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Introducción a San Pablo (página 4)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

(2) Además, sabed que el evangelio que yo
predico, aunque no reciba su valor de la aprobación de los
otros apóstoles, sin embargo sí ha sido examinado y
aprobado por ellos en diversas ocasiones. "Les expuse el
evangelio que proclamo entre los gentiles, para saber si
corría o no corría en vano" (Ga 2,2). "Reconociendo
la gracia que me había sido concedida, Santiago, Cefas y
Juan, considerados como columnas, nos tendieron la mano en
señal de comunión" (Ga 2,9). No es cierto que ellos
me hayan desautorizado, sino al revés. Siempre nos hemos
mantenido en comunión.

(3) Por otra parte Pedro nunca se ha opuesto a recibir
en la Iglesia a los incircuncisos. Los criterios los tenía
claros. No se trataba de errores doctrinales, de "evangelios
distintos" del mío. Lo que era digno de reprensión
no fue tanto su evangelio cuanto su comportamiento, demasiado
receloso y ambiguo que daba lugar a muchos equívocos y
confusiones, y dio pie a que los judaizantes utilizasen a Pedro
en favor propio.

Este fue el motivo de la reprensión
pública que Pablo hizo a Pedro en Antioquía.
Algunos protestantes han tratado de forzar mucho el texto de este
"incidente" para atacar la doctrina de la infalibilidad de Pedro
y del Papado. Es sacar las cosas de quicio, pues precisamente
Pablo cita el incidente como un argumento para reforzar su tesis
de que "en el fondo Pedro pensaba lo mismo que yo; no le
utilicéis como argumento contra mí".

Lo que sí pondría en tela de juicio este
incidente no es la sana doctrina de la infalibilidad de Pedro,
sino una cierta "infalibilidad inflada" que pretende que el Papa
nunca se equivoca en nada, ni puede tener desaciertos en sus
criterios, ni dar lugar a confusiones con sus comportamientos
ambiguos, o ser demasiado débil a la hora de atajar los
errores de otros. De este tipo de desaciertos está llena
la Historia de la Iglesia. Desaciertos que incluso, en ciertos
casos, han podido tener funestísimas consecuencias cuyos
daños todavía lamentamos.

Pero todo esto no atenta nada contra la verdadera
doctrina de la infalibilidad de Pedro, ni debe restar a otros la
libertad y aun la santa audacia de hacer caer en la cuenta al
Papa de los posibles efectos perniciosos de sus comportamientos
ambiguos, demasiado vacilantes o demasiado
enérgicos.

C) La defensa de Pablo frente a sus
adversarios

Todas las cartas de San Pablo se ven atravesadas por una
continua polémica contra unos adversarios concretos: los
judaizantes. Es imposible comprender a San Pablo sin haber calado
la importancia de lo que estaba en juego en esta polémica.
Lo trataremos en el siguiente capitulo, y sólo entonces
podremos comprender plenamente lo que ahora vamos a
explicar.

Estudiamos en este tema la llamada de Pablo al
apostolado. Tal como la expone en sus cartas, esta
vocación aparece siempre en un contexto polémico.
Pablo tiene que justificar su condición de apóstol
frente a aquellos que se la quieren negar, frente a los que
utilizan el nombre y el prestigio de los otros apóstoles
para atacarle a él, para desautorizarle, para sembrar la
duda y la confusión en esas comunidades que Pablo
había fundado con tantas penalidades y
esfuerzos.

En esta polémica la impulsividad de Pablo brota a
flor de piel. No se trata ya de la agresividad y del odio de su
época de farisea, sino del amor a sus ovejas que le lleva
a enfrentarse valientemente contra el lobo. Pablo hará uso
de todo tipo de argumentos con tal de refutar a sus
contrarios.

l. Argumentos doctrinales serios y profundos que atacan
la raíz del problema de la justificación por la fe,
tal como aparecen en el cuerpo central de las cartas a los
romanos y a los gálatas.

2. Argumentos ad hominem, tratando de
prestigiar su propia dignidad de apóstol, la autenticidad
de su vocación, su profunda comunión con los otros
apóstoles. Su doctrina tiene que ser autentificada por
unas credenciales. Para ello Pablo tiene que tragarse su humildad
y recomendarse a si mismo (2 Co 3,1). Es consciente de que al
recomendarse a sí mismo, puede dar la impresión de
vanidoso y fatuo (necio) que "ha perdido el juicio" (2 Co 5,12).
Pero se arriesga a dar esta impresión, con tal de que su
doctrina no quede desautorizada, y pide por favor a los
cristianos que le soporten un poco su fatuidad (2 Co 11,1),
aunque promete no pasarse demasiado, ni gloriarse de nada que no
sea absolutamente cierto.

Veamos cuáles son esas credenciales de las que
Pablo se gloria:

(a) Yo he ido siempre a territorios vírgenes a
predicar a Cristo, roturando el terreno, mientras que vosotros,
los que me criticáis, en lugar de abrir caminos nuevos,
teniendo todo el mundo para convertir, os dedicáis a ir
detrás de mi a las comunidades que con tanto esfuerzo
fundé, para meter cizaña y "gloriarse en territorio
ajeno, a costa del trabajo de los demás". Lo único
que hacéis es sembrar la discordia contra mí. Y
encima os tenéis por superapóstoles, cuando lo
único que sabéis es intrigar (cf. 2 Co 10,15-16; 2
Co 11,5).

(b) Otra credencial que puedo presentar es mi
desinterés económico. Nunca os fui gravoso (11,9).
No busco vuestras cosas, sino a vosotros (2 Co 12,14), por eso he
trabajado con mis manos. Tenia derecho a que me alimentaseis,
porque al sembrar en vosotros bienes espirituales,
¡qué mucho que recibiera bienes materiales! (1 Cor
9,11), sin embargo, "no he hecho uso de este derecho" (1 Cor
9,12), porque no está bien que los hijos alimenten a los
padres, sino los padres a los hijos (cf. 2 Co 12,14). Por eso me
he fatigado trabajando con mis manos (1 Cor 4,12), trabajando
día y noche para no seros gravoso (1 Ts 2,9)

(c) Otra credencial que puedo presentar es que nunca he
querido abusar de mi autoridad, ni comportarme de una manera
despótica. Mis adversarios me acusan de ambicioso y
altanero, pero demasiado bueno he sido con ellos. "Aunque pudimos
imponer nuestra autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos
mostramos amables con vosotros, como una madre cuida con
cariño a sus hijos" (1 Ts 2,7)

Pero haga lo que haga, siempre me criticáis.
Cuando me muestro tolerante, comprensivo, lo achacáis a
cobardía, a falta de carácter. Decís que
cara a cara, me hago el "humildito" (2 Co 10,1), porque la
"presencia del cuerpo es pobre y la palabra despreciable, pero
luego a distancia, por carta, me envalentono" (2 Co 10,9).
Más tendría que envalentonarme contra quienes todo
lo interpretan mal.

(d) Otra de mis credenciales de auténtico
apóstol es todo lo que he sufrido por llevar mi evangelio
a vosotros, azotado, apedreado, calumniado, en naufragios,
inundaciones, noches en vela, hambre y sed frío y desnudez
(2 Co 11,23-27). Perdonadme que tenga que recordároslo; lo
hago solo para prestigiar la autenticidad de mi evangelio, y
además el mérito no hay que atribuírmelo a
mí, sino a Dios que es quien me ha dado la capacidad (2 Co
3,5).

(e) Además, no penséis que si en mi
evangelio quito importancia a las prácticas judías,
lo hago por resentimiento, o "porque no estén maduras". Si
hubiese que gloriarse de ser judío, yo lo soy tanto corno
vosotros. El no valorar las prácticas legales no es en
mí un mecanismo de defensa que me lleve a despreciar lo
que no poseo. He sido más judío y más
fariseo que nadie, pero "lo que para mí era ganancia lo he
juzgado una pérdida a causa de Cristo" (Flp 3,7). Si no
presumo de estas cosas no es porque carezca de ellas, sino porque
ya no les doy valor.

(f) Pero sobre todo mi mejor credencial sois vosotros
mismos, el fervor de las comunidades fundadas por mí.
"Vosotros sois nuestra carta de recomendación, escrita en
nuestros corazones, conocida y leída por todos los
hombres" (2 Co 3,2).

Podría quedarnos una impresión de
fanfarronería. Pero la verdadera humildad no teme en
ciertos momentos ensalzarse a sí misma, si de ello pueden
sacarse frutos espirituales en defensa de la verdad. Por otra
parte San Pablo es bien consciente de que todo ha sido gracia en
su vida, de que él es "un abortivo" (1 Co, 15,8), "el
último de los apóstoles" (1 Co, 15,9), "un
blasfemo, un perseguidor, un insolente que halló
misericordia" (1 Tm 1,13), "el primero de los pecadores" (1 Tm
1,15).

Esto no le impide apreciar la obra de la gracia en su
propio corazón. "Por la gracia de Dios soy lo que soy, y
la gracia de Dios no ha sido estéril en mí. Antes
bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no yo, sino
la gracia de Dios que está conmigo (1 Co,
15,10).

Todo es obra de la gracia. "Yo planté, Apolo
regó, mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que
ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios que hace
crecer" (1 Cor 3,6-7). "¿Que tienes que no lo hayas
recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué gloriarte
cual si no lo hubieras recibido?" (1 Cor 4,7). La vocación
al apostolado es ante todo "una gracia" (Rm 1,5), una
elección, para la que no cuentan las cualidades del
hombre; al contrario, la debilidad del apóstol contribuye
a que la gloria vaya para sólo Dios, y "ningún
mortal se gloríe en presencia de Dios." (1 Cor
1,29).

El segundo viaje
misionero

  • A) La travesía de Asia
    Menor

Después de pasar un breve tiempo de descanso en
Antioquía y confirmar las conclusiones tomadas en la
asamblea de Jerusalén, Pablo emprende una segunda etapa de
viajes misioneros.

El motivo de este viaje fue visitar las comunidades ya
evangelizadas en el primer viaje a Chipre, Pisidia y Licaonia.
"Volvamos ya a ver cómo les va a los hermanos en todas
aquellas ciudades en que anunciamos la palabra del Señor"
(Hch 15,36).

