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Introducción a San Pablo (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

No olvidemos, pues, la importancia contextual de las
cartas paulinas. Como escritos inspirados que son, serán
después utilizados por todas las generaciones cristianas
en todos los lugares del mundo, pero en la mente de Pablo fueron
escritas para comunidades muy concretas, respondiendo a contextos
muy concretos. Nunca se debe olvidar este aspecto de las cartas
cuando se pretende sacar de ellas conclusiones universales sobre
el velo de las mujeres, la actitud a tomar ante las autoridades
civiles, la esclavitud, los cantos carismáticos, el puesto
de la mujer en la Iglesia, la sumisión de la esposa al
esposo. Las enseñanzas de Pablo están fechadas, y
su aplicación a contextos actuales nunca podrá ser
una traducción literal fundamentalista, sino que
requerirá de claves hermenéuticas mucho más
profundas.

TEMA 11: EL ÚLTIMO VIAJE
APOSTÓLICO

  • A) Características del último
    viaje apostólico

Tradicionalmente se ha solido hablar de los tres viajes
misioneros de San Pablo, que aparecen en los mapas incluidos en
la Biblias. Un primer viaje antes de la asamblea de
Jerusalén (según el orden de Hechos) y dos viajes a
continuación.

En realidad resulta difícil separar limpiamente
el segundo y el tercer viaje, a pesar de que Hch 18,22 nos habla
de una vuelta de Pablo al campamento base de Palestina y Siria:
"Zarpó de Éfeso, desembarcó en Cesarea,
subió a saludar a la Iglesia y luego bajó a
Antioquía". Esta etapa no puede considerarse como una
verdadera vuelta al punto de partida que finalizase la
misión emprendida para iniciar después un nuevo
viaje. En realidad se trata tan solo de una breve
interrupción del trabajo misionero de Pablo.

A partir del segundo viaje, tenemos que reconocer que
Pablo se mantuvo en movimiento misionero que no excluía
las detenciones más o menos largas en algunas ciudades. Ya
vimos que estuvo año y medio en Corinto y 3 años en
Éfeso. Más que de un viaje misionero se trata de un
modo estable de vivir evangelizando que alterna viajes con largas
estancias en algunas ciudades que constituyen plataformas de
evangelización.

Por tanto, más que dividir la actividad de Pablo
en tres viajes, la dividiríamos en dos etapas, una primera
misión más breve a tierras no demasiado lejanas, de
tipo experimental, en la cual va comisionado por la Iglesia de
Antioquía y a la sombra de Bernabé (primer viaje) y
una segunda etapa ya verdaderamente universal, en la que Pablo
parte como cabeza de la expedición y como apóstol
enviado directamente sin sentirse jamás comisionado por
ninguna comunidad particular. La breve vuelta a Palestina de Hch
18,21-23 es sencillamente una escala técnica más
que ni concluye ni inicia nada.

De este modo consideramos que no hay solución de
continuidad entre los así llamados segundo y tercer viaje,
que son simplemente una única etapa de
evangelización en el Mediterráneo oriental.
Probablemente una vez que la asamblea de Jerusalén
legitimó la misión entre paganos y ratificó
el carisma de Pablo, éste ya no necesitó ser
comisionado por comunidad alguna.

Se duda si en lo que hemos llamado escala técnica
en Siria y Palestina Pablo llegó a visitar
Jerusalén. Con todo, seguiremos utilizando la
terminología tradicional para referirnos a esta etapa
misionera como tercer viaje. El texto lucano dice que desde
Cesarea subió a saludar a la comunidad. En el lenguaje
judío "subir" significa claramente ir a Jerusalén,
y la "Iglesia" sin más debe designar a la comunidad madre
de Jerusalén. Ya nos referimos anteriormente a las
discrepancias que hay entre las cartas y Hechos en lo referente
al número de visitas de Pablo a
Jerusalén.

Quizás esta vuelta al campamento base se limitase
a una visita a Antioquia, relacionada con el tema de la colecta
que Pablo quería extender a las comunidades evangelizadas
por él. En este caso el dato de la visita a
Jerusalén en esta ocasión, bien podría ser
un añadido de Lucas, siempre deseoso de multiplicar las
relaciones de Pablo con la comunidad madre de Jerusalén.
O, por el contrario, puede ser que el dato sea auténtico y
fuese el propio Pablo quien olvidó reseñar esta
visita en su texto claramente polémico de Gálatas
en que trata de minimizar sus contactos con la comunidad
madre.

Posiblemente este regreso a Antioquía marca ya
una clara separación entre Pablo y esta comunidad de la
que había partido en sus anteriores viajes. Pablo
había sido enviado anteriormente por la comunidad de
Antioquía, que no podía dejar de considerar las
nuevas cristiandades de Pablo como Iglesias filiales. Pero una
vez que la comunidad de Antioquía se inclinó por la
tendencia judeocristiana, y que Bernabé se orientó
también en esta dirección, Pablo decidió
desligar sus comunidades de la filiación antioquena, y
establecer una misión ya totalmente autónoma, para
evitar así el influjo de sus
adversarios[67]

El "tercer" viaje se inició con un nuevo
recorrido por tierra desde Antioquía visitando las
comunidades de Galacia y Frigia (Hch 18,23), ya visitadas en
viajes anteriores. La meta era finalmente Éfeso, que se
convertirá en el centro de actividad de Pablo durante esta
nueva etapa misionera.

B) La estancia en Éfeso

La importantísima estancia de Pablo en
Éfeso durante tres años nos es conocida por el
relato de Hechos (19,1-40) y por pequeños datos sueltos de
las cartas de San Pablo, escritas desde esta ciudad. Lo primer
que llama la atención es que sabemos muy poco sobre este
espacio de tiempo tan largo. Con los datos que nos han llegado
resulta difícil cubrir un periodo tan largo, lo cual nos
lleva a pensar que ocurrieron muchas cosas importantes en este
tiempo que nos son desconocidas.

Vamos a coleccionar primero los datos dispersos de las
cartas, y luego los cotejaremos con el escueto relato de Hechos.
Desde Éfeso está escrita la 1 Corintios (1 Cor
16,8). Acompañan a Pablo Áquila y Prisca. Muy
probablemente en el curso de la estancia tuvo lugar una breve
visita de Pablo a Corinto (2 Co 13,2; 2,1). Como
señalaremos en nuestro comentario a la Primera corintios,
se cruzó una numerosa correspondencia entre Pablo y
Corinto. Puede ser que alguna de las cartas mencionadas se hayan
perdido, o bien puede ser que las dos canónicas actuales
sean una refundición de una correspondencia más
amplia (Bornkmann habla hasta de siete cartas).

Durante la estancia en Éfeso tuvo lugar una gran
tribulación (2 Co 1,8) en la que Pablo llegó a
perder la esperanza de salir con vida, pues llegó a estar
sentenciado a muerte (2 Co 1,9). Ya citamos lo que dijo en otra
ocasión: "Luché en Éfeso contra las fieras"
(1 Co, 15,32). Habla en un sentido sin duda metafórico.
Quizás la carta a los romanos se refiere a este incidente
cuando alude a que Prisca y Áquila expusieron su vidas por
salvarlo" (Rm 16,4).

Este incidente podría aclararse a la luz de la
carta a los Filipenses, suponiendo que esta carta se haya escrito
desde una cautividad de Pablo en Éfeso. Ya vimos las
razones a favor de esta fechación. En la carta a los
filipenses Pablo habla también de un estado de
incertidumbre sobre el resultado de su prisión, sobre si
vivirá o morirá, y sobre las ventajas y desventajas
de cada una de estas posibilidades que se ciernen sobre él
(Flp 1,20-26). Concuerda esto muy bien con las alusiones ya
citadas a su incertidumbre en Éfeso, cuando ya casi
"había perdido mi esperanza de conservarme en vida" (2 Co
1,9; 5,7-8); "hemos tenido sobre nosotros la sentencia de muerte"
(2 Co 1,8-9).

Éfeso había sido refundada por
Lisímaco, uno de los generales de Alejandro Magno, a
finales del siglo IV. Era famosa por sus riquezas, sus industrias
y sobre todo por su gran templo de Artemisa, una de las siete
maravillas del mundo antiguo. Este gigantesco templo era
también como un banco donde estaban depositados los
ahorros de los efesios.

Según la tradición en esta ciudad se
asentó varias décadas después de Pablo el
apóstol San Juan, creando aquí una comunidad en la
que nacería el evangelio y las cartas juánicas. Es
curioso que al referirse el Apocalipsis a la Iglesia de
Éfeso no haga ninguna mención sobre la estancia de
Pablo, ni sobre la comunidad paulina residente en la ciudad (Ap
2,1-7).

En el segundo viaje la meta inicial de Pablo
había sido Éfeso, adonde no pudo llegar, porque el
Espíritu le desvió en varias ocasiones. Se
limitó a hacer una simple escala técnica mientras
viajaba de regreso desde Corinto hacia Cesarea. "Arribaron a
Éfeso y allí se separó de ellos.
Entró en la sinagoga y se puso a discutir con los
judíos. Le rogaron que se quedase allí más
tiempo, pero no accedió, sino que respondió
diciendo: 'Volveré a vosotros otra vez si Dios quiere'. Y
embarcándose marchó de Éfeso" (Hch
18,19-21).

Para cuando cumpliendo su promesa Pablo vuelve a
Éfeso para pasar allí tres años, ya existe
allí una comunidad cristiana incipiente, fundada
quizás por Áquila y Priscila que habían
convertido a Apolo.

La problemática que se le plantea a Pablo en
Éfeso es bien distinta de la de las ciudades anteriores.
Lucas apenas da relieve a las tensiones con la comunidad
judía local ni a la ruptura del mundo judío. El
problema de la comunidad efesina no es tanto el de
recaídas en el judaísmo ni los enfrentamientos con
predicadores judeocristianos, cuanto el librar a la comunidad
naciente del ambiente pagano y sus posibles influjos. Hay unos
problemas iniciales con círculos afines al Bautista (Hch
19,1-7), y luego hay un enfrentamiento con círculos en que
se practica la magia (Hch 19,11-20) y finalmente hay un conflicto
con el patrioterismo religioso suscitado por la diosa Artemisa,
cuyo culto popular estaba tan arraigado entre los efesios (Hch
19,2-40).

