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Ministerio de la reconciliación y la pacificación



  1. Introducción
  2. La
    reconciliación y el perdón vivido por
    Jesucristo
  3. Del
    siglo III al VII
  4. Del
    siglo VII al siglo XV
  5. Ministros del perdón y la
    reconciliación en la Iglesia actual
  6. El
    ministro de la reconciliación y el perdón en
    otras iglesias cristianas
  7. Relación entre reconciliación
    sacramental y reconciliación real
  8. El
    ministerio laico de la
    reconciliación
  9. Conclusiones
  10. Bibliografía

Introducción

Nuestra sociedad está expuesta a una serie de
conflictos que suceden tanto en el seno de la familia, así
como también, en los ambientes sociales y eclesiales donde
interactuamos. En este sentido, se puede considerar que, se hace
cada vez más urgente ocuparse, en cómo mejorar la
parte de las relaciones humanas, la práctica del
perdón y la reconciliación, para poder tener una
vida, de mejor calidad, tanto en la relación con Dios,
consigo mismo y con los demás.

Desde esta óptica, el presente ensayo, es un
intento de indagar la importancia del ministerio de la
reconciliación y de la pacificación, para la vida
de la Iglesia y la comunidad en general, pues se trata de
constatar ¿Cómo se fue desarrollando y ejerciendo a
lo largo de la historia de la Iglesia y, como se podría
vivir actualmente en nuestras comunidades eclesiales?

Al respecto, el Papa Juan pablo II, hace caer en la
cuenta que el ministerio de la reconciliación y
penitencia, no está reducido únicamente y
exclusivamente a los ministros consagrados sino que es una tarea
de toda la Iglesia. Dice en relación a lo
expuesto:

En las manos y labios de los apóstoles, sus
mensajeros, el Padre ha puesto misericordiosamente
un ministerio de reconciliación que ellos llevan
a cabo de manera singular, en virtud del poder de actuar
«in persona Christi». Mas también a toda la
comunidad de los creyentes, a todo el conjunto de la Iglesia, le
ha sido confiada la palabra de reconciliación, esto
es, la tarea de hacer todo lo posible para dar testimonio de la
reconciliación y llevarla a cabo en el
mundo[1]

La
reconciliación y el perdón vivido por
Jesucristo

Nos introduciremos al tema de la reconciliación y
pacificación afirmando, que Jesucristo nos ha reconciliado
con el Padre y nos ha dado ejemplo de cómo vivir la
reconciliación y la pacificación, en tal sentido,
intentaremos de una manera sucinta, señalar algunas citas
relevantes del Nuevo Testamento que ilustran nuestro tema en
cuestión. Entre estas citas, señalamos las
siguientes:

Perdón como solicitud. El buen pastor sale en
busca de la oveja perdida[2]

Perdón sin recriminación condenatoria.
Jesús y la mujer
adúltera[3]

Perdón que supera las medidas de la ley.
Jesús se acerca a los pecadores.

Perdón que cura y reintegra en la comunidad.
Curación del leproso[4]

Perdón que conlleva justicia. La comida en casa
de zaqueo[5]

Perdón que se fundamenta en el amor. La mujer
pecadora[6]

Perdón que sana integralmente. Al paralitico,
Jesús sana su cuerpo y perdona sus pecados.

Perdón como encuentro misericordioso. El hijo
pródigo[7]

El perdón que reclama la mediación visible
de la Iglesia. Si tú hermano peca, vete y corrígelo
a solas[8]

En las primeras comunidades, se consideró de
vital importancia vivir reconciliados y recibir el perdón
de Dios.

1.1 HISTORIA DE ESTE MINISTERIO

En la historia de la Iglesia, el ministerio de la
reconciliación y la penitencia, se ha ejercido de diversas
formas, intentaremos hacer un breve recorrido histórico,
para tener una visión general, del modo cómo se fue
ejerciendo y desarrollando este
ministerio[9]

Del siglo III al
VII

En el siglo III, se da una institucionalización
de la penitencia, es la llamada penitencia canónica o
eclesiástica, esta práctica de penitencia
tenía las siguientes características: La unicidad,
la rigurosidad, la procesualidad y la eclesialidad, que
posteriormente entraron en el Ordo de la Penitencia.

