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Bajo el mismo cielo (Novela)




Enviado por Ernest Brandy



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

  1. Primera
    parte
  2. Segunda
    parte

Primera
parte.

Atlanta. USA. 1982.

1

El fuerte viento del noreste empujó un
cúmulo de nubes grises sobre el cielo de Atlanta y la
lluvia, quizás la más fría del mes de
Octubre, calló sobre la ciudad empapándolo todo;
calles, tejados edificios y árboles, cuyas ramas se
doblegaron ante las fuertes brisas y el recio
aguacero.

A pesar de todo, esa tarde otoñal la temperatura
estuvo en veintitrés grados centígrados. En Atlanta
los inviernos son suaves, y por eso a Cristina le gustó
vivir allí y no en Arlington, Texas, con su hermano
Armando. Ni Texas, ni Miami, le habían asentado a su
salud. Richard, su ex_esposo, le insistió para se quedara
a vivir en Miami, una vez que abandonaron Cuba ¨huyendo del
comunismo¨, pero el ambiente social de la Florida la
estresaba.

Debido a la lluvia y el aire frío; Rosa, su
sobrina, cerró las ventanas de la habitación y la
cubrió con una frazada. Más de una hora estuvo
lloviendo.

El aguacero amainó y Cristina se despertó
sobresaltada. Estaba soñando con Charito su hija. Al dolor
agudo que producía la enfermedad en sus pulmones, se
sumaba la tristeza que le producía la ausencia de
ésta. La fiebre disminuyó. Los temblores y los
escalofríos también.

Cuando el dolor atacaba se revolvía en la cama,
gemía, se quejaba y le pedía a Dios que acabara de
una vez. Una vez aliviado el dolor, por el efecto de la morfina,
entonces rectificaba y le pedía que no lo hiciera hasta
que su hija llegara de Cuba.

Con ojos opacos, inexpresivos y la voz destemplada le
dijo a Rosa que estaba decidida a contarle toda la historia sobre
del hallazgo de Charito, a quien ella le dice su hija.

_ Antes de que lo hagas…, quieres que te
dé un masaje en la espalda, tía?_le dijo
acariciando los cabellos de la enferma.

__No. Ahora no hace falta.

Cristina se quedó unos instantes mirando a los
ojos de Rosa y las lágrimas le brotaron casi sin
advertirlo.

__Sé que puedo morir sin volver a ver a mi hija.
Yo necesito verla. ¡Quiero verla!_sollozó
_!cuánto daría por estar en Cuba junto a ella ahora
que tanto la necesito!

__La verás. No te pongas así. Tú te
vas a recuperar. La operación fue un éxito,
tía.

Lo dijo para consolarla. En su mentira piadosa estaba
oculta la condena a muerte que le produciría el tumor
canceroso alojado en sus pulmones. Fue llevada al
quirófano, pero los cirujanos no pudieron hacer nada. Todo
fue inútil.

__Trata de localizar a Richard. Quiero hablar con
él.__dijo con desgano.

__Hoy por la noche lo haré. Bueno, no te aflijas
más y cuéntame la historia esa. Todos los
días me dices que…

_Dile que llame a Cuba para saber como van los
trámites para la salida de Charito de Cuba.
¡Ojalá no le pongan trabas y pueda venir cuanto
antes.

__Ya te dije que esta noche lo voy a llamar. ¿Me
vas a contar cómo encontraste a Charito?

__Ahora lo haré._tosió.

__Pues soy todo oído. Dime cómo
fue.

__Todo sucedió una tarde en que yo caminaba por
los terrenos que están detrás de nuestra casa
allá en Marianao. El cielo estaba nublado y el aire muy
húmedo. Bueno, eso favoreció a Charito que la
había dejado abandonada en aquella Ceiba. ¡Parece
mentira! Tuvo la suerte de que yo andaba por
allí.

Rosa, su sobrina, la escuchaba atentamente. El relato le
parecía una pesadilla. Además Cristina lo
hacía tan bien, a pesar de su gravedad, que a Rosa le
parecía estar escuchando una novela radial.

__! Dios lo quiso así, tía!

__Si, hija.

__¿Qué hacías en aquel lugar donde
la encontraste?_preguntó Rosa sentada en el balance junto
a la cama de la enferma y con los brazos cruzados sobre el
pecho.

__Buscaba unas hierbas aromáticas que Justino, un
palero de Guanabacoa, me había indicado para alejar de
mí ciertas "malas corrientes espirituales", que
según él, me tenían obsesada…me
estaban haciendo daño.

Cristina tenía mucha fe en esas creencias.
Justino, su palero de cabecera, era "Ahijado" del palero Chano
Betongo residente en el Calvario. Betongo, entonces, era el
espiritista con el que se consultaba el "Cheif¨ Fulgencio
Batista, Presidente de la República, y otros importantes
personajes de la política y los negocios.

__Encontrar esa niña abandonada en aquel
lugar…eso es insólito, tía Cristina.
¡Es un crimen!_dijo Rosa visiblemente indignada.

__Para mi fue lo más terrible que había
ocurrido en mi vida. Pero después fue muy hermoso. Esas
historias sucedían sólo en las novelas radiales de
aquella época. Si tú hubieras visto como la
encontré._ cuando terminó la frase sus ojos, apenas
sin brillo, se clavaron en los suyos.

