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Metrología como factor decisivo en la calidad de un producto



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Monografía destacada

  1. Introducción
  2. Justificación
  3. Marco
    teórico
  4. División de
    la metrología
  5. Instrumentos de
    medición
  6. Clasificación de
    instrumentos
  7. Calibración
  8. Simbolismo en la
    metrología
  9. Patrones de
    medición
  10. Importancia de la
    Metrología en el Aseguramiento de la
    Calidad
  11. Ley Federal Sobre
    Metrología y Normalización
  12. Conclusiones
  13. Plataforma
    Teórica

Introducción

Metrón, medida, logos, tratado: No existe una
definición clara y completa de la Metrología, con
la que al menos los metrólogos se encuentren satisfechos,
fuera de la clásica que la define como "ciencia de la
medición". Sin duda ello es debido a que, estando latente
en prácticamente todas las facetas de la vida diaria, casi
nadie es consciente de ello. En un intento de definición
lo más completa posible, proponemos la siguiente: "La
Metrología es la ciencia que tiene por objeto el estudio
de las propiedades medibles, las escalas de medida, los sistemas
de unidades, los métodos y técnicas de
medición, así como la evolución de lo
anterior, la valoración de la calidad de las mediciones y
su mejora constante, facilitando el progreso científico,
el desarrollo tecnológico, el bienestar social y la
calidad de vida".

La Metrología comprende pues todos los aspectos,
tanto teóricos como prácticos, que se refieren a
las mediciones, cualesquiera que sean sus incertidumbres, y en
cualesquiera de los campos de la ciencia y de la
tecnología en que tengan lugar. Cubre tres actividades
principales:

  • La definición de las unidades de medida
    internacionalmente aceptadas.

  • La realización de las unidades de medida por
    métodos científicos.

  • El establecimiento de las cadenas de trazabilidad,
    determinando y documentando el valor y exactitud de una
    medición y diseminando dicho conocimiento.

La Metrología se considerar habitualmente
dividida en tres categorías, cada una de ellas con
diferentes niveles de complejidad y exactitud: 1. La
Metrología Científica, que se ocupa de la
organización y el desarrollo de los patrones de medida y
de su mantenimiento (el nivel más alto).2. La
Metrología Industrial, que asegura el adecuado
funcionamiento de los instrumentos de medición empleados
en la industria y en los procesos de producción y
verificación.3. La Metrología Legal, que se ocupa
de aquellas mediciones que influyen sobre la transparencia de las
transacciones comerciales, la salud y la seguridad de los
ciudadanos.

Justificación

Importancia de la Metrología para la
sociedad

Las mediciones juegan un importante papel en la vida
diaria de las personas. Se encuentran en cualquiera de las
actividades, desde la estimación a simple vista de una
distancia, hasta un proceso de control o la investigación
básica.

La Metrología es probablemente la ciencia
más antigua del mundo y el conocimiento sobre su
aplicación es una necesidad fundamental en la
práctica de todas las profesiones con sustrato
científico ya que la medición permite conocer de
forma cuantitativa, las propiedades físicas y
químicas de los objetos. El progreso en la ciencia siempre
ha estado íntimamente ligado a los avances en la capacidad
de medición. Las mediciones son un medio para describir
los fenómenos naturales en forma cuantitativa. Como se
explica a continuación" la Ciencia comienza donde empieza
la medición, no siendo posible la ciencia exacta en
ausencia de mediciones". Las mediciones suponen un costo
equivalente a más del 1% del PIB combinado, con un retorno
económico equivalente de entre el 2% y el 7% del PIB. Ya
sea café, petróleo y sus derivados., electricidad o
calor, todo se compra y se vende tras efectuar procesos de
medición y ello afecta a nuestras economías
privadas. Los radares (cinemómetros) de las fuerzas de
seguridad, con sus consecuencias económicas y penales,
también son objeto de medición. Horas de sol,
tallas de ropa, porcentaje de alcohol, peso de las cartas,
temperatura de locales, presión de neumáticos, etc.
Es prácticamente imposible describir cualquier cosa sin
referirse a la metrología. El comercio, el mercado y las
leyes que los regulan dependen de la metrología y del
empleo de unidades comunes.

La Metrología tiene dos características
muy importantes el resultado de la medición y la
incertidumbre de medida.

Por otra parte, la Metrología es parte
fundamental de lo que en los países industrializados se
conoce como Infraestructura Nacional de la
Calidad
,1compuesta además por las actividades de:
normalización, ensayos, certificación y
acreditación, que a su vez son dependientes de las
actividades metrológicas que aseguran la exactitud de las
mediciones que se efectúan en los ensayos, cuyos
resultados son la evidencia para las certificaciones. La
metrología permite asegurar la comparabilidad
internacional de las mediciones y por tanto la intercambiabilidad
de los productos a escala internacional.

