Monografias.com > Sin categoría
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Introducción a San Pablo (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Sólo estas revelaciones pueden explicar la
convicción profunda de a.C. Pablo, aun en medio de
pruebas, su fogosidad para "correr hacia la meta" (Flp 3,14). Es
la sublimidad de este conocimiento la que le hace juzgar todo
como pérdida.

Vislumbró en sus raptos que "ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni en el corazón humano cabe lo
que Dios preparó para los que le aman" (1 Cor 2,9). Y por
eso, porque ya lo ha pregustado místicamente, puede
afirmar que "los sufrimientos del tiempo presente no son nada
comparados con la gloria que se ha de manifestar en nosotros" (Rm
8,18).

Esta gloria ya ha empezado a revelarse. "El misterio
mantenido en secreto durante siglos eternos, pero manifestado al
presente" (Rm 16,25-26) contiene tres aspectos: la
salvación de todos por la cruz de Jesucristo, el
llamamiento de los gentiles a esta salvación, y la
restauración del universo en Cristo como cabeza. Ya
analizaremos posteriormente el contenido de este misterio, pero
de momento basta conocer el contexto místico en el que
Pablo llegó a conocerlo.

B) Dimensión carismática

Esta vida contemplativa no afecta sólo a las
grandes revelaciones del misterio de Cristo, o a los raptos y
éxtasis en los que fue trasportado al cielo. Como buen
carismático, fueron muchas las ocasiones de su vida en las
que recibió orientaciones concretas del Señor por
medio de signos e intervenciones proféticas.

Por intervención profética fue escogido
para la misión primera."Dijo el Espíritu Santo:
'Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los
he llamado'" (Hch 13,2). Cuando subió a Jerusalén a
participar en el concilio, lo hizo "en virtud de una
revelación" (Ga 2,2). En su segundo viaje misional, le
hizo cambiar su itinerario una visión en la que "un
macedonio estaba en pie suplicándole: 'Pasa a Macedonia y
ayúdanos'" (Hch 16,9).

Dos veces nos dice el libro de los Hechos que Pablo tuvo
que cambiar sus planes de viaje, porque el Espíritu se lo
impidió. Así el Espíritu le impidió
predicar la palabra en la provincia romana de Asia en el segundo
viaje (Hch 16,6), y estando en Misia el Espíritu de
Jesús no le consintió que fuese a Bitinia (Hch
16,7).

Cuando la fundación de la Iglesia de Corinto, en
un momento en que Pablo estaba muy desalentado, recibió un
mensaje nocturno. "El Señor dijo a Pablo durante la noche
en una visión: 'No tengas miedo. Sigue hablando y no
calles, porque yo estoy contigo y nadie te pondrá la mano
encima para hacerte mal; pues tengo yo un pueblo numeroso en esa
ciudad'" (Hch 18,9-10).

En su discurso a los presbíteros de Éfeso,
les dijo:"Mirad, yo ahora, encadenado en el Espíritu, me
dirijo a Jerusalén sin saber lo que allí me
sucederá. Solamente sé que en cada ciudad el
Espíritu Santo me testifica que me aguardan prisiones y
tribulaciones" (Hch 20,23).

Estando en Cesarea, al final del tercer viaje,
Ágabo se acercó, "tomó el cinturón de
Pablo, se ató sus pies y sus manos y dijo: 'Esto dice el
Espíritu Santo. Así atarán los judíos
en Jerusalén al hombre a quien pertenece este
cinturón y lo entregarán en manos de los gentiles"
(Hch 21,11).

Cuando era llevado preso en el barco hacia Roma, Pablo
tuvo la predicción de que ninguno perecería en el
naufragio, y así lo anunció de antemano en medio de
la tempestad: "Tened buen ánimo. Ninguna de vuestras vidas
se perderá, solamente la nave. Pues esta noche se me ha
presentado un ángel de Dios, a quien pertenezco y a quien
sirvo, y me ha dicho: 'No temas, Pablo; tienes que comparecer
ante el Cesar, y mira, Dios te ha concedido la vida de todos los
que navegan contigo'" (Hch 27,23).

Hay por tanto a lo largo del ministerio de Pablo una
alusión a un contacto directo y continuo con Dios, en su
docilidad al Espíritu que le guía a veces de un
modo muy directo, trascendiendo las mediaciones habituales. Una
auténtica renovación carismática de nuestro
ministerio evangelizador nos debería llevar a valorar
más la guía del Espíritu, incluso a
través de estas intervenciones
carismáticas.

A la oración carismática de Pablo
pertenece también ese modo de oración que
debió ser habitual en Pablo: la oración en lenguas.
Si bien el contexto en que nos habla de este género de
oración es restrictivo y pone en guardia contra la
excesiva atención que los corintios daban a esta
oración, sin embargo al paso Pablo nos hace importantes
indicaciones sobre el puesto que ocupaba este carisma en su
propia vida de oración. Así llega a afirmar: "Deseo
que todos oréis en lenguas" (1 Cor 14,5). De sí
mismo dice: "Doy gracias a Dios de que oro en lenguas más
que todos vosotros" (1 Cor 14,18). Por eso a pesar del contexto
un tanto restrictivo, aparece bien claro la valoración que
hacía San Pablo de este carisma: esas lenguas de
ángeles, a las que se refiere (psicológicamente lo
llamaríamos un lenguaje arcaico que todos conservamos
desde la niñez, y que puede ser activado por el
Espíritu como don de oración) serían las
mismas que Pablo escuchó en el paraíso, "palabras
inefables que el hombre no puede pronunciar" (2 Co 12,4), pero
que sin amor, no valdrían de nada (1 Cor 13,1).

Nos exhorta San Pablo a que usemos esta oración
no conceptual, que no se expresa en lenguaje racional; pero nos
dice también que la sepamos armonizar con otro tipo de
oración más meditativa y conceptual. "Si oro en
lenguas, mi espíritu ora pero mi mente queda sin fruto.
Entonces ¿qué hacer? Oraré con el
espíritu, pero oraré también con la mente"
(1 Cor 14,15).

Este estilo de oración vivencia la profunda
realidad de que ya no soy yo quien oro, sino que es el
Espíritu quien ora en mí. Renuncio a entender, a
controlar mi oración, y dejo que sea otro quien use mis
labios, quien me inspire, quien emita dentro de mí esos
"gemidos inefables" por los que el Espíritu mismo
intercede en nosotros (cf. Rm 8,26). Es dejar al Espíritu
que gima en nosotros y llame a Dios "¡Abba, Padre!" (Rm
8,26; Ga 4,61). Esta oración no es sino una
aplicación del gran principio inspirador de San Pablo: "No
vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20).
El que ora en el Espíritu puede decir: "No oro yo, si no
que es Cristo quien, ora en mí".

C) Dimensión cotidiana de la oración en
San Pablo

Pero la vida de oración en San Pablo no se reduce
sólo a estos fenómenos místicos o
carismáticos a los que nos hemos referido. El es
también maestro de esa oración sencilla, humilde,
de cada hora; la oración de todas las cosas.

Para poder ser beneficiario de esas grandes revelaciones
hace falta vivir habitualmente engolfado en la presencia de Dios,
como vivía San Pablo, y ser muy dócil a las
más mínimas inspiraciones; no "extinguir nunca el
Espíritu" (1 Ts 5,19). Es ante todo la continua presencia
de Dios y la oración incesante la que nos permitirá
penetrar en la dimensión carismática.

Algunos han entendido la estancia de Pablo en Arabia al
comienzo de su conversión como una etapa de desierto, como
Ignacio de Loyola se retirará después a Manresa,
para profundizar y saborear el misterio de Cristo que le
había sido revelado. En la vida de todos los grandes
hombres religiosos hay al principio una etapa de desierto y de
silencio[34]

Toda vida de oración necesita al principio un
noviciado, un aprendizaje, una ascesis. Ni siquiera las grandes
revelaciones dispensan de esta etapa de tanto fruto. Ahí
se crean los hábitos de oración cotidiana que luego
serán tan útiles en medio del ajetreo de una vida
apostólica.

Dice al respecto Holzner: "Pero todavía bajo otro
aspecto estos años de quietud no fueron para Pablo tiempo
perdido. ¿O es tiempo perdido, cuando el grano de trigo
está bajo la capa de nieve en el largo tiempo de invierno?
¿Cuando en sus células invisibles va acaeciendo una
muerte misteriosa? "Si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, permanece solo, sin fruto"(Jn 12,24). ¡Crece mucho
pan en la noche de invierno! Nos admiramos muchas veces al leer
las cartas de San Pablo, de cómo este hombre con su
inaudita actividad, podía desenvolver series de profundas
y místicas ideas, detrás de las cuales se halla un
enorme trabajo psíquico. Aquí, en estos años
tranquilos de recogimiento está el
secreto"[35].

Son años también de rumia lenta y sabrosa
del Antiguo Testamento. Si bien hay en la ilustración de
Pablo un elemento gratuito, de don, de revelación, este no
excluye la fidelidad a la gracia en largas horas de
meditación y estudio de la Sagrada Escritura, y en el
acopio de datos sobre el Jesús histórico a quien
él probablemente no llegó a conocer.

Y sobre todo la oración constante, la continua
referencia a Dios de todos los acontecimientos de la vida. Las
vicisitudes del ministerio de Pablo no le impiden ser un
verdadero "contemplativo en la acción". Las
numerosísimas referencias a la oración en las
cartas de San Pablo, subrayan siempre el hecho de que es una
oración continua, constante, ininterrumpida, bien sea en
la adoración, la alabanza, la acción de gracias o
la petición. Cuando recomienda a los demás la
oración continua es porque él la ha practicado
primero.