__¿Cómo?

__Estaba envueltica en unos pañales empapados de
orina. Lloraba y movía sus bracitos y sus piernitas
desesperadamente. Parecía que pedía ayuda.
Asombrada la cargué, y cuando le quité el
pañal fue que supe que era una niña. En su
cuerpecito había muchas ronchas enrojecidas producidas por
los picazos de las hormigas. Solo Dios sabía desde
cuándo estaba allí. Después descubrí
el lunarcito que tenía en la frente. Es muy bonito. Todo
el mundo decía que era el lunar de la artista cubana Rita
Montaner.

__Pobrecita. ¿Qué hubiera sido de ella si
tú no hubieras llegado? Tía, hubieras escrito una
novela con esta historia. A lo mejor la hubieran publicado.
__dijo su sobrina y acomodó el termómetro dentro de
la gaveta de la mesita de noche que estaba junto a la cama de
Cristina.

_En Cuba no, pero aquí en el exilio si. Dicen que
recordar es como volver a vivir. Hay momentos que no
quisiéramos vivir de nuevo, pero no los olvidamos. Si lo
escribo todo, haría volver a vivir como se vivía
antes y tendría que hacer disfrutar, a quienes la lean, de
las lindas tradiciones que celebrábamos en Cuba y que
Fidel Castro acabó con ellas. Eso causó mucha
nostalgia. Tendría que ponerlo en la novela y eso
allá no lo perdonan.

_Si. Yo recuerdo las Nochebuenas y los Días de
Reyes, nos reuníamos toda la familia…!Ayy, eso es
inolvidable!

__Para qué hablar de esas cosas. Hasta los que
nunca recibían regalos de los Reyes Magos, no lo han
olvidado.

__Bueno, tía, continúa.

__ No me explicaba como una madre había hecho tal
cosa. Me quedé perpleja. En esos instantes pensé
que alucinaba, que estaba viendo visiones.

__! Dios mío! ¿Cómo es posible que
a un hijo se abandone? ¡Es inaudito! Tía, hay gentes
de todo tipo en este mundo. ¡Quien hizo eso no quiere a
nadie!

__De súbito, Charito y yo nos vimos envueltas en
una historia parecida a la de Mamá Dolores y Albertico
Limonta. Aunque la historia nuestra es muy diferente. Lo de
Albertico fue inventado, pero lo nuestro es realidad.

__¿Quiénes son esos personajes,
tía?

Cristina pausadamente le explicó:

_Son los personajes de la novela ¨El derecho de
nacer¨ del escritor cubano Félix B. Cagné. Fue
trasmitida por radio allá en Cuba y casi todo el mundo la
escuchó. Yo, de repente, me convertí en Mamá
Dolores; una negra vieja que se hizo cargo de Albertico, un
niño blanco cruelmente separado de su madre. A escondidas
ella lo crió y lo educó. Convirtió al
muchacho en una persona de bien e importante; e incluso
llegó a ser médico__comentó Cristina y de
nuevo comenzó a toser.

Respiraba jadeantemente. El Doctor Del Valle,
médico cubano que vivía en Atlanta y la
atendía, le había indicado que no hablara mucho.
Sólo lo necesario, pero ella que presentía lo peor,
había decidido contarle todo eso a su sobrina con la que
vivía desde hacía dos años
aproximadamente.

_Es muy triste lo que le pasó a Charito,
tía. Si tú quieres dejamos el relato para luego. Te
puede hacer daño.

Ella no hizo caso y continuó.

__Recuerdo que comenzó a lloviznar, y con la
niña cargada, salí deprisa para la casa. Si la
dejaba allí, quién sabe lo que hubiera
ocurrido.

__Hubiera muerto._dijo Rosa con el seño
fruncido.

_Yo no tenía valor, ni tan mal corazón
para hacerlo.

Tosió varias veces.

_Lo sé, tía. Eres muy buena. Hiciste muy
bien. Yo lo hubiera hecho igual. ¡Qué susto se
daría mi tío Richard cuando te vio! Me hubiera
gustado haber visto la cara que puso.__lo dijo y
sonrió.

__En la sala de la casa estaba Richard conversando con
Adolfo, un buen amigo de nosotros; fiel admirador de Fulgencio
Batista el Presidente. Hablaban sobre la situación
política del país en aquellos últimos meses
del año cincuenta y ocho. Para Adolfo era imposible que
Fidel Castro tomar el poder. Pero, por desgracia para los
cubanos, Adolfo se equivocó.

Richard era uno de esos galenos, que sin
proponérselo, imponen respeto entre sus pacientes y
amistades. Alto, de tez blanca, ligeramente sonroseadas, ojos
pardos azulosos, pupilas anchas y espesos parpados, rostro serio
y bien parecido. Era hombre de gestos vigorosos y tajantes. Con
sus cuarenta y ocho años era un galán entre los
médicos del hospital donde laboraba. Siempre fue codiciado
por alguna que otra enfermera, las que se quedaban con los deseos
de digerirlo. Muchas lo deseaban por su posición social.
Richard era un médico de renombre y de buena
posición económica.

Rosa miró el reloj despertador ubicado en la
mesita de noche y se percató que a Cristina le tocaba
tomar un medicamento a esa hora.

__Espera tía, déjame darte el medicamento
que debes tomar. Luego continúas con el relato.

Se puso de pie, buscó un vaso con agua y luego
extrajo la tableta de un sobre, la disolvió en una cuchara
para que la tomara con menos dificultad, y la llevó a la
boca de la enferma. Luego le palpó la frente con el dorso
de una de sus manos para comprobar si estaba caliente, pero su
temperatura era normal.

