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Desarrollo de las ciencias en Cuba (1925-1940)




Enviado por Ramón Guerra Díaz



    Resumen

    Las ciencias en Cuba están marcadas en este
    período por la continuidad ascendente de desarrollo de las
    Ciencias Sociales, encabezadas por los estudios históricos
    y culturales, encaminados estos últimos a la
    autentificación de las raíces negras de la cultura
    nacional, dada la fuerte influencia de la población
    esclava llegada a Cuba, se distingue en esta vertiente Fernando
    Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba.

    Durante este período son las ciencias sociales
    las que tienen un mayor desarrollo en Cuba, principalmente por el
    surgimiento de una generación de intelectuales inquieta e
    indagadora que pretende actualizar los estudios sociales en el
    país. Sobresalen tres figuras capitales: Fernando Ortiz
    Fernández (1881-1969), Ramiro Guerra Sánchez
    (1880-1970) y Emilio Roig de Leuchsering (1889-1964).

    La Historia es de las ciencias sociales la de más
    amplio desarrollo, por el nacimiento a la vida independiente de
    la sociedad cubana y por la amplia gama de acontecimientos que
    ocurren, que estimulan las investigaciones y estudios sobre la
    historia nacional.

    Ramiro Guerra Sánchez encabeza a un grupo de
    distinguidos investigadores que se dedican al sistemático
    estudio de la historia y en particular de la nacional. Su primera
    obra es una extensa "Historia de Cuba" (1921-25), en la que se
    propone escribir una historia general de la isla, pero le faltan
    fuentes y la obra queda inconclusa. Pero sin embargo la obra es
    de un gran valor porque actualiza la bibliografía
    existente en el período que aborda, los primeros
    años de la conquista y la colonización de Cuba
    (1492-1607)

    En la introducción de la monografía,
    Ramiro Guerra expresa: "La historia tiene como objetivo
    primordial explicar científicamente el proceso de
    formación y desarrollo de la comunidad nacional,
    esclareciendo la naturaleza de los factores que en este proceso
    intervienen y lo condicionan"[1]

    El libro es novedoso porque no se limita al estudio de
    los aspectos políticos administrativos, sino que incorpora
    estudios sobre la organización social, la
    población, la cultura, la vida económica y las
    costumbres.

    En "Manual de Historia de Cuba" (1938), Guerra sintetiza
    la información desde el descubrimiento hasta el inicio de
    la guerra de independencia en 1868. La mayor amplitud corresponde
    al siglo XIX, etapa de desarrollo de la burguesía
    esclavista criolla, interrelacionando los problemas
    económicos, sociales y políticos, haciendo
    énfasis al estudio de la esclavitud y la actitud de la
    clase dominante frente a este fenómeno social.

    "Azúcar y población en Las Antillas"
    (1927) es el más conocido y polémico de sus libros,
    en este trabajo se une la indagación histórica al
    análisis de la actualidad cubana de su tiempo, se compara
    el desarrollo de las plantaciones azucareras en Barbado con Cuba,
    estableciendo sus diferencias y el peligro a los que se
    veía expuesto el país por la dependencia del
    monocultivo, previendo el predominio del latifundio en los campos
    cubanos, la superproducción, la crisis y el
    empobrecimiento de Cuba, problemas más políticos
    que históricos y que mantienen una gran
    actualidad.

    En diversas obras Ramiro Guerra se ocupa de las
    relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, aunque en todas no
    mantiene el mismo criterio que va desde el conformismo hasta la
    fustigación de la política imperialista de Estados
    Unidos en América Latina, y en otras obras posteriores en
    la que vuelve a justificar y elogiar la intervención
    norteamericana en los asuntos de Cuba. Esto no le resta
    méritos a su obra historiográfica que marca una
    pauta importante en el estudio de la historia nacional. Es un
    historiador honesto que trató de desentrañar la
    evolución político-social de su
    país.

    De él dirá Juan Marinello:
    "(…)es el mejor historiador que hemos
    producido(…)Un hombre que tiene esa condición de ver
    la historia en un sentido moderno y por tanto progresista, sin
    embargo es un hombre ligado a las fuerzas dominantes de nuestra
    economía. Era de los grandes auxiliares de la
    Asociación de Hacendados de Cuba, y fue también
    nada menos que secretario de la presidencia de Gerardo
    Machado"[2]

    Emilio Roig de Leuchsenring, periodista, investigador e
    historiador, realiza trabajos fundamentales en la
    indagación histórica desde su cargo de Historiador
    de la Ciudad de La Habana, para el cual fue nombrado en
    1935.