"En todo momento damos gracias a Dios por todos
vosotros, recordándoos sin cesar en nuestras oraciones" (1
Ts 1,2). "No cesamos de dar gracias a Dios porque habéis
acogido su palabra" (1 Ts 2,13; 1 Cor 1,4). "Incesantemente me
acuerdo de vosotros, rogándole siempre a Dios en mis
oraciones" (Rm 1,9-10; Ef 1,6); "perseverando en la
oración" (Rm 12,12). "Siempre en oración y
súplica, orando en toda ocasión en el
Espíritu" (Ef 6,18). "Doy gracias a mi Dios cada vez que
me acuerdo de vosotros, rogando siempre y en todas mis oraciones
con alegría por vosotros todos… Lo que pido en mi
oración es que vuestro amor siga creciendo más (Flp
1,3-4.9).

Su oración se continuaba hasta altas horas de la
noche. En Filipos, presos en el calabozo y cubiertos de llagas,
"hacia la media noche Pablo y Silas estaban en oración
cantando himnos a Dios (Hch 16,25).

Y así como la practicó, recomienda
también a los cristianos la práctica de la
oración constante. "No os inquietéis por cosa
alguna, antes bien, en toda ocasión, presentad a Dios
vuestras peticiones, mediante la oración y la
súplica, acompañadas de la acción de
gracias" (Flp 4,6). "Recitad entre vosotros salmos, himnos y
cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro
corazón al Señor; dando gracias por todo
continuamente a Dios Padre, en nombre de Nuestro Señor
Jesucristo" (Ef 5,19-20). "Todo cuanto hagáis de palabra o
de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús,
dando gracias por su medio a Dios Padre" (Col 3,17). Quiero que
los hombres oren en todo lugar, levantando hacia el cielo unas
manos piadosas, sin ira ni discusiones" (1 Tm 2,8), "noche y
día" (1Tm 5,5).

Quisiera subrayar cómo un gran místico
como Pablo no desdeña el uso de oraciones vocales, de
peticiones. Hoy día se ha resucitado la moda de una cierta
oración "oriental" o "mística" que tiende hacia una
oración de pasividad, de "vacío mental", en la que
uno tiende a fusionarse con el todo, vaciando la mente de
cualquier contenido concreto. Es la oración de los
místicos. Pero habría que advertir que esta
oración mística no elimina la necesidad de esa otra
oración más casera, más concreta que
consiste en presentar a Dios problemas concretos, peticiones,
súplicas, letanías de nombres de personas que se
encomiendan a nuestras oraciones, acciones de gracias por dones
concretos y pormenorizados. No desdeñemos este tipo de
oración. El mismo Pablo que fue arrebatado hasta el tercer
cielo, descendía después muy en detalle a mencionar
al Señor los nombres de los cristianos con sus
circunstancias concretas.

El abandono de todo en manos de Dios, no elimina, la
necesidad de hacer presentes ante él todos nuestros
problemas y situaciones. Que vuestras peticiones sean presentadas
a Dios" (Flp 4,6).

Como comenta San Agustín: "No hay que entender
estas palabras como si se tratare de descubrir a Dios nuestras
peticiones, pues él continuamente las conoce, aun antes de
que se las formulemos; estas palabras significan, más
bien, que debemos descubrir nuestras peticiones a nosotros mismos
en presencia de Dios, perseverando en la
oración"[36].

En una ocasión concreta el mismo Pablo nos narra
cómo su oración no fue escuchada en el sentido
literal en la que se expresaba. En la segunda carta a los
corintios nos habla de aquel "aguijón de la carne",
"ángel de Satanás que me abofetea para que no me
engría". No sabemos exactamente en qué
consistía. Algunos piensan que era una enfermedad que le
producía ataques súbitos e imprevistos y le
recortaba mucho en su apostolado. "Tres veces rogué al
Señor que se alejase de mí, pero él me dijo:
'Te basta mi gracia" (2 Co 12,7-8).

Vemos con claridad en este texto, cómo el total
abandono y conformidad en manos de Dios no elimina el que le
podamos hacer peticiones concretas, con la salvedad de que
él sabe mejor que nosotros lo que nos conviene. De hecho
uno de los ataques de esta enfermedad fue la ocasión
providencial para la evangelización de las comunidades en
la Galacia del norte (Ga 4,13-15).

El primer viaje
apostólico: la iglesia en misión

  • A) La primerísima actividad misionera
    de Pablo

Apenas sabemos nada de los primeros años de Pablo
desde su conversión hasta que aparece más tarde en
la comunidad de Antioquía. Hechos apenas nos cuenta nada
de lo que sucedió tras su primera visita a
Jerusalén en la que habló con los apóstoles.
Solo nos dice que los judíos buscaban matarle en
Jerusalén y entonces "algunos hermanos se enteraron y lo
llevaron a Cesarea y de allí a Tarso" (Hch 9,30). De
ahí pasa a hablar del ministerio de Pedro, y solo se
vuelve a ocupar de Pablo para contarnos cómo más
adelante Bernabé fue a buscarlo a Tarso y lo llevó
con él a Antioquía (Hch 11,25). A partir de
ahí nos contará la "primera" misión a Chipre
en compañía de Bernabé.

La información que recibimos sobre esa
época en las cartas de Pablo es aún más
escueta. Gálatas nos dice solo que después de esta
estancia en Jerusalén "me fui las regiones de Siria y
Cilicia" (Ga 1,21). Esta etapa parece haber durado mucho tiempo,
pues termina con la segunda subida a Jerusalén 14
años después para el "concilio" (Ga 2,1), Tratando
de concordar los datos de Gálatas con los de Hechos,
podríamos decir que en esta larga estancia en las regiones
de Siria y Cilicia bien pudo haber tenido lugar la misión
a Chipre y a Pisidia del así llamado primer viaje
misionero que vamos a estudiar en este capítulo, aunque
Pablo no nos habla expresamente de ese viaje.

Resumiendo, la primera actividad evangelizadora de Pablo
tuvo como primer centro de operaciones Damasco, desde donde
evangelizó la ciudad y sus alrededores y también la
Arabia pétrea. Luego siguió evangelizando la costa
siria, moviéndose entre Tarso y Antioquía. En esta
época localizamos la misión que realiza con
Bernabé a Chipre y a la región sur de la provincia
de Galacia.

  • B) La Iglesia de Antioquía, Iglesia
    misionera

Ya hemos hecho alusión a la vitalidad y
expansión de la Iglesia de Antioquía. Fue
probablemente fundada a raíz de la dispersión de
los cristianos helenistas tras la lapidación de Esteban.
Ocupará un puesto de vital importancia en el desarrollo de
la naciente Iglesia.

"Los que se habían dispersado cuando la
tribulación originada a la muerte de Esteban, llegaron en
su recorrido hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin
predicar la palabra de Dios a nadie más que a los
judíos. Pero había entre ellos algunos chipriotas y
cirenenses que, venidos a Antioquía, hablaban
también a los griegos (gentiles) y les anunciaban la Beuna
Nueva del Seño Jesús. La mano del Señor
estaba con ellos y un crecido número recibió la fe
y se convirtió al Señor.

La noticia de esto llegó a oídos de la
Iglesia de Jerusalén y enviaron a Bernabé a
Antioquía. Cuando llegó y vio la gracia de Dios, se
alegró y exhortaba a todos a permanecer con corazón
firme, unidos al Señor, porque era un hombre bueno lleno
de Espíritu Santo y de fe. Y una considerable multitud se
adhirió al Señor" (Hch 11,19-24).

Digamos ante todo unas palabras sobre la ciudad de
Antioquía. Había sido fundada el año 300
general de Alejandro Magno, en honor de su padre Antíoco.
Está situada a orillas del río Orontes en Siria
(modernamente queda dentro de las fronteras de Turquía).
En un precioso valle cerca del mar, en donde se construyó
el puerto de Seleucia. Llegó a convertirse, junto con
Alejandría, en el centro de expansión de la cultura
helenística en el Oriente. Fue primero capital del reino
de los seléucidas y después de la conquista romana,
se convirtió en capital de la provincia romana de Siria.
En la época de San Pablo contaría unos 500.000
habitantes. Gran urbe cosmopolita en la que podían
escucharse todas las lenguas y acentos del Oriente y todas las
religiones del Mediterráneo. La ciudad tenía una
numerosa colonia judía, organizada en sus propios barrios
que incluían las sinagogas correspondientes. Hoy
día es una ciudad mucho más pequeña,
Antakia, pero los campos de ruinas arqueológicas son
extensísimos.

En esta ciudad sucedió un hecho de gran
trascendencia. "En Antioquía fue donde por primera vez los
discípulos recibieron el nombre de cristianos" (Hch
11,26). Este es el nombre dado en griego a los discípulos
de Jesús. En hebreo se les conoce hasta ahora como
Notsrim, nazarenos. El hecho de recibir un nombre especial supone
el reconocimiento como religión distinta y perfectamente
identificable. Quizás en un principio este nombre pudo
haber sido un apodo sarcástico usado por los enemigos para
ridiculizar a los discípulos. Lo cierto es que pronto
estos se sintieron orgullosos de este nombre, y de padecer a
causa de este nombre. "¿No blasfeman el hermoso nombre por
el que sois nombrados?" (Stg 2,7). "Si tiene alguno que padecer
por cristiano, no se avergüence de ellos, sino alabe a Dios
por llevar ese nombre" (1 P 4,16). Con esta nueva
designación la comunidad de discípulos se
había desgarrado ya de hecho del seno materno del
judaísmo.

La comunidad de Antioquía aparece ya estructurada
en diversos ministerios. "Había en la Iglesia fundada en
Antioquía profetas y maestros, Bernabé,
Simeón llamado Níger, Lucio el cireneo,
Menájem, hermano de leche del rey Herodes, y Saulo" (Hch
13,1). Por sus orígenes tenemos dos norteafricanos, un
chipriota, un palestino y un cilicio. Todos ellos probablemente
eran judíos helenistas de la diáspora, a
excepción de Menájem. Lo cual muestra el
carácter cosmopolita y abierto de aquella Iglesia, en
contraste con la de Jerusalén, más uniforme y
provinciana.