Probablemente en esta etapa en Éfeso hubo viajes
radiales a las provincias vecinas. Durante esta época pudo
tener lugar la fundación de la Iglesia de Colosas y otras
ciudades próximas. De hecho algunos piensan que la carta a
los efesios fue una carta circular dirigida a las distintas
Iglesias de la zona, que incluía también Laodicea,
a la que Pablo dirigió una carta que se ha perdido (Col
4,16).

Respecto al clima que se respiraba en la comunidad de
Éfeso podríamos saber mucho si se confirma que el
apéndice a la carta a los romanos (Rm 16)
pertenecía en realidad a la carta a los efesios y ha
sufrido un desplazamiento posterior accidentalmente. Dicho
capítulo 16 de la carta a los Romanos consiste en una
larga lista de nombres de personas a quienes Pablo manda
recuerdos en una esquela. De hecho se mencionan nombres de
personas que nos consta que estaban en Éfeso poco antes,
como por ejemplo Áquila y Prisca (1 Cor 16,19; Rm 16,3), o
Epéneto, primicias de Asia para Cristo (Rm 16,5). Si Pablo
sufrió prisión en Éfeso como hemos
conjeturado, se explica que envíe también recuerdos
a "Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de
prisión" (Rm 16,7). Sería muy extraño que
Pablo conociese tantas personas en Roma sin haber estado nunca
allí, y sin embargo sería normal encontrar una
lista así en una carta dirigida a los de Éfeso,
ciudad donde Pablo había residido tres años. Por
otra parte ese capítulo 16 hace alusión a
divisiones y escándalos (Rm 16, 17-20) que no se mencionan
en absoluto en la carta a los Romanos, y que quedarían
mejor situados en Éfeso, una comunidad más
numerosa.

Como hemos dicho, sabemos muy poco de lo que
ocurrió durante aquellos tres años de Pablo en
Éfeso. Lucas es muy parco en sus noticias y ni siquiera
menciona el cautiverio de Éfeso que conocemos por otras
cartas. Quizás este cautiverio y este peligro de muerte
hay que relacionarlos con el motín de los plateros que es
la única escena en Éfeso que Lucas nos cuenta con
detalle (Hch 19,23-39).

Por primera vez se produce allí la
confrontación del Dios, Padre de Jesucristo, con los
ídolos del imperio romano y con todo el tinglado
económico sobre el que se apoyaban esas religiones. El
culto a Artemisa era la "superestructura" de unas determinadas
relaciones económicas que beneficiaban a determinadas
clases sociales. La predicación del evangelio de Pablo
minaba esas ideologías y amenazaba los entramados
económicos en que se apoyaban.

Este conflicto da origen a una de las mayores
persecuciones que tuvo que sufrir Pablo y que muy probablemente
le llevó a una etapa de prisión y a peligro de
muerte[68]

C) La correspondencia desde
Éfeso

Además de la correspondencia con Corinto a la que
ya nos hemos referido, con mucha probabilidad Pablo
escribió también desde Éfeso la carta a los
Gálatas, aunque algunos, cada vez menos, la fechan en un
tiempo anterior, durante el primer viaje. Cada día son
también más numerosos los que sitúan durante
la estancia en Éfeso y el posible encarcelamiento de
Pablo, dos de las cartas de la cautividad, en concreto Filipenses
y Filemón.

Al salir Pablo de Éfeso, sabemos por Hechos que
recorrió la Macedonia camino de Corinto. Allí en
Macedonia habría que situar la segunda a los Corintios, o
al menos parte de ella, escrita al poco de dejar Éfeso (2
Co 7,5; 9,4; 12,14; 13,1). Después de pasar tres meses en
Macedonia siguió viaje a Corinto.

Quizás haya que situar en este viaje por Grecia
una posible llegada a la Iliria, que justificará el hecho
de que más tarde diga a los romanos que desde
Jerusalén había esparcido el evangelio en todas
direcciones hasta el Ilírico (Rm 15,19). Aunque cabe
interpretar que esta llegada de su evangelio al Ilírico no
tuvo por qué ser necesariamente a través de una
visita personal, sino a través del impulso
apostólico de las comunidades fundadas por
él.

Llegado finalmente a Corinto escribe desde allí
la carta a los romanos, sin duda la carta doctrinal más
importante de todas las que escribió Pablo. Su
intención era pasar por Roma en un futuro, después
de haber ido a Jerusalén llevando la colecta, y desde Roma
llegar a los confines del Mediterráneo occidental en
España (Rm 15,24). Pero, como veremos, los planes de Dios
eran diferentes. En Jerusalén Pablo fue encarcelado y su
proyectado viaje a Roma no lo realizó como misionero sino
como prisionero, aunque su prisión no le impidió
anunciar el evangelio, pues "predicaba el reino de Dios y
enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda
valentía, sin estorbo alguno" (Hch 28,31).

Casi todas las cartas escritas durante este "tercer"
viaje reflejan la problemática del enfrentamiento de Pablo
con los misioneros judeocristianos del que hemos tratado
detenidamente en el tema 6. En este contexto polémico se
desarrolla la teología paulina: la salvación por la
fe en Jesús y no por las obras de la Ley y por la
circuncisión: la cristología como
soteriología. En Gálatas y en 2 Corintios el tono
polémico alcanza niveles de verdadera agresividad,
mientras que en Romanos la exposición doctrinal es mucho
más serena. En Corinto pasó Pablo tres meses
ultimando los preparativos de la colecta.

D) El regreso a Jerusalén

Uno de los acontecimientos principales de esta tercera
etapa misionera de Pablo es la colecta para los pobres de la
comunidad madre de Jerusalén, de la que hablaremos
más adelante. Pablo regresó a Jerusalén
portando el resultado de esa cuestación realizada al menos
en las iglesias de Galacia, de Macedonia y de Acaya (1 Cor 16,1;
Rm 15,26; 2 Co 8 y 9). Quería que junto con la plata le
acompañasen delegados de las diversas comunidades. Se
deberían reunir con él en Corinto para
acompañarle desde allí en el viaje de
regreso.

Por motivos de seguridad y por miedo a una
conjuración de los judíos locales, emprendieron el
regreso desde Corinto a Jerusalén pasando de nuevo por
Macedonia (Hch 20,3). Pablo pasó la Pascua en Filipos y de
ahí navegaron a Tróade en dos barcos distintos,
quizás también por motivos de seguridad.

Al paso por Tróade Lucas nos narra una
eucaristía dominical con la curación milagrosa de
un joven tras un gravísimo accidente. Este relato nos da
algunos datos preciosos para saber cómo era el primitivo
culto cristiano, y la costumbre cristiana de reunirse en las
primeras vísperas del domingo (Hch 20,7-12).

Lucas nos da muchos detalles sobre el itinerario
restante. De Tróade a Asos caminó unos 30 kms. para
luego embarcarse de nuevo en navegación de cabotaje a
Mileto, pasando por Mitilene, Quíos y Samos.

Según Lucas, en la playa de Mileto había
convocado Pablo a los presbíteros de la Iglesia de
Éfeso a quienes dirigió un emotivo discurso de
despedida (Hch 20,17-38). Desde Mileto navegaron hacia Siria, y
costeando por Tiro y Ptolemaida llegaron a Cesarea.

Más que los detalles geográficos de este
itinerario, nos interesa estudiar los sentimientos de Pablo. Su
intención es llegar a Jerusalén con la colecta y
con los delegados de las comunidades, para sellar una
comunión más profunda entre las Iglesias fundadas
por él entre los paganos y la comunidad madre de
Jerusalén formada por judeocristianos.

En Jerusalén Pablo tenía poderosos
enemigos, que habían ido enviando misioneros a las
comunidades paulinas desautorizando a Pablo y
presentándole como enemigo de los apóstoles de
Jerusalén. No está muy seguro de si su colecta
será aceptada o rechazada.

En su carta a los romanos pide oraciones para culminar
ese viaje mostrando que tenía serias dudas sobre lo que
puede sucederle a su llegada a Jerusalén (Rm 15,30). El
motivo de su inseguridad es su temor a los "enemigos de la fe"
con los que se va a encontrar en Judea (Rm 15,31). No explicita
quiénes son esos "enemigos de la fe", pero lo más
probable es que los se trate de los judeocristianos a quienes ya
hemos aludido. Veremos cómo estas sospechas y temores
estaban lejos de ser infundadas y cómo desde su llegada
Pablo tiene que enfrentarse en Jerusalén a un clima de
hostilidad no solo de parte de los judíos, sino
también de los judeocristianos de la comunidad
madre.

Lucas en el libro de los Hechos ha elaborado mucho este
tema de las sospechas y temores de Pablo durante su viaje de
regreso a Jerusalén. En otro lugar hemos analizado los
paralelismos lucanos entre la vida de Jesús y la de sus
apóstoles, especialmente Pablo. Señalábamos
allí cómo este paralelismo se hace más
estrecho en el viaje a Jerusalén de Jesús y de
Pablo y en los procesos de ambos.

Jesús y Pablo comienzan sus respectivos viajes
con una toma de decisión muy determinada (Lc 9,51; Hch
19,21) y concluirán con un arresto y una
ejecución.

Un nuevo paralelismo entra la pasión de
Jesús y la de Pablo es la del sermón de despedida
presente en ambos relatos. El sermón de despedida de
Jesús tiene lugar durante su última cena (Lc
22,14-38) mientras que el de Pablo está situado en su
alocución a los presbíteros de Éfeso (Hch
20,18-38). El discurso de despedida es un género literario
ya convencional en el AT y en la literatura intertestamentaria,
como puede verse en el testamento de los 12 patriarcas, el de
Jacob (Gn 47-50), Josué (Jos 23-24), Moisés (Dt
31-34), y Jubileos 21.

Entre otros rasgos paralelos en ambos viajes a
Jerusalén notamos la multitud de presagios de muerte que
acompañan el viaje de Jesús y el de Pablo. Para el
caso de Jesús pueden verse las tres predicciones
explícitas de la pasión en Lc 9,22.44 y 18,31-33.
Para el caso de Pablo recordemos algunos de estos
vaticinios.