    Sus investigaciones se centran en el estudio de las
    relaciones cubano-norteamericanas y en resaltar la figura de
    José Martí, fue un activo miembro y participante de
    los Congresos de Historia organizados por la Oficina del
    Historiador de la Ciudad, donde ratificó algunos criterios
    y rectificó errores históricos.

    En otras muchas publicaciones dadas a conocer en este
    período están: "La injerencia norteamericana en los
    asuntos de Cuba" (1922), "Análisis y consecuencias de la
    intervención norteamericana en los asuntos interiores de
    Cuba" (1923), "La colonia superviva. Cuba a los veinte
    años de la República" (1925), "Nacionalismo e
    internacionalismo de Martí" (1927), "El intervencionismo,
    mal de males de Cuba republicana" (1931), "Martí y los
    niños" (1932), "Historia de la Enmienda Platt. Una
    interpretación de la realidad cubana" (1935), "El
    internacionalismo Antimperialista en la obra
    político-revolucionaria de José martí"
    (1935) y "Curso evolutivo de las relaciones
    cubano-norteamericanas" (1937)

    Roig fue un estudioso de las costumbres habaneras, la
    historia de la ciudad y por ello impulsó la
    creación de la Oficina del Historiador de la Ciudad
    (1938), de la que fuera su primer director. Esta
    institución se convierte en en un centro de
    promoción histórico-cultural, que publica numerosos
    e importantes trabajos históricos y nucleó a un
    grupo importante de historiadores e investigadores, entre ellos
    Fernando Ortiz, Elías Entralgo, Fernando Portuondo y
    José Luciano Franco, entre otros.

    Esta institución fundó la Sociedad Cubana
    de Estudios Históricos e Internacionales y los Congresos
    Nacionales de Historia que contribuyeron a la divulgación
    de la Historia de Cuba.

    Emilio Roig participó también en la
    creación del Archivo Histórico Municipal (1937) y
    de la Biblioteca Cubana y Americana" (1938).

    Fernando Ortiz Fernández es figura capital de las
    ciencias sociales cubanas, con justicia llamado el "Tercer
    Descubridor de Cuba", a partir de la década del veinte se
    dedica casi por completo a los estudios sociales y
    etnográficos, que hicieron posible un mejor conocimiento
    de las raíces de la cultura popular cubana, especialmente
    su componente africano.

    Ortiz, tras un breve período dedicado a la
    política, durante el cual no abandonó sus
    preocupaciones por las problemática cubanas, se dedica con
    mayor profundidad a los estudios afrocubanos y de la realidad
    cubana en general.

    Sus estudios afrocubanos van más allá de
    las indagaciones científicas pues su propósito es
    lograr una mayor integración de la sociedad cubana.
    Establece el concepto de que la nación cubana estaba
    formada por la integración de los diversos etnos que
    había coincidido en la isla.

    Monografias.com

    Se desempeña como publicista, profesor
    universitario, enseña etnografía; animador de la
    Sociedad Económica de Amigos del País, cuya
    "Revista Bimestre Cubano", rescate y mantiene con un alto nivel
    intelectual.

    Sobre temas etnográficos publica: "Glosario de
    afronegrismo" (1924), "Personajes del folklor afrocubano" (1924),
    "La fiesta del Día de Reyes" (1925), "Los afrocubanos
    dientimellados" (1929), "El coricamo y los conceptos
    teoplásmicos del folklore afrocubano" (1930), "De la
    música afrocubana: un estímulo para su estudio"
    (1934) y "La clave xilofónica de la música cubana"
    (1935).

    En 1940 aparece el libro fundamental para la
    comprensión de la formación histórico-social
    y cultural de Cuba, "Contrapunteo Cubano del Tabaco y el
    Azúcar
    ", en ella Fernando Ortiz incorpora el concepto
    de "trasculturación", básico para la
    comprensión e interpretación de la sociedad cubana,
    siendo este uno de los aportes más importantes de Ortiz a
    las ciencias sociales.