Se reunían para celebrar el culto del
Señor. Se trataba ya de un culto netamente distinto del de
las sinagogas. Probablemente celebraban el culto la vigilia del
domingo, y tendrían un ágape en común, tras
el que partirían el pan litúrgicamente. La
celebración era probablemente muy espontánea,
abierta a las intervenciones carismáticas de sus miembros.
Es una Iglesia que sigue viviendo un perenne
Pentecostés.

En una de esas reuniones de culto tuvo lugar la
intervención profética que lanzó a Saulo y a
Bernabé a la misión."Mientras estaban celebrando el
culto del Señor y ayunaban, dijo el Espíritu Santo:
'Separadme a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los
he llamado'. Entonces, después de haber ayunado y orado,
les impusieron las manos y los enviaron. Ellos, pues, enviados
por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia…" (Hch 13,
2-4).

Impresiona leer cómo esta primera Iglesia
discierne la voz del Espíritu por medio del carisma de
profecía, y atribuye directamente al Espíritu sus
propias acciones y decisiones. ¿Quién de nosotros
se atreve a dar su opinión con la frase "Dice el
Espíritu Santo"? ¿Quién de nosotros redacta
las conclusiones de una reunión o un sínodo
diciendo:"Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros"?
Cuando oímos a los pentecostales que todavía se
siguen expresando en este género literario nos resulta
chocante. Somos demasiado conscientes de la complicada red de
mediaciones humanas que hay entre la voz del Espíritu y la
nuestra. Pero puede que este realismo y esta humildad nos hagan
ir relegando la providencia y la guía del Espíritu
al campo de la irrelevancia, y perdamos de vista el hecho real y
firmísimo de que es el Espíritu quien personalmente
sigue guiando a la Iglesia a través de las voces de los
hombres. No se trata de ignorar las mediaciones, pero sí
de adorar a Dios en ellas.

Con el gesto de la imposición de manos se
consagra el envío de los primeros misioneros cristianos.
Emociona contemplar esta escena fundida con otros millones de
escenas en las que hombres y mujeres serán enviados a
tierras lejanas a lo largo de los siglos para anunciar ese mismo
evangelio.

  • C) Itinerario de la primera
    misión

Aunque esta primera misión supuso ya cruzar los
mares, sin embargo todavía conservó un cierto aire
localista. Los lugares visitados estaban cerca de las patrias de
origen de Bernabé o de Pablo. Más que ir
todavía a tierras lejanas, exóticas, se trataba de
momento de llevar el evangelio a Chipre, de donde procedía
Bernabé, y a Pisidia, colindante con Cilicia, en donde
había nacido San Pablo.

Monografias.com

La misión iba dirigida en un principio a
judíos, es decir a las juderías que había en
las ciudades del Mediterráneo. El punto inicial de
predicación es siempre la sinagoga, aprovechando las
reuniones que había en ellas los
sábados.

Diremos antes algo sobre estas juderías de la
diáspora. El judaísmo helenista se había
distanciado bastante del judaísmo palestinense, centrado
en el Templo. Como dice Bornkmann, la exposición de la
Torah reemplazó al sacrificio, y los escribas y doctores
de la Ley reemplazaron a los sacerdotes[37]Estas
comunidades judías solían ser más liberales
que las palestinas y estaban mucho más abiertas a los
paganos, aunque entre ellas había determinados miembros
más fanáticos muy vinculados con la ciudad madre y
con el templo.

De hecho, antes del cristianismo ya se había dado
un amplio movimiento misionero entre los judíos, que
intentaron convertir a los paganos con notable éxito. Este
proceso de captación incluía dos grados en la
adscripción al judaísmo, el de
prosélitos y el de temerosos de Dios.
Los prosélitos eran aquellos gentiles que se circuncidaban
y se comprometían a guardar toda la Ley de Moisés
como el resto de los judíos.

En cambio los temerosos de Dios eran gentiles que se
acercaban a las instituciones religiosas del judaísmo, sin
por ello hacerse judíos ni circuncidarse. Se
comprometían a la confesión de fe
monoteísta, a una vida moral y a un mínimo de
prácticas rituales (dietas de alimentos, sobre todo el no
comer sangre ni animales vivos), para no resultar impuros a los
ojos de los judíos. En estas condiciones podían
asistir a la sinagoga, pero no tenían que romper con su
familia ni con su cultura propia, ni ingresar en ningún
tipo de ghetto.

Probablemente la misión cristiana a los paganos
iba dirigida a estos "temerosos de Dios" que ya habían
tenido un fuerte influjo del judaísmo. Eran hombres
atraídos por la sublimidad del monoteísmo y de la
moral hebrea y hartos de las supercherías vergonzosas de
los ritos paganos con sus politeísmos extravagantes y sus
ritos orgiásticos. Pero estos hombres se quedaban un poco
a caballo entre los dos mundos, porque no llegaban a ser del todo
judíos y en la sinagoga se les consideraba ciudadanos de
segunda clase. Podemos imaginar el gozo con el que
acogerían el evangelio de Jesús que contenía
todo lo que ellos valoraban más en el judaísmo,
pero permitiéndoles a la vez seguir perteneciendo a su
cultura propia y ser miembros de pleno derecho en la Iglesia de
Dios.

Bornkmann sugiere incluso la posibilidad de que ya Saulo
en su etapa farisea hubiese sido misionero, y que ya hubiese
recorrido alguno de los territorios que atravesará
más tarde como cristiano. Para ello se basa en el texto de
Ga 5,11: "En cuanto a mí, hermanos, si todavía sigo
predicando la circuncisión, ¿por qué se me
persigue?" Da la impresión de que en otro tiempo Pablo fue
predicador de la circuncisión y quiere dejar claro que
ahora es misionero de otro evangelio distinto. De ser eso cierto,
la experiencia y los contactos de la primera misión en su
etapa farisea, sin duda serían luego valiosas para la
misión del Pablo cristiano[38]

El itinerario de la primera misión fue el de
Chipre primero y el interior de Asia Menor después:
Pisidia y Licaonia. Una vez llegados a lo que hoy es
Turquía, hicieron un viaje de ida predicando en
Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra y Derbe, y luego en
el camino de regreso volvieron a visitar las comunidades
recién fundadas.

  • D) En frecuentes viajes (2 Co
    11,26)

Acompañando a Pablo que se adentra en el Asia
menor, reflexionemos sobre este aspecto de su vida que lo
presenta como un gigante ante nuestros ojos. La medida de su
capacidad de sufrimiento nos dará la medida de su
amor.

Tras atravesar la cordillera del Tauro, se asciende
primero junto a los bordes del Caistro, para coronar por fin el
desfiladero de las "Puertas de Cilicia"; de allí comienza
el descenso por el otro lado hacia la meseta de Pisidia, un
altiplano de alturas superiores a los 1.200 mts.

En su segunda carta a los corintios Pablo nos habla de
sus penalidades en estos viajes hechos en condiciones muy
precarias: "Viajes frecuentes; peligros de ríos, peligros
de salteadores, peligros de los de mi raza, peligros de los
gentiles; peligros en la ciudad, peligros en despoblado; peligros
por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches
sin dormir muchas veces; hambre y sed, muchos días sin
comer; hambre y desnudez" (2 Co 11,26-27).

Sin duda este viaje a través de la cordillera del
Tauro habría de ser uno de los más peligrosos y
duros de toda la actividad misional de Pablo. Tan duro y azaroso
que en el momento de iniciarlo, Juan Marcos, que había
acompañado a Pablo y Bernabé en Chipre,
decidió abandonarles y volverse a Jerusalén (Hch
13,13).

Podríamos detenernos ahora un momento a descansar
con él en la cresta del Tauro, para mirar de allí
de forma panorámica lo que debió ser la extrema
dureza de su vida misional. Como ya dijimos, en su defensa contra
los calumniadores escribe un largo alegato en los
capítulos 11 y 12 de la segunda carta a los corintios,
relatando sus penalidades físicas y psíquicas que
tuvo que sufrir por el evangelio y que son su timbre de gloria y
sus mejores credenciales.

Impresiona aun más saber que esta vida
extremadamente dura fue soportada por una naturaleza débil
y enfermiza. El mismo Pablo cita una grave enfermedad que tuvo
que sufrir cuando estaba viviendo entre los gálatas
(probablemente en su segundo viaje). "Bien sabéis que una
enfermedad me dio ocasión para evangelizaros por primera
vez; y no obstante la prueba que suponía para vosotros mi
cuerpo, no me mostrasteis desprecio ni rechazo, sino que me
recibisteis como a un ángel de Dios, como a Cristo
Jesús…" Pues yo mismo puedo atestiguaros que os
hubierais arrancado los ojos, de haber sido posible, para
dármelos" (Ga 4,13-15).

No podemos saber la naturaleza de esta enfermedad.
Probablemente es el "ángel de Satanás que le
abofetea" y que tantas veces hizo sentir a Pablo su debilidad. Se
trataría de una enfermedad recurrente y vergonzosa, que
provocaba repentinos ataques (tres veces rogué que se
alejase de mí aquel mal). Algunos piensan en la epilepsia,
otros en la malaria con altas fiebres recurrentes, otros en una
enfermedad de los ojos. ¡Cuántas veces en tierra
extraña Pablo se vería atacado súbitamente
por este mal! Otros han pensado en ataques de depresión
como el que quizás tuvo en Corinto al comienzo de su
misión allí.

Y además habría que contemplar su cuerpo
lleno de cicatrices. ¡Con qué orgullo las llevaba!
"Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús" (Ga 6,17). Huella
permanente dejarían las brechas abiertas por las pedradas
y la lapidación en Listra (Hch 14,19; 2 Co 11,25), y los
varazos que recibió en Filipos (Hch 16,23). Hasta tres
veces fue azotado con varas y cinco con látigos (2 Co
11,24-25).

Pensemos en las penalidades de los viajes. "El esfuerzo
de San Pablo realizado en sus viajes es verdaderamente
extraordinario. Si teniendo en la mano la guía
excelentemente trabajada de Baedecker Konstantinopel und
Kleinasien
, contamos sólo el número de
kilómetros de sus viajes por Asia Menor llegamos al
resultado de 5.000 kms"[39].

