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Influencia del poder militar en la historia del Ecuador




Enviado por luis pacheco



Partes: 1, 2, 3

  1. Introducción
  2. Origen
    del poder militar en el Ecuador
  3. Al
    poder militar ecuatoriano durante la gran Colombia y su
    participación en la independencia del
    Perú
  4. La
    supervivencia del Estado gracias a la presencia del Poder
    Militar
  5. El
    Poder Militar y su aporte a la consolidación de la
    República
  6. La
    oposición del Poder Militar ecuatoriano al militarismo
    extranjero
  7. El
    Poder Militar en la consolidación definitiva de la
    República
  8. El
    Nacionalismo y el Poder Militar Nacional
  9. La
    consolidación de la nacionalidad y reformismo
    militar
  10. Intervenciones rectificadoras de las Fuerzas
    Armadas
  11. Poder
    Militar y Seguridad Nacional
  12. Conclusiones
  13. Recomendaciones
  14. Bibliografía
  15. Anexo

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La guerra es un gran acontecimiento de
estado, por consiguiente, para aquilatar la probabilidad de
triunfos o fracasos en la guerra, es preciso analizar cinco
aspectos, estos son: la política, el tiempo y la hora,
ventajas de la configuración del terreno, el mando y el
sistema legal.- Sun Tzu.

Introducción

Sobre la gran balanza de la fortuna, raramente se
detiene el fiel; debes subir o bajar; debes dominar y ganar o
servir y perder; sufrir o triunfar; ser yunque o martillo.-
Goethe.

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Luis PACHECO Manya

Ex Suboficial Primero

Armada del Ecuador

Desde 1996, el Ecuador a raíz del triunfo militar
del Alto Cenepa tenía la imagen de un país renovado
y sólidamente unido. El protagonista de esta nueva imagen
fue el Poder Militar en base a su profesionalismo y patriotismo
sin límites que le permitió definir y mantener los
objetivos nacionales.

Sin embargo y aunque pudiese parecer destinada a
satisfacer un simple juego retórico, la pregunta
más acuciante del Ecuador actual es hasta dónde
puede llegar la crisis institucional, cuánto durará
y sobre todo en dónde están las reservas morales y
sociales que preserven del caos a un país que se ha
acostumbrado a vivir, cada vez con más frecuencia, la
secuela de la ingobernabilidad política, la indolencia
social y la inequidad económica.

La historia reciente es pródiga en ejemplos en
los que se han desbordado los límites institucionales. El
vértigo de los sucesos tiene paralelo con la
confusión institucional que reina en el país desde
hace varios años. El Ecuador debe tomar conciencia de que
uno de sus principales problemas radica en qué hacer con
un sistema en el que tampoco la sociedad civil asume sus tareas,
no exige las suyas a los políticos y no llena el
vacío que han obligado a las Fuerzas Armadas a tomar un
papel deliberante a despecho de la urgente redefinición de
sus tareas.

Cuando existe la certeza de que la actual coyuntura
política comunista, durará todavía varios
años aún si se toman las medidas adecuadas,
instituciones como las periodísticas deben aferrarse a
cumplir su tarea esencial: informar con objetividad y
contextualizando, revelar las partes no evidentes de la noticia y
en las que sin embargo está su esencia. Es imperativo, que
los gremios nacionales e internacionales logren una
conjunción de objetivos conjuntos; y, fusionados puedan
hacer frente a la Ley de Comunicación ya en vigencia, la
misma que, en corto tiempo, está logrando su cometido,
colocar una "mordaza" a la prensa independiente.

Desde el año 2007, la
desintitucionalización de las Fuerzas Armadas, es evidente
y, cada vez más acelerada, ahora en 2014, con la
aprobación de la "Ley reformatoria a la Ley de Seguridad
Pública y del Estado", y en momentos en que el
régimen busca en territorio de pueblos ancestrales a tres
de sus adversarios políticos, permite a las Fuerzas
Armadas intervenir, "por disposición de la Presidenta o el
Presidente de la República, en la protección
interna, el mantenimiento y control del orden público y
seguridad ciudadana"; es decir, participar en acciones de "apoyo"
a la Policía Nacional en su tarea de lucha anti
delincuencial.

Recojo la valiosa opinión del señor
Patricio Haro Ayerve, publicada en el Diario "Hoy", del
día 28 de Mayo de 2014 "La Constitución
Política del Estado determina las tareas de las Fuerzas
Armadas, y unas de ellas son la defensa de la integridad
territorial y de la soberanía nacional, pudiendo
participar en actividades económicas relacionadas con la
defensa nacional, y prestar su contingente para apoyar al
desarrollo del país; pueden, según el mandato
constitucional y previa la declaración del estado de
emergencia, emplearse en atención a grave conmoción
interna, calamidad pública o desastres naturales. El texto
constitucional no reza en ninguna parte "apoyar a la
Policía Nacional", como dijera la Ministra de Defensa,
María Fernanda Espinosa.

Las tareas que esta reforma legal establece han sido
cumplidas por las Fuerzas Armadas desde la transición
democrática, pero bajo la excepción constitucional
que la Carta Magna vigente también manda en su
artículo 164, que establece la declaración de un
estado de emergencia; esto, por la sencilla razón de que
este diseña el marco de acción de las Fuerzas
Armadas, determinando claramente el área, el espacio
geográfico y el tiempo que en ellas emplearán;
además, controladas por la Función Legislativa, la
Corte Constitucional y organismos internacionales
pertinentes.