El primero de ellos está en el ya citado discurso
a los presbíteros de Éfeso: "Mirad que ahora yo,
encadenado en el espíritu, me dirijo a Jerusalén,
sin saber lo que allí me sucederá; solamente
sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me
testifica que me aguardan prisiones y tribulaciones. Pero yo no
considero mi vida digna de estima, con tal que termine mi carrera
y cumpla el ministerio que he recibido del Señor
Jesús, de dar testimonio del Evangelio de la gracia de
Dios. Y ahora yo sé que ya no volveréis a ver mi
rostro ninguno de vosotros, entre quienes pasé predicando
el Reino" (Hch 20,22-25). Subraya Lucas el efecto que estas
palabras tienen en sus oyentes que se ponen a llorar. "Todos
estaban muy afligidos porque les había dicho que no le
volverían a ver" (Hch 20,37-38).

Un nuevo vaticinio de muerte lo encontramos a su paso
por Tiro donde los cristianos le advertían que no subiese
a Jerusalén (Hch 21,4).

Una vez más, a su paso por Cesarea, el profeta
Ágabo, al estilo de los antiguos profetas, intenta
disuadir también a Pablo de su viaje. Se acercó a
nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató
con él de pies y manos y dijo: "Esto dice el
Espíritu Santo: Así atarán los judíos
al dueño de este cinturón y lo entregarán en
manos de los extranjeros." Al oír esto, nosotros y los de
Cesarea rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. Pero
él nos contestó: "¿Por qué me
destrozan el corazón con sus lágrimas? Yo estoy
dispuesto no sólo a ser encarcelado, sino también a
morir en Jerusalén por el Nombre del Señor
Jesús" (Hch 21,11).

Todo este desarrollo lucano tan emotivo no es
extraño al carácter de Pablo. Lucas pone palabras
en boca de Pablo que no disuenan de lo que Pablo ha hablado de
sí mismo en otras ocasiones. Como hemos visto, él
emprendió el viaje de la colecta a Jerusalén con
grandes temores (Rm 15,31). En varias ocasiones a lo largo del
viaje tuvo que improvisar algunos cambios por motivos de
seguridad, porque se sentía amenazado (Hch
20,3).

Cómo vivía sus amenazas de muerte nos lo
ha narrado el propio Pablo en su carta a los Filipenses, cuando
desde la prisión esperaba una sentencia que podría
ser la pena capital. Es bonito comparar los sentimientos que
Pablo expresa en esta carta con los que Lucas le atribuye en el
discurso a los presbíteros de Éfeso, y en sus otras
manifestaciones durante su último viaje a
Jerusalén.

En ambos casos, confrontado con la perspectiva de una
muerte próxima, Pablo manifiesta que no tiene miedo a la
muerte, porque para él su vida no tiene otro sentido que
el culminar la vocación a la que ha sido llamado. La
muerte será para él simplemente una libación
sobre la ofrenda de su entrega apostólica a su
misión. "Y aun cuando mi sangre fuera derramada como
libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe,
me alegraría y congratularía con vosotros (Flp
2,17). "Yo estoy dispuesto no sólo a ser encarcelado, sino
también a morir en Jerusalén por el Nombre del
Señor Jesús" (Hch 21,11).

TEMA 12: PRISIÓN Y VIAJE A
ROMA

A) La colecta para los pobres

La llegada de Pablo a Jerusalén supone la
culminación de la magna empresa de la colecta para los
pobres que le había ocupado y preocupado tanto en esta
tercera etapa de sus viajes.

En los acuerdos tomados en la asamblea de
Jerusalén, Pablo se había comprometido a promover
una colecta de solidaridad a favor de la Iglesia madre (Ga 2,10).
No sabemos si la iniciativa fue de Pablo, o más bien fue
una petición o exigencia de parte de Santiago y las
autoridades de Jerusalén[69]Las cartas de
Pablo contienen datos contradictorios al respecto. Según
Ga 2,10, la iniciativa parece venir de los líderes de la
comunidad de Jerusalén. En cambio, según Rm 15,27
parece tratarse, más bien, de una iniciativa de las
iglesias de Macedonia y Acaya. En cualquier caso Pablo
apoyó esta iniciativa: "Lo tuvieron a bien, y era su deber
hacerlo". Una vez animado a realizar la colecta, Pablo la
llevó a cabo "con esmero" (Ga 2,10).

En sus cartas escritas durante su tercera etapa
misionera, Pablo hace frecuentes alusiones a dicha colecta. Los
capítulos 8 y 9 de 2 Corintios están especialmente
dedicados a la exhortación a la generosidad y a las
instrucciones sobre el modo de realizar la cuestación (cf.
también Rm 15,25-28; 1 Cor 16,1). El procedimiento era muy
simple. Los particulares deberían apartar algo cada semana
y entregarlo el domingo, probablemente con ocasión del
culto semanal. Luego cada comunidad debería designar
algún representante de su confianza para llevar la colecta
a Jerusalén.

No pretendía con ello simplemente captar la
benevolencia de sus opositores de Jerusalén, sino
reconocer la deuda contraída por todos los gentiles
convertidos a la fe con la comunidad madre y el pueblo de la
alianza (Rm 15,27). Esta gratitud era signo de un reconocimiento
y de una comunión. Pablo llama a la colecta "ministerio"
(Rm 15,31; 2 Co 8,4), "don de bendición" (?????????:2 Co
9,5), "gracia" (2 Co 8,4.6.19), "ministerio litúrgico" (2
Co 9,12; Rm 15,27).

Probablemente esta contribución a la Iglesia de
Jerusalén tiene una reminiscencia del tributo al templo
que todos los judíos de la Diáspora debían
enviar al templo de Jerusalén una vez al año. En
muchos aspectos es similar, aunque la colecta paulina es
voluntaria, mientras que el tributo para el templo era
obligatorio.

Pablo pedía oraciones en su carta a los romanos
para que la colecta que llevaba llegase a su destino sin
problemas y para que fuera aceptada por la Iglesia madre de
Jerusalén. De nuevo esta preocupación paulina no
era infundada. No sabemos si la comunidad de Jerusalén
aceptó o no la colecta, Las cartas auténticas de
Pablo ya no cubren esta etapa.

Tampoco Lucas nos informa sobre la aceptación o
rechazo de dicha colecta. De suyo en los Hechos Lucas apenas
habla de la colecta. Solo se refiere a ella una vez, y esto
indirectamente, cuando delante de Félix Pablo
afirmó: "Al cabo de muchos años he venido a traer
limosnas a los de mi nación y a presentar ofrendas" (Hch
24,17). Este silencio lucano puede insinuar que la ofrenda no fue
finalmente aceptada por la comunidad de
Jerusalén.

En cualquier caso la recepción de Pablo y sus
acompañantes no fue demasiado amistosa. El hecho de que se
hospedaran en casa de Mnasón y no de Santiago (Hch 21,16),
ya insinúa una cierta frialdad en la acogida. En la
primera reunión de Pablo con Santiago tuvo que escuchar
reproches en un clima de desconfianza. Santiago le hizo ver
cuántos judíos habían abrazado la fe y
seguían siendo celosos cumplidores de la Ley. Le
mostró cómo se sentían escandalizados por el
comportamiento de Pablo. Para remediar este escándalo le
propusieron que a la vista de todos se sometiera a las
purificaciones rituales de todo judío que entraba en el
templo viniendo del extranjero, y que además pagase a
cuatro judíos pobres un costoso rito para concluir su
promesa de nazireato y ofrecer los sacrificios
rituales.

Lucas, en lugar de hablar de la entrega de la colecta,
menciona estos reproches graves de Santiago, implicando
quizás que los de Jerusalén no aceptaron la colecta
de Pablo[70]La unidad de la Iglesia estaba
seriamente amenazada. Quizás Pablo pensó partir
pronto de Jerusalén. Pero las cosas evolucionaron de forma
imprevisible. A los pocos días Pablo fue apresado en el
Templo y puesto bajo custodia de los legionarios
romanos.

B) Prisión de Pablo

Para toda esta última parte del cautiverio de
Pablo no tenemos más fuente de información que
Lucas. Según la opinión mayoritaria las cartas
auténticas son todas anteriores a esta fecha y por tanto
ya no nos sirven como fuente de información para esta
época. Las así llamadas cartas de la cautividad,
fueron escritas durante un encarcelamiento anterior de Pablo (Flp
y Flm) o son deuteropaulinas (Ef, Col, 2 Tm).

En compensación Lucas ofrece una
abundantísima información sobre los sucesos
relativos al encarcelamiento de Pablo en Jerusalén, a los
dos años de prisión en Cesarea, y a su traslado a
Roma. Parece tener información de primera mano, pero no
podemos olvidar lo que dijimos acerca del modo de
composición lucano, que se hace especialmente evidente en
estos relatos. Lucas nos refiere los acontecimientos desde su
óptica particularísima, haciéndolos
ajustarse a su línea editorial y a los objetivos de su
narración.

Ya nos hemos referido a los paralelismos lucanos entre
la vida de Jesús y la de los apóstoles. Este
recurso le sirve a Lucas para subrayar cómo la vida de
Jesús se prolonga en la de sus discípulos y
misioneros. El viaje de Jesús a Jerusalén es el
modelo utilizado por Lucas para relatar el viaje último de
Pablo a Jerusalén. Ambos viajes terminarán
eventualmente en la prisión y muerte de ambos
personajes.

También la pasión de Pablo es narrada por
Lucas en evidente paralelismo con la pasión de
Jesús. Ya en Hch 17,6-7 acusaron a Pablo en
Tesalónica de revolucionar el mundo, de actuar contra los
decretos del César, y decir que hay otro rey. Son cargos
muy parecidos a los presentados contra Jesús en Lc 23,2.
También cuando los jefes del Sanedrín llevaron a
Pablo ante el prefecto Félix presentaron tres cargos
semejantes (Hch 24,5-6).

