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La crisis del empleo de los jóvenes (Parte II) (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

"Seguro que hay bancos que han cometido excesos, pero el
99% de la City la forman gente que trabaja mucho. No creo que
esta gente sepa realmente qué es la City. De aquí
salen montones de empresas, aquí es donde se crea empleo.
La City es como el aceite que engrasa la maquinaria de la
economía. Sin la City, habría que cambiar esa
máquina. ¿Y cuáles la alternativa?
¿El comunismo? Ya sabemos qué ha hecho el comunismo
y no creo que la gente esté realmente a favor de eso",
comenta. ¿Durará la acampada? "Mmm…
quizás sí", responde tras un momento de duda. "Hay
mucho profesional del a protesta", añade con cierto
desprecio. "Me llamo George, tengo 46 años y soy
banquero", se identifica al despedirse. Y subraya con orgullo la
palabra banquero.

Dani Pelos sí cree que hay alternativas. Minutos
antes ha estado dirigiéndose a la asamblea para invitar a
los presentes a participar en un grupo de trabajo sobre
economía alternativa. Vestido también de traje y
corbata, su aspecto contrasta con la ropa informal, tirando a
cutre, del resto de participantes en la asamblea. Pero su
pensamiento no viste ni traje ni corbata. Vive de asesorar a
empresas que quieren aplicar un modelo económico en el que
lo que importa no es el dinero que se llevan los accionistas,
sino la riqueza social que se crea. Pero para eso, acepta, los
activistas han de aprender a generar ingresos, no solo a
gestionar gastos.

Dani reniega de "la política de relaciones
públicas" con que las empresas británicas abordan
su compromiso con las causas sociales. Por eso fue él
quien advirtió a la asamblea que no se pueden aceptar
donaciones de según quién. "Aquí se confunde
la acción social con la caridad. Por eso las donaciones
implican un dilema ético: de quién aceptamos dinero
y de quién no", explica. ¿Dormirá esta noche
con los acampados? "Mi mujer no me deja", se escabulle riendo
mientras se va con un amigo a tomar café. Eso sí,
reniega del Starbucks que tiene a la espalda. Prefiere el
café colado que reparten en el comedor de la acampada. El
sol se ha escondido detrás de unas nubes. Sopla una
ráfaga helada de viento otoñal. Quizás sea
el general Invierno el mayor enemigo de esta protesta.

"El canónigo de la catedral, Giles Fraser,
dimitió ese jueves por discrepancias en la forma de
gestionar la situación. La catedral abrirá este
viernes sus puertas a los turistas, tras permanecer cerrada una
semana, por primera vez desde la II Guerra Mundial"…
Los
"indignados" de Londres no levantarán el campamento de la
catedral de St. Paul (Gaceta.es – 27/10/11)

Los indignados londinenses, que cumplen trece
días acampados ante la catedral de San Pablo, insistieron
que no se marcharán pese a las presiones de la
jerarquía anglicana y las autoridades locales, que buscan
fórmulas para desalojarlos.

Un centenar de manifestantes anticapitalistas que
resisten bajo la lluvia delante del templo protestante, en pleno
distrito financiero, están protagonizando un
incómodo enfrentamiento con los responsables de la
catedral, que se vio obligada a cerrar sus puertas el viernes 21
de octubre (2011) por seguridad.

Tras una semana sin recibir turistas y feligreses, algo
que no sucedía desde la II Guerra Mundial, San Pablo
anunció hoy que mañana abrirá sus puertas,
pero el obispo de Londres, Richard Chartres, volvió a
pedir a los "indignados" que "recojan sus tiendas
voluntariamente". "Nos quedaremos el tiempo que sea necesario.
Hasta que cambie este sistema corrupto", afirmó a Efe uno
de los acampados, que se hace llamar Johnny Love, en plena City o
centro financiero de Londres. Otra "indignada" británica,
Linsey Smith, está de acuerdo: "No pensamos irnos. Si la
policía intenta echarnos resistiremos
pacíficamente, con el sistema que utilizaba
Ghandi".

En un principio, el movimiento anticapitalista planeaba
instalarse delante del edificio de la Bolsa de Londres, pero al
tratarse de una propiedad privada la policía no se lo
permitió, por lo que acamparon muy cerca, a los pies de la
catedral.

La proliferación de tiendas de campaña y
manifestantes provocó el pasado el cierre del templo, ya
que las autoridades municipales consideraban que peligraba la
seguridad de los visitantes. Desde entonces, los responsables de
la catedral, que aseguran perder unos 18.000 euros al día
por su clausura, han pedido en muchas ocasiones a los acampados
que se vayan, aunque reconocen entender el fondo de sus
argumentos.

Ante la negativa de los indignados, los responsables
catedralicios han tenido que buscar una alternativa a los
problemas de seguridad y han anunciado que el templo
volverá a abrir sus puertas para los turistas, que pagan
14 libras (unos 16 euros) por la entrada, y para los
feligreses.

Para ello, se ha decidido instalar un pasillo
alternativo de evacuación y se prevé reubicar la
cocina del campamento y el lugar donde se aparcan las bicicletas
de los manifestantes, que obstruían parte de la entrada
del templo.

Sin embargo, la protesta y el enfrentamiento con los
indignados ha dejado mella en la Iglesia Anglicana, ya que el
canónigo de la catedral dimitió por discrepancias
en la forma de gestionar la situación. "Lamento mucho y
siento tristeza al renunciar a mi puesto en la catedral de San
Pablo", dijo en la red social Twitter Giles Fraser, que no ve con
buenos ojos que sus superiores intenten echar a los
manifestantes.

Los indignados agradecieron hoy el gesto y uno de ellos
aseguró: "Está de nuestro lado, ha renunciado esta
mañana oficialmente porque la policía y el Gobierno
han presionado a la Iglesia para que nos vayamos".

A los acampados les queda ahora salvar otro escollo: el
posible desalojo por parte de las autoridades locales de la City,
que estudian medidas legales para hacerlo.

Pero no todo son muestras de rechazo e
incomprensión para unos manifestantes, mayoritariamente
jóvenes, que enseñan pancartas con lemas como
"Libertad de expresión" o "Recicla el
capitalismo".

Frente a la escalinata de la catedral, los indignados
mantienen bajo la lluvia, sin ninguna protección, una
supuesta instalación del cotizado artista callejero
Bansky. Los acampados aseguran que personas del entorno del
grafitero británico llegaron hace unos días con la
obra, un juego del "Monopoly" de gran tamaño, para mostrar
su apoyo al movimiento.

De momento son muchas las dudas sobre la autenticidad de
la instalación, sobre la que caía la lluvia y que
podría valer miles de euros si procede de las manos de
Bansky.

"Si auténtica, es emocionante y, si no lo es,
atrae a la prensa, así que está bien en cualquier
caso", señaló Johnny, que no descarta venderla para
apoyar económicamente al movimiento si Bansky "está
de acuerdo".

Una interpretación sugerente: ¿una
juventud "conservadora", en lugar de "progresista"?

El lenguaje de la protesta mundial (Project
Syndicate/Institute for Human Sciences –
24/10/11)

(Por Jan-Werner Mueller) Lectura recomendada

Princeton.- Los movimientos de protesta que han
estallado en todo Occidente, desde Chile hasta Alemania, han
permanecido curiosamente indefinidos y no se han analizado.
Algunos hablan de ellos como de la mayor movilización
mundial desde 1968, cuando los enragés de países
muy diferentes se fundieron en torno a preocupaciones similares,
pero otros insisten en que no hay nada nuevo.

El experto búlgaro en ciencia
política Ivan Krastev, por ejemplo, ha afirmado que lo que
en realidad estamos experimentando es un 1968 "a la inversa".
"Entonces los estudiantes en las calles de Europa", dice,
"expresaron su deseo de vivir en un mundo diferente del de sus
padres. Ahora los estudiantes están en las calles para
expresar su deseo de vivir en el mundo de sus padres".

Los movimientos carecen aún de nombre y de una
interpretación clara, pero la forma como se califiquen a
sí mismos -y como los califiquen los analistas-
será determinante para la dirección que adopten.
Semejante autocomprensión debería influir
también en cómo los ciudadanos en general
deberían responder a dichos movimientos.

Sobre mil novecientos sesenta y ocho se ha teorizado
demasiado. Los dirigentes estudiantiles no cesaban -o al menos
eso recuerda la mayoría de la gente- de producir
manifiestos enrevesados que combinaban el marxismo, el
psicoanálisis y teorías sobre las luchas de
liberación del Tercer Mundo. Lo que se olvida con
facilidad es que incluso los dirigentes de entonces más
aficionados a la teoría entendieron que en última
instancia los movimientos de protesta que contribuyeron a
caracterizar 1968 no procedían de debates en aulas de
seminarios.

El dirigente alemán Rudi Dutschke, por ejemplo,
insistió en que lo que impulsaba el movimiento era una
"repugnancia existencial" y una rabia provocada por la guerra de
Vietnam en particular. Muchos de los supuestos "teóricos"
mismos declararon que los enragés debían abandonar
los libros de texto revolucionarios y "problematizar en la
práctica" las estrategias radicales heredadas. Dicho de
modo más sencillo: debían ir creándolas
sobre la marcha.

En ese sentido, las protestas de 1968 y las de hoy no
son tan diferentes como afirman algunos observadores. No hay un
manual político, pero hay acontecimientos e incluso libros
que inspiraron la indignación: Los condenados de la Tierra
de Frantz Fanon, en el decenio de 1960, y, en la actualidad, el
inesperado éxito editorial Indignez-vous del ex luchador
de la Resistencia francesa Stéphane Hessel, de 93
años.

