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Bajo el mismo cielo (Novela) (página 4)




Enviado por Ernest Brandy



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Después de comer se sentaron en la sala y
charlaron hasta más o menos a las diez en que fueron a las
camas. Cristina y Armando se quedaron solos y comentaron algo que
a ella no se le había olvidado.

__Armando, tú me llamaste a la Habana,
según me dijo Mónica, para decirme que ibas para
allá a no se qué cosa. Dime…

__Si. Yo pienso llevar a Ana para allá para que
le hagan un buen chequeo médico. Ella me preocupa, cada
día que pasa se siente peor. Los ataques de asma son cada
vez más frecuentes y sus estados depresivos
también; además ha bajado de peso. La
presión lo mismo le baja que le sube.

__Si, me he dado cuentas que está más
delgada. Hazlo cuanto tú quieras. Richard la ingresa.
Habrá que hacerlo cuando las cosas mejoren. A lo mejor el
mes que viene…

__Ya veremos. De todas formas la voy a llevar. Se lo
dices a Richard. Me fastidia que no haya podido venir.

__Armando, qué me dices de Sebastián. No
me has dicho nada de él. Me gustaría verlo. Yo
quiero mucho a ese viejo.

__Si quieres, vamos a verlo. El se acuesta
tarde.

__Vamos, ya los muchachos están
durmiendo.

Cristina y su hermano salieron por la puerta del fondo y
se encaminaron a la casita donde vivía el negro
Sebastián, que estaba ubicada a unos cien metros de la
casa.

La pequeña vivienda estaba forrada con tablas de
palmas, tenía techo de guano y piso de tierra. A la luz de
un farol el viejo remendaba unas medias sentado en el borde de su
camastro.

Sebastián sintió pasos; se
incorporó y caminó despacio hasta la puerta apoyado
en su bastón. Miró por una de las rendijas y vio a
los que llegaban.

Su cuerpo encorvado era alto; delgado, de pelo blanco,
sonrisa espléndida ojos pequeños y de brillo
opacado por una sombra blancuzca que disminuía su
visión. Lo único que hacía era
ordeñar las bacas de la casa bien temprano en la
mañana.

Llegaron ante la puerta, abrieron y entraron. El se
sorprendió, pero luego se repuso,

__¿No me conoces, viejo?__ le preguntó
Cristina sonriendo.

Sebastián la miró de arriba abajo, se
quedó unos instantes pensativo y sonrió. La
había conocido.

__Como no te voy a conocer, hija. Cuanto me alegro que
estés aquí.__dijo y la abrazó. En su cara
oscura y lampiña, sus dientes blancos adornaron su
rostro.

__Pero siéntense. Pero, mire cará.
¡Quien iba a pensar que Cristinita estuviera por
acá!_sonrió y enseñó su
blanquísima dentadura.

_Me da mucha alegría verte, mi negro._dijo
Cristina eufórica.

_ A mí también, pero
siéntense.

__No, viejo, ya es un poco tarde y Cristina está
cansada. Ya tendrás oportunidad de conversar con ella.
Sólo vinimos a saludarte._comentó el dueño
de la finca.

Cristina había pasado una buena parte de su
niñez en la finca. En el poblado estudió en una
escuela privada que existía allí. Entonces
Sebastián era un hombre fuerte, joven, y mulato muy
atractivo. Como todo hombre bueno y de su temperamento,
tenía madera de santo. Ella siempre le tuvo mucho
cariño y él le hacía cuentos y le
enseñaba los nombres de los árboles, el misterioso
trabajo de las abejas ya que siempre en la finca había
varias colmenas y la enseñó a montar a caballo.
Sebastián fue un buen jinete y era capaz de tumbar un buey
por los tarros.

Tuvo una mujer que no le parió hijos y
murió del corazón. Jamás se volvió a
casar. Ella influenciaba mucho en él, pero sin llegar a
gobernarlo. Ese nunca fue su lado flaco. No era una gran hembra,
pero tenía sus encantos, cuando él la
conoció. Tenía buen carácter. Fue la
única mujer que conoció y no buscó ninguna
otra. Vivía recordándola. En las noches, sentado en
su camastro, a la luz del farol, contemplaba las envejecidas
fotos donde estaban ambos. Sebastián siempre tenía
una caneca con aguardiente, su bebida predilecta, guardada en
alguno que otro lugar de la casa. Tomaba pero no se emborrachaba
por nada de este mundo.