La jerarquía normativa no permite a una ley
reformar la Constitución; si lo hace, es inconstitucional.
El empleo de las Fuerzas Armadas en acciones de control anti
delincuencial y de seguridad interna genera tres potenciales
peligros para la sociedad:

1) El establecimiento de un Estado policiaco en el que
militares, al salir a las calles con armas de guerra, generan
terror en la población;

2) Que las Fuerzas Armadas se politicen, pues sus
acciones pueden reprimir a grupos que se manifiesten en contra
del Gobierno; y,

3) Lo más grave, que se genere un enemigo interno
"al que hay que enfrentar de cualquier manera, inclusive violando
sus derechos humanos". Lo dice la historia.

En fin, en una democracia con calidad es el poder
político el que asigna las misiones a las Fuerzas Armadas
dentro de la legalidad pero, cuando esto no sucede, puede verse
afectado el control político objetivo y generarse efectos
que perjudiquen la estabilidad democrática. Esta reforma
entraña una inconstitucionalidad peligrosa".

Adicional, ahora existe el riesgo del cambo en la
misión de Fuerzas Armadas, a través de una enmienda
constitucional, algo ilegal e ilegítimo, pues cualquier
cambio hacia la estructura del Estado, es vinculante su
ejecución, a través de una Consulta Popular; sin
embargo, por disposición omnímoda del Ejecutivo,
las Fuerzas Armadas se encargarán de la Seguridad Interna,
cuando esta labor es exclusiva de la Policía
Nacional.

El citado cambio de la misión de las Fuerzas
Armadas, está siendo utilizado como una cortina, pues en
realidad, lo que busca el Ejecutivo y sus simpatizantes de la
Asamblea y la Corte Constitucional, es la reelección
indefinida para el actual Presidente de la República y con
ello, perpetuarse en el poder, instaurando una monarquía
de papel, similar a Nicaragua y posiblemente también
Bolivia.

Por otro lado, las Fuerzas Armadas deberán hacer
frente a las nuevas amenazas disminuidas, amenazas regionales
como el narcotráfico, el tráfico de armamento,
munición y explosivos, el terrorismo, el tráfico
ilegal de seres humanos, etc., pues el Ejecutivo, cuyo poder es
absoluto, ha decidido reducir el número de efectivos
militares, cerrar siete Fuertes Militares, una o dos Bases
Navales, en fin, una serie de afectaciones institucionales, y
todo esto, frente a la impavidez de los mandos
militares.

Las Fuerzas Armadas, en todos los Estados
Democráticos del Mundo, que son alrededor de 184, de un
total de 193 países que conforman la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), apenas queda un remanente del
comunismo agonizante en tres países asiáticos, en
alguna caverna africana, y en una tríada pintoresca de
países andinos. En todas aquellas naciones donde existe
una verdadera democracia, las Fuerzas Armadas, están
orientadas hacia la Defensa Nacional, así reza en las
Constituciones Políticas del Estado ecuatoriano, incluida
la del 2008, aprobada por el pueblo ecuatoriano.

Lastimosamente, ahora las Fuerzas Armadas están
al servicio de un gobierno totalitario que no respeta ni la
Constitución ni las leyes aprobadas por ellos mismos, y no
en beneficio del pueblo ecuatoriano, esencia de la nacionalidad
misma, pues así lo disponen las leyes ordinarias, el
sentido común, la historia nacional y la historia de la
otrora gloriosa Institución.

En la Comisión de Soberanía y Relaciones
Internacionales de la Asamblea Nacional está listo el IV
libro del Código de Entidades de Seguridad Ciudadana,
dicho Código plantea que los militares que deseen integrar
la Unidad de Vigilancia Aduanera, la Comisión de
Tránsito del Ecuador, la Guardia Forestal o el Cuerpo de
Guías Penitenciarios soliciten su traslado y se incorporen
a la nueva entidad con un grado inmediato superior al que ya
tenían.

El Ejecutivo, debería escuchar la posición
de Fuerzas Armadas y éstas a su vez tengan la capacidad
para exponer con firmeza los fundamentos de la defensa
institucional, los jefes militares deben reforzar la
protección de amenazas a nivel externo, como el
narcotráfico, y enfrentar "la falta de compresión
del poder político en temas de seguridad". Para combatir
estas amenazas hay que cumplir planteamientos estratégicos
que deben escucharse.

Hago mías las reflexiones del licenciado Marcel
Dotty Almeida, de su comentario de Radio "Sucesos", bajo el
título: Los ritmos de nuestra historia republicana, dice:
"…Volviendo al tema de lo aleatorio y casual de la
historia humana, habrá que preguntarnos, como
ecuatorianos, el porqué de este ritmo recurrente (cada
veinte años) de que los autoritarios nos causen tanto
placer consciente o subconsciente. ¿Casualidad,
causalidad, idiosincrasia, sadomasoquismo, tendencia a expiar
nuestro conspicuo desorden? … ¡O, es que estamos
condenados a no merecer la libertad porque no acabamos de
entenderla y peor ejercitarla dentro del Derecho!

El objetivo que persigue este trabajo, es convertirse en
un aporte mínimo para preservar los resquicios de
institucionalidad sobre los que debe refundarse el nuevo
país político, militar, económico y
social.