Como han señalado en tono de burla los
críticos, el librito de Hessel a veces parece más
un llamamiento en pro de un deseo en el aire, casi arbitrario, de
verse agitado por algo, casi cualquier cosa, en realidad, con tal
de que se pueda justificar de algún modo con el propio
sentido subjetivo de justicia. A ello contribuyó
aún más que Hessel invocara nostálgicamente
a Jean-Paul Sartre y el existencialismo y la "gran corriente de
la Historia", anhelos reflejados en una pancarta pintada a mano
en Occupy Wall Street: "Anímate y haz algo". Resulta
revelador que flanquearan dicha pancarta carteles a favor del
filósofo anarquista de izquierdas Noam Chomsky y del
político libertario de derechas Ron Paul.

Aun así, pese a las deficiencias teóricas
del tratado de Hessel, "indignación" ha pasado a ser la
consigna para los movimientos de Francia, España y de
otros países. Y a este respecto el lenguaje tiene su
importancia: "indignación" sugiere que algunos
protagonistas sociales -un gobierno o las minorías
selectas en general- han violado normas compartidas o acuerdos
morales. Ésa es literalmente la interpretación
"reaccionaria" de dichos movimientos: están animados por
la sensación de que se ha violado el contrato social y las
minorías selectas deben volver al status quo anterior a
las políticas que en última instancia propiciaron
la crisis. De ser así, la gente que ha salido a las calles
de Madrid, Atenas y Nueva York no están
manifestándose tanto contra quienes ocupan el poder
-exceptuados algunos anarquistas- cuanto para que quienes ocupan
el poder se avergüencen por haber renegado de unos
compromisos supuestamente compartidos.

La indignación es diferente de la
exasperación, sentimiento que en última instancia
es ciego y no está necesariamente relacionado con
suposición alguna de compartir compromisos con aquellos
contra los que va dirigido. Ésa es también, hasta
cierto punto, la historia de 1968: la repugnancia justificada
propició la exasperación, pero, al encauzarse
mediante una teorización revolucionaria carente del menor
realismo, también propició el fariseísmo y,
en última instancia, la elaboración de
justificaciones de la violencia física por parte de las
facciones radicales.

En esa situación, las minorías que se
arrogan un poder llegan a hablar en nombre de mayorías
imaginarias, lo que constituye una forma de populismo y, como
todos los populismos, movido por las emociones y no las normas,
por no hablar de las razones, o simplemente todo acaba en
disturbios.

La distinción entre indignación y
exasperación podría parecer una nimiedad, pero las
enseñanzas que las minorías selectas vayan a
aprender -y está claro que quieren aprovechar las
protestas para obtener ventajas electorales- dependerán en
parte de cómo se caracterice a esos movimientos y
cómo se conciban ellos a sí mismos. A ese respecto
los manifestantes han permanecido curiosamente mudos: aún
no han articulado exigencias amplias ni una idea de lo que una
sociedad diferente o una "democracia real", expresión
propia del movimiento español, debería
ser.

Si los movimientos de protesta actuales están
basados en una indignación justificada, la falta de
exigencias concretas no debería ser un problema:
aún se pueden dar ampliamente por sentadas unas normas
compartidas (y las políticas que de ellas se
desprenderían), pero, si lo que los mueve es la rabia, una
falta de fines claros podría producir simplemente
más ira y frustración, que, a su vez,
podrían propiciar la violencia física y
algún tipo de nihilismo político.

Eso significa también que las minorías
políticas selectas deben intentar entender el mensaje de
la indignación y asimilarlo y no adular a los irritados (y
las políticas consiguientes) para obtener una ventaja
electoral. No es sólo ridículo, sino también
totalmente irresponsable, por ejemplo, que el intelectual del
Partido Laborista británico Maurice Glasman se sienta
obligado ahora a revelar la "vena de insurgente irritado", hasta
ahora oculta, del dirigente del partido Ed Miliband.

Las minorías selectas -y los conciudadanos de los
manifestantes- deben responder consciente y creativamente ante la
indignación moral, entender que se trata en última
instancia de una afirmación de la democracia liberal y no
de una revolución sin cuartel, por no hablar de nihilismo,
y deben procurar calmar la ira y apaciguar la
exasperación, que puede ser una grave amenaza para la
democracia liberal.

(Jean-Werner Mueller es profesor en Princeton. Su
último libro es Contesting Democracy: Political Ideas in
Twentieth-Century Europe ("La impugnación de la
democracia. Las ideas políticas en la Europa del siglo
XX"). Copyright: Project Syndicate/Institute for Human Sciences,
2011)

Los falsos demócratas (a la hora de la verdad,
los políticos envidian al "régimen"
chino)

– El pueblo contra la policía (Project Syndicate
31/10/11)

(Por Naomi Wolf) Lectura recomendada

Nueva York.- Aparentemente los políticos
estadounidenses están hartos de la democracia. Por todo el
país, la policía, bajo las órdenes de las
autoridades locales, están desalojando los campamentos de
protesta establecidos por los miembros del movimiento "Ocupemos
Wall Street" -algunas con una escandalosa violencia brutal y
arbitraria.

En el incidente más grave hasta la fecha, cientos
de policías con equipo antimotines rodearon el campamento
del movimiento "Ocupemos Oakland" y dispararon balas de hule (que
pueden ser mortales), granadas de aturdimiento y gas
lacrimógeno, e incluso algunos oficiales apuntaron
directamente a los manifestantes. Los tweets de Ocupemos Oakland
parecían provenir de la Plaza Tahrir de El Cairo: "Nos
están rodeando"; "Cientos de policías"; "Hay
vehículos blindados y hummers". Hubo 170
detenidos.

Recientemente mi propio arresto, que sucedió a
pesar de que yo estaba observando pacíficamente los
términos de una autorización en una calle del
centro de Manhattan, hizo que la realidad de estas duras medidas
fuera palpable para mí. Los Estados Unidos despertaron
y descubrieron lo que se había hecho mientras
dormían: las empresas privadas han contratado a sus
policías (JPMorgan Chase donó 4.6 millones de
dólares al fondo de la policía de Nueva York); el
departamento federal de Seguridad Nacional ha dotado a
pequeños cuerpos de policía municipal de armas
militares; poco a poco se ha ido privando a los ciudadanos de los
derechos de libertad de expresión y de reunión
mediante la exigencia de permisos poco claros.

Súbitamente, los Estados Unidos se parecen al
resto de un mundo enojado que protesta y que no es completamente
libre. En efecto, la mayoría de los analistas no se han
dado cuenta del todo de que se está desarrollando una
guerra mundial. Una guerra mundial que es distinta a todas las
anteriores: por primera vez en la historia los pueblos del mundo
no se están identificando y organizando por nacionalidad y
religión, sino más bien en términos de una
conciencia global y de reclamos de una vida pacífica, un
futuro sostenible, justicia económica y una democracia
elemental. Su enemigo son las corporaciones globales que
controlan y compran gobiernos y legislaturas, que han creado sus
propios brazos armados que cometen fraudes económicos
sistémicos, y que saquean las riquezas y
ecosistemas.

En todo el mundo se acusa a los manifestantes
pacíficos de perturbar el orden. Sin embargo, la
democracia misma es perturbadora. Martin Luther King Jr.,
decía que perturbar pacíficamente el "orden normal"
es sano porque revela las injusticias encubiertas, que pueden
entonces abordarse. Lo ideal sería que en este
espíritu al alterar el orden los manifestantes se
mostraran disciplinados y no violentos –especialmente al
perturbar el tráfico. Con esto se mantiene al margen a los
provocadores y al mismo tiempo se subraya la
militarización injusta de la respuesta
policiaca.

Por otra parte, los movimientos de
protesta no triunfan en horas o días; normalmente exigen
la "ocupación" de zonas durante periodos largos. Esta es
una de las razones por las que los manifestantes deben obtener
sus propios fondos y contratar a sus propios abogados. A las
corporaciones les aterra que los ciudadanos exijan la
aplicación del Estado de derecho. En todos los
países los manifestantes deberían desplegar un
ejército de abogados.

Los manifestantes también
deberían tener sus propios servicios de prensa en lugar de
depender de los principales medios para informar de sus
actividades. Deben escribir blogs, editoriales, comunicados de
prensa y tweets, y también deben registrar y documentar
casos de abuso policíaco (y quién los
comete).

Por desgracia, hay muchos casos documentados de
provocadores violentos que se han infiltrado en manifestaciones
en lugares como Toronto, Pittsburgh, Londres y Atenas
–personas que un griego me describió como "conocidos
desconocidos". También es necesario fotografiar y tener un
registro de los provocadores, por lo que es importante no
cubrirse la cara al participar en una
manifestación.

Los manifestantes de los países
democráticos deben crear listas locales de correos
electrónicos, combinarlas a nivel nacional y comenzar a
inscribir votantes. Deben informar a sus representantes
cuántos votantes hay inscritos en cada distrito -y deben
organizarse para echar a los políticos represivos o
violentos. Además, deben apoyar a aquellos que respetan
los derechos de expresión y de reunión, como por
ejemplo en Albany, Nueva York donde la policía y el fiscal
local se negaron a reprimir a los manifestantes.

Muchos manifestantes insisten en seguir
sin líderes, lo que es un error. Un líder no tiene
por qué estar en la cima de una jerarquía: puede
ser un simple representante. Los manifestantes deben elegir a sus
representantes por un "periodo" limitado, como en cualquier
democracia y capacitarlos para tratar con la prensa y negociar
con los políticos.

Las protestas deben dar forma al tipo de sociedad civil
que sus participantes desean crear. Por ejemplo, en el parque
Zucotti de Manhattan, hay una biblioteca y una cocina; se donan
alimentos, los niños pueden pernoctar; y se organizan
sesiones de información. Los músicos deben llevar
sus instrumentos, y el ambiente debe ser alegre y positivo. Los
manifestantes deben limpiar los lugares que ocupan. La idea es
construir una ciudad nueva dentro de la ciudad corrupta y mostrar
que refleja a la mayoría de la sociedad y no a un grupo
marginal y destructor.