__No tienes fiebre. Bueno, continúa.

Cristina, con dificultad, buscó comodidad y
continuó:

__Cuando entré con Charito entre mis brazos
Richard y su amigo se asustaron. Charito aun lloraba
despavoridamente.

__Richard me preguntó asombrado: ¨
¿Cristina, de quien es ese niño?¨

Cristina sonrió ligeramente. Luego
continuó:

__Les dije lo que había sucedido. Le quité
los pañales y les mostré que era una niña.
Richard se puso muy serio y me dijo: ¨! Pero cómo vas
a recoger un muchacho ajeno que no se sabe de quien
es!¨

__Yo entonces le dije que no había tenido valor
para dejarla allí. Además estaba lloviendo. Maldije
a quien lo había hecho en aquel lugar y como estaba el
tiempo esa tarde._suspiró_ La niña aun gritaba,
aunque el llanto era más moderado.

Tosió de nuevo.

_ Adolfo comentó: _¨! Es increíble!
.Últimamente se han dado muchos casos de estos,
Cristina!¨

Hizo una pausa.

_Y era cierto. En la Habana, y en interior del
país, muchos niños habían sido abandonados
porque sus padres no tenían recursos para crialos. Algunos
eran gentes muy pobres, otros por perjuicios sociales. Muchas
veces los niños abandonados eran hijos de alguna
ricachona.

_Tanto Richard como Adolfo examinaron la niña y
les llamó la atención el pequeño lunar que
tenía ésta en el centro de la frente. Recuerdo que
Adolfo dijo: ¨Es muy bonito ese lunarcito que tiene en la
frente, Richard. Me recuerda a la cantante Rita Montaner¨.
¨Cristina, tienes que curarle esas ronchas¨. Me dijo el
gordo.

Luego Richard le examinó los picazos de hormigas.
¨Si, es cierto. Límpiala y cúrala. Bueno, luego
habrá que averiguar de quién es y devolverla.
Llévala al último cuarto, aséala y
cúrale los picazos. Salí con la niña entre
mis brazos y fui hasta la última habitación de la
casa. La acosté sobre la cama y la aseé. Luego le
unté una pomada en las ronchitas que le habían
producido los picazos de las hormigas. Improvisé un
pañal que hice de una sábana y la cubrí.
Todo lo hice con rapidez asombrosa, a pesar de la poca
experiencia que tenía en estos menesteres. Al poco rato la
niña dejó de llorar. Si hubieras visto aquello;
había cambiado totalmente de aspecto. En medio de aquellos
trajines maternales, de repente comencé a sentir
compasión por ella.

_Tía, de la compasión al cariño
muchas veces no hay mucho tramo, y a ti te sucedió. Los
sentimientos te jugaron una mala pasada.__dijo Rosa
dándole unos ligeros golpecitos con el índice
derecho en la frente.

__Así mismo fue. Tú sabes que yo no puedo
tener hijos. Le había criado los de Richard, pero cuando
llegué a ellos ya eran grandecitos. Los pobres
habían perdido a su madre unos dos años
después que parió a Ricardito

Mencionó a Ricardito, dejó de hablar y se
quedó unos instantes alelada. Parecía perdida en si
misma. Luego continuó:

__Como cambió ese muchacho._se refería al
hijo de Richard_ ¿Quién iba a creerlo?

Rosa la sacó del asunto, pues a Cristina le
podía hacer mucho daño hablar del mismo porque
venían a su mente recuerdos indeseables.

__¿Y Mónica?_ Rosa se refirió la
hija de Richard.

__ Mónica, recién había cumplido
los dieciocho años cuando lo de Charito. Nunca
sintió cariño por mí. No me miraba con
buenos ojos, Sin embargo Ricardito sentía lo contrario en
aquellos momentos. Después el…

_No hables de eso.

Después le contó que, excepto Adolfo,
Alicia _ empleada doméstica_ y la Mora, amiga suya, poca
gente sabía que Richard y ella vivían juntos; bajo
el mismo techo, pero no mantenían relaciones matrimoniales
debido a ciertas discrepancias ocurridas entre ambos.

Todo sucedió debido a las relaciones amorosas que
él tenía con una bailarina de la televisión.
Richard se enamoró obstinadamente de ella. Fue un
enamoramiento irresistible en ambos; como si un poderoso hechizo
los dominara. La presencia de uno en el otro les hacia sentir una
fuerte obsesión como si estuvieran embrujados. A pesar de
todo, sus relaciones con Cristina eran buenas.

Cristina recuerda lo que Adolfo le dijo a Richard sobre
la paternidad de Charito.

__Adolfo dijo: ¨Mira Richard, a lo mejor el padre de
esa criatura es uno de los conspiradores esos que andan por
ahí poniendo bombas y enfrentándose a la
policía a las ordenes de Fidel Castro desde la Sierra
Maestra. ¡Un forajido más!¨ ¨Richard, no
dudes que ese desgraciado preñara a la hija de alguien que
no le conviene el asunto debido a su posición social. De
estos casos de muchachos abandonados aquí en la Habana hay
muchos¨. ¨Hay decenas de muertas de hambre por
ahí, que paren y luego no tienen recursos para criar los
hijos y hacen estas cosas¨. Adolfo lo dijo con desprecio. El
es así. Se lo recordé la última vez que vino
a verme estando yo en Texas.