CAPITULO I

Origen del poder
militar en el Ecuador

El Ecuador debe entenderse como un complejo
sociocultural que ha logrado generar elementales relaciones de
interdependencia y de una parcial proyección
histórica conjunta, porque la estructura política
se dificulta para la generalidad de los ecuatorianos, debido a la
conformación de una sociedad dual gravemente
estratificada.

Además, por su propia debilidad, reflejada en su
incapacidad para preservar su patrimonio, sufrió
pérdidas territoriales que lo transformaron en uno de los
Estados más pequeños y vulnerables de Sur
América. Su posición geográfica ha incidido
drásticamente en sus posibilidades de desarrollo. Su
situación geográfica le posibilita disfrutar una
ubicación favorable en el ámbito de los
países andinos. Con relación a sus vecinos, la
situación de inferioridad tanto en extensión como
en población y en el nivel de desarrollo, le dificulta el
mantenimiento de condiciones de igualdad en sus relaciones
recíprocas. La coincidencia de intereses comunes a los
países del Pacífico Sur, en cuanto a la defensa de
sus recursos marítimos, ha generado un conjunto de actos
solidarios en las negociaciones internacionales.

Finalmente, para el Ecuador es indispensable
diseñar mejores procedimientos en la acumulación y
distribución de la riqueza y de oportunidades;
además, racionalizar y organizar todos los mecanismos de
la estructura del Estado, para aprovechar los escasos recursos en
mejores términos de eficiencia, valorizando las
instituciones, perfeccionando y profundizando la democracia y
definiendo un proyecto nacional viable, con objetivos bien
definidos en busca del desarrollo.

1. El primer grito de la
independencia

El 10 de agosto de 1809, constituye en la historia del
Ecuador y de América un hito glorioso por su gran
connotación en las colonias españolas, pues en
él se expresó el indómito espíritu
quiteño, espíritu de rebeldía, de libertad y
de autonomía, que ya antes de la conquista española
surgió como el obstáculo infranqueable que se opuso
a la invasión incásica de Túpac Yupanqui y
Huayna Cápac.

Los antecedentes y las causas de la Revolución
Quiteña han sido recogidas, analizadas, juzgadas y
criticadas por plumas de grandes historiadores, más, el
motivo que trata este trabajo, son los hechos desde la
óptica militar, con esa óptica serán
analizados y juzgados para ratificar la participación del
Poder Militar en estos sucesos, origen de la independencia del
Ecuador.

Cuando en 1808 Napoleón Bonaparte invadió
España, obligó a abdicar al Rey Carlos IV y
tomó prisionero al heredero don Fernando VII, en cada
provincia y ciudad grande del reino se formaron "Juntas Soberanas
de Gobierno" que rechazaron al régimen usurpador de
José Bonaparte, conocido como "Pepe Botellas", por su
adicción a los placeres del Dios Baco, proclamado soberano
de España por voluntad de su hermano
Napoleón.

Muy pronto las noticias de lo que acontecía en
España se regaron por toda América, resaltando
sobre todo la actitud de rechazo del pueblo español que
jamás aceptó el dominio francés. Sin
embargo, varias autoridades españolas en América,
que recibían órdenes y pagos de Madrid, juraron
obediencia al gobierno de Bonaparte. Una de ellas fue el
Presidente de la Real Audiencia de Quito, Manuel Urriez, Conde
Ruiz de Castilla.

Esta circunstancia fue determinante en la actitud de los
quiteños, quienes invocando los derechos de Fernando VII
se reunieron el 25 de diciembre de ese mismo año en la
hacienda de Chillo de don Juan Pío María Torcuato
Montúfar y Larrea, Marqués de Selva Alegre, para
organizar la primera Junta Soberana de Gobierno de Quito, que
expuso los primeros planes para deponer a las autoridades
españolas que obedecían a los franceses. Se propuso
también nombrar a las autoridades criollas que
gobernarían en nombre de Fernando VII, y se
consideró muy seriamente la posibilidad de que el Rey
venga a gobernar desde América.

"En estas reuniones figuraban hombres de distintas
intenciones, aunque acordes en el plan revolucionario. Los nobles
de Quito se proponían simplemente despojar y suplantar a
los funcionarios españoles. Estos revolucionarios, los
más numerosos, habrían continuado sirviendo al rey,
unidos a la madre patria si se les hubiera asegurado
exclusivamente los principales puestos de la colonia. En
realidad, lo único en que pensaban era en la
formación de su aristocracia criolla. Había, sin
embargo, algunos pocos animados de verdadero patriotismo e
ilustración, que querían la independencia de las
colonias, bajo un sistema de gobierno republicano" (Aguirre
Abad.- Bosquejo Histórico de la República del
Ecuador, p. 154
).

"Espejo había expirado como mártir, pero
vivían D. Antonio Ante, D. Javier Ascázubi, D. Juan
Larrea, D. Antonio Bustamante, D. Juan Pablo Arenas, D. Antonio
Pineda, D. Luis Saa, D. Miguel Donoso, y sobre todo, Juan de Dios
Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga y Juan Salinas, todos
amigos de Espejo, quienes, en compañía de otros
entusiastas, difundían, a todo riesgo, su humanitario
proyecto, cual era, la emancipación absoluta…"
(Andrade Roberto.- Historia del Ecuador, tomo I, p.
177
).