Después de todo, las demandas
de estos movimientos de protesta no son lo más profundo,
sino la incipiente infraestructura de una humanidad común.
Durante décadas, se ha ordenado a los ciudadanos que se
sometan -en un mundo fantástico de consumo o en la pobreza
y el trabajo pesado- y que dejen la dirección a las
élites. Las protestas son transformadoras precisamente
porque la gente sale se encuentra frente a frente y al reaprender
los hábitos de la libertad construyen nuevas
instituciones, relaciones y organizaciones.

Nada de eso puede suceder en un ambiente de violencia
política y policiaca contra manifestantes
democráticos pacíficos. Como alguna vez
preguntó Bertolt Brecht, después de la salvaje
represión por parte del régimen comunista de
Alemania oriental contra una protesta obrera en junio de 1953,
"¿No sería más fácil….que el
gobierno disolviera al pueblo y eligiera a otro?" En los Estados
Unidos y en muchos otros países, líderes que
supuestamente son democráticos parecen estar tomando muy
en serio la pregunta irónica de Brecht.

(Naomi Wolf es una activista política y
crítica social cuyo libro más reciente es: Give Me
Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. Copyright:
Project Syndicate, 2011)

"Tienen razón los manifestantes cuando dicen que
algo está mal en nuestro "sistema"".

La globalización de la protesta (Project
Syndicate – 4/11/11) Lectura recomendada

(Por Joseph E. Stiglitz)

Nueva York.- El movimiento de protesta que nació
en enero en Túnez, para luego extenderse a Egipto y de
allí a España, ya es global: la marea de protestas
llegó a Wall Street y a diversas ciudades de Estados
Unidos. La globalización y la tecnología moderna
ahora permiten a los movimientos sociales trascender las
fronteras tan velozmente como las ideas. Y la protesta social
halló en todas partes terreno fértil: hay una
sensación de que el "sistema" fracasó, sumada a la
convicción de que, incluso en una democracia, el proceso
electoral no resuelve las cosas, o por lo menos, no las resuelve
si no hay de por medio una fuerte presión en las
calles.

En mayo visité el escenario de las protestas
tunecinas; en julio, hablé con los indignados
españoles; de allí partí para reunirme con
los jóvenes revolucionarios egipcios en la plaza Tahrir de
El Cairo; y hace unas pocas semanas, conversé en Nueva
York con los manifestantes del movimiento Ocupar Wall Street. Hay
una misma idea que se repite en todos los casos, y que el
movimiento OWS expresa en una frase muy sencilla: "Somos el
99%".

Este eslogan remite al título de
un artículo que publiqué hace poco. El
artículo se titula "Del 1%, por el 1% y para el 1%", y en
él describo el enorme aumento de la desigualdad en los
Estados Unidos: el 1% de la población controla más
del 40% de la riqueza y recibe más del 20% de los
ingresos. Y los miembros de este selecto estrato no siempre
reciben estas generosas gratificaciones porque hayan contribuido
más a la sociedad (esta justificación de la
desigualdad quedó totalmente vaciada de sentido a la vista
de las bonificaciones y de los rescates); sino que a menudo las
reciben porque, hablando mal y pronto, son exitosos (y en
ocasiones corruptos) buscadores de rentas.

No voy a negar que dentro de ese 1% haya algunas
personas que dieron mucho de sí. De hecho, los beneficios
sociales de muchas innovaciones reales (por contraposición
a los novedosos "productos" financieros que terminaron provocando
un desastre en la economía mundial) suelen superar con
creces lo que reciben por ellas sus creadores.

Pero, en todo el mundo, la influencia política y
las prácticas anticompetitivas (que a menudo se sostienen
gracias a la política) fueron un factor central del
aumento de la desigualdad económica. Una tendencia
reforzada por sistemas tributarios en los que un multimillonario
como Warren Buffett paga menos impuestos que su secretaria (como
porcentaje de sus respectivos ingresos) o donde los especuladores
que contribuyeron a colapsar la economía global tributan a
tasas menores que quienes ganan sus ingresos
trabajando.

Se han publicado en estos últimos años
diversas investigaciones que muestran lo importantes que son las
ideas de justicia y lo arraigadas que están en las
personas. Los manifestantes de España y de otros
países tienen derecho a estar indignados: tenemos un
sistema donde a los banqueros se los rescató, y a sus
víctimas se las abandonó para que se las arreglen
como puedan. Para peor, los banqueros están otra vez en
sus escritorios, ganando bonificaciones que superan lo que la
mayoría de los trabajadores esperan ganar en toda una
vida, mientras que muchos jóvenes que estudiaron con
esfuerzo y respetaron todas las reglas ahora están sin
perspectivas de encontrar un empleo gratificante.

El aumento de la desigualdad es producto
de una espiral viciosa: los ricos rentistas usan su riqueza para
impulsar leyes que protegen y aumentan su riqueza (y su
influencia). En la famosa sentencia del caso Citizens United, la
Corte Suprema de los Estados Unidos dio a las corporaciones
rienda suelta para influir con su dinero en el rumbo de la
política. Pero mientras los ricos pueden usar sus fortunas
para hacer oír sus opiniones, en la protesta callejera la
policía no me dejó usar un megáfono para
dirigirme a los manifestantes del OWS.

A nadie se le escapó este
contraste: por un lado, una democracia hiperregulada, por el
otro, la banca desregulada. Pero los manifestantes son
ingeniosos: para que todos pudieran oírme, la multitud
repetía lo que yo decía; y para no interrumpir con
aplausos este "diálogo", expresaban su acuerdo haciendo
gestos elocuentes con las manos.

Tienen razón los manifestantes
cuando dicen que algo está mal en nuestro "sistema". En
todas partes del mundo tenemos recursos subutilizados (personas
que desean trabajar, máquinas ociosas, edificios
vacíos) y enormes necesidades insatisfechas: combatir la
pobreza, fomentar el desarrollo, readaptar la economía
para enfrentar el calentamiento global (y esta lista es
incompleta). En los Estados Unidos, en los últimos
años se ejecutaron más de siete millones de
hipotecas, y ahora tenemos hogares vacíos y personas sin
hogar.

Una crítica que se les hace a
los manifestantes es que no tienen un programa. Pero eso supone
olvidar cuál es el sentido de los movimientos de protesta.
Son ellos una expresión de frustración con el
proceso electoral. Son una alarma.

Las protestas globalifóbicas de 1999 en Seattle,
en lo que estaba previsto como la inauguración de una
nueva ronda de conversaciones comerciales, llamaron la
atención sobre las fallas de la globalización y de
las instituciones y los acuerdos internacionales que la
gobiernan. Cuando los medios de prensa examinaron los reclamos de
los manifestantes, vieron que contenían mucho más
que una pizca de verdad. Las negociaciones comerciales
subsiguientes fueron diferentes (al menos en principio, se dio
por sentado que serían una ronda de desarrollo y que
buscarían compensar algunas de las deficiencias
señaladas por los manifestantes) y el Fondo Monetario
Internacional encaró después de eso algunas
reformas significativas.

Es similar a lo que ocurrió en la década
de 1960, cuando en Estados Unidos los manifestantes por los
derechos civiles llamaron la atención sobre un racismo
omnipresente e institucionalizado en la sociedad estadounidense.
Aunque todavía no nos hemos librado de esa herencia, la
elección del presidente Barack Obama muestra hasta
qué punto esas protestas fueron capaces de cambiar a los
Estados Unidos.

En un nivel básico, los
manifestantes actuales piden muy poco: oportunidades para emplear
sus habilidades, el derecho a un trabajo decente a cambio de un
salario decente, una economía y una sociedad más
justas. Sus esperanzas son evolucionarias, no revolucionarias.
Pero en un nivel más amplio, están pidiendo mucho:
una democracia donde lo que importe sean las personas en vez del
dinero, y un mercado que cumpla con lo que se espera de
él.

Ambos objetivos están vinculados: ya hemos visto
cómo la desregulación de los mercados lleva a
crisis económicas y políticas. Los mercados solo
funcionan como es debido cuando lo hacen dentro de un marco
adecuado de regulaciones públicas; y ese marco solamente
puede construirse en una democracia que refleje los intereses de
todos, no los intereses del 1%. El mejor gobierno que el dinero
puede comprar ya no es suficiente.

(Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de
Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro
Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el
hundimiento de la economía mundial. Copyright: Project
Syndicate, 2011)

Antes los Marines USA, ahora la Iglesia UK, se ponen del
lado de los "indignados" (¿algo estará
cambiando?)

"En medio de la protestas contra el sistema
financiero en la catedral de San Pablo, en Londres, la Iglesia de
Inglaterra lanza una andanada de críticas contra banqueros
y altos ejecutivos, así como erigir un puente entre la
creación de riqueza y los urgentes reclamos de la
ética"…
Iglesia de Inglaterra arremete contra
banqueros (BBCMundo – 6/11/11)

La Iglesia de Inglaterra acusa a banqueros, ejecutivos y
financistas de "zafarse de sus ataduras morales". La andanada
crítica se produce a una semana de que la Iglesia se
negara a desalojar a los "indignados" que protestan contra el
sistema financiero global, acampando en terrenos de la catedral
de San Pablo.

Las acusaciones incluyen la del arzobispo de York, John
Sentamu, quien afirma que los salarios de estos ejecutivos
están originando una brecha insalvable entre pobres y
ricos, lo que erosiona la cohesión de una
sociedad.