    Funda en 1923 junto a José María
    Chacón y Calvo, la Sociedad del Folklore Cubano para
    investigar, recopilar y estudiar las tradiciones de la vida
    popular, incluyendo la música, la oralidad, la medicina
    popular, las creencias religiosas y otras manifestaciones
    sociales. La Sociedad se disuelve en 1931 por dificultades
    económica para desarrollar su trabajo. Para divulgar los
    trabajos realizados por dicha sociedad se creó la revista
    "Archivo del Folklore" (1924.1929), en la que fueron publicados
    diversos trabajos sobre variados temas junto a estudios hechos
    por investigadores extranjeros sobre el tema.

    Entre los colaboradores de la revista se contaron,
    Chacón y Calvo, Carolina Foncet, Manuel Pérez
    Beato, Joaquín Llavería, Francisco G. del Valle,
    Emilio Roig, Elías Entralgo, Eduardo Sánchez de
    Fuentes, Salvador Massip, Herminio Portell Vilá, Juan
    Marinello y Gaspar Agüero, entre otros.

    Como continuidad de la Sociedad del Folklore Cubano,
    Fernando Ortiz crea en 1937 la Sociedad de Estudios Afrocubanos y
    la revista de igual nombre, en la que continuaron apareciendo
    estudios y artículos relacionado con los temas
    etnológicos, fundamentalmente los referidos a las culturas
    africanas y españolas y su síntesis en lo
    afrocubano. Pero la revista fue más universal, al incluir
    temas de otras partes del mundo.

    En ese mismo año 1937 Fernando Ortiz organiza los
    "Cursos de Verano" en la Universidad de La Habana, que resultaron
    de in interés impactante al presentar, no solo sus
    conferencias, sino a modo de ilustración y de
    desprejuiciar a la intelectualidad habanera, la música
    sacra de los cultos afrocubanos, interpretadas por genuinos
    cultores, como fueron Jesús Pérez (Oba-Ilú,
    rey del tambor), Pablo Roche (Akilakua), Merceditas Valdés
    (La pequeña Aché), intérprete de los cantos
    religiosos y otros músicos y cantantes y bailarines de
    diversos cultos africanos.

    Fernando Ortiz fue un fustigador de la injerencia de los
    Estados Unidos en Cuba y denunció los problemas sociales
    que aquejaban a la sociedad cubana, manteniendo una actitud de
    compromiso con su tiempo y su pueblo.

    Otros estudiosos del folklor cubano fueron, Manuel
    Martínez Mole, quien recopila evidencias del folklor
    espirituano en siete tomos de los cuales publicó tres en
    su libro, "Contribución al estudio del folklore"
    (1926-1931). Otro tanto realiza Ramón Martínez con
    las costumbres de la parte oriental de la isla, al dar a conocer
    su, "Oriente Folklórico" (1934-1939), en nueve cuadernos
    en forma de revista.

    La Academia de Historia de Cuba continuó una
    útil labor en la divulgación de investigaciones y
    monografías sobre historia nacional, muchas de ellas
    contemporáneas o del siglo precedente, a más de
    publicar los trabajos premiados por la Academia.

    Otra labor importante de esta institución
    histórica fue la recopilación de informaciones
    sobre Cuba en los Archivos de España, a través de
    corresponsales que trabajaron con los fondos, como fueron los
    casos de José María Chacón y Calvo y
    Néctor Carbonell.

    Completando el panorama de los estudios
    históricos cubanos citaremos a otros autores de amplia
    trayectoria en este período, como fueron los casos de
    Emeterio Santovenia (1889-1968), Joaquín Llaverías
    (1875-1956), Enrique Gay Calbó (1889-1977), José
    Manuel Pérez Cabrera (1902-1969), Calixto Masó
    Vázquez (1901-1974) y Herminio Portell Vilá
    (1901-1992), entre otros.

    Sobresale en este período el trabajo de
    bibliógrafo y publicista, Fermín Peraza Sarausa
    (1907-1969), uno de los más acuciosos investigadores de la
    bibliografía cubana en el siglo XX, que recopila y publica
    la "Bibliografía de Enrique José Varona"(1932),
    ampliada en 1937; la "Guía bibliográfica sobre
    José Martí" (1938), "Índice de la Revista de
    Cuba" (1938), "Índice de la revista Cubana" (1939),
    "Índice de Cuba Contemporánea" (1940); los
    "Anuarios Bibliográficos Cubanos" (1937-1938) y
    "Índice de las Memorias de la Sociedad Económica
    Amigos del País" (1938), fue un incansable bibliotecario y
    colaboró en diversos medios de prensa divulgando la
    bibliografía tanto de personalidades cubanas, como de
    instituciones y publicaciones.