El Obispo, era el ministro principal de la
reconciliación y del perdón, él tenía
el poder de atar y desatar, a él le corresponde presidir,
velar por la disciplina y santidad de la comunidad, corregir e
imponer las penitencias, acoger e imponer las manos para perdonar
e incorporar al penitente a la comunidad.

Los presbíteros, eran ministros auxiliares de la
reconciliación y la penitencia, en cuanto que, ellos
ayudaban a los procesos de la penitencia no oficial y, esto lo
hacían, orando por los fieles, corrigiendo y animando a la
conversión aquellos que no se sometían a la
penitencia oficial, pero que necesitan de la conversón y
el perdón.

Los Laicos y ministros espirituales en la Iglesia
primitiva, practicaban la corrección fraterna con el
pecador (Mt 18,15-16), la mutua confesión de los pecados
(Sant 5, 16) y la mutua reconciliación. Esta
práctica de la reconciliación y la penitencia eran
para todos los miembros de la comunidad sin distinción de
clérigos y laicos.

En el siglo II en Oriente, según el testimonio de
Orígenes y Clemente de Alejandría, se da gran
importancia al proceso de sanación, se trataba de un
proceso privado e individual que lo conducía el
médico espiritual o director espiritual(no era
necesariamente un sacerdote), su función era orar,
corregir y animar al penitente a la conversión y al
perdón. Al final del proceso se invocaba sobre el
penitente el perdón de Dios y éste se sentía
perdonado.

Del siglo VII al
siglo XV

Se dio una evolución de las estructuras
penitenciales en Siglo VII, puesto que se impuso la penitencia
tarifaria o arancelaria, que consistía en la
tasación o imposición de la pena según el
pecado. Después de haber cumplido la pena, el penitente
recibía la absolución.

En el siglo XII se extiende la penitencia privada, que
consistía en la confesión detallada del pecador,
luego se da absolución, disminuye la importancia de la
satisfacción.

3.1 El sacerdote ministro confesor
ordinario.

En siglo VII, uno de los cambios que se dio, fue que el
penitente se acercaba en privado al sacerdote y este con el libro
penitencial en la mano le imponía la penitencia que
correspondía a cada pecado, todo esto estaba cargado de
casuística y confusión por los muchos libros
penitenciales que había. Un aspecto positivo fue, haberse
mantenido el orden del proceso (confesión,
satisfacción y reconciliación) y diversas formas
penitenciales (penitencia pública y penitencia
privada)

Siglo XII se dijo, si la mayor parte de la
satisfacción se centra en la confesión de los
pecados y, esto se hace con detalle y con vergüenza, se debe
dar la absolución inmediata. Poco a poco se puso el nombre
de sacramento de la confesión. Ya no será la
contrición el elemento principal de la confesión,
sino la declaración detallada, con vergüenza, con
lágrimas, con dolor de corazón y con la
intervención del ministro, se pretende lograr que el
sujeto realice una buena confesión. El ministro sacerdote,
además de ejercer la corrección, discierne y tasa
los pecados, reconcilia a los individuos, exige la
reparación de los males y la justicia, ejerce una
función de cierto control social, contra los abusos y
crímenes violentos.

3.2 El laico ministro y confesor
extraordinario

En la Edad Media, se recomienda la confesión a
los laicos aunque sin absolución, en caso de extrema
necesidad (peligro de muerte), las causas que condujeron a esta
práctica son principalmente el texto de Santiago 5,16
(confiesen mutuamente sus y oren por los otros para que sean
curados) y el eslogan que decía que sin confesión
no puede haber perdón, además se tenía la
convicción que los pecados leves se podía confesar
a un laico. Esto tuvo influencia en la práctica conventual
de confesar ante la comunidad los pecados ligeros, los mortales
se seguían reservando al sacerdote, pero en caso de
necesidad se podía confesar a un cristiano ejemplar,
compañero de viaje, amigo o vecino y, si esto no era
posible, se podía hacerlo incluso al objeto más
precioso. La razón se debe, a que por medio de la
confesión se manifiesta la contrición y, aunque el
penitente no recibía la absolución, se hace digno
del perdón de Dios. Esto quiere decir que los laicos
también pueden ejercer a su nivel, un cierto ministerio
para la reconciliación y el perdón. También
hay que decir que junto al sacramento de la
reconciliación, se da la intervención, que se
ejerce frente a dos partes que están enemistadas,
aquí miles de cristianos han ejercido y siguen ejerciendo
esta tarea.

3.3 Del concilio de Trento a nuestros
días.

Trento no modificó la praxis de la penitencia
privada, pero al querer defenderse de los reformadores y evitar
confusiones, la exaltó reduciéndola a la
única forma de celebración penitencial y, se redujo
el ministerio del perdón y la reconciliación a la
confesión, el mismo que será exclusivo de los
sacerdotes. Se exaltó demasiado, se olvidará la
dimensión eclesial y comunitaria de la
penitencia.

El ministerio de reconciliación en
relación con el sacramento, lo ejerce únicamente el
sacerdote, pero hay que tener en cuenta, que hubieron laicos, que
sin relacionar su acción con el sacramento, ejercieron un
ministerio de reconciliación en la Iglesia y en la
sociedad, así surgieron los defensores de indios en a
Américas y los jueces de paz.

Ministros del
perdón y la reconciliación en la Iglesia
actual

Vaticano II expresa que los presbíteros "por el
sacramento de la penitencia, reconcilian a los pecadores con Dios
y con la Iglesia"[10].

Después de Vaticano han surgido algunos
documentos de los cuales podemos rastrear la comprensión
de este ministerio.

4.1 Ritual de la penitencia.

El ritual, sitúa el ministerio de la penitencia
dentro de la ministerialidad general de la Iglesia, esta
ministerialidad es conservada por los ministros ordenados, a los
que competen estas funciones de llamar a la conversión,
impartir el perdón en el nombre de Cristo y conducir a la
comunión. Es interesante constatar, que el ritual no hable
directamente, ni de la intervención de la comunidad, ni
del posible ministerio de los laicos, ni de la
reconciliación sacramental con la reconciliación
real y social[11]

4.2 Exhortación sobre la Reconciliación
y Penitencia.

Afirma que la Iglesia es reconciliada y necesita de la
reconciliación. Una de las tareas es promover y realizar
la reconciliación de Cristo en el mundo y entre los
hombres, no puede haber separación entre
reconciliación real y reconciliación sacramental
(vertical y horizontal).

"Los ministros ordenados llevan a cabo este ministerio
de una manera particular, dado que ellos actúan en la
persona de Cristo, pero también a la comunidad de fieles
le ha sido confiada la palabra de reconciliación que lo
expresan con el testimonio de vida ante el
mundo"[12].

Se puede decir, que la Iglesia está llamada a la
reconciliación con Dios, consigo mismo, con los hermanos y
con todo lo creado, dado que la Iglesia por su naturaleza es
reconciliadora. Los medios por los cuales la Iglesia cumple esta
tarea, son la predicación, la escucha de la palabra, la
oración y los sacramentos.

La reconciliación, no solo se reduce a los
pastores y al sacramento, sino que es algo más amplio que
abarca al conjunto de toda la Iglesia, en ese sentido, todos
somos agentes de
reconciliación[13]

Después de Vaticano II, la compresión del
ministerio de la reconciliación y perdón aparece
muy enriquecida, sobre todo en su dimensión
Cristológica y Eclesiológica, así como en su
dimensión existencial, real y social. El reconciliado debe
ser también un reconciliador.

El ministro de la
reconciliación y el perdón en otras iglesias
cristianas

Podemos decir que las iglesias cristianas coinciden en
lo siguiente:

Conversión pos bautismal permanente,
Confesión acompañada de oración,
perdón y absolución.

Constatación actual de una antipatía al
sacramento o práctica confesional, diferentes formas de
dirección espiritual y acompañamiento relacionado
con el carisma.

En todas las iglesias se preguntan sobre la
distinción de los pecados (grave, mortal), diferencia
entre sacramento y sacramentalidad, lo especifico del ministerio
de la reconciliación y el sacramento de la
reconciliación.

Para las iglesias orientales es importante la
divinización del hombre y esto se logrará a
través de la reconciliación entre Dios y la
humanidad. La Iglesia es en sí misma sacramento de
reconciliación.

La Iglesia occidental, pone de relieve en el
sacramento de la penitencia y la dimensión eclesial,
puesto que en la práctica de la reconciliación
está presente la dimensión terapéutica,
entendida como un proceso de acompañamiento de
sanación[14]

En las Iglesias protestantes, el perdón es
obra de la palabra de Dios y las formas de penitencia son dos: La
celebración litúrgica comunitaria y el
acompañamiento individual, pues todo el acento se pone en
la confianza, en el perdón de Dios misericordioso y en la
función de la iglesia, que consiste en ayudar a curar a
través de la intervención de un hermano, que no
necesariamente tiene que ser sacerdote. La confesión es
libre y de aquellos pecados que perturban a la
conciencia.

En cuanto a la práctica penitencial, la
mayoría de iglesias lo presentan al inicio del culto
dominical, hacen una confesión comunitaria y hay una
declaración de perdón.

Relación
entre reconciliación sacramental y reconciliación
real

Posibilidades sacramentales.

En relación a Dios. El ministro no puede
identificarse con Cristo, ni creerse poseedor del poder de
perdonar los pecados, ni asumir el papel de juez definitivo que
solo a Dios pertenece, el ministro es únicamente servidor
de Cristo.

En relación a la Iglesia. La
función consiste en expresar la solidaridad y la
reconciliación con la Iglesia universal y con la comunidad
concreta.

En relación al penitente. La
función es acoger, acompañar, consolar, ayudar a
salir de las ambigüedades, mostrarle la verdad y la
misericordia de Dios.

En relación a las diversas formas de
reconciliación,
Hay que ofrecer a los fieles el rito
adecuado y la complementariedad (formula A, B, C.)

Las posibilidades extra-sacramentales. Es el
lugar donde la reconciliación no se reduce al sacramento,
sino que exige una reconciliación real, en este sentido la
Iglesia debe impulsar a los fieles a ser Agentes de
Reconciliación.

El ministerio
laico de la reconciliación

Históricamente se puede encontrar este ministerio
en la figura del anciano, del carismático, del confesor
laico y sigue existiendo hoy en aquellos laicos que ayudan en las
diversas comunidades, en relación y colaboración
con el presbítero.

En Comunidades con ausencia o insuficiencia de
sacerdotes,
los laicos tienen una labor tan importante en el
ministerio de la reconciliación, que por supuesto no
suplen al ministro ordenado, pero si complementan y ayudan a la
reconciliación, por lo tanto se les debe acompañar
y darles formación. Su acción no es estrictamente
sacramental, pero si acompañan al sacramento. Al ministro
ordenado le toca curar y al laico ayudar.

Las personas que buscan consejo y acompañamiento,
son atendidas por laicos que acompañan a personas en
diferentes situaciones de sufrimientos (hospitales, pleitos) y
son considerados como referentes en la reconciliación con
Dios, consigo mismo y con los demás. Lo único que
faltaría seria la absolución.

La mediación personal para la
reconciliación y la paz es llevada por laicos, que tienen
carisma para promover la reconciliación y la paz, en ellos
destaca, la capacidad de acogida, de escucha, de
comprensión y de acercamiento. Pues ellos ayudan de un
modo especial a resolver los conflictos en ambientes familiares o
en las relaciones de personas a personas.

En el acompañamiento en el proceso penitencial,
el laico juega un papel importante, puesto que ellos acogen,
escuchan y ayudan a la comunidad o a las personas individuales a
que estén mejor preparadas para ir al sacramento de la
confesión y, puedan vivirlo en plenitud. Esto implica, que
el laico tiene que estar preparado para realizar este
ministerio.

La participación de los centros de acogida y de
reconciliación, que mayormente se da en los centros
urbanos, donde el sacerdote o laico, en un lugar
específico y con un horario adecuado, está
dispuesto acoger, escuchar, y orientar a quienes se acercan por
ayuda, este es un espacio más que la Iglesia puede ofrecer
con miras al ministerio y sacramento de la
reconciliación.

Otro aspecto importante es la convivencia fraterna,
donde se trata de crear espacios en el ambiente parroquial, de
hecho algunas parroquias lo tienen para propiciar las llamadas
liturgias penitenciales, las mismas que suscitan y preparan a la
reconciliación con Dios.

Conclusiones

La sociedad está expuesta, a una serie de
conflictos que ocurren en el seno de la familia, en los ambientes
sociales y eclesiales, es necesario que los cristianos
practiquemos la reconciliación, busquemos el perdón
para lograr la paz consigo mismo, con Dios y con los
demás.

Jesucristo nos ha dado ejemplo de cómo vivir el
perdón y la reconciliación, es más él
nos ha exhortado a vivir la corrección fraterna, a saber
perdonar y pedir perdón, desde la humildad y la
sencillez.

En los inicios de la Iglesia, las primeras comunidades
cristianas, dan testimonio de la vivencia del ministerio de la
reconciliación y pacificación, ya que estaba muy
presente en ellas, la corrección fraterna y el
acompañamiento a las personas que habían
caído en graves errores.

Los laicos tendrán una participación
activa, será un agente de reconciliación en la vida
de la comunidad, muchos de ellos, serán guías
espirituales y acompañantes en diversas rencillas.
Históricamente se puede encontrar este ministerio en la
figurar del anciano, del carismático, del confesor laico
que sigue existiendo hasta hoy y en aquellos laicos que ayudan en
las diversas comunidades en relación y colaboración
con el presbítero.

A medida que la Iglesia fue desarrollándose, el
ministerio de la reconciliación se fue clericalizando y
quedará reducido a una función netamente episcopal
y sacerdotal. El concilio de Trento dará algunas normas
precisas para la realización de este ministerio, pero no
se tomará en cuenta al laico, de tal manera que, el laico
quedará excluido de ser un miembro activo de la
reconciliación.

El sacramento de la reconciliación será
entendido, como confesión personal de los pecados ante un
sacerdote, olvidándose de la importantísima
función que tiene el laico, en ser un agente que busca la
reconciliación y la paz en la comunidad.

Después de Vaticano II, la comprensión del
ministerio de la reconciliación y perdón aparece
muy enriquecido, sobre todo en su dimensión
cristológica y eclesiológica, así como en su
dimensión existencial, real y social. El reconciliado debe
ser también un reconciliador.

Bibliografía

BOROBIO Dionisio, Misión y Ministerios
Laicales
, Ed. Sígueme, Salamanca 2001

Ritual de la Penitencia en
www.kantera.com/…/ritual%20de%20la%20penitencia

Reconciliación y penitencia en
www.vatican.va/…ii/./hf_jp-ii_exh_02121984.

Vaticano II, los ministerios en ww.htl.
books.google.com.pe/books?isbn=9972050742.

 

 

Autor:

Cornelio Mulatillo Ruiz

 

[1] Cfr. Reconciliación Et Penitencia
en, www.vatican.va/…ii/./hf_jp-ii_exh_02121984. nº 8

[2] Cfr. Mt 18,12-24.

[3] Cfr. Jun. 8,1-11.

[4] Cfr. Lc 17,11-19.

[5] Cfr. Lc 19,1-10.

[6] Cfr. Lc 7,36-50.

[7] Cfr. Lc 15, 11-32.

[8] Cfr. (Mt 18,15-18.

[9] Cfr. Cfr. DIONISIO Borobio, Misión
y Ministerios Laicales, Ed. Sígueme, Salamanca 2001 p.
307- 335

[10] Vaticano II, en
books.google.com.pe/books?isbn=9972050742, PO nº 5
p.424.

[11] Cfr. Ritual de la Penitencia en
www.kantera.com/…/ritual%20de%20la%20penitencia nº 9

[12] Cfr. Reconciliación y Penitencia
en www.vatican.va/…ii/./hf_jp-ii_exh_02121984.nº 8

[13] Cfr. Reconciliación y Penitencia,
nº 23

[14] La practicaban los padres del desierto,
el pecado era visto como enfermedad y reclamaba un proceso de
sanación y la penitencia es medicina.

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