__¿Cómo es ese Adolfo?

__Bueno, ya te dije que era gordo. Medio chismoso y
pesado. Se creía gente importante y de mucho dinero.
Vestía con mucha elegancia, como el chulo Yarini, del que
te he hablado en otras ocasiones. Andaba por los cincuenta y casi
siempre usaba guayabera blanca de mangas largas, pantalón
de dril y zapatos de dos tonos, Adolfo era el mejor amigo de
Richard. Nunca había trabajado. Heredó de su padre
varios negocios en el Vedado, en los cuales tenia trabajando a
parientes suyos. Era un adulón. Tenía muy buenas
relaciones con altos oficiales, policías y
políticos, los que en determinadas circunstancias usaba
para salir de alguno que otro problema. Se vanagloriaba mucho con
eso.

__¿ Con quienes, tía?

__Entre sus buenos amigotes estaban Esteban Ventura
Novo, famoso oficial de la policía de Batista. Algunos de
los que pasaron por sus macabros calabozos tuvieron la suerte de
contar lo que allí vieron o sufrieron. La mayoría
no contaron el cuento. Era un asesino. Creo que vive o
vivía aquí en los Estados Unidos. También
era amigo, según él, de Conrado Carratalá y
otros de la cúpula del general de Batista. Adolfo era un
guatacón de toda esa gente.

Lo que Cristina no le contó a su sobrina, porque
desde luego no sabía, era que Adolfo siempre había
añorado ser un X-4, cuerpo de agentes secretos del
General. Eran hombres escogidos que trabajaban para el
Presidente. Se tuvo que conformar con ser un simple
soplón.

__Siempre le decía a Richard: ¨Dicen que por
allá por Oriente las cosas están muy malas. Esos
malditos barbudos se multiplican como curieles. Matan a quien se
le ponga delante, toman cuarteles…! Bueno, uno se entera
de estás cosas por Radio Bemba¨. Adolfo siempre estaba
informado de todo y decía que a Batista no lo tumbaba
nadie.

__¿Y mi tío que opinaba?

__Bueno, Richard pensaba igual que él pero
más moderadamente. Richard siempre criticó las
prohibiciones que hizo Batista en cuanto a las libertades de
expresión…

Cristina se refería a la censura de prensa
aplicada por Batista apoyado en el Artículo 41 de la
Constitución. Muchos la denominaban "La ley mordaza"
Noticias importantes o no, verdaderas o falsas, eran conocidas
por la voz del pueblo. Eso es lo que quería decir "Radio
Bemba". Casi siempre los rumores eran ciertos.

__Las cosas estaban muy malas, hija. El ejército
no acababa con los alzados y éstos tomaban más y
más territorios y ajusticiaban a oficiales de Batista que
habían cometido crímenes. Adolfo decía que
los hombres que estaban alzados en los montes con Fidel eran
comunistas. Y que tenía fe en que los mataran a todos.
Después que lo decía se tomaba medio vaso de Carta
Bacardí y me volvía a llenar la sala de humo de
tabaco.

Lo de comunistas,"forajidos", " barbudos" o los "Mau
Mau" de la Sierra Maestra, había sido obra del Embajador
norteamericano Smith, quien cacareó mucho e hizo poco por
Batista en los peores momento para liquidar a los "insurrectos
castristas".

__Adolfo estaba al tanto de todo lo que ocurría
en la Habana. Ahora, desde Miami, está al tanto de todo lo
que sucede en Cuba. Recuerdo que un día le contó a
Richard que había aparecido un sargento de la
policía muerto en Diezmero y que lo habían
ajusticiado los del 26 de Julio. Bueno, él no decía
ajusticiamiento sino asesinato._después que Cristina lo
dijo tosió varias veces.

_¿Y por qué lo mataron,
tía?

Respiró profundo dos o tres veces, luego
respondió.

_Según Adolfo, había liquidado a dos
muchachos de esos que andaban por ahí poniendo petardos y
letreros contra el General Batista.

__Al parecer fue un ajuste de cuentas.

__Los conspiradores le llamaban a esos actos
ajusticiamientos. Adolfo y Richard los maldecían porque,
según ellos, esos policías defendían al
gobierno constitucional y democrático del General.
Recuerdo que Adolfo le dijo a Richard: ¨ Richard, yo le he
dicho a mi amigo Ventura, que vive cerca de mi casa en las
Alturas de Nuevo Vedado, que le ponga vigilancia a su casa porque
esos malditos comunistas son capaces de cogerlo allí y
matarlo, aunque él usa un chaleco antibalas y tiene
tremenda escolta¨._respiró profundo._ Ese gordo
antipático era un adulón de la policía y los
políticos.

__Si, por lo que tú me dices, era uno de
esos…guatacas que tanto abundan en mi país. Mi
padre me dijo que han existido en todos los gobiernos.

__Esa es una debilidad de muchos cubanos. En los
últimos meses del cincuenta y ocho, las cosas se pusieron
muy malas. No se podía vivir con tranquilidad, hija.
Había tiroteos en las calles, estallaban petardos,
aparecían muertos por ahí…Ese Adolfo era tan
adulón, que aun sabiendo que el coronel Ventura le
había enamorado a su esposa, éste se hizo de la
vista gorda y no le dijo nada. Bueno, él sabía bien
quien era ese oficial de la policía. Era capaz de matarlo
y quedarse con su mujer. Aun así, continuó
adulándole.

De repente Cristina comenzó a toser y a respirar
con mucha dificultad. Su rostro se tornó muy pálido
y Rosa se asustó. Le hablaba, pero su tía apenas
podía contestarle. Comenzó a sudar y de repente la
fiebre subió. Los escalofríos comenzaron. Todo su
cuerpo temblaba.

__! Tía, tía, qué te sientes! Dios
mío, protégela! ¡Henry, Henry, ven
rápido.

El esposo de Rosa, que estaba en el jardín al
escucharla corrió hasta la habitación donde estaba
la enferma.

_¿Qué pasa?_preguntó
asustado.

__! Corre, llama una ambulancia. Tía se ha puesto
mala otra vez!

El alto, fornido y buen tipo de Henry salió a
toda prisa, fue hasta el teléfono y llamó. Minutos
después los paramédicos se hicieron cargo de
Cristina y ésta fue llevada al hospital mas cercano. El
agravarse le impidió narrar, quizás los momentos
más importantes de la historia su hija… y la suya
también.

Henry y Rosa se habían conocido en The Home
Depot, Inc; una empresa retailer, en Atlanta, que se dedica a
hacer mejoramientos del hogar. Es la empresa mayor de ese tipo en
los Estados Unidos. Según la revista Fortune ocupaba el
lugar catorce en una lista de más de quinientas empresas
del país. Rosa trabajaba como secretaria y él como
diseñador de inmuebles. Desde que se casaron habían
vivido en Atlanta. Les gustaba mucho la ciudad. Es una de las
más importantes del país. Muchos de sus habitantes
viven orgullosos de que uno de sus ciudadanos inventó la
famosa Coca.Cola.

—–

Cristina no pudo continuar el relato, pero lo sucedido
después en la Cuba de 1958 fue así:

En la sala de su casa, en Marianao, Richard- como ya se
sabe- conversaba con Adolfo esa tarde. El invitó a su
amigo a comer, pero éste no le aceptó la
invitación debido a que estaba padeciendo de acidez
estomacal.

__Te lo agradezco, Richard. Casi nunca como en las
tardes. No estoy muy bien de la digestión en estos
días. Me está dando mucha acidez. Mira, ahora mismo
lo estoy sintiendo, pero sigo tomándome los traguitos
aunque me muera._lo dijo y se llevó la bebida a la
boca.

__Si quieres, te mando a preparar un vaso de agua con
Alka-Seltzer. Eso eliminará tu acidez.

__Hazlo. Te lo agradeceré. Esto es
molestísimo.

Richard llamó a Alicia, la empleada
doméstica, y le ordenó que lo hiciera. Momentos
después apareció ella en la sala con el
efervescente líquido, en el que todavía quedaban
restos sin disolver de las dos tabletas del medicamento por lo
que el burbujeo aun se mantenía.

Adolfo alargó su diestra, cogió el vaso y
entornó maliciosamente los ojos. Lo hizo de forma que
pudiera hacer contacto con la mano de Alicia. Se tomó el
contenido y luego la miró, como siempre, devorando su
cuerpo bien formado. Contempló los senos erguidos y el
rostro bonito de la mujer, que a pesar de sus cuarenta y cinco
años, se mantenía como si tuviera treinta. Los ojos
verdosos de Alicia lo miraron de reojo y con
desprecio.

Mientras ella se alejaba hacia la cocina, él la
miró de la cintura hacia abajo y murmulló;
¡Como me gusta esta desgraciada! Luego lo dijo en un tono
más audible.

__Richard, me gusta esa criada tuya…

__Respétala, es una buena mujer y muy seria. Es
como si fuera un familiar más entre nosotros. __dijo el
Doctor y dirigió su mirada hacia la entrada principal de
la Quinta, pues su Ford 57 azul cielo se acercaba.__Ahí
vienen los muchachos, papá y mi sobrino.

El carro quedó estacionado frente a la casa y al
instante todos sus ocupantes entraron a la sala. Mónica,
su hija mayor, y Ricardito, de cinco años, besaron a su
padre y luego a Adolfo. Ernesto, padre de Richard, y Frank, su
sobrino, lo saludaron con un estrechón de
manos.

Mónica se dirigido a su padre:

__Papá, te compré un regalo en "El
Encanto", pero no te voy a decir qué es; te lo
pondré en tu cama y luego descubres de que se
trata.

Iba a salir con el paquete rumbo a la habitación
de Richard y Cristina cuando él la detuvo.

__Espera, anda al último cuarto para que veas los
que Cristina se encontró. Tú también,
Ricardito.

__ ¿Qué cosa es,
papá?__preguntó el niño con acentuada
curiosidad.

__Allá lo verán.

Ricardito salió corriendo en esa
dirección. Mónica lo hizo después. A
Mónica, todo lo relacionado con Cristina le disgustaba.
Jamás había sentido cariño por ella y una
vez le dijo a su padre sollozando que si amaba a Cristina
traicionaba el amor que dedicó a su madre muerta. Richard
no pudo nunca convencerla de lo contrario.

Había cumplido recientemente los dieciocho
años. Como su madre; su piel era blanca y suave; sus ojos
claros, sus labios bien diseñados y su pelo
castaño, crecido hasta los hombros. Sus mejillas
pequeñas y graciosas, sus cejas espesas y su boca bermeja
hacían de ella una muchacha atractiva; pero una cosas es
la belleza física y otra es la del alma.

Era inteligente, hábil y despierta, pero
ambiciosa, egoísta, y poco comprensiva con los
demás. Había en ella sentimientos encontrados,
ambivalentes. Respetaba impecablemente su padre. Le temía
a los gestos vigorosos y tajantes de Richard. Sabía que
él, como hombre recto, tomaba decisiones duras,
inapelables y muy estrictas en el seno familiar.

Mónica salió rumbo al último cuarto
de la casa donde estaba Cristina mostrándole la
niña a Ricardito.

__¿Qué vas a hacer con esa niña,
mamá?__le preguntó Ricardito. Le decía
mamá siempre, pues ella lo había criado desde que
éste tenía dos años de nacido.

__No se, mañana averiguaremos de quien
es.

__¿Y si no aparece su mamá
?—preguntó el niño.

__Ya veremos, Ricardito…es tan bonita._lo dijo
contemplándola aleladamente.

Mónica interrumpió
abruptamente.

__! Devuélvela! ¡Tienes que devolverla!
¡Esa niña no se puede quedar en esta
casa!__Mónica estaba frenética. Apenas había
mirado la niña con detenimiento.

Cristina se sintió ofendida por las palabras de
su hijastra y por darle una orden así sin contar con
Richard.

__Eso no lo decides tú. Lo que voy a hacer lo
discutiré con tu padre. De todas formas mañana
averiguaremos sobre la procedencia de esta niña, pero
ahora se quedará aquí. ¡Quieras o no quieras,
Mónica!__dijo Cristina indignada

___Esto lo hablaré con Papá. _dijo y
salió a toda prisa de la habitación. Detrás
de ella salió Ricardito.

Cristina se quedó atendiendo a la niña.
Mónica fue a la sala y habló con su padre, pero
éste le dio toda la razón a su madrastra.
Había perdido una vez más y su indignación
era incontrolable. Todo quedó sofocado cuando Richard le
ordenó que no se hablara más del asunto. Adolfo se
había marchado. Ella fue a su cuarto.

La noche cayó sobre la Habana. El prematuro
invierno se hizo sentir en la frialdad que lo invadió
todo. En su cuarto, Richard y Cristina departieron sobre lo
sucedido. Al filo de la media noche habían llegado a un
acuerdo y luego se durmieron cada cual en su cama.

Al día siguiente Cristina, Alicia y Ernesto, su
suegro, indagaron en diferentes lugares y no pudieron encontrar a
la madre ni al padre de la niña. Cristina la
atendía como si fuera hija suya.

Cristina fue tomándole cariño a la
niña. Ese cariño había nacido de la
compasión; y esa compasión de su buen
corazón.

Al tercer día de búsqueda infructuosa,
después de pensarlo bien, decidió quedarse con ella
aunque fuera un arranque de locura de su corazón.
Sentía que tenía derechos sobre ella y estaba
dispuesta a defender esos derechos. Lo discutió con
Richard una y otra vez y terminó convenciéndolo.
Richard la complacía en todo.

Apenas le dio por pensar que algún día
pudiera aparecer su madre…o su padre. Quizás la
casualidad, o quizás Dios, la pusieron en sus manos y
jamás la abandonaría. Para hacerlo; como para hacer
cosas muy importantes hacía falta mucha pasión, y
ella la tenía.

Los cuidados de la niña le infundieron nuevos
bríos, nuevas motivaciones y alegrías. A los
cuarenta y cinco años se convertía en
¨madre¨ nuevamente.

Preparó el cuarto lo mejor que pudo y lo
convirtió en un lugar idílico; el rincón mas
preciado de la casa.

2

Era 15 de Octubre del 58. La niña había
sido encontrada el día 13. En un juzgado de Marianao fue
inscripta. En lo sucesivo ella celebraría sus
cumpleaños el 15, pues no se sabía exactamente el
día exacto de su nacimiento.

Fueron a inscribirla Richard, Cristina, Frank, sobrino
de Richard, y Sara, buena amiga de la familia. Por nombre le
pusieron Rosario Teresa.

Le nombraron Rosario Teresa. Rosario, porque así
se llamó la madre de Cristina, y Teresa, porque ese
día 15 se celebraban las fiestas de Santa Teresita de
Jesús.

El propio Richard le sugirió a Cristina que se le
apodara Charito.

Hay casualidades que son tan sorprendentes que parecen
milagros de Dios. Teresa de Jesús también se
crió sin su madre, pues murió cuando ésta
tenía catorce años. Charito tampoco tenía a
su lado a quien la trajo al mundo. Cristina anheló que su
niña tuviera el encanto personal y la simpatía que
la Santa poseyó. En cuanto a la devoción por la
Virgen María; ella se la inculcaría
después.

Tras los trámites legales, la comitiva
continuó la marcha hacia una parroquia ubicada en el
Vedado donde sería bautizada. No era domingo, por lo que
no estaban programados los bautizos pero el sacerdote era amigo
de Sara, y ante la petición de ésta, el prelado
aceptó bautizar a Charito.

Ante el altar, el sacerdote practicó el ritual en
latín incomprendido por los presentes y español.
Este consagraba a Dios, en la fe y en el amor de Jesús, a
la pequeña Rosario.

La manipulación final consistió en tomar
el Santo Crisma_ aceite de oliva perfumado con esencias
naturales_ y le ungió la cabeza. El sacerdote
celebró el lunar que la niña tenía en la
frente. Sara fue su madrina, Frank, su padrino.

Ante la ley y antes Dios, ahora Charito era hija de
Richard y Cristina. La comitiva salió de la iglesia y
fueron hasta el Ford azul de Richard que estaba estacionado en la
acera de enfrente. La Mora llevaba cargada en sus brazos a
Charito.

__Mi ahijada parece que se va a dormir, Cristina.__no
había terminado de decirlo y ya Charito estaba
rendida.

_Dámela, Cristina.

_No. Tú debes estar cansada, hace varias horas
que la traes cargada.

Sara era, sin lugar a dudas, la mejor amiga de Cristina.
Andaba por los cuarenta y cinco años. De mediana estatura,
buen cuerpo, en el que se conservaban las líneas curvas de
sus caderas; de pelo negro, encrespado sobre los hombros, unos
ojos negros siempre brillantes, de rostro agradable y
risueño, y hablar ligero, hacían de ella una mujer
atractiva. Era de esas mujeres cuya animosidad confunde, por lo
que a muchos hombres había tenido que ponerlos en su
lugar.

Todos la conocían por la Mora. Sara, la Mora. Se
había casado dos veces. En la primera ocasión con
un dependiente del Ten-Cent de 23 y 10 en el Vedado. El hombre
era mucho mayor que ella y una mañana antes de ir para su
trabajo sufrió un infarto masivo y Sara
enviudó.

El segundo matrimonio fue con un sargento de la
policía, pero éste le salió mujeriego y
tomador y no le quedó otro remedio que
divorciarse.

A Sara le decían la Mora porque su padre era
libanés. Siendo jovencito se enroló en un grupo de
paisanos suyos que decidieron venir a América a hacer
fortuna. Acá en la Isla se dedicó a vender telas,
prendas de todo tipo, baratijas y otros objetos. Logró
acumular dinero y se compró una tienda en la calle
Muralla. A la tienda la bautizó como "La Estrella del
Oriente" Al morir, su hijo Esteban se quedó al frente del
negocio. Hubo un Esteban que fue el primer mártir del
Cristianismo, pero este Esteban, hijo del moro Yuneet, padre de
Sara, fue mártir de las deudas de su progenitor por lo que
corrió el riesgo de ser crucificado por los acreedores del
"Viejo", pero con esfuerzos y marañas logró
pagarlas y salir airoso de los aprietos comerciales.

La comitiva dio varias vueltas por la Habana. Por
primera vez Charito salía de paseo con su nueva
familia.

Rosario, en su lógica irracionalidad, paseaba por
esta ciudad llena de encantos: con edificios de aspectos ruinosos
y modernos; sus calles estrechas y viejas casas con arcadas y
puertas de hierro; amplias avenidas de varias sendas, repartos
residenciales y edificios nuevos.

Es mágica la amalgama que se forma entre lo viejo
y lo nuevo, lo ruinoso y lo moderno lo bullicioso de sus solares
y el silencio en los edificios públicos en la ciudad de la
Habana.

La Habana es una ciudad cosmopolita. En aquellos tiempos
la ciudad estaba repleta de adoquines; anuncios lumínicos
identificando grandes tiendas; bancos, cines, hoteles, edificios
multifamiliares, peleterías, restaurantes, farmacias,
laboratorios etc. Ciudad repleta de comercios y bien surtidas
tiendas con deslumbrante iluminación como El Encanto, Fin
de Siglo, La Época flogar, Ten-Cent, J. Vallés, la
Manzana de Gómez y otras. En esos comercios era posible
encontrar el más insignificante objeto, prenda de vestir,
zapatos, medicamentos, juguetes, ajuares para el hogar, comidas,
electrodomésticos y muchas cosas más.

Ciudad embellecida por un arsenal de anuncios
comerciales bien elaborados; lumínicos o pintados, que
ponían delante de los ojos de los habaneros y visitantes
lo que necesitaban para vestir, comer, satisfacer gustos y
alegrar la vida. Ciudad congestionada de anuncios en las calles;
Avenidas, locales públicos y entre novelas, discotecas,
programas cómicos, aventuras, y noticieros de la radio y
la televisión. En periódicos y revistas de todo
tipo. Mucha gente decía que el conocido músico y
compositor Sindo Garay aprendió a leer con los anuncios
comerciales de las calles habaneras.

Charito paseaba por las calles de la Habana donde
estallaban petardos; había tiroteos y muertos, robo,
prostitución, niños limpiabotas, pordioseros,
locos, embriagados; estaciones de policía con calabozos
como los de Ventura Novo, la Quinta Estación de la
Policía; con su horroroso olor a sangre en
descomposición, a carne humana quemada; gritos y lamentos
de los torturados y despedidas de la vida tras el último
golpe o disparo.

En la Habana del 58, en que vino Charito al mundo, el
gobierno de Batista había recrudecido la represión,
el asesinato y la tortura. Los servicios secretos del
ejército y la policía apoyados por las agencias de
inteligencia norteamericana que actuaban desde el
BRAC-Buró Represivo de Actividades Anticomunistas-
registraban, detenían, torturaban y asesinaban a los que
clandestinamente luchaban para lograr la "mágica
resurrección de la libertad".