Si además tenemos en cuenta que estos viajes eran
a pie, sin posadas, por territorios desconocidos y de extrema
pobreza, comprenderemos el grado de disciplina al que Pablo
había llegado a someter su cuerpo para poder soportar ese
género de vida. "Los atletas se privan de todo y eso por
una corona corruptible. Así pues, yo corro, no a la
ventura, y ejerzo el pugilato, no dando golpes en el
vacío, sino que golpeo mi cuerpo y los someto" (1 Cor
9,25-27). Pero todas estas penalidades resultan bien ligeras
comparadas con el premio que otorgan. "Los sufrimientos del
tiempo presente no son comparables con la gloria que se va a
manifestar en nosotros" (Rm 8,8).

Ese amor de Cristo le apremia a no reservarse la vida, a
quemarse a sí mismo. "Muy gustosamente me gastaré y
me desgastaré totalmente por vuestras almas" (2 Co 2,15).
"Llevamos siempre en nuestros cuerpos el morir de Jesús, a
fin de que también la vida de Jesús se manifieste
en nuestro cuerpo. Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente
entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que
también la vida de Jesús se manifieste en nuestra
carne mortal. De modo que la muerte actúa en nosotros y en
vosotros la vida " (2 Co 4,10-12).

Las fatigas, las cárceles, los azotes, las
cicatrices, van erosionando, desgastando la naturaleza de Pablo,
pero su espíritu se renueva con la seguridad del fruto
apostólico que producen todos esos sufrimientos y el
premio incomparable de la vida eterna. "Por eso no desfallecemos,
pues aunque nuestro hombre interior se va desmoronando, el hombre
interior se renueva día a día. En efecto, la leve
tribulación de un momento nos produce sobre toda medida un
pesado caudal de gloria eterna" (2 Co 4,16-17).

Y en medio de todas estas fatigas, la consolación
de Cristo. "Pues así como abundan en nosotros los
sufrimientos de Cristo, igualmente abundan también por
Cristo nuestra consolación" (2 Co 15); consolación
tan excesiva que en algunos casos hace que un pobre preso, puesto
en un calabozo, con su espalda cubierta de llagas y los pies en
el cepo, se ponga a cantar himnos gozosos a Cristo en las
mazmorras de Filipos (cf. Hch 16,25) El mismo orgullo que le
producen sus cicatrices se lo producen también sus
cadenas. Son cicatrices de Jesús y cadenas de
Jesús. No hay mayor título de gloria que ser
"encadenado por Cristo" (Ef 3,1; 4,1; Col 4,3). Pero "yo no
considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera
y cumpla el ministerio que he recibido del Señor
Jesús, de dar testimonio del evangelio de la gracia de
Dios" (Hch 20,24).

  • E) Antioquía de Pisidia, modelo de
    misión

Mejor que narrar de un modo pormenorizado cada una de
las visitas apostólicas de San Pablo a las diferentes
ciudades Pisidia y Licaonia, vamos a estudiar con mayor
profundidad una de ellas, que Lucas ha querido narrarnos como
modelo de la actividad misionera de Pablo.

"Partiendo de Perge llegaron a Antioquía de
Pisidia. El sábado entraron en la sinagoga y tomaron
asiento. Después de la lectura de la Ley y los Profetas,
los jefes de la sinagoga les mandaron a decir: 'Hermanos, si
tenéis alguna palabra de exhortación para el
pueblo, hablad'. Pablo se levantó, hizo señal con
la mano y dijo" (Hch 13,14-16). Sigue el largo discurso que es
modelo de los discursos apostólicos dirigidos a los
judíos.

Pablo empieza su misión en la sinagoga y en los
medios paganos simpatizantes de la sinagoga, que habían
tenido ya una preevangelización. Sólo
después, cuando se le cierren las puertas de la sinagoga
irá a los gentiles.

Las sinagogas eran a la vez lugares de oración y
de enseñanza, lugares de culto sencillos y recogidos,
rectangulares y normalmente orientados hacia Jerusalén.
Las mujeres se sentaban aparte, normalmente en unas tribunas
superiores con celosías.

El sagrario de la sinagoga es un arca donde se conservan
los rollos de la Ley, que son llevados procesionalmente a la
liturgia. El oficio comenzaba con la recitación del Shema
Israel y una serie de bendiciones y salmos. Se leía una
lectura de la Ley y otra de los profetas (haftaráh). Se
leían en hebreo e inmediatamente se hacía la
traducción a la lengua del lugar (arameo en Palestina y
griego en la diáspora). Uno de los miembros de la asamblea
tenía la homilía, extendiendo el brazo, que era la
señal para enseñar.

Lucas en los Hechos recoge dos sermones estándar,
que nos permiten hacernos una idea de cómo sería la
predicación de San Pablo. Uno es el sermón dirigido
a los judíos en Antioquía de Pisidia; otro es el
sermón dirigido a los paganos en el Areópago de
Atenas (c. Hch 17,22-31).

El sermón a los judíos tiene tres partes,
netamente separadas por unos vocativos:

1.- Israelitas y temerosos de Dios (1,16).

2.- Hermanos, hijos de la raza de Abrahán y
cuantos entre vosotros temen a Dios (13,26).

3.- Hermanos (13,38).

La primera parte es un resumen de la historia sagrada,
que relata las maravillas de Dios en el pasado (elección
de Abrahán, Pascua, prodigios del desierto, entrada en
Canaán, jueces, reyes). Termina con Juan Bautista como
antecesor inmediato de Cristo.

La segunda parte presenta a Jesús como
cumplimiento de todas las promesas en el misterio de su muerte y
resurrección. "La promesa hecha a los padres, Dios nos la
ha cumplido a nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús"
(13,32-33).

Finalmente, el sermón se termina con una
aplicación propia de la doctrina de Pablo: la
justificación de los pecados por la fe. Esta es la
aplicación personal a cada uno de la Buena Noticia de
Cristo resucitado.

El desenlace de la predicación solía ser
el mismo en todos los lugares. Unos cuantos, en su mayoría
gentiles, lo aceptaban y "se alegraron y se pusieron a glorificar
la Palabra de Dios y creyeron cuantos estaban destinados a la
vida eterna. Y la Palabra de Dios se difundía por la
región" (Hch 13,48-49). Pero simultáneamente los
judíos, es decir las estructuras oficiales, las
autoridades, promueven una persecución contra Pablo, bien
directamente, bien tratando de denunciarlo ante las autoridades
paganas.

Esta es la secuencia de acontecimientos que
habría de repetirse con pequeñas variantes en
Iconio, Listra y Derbe. Los cuatro elementos de toda visita
misionera eran; discursos, signos, persecuciones y
conversiones.

Estos cuatro ingredientes forman parte del anuncio de la
fe. Junto con los discursos vienen los signos del poder y
milagros que confirman la doctrina. En Listra la curación
de un tullido de nacimiento (Hch 14,8-13); en Iconio, variadas
"señales y prodigios que daban testimonio de la
predicación y su gracia" (Hch 14,3); en Filipos el
exorcismo de la muchacha esclava (Hch 16,16-19). Hay varios
sumarios o pasajes "sombrilla" que recogen expresiones generales
acerca de los muchos milagros que Dios realizaba en apoyo de la
evangelización. "Dios obraba por medio de Pablo milagros
poco comunes, de manera que bastaba aplicar a los enfermos los
pañuelos o mandiles que había usado y se alejaban
de ellos las enfermedades y salían los espíritus
malos" (Hch 19,11).

Pero junto con estos signos de poder, se dan
también los fracasos y las contradicciones, persecuciones,
cárceles. Signos de poder y fracasos son a la vez las
señales del verdadero apóstol. Las
características del apóstol se vieron cumplidas en
vosotros, paciencia perfecta en los sufrimientos y también
señales, prodigios y milagros" (2 Co 112). Ni todo pueden
ser éxitos, ni tampoco todo pueden ser fracasos. Hay una
gloria de Cristo que resplandece en la predicación
evangélica, pero este tesoro está en "vasijas de
barro" (2 Co 4,7).

Como para las cosechas hacen falta días de sol y
días de bruma y lluvias, así también para la
cosecha misionera hacen falta persecuciones que vayan haciendo
granar la espiga. En Antioquía de Pisidia "los
discípulos quedaron llenos de gozo y de Espíritu
Santo" (Hch 13,52). En Iconio, "una gran multitud de
judíos y griegos abrazaron la fe" (Hch 14,27).

Estas son las buenas noticias que pueden contar a su
regreso a Antioquía de Siria. "A su llegada reunieron a
toda la Iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios
había hecho juntamente con ellos y cómo
había abierto a los gentiles la puerta de la fe" (Hch
14,27). Y más tarde siguen contando todas estas
conversiones en su recorrido por Fenicia y Samaría,
"produciendo gran alegría en todos los hermanos" (Hch
15,3).

  • F) El apóstol de los gentiles (Rm
    11,13)

Con este título ha pasado San Pablo a la
historia. Él se lo aplicó a sí mismo
escribiendo a los romanos: "Por ser yo verdaderamente
apóstol de los gentiles, hago honor a mi ministerio" (Rm
11,13).

Es precisamente a raíz de su visita a
Antioquía de Pisidia cuando Pablo toma esta
decisión. "Entonces dijeron con valentía Pablo y
Bernabé: 'Era necesario anunciaros a vosotros (a los
judíos) en primer lugar la Palabra de Dios, pero ya que la
rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de
la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles'" (Hch
13,46).

Este propósito no hay que tomarlo de esa forma
tan radical. Pues inmediatamente después, Pablo visita
Iconio y comienza de nuevo por la sinagoga. Y lo mismo sucede en
el segundo viaje en ciudades como Tesalónica (Hch 17,1-2),
Berea (17,10), Atenas (17,17), Corinto (18,4), Éfeso
(19,8)…

Por tanto, ese volverse hacia los gentiles no significa
un abandono intencionado de la predicación a los
judíos, sino una toma de conciencia de lo
específico de su misión hacia los que estaban
lejos, acompañada de una lucidez, no exenta de tristeza,
de que el pueblo judío en su conjunto se había
cerrado al evangelio.

