligrosos porque te condenan a la parálisis.

Este es un mundo que te doméstica para que
desconfíes del prójimo, para que sea una amenaza y
nunca una promesa.

Es alguien que te va a hacer daño y para eso hay
que defenderse.

Así se justifica la industria militar, nombre
poético de la industria criminal.

Eso es un ejemplo clarísimo de
violencia…

El mundo actual es muy sorprendente.

La mayoría de los países
europeos que parecía que estaban vacunados de los golpes
de Estado son ahora gobiernos gobernados a manos de
tecnócratas designados a dedo por Goldman & Sachs y
otras grandes empresas financieras que no han sido votadas por
nadie.

Hasta el lenguaje lo refleja: los
países, que se supone que son soberanos e independientes,
tienen que hacer bien sus deberes como si fueran niños con
tendencia a la mala conducta y los maestros son los
tecnócratas que vienen a tirarte de las
orejas…

La crisis aumenta la desigualdad: los ricos, son
más ricos y los pobres, son más pobres

La crisis no ha pasado factura a todos. Según
revela el FMI en su informe (31/7/12), los más ricos se
han enriquecido desde que comenzó la recesión
mientras los más pobres se han empobrecido todavía
más. La brecha que separa a unos y otros ha aumentado un
3%, según el Fondo Monetario Internacional.

Monografias.com

Otro que habla "clarito" (se le entiende todo):
economía real vs. economía financiera

– Un cañón en el culo (El País –
14/8/12) Lectura recomendada

La primera operación que
efectúa el terrorista económico sobre su
víctima es la del terrorista convencional, el del tiro en
la nuca

(Por Juan José Millás)

Si lo hemos entendido bien, y no era fácil porque
somos un poco bobos, la economía financiera es a la
economía real lo que el señor feudal al siervo, lo
que el amo al esclavo, lo que la metrópoli a la colonia,
lo que el capitalista manchesteriano al obrero sobreexplotado. La
economía financiera es el enemigo de clase de la
economía real, con la que juega como un cerdo occidental
con el cuerpo de un niño en un burdel asiático. Ese
cerdo hijo de puta puede hacer, por ejemplo, que tu
producción de trigo se aprecie o se deprecie dos
años antes de que la hayas sembrado. En efecto, puede
comprarte, y sin que tú te enteres de la operación,
una cosecha inexistente y vendérsela a un tercero que se
la venderá a un cuarto y este a un quinto y puede
conseguir, según sus intereses, que a lo largo de ese
proceso delirante el precio de ese trigo quimérico se
dispare o se hunda sin que tú ganes más si sube,
aunque te irás a la mierda si baja. Si baja demasiado,
quizá no te compense sembrarlo, pero habrás quedado
endeudado sin comerlo ni beberlo para el resto de tu vida,
quizá vayas a la cárcel o a la horca por ello,
depende de la zona geográfica en la que hayas
caído, aunque no hay ninguna segura. De eso trata la
economía financiera.

Estamos hablando, para ejemplificar, de la cosecha de un
individuo, pero lo que el cerdo hijo de puta compra por lo
general es un país entero y a precio de risa, un
país con todos sus ciudadanos dentro, digamos que con
gente real que se levanta realmente a las seis de mañana y
se acuesta de verdad a las doce de la noche. Un país que
desde la perspectiva del terrorista financiero no es más
que un tablero de juegos reunidos en el que un conjunto de Clicks
de Famóbil se mueve de un lado a otro como se mueven las
fichas por el juego de la Oca.

La primera operación que efectúa el
terrorista financiero sobre su víctima es la del
terrorista convencional, el del tiro en la nuca. Es decir, la
desprovee del carácter de persona, la cosifica. Una vez
convertida en cosa, importa poco si tiene hijos o padres, si se
ha levantado con unas décimas de fiebre, si se encuentra
en un proceso de divorcio o si no ha dormido porque está
preparando unas oposiciones. Nada de eso cuenta para la
economía financiera ni para el terrorista económico
que acaba de colocar su dedo en el mapa, sobre un país,
este, da lo mismo, y dice "compro" o dice "vendo" con la
impunidad con la que el que juega al Monopoly compra o vende
propiedades inmobiliarias de mentira.

Cuando el terrorista financiero compra o vende,
convierte en irreal el trabajo genuino de miles o millones de
personas que antes de ir al tajo han dejado en una
guardería estatal, donde todavía las haya, a sus
hijos, productos de consumo también, los hijos, de ese
ejército de cabrones protegidos por los gobiernos de medio
mundo, pero sobreprotegidos desde luego por esa cosa que venimos
llamando Europa o Unión Europea o, en términos
más simples, Alemania, a cuyas arcas se desvían
hoy, ahora, en el momento mismo en el que usted lee estas
líneas, miles de millones de euros que estaban en las
nuestras.

Y se desvían no en un movimiento
racional ni justo ni legítimo, se desvían en un
movimiento especulativo alentado por Merkel con la complicidad de
todos los gobiernos de la llamada zona euro. Usted y yo, con
nuestras décimas de fiebre, con nuestros hijos sin
guardería o sin trabajo, con nuestro padre enfermo y sin
ayudas para la dependencia, con nuestros sufrimientos morales o
nuestros gozos sentimentales, usted y yo ya hemos sido
cosificados por Draghi, por Lagarde, por Merkel, ya no poseemos
las cualidades humanas que nos hacen dignos de la empatía
de nuestros congéneres. Ya somos mera mercancía a
la que se puede expulsar de la residencia de ancianos, del
hospital, de la escuela pública, hemos devenido en algo
despreciable, como ese pobre tipo al que el terrorista por
antonomasia está a punto de dar un tiro en la nuca en
nombre de Dios o de la patria.