2. Los acontecimientos militares en el
Estado Quiteño de 1810 a 1812

Luego de los acontecimientos que concluyeron el 2 de
agosto de 1810, día aciago en la historia patria, no
sólo porque se produjo la horrenda masacre de los
próceres de la independencia, sino porque allí se
eliminó a los potenciales líderes políticos
y probables generales de la independencia nacidos en suelo
quiteño; sin embargo, la sangrientas bayonetas de la
soldadesca del Cuartel Real de Lima no pudieron jamás
eliminar el pensamiento libre de los quiteños.

De los acontecimientos sucedidos en la Real Audiencia de
Quito a partir del 2 de agosto de 1810, en los que el pueblo de
1809 impulsado por el pensamiento del prócer Eugenio de
Santa Cruz y Espejo, motivado profundamente por la sangre
derramada en el Real de Lima, sangre transmutada en sables y
bayonetas y organizado con la presencia, conocimiento y
patriotismo del Coronel Carlos Montúfar y Larrea-Zurbano,
que proclamado Comandante en Jefe del Ejército
Quiteño, estableció el Estado Soberano de Quito, se
deduce sin lugar a dudas que el Poder Militar ecuatoriano tiene
su origen en esa época, ya que al mando de un profesional
de carrera formado en España y con gran experiencia de
combate, se conforma la base de su primer fundamento, los
recursos humanos. Tanto Montúfar como otros oficiales
integrantes del Ejército quiteño tuvieron valores
cualitativos excepcionales proporcionados por su educación
militar y experiencia de combate obtenida en España en las
guerras contra los ejércitos de Napoleón Bonaparte.
El elemento humano constitutivo del Poder Militar del Estado
quiteño fue de tan alta calidad que, en actos sublimes de
heroísmo, muchas vidas se ofrendaron al servicio de la
patria.

El segundo fundamento del Poder Militar, el territorio,
está representado en la extensión que mantuvo el
Estado quiteño y que abarcó por el norte hasta
Pasto y por el sur hasta el departamento de Cuenca.

Los factores específicos del Poder Militar
también pueden observarse en la organización,
composición y empleo del Ejército quiteño,
la doctrina militar, basada en la doctrina militar
española, proporcionó al ejército una
organización adecuada basada en la falange y sustentada en
la caballería e infantería.

B. EL PODER MILITAR EN LA
INDEPENDENCIA

La Batalla de Ibarra, favorable para el sanguinario
Coronel Juan José Francisco de Sámano y Uribarrri
de Rebollar y Mazorri en desmedro del Coronel Carlos
Montúfar y Larrea-Zurbano, puso el sello de seguridad al
dominio español en el Reino de Quito e inmortalizó
el nombre de centenares de quiteños que ofrendaron sus
vidas en el campo del honor, después de cien combates en
desigualdad de condiciones y con triunfos y derrotas que
concluyeron en Ibarra el 1ro. de diciembre de 1812. Los nombres
que deben mencionarse son los del Coronel Francisco García
Calderón, padre del "héroe niño",
Abdón Senén Calderón Garaicoa y del
Comandante quiteño Manuel Aguilar, que fueron fusilados
por Sámano.

El General Toribio Montes confinó a algunos
caudillos del movimiento quiteño. El Marqués de
Selva Alegre fue desterrado a Loja; el obispo José Cuero y
Caicedo, a Lima, y el Coronel Carlos Montúfar, hecho
prisionero y cargado de grillos y cadenas, fue desterrado a
Panamá. En esta ciudad logró fugar de la
cárcel y se dirigió al valle del Cauca para unirse
a los ejércitos del Libertador Bolívar.

Montúfar se dirigió a Buenaventura en
búsqueda de tropas patriotas a las pudiera unirse, pero
fue capturado y conducido a Buga, en donde un Consejo de Guerra
español lo condenó a la pena de muerte. Fue
fusilado el 31 de junio de 1816, fecha en la que se
inmortalizó ofrendando su vida como aporte quiteño
a la independencia americana.

C. EL PODER MILITAR DESDE LA INDEPENDENCIA DE
GUAYAQUIL HASTA LA BATALLA DEL PICHINCHA

Sofocada la revolución quiteña y a partir
de 1815, comenzaron a propagarse en Guayaquil las ideas de
libertad que se generalizaban en América India. Las
batallas de "Boyacá" en Nueva Granada, "Chacabuco" y
"Maipú" en Chile y los combates navales de Illingworth en
los mares de Ecuador, motivaron el espíritu revolucionario
de los jóvenes guayaquileños, mientras que los
españoles se preparaban para la defensa contra los
enemigos exteriores.

El 9 de octubre de 1820, se inició la
Revolución Guayaquileña, con la sublevación
del Batallón "Granaderos de Reservas" y el apoyo de las
otras unidades españolas de la plaza se proclamó la
independencia de la ciudad y se nombró la Junta
Provisional, compuesta por el Coronel peruano Gregorio Escobedo
Rodríguez, el doctor Vicente Espantoso y el Teniente
Coronel Rafael María de la Cruz Jimena
Muñoz.

Inmediatamente se establecieron los contactos necesarios
con los patriotas de Chile que mantenían una Escuadra
Naval en el Pacífico y con Bolívar que
habían liberado a la Nueva Granada.