La misión a los gentiles, por tanto, no es
exclusiva. En ningún momento sintió Pablo
ningún brote de antisemitismo, antes al contrario, para
él fue muy doloroso constatar la cerrazón de sus
hermanos de raza. "Siento una gran tristeza en mi corazón
y dolor incesante, pues desearía ser yo mismo anatema,
separado de Cristo, por mis hermanos de raza" (Rm
9,2).

Sin embargo, para él la misión a los
gentiles es ante todo una mística, una vocación
especial que no excluye otras vocaciones, pero que sí ha
recibido directamente de Dios como una luz que polariza todo el
sentido de su vida.

De alguna manera esta vocación está ya
inscrita desde el principio de la revelación en el camino
de Damasco. "Ese me es un instrumento de elección que
lleve mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de
Israel" (Hch 9,15). Esta revelación va siendo explicitada
progresivamente por medio de otras. Debió ser importante
la que tuvo en Jerusalén, cuando cayó en
éxtasis y vio que Jesús le decía: "Date pisa
y marcha inmediatamente de Jerusalén, pues no
recibirán tu testimonio acerca de mí… Marcha,
porque yo te enviaré lejos, a los gentiles" (Hch
22,18.21).

La vocación del apóstol de los gentiles es
una vocación a tender puentes, de ir "a los que
están lejos", para acercarlos al misterio de Cristo,
excluidos de la ciudadanía de Israel y extraños a
las alianzas de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo.
Mas ahora en Cristo, los que en otro tiempo estabais lejos
habéis llegado a estar cerca por la sangre de Cristo (Ef
2,12-13). LEJOS/CERCA. Pero para que los que están lejos
puedan acercarse, es necesario que los que estaban cerca sean
enviados lejos, salgan de su propia cultura, de su propio
país, de sus comunidades, de sus costumbres, de sus
idiomas, para ser enviados. No hay anuncio del evangelio sin
envío, sin ruptura, sin el drama de un alejamiento. Pablo
tuvo que romper dolorosamente con su pasado cultural en el
judaísmo, para poder acercarse a los que estaban
lejos.

"Todo el que invoque el nombre del Señor se
salvará, pero ¿cómo invocarán a
aquél en quien no han creído? ¿Cómo
creerán en aquél de quien no han oído? Y
¿cómo oirán sin que se les predique? Y
¿cómo predicarán si no son enviados? Como
dice la Escritura '¡Qué hermosos los pies de los que
anuncian el bien!'" (Rm 10,14-15).

En el mismo corazón del misterio de Cristo que le
ha sido revelado a Pablo está el hecho de que "los
gentiles sois coherederos, miembros del mismo cuerpo y
partícipes de la misma promesa en Cristo Jesús por
medio del evangelio" (Ef 3,6).

Al mismo tiempo que es consciente de toda su indignidad,
Pablo es también consciente de la gracia inmensa que le ha
sido concedida en esa vocación. "A mí, el
más pequeño de todos los santos, me fue concedida
esta gracia: la de anunciar a los gentiles la inescrutable
riqueza que es Cristo y esclarecer cómo se ha dispensado
este Misterio escondido desde siglos" (Ef 3,8).

Los judaizantes y
la asamblea de Jerusalen

  • A) Los diversos grupos presentes en la
    crisis de los judaizantes

Todo el ministerio y las cartas de San Pablo
están coloreados por una circunstancia histórica
concreta, un contexto (Sitz im Leben) que conviene
conocer bien para su recto entendimiento.

En el trasfondo de la vida y los escritos de Pablo
está continuamente el problema de los judaizantes, que
supuso el más fuerte conflicto para la Iglesia
naciente.

Este conflicto resulta muy lejano para el lector de hoy
que se acerca a las cartas de San Pablo con unas preocupaciones
muy distintas. La continua referencia a este conflicto pasado y
poco interesante es lo que hace que las cartas de San Pablo sean
a veces difíciles de leer, o irrelevantes para nuestros
planteamientos vitales. Nos puede parecer que en el epistolario
paulino encontramos todo un centón de respuestas a
problemas que no nos interesan y que nunca nos hemos planteado,
mientras que las preguntas que verdaderamente nos agobian se
quedan sin respuesta. Se hace necesaria una traducción de
aquellos problemas a los nuestros, de aquellas soluciones a las
nuestras. Sólo el conocimiento histórico del
contexto y las circunstancias de Pablo podrán iluminar el
sentido central de su mensaje; y sólo entonces podremos
traducir ese mensaje en una respuesta a nuestras inquietudes de
hoy que en el fondo no son distintas de las de los hombres de
cualquier época.

Primeramente hay que aclarar los matices que hay entre
judíos y paganos en lo que respecta a su relación
con el judaísmo y/o con Jesús Mesías. Nos
ayudará ver un cuadro sinóptico en el que se
comparan las cuatro tendencias que pueden hallarse tanto en unos
como en otros[40]

Por una parte están los judíos que
rechazan a Jesús, y por la otra los paganos que rechazan
tanto a Jesús como al judaísmo.

Por otra parte comparamos a los judíos que han
aceptado a Jesús como Mesías, con los paganos que
han aceptado también a Jesús como Mesías,
pero que guardan relaciones diversas respecto al judaísmo
en general.

A) Los judeocristianos de
Jerusalén

Dentro de la Iglesia de Jerusalén habla una
tendencia muy fuerte a integrar la experiencia de Cristo y del
Espíritu en el viejo molde de la religión de
Moisés. Muchos discípulos habían visto
cómo el Señor había sido fiel cumplidor de
la Ley de Moisés. Para ellos Jesús habría
sido el profeta que habría llevado la religión de
Moisés a su más alta perfección.
"Veían en el cristianismo la más elevada y
espiritualizada forma de sus antiguos usos, la más hermosa
florescencia del judaísmo"[41]. No dudaban
de que a esta comunidad estaban llamados todos los hombres
incluso los gentiles. "El monoteísmo y la ley moral
querían compartirla bondadosamente con los gentiles, pero
la esperanza mesiánica era una herencia de la familia de
su pueblo. Sólo se podía ser ciudadano de ese Reino
con plenitud de derechos siendo descendiente de Abraham o
aceptando la circuncisión y con ella la
incorporación al pueblo escogido. La Ley y la
circuncisión deberían facilitar la salvación
como una especie de sacramento. La sangre y las leyes
ceremoniales debían alcanzar y traer las bendiciones de
Cristo, y por tanto el cristianismo sólo debía ser
término, coronación y cumbre del judaísmo.
Con esto quedaba puesta en duda la sustancia del cristianismo, la
única y exclusiva redención y mediación de
la salvación por Cristo"[42].

Monografias.com

Ya hicimos notar cómo al principio había
en Jerusalén dentro de la primitiva comunidad un grupo de
helenistas (judíos de habla griega) y el grupo
palestinense de los apóstoles (de habla aramea). No
olvidemos que tanto unos como otros eran judíos. Los
helenistas eran judíos, como Pablo, procedentes de las
comunidades de la diáspora pero que habían emigrado
a vivir en Jerusalén. El hecho de que hablaran griego de
algún modo favorecía una actitud más
positiva hacia los paganos entre quienes se habían
criado[43]

El episodio de Hechos en que nos habla de las
dificultades surgidas entre los hermanos de habla griega y de
habla aramea (Hch 6,1) no fue solo un conflicto
lingüístico. Y la instauración de los
diáconos, no consistió meramente en la
elección de unos ayudantes de los apóstoles para el
servicio de la caridad, sino de la instauración de unos
nuevos líderes para la comunidad de habla griega. Los
siete diáconos llevan nombres griegos. Tras el martirio de
Esteban, los que tuvieron que huir de Jerusalén fueron
solo los cristianos helenistas que difundieron así la fe
en Jesús por otros territorios de la diáspora, como
Antioquía (Hch 11,19).

Así pues, esta crisis afectó solo a los
judíos helenistas, pero no al grupo de los
apóstoles, que pudieron quedarse en Jerusalén.
Después de la dispersión de los helenistas
(más abiertos y ecuménicos) y la lapidación
de Esteban su líder, fueron entrando en la comunidad de
Jerusalén más fariseos piadosos que tenían a
Santiago, el hermano del Señor, como centro. Este
tenía el prestigio Junto a su amor por Jesús.
Santiago era un fiel cumplidor de la Ley y llevaba una vida
ascética muy severa. Aunque probablemente tuviese una
actitud mis flexible y matizada, fue utilizado por los fariseos
conservadores como bandera tras la que reagruparse. De
aquí que estos judeocristianos sean designados como los
del grupo de Santiago (Ga 2,12).

Holzner, con su gran capacidad para revivir
dramáticamente personas y situaciones, nos describe
así la figura de Santiago:

"Su cabeza descendía en largas guedejas. Nunca
había llegado a su cabeza una tijera. Nunca una gota de
aceite para ungir tocó su cuerpo. Este Santiago, ya en
vida, había venido a ser su propio mito. Fue nazoreo, esto
es, consagrado a Dios de por vida. Apenas podemos figurarnos
qué santo respeto infundía este hombre con su
vestido, su porte y manera de vestir a todos sus
contemporáneos, judíos y cristianos, aunque no sea
verdad más que la mitad de lo que notifica de él la
tradición. No llevaba sandalias ni vestidos de lana,
porque sólo se vestía de lino. Únicamente
él podía entrar en el santuario del templo, lo que
estaba prohibido por lo demás a cualquier laico. Era
célibe (?) y vegetariano; no tomaba bebida alguna
embriagadora, y estaba por largas horas orando en el templo de
rodillas. Contaban que no necesitaba más que elevar sus
brazos al cielo para que se hiciese un milagro. Era la más
impresionante expresión de lo numinoso de la
religión, la última y más pura
personificación de la piedad del Antiguo Testamento, antes
que ella se hundiese para siempre. En una palabra: un patriarca
de la Antigua y de la Nueva Alianza en una persona

B) La actitud de Pablo en la
controversia

Pablo fue haciéndose consciente de que su propia
opción a favor de los gentiles contribuiría a que
sólo entrase en la Iglesia un "pequeño resto de
Israel" (Rm 11,5). "Su caída (la de Israel) ha
traído la salvación a los gentiles" (Rm 11,11).
Pablo optó por un modelo que dificultó la
adhesión de los judíos a Cristo, pero
facilitó la de los gentiles. Por eso puede decir que "su
reprobación (la de Israel) ha sido la
reconciliación del mundo"(Rm 11,15).