    En diciembre de 1930 la Academia de Historia de Cuba
    forma parte de la comisión para crear un Diccionario
    Bibliográfico Cubano de personalidades cubanas ya
    fallecidas y que él complementaria con la obra
    "Personalidades Cubanas" que recoge el quehacer de personalidades
    vivas para su época.

    Otros trabajos bibliográficos relevantes del
    período fueron, la "Bibliografía de José de
    Armas y Céspedes (Justo de Lara)" (1923) de Antonio L.
    Valverde y la Bibliografía de Manuel Sanguily, adjunta a
    un estudio sobre el mismo hecho por José Rodríguez
    García en 1926.

    Como publicación especializada en
    bibliografía se edita la "Revista Bibliográfica
    Cubana" (1936-1939) con valiosos trabajos sobre el
    tema.

    El profesor universitario Juan Manuel Dihigo (1866-1952)
    realiza un destacado trabajo docente e investigativo en
    filología y lingüística, saberes en los que
    fue una autoridad en el país. Aparecen en este
    período tres importantes trabajos: "Julio Cejador y
    Franca, filólogo, lingüista y literato" (1927),
    "Algunos grandes pensadores de las ciencias del lenguaje" (1928)
    y "Léxico cubano, contribución al estudio de las
    voces que lo forman" (1928)

    En cuanto a las ciencias exactas y la aplicación
    tecnológica, el país mantuvo un lento desarrollo
    que se traduce en casi un estancamiento de algunas ramas en las
    que existía un reducido número de especialistas de
    la Universidad de La Habana y pocos centros de
    investigación.

    La rama azucarera de gran tradición en el
    país tenía un buen número de
    técnicos, químicos, agrónomos y de otras
    especialidades que formaron la Asociación de
    Técnico Azucareros (ATAC)[3] que convoca a
    partir de 1927 un congreso anual para discutir los problemas
    relacionados con la fabricación y comercialización
    del azúcar. La ATAC tenía varias secciones:
    agricultura, fabricación, ingeniería, productos
    secundarios, nutriología, investigación y uso del
    azúcar. Publicaba anualmente sus memorias en inglés
    y español.

    El desarrollo azucarero en Cuba enfrentó el reto
    de las plagas del "virus del mosaico" que destruyó muchas
    plantaciones cañeras y que fueron enfrentadas por la
    Estación Agronómica de Santiago de Las Vegas, que
    en 1927 introdujo la variedad de caña POJ-2878, la cual
    salvaría a la industria azucarera cubana. La
    Estación estudio la enfermedad en las condiciones de Cuba
    y se prepararon los técnicos que la enfrentarían en
    todas las provincias.

    La Estación de Santiago de Las Vegas, aunque
    estatal enfrentó diversas dificultades económicas
    para desarrollar sus investigaciones, de las cuales muchas eran
    engavetadas sin la debida publicación y conocimiento de
    los interesados.

    Pero en sentido general esta institución
    jugó un rol muy importante en los agronómicos en
    Cuba, siendo la base para la creación de algunas
    instituciones de investigación como fueron: la
    estación Experimental de la Caña (1924-1932) creada
    por el Club Azucarero de Cuba en el Central Baraguá; la
    Estación experimental del Tabaco (1937) en San Juan y
    Martínez, Pinar del Río y la Estación
    Experimental del café (1939) en Palma Soriano.

    En este período se produce un redescubrimiento de
    los trabajos cañeros de Álvaro Reynoso, cuyas obras
    casi no había tenido aplicación en Cuba, pese al
    buen resultado que tuvieron en otros países. El magnate
    azucarero José Miguel Tarafa paga una reimpresión
    de cinco mil ejemplares del libro "Ensayo sobre el cultivo de la
    caña de azúcar" de Álvaro Reynoso, para
    distribuirlo gratuitamente entre los colonos.

    En cuanto a la industria azucarera y sus derivados, el
    ingeniero José de la Maza patentó diez
    procedimientos para producir celulosa con diversas fibras de la
    caña. En el central Tuinicú, provincia de Santi
    Spíritus, instaló una fábrica experimental.
    Fue el primero en extraer la celulosa del bagazo de la
    caña de azúcar y produjo con ella papel
    periódico hecho de bagazo. El ingeniero de la Maza es
    considerado una autoridad mundial en esta materia.