Del otro lado, los "rebeldes" o "Mau-Mau"_como les
decían algunos_ tomaban cuarteles, pueblos y ciudades
importantes y ajusticiaban a oficiales y chivatos por sus
crímenes. Para miles de cubanos ellos era la más
firme esperanza, para otros una pesadilla tormentosa.

Por fin llegaron a la casa. En la sala, Ernesto, padre
de Richard, y el gordo y carirredondo Adolfo charlaban sobre los
últimos acontecimientos ocurridos en Oriente.

La llegada de la familia dejó trunca la
conversación. Sara traía a Charito es sus brazos.
Richard y Frank saludaron a Adolfo con un fuerte estrechón
de manos, Sara y Cristina con el acostumbrado beso en la
mejilla.

__Dame la niña, Sara.

La Mora con mucho cuidado la puso en los brazos de su
nueva madre y ésta fue hasta su cuarto y la costó
en cuna, luego retornó a la sala.

__Menos mal que mí ahijada no me orinó la
ropa._dijo Sara.

Adolfo intervino.

__Esa niña ha tenido una suerte tremenda,
aunque…

__¿Aunque, qué? ¡Ave de mal
güero!.__le dijo Sara.

Se conocían desde hacía mucho tiempo. El
la pretendió, pero ella nunca le hizo caso porque lo
conocía muy bien.

__Bueno, no todo es color de rosas, Mora.

__ ¡No estés insinuando lo malo! ! Mi
ahijada Charito va a ser muy feliz! Crecerá en esta
familia, se hará una jovencita y luego una mujer…y
no le faltará nada. ¡Charlatán!

Adolfo rió y luego se llevó la copa a la
boca y la vació en el acto. Chupó el tabaco y el
humo salió por entre los labios contraídos, que
formaron un cero carnoso, e invadió la sala.

__! Alabao! Chico. Me has asfixiado con el humo de ese
tabaco. ¡Eres insoportable!_dijo apartando el humo con una
de sus manos.

__Mora, tú dieras lo que no tienes por tener un
tipo como yo. Lo que pasa es que…

__! Estaré loca! ¡Mira, trago amargo,
déjame tranquila!_estaba visiblemente enojada.

__Mora, a ti te hace falta pasar una noche con
Superman.__Adolfo lo dijo y luego soltó la
carcajada.

__¿Con quién?

__Con Superman. ¿Acaso no sabes quien
es?

_Ah, si. ¡Eres insoportable!

Cristina, al escuchar el nombre de Superman,
pensó que se trataba del personaje de aventuras
televisivas del mismo nombre que volaba y tenía
capacidades físicas incalculables. Al que se
refería Adolfo no era el super-hombre de la capa
azul.

Adolfo, entre risas, la sacó de dudas.

_Cristina, se trata de un mulato que tiene una palma
real entre sus piernas y trabaja en uno de los burdeles de la
Habana._dijo éste y tras una carajada de nuevo se
llevó la copa a su boca. El líquido rodó por
su garganta gorda dejando detrás el agradable sabor a
carta Bacardí.

Cristina miró a su amigo sonriendo.

_Adolfo, eres tremendo. No le hagas caso, mujer.- le
indicó a su amiga.

_Este es un gordo asqueroso que no lo miran ni los
maricones de la Habana.

Las palabras de Sara, la Mora, produjeron risas en todos
los presentes. En el rostro de Adolfo había una seriedad
que en realidad no existía.

__Sara, tú siempre con tus cosas._dijo Richard y
tomó Carta Bacardí de su copa.

__Oye, te mantienes, pero apúrate porque los
años pasan y…

La Mora lo interpeló.

__Pretendientes se me sobran, pero no tengo
ningún apuro. Allá tú que no consigues tan
fácilmente…! Gordo empalagoso y charlatán! Nunca
he sido fácil, no te equivoques. Tú sabes que
llegué a vivir hasta en un solar de la Habana Vieja y en
ese ambiente hay de todo un poco. Pero yo…

El no la dejó terminar.

_Bueno, ahí se sobran las putas, los
mariguaneros, los guapetones…esos solares están
llenos de gente que no sirve.

La Mora se indignó.

_Oye, tracatán, no todas las mujeres eran putas.
Allí las había, pero yo no andaba con ella.
Además en los solares también hay gente buena. Los
hay mejores que tú.

_En esas covachas, el que no corre, vuela. Allí
debes haber comido mucha harina de maíz, sopa de menudo de
pollo y mucho bacalao. ¡Y carne, nunca! Eso es lo que se
come en los solares. _dijo Adolfo y le hizo una seña con
los ojos a Richard para indicarle que estaba
mortificándola.

Todos rieron. El gordo se alzó de la butaca como
una orca adiestrada que sale del agua y de nuevo llenó su
vaso con el líquido espirituoso de la carta
Bacardí.

_Gordo baboso. A lo mejor tú has pasado
más hambre que yo._rumió la Mora.

_Tú me conoces. Yo soy Adolfito en la
Habana.

__Mira, Chico, ni eres uno de los Tres Villalobos, ni
eres Leonardo Moncada, ni muy remotamente Tamakún;
así que no hagas tantos alardes. A lo mejor ya tú
ni puedes…la Mora no terminó la frase y rió
estrepitosamente.

Cuando Sara comparó a Adolfo con los personajes
mencionados se refería a los protagonistas de los
populares programas radiales muy escuchados en Cuba.

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