Poco a poco se fueron formando dos Iglesias paralelas,
la de Jerusalén y la de Antioquía; una de
judeocristianos que obligaba a los gentiles a circuncidarse y
pasar por el aro de la Ley de Moisés; otra helenista y
posteriormente paganocristiana que no obligaba a los gentiles a
hacerse judíos para poder ser cristianos.

Las consecuencias para el cristianismo del triunfo de
una u otra tendencia eran incalculables. De haber triunfado la
corriente judaizante, la naciente Iglesia se hubiese convertido
en una secta judía piadosa, relegada al ghetto dentro del
imperio Romano y del mundo, incapaz de atraer e influenciar a
todas las culturas. El soplo ecuménico de
Pentecostés hubiese quedado asfixiado en el estrecho
entramado de una única raza y una única
cultura.

En el fondo lo que estaba en juego era esta alternativa:
o crear una Iglesia atractiva para los judíos, donde estos
se siguiesen sintiendo en casa, conservando sus costumbres
tradicionales y su orgullo de privilegiados de Dios, pero donde
los gentiles hubiesen tenido que renunciar a sus propias culturas
y valores; o si no, crear una Iglesia universal, no identificada
con ninguna cultura ni tradición, adonde los gentiles
tendrían un fácil acceso, pero donde los
judíos tendrían que renunciar a tantas cosas que
les eran muy queridas.

Cualquiera de las dos opciones tenía sus riesgos.
El modelo de la Iglesia de Jerusalén dificultaba
enormemente la catolicidad de la Iglesia y la mantenía en
el ghetto judío; en cambio el modelo de la Iglesia de
Antioquía, que es el que acabó triunfando,
abría las puertas de par en par a los gentiles, pero
dejaba fuera a la mayoría del pueblo
judío.

El haber tenido que optar por esta dolorosa alternativa
no dejaba indiferente a Pablo. "Siento una gran tristeza y un
dolor incesante en el corazón, pues desearía ser yo
mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi
raza según la carne" (Rm 9,2-3).

Sin embargo Pablo se abre a la esperanza de que los
judíos un día sean reinjertados. Su desgajamiento
sirvió para facilitar la entrada a los gentiles. Pero "el
endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará
sólo hasta que entre la totalidad de los gentiles" (Rm
11,25) También ellos un día conseguirán
misericordia y todo Israel será salvo; esta
salvación será parangonable a una
resurrección final de los muertos (Rm 11,15).

Lo que estaba en juego en esta controversia sobre el
valor de la Ley de Moisés era algo muy profundo. Se trata
del puesto que hay que dar a la fe en Jesús para la
salvación del hombre. La vida nueva que experimentan los
cristianos en sus venas al sentirse salvados por Jesús no
les ha venido por mediación de la Ley. Pablo puede hablar
por propia experiencia. Toda su observancia de la Ley en la
época de fariseo no fue capaz de comunicarle el amor, el
gozo, la paz, la seguridad de salvación que ahora siente,
desde que encontró a Jesús.

Además Pablo puede apelar a la experiencia de
tantos cristianos gentiles que han recibido la vida nueva sin
necesidad de circuncidarse ni de guardar la Ley. "Quiero saber
una cosa: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de
la Ley o por la fe en la predicación?" (Ga 3,2). "El Reino
de Dios no consiste en comida ni bebida (no depende del
cumplimiento de las prescripciones legales en torno a los
alimentos de Lv 11), sino justicia y paz y gozo en el
Espíritu Santo" (Rm 14,18).

La Ley fue buena sólo como pedagogo que preparase
el camino hacia Cristo, "en espera de que llegase la fe" (Ga
3,23). Pero una vez llegada la fe, la Ley deja de tener
ningún sentido salvífico.

Pero si los creyentes siguen poniendo su esperanza en la
circuncisión y la observancia de la Ley, están
restando importancia y valor a la salvación aportada por
la fe en Cristo. Por eso dice a los gálatas: "Si os
deseáis circuncidar, Cristo no os aprovechará para
nada"(Ga 5,2). "Habéis roto con Cristo todos cuantos
buscáis vuestra justificación en la Ley" (Ga
5,4).

No hay que tratar de guardar el vino nuevo en pellejos
viejos, ni de vivir la vida nueva del Espíritu dentro de
las estrucutras vieja: de la religión mosaica. El
cristianismo no es una secta judía piadosa; no es un
judaísmo ilustrado y purificado; no es un "revival" de la
religión mosaica. Es algo radicalmente nuevo. El que
está en Cristo es una nueva creación. Pasó
lo viejo, todo es nuevo" (2 Co 5,17) "Nada cuenta ni la
circuncisión ni la incircuncisión, sino la
creación nueva" (Ga 6,15). Lo que importa ya no es la
carne (el estar o no estar circuncidado) Los que confían
en salvarse por el hecho de estar circuncidados, se
glorían en la carne en lugar de gloriarse en
Cristo.

En este punto Pablo se pronuncia en tono
sarcástico. Esos que tanta importancia le dan al corte del
prepucio y os fuerzan a circuncidaros, ¡ojalá que se
acaben de castrar del todo! (Ga 5,12) como hacen los paganos de
la diosa Cibeles.

Termina Pablo diciendo: si uno tiene que gloriarse de
alguna cicatriz en el cuerpo, no será de la cicatriz de mi
circuncisión que llevo desde niño de la que yo me
gloriaré, porque ya no me sirve para nada. Me
gloriaré sólo de las cicatrices de los malos tratos
que he soportado por Cristo, las huellas de las lapidaciones y de
los azotes. Estas son las cicatrices que cuentan en la vida
nueva. "En adelante que nadie me moleste, pues llevo sobre mi
cuerpo las cicatrices de Jesús" (Ga 6,17). "Dios me libre
de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo" (Ga 6,14).

C) El contexto de la asamblea de
Jerusalén

La lucha contra los judaizantes constituye, pues, la
trama dramática sobre la que se desarrolla la vida y el
ministerio de Pablo. Los del "grupo de Santiago" no se estaban
quietos. En lugar de ir como misioneros a roturar campos
vírgenes, preferían seguir las huellas de Pablo, en
las cristiandades fundadas por él, para sembrar dudas
sobre lo que Pablo había predicado y a obligar a los
nuevos cristianos a judaizar.

Veamos lo que hicieron en Antioquía y podremos
imaginar lo que harían en las restantes cristiandades por
donde Pablo había pasado. El grupo conservador de
Jerusalén envió a alguno de sus más
extremados representantes a Antioquía. Así describe
Holzner su llegada: "Los enviados fueron recibidos por los
superintendentes con veneración, pues detrás de
ellos era visible la sombra de un hombre del todo grande
(Santiago). Pero se sintió un escalofrío cuando los
recién llegados se lavaban las manos después de
cualquier contacto casual con un paganocristiano y no aceptaban
ninguna invitación a ir a una casa cristiana. Pues con un
incircunciso no se podía comer en la misma mesa, y mucho
menos de un plato común, como entonces era usual en
Oriente. Esta gente no había sentido el soplo de
Pentecostés y en todas partes preveía peligros.
Pero cuando en el ágape de la tarde del sábado se
aislaron, comiendo en mesas aparte y declararon en pública
asamblea a los antioquenos: "Si no os hacéis circuncidar,
no podéis salvaros", descargó la tormenta.
Debió haber sido recia, pues Lucas en este pasaje habla
directamente de un "tumulto"[44].

Ya hicimos alusión a cuál es el tipo de
acusaciones y de cizaña que estos judeocristianos
sembraron en Galacia y en Corinto, y a las quejas que San Pablo
tuvo que contestar en sus cartas. Le acusaban

-de que no pertenecía al grupo de los 12 sobre
quienes se había fundado la Iglesia

-que actuaba de manera diferente a como actuaban Pedro y
los otros apóstoles

-de que el mismo Pablo había hecho circuncidar a
Timoteo (Hch 16,3) y no seguía una línea pastoral
coherente

-de que era voluble e inconstante en sus planes de
viaje

-de que era un cobarde que solo se atrevía a
reñir por carta, pero cara a cara se achantaba y que sus
cartas eran demasiado severas (2 Co 10, 9-l0)

-que hablaba muy mal; su palabra era despreciable y
carecía de elocuencia

Con esto podemos hacernos idea de que calaña de
hombres eran aquellos que crearon el tumulto en Antioquía
y dividieron a la Iglesia. Las frases con que Pablo les define no
son muy "ecuménicas": "superapóstoles" (2 Co
12,11), "falsos apóstoles, trabajadores engañosos
que se disfrazan de apóstoles de Cristo" (2 Co 11,13); "os
esclavizan, os devoran, os roban, se engríen, os
abofetean, y vosotros les toleráis" (2 Co 11,19-21),
"intrusos, falsos hermanos que solapadamente se infiltraron para
espiar la libertad que tenemos en Cristo Jesús" (Ga
2,4).

Este tumulto de Antioquía es la ocasión
próxima de la magna reunión de los apóstoles
en Jerusalén, que suele ser conocida como Concilio de
Jerusalén, y que tuvo lugar hacia el año 49, al
poco de regresar San Pablo de su primer viaje misional por Chipre
y Asia Menor.