__Bueno, mañana nos veremos. Me cuentas muchas
cosas de la Habana.

__Si. Ya te las contaré. Te lo prometo. Bueno
hasta mañana.

__Hasta mañana, hija.

__Hasta mañana, Sebastián__dijo
Armando.

Tomaron por el mismo trillo que los llevó hasta
allí y se alejaron rumbo a la casa.

13

Diciembre era el mes más lindo del año
porque era el mes de la Nochebuena, las Pascuas y el fin de
año. Eran festividades especiales en que se reunía
la familia y las celebran con mucha alegría. Era la
oportunidad que tenían de congregarse, aunque algunos
estuvieran muy lejos. A los que ya no estaban en este mundo se
les recordaba y nos parecía que estaban presentes como de
costumbre.

Las tiendas estaban bien surtidas. Para esos días
de fines de año la gente hacía sus ahorros para
comprar ropas, zapatos, perfumes y objetos útiles en las
ofertas especiales que hacían los dueños de los
establecimientos comerciales. Navidad era sinónimo de buen
ánimo, alegría y ensueños.

En Nochebuena se olvidaban las penas y reinaban las
alegrías. Ese mismo día, a medianoche;
vísperas del nacimiento del niño Jesús, se
asistía a la Misa del Gallo en la iglesia. Allí los
amigos ausentes y los presentes se reencuentran.

El día veinticinco las mujeres se estrenaban
bonitos vestidos y los hombres se vestían con lo mejor que
tuvieran para asistir a los bailes en las sociedades donde por lo
general tocaba una buena orquesta.

Ese día muchos olvidaban que estaban festejando
el nacimiento de un hombre que, entre otras cosas proclamó
la igualdad entre todos los humanos, y en las sociedades para
blancos no podían entrar los negros. Los que no eran
socios por razones económicas y de otra índole, se
limitaban a ver bailar desde fuera a los que dentro del recinto
discriminador tomaban y movían las cinturas. Estos
también movían sus cuerpos al compás de un
buen danzón o un cha-cha-chá que se dejaba escuchar
por todo el pueblo.

De todas formas, una vez terminado el baile, blancos y
negros, pobres y ricos charlaban animadamente y se brindaban
tragos borrando en dogma de ¨la pura azul¨ entre
comentarios y elogios para los que hicieron uso de sus buenos
¨pasillos ¨ bailando.

El arbolito de Navidad; los dulces finos, las manzanas,
nueces, peras, las uvas, las avellanas y los higos; así
como el buen vino, el aguardiente, la carta blanca, la cidra y el
lechón azado, eran de obligado consumo en la más
importante cena del año.

En casa de Armando; como en el resto del pueblo, se
escuchaba, temprano en la mañana, el grito de los cerdos
apuñalados. Mucha gente los asaba temprano y cenaba por la
tarde; otros los ponían en las púas y comenzaban el
asado después; de manera que la cena fuera por la noche.
Allí era costumbre cenar en la noche.

El grito de los condenados cerdos, el humo de los
carbones encendidos en el hoyo formaba parte del ambiente creado
en Nochebuena.

Horas después, el agradable aroma que expele la
grasa quemada; el olor a lechón asado, viajaba con el
viento en todas direcciones, lo que despertaba el apetito de los
miembros de la comunidad. Muchos, con solo aspirar el olor a
cerdo asado se sentían satisfechos, se deleitaban. El olor
a puerco asado siempre ha sido olor a fiesta; a
celebración importante; a comida buena y
emblemática para los cubanos.

Ese día, avanzada la mañana llegaban
Asprón y el jefe del puesto de la rural procedente del
Regimiento de Holguín en la camioneta de Santana, con las
cajitas conteniendo el regalo de Nochebuena que les hacía
llegar la Primera Dama para que los ¨pobres¨ pudieran
cenar.

Estas cajitas contenían los comestibles; una
botella de vino, las frutas y una moneda de un peso, que por lo
general no llegaba a los desdichados. Ordenadamente se
hacía el reparto. Siempre había quien, ese
día, se las daba de pobretón para agenciarse una.
Eso se hacía en todos los poblados y campos de Cuba cada
24 de diciembre.

En la tarde ya la fiesta había tomado vuelo. Por
doquier se escuchaba la música de los radios de
baterías pues no había fluido eléctrico.
Sones, guarachas, boleros, chachachá, danzones o la rumba
se apoderaban del ambiente. Vecinos y amigos, ese día,
acostumbraban a comer; tomar y disfrutar en cualquier casa del
barrio. Uno comía y tomaba aquí, allá o
acá, como si estuviera en su propia casa. Como se dice en
buen cubano: "donde le cogiera la noche".