En Hch 24,1-2, el sumo sacerdote Ananías acude a
Cesarea con los ancianos para acusar a Pablo ante los romanos. La
idea básica es que tanto Pablo como Jesús fueron
denunciados por los sacerdotes judíos ante el gobernador
romano correspondiente, llámese Pilato o
Félix.

Ya Jesús en el evangelio de Lucas había
anunciado que también los discípulos serían
llevados ante gobernadores y reyes por su causa (Lc 21,12).
Forzando el paralelismo, Lucas ha hecho que tanto Jesús
como Pablo sean juzgados no solo ante el gobernador romano, sino
también ante un rey de la dinastía herodiana,
llámese Herodes Antipas en el caso de Jesús (Lc
23,6-12), o Herodes Agripa II en el caso de Pablo (Hch
25,13-26,32). En una tabla especial pueden apreciarse todos estos
paralelismos.

El proceso de Jesús ante Herodes Antipas nos
ofrece un cierto paralelo con el juicio de Pablo en Cesarea. Como
Pilato, también Festo juzga que Pablo es inocente, y
remite su caso a Herodes Agripa, con el resultado de que el rey
judío también le declara inocente lo mismo que
había hecho su tío Herodes Antipas con Jesús
(Hch 26,31 = Lc 23,12).

En ambos casos el gobernador romano respectivo acaba
condenando al preso Lc 23,24 = Hch 27,1) aun reconociendo
repetidamente su inocencia (Lc 23,4.14.22 = Hch 25,25;
26,31).

Tanto en el caso de Jesús como en el de Pablo son
los sacerdotes judíos quienes en primer lugar tomaron la
iniciativa del apresamiento. Solo posteriormente ambos reos
serán puestos a disposición de la autoridad romana.
En uno y otro caso son los sacerdotes los que con saña
intentan manipular a la autoridad romana para conseguir una
condena, mientras que los gobernadores romanos se muestran
reticentes en ambos casos.

En el caso de Pablo todo empieza con un tumulto en el
templo. Falsamente las autoridades judías juzgan que Pablo
ha introducido dentro del recinto sagrado del templo a un pagano,
cosa que estaba penada con la muerte. Lucas aclara que la
acusación no era cierta. Solo habían visto a Pablo
paseando por las calles de Jerusalén con su amigo
Trófimo, el efesio (Hch 21,29) y de ahí se
inventaron que lo había introducido también en el
templo.

En el tumulto casi estuvieron a punto de linchar a
Pablo. Los romanos que desde la torre Antonia vigilaban todo lo
que sucedía en el templo, se apresuraron a enviar al
tribuno con un destacamento para rescatar a Pablo de manos de los
asaltantes (Hch 21,32-33).

Lucas aprovecha esta oportunidad para colocar en boca de
Pablo uno de sus típicos discursos dirigido a la multitud.
Este discurso contiene uno de los tres relatos lucanos de la
aparición de Jesús a Pablo en el camino de Damasco
(Hch 26, 9-18).

El resultado es que Lisias, el tribuno romano, se
llevó consigo a Pablo y decide juzgarlo por la ley romana.
Al día siguiente Lisias convocó a los acusadores y
acudió ante él el sanedrín para exigir la
muerte de Pablo. En su defensa Pablo se las arregló para
tocar el tema de la resurrección de los muertos y
consiguió dividir a sus asaltantes al tocar este punto que
dividía enconadamente a fariseos y saduceos.

Tras una breve prisión en Jerusalén y ante
el temor de que los judíos tratasen de asesinar al preso,
Lisias decidió enviarlo a Cesarea protegido por una
escolta romana reforzada. Cesarea el lugar oficial de residencia
del gobernador romano que en aquel tiempo era
Félix.

Casi dos años permaneció Pablo preso en
Cesarea del Mar y dos veces fue presentado ante el gobernador
romano. La primera vez fue juzgado ante Antonio Félix que
le pidió plata para liberarle y acabó dando largas
a su proceso. Entretanto Félix fue depuesto y su sucesor
Porcio Festo reemprendió el proceso de Pablo. Lucas ha
solemnizado este juicio haciendo presentes al rey Herodes Agripa
II y su hermana Berenice. La puesta en escena lucana es
magistral. Se cumple así lo que ya Jesús
había predicho en el evangelio lucano: "Seréis
llevados ante gobernadores y reyes por mi causa (Lc
21,12).

Al final del proceso, Pablo, en su calidad de ciudadano
romano, apeló al César y Festo decidió
enviarle a Roma para ser juzgado allí. ¿Lo
envió como pendiente de sentencia o como ya condenado? La
apelación al César podía considerarse como
provocatio cunado el reo pedía ser transferido a
otra jurisdicción antes de recibir sentencia, o como
appellatio cuando un reo ya condenado pedía
revisión de su sentencia en un tribunal superior. Para
Gnilka es más probable que en el caso de Pablo se tratase
de una provocatio[71]

C) El viaje a Roma en cautividad

Con todo lujo de detalles náuticos ha narrado
Lucas el viaje de Pablo a Roma. El capítulo 27 de Hechos
contiene tantos detalles sobre la ruta que nos hace sospechar que
Lucas poseía alguna fuente documental.

A cargo del centurión Julio estaban Pablo y otros
presos comunes. Pablo gozó de un trato de favor y se le
permitió la compañía de su compañero
Aristarco para que le atendiese durante el viaje.

Tras múltiples aventuras, incluido el naufragio
en la isla de Malta, y la curación milagrosa de una
picadura de víbora, desembarcaron finalmente en Pozzuoli
al sur de Italia, donde Pablo fue recibido calurosamente por la
comunidad cristiana local (Hch 28,14). De ahí siguieron
viaje hasta Roma por tierra. A su llegada, el centurión
entregó los presos al gobernador militar, pero dio permiso
a Pablo para alojarse en una casa particular con un soldado que
lo vigilara.

A pesar del arresto domiciliario, la situación de
relativa libertad le permitió a Pablo tomar contacto con
los líderes de la comunidad judía, permaneciendo
fiel a su llamada. Una de las cartas pastorales subraya
cómo, a pesar de las cadenas de Pablo, la palabra de de
Dios no estaba encadenada (2 Tm 2,9).

El rechazo mayoritario de la comunidad judía de
Roma le permite a Lucas a declarar por tercera vez la
decisión de Pablo de volverse a los paganos (cf. Hch
13,46; 18,6; 28,28). Es uno de los más importantes hilos
conductores de la trama en la obra lucana, desde el discurso
inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Lc
4,24-31).

Aquí es cuando bruscamente termina el relato
lucano. Como ya observamos al hablar de la cronología
paulina Lucas no nos dice si Pablo fue absuelto en el tribunal
del César o fue ejecutado.

Algunos atribuyen este silencio al hecho de que el libro
de los Hechos se escribió antes de que se diese la
sentencia. Otros piensan si quizás Lucas tenía
proyectado escribir un tercer tomo de su obra en el que
continuase la historia interrumpida.

Pero la única explicación verosímil
de por qué Lucas no nos cuenta qué pasó con
Pablo es que el protagonista de Hechos no es Pablo, sino el
evangelio de Jesús a cuyo servicio se ha puesto Pablo. Lo
que le interesa a Lucas es la llegada del apóstol y su
evangelio a Roma.

Como ya dijimos, la opinión mayoritaria hoy
día es que Pablo fue condenado y ejecutado tras estos dos
años de prisión en Roma. Otros que opinan que Pablo
fue absuelto y prolongó algunos años más su
ministerio llegando hasta España y visitando de nuevo
algunas de sus comunidades de Acaya, Macedonia y Asia.

La opinión de que Pablo continuó su vida y
su ministerio todavía algunos años más
favorece la tesis de la autenticidad de algunas de las cartas
deuteropaulinas, que habrían sido escritas en esta
última etapa del ministerio paulino. Esto
explicaría las diferencias de estilo y de temática
que hay entre las protopaulinas y las deuteropaulinas. Las
diferencias se deberína a que pertenecen a distintas
épocas de la vida de Pablo. Las protopaulinas
serían de los años cincuenta mientras que las
deuteropaulinas serían de los años
sesenta.

TEMA 13: LA CARTA A LOS
FILIPENSES

A) La comunidad de Filipos

La ciudad de Filipos fue la sede de la primera comunidad
cristiana fundada en lo que hoy es el continente europeo. La
fundación de la comunidad nos es narrada por Hechos en el
capítulo 16,11-40, y hablamos de ella en nuestra
introducción.

En su cercanía se dio la batalla decisiva entre
Octavio y Marco Antonio por una parte y los asesinos de
César por otra (42 a.C.). Más tarde fue refundada
como colonia romana para veteranos de guerra. Estaba atravesada
por la vía Egnatia, la principal carretera de los que
viajaban a Roma por tierra.

Era una ciudad romana en la que se escuchaba más
el latín que el griego. Las inscripciones halladas
están más en latín que en griego revelando
que era el latín la lengua preponderante de la ciudad.
Todos sus habitantes libres eran ciudadanos romanos y se
gloriaban de esta ciudadanía. Pablo les animará a
valorar más la verdadera ciudadanía del cristiano
que es "ciudadano del cielo" (Flp 3,20). Por supuesto Filipos no
era una isla en el Mediterráneo oriental y junto con los
veteranos del ejército acogió a multitud de
pobladores de habla griega y estaba fuertemente influida por la
cultura helenística. De hecho la lengua de la comunidad
cristiana no era el latín sino el griego.

No parece que existiera una comunidad judía ni
una sinagoga en la ciudad. Los nuevos cristianos se reclutaron
sobre todo entre los gentiles, y quitando algunos personajes
ilustres como Lidia, era una comunidad más pobre que la de
Corinto (2 Co 8,1-4). Pablo les felicita por haber contribuido
tan generosamente a la colecta a pesar de su pobreza, y pone su
ejemplo a los corintios que podían dar más porque
eran una comunidad más rica.

Los filipenses fueron la comunidad preferida de Pablo y
la que le causó menos quebraderos de cabeza. No hubo
allí ningún partido opositor y Pablo siempre se
refiere a ellos con cariño. De hecho fue la única
comunidad de quien aceptó ayuda para su manutención
en algunas ocasiones (Flp 4,10-19).