(NOTA: Hay dos narraciones de este concilio,
difíciles de concordar. Una es la del mismo Pablo en la
carta a los Gálatas, y otra es la narración de
Lucas en Hechos 15. Las diferencias derivan de dos estilos muy
distintos, y de dos intenciones también distintas. Pablo
trata ante todo de hacer ver cómo el resultado de aquella
reunión fue netamente favorable para su causa. Lucas en
cambio trata de ser más conciliador y de hacer ver que no
hubo ni vencedores ni vencidos. Pablo habla de una reunión
un tanto informal de Pablo y Bernabé por una parte y de
tres apóstoles por otra (Pedro, Juan y Santiago: las
columnas). En la narración de Lucas se nos habla de un
concilio más numeroso y más solemne.

En la narración de Pablo al final no se impone
ningún tipo de cláusula ni de restricción a
los paganocristianos; su única obligación es la de
atender a los pobres "nosotros nos iríamos a los gentiles
y ellos a los circuncisos, solo que nosotros debíamos
tener presentes a los pobres, cosa que he procurado cumplir con
todo esmero" (Ga 2,9-10). Para Lucas en cambio se llega al final
a una cierta componenda con tres cláusulas restrictivas.
Según algunos autores aquí Lucas estaría
atribuyendo al concilio una medida conciliadora que se
tomó después, y de la que nunca Pablo en sus
escritos se dio por enterado. Aunque en el fondo también
Pablo aconseja a los cristianos que sean tolerantes para con los
débiles que se escandalicen, e incluso el que en ocasiones
cedan sus derechos para no hacer daño a los hermanos que
todavía tenían tabúes de la Ley de
Moisés (cf. Rm 14; 1 Cor 10,23-31). Aunque Lucas no
silencia los conflictos, en su conjunto ofrece una visión
de la primitiva Iglesia más idílica, disimula la
ruptura tan traumática que Pablo hizo para con las
tradiciones mosaicas, rehúsa dar a Pablo el título
de apóstol -reservado para los Doce- y le sitúa
siempre en una actitud de concordia con las autoridades de
Jerusalén.

D) El desarrollo de la asamblea

Tras el tumulto provocado en Antioquía,
decidieron que Pablo y Bernabé y algunos de ellos subieran
a Jerusalén, donde los apóstoles y
presbíteros, para tratar esta cuestión. Lucas en
este pasaje habla directamente de un "tumulto" (Hch
15,2).

Ellos, pues, enviados por la Iglesia, atravesaron
Fenicia y Samaria contando la conversión de los gentiles y
produciendo gran alegría en todos los hermanos. Llegados a
Jerusalén fueron recibidos por la Iglesia y por los
apóstoles y presbíteros y contaron cuanto Dios
había hecho juntamente con ellos.

Pero algunos de la secta de los fariseos, que
habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era
necesario circuncidar a los gentiles y obligarles a cumplir a Ley
de Moisés. Se reunieron entonces los apóstoles y
presbíteros para tratar este asunto y hubo una larga
discusión" (Hch 15, 2 -7).

El detonante último de la crisis habían
sido los éxitos apostólicos conseguidos por la
Ig1esia de Antioquía en el primer viaje misionero de Pablo
y Bernabé. Al volver estos tan contentos narrando las
maravillas de Dios en la conversión de 1os gentiles, los
del "grupo de Santiago" empezaron a temer. Veían a la
Iglesia de Antioquía en franca expansión. Si las
cosas avanzaban a ese ritmo preveían que la comunidad
palestina y los judeocristianos se convertirían en una
minoría enquistada en el pasado al margen de la vida y el
crecimiento de la Iglesia. Por tanto intentaron forzar la mano
para que toda la Iglesia se encauzase por la cultura y la
religión judía. Desde el principio aparecen estas
tensiones doctrinales en la Iglesia, aun en aquella primera
comunidad que Lucas nos había pintado tan
idílicamente "donde los creyentes vivían unidos y
lo tenían todo en común" (Hch 2,44), y donde la
"multitud de los creyentes no tenía sino un solo
corazón y una sola alma" (Hch 4,32).

Los términos que usa Lucas para expresar la
dureza de la confrontación no tienen nadas de eufemismo, a
pesar de su tendencia a dulcificar las tensiones. Más duro
aún es Pablo al referirse a los judaizantes como
espías infiltrados (Ga 2,4). Explica González Ruiz:
"Se trataba de una comparación tomada de la táctica
militar: el espionaje. No luchaban con nobleza, cara a cara, sino
utilizando las armas indirectas de la delación, el chisme
difuso, la expresión vaga e inequívoca, la continua
apelación a una mítica ortodoxia que se
suponía en estado de grave
peligro"[45].

Pablo llega a Jerusalén y trata de forzar la
situación haciéndose acompañar
ostensiblemente por un incircunciso, Tito, que se había
mostrado muy buen cristiano. Tras larga discusión,
acabaron triunfando las tesis de Pablo, apoyadas por el discurso
de Cefas, que se volcó totalmente a favor de los gentiles
bautizados.

La intervención decisiva fue sin duda la de
Pedro, aunque posteriormente la intervención de Santiago
consiguiera introducir unas cláusulas restrictivas que
matizaban el alcance de la decisión. Según Hechos,
ya para entonces Pedro había bautizado a Cornelio y a sus
amigos en Cesarea (Hch 10,48), siguiendo la visión que
previamente había tenido en Jaffa (Hch 10,9-16). Incluso
tuvo que justificar su conducta más tarde en
Jerusalén cuando le reclamaron los judeocristianos (Hch
11,1-3)[46].

Sin embargo esa victoria de las tesis de Pablo no
pretendió aplastar a sus contrarios. Bien sea en aquel
mismo momento, bien después, se tuvo en cuenta la gran
repugnancia de los judeocristianos a transigir en varios puntos
de la Ley de Moisés y se redactaron cláusulas
restrictivas. Los gentiles quedaron libres de la
circuncisión y de la Ley de Moisés, pero se les
obligaba a respetar tres de las normas, las que
constituían un tabú para los
judíos.

Muchos autores piensan que las cláusulas
restrictivas de Hch 15 no fueron elaboradas en la asamblea de
Jerusalén, sino que fueron fruto de debates posteriores.
Es Lucas quien las habría incluido en las conclusiones de
la asamblea para dejar así ya cerrado este
tema.

Hay en estas cláusulas un respeto para los
sentimientos de los demás, procurando no herirles en lo
más vivo. Algunos dudan que Pablo en ningún momento
hubiese aceptado estas cláusulas que restringían
parcialmente las libertades de los cristianos procedentes del
paganismo. Pero ya dijimos que, a pesar de la posición
intransigente de Pablo en lo doctrinal, consta que en muchas
ocasiones tenía mucho cuidado de no escandalizar y
"procurar lo que fomente la paz y la mutua edificación"
(Rm 14,19). "Tened cuidado de que vuestra libertad no sirva de
tropiezo a los débiles" (1 Cor 8,9).

Pablo y los suyos estarían, pues, dispuestos a
aceptar esas limitaciones de sus derechos, de su "libertad", en
servicio de la caridad y para no imponer a los fariseos
convertidos un "trágala" demasiado humillante. Siempre
según Hechos, estas restricciones serían una
enmienda de última hora, presentada por Santiago de forma
conciliadora, para evitar que la asamblea terminase con
vencedores y vencidos.

Vamos a exponer el texto del decreto apostólico,
según Lucas, y luego explicaremos la naturaleza de esas
concesiones tácticas que a última hora se hicieron
a los discípulos de origen fariseo.

"Los apóstoles y los presbíteros hermanos
saludan a los hermanos venidos de la gentilidad que están
en Antioquía, en Siria y en Cilicia. Habiendo sabido que
algunos de entre nosotros, sin mandato nuestro, os han perturbado
con sus palabras, trastornando vuestros ánimos, hemos
decidido de común acuerdo elegir algunos hombres y
enviarlos donde vosotros, Juntamente con nuestros queridos
Bernabé y Pablo, que son hombres que han entregado su vida
a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Enviamos, pues, a
Judas y a Silas, quienes os expondrán esto mismo de viva
voz. Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no
imponeros más cargas que estas indispensables: abstenerse
de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los
animales estrangulados y de la impureza. Haréis bien en
guardaros de estas cosas. Adiós (Hch 15,23-29).

Estas últimas concesiones se conocen
comúnmente como "cláusulas de Santiago" y pueden
interpretarse de distinta forma según sea el texto griego
que se establezca.

El texto oriental[47]menciona cuatro
puntos: contaminación con los ídolos (comer carne
ofrecida a los ídolos, que luego se vendía en el
mercado), comer la sangre de animales (Lv 17, 10), comer lo
ahogado (carne de animales no desangrados: cf. Lv 17,13) y la
fornicación, entendida como el matrimonio dentro de los
grados de parentesco prohibidos por la Ley de Moisés (Lv
18). Se trataría en todos los casos de normas positivas de
Ley mosaica, y no de derecho natural.

En cambio el texto occidental tiene estas variantes:
suprime "lo ahogado" y añade: "no hacer a los demás
lo que uno no querría que le sucediera'. En esta
redacción se puede tratar no ya de normas legales
positivas, sino de principios de moral natural: se
prohibiría la idolatría, el homicidio (la sangre) y
la fornicación (los tres grandes pecados de la primitiva
Iglesia), y además la gran norma de oro de la
moral.

La mayoría de los intérpretes se inclinan
por el texto oriental y entienden estas restricciones como normas
legales positivas. En esta línea hay un papiro del
año 250 que suprime la palabra fornicación, con lo
que todo quedaría reducido a cuestión de alimentos:
carne sacrificada, carne no sangrada y sangre.

En este sentido las "cláusulas de Santiago"
habían de entenderse como una aplicación a los
gentiles bautizados de las restricciones que ya se habían
impuesto antes en la sinagoga a los "temerosos de Dios"
(simpatizantes de la religión judía) y que
facilitaban el que pudiesen participar en la liturgia sin que los
judíos se sintiesen contaminados por ellos.