En casa de Armando la Nochebuena se celebraba por todo
lo alto. Esa vez, a pesar de la situación política
del país, todo se hizo como siempre: en grande.

El preparó las condiciones con tiempo suficiente.
Menos la Estrella de Belén y los Reyes Magos, allí
había de todo. Los dulces españoles y cubanos como
jijona; el turrón alicante, la yema, el membrillo; y la
jalea de guayaba cubana no faltaron. La conserva hecha de
tajuelas de naranja agria se hizo unos días antes de la
celebración. No faltó tampoco el cóctel de
frutas, los cascos de guayaba el dulce de coco rayado.

La Carta Bacardí, el Añejo, el
Aguardiente, la Guayabita del Pinar y los sabrosos vinos y la
Cidra alegraban a los enfiestados.

Por la mañana dos trabajadores de la finca se
dedicaron a matar los dos cerdos, prepararlos y ponerlos en las
púas. Luego abrieron los hoyos en la tierra y les echaron
carbón.

A media tarde comenzó el azado de los mismos. En
la sala, en el patio o en la terraza la gente conversaba,
cantaba, hacían cuentos. Otros jugaban dominó y
había ya quien hablaba medio enredado y caminaba dando
tumbos. Los que le daban vueltas y más vueltas a las
púas donde se asaban los cabizbajos cerdos tomaban con
moderación para no correr el riesgo de que se
emborracharan y éstos se quemaran.

La gente vestía sus mejores galas y había
quienes se estrenaban ropas para la ocasión. A otros no
les quedaba mas remedio que vestirse con la misma del año
pasado o la que tuviera.

En ese diciembre del 58 no se podía aspirar a
más. Muchos le pedieron a Dios que aquel día todo
estuviera en paz, que no hubiera allí un encuentro entre
los guardias y los rebeldes, y Dios los
escuchó.

En la sala, la familia y algunos amigos y vecinos
compartían. Hacían anécdotas, o bailaban al
compás de un pegajoso chachachá tocado por la
orquesta Aragón. Ricardito jugaba por los alrededores de
la casa con otros muchachos del barrio. Charito se había
negado a dormir y Cristina la tenía en brazos.

Armando, de vez en vez, miraba hacia fuera ya que
Bárbara no había llegado. Carmen, Ana y una vecina
estaban en el fogón haciendo el congrís e hirviendo
las viandas. Días antes, Ana había hecho una buena
cantidad de dulce de naranjas en tajuelas a las que les
echó hasta miel de castilla. El queso blanco para
acompañarlo lo habían echo ellos mismos.

Bárbara llegó y el corazón de
Armando se volcó patas arriba. Saludó a Cristina y
a los demás y cargó a Charito, no si antes
dedicarle palabras de elogios por lo del lunar. Ella y Armando se
cruzaron miradas encendidas y bien disimuladas. Nadie se
percató.

No era una mujer de una gran belleza, pero era bonita y
sencilla. Eso la hacía más atractiva. Algunos la
invitaron a bailar, pero no aceptó por respeto a su
hombre, que le dedicaba miradas encendidas donde se reflejaban
los deseos y posesión. Rosita, hija de Armando, le
llevó un vaso con ron y ella lo aceptó. Miró
a la muchacha con cariño y se detuvo a pensar, que si la
misma hubiera sido hija suya, era la mujer más feliz del
mundo.

Bárbara no se hizo ningún peinado especial
para la ocasión. Fue con el pelo suelto como le gustaba a
él. Vestía muy bonito; con una falda azul oscuro al
nivel de las rodillas y una blusa azul claro con vuelitos
plisados de organdí que acompañaban a ramitos
bordados y un trío de bellotas de nácar que le
cerraban el frente. El la vio espléndida. La
contempló desde los cabellos hasta sus piernas elegantes y
bien hechas.

Ella miró a Rosita y la encontró muy linda
con su vestido de lino rosa, de modelo holgado con bolsillos en
la parte superior cerrados con botones de nácar y ojales
de tela, y un cinturón de piel bien ajustado a la cintura.
Rosita encontró muchos admiradores y tuvo que bailar con
todos.