B) Lugar y fecha de la carta

Pablo escribe la carta desde la prisión.
Probablemente se trata de una prisión en Éfeso
(años 53-55), durante los tres años en que Pablo
residió en esta ciudad en la que tuvo que sufrir grandes
persecuciones, y estuvo en peligro de muerte (2 Co 1,9-10) y
metafóricamente "luchó contra las fieras" (1 Cor
15,32). Es verdad que en ningún lugar se dice que Pablo
hubiese estado preso en Éfeso, mientras que sí nos
consta de su prisión en Cesarea (Hch 24,23-27) y en Roma
(Hch 28,16.30). Pero sabemos que anteriormente Pablo había
estado ya preso en numerosas ocasiones (2 Co 6,5;
11,23)[72] y una de ellas bien pudo haber sido en
Éfeso que es la ciudad en la que Pablo residió por
más tiempo y en la que tuvo serios problemas. La
cercanía entre Éfeso y Filipos explicaría
los continuos contactos y envíos de mensajeros a los que
se refiere la carta (Flp 2,19.23; 25-30). La cronología
también favorece la tesis de Éfeso, porque la carta
refleja una situación no muy distante de la primera
evangelización de la ciudad (Flp 4,15). En la carta expone
su plan de visitarles en fecha próxima (Flp 1,26; 2,24),
lo cual no encaja con una prisión en Cesarea o en Roma
cuando Pablo más bien pensaba viajar a España al
salir de la prisión.

En cambio, la alusión a la guardia imperial o
pretorio localizada cerca del lugar de la prisión (Flp
1,13) parece favorecer la tesis de que se trataba de Cesarea o de
Roma, ciudades en las que Pablo también estuvo preso
más adelante y poseedoras ambas de un pretorio.
Éfeso, en cambio, era una provincia senatorial y no es tan
verosímil que hubiese allí una guardia imperial,
pero no se puede eliminar la posibilidad de que hubiera un
destacamento pequeño. La cristología avanzada del
himno y la estructura de "obispos y diáconos" (Flp 1,1),
sugieren una fecha tardía que encajaría mejor con
la prisión romana.

C) Motivación de la carta

La carta a los Filipenses es la carta paulina que mejor
encaja en el género epistolar, porque el objetivo de la
carta no es tanto trasmitir doctrina, cuanto simplemente
comunicarse personalmente con sus amigos. Las consideraciones
ideológicas no faltan, pero están puestas al
servicio de las necesidades pastorales y aun de las necesidades
afectivas del propio Pablo.

La carta no tiene ningún motivo especial, sino
solo el placer que le produce a Pablo cautivo el recordar a sus
amigos y mostrarles todo el amor que les tiene. Otro aspecto a
subrayar es el tono afectivo que reviste la relación de
Pablo con los filipenses a los que habla siempre con
cariño y con ternura: "Los llevo a todos en mi
corazón" (Flp 1,7). "La ternura de Cristo Jesús no
me permite olvidarlos (Flp 1,8). "Amadísimos míos"
(Flp 2,12). Por eso, hermanos míos, a quienes tanto quiero
y echo de menos, que son mi alegría y mi corona, sigan
así firmes en el Señor, amadísimos (Flp
4,1).

El detonador de la carta parece ser el deseo de Pablo de
agradecer la limosna que le habían enviado con Epafrodito
(Flp 4,10-19), aprovechando que lo envía de regreso a
Filipos tras recuperarse de una grave enfermedad. Con esta
ocasión les cuenta algo sobre sus sentimientos en la
cárcel mientras espera la sentencia, les da consejos sobre
cómo reaccionar ante problemas de convivencia que
habían surgido en la comunidad, y les orienta sobre las
dudas que habían infiltrado sus enemigos judeocristianos
que invitaban a los cristianos a circuncidarse. Con este fin
acude a su testimonio personal haciéndoles ver que aunque
él, Pablo, es más judío que nadie y ha sido
más observante de la Ley que nadie, desde que
encontró a Cristo ha dejado de darle importancia a estas
cosas, y por eso los filipenses no se deben dejar engañar
porque los que les quieren imponer la esclavitud de la
Ley.

D) Crítica literaria

Otro tema debatido es el de la unidad de la carta.
¿Se trata de una carta única o de la fusión
de varias cartas más cortas? La crítica literaria
descubre algunos indicios que sugieren una redacción en
varias etapas: cambios de estado de ánimo, variedad de
situaciones vitales, diversidad de temas, costuras literarias en
las que se interrumpe el hilo del discurso.

Llama la atención que en dos ocasiones distintas
Pablo comienza con la expresión "por lo demás"
??????????? (Flp 3,1), fórmula que suele emplear en sus
cartas cuando se acerca al final (cf. 2 Co 13,11; Ef 6,10; 2 Ts
3,1), dando la impresión de que va a terminar ya la carta,
y sin embargo prosigue. En Flp 4,10 afirma: "Me alegré
mucho en el Señor" seguido de una acción de
gracias, que son cosas más propias del comienzo de una
carta que de un final.

Sobre todo cabe hablar de un cambio de estado de
ánimo. En la primera y última parte se le nota
alegre, sereno, positivo, cariñoso. Su única
preocupación son los conflictos comunitarios dentro de la
comunidad. En cambio en la parte intermedia (3,1b-4,1 + 4,8-9) se
le nota inquieto, preocupado por la acción de sus
adversarios. Pablo se muestra agresivo y
cáustico.

Algunos hablan de dos cartas distintas

carta A: 1,1-3,1a y 4,2-7 y 4,10-23. Carta
serena, no dialéctica.

carta B: 3,1b- 4,1 y 4,8-9. Carta
polémica, en la que hace frente a adversarios
judaizantes

Otros hablan de tres cartas

carta A: 4,10-23 Acción de gracias y
gratitud a los filipenses por su generosidad para con
él.

carta B: 1,1-3,1a y 4,2-7 Carta serena, no
dialéctica

carta C: 3,1b- 4,1 y 4,8-9 Carta
polémica.

Monografias.com Flp B
Flp A

Monografias.comMonografias.comMonografias.com

1,1-31 + 3,1b-4,1 +
4,4-7 + 4,8-9 + 4,10-23

Monografias.comMonografias.com

Monografias.com

Flp C

Nada nos obliga a pensar que se trate de una
composición múltiple, aunque no podemos descartar
el hecho totalmente. Las interrupciones del discurso pueden
explicarse por el hecho de que la carta no se escribiera toda de
corrido, sino que hubiese diversas interrupciones en el proceso
de su redacción. Además estamos ya acostumbrados a
los cambios abruptos que son frecuentes en la literatura paulina.
Lo que no cabe duda es que la carta tiene una gran unidad
temática, en la que los mismos temas reaparecen una y otra
vez, la comunión en el ministerio, el amor mutuo, la
alegría, la urgencia
escatológica.

E) Situación anímica de Pablo al
redactar la carta

La carta se suele designar como la carta de la
alegría. La alegría rezuma por todos sus poros, a
pesar de que Pablo está en la cárcel y amenazado de
muerte. Sería una buena práctica leer la carta
subrayando todas las veces en que Pablo se muestra gozoso o
exhorta a los filipenses a estar siempre alegres
(1,4.18bis.25; 2,2.17.18.28; 3,1;
4,1.4.5.10). Podemos recordar cómo ya en la corta
prisión que Pablo había sufrido en Filipos cantaba
por la noche himnos gozosos a Dios desde su calabozo y sus
cadenas (Hch 16,25).

Curiosamente Pablo al escribir la carta está
esperando la sentencia en su juicio, que podría ser la
pena de muerte. Pensemos en alguien que está esperando el
resultado de una biopsia que puede determinar si un tumor es
canceroso o no. Suele ser una situación de gran ansiedad.
Y sin embargo en la carta Pablo no se muestra deprimido sino
eufórico. Para él la muerte es una ganancia y no
una pérdida. Solo cuando "la vida es Cristo", el morir es
una ganancia. Por eso egoístamente preferiría
morir, pero lo que le retiene en su deseo de vivir es poder
seguir ayudando a sus comunidades. Su único deseo es que
Dios sea glorificado ya sea a través de su vida o de su
muerte. Una sentencia absolutoria testimoniaría ante todos
su inocencia y le daría la oportunidad de seguir
predicando y cuidando sus comunidades. Una sentencia condenatoria
llevaría a un martirio ejemplar y le acercaría a
Cristo que sufrió la condena y la muerte (Ga
6,17).

Empieza la carta mostrando su alegría por el
hecho de que su prisión no está perjudicando la
difusión del evangelio. En el fondo esto es lo
único que le preocupa a San Pablo. Todo aquello que
favorezca la gran pasión de su vida debe ser bienvenido, y
él comprueba que su prisión no está siendo
causa de escándalo, sino, antes al contrario, algunos
están siendo evangelizados precisamente a través de
esas cadenas que lleva. También los cristianos lejos de
amedrentarse, se están envalentonando con el ejemplo de
Pablo.

Tampoco le preocupa que algunos de sus adversarios se
aprovechen de la inactividad en la que Pablo se encuentra, y
prediquen sus ideas con motivos no del todo válidos. Lo
importante es que Cristo sea anunciado.

F) Esquema de la carta

Vamos a reproducir básicamente el esquema que nos
da F. Rz Fueyo en un libro reciente[73]

Parte primera: contexto: 1,1-26

a) Prescrito epistolar Flp 1,1-2

b) Proemio, acción de gracias 1,3-11

c) Situación del apóstol en la
cárcel 1,12-26

Parte segunda: exhortación a vivir unos para
otros: 1,27-3,1a

a) La fe es lucha 1,27-30

b) Buscar el interés del otro Flp
2,1-4

c) El ejemplo de Cristo. Himno 2,5-11

d) Continúa la exhortación
2,12-18

e) Ejemplo de Timoteo; planes de viaje
2,19-3,1a

Parte tercera: polémica antijudaizante:
3,1b-4,9

a) Resistir a los judaizantes 3,1b-3

b) Ejemplo de Pablo 3,4-14

Su origen judío: 4-6

Su renuncia a ellos por Cristo: 7-11

Dinámica progresiva en su carrera:
12-14

c) Aplicación a los cristianos
3,15-4,1

d) Exhortaciones concretas 4,2-9

Parte cuarta: agradecimientos: 4,10-23

a) Alegría por la ayuda recibida
4,10-14

b) Significado de la ayuda y saludos
4,15-23

G) Selección de textos

1.- El himno cristológico: Flp
2,6-11

La carta a los filipenses contiene dos textos muy
importantes.