Los patriotas de Quito acogieron con gran entusiasmo la
revolución del 9 de octubre de 1820 y varios de ellos
marcharon a esa ciudad y solicitaron que se enviasen tropas para
expulsar a los españoles que dominaban todos los pueblos
del interior.

La revolución de Guayaquil estaba realmente
aniquilada con la derrota de los patriotas en Huachi; si los
españoles, aprovechando la victoria y la moral muy alto de
su ejército, hubiesen bajado a la costa es seguro que
hubieran tomado Guayaquil sin encontrar resistencia. Pero el
General Melchor Aymerich Villafuanaque no explotó el
triunfo de Huachi ni sacó ninguna ventaja táctica
ni estratégica.

Vencidos los patriotas por los españoles, la
asamblea provincial que se hallaban reunida en Guayaquil tuvo que
ocuparse de organizar un gobierno general, lo que se
realizó por medio de un reglamento consignado con los
principales derechos y garantías de los ciudadanos. Se
nombró una Junta de Gobierno integrada por José
Joaquín Olmedo y Maruri, Rafael Jimena y Francisco
María Roca y Rodríguez, secretario y vocal fue
nombrado el doctor Francisco Marcos Crespo.

La Junta de Gobierno inmediatamente se dedicó a
conformar una nueva división de combate, a buscar recursos
adicionales para sostener la guerra y a planificar la
conducción de los refuerzos, que se habían
prometido de Nueva Granada y que, aunque atrasados, comenzaron a
llegar. Sobre esta base se formó un escuadrón,
completándolo con jinetes de Guayaquil. Enseguida
llegó el General Antonio José de Sucre y
Alcalá, enviado por el Libertador Simón
Bolívar y Palacios con las siguientes instrucciones: La
primera, pedir la incorporación de la provincia a la
República de Colombia; la segunda, si esa
pretensión no era aceptada, proponer que se le diera el
mando de las tropas aliadas; y, la tercera, en último
caso, servir con sus tropas como auxiliar en la guerra contra los
españoles de Quito.

En efecto, Sucre organizó en Guayaquil las
fuerzas del Ejército Libertador en los territorios del
Gran Reino de Quito, en base al Batallón colombiano
"Santander" y al Batallón "Albión", compuesto de
ingleses, a más de un escuadrón de
caballería, fuerzas incrementadas con voluntarios
guayaquileños y con desertores de los ejércitos
realistas.

Organizado el ejército de Sucre marchó
hacia Quito, sede del gobierno realista presidido por Aymerich,
para liberar la capital y sus provincias. A lo largo de su
itinerario viven los patriotas una serie de victorias y fracasos
militares. Los campos de Camino Real, Huachi, Cone, Tanizahua,
segundo Huachi, Verdeloma y Tapi son los testigos de la epopeya
patriota.

Luego de los primeros meses de lucha, el ejército
patriota fue reestructurado para iniciar la campaña sobre
Quito. Guayaquil contribuyó con dos batallones: el
"Guayaquil", que permaneció en la plaza como seguridad de
la misma, y el "Vengadores".

Para reforzar al ejército que se dirigía a
Quito, Colombia pide al Perú la devolución del
Batallón "Numancia" que un año antes había
enviado al Perú. Los españoles reforzaban sus
unidades con el "Tiradores de Cádiz" y el
"Cataluña" que llegaron desde Panamá. Desde
Guayaquil, Sucre al frente del ejército libertador,
inició su marcha gloriosa.

El 24 de Mayo de 1822, con la Batalla de Pichincha,
concluyó una de las páginas de la epopeya
ecuatoriana; pues en esta acción gloriosa el poder
español sucumbió definitivamente.

Mientras tanto en Guayaquil la situación se
presentaba totalmente contraria, la provincia se debatía
por la independencia bajo la protección del Perú o
de Colombia y no faltaban quienes propusieran la formación
de "una nueva república" compuesta por todos los pueblos
de la Presidencia de Quito. Enterado el Libertador de esta
situación, marcha a Guayaquil y al frente de un
ejército de 3.000 soldados entró en la ciudad el 11
de julio de 1822. Con la dirección de Bolívar se
anexó Guayaquil a Colombia, a pesar de la gran
oposición de algunos guayaquileños que consideraban
ésta una decisión arbitraria del
Libertador.

CAPITULO II

Al poder militar
ecuatoriano durante la gran Colombia y su participación en
la independencia del Perú

Una vez obtenida la libertad de Quito en Pichincha y
anexado éste y Guayaquil a Colombia, existe un
acontecimiento importantísimo en la historia nacional y es
la participación del poder militar ecuatoriano en la
independencia del Perú. En este país se hallaban
reunidas la mayor cantidad de fuerzas españolas, las que
entusiasmadas por una serie de triunfos consecutivos continuaban
oprimiendo al pueblo de lo que era el último reducto
español en América.

Con Bolívar y Sucre, la guerra de movimiento se
practicó en toda su amplitud. La caballería fue el
arma preponderante durante los veintiún años de las
luchas por la libertad; realizaba sus ataques en escuadrones, en
línea o en columna, ejecutaba la explotación del
éxito activa y tenazmente y exploraba y brindaba seguridad
en marchas o estacionamientos. El Libertador manifestó que
Colombia cumpliría con su deber en el
Perú.

Bolívar fue a la capital y organizó
batallones de voluntarios en los pueblos de Ecuador, y,
después de una marcha por la cordillera, atacó el
17 de julio de 1823 a los rebeldes, los destruyó en las
orillas del Tahuando, los persiguió incansablemente y
volvió a Quito victorioso.

Bolívar activó la concentración de
las tropas que debían embarcarse para el Perú. El 2
de agosto ya se encontraba en persona en el puerto de Guayaquil y
como el 7 se emitió el decreto en que el Congreso le
concedía el permiso para que se traslade al
sur.

1. Combate Naval de Malpelo, 31 de Agosto de
1828

20 de mayo de 1828, en circunstancias en que los nuevos
Estados libres de América aún no se encontraban
definitivamente estructurados, el Perú inició una
serie de acciones militares en contra de Colombia (el Ecuador no
existía aún como república) reclamando para
sí el derecho sobre las zonas australes o del sur,
incluyendo la ciudad de Guayaquil. Fue así que, mientras
el Mariscal José Domingo La Mar y Cortazar avanzaba con
sus tropas por el interior, hacia Cuenca, la corbeta peruana "La
Libertad", capitaneada por el Comandante Póstigo,
inició un mal disimulado bloqueo al golfo de
Guayaquil.

Advertido de esta situación, el Gral. Juan
José Flores, desde Cuenca, ordenó al Gral.
Illingworth, Intendente de Guayaquil, que adopte las medidas
necesarias para romper el bloqueo y proteger a la ciudad.
Illingworth llamó entonces al Capitán de
Navío Tomás Carlos Wrigth y le encomendó la
misión de salir inmediatamente al encuentro del invasor,
para lo cual fueron armadas las corbetas "La Guayaquileña"
y "Pichincha".

El 31 de agosto de 1828, a la altura de "Punta Malpelo",
cerca de Túmbez, Wrigth avistó a la nave peruana, a
la que se acercó para exigir las explicaciones pertinentes
relacionadas con su presencia en aguas de Colombia, pero sus
requerimientos fueron respondidos por parte de la nave peruana
con el fuego de los cañones. Ante la inesperada y
traicionera acción peruana, Wrigth ordenó amarrar
la "Pichincha" a la "Libertad", y desde "La Guayaquileña",
a pesar de que la nave peruana tenía el doble de su calado
y el triple de sus cañones, inició un intenso
cañoneo al tiempo que pasaba con sus hombres al
abordaje.

En medio del fragor del combate estalló en la
"Guayaquileña" un gran incendio, circunstancia que fue
aprovechada por los peruanos para iniciar la huida, mientras la
tripulación de la nave siniestrada intentaba apagar el
fuego. La "Guayaquileña" sufrió tremendas
averías, y al terminar el combate, de una
tripulación total de 96 hombres, tuvo 60 bajas entre
muertos y heridos. Entre los sobrevivientes de esta heroica
jornada estuvieron el Alférez de Navío José
María Urvina Viteri, de 18 años de edad y el joven
Guardiamarina Francisco Robles García, quienes
posteriormente llegarían a ostentar el grado de Generales
y Presidentes de la República, y Luis de Tola, quien
años más tarde sería Obispo Auxiliar de
Guayaquil.

El parte militar del combate de Malpelo enviado por el
Capitán de Navío Tomás Carlos Wright al
General Illingworth en el cual, entre otras cosas, dice:
"Observando que la corbeta peruana estaba preparada para el
combate y no teniendo otro medio más pronto para ponerme
en inteligencia con ella, me acerqué, poniéndome
por su aleta de barlovento, a distancia de tiro y medio de
pistola; le dirigí la palabra, exigiendo la causa porque
se hallaba en un bloqueo disimulado, cruzando la boca de este
río, a lo que me contestó con frivolidades, y por
último, rompiendo el fuego, que fue bien contestado por
nuestra parte. En cinco minutos estaban ya los dos bajeles
amarrados; pero cuidé siempre, al hacer esta maniobra, de
dejar el lugar necesario por la amura de proa de
barlovento…"

Análisis sucinto del Combate Naval de
Malpelo

El combate naval tuvo por escenario a cuatro millas,
según la versión peruana y a diez o doce millas
según la ecuatoriana, esto es, en el área
marítima comprendida entre Tumbes y la isla del "Muerto" o
"Amortajado", área marítima de la Grancolombia
(Ecuador).

La distancia de Punta Malpelo hasta donde supuestamente
"El buque peruano la persiguió hasta penetrar en la
ría, mas al Noreste de Punta Arenas, en donde, convencido
Panizo que no podía darle alcance, regresó al Sur,
en busca de la Pichincha",
es de aproximadamente 150 –
160 km.; y, durante este tramo de persecución jamás
la "gloriosa" corbeta "Libertad" logró darle alcance a
nuestra nave "Guayaquileña" con "horribles avería"?
y tampoco logró darle alcance a la "Pichincha". Se nota
claramente que alguien faltando a la verdad de estos hechos
históricos.

Misión militar.- Expresión clara y
concisa de la tarea o tareas a cumplir por la unidad y su
objetivo. Normalmente, la misión es prescrita por el
comando superior, aunque para fines de planeamiento puede
deducirse del conocimiento que se tenga de la situación y
del concepto de la operación del comando superior. El
objetivo, la tarea en conjunto indicando el propósito y
los motivos necesarios para realizar la acción. En uso
corriente, aplicado especialmente a unidades militares menores,
deber asignado a un individuo o unidad. Envío de una o
más aeronaves para cumplir con una tarea en
particular.

Al terminar el combate, la "Guayaquileña" y su
triunfante tripulación, cubiertos por la gloria y la
eternidad, permanecieron por espacio de 24 horas en las costas de
Puerto Bolívar, en espera de un nuevo intento de la Marina
peruana de violar nuestros mares.

La "Guayaquileña" y su tripulación,
cumplieron con su misión militar: Neutralizar el
bloqueo peruano en el área del Golfo de
Guayaquil.

Misión de la fuerza naval
peruana:

Libro, "Historia Marítima del Perú, La
República 1826 a 1851, Félix Denegri Luna",
Pág. No. 178 "Inicio de las Acciones Navales.- La corbeta
Libertad se dio a la vela en el Callao en la mañana del 2
de julio de 1828. Sus instrucciones eran cruzar el golfo y
vigilar la entrada de la ría de
Guayaquil…".

Según el mismo historiador peruano, Félix
Denegri Luna, "La corbeta Libertad, ancló en Paita, el 5
de Septiembre de 1828. Poco tiempo después volvería
a entrar en acción, formado parte de la escuadra comandada
por el Vicealmirante Guise…"; esto quiere decir, en buen
romance, que tuvieron que salir huyendo a su territorio, sin
culminar su misión, que era: Cruzar el golfo y vigilar la
entrada de la ría de Guayaquil; o sea: Mantener bloqueado
el Puerto de Guayaquil.

Misión de la fuerza naval
ecuatoriana:

Según el oficio fechado a 10 de agosto de 1828,
el General Juan José Flores, tomaba previsiones, ordenando
al Almirante Illingworth, "se rechace la agresión ante la
presencia de la corbeta "Libertad" en el golfo de
Guayaquil":

"…Aunque el objeto esencial de la comisión
que se encargue al coronel Wright, sea el pedir al comandante de
la corbeta "Libertad" una explicación sobre la mira de
recelo de parte del Gobierno de Colombia, debe nuestra fuerza
marítima estar preparada a defender a todo trance el honor
del pabellón y cualquier agresión".

En verdad, la República del Ecuador, aún
no existía como tal en el año 1828, pero los
Oficiales y Tripulantes de la goleta "Guayaquileña", eran
naturales de Guayaquil, Quito, Cuenca, Ambato, etc., gente
Grancolombiana, pero finalmente ECUATORIANA.

2. La Batalla de Tarqui, 27 de Febrero de
1829

Una vez liberado el Perú del yugo español,
gracias a las armas ecuatorianas, se despertaron las ambiciones
personales y políticas de los Generales peruanos de la
independencia, ambiciones que constituyen el germen del
militarismo peruano del presente tiempo y que se ha desarrollado
a través de la historia.

Se generó un hecho que demostró las
ambiciones del Perú al incentivar la traición de la
Tercera División Auxiliar Grancolombiana que fue retomado
por el General Juan José Flores, demostrando como el
Perú desde el inicio se apartó del camino de la
concordia y siempre buscó el enfrentamiento.

La histórica batalla, fue sangrienta y llena de
demostraciones de heroísmo; pero la presencia del Mariscal
Sucre, la estrategia y el coraje del General Juan José
Flores, y la determinación de sus bravos soldados, dieron
poco a poco sus frutos. Los peruanos fueron derrotados en todos
los frentes y obligados a replegarse en franca retirada hacia los
desfiladeros de la meseta de Tarqui, hasta que en un
"sálvese quien pueda" huyeron en desbandada.

Ese día 27 de Febrero, los peruanos perdieron dos
mil quinientos hombres entre muertos, heridos, prisioneros y
desaparecidos; muchas armas, municiones, banderas y gallardetes.
El ejército colombiano sólo tuvo ciento cincuenta y
cuatro bajas y doscientos seis heridos.

El General Flores fue ascendido a General de
División en el propio campo de batalla; igualmente el
Coronel O"Leary a General de Brigada. Sucre jamás
abusó de la victoria, todo lo contrario, instruyó a
sus comisionados una inteligente negociación de paz, de
conformidad con las bases de Oña. No obstante tanta
generosidad, los peruanos rehusaban: como la noche caía y
la situación se complicaba, Sucre lanzó el
respectivo y apremiante ultimátum… Entre tanto, dispuso
los honores, ascensos y recomendaciones. Ordenó que se
levantara en el campo de Tarqui una columna de jaspe con la
siguiente leyenda: "El ejército peruano de ocho mil
soldados que invadió la tierra de sus libertadores, fue
vencido por cuatro mil bravos de Colombia, el 27 de febrero de
1829" (J. Gonzalo Orellana.- La Batalla de Tarqui; Historia
del Ecuador, tomo V, p. 202, Salvat
). El día
siguiente, muy cerca del campo de batalla, se firmó el
Tratado de Girón.

B. PROVOCACIONES DEL PERÚ Y CAUSAS DE LA
GUERRA

La negativa rotunda por parte del gobierno del
Perú a pagar la deuda contraída por Colombia para
solventar los gastos de la independencia del antiguo Virreinato
de Lima, que en su parte fue acreditada por ciudadanos del
Departamento del Sur, como lo demuestra el siguiente texto del
informe del General Santander presentado al Congreso de 1826 "No
se ha podido concluir la liquidación de la deuda del
Perú en favor de la República, aunque Colombia es
la que se presenta como acreedora, ella es deudora a muchos
ciudadanos de los departamentos para auxiliar al
Perú."