Surge aquí un nuevo conflicto que Lucas nos narra
honestamente a pesar de su intención decidida de paliar lo
más posible todos los aspectos negativos de la Iglesia
primitiva. El enfrentamiento se va a dar esta vez entre dos
grandes santos y dos grandes apóstoles, Pablo y
Bernabé, los que habían realizado juntos el primer
viaje y juntos habían sido testigos de tanto fruto
evangelizador.

El motivo del conflicto va a ser otro santo, el joven
Juan Marcos que en el primer viaje había desertado,
quizás por miedo. Bernabé, su primo, quiere darle
una segunda oportunidad y llevarle a toda costa. Pablo,
quizás por criterios de eficacia, decide no cargar con una
persona poco segura. "Se produjo una tirantez tal que acabaron
por separarse uno de otro. Bernabé tomó consigo a
Juan Marcos y se embarcó rumbo a Chipre. Por su parte,
Pablo eligió por compañero a Silas y partió,
encomendado por sus hermanos a la gracia de Dios" (Hch
15,39).

Ya señalamos anteriormente que pudo haber otros
motivos más profundos de distanciamiento ideológico
entre Pablo y Bernabé, señalados por el propio
Pablo en la carta a los Gálatas a propósito del
así llamado "incidente de Antioquía" entre Cefas y
Pablo. Cuando Cefas comenzó a retraerse del trato con los
cristianos provenientes del paganismo, "los demás
judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto
de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la
simulación de ellos" (Ga 2,14). Podemos suponer que con la
misma entereza con que Pablo se enfrentó con Cefas, se
enfrentaría también con Bernabé, y esto no
pudo por menos que influir en el distanciamiento entre
ambos.

Este distanciamiento con relación a Pablo va a
suponer un distanciamiento también con respecto a la
comunidad de Antioquía. En el viaje anterior
Bernabé y Pablo partieron como enviados de la comunidad de
Antioquía, y era Bernabé quien lideraba el grupo.
Ahora en cambio Pablo va ya por cuenta propia, y él mismo
es el líder de la misión. Las nuevas iglesias
fundadas ya no serán subsidiarias de la de
Antioquía, sino que formarán una nueva red
independiente.

Después de la separación de Pablo y
Bernabé, la nueva pareja misionera de Pablo y Silas
(Silvano), recorren por tierra Siria y Cilicia, y, atravesando la
cordillera del Tauro, comienzan su visita a Licaonia y Pisidia,
ya evangelizadas, confirmando a las pequeñas
comunidades.

De esta travesía Lucas anota sólo un hecho
muy significativo. Un tercer personaje se incorpora a la
comitiva. Se trata de Timoteo, un muchacho piadoso y
tímido. Era hijo de padre griego y madre judía y
probablemente para entonces era huérfano de padre. Su
madre Eunice y su abuela Loida los habían formado desde
pequeñito en la lectura de las Escrituras judías
(cf. 2 Tm 1,5; 3,15). Probablemente fue en casa de Eunice donde
recogieron el cuerpo ensangrentado de Pablo tras su apedreamiento
en Listra, y el muchacho contemplaría a Pablo e
iría aficionándose a él y madurando en su
deseo de acompañarle. Cuando tres años más
tarde Pablo les vuelve a visitar, Timoteo ya ha tomado su
decisión, se despide de su madre y se va con Pablo a quien
siempre acompañará con gran fidelidad. Pablo le
considerará como su propio hijo, "querido hijo" (2 Tm
1,2), "verdadero hijo en la fe" (1 Tm 1,2).

Prosiguen los tres sus viajes hacia tierras nuevas. Su
primera intención es dirigirse hacia Éfeso, en la
provincia romana de Asia (Hch 16,6), pero el Espíritu les
guía en dirección diversa hacia Frigia y Galacia,
regiones habitadas por pueblos celtas, rudos y primitivos, cuya
capital era Ancira (la Ankara de hoy). Extraña este viaje
de Pablo por las aldeas gálatas, porque normalmente
prefería evangelizar las grandes ciudades. Pero
llegó a intimar en su corazón con estos hombres
ingenuos y sencillos. Julio César nos habla de su
carácter y nos dice que eran curiosos, nobles, acogedores
y un tanto inconstantes.

Los tres misioneros se sintieron muy bien acogidos por
ellos. A Pablo le recibieron "como a un ángel de Dios,
como a Cristo Jesús" (Ga 4,14). Estando allí,
enfermó Pablo y los gálatas no le mostraron ni
desprecio ni rechazo (Ga 4,14) y hasta se hubieran quitado los
ojos para dárselos" (Ga 4,15). Pablo les dirige palabras
muy afectuosas: "Hijos míos, por quienes sufro dolores de
parto hasta ver a Cristo formado en vosotros" (Ga 4,19), pero al
mismo tiempo no duda en reprenderles duramente por haber dado
oído a los judaizantes: "¡Oh insensatos
gálatas!" (Ga 3,1)[50].

Terminada la misión en Galacia con la
fundación de nuevas comunidades, nuevamente hay otra
intervención del Espíritu que les guía hasta
Tróade (Hch 16,7), junto a la antigua ciudad de Troya,
desde donde pensaban por fin bajar a Éfeso y a las grandes
ciudades jónicas de la costa del mar Egeo.

Pero no eran estos los planes de Dios, y
aparición en sueños de un macedonio les hace
renunciar a Éfeso por el momento y embarcarse para
Macedonia (Hch 16,19). El cristianismo hace así su primera
entrada en Europa. Antes de embarcar probablemente se une a la
expedición un cuarto misionero, Lucas "el médico
querido" (Col 4,14). Efectivamente, a partir de Tróade
empieza el pasaje narrado en primera persona del plural,
"nosotros", implicando, según algunos la presencia, del
propio narrador.

Lucas era un médico antioqueno, quizás ya
conocido por Pablo en Antioquía. Como muchos
médicos de la época, ejercía su
profesión de modo itinerante, de ciudad en ciudad.
Probablemente el ejercicio de la medicina lo hacía entre
las ciudades de la costa egea, en continua navegación de
cabotaje, lo cual explicaría su gran conocimiento de las
técnicas náuticas. Esta vez cambia su ejercicio
misionero de la medicina por el del evangelio y se
convertirá en fiel acompañante de Pablo en sus
misiones y en sus cárceles. En la carta a los colosenses y
en la segunda a Timoteo, escritas en prisión, Lucas
está presente (Col 4,14; 2 Tm 4,11).

Respecto a los pasajes "nosotros",[51]
constatamos que suelen darse en un contexto de viajes
náuticos con todo lujo de detalles de navegación,
que se extienden hasta la entrada de las ciudades para
desaparecer luego en el curso del relato de lo sucedido dentro de
la ciudad.

En todos los casos mencionados los relatos pasan
bruscamente de la tercera persona del singular o del plural a la
primera del plural, sin que se explique a qué se debe este
cambio en el sujeto de los verbos.

Veamos la lista de estos pasajes "nosotros" en el libro
de los Hechos.

* Viaje de Tróade a Filipos y primera parte de la
estancia allí (Hch 16,10-17)

* Viaje de Filipos a Tróade y visita a esa ciudad
(20,5-15)

* Viaje de Assos a Mileto y luego hasta Jerusalén
(21,1-18)

* Viaje de la cautividad desde Cesarea hasta la entrada
a Roma 27,1-28,16).

Desde antiguo estas secciones se interpretaban como una
prueba de que el redactor había sido compañero de
Pablo en estos tramos de sus viajes.

Bien pudiera ser que el propio autor de Hechos hubiese
acompañado a Pablo en estas singladuras, o que hubiese
transcrito documentos de testigos presenciales. Otros piensan que
pueda tratarse de una ficción literaria, aunque no saben
explicar por qué se aplica a esos pasajes concretos y no a
otros. Fitzmyer prefiere la opinión de que la primera
persona del plural estaba presente en documentos utilizados por
el autor de Hechos.

  • B)  La misión en
    Macedonia

Después de dos días de travesía,
Pablo y el evangelio ponen el pie en Europa en el puerto de
Neápolis, y por la via Egnatia camina 12 kms. hasta llegar
a la ciudad de Filipos, donde surgirá la primera Iglesia
europea.

Unos cuatrocientos años antes había sido
fundada esta ciudad por Filipo de Macedonia, el padre de
Alejandro Magno. Llevaba ya doscientos años englobada en
la órbita del imperio romano. Cien años antes de la
llegada de Pablo había sido escenario de la
cruelísima batalla entre Marco Antonio y los asesinos de
César, Bruto y Casio. Tras esta batalla se fundó
una colonia romana para albergar a los soldados licenciados del
ejército, y esta colonia llegó a convertirse en la
capital de la provincia romana de Macedonia. Los habitantes
estaban orgullosos de su ciudadanía romana y Pablo les
tendrá que decir a los filipenses cristianos que la
única ciudadanía que cuenta es "la de los cielos"
(Flp 3,20).

Los comienzos del cristianismo en esa ciudad fueron muy
modestos. Pablo fue a buscar primero a la comunidad judía.
Apenas había judíos en aquella colonia romana. Ni
siquiera tenían el minyan o quórum para
reunirse en una sinagoga. En ese caso podían tener una
parcela acotada con setos, llamada proseuché o
lugar de oración. Parece ser que este lugar se encontraba
fuera de la ciudad, a las orillas del río Gangites.
Allí se dirigen los cuatro misioneros a predicar al
grupito de personas, casi todas mujeres.

Entre ellas está una de las mujeres excepcionales
que tanto ayudarán a Pablo en su ministerio. Se trata de
Lidia, una empresaria, vendedora de púrpura, que adoraba a
Dios y escuchó las palabras de Pablo. "El Señor le
abrió el corazón para que se adhiriese a las
palabras de Pablo" (Hch 16,14). Se inicia así una amistad
espiritual que habría de traer grandes bendiciones sobre
la Iglesia de Filipos. Pablo muestra una gran delicadeza de
sentimientos hacia sus colaboradoras como Cloe, su confidente en
Corinto, en cuya casa debía reunirse la comunidad (1 Cor
1,11), Febe, la diaconisa de la Iglesia de Cencreas, portadora de
la carta a los romanos, a quien Pablo considera su protectora (Rm
16,1). En Cesarea se hospedó en la casa de las hijas del
diácono Felipe, que estaban dotadas del don de
profecía (Hch 21,9).