Marco
teórico

DEFINICIÓN

La metrología (del griego
µet?o?, medida y ?o?o?, tratado) es la
ciencia e ingeniería de la medida, incluyendo el estudio,
mantenimiento y aplicación del sistema de pesas y medidas.
Actúa tanto en los ámbitos científico,
industrial y legal, como en cualquier otro demandado por la
sociedad. Su objetivo fundamental es la obtención y
expresión del valor de las magnitudes, garantizando la
trazabilidad de los procesos y la consecución de la
exactitud requerida en cada caso; empleando para ello
instrumentos métodos y medios apropiados.

HISTORIA DE LA
METROLOGÍA

Desde sus primeras manifestaciones, normalmente incluida
dentro de la antropología general, pasando por la
arquitectura y la agrimensura, hasta las transacciones
comerciales, la propiedad de la tierra y el derecho a percibir
rentas, donde rápidamente se encuentra el rastro de alguna
operación de medida, la metrología, al igual que
hoy, ha formado parte de la vida diaria de los
pueblos.

Antes del Sistema Métrico Decimal, los humanos no
tenían más remedio que echar mano de lo que
llevaban encima, su propio cuerpo, para contabilizar e
intercambiar productos. Así aparece el pie, casi siempre
apoyado sobre la tierra, como unidad de medida útil para
medir pequeñas parcelas, del orden de la cantidad de suelo
que uno necesita, por ejemplo, para hacerse una choza. Aparece el
codo, útil para medir piezas de tela u otros objetos que
se pueden colocar a la altura del brazo, en un mostrador o
similar. Aparece el paso, útil para medir terrenos
más grandes, caminando por las lindes. Para medidas
más pequeñas, de objetos delicados, aparece la
palma y, para menores longitudes, el dedo.

Pero hay un dedo más grueso que los demás,
el pulgar, el cual puede incluirse en el anterior sistema
haciendo que valga 4/3 de dedo normal (véase Fig. 1). Con
ello, el pie puede dividirse por 3 o por 4 según convenga.
Y dividiendo la pulgada en 12 partes, se tiene la línea
para medidas muy pequeñas.

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Fig. 1 – Palma, cuarta, dedo y
pulgada

Al necesitarse una correspondencia entre unas unidades y
otras, aparecen las primeras equivalencias: una palma tiene
cuatro dedos; un pie tiene cuatro palmas; un codo ordinario tiene
un pie y medio, esto es, 6 palmas; y si a ese codo se le
añade un pie más, tenemos el grado o medio paso que
es igual, por tanto, a un codo más un pie, o dos pies y
medio, o diez palmas; y por fin el paso que es la distancia entre
dos apoyos del mismo pie al caminar. Así que una vez
decidido cuánto mide un pie, o un codo, todas las
demás medidas se obtienen a partir de él, con lo
cual puede hacerse un primer esbozo de un sistema
antropométrico coherente, como el que muestra la Tabla
1.

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Tabla 1 – Unidades
antropométricas

Cada una de estas medidas, además, se corresponde
con un gesto humano característico. Así, la braza
es la altura del cuerpo humano, pero se forma al poner los brazos
en cruz con las puntas de los dedos estiradas; y la vara, al
doblar los brazos, es lo que mide el hombre de codo a codo
(véase Fig. 2) [2].

Hasta el Renacimiento, la mayor parte de la
información existente sobre metrología se refiere a
su aplicación en las transacciones comerciales y en las
exacciones de impuestos. Solo a partir del Renacimiento se hace
visible la distinción entre metrología
científica y otras actividades metrológicas, que
podríamos denominar "de aplicación".

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Fig. 2 – La braza y la
vara

Una regla general observada a lo largo de la historia es
que cuanto más barato es un género, más
deprisa se hace su medición y con menor precisión.
Hoy día diríamos que tanto la técnica de
medición como el instrumento deben adaptarse a la
tolerancia de medida que deseamos comprobar y que, en efecto,
mayores tolerancias permiten una medición más
rápida y menos cuidada.

Un hecho que parece claro es el de la aceptación
del nacimiento de la ciencia, entendida en el mismo sentido que
hoy día, en la ciudad griega de Mileto, en el siglo VI
a.C. y, posteriormente, en la Alejandría de los Ptolomeos,
hacia el año 250 a.C., nacida de una necesidad puramente
práctica. La medición de largas distancias,
basándose en la semejanza de triángulos,
según Tales, ha permitido el levantamiento de planos por
triangulación hasta nuestros días.

Son innumerables los ejemplos de la aportación
griega a la historia del pensamiento científico y de la
metrología en particular, no solo debidos a ellos mismos
sino al rescate de conocimientos anteriores derivados de los
egipcios, haciendo inteligible lo que hasta entonces era confuso.
Puede decirse que los Griegos realizaron el estudio
sistemático de lo conocido hasta entonces, estableciendo
un nuevo espíritu que se mantendría posteriormente
con Pericles, Alejandro Magno, Roma, etc. hasta nuestros
días, pasando por nuevos impulsos, más recientes,
obtenidos sucesivamente en dos épocas claves, el
Renacimiento y la Revolución Francesa, las cuales destacan
curiosamente por haberse producido en ellas un nuevo acercamiento
al "espíritu" griego. Puede sacarse la conclusión,
no errónea, de que las épocas de avance de la
ciencia coinciden con una vuelta al espíritu griego o
helenístico; es decir, a esa forma única de
entender el pensamiento y el método para progresar en los
estudios.

Antes del Renacimiento, el Imperio Bizantino jugó
también un papel importante, por ser su metrología
el germen de los módulos árabes posteriores. Todos
los módulos empleados por Bizancio derivan de los griegos
y de las aportaciones romanas posteriores, éstas
"helenizadas", conduciendo a nombres griegos en su
totalidad.

La Ciencia, entendida como tal, llegó al Islam
con la dinastía de los Omeyas, que en el año 661
trasladaron su capital a Damasco, tras haber estado afincados en
Siria y haber vivido "helenizados". De nuevo, el espíritu
"helenizador" fue la correa de transmisión de la Cultura.
En el año 827, el califa Al-Ma"mun ordenó volver a
medir el grado de meridiano, tratando de cotejar el
cálculo efectuado en su tiempo por Ptolomeo.

El primer erudito que estudió la
metrología árabe parece que fue Sylvestre de Sacy,
el cual efectuó la traducción del tratado
metrológico de Makrizi. Este tratado es una
recopilación del sistema de medidas y monetario empleado
por los árabes. En las obras de Ruiz-Castillo y
Sánchez Pérez figura una relación
importantísima de instrumentos científicos, en su
mayoría astronómicos, desarrollados en este
periodo.

Posteriormente, entre el final del siglo XV y el XVIII,
se consiguieron importantes avances en la astronomía, la
geodesia y la medida del tiempo. La aparición de nuevas
ideas marca para siempre el devenir de la ciencia en los
países desarrollados. La metrología acompaña
y precede en muchos casos a los avances científicos. Todo
esto tiene lugar cuando se establece con firmeza la superioridad
del método experimental frente a la especulación. A
partir de esta idea, los científicos exigen ya
instrumentos cada vez más perfectos, pudiendo ser
considerados como metrólogos aquellos que fueron capaces
de construirlos por sí mismos .

Considerando en este largo periodo figuras como
Copérnico, Johann Müller (Regiomontano), Bernard
Walther, Peurbach, Tycho Brahe, Johannes Kepler, Galileo, etc.,
se comprende que ya estamos hablando de otro nivel de
conocimientos y de filosofía subyacente en la
aproximación a la ciencia. Aquí, el espíritu
del Renacimiento (de nuevo vuelta al espíritu "griego") se
manifiesta en su vigor pleno. Aunque todos los descubrimientos e
innovaciones tienen más importancia en campos como la
astronomía y la geodesia, también en la
metrología aparece, a cargo de Galileo, una clara e
importante distinción entre propiedades mensurables y no
mensurables de la materia.

Esta pléyade de científicos citados
continuaría con nombres como Descartes, Colbert, Picard,
Cassini, Huyghens, Newton, pero lo que todos ellos lograron para
el progreso de la ciencia escapa desgraciadamente a este breve
resumen.

Ciencia y Metrología en
España

Los esfuerzos de los reyes cristianos, tras la
reconquista definitiva de Toledo en 1085, por acabar con la
multiplicidad de valores aceptados, duraron varios siglos,
existiendo en la Novísima Recopilación hasta cinco
Leyes que se ocupan de esta cuestión, recogiéndose
en varias de ellas algunas disposiciones más antiguas.
Estas Leyes van desde la de Don Alonso de Segovia, en 1347,
titulada "Igualdad de los pesos y medidas en todos los
pueblos; y orden que se ha de observar en ellos
", hasta la
de Carlos I y Dª Juana, en Madrid, en 1534 titulada
"Arreglo de pesos y medidas por los Corregidores y
Justicias
". Sin embargo, la solución definitiva
tendría lugar más de doscientos años
después, con la aparición del sistema
métrico decimal.

Un elemento central de la Revolución
Científica que tuvo lugar más tarde, en la
época de Felipe II, fue el abandono de la visión
cosmogónica en la que la Tierra ocupaba el centro del
Universo y de la física aristotélica por un sistema
en el que los planetas se mueven en torno al Sol. Estas eran las
ideas que surgieron en 1543, cuando se publicó De
revolutionibus orbium coelestium
, de Nicolás
Copérnico. Sin embargo, la condena por la Iglesia de la
teoría heliocéntrica hizo prácticamente
imposible que los astrónomos católicos la
defendieran públicamente en el siglo XVII.

Durante el reinado de Felipe II, las instituciones de
carácter científico y técnico tuvieron un
amplio desarrollo. Por ejemplo, la Casa de la Contratación
de Sevilla se consolidó como un gran centro de ciencia
aplicada a la navegación, estableciéndose los
oficios de Catedrático de Cosmografía y del Arte de
Navegar, y de Cosmógrafo Mayor, que adquirió un
gran relieve en el Consejo de Indias.

En el último tercio del siglo XVIII, mientras en
el plano internacional comienza en Inglaterra la
revolución industrial, ampliada a Estados Unidos a
comienzos del siglo XIX, de la mano de nombres como James Watt,
Henry Maudslay, Eli Whitney, considerado como el padre de la
fabricación en masa, Joseph Whitworth, etc., en
España tiene lugar una actividad mitad científica,
mitad política, que se traduce en expediciones
científicas a América, las cuales atendieron tanto
a las ciencias naturales, como a la hidrografía y al
análisis político del ámbito colonial ,
llegando a realizarse cerca de cuarenta expediciones en el
reinado de Carlos III y alrededor de treinta en el de Carlos
IV.

Entre los componentes de estas expediciones destaca,
como consecuencia de la estructura existente, la presencia de la
Armada, los ingenieros del Ejército y las nuevas escuelas
y observatorios militares. Desde el punto de vista de nuestro
interés por la Metrología, es de destacar la
realizada por Antonio de Ulloa y Jorge Juan, formando la
delegación española de la expedición al
Perú organizada por la Academia de Ciencias francesa,
encabezada por Godin, ayudado por La Condamine, Bouguer y
Jussieu, junto con el quiteño Pedro Vicente
Maldonado.

La misión que iban a desarrollar constaba de dos
fases bien diferenciadas; la geodésica, consistente en
triangular una distancia de unos 400 km a lo largo del corredor
interandino, aprovechando las cordilleras occidental y oriental
para la instalación de los puestos de observación,
la cual les ocupó entre 1736 y 1739, y en la que debieron
hacer frente a dos tipos de problemas para asegurarse de la
bondad del resultado final; los derivados del instrumental
científico empleado (cuarto de circulo y barómetro)
y aquellos asociados a la multitud de Verificaciones accesorias y
observaciones complementarias cuyo objetivo era depurar los
datos, reduciendo los lados de la triangulación al nivel
del mar. La segunda fase se refiere a las observaciones
astronómicas para determinar la amplitud angular del arco
triangulado

Al regreso de dicha expedición, ambos expusieron
sus trabajos: Jorge Juan redactando las Observaciones
astronómicas y phisicas hechas de Orden de su S. Mag. en
los reynos del Perú
, y Ulloa la Relación
histórica del viage
. En su texto, "Jorge Juan
mostraba sus conocimientos del análisis infinitesimal, su
dominio de las teorías de Huygens y Newton y sus
posteriores desarrollos, realizando un correcto análisis
dinámico del movimiento circular aplicado al movimiento de
rotación de la Tierra [4]. Cabe señalar que Jorge
Juan todavía tuvo problemas con la Inquisición,
debido a su adhesión al sistema heliocéntrico,
pudiendo solucionarse todo gracias a las gestiones de los
dirigentes ilustrados (Navarro Brotons, 1983) .

Jorge Juan fue finalmente director entre 1752 y 1766 de
la Academia de Guarda marinas de Cádiz, donde fundó
un observatorio astronómico, trasladado más tarde a
San Fernando, donde en la actualidad se mantiene y disemina el
segundo, unidad básica de tiempo del Sistema
SI.

En esta etapa, no solo en España sino
también en el resto de los países, existía
una diversidad enorme de pesos y medidas, lo cual empezaba a
obstaculizar el comercio y el progreso industrial, ambos ya muy
importantes, causando de paso problemas a los recaudadores de
impuestos de los Estados.

Aunque la primera propuesta aproximada de lo que luego
sería el sistema métrico decimal parece que fue
hecha en 1670 por el francés Gabriel Mouton, dicha
propuesta sería discutida y manipulada durante más
de 120 años, siendo finalmente Talleyrand el que, en 1790,
la suscribió ante la Asamblea Nacional francesa. En los
distintos países se expresaban las mismas opiniones
respecto a la variedad de medidas existente. Delambre
escribía: "Asombrosa y escandalosa diversidad".
Talleyrand: "…una variedad cuyo solo estudio espanta". Pero la
idea de unificar los pesos y medidas era, como siempre ha sido,
una revolución social, tanto como
científica.

España jugó su papel en los trabajos de
determinación de la longitud del arco de meridiano, al
igual que ocurriera con la expedición al Perú; en
este caso, por formar parte su territorio de la medición,
ya que la Asamblea francesa había determinado realizar la
medición entre Dunquerque y Barcelona, ciudades situadas
casi simétricamente a ambos lados del paralelo 45, estando
asentadas al nivel del mar.

El 21 de septiembre de 1792 quedó fijado como
valor del metro "la diezmillonésima parte del cuadrante de
meridiano terrestre que pasa por París". Los trabajos de
medición fueron realizados por Delambre y Méchain
(véase Fig. 3). Este último propuso extender los
trabajos primero hasta enlazar con Mallorca y después con
el norte de África. El proyecto fue continuado, a la
muerte de su autor, por Bioy y Aragó y no fue terminado
hasta finales del siglo XIX por Ibañez de Ibero y Perrier.
Midieron el arco de meridiano entre Dunquerque y
Barcelona

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Fig. 3 -Jean Baptiste DELAMBRE y Pierre
François A. MÉCHAIN

En España, los intentos de unificación de
sus sistemas de medidas habían fracasado uno tras otro.
Las "medidas y pesos legales de Castilla" no comenzaron a
utilizarse hasta los tiempos de Carlos IV, el cual, en 1801
promulgó la Ley sobre "Igualación de pesos y
medidas para todo el Reyno por las normas que se expresan
".
Conscientes nuestros ilustrados de la necesidad de disponer de un
sistema único, se formó una comisión de
cuyos trabajos se dio cuenta en informes oficiales. Sin embargo,
al final, todos estos trabajos resultaron inútiles, ya que
antes de que se implantara un nuevo sistema unificado,
apareció el sistema métrico decimal y los miembros
de la Comisión, entre ellos Císcar y Pedrayes [b],
delegados españoles en la comisión para la
medición del meridiano, decidieron apoyarlo.

Cuando, en 19 de julio de 1849, Isabel II sanciona la
Ley de Pesas y Medidas, la cual introduce en nuestra
legislación el sistema métrico decimal y su
nomenclatura científica, así como los Reales
Decretos y Órdenes para su aplicación, se acomete
por tercera vez en la legislación española la
unificación de las pesas y medidas. No había sido
fácil llegar hasta este punto, ya que durante medio siglo
la inmensa mayoría de las propuestas elevadas al Gobierno
plantearon la unificación a partir de las unidades de
medida acreditadas por la costumbre o por la ley.

Sin embargo, lo que hizo falta fue alguien que, desde
los resortes del poder político, estuviese convencido de
que el sistema métrico decimal era el único camino
para atajar la heredada diversidad metrológica. Este
personaje fue Bravo Murillo, que llegó a ministro
precisamente en 1849, y que luego alcanzaría la
Presidencia del Gobierno.

Esta Ley de 19 de julio de 1849, que puede considerarse
como la primera ley fundamental de la metrología
española
, dejaba claramente establecido el concepto de
uniformidad: "En todos los dominios españoles habrá
solo un sistema de medidas y pesas". "La unidad fundamental de
este sistema será igual en longitud a la
diezmillonésima parte del arco del meridiano que va del
Polo Norte al Ecuador y se llamará metro. En el
artículo tercero se materializa el patrón: "El
patrón de este metro, hecho de platino, que se guarda en
el Conservatorio de Artes y que fue calculado por D. Gabriel
Ciscar y construido y ajustado por él mismo y D.
Agustín de Pedrayes, se declara patrón prototipo
legal y con arreglo a él se ajustarán todos los del
reino".

"El mismo 19 de julio fueron nombrados los miembros de
una Comisión de Pesos y Medidas, con la misión de
garantizar la reforma emprendida por el Estado. El primero de sus
trabajos fue el de conseguir prototipos acreditados del metro y
del kilogramo. Para ello, Joaquín Alfonso, miembro de la
Comisión y director del Conservatorio de Artes,
estableció en París contactos con los mejores
fabricantes de instrumentos de precisión de la
época, Froment y Gambey, adquiriendo un metro de platino
de sección triangular, un kilogramo cilíndrico
también de platino y un comparador de longitudes que
apreciaba centésimas de milímetro, aparte de otro
material diverso, quedando todo ello instalado en el
Conservatorio de Artes a finales de 1850.

Su segunda tarea consistió en el cotejo de los
pesos y medidas tradicionales de todas las capitales de
provincia. Enviados los datos por los distintos Gobernadores
Civiles, en respuesta a una circular enviada por Bravo Murillo,
los resultados fueron hechos públicos en 1852.

La tercera de las tareas, que consistía en poner
a disposición de las capitales de provincia colecciones
métricas, continuando después con las poblaciones
cabeza de partido, iba a resultar más difícil, pues
eran necesarias al menos 1200 colecciones, mientras que la
industria de la época solo era capaz de fabricar 28 por
año. Por ello, un Decreto de 31 de diciembre de 1852
aplazaba en un año la introducción del sistema
métrico, por imposibilidad de construir colecciones en
número y calidad suficientes" . Sucesivos decretos por la
misma causa fueron retrasando la obligatoriedad del sistema
métrico y no fue hasta diciembre de 1860, en que la
Comisión de Pesos y Medidas se transformó en
Permanente, incorporando nuevos miembros, que se recuperó
el ritmo de los trabajos facultativos.

Por una Real Orden de finales de 1866, D. Ramón
de la Sagra y D. Carlos Ibañez de Ibero son nombrados, en
representación de España, para que asistan al
Comité de Pesas y Medidas y monedas, creado en Francia con
motivo de la Exposición de París de 1867. A partir
de este momento, empieza a resaltar la personalidad de
Ibañez de Ibero quien, sin ser miembro de la
Comisión Permanente de Pesas y Medidas es designado
directamente por la Reina para representar a España en el
Comité francés.

Tras haber publicado millares de tablas de
reducción entre las medidas antiguas y las nuevas, y haber
distribuido millares de colecciones por todos los municipios de
más de 2000 habitantes, junto con la creación de un
servicio de fieles-almotacenes en todas las provincias, para
garantizar el control del servicio, todo estaba dispuesto para
declarar el sistema métrico obligatorio en 1868, pero
nuevos problemas asociados a su puesta en práctica, la
resistencia de algunos gremios, el estado de revolución
política, etc., fueron retrasando esta obligatoriedad, y
hubo que esperar hasta el importante decreto de 14 de febrero de
1879 (consecuencia de la obligación contraída por
España, a raíz de la firma en París el 20 de
mayo de 1875, del Convenio Diplomático del Metro, donde
Ibañez de Ibero, como Presidente, tuvo un papel
fundamental), para ver plasmada la obligatoriedad del sistema
métrico decimal a partir del 1 de julio de
1880.

En 1892 el Gobierno se hizo cargo de las copias del
nuevo metro y kilogramo de platino-iridiado que le
correspondían como país firmante del Convenio
Diplomático del Metro, y fueron depositadas en los locales
de la Comisión Permanente de Pesas y Medidas, ubicada en
la sede del Instituto Geográfico y Estadístico,
declarándose legales para España mediante una nueva
ley de 8 de julio de 1892.

El siglo XX aportaría nuevas necesidades de
precisión a las sucesivas definiciones del metro y de
otras unidades, dando lugar a un sistema internacional de
unidades para la ciencia y la técnica, basado en el
sistema métrico.

Retomando la evolución de la ciencia en
España, precisamente en 1852 había nacido Leonardo
Torres Quevedo, figura que debemos destacar, no solo por sus
logros tecnológicos y científicos, siendo el
precursor de la moderna robótica, sino por contribuir a
que mejorase la situación institucional de la ciencia y
tecnología españolas, a través de la
creación de unos centros pioneros en la España de
la época, y por haber apoyado la construcción de un
Laboratorio Nacional, como veremos más
adelante.

Con esta exposición en paralelo entre ciencia y
metrología, pretendemos mostrar no solo los aspectos
técnicos sino también las Instituciones que fueron
apareciendo en España, a la vez que la Metrología
permanecía en manos del Instituto Geográfico, hasta
que la Comisión de Metrología y Metrotécnia
se desligó orgánicamente del Instituto y
sufrió su propia evolución. Además, algunos
de los nombres que han sido importantes en la historia de la
ciencia española, han estado también ligados a la
Metrología, por cuanto o fueron Presidentes del
Comité Internacional de Pesas y Medidas, o miembros de
dicho Comité, o de alguno de los Comités
Consultivos.

En 1910, vio la luz una "Asociación de
Laboratorios para el fomento de las investigaciones
científicas y los estudios experimentales", tras la
propuesta realizada por Torres Quevedo en 1909 ante la Junta para
Ampliación de Estudios, que había sido creada dos
años antes, en 1907, y de la que Torres Quevedo era vocal.
En esta idea parece que intervino también, entre otros,
Blas Cabrera, director del Laboratorio de Investigaciones
Físicas, que también pertenecía a la Junta.
Esta asociación se ocuparía de "construir material
científico y facilitar medios de realizar aquellos
estudios experimentales que se juzgaran de interés para el
progreso de la Ciencia".

Más importantes fueron las aportaciones de otro
organismo, el Instituto de Material Científico, creado por
Real Decreto de 7 de marzo de 1911. Este Instituto se
fundó para unificar y ordenar, en una sola partida
económica, las cantidades destinadas a la compra de
material científico para los centros docentes, incluyendo
las Universidades, y de otro tipo, del Estado, que hasta entonces
hacían cuanto podían de manera desorganizada (Ana
Romero, 1998). La creación del Instituto revela que el
Gobierno era consciente de la importancia de la
instrumentación científica y de las carencias
existentes en ese campo. En principio, su creación
implicaba a todas las disciplinas, física, química,
ciencias naturales, medicina, etc.

Evidentemente, cuando se dice que el Gobierno era
consciente de la importancia de la instrumentación
científica y sus carencias, en realidad quiere decirse que
alguien (grupo cohesionado de científicos, personalidades,
Directores de Centros, etc.) había informado razonadamente
al Gobierno de esta necesidad, por ser su obligación
hacerlo, sin temer que al Gobierno no le gustara la propuesta y
sus puestos pudieran peligrar.

Torres Quevedo, aparte de presidente de la Sociedad
Española de Física y Química (1920) y de la
Real Academia de Ciencias (1928), fue miembro del Comité
Internacional de Pesas y Medidas de París (1921) y
desempeñó otros puestos de relevancia nacional e
internacional, que no citamos aquí. Sin embargo,
según Sánchez Ron, puede decirse que no tuvo
éxito en cuanto a que no tuvo capacidad de afectar de
forma permanente a la incidencia de la tecnología en la
vida y cultura científica española. Su puesto, por
ejemplo, de vocal en la Junta para Ampliación de Estudios,
no significó que dicha Junta se ocupase de la
tecnología y, a pesar de apoyar la idea de que se crease
un Laboratorio Nacional, éste no vería la luz hasta
muchos años más tarde, en 1990, con la
creación del Centro Español de Metrología
(CEM).

Aunque la creación del CEM ha supuesto un hito
importante en la metrología española, sin embargo
no responde exactamente a la idea de Laboratorio Nacional, al
estilo de los primeramente creados en Alemania, Reino Unido o los
Estados Unidos, quizá porque su gestación tuvo
lugar tardía y casi sorpresivamente, sin que existiera un
debate más amplio por parte de los beneficiarios de sus
servicios (científicos, investigadores, universidades,
industria, etc.), aportando éstos su opinión acerca
del modelo propuesto. Pero esta es otra historia de la que nos
ocuparemos algo más adelante.

La Junta para Ampliación de Estudios e
Investigaciones Científicas (JAE) se creó en 1907,
como institución autónoma dependiente del
Ministerio de Instrucción Pública, inspirada en la
ideología que caracterizaba a la Institución Libre
de Enseñanza. En sus Centros investigaron los mejores
cerebros de la ciencia española de la época; entre
otros, Blas Cabrera, Ignacio Bolívar, Miguel
Catalán, Enrique Moles, Julio Rey Pastor, Cajal, Julio
Palacios, y jóvenes como Grande Covián o Severo
Ochoa.

Un hecho que pudo haber sido fundamental para la
metrología española es el que Sánchez Ron
cita respecto al congreso que la Asociación
Española para el Progreso de las Ciencias celebró
en Sevilla en 1917 y que transcribimos a continuación. "El
teniente de Artillería Fernando Sanz presentó una
memoria relativa a la conveniencia de establecer en España
un Laboratorio Nacional análogo a los que ya funcionaban
con nombres semejantes en Alemania (PTR, 1887), Estados Unidos
(NBS, 1902) y Gran Bretaña (NPL, 1903), y cuyas creaciones
se deben entender como necesidad de sus desarrollos industriales.
Tras la lectura de esta memoria, Leonardo Torres Quevedo hizo uso
de la palabra, proponiendo que "este importantísimo tema
fuese tomado en consideración por la Asociación
para llevarlo a la práctica". Este apoyo de Torres Quevedo
era totalmente lógico por cuanto desde 1904 dirigía
el Centro de Ensayos de Aeronáutica y Laboratorio de
Automática en Madrid.

La Asociación solicitó opiniones de varios
militares, ingenieros y catedráticos miembros de la
Asociación, dando como resultado un documento titulado
"Instituto para el progreso técnico de la industria. Bases
para la organización del Laboratorio Nacional", que se
sometió a la consideración del Gobierno con un
escrito dirigido al presidente del Consejo de
Ministros.

Es útil comprobar cómo en este documento
las necesidades de la industria nacional figuraban entre los
objetivos del centro, citándose entre las funciones del
laboratorio las siguientes:

a) Estudiar todos los problemas científicos y
técnicos que puedan afectar a la producción y la
industria nacionales, por iniciativa propia, por encargo del
Gobierno o a propuesta de personas o entidades de reconocida
competencia y autoridad.

b) Definir las unidades físicas necesarias para
el trabajo de la industria y las transacciones comerciales y
fijar los correspondientes patrones de medida y medios de
aferición (marcar pesas y medidas), comparación y
ensayos de aparatos.

Cabe decir que el Gobierno encontró muy razonable
la propuesta y nombró una comisión para estudiarla.
Por la JAE participaron Blas Cabrera, director del Laboratorio de
Investigaciones Físicas, y el químico José
Casares Gil".

Aunque el propio Sánchez Ron manifiesta no haber
podido averiguar los detalles subsiguientes, el resultado final
fue que no se creó el Laboratorio Nacional. Cuando menos
cabe argumentar que en 1919 no existían en España
los grandes grupos de presión suficientes como para llevar
adelante semejante iniciativa, a pesar de la – en principio –
actitud favorable del Gobierno; ausencia ésta que no es
sino manifestación de la precariedad de una industria lo
suficientemente desarrollada como para plantearse problemas
técnicos que necesitasen de un centro técnico
avanzado para su solución"

Pero, aparte de las consideraciones anteriores,
¿habría algún otro condicionante u
oposición, por parte de la Institución responsable
de la metrología en aquella época, que impidiera
tal creación?. No debe olvidarse que la propuesta de
creación de este Laboratorio Nacional tuvo lugar en 1917,
justamente un año después de que el Laboratorio de
Investigaciones Físicas se quedará sin su
sección de Metrología, como veremos a
continuación. Sería interesante bucear en los
archivos y tratar de hallar algo más relacionado con esta
cuestión. Si en este momento se hubiera decidido la
creación de dicho Laboratorio Nacional, aunque hubiera
sido necesario trasladar o depositar en él los patrones
con los que contaba la Comisión de Pesas y Medidas,
quizá hoy día tendríamos más historia
y desarrollo metrológico, ya que, sin duda, el Laboratorio
estaría integrado en la actualidad dentro de la estructura
del CSIC, como pasó con otras Instituciones y
laboratorios, tras la guerra civil.

El Laboratorio de Investigaciones Físicas,
dirigido por Blas Cabrera, estaba instalado en el Palacio de la
Industria y de las Artes, y contaba inicialmente con cuatro
secciones: Metrología, Electricidad, Espectrometría
y Química Física. En 1914, el físico
Jerónimo Vecino se hizo cargo del área de
Metrología, tras haber permanecido tres meses en
París, estudiando en el Bureau Internacional de Pesas y
Medidas, pero este mismo año, Vecino se trasladó a
Santiago de Compostela, y al año siguiente,
definitivamente, a la cátedra obtenida en Zaragoza, con lo
que no quedó nadie con conocimientos suficientes de
Metrología como para continuar con la Sección,
aprovechándose la ocasión para emplear en otro
campo los recursos que ésta había tenido asignados
.

Precisamente, uno de los miembros del Laboratorio de
Investigaciones Físicas de la Junta fue Miguel Antonio
Catalán (1894-1957), a quien se debe la aportación
a la física más destacada de la historia
española con el descubrimiento, en 1921, de los
denominados "multipletes", lo que supuso un paso muy importante
en el desarrollo de la teoría cuántica, sirviendo
para justificar adecuadamente el número cuántico
que había introducido en 1920 Arnold Sommerfeld. Este
hecho sirvió, entre otras cosas, para que Cabrera viese
reforzada ante las autoridades de la JAE la posición de su
Laboratorio.

Sin embargo, la guerra civil causó la marcha al
exilio de Blas Cabrera, el cual fallecería en
México el 1 de agosto de 1945. Por su parte,
Catalán, no abandonó España, pero
sufrió las consecuencias de su relación con la JAE
y con las personas con las que había trabajado,
constituyendo un buen ejemplo de exilio interior. Tras la guerra
civil, Catalán se encontró con que le estaba vedado
el regreso a su cátedra de la Universidad de Madrid,
aunque oficialmente seguía manteniéndola.
Además, el acceso a su laboratorio del Instituto Nacional
de Física y Química, ahora perteneciente al Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, creado por el
Gobierno del general Franco para sustituir a la antigua JAE, le
estaba vedado. Casi siete años tardó Miguel
Catalán en recuperar de manera efectiva su cátedra,
y todo ello gracias a numerosos apoyos de eminentes
científicos extranjeros, que no dejaron de interesarse por
su caso.

Su prestigio científico, la recuperación
de su cátedra, así como llamadas que se le
hacían desde Estados Unidos, favorecieron su entrada final
en el CSIC, aunque no en su viejo Instituto, ahora denominado
Rocasolano, sino en el Instituto de Óptica "Daza de
Valdés", dirigido por José María Otero
Navascués, quien en 1950 lo nombró Jefe del
Departamento de Espectros. Allí se constituyó un
buen equipo, dedicándose a temas relacionados con la
estructura de espectros de distintos elementos.

En este Instituto, creado oficialmente en marzo de 1946,
Otero Navascués, quien llegó también a ser
Presidente del Comité Internacional de Pesas y Medidas,
fue el motor y responsable máximo del centro. En este
Instituto y época comenzó a trabajar otro Leonardo,
en este caso apellidado Villena, físico y metrólogo
que tanto ha hecho, junto con otras personas, por la
Metrología española. Trasladado el centro en 1950 a
un nuevo edificio en el complejo de la calle Serrano, en
él Catalán dirigió una de las dos secciones
del departamento de Espectros, la de Espectros
Atómicos.

El mencionado Consejo Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC) fue un producto de la Guerra Civil, en
un deseo de romper con el pasado, encarnado en la Junta para
Ampliación de Estudios, a la que se acusó de las
mayores tropelías. Por ello, aunque hubo continuidad en lo
material, ya que las instalaciones y el material existían
de antemano, esta continuidad no se dio en el espíritu que
animaba a la nueva Institución. Existen documentos que
demuestran claramente que el entonces director del Instituto
Ramiro de Maeztu, José María Albareda, fue el
arquitecto que diseño la estructura básica de lo
que sería el CSIC. Sus juicios políticos expuestos
en cartas al ministro Ibáñez Martín, acerca
de los científicos que podían o no conformar en un
primer momento el CSIC, no tienen desperdicio y demuestran
cómo la política está siempre, por encima de
todo.

Tras la entrada en funcionamiento del CSIC, la
orientación de los estudios físicos no fue
encomendada a Julio Palacios y a Miguel Catalán, ambos de
renombre universal, sino a José María Otero
Navascués, óptico estimable, pero no comparable con
los dos anteriores [4]. En todo ello influyeron las opiniones
políticas que Albareda tenía sobre los tres y sobre
sus respectivas ideologías y comportamientos antes y
durante la guerra civil.

Desde nuestro punto de vista, la lástima es que,
como comentamos anteriormente, la Metrología quedara
descolgada de sus campos de investigación, por no haberse
aprobado en los tiempos de la JAE la creación de un
Laboratorio Nacional.

La etapa más reciente de la Metrología
en España

Retomando la figura del mencionado Leonardo Villena, lo
acompañaremos en su biografía [11], ya que
ésta nos permitirá saber qué cosas
acontecieron en el pasado más reciente, con respecto a las
actividades metrológicas en España.

Partes: 1, 2, 3, 4

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