El despido injustificado e injurioso del ministro
colombiano Armero en Lima, constituyó un acto de flagrante
provocación, y la última, la más grave de
todas, la detención indebida de Jaén y Mainas, que
sería la causa fundamental de la guerra de
1829.

En Febrero de 1828, el gobierno peruano envió
como Ministro Plenipotenciario al señor José Villa,
que venía a contestar los cargos que le hacía
Colombia sobre los tres aspectos citado; mas Villa indicó
que venía solamente a presentar las satisfacciones sobre
el despido del Ministro Armero y que no estaba autorizado para
tratar del pago de la deuda, la devolución de las
provincias de Jaén y Minas, lo que provocó el
reclamo airado de Colombia con un ultimátum que
decía: "El Libertador, pues, que como tal se ha consagrado
al bien de Colombia, ya que como Presidente de la
República es el custodio de sus derechos, no pudiendo ya
equivocarse sobre la injustas miras a que el largo padrón
de agravios mencionados pruebas que se adhiere el
Perú…"

Las ambiciones de los colombianos, Coronel José
María Obando y su segundo, Coronel López,
insurreccionaron a finales de 1828 los Departamentos de
Popayán y Pasto, en manifiesta insubordinación al
Libertador con afanes personalistas de poder y con el objetivo de
aislar al Departamento del Sur del resto de Colombia.

CAPITULO III

La supervivencia del
Estado gracias a la presencia del Poder Militar

Los ejércitos peruanos al mando del cuencano,
General José La Mar, habían hollado suelo
ecuatoriano a fines de noviembre de 1828. Flores, al mando de su
ejército, conformado por la Tercera División
Auxiliar y pocos soldados existentes, como base de las fuerzas
para la defensa del sur, se encontraba en Cuenca reorganizando su
ejército, "para el 28 de enero de 1829, en los alrededores
de Cuenca, Flores había puesto casi 5.000 hombres.
Allí estaban los batallones "Caracas", Cauca", "Rifles",
"Pichincha", "Quito", los Escuadrones Segundo, Tercer y Cuarto
del "Húsares", "Granaderos a Caballo" y "Dragones del
Istmo"; mientras que otro contingente compuesto por el
"Cedeño" el batallón "Ayacucho" y media brigada de
artillería, defendían al Puerto de Guayaquil. No
podía pedirse más al genio militar de un gran
general, cuando medita en la creación de esas fuerzas,
tiene que repetirse palabras como éstas: Si se dispone de
un ejército organizado por un General como Flores, ya se
puede vencer; con mayor razón, si lo mandan Sucre y
Flores".

El bloqueo del golfo de Guayaquil por parte de la
escuadra peruana, concretamente con la corbeta "Libertad", a
partir del mes de Agosto de 1828, se realizó en forma
parcial y mal disimulada.

De las acciones del ejército en Tarqui, cuya
esplendorosa victoria se dio el 27 de febrero de 1829 y las
acciones de la Armada Nacional hasta la liberación de
Guayaquil
concluimos que el Poder Militar, con el
Ejército en la gesta gloriosa del 27 de febrero de 1829, y
con la Armada Nacional durante las acciones navales
desarrolladas en el Golfo en ese año
, ratifican su
vital importancia, pues a él se debe la existencia del
Estado ecuatoriano cuya presencia nacional cuando estaba
amenazado uno de sus elementos, su territorio.

B. LA DISOLUCIÓN DE LA GRAN
COLOMBIA

El triunfo de las armas nacionales en el Portete de
Tarqui defendió la soberanía nacional y
consolidó la libertad e independencia de la Gran Colombia,
las armas nacionales rechazaron y vencieron la ignominia pero no
consiguieron cerrar las profundas divisiones intestinas
provocadas y originadas por políticos
ambiciosos.

Bolívar hacía grandes esfuerzos por
mantener la integridad colombiana. Habiendo el Libertador
convocado, con fecha 24 de septiembre de 1829, a la Asamblea
Constitucional proyectada para el 2 de enero del año 1830,
se encaminó a Colombia. Llegó a Bogotá el
15; tuvo la satisfacción de instalar el Congreso con
insólita solemnidad, el día 20.

El 8 de mayo, finalmente, tuvo lugar su solemne
despedida del Gobierno y del pueblo de la capital. En medio de
las calumnias con que se denigraba la reputación del gran
ciudadano y soldado, se hacían con presteza los
últimos preparativos para la separación de
Venezuela. Se celebró la Asamblea Constituyente en abril y
mayo.

El 24 de enero se instaló en Bogotá el
Congreso Constituyente, última asamblea Grancolombiana, el
cual mereció el nombre de "Admirable", tanto por la
categoría de sus miembros como por la sabiduría de
las disposiciones que dictó; pero resultó
extemporáneo para impedir la disolución.

Participaron en él, 32 granadinos, 10
ecuatorianos y 6 venezolanos. Presidieron el gran Mariscal de
Ayacucho y el Vicepresidente Monseñor José
María Esteves, los que, al marcharse de comisión a
Venezuela, fueron reemplazados por Vicente Borrero, de Cali y
José Modesto Larrea de Quito.

Partes: 1, 2, 3

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