Uno de ellos es el famoso himno cristológico en
que nos habla de la kénosis y glorificación de
Cristo, probablemente un himno preexistente citado por Pablo (Flp
2,6-11). Es el texto más antiguo en que se confiesa
categóricamente la preexistencia de
Jesús.

La naturaleza hímnica del texto y su ritmo
poético, la división en estrofas y algunos
términos como ?????? = forma, ?????????? = presa
codiciable y ?????? = porte, que no son paulinos, insinúan
que pueda tratarse de un texto hímnico de la comunidad
cristiana utilizado por Pablo. En ese caso la cristología
alta de preexistencia que se manifiesta en el himno sería
todavía más antigua que la propia carta.

Es curioso el contexto tan simple: pequeñas
rencillas entre miembros de la comunidad, nacidas de celos,
envidias y protagonismos enfrentados. Pablo se siente obligado a
exhortarles a la humildad, a un amor sin rivalidades ni vanidad,
y a considerar a todos como superiores (Flp 2,1-5). Más
adelante exhortará a la reconciliación a Evodia y
Síntique (Flp 4,2). Para exhortar a los filipenses a la
humildad no se le ocurre cosa mejor que presentarles el ejemplo
de Jesucristo que se anonadó a sí mismo tomando la
forma de siervo y exhortarles a comulgar en esos mismos
sentimientos de Cristo para superar sus rivalidades. Mata
mosquitos a cañonazos y usa la artillería pesada de
las motivaciones para destruir esos pequeños roces
comunitarios siempre presentes en la entraña de toda
comunidad.

El himno tiene dos partes claramente señaladas:
el abajamiento de Cristo (vv. 6-8) y su exaltación (vv.
9-11). En la primera parte se contrasta la opción de
Cristo entre dos posibilidades: aprovecharse de su
condición de Dios (v.6) y derramarse a sí mismo
(vv. 7-8).

Se afirman de Cristo dos cosas: que era de
condición divina ??????? ?????? y que era igual a Dios
(????????????????????). La primera expresión nos habla de
la apariencia divina, de la gloria que le correspondía y
está en clara contraposición con la "forma de
esclavo" ???????????????? del siguiente verso. En la segunda
expresión se hace una afirmación más fuerte
de la divinidad de Cristo. Este "ser igual a Dios" probablemente
contrasta con la pretensión de Adán de llegar a ser
como Dios (Gn 3,5). Cristo que sí era como Dios no
consideró esta condición como algo a lo que
aferrarse a toda costa.

Cristo se vació ?????????? Ramírez Fueyo
traduce este verbo kenoún por "derramar" y no por
"vaciar". Efectivamente, el objeto del vaciamiento no es la
condición divina, sino la propia persona (????????). Por
eso es mejor decir que Cristo se derramó a sí
mismo. Aunque no perdió su condición divina al
adoptar la condición de siervo, consideró que su
igualdad con Dios no significaba disfrutar de este privilegio.
Entendió que precisamente la condición divina
consistía en despojarse y renunciar a todo
privilegio.

En la oración sacerdotal juánica,
Jesús ora al Padre diciendo: "Ahora, Padre,
glorifícame tú junto a ti con la gloria que
tenía a tu lado antes que el mundo fuese" (Jn 17,5).
Cristo no se despojó de su condición divina, pero
sí se despojó de la gloria que de hecho le
pertenecía y poseía en su preexistencia, la que
mostró en un flash en la
Transfiguración.

Si Dios es Amor, y el amor consiste en la entrega, la
divinidad de Jesús consiste en su máxima capacidad
de entrega amorosa, en su no vivir para sí mismo.
Jesús no consideró que su igualdad con Dios fuese
una "presa codiciable", es decir, no pensó que esa
divinidad consistía en algo a disfrutar en provecho
propio. "Yo no busco mi gloria… Si yo me glorificara a
mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre
quien me glorifica" (Jn 8,50.54).

Por eso no hay que entender la kénosis
negativamente, como una renuncia a algo. Cristo no
renunció a su condición divina. Hay que entender la
kénosis positivamente, como la aceptación de todas
las particulares condiciones en las que de hecho se ha verificado
la encarnación. La kénosis no equivale simplemente
a la encarnación, sino a la encarnación en las
circunstancias concretas en que fue llevada a cabo, asumiendo una
naturaleza humana débil y frágil vulnerable al
sufrimiento y a la muerte. Cristo asumió la
condición humana sin privilegios, sin salvoconductos, sin
que Dios enviase a sus ángeles para que le evitaran
tropezar contra la piedra. Entró en un mundo de pecado
para salvarnos y sufrió en su propia carne las dentelladas
de la maldad humana, sin que Dios interviniera con milagritos
para salvarle de la cruz.

El hacerse esclavo significa vivir al servicio de los
demás. Pablo mismo nos habla de cómo él
siendo libre, sin embargo se hizo esclavo de todos (1 Cor 9,19).
Entonces Dios Padre exalta a Jesús en el momento de su
resurrección que no es un simple volver a la vida, sino
una glorificación en la que Cristo se sienta a la derecha
de Dios Padre (Rm 8,34).

El nombre que Jesús recibe es el de ???????? el
Señor. Es el título con que la Biblia traduce el
nombre misterioso de Dios, el Adonai hebreo que se
pronuncia en vez del nombre impronunciable. Decir que
Jesús es Señor equivale a proclamar su divinidad.
Es el equivalente del YO SOY juánico cuando no lleva
predicado. No es un título, sino un nombre que revela la
verdadera identidad de Cristo. Es precisamente en esa
humillación donde es reconocido como divino. "Cuando sea
elevado en alto –crucificado-, entonces conocerán
que YO SOY" (Jn 8,28).

El nombre ante el que se dobla toda rodilla y que
proclama toda lengua no es el nombre de "Jesús", sino el
nombre de Señor que le pertenece a Jesús en
propiedad. Toda criatura debe reconocer con sus obras (doblando
la rodilla) y con su lengua (proclamando) que Jesús es
Señor. El texto está sin duda inspirado en Is
45,23. Allí Dios como Soberano único dice que solo
ante él se doblará toda rodilla, y toda lengua
jurará por su nombre.

El doblar la rodilla era la señal de
adoración o reverencia a los dioses o a los reyes.
Recordemos cómo Mardoqueo no quiso doblar su rodilla ante
la estatua de Amán, porque un judío no podía
doblar la rodilla ante un hombre (Est 3,2).

El himno alude directamente solo al fruto que esta
kénosis tuvo para Jesús mismo. Pero en otros muchos
textos paulinos se explicita el valor soteriológico de la
kénosis de Cristo para nosotros: "para que nos
enriqueciéramos con su pobreza" (2 Co 8,9), "para que en
él nos convirtamos en justicia de Dios" (2 Co 5,21), "para
destruir al que era fuerte por la muerte" (Hb
2,14).

2.- El texto autobiográfico: (Flp
3,7-16).

El segundo texto es autobiográfico. Los que
postulan que Filipenses ha juntado tres cartas distintas de Pablo
Atribuyen este texto a la tercera carta o carta C. Pablo
estaría ya fuera de la cárcel y se ha enterado de
que han llegado algunos agitadores judeocristianos a la comunidad
de Filipos y quiere prevenir a los dirigentes de la comunidad
frente a ellos.

Pablo previene a los filipenses frente a los
judaizantes. Argumenta diciendo que a judío nadie le gana,
porque es judío por los cuatro costados, y ha sido celoso
cumplidor de la ley. Pero ha dejado de dar importancia a esas
cosas desde que conoció a Cristo. Olvidó lo que
dejó atrás (la circuncisión y su anterior
vida en el judaísmo) y se lanza hacia lo que está
adelante, dejando aquello que antes había valorado,
llegando a tenerlo por basura con tal de conseguir a Cristo (Flp
3,7-16).

Pablo comienza la denuncia de los judaizantes de un modo
cáustico, y llega a llamar a sus adversarios "perros" y
"malos obreros" (Flp 3,2). Dice que se glorían de sus
vergüenzas, es decir de la circuncisión que llevan en
su órgano sexual. En lugar de usar la palabra griega para
circuncisión ???????????? usará otro compuesto del
verbo ????????????? que era la expresión usada en las
religiones histéricas para los que se castraban o se
hacían incisiones en su cuerpo. Los que presumen de su
judaísmo están imitando cosas que hacían los
sacerdotes paganos. En una arrebato sarcástico
llegará a decir en Gálatas que si tanta importancia
dan a la circuncisión, que se castren del todo de una vez
(Ga 5,12).

Pablo mismo dice que él en lugar de estar
orgulloso de la cicatriz de la circuncisión, de lo que se
siente orgulloso es de las cicatrices de las torturas que ha
sufrido por Cristo, lo que él llama las "marcas de
Jesús" en su cuerpo (Ga 6,17).

Hay un cambio de tono en esta sección. Mientras
que en capítulo 1 se mostraba sereno y confiado,
aquí muestra mayor inquietud y llega a confesar que tiene
lágrimas en sus ojos (Flp 3,18).

En el verso 4 comienza Pablo a argumentar a partir de su
ejemplo personal y nos da su testimonio autobiográfico.
Podemos, pues, dividir este texto en tres partes

  • a) Adhesión de Pablo al judaísmo
    como timbre antiguo de gloria (vv. 4-6)

  • b) Ha renunciado a todo ante el conocimiento de
    Cristo Jesús, que es ahora su única
    gloria

(vv. 7-11)

  • c) Dimensión escatológica de la
    salvación: Pablo está aún en camino. Ya
    sí, pero todavía no.