    Otro profesional de meritorio trabajo fue el ingeniero
    Eugenio Armando Vázquez quien registró en 1828 en
    los Estados Unidos un aparato para producir
    simultáneamente azúcar y pulpa para papel; en 1930
    un procedimiento para producir celulosa, en 1932 un proceso para
    producir subproductos extraídos de la caña de
    azúcar e inventor del método "vazcaine" para la
    producción de tablas aisladoras de bagazo de caña.
    Dejó publica el libro, Utilización de los residuos
    de la industria azucarera".

    Las ciencias médicas seguían desarrollando
    individualidades de gran destaque, aunque la situación de
    la salubridad y la prevención de enfermedades era muy
    lamentable.

    Uno de los médicos cubanos más distinguido
    en el período lo fue el doctor Domingo M. Gómez,
    establecido en París en la década del 30,
    colaboró con el profesor Henri Vaquez, Director del
    Servicio Hospitalario de París, con quien trabaja en
    investigaciones médicas de gran envergadura. Junto a los
    doctores Vaquez y Cley, participa en la creación de un
    nuevo oscilómetro[4]sus estudios y
    descubrimientos en el tratamiento de la hipertensión
    arterial con extracto de la región cordial del
    riñón, fueron reconocidos con el premio Mesureur,
    que entrega la Academia de Medicina de París cada cinco
    años. Sus estudios sobre la hemodinámica son
    pioneros en el ámbito médico de la época;
    aplicó por primera vez el fenómeno de la
    Piezo-electricidad, descubierto por Pierre Curie, a la
    medición de la tensión sanguínea de los
    vasos, con un equipo inventado por él, el Piezographe. Su
    compendio de las leyes de la hemodinámica fueron publicada
    en Cuba costeado por el gobierno
    cubano.[5]

    El cirujano José A. Presno Bastiony,
    médico de larga y exitosa carrera en Cuba, fue el pionero
    en cirugía de las vías biliares y de la
    pielotomía en la isla y opero por primera vez las
    aneurismas en las extremidades en 1938. Uno de los mejores
    cirujanos de principios del siglo XX, docente destacado y autor
    de un texto básico para los cirujanos cubanos de esos
    tiempos: "Clínica Quirúrgica y Técnica
    Operatoria" (1920)[6]

    Doctor Ricardo Núñez Portuondo, cirujano
    pionero en la aplicación de las técnicas de
    gastrectomía totales, toracoplastias y drenajes de
    abscesos pulmonares.

    Doctor Agustín Castellano descubridor de la
    angiocardiografía en 1937, cuyo procedimiento es
    indispensable para el diagnóstico de cardiopatías y
    de uso común en todo el mundo. Publicó más
    de un centenar de trabajos en revistas médicas de Cuba y
    en otras partes del mundo.[7]

    Los doctores Octavio Montoro y José M.
    Martínez Cañas introducen en Cuba la técnica
    del drenaje biliar y el tratamiento científico de la
    diabetes en 1924. Detectan en Cuba los primeros casos de
    encefalitis letárgica.

    El doctor Arturo Curbelo, eminente bacteriólogo
    cubano autor de varios libros sobre el tema, que fueron
    bibliografía de consultas en los estudios de medicina en
    Cuba. Entre sus más importantes aportes, está la
    localización por primera vez en Cuba del bacilo
    desentérico (Shiga) en 1936, con la colaboración
    del doctor José M. Martínez y posteriormente junto
    a otros especialistas cubanos identifica la "Salmonella habana",
    en momentos de un brote epidémico, que fue combatido
    eficazmente por estos especialistas.

    El doctor Clemente Inclán, profesor de la
    Universidad de La Habana, ortopédico, introdujo numerosas
    técnicas quirúrgicas, principalmente en el uso de
    donantes óseos conservados en frío (1936), cuya
    aplicación tuvo repercusión en la medicina
    internacional de su época.

    Los doctores Nicolás Puentes Duany,
    oncólogo y Carlos Ramírez Corría,
    neurólogo, realizaron la primera leucotomía pre
    frontal en el país (1937).

    En 1927 se crea el Instituto Finlay cuyo objetivo social
    eran los estudios relacionados con la higiene y la medicina
    preventiva. Dotado de un moderno equipamiento, la
    institución logro relevantes resultados
    científicos, como el descubrimiento de la paratifoidea C
    en Cuba; formas de Salmonelosis, muy infecciosas y antes no
    descritas; Leptospirosis ictero-hemorrágica (enfermedad de
    Well); estudios de la forma de Rickkettosis y su tratamiento con
    antibiótico y ensayos de tratamientos nuevos de la fiebre
    tifoidea, entre otras. Este esfuerzo científico ha
    redundado en la reducción de los índices de
    mortalidad por estas enfermedades infecciosas.

    En 1937 surge el Instituto de Medicina Tropical creado
    por el eminente profesor Pedro Kourí con sede en el
    Hospital Calixto García de La Habana y dentro de la
    facultad de Medicina de la Universidad de La Habana. Pronto se
    constituye en un centro de investigación de referencia
    internacional en cuanto a las enfermedades tropicales, pero con
    muy poca aplicación en los hospitales cubanos, que
    carecían de salas especializadas en
    parasitología.

    El estudio sobre distomatosis hepática realizado
    en 1932 realizado por los doctores Kourí y Rogelio Arenas,
    son el aporte más novedosos en estudios de
    parasitología en el período.

    En los estudios botánicos en este período
    sobresalen tres estudiosos que ya tenían una obra
    consolidada desde principios del siglo XX: Tomás Roig, el
    ingeniero Julián Acuña y el Hermano León,
    jesuita e investigador de la flora cubana.

    Juan Tomás Roig publica dos obras de gran
    importancia en este período: "Diccionario Botánico
    de Nombres Vulgares" (1928), reeditado varias veces y su
    monografía, "Plantas Medicinales Aromáticas y
    Venenosas de Cuba" (1945).

    El ingeniero Julián Acuña (1900-1970)
    quien junto a Tomás Roig son figuras destacadas en las
    investigaciones en la Estación experimental de Santiago de
    las vegas", se dedicó al estudio de las plantas y a la
    introducción de otras por sus valores económicos,
    como el kenaf y varias plantas forrajeras, también
    dedicó tiempo al estudio de las orquídeas y de las
    plantas melíferas de Cuba.

    El trabajo investigativo del religioso francés
    Joseph Sylvestre Sauget (Hermano León) durante treinta
    años dedicado al estudio de la flora cubana dejó
    una buena cantidad de trabajos publicados, describiendo nuevas
    especies de la isla. La mayoría de estas monografía
    fueron publicadas por el Colegio La Salle: "Contribución
    al estudio de las palmas de Cuba" (1931), "El género
    Melocaetus en Cuba" (1934), "Contribución al estudio de
    las palmas de Cuba II y III. Género Copernicia" (1936),
    "Contribución al estudio de las palmas de Cuba IV. Un
    corojo nuevo para la ciencia" (1940) y "Contribución al
    estudio de las Cactáceas de Cuba II. El Leptocereus de
    Cojimar" (1940)

    La obra más relevante en los estudios de
    botánica en este período fue, "Flora Cubana" (I y
    II) (1946), escrita por los eclesiásticos del Colegio La
    Salle, Hermanos León y Alaín (H. Liogier), en
    colaboración con los botánicos cubanos Juan
    Tomás Roig y Julián Acuña.

    En 1930 el doctor Mario Sánchez Alfonso
    publicó en las "Memorias del Instituto de Investigaciones
    Científicas", un importante estudio sobre las algas
    cubanas. A estas plantas marinas también dedicó sus
    estudios el doctor Isidoro Castellano.

    Cerca de la ciudad de Cienfuegos se creó el mejor
    Jardín Botánico del país, fomentado en
    terrenos del Central Soledad. Su origen se remonta a los trabajos
    realizados en su finca por el botánico norteamericano
    Erwin F. Atkin a lo largo de unos 40 años con fines
    experimentales e investigativos. En 1899 algunos
    científicos de la Universidad de Harvard llegaron a un
    acuerdo con Atkin para convertir su finca en una Estación
    de Investigaciones Tropicales. Luego de años de trabajo
    científico se inauguró oficialmente el
    Jardín Botánico en 1932 con el nombre de "The
    Atkins Instituction of the Arnold Arnoretum". En 1933 el
    jardín botánico tenía1970 especies de 165
    familias y realizó una importante labor en el estudio de
    variedades cañeras, selección y aclimatación
    de plantas tropicales, con una importante colección de
    orquídeas y plantas ornamentales. Allí colaboraron
    los botánicos cubanos Tomás Roig, Julián
    Acuña y el mencionado Hermano León del Colegio La
    Salle.

    El ingeniero José Isaac del Corral Alemán
    (1882-1946) fue el sabio polifacético, con una notable
    obra en selvicultura, ordenación de montes y otros temas
    relativos a la rama forestal, muchas de ellas aparecidas en las,
    "Revista de la Agricultura" y "Agricultura y Zootecnia". Sus
    obras más relevantes en estos temas fueron:
    "Ordenación y valoración de montes", tres tomas
    (1935) y 1938; "El derecho forestal cubano" (1936) y "Curso de
    aprovechamiento e industrias forestales" (1942-1946)

    En ingeniero Carral fue creador de los viveros
    forestales establecidos en La Habana en 1925, en 1933 crea la
    Escuela Forestal "Pozos Dulces" en La Habana que graduaba a sus
    alumnos en la especialidad de silvicultura.

    En piscicultura de agua dulce, el ingeniero Corral es
    precursor al publicar en 1927 un folleto sobre el tema y en 1931
    su monografía, "Repoblación Piscícola de
    nuestros ríos". Las investigaciones sobre peces cubanos de
    agua dulce y su explotación económica
    impulsó el establecimiento de la primera Estación
    de Piscicultura en la isla (1934), creada por el Ministerio de
    agricultura.

    José Isaac del Corral fue también
    geólogo, ingeniero de minas, metalúrgico y
    matemático, teniendo a su cargo la reglamentación
    sobre la explotación de minas en los primeros años
    del siglo XX, proponiendo la creación de una
    Comisión para hacer el mapa geológico de Cuba, obra
    terminada en 1938. En matemáticas fue la mayor autoridad
    del país dando a conocer en Cuba los avances más
    relevantes que se producían en ese campo.

    El doctor Carlos de la Torre es una autoridad mundial en
    el estudio de las polímitas publicando en 1940 su obra,
    "Género Polymita", dedicándose también al
    estudios de los moluscos cubanos.

    Los estudios sobre la fauna cubana ocupan a un
    pequeño grupo de profesores y especialistas como Carlos
    Guillermo Aguayo y Jaime García, quienes dieron conocer un
    "Catálogo de Moluscos Cubanos"; el ictiólogo Luis
    Howell Rivero, quien estudió la especie cubanas de peces y
    publicó sus hallazgos en obras como, "Los peces apodales
    de Cuba" (1932), "Peces nuevos para la fauna cubana" (1934) y
    "Tiburón Azul" (1934).

    Los trabajos geológicos y de minas abundaron en
    este período, hechos por investigadores cubanos y
    extranjeros, en su mayoría estadounidenses, pero tras los
    estudios faltó el propósito de aprovechar los
    recursos para el desarrollo nacional. Entre los cubanos se
    destacan además de José Isaac del Corral, el
    ingeniero Antonio Calvache con una larga experiencia en los
    estudios geológicos en Cuba que dejó plasmada en
    obras como: "Esquema de las riquezas mineras de Cuba" (1936), "El
    níquel y su aplicación industrial, minerales y
    metalurgia del níquel" (1937) y otros estudios dedicados a
    yacimientos de otros minerales en Cuba.

    En los estudios del suelo el gobierno contrata en 1928 a
    los especialistas estadounidenses H.H. Bennett y R.B. Allison,
    ellos confeccionaron un mapa a escala 1:300 000, con textos
    explicativos en inglés.: "The soils of Cuba". En 1933
    Bennett hace un nuevo recorrido y resume sus observaciones en un
    trabajo complementario, "Some new Cuban Soils"

    Este es el panorama de las ciencias exactas cubanas, sin
    apoyo oficial o de instituciones que permitieran una mayor
    aplicación de estos estudios al desarrollo del país
    y con unos pocos cientos de especialistas en la Universidad y los
    contados centros de investigación.

     

     

    Autor:

    Ramón Guerra Díaz

     

    [1] Ramiro Guerra: Historia de Cuba. Tomo 1,
    La Habana, 1921

    [2] Citado por Luis Baez: “Juan
    Marinello: otros contemporáneos, Rev. La Gaceta de Cuba
    , Nº 5, 1993

    [3] Fundada el 3 de enero de 1927 en La
    Habana

    [4] Equipo para medir la oscilación
    arterial y que llevó el nombre de Kimometre

    [5] Historia de la Nación Cubana, tomo
    X, pág., 158

    [6] Ídem. Pág. 159

    [7] Ídem. Pág. 160

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