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Escritos de Juan (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11

Una de las mayores evidencias del trasfondo judío
del 4Ev. es su continua referencia al Antiguo Testamento y su
utilización de los métodos derásicos
típicamente rabínicos. El evangelio de Juan hace
una lectura tipológica de todo el AT mostrando como tiene
en Cristo su cumplimiento.

Abrahán Antes que Abrahán existiera, Yo
soy (8,58).

Isaac El Padre dio a su Hijo único (3,17).
Jesús carga con el madero de la cruz (19.17).

Jacob La escala de ángeles que suben y bajan
(1,51).

¿Eres tú más que nuestro padre
Jacob? (4,12).

José: Haced lo que él os diga
(2,5).

La túnica (19,23).

Benjamín El amado que descansa entre los hombros
(13,23-25 = Dt 33,12).

Moisés Como Moisés levantó la
serpiente… (3,14).

La ley fue dada por Moisés, pero la gracia por
Jesucristo (1,17).

Elías ¿Eres tú Elías?
1,21

Eliseo Los panes de cebada multiplicados
(6,8).

Daniel Episodio de la adúltera
(7,53-8,11).

Adán Soplo de vida (20,22).

Eva ¿Del costado de Adán dormido?
(19,34).

¿La pareja primordial en el jardín?
(20,11-18).

El profeta El anunciado por Moisés en Dt 18,18
(1,21).

El enviado La piscina tiene este título que a
alude a Gn 49,10ss (9,7).

luz verdadera (1,9).

verdadera vid (15,1).

verdadero pan (6,32).

verdadero adorador (4,23).

Buen pastor. Tema de Ez 34, 11-16; Sal 23,1; Za 11,4-17;
Jr 3,5; 23,1-6 (Jn 10,11).

Pozo de Jacob (4,12).

Puerta del Templo (10,7).

Maná (6,34).

Roca golpeada Ex 17,6 (Jn 19,34).

Cordero pascual (19,36).

Serpiente de bronce En Nm 21,9 (Jn 3,14).

Escala de Jacob. Sueño de Jacob Gn 28,12 (Jn
1,51).

Morada. La tienda del encuentro Ex 25,8 y Dt 4,7 (Jn
1,14).

Túnica sacerdotal.sin rasgar Lv 21,10 y 1 R 11,30
(Jn 19,23).

Templo de Salomón (2,21).

Paso del mar (6,1).

Realeza de David (12,13).

Sabiduría (1,1).

Fiestas judías: Pascua (2, 13; 6,4;
13,1).

Tabernáculos (7,2).

Sábado (5,17; 9,14).

Huerto del Cantar (20,11-17) ¿?

Ritos purificatorios (2,6).

La Ley (1,17).

Los dos querubines Ex 25,19 (20,12).

Los truenos. Ex 19,16 (12,28). ¿?

La viña. Israel = viña de Dios
(15,1).

La columna de fuego Ex 13,21 (Jn 8,12).
¿?

La circuncisión (7,22-23).

La fuente del Templo. Ez 47,1 (Jn 7,38).

El monte: (6,3.15).

La gloria de Dios (1,14).

Las codornices Ex 16,8 (Jn 6,51).

Las murmuraciones. Ex 16,7 (Jn 6,43).

El camino (8,12).

El paso de muerte a vida del Éxodo (5,24;
13,1).

Salir del mundo (Jn 15,19; 17,6).

D) LAS FIESTAS JUDÍAS EN EL
EVANGELIO

Juan estructura la actividad de Jesús en torno a
seis fiestas. Como en todo su evangelio desea mostrar que la
realidad judía ha sido cumplida en el acontecimiento que
es Jesús.

Primera Pascua: 2,13. Es el momento de la
manifestación mesiánica de Jesús en el
Templo, dentro y símbolo de la institución
judía. Jesús denuncia el templo corrompido y
proclama su sustitución por el nuevo santuario de su
persona.

Fiesta innominada: 5,1. Expresa la
situación del pueblo oprimido por la institución.
Junto al templo hay pobres y enfermos marginados por la
institución. En esta fiesta tiene lugar la controversia a
propósito del descanso sabático. La fiesta es ante
todo una liberación. La observancia de la Ley no puede
hacerse de modo que impida el bien del hombre y su vida
abundante. Algunos han relacionado esta fiesta con
Pentecostés, y esto explicaría las alusiones que se
hacen a Moisés en el discurso de 5,46-47, pues la fiesta
de las Semanas celebraba la entrega de la Ley a Moisés en
el Sinaí.

Segunda Pascua: en esta segunda Pascua
Jesús ya no va a estar en Jerusalén, sino que la
celebrará con los suyos al margen de la institución
judía. Se encuentran en esta sección muchas
imágenes relacionadas con el Éxodo: el mar (6,1),
el monte (6,3.15), la tentación (6,6), la infidelidad
(6,15), el maná (6,31.58), el cordero pascual (carne y
sangre 6,51), la mención explícita de Moisés
(6,32), las murmuraciones (6,43), la muerte en el desierto
(6,49.58), la tierra prometida (6,21).

Quizás muchos de los temas de este
capítulo enlazan con lecturas sinagogales de aquellos
días. En escritos rabínicos se nos habla de la
expectativa de un nuevo éxodo con el milagro del
maná (II Baruc 29,8 y Midrashim).

El caminar sobre las aguas puede aludir al paso del mar
Rojo, tan íntimamente unido al tema del maná en la
haggadá pascual. Otros han visto en el esquema de
preguntas y respuestas las cuatro preguntas del niño en la
cena de Pascua (Gartner).

Tabernáculos (7,1-8,59). Los
símbolos principales de esta fiesta eran el agua (7,37) y
la luz (8,52). Jesús los aplica a su persona. El
Mesías gritando representa a la Sabiduría que
también grita por las plazas (7,37). Se celebra esta
fiesta el 15 de Tishri y dura siete días más un
octavo complementario.

Parece ser que el texto de Zacarías que se
leía entonces en era una elaboración sobre el tema
del agua en el Templo y de la fuente. La fiesta de los
Tabernáculos es una fiesta de otoño para dar
gracias por las cosechas y pedir por la lluvia. El pueblo iba en
procesión al manantial del Guijón que vertía
sus aguas en la piscina de Siloé; se recogían las
aguas con un jarro de oro. La multitud lleva las cuatro especies
vegetales, entre ellas el lulab, rama de árbol.

La primera noche se encendían en el atrio de las
mujeres cuatro candelabros de oro. Jesús se proclama luz
del mundo y abre los ojos al ciego. "Al atardecer seguirá
habiendo luz" (Za 14,8).

Dedicación o Hanukká (10,22-39).
Celebra la rededicación del Templo por Judas Macabeo
después de la profanación de Antíoco IV (1 M
4,41-61). Puede haber una alusión a los sumos sacerdotes
traidores Jasón y Menelao (ladrones, bandidos,
mercenarios). La lectura sinagogal en esta fiesta recogía
las profecías de Ezequiel sobre los pastores. Es posible
encontrar cierta conexión entre la consagración del
templo y la consagración de Jesús: "Aquel a quien
el Padre consagró" (10,36).

Tercera Pascua: (13,1). Ya no se llama "Pascua de
los judíos", sino la Pascua de Jesús. En ella se
sacrifica el verdadero cordero (18,14), se cumple el éxodo
de Jesús (13,1) y se constituye de nuevo el pueblo
(19,23-27). La cena está toda llena de alusiones
pascuales: nuevo mandamiento, nueva alianza.

Tema VIII

La obra
literaria

A) LENGUA Y ESTILO DEL EVANGELIO

1. La lengua

Han discutido los autores sobre la naturaleza del griego
utilizado en la composición del 4Ev. Según algunos
como Burney, Torrey y Zwaan, el evangelio se escribió en
arameo y lo que hoy poseemos es una traducción griega muy
semitizante.

Otros como Colwell piensan que se trata de un griego
koiné sin influjos arameos. Las posiciones intermedias de
Black y Bonsirven se inclinan por un evangelio escrito en un
griego suficientemente idiomático pero con ciertos
semitismos, de léxico sobre todo.

Quizás estos semitismos pueden provenir de las
fuentes de logia utilizadas por el evangelista. K. Beyer defiende
que ese sustrato semítico presente en el 4Ev. es
más hebreo que arameo, y en su aspecto
lingüístico concuerda mucho con el hebreo de los
documentos de Qumrán. Hacer la verdad (Jn 3,21 = 1QS 1,6;
V,3); la ira de Dios permaneces sobre él (Jn 3,36 = 1QS
IV,12); dar testimonio de la verdad (Jn 5,33 = 1QS VIII 6);
caminar en las tinieblas (Jn 8,12; 12,35 = 1QS III,21; IV,
11).

¿Qué conclusiones podemos sacar de
valoraciones tan contradictorias? Por el colorido semítico
del escrito procede del ámbito del judaísmo, pero
por su griego correcto hay que postular una permanencia
prolongada de su autor en el área helenística.
Muestra conocimiento del hebreo y afinidad con el lenguaje de los
escritos de Qumrán. Podría ser un nativo de
Palestina que vivió mucho tiempo en un ambiente
helenístico.

El griego de Juan es correcto, pero pobre. Refleja la
koiné hablada, popular, más bien que la
koiné escrita. Tiene una gran pobreza de vocabulario:
sólo 920 palabras, algunas muy repetidas:

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Se han llegado a aislar unas cincuenta
características gramaticales propias de Juan, las cuales
se repiten incluso en las partes atribuidas a distintas fuentes,
con lo que se corrobora la unidad literaria del
evangelio.

2. El estilo

El lenguaje es monótono y solemne, propio de una
teología meditativa. Produce fórmulas
estereotipadas más intelectuales que emocionales. El autor
se distancia de los acontecimientos narrados.

Recurre a menudo al paralelismo, en clara
oposición a los clásicos griegos que intentaban
variar lo más posible el vocabulario y los
giros.

Pueden detectarse los tres tipos de
paralelismos:

* Paralelismo sinónimo: "El que viene a mí
no tendrá hambre, el que cree en mí no
tendrá sed" (6,35).

* Paralelismo antitético: "El que cree en
mí no es juzgado. El que no cree en mí ya ha sido
juzgado" (3,18).

* Paralelismo sintético: Ver por ejemplo el
primer verso del evangelio (1,1).

Utiliza la técnica del quiasmo. El quiasmo
es un paralelismo inverso en el que se da una correspondencia
entre el primero y el último elemento de una unidad
(ABBA).

El quiasmo puede afectar a una sola frase o a toda una
perícopa. Cuando en la mitad del quiasmo aparece un
elemento central hablamos de estructura concéntrica
como por ejemplo 6,36-40, o el proceso ante Pilato con la
alternancia de entradas y salidas: A B C D C´ B´
A´.

Otro recurso literario es la inclusión,
por la que al final de un determinado pasaje se repite un
elemento mencionado al principio, estableciendo así un
marco que da unidad a todo lo que está incluido entre la
primera y la segunda mención.

Hay claves lingüísticas que se repiten al
principio y al final del evangelio y que pueden considerarse como
inclusiones que lo enmarcan en su totalidad: vida (1,4 = 20,31);
su nombre (1,12 = 20,31); Cristo (1,20 = 20,31); Hijo de Dios
(1,34 = 20,31). Pero la inclusión más resaltada es
la afirmación de que el Verbo era Dios (1,1) y la
confesión de Tomás "Señor mío y Dios
mío" con la que se cierra el evangelio (20,28). Igualmente
hay inclusiones que enmarcan distintas secciones del evangelio, o
perícopas concretas, como por ejemplo las alusiones a los
dos milagros de Caná de 2,11 y 4,46.54. (cf. G. Mlakuzhyl,
The Christocentric Literary Structure of the Fourth
Gospel
, Roma 1987, p. 93-97).

Las introducciones también nos
proporcionan una clave importante para centrarnos en la
estructura del evangelio. Así el prólogo como
introducción a todo el evangelio, y simultáneamente
a la primera sección narrativa del Bautista y los primeros
discípulos. Igualmente hay introducciones a las distintas
secciones, como por ejemplo la solemne introducción al
libro de la gloria (13,1).

Otras introducciones más breves pueden verse al
comienzo de las bodas de Caná (2,1), la
multiplicación de los panes (6,3-4), la fiesta de la
Dedicación (10,22-24), el juicio ante Pilato
(18,28).

Igualmente encontramos conclusiones y
recapitulaciones, como las dos conclusiones al evangelio (20,30)
y al epílogo (21,25), o las dos conclusiones al libro de
los signos (12,37-43 y 12,44-50).

Hay también conclusiones más breves a
perícopas concretas, tales como el primer testimonio del
Bautista (1,28), el discurso sobre Jesús luz del mundo
(8,20), el primer signo en Caná (2,11). Muy a menudo las
perícopas concluyen con la constatación de la
reacción de fe o incredulidad ante lo que Jesús ha
realizado o dicho en la perícopa (8,30; 8,59; 10,39;
10,19-21).

Como transiciones podríamos elencar
aquellos versos que sirven para ligar dos episodios separados,
haciendo de vínculo con la perícopa anterior y
preparándonos para la perícopa siguiente (2,12;
3,22; 4,41-42).

Otros recursos estilísticos, tales como
pasajes puente, palabras gancho,
técnicas de repetición… pueden
hallarse el libro mencionado de Mlakuzhyl, p.
104-111).

La solemnidad del estilo de Juan ha hecho pensar que
algunos de sus discursos están en una prosa
poética, y que se deberían imprimir de forma que se
destacara esta estructura poética.

B) GÉNEROS LITERARIOS

1. Estructura dialogal

La muchedumbre no ocupa un primer lugar en el evangelio;
más bien se presenta en sentido negativo en su
relación con Jesús. Él no se fiaba de ellos
(2,23-24). El entusiasmo que sienten cuando le quieren hacer rey
es interpretado por Jesús con escepticismo (6.26). El
discurso eucarístico termina con el abandono de muchos
(6,60.66).

Quizás esta falta de protagonismo por parte de la
muchedumbre explique que el lenguaje del 4Ev. sea menos colorista
y contenga menos parábolas y ejemplos que los
sinópticos. El 4Ev. tiene un lenguaje más propio
para una minoría de iniciados. Por eso cobran importancia
los diálogos personales, la relación personal de
Jesús con individuos o con pequeños grupos: los dos
discípulos (1.35-39), Pedro (1.40-42), Felipe (1,43-44),
Natanael (1,45-51); existen también diálogos
prolongados con Nicodemo (3.1-21), con la samaritana (4,1-26),
los discursos dialogados de la Cena, el largo diálogo con
Pilato (18,33-38; 19,8-11).

Los personajes de estos diálogos, teniendo sin
duda un valor simbólico, resultan sin embargo personajes
vivos, muy bien caracterizados, cada uno con su psicología
propia; contrasta por ejemplo el carácter romo y
estúpido del paralítico de la piscina con la
agudeza chispeante del ciego de nacimiento.

El dramatismo creciente va subiendo hasta alcanzar su
clímax, en el uso de los distintos títulos que la
samaritana va dando a Jesús: Tú, Señor,
Profeta, Mesías; finalmente los samaritanos al final del
pasaje le reconocen como Salvador del mundo.

En el episodio del ciego de nacimiento el dramatismo
creciente se refuerza por el paralelismo de dos procesos
cruzados: el ciego va siendo iluminado y los escribas se van
hundiendo en las tinieblas más completas. En el episodio
del juicio van jugando sus cartas Pilato y los judíos,
embarcándose en una dinámica absurda que
llevará a Pilato a tener que humillarse y hocicar,
cediendo a los chantajes de los judíos, y a éstos a
humillarse reconociendo que no tienen a otro rey que al
César. El episodio de Nicodemo va apuntando el camino de
éste desde la noche hasta la luz.

Mlakuzhyl nos ha dado una lista de doce técnicas
dramáticas usadas por el evangelista (op.cit. p. 112-121).
Nos limitaremos a reproducirlas:

* Cambio de escenario, entre un episodio y otro, o al
interior del mismo episodio.

* Escenas alternantes, como las siete escenas en el
juicio de Pilato.

* Simultaneidad de escenarios: el pozo y el pueblo en el
relato de la Samaritana.

* Introducción de los Dramatis personae con
alguna pincelada que los caracteriza.

* Entrada y salidas de personajes en el
escenario.

* Ley de la dualidad escénica, según la
cual, no más de dos personajes o grupos de personajes
pueden estar en la escena simultáneamente.

* Técnica de la desaparición de personajes
que hacen mutis por el foro sin que se haga notar
expresamente.

* Técnica de las siete escenas con un paralelismo
quiástico: el juicio de Pilato y la curación del
ciego.

* Técnica de los dípticos: a veces dos
escenas consecutivas se describen de tal manera que forman un
díptico que hay que contemplar simultáneamente.
Así por ejemplo los dos testimonios del Bautista, o los
encuentros de discípulos con Jesús en dos
días consecutivos.

* Secuencia de acción, diálogo, discurso,
por ejemplo en Juan 5: curación del paralítico,
diálogo entre Jesús y el hombre curado, discurso
sobre la autoridad del Hijo..

* Desarrollo dramático que puede observarse en
todo el episodio de la curación del ciego, o en los
nombres distintos que la samaritana va dando a Jesús a lo
largo de la conversación.

* Estructura dramática que tiene paralelos con
las tragedias griegas clásicas

Prólogo: 1,1-18.

– Canto de entrada del coro al entrar en la escena
(parodos): 1,19-51

Episodios

Stasima o cantos del coro desde la orchestra
(Faltan en el evangelio).

Exodos o escena final (la pasión y la
resurrección).

2. Los discursos

Hay en el 4Ev. largos discursos, algunos de los cuales
están íntimamente asociados a los signos que
acompañan: discurso del pan de vida y
multiplicación de los panes (6,1-13; 22-71), Jesús
luz del mundo y la curación del ciego (8,12; 8,1-41),
resurrección de Lázaro y Jesús
resurrección y vida (11,1-44; 11,25); discursos de la Cena
y desarrollo de la Pasión.

En los discursos se da un proceso circular de
exposición. Se enuncia globalmente una idea, que se
desglosa en facetas complementarias, las cuales que se van
entrecruzando hasta llegar al punto de arranque. Círculos
concéntricos, o fugas musicales en las que se van
entreverando dos temas diversos, por ejemplo el discurso del
pastor y la puerta.

Estos discursos llevan el sello personalísimo del
evangelista, aunque en determinados momentos puedan incluir logia
del mismo Jesús. El discurso es una elaboración del
mensaje de Jesús a la luz de la Pascua, bajo la
inspiración del Espíritu que se encarga de recordar
(14,26) y guiar hacia la verdad completa, haciendo comprender las
realidades nuevas a la luz de los sucesos del pasado y
viceversa.

3. Las parábolas

Aunque menos numerosas que en los sinópticos y
con menos colorido, es posible detectar en el 4Ev. algunas
parábolas, como la de la puerta, el pastor, la
viña, la mujer que da a luz. Algunas de estas
parábolas revisten la forma de alegorías y
están muy elaboradas. Tales serían por ejemplo la
del pastor y la viña. En cambio hay otras que son un mero
esbozo, una pincelada sugerente; la mujer que da a luz
(16,21-22), el grano de trigo (12,24-25), el hijo aprendiz
(5,19)…

4. Tratamiento psicológico de los
personajes

La trama del evangelio está dividida en una serie
de episodios que se repiten a sí mismos una y otra vez,
hasta llegar al clímax final de La Hora. Cada episodio es
un microcosmos en el cual se condensa el argumento del evangelio
global. La venida de la luz al mundo, distintas reacciones que
provoca. y consecuencias que tienen éstas reacciones de
aceptación o de rechazo: salvación o
condena.

El carácter de Jesús es estático y
no cambia a lo largo del evangelio, no se da en él una
evolución psicológica. Únicamente su
carácter se va revelando más y más tras cada
una de las olas concéntricas que constituyen los distintos
episodios del evangelio.

Aunque algunos episodios, como el del ciego de
nacimiento o el proceso de Pilato están muy bien llevados
desde el punto de vista narrativo, sin embargo en general el
cuarto evangelio no se señala especialmente por este tipo
de técnicas literarias.

Algunos de los otros personajes del evangelio
evolucionan, pero el único rasgo que se tiene en cuenta en
esta evolución es su mayor o menor grado de
aceptación de la palabra de Jesús. Pensemos en el
caso de Pedro, de Judas o Nicodemo. Podríamos decir que
los personajes tienen una sola dimensión, la de su
aceptación o rechazo del evangelio.