(vv. 12-14).

a) Primeramente Pablo subraya su plena
pertenencia al judaísmo. Si hoy día no lo tiene en
cuenta no es porque "no estén maduras". A judío no
le gana nadie, ni étnica, ni religiosamente. Y no
solamente lo heredó de sus padres, sino que él
mismo lo abrazó conscientemente y procuró
señalarse en el cumplimiento de la Ley en la secta farisea
que era la más extrema en dicho cumplimiento.

b) Pablo ha cambiado el motivo de su gloria de
lo que antes era una ganancia para él. Si antes se
gloriaba de ser judío por los cuatro costados, y celoso
cumplidor de la ley, ahora ya no se gloría más de
esto, que ha perdido importancia para él, y lo considera
una basura con tal de ganar a Cristo y ser hallado en él
no con una salvación que ya no deriva de la ley, sino de
la fe en Cristo, a quien denomina como "Cristo Jesús mi
Señor".

Esta fe consiste en un conocimiento nuevo de Cristo,
pero no es un saber intelectual griego, sino el conocer
típico bíblico de los grandes profetas (Jr
31,33-34, Os 4,1). A cambio de este conocimiento experiencial ha
perdido todo lo demás. No es que haya dejado de ser
judío, ni haya desaparecer la marca de la
circuncisión, sino en dejar de darle valor.

Esta experiencia de Cristo es una comunión en sus
padecimientos. No es simplemente una actitud mística, sino
una comunión bien real que tiene lugar en sus
cárceles, sus azotes, sus ayunos, sus vigilias, su
extenuación, sus humillaciones. Pero Pablo es consciente
de que esta comunión con los padecimientos supone
también una comunión con su vida resucitada. La
resurrección ya comienza en esta vida, es la
energía que brota de la misma cruz.

c) Sin embargo Pablo reconoce que
todavía está en el camino, que todavía no ha
alcanzado este pleno conocimiento de Cristo. Fue alcanzado por
Cristo un día, y ahora continúa corriendo para
alcanzarle. A continuación de este texto
autobiográfico, Pablo extrapola su experiencia personal
para exhortar a los filipenses que actúen ellos
también de esta manera.

H) Escatología de Filipenses

Volviendo a la situación de Pablo que se debate
en la incertidumbre sobre el resultado de su prisión,
vemos cómo esta situación le da pie para exponer
algo sobre su idea de lo que sucede al cristiano en el
período intermedio entre muerte y resurrección de
los muertos. Su prisa por morir (la muerte es con mucho lo mejor
para él) supone que ya desde el mismo momento de su muerte
cree que estará con Cristo, sin tener que aguardar a la
resurrección al final de los tiempos. Esto viene a matizar
la metáfora cristiana habitual que representa a los
muertos como "dormidos" hasta ser despertados el día de la
resurrección.

En la primera carta a los Tesalonicenses Pablo
exponía ya una primera reflexión acerca de la
muerte. La expectativa de la segunda venida de Cristo era tan
inmediata, que no se pensó en un principio que nadie fuera
a morir antes de esa fecha. Pero cuando suceden los primeros
fallecimientos hay que reconsiderar el tema. Es lo que hace de
una manera incipiente San Pablo en dicha
epístola.

En el caso de los que hayan muerto antes de la segunda
venida no estarán es desventaja, porque resucitarán
en ese momento para unirse a los que todavía estén
vivos (1 Ts 4,15-16) que se reunirán con ellos. En la
primera Corintios Pablo explicita un poco más lo que
sucederá con los que estén vivos. No tendrán
que pasar por la muerte, pero sí tendrán que ser
transformados. Aunque no todos mueran, todos tendrán que
ser transformados (1 Cor 15,51). Es imposible que este cuerpo
material sujeto al espacio y al tiempo goce de la visión
de Dios. Los muertos resucitarán con un cuerpo espiritual,
y los que no tengan que morir tendrán en cualquier caso
que cambiar este cuerpo material por otro espiritual, como ya
vimos en nuestro comentario a la primera corintios.

Hasta aquí da la impresión de que la vida
eterna solo comenzará con la segunda venida, tanto para
los que mueren como antes como para los que signa vivos. Sin
embargo en esta carta hay un cambio de énfasis. Pablo
empieza a considerar la posibilidad de que los que mueran no
tengan que esperar a la segunda venida para poder "estar con el
Señor". Él mismo desea morir pronto para adelantar
su llegada a Cristo, lo cual no tendría sentido si
después de muerto tuviese que esperar a la segunda venida
para conseguirlo.

Por eso encontramos en las tesis paulinas una dualidad
que él mismo no ha resuelto. Por una parte los muertos en
Cristo están "dormidos" hasta que despierten en la
resurrección que tendrá lugar al final del tiempo
(1 Ts 4,16-17; 1 Cor 15,51-52). Por otra parte este sueño
no es un sueño absolutamente inconsciente, ni pasivo, sino
que incluye ya una relación vital con el Señor
Jesús más plena que la que ya tenemos ahora por la
gracia. Efectivamente, Jesús al ladrón le
prometió que ya, sin más tardanza, "hoy", lo
tendría consigo en el paraíso.

I) Muerte y vida en la espiritualidad
paulina

Otro tema interesante de la epístola es el dato
autobiográfico de cómo estaba viviendo Pablo su
situación de prisionero. Pablo "ofrece una cierta
mística del sufrimiento"[74]. Ya notamos
como la pena de la prisión no impide en absoluto la
desbordante alegría del apóstol. La probabilidad de
una sentencia de muerte no ensombrece su vida, porque "la muerte
es una ganancia" cuando nuestra vida es Cristo (Flp
1,21).

El único motivo que le hace desear seguir
viviendo es la ayuda que pueda prestar a los filipenses.
"Quedarme en la carne es más necesario para ustedes" (Flp
1,24). La fuente de su alegría es por eso el descubrir que
el hecho de estar preso no está perjudicando a la
comunidad de Filipos, sino que más bien está siendo
una bendición para ella. Los hermanos se han llenado de
valentía para predicar la palabra. Aunque algunos lo hagan
por motivaciones bastardas, solo para amargarle la existencia a
Pablo, lo importante es que Cristo es últimamente
evangelizado. Pablo solo busca la mayor gloria de Dios. Lo
único que importa es que Cristo sea glorificado en su
cuerpo. Y Cristo puede ser glorificado tanto si Pablo sobrevive
como si muere.

En repetidas ocasiones Pablo se refiere a la "muerte"
como situación de vida que acompaña al
apóstol, que da vida a los demás a través de
su propia muerte ¿Qué es lo que Pablo llama su
muerte? Es su condición humillada de apóstol:
[75]

a) Su apariencia quebrantada y la pobreza de sus medios
(1 Cor 2,3-5) que hacen de él un miserable vaso de barro
(2 Co 4,7) frágil y sin valor. Me presenté ante
ustedes débil, tímido y tembloroso (1 Cor 2,3-5).
La presencia del cuerpo es pobre, y la palabra despreciable (2 Co
10,10). Experiencia de desmoronamiento (2 Co 4,16). La "espina en
su carne" (2 Co 12,7-10) de la misteriosa enfermedad recurrente
de tipo crónico que tanto le limitaba en sus viajes y que
tanto le pidió a Dios que le curase. Te basta mi
gracia.

b) Es la oposición que encuentra, la sospecha
lanzada sobre su ministerio (2 Co 3,1-3), el sabotaje de su obra,
realizado por detrás, por parte de "archiapóstoles
intrigantes" (2 Co 11,5). Las zancadillas dentro de la propia
Iglesia. Intrigas, envidias, chismes mezquinos, los carrerismos
para ocupar un puesto. Ser entregado en manos de los
hombres… Gran parte de nuestros sufrimientos serán
causados en el interior de la propia Iglesia. Los roces internos
provocan un tremendo desgaste de energías que no pueden
ser liberadas para el apostolado. Pablo tuvo que sufrir el
enfrentamiento con la jerarquía, cuando observó en
Pedro una conducta poco valiente, disimulando con componendas.
Tuvo que sufrir las tensiones ideológicas con los
judeocristianos que no eran capaces de comprender la radical
novedad del evangelio de Jesús y querían meter el
vino nuevo en odres viejos. Las peores zancadillas son las de los
misioneros acreditados por Jerusalén que visitaban sus
comunidades para desacreditarle a él.

c) La incomprensión que palpa; el agudo dolor de
tener que pasar por un inútil, cuando lleva en sí
las riquezas incalculables que están pidiendo ser
distribuidas; vendedor a domicilio de mercancías que nadie
quiere. Clases de religión en las que los alumnos hacen
mofa de lo que para mí es más sagrado (2 Co 8,10);
Las burlas de los atenienses que dicen: "Ya te oiremos otro
día", y ahora dicen "De eso ya te hemos oído hablar
antes muchas veces". Esa sensación de ser inmundicia y
barredura (1 Cor 4,13), y deshecho de todos. Sin profesión
ni familia ni estatus social. Objeto de burla en revistas
satíricas y chistes de curas. Ser asociados por
Jesús a la contradicción que él provoca.
¿No es él un aguafiestas que interviene a tiempo y
destiempo (2 Tm 4,2) sin dejarse atar por la demagogia o el deseo
de agradar? (Ga 1,10).

d) En consecuencia lleva en su cuerpo como surcos
profundos las "señales de Jesús" (Ga 6,17), que le
han dejado las flagelantes correas del desprecio. Cinco veces
recibí de los judíos los treinta y nueve latigazos,
tres veces fui azotado con varas, una vez apedreado (2 Co
11,24-25). El cuerpo de Pablo estaba lleno de cicatrices y
mataduras. Estas son las marcas en su cuerpo de las que se
gloría, y no en las de la circuncisión.

e) Su preocupación obsesiva diaria por todas las
iglesias; ha desposado a los hombres con Cristo y les ama con
ardiente pasión llena de celo (2 Co 11,1-4): "En vida y
muerte están ustedes unidos a mi corazón", les
escribe (2 Co 7,3). Pero ellos inconstantes se apartan de la
simplicidad evangélica para seguir detrás del
primero que llega o del último que les habla (2 Co 11,4);
y cada defección le hace vivir sobre carbones encendidos
(2 Co 11,29); esto le hace pronunciar esta dolorosa queja:
"Amándoles más, ¿seré yo menos
amado?" (2 Co 12,15).

De todos modos la vida de Pablo es una muerte cotidiana
por la salvación de los otros (1 Cor 15,31) y siente el
deseo creciente de derramarse en libación sobre el
sacrificio de su fe Flp 2,17). Su corazón ya minado por el
desgaste físico (2 Co 11,23-27) se consume en el fuego de
dos sentimiento contrarios: por un lado, "el deseo de partir y
estar con Cristo" (Flp 1,23); por otro, el ansia de estar
separado para siempre de Cristo, si esto pudiera servir para
abrir los ojos a sus hermanos de raza (Rm 9,3). Él
conoció el Getsemaní del apóstol al que
angustia la caridad (2 Co 5,14-15). Puede hablar de la muerte de
Cristo porque sabe lo que dice: su homilía le hace sufrir
en el momento mismo en que la dicta a su secretario…

Pero, éste es el misterio pascual, Pablo
comprende que esta muerte produce ya desde ahora frutos de vida.
"Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación
de ustedes (2 Co 1,6). "Llevamos siempre en nuestros cuerpos por
todas partes el morir de Jesús a fin de que también
la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo… De
modo que la muerte actúe en nosotros, la vida en ustedes"
(2 Co 4,10-12). "Me alegro de los padecimientos que soporto por
ustedes, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones
de Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia" (Col 1,24).
Pablo no pretende que el valor de la cruz de Jesús haya
sido insuficiente. La redención está ya completa,
pero para que esa redención pueda llegar a todos, necesita
de las tribulaciones del apóstol.

La Pascua de Jesús se afirma a sí misma en
la seriedad de una vida misionera. La cruz predicada simplemente
como una palabra humana parece una enormidad (1 Cor 1,18); pero
vivida intensamente por el apóstol, se convierte en
potencia de Dios. Lejos de dañar al obrero
evangélico, le proporciona toda su fecundidad; por ella en
efecto, Dios acredita a su enviado, presentándole como al
último de los hombres (1 Cor 4,9) y es entonces cuando
algo surge. El ministerio no es más que el despliegue de
la fuerza del Señor en la debilidad de su apóstol
(2 Co 12,9)

La vida ardiente del apóstol es la historia de su
progresiva desposesión. La fidelidad a Cristo no deja de
desmantelar esta hazaña que nosotros imaginamos y de las
que nos consideramos heroicos responsables. Pero cuando Dios
aparece derribando es que nos pone en nuestro puesto. Todos los
sueños generosos que nosotros construimos y que nos
atormentan, son una versión mítica de los
acontecimientos. A ellos Jesús opone la verdadera historia
que hace él mismo.

No siempre fracasaremos en nuestra vida
apostólica. Habrá veces en que, como le pasó
a Jesús, sintamos que la gracia de Dios pasa a
través de nosotros y llega a los demás, y le
convierte o les sana o les transforma. Pero en otras muchas
ocasiones el Señor nos hará compartir sus fracasos,
y encontraremos sólo oposición, rechazo,
indiferencia. Incluso puede suceder que veamos como nuestra mejor
intención produce resultados negativos y causa
escándalos y divisiones.

San Pablo también experimentó ambas cosas.
Les dice a los corintios: "Las características del
apóstol se vieron cumplidas entre ustedes: paciencia
perfecta en los sufrimientos, y también señales,
prodigios y milagros". Pablo sintió muchas veces el
éxito de su misión, y pudo contemplar abundantes
signos, pero en otras ocasiones sólo vio oposición
y rechazo. Pero supo aceptar ambas cosas, como
características del verdadero apóstol.

Constata con gran sorpresa que esas tribulaciones no le
destruyen, ni le "queman". "Estamos sometidos a todo tipo de
tribulaciones, pero no nos achicamos; estamos perplejos, pero no
desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero
no acabados" (2 Co 4,8-9).

Lo que nos "quema" no son nuestros sufrimientos por
Cristo, sino nuestros nervios, nuestras impaciencias, nuestro
perfeccionismo, nuestra autosuficiencia que nos lleva a juzgarnos
indispensables, el activismo que no sabe encontrar tiempos de
descanso y de renovación. Jesús no nos llama
siervos, sino amigos, y nosotros muchas veces le servimos
cerrándonos a su amistad, minimizando los tiempos de
oración y de encuentro, buscando nuestra relajación
más en la televisión que ante el
sagrario.

TEMA 14: LA CARTA A LOS
ROMANOS

A) La comunidad de Roma

La población judía total en el siglo de
Cristo se calcula en unos 7 millones. La mayoría viven en
la diáspora, sobre todo en las grandes ciudades del
Mediterráneo, como Alejandría y Antioquía.
La comunidad judía de Roma no debió ser tan
numerosa. Había unos 40.000 miembros.

La mayoría eran pobres, esclavos y libertos,
dedicados a oficios comunes. En la lista de nombres de Rm 16,
algunos llevan nombres típicos de esclavos o de libertos.
Según Filón, los judíos libertos
seguían estando en estrecha dependencia de sus antiguos
amos, como clientes. Otros eran extranjeros domiciliados,
artesanos, tenderos sin derechos civiles. En varias ocasiones
fueron expulsados de Roma. Tiberio en el año 19
expulsó a un gran número, y lo mismo hizo Claudio
en el año 49. Pero estas expulsiones duraban corto plazo,
y la comunidad judía en general seguía
creciendo.

El judaísmo suscitaba por una parte un gran
desprecio por parte de la población. Cicerón los
denomina "superstición bárbara (Pro
Flacco
, 281). Pero algunos intelectuales admiraban el
contraste de la idea sublime de Dios y la nobleza de la
ética judía con la degeneración de la
religión oficial romana, con dioses y diosas
adúlteros. Eran numerosos los gentiles seducidos por el
judaísmo que se hacían circuncidar
(prosélitos) o que al menos frecuentaban las sinagogas y
oraban al Dios de Israel (temerosos de Dios). Estos
últimos fueron el campo más fértil para la
propagación del Cristianismo[76]

Apenas sabemos nada sobre cómo empezó la
primera comunidad cristiana de Roma, pero sus orígenes se
remontan a los años cuarenta. Parece ser que no fue
fundada por ninguno de los apóstoles. Probablemente los
iniciadores fueron algunos judeocristianos procedentes del
Oriente que fueron a vivir a la capital del Imperio y empezaron a
evangelizar a los habitantes de Roma, empezando por los
judíos. Como en todas las primeras comunidades
habría que diferenciar en Roma la presencia de
judeocristianos y de paganos convertidos a Jesús
Mesías. La expulsión de los judíos por parte
de Pablo, alcanzó también a algunos
judeocristianos, y pudo inclinar más la balanza
numérica a favor de los
étnico-cristianos.

Curiosamente la carta a los Romanos no está
escrita en latín, sino en griego. Esto no se debe solo a
que Pablo no supiera latín (podría haber utilizado
un escriba traductor) sino a que los destinatarios de la carta
son una comunidad que, a pesar de vivir en Roma, no hablaba
latín sino griego. Estaba formada toda ella por
inmigrantes de lengua griega procedentes de la mitad oriental del
Mediterráneo.

Es a ellos a quienes Pablo dirige su carta (Rm 1,6). Los
destinatarios son personas suficientemente cultas como para
entender los conceptos sutiles bíblicos y
teológicos a los que se refiere Pablo en su carta. Podemos
suponer que entre los cristianos romanos habría
representantes de las distintas tendencias esbozadas en el cuadro
sinóptico expuesto. Pablo en su carta trata estas
divisiones con suma delicadeza, y con un claro criterio
ecuménico.

B) Lugar y fecha de la carta

La carta a los romanos es de indudable paternidad
paulina. La carta fue escrita en Acaya, probablemente en Corinto,
durante los tres meses de estancia de Pablo, mencionados en Hch
20, cuando se preparaba ya para viajar a Jerusalén
llevando la colecta. Según nuestra cronología, esta
tercera visita a Corinto tuvo lugar en los años 55-56.
Estamos en la época de Nerón, pero antes de que
empiece la persecución contra los cristianos. Pablo no
conoce Roma personalmente, pero espera visitar la ciudad en su
proyectado viaje a España (Rm 1,15).

Para cuando termine su actual viaje llevando la colecta
a Jerusalén, Pablo tiene planes nuevos. Hasta entonces sus
campos de evangelización tenían como centro a
Antioquía y Jerusalén. Pero ahora planea abrir
nuevos campos y piensa en otros lugares a donde el evangelio no
ha llegado aún, en los confines del Occidente, en Hispania
(Rm 15,20). Era entonces el "Finisterre" el final del mundo
conocido, donde Hércules había plantado sus dos
columnas que decían: "Non plus ultra": "No más
allá". Hasta ahora la evangelización de Pablo ha
tenido como centro de operaciones la ciudad de Antioquía,
pero ahora necesita una comunidad que le apoye en un lugar no tan
lejos de España. Roma es el lugar ideal. Pablo es un
pionero. Fue el primero en comprender que la capital del mundo
cristiano ya no tendría que estar situada en el Oriente,
sino en el centro del Mediterráneo, en Roma

Como parte de este proyecto misionero en Occidente,
escribe a Roma con tiempo, para irse ganando a los miembros de
esta comunidad. Quiere crear con esta comunidad lazos de
comunión y solidaridad espiritual y material para que la
empresa sea más eclesial. Su mejor carta de
presentación ante la comunidad cristiana de Roma es
explicar su propio evangelio, tan combatido por los judaizantes.
Probablemente en Roma ya ha oído escuchar algo de la
polémica que Pablo ha suscitado y quiere por eso
exponerles ahora su evangelio no de forma polémica, sino
de un modo sereno y sistemático (cf. Hch
28,22).

C) Naturaleza de la carta

La carta reúne características
típicamente epistolares, en su encabezamiento, en su
despedida, en la amplia sección pastoral, pero
también constituye un tratado teológico sobre los
temas paulinos favoritos en la sección doctrinal (Rm
1,18-11,36).

Es el texto más consistente para exponer la
teología paulina. Ya en Gálatas había
expuesto lo fundamental de su tesis sobre la justificación
por la fe, pero de una manera más breve y más
polémica.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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