En casa de Lidia entra Pablo obligado por ella con las
artes de persuasión femenina. En su casa se reunirá
la primera comunidad de los filipenses a quienes tanto amó
Pablo, "su gozo y su corona" (Flp 4,1). Con ellos tiene Pablo sus
efusiones de afecto: "Os llevo en mi corazón"(Flp 1,7),
"Testigo me es Dios de cuánto os quiero en el
corazón de Cristo Jesús" (Flp 1,8). De hecho los
filipenses son la única Iglesia que le abrió cuenta
de "haber y debe" (Flp 4,15), es decir, es la única
Iglesia de quien Pablo aceptó una ayuda económica.
Ya nada más salir de Filipos le enviaron dinero dos veces
cuando estaba en Tesalónica (Flp 4,16). Posteriormente
cuando Pablo estuvo encarcelado (¿en Éfeso?), le
enviaron a Epafrodito para que le sirviera durante su cautiverio
y junto con él una sustanciosa limosna (Flp 2,25;
4,18).

Toda la carta a los filipenses rezuma ternura, intimidad
y alegría para con Lidia y sus paisanos. Aquella amistad
florecida a la orilla del río va a continuarse durante
todo el ministerio de Pablo.

Súbitamente la misión de Filipos va a
tener un quiebro que dará origen a una persecución.
Se trata del exorcismo que Pablo realiza a una joven esclava a
quien sus amos usaban para sacar dinero con sus artes
adivinatorias. Es un caso típico de explotación
inhumana y de opresión tanto por parte del mal
espíritu como por parte de aquellos dueños
desaprensivos. El evangelio de Pablo es un evangelio de libertad
y de liberación de los oprimidos y no puede por menos que
indignar a los opresores. La persecución llevó a
Pablo y a Silas a los azotes y a la cárcel, de la que
fueron milagrosamente liberados por Dios, gracias a aquel
terremoto que no solo rompió sus cepos, sino que les
ganó la amistad del carcelero.

Un nuevo miembro se va a unir a la pequeña
comunidad, el carcelero y su familia que son bautizados aquella
noche. Extraño conjunto el de los reunidos en casa de
Lidia, la vendedora de púrpura, la esclava exorcizada, el
carcelero y un pequeño número de mujeres entre las
que estarían quizás Evodia y Síntique, que
"lucharon por el evangelio" Flp 4,3), y Epafrodito "hermano,
colaborador y compañero de armas" (Flp 2,25). Estas
imágenes de compañeros de armas y de lucha hacen
alusión al continuo clima de hostilidad que tenía
que afrontar la naciente comunidad. Como hace notar
González Ruiz, casi todos los nombres de miembros de la
comunidad de los fieles de Filipos corresponden a forasteros
desarraigados. Entre ellos hay de todo menos filipenses, lo mismo
que entre los cristianos de Antioquía donde había
de todo menos antioquenos (chipriotas, africanos, cilicios,
palestinos…).

"En la literatura paulina es frecuente considerar que
las comunidades paulinas eran más o menos similares en las
distintas ciudades, y de aquí que los datos que hallamos
en una carta frecuentemente 1 Corintios, quizás la carta
que mejor refleja la situación de la comunidad a la que se
dirige- se extrapolen a otras comunidades"[52].
Sin embargo deberíamos ser cautos. Acaya no era tan
semejante a Macedonia, ni Corinto a Filipos, y mucho menos a la
lejana Galacia. El tipo de comunidad corintia que nos es mejor
conocida, no tiene por qué repetirse en otras ciudades
evangelizadas por Pablo.

El evangelio con su mensaje de comunidad prende
enseguida entre los desarraigados de las grandes urbes. La
evangelización de Europa no se hizo desde las estructuras
políticas de la ciudad, sino desde las comunidades
domésticas, no tanto en las plazas y los mercados cuanto
en las casas. La misma palabra parroquia originalmente significa
el círculo de los que se reúnen en torno a una casa
(?????????). En Gálatas se llama a los hermanos de una
misma comunidad "los de la casa de la fe" (Ga 6,10), una bella
expresión para las comunidades de base:
???????????????????. El imperio romano va siendo penetrado por
una red de hogares, de comunidades domésticas, que poco a
poco van haciendo fermentar la masa.

Formadas por elementos marginales a la sociedad, las
comunidades macedonias vivirán "probadas por muchas
tribulaciones, con rebosante alegría y extrema pobreza" (2
Co 8,2). En medio de un mundo brutalmente pagano, "brillan como
antorchas, llevando en alto la palabra de Cristo" (Flp
2,15).

Unos años después de esa primera visita,
Pablo escribió su carta a estos amigos desde la
cárcel. Recordaría la cárcel de Filipos
donde había estado preso anteriormente. Ahora está
en la incertidumbre sobre si lo ejecutarán o no. Pende
sobre él una posible sentencia de muerte. No sabe si
volverá a ver a sus queridos filipenses (Flp 1,20). Esto
ha hecho que esta carta se incluya entre lo que se llaman "cartas
de la cautividad" (Ef, Col y Flm) escritas según algunos
durante la cautividad en Roma.

NOTA: Hoy día hay muchos que creen que la carta a
los Filipenses y a Filemón no están escritas en
Roma, sino en otra cautividad anterior y en un lugar más
próximo a Filipos. En la carta parece que Pablo ha estado
solo una vez en Filipos, con lo cual la carta sería
anterior a la segunda visita de Pablo a Filipos, mucho antes de
su prisión en Roma. La carta alude a frecuentes viajes
entre Filipos y el lugar de la prisión de Pablo, cosa
difícil si la cárcel estuviera en la lejana Roma.
Según la carta, durante el cautiverio de Pablo
llegó Epafrodito, como enviado de los filipenses para
servir a Pablo en su prisión (Flp 2,25). Epafrodito
enfermó (Flp 2,27), hubo tiempo de que llegase noticias a
Filipos de su enfermedad, y de que Pablo se enterase de que en
Filipos se habían enterado (Flp 2,26). Pablo anuncia que
lo vuelve a enviar a Filipos (Flp 2,28), probablemente como
portador de la carta. Todo eso supone al menos cuatro viajes de
ida y vuelta entre Filipos y el lugar en el que Pablo estaba
preso.

Por eso, muchos se inclinan a fechar la carta durante la
larga estancia de Pablo en Éfeso. Escribiendo desde
Éfeso a los corintios, Pablo menciona "la
tribulación sufrida en Asia que nos abrumó hasta el
extremo, hasta el punto de que perdimos la esperanza de conservar
la vida. Pues hemos tendido sobre nosotros mismos la sentencia de
muerte" (2 Co 1,8-9). Como diremos, en un sentido
metafórico puede también referirse a esta
tribulación cuando cuenta que "luchó en
Éfeso contra las bestias" (1 Co, 15,32). Es verdad que
Pablo no alude expresamente a su prisión en Éfeso,
ni tampoco Hechos reseña ninguna prisión de Pablo
durante su estancia en Éfeso, pero también es
verdad que cuenta muy pocas cosas de los tres años
completos que pasó en la ciudad. Las alusiones al
"pretorio" y a la "casa del César" (Flp 1,1; 4,22) no
implican necesariamente que Pablo estuviese preso en Roma al
escribir la carta, porque también en Éfeso
había destacamentos pretorianos y funcionarios del
emperador.

Con todo resulta muy impresionante que esta carta a los
filipenses, conocida como la carta de la alegría, se haya
escrito desde una lóbrega cárcel. Pero esto no les
pudo extrañar a los filipenses destinatarios, que
sabían de primera mano cómo Pablo y Silas pasaron
la noche en la cárcel de Filipos cubiertos de heridas,
pero cantando himnos a Dios (Hch 16,25).

  • C) Otras dos comunidades en Macedonia:
    Tesalónica y Berea

Pablo liberado de la cárcel con honores gracias a
su condición de ciudadano romano se despidió de
Lidia y de sus queridos filipenses. Pasarán más de
seis años hasta que vuelva a verles, pero todo este tiempo
les llevará en su corazón. De Filipos, siguiendo la
via Egnatia que une oriente y Occidente, atravesaron
Anfípolis y Apolonia, y tras caminar unos ciento cincuenta
kilómetros llegaron a Tesalónica, la capital de la
provincia romana de Macedonia.

Había sido fundada esa ciudad por Casandro,
general macedonio, en honor de su mujer, la hermana de Alejandro
Magno. Hoy día con el nombre de Salónica es la
segunda ciudad de Grecia moderna. Por entonces tenía una
impronta típicamente griega. Su emplazamiento a los pies
del monte Olimpo en un amplio valle y su proximidad al mar le dan
un clima muy agradable.

Aquí tenían los judíos una gran
sinagoga y probablemente una gran comunidad con muchos temerosos
de Dios y un fuerte proselitismo entre la población
pagana. Precisamente entre estos paganos más o menos
allegados al judaísmo es donde prenderá mejor el
evangelio de Pablo. Tres sábados consecutivos acudieron
los misioneros a la sinagoga y comenzaron a cosechar un gran
fruto.

Pronto empezó a reunirse una comunidad
doméstica, esa vez en casa de Jasón. Y pronto
empezaron también las persecuciones. Si en Filipos la
persecución había venido de los paganos, en
Tesalónica vendrá de los judíos, envidiosos
del éxito de Pablo.

Su acusación contra los misioneros la
harán desde el punto de vista político, tratando de
enfrentarles con las autoridades romanas como subversivos contra
el emperador. Esta es la misma acusación que presentaron a
Pilato contra Jesús.

Los judíos acusan a los cristianos de que
"afirman que hay otro rey, Jesús" (Hch 17,7). Los romanos
solo llamaban Kyrios al César, el basileus o
rey.

Pablo tendrá que justificar ante los
tesalonicenses la modestia y sencillez de su vida
apostólica. La gente estaba acostumbrada a los
predicadores de las religiones mistéricas que se rodeaban
de un gran montaje y protocolo. En cambio Pablo se precia de
trabajar con sus propias manos (1 Ts 2,9), y no tuvo palabras
aduladoras ni altaneras, sino que se mostró sencillo y
fraternal (1 Ts 2,5-6). En casa de Jasón, durante tantas
visitas domiciliarias, este fue el tipo de trato llano, tan
distinto del de los ampulosos y solemnes predicadores de
ídolos.

Frente a los excesos orgiásticos de las
religiones mistéricas, Pablo propone una vida moral sobria
y honrada. "Esta es la voluntad de Dios, vuestra
santificación" (1 Ts 4,3). Como principal mandamiento
está el del amor fraterno. "En cuanto al amor mutuo no
necesitáis que os escriba, ya que vosotros habéis
sido instruidos por Dios a amaros mutuamente y lo
practicáis también con los hermanos de toda
Macedonia" (1 Ts 4,9-10). El amor fraterno y una vida tranquila y
digna "en tranquilidad, ocupándose cada uno
responsablemente de sus asuntos, trabajando y viviendo
dignamente" (1 Ts 4,11-12) harán de estas fraternidades un
modelo a imitar para todos los creyentes de Macedonia y Acaya (1
Ts 1,7).

Sorprende el impresionante poder de atracción y
fascinación que ejercen estas humildes comunidades de amor
en medio del mundo corrompido del imperio romano. Se ofrece a los
hombres, especialmente a los más marginados dentro de
aquella sociedad insolidaria de lobos rapaces, el perfume de la
koinonia, la comunión que alienta la vida
fraternal, y que es primicia de un nuevo orden que ha de ser
instaurado tras la parusía esperada del Señor
Jesucristo.

Pablo escribió su primera carta a los
tesalonicenses solo unos meses después de haber dejado la
ciudad tras su primera visita, y puede ya admirar la cosecha de
lo que había sembrado: "las obras de la fe, los trabajos
de la caridad, la tenacidad de la esperanza" (1 Ts 1,3). Para
entonces, en unos pocos meses, la comunidad de Tesalónica
se ha convertido en un foco de irradiación cristiana en
todo el contorno. "Partiendo de vosotros ha resonado la palabra
del Señor y vuestra fe en Dios se ha difundido no solo en
Macedonia y Acaya, sino en todas partes" (1 Ts 1,8).

Y todo esto en medio de persecuciones. Ya el mismo Pablo
tuvo que salir huido de Tesalónica por la noche (Hch
17,10), y el pobre Jasón que había albergado a
Pablo en su casa, se vio arrastrado hasta los magistrados en
medio de gran alboroto (Hch 17,6). Esta situación de gran
conflictividad parece ser que siguió los meses siguientes
a la salida de Pablo de la ciudad.

Cuando Pablo les escribió su primera carta desde
Corinto se refiere a los que "abrazaron la palabra con gozo del
Espíritu santo en medio de muchas tribulaciones" (1 Ts
1,6). Hace también alusión al alboroto suscitado
contra Jasón y los de su casa. "Después de haber
padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis,
confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de
predicaros el evangelio de Dios entre frecuentes luchas" (1 Ts
2,2).

Muchos de estos temas reaparecen en la segunda carta a
los Tesalonicenses en la que se habla también de la
"tenacidad y la fe en todas las persecuciones por las que
estáis pasando" (2 Ts 1,4). Es muy discutida la paternidad
paulina de esta carta. Algunos la suponen una imitación
literal de la primera pero con una escatología más
amenazante con alusiones míticas al Anticristo.
Habría sido escrita por un discípulo de Pablo sobre
la falsilla de la primera quizás para salir al paso de una
carta claramente apócrifa que se estaba haciendo circular
falsamente en nombre de Pablo (2 Ts 2,2). En cualquier caso es
anterior a la destrucción del
Templo[53]

La primera carta a los tesalonicenses está
ciertamente escrita sólo unos pocos meses después
de la visita de Pablo y de la fundación de la comunidad.
Pablo las escribe desde Corinto, probablemente el año 50.
Es el documento más antiguo del Nuevo Testamento, anterior
en casi veinte años a los evangelios actuales. Recoge por
tanto estratos muy antiguos de la predicación
apostólica, fuertemente escatológica.

Pablo da por supuesta la esperanza en una venida
inminente del Señor Jesús, que se esperaba de un
día para otro. En los meses que median entre la visita a
Tesalónica y las cartas debió haber muerto en
Tesalónica alguno de los hermanos recién
convertidos. Esto causó mucho desconcierto en la
comunidad, porque esos hermanos morían sin haber sido
testigos de la parusía. "No queremos hermanos que
estéis en la ignorancia respecto a los difuntos, para que
no os entristezcáis como los demás que no tienen
esperanza" (1 Ts 4,13). La doctrina del apóstol es que
tanto los hermanos ya fallecidos como los que estén vivos
a la llegada del Señor gozarán por igual de la
gracia de su venida. Pero al decir esto, Pablo usa una frase que
da a entender que él espera ser uno de esos que
estarán aún en vida a la llegada del Señor.
Eso supone que Pablo espera que la parusía tendrá
lugar en el futuro próximo.

Se trataba de una expectativa común entre los
primeros cristianos. Sin embargo la venida se ha retrasado
durante siglos. ¿Se equivocaron, entonces, los primeros
cristianos? ¿Se equivoca la Escritura cuando alude a esa
próxima venida como algo muy próximo? Hay que
reconocer que los cristianos sí pudieron estar equivocados
en este punto. La Escritura recoge esta expectativa como algo
común en aquel ambiente, pero en ningún momento lo
valida. Más bien insiste en que el día del
Señor vendrá como un ladrón (1 Ts 5,2) y
pone en guardia frente a aquellos que dicen que es inminente (2
Ts 2,2). Por otra parte, su expectativa de que antes se tiene que
anunciar el evangelio a todos los gentiles supone que esa espera
tendrá que demorarse bastante tiempo (Rm
11,25).

Pero además, lo importante son las actitudes y no
tanto las teorías. Se nos exhorta a vivir como si la
venida fuera inminente. Es preferible pensar que es inminente y
vivir en consecuencia, que más bien instalarse en el mundo
pensando que va para largo.

Al salir Pablo de Tesalónica deja allí una
comunidad que "espera tenazmente" y que va a ser testigo de
esperanza. Sigamos acompañándole en su salida
nocturna de Tesalónica que le llevará como
refugiado a la ciudad de Berea, donde fundará su tercera
comunidad macedonia, también esta vez en medio de
persecuciones.

"Al llegar allí se fueron a la sinagoga de los
judíos. Estos eran de un natural mejor que los de
Tesalónica y aceptaron la palabra de todo corazón.
Diariamente examinaban las Escrituras para ver si las cosas eran
así. Creyeron muchos de ellos" (Hch 17,10-11). La
persecución esa vez va a venir desde fuera, desde los
judíos de Tesalónica que vinieron a agitar y
alborotar a la gente. Pablo tuvo que huir nuevamente. Sus
continuas huidas van sembrando el evangelio por ciudades
nuevas.

D) El fracaso de Atenas

Sólo unos meses ha durado la estancia de Pablo en
la provincia romana de Macedonia. Tiene que abandonarla
furtivamente, pero el evangelio ha quedado arraigado
sólidamente.

Cuando Pablo deja Berea para embarcarse hacia el sur
puede contemplar la mies que ya ha empezado a granar en las tres
comunidades macedonias fundadas por él: Filipos,
Tesalónica y Berea. Al cuidado de estas comunidades
incipientes deja a Silas y Timoteo, y él solo embarca
hacia Atenas bordeando toda la costa griega.

Los cuatro días de navegación por el mar
Egeo, costeando Grecia y divisando desde el barco lugares famosos
en la historia universal, son para Pablo un tiempo tranquilo de
acción de gracias.

No pudo por menos que emocionarse al poner pie en el
puerto del Pireo y contemplar la acrópolis ateniense, Un
hombre como él, sensible "a todo cuanto hay de verdadero,
de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable; todo cuanto
sea virtud y cosa digna de elogio" (Flp 4,8), tuvo que sentir un
estremecimiento al encontrarse con aquel foco de filosofía
y arte clásico, en el que pronto iba a darse el
enfrentamiento entre el evangelio y la antigua sabiduría
de los hombres.

En este desigual enfrentamiento Pablo está solo,
sin siquiera poder gozar del consuelo y fortaleza que
proporcionan los hermanos misioneros. "Decidimos quedarnos solos
en Atenas" (1 Ts 3,1).

Los primeros días están dedicados por
Pablo a una visita "turística" de la ciudad, recorriendo
los templos, la acrópolis, las academias
filosóficas, contemplando y reflexionando sobre todo lo
que veían sus ojos, tratando de encontrar puntos de
encuentro en el diálogo con el paganismo. La Atenas de
entonces había decaído de su gran esplendor de la
época de Pericles, y sin embargo era todavía un
mito revestido con el esplendor de la gloria pasada.
"Había visto ya muchas ciudades hermosas, pero la riqueza
y el esplendor de esta ciudad debieron haberle desconcertado
algo. Pudo haberle pasado lo que al sencillo Pedro cuando vio
ante sí la Roma de los Césares. Sintiose solitario
y abandonado en esta acumulación sin alma de frío
mármol, en medio de la ostentación de este
paganismo caído de la altura. No tenía nadie con
quien pudiese hablar de lo que llenaba lo más interior de
su corazón"[54].

En el transcurso de su visita turística se
fijó en una estatua con una inscripción y en ese
momento se sintió inspirado para tener un punto de
enganche para presentar el evangelio."Al pasear y contemplar
vuestros monumentos sagrados, he encontrado también un
altar en el que estaba grabada esa inscripción: 'Al dios
desconocido'. Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso
os vengo yo a anunciar" (Hch 17,23).

Algunos autores como Bornkmann piensan que toda la
escena de los Hechos sobre la visita de Pablo a Atenas y su
discurso en el Areópago son una composición
literaria de Lucas. Esta escena no tendría más base
histórica que la de una "mera parada fugaz en el camino
hacia Corinto",[55] amplificada por Lucas para
"describir de una manera digna del nombre de esa ciudad, centro
del espíritu griego, el encuentro entre el mensaje
cristiano y los representantes de la cultura y la
civilización antiguas". En ese caso el discurso del
Areópago sería composición literaria de
Lucas y no del Pablo histórico.

Nosotros admitimos la elaboración
dramática y literaria hecha por Lucas, pero pensamos que
este pasaje tiene más fondo histórico que el de ser
una "mera parada fugaz en el camino hacia Corinto". Lucas recoge
por extenso dos discursos de San Pablo, que son paradigmas de la
predicación de Pablo a los judíos y a los griegos.
No pretendemos decir que estos discursos son copia
dactilografiada de lo que Pablo pronunció. Por todas
partes hay signos evidentes de la redacción lucana. Pero
en ellos recoge Lucas la dinámica y la
argumentación de Pablo

Volvemos a nuestro turista ateniense. Pronto traba
conversación por las calles con los habitantes de la
ciudad. "Discutía diariamente en el ágora con los
que por allí se encontraban. Trababan también
conversación con él algunos filósofos
epicúreos y estoicos. Unos decían:
'¿Qué querrá decir ese charlatán?' Y
otros: 'Parece ser un predicador de religiones extranjeras'.
Porque anunciaba a Jesús y la resurrección" (Hch
17,17-18).

Unos toman a Pablo por un charlatán de los muchos
que abundaban en la ciudad tan dada a la oratoria callejera, como
un Hyde Park. Otros piensan que es uno de tantos predicadores de
religiones orientales mistéricas con su parejita de
dioses, uno masculino y otro femenino, Cristo y Anástasis,
interpretando esta última como una diosa emparejada con
Jesús como Isis con Osiris. Hay en este relato de Lucas
una fina ironía hacia el carácter curioso y un
tanto superficial de los atenienses.

Finalmente, llevado al Areópago, Pablo
pronunciará su discurso más elaborado. Comienza con
una captatio benevolentiae, alabando la religiosidad
ateniense. Probablemente esta alabanza encierra una cierta dosis
de ironía, pues el término religiosidad en el Nuevo
Testamento tiene un matiz negativo.

Inmediatamente trata de establecer un punto de contacto
entre lo ya conocido por ellos y la novedad que él
anuncia. Este enganche está en el altar al dios
desconocido, y en la doble cita de los poetas griegos
Epiménides y Arato (Hch 17,28). Curiosamente no hay en
este discurso ninguna cita del Antiguo Testamento. En cualquier
caso Pablo pretende empalmar con esa búsqueda a tientas,
con ese presentimiento de una humanidad que en sus tinieblas
busca a la divinidad, para ver si la hallaban, "por más
que no se encuentra lejos de cada uno de nosotros" (Hch
17,27).

Algunos han hecho notar que la actitud de Pablo hacia el
paganismo es más positiva que la que muestra en la carta a
los Romanos donde hace una denuncia demoledora de la
corrupción del paganismo (Cf. Rm 1,21-32). Pero no
olvidemos que en esa misma epístola Pablo deja abierta la
posibilidad de que los paganos cumplan la ley escrita en sus
corazones (Rm 2,10.14-15).

Después de haber establecido estos puntos de
contacto, pasa Pablo a mencionar lo novedoso de su doctrina al
hablar de Jesús y de la garantía de la
resurrección. En este punto queda roto el diálogo.
"Unos se burlaron y otros dijeron: 'Sobre esto ya te oiremos otra
vez'" (Hch 17,32).

Mencionar la resurrección de los cuerpos era lo
más escandaloso que se podía escuchar en la ciudad
de Platón, donde el cuerpo era considerado como la tumba
del alma, y donde la salvación consistía
precisamente en la liberación definitiva de esa
cárcel.

Cosechó Pablo un rotundo fracaso que debió
haberle hundido mucho, sobre todo si tenemos en cuenta que estaba
solo. Únicamente un puñadito de personas acogieron
sus palabras: "Dionisio el areopagita, además de una mujer
llamada Damaris y algunos otros" (Hch 17,34). Pablo salió
de Atenas decepcionado y desengañado de los "persuasivos
discursos de la sabiduría" (1 Cor 2,4). De hecho en todo
el corpus paulino no hay ninguna indicación de que en
Atenas existiese una comunidad cristiana.

Mal comienzo para la evangelización en la
provincia de Acaya. "Débil y temeroso" (1 Cor 2,3), pero
confiado, intentará una nueva evangelización de la
otra gran ciudad de Acaya, en su capital Corinto.
Desengañado de los orgullosos atenienses, buscará
en Corinto a los desarraigados, a los sin herencia, a esa
población que por sentirse "forasteros y extraños"
es más capaz de apreciar la ciudadanía del
evangelio que les convierte en "conciudadanos de los santos y
miembros de la familia de Dios" (Ef 2,19).

E) Llegada de Pablo a Corinto

"Después de esto Pablo dejó Atenas y se
fue a Corinto" (Hch 18,1). El segundo viaje misionero de San
Pablo culmina con la fundación de la comunidad de Corinto,
la más importante y compleja de todas las fundadas por
Pablo.

Su llegada tuvo lugar en circunstancias enormemente
penosas. Pablo estaba solo y desanimado tras su fracaso en
Atenas. Su primer recorrido por las calles de Corinto no pudo por
menos que bajarle aún más los ánimos al
descubrir la podredumbre de aquella ciudad famosa en el mundo
entero por la corrupción de sus costumbres. En su
abatimiento llegaría a pensar que en aquel ambiente de
lujuria era imposible que brotase esa flor tan delicada de la
santidad cristiana.

Se refugió en casa de sus amigos Áquila y
Prisca. Áquila era tejedor de tiendas, lo mismo que Pablo,
y así juntos ejercían el mismo oficio.

Sus primeras visitas a la sinagoga tampoco fueron como
para animarle mucho. "Cada sábado en la sinagoga
discutía y se esforzaba por convencer a judíos y
griegos" (Hch 18,4). Pero encontró una fuertísima
oposición en la sinagoga, que le llevó a romper
definitivamente con ella y marginándose así
aún más. "Como ellos se opusieron y profirieron
blasfemias, sacudió sus vestidos (en señal de
ruptura) y les dijo: 'Vuestra sangre recaiga sobre vuestra
cabeza; yo soy inocente." (Hch 18,6).

Pablo ha tocado fondo. Pero ahora ya el Señor
empieza a levantarle. Los nubarrones se alejan y comienza una
nueva primavera en su apostolado. Para empezar, regresan de
Tesalónica sus queridos Silas y Timoteo. Ya no está
solo. Traen muy buenas noticias. La visita que Pablo hizo a
Macedonia está dando frutos, "no fue estéril" (1 Ts
2,1). "Vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo" (1 Ts 2,20).
"Nos acaba de llegar de ahí Timoteo y nos ha traído
buenas noticias de vuestra fe y de vuestra caridad, y dice que
conserváis siempre mi recuerdo y que deseáis verme,
como yo a vosotros. Así pues, hermanos, hemos recibido de
vosotros un gran consuelo, motivado por vuestra fe, en medio de
todas nuestras congojas y tribulaciones. Ahora sí que
vivimos, pues permanecéis firmes en el Señor. Y
¿cómo podremos agradecer a Dios por vosotros, por
todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro
Dios? (1 Ts 3,6-9).

"Ahora sí que vivimos". Esto sí que es
vida. Precioso suspiro de un hombre que se ha sentido tan hundido
en la depresión. "Vuestras buenas noticias me dan vida".
El Señor empieza a consolar también por otros
medios a su siervo atribulado. Vuelven a hacerse presentes
aquellos fenómenos carismáticos que tanto animaban
a San Pablo. "El Señor dijo a Pablo durante la noche en
una visión: 'No tengas miedo porque yo estoy contigo y
nadie te pondrá la mano encima para hacerte mal, pues
tengo yo un pueblo numeroso en esta ciudad'" (Hch 18, 9-10). Esta
palabra disipa sus temores. El Espíritu Santo ha estado
trabajando los corazones de muchas personas antes de que Pablo
llegara. Hay ya un pueblo numeroso trabajado por la gracia. Pablo
va a encontrar un terreno ya preparado.

Y comienzan las primeras conversiones.
¡Cómo se recuerdan siempre los primeros frutos, los
primeros amigos en una ciudad! Tito Justo, Crispo el jefe de la
sinagoga, y muchos más. Aunque Lucas apenas cuenta
ningún hecho concreto de la larga estancia de Pablo un
año y seis meses en Corinto, por las cartas a los
Corintios sabemos algo de la explosión de dones
carismáticos que favoreció la evangelización
de Pablo en Corinto. "Mi palabra y mi predicación fueron
una demostración del Espíritu Santo y su poder,
para que vuestra fe se fundara no en sabiduría de hombres,
sino en el poder de Dios" (1 Cor 2,5). "No con sabiduría
carnal, sino con gracia de Dios". Estas frases aluden a los
milagros, las curaciones y signos que acompañaron la
predicación de Pablo. "Las características del
apóstol se vieron cumplidas entre vosotros: paciencia
perfecta en los sufrimientos y también señales,
prodigios y milagros" (2 Co 12,12).

Tendremos oportunidad de estudiar detenidamente en la
segunda parte del curso la situación de la comunidad de
Corinto con sus luces y sombras. Allí también
hablaremos de la tradición que Pablo les transmitió
en su visita fundacional.

El principal incidente reseñado en Hechos es el
de la comparecencia de Pablo ante Galión, el gobernador.
La denuncia vino de parte de los judíos que acusaban a
Pablo de contravenir la forma judía de dar culto a Dios y
observar su ley. Con evidente desprecio Galión
rehusó intervenir, diciendo que se trataban de asuntos
internos de la comunidad y desestimó el caso. Curiosamente
la multitud en lugar de lanzarse sobre Pablo para tomarse la
justicia por su mano, le dio una paliza a Sóstenes, el
jefe de la sinagoga, quizás por su fracaso en hacer
condenar a Pablo. La tibieza mostrada por Sostenes en su demanda
contra Pablo puede estar relacionada con el hecho de que
más tarde se convirtió al cristianismo, si se trata
de la misma persona mencionada en 1 Cor 1,1 como compañero
de Pablo.

F) Regreso a Antioquía

Hay dos datos que nos ayudan a fechar la primera visita
de Pablo a Corinto y la fundación de la Iglesia. Por una
parte se nos dice que acababan de llegar a Corinto Áquila
y Prisca, judíos romanos expulsados de Roma por el
emperador Claudio. Este decreto de expulsión, del que nos
habla el historiador romano Suetonio, debió tener lugar el
año 49 o 50 de nuestra era. Como vimos, la entrevista de
Pablo con Galión al final de su estancia en Corinto
debió haber tenido lugar en la primavera del
51.

Algún tiempo después del incidente con
Galión Pablo salió de Corinto, después de
confiar a Estéfano la coordinación de los distintos
grupos. Navegó hacia Éfeso, donde hizo una breve
visita a aquella comunidad que al fin conseguía visitar
por primera vez. Entró en la sinagoga y comenzó su
debate con los judíos locales que le pidieron una nueva
oportunidad para reunirse juntos. No sabemos muy bien por
qué, Pablo decidió aplazar para otra ocasión
su estancia prolongada en Éfeso y partió enseguida
hacia Palestina dando fin a esta segunda etapa de sus viajes
misioneros por el Mediterráneo.

Éfeso había estado en el punto de mira de
Pablo durante todo este viaje, pero curiosamente cuando por fin
consigue llegar allí, decide marcharse inmediatamente.
Pensamos que la causa de su marcha no hay que atribuirla a una
decepción por lo que encontró allí, sino
todo lo contrario. Éfeso, como podemos comprobar en el
libro del Apocalipsis es no solo la capital de la provincia de
romana de Asia, sino un potente foco de irradiación
cultural para el Egeo oriental. Es la ciudad ideal para el tipo
de pastoral misionera utilizada por Pablo. La ciudad de
Éfeso le resultaba tan prometedora que habría que
comenzar allí disponiendo de mucho tiempo, como de hecho
hizo Pablo cuando regresó para pasar allí tres
años. De momento dejó en Éfeso a
Áquila y a Priscila para que fueran preparando el terreno
hasta su regreso.

Según el relato de Hechos, al llegar a Judea
desembarcó en Cesarea del Mar, "subió a saludar a
la Iglesia" y después bajó a Antioquía (Hch
18,22). Esta subida a saludar a la Iglesia indica claramente una
visita a Jerusalén, no incluida en la relación que
hace Pablo en Gálatas de sus visitas a esta ciudad (Ga
1,18; 2,1). Pero la verdadera meta de su regreso era
Antioquía, la comunidad madre que le había enviado
en sus viajes misioneros.

TEMA 10: LAS CARTAS DE
PABLO[56]

Como ya hemos visto, hacia el año 50, Pablo
llegó al gran puerto de Corinto y pasó por una
primera etapa de desaliento. La llegada de Timoteo le trajo muy
buenas noticias sobre la situación de la comunidad
recién fundada en Tesalónica. Lleno de
alegría Pablo se decide a enviarles una carta. Será
su primera carta y el primero de los escritos del Nuevo
Testamento.

A lo largo de diez años, Pablo enviará
muchas otras cartas a sus comunidades y a sus colaboradores,
respondiendo a circunstancias concretas de cada una. Es probable
que Pablo no llegara a vislumbrar la importancia de su
correspondencia para la vida de la Iglesia de todos los tiempos.
Sin embargo, después de veinte siglos, las cartas de Pablo
conforman la correspondencia más famosa de todas las
épocas. Son parte de la Sagrada Escritura y la Iglesia no
cesa de basar en ellas lo mejor de su enseñanza. Todos los
concilios, especialmente el Vaticano II, han reconocido en san
Pablo al primero y más profundo de sus teólogos.
Pablo es más actual que nunca. Sus escritos ocasionales
constituyen un acontecimiento a la vez histórico,
literario y teológico.

Pero no olvidemos que las cartas de Pablo pertenecen
básicamente al género epistolar, no son tratados de
teología. Siguen el patrón establecido para el
género epistolar en la tradición
clásica:

* Nombre del que escribe y del destinatario.

* El saludo: Normalmente una sola palabra que en Pablo
suele aparecer ampliada para incluir el saludo judío
–shalom- y el cristiano –charis.

* Acción de gracias por la salud de que gozan los
destinatarios. Pablo amplía esta eucaristía para
abarcar todos los dones de que gozan en Cristo las comunidades a
las que se dirige.

* Contenido principal de la carta que suele incluir una
enseñanza doctrinal en respuesta a preguntas hechas por la
comunidad, y una exhortación moral a la vida
cristiana.

* Noticias y saludos personales.

* Palabra de despedida y bendición

"El escrito sustituye a la palabra oral, ya que la
distancia hace imposible la comunicación cara a cara. En
su comunicación epistolar, Pablo toma en cuenta los
problemas de sus interlocutores, responde a las preguntas que le
plantean (1 Cor 7,1; 8,1; 12,1; 16,1.12), completa las
enseñanzas dadas de palabra (1 Ts 3,10), se defiende de
sus críticos y acusadores (2 Co), trata de corregir las
desviaciones doctrinales y prácticas (Ga), expresa su
afecto y su preocupación por sus fieles (Flp), expone con
amplitud y detenimiento las líneas maestras de su
evangelio (Rm), o intenta resolver un asunto particular, como en
su breve misiva a Filemón"[57].

A) Un acontecimiento histórico

1.- Fisonomía de las Iglesias

Gracias a los Hechos de los Apóstoles estamos
enterados de los viajes misioneros del apóstol y de la
implantación de las Iglesias en el mundo pagano. Pero solo
se narran como desde fuera. Vamos siguiendo sus etapas,
adivinamos las dificultades, miramos con admiración a sus
actores, pero no podemos entrar en el corazón de las
comunidades cristianas, captar sus problemas, seguir los
altibajos de su vida nueva, las debilidades y los méritos
de aquellos hombres y aquellas mujeres que Cristo acababa de
arrancar de un mundo pagano tan fascinante como
degradado.

En cambio las cartas de Pablo nos introducen en la
intimidad de aquella Iglesia naciente. Podemos comulgar con las
angustias y esperanzas de aquellos equipos aparentemente perdidos
en medio de aquellas ciudades tentaculares, pero en las que
realmente brillan como "lumbreras del mundo" (Flp 2, 15). Cada
comunidad tiene su propio rostro, sus problemas, sus miserias, y
también sus riquezas de vida cristiana, su manera de
apasionarse por el único Señor y Salvador
Jesucristo, muerto y resucitado.

Gracias a Pablo, "celebrante del Mesías
Jesús para con los paganos" (Rm 15, 16), tenemos la
posibilidad de ver cómo actúa la gracia en medio de
circunstancias siempre variadas. Unas veces se trata de
Tesalónica, cuya comunidad se ve especialmente sacudida
por una ola de persecución y por un anhelo obsesivo del
retorno inmediato de Cristo, con las consiguientes divagaciones
místicas y una especie de huelga de brazos caídos.
Otras veces se trata de Corinto, con sus cristianos turbulentos y
orgullosos de sí mismos, esos "inflados de Corinto", como
no duda en calificarlos Pablo; se dejan arrastrar a discusiones
estériles y a cierta despreocupación incluso en los
momentos más sagrados de la cena del Señor. Como
niños caprichosos, llegan a enfadarse con su
apóstol y casi lo echan de su comunidad. Es fácil
de adivinar entonces la reacción apasionada, de Pablo ante
sus hijos rebeldes.

Están también los gálatas, hijos de
aquellos hombres descritos por Julio César en sus
Comentarios a las guerras de las Galias: generosos y
abiertos, pero tornadizos y superficiales. Pablo les
revelará la verdadera naturaleza de la libertad cristiana.
Y están también Roma y sus romanos, capital del
mundo y ciudad del derecho. A esa comunidad dirigirá Pablo
su magnífico manifiesto misionero sobre Cristo,
único salvador de toda la humanidad.

Otras veces se trata de Filipos, en Macedonia, cuyos
cristianos constituyen el gozo y la corona de Pablo. Una
comunidad simpática, cuya pobreza no hace más que
avivar la generosidad, la plegaria y la sonrisa. Toda la historia
de la Iglesia primitiva, llena de colorido y de riqueza de vida,
va desfilando ante nuestros ojos. No es posible estudiar esta
historia sin referirnos a la correspondencia de Pablo.

2.- Fisonomía de Pablo

Más aún que la historia, esa historia tan
detallada y tan apasionante de la Iglesia primitiva, es la
personalidad misma del apóstol la que se nos abre en esta
correspondencia. Vemos cómo era el hombre que Cristo
suscitó para anunciar el evangelio y plantar la cruz en
plena civilización pagana. Cada una de las cartas nos
muestra al apóstol. Cada una es un espejo deslumbrador de
su genio radiante. En 1 Ts, Pablo es el conversador
amable que toca los más diversos temas apelando
continuamente a los recuerdos personales. En I
Corintios
, Pablo muestra todos los rasgos de su personalidad
poderosa y compleja, con su cariño de padre, pero
también con su firmeza de jefe que no puede tolerar los
abusos, con su talento de organizador, con su genio
místico y moral. Esta carta tan equilibrada es una
amalgama de orgullo y de timidez, de enfado y de afecto, de
ironía cáustica y de cándida
bonachonería, de gravedad buscada y de cordial
simplicidad. En 2 Corintios, Pablo es el amante
apasionado que nos manifiesta sin pudor la protesta de su
sensibilidad herida, haciendo en público su
revisión de vida y su examen de conciencia y
señalándonos finalmente el secreto de su vida
profunda: el amor de Cristo le obsesiona y le urge.

Con Gálatas aparece el polemista en
medio de una noche tormentosa. Realmente, Pablo no siempre
tenía días felices, sobre todo cuando se tocaba a
lo esencial del evangelio. En Romanos es el arquitecto
atrevido que levanta la "catedral de la fe", valeroso y profundo,
pero siempre apóstol: su pasión es evangelizar,
hacer que Cristo sea amado por todos y en todas
partes.

Las cartas a Filipenses y a
Filemón ponen de relieve una faceta a la que
nadie se resiste: un hombre afectuoso, casi acariciante, un
humanista delicado a quien no resulta extraño nada humano.
¡Qué lejos estamos de aquel joven rabino, tan seco
como un pergamino de la Torah! Pablo es un apóstol
prodigiosamente vivo en medio del mundo y en plena Iglesia de
Cristo, como veremos a continuación.

B) Un acontecimiento literario

Al leer las cartas de pablo no debemos olvidar que
normalmente Pablo no escribía de puño y letra, sino
que dictaba sus cartas a un escriba o amanuense. "Eso tiene
importancia, porque significa que su forma literaria pertenece
más al estilo oral que al de una composición
redactada con calma. Al leerlas hay que ponerse en la actitud de
quien escucha un sermón o una charla donde no se atiende
tanto a cada palabra, sino a los contenidos
principales"[58].

Al escribir o dictar sus cartas, Pablo no intentó
nunca componer una obra literaria. ¿Pensó
quizás alguna vez que sus cartas podrían ser
leídas fuera del círculo restringido de sus
corresponsales? Sin embargo, la verdad es que constituyen un
acontecimiento literario. Todos los grandes críticos de la
literatura que han hablado alguna vez de su correspondencia se
muestran unánimes en sus declaraciones. ¿Qué
es lo que constituye este genio literario? El misterio de
semejante éxito es evidentemente imposible de captar:
pertenece a los privilegios del genio; pero al menos será
posible analizar las características de esta tremenda
originalidad para averiguar dónde hundía sus
raíces llenas de vida.

1.- El hombre de genio

Está en primer lugar el hecho de que Pablo es un
hombre con una dualidad esencial que suscita una tensión
creadora y que se resuelve en la síntesis de la fe en
Cristo. Es al mismo tiempo un dialéctico de lógica
implacable y un intuitivo que capta la verdad mediante la
adhesión directa y la participación inmediata en el
ser de las cosas. Es "el gran poeta de lo invisible".
Además, raras veces ha habido un hombre que abrace tantas
ideas, tantos temas, tantas realidades, tantos problemas, como
Pablo. Recogió y expuso todos nuestros problemas
existenciales que se plantean al hombre por ser hombre; ninguno
se le escapó; y para todos formuló las respuestas
más originales y tan definitivas que, después de
él, ningún otro genio ha sabido formularlas mejor.
Por eso parece contemporáneo nuestro y de todas las
épocas, pues se sitúa para siempre "en el tiempo de
Cristo".

Pero es también el más fiel de los
apóstoles. Apóstol por vocación, escritor
por necesidad. Se sitúa en la corriente de una
tradición, la de su pueblo, su raza, la del pensamiento y
la literatura judía, con los que se negará a romper
durante toda su vida. Al mismo tiempo que los asume, los
trasciende y los cumple. Nos hace pensar en los profetas de la
Biblia. En realidad, es infinitamente más que un profeta.
Es el apóstol de Jesucristo. Sería fácil
señalar los aspectos de estas fecundas antítesis:
sensible y abrupto, categórico e insinuante.
Místico que ha logrado penetrar hasta el tercer cielo, y
hombre comprometido en la acción misionera. Esta
tensión permanente es lo que da a toda su obra un tono
inimitable: el tumulto interior se serena de pronto en una
fórmula de fe inquebrantable, la cascada de interrogantes
desemboca en una frase que contiene la única respuesta,
los gritos de dolor o de angustia se resuelven repentinamente en
el canto de un alma contemplativa.

Así es Pablo: genio literario, ejemplo acabado de
un improbable encuentro de cualidades que se excluyen de
ordinario: la razón y la imaginación; los
análisis sutiles y las síntesis fulgurantes;
universalidad y agudeza única; todo esto armonizado por la
pasión de su alma, que lo derribó ante las puertas
de Damasco. Su genio, su pasión, su vida llevan un nombre:
Jesús resucitado.

2.- El nervio de un lenguaje

La lengua que Pablo utiliza es la koiné
helenística, el griego de las personas cultas de su
tiempo, el de las conversaciones entre personas que tienen algo
que decir y el de las conferencias públicas.

Se ve que ese griego es su lengua madre, la que
usó durante su infancia. Su traslado a Jerusalén
para proseguir allí sus estudios tuvo lugar pasada ya su
adolescencia, cuando el uso del griego se había ya
consolidado como su lengua principal. Pablo se siente
cómodo en griego. Acierta a expresar matices
difíciles de formular cuando no hay dominio de la lengua.
Sin pretensiones de academicismo conoce y domina los recursos
estilísticos de la retórica helenística
tales como la diatriba, la antítesis, la metáfora,
la paradoja…

Pero el estilo es la persona, y el griego de Pablo
muchas veces es tan torturado como su propio pensamiento. No
pretende escribir literatura. "Sus frases son en más de
una ocasión difíciles de entender, incorrectas e
incompletas. Es verdad que ciertos pasajes parecen haber sido
largamente meditados, pero la mayoría dan la
impresión de ser fruto de un primer impulso
espontáneo y sin retoques […] A pesar de sus
defectos, a veces más aparentes que reales, Pablo se nos
revela como un verdadero escritor griego con un estilo fogoso de
extraordinaria densidad"[59].

Por eso, a pesar de estos defectos, se ha podido llamar
con toda razón a Pablo "un clásico del helenismo".
Aunque por nada en el mundo le habría gustado a Pablo
verse clasificado entre los rhetores asiáticos o entre los
aficionados a la literatura pura. Para él, la idea
está por encima de las formas. A fin de comunicarla lo
mejor posible, no vacila en romper el lenguaje, en deformarlo sin
recato alguno, en forzar la frase y destrozar la sintaxis.
Muestra recelos contra la elocuencia, no porque la desprecie,
sino porque desea que sirva sobre todo para hacer amar más
a Jesucristo. En este sentido, Pablo es el creador de la
elocuencia cristiana, el primer clásico
cristiano.

¡Qué lejos estamos de un escritor
profesional! Mirándonos con ojos que han visto al
resucitado hay alguien que tiene algo que decimos. Lo saca de lo
más íntimo de su ser, de su corazón y de su
carne. Es demasiado lo que tiene que decir. Por eso atormenta al
lector o al crítico literario. Para Pablo escribir es
vivir, es entregarse sin segundas intenciones, desde su triple
cultura, judía, griega y romana. Para leerlo, es menester
aceptar su modo rápido de remontarse, sus senderos
zigzagueantes nunca en reposo. El pensador sigue la misma
andadura que el misionero. El estilo forma un solo cuerpo con el
pensamiento y lo acompaña al mismo ritmo.

3. El uso de la Escritura

Hay más de 75 citas explícitas del Antiguo
Testamento en las cartas de san Pablo. Entendemos por citas
explícitas aquellas que son introducidas por expresiones
tales como: "Está escrito" o "Como dice la Escritura".
Además hay otras 20 citas implícitas en las que
falta esta referencia pero que aluden claramente a pasajes
concretos de la Escritura. Así por ejemplo Rm 3,20
reproduce textualmente el salmo 143,2, aunque falta la
alusión explícita. Los libros más citados
son Isaías (21 veces) y salmos (19 veces), seguidos por
Génesis (11) y Deuteronomio (10).

Normalmente Pablo cita la Escritura según la
traducción griega de los LXX que conoce perfectamente.
Pero en ocasiones se desvía de dicha traducción
para seguir otras, o más probablemente para hacer su
propia recensión del texto griego a partir de una
traducción personal del original hebreo.

Abundan las interpretaciones alegóricas, que se
hacen necesarias cuando el sentido literal del pasado ya no sirve
para el contexto presente. Recordemos la interpretación
alegórica del mandato bíblico de no poner bozal al
buey que trilla (1 Cor 9,9).

Las alegorías paulinas suponen una lectura
tipológica aplicada a Cristo. Pero Pablo no parte del
texto del AT para llegar a Cristo, sino que parte de Cristo para
desentrañar el sentido profundo del AT. No es un exegeta
del antiguo Testamento sino un exegeta de Cristo.

Se muestra buen conocedor de los midrashim, o
relatos que interpretan o amplifican con nuevos detalles los
relatos del AT. Así por ejemplo de la literatura
midráshica recibe Pablo la inspiración
cuando habla del bautismo de Israel en el desierto (1 Cor 10,1),
de la roca que seguía al pueblo en su peregrinar (1 Cor
10,4), de la mediación de los ángeles en la ley del
Sinaí (Ga 3,19) o de la persecución de Ismael por
Isaac (Ga 4,29). En todos estos casos se trata de datos que no
aparecen en los textos bíblicos y que por tanto le han
llegado a Pablo a través de la literatura
midráshica contemporánea.

En esta misma línea podemos constatar el uso
rabínico de vincular un pasaje de la Torah con un pasaje
de los libros proféticos o de los Escritos, mostrando
cómo el resto de los libros de la Escritura son la mejor
exégesis de los textos de la Torah. Así por
ejemplo, en Rm 4,1-9) Pablo cita la justificación por la
fe de Abraham en Gn 5,6 e interpreta esta cita a la luz del Salmo
32,1-2. Igualmente Gnilka nos recuerda la costumbre paulina de
empalmar entre sí pasajes varios de la Escritura a modo de
lema y convenirlos en un "collar de perlas"[60]
(Rm 15,9-12; Rm 10,6-9).

Todos estos usos confirman la información lucana
de los estudios rabínicos sistemáticos de Pablo con
alguno de los grandes rabinos de la época, posiblemente
Gamaliel (Hch 22,3)

C) Un acontecimiento teológico

Pablo ha sido el teólogo más utilizado y
consultado por el Vaticano II. Desde luego, es mucho más
que un teólogo. Sus escritos forman parte del
depósito de la Escritura. Transmiten la palabra de Dios,
con el privilegio de la inspiración bíblica. Pablo
es un teólogo, aunque apoye sus enseñanzas en
experiencias místicas más que en deducciones
lógicas. Porque la teología no es una
construcción de proposiciones abstractas sin ningún
lazo con la vida humana, ni una demostración
metódica e implacable.

Todo partió de un encuentro en el camino de
Damasco. En aquel instante Pablo lo vio y lo comprendió
todo. Vio la verdad cara a cara y la verdad era alguien:
Jesús de Nazaret, muerto y resucitado. Aquella luz hizo
penetrar en él la Palabra porque "la palabra de Dios es
viva y enérgica, más tajante que una espada de dos
filos" (Hb 4, 12). Pablo vio y quedó enganchado para
siempre (Flp 3, 12).

En adelante, ya no habrá problemas no se iluminen
con esa claridad pascual. En aquella experiencia inicial, Pablo
comprendió que Cristo era a la vez el centro y la cima de
la historia y de la creación, el Hijo de Dios y el hijo de
David. Pensaban que su cadáver había acabado
corrompiéndose en algún rincón de los
alrededores de Jerusalén, pero Pablo comprendió que
Cristo vivía realmente a la derecha del Padre, en cada uno
de los fieles, en él mismo y finalmente en toda la Iglesia
que se había convertido por el sacrificio de la cruz en el
cuerpo mismo del resucitado. Ningún hombre, por muy
hundido que estuviera en el mal, podía escaparse del poder
de aquel que es el Señor y el Salvador
universal.

Sus cartas, sus discusiones, sus reflexiones, más
que un enriquecimiento de nuevas verdades, son un despliegue
progresivo de esa primera intuición adaptada a diversas
circunstancias pastorales. Convertido en misionero de Cristo, ya
no verá nada y no explicará nada sino en el
crucificado que vive.

Decíamos que Pablo fue el mayor teólogo
del Vaticano II. Para convencemos de ello, bastaría
recoger, a través de los decretos y de las Constituciones
conciliares, todas las referencias a las cartas de Pablo. La
LG, desde el primer capítulo, presenta el
misterio de la Iglesia desde los textos paulinos: pueblo de Dios,
cuerpo de Cristo, epifanía de las tres divinas personas.
El esquema de la constitución sobre la Iglesia en el mundo
de hoy (GS) se encontraba en la carta a los romanos. El
decreto sobre el apostolado de los laicos (AA) registra
la actividad del laicado cristiano y su fecundidad en los
primeros días de la Iglesia. Lo mismo ocurre con la
declaración sobre la libertad religiosa (DH), que
encuentra en la carta a los gálatas "la carta magna de la
libertad cristiana".

En Pablo encontró el concilio la respuesta a sus
preguntas sobre el sacerdocio ministerial viendo a los sacerdotes
como "ministros de Jesucristo, desempeñando el sagrado
ministerio del evangelio, para que sea grata la oblación
de los pueblos, santificada por el Espíritu Santo" (PO
2
, cf. Rm 15, 16). Si el sacerdote está ordenado por
completo para la evangelización del mundo, la cumbre de su
ministerio será la celebración de la
eucaristía, ya que allí es donde el sacrificio
espiritual de los cristianos y el sacrificio de Cristo se
consuman en la unidad. Podríamos seguir detectando esta
influencia del apóstol sobre el Vaticano II, lo mismo que
sobre los demás concilios y sobre el pensamiento de los
últimos papas que han escogido expresamente el nombre de
Pablo. ¡Qué grande acontecimiento fue para la
Iglesia cuando una tarde de invierno del año 50, en una
tienda de Corinto, se decidió a escribir por vez primera a
los jóvenes cristianos de Tesalónica! Aquella tarde
comenzó a escribirse el Nuevo Testamento.

D) Un acontecimiento pastoral

Pablo no es solo un apóstol, un misionero, un
teólogo, un escritor, sino que es principalmente un
pastor[61]A través de sus cartas podemos
rastrear las relaciones con sus numerosísimos
colaboradores, y comprobar como la gigantesca tarea de Pablo
hubiese sido imposible sin su talento para despertar vocaciones
al ministerio. Dicen que un hombre grande no es aquel en cuyo
entorno solo existen hombres pequeños, sino aquel en cuyo
entorno solo existen hombres grandes.

Pablo no fue un francotirador. En el capítulo 16
de la carta a los Romanos figura una larga lista de 26 nombres de
personas a quienes Pablo envía saludos, entre ellos 9
mujeres. Como diremos al hablar de la comunidad de Éfeso,
es probable que este capítulo no perteneciera
originalmente a la carta a los Romanos, sino a una carta a la
comunidad de Éfeso[62]

Entre los discípulos varones sobresalen Timoteo
de Listra, "hermano nuestro y colaborador de Dios" (1 Ts 3,2; 1
Cor 4,17; 1 Cor 16,10-11; Flp 2,19-23; Tito (Ga 2,1-3; 2 Co
2,12-13; 2 Co 7,6-7.13-15); Silvano (1 Ts 1,1; 2 Co 1,19);
Epafrodito de Filipos (Flp 2,25), Epafras y Marcos (Flm 23; Col
4,12), y la larga lista del capítulo 16 de la carta a los
Romanos. Hay matrimonios, como el de Áquila y Priscila (1
Cor 16,19; Rm 16,3.9.21) y Andrónico y Junia sus parientes
(Rm 16,7), y muchas mujeres como Evodia y Síntique en
Filipos (Flp 4,3), Trifena, Trifosa, Pérside (Rm 16,12),
Febe la diaconisa (Rm 16,1).

La pastoral de Pablo sabe juntar la firmeza, la
conciencia de su autoridad sobre sus comunidades, con la ternura
y la solicitud que le llevan en ocasiones a abajarse y
humillarse. No pretende dirigirlo y controlarlo todo (2 Co 1,24),
sino que considera su ministerio ante todo como un servicio (1
Cor 4,1-2) conducente a la edificación del cuerpo de
Cristo (1 Cor 10,23-24). Ni el que planta es algo, ni el que
riega, sino el que da el crecimiento que es Dios (1 Cor
3,7).

Interviene en los casos de indisciplina (1 Cor 11,14),
escándalo o de ofensas hechas a uno de sus colaboradores
(Ga 1,9), y en esos casos no teme actuar con severidad y amenaza
con castigos (2 Co 10). Pero por otra parte es bien consciente de
que un pastor debe saber cargar con las flaquezas de sus hermanos
más débiles (Rm 15,1; Rm 14,1ss; 1 Cor 12,22-26; Ga
6,2). Ya hablamos de su capacidad de renunciar a cualquier tipo
de remuneración económica y su disposición
para hacerse siervo de todos, judío con los judíos,
sin ley con los sin ley (1 Cor 9,19).

Otro rasgo valioso del modo de pastoreo paulino es su
discreción a la hora de distinguir entre la
tradición recibida, la que viene de Jesús, y sus
propias opiniones personales que no quiere imponer a los
demás. Esta humildad contrasta con la de otros jerarcas de
la Iglesia que consideran Palabra de Dios todas sus propias
opiniones o caprichos.

Hablando de la virginidad y del matrimonio, contrastan
estas dos frases de Pablo den que distingue las palabras de
Cristo de sus propias palabras:

"A los casados les mando, no yo, sino el
Señor
, que la mujer no se separe de su marido" (1 Cor
7,10).

"A los demás les digo yo, no el
Señor
" (1 Cor 7,12).

Y un poco más adelante confiesa humildemente: En
lo referente a los célibes, no tengo mandato del
Señor, pero os doy mi opinión como persona de fiar
por la misericordia de Dios" (1 Cor 7,25).

Muchas veces se quiere construir una teología
paulina de corte académico mezclando datos expuestos en
diversas cartas y en contextos diferentes. Se olvida con ello que
"Pablo elabora una teología en forma
epistolar"[63]. Además esta teología
no es ya un producto acabado, sino que se va elaborando a
través de las distintas cartas. En el tema de la
valoración que Pablo hace de la ley mosaica, las
diferencias que hay entre la carta a los Gálatas y la
carta a los Romanos, se deben en parte al hecho de que
Gálatas es anterior a Romanos. Gálatas es un paso
en el proceso teológico que avanza hacia la
teología final en Romanos. Por eso Pablo en sus cartas no
es un teólogo sistemático, sino "un teólogo
in progress, un teólogo in
faciendo
[64]

Además, a pesar de los altos vuelos de su
teología, las cartas de Pablo están siempre
contextualizadas. Como los aviones, tienen alas y tren de
aterrizaje. "Lo ocasional de sus escritos implica lo
circunstancial de su teología
, vinculada
estrechamente a la contingencia del momento"[65].
Las diferencias teológicas entre Gálatas y Romanos
no se deben solo, como hemos señalado, a que ambas cartas
respondan a diversos momentos en la elaboración
teológica de Pablo, sino también al contexto. En
Romanos Pablo escribe a una comunidad con la que no tiene
problemas personales y por eso puede hace una exposición
más serena, mientras que en Gálatas Pablo se siente
herido y atacado, con lo que su exposición es más
pasional y más agresiva. Todo esto tendrá que ser
tenido en cuenta por el exegeta a la hora de interpretar el tenor
de unos y otros textos.

Uno de los más hermosos himnos
cristológicos es el del capítulo segundo de
Filipenses. Pero no hay que olvidar el contexto de este himno.
"Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con
humildad, considerando cada cual a los demás como
superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio
interés sino el de los demás. Tened entre vosotros
los mismos sentimientos que Cristo" (Flp 2,3-5). Probablemente se
refiere a mezquinas disputas y enfrentamientos como el de Evodia
y Síntique, dos hermanas de la comunidad que estaban
enfrentadas una con la otra, probablemente por razones de
liderazgo (cf. Flp 4,2).

Es curioso cómo para derrotar este tipo de
problemillas Pablo acude a la artillería pesada de un
himno cristológico sobre el abajamiento de Cristo. Al
hacer la exégesis de este himno nunca se debe olvidar el
contexto que lo provocó, porque será la principal
clave hermenéutica para delimitar el alcance de algunas de
sus proposiciones.

Discuten los teólogos sobre cómo hay que
traducir el que Cristo se "despojase de su condición
divina" al tomar la condición de hombre (Flp 2,7-8).
Interpretan algunos esta kénosis como "vaciamiento". Pero
con algunos teólogos pensamos que no se está
hablando de un vaciamiento, sino de un derramamiento.
"Jesús no se vació "de nada", sino que se
derramó a sí mismo, se entregó a sí
mismo"[66]. No usó su condición
divina como algo utilizable en provecho propio, sino que se
entregó a sí mismo para vivir como siervo. Lo que
se subraya no es el despojamiento, sino el servicio. La humildad
no consiste en negar los propios valores, sino en ponerlos al
servicio de los demás. Jesús no se despojó
de su condición divina, de su grandeza. Pero en lugar de
usarla en servicio propio, la usó en servicio Dios y de
los demás, y de esta forma reveló en qué
consistía precisamente esta grandeza, reveló
cuál era la naturaleza de su filiación.

Ahora entendemos cómo el himno puede ser una
medicina para la rivalidad que existía entre Evodia y
Síntique, un antídoto contra su vanagloria, su
deseo de protagonismo, de ser superior la una a la otra. La
solicitud del Pablo pastor ha dado lugar a la inspiración
del Pablo teólogo. Su teología se desarrolla en
función de las necesidades pastorales de su
comunidad.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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