"Se me hace difícil imaginar una forma más
elocuente de decirle a alguien lo poco que vale que pagarle la
tercera parte del uno por ciento de sus ingresos", dice Sentamu.
La crítica viene acompañada de castigo: el
arzobispo exige que no se les otorguen honores ni reconocimientos
a estos financistas.

El canónigo Giles Fraser, quien renunció a
su puesto en la catedral de San Pablo por los planes de desalojar
a los manifestantes, expresó en Radio 4 de la BBC que la
Iglesia tenía la obligación de destacar el costo
humano de la injusticia financiera.

Para Fraser, el distrito financiero de Londres, la milla
cuadrada donde se efectúan millonarias transacciones
día a día, ha perdido su marco moral en la misma
medida en que la tecnología ha reemplazado la
interacción humana.

"El hecho de que las transacciones descansan ahora menos
en el contacto humano directo puede explicar, en cierta medida,
por qué un sentido de obligación moral tiende a
mostrarse ausente", afirma.

Es probable que lo dicho por Fraser y sus asesores
exacerbe las fricciones de la Iglesia con el sector financiero.
Se teme que las palabras del clérigo disuadan a los
donantes del distrito financiero, que entregan cada año
millones de libras a San Pablo, de seguir haciendo su
aporte.

Sin embargo, la Iglesia no ha quemado todas sus naves en
su relación con el sector financiero. El obispo de Londres
Richard Chartres designó a Ken Costa para dirigir un
diálogo permanente entre los manifestantes contra el
capitalismo y el distrito financiero de la capital
británica. Costa, un devoto anglicano y banquero de tomo y
lomo por tres décadas, hace una exposición de su
credo en un artículo del periódico británico
The Sunday Telegraph.

El banquero cree reconocer dos verdades palmarias. Una,
que la economía de mercado es el sistema más
exitoso inventado por el hombre para satisfacer sus necesidades
materiales, y dos, que el mercado ha sacudido sus fundamentos
morales, con desastrosas consecuencias. Por lo tanto, dice Costa,
citando al primer ministro británico, el conservador David
Cameron, "hay que devolverle al mercado su marco
moral".

Junto con afirmar que no es la ley la que hace al buen
ciudadano, Costa lanza sobre la mesa algunas cartas que ya
habían aparecido sobre el tapete, cuando los indignados de
Londres y otros lugares gritaron: "¡Trampa!"

Primero, Ken Costa afirma que es necesario cambiar los
términos del debate entre capitalismo y opositores, donde
apenas se habla de distribución. Para el banquero, lo
primero es la creación de la riqueza y, después,
los impuestos a las ganancias.

En un quid pro quo que muchos objetarían el
articulista propone que, así como el mercado debe
reformarse, el Estado también debe hacerlo, porque "los
que están en el poder deben entender que los gobiernos son
incapaces de crear nuevos trabajos o riqueza…".

Y en cuanto a la instauración de un "nuevo
equilibrio entre el riesgo, la responsabilidad y la recompensa",
Costa no oculta que sus simpatías están del lado de
los conocidos códigos de conducta voluntarios y no de la
legislación y los reglamentos.

Llega la hora de los "bastones largos" (fin de la
primavera "Occupy")

"La policía de Londres arrestó un
número todavía no confirmado de estudiantes que
intentaron montar un campamento en la Plaza de Trafalgar, en el
centro de la ciudad, como parte de la multitudinaria protesta de
este miércoles contra las matrículas que
empezarán a cobrar las universidades británicas el
próximo año lectivo"…
Londres:
policía desmantela campamentos de estudiantes en la Plaza
de Trafalgar (BBCMundo – 9/11/11)

La marcha, en la que participaron jóvenes y
docentes, denuncia la aprobación de una medida que permite
a las universidades cobrar hasta US$ 14.000 al
año.

La policía desmanteló decenas de carpas y
dispersó a varios manifestantes.

En las protestas del año pasado por este mismo
motivo, que fueron más concurridas, se registraron
episodios de violencia al margen de la marcha, por lo que esta
tarde había unos 4.000 efectivos policiales en las calles
que transitaron los manifestantes.

"La policía dio abrupto fin al campamento de
dos meses de Occupy Wall Street en el parque Zuccotti de Nueva
York el martes por la mañana, cuando cientos de agentes
desalojaron los a manifestantes y sus carpas"…
La
policía desaloja a los "indignados" de Nueva York (The
Wall Street Journal – 15/11/11)

La policía arrestó a 70 manifestantes que
se negaron a irse y envió a otros a calles
aledañas, desencadenando choques y marchas por el bajo
Manhattan.

La incursión representa un viraje drástico
en lo que se había convertido en una saga irritante para
el alcalde Nueva York, Michael Bloomberg. Pone fin a
interrogantes sobre la calidad de vida y la seguridad
pública en el parque y sus inmediaciones, que
habían sido ocupados por manifestantes. Pero no
está claro si la evacuación dará fin a las
protestas o las empujará en una nueva fase volátil,
más difícil de controlar para la
policía.

El parque Zuccotti fue la cuna y escenario principal de
lo que se ha convertido en una oleada de manifestaciones en todo
el país contra rescates corporativos y la desigualdad
económica. La dispersión de los manifestantes en el
bajo Manhattan es la más reciente, y la de más alto
perfil, de una serie de campañas policiales contra
campamentos en todo el país.

Bloomberg rápidamente asumió la
responsabilidad de la medida, diciendo en un comunicado difundido
antes de la madrugada que los propietarios del parque
habían pedido la ayuda de la alcaldía para velar
por las reglas que prohíben dormir allí, pero que
la "la decisión final de actuar fue
mía".

El Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva
York intervino poco después de la 1 de la madrugada,
cuando cientos de agentes en uniformes antimotines rodearon la
pequeña plaza, de propiedad privada. Encendieron grandes
baterías de luces. Algunos usaron altavoces para advertir
a quienes dormían allí que la zona sería
temporalmente evacuada para tareas de limpieza y despejar
estructuras ilegales.

Pronto se corrió la voz por Twitter y por
vía de un sistema de alerta de mensaje de texto que
mantenían los manifestantes. Algunos policías
caminaban por el parque entregando volantes del propietario del
parque, Brookfield Office Properties Inc, que explicaban el
desalojo.

Muchos se fueron. Otros no. Uno estaba parado sobre una
mesa en el centro del parque y dijo, "Si usted está
aquí para proteger nuestro país, quédese
aquí. Si está aquí para salvar este parque,
desobedezca órdenes".

La policía y trabajadores de sanidad caminaban
entre las carpas y las recogían, apilándolas en un
rincón del parque. Un grupo grande de manifestantes
seguía sentado tomado del brazo cerca de la cocina del
campamento.

Stevie Bates, manifestante de 18 años del Bronx,
quien dijo que estaba entre las personas sentadas cerca de la
cocina, calificó las protestas de pacíficas y dijo
que había ofrecido galletas a algunos policías.
Dijo que un policía la golpeó con un bastón
pero que no resultó lastimada.

"Me empujaron del parque. Todas mis cosas se perdieron",
dijo Bates. "No nos dieron nada de tiempo… Pasaron por encima
de nosotros, completamente por encima de todos".

Billie Greenfield y Jeremy Letto, ambos de 24
años, cargaban con dos contenedores y varias bolsas
repletas con sus pertenencias delante del World Trade Center
mientras se alejaban del parque.

Letto, residente de Bushwick, Brooklyn, dijo que ambos
estaban hablando en una carpa cuando el parque fue iluminado con
reflectores y la policía comenzó a dar
órdenes. Un policía vino luego a su carpa y
leyó de un comunicado escrito, diciéndoles que se
fueran. Ambos decidieron empacar e ir al apartamento de
Greenfield en el Upper West Side para reagruparse.

"Nos dieron de 15 a 20 minutos para juntar nuestra ropa
y víveres", dijo Greenfield. "Destruyeron
prácticamente todo lo demás. Tiraron abajo las
carpas y las pusieron en camiones de basura".

"Agarré lo que pude", dijo Letto. "Si la
intención de uno era irse, daban suficiente tiempo para
irse. Fue realmente sorprendente cuán rápidamente
despejaron todo".

Mientras un cordón policial impedía el
ingreso de gente al parque durante la redada, los manifestantes
levantaron sus manos en señal de paz y sostenían
cámaras para filmar el encuentro. Algunos abucheaban a la
policía y los insultaban. Otros decían que los
agentes tan solo cumplían órdenes.

"¡Estamos tratando de cambiar el mundo!", dijo
Brendan Sanders a un agente.

"Ustedes tienen que leer la ley", respondió el
oficial.

Una hora después de que comenzara la redada, la
mayoría de las estructuras que habían servido como
germen de una ciudad en miniatura en semanas recientes fueron
desmanteladas por trabajadores del Departamento de Sanidad
vestidos con uniformes verdes. Las carpas de la biblioteca, el
centro de prensa, ayuda legal, información y sanidad
fueron desmanteladas, y colocadas en contenedores rodantes de
basura.

Esta vez, la redada sorpresa dejó poco tiempo
para que los políticos disintieran o los manifestantes se
prepararan. Para las 5:30 de la madrugada, una
fantasmagórica calma había descendido sobre el
parque Zuccotti, que apenas horas antes alojaba a una multitud
briosa.

Los trabajadores de sanidad usaron máquinas de
lavado para fregar el suelo. El aire olía a gases de
caño de escape y jabón. Decenas de más
trabajadores vestidos con chalecos fosforescentes limpiaban las
calles con trapeadores y baldes.

Se permitiría que los manifestantes vuelvan al
parque cuando reabra el martes por la mañana, dijo
Bloomberg en su comunicado, pero no podrían restablecer su
campamento.

"Los manifestantes han tenido dos meses para ocupar el
parque con carpas y bolsas de dormir", dijo el alcalde. "Ahora
tendrán que ocupar el espacio con el poder de sus
argumentos".

Krugman corrige: nosotros no somos el 99%, "nosotros
somos en 99,9%"

– Somos el 99,9% (El País – 11/12/11)
Lectura recomendada

(Por Paul Krugman)

"Nosotros somos el 99%" es un gran eslogan. Define
correctamente el problema como una oposición entre la
clase media y la élite (en vez de entre la clase media y
los pobres). Y también va más allá de la
idea consagrada, reiterada pero errónea, de que la
creciente desigualdad se deriva principalmente de que a la gente
culta le va mejor que a la que tiene menos cultura; los que
más han salido ganando en esta nueva Edad de Oro han sido
un puñado de gente muy rica, no licenciados universitarios
en general.

Sin embargo, el eslogan del 99% apunta
en todo caso demasiado bajo. Una gran parte de las ganancias del
1% más rico se concentran en un grupo todavía
más pequeño, el 0,1% más alto (la
milésima parte más rica de la
población).

Y en Estados Unidos, mientras que los demócratas,
en líneas generales, quieren que la superélite
contribuya al menos en parte a la reducción del
déficit a largo plazo, los republicanos quieren rebajarle
los impuestos y al mismo tiempo recortar la Seguridad Social y la
asistencia médica en nombre de la disciplina
fiscal.

Antes de llegar a esas discrepancias políticas,
veamos unas cuantas cifras.

El último informe de la Oficina Presupuestaria
del Congreso sobre la desigualdad no analizaba detalladamente el
1% más alto, pero un informe anterior, que solo llegaba
hasta 2005, sí lo hacía. De acuerdo con ese
informe, entre 1979 y 2005 los ingresos después de
impuestos y ajustados a la inflación de los
estadounidenses con una posición media en la
distribución de la renta aumentaron un 21%. El
número equivalente para el 0,1% más rico
aumentó un 400%.

En su mayoría, estas enormes ganancias reflejaban
un aumento drástico en la parte de la renta antes de
impuestos correspondiente a la superélite. Pero
también ha habido grandes reducciones de impuestos que han
favorecido a los ricos. En concreto, los impuestos sobre las
plusvalías son mucho más bajos que en 1979, y la
milésima parte más rica de los estadounidenses
representan la mitad de todos los ingresos derivados de las
plusvalías.

Teniendo en cuenta estos antecedentes,
¿por qué defienden los republicanos nuevas rebajas
fiscales para los muy ricos al tiempo que advierten sobre los
déficits y exigen recortes drásticos en los
programas de Seguridad Social?

Pues bien, aparte de gritar "¡Guerra de clases!"
siempre que se plantean estas preguntas, la respuesta habitual es
que la superélite "crea empleo", o sea, que hace una
aportación especial a la economía. Por eso, lo que
necesitan saber es que esto es economía mala. De hecho,
sería economía mala incluso si EEUU tuviera la
economía de mercado perfecta e ideal de las quimeras
conservadoras.

Después de todo, en una economía de
mercado ideal, a cada trabajador se le pagaría exactamente
lo que él o ella aporta a la economía al decidirse
a trabajar, ni más ni menos. Y esto sería
igualmente válido para los trabajadores que ganan 30.000
dólares al año y para los ejecutivos que ingresan
30 millones al año. No habría ninguna razón
para considerar que las aportaciones de los que se embolsan 30
millones de dólares merecen un tratamiento
especial.

Pero, dirán ustedes, los ricos pagan impuestos. Y
en efecto, así es. Y podrían -y deberían,
desde el punto de vista del 99,9%- pagar una parte
considerablemente mayor, en vez de optar a todavía
más exenciones fiscales, a pesar de la supuesta crisis
presupuestaria, por todas las cosas magníficas que se
supone que hacen.

Así y todo, ¿no es verdad que algunos de
los muy ricos se hacen así de ricos creando innovaciones
que son mucho más valiosas para el mundo que la renta que
reciben? Claro que sí, pero si se fijan en quiénes
componen realmente ese 0,1%, es difícil no llegar a la
conclusión de que, en general, a los miembros de la
superélite se les paga de más, no de menos, por lo
que hacen.

Porque, ¿quiénes son ese
0,1%? Muy pocos de ellos son innovadores a lo Steve Jobs: la
mayoría de ellos son mandamases de empresas y embaucadores
financieros. Según un análisis reciente, el 43% de
la superélite son ejecutivos de empresas no financieras;
el 18% se dedica a las finanzas, y otro 12% son abogados o
están en el sector inmobiliario. Y estas no son, por
decirlo suavemente, profesiones en las que exista una clara
relación entre los ingresos de alguien y su
aportación a la economía.

La paga de los ejecutivos, que se ha
disparado durante la última generación, la deciden
unas juntas directivas nombradas por esas mismas personas cuyo
sueldo establecen; los consejeros delegados que hacen una mala
labor reciben de todas maneras nóminas espléndidas,
y hasta los ejecutivos fracasados y despedidos a menudo reciben
millones según salen por la puerta.

Mientras tanto, la crisis
económica ha demostrado que gran parte del valor aparente
creado por las finanzas modernas era un espejismo. Como lo
expresaba recientemente el director de estabilidad financiera del
Banco de Inglaterra, la supuestamente alta rentabilidad antes de
la crisis sencillamente reflejaba un aumento del riesgo, un
riesgo que corrían no los propios embaucadores, sino los
inversores ingenuos o los contribuyentes, que acabaron cargando
con el muerto cuando todo salió mal. Y como
señalaba mordazmente," si la creación de riesgo
fuera una actividad con valor añadido, los que juegan a la
ruleta rusa contribuirían desproporcionadamente al
bienestar mundial".

Entonces, ¿debería el 99,9% odiar al 0,1%?
No, ni mucho menos. Pero debería hacer caso omiso de toda
la propaganda sobre la "creación de empleo" y exigir que
la superélite pague muchos más
impuestos.

Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton
y premio Nobel 2008. © 2011 New York Times
Service)

Decíamos ayer…

(Mi convocatoria a la rebelión de los
jóvenes, viene de lejos. Sirva como referencia lo escrito
a principios del año 2007, cuando muchos -aun-
permanecían anestesiados)

Del Paper- Desempleo juvenil: de la inactividad al
desaliento – ¿Qué están esperando?
(Convocatoria a la rebelión de la "sociedad de los
conformes
"), publicado el 15/3/07

Monografias.com

Convocatoria a la rebelión de la "sociedad de los
conformes"

En su libro "Antes del fin" (Memorias), Ernesto Sabato,
1998, Grupo Editorial Planeta, nos dice:

"Quizá, por mi formación anarquista, he
sido siempre una especie de francotirador solitario,
perteneciendo a esa clase de escritores que, como
señaló Camus: "Uno no puede ponerse del lado de
quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la
padecen". El escritor debe ser testigo insobornable de su tiempo,
con coraje para decir la verdad, y levantarse contra todo
oficialismo que, enceguecido por sus intereses, pierde de vista
la sacralidad de la persona humana. Debe prepararse para asumir
lo que la etimología de la palabra testigo le advierte:
para el martirologio. Es arduo el camino que le espera: los
poderosos lo calificarán de comunista por reclamar
justicia para los desvalidos y los hambrientos; los comunistas lo
tildarán de reaccionario por exigir libertad y respeto por
la persona. En esa tremenda dualidad vivirá el desgarro y
lastimado, pero deberá sostenerse con uñas y
dientes.

De no ser así, la historia de los tiempos
venideros tendrá toda la razón de acusarlo por
haber traicionado lo más preciado de la condición
humana"…

Sin llegar a la "estatura" intelectual del "Maestro", ni
siquiera "usurpando" la categoría de escritor; aceptando
mis limitaciones de entendimiento y el humilde oficio de "testigo
de cargo" al hilo del vivir (alguna vez me autotitulé
"escribidor" o "preguntero", y fue mucho), he intentado seguir
sus "enseñanzas", respetar sus "postulados" y…
hacerme "uno con el prójimo". Otra cosa es ver si lo he
logrado…

El siguiente párrafo del "Maestro" que deseo
compartir con ustedes, es éste:

"Veo las noticias y corroboro que es inadmisible
abandonarse tranquilamente a la idea de que el mundo
superará sin más la crisis que
atraviesa"…

Finalizaré las citas (es tanta mi
admiración, que podría seguir y seguir…) de
esta manera:

"Los jóvenes lo sufren: ya no quieren tener
hijos. No cabe escepticismo mayor.

Así como los animales en cautiverio, nuestras
jóvenes generaciones no se arriesgan a ser padres. Tal es
el estado del mundo que les estamos entregando.

La anorexia, la bulimia, la drogadicción y la
violencia son otros de los signos de este tiempo de angustia ante
el desprecio por la vida de quienes nos mandan.

¿Cómo podríamos explicarles a
nuestros abuelos que hemos llevado la vida a tal situación
que muchos jóvenes se dejan morir porque no comen o
vomitan los alimentos? Por falta de ganas de vivir o por cumplir
con el mandato que nos inculca la televisión: la flacura
histérica.

Cientos de miles de jóvenes son drogadictos.
Andan como bandas por las plazas del mundo.

Todo hace pensar que la Tierra va en camino de
transformarse en un desierto superpoblado. No es casual que en
una de las últimas Cumbres Ecológicas se hayan
previsto guerras, en un futuro no muy lejano, para la
obtención de agua potable.

Este paisaje fúnebre y desafortunado es obra de
esa clase de gente que se ha reído de los pobres diablos
que desde hace tantos años lo veníamos advirtiendo,
aduciendo que eran fábulas típicas de escritores,
de poetas fantasiosos.