E) Resultado de la asamblea

¿Cuál fue el resultado de esta asamblea?
Como siempre que hay algún tipo de componendas, no se
dirime definitivamente la cuestión. Provisionalmente se
estableció una tregua, pero pronto volverían los
conflictos (el famoso incidente de Antioquía entre Cefas y
Pablo que según Ga 2,11-14 tuvo lugar porque no se
había abordado el tema de una forma doctrinal sino
práctica).

De momento la práctica de no circuncidar a los
gentiles convertidos se apoyaba en las tesis dogmáticas de
Pablo (Ga 2,9). Pero los judaizantes tuvieron en las
cláusulas restrictivas un punto de apoyo para seguir sus
ataques. En lugar de interpretarlas como una concesión que
se les había hecho generosamente, volvieron a la carga y
comprometieron a Pedro para que disimulase, absteniéndose
de comer con los gentiles y creándoles así una mala
conciencia. Veamos cómo presenta González Ruiz los
matices de la nueva situación creada:

"En Antioquía el problema adquiría nuevas
e imprevistas perspectivas. Pedro, temiendo a los judeocristianos
venidos de Jerusalén, se separa de la convivencia del
grupo paganocristiano y vuelve a restablecer la comunidad
judeocristiana que hasta entonces en Antioquía
había sido absorbida por la mayoría de los
étnicos. En rigor todo sucedía según los
cánones concordados. Sin embargo, Pablo veía las
cosas desde otro punto de vista y sentenció que "no
andaban derechamente según la verdad del evangelio" (Ga
2,14)[48].

Nos referiremos después en detalle al llamado
incidente de Antioquía entre Cefas y Pablo. Fue como un
segundo round, en que vuelve a plantearse el problema
conciliar. En frase un tanto oportunista de González Ruiz,
el "postconcilio había sido "bloqueado". Pero tras este y
otros rounds sucesivos, acabó por imponerse
plenamente la teoría y la praxis de Pablo. Las
cláusulas de Santiago no eran suficientes para los
judeocristianos que querían más, y resultaban muy
engorrosas para los paganocristianos que acabaron prescindiendo
totalmente de ellas[49]

La entrada masiva de paganocristianos en la Iglesia y la
progresiva encapsulación de los judeocristianos, fue
haciendo estás cláusulas cada vez más
irrelevantes. La destrucción de Jerusalén en el
año 70, y la emigración de la comunidad
palestinense privó a los judeocristianos del prestigio que
les confería su condición de Iglesia madre. Cada
vez más reducidos en número, acabaron constituyendo
un núcleo cismático apartado de la corriente
principal de la vida cristiana que se había orientado por
derroteros paulinos. Su fin fue el de una secta, claramente
herética, rechazada tanto por judíos como por
cristianos, que acabó por desaparecer. Triste fin para los
herederos espirituales del gran apóstol
Santiago.

El futuro de la Iglesia estaba en las comunidades
paganocristianas fundada por Pablo. Muy pronto estas comunidades
habían ya prescindido del todo de las cláusulas
restrictivas del concilio de Jerusalén.

En el tiempo de las cartas pastorales, las normativas
sobre alimentos ya estaban totalmente liberalizadas, y los que
mantenían a este respecto las regulaciones mosaicas se
consideran ya claramente herejes al margen de la comunión
eclesial, pues "todo lo que Dios ha creado es bueno, y no se ha
de rechazar ningún alimento que se coma con acción
de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y la
oración (1 Tm 4,4).

El llamado al
apostolado

A) Naturaleza y origen de la misión del
apóstol

Los dos contenidos centrales de la visión de
Damasco son la revelación del misterio de Cristo como amor
gratuito que justifica y la llamada a anunciarlo. Toda la vida y
la teología de San Pablo están contenidas
germinalmente en esta visión.

La misión de Pablo viene de Jesús mismo,
sin ningún tipo de mediaciones. "Pablo, apóstol, no
de parte de los hombres, ni por mediación de hombre
alguno, sino por Jesucristo y Dios Padre que le resucitó
entre los muertos" (Ga 1,1)

En esto consiste precisamente el carisma singular del
apostolado, en ser una misión que arranca directamente de
Cristo sin mediaciones humanas. Así concebido, el
apostolado es un carisma que sólo se dio en la primera
generación cristiana, y afectó sólo a muy
pocos hombres. En las demás generaciones, la
vocación apostólica está siempre mediada por
la Iglesia, a través de la cual nos llega la misión
de Cristo.

La misión directa de Pablo arranca de su
visión del Resucitado, en la que no medió
ningún predicador. "Os hago saber, hermanos, que el
Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano, pues yo
no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo" (Ga 1,11).

Pablo quiere dejar claro que su llamada al apostolado no
ha sido recibida por delegación de los restantes
apóstoles, sino que está en pie de igualdad con la
que ellos también recibieron. "Me había sido
confiada la evangelización de los incircuncisos, al igual
que a Pedro la de los circuncisos, -pues el que actuó en
Pedro para hacer de él un apóstol de los
circuncisos, actuó también en mí para
hacerme apóstol de los gentiles" (Ga 2,7-8).

"Al igual que". Este pie de igualdad es el que Pablo
desea subrayar. La igualdad estriba en que ambos apostolados
brotan de una misma fuente: una aparición de Cristo
resucitado; "Se apareció a Cefas, luego a los Doce… y en
último término se me apareció también
a mí, como a un abortivo (1 Co, 15,5-8).

La humildad y la conciencia de sus anteriores pecados le
llevan a considerarse "el último de los apóstoles,
indigno del nombre de apóstol" (1 Co, 15,9), último
e indigno, pero verdadero apóstol.

La palabra abortivo tiene diversas interpretaciones.
Para nosotros supone la falta de madurez, la falta de
preparación de Pablo para la nueva vida del apostolado; el
carácter milagroso de su alumbramiento a la gracia; el
prodigio de que un ser tan deforme pudiese sobrevivir tras su
alumbramiento a una nueva vida.

Pero frente a estos rasgos de humildad, tendrá
Pablo que ensalzarse muchas veces a sí mismo, no por
vanidad, sino para hacer valer su doctrina frente a la de sus
adversarios. Sobre todo en la carta a los gálatas y en la
segunda a los corintios, Pablo tiene que hacer valer su
condición de verdadero apóstol, para robustecer y
validar "su evangelio" (la justificación por la fe en
Jesús y no por las obras de la Ley), frente a "otro
evangelio" (Ga 1,6) atribuido a los otros apóstoles, en
franca desautorización de su persona y su
doctrina.

Ya estudiaremos más detalladamente este punto.
Los adversarios habrían sembrado su cizaña
judaizante en las comunidades de Galacia y Corinto, obligando a
los cristianos a la observancia de la Ley de Moisés, y
"perturbando y deformando el Evangelio de Cristo" (Ga
1,8).

El gran argumento de los adversarios era el
comportamiento un tanto ambiguo de los otros apóstoles
más autorizados. La defensa por tanto de Pablo irá
en una doble línea: por una parte mostrar cómo su
dignidad de apóstol era igual que la de los demás,
y por otra hacer ver que en el fondo su evangelio no era distinto
del de Pedro y los otros.

B) La relación de Pablo y Pedro

Se basaban, sobre todo, los adversarios de Pablo en la
conducta de San Pedro que se recataba de mezclarse con los
gentiles, por miedo a los judíos observantes, y arrastraba
a otros a esta conducta ambigua.

En realidad Pedro había sido el primero en
admitir a los gentiles al Bautismo, tras su milagroso encuentro
con el centurión Cornelio (cf. Hch 10). Posteriormente en
la asamblea de Jerusalén, su discurso estaba muy en la
línea de Pablo. Es sólo, después de esta
asamblea, cuando la conducta de Pedro empieza a titubear. Como
enseguida veremos, la solución había sido no exigir
a los paganocristianos el cumplimiento de la Ley mosaica, pero
tampoco se prohibía a los judeocristianos el que siguiesen
practicándola. Con esto había el peligro de que la
comunidad cristiana se escindiese en dos sectas, En
Antioquía la comunidad cristiana estaba mayoritariamente
constituida por paganocristianos. Al llegar Pedro a
Antioquía, en lugar de incorporarse plenamente a esta
comunidad, empieza a aislarse en un pequeño núcleo
judeocristiano, y a no querer comer en las mesas de los
paganocristianos, con lo cual dividía a la comunidad, y
creaba en estos últimos una conciencia de culpabilidad,
haciéndoles sentirse impuros, o a lo menos, cristianos de
segunda categoría.

Este es el trasfondo del famoso incidente de
Antioquía que narra Pablo en su carta a los
Gálatas: "Cuando vino Cefas a Antioquía, me
enfrenté con él cara a cara, porque era digno de
reprensión. Pues antes de que llegaran algunos del grupo
de Santiago, comía en compañía de los
gentiles: pero una vez que aquellos llegaron, se le vio recatarse
y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás
judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto
de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la
simulación de ellos. Pero en cuanto vi que no
procedían con rectitud, según la verdad del
Evangelio, dije a Cefas en presencia de todos: 'Si tú,
siendo judío, vives como gentil y no como judío,
¿cómo fuerzas a los gentiles a judaizar?'"(Ga
2,11-14).

La línea de argumentación de Pablo se
expone de una manera oratoria y dramática, entrecruzando
los hilos de los diversos argumentos. Diseccionando un poco el
texto, encontramos los siguientes elementos:

(1) No invoquéis el proceder de Pedro contra el
mío. Su dignidad de apóstol es igual a la
mía. Yo no soy un mero delegado de los apóstoles o
de los notables (por cierto, ¡qué fea palabra esa de
"notables" para usar entre cristianos! Ga 2,6). Mi
vocación y mi evangelio han sido recibidos directamente de
Jesús. Puestos a eso, tanto valor puede tener lo que diga
Pedro como lo que diga yo.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
 Página anterior Volver al principio del trabajoPágina siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter