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La espiritualidad de hoy: El diluyente universal



Partes: 1, 2

  1. Introducción
  2. La
    espiritualidad está de moda
  3. El
    creador es la verdadera fuente de la espiritualidad y no, de
    la religiosidad como se cree
  4. Bibliografía

Introducción

El objetivo de esta monografía es el de
simplemente ahondar en el tema de la religión y su
objetivo en la sociedad, tanto antigua como moderna, porque a
pesar de que a simple vista parece que su función en
épocas tan separadas temporalmente es sumamente distinta,
pienso que si se estudia más a fondo, se verá que
la idea de un ser superior al ser humano, la de un ente protector
-y todo el conjunto de ideas (concepto) que arrastran las
religiones– tiene un único y general fin: el de brindarle
a los pueblos una base moral en que apoyarse con seguridad para
hacer que las personas se sientan más seguras, en un
sentido tanto mental como físico.

Entre las diversas especies de habladores pro
espirituales, están los comunicadores sociales
(periodistas, locutores de radio, etc.), especie notablemente
rara si la hay, con un oficio no menos curioso: hablar largo y
tenido, y "en profundidad", de lo que apenas sospechan,
y poco menos que saben. Esta especie, anhelando subirse a la
caudalosa corriente comercial que conlleva toda moda, se lanzan a
escribir libros de espiritualidad que nos provean de un
"combustible" y de otras semejanzas alarmadoramente
ficcionales.

Además, en las conversaciones diarias de
café o en el gimnasio, entre amigos y conocidos, no puede
faltar hoy en día la palabra "espiritualidad". Se
la debe pronunciar indefectiblemente, dicta el imperativo de la
moda que nos ocupa, cada unos pocos párrafos, y se la debe
colocar como la causa de todo lo que sucede. La espiritualidad es
"lo más".

En las escuelas y universidades asombra la ligereza con
que algunos profesores mencionan la palabra. Claro, en dichos
espacios es imperdonable no estar a la moda.

Así, se nos conduce a la precaria idea de que hoy
todo es "espiritual". Este mundo material se reduce a lo
"espiritual". "Todo tiene que ver con todo".
Todo lo que nos pasa tiene una causa "espiritual". Todo
es una ilusión salvo lo "espiritual". Y vamos
hacia la "espiritualidad", el "espíritu", nuestra
verdadera "casa".

Al modo de un budismo zen mal entendido, combinado con
una ligereza conceptual típica de nuestros tiempos, hoy la
espiritualidad es como un "diluyente universal" el cual,
al modo de los diluyentes para pinturas, son capaces de diluir
toda realidad y hacerla una "nada" o un "todo".
Un curioso caso de panteísmo "a la carta".

Esta "pseudo Espiritualidad", he ahí su
verdadero nombre, no es una verdadera espiritualidad, pues no
habla de Dios, la verdadera fuente de espiritualidad. Y no habla
de Dios pues hoy no está de moda hablar de Dios. Hoy, al
que habla de Dios y lo nombra claramente, se lo mira
sospechosamente, desconfiadamente. En círculos
académicos es poco más que un grave pecado, una
declaración de incapacidad intelectual. Entre amigos hace
que el que lo nombra corra el riesgo de ser eyectado del grupo.
En los medios periodísticos; bueno, están esperando
que se ponga de moda.

Ese muchachito humilde, el nazareno, dijo: "A quien
me reconozca delante de los hombres, yo también lo
reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos;
pero al que me niegue delante de los hombres, yo también
lo negaré ante mi Padre, que está en los
cielos
".

La verdad es que se oculta a Dios pues su
aparición en escena trae consigo una moralidad que no es
la nuestra, sino que es la de El. Un camino de vida que no es
nuestro. Pero nosotros queremos seguir con nuestra vida
según nuestro propio plan, no el de Algún Otro. Por
ende, construimos una espiritualidad a nuestra medida, a la
carta, que nos brinde ciertos beneficios de trascendencia pero
que no nos pida nada a cambio. ¡No sea cosa que tengamos
que vivir una vida de santidad!.

Inmersos en nuestro hiper narcicismo materialista,
construimos una espiritualidad infantil e inmadura, a nuestra
pobre medida, para satisfacer nuestras pobres necesidades
materialistas y terrenales. Esta "pseudo espiritualidad"
está construida para que el hombre pueda lograr bienes
materiales en abundancia, pero no para ser cada vez más
virtuoso, bueno, santo. ¡A quién le importa el plan
de Dios para el Universo! ¡Lo que importa es nuestro propio
plan de cosas a tener!

Los seres humanos están fuertemente
unidos por su constitución química y por la aureola
que se forma de ella y que se fortalece del conocimiento
intelectual y espiritualLa parte química se alimenta de lo
material que ella necesita para satisfacer sus necesidades (En el
amplio sentido mundano).

La parte intelectual y espiritual va mas allá de
las actitudes necesarias para convivir en valores son el entorno,
va a fortalecer lo trascendental del ser humano, su
espíritu, lo lleva a formar una espiritualidad tan fuerte
e identificada con la fe, ésta se sustenta en la respuesta
divina a la muerte, se alimenta con el liderazgo que
Jesús, "el muchachito humilde", demostró
con su liderazgo de enseñar con el ejemplo, en su vida y
después de su muerte. Demostró que si hay vida
después de la muerte y prometió a sus seguidores
gozar de la luz eterna.

La visión de la espiritualidad humana, es ver a
la muerte como el impulso de nuestra mano para encontrar al otro
lado la de Jesús.

Bajo esta concepción incomprendida por el
marketing comercial, tremendamente globalizado se crean,
siguiendo la terminología culinaria; aderezos de
diferentes colores y sabores que alienan con un término
folklórico de espiritualidad y muy alejado de su
conceptualización e importancia para fortalecer la
trascendental parte espiritual que vive después de la
muerte química de los humanos.

Se queremos seguir vivos y nos recuerden los que nos
precederán en la vida alimentemos nuestra espiritualidad y
así transmitiremos energía a los vivos
después de nuestra muerte. Lo certifico Jesús con
su ejemplo, fue, es y será alimento: "El pan de
vida
".

La espiritualidad
está de moda

¿Puede ponerse de moda algo
así?. Es habitual encontrarnos con distintos medios y
también con distintas personas que hablan de la
espiritualidad. Muchas de ellas no saben qué es, pero
hablan de ella.

Está presente en cada rincón de nuestra
vida, lo sepamos o no. Todo el mundo habla de la
espiritualidad. Ejemplos: las conversaciones diarias de
café o en el gimnasio, entre amigos y conocidos, no puede
faltar la palabra "espiritualidad".

Se la debe pronunciar porque así lo dicta el
imperativo de la moda que nos ocupa y se la debe colocar como la
causa de todo lo que sucede.

En las escuelas, en las universidades asombra la
ligereza, con que algunos profesores mencionan la palabra
espiritualidad.

Es imperdonable no estar a la moda. Entre las diversas
especies de habladores espirituales, están los
comunicadores sociales: periodistas, locutores de
radio, escritores de diarios y revistas, etc. Todos con
un oficio no menos curioso hablan largo y tendido de lo que
apenas conocen y peor aún de lo que nada saben.

Estas personas, anhelando subirse a la
caudalosa corriente comercial, que conlleva toda moda,
se lanzan a recomendar a
supuestos maestros espirituales y libros de
espiritualidad, que nos provean de un "combustible de
vida
".

Así, se nos conduce a la precaria idea de que hoy
todo es "espiritual". Este mundo material se reduce a lo
"espiritual". "Todo tiene que ver con todo". Todo lo que
nos pasa tiene una causa "espiritual". Todo es una
ilusión salvo lo "espiritual". Y todos juntos
vamos hacia "el mundo espiritual", nuestra verdadera
"casa mental". 

Al modo de un budismo mal entendido, combinado con una
ligereza conceptual típica de nuestros tiempos,
"la espiritualidad" es como un "diluyente
universal
" el cual, al modo de los diluyentes para pinturas,
son capaces de diluir toda realidad y hacerla "nada" o
un "todo".

Está "Espiritualidad", no es una
verdadera espiritualidad; simplemente, porque no les importa
hablar de la Verdad de Dios y no se lo tiene a Dios en primer
lugar. 

El creador es la
verdadera fuente de la espiritualidad y no, de la religiosidad
como se cree

¿Y por qué no se habla de
Dios?. Simplemente porque no esta de
moda hablar de Dios, ya que la verdadera moral de Dios, para
nuestra sociedad actual es un grave pecado, hablar de la
existencia de un "Dios creador", es malo. Esto lo
podemos ver claramente en determinados círculos:
académicos, profesionales, laborales, entre familiares y
amigos. Se considera una declaración de incapacidad
intelectual, hablar de la Biblia y de los planes de Dios, para
nuestro bienestar, ya que El va en contra de las bajezas y las
inmoralidades humanas. Al que habla de Dios y lo nombra
claramente, se lo mira sospechosamente y desconfiadamente, es un
tonto más, que entro en la dimensión desconocida.
Entre amigos, hace que el que lo nombra corra el riesgo de ser
echado del grupo.

En los medios periodísticos, bueno,
están esperando que se ponga de moda. Ese muchachito
humilde, el Nazareno, dijo: "A quién me reconozca
delante de los hombres, yo también lo reconoceré
ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me
niegue delante de los hombres, yo también lo negaré
ante mi Padre, que está en los
cielos
". 

La sociedad oculta a Dios, porque su
aparición en escena trae consigo moralidad y valores, que
no es la del mundo, sino que es la de El -DIOS-. Un camino de la
vida que no pertenece al mundo de los muertos
vivos. 

El mundo ama las
cosas espirituales y desean tener dioses materiales de
carne o de piedra, metal, madera…de lo que sea, con tal que se
mire y se toque. Dioses que adulen, mimen y aplaudan toda maldad
humana, con la excusa de que los humanos somos seres
temperamentales imposible de cambiar sus malos conceptos de vida,
dioses que incite al ser a seguir con sus propias reglas de vida,
según el plan de los deseos de los hombres y no la de
algún Dios Altísimo patético, santo y
aburrido.

Desde la muerte de Jesús se ha
construido una espiritualidad que no se pueda basar en Biblia,
sino en la adaptación de la medida política,
comercial, cultural y social humana, una espiritualidad que
brinde al individuo ciertos beneficios de
trascendencia, pero que no se les exija el cambio de actitudes o
valores morales necesarios.

La Verdad de los dioses tienen que
complacer y adaptarse a los deseos carnales de los seres.Desde
tiempos antiguos (800 años d.C.) el ser humano
comenzó a crear el plan mundial y el diseño de las
creencias espirituales; dejando a un gran legajo de los
caminos que los hombres deberían seguir, para encontrar la
espiritualidad. Así los planes de Dios comenzaron a ser
vistos como senderos dolorosos, sufridos, difíciles y
sacrificados, hasta diríamos imposible de
seguir.

¡No sea cosa que tengamos que vivir
una vida de santidad, bondad, limpieza de corazón y amor!
¡Esto es un pecado y mala palabra, para muchos!.

El mundo uso la palabra de "Dios"
para construir, su propia ideología y diseño de
vida; a través de las diferentes instituciones religiosas
y organizaciones espirituales; impuso sus reglas, entre
leyendas, mitos y creencias, para poder llevar el mensaje de paz,
fe, amor y una supuesta felicidad, en un proyecto de
edición fantasiosa y ficticia, cargada de magia he
ilusión.Así, todos justos (por décadas)
seguimos los planes y las interpretaciones de los hombres, que
fueron considerados más sabios, que los verdaderos
sabios.

La humanidad entera está inmersa en
un híper narcisismo materialista, construyendo una
espiritualidad infantil he inmadura, a la medida de las bajezas
humanas, que solo desean satisfacer sus miserias
terrenales.

Esta "pseudo espiritualidad" está
construida para que el ser pueda lograr bienes materiales en
abundancia, pero no para ser sabios, buenos, virtuosos, santos,
limpios, puros, delicados, finos, inteligentes valerosos, etc.
Palabras con conceptos y significados que son imposibles de
cumplir.

Tengo una buena noticia para el ser que piensa de esta
manera, lograrás mejorar tu estado mental, para no
enloquecer de la culpa y el poder de seguir haciendo el
ridículo, dando libertad a tus pasiones carnales,
más bajas, con apariencia de amor, libertad, limpieza y
paz interior, pero las vergüenzas y los miedos irán
en aumento hasta no saber dónde estás
parado.

¿Tan difícil es amar de verdad?.
¿Por qué cuesta tanto tener una autoestima como
Dios nos creó y no como nuestras pasiones carnales nos
exige que creemos?.

"Amarás a Dios con todo tu corazón,
con toda tu alma y toda tú mente; y a tú
prójimo, como a ti mismo
" En estas palabras se cumple
la ley de los sabios, los profetas, los hombre y las mujeres
comunes de la tierra; en esta frese (dicha por Jesús) se
encuentra todas las leyes carnales y espirituales de Dios y
del mundo. ¡Nadie puede dar lo que no tiene!.
¡Sólo podemos dar a los demás lo que pensamos
y somos!.

Si comunista dados que es un enemigo de "la
espiritualidad disolvente
" quiere decir que no le guste
cualquier forma de la vida espiritual?. La construcción de
la oración es extraña desde tanto, estafa eso de,
seguro que no está así escrito?, disolvente es algo
que separación, desune que, deshace que, destruye o
aniquila. Creo que a eso se refiere, digamos que no le es
tolerable ninguna religión que vaya con un mameluco y
estafe la unidad comunista, dado que se trata de una
ideología materialista; una "espiritualidad" a
modo de religión o de religiones varias rompería
con una unidad "igualitaria social", la funcionaria de
como "elemento disolvente" al marcar
diferencias. 

Es bien sabido que, en estos últimos tiempos, el
progresismo cristiano no sólo atacó la cristiandad,
sino aún el mismo cristianismo. No hubo dogma que no fuese
negado, olvidado, deformado o minusvalorado, de allí que
cayese fatalmente la espiritualidad. Por obra y desgracia de
autores progresistas se ha volatilizado, incluso en ciertos
conventos y seminarios, la recia espiritualidad
cristiana.

Hoy no se quiere la lucha contra el mundo malo, la lucha
contra el demonio, la lucha contra la carne. Hoy no se quiere
pasar por las purificaciones activas y pasivas, del sentido y del
espíritu. Hoy para muchos son malas palabras
mortificación y penitencia, ¡y ni hablemos de
ayunos, vigilias, cilicios y disciplinas! Hoy muchos niegan el
pecado grave personal; a lo más, sólo habrá,
por un lado, el pecado de las estructuras, y, por otro, pecado
será "pisar una flor". Hoy se rechazan los
exámenes de conciencia, general y particular, y se huye de
la dirección espiritual seria. Hoy se quiere la
resurrección pero sin pasar por la pasión. Ya
decía San Juan de la Cruz: "Si en
algún tiempo le persuadiere alguno, sea o no prelado,
doctrina de anchura y más alivio, no le crea ni abrace
aunque se la confirme con milagros, sino penitencia y más
penitencia y desasimiento de todas las cosas. Y jamás, si
quiere llegar a poseer a Cristo, le busque sin la
cruz
".

Hoy ya no hay que huir de las ocasiones de pecado, para
algunos el famoso "compromiso" consiste en ponerse
voluntariamente en ellas; no hay películas malas, ni
conversaciones, bailes, tocamientos, miradas, deseos y
pensamientos malos. Hoy no hay que hacer discernimiento de
espíritus, el único espíritu que existe y
que sólo y siempre y en todas partes guía a los
progresistas y a los pasteleros, según ellos, es el
"Espíritu Santo". Hoy para muchos la vida
cristiana no consiste en la práctica de todas las
virtudes, sino en "sentir" -eso es "vivencia"-,
en hacer lo que se les antoja -eso es "autenticidad"-,
en seguir sus propias manías, locuras -a eso se llama
"carisma"-, en afirmarse en sus propios juicios -eso es
ser "adulto"-, en rechazar el legítimo mandato
del superior legítimo -eso es "madurez"-. Hoy,
algunos liberacionistas no quieren saber nada de ascética
y mística, sino de denuncia profética (salvo que la
hagamos nosotros) y de cambio de estructuras. Hoy ha quedado
abolida en muchas partes la recepción frecuente del
sacramento de la Penitencia y no ha faltado quien sostuviese que
"la rémora de la Iglesia son los sacramentos".
Hoy algunos no enseñan que la Santa Misa es "verdadero
y propio sacrificio
" (Concilio de Trento), porque no quieren
victimarse con la Víctima divina. Hoy se ha cambiado el
silencio en el claustro por el "silencio" en la sala de
televisión, el rezo comunitario del Oficio divino en el
coro por la fuga comunitaria -hasta la puerta- del convento,
especialmente los domingos. Hoy muchos no quieren leer a San
Juan de la Cruz
, Santa Teresa de Jesús,
San Ignacio de Loyola, pero se llenan la cabeza con
autores blandengues, personas que tiene poca fuerza o resistencia
moral o física, débiles, blandos, que con unas
pocas palabras dulces, por ejemplo, esperanza, pascua,
alegría, liberación, unidad, etc. (que son como la
hoja de parra de Adán, si uno se las quita quedan
intelectualmente desnudos) incansablemente repetidas, creen
satisfacer las apetencias espirituales de sus lectores. ¡Y
pensar que estos esperpentos teológicos se leen, con
fruición, incluso en algunos conventos de clausura!. Hoy
estamos invadidos por falsos místicos o misticones, los
"alogistas" (Poder Divino) de la espiritualidad, que
huyen de las "noches oscuras" aunque se quedan
afónicos hablando de contemplación, porque no
quieren la mortificación de los apetitos, ni la
negación de sí, ni la ordenación de los
afectos, condiciones absolutamente necesarias –sine qua
non
– para llegar a la luz: "La razón es porque
dos contrarios no pueden caber en un sujeto, y porque las
tinieblas, que son las afecciones de las criaturas, y la luz, que
es Dios, son contrarios y ninguna semejanza ni conveniencia
tienen entre sí
" (2da. De Corintios 6:14),
enseña San Pablo
diciendo: "¿Qué comunidad hay entre la luz
y las tinieblas
?".

Hoy muchos viven enloquecidos de entusiasmo con
cualquier cosa que les hable a los sentidos y quedan perplejos
ante un simple silogismo en bárbara. Más de una vez
nos ha ocurrido que al refutar algún grueso errar
progresista afirmado aun públicamente y por escrito, el
responsable esboza una sonrisa, parpadea un rato, mira al cielo y
con ojos de bovino psicoanalizado dice: "No dije
eso
…". Hoy día muchos cambian el confesionario
del cura por el diván del psicoanalista, la sotana por la
chomba (prenda de vestir, hecho de lana a modo de chaleco
cerrado) y el "blue-jean", la humilde toca por soberbias
pelucas, el recogimiento por el esparcimiento, la oración
por la acción, los ejercicios espirituales ignacianos por
puestas en común, el retiro mensual por la salida, la
dignidad por la chabacanería, la profundidad por la
trivialización.

Hoy para algunos el rezo del "Santo Rosario",
"del Ángelus", "las Novenas en honor de la
Santísima Virgen
", "las peregrinaciones a sus
Santuarios
", el "Mes de María", "los
escapularios
", "medallas de la Santísima
Virgen"
y "los primeros sábados de mes", son
elementos folclóricos, fruto de la ignorancia popular, no
dándose cuenta que es fruto del amor que el pueblo tiene a
la "Santísima Virgen" y que la "Santa
Iglesia
" ha fomentado, bendecido e indulgenciado
innumerables veces.

Particularmente puede apreciarse el carácter
disolvente de la "espiritualidad" progresista en dos
temas: ante todo, el tema del pecado: y, luego, el de la justicia
y la misericordia.

Al perderse el sentido de Dios, se pierde el sentido de
la gravedad, falsedad, maldad y fealdad del pecado mortal. En
páginas memorables de la "Reconciliatio et
Paenitentia
" (traducido al español:
"Reconciliación y Penitencia"), recuerda
Juan Pablo II, la doctrina milenaria de la Iglesia en
este tema, refutando algunos errores más notables, por
ejemplo, el de aquellos que se quedan en el pecado de las
estructuras o "pecado social", quitando responsabilidad
a los individuos, con lo que se anula el "pecado
personal
"; el de los que niegan la distinción de
mortal y venial añadiendo una tercera categoría de
"graves", olvidando que "entre la vida y la muerte
no existe una vía intermedia
"; el de los que alteran
el concepto tradicional de pecado mortal con la categoría
psicológica de "opción fundamental"; el de
los que han perdido el sentido del pecado que es "el pecado
del siglo
" (Pío XII, 26/10/46). Señala el Papa
que "determinados elementos de la cultura actual pueden
llevarnos a entender la progresiva atenuación del sentido
del pecado
", como ser, el secularismo, el cientificismo, el
relativismo historicista, el identificar al pecado con el
sentimiento morboso de culpa o con la simple trasgresión
de disposiciones legales.

El progresismo al abrazarse acríticamente con la
cultura actual del mundo moderno necesariamente pierde el sentido
del pecado. Nunca enseñará explícitamente
que el pecado mortal es grave ofensa a Dios, y como la ofensa se
mide por la persona ofendida y la de Dios es infinita, el pecado
es una ofensa en cierto modo infinita. Así algunos
progresistas dirán que el pecado mortal es
prácticamente imposible de cometer; si es de
línea kantiana el progresista afirmará que
el pecado es una equivocación; si está influenciado
por Lutero enseñará que es incompatible;
si está bajo la órbita de Freud
asegurará que es una enfermedad psíquica -un
trauma- derivado del "complejo de Edipo"; para los de
línea liberal es una ignorancia; para los de cepa marxista
(principios marxistas) será la falta de solidaridad con el
hombre; los encuadrados dentro de la "teología de la
liberación
" dirán, sinónimamente, que
es la ausencia de fraternidad; para los
"tercermundistas" es "la injusticia que nos
oprime
"; los teilhardianos (pensamiento teológico
de Teilhard de Chardin
) consideran que pecado es detener la
evolución; para algunos teólogos holandeses es
"el mal del mundo"; para los "pasteleros" es no
estar en el medio; los de tendencia más sensiblera y
misticona dirán que pecado "es pisar una flor" o
"un tropezón"; para otros es "un desahogo de
la naturaleza
".

Hoy día, muchos son los que no quieren reconocer
el pecado, no quieren detestarlo, no quieren confesarlo, no
quieren sufrir sus consecuencias y castigos, pero esto
último no está en sus manos impedirlo.

No quieren reconocerlo por la impasibilidad de la
conciencia moral en que han caído: "El hombre
contemporáneo experimenta la amenaza de una impasibilidad
espiritual y hasta de la muerte de la conciencia; y esta muerte
es algo más profundo que el pecado: es la
eliminación del sentido del pecado… esto
corresponde a lo que Cristo ha llamado "pecado contra el
Espíritu Santo"
…" (Juan Pablo II,
8/4/79).

No quieren detestarlo porque, como recordará el
Papa, no quieren luchar contra el pecado: "La primera
expresión fundamental de coherencia es la lucha contra el
pecado, es decir, el esfuerzo constante y aun heroico de vivir en
gracia. Desdichadamente vivimos en una época en la que el
pecado se ha convertido en una industria, que produce dinero
mueve planes económicos, de bienestar. Esta
situación es realmente impresionante y terrible
"
(Juan Pablo II, 30/8/80).

No quieren asumir las consecuencias de sus actos; por
eso no hablan, ni quieren oír hablar de la esclavitud
esencial respecto de Satanás a la que queda sometido el
hombre por el pecado, esclavitud a la que no prestan
atención los "liberacionistas" que, en
última instancia y de hecho, sólo trabajan por
esclavizar más a los hombres y a los pueblos bajo el yugo
de Satanás. De ahí que no se predique como San
Pedro
que cada uno es siervo de aquel que le
venció 
(1ra. de Pedro 2:19), o como San
Juan
quien comete pecado es esclavo del
pecado 
(Juan 8:34), o como San
Pablo
estabais muertos por vuestros
pecados… bajo el príncipe de las
tinieblas 
(Efesios 2:,2). Nunca enseñan que
"como el diablo venció al hombre induciéndolo a
pecar quedó el hombre sometido a la esclavitud del
diablo
, que el que comete pecado, ése es del
diablo, porque el diablo desde el principio peca 
(1ra.
de Juan 3:8).

No quieren ni oír hablar de la eternidad de
desdicha, castigo del pecado, o, valiéndose de
innúmeros sofismas, pretenden negar la tremenda realidad a
la que, por su vida de pecado no retractada de verdad, se
exponen. Escuchen esos sabios consejos de San
Agustín
: "los que quieran salvarse del infierno
no deben perder el tiempo argumentando contra Dios, sino
aprovecharlo cumpliendo sus mandamientos
", y el lamento
pontifical del Sucesor de Pedro, Juan Pablo II:
Hoy día muchos arriesgan terriblemente su
eternidad
!" (22/5/80).

En segundo lugar, la espiritualidad progresista se
muestra "hemipléjica", entrampándose
dentro de una "falsa dialéctica", en el tema de
la justicia y la misericordia. "Falsa dialéctica"
porque entienden sus fautores que quien habla de justicia niega
la misericordia, y viceversa; porque ellos por hablar de la
misericordia niegan la justicia y viceversa. Aunque con esta
distinción: para los pecados sociales sólo hablan
de justicia; para los pecados personales sólo de la
misericordia; o, en otras palabras, la justicia que ellos quieren
hacer por sus manos se la niegan a Dios, y la misericordia que no
quieren conceder a los pecadores ricos se la otorgan sin
límite al que ofende a Dios. En el orden temporal quieren
la justicia sin la misericordia y en el sobrenatural la
misericordia sin la justicia, exponiéndose así a no
alcanzar la justicia en la tierra ni la misericordia en el cielo.
En el primer caso por no coronar la justicia, en el segundo por
destruir el fundamento de la misericordia. Y no es así en
la realidad: ni la justicia se opone a la misericordia, ni la
misericordia se opone a la justicia. Por eso hay que hablar de la
justicia y de la misericordia, de la misericordia y de la
justicia; no sólo de la justicia, ni sólo de la
misericordia, sino de la una y la otra, y no de una en detrimento
de la otra.

Estamos convencidos de que esta concepción errada
se deriva de una defectuosa consideración del misterio del
"Verbo Encarnado": "dos naturalezas, la divina y la
humana, ambas íntegras, sustancialmente unidas en la
Persona del Verbo
".

De la errada inteligencia monofisita de ese misterio, o
a lo más, de la visión nestoriana del mismo, se
deriva esta falsa dialéctica con ramificaciones en los
tratados teológicos "De Deo Uno" (uno
sólo) y "De Novissimis" (de las últimas
cosas), en ascética y mística, en pastoral,
etc.

Con toda claridad advirtió Juan Pablo II
en su Encíclica "Dives in
misericordia
" (Misericordia Divina)que no basta la idea
de justicia, sino que debe darse lugar también al amor, y,
a su vez, que del amor verdadero surge la justicia: "La
auténtica misericordia es por decirlo así la fuente
más profunda de la justicia
". Asimismo recordó
que el perdón no debe destruir la justicia: "una
exigencia tan grande de perdonar no anula las objetivas
exigencias de la justicia… En ningún paso del
mensaje evangélico el perdón, y ni siquiera la
misericordia como su fuente significan indulgencia para el mal,
para con el escándalo, la injuria, el ultraje
cometido
". Y agrega: "…la estructura fundamental
de la justicia penetra siempre en el campo de la misericordia.
Esta, sin embargo tiene la fuerza de conferir a la justicia un
contenido nuevo
…".

Más recientemente, en la "Reconciliatio
et Poenitentia
" ("Reconciliación y
Penitencia
", señalaba que una de las causas
intraeclesiales que conduce a la pérdida del sentido del
pecado es el salto de una exageración a otra:
"…de acentuar demasiado el temor a las penas eternas,
a predicar un amor a Dios que excluiría toda pena merecida
por el pecado
".

Algunos negaron que Dios fuera justo al negar que fuese
Juez: "si Dios fuera Juez, yo sería ateo"; otros
que ejerciera la justicia castigando: "Dios es bueno y no
castiga a nadie
"; otros que existan lugares de castigo, sea
el purgatorio ("Negar el purgatorio es blasfemar de la
justicia divina
", enseña Santo Tomás de
Aquino
), sea el infierno; otros ni quieren oír hablar
del temor de Dios, etc. Todo eso hace que se pierda el sentido de
la trascendencia de Dios, el sentido del pecado, la conciencia de
la necesidad de la penitencia, de la urgencia de recibir la
gracia, de la necesidad de frecuentar los sacramentos, de darle a
la oración el lugar que le corresponde, en fin, se pierde
de vista que sin Cristo nada se puede hacer que tenga valor
sobrenatural.

Muchos hay que sólo hablan del amor y la
misericordia de Dios, pero:

nada de su justicia;

nada de que el Enemigo pone a los ojos del que
va a pecar la misericordia para que el temor de los castigos
eternos no le impida la ofensa a Dios;

nada de que Dios no prometió la
misericordia a quien abusa de ella;

nada de que el pecador que peca mortalmente,
peca en su eternidad subjetiva;

nada acerca de que Dios no puede perdonar la
voluntad de seguir pecando;

nada de que cada pecado cometido es ya un
castigo: "La falta no es una cosa y la pena otra, sino que
contra el pecador se revuelve la misma falta
" (San
Gregorio Magno
);

nada de que si la misericordia de Dios es
infinita son finitos los actos de tal misericordia;

nada de que, colmado el número de los
pecados, Dios ya no perdona sino que castiga (como enseñan
muchos Santos Padres, como San Basilio, San
Jerónimo
, San Ambrosio, San
Agustín
y otros, recuerda San Alfonso
María Ligorio
);

nada del pecado de presunción por el
cual el hombre "de tal manera confía en la divina
bondad y misericordia, que por esto desenfrenadamente se derrama
en todo género de pecados, como hacen hoy día
muchos cristianos… los cuales, confiados en esta
misericordia sin hacer frutos de penitencia, esperan alcanzar la
gloria
", desconociendo que la bondad de Dios llama al hombre
a la penitencia (Romanos 2:3);

nada de que Dios es justo al castigar,
reduciéndose a afirmar que sólo es misericordioso
al perdonar, "haciendo a la Misericordia Divina esclava de
sus pecados
";

nada de que no puede esperar misericordia quien
la desprecia. Afirma San Alfonso, Doctor de la Iglesia:
"el infierno se puebla más por la misericordia que por
la justicia divina; y así es, porque, contando
temerariamente con la misericordia, prosiguen pecando y se
condenan. Dios es misericordioso. ¿Quién lo niega?.
Y, a pesar de ello, ¡a cuántos manda hoy en
día la misericordia al infierno!… Sí, es
misericordioso, pero no es tan estúpido que vaya a obrar
irracionalmente; ser misericordioso con quienes quieren continuar
ofendiéndolo no sería bondad, sino
estupidez…; si concediera a todos la gracia de convertirse
antes de morir, sería ocasión de pecado hasta para
los buenos
";

nada de que a quien peca gravemente sin
arrepentirse sólo le queda "una terrible
expectación del juicio y ardiente fuego que va a devorar a
los adversarios…, terrible cosa es caer en las manos del
Dios vivo
" (Hebreos 10:26-31);

nada de la realidad de los novísimos del
hombre: muerte, juicio (particular y universal), infierno y
gloria. En la "Reconciliatio et Poenitentia"
("Reconciliación y Penitencia"), enseña
Juan Pablo II que no se puede omitir, sin grave
mutilación del mensaje esencial de la Iglesia, la
catequesis sobre los novísimos, agregando: "En una
cultura que tiende a encerrar al hombre en su vicisitud terrena
más o menos lograda, se pide a los pastores de la Iglesia
una catequesis que abra e ilumine con la certeza de la fe el
más allá de la vida presente; más
allá de las misteriosas puertas de la muerte se perfila
una eternidad de gozo en la comunión con Dios o de pena
lejos de él. Solamente en esta visión
escatológica se puede tener una medida exacta del pecado y
sentirse impulsados decididamente a la penitencia y a la
reconciliación
".

Quitada del cristianismo la eternidad cambia éste
su esencia, se transforma en otra religión distinta de la
fundada por Jesucristo. Al no ocuparse de la eternidad al hombre
sólo le queda ocuparse del tiempo; al no ocuparse de lo
sagrado sólo le resta lo profano; al dejar las cosas del
cielo se ocupa de las del siglo; se olvida de lo religioso para
atender a lo humano sin relación a Dios; en vez de
trabajar para liberarse de la esclavitud esencial del pecado su
única preocupación es la liberación de las
alienaciones políticas, económicas y sociales. De
ahí la nueva religión temporalista, desacralizante
(grotesca ironía), secularista, laicista y liberacionista.
Tal la nueva religión del humanismo sin Dios, del
progresismo cristiano, de los "teólogos de la
liberación
". Una religión sin Dios por ser sin
eternidad, una religión de aquende el mundo, una
religión que no se arrodilla ante el Ser Supremo sino ante
los sucedáneos idolátricos del tener, del poder y
del placer.

Explica Cornelio Fabro: "sin la eternidad
de las penas del infierno y sin infierno la existencia se
convierte en una gira campestre
", en un picnic. Y
continúa, citando a Kierkegaard: "una vez
eliminado el horror a la eternidad (o eterna felicidad o eterna
condenación), el querer imitar a Jesús se convierte
en el fondo en una fantasía. Porque únicamente la
seriedad de la eternidad puede obligar, pero también
mover, a un hombre a cumplir y a justificar sus pasos
". Por
eso, de ese olvido o negación se deriva una espiritualidad
delicuescente y chirle, mistonga y evanescente, como puede verse
en muchos escritos. Es una espiritualidad de picnic o de week
end, que nada tiene que ver con la recia espiritualidad
católica tal como la han vivido los santos,
siempre.

¡Cuántos males se evitarían en las
familias, comunidades intermedias, sociedades de nivel municipal,
provincial, nacional e internacional si no se olvidase la
clarividente enseñanza de Santo Tomás:
"iustitia sine misericordia crudelitas est, misericordia sine
iustitia mater est dissolutionis
", (traducido al
español, "justicia sin misericordia es crueldad,
misericordia sin justicia es la madre de la
disolución
").

Por eso, ese gran pastor que fue San Gregorio
Magno
, enseñaba en su libro clásico de
pastoral, la Regula pastoralis (Principio
Pastoral
): "es necesario que quien gobierne, para sanar
las heridas, ofrezca con el vino la mordedura del dolor y con el
óleo la suavidad de la misericordia, a fin de que por
medio del vino se purifique lo putrefacto y por medio del
óleo se ayude a lo que debe sanarse. Por tanto, debe
mezclarse la lenidad con la severidad, atemperando
convenientemente lo uno con lo otro, para que ni por la mucha
severidad se exasperen los súbditos ni por la mucha piedad
se hagan disolutos… (…) En consecuencia, haya amor,
pero que no relaje; haya rigor pero que no exaspere; haya celo,
pero que no flagele inmoderadamente; haya piedad, pero que no
perdone más que lo conveniente; de manera que,
mezclándose la justicia y la clemencia, por una parte, al
atemorizar, cautive los corazones de los súbditos, y, por
otra, no obstante, al cautivar, los refrene el temor del
castigo
".

Esa es la razón por la que no es buen pastor, ni
sabe pastoral, quien sólo usa la justicia o quien
sólo usa de la misericordia.

Ignora incluso los principios elementales de la
auténtica ascética y mística quien no llega
a experimentar en sí lo que enseña San Ignacio
de Loyola
: "Habéis de decir… que antes
moriréis, que de su servicio os apartéis: si
él (el Diablo) me representa justicia, yo hago
misericordia; si es él misericordia, yo al contrario digo
la justicia. Así es menester que el burlador quede
burlado
…".

Es tentación luciferina oponer la misericordia de
Dios a la justicia o la justicia a la misericordia, o pensar que
no es consolador el saber que Dios es justo. Santa Teresita
del Niño Jesús
, lo entendía muy bien:
"Qué alegría más dulce pensar que Dios
es justo, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades, que
conoce perfectamente la fragilidad de nuestra naturaleza!.
¿De qué, pues, tendría yo miedo?.
¡Ah!. El Dios infinitamente justo que se dignó
perdonar con tanta bondad todos los pecados del hijo
pródigo, ¿no se mostrará también
justo para conmigo que "estoy siempre a su
lado
"?…".

"En Dios la misericordia y la verdad se
encontraron, se besaron la justicia y la paz" 
(Salmos
84:11), en todas sus obras se conjugan la justicia y la
misericordia; y cuando usa de misericordia "no obra contra su
justicia, sino que hace algo que está por encima de su
justicia…: la misericordia no destruye la justicia, sino
que al contrario es su plenitud y por eso dice el apóstol
Santiago: La misericordia aventaja al
juicio
".

San Juan de Ávila lo ha dicho de manera
admirable: "Si le dejásemos a su corazón hacer
lo que quiere por nosotros, todo sería hacernos
misericordia, porque a Él propio le es hacer misericordia;
si castiga, como forzado castiga, y fuera de su
condición: No aflige por gusto, ni de grado acongoja
a los hijos de los hombres. Cuando abate Dios a uno, no lo hace
de corazón, sino como forzado; como padre que ve a su hijo
ser malo, castígalo con amor y el hijo hace que le
castigue. "Dios es dulce por naturaleza -dice San
Jerónimo— mas nosotros le hacemos que nos
castigue"
". Por eso, cuando en esta vida nos castiga
enseguida busca el consuelo: "después de afligir,
se compadece según su gran misericordia
".

El hombre que vive en coherencia con su fe
católica jamás dejará de cantar la infinita
misericordia de Dios: "cantaré eternamente las
misericordias de Dios
" (Salmos 88:2). Que la
Santísima Virgen, Reina y Madre de Misericordia,
poetisa y cantora que ensalzó la justicia y la
misericordia de Dios en el "Magnificat"
["Magnificado: es un cántico y una
oración católica que proviene
del evangelio de Lucas (Lucas 1:46-55), nos
obtenga de su Hijo la gracia de saber que hay que cumplir
toda justicia (Mt 3,15) y que Dios quiere usar con
todos los hombres de misericordia (Romanos
11:32
)].

Porque hoy como ayer y como siempre son absolutamente
inequívocas las señales por las que podemos
distinguir la pseudomística, las actitudes misticonas y
pasteleras, de la auténtica espiritualidad: por
sus frutos los conoceréis 
(Mateo 7:16),
según nos lo indicara claramente Aquel que es el
Único que tiene palabras de vida
eterna 
(Juan 6:68).

Sebastián Rajo, en su monografía
"Filosofía y el Porqué de la
Religión
", según su punto de vista, del que no
estoy totalmente de acuerdo, expone: "No pondré en
duda la existencia o no de Dios, no importa aquí.
Estudiaré a la religión como una corriente
idealista de las masas, sin importar la veracidad de sus
dictámenes. La religión es una realidad, que ha
existido desde tiempos inmemoriales, y expondré
aquí las diferentes opiniones de diferentes
filósofos y pensadores.

La religión ha cumplido a lo largo de la
historia infinidad de papeles, la mayoría fundamentales
para el desarrollo de la humanidad, ya que siempre estuvo
estrechamente vinculada con las bases morales de los pueblos -y
aún lo está-, y es ésta última la que
"dirige" el rumbo del accionar de las personas, pues todas las
decisiones que tomamos las efectuamos sobre la base de nuestros
conocimientos, y nuestras creencias, y esto es la materia prima
fundamental de la moral. Por otra parte, es necesario diferenciar
la religión de la forma en que ha sido -y es- utilizada
por el hombre -lo mismo que se debe de hacer con la ciencia-. La
religión es solamente una herramienta, la cual puede
utilizarse de infinidad de formas posibles y está en
nosotros aprender a hacer de ella un objeto de bien y no de mal.
A lo largo de la historia podemos ver -no es necesario
imaginárnoslo- los diferentes usos que se le dieron a la
religión y sus diferentes resultados. Así que
está en nuestras manos nuestro propio destino y los
problemas sociales no debemos achacárselos a nadie
más que no sean los seres humanos.

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