C) RECURSOS
LITERARIO-TEOLÓGICOS

1) El malentendido

El malentendido es un recurso que el 4Ev. utiliza
continuamente. Su estructura es siempre la misma: a) Jesús
hace una afirmación a base de una palabra que tiene dos
sentidos, uno literal y otro espiritual. b) El interlocutor
entiende la palabra en sentido literal, se extraña y hace
una pregunta. c) Esta pregunta da pie a Jesús para
profundizar en su doctrina. Hagamos una lista de los diversos
malentendidos que van apareciendo en el evangelio

a) Destruir y levantar (2,19): Jesús habla del
templo de su cuerpo, los judíos piensan en el templo de
Jerusalén.

b) Nacimiento de lo alto (3,4): Nicodemo entiende que
hay que nacer de nuevo, Jesús se refiere a un nacimiento
de lo alto, de agua y Espíritu

c) El agua viva (4,11): Jesús se refiere al don
de Dios, la samaritana lo entiende del agua natural

d) El alimento (4,33): Los discípulos piensan en
la comida, Jesús se refiere al cumplimiento de la voluntad
del Padre.

e) Trabajar (6,27): Los judíos piensan en las
obras, Jesús en la fe.

f) El pan (6,34): Los judíos piden el pan
material, Jesús habla del pan del cielo.

g) Bajado del cielo (6,41):Los judíos piensan que
Jesús habla de su nacimiento humano, cuando él
está hablando de su origen divino.

h) Comer la carne (6,52): Jesús habla de un comer
eucarístico, los judíos lo entienden del comer
material.

i) Subir (7,8): Los parientes creen que Jesús
habla de subir a Jerusalén a la fiesta, Jesús habla
de subir al Padre.

j) Irse (7,36): Jesús se refiere a su muerte, los
judíos piensan que se quiere ir a la
diáspora.

k) Padre (8,18): Jesús habla de su Padre del
cielo, los judíos piensan que se refiere a su padre
terreno y le preguntan dónde está.

l) Irse (8,22): Jesús habla de su ida al Padre y
los judíos piensan que va a suicidarse.

m) Ser (8,24): Jesús dice YO SOY en
términos absolutos y los judíos lo entienden en
términos predicativos y se quedan esperando el predicado,
por eso le preguntan: "¿Qué eres?"

n) Esclavitud (8,32): Los judíos creen que
Jesús habla de la esclavitud material, política,
mientras que Jesús se refiere a la esclavitud del
pecado.

ñ) Muerte: (8,5,1): Jesús promete que los
que creen en él no morirán y los judíos
piensan que no padecerán la muerte temporal.

o) Ver mi día (8,56): Jesús dice que
Abraham vio su día, y los judíos le acusan de
presumir de ser más viejo que Abraham.

p) Sueño (11,12): Los discípulos piensan
que Jesús habla del sueño natural, pero
Jesús se refiere a la muerte de Lázaro.

q) Ser levantado (12,34): Jesús se refiere a su
glorificación, los judíos piensan que habla de su
crucifixión.

r) Lavar (13,8): Jesús se refiere a dejarse
salvar por el misterio de su muerte, Pedro entiende que se trata
sólo de un rito de purificación.

s) Camino (14,15): Tomás piensa que se trata de
un itinerario a seguir. Jesús dice que estar con él
es estar ya con el Padre.

t) Rey (18,37): Pilato piensa que se trata de un rey
terreno. Jesús se refiere al reino de la
verdad.

2. La ironía

El fondo de la ironía del Evangelio consiste en
que los judíos han rechazado al Mesías al que tanto
esperaban y que con tal de deshacerse de él son capaces de
aceptar como rey al César de Roma. Podríamos hablar
de ironía, pero también de drama. La ironía
juánica es acerada, y despiadada. Uno a veces echa de
menos en el evangelio ciertos matices de ternura.

Mediante el recurso de la ironía, los adversarios
de Jesús hacen observaciones despectivas e
incrédulas, o al menos inadecuadas, sobre Jesús o
sobre sus palabras. Pero irónicamente resulta que estas
afirmaciones son verdaderas en otro sentido distinto del
pretendido por sus autores. Los personajes están diciendo
mucho más de lo que saben.

* Tú has guardado el vino bueno hasta ahora
(2,10).

* ¿Eres tú más que nuestro padre
Jacob? 4,12.

* ¡Muéstrate al mundo! 7,3.

* ¿Se irá a los griegos? 7,35.

* ¿No dice que Cristo vendrá de
Belén? 7,42.

* Jamás ha hablado un hombre como este hombre:
7,46.

* ¿No irá a matarse? (Entregar su vida):
8,22.

* ¿Eres tú más grande que nuestro
padre Abrahán que murió?" 8,53.

* Tú eres discípulo de ese hombre:
9,8.

* No es el mismo. ¿Alusión a un cambio de
personalidad del ciego? 9,9.

* Da gloria a Dios: 9,24.

* Si duerme, sanará: 11,12.

* Conviene que uno muera por el pueblo:
11,50.

* Ahí tenéis al hombre: 19,5.

* Ahí tenéis a vuestro Rey:
19,14.

* Inscripción sobre la cruz: 19,19-21.

Otras veces la ironía consiste en que los
dirigentes judíos deciden actuar de un determinado modo
para conseguir unos fines y es precisamente de este modo como
conseguirán exactamente lo que trataban de evitar. Por
ejemplo cuando dicen: "Si le dejamos que siga así, todos
creerán en él y vendrán los Romanos y
destruirán nuestro Lugar Santo" (11,48).

El más irónico de todos es siempre el
autor, aunque en muchos casos también sus personajes saben
ser irónicos, sobre todo Jesús, con sus preguntas
sarcásticas

* A Pedro: "¿Darás tu vida por mí?"
En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo antes
que me hayas negado tres veces" (13,38),

* A todos los discípulos: "¿Ahora
creéis? Mirad que llega la hora en que todos os
dispersaréis…" (16,31-32).

* A Nicodemo: "¿Tú eres Maestro de Israel
e ignoras esas cosas?" (3,10).

* A Natanael: "¿Porque te he dicho que te he
visto debajo de la higuera crees? Verás cosas mayores"
(1,50).

* A Felipe: "¿Dónde vamos a comprar pan
para que coman estos? (6,5). "¿Tanto tiempo estoy con
vosotros y no me conoces, Felipe?" (14,9).

* A propósito de Judas: "¿No os he elegido
yo a vosotros los Doce, y uno de vosotros es un diablo?"
(6,70).

* A los dirigentes judíos: "Muchas obras buenas
de parte del Padre os he mostrado, ¿por cuál de
ellas queréis apedrearme?" (10,32).

* A Anás: "¿Por qué me preguntas a
mí? Pregunta a los que me han oído?"
(18,20-21).

* Al sayón que le golpea en la mejilla: "Si he
hablado mal, muestra en qué, y si no, ¿por
qué me pegas?" (18,23).

Pero también otros personajes saben ser
irónicos.

* El ciego hablando con los dirigentes judíos:
"¿Queréis haceros discípulos suyos?" (9,27).
"Eso es lo extraño, que vosotros no sepáis de
dónde es y a mí me haya abierto los ojos?"
(9,30).

* La muchedumbre: "¿No es éste
Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos?
¿Cómo puede decir ahora que ha bajado del cielo?"
(6,42). "¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?" (6,52). "¿Cómo conoce las Escrituras si no
ha estudiado?" (7,15).

La ironía es un recurso del autor para implicar
al lector en el círculo de los insiders, de los que poseen
una clave más profunda para comprender lo ridículo
de ciertas situaciones, lo absurdo de ciertas actitudes, y las
contradicciones en que incurren los que se oponen a
Jesús.

La ironía de fondo es que "la luz vino al mundo y
los hombres amaron las tinieblas más que la luz" (3,19).
Se le invita al lector a descubrir también la gran
ironía de que, detrás de los personajes que se
mueven motivados por intereses bastardos, hay una mano superior
que reconduce todo a una finalidad salvífica de
revelación de la gloria. Los que se oponen a la luz
sólo consiguen que la luz pueda revelarse con más
intensidad, porque sólo cuanto más densas son las
tinieblas en su satánico designio de asfixiar la luz, es
cuando brilla la gloria de la luz de Dios más
intensamente.

3. Paisajes psíquicos

Circunstancias externas de lugar, clima, horario se
convierten en expresión de actitudes
interiores.

a) Nicodemo va a ver a Jesús de noche:
3,2.

b) Cuando la fiesta de la Dedicación era
invierno: 10,22.

c) Cuando Judas salió era de noche:
13,30.

d) Cuando las negaciones de Pedro hacía
frío: 18,18.

e) Entradas y salidas de Pilato: 18,29.33.38;
19,1.4.9.13.

f) Todavía oscuro en el corazón de
Magdalena: 20,1.

g) Magdalena se volvió: 20,14-16.

h) El amanecer en la orilla: 21,4.

4. Aplicación de sentidos

La Palabra se ha hecho carne, se ha hecho sensible y
puede ser captada por nuestros sentidos:

a) VER: la luz, la contemplación de la
gloria.

b) OÍR: el trueno que viene del cielo (12,28), la
voz del Maestro que llama (20,16), la voz del esposo (3,29), la
voz del pastor (10,3), la voz del Hijo de Dios (5,28).

c) OLER: el perfume del ungüento que llena la casa
(12,3), los aromas excesivos en la escena del entierro (19,39),
el hedor de muerte en la tumba de Lázaro
(11,39).

d) GUSTAR: la calidad del vino (2,10), el frescor del
agua viva (4,10), la acidez del vinagre (19,29).

e) TOCAR: la hierba verde (6,10), el barro en los ojos
(9,6), el agua en los pies (13,5), el latido del corazón
(13,23), abrazar los pies de Jesús (20,17), las llagas
(20,27).

5. Alusiones fugaces

Con mucha frecuencia el autor repite una palabra o una
imagen en dos contextos totalmente diversos, de modo que ambos
pasajes se iluminen mutuamente. Esta referencia literaria nos
invita a buscar una resonancia más profunda a nivel
teológico o espiritual.

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Apuntes de clase

para el Seminario Mayor San Luis
Gonzaga

jaén (Perú) 2012

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6. Las cifras

Las cifras tienen un sentido simbólico en el
evangelio de san Juan, aunque no siempre seamos capaces de
comprender exactamente el simbolismo. Para captarlo es necesario
entender todos los desarrollos numerológicos de la cultura
de la época, y en particular la gematría. La
gematría es el arte de dar valores numéricos a las
letras de una palabra, y así traducir la palabra en una
cifra, que es el equivalente de la suma de los valores
numéricos de sus letras. Recordemos que tanto en hebreo,
como en griego y latín las cifras son letras, por lo cual
una letra puede simultáneamente representar también
un número.

En otras ocasiones son los números mismos los que
tienen un valor propio, sin ninguna alusión a la
gematría.

Veamos algunos ejemplos y sus posibles
significados.

Uno: Representa a Dios, Padre, único Dios
verdadero (17; 5,44; 20,17). También la unidad del Padre y
el Hijo por el Espíritu (10,30; 17,1.21.22.23).

Dos: Para hacer válido un testimonio hacen
falta dos testigos (8,17); hay dos discípulos (1,35.
37.41; 20,4; 21,2); dos crucificados (19,18); dos ángeles
en el sepulcro (20,12).

Tres: Número de la divinidad en Gn 18,1.
Triple negación y confesión de Pedro.

Cuatro: Los cuatro puntos cardinales: los
vestidos de Jesús y los soldados (19,23).

Cinco: Cinco maridos de la samaritana, cinco
templos idolátricos en Samaría (2 R 17,24-41);
cinco libros de la Ley; cinco pórticos en la piscina
(5,2), cinco mil hombres y cinco panes (6,9-10). Cincuenta y sus
múltiplos representan la comunidad del Espíritu (1R
18,4.13).

Seis: Lo incompleto, lo inacabado =siete menos
uno. Seis tinajas (2,6), la hora sexta (19,34), el día
sexto (2,1), las seis fiestas (2,13; 5,1; 6,4; 7,1; 10,22;
11,55).

Siete: Totalidad determinada o definida. La hora
séptima es la de la curación del hijo del
funcionario (4,52); siete es la suma de los cinco panes y los dos
peces (6,9). Siete los discípulos presentes en 21,2. Este
número por oposición a 12 designa a veces la
comunidad helenística en su apertura a los gentiles, a
todos los pueblos. Siete signos narrados en el Evangelio (Bodas,
régulo, paralítico, multiplicación, camino
sobre las aguas, ciego de nacimiento, Lázaro); siete
expresiones YO SOY: pan de vida (6,35), luz del mundo (8.12),
puerta (10,8), pastor (10,11), resurrección y vida
(11,25), camino verdad y vida (14,5), vid verdadera
(15,1).

Ocho: El mundo definitivo, el octavo día.
Le sirve a Juan para designar el siguiente domingo al de Pascua y
subrayar la ocurrencia del domingo en las apariciones de
Jesús (20,26).

Diez: La hora décima es cuando los
discípulos se quedan a vivir con Jesús (1,39). Si
se cuentan las horas a partir de las seis de la mañana, se
trata de las cuatro de la tarde. La hora en que termina el
día. Quizás el "ereb shabbat, o víspera del
sábado.

Doce: Número simbólico de Israel:
Los doce (6,67.70.71; 20,24). Se subrayaría la continuidad
del nuevo pueblo con el antiguo. Es un tema de los
sinópticos pero que en Juan no está subrayado del
todo.

Treinta y ocho: tiempo de enfermedad del
inválido de Betesda, duración del vagar por el
desierto para aquellos que encontraron la muerte (Dt
2,14-16).

Ciento cincuenta y tres: número de los
peces en la red. Hay diversas interpretaciones. Puede ser la
clasificación de los zoólogos, o la suma de los
números del 1 al 17, o un triángulo
equilátero con 17 puntos en cada lado. En gematría
Simón= 76 + pez = 77.

SEMANAS

Pueden distinguirse en el evangelio al menos tres
semanas.

La semana inaugural del ministerio, que guarda
relación a la primera semana de la creación: 1,19;
al día siguiente: 1,29; al día siguiente: 1,35; al
día siguiente: 1,43; tres días después:
2,1.

La semana intermedia de la fiesta de los
Tabernáculos: 7,1-9.41.

La última semana: seis días antes de la
pascua: 12,1; al día siguiente: 12,2; al día
siguiente: 13,1; antes de la Pascua: 19,14.31.32.

Tema IX

Estructura del
Evangelio

Prólogo: 1,1-18. Himno juánico
programático

LIBRO DE LOS SIGNOS
(1,19-12,50)

1ª Parte: Días inaugurales de la
revelación de Jesús
(1,19-51;
2,1-11)

I. El testimonio del Bautista (1,19-34)

II. Los discípulos del Bautista siguen a
Jesús (1,35-51)

Los discípulos creen en Jesús
(2,1-11)

(Este relato sirve de fin de la primera parte y comienzo
de la segunda)

2ª Parte: De Caná a Caná.
Diversas respuestas a Jesús en Galilea, Jerusalén y
Samaría

I. El primer signo en Caná de Galilea
(2,1-12)

II. Purificación del templo en Jerusalén
(2,13-22)

III. Conversación con Nicodemo en
Jerusalén (3,1-21)

IV. Testimonio final del Bautista (3,22-36)

V. Conversación con la samaritana y reacciones
samaritanas (4,1-45)

VI Segundo signo en Caná (4,46-54)

(Este relato sirve de fin de la segunda parte y comienzo
de la tercera)

3ª Parte: Jesús y las principales fiestas
judías
(5,1-10,42)

I. El Sábado: El paralítico de la piscina
y la obra de dar vida (5,1-47)

II. La Pascua: Multiplicación de los panes y
discurso sobre el pan (6,1-71)

III. Los Tabernáculos: Ceremonias del agua y de
la luz. El ciego (7,1-8,59)

IV. La Dedicación: Jesús consagrado
Mesías e Hijo de Dios (10,22-42)

4ª Parte: Jesús avanza hacia su hora
(11-12)

I. Jesús da la vida a Lázaro. Los hombres
condenan a Jesús (11,1-54)

II. Escenas preparatorias: Unción, entrada
solemne, los griegos (12,1-50)

LIBRO DE LA GLORIA
(13,1-20,31)

1ª Parte La última Cena, el
último discurso y la plegaria de Jesús
(13-17)

2ª Parte: Narración de la
Pasión
(18-19)

3ª Parte Jesús resucitado
(20)

Apéndice: (21)

Se han propuesto distintos esquemas para estructurar la
totalidad del evangelio. Estos distintos esquemas obedecen a
diversos puntos focales de interés.

Bultmann adoptaba como hilo conductor los planteamientos
teológicos, y según ellos dividía el
evangelio en dos partes principales: Revelación de la
gloria de Jesús al mundo (cap. 1-12) y Revelación
de la gloria de Jesús a la comunidad (cap. 13-20).
Además habría que añadir como en todos los
otros esquemas un prólogo y un epílogo.

Boismard adopta una estructura
septenario-simbólica en siete semanas. La primera es la
del bautismo y el vino nuevo (1,19-2,12). La segunda es la de la
primera pascua, nuevo templo, nuevo nacimiento, nuevo culto
(2,13-4,54). La tercera semana es la de la obra vivificadora de
Cristo: paralítico y pan de vida (5,2-6,71). La cuarta es
la de la fiesta de los Tabernáculos: Jesús luz del
mundo (7,1-9-41). La quinta es la fiesta de la Dedicación:
Jesús buen pastor que devuelve la vida (10,1-11,56). La
sexta semana es la de la tercera Pascua: pasión y
nacimiento de la nueva vida (12,1-19,42). La última semana
es la gloria de la Resurrección como descanso
sabático (20,1-31).

Brown adopta una estructura teológico-sustitutiva
en dos partes: El libro de los signos (1,19-12,50) y el Libro de
la gloria (13,1-20,31). A partir del corte que se da al final del
capítulo 12, y basándose en el término
"hora" Brown localiza la articulación principal del
evangelio. Hasta entonces ha predominado el discurso de
Jesús a los de fuera. A partir de ahora Jesús va a
volver su actividad hacia los "suyos".

La diferencia entre los de dentro y los de fuera ha sido
ya explicitada en el prólogo (1,11-12) donde se ve el
contraste entre los que reciben la luz y los que la
rechazan.

Los signos del primer libro prefiguran la gloria de
Jesús que luego será revelada más tarde
plenamente durante la pasión y resurrección. Se
distinguen siete signos que estructuran toda la primera parte del
evangelio.

Tema X

La teología
juánica

A) LA HORA DEL HIJO DEL HOMBRE

1. La Hora

La dinámica del evangelio conduce hacia un
momento culminante que se designa como la hora de Jesús.
Una hora que todavía no ha llegado en Caná (2,4),
aunque de algún modo se adelanta a través del signo
(2.11). Por fin llega en el momento de la muerte (13,1).
¿Qué representa esa hora? Es la hora del don de la
vida como homenaje de amor al Padre y salvación de los
hombres.

Las repetidas afirmaciones de que todavía no ha
llegado la hora crean un suspense

2,4: Todavía no ha llegado mi hora.

4,21: Se acerca la hora en que no daréis culto al
Padre aquí o allá.

4,23: Se acerca la hora, o mejor dicho, está
aquí.

5,25: Se acerca la hora, o mejor, ya ha llegado, en que
los muertos escucharán su voz.

5,28: Se acerca la hora en la que escucharán su
voz los que están en el sepulcro.

7,30: El arresto de Jesús fracasa, porque
todavía no había llegado su hora.

8,20: Nuevamente fracasa el arresto de Jesús por
el mismo motivo.

Comienzan las afirmaciones de que la hora ha llegado por
fin.

12,23: Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre sea
glorificado.

12,27: No te pido que me libres de esta hora.

13,1: Sabiendo Jesús que había llegado su
hora de pasar de este mundo al Padre.

16,2: Llegará la hora en la que os matarán
creyendo prestar un servicio a Dios.

16,21: La mujer cuando da a luz… ha llegado su
hora.

16,32: Se acerca la hora, o ya ha llegado, de que os
disperséis.

17,1: Padre, ha llegado la hora, muestra la gloria de tu
Hijo.

19,27: Desde aquella hora el discípulo la
acogió en su casa.

2. La Gloria

Todo el evangelio nos ha ido preparando para una lectura
de la Pasión en clave de gloria. En el momento solemne en
que el costado de Cristo es traspasado, se cita a
Zacarías: "Mirarán al que atravesaron" (Za 2,10 =
Jn 19,37). En esta invitación a mirar se cumple lo que se
había anunciado en el prólogo: "Hemos visto su
gloria" (1,14).

Esta gloria comenzó ya a manifestarse
inicialmente en Caná (2,11) y a través de los
distintos signos de la misericordia de Jesús en un
contexto de humildad y servicio. Pero hasta el momento de llegar
la hora no se revela en plenitud. Es todavía como el sol
cuando se filtra entre las nubes. Pero al llegar la hora de su
muerte se descorren las nubes, y la gloria del amor de
Jesús se revela en todo su esplendor. "Ha llegado la hora
en que sea manifestada la gloria del Hijo del hombre"
(12,23).

El término "gloria" en su acepción
ordinaria significa homenajes, prestigio, privilegios, poder,
éxito… Sin embargo en Jesús se va a
manifestar su gloria en su muerte infamante. Porque precisamente
es en la ignominia donde resplandece la grandeza del amor de Dios
"hasta el final". En ningún sitio se revela tan claramente
el extremo del amor de Dios como en su capacidad de ser fiel en
su amor hacia los que le injurian y torturan.

En el AT "Glorifica tu nombre" significaba "Muestra tu
poder de salvación". Por eso la glorificación del
Hijo es la manifestación del poder de Dios para la
salvación de los hombres.

3. La Exaltación

Ya vimos cómo correspondiendo a las tres
predicciones de la pasión en los sinópticos, hay en
el 4Ev. tres anuncios de la exaltación. La muerte en cruz
da vida a los mordidos por las serpientes (3,13), revela
quién es Jesús (8,28), y es principio de
atracción universal (12,32).

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El grito del "¡Tolle, tolle!", "¡quita,
quita!" (19,15), quiere significar a la vez quitar y ensalzar.
Irónicamente lo que la multitud podría estar
diciendo es "¡Ensálzalo, ensálzalo!". El
nombre hebreo del litóstroto es "Gabbatha" que significa
"lugar de exaltación" (19,13).

B) PROCLAMACIÓN E
INVITACIÓN

El evangelio no es un simple atestado histórico
de unos hechos sucedidos. Es ante todo kerigma,
proclamación de unos acontecimientos salvíficos que
pretenden no meramente informar, sino invitar, expresar una
oferta de vida, que espera una respuesta. Frente a esta
proclamación e invitación, el hombre tiene que
decidir entre la aceptación y el rechazo. El mero hecho de
aceptar o rechazar implica un juicio que supone ya la
salvación o la condenación.

La proclamación expone el hecho redentor, el
cumplimiento del designio salvífico prometido, anunciado y
prefigurado en el AT. Se centra en Cristo, luz y vida de los
hombres, y en el inmenso amor de Dios que se ha revelado en
él.

La invitación es doble: a creer, a tomar una
decisión, librándose de la mentira; y a amar
introduciéndose en la comunión de la
Trinidad.

Se puede hacer una lectura dramática del 4Ev.
desde el punto de vista de la respuesta humana a esta
proclamación e invitación, constatando la doble
respuesta: rechazo, aceptación:

Prólogo: rechazo (1,5.10.11); aceptación
(1,12.14).

Testimonio del Bautista: ante las autoridades: rechazo
(1,19-28).

ante los discípulos: aceptación
(1,35-51).

Caná: aceptación de los discípulos
(2,11). María el Israel fiel (2,5).

Jerusalén: desconfianza (2,18-20); fe imperfecta
(2.24).

Tres encuentros:

Nicodemo. Oferta de Jesús y rechazo del mundo que
se condena a sí mismo: 3,11.18.21.

Samaritana: Jesús es acogido por los samaritanos
como Mesías y Salvador: 4,26.42.

Régulo: respuesta de fe: 4,53.

El signo del pan provoca rechazo: 6,60.66. Pero Pedro
confiesa a Jesús.

Tabernáculos: siete grandes declaraciones
seguidas por un rechazo.

a) enviado del Padre: 7,20; rechazo en 7,32.

b) Fuente de aguas vivas: 7,37-39; rechazo en
7,43-44.

c) La luz del mundo: 8,12; rechazo en 8,20.

d) Yo soy: 8,24.28; rechazo en 8,30

e) Dador de libertad: 8,31-36; rechazo en
8,37ss.

f) Dador de vida: 8,51-52; rechazo en 8,53ss.

g) Preexistente; 8,58; rechazo en 8,59.

El signo de la luz: el ciego curado cree: 8,38; las
autoridades judías rechazan: 9,33-40.

Fiesta de la Dedicación: Jesús el
consagrado; rechazo: 10,31.39; aceptación:
10,42.

Resurrección de Lázaro: fe de Marta y
María: 11,27, y de muchos (11,45); rechazo:
11,50.

La Pasión: el papel de las tinieblas (rechazo)
está representado por Judas, Anás, Caifás y
Pilato. El papel de la fe está representado por el
discípulo amado y María, y en la
resurrección por la fe de los discípulos,
especialmente el discípulo amado (20,7), Magdalena
(20,11-18) y Tomás (20,28). El evangelio concluye con la
fe de Tomás.

C) CRISTOLOGÍA

Reseñaremos los siguientes títulos
cristológicos; algunos de ellos son comunes a otros
escritos del Nuevo Testamento, otros son elaboraciones
juánicas de lo que se ha dado en llamar una
cristología alta o desde arriba, que subraya la
preexistencia de Cristo.

1. Títulos cristológicos

Todo el evangelio viene puntuado por los distintos
títulos critológicos que se le dan a Jesús.
Estos títulos son bien explícitos desde el
principio. No hay en Juan nada que se parezca remotamente al
secreto mesiánico de Marcos. Ya el propio narrador usa en
el prólogo los títulos más altos de todos al
afirmar que "el Verbo era Dios". Estableciendo así una
inclusión entre el incio del evangelio y el final cuando
Tomás confiesa la divinidad de Jesús: "Señor
mío y Dios mío" (Jn 20,28). En el primer
capítulo ya Natanael se dirigirá a Jesús
como Hijo de Dos y Rey de Israel (Jn 1,49).

1.- Verbo de Dios: 1,1.

2.- Morada de la gloria, Templo: 1,14; 2,19.

3.- Hijo único: 1,14.18; 3,16.18.

4.- Cordero de Dios que quita el pecado del mundo:
1,29.36; 19,36.

5.- El que bautiza con Espíritu Santo: 1,33;
3,34; 7,38; 19,34.

6.- Elegido de Dios: 1,34.

7.- Rabbí, Maestro: 1,38.49; 3,2.26; 4,31; 6,25;
9,2; 11,18.

8.- Mesías: 1,41; 4,25; 7,26.27.41.42; 11,27;
20,31.

9.- Hijo de Dios: 1,49; 5,25; 10,36; 11,4.27;
20.31.

10.- Rey de Israel: 1,49; 6,15; 12,15.

11.- Rey de los judíos: 18,33.37;
19,3.14.19.

12.- Hijo del Hombre: 1.51; 3.13-14; 5.28; 6.27.53.62;
8,28; 9,35; 12,23.34; 13,31.

13.- El Hijo: 3,17.35.36; 5,19.20.21.23; 6,40; 8,35.36;
14,13; 17,1.

14.- El Novio: 3,29.

15.- Señor: 4,1.11.15.19; 4,49; 5,7; 6,25.34.68;
8,11; 9,38; 11,2.27; 13,13; 20,2.15.28.

16.- Profeta: 4,19; 6,14.

17.- Salvador del mundo: 4,42.

18.- Pan de vida: 6,35.41.48.51.

19.- Santo de Dios: 6,69.

20.- Linaje de David: 7,42.

21.- Luz del mundo: 1,9; 8,12; 9,5; 12,46.

22.- Enviado: 9,7.

23.- Puerta: 10,7.9.

24.- Buen Pastor: 10,11.14.16.

25.- Resurrección y vida: 11,35.

26.- Dador de la nueva ley: 13,34-35.

27.- Camino, verdad y vida: 14,6.

28.- Vid verdadera: 15,1.5.

29.- Sumo sacerdote: 17,19.

30.- Hombre: 19,5.

31.- Justo sufriente: 19,23.30.

32.- Descendencia de la mujer: 19,25-27.

33.- El traspasado: 12,10; 19,37.

34.- Rabbuni, querido Maestro: 20,16.

35.- Señor mío y Dos mío:
20,29.

2. El Hijo

Jesús es ante todo el "enviado" del Padre, y el
Padre es correlativamente "el que me ha enviado", fórmula
que aparece 26 veces en el evangelio. "Ser enviado" constituye no
sólo la misión de Jesús, sino su naturaleza.
Jesús es el enviado, el plenipotenciario. Puede ser el
enviado a causa de su identidad con el Padre (10,30) y su
preexistencia junto a Dios. Sólo él puede ser el
enviado, porque solo él es el Hijo

No viene en nombre propio (5,43). No hace nada por su
cuenta, sino que habla como el Padre le enseñó
(8,28). No busca su propia gloria, sino la gloria del que lo
envió (5,41; 7,18; 8,54). Ese Jesús que
parecía ser el centro desaparece para dejar el puesto
central a otro que es mayor que él (14,28). El
cristocentrismo da lugar al teocentrismo. Así expresa el
cuarto evangelio el misterio de la kénosis, el vaciamiento
de Jesús, que no ha venido a hablar de sí mismo, ni
busca su propia gloria, ni tiene más palabra que decir que
la que ha escuchado.

Jesús es total desposesión. Nada le
pertenece. Todo lo recibe. El Padre es origen y destino:
"Salí del Padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo y
vuelvo al Padre" (16,28). Así transcurre toda la vida de
Jesús. La hora de la muerte para él es sólo
"la hora de pasar de este mundo al Padre" (13,1), el
último latido del corazón, el último acto de
abandono filial.

Jesús acoge todo lo que es y todo lo que tiene
como un don gratuito recibido. No considera que nada sea suyo.
Los discípulos son "los que tú me has dado" (17,6);
sus palabras son "las palabras que tú me diste" (17,8;
14,24); su doctrina es "lo que he oído a mi Padre"
(15,15); su propia pasión es "el cáliz de mi Padre"
(18,11). Su vida es un don de amor del que es plenamente
consciente. "El Padre me ama" (10,17). Su gloria sólo
quiere recibirla del Padre, no de los hombres: "Es mi Padre el
que me glorifica" (8,54). Jesús no busca su gloria, la
recibe como un don.

Desposeído de todo, nunca cierra el puño
sobre nada. Todo le ha sido dado. Su existir es una pura
referencia a Otro, al Padre. Jesús es como un
pájaro que no fuera más que vuelo. No tiene nada
más que lo que recibe. Para Jesús ser es recibir, y
por eso ser es dar, sin reservarse nada. Todo lo que recibe lo da
sin guardar nada para sí. Ésta es la naturaleza
propia del amor. "Como el Padre me amó, así os he
amado yo" (15,9). Jesús ha tenido el mejor maestro para
enseñarnos a amar.

Nos resulta difícil entender cómo la
propia identidad pueda consistir en la referencia a Otro.
Normalmente, para nosotros la autoconciencia es ante todo
conciencia de nuestro yo; sólo secundariamente aparece un
tú en el horizonte. En Dios no ocurre así. Como
dice González Faus, si Dios es Amor, la conciencia del
Amor es primariamente conciencia del Amado, y no
autocontemplación de uno mismo. Lo que hace que
Jesús sea divino es precisamente el hecho de que no tenga
una conciencia cerrada sobre sí mismo, sino que se viva a
sí mismo en procedencia de Dios y en total referencia a
Dios. Para explicar lo que sucede en Jesús,
González Faus nos da el ejemplo de lo que nos dice la
psicología evolutiva sobre el niño que adquiere
antes la conciencia de su madre que de sí mismo. Pero la
diferencia está en que al niño le pasa esto por
defecto de autoconciencia, y a Jesús por
sobreabundancia1.

Su pobreza y desposesión radical no son una
actitud adoptada transitoriamente para realizar una misión
temporal en la tierra. Su pobreza es la traducción en
categorías humanas de lo que es el Hijo en el seno de
Dios: pura referencia al Padre. Y porque es pura receptividad,
puede ser también pura donación. Porque
Jesús es sólo de Dios, es por lo que podrá
ser también el hombre-para-los-demás.

Lo curioso es que en esa servidumbre radical, el Hijo
encuentra su más perfecta libertad. No hay nadie tan libre
como Jesús. Libre respecto a los prejuicios, a las modas,
al qué dirán, a los convencionalismos, a las
racionalizaciones, a las ideologías, a las manipulaciones
afectivas y los chantajes, a los miedos, a las leyes y
rúbricas, a los intereses mezquinos, a los estados de
ánimo. Y porque es libre puede darnos también la
libertad a cuantos nos vemos tiranizados por el deseo, la
costumbre o el miedo. "Si sois fieles a mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos y conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres" (8,31-32). "Si el Hijo
os da la libertad, seréis libres de verdad"
(8,36).

El envío del Hijo es la mayor prueba del amor de
Dios al mundo (Jn 3,16). Más aún, es porque Dios
ama a su Hijo por lo que puede amarnos a nosotros. Un Dios no
trinitario sólo podría ser un solterón
egoísta incapaz de amar. Sólo un Dios trinitario
puede definirse como Dios amor. El evangelista va a conjugar el
verbo amar en todos sus tiempos y personas. Es el amor la
corriente que circula entre el Padre y el Hijo. Jesús es
consciente de ser amado. Nadie se ha sentido nunca tan amado como
Jesús. "El Padre ama al Hijo y todo lo pone en sus manos"
(3,35). "El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace"
(5,20). "El Padre me ama" (10,17). "Como el Padre me amó
así os he amado yo" (15,9). "Les has amado a ellos como me
has amado a mí" (17,23). "Me has amado antes de la
creación del mundo" (17,24). Y Jesús responde con
amor al amor que recibe de su Padre. "El mundo tiene que saber
que yo amo al Padre" (14,31).

Este amor trascendente entre el Padre y el Hijo es el
que funda las relaciones de amor entre los hombres y Dios.
Nosotros somos una oportunidad para que el Padre y el Hijo se
muestren su mutuo amor. Ejercitan su amor en nosotros. Por amar a
su Hijo es por lo que Dios también puede amarnos a
nosotros en él. Es porque capta cuánto nos ama el
Padre (16,27) por lo que Jesús vuelca todo su amor en
nosotros.

Por haber recibido tanto amor de su Padre es por lo que
Jesús puede darnos tanto amor, un amor hasta el final, un
amor hasta dar la vida. Y porque Jesús ama tanto a su
Padre es por lo que se pone tan totalmente al servicio de su plan
de salvación. En el momento de levantarse de la mesa para
ir al encuentro de su pasión, Jesús dice: "Para que
el mundo sepa que yo amo al Padre y cumplo su encargo, levantaos,
vamos de aquí" (14,31). "Cumpliendo el mandamiento de mi
Padre es como permanezco en su amor" (15,10). "Por eso me ama el
Padre, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo"
(10,17).

3. El Revelador

Jesús se nos muestra ante todo como el Revelador.
Bultmann fue el primero que cayó en la cuenta de que en el
cuarto evangelio Jesús no tiene otra cosa que revelar sino
el hecho de ser el Revelador5. Jesús no tiene un conjunto
de doctrinas sobre Dios que proponga para nuestra
aceptación. No solicita la fe en la doctrina que nos
propone, sino la fe en su persona, la fe en el hecho de que
él es el enviado del Padre, en la legitimidad de su
envío, en el hecho de que en su persona se transparenta el
Padre. Creer en Jesús es aceptar que el Padre es veraz
(3,33). Lo que está en juego es nada menos que la
veracidad de Dios.

La expresión "Yo soy" aparece 33 veces en labios
de Jesús. En 23 ocasiones existe un predicado. Yo soy el
camino, la verdad y la vida; yo soy la luz del mundo; yo soy la
vid verdadera… Pero en cuatro ocasiones aparece usado este
término en sentido absoluto, sin predicado y como objeto
del verbo creer o conocer. Jesús exhorta a creer que El
ES, a conocer que EL ES. Lo lógico sería
preguntarnos: "Creer que él es ¿qué?"
Sorprende que el evangelio nos hable de creer simplemente que
Jesús ES así sin más. Aunque esta
declaración puede interpretarse de modos diversos, en
cualquier caso es una prueba más de que el objeto de la fe
en San Juan no es un enunciado doctrinal, sino la persona de
Jesús.

"Si no creéis que Yo Soy, moriréis en
vuestros pecados" (8,24). "Cuando hayáis levantado al Hijo
del Hombre, entonces conoceréis que Yo Soy" (8,28). "Antes
que Abrahán existiera, Yo Soy" (8,58). "Os lo he dicho
antes para que cuando suceda creáis que Yo Soy"
(13,19)6.

Jesús justifica su pretensión de SER. No
nos invita a una fe ciega, a un salto en el vacío, sino
que aduce testimonios a su favor. El testimonio del Bautista:
"Vosotros enviasteis enviados donde Juan y él dio
testimonio de la verdad" (5,33-34); el testimonio de las
Escrituras: "Vosotros escrutáis las Escrituras, ya que
creéis tener vida en ellas; ellas dan testimonio de
mí" (5,39). De entre las Escrituras Jesús
singulariza a Moisés. "Vuestro acusador es Moisés,
en quien habéis puesto vuestra esperanza. Si creyerais a
Moisés me creeríais a mí, porque él
escribió de mí" (5,45-46). Jesús aduce un
testimonio aún más importante: las obras. "Yo tengo
un testimonio mayor que el de Juan, porque las obras que el Padre
me ha encomendado llevar a cabo, ellas dan testimonio de
mí" (5,36; 10,25.37; 14,11). Por eso Jesús concluye
que es el Padre mismo quien da testimonio de él a
través de todas esas mediaciones (5,32.37).

Todos estos testigos han validado la misión y el
ser de Jesús durante su ministerio, mas, como veremos en
la sección siguiente, queda aún un testigo, que
será el decisivo. Se trata del testimonio del
Paráclito, del Valedor, que dará testimonio de
Jesús a través del testimonio de los propios
discípulos (15,26).

Pero hay algo más. Los profetas comunicaban la
palabra de Dios que les venía de fuera, que les era
exterior. Jesús, en cambio, se nos presenta en el cuarto
evangelio no tanto como un profeta, cuanto como la palabra misma,
el Logos de Dios. El mensajero se ha convertido en mensaje, las
palabras han dejado paso a la Palabra. ¿Cómo se ha
producido este cambio radical? ¿Cómo poco a poco la
primera comunidad juánica llegó a formular este
cambio fundamental de enfoque, que distingue absolutamente a
Jesús de todos los profetas y predicadores a quienes el
pueblo de Israel estaba acostumbrado?

¿Cómo ha podido llegar a formular el
evangelista esta doctrina del Verbo tan novedosa y tan
única en el Nuevo Testamento? Algunos han supuesto que el
origen de esta doctrina estaría en la filosofía
helenista, o en las doctrinas mandeas, o en los escritos
herméticos, y se vuelven hacia Egipto, hacia el
Irán, hacia la India.

No hay que ir tan lejos. Podemos encontrar el trasfondo
de la doctrina sobre el Verbo – logos– primeramente en
el Antiguo Testamento, que nos habla ya de la Sabiduría de
Dios personificada, que existía junto a Dios desde el
principio. Es una emanación de la gloria del Todopoderoso
(Sa 7,25), reflejo de la luz eterna de Dios (Sa 7,26); baja del
cielo para habitar entre los hombres (Pr 8,31; Si 24,8; Sa 9,10;
Ba 3,37). Se sirve de los símbolos de pan y bebida para
invitar a los hombres a comer y beber (Pr 9,2-5; Si 24,19-21; Is
55,1-3). Vaga por las calles buscando a los hombres a gritos (Pr
1,20-21; 8,1-4; Sa 6,16). Y al final regresará al cielo
para siempre (Henoc 42,2).

Pero sobre todo hay que buscar el trasfondo de la
doctrina sobre el Verbo en el propio evangelio y en la
predicación apostólica. El Nuevo Testamento
comenzó a reservar el término "Verbum Dei"
–palabra de Dios- para el acontecimiento que es
Jesús y su mensaje.

En un primer paso el "logos" era el contenido
de la predicación apostólica que anunciaba a
Jesús. El Verbum Dei se fue convirtiendo en
Verbum Christi. Pablo ya en algunas ocasiones equipara
el misterio que es Cristo con la palabra de Dios (Col 1,25-26).
Nos expresa simultáneamente el deseo de que "Cristo habite
en vosotros" con el deseo de que "la palabra de Dios habite en
vosotros" (Ef 3,16-17). "Cristo" y "Palabra de Dios" empiezan a
ser términos equivalentes.

De una manera especial el cuarto evangelio usa el
término logos para designar la palabra de
Jesús, que es palabra del Padre. Esta palabra debe ser
oída y acogida por los discípulos7. Poco a poco se
van aplicando a Jesús los mismos verbos y conceptos que se
aplicaban anteriormente a la palabra de Dios.

Porque la palabra que Dios nos revela no es un cuerpo
doctrinal de verdades que habría que creer, ni una lista
de preceptos éticos que habría que cumplir; es ante
todo Jesús. Jesús es el contenido de esta
revelación. Es a la vez el Revelador y el Revelado. Porque
la revelación que Jesús hace de Dios la realiza no
sólo con sus palabras, sino sobre todo con su vida y con
su persona. Es en su corazón abierto donde se revela el
Dios amor. Jesús encarna y vive la palabra de Dios al
mismo tiempo que la anuncia. Él mismo es la Palabra de
Dios.

Por eso decía San Juan de la Cruz que una vez que
Dios había pronunciado su Palabra en su Hijo ya no
tenía más que decir. "Pon los ojos sólo en
él, porque en él lo tengo todo dicho y revelado, y
hallarás en él aun más de lo que pides y
deseas… Él es toda mi locución y respuesta"8. En
él se expresó de una vez para siempre. Sólo
nos queda escuchar esta Palabra y contemplar este
icono.

Los que convivieron con Jesús eran conscientes no
sólo de que habían escuchado de sus labios
la palabra de Dios, la palabra de vida, sino de que esta palabra
había sido objeto de contemplación visual,
y había sido alcanzable hasta por el tacto (1 Jn
1,1-2). Todo este proceso evolutivo en la primera comunidad
cristiana culmina en el prólogo del cuarto evangelio donde
se hace la identificación expresa de Jesús con el
logos eterno de Dios.

Por eso el acento se ha ido corriendo desde las palabras
que predicó Jesús hasta la Palabra que es el mismo.
De un modo semejante se ha ido desplazando también el
acento del Reino que Jesús anunciaba a la persona del Rey
que lo instaura.

Jesús había predicado la
instauración del Reinado de Dios. Esta predicación
del Reino está continuamente presente en los
sinópticos. Juan sólo usa el término "Reino
de Dios" en una sola ocasión en 3,3.5; en cambio habla 15
veces de Jesús "rey" (el doble que cualquier otro
evangelio). Juan ha desplazado el acento del Reino al Rey,
explicitando mejor así la función de Jesús
en el Reino que anuncia.

Hay el peligro de insistir tanto en el mensaje de
Jesús y en su estilo de vida, que su identidad se
convierta en un acontecimiento irrelevante. Según esta
tendencia, lo único importante de Jesús
sería el mensaje tan bonito que predicó, su
profunda comprensión de Dios y del hombre, su respuesta a
los grandes interrogantes de la existencia, la autenticidad de su
vida totalmente volcada al servicio de los demás, el
ejemplo de valor y de audacia evangélica que nos
dejó… Lo importante de Jesús sería
simplemente su doctrina y su ejemplo a seguir.

Pero no se puede separar la doctrina de Jesús del
hecho de su identidad. Lo importante de Jesús es el
acontecimiento que él supone, lo que sucedió en
él de una vez para siempre. La gran noticia sobre
Jesús es que en él ha llegado ya el Reino de Dios.
En él Dios ha querido entrar para siempre en una nueva
relación con los hombres y que en Jesucristo Dios se ha
unido incondicionalmente y para siempre a nuestra humanidad. Lo
importante es que en Jesús ha empezado ya una humanidad
nueva a la que pertenecemos.

El Reino ya ha empezado en él y en el
Espíritu que nos ha dado, que nos permite superar el
pecado y vivir como hijos de Dios. El gran don de Dios en Cristo
es una vida nueva. Eso sí, la vida nueva es una vida
evangélica según la imagen de Dios revelada en
Jesús. Una vida nueva es una vida en el estilo de las
bienaventuranzas.

4. El Verbo encarnado

Ciertas lecturas sesgadas del evangelio ven al
Jesús del cuarto evangelio como un ser tan divino que deja
de ser humano. Algunos seguidores del discípulo amado,
influidos por la filosofía helenística y el
gnosticismo, llegaron a decantarse por esta herejía.
Incluso hoy, algún exegeta moderno ha defendido que esto
es precisamente lo que el autor pretendió: dibujar a
Jesús como un ser divino que camina por el mundo
disfrazado de hombre, pero que no es un hombre en
realidad.

Las cartas de san Juan salen al paso de esta
interpretación incorrecta que algunos estaban haciendo ya
entonces, manipulando ciertos textos del evangelio que
leían unilateralmente. El autor de las cartas exhorta a
los miembros de la comunidad juánica a no dejarse llevar
de estas interpretaciones sesgadas, sino volver a la
enseñanza "del principio" (1 Jn 1,1; 2,24; 3,11), a la que
habían recibido del propio discípulo
amado.

"Todo espíritu que confiesa que Jesús vino
en carne mortal procede de Dios…" (1 Jn 4,2). "Muchos
impostores han venido al mundo diciendo que Jesucristo no ha
venido en carne mortal; ellos son el Impostor y el Anticristo" (2
Jn 7). Apoyados en la insistencia del evangelio en la divinidad
de Jesús, algunos miembros de la comunidad juánica
llegaron al extremo de negar su humanidad.

Al corregir este abuso, las cartas afirman que no
están dando una doctrina nueva, sino que simplemente
están insistiendo en lo que ya estaba escrito desde el
principio en el evangelio, es decir "que el Verbo se hizo carne y
plantó su tienda entre nosotros" (Jn 1,14). El evangelio
reconoce que Jesús se fatigó y tuvo sed (4,6-7.31),
que de su costado herido brotó sangre (19,34) y que
murió realmente y fue enterrado.

La filosofía platónica no podía
comprender como de la carne pudiese provenir la salvación.
La salvación para los griegos consiste en liberarse de
este cuerpo mortal. El cuerpo es una tumba para el alma. No
podían entender cómo el Hijo de Dios podía
haber caído tan bajo asumiendo esta carne nuestra y mucho
menos cómo esta encarnación podría aportar
la salvación a los hombres. Y sin embargo Jesús
afirma: "El pan que yo daré para la vida del mundo es mi
carne" (6,51).

La comunidad juánica, heredera del que se
reclinó en el pecho de Jesús y escuchó los
latidos de su corazón de carne, confiesa que el Verbo de
Dios ha podido ser oído, visto y palpado por nuestras
manos (1 Jn 1,1). Los discípulos han sentido en sus pies
la caricia de las manos de Jesús durante el lavatorio; el
ciego sintió en sus ojos el barro fresco mezclado con su
saliva; María de Betania pudo acariciar sus pies al
ungirlos con su perfume; las manos de Tomás se hundieron
en sus heridas; la Magdalena abrazó sus pies tras la
resurrección.

El Jesús humano no sólo tuvo un cuerpo
mortal, sino que tuvo también una psicología humana
propia que le llevó turbarse ante la previsión del
sufrimiento que había de padecer (12,27), a llorar por la
muerte de su amigo Lázaro y por el sufrimiento de sus
hermanas (11,35), y a estremecerse y agitarse en su interior
(11,33-34).

El evangelista nos dice que esta carne de Jesús
no es una pantalla que nos oculta a Dios, ni siquiera un cuerpo
traslúcido que sólo deja pasar un esbozo. La carne
de Jesús es plenamente transparente a la divinidad. Deja
pasar toda su luz, precisamente porque la vida humana de
Jesús es la perfecta traducción a categorías
humanas de lo que Dios es. Y es una traducción perfecta
por estar tan absolutamente desposeído de sí mismo
para ser una pura referencia al Padre.

A Dios no se le podía ver y seguir viviendo (Ex
19,21; 33,20; Lv 16,2). Dios es como el sol que quema las pupilas
de todos los que lo miran cara a cara. Su luz es demasiado
intensa para nosotros. Cuando queremos mirar un eclipse de sol
nos aconsejan usar un cristal ahumado. Este cristal no oculta la
forma del sol, pero filtra el fuego de sus rayos de modo que no
dañe nuestros ojos. O, por usar otro ejemplo, ese sol que
no podemos mirar cara a cara sin quemarnos, puede ser contemplado
en su reflejo sobre las aguas de un lago. Algo parecido ocurre
con la humanidad de Jesús. En ella podemos ver reflejado a
Dios sin velos ni pantallas y sin que se quemen nuestras pupilas.
"El que me ve, ve a aquél que me ha enviado"
(12,45).

Hay en los laudes del viernes de la primera semana un
himno que siempre me ha dado devoción de recitar: "Te
necesito de carne y hueso". Expresa poéticamente nuestra
profunda necesidad de adorar a Dios visiblemente en la carne sin
caer en la idolatría, y el gozo inmenso de ser capaces de
hacerlo cuando adoramos a Dios en la carne de su Hijo. No fue
idólatra Tomás al adorar las heridas de
Jesús y pronunciar "¡Señor mío y Dios
mío!" (20,28).

D) TEMA DE LA CREACIÓN

1. En el prólogo

El evangelio se abre con las mismas palabras del
principio del Génesis: Bere"shit, en el principio. Se hace
un cotejo con la primera obra de la creación: la luz, y el
Verbo que era la verdadera luz. La primera semana del ministerio
de Jesús encuentra un correlato en la primera semana de la
creación vieja. En el capítulo 5 hay una cierta
confrontación con la visión habitual de los
judíos sobre el descanso sabático. Mi Padre sigue
trabajando (5,17). Yo no veo que él descanse ningún
día de la semana. Dios sigue a la obra en la
creación de una nueva humanidad.

2. El Hombre nuevo

Jesús es cabeza de una nueva Humanidad. "He
aquí al hombre", el nuevo Adán, el dador del
Espíritu. El antiguo Adán recibió un soplo.
El Nuevo Adán transmite él mismo su soplo a los
hombres para recrearlos (19,30; 20,22).

Para eso es necesario un nuevo nacimiento, nacer de
Dios, nacer de lo alto (1,12-13; 3,5-6).

J. Mateos ha visto alusiones veladas al relato yavista
del Génesis en el episodio de la lanzada; del costado de
Adán dormido surge la esposa, la Iglesia, prefigurada la
mañana de Pascua en una pecadora arrepentida que
acompaña a Jesús en el jardín. Los ecos del
Cantar dan un clima nupcial a toda la escena.

La doble mención del día primero en las
dos apariciones de Jesús a los suyos privilegia este
día por encima del sábado, y puede sugerir ya el
primer uso cristiano de reuniones litúrgicas en el domingo
(20,1.19.26).

3. El tema bautismal

En la curación del ciego hay también
abundantes resonancias al Génesis. Todo el relato es una
catequesis bautismal. Aparece el tema del barro y de la luz. El
Verbo va a iluminar al ciego. Encontramos también el tema
del agua en la piscina de Siloé, las aguas primordiales de
Gn 1,2.

4. El Logos y la Sabiduría (cf. Pr 8,22, Sb 7,22;
Si 24).

La Sabiduría existía junto a Dios desde el
principio. Es una emanación de la gloria del Todopoderoso
(Sb 7,25), reflejo de la luz eterna de Dios (Sb 7,26). Desciende
los cielos para morar con los hombres (Pr 8,31; Si 24,8; Ba 3,37;
Sb 9,10). Regresará definitivamente a los cielos (Hen
42,2). Se sirve de símbolos de pan y bebida, invita a los
hombres a comer y beber (Pr 9,2-5; Si 24,19-21; Is 55,1-3). Vaga
por las calles buscando a los hombres y gritándoles (Pr
1,20-21; 8,1-4; Sb 6,16).

E) TEMA DEL ÉXODO

Muchos de los temas del Éxodo reaparecen en el
4Ev. en torno a la nueva Pascua y la nueva Alianza. La
acción salvífica de Jesús se describe en
términos de una nueva liberación de Egipto y el
establecimiento de una nueva alianza. Continuamente el evangelio
acude a la narrativa del éxodo para encontrar en ella
signos de lo que ha acontecido en Jesús. Trataremos de
resumirlos.

La gloria que brilla en la tienda del encuentro: 1,14;
2,18-21 = Ex 33,7-10; 25,8; 40,34.

El cordero: 1,19; 19,36 = Ex 12,46; Sal
34,21.

El paso del mar: 6,1.16.21.

El monte: 6,3.15.

El maná: 6,31.

Las codornices: 6,51.

Las murmuraciones: 6,43.

La Ley: 1,17; 3,1; 7,19-24.

El nombre de Dios, YO SOY: 8,24.28.58 = Ex
3,14.

La serpiente de bronce: 3,14 = Nm 21,4-9.

Moisés: 6,32; 7,22.

El mundo como tierra de esclavitud: 15,19;
17,6.

El camino: 8,12.

La columna de fuego: 8,12 = Ex 13,21.

La roca herida por la vara de Moisés: 19,34 = Nm
20,7-10.

Los truenos del Sinaí: 12,29 = Ex
19,29.

El agua: Jn 4,14 = Nm 20,8.

El mandamiento nuevo: 13,34.

La liberación: Jn 8,31-32 = Ex 6,6-7;
19,15.

La santificación: Jn 17,17-19 = Ex 28,36-38; Lv
17.

Conclusión y mención de signos: Jn
20,30-31 = Dt 34,10-12.

F) PECADO Y CONVERSIÓN

El evangelista prefiere la forma singular al hablar del
pecado, y generalmente con el artículo:

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De este modo el evangelista muestra que el foco de su
interés no es una lista de pecados, sino el pecado como
tal que subyace a toda la negatividad moral. Es el "pecado del
mundo" (1,29). El cordero de Dios ha venido a quitar este pecado,
más bien que a perdonar determinados pecados concretos que
puedan pesar sobre nuestra conciencia.

Este pecado del mundo es una fuerza hostil a la luz, que
se encuentra encarnada en poderosas estructuras, y está
cerrada a la trascendencia. Da al hombre la ilusión de ser
autosuficiente y de no necesitar de la salvación divina.
Deslumbrados por lo que ya poseemos, no reconocemos la verdadera
salvación que se nos acerca. La luz de Jesús viene
a denunciar rincones oscuros de nuestra existencia que
preferiríamos ignorar, esa parte de mí mismo que se
enrosca sobre sí misma, y que tiene miedo de la luz. Los
niños tienen miedo a las tinieblas, pero
¡cuántos adultos tienen miedo a la luz! No se
sienten capaces de descubrir sus propios
autoengaños.

El 4Ev. tiene una orientación muy afín a
determinados elementos del método psicoanalítico,
que detecta detrás de todas las perturbaciones
psíquicas un proceso de racionalizaciones y
autoengaños que hay que sacar a la luz.

El pecado en Juan es ante todo la incredulidad, la
oposición a la verdad y la decisión de vivir dentro
del confín de la propia inmanencia y el rechazo de
cualquier denuncia. Toda denuncia provoca en el hombre un
repliegue a la defensiva, y un deseo de cerrar todas las puertas
y ventanas, para vivir incomunicado en la creencia de la propia
justicia, de los engaños con los que se justifica a
sí mismo, pero paradójicamente es con esta
justificación como en realidad se condena. "El juicio
está en que vino la luz al mundo, y los hombres
prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no viene a la luz"
(3,19-20).

El pecado es ante todo mentira. Se inició
en el paraíso con una mentira que trajo la desgracia a la
humanidad. El diablo "cuando dice la mentira, dice lo que le sale
de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira"
(8,44).

Estas mentiras esclavizan. "Todo el que comete el
pecado es esclavo del pecado, y el esclavo no se queda en casa
para siempre" (8,33). Encerrado en este círculo de sus
propias mentiras, el hombre no puede salir de él si
alguien no le saca desde fuera. "Si el Hijo os da la libertad,
seréis verdaderamente libres". "La verdad os hará
libres" (8,32).

Pero la mentira no sólo esclaviza, sino que
mata. "Era homicida desde el principio, y no se mantuvo en
la verdad, porque no hay verdad en él" (8,44). "El
ladrón no viene más que a matar, robar y destruir"
(10,10). Por eso a la ecuación "luz y vida" (1,4) se
enfrenta la ecuación "mentira y muerte".

De esta situación de pecado surgen los pecados
individuales, aunque el 4Ev. pocas veces se detiene en ellos. El
término "pecado" se usa algunas veces en plural (8,24;
9,34; 20,23). En 8,21.24 hay un doble texto paralelo:
"Moriréis en vuestro pecado", "Moriréis en vuestros
pecados". Plural y singular aparecen como términos
intercambiables.

En el evangelio no hay más pecado que el rechazo
de Jesús, y por ello el término pecado no se aplica
nunca a los discípulos. En cambio en la primera carta
aparece ya el pecado como una realidad referida ante todo a los
miembros que se han separado de la comunidad, los anticristos (1
Jn 2,29; 3,4.8) que han rechazado el mensaje tradicional
oído desde el principio, pero también referida a
los miembros de la comunidad que perseveran dentro de
ella.

A este respecto en la literatura juánica hay una
afirmación paradójica. De una parte se afirma
tajantemente que el cristiano es impecable (5,18), porque lleva
en sí una semilla divina (1 Jn 3,9) y una unción
divina que le impide pecar (1 Jn 2,27).

Por otra parte se afirma claramente que todos somos
pecadores. "Si alguno peca, tenemos un abogado junto al Padre,
Jesucristo el Justo" (1 Jn 2,1).

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Efectivamente en el texto 1 Jn 1,7-10 encontramos varias
prótasis que comienzan con esta conjunción, y en
todas ellas el condicional se puede traducir por "siempre que":
"Siempre que uno peque, tenemos un abogado…"

Al paralítico que ha sido curado Jesús le
advierte: "No continúes pecando no te suceda algo peor"
(5,14). La posibilidad de volver a pecar es una posibilidad real.
Más aún, los que afirman que no tienen pecados se
engañan a sí mismos (1 Jn 1,8), y lo que es
más, le dejan a Dios por mentiroso (1 Jn 1,10). El pecado
es una realidad que puede nuevamente hacerse presente en el
cristiano, como se deja ver por el hecho de que Juan nos invita a
confesar nuestros pecados, porque Dios es justo y fiel para
perdonarnos y purificarnos (1 Jn 1,10).

Esta confesión a la que alude es probablemente
una confesión pública en algún tipo de rito
o ceremonia comunitaria.

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Juan se refiere incluso a una oración que hay que
hacer por el hermano que ha pecado (1 Jn 5,16). El contexto nos
lleva a pensar en una oración pública en la
asamblea, en la que la comunidad ejerce su poder intercesor a
favor de los hermanos pecadores. En respuesta a esta
oración de la comunidad, los pecados son
perdonados.

Para esto la comunidad ha recibido una misión de
Jesús y una capacitación: "A quienes
perdonéis los pecados les quedan perdonados, y a quienes
se los retengáis les quedan retenidos" (20,23).

En el evangelio no aparece explícitamente la
llamada a la conversión.

Faltan en el 4Ev. los verbos
clásicos

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que tanto abundan en los
sinópticos.

Implícitamente vemos en el evangelio episodios de
conversión de personas que pasan de las tinieblas a la
luz, Nicodemo, la samaritana, el ciego y también
Pedro.

Aunque no se usen los verbos técnicos del
lenguaje de la conversión cristiana, se constata que en la
acogida a Jesús hay una transformación, una pascua,
un paso: "de la muerte a la vida" (5,24). Las obras
humanas más que ser una condición para pasar de la
muerte a la vida, son sólo la consecuencia, el desarrollo
de la vida en la que hemos sido introducidos. "Sabemos que hemos
pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos.
El que no ama permanece en la muerte" (1 Jn 3,14). El amor es la
manifestación de que realmente vivimos, más bien
que una condición previa para disfrutar de la
vida.

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