A usted y a mí nos están colocando en los
bajos del tren una bomba diaria llamada prima de riesgo, por
ejemplo, o intereses a siete años, en el nombre de la
economía financiera. Vamos a reventón diario, a
masacre diaria y hay autores materiales de esa colocación
y responsables intelectuales de esas acciones terroristas que
quedan impunes entre otras cosas porque los terroristas se
presentan a las elecciones y hasta las ganan y porque hay
detrás de ellos importantes grupos mediáticos que
dan legitimidad a los movimientos especulativos de los que somos
víctimas.

La economía financiera, si vamos
entendiéndolo, significa que el que te compró
aquella cosecha inexistente era un cabrón con los papeles
en regla. ¿Tenías tú libertad para no
vendérsela? De ninguna manera. Se la habría
comprado a tu vecino o al vecino de tu vecino. La actividad
principal de la economía financiera consiste en alterar el
precio de las cosas, delito prohibido cuando se da a
pequeña escala, pero alentado por las autoridades cuando
sus magnitudes se salen de los gráficos.

Aquí están alterando el
precio de nuestras vidas cada día sin que nadie le ponga
remedio, es más, enviando a las fuerzas del orden contra
quienes tratan de hacerlo. Y vive Dios que las fuerzas del orden
se emplean a fondo en la protección de ese hijo de puta
que le vendió a usted, por medio de una estafa autorizada,
un producto financiero, es decir, un objeto irreal en el que
usted invirtió a lo mejor los ahorros reales de toda su
vida. Le vendió humo el muy cerdo amparado por las leyes
del Estado que son ya las leyes de la economía financiera,
puesto que están a su servicio.

En la economía real, para que una lechuga nazca
hay que sembrarla y cuidarla y darle el tiempo preciso para que
se desarrolle. Luego hay que recolectarla, claro, y envasarla y
distribuirla y facturarla a 30, 60 o 90 días. Una cantidad
enorme de tiempo y de energías para obtener unos
céntimos, que dividirás con el Estado, a
través de los impuestos, para costear los servicios
comunes que ahora nos están reduciendo porque la
economía financiera ha dado un traspié y hay que
sacarla del bache. La economía financiera no se conforma
con la plusvalía del capitalismo clásico, necesita
también de nuestra sangre y en ello está, por eso
juega con nuestra sanidad pública y con nuestra
enseñanza y con nuestra justicia al modo en que un
terrorista enfermo, valga la redundancia, juega metiendo el
cañón de su pistola por el culo de su
secuestrado.

Llevan ya cuatro años
metiéndonos por el culo ese cañón. Y con la
complicidad de los nuestros.

Son numerosos los estudios que muestran que la
distribución de la renta en el mundo ha empeorado en los
últimos años

– La distribución de la renta y la crisis (Fedea
31/10/12) Lectura recomendada

(Por Javier Andrés)

En la primera entrega de Inequality in Focus de abril de
2012 del Banco Mundial se afirmaba que 2011 será recordado
como el año en el que la desigualdad en la
distribución de la renta volvió a ocupar un lugar
central entre las preocupaciones de política
económica y social, y el exhaustivo informe reciente de
The Economist viene a corroborar esta preocupación. La
crisis financiera tiene desde luego buena culpa de este renovado
interés, pero la desigualdad en la distribución de
la renta lleva más de dos décadas en aumento en la
mayoría de los países del planeta, en particular en
los más desarrollados.

Son numerosos los estudios que muestran
que la distribución de la renta en el mundo ha empeorado
en los últimos años. Y esto a pesar de la
convergencia entre países que no ha podido compensar el
aumento de las disparidades dentro de muchos de ellos. El
índice de Gini, que mide la distribución de la
renta -con valores extremos 0, cuando todos los individuos de la
muestra tienen la misma renta, y 100 si un individuo acumula toda
la renta- ha aumentado entre 1995 y 2007 en dos tercios de los
141 países analizados por Ortiz y Cummins. Todavía
más preocupante es el hecho de que desde 1980 el 20% de la
población mundial con renta más alta acumula
más del 80% de la renta total mientras que el 40%
más pobre apenas recibe el 3% de la misma y que el
índice de Gini de distribución de la riqueza es
sustancialmente mayor que el de la renta, lo que indica que estas
diferencias pueden ser muy persistentes.

Por regiones, las disparidades de renta
han tendido a corregirse en aquellas en las que las diferencias
eran más acusadas -América Latina, África– y
a empeorar en la mayoría de los países
asiáticos y en particular en los más desarrollados,
como se recoge en el Gráfico 1 -de los mismos autores- que
refleja el índice de Gini y su tasa de variación
desde los años 1990 y 2000 hasta 2008. Esto podría
interpretarse como una tendencia a la convergencia en la
desigualdad hacia un nivel socialmente aceptable y
económicamente eficiente, que incentivaría la
especialización y la acumulación de capital humano
de quienes quieren escapar de la pobreza, como muestra, por
ejemplo, el análisis clásico de West para Estados
Unidos. Sin embargo hay otros datos relativos a la
evolución de la desigualdad que no son consistentes con
esta interpretación y que indican que las grandes
diferencias de renta no van necesariamente asociadas a una mayor
eficiencia y por lo tanto que no tienen por qué ser un
factor que ayude al crecimiento en el futuro.

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