Según esa versión semántica que
traen las lenguas, el epíteto de realistas señala a
individuos que se caracterizan por destruir todo género de
realidad, desde la más candorosa naturaleza, hasta el alma
de hombres y niños.

Si bien los optimistas impertérritos arguyen que
la humanidad ha sabido siempre sobreponerse a los bárbaros
acontecimientos, de ninguna manera estamos en condiciones de
poder confiar en esta clase de sofismas. En primer lugar, porque
hay civilizaciones enteras que jamás se recuperaron, y en
segundo, porque atravesamos una crisis total y
planetaria"…

Ustedes eligen…

Formar parte del porcentaje descendente de
jóvenes empleados o luchar.

Formar parte del porcentaje creciente de jóvenes
desempleados o luchar.

Seguir compartiendo la persistencia de la pobreza entre
casi el 56 por ciento de los trabajadores jóvenes o
luchar.

Formar parte de los jóvenes desempleados (85
millones), o de los jóvenes trabajadores pobres (300
millones a nivel de US$ 2 al día), o de los jóvenes
desalentados (estimado grosso modo en 20 millones), o
luchar.

Formar parte de más de la tercera parte de la
población juvenil que sufre de un déficit de
oportunidades de trabajo decente o luchar.

Conseguir un puesto de trabajo donde las condiciones
laborales tienden a estar por debajo de lo que se considera
"decente y productivo" o luchar.

Estar más expuestos a largas jornadas de trabajo,
a contratos temporales o informales con bajos salarios, una
protección social escasa o inexistente, y a no tener voz
en el trabajo o luchar.

Aceptar la sensación de vulnerabilidad,
inutilidad y ociosidad que la incapacidad de encontrar trabajo
genera o luchar.

Continuar aceptando que la posibilidad de estar
desempleado triplique a la de los adultos o luchar.

Ser uno de cada tres integrantes de la población
juvenil mundial (de 1,1 mil millones de personas entre 15 y 24
años) que está buscando trabajo sin éxito o
luchar.

Ser de los jóvenes desempleados que conforman
casi la mitad (43,7 por ciento) del total de los desempleados del
mundo, a pesar que son sólo 25 por ciento de la
población en edad de trabajar o luchar.

Ser alguno de los 125 millones de jóvenes
trabajadores pobres (lo que significa que más del 20 por
ciento de los jóvenes empleados vivían en un hogar
donde había menos de US$ 1 al día por persona en el
2005) o luchar.

Seguir tolerando que se les ignore en las estrategias
nacionales para reducir la pobreza y en la promoción del
desarrollo sostenible o luchar.

Prolongar el desaliento y la vulnerabilidad que produce
el estar desempleado por un largo tiempo, así como el
difícil proceso de reintegrarse a la fuerza laboral, con
el peligro de sentirse inútil y de distanciarse de la
sociedad o luchar.

Formar parte del porcentaje de los jóvenes que se
retirarán del mercado de trabajo y ni siquiera
buscarán trabajo más o luchar.

Formar parte del porcentaje de jóvenes que ni
trabajan ni estudian, inutilizando una buena parte del potencial
laboral de la población o luchar.

Soportar una posición de debilidad no solamente
como trabajadores, sino también como agentes de cambio; no
poder ejercer sus derechos de ciudadanos porque tienen derechos
limitados como trabajadores o no tienen derechos; no poder darle
a sus hijos y dependientes un mejor futuro porque no ganan lo
suficiente para levantarse de la pobreza junto con su familia; no
poder esperar una seguridad de ingreso a medida que ejercen
porque no tienen acceso a la protección social o
luchar.

Consentir que la vulnerabilidad de los jóvenes en
el mercado de trabajo pueda resultar en la pérdida de su
autoestima, la exclusión social, el empobrecimiento, el
ocio, la potencial atracción hacia actividades ilegales y
finalmente sentimientos de frustración con su
situación y al apuntamiento de sus frustraciones a la
sociedad que las creó o luchar.

Formar parte de los jóvenes que trabajan en
condiciones insatisfactorias, determinadas por cualquier
número de características cualitativas (horas,
remuneración inadecuada, mal uso de sus habilidades, falta
de seguridad, falta de beneficios…), y caer bajo la muy
amplia categorización de "jóvenes subempleados" y,
por lo tanto constituir una parte de los jóvenes que caen
dentro del déficit de oportunidades de trabajo decente o
luchar.

Ser alguno de los jóvenes trabajadores pobres
-125 millones de jóvenes al nivel de US$ 1 al día
en 2005, o 22,7 por ciento de los jóvenes empleados-
quienes debido al rendimiento remunerativo inadecuado de su
trabajo fácilmente clasificarían como
jóvenes que no tienen oportunidades de trabajo decente o
luchar.

Regresar a la Edad Media "entonando" la "Oda al despido
libre" según la música del Club de Bilderberg, la
Trilateral Commission, el Council of Foreign Relations o el Foro
Económico Mundial (Davos) y la letra de la OCDE, el FMI,
el BM, o la OMC o luchar.

Aceptar la hipocresía (incluida en la
música y letra de la Oda al despido libre) de que una
legislación de protección del empleo menos estricta
facilita el que los empresarios contraten a más
trabajadores, mejorando las oportunidades laborales de aquellos
grupos que tienen dificultades de acceso al mercado laboral,
tales como los jóvenes o las mujeres o luchar.

Consentir la falsedad (incluida en la música y
letra de la Oda al despido libre) de la necesidad de incrementar
la "flexibilidad laboral" y el uso de horarios laborales "no
normalizados", incluidos el aumento del empleo a tiempo parcial,
el trabajo fuera de los horarios laborales usuales y horarios
laborales variables o luchar.

Tolerar la ficción (incluida en la música
y letra de la Oda al despido libre) de que las políticas
de estimulación en el mercado laboral serían
más eficaces si se atacasen los obstáculos a la
demanda, por ejemplo, creando un entorno de apoyo a la
política macroeconómica, estimulando la competencia
en el mercado de bienes o flexibilizando las normativas de empleo
excesivamente rígidas o luchar.

Soportar la afrenta (incluida en la música y
letra de la Oda al despido libre) de que una forma de fomentar la
motivación laboral consiste, simplemente, en recortar las
prestaciones y su duración o luchar.

Admitir las medidas (incluidas en la música y
letra de la Oda al despido libre) que potencien horarios de
trabajo flexible y el trabajo a tiempo parcial -aplicados
mediante convenios entre empresarios y trabajadores- en la
"ridícula fantasía" de que pueden contribuir a
crear una mayor elección para los trabajadores en
relación con los horarios laborales y a promover la
participación de ciertos grupos, tales como los padres
jóvenes o los viejos trabajadores o luchar.

Conformarse con el dogma (incluido en la música y
letra de la Oda al despido libre) de que una legislación
demasiado estricta obstaculizará la movilidad laboral,
reducirá la eficacia dinámica de la economía
y restringirá la creación de empleo o
luchar.

Transigir con la doctrina de la "flexiseguridad"
(incluida en la música y letra de la Oda al despido libre)
como un enfoque que facilita la contratación y el despido
al tiempo que proporciona servicios de reinserción laboral
eficaces y rentas de ayuda a quienes pierden su empleo o
luchar.

Resignarse a que las negociaciones salariales tanto
centralizadas como descentralizadas (incluidas en la
música y letra de la Oda al despido libre) dan mejores
resultados en términos de empleo que las negociaciones a
escala sectorial o luchar.

Aceptar que el crecimiento económico mundial no
se traduzca en la generación de empleos de calidad
necesarios para avanzar en la reducción de la pobreza o
luchar.

Admitir que la mitad de los trabajadores no obtengan
suficientes ingresos para superar, ellos y sus familias, el
umbral de la pobreza, que se cifra en dos dólares de los
Estados Unidos al día o luchar.

Consentir que la cuestión de la seguridad en el
empleo y de los ingresos de los trabajadores del mundo no haya
sido una prioridad en el momento de diseñar las
políticas o luchar.

Tolerar que para millones de trabajadores, los nuevos
empleos apenas proporcionen ingresos que permitan superar el
nivel de pobreza, o bien se encuentren muy por debajo de lo que
cabría calificar de trabajo satisfactorio y productivo o
luchar.

Convivir con la inseguridad personal que genera la
relocalización o luchar.

Admitir el argumento de que la globalización
traerá beneficios a largo y corto plazo para todos,
mientras se acaba de perder el trabajo a causa de la
globalización o luchar.

Aceptar que los mediáticos gurúes les
impongan las tendencias decidiendo por ustedes cómo tienen
que vestirse, dónde invertir, qué y dónde
comer, cómo deben vivir, pensar, sentir y votar o
luchar.

Resignarse a que el mercado -a través de la
seducción publicitaria asociada a esa caja amplificadora
que son los medios de comunicación– mande, asuma una
verdad, imponga ideas y tendencias sobre cómo se debe
pensar, sentir y vivir o luchar.

Ser cómplice (por acción u omisión)
de la proyección de las tendencias actuales, que anticipan
que para el año 2050 la humanidad estará usando dos
veces el valor de los recursos naturales del planeta, en caso de
que estos recursos siguieran existiendo o luchar.

Ser colaborador (por acción u omisión) en
el robo de los recursos del planeta a nuestros descendientes,
consumiendo mucho más de lo que podemos, o
luchar.

Continuar con la actividad humana (por acción u
omisión) que está desencadenando cambios sin
precedentes en varios millones de años o
luchar.

Acelerar (por acción u omisión) el cambio
climático que podría reducir el crecimiento
económico mundial en una quinta parte o luchar.

Encubrir (por acción u omisión) el riesgo
de que hasta 200 millones de personas puedan convertirse en
refugiadas en la medida que sus hogares sean golpeados por las
sequías o las inundaciones o luchar.

Seguir bailando en la cubierta del Titanic hasta que
choque con el iceberg, creyendo que los botes salvavidas
alcanzaran para alguien más que los ricos y los hijos de
los ricos o luchar.

Ser hijos de la televisión, entrenados para
contemplar la vida en lugar de hacerla, y encogerse de hombros o
luchar

Convencerse de que la servidumbre es vuestro destino y
la impotencia vuestra naturaleza: admitir de que "no se puede"
decir, "no se puede" hacer, "no se puede" ser o
luchar.

Dicen los que saben…

(Ernesto Sabato, op. cit.): "No quiero morirme sin
decirles estas palabras. Tengo fe en ustedes. Les he escrito
hechos muy duros, durante largo tiempo no sabía si
volverles a hablar de lo que está pasando en el mundo. El
peligro en que nos encontramos todos los hombres, ricos y
pobres.

Esto es lo que ellos no saben, los hombres del poder. No
saben que sus hijos también están en esta pobre
situación.

No podemos hundirnos en la depresión, porque es
de alguna manera, un lujo que no pueden darse los padres de los
chiquitos que se mueren de hambre. Y no es posible que nos
encerremos cada vez con más seguridades en nuestros
hogares.

Tenemos que abrirnos al mundo. No considerar que el
desastre está afuera, sino que arde como una fogata en el
propio comedor de nuestras casas. Es la vida y nuestra tierra las
que están en peligro…

Sí, muchachos, la vida del mundo hay que tomarla
como la tarea propia y salir a defenderla. Es nuestra
misión.

No cabe pensar que los gobiernos se van a ocupar. Los
gobiernos han olvidado, casi podría decirse que el mundo
entero, que su fin es promover el bien común.

La solidaridad adquiere entonces un lugar decisivo en
este mundo acéfalo que excluye a los diferentes. Cuando
nos hagamos responsables del dolor del otro, nuestro compromiso
nos dará un sentido que nos colocará por encima de
la fatalidad de la historia.

Pero antes habremos de aceptar que hemos fracasado. De
lo contrario volveremos a ser arrastrados por los profetas de la
televisión, por los que buscan la salvación en la
panacea del hiperdesarrollo. El consumo no es un sustituto del
paraíso.

La situación es muy grave y nos afecta a todos.
Pero, aun así, hay quienes se esfuerzan para no traicionar
los nobles valores. Millones de seres en el mundo sobreviven
heroicamente en la miseria. Ellos son los
mártires"…

(Günter Grass, Mi siglo, 1999, Alfaguara): "1932.
Tenía que ocurrir algo. En cualquier caso, las cosas no
podían seguir así, con decretos de urgencia y
elecciones continuas. Sin embargo, en principio, hasta hoy no ha
cambiado mucho. Bueno, estar sin trabajo entonces y parado ahora
no es exactamente lo mismo. En aquella época no se
decía "estoy sin trabajo", sino "voy a que me
estampillen". Por alguna razón, eso parecía
más activo. La verdad es que nadie quería reconocer
que no tenía trabajo. Se consideraba una vergüenza.
En cualquier caso, cuando en el colegio o en la catequesis me
preguntaba el reverendo Watzek, yo decía: "Mi padre va a
que lo estampillen", mientras que mi nieto dice ahora
tranquilamente: "Vivo del subsidio". Es verdad, cuando
Brüning estaba en el poder, eran unos seis millones, pero
ahora estamos otra vez en cinco, bien contados. Por eso hoy se
escatima el dinero y se compra sólo lo más
necesario. En principio, las cosas no han cambiado. Sólo
que en el treinta y dos, cuando llevaba ya tres inviernos yendo a
que lo estampillaran, a Padre hacía tiempo que lo estaban
descontando, y le reducían la asistencia social cada dos
por tres. Tres marcos con cincuenta a la semana cada vez. Y como
mis hermanos iban los dos a que los estampillaran, y sólo
mi hermana Erike, vendedora en Tietz, traía a casa un
verdadero salario, Madre no llegaba a reunir siquiera doscientos
marcos semanales para la casa. Eso no bastaba en absoluto, pero
en nuestra vecindad ocurría lo mismo en todas partes.
¡Ay de quien agarraba la gripe o lo que fuera! Sólo
por el certificado había que apoquinar cincuenta pfennig.
Echar medias suelas a los zapatos abría un agujero en las
finanzas. El carbón comprimido costaba unos dos marcos el
quintal. Sin embargo, en las cuencas los montones aumentaban.
Naturalmente, estaban vigilados, estrictamente además, con
alambre de espino y perros. Y el colmo eran las patatas de
invierno. Tenía que ocurrir algo, porque el sistema entero
estaba podrido. En principio, hoy ocurre lo mismo. También
las esperas en la oficina de empleo…

Bueno, las cosas no son ahora tan malas, aunque pueden
empeorar. En cualquier caso, entonces había algo
así como el servicio social para los llamados desempleados
de la beneficencia. En nuestro caso, en Remscheid, tenían
que apencar en la presa, construyendo caminos. Padre
también, porque vivíamos de la beneficencia. En
aquella época, como los caballos eran demasiado caros,
enganchaban a unos veinte hombres a una apisonadora de no
sé cuántos quintales y, a la voz de "¡arre!",
arrancaban. A mí no me dejaban ir a mirar, porque Padre,
que en otro tiempo fue maquinista jefe, se avergonzaba ante su
hijo. Sin embargo, en casa lo oía llorar cuando en la
oscuridad, estaba echado junto a Madre. Ella no lloraba, pero al
final, poco antes de la toma del poder, no hacía
más que decir: "Peor no puede ser". Una cosa así no
puede pasarnos hoy, he dicho a mi nieto, para tranquilizarlo,
cuando se dedica como siempre a hablar mal de todo.

-Tienes razón -me respondió el rapaz-, por
muy mal que esté lo del trabajo, las acciones en la Bolsa
no hacen más que subir".

(Ricardo Negroni, en una de esas "cartas semanales" que
regala a mi intelecto): A propósito de un joven italiano
de 32 años, que luego de decidir irse a vivir a Buenos
Aires, Argentina (para mi sorpresa), resuelve, después de
un año, marcharse de allí (volviendo a
sorprenderme, pero esta vez en sentido contrario).

"Las decisiones de este personaje no tienen mucha
relación con tus razonamientos. Es, como diría
Hanglin (periodista argentino), un "macho posmoderno", no tiene
obligaciones, gasta poco, tiene una razonable preparación
técnica que le permite conseguir trabajo donde esté
y no quiere ningún compromiso. Está planificando su
ida de la Argentina porque se dio cuenta que con lo que gana
aquí no puede ahorrar como para volver a Italia una vez
por año o cada dos años. No le molesta ni la
desorganización del país, ni la injusticia, ni nada
de eso; es más, él está encantado de vivir
aquí y ama Buenos Aires a la que considera una ciudad
fascinante. Su plan no es volver a Italia, sino irse a Singapur,
donde, según él, su trabajo es mejor pago. Tiene 32
años; a su edad yo estaba casado, tenía dos hijos,
era profesor universitario y dirigía dos laboratorios.
Pero claro, yo pertenezco a la era positivista, demasiado pronto
estuve anclado por compromisos de toda índole (afectivos,
laborales, de país, etc.). Esta generación es
distinta y no la podemos entender razonando como nosotros lo
hacemos"…

(Ricardo Negroni, en su carta respuesta a mi consulta
solicitando autorización para citar su opinión
sobre la juventud posmoderna)

"Querido amigo: Ayer (10/1/07) recibí tu correo
electrónico; sin duda tu extensa consideración
acerca del desempleo, subempleo y "contratos basura" que
está sufriendo la juventud del mundo dará origen a
una prolongada sesión de debate en nuestro grupo del
Hospital Muñiz. En este pequeño conjunto de
personas, en que la mayoría son jóvenes o de
mediana edad, hay muchos perjudicados por esta lacra que el
capitalismo salvaje ha desatado en los últimos años
del siglo pasado y comienzos de este.

En mi opinión esto fue posible cuando el
capitalismo quedó solo en la escena mundial, la
caída del muro de Berlín significó la
pérdida en menos de 10 años, de un siglo de luchas
de los asalariados por ser reconocidos, retribuidos y respetados
como seres humanos.

Sin embargo hay algo que me preocupa más
aún, cuando tú los incitas a luchar por recuperar
lo perdido, no estoy seguro que muchos te sigan. La
generación post moderna es nihilista, sólo se
interesa por los placeres pasajeros, el sobrevivir cada
día y el consumismo, no tienen proyectos de vida, ni
conciencia social, ni solidaridad, esta actitud ante la vida les
ha hecho tanto daño como las drogas o el alcohol. No digo
que todos son iguales, pero hay una elevada proporción de
jóvenes entre 14 y 25 años que no piensan, no
proyectan, no estudian, no trabajan, no leen y casi no saben
hablar. ¿Qué va a ser de ellos? Sin dudas
serán los futuros delincuentes. Cuando estudié
Salud Pública aprendí que hasta el siglo IXX la
mayor causa de mortalidad humana eran las epidemias, el hambre y
las guerras; cuando algunos de estos problemas fueron superados
las expectativas de vida aumentaron y la gente se moría de
accidentes en la vía pública y enfermedades
degenerativas como las neoplasias malignas y las enfermedades
cardiovasculares; algunas de estas últimas están
siendo controladas, entonces surge la delincuencia urbana
violenta, la adicción a las drogas, la baja de la
natalidad, la contaminación del ecosistema y el suicidio.
Está comprobado, y de ello doy fe por mi experiencia como
criador de ratas y hamsters, que cuando demasiados animales
conviven en un espacio limitado, primero dejan de procrear y
luego se abandonan hasta morir, inclusive dejan de alimentarse.
Por lo tanto todo lo señalado por ti es una conducta
animal típica de la superpoblación, que lleva a la
sobreoferta de mano de obra, de profesionales, técnicos,
etc., con la consiguiente caída de las condiciones
laborales.

Este problema estaba previsto, pero de otra manera, se
pensó más en una grave y generalizada falta de
alimentos, que no se produjo en la medida de lo proyectado por el
incremento en la producción, gracias a los
transgénicos, la deforestación y la
expansión de territorio dedicado a ganadería y
agricultura. Lamentablemente, esto producirá en un futuro
próximo o ya lo está originando, un tremendo
desequilibrio de la ecología.

Este panorama sombrío es el responsable de la
desesperanza juvenil, de la limitación de la natalidad y
probablemente del suicidio en masa ocasionado por la
drogadicción y el SIDA. De esto último tengo yo una
gran experiencia de más de 20 años.

Creo que va a ser muy poco probable que tengamos la
oportunidad de ver el cambio. Don Gregorio de
Marañón decía que todo tiempo pasado fue
peor, pero no tuvo la desgracia de vivir en este tiempo. No
sé cómo habría que hacer las comparaciones
de calidad de vida entre el pasado y el presente, habida cuenta
de las diferentes necesidades de uno y otro tiempo"…

(Me cuelo entre los que saben -perdón por la
petulancia- para pedirles una reflexión)

Como bien conocen los jóvenes de los pueblos
tradicionalistas, la única manera de que no te quemen las
brasas es pisarlas con tal firmeza y contundencia que no haya
transpiración. Cuando una manada de leones sale de
cacería enseguida percibe que su mejor presa es
aquélla que da muestras de vacilación y debilidad.
Los perros salvajes siempre atacan a aquel que más teme
hacerles frente.

Tal vez, al final, sólo se trate de optar entre
la Visa o la Vida.

Tal vez, al final, sólo se trate de optar entre
la Vida o la Bolsa.

Por favor, no fracasen como nosotros, no dejen de hacer
lo que tienen que hacer…

Los nadies

Sueñan las pulgas en comprarse un perro y
sueñan los nadies con salir de pobres, que algún
mágico día llueva de pronto la buena suerte, que
llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no
llueve ayer, ni hoy ni mañana, ni nuca, ni en lloviznita
cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie
derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de
nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino
supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos
humanos.

Que no tiene cara, sino brazos.

Que no tiene nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la
crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los
mata.

(De "El libro de los abrazos", Eduardo Galeano,
diciembre de 1989, regalo de mi hija Julia, la futura madre de mi
primer nieto, en la Navidad del 2006)

Gracias, Julia, por dejarme volar
contigo…

(Con un nieto en "conciencia" y otro por llegar,
trascurridos tres años desde el Paper sobre Desempleo
Juvenil, volvía a la carga, con la ilusión, deseos,
y esperanza que los jóvenes se rebelaran ante el
despreciable futuro que le ofrecían los "global
players")

Del Ensayo Esperando la rebelión de los
"ni-ni" (ni estudian ni trabajan): Los "babylosers" – De la
"Generación Peter Pan" a la "Generación Cero": el
becarismo rampante
, publicado en febrero de 2010

Ya sé; no me digás, tenés
razón: la vida es una herida absurda…
(*)

(*) (De la letra del Tango "La última curda" de
Cátulo Castillo y Aníbal Troilo)

"Me resulta tan odioso seguir como conducir".
Nietzsche

Estimado joven amigo: No tengo la menor autoridad para
sermonear a nadie (apenas soy, un millonario en fracasos) y
aunque la tuviera, no la desearía utilizar (intento ser
liberal hasta el renunciamiento personal). Por otra parte,
tampoco puedo dirigirme a mis contemporáneos (los que no
se han dado por "vencidos", disfrutan del hedonismo pasivo de
última instancia, mientras duren las migajas). Por
supuesto, poco interesan mis pensamientos a nivel
académico, por incómodos y fuera de contexto (fui
expulsado de las Escuelas de Negocios, por antiglobalizador,
desde antes que ese término trascendiera al gran
público, o por intentar enseñar ética, a los
que sólo se preparaban para matar).

Así y todo, por el mérito de haber
trabajado para ti (sí, al menos para los que aún
leen, por supuesto) desde el año 1998, estudiando,
documentando y escribiendo sobre temas de economía para
facilitar la difusión, el entendimiento y el debate de
ideas desde una óptica "políticamente incorrecta",
además de dejar un amplio archivo de Informes y Hemeroteca
para que "no se olvide lo inolvidable", permíteme
compartir contigo esta "confesión".

El 54% de los miembros de tu generación ("de los
ciudadanos de 18 a 34 años", según los analistas,
que no ahorran en sarcasmos, al llamarlos ciudadanos), no tiene
proyectos ni ilusión. No aciertan a vislumbrar una salida
airosa, ni combatir este estado de cosas. No tienen prisa para
hacerse mayores.

El virus del desánimo está minando la
naturaleza vitalista y combativa de la gente joven. Mientras
tanto, el discurso consumista ha resultado una trampa para tantos
jóvenes audaces que creyeron en el maná crediticio
y el crecimiento económico sin fin.

Vivir peor que sus padres… Podemos estar
asistiendo al primer proceso masivo de descenso social desde los
tiempos de la Revolución francesa.

¿Ha surgido una generación apática,
desvitalizada, indolente, mecida en el confort familiar? Aplican
la estrategia de flexibilizar los deseos (individuos de
plastilina) y de restar compromisos (seres invisibles,
presentistas). Aprovechar el momento "aquí y
ahora".

Esclavos libres… Jóvenes rotos…
Presa fácil de la devastación laboral, corren el
riesgo (casi la certeza) de un nivel de vida peor que el de sus
padres. Nuestra sociedad excluye aquellos que representan el
futuro, transformándolos en extranjeros de sí
misma. Excluidos del futuro, desarrollan una actitud nihilista
porque no les exige estar motivados, ni asumir
responsabilidades.

¿Será posible que esta juventud
supuestamente acomodaticia y refractaria a la utopía sea
la llamada a abrir nuevos caminos? Vivimos un tiempo sin
ideologías. Vivimos en una sociedad "anestesiada". Una
sociedad en la que todo vale. Es mejor no aspirar a mucho y
"pillar" lo que se pueda.

Generación decepción… La
apatía destructiva que se deriva de la ausencia de
valores, de la relatividad moral, de la indiferencia ante quienes
nos rodean.

El riesgo de la eterna adolescencia (síndrome de
Peter Pan)… alcohol… beber hasta la
embriaguez… drogas… problemas en las aulas…
abandono y fracaso escolar… indisciplina y
violencia…

Crisis de identidad… desconfianza y ausencia de
valores… conformismo irreversible… Los
jóvenes se han instalado en una "impotencia
confortable"…

Seguramente algunos padres (ojalá que muchos,
entre los que me incluyo) se estén preguntando: ¿Y
qué hemos hecho nosotros para merecer esto? Mi respuesta
sería: "todo mal" (asumo mi parte del fracaso).

Hemos criado niños eternos; les hemos dado
objetos y no afectos; hemos estado demasiado ausentes demasiado
tiempo; no le hemos enseñado el valor del esfuerzo, del
trabajo, de la responsabilidad; nunca nos hemos sentado con ellos
a escucharlos; nunca les hemos dicho que no; hemos desvalorizado
el papel de los maestros; hemos sido permisivos, relativistas,
consumistas, hedonistas, egoístas, indiferentes,
individualistas, insolidarios… y todo ello se ha
trasmitido a los hijos.

Hemos deseado que no sufrieran lo que habíamos
sufrido nosotros, que tuvieran todo aquello que no
habíamos podido tener nosotros, que lograran (sin mirar
cómo, ni para qué) el título universitario
que no habíamos podido lograr nosotros. Hemos transformado
a nuestros hijos en un "trofeo" para demostrar nuestro
éxito en la vida.

Y ahora, tarde y mal, nos damos cuenta que el "trofeo"
es un fiasco, que hemos malogrado nuestros objetivos y lo que
peor aún, hemos estropeado a nuestros hijos.

Estamos cosechando lo que hemos sembrado. Los
jóvenes no tienen culpa. La culpa es nuestra. La
generación que dirige (simula) el mundo es la nuestra, la
generación que dirige (especula) los negocios es la
nuestra, la generación que educa (por decir…), cura
(en fin…) y da de comer (según…), es la
nuestra. La generación que trasmite (muy poco) los valores
es la nuestra. Somos los "titulares" de todos los descalabros.
Nuestros hijos son el resultado de ellos. La prueba final de la
insensatez total.

Después de este "acto de contrición",
volvamos a ti, joven amigo:

¿Con todos estos "agravantes" y tantos
"atenuantes" que piensas hacer tú? ¿Seguir en el
vacío total? ¿Continuar excluido del futuro?
¿Esperando heredar la nada?

Las opciones (visto lo visto) son: idiota o
ilota… Tú eliges (aunque no es mucho). Los "ni-ni"
no dan para más (y tampoco lo desean los amos del
universo). Te mearán en la cabeza y te dirán que es
lluvia… ¿Y tú te dejas?

Por mucho menos que esto, estalló la
Revolución Francesa, por mucho menos que esto se
asaltó el Palacio de Invierno, por mucho menos que esto se
produjo el mayo del 68.

Y tú ahí, impotente confortable, sentado
en el salón viendo la tele (fútbol + reality
shows), llenándote de mierda el "gruyere" cerebral que te
dejó el sistema, la droga y el alcohol, esperando la sopa
boba que tu anciana madre te pone de limosna… sin aspirar
a mucho, pillando lo que puedes…

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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