Armando, medio entonado por los tragos, sacó a
bailar a su hija y lo hizo muy bien con un danzón de
Barbarito Diez y su orquesta. Luego bailaron un chachachá
tocado por la Aragón. A Bárbara la torturaron los
deseos de bailar con él pero comprendió que no
podía hacerlo y logró dominarse.

Por fin Charito logró dormirse en medio de tanta
algarabía y Cristina la acostó. Luego fue para la
sala y le quitó su hermano a Rosita y se puso a bailar con
él.

__! Oye, que bien tu bailas, tía!__le dijo su
sobrina sonriendo. A penas había terminado la frase y
Mayito, su hermano, la sacó a bailar. Del radio
salía una guaracha rumba titulada "Pasito y medio". Luego
Benni Moré puso todo el mundo a bailar, menos
Bárbara que había ido para la cocina a ayudarle a
Carmen y Ana.

__Me gusta bailar, mi hermano, tú lo sabes._le
dijo Cristina al cowboy.

__Tía, a mi también. Toma.__dijo y le dio
un vaso con carta blanca Bacardí.

Alguien pasó con una bandeja con copas llenas de
vino y todos tomaron.

__Si seguimos tomado nos vamos a emborrachar.__dijo
Cristina y echó a reír de buena gana.

_Hoy es un día especial, mi hermana, así
que toma todo lo que quieras. Si te emborrachas, te acostamos.__
le comentó Armando entre risas.

__La que se está perdiendo
Richard.__apuntó Cristina.

__Si, Señor. Bueno a lo mejor allá en la
Habana lo invitaron y está festejando la Nochebuena en
casa de algún amigo.

Ella pensó que Richard, a lo mejor, estaba en
casa de Zulema, o quizás en su compañía en
casa de algún amigo festejando, pero no hizo comentario
alguno. Solo se limitó a decir:

__Es una lástima que no haya podido venir _ dijo
Mayito, su sobrino.

Cristina era de esas personas que aceptan las cosas de
la vida con mucha tranquilidad. Cuando supo lo de su esposo con
la bailarina, comprendió que ella ya no era la
pasión del Doctor y no le hizo guerra alguna.
Después vino Charito y su mente se llenó de otras
ocupaciones y preocupaciones más importantes. Siempre
pensaba que algún día los hijos de Richard
comprenderían cuanto hizo por ellos, aunque a
Mónica no le fuera de su agrado. Tanto Charito como
Ricardito estaban dentro de su corazón y eso era lo
más importante. Pensaba en estas cosas y suspiraba
resignada.

__Bueno, en la próxima será, tía. A
lo mejor intentó venir y no pudo.__comentó
Rosita.

En el patio la gente tomaba cervezas, aguardiente y ron
en vasos. Alguno que otro, cantaba y hasta bailaba solo. Ya los
cerdos estaban doraditos y despedían el sacrosanto olor a
puerco asado.

Alrededor de las ocho de la noche se picaron; se
sirvieron en fuentes de porcelana y se pusieron sobre las mesas
unidas donde estaba el resto de la comida. Primero comieron los
niños, luego los demás. El mojito criollo para
acompañar la carne asada y el doradito y tostadito pellejo
no faltó.

Sentados a la mesa, comieron; tomaron cervezas, vino,
cidra, etc. Cada cual tomó que quería tomar. Hasta
el viejo Sebastián comió y tomó su traguito
de cidra, aunque a él lo que le gustaba era el
aguardiente. En la mesa en las Nochebuenas jamás
Sebastián había faltado.

Después de la cena, ingirieron los dulces
españoles y las frutas. Luego varias mujeres, entre ellas
Bárbara, se pusieron a fregar los platos, cubiertos, las
fuentes y cuanta vasija estaba sucia. Sobre las diez ya algunos
se habían marchado y los pocos que quedaron charlaron un
rato más y se fueron. Hubo a quien tuvieron que llevar a
su casa en hombros. Rosita y Mayito se acostaron. Bárbara
se retiró y toda la familia optó por descansar. Una
Nochebuena mas agonizaba. Nunca se imaginaron que agonizaba de
verdad.

14

La tarde del veintiséis de diciembre se
tornó friolenta. Sobre las cuatro, la brisa fría
obligó a todos ponerse camisas de lana o
abrigos.

Carmen, Beto y Emilia se habían marchado el
día anterior para la Villa Blanca. Cristina, Charito y el
niño se quedaron unos días más. Cristina
pensaba marchar para la Habana en los primeros días de
enero.

Por la noche estaban en la sala conversando y Armando
encendió el radio de batarías con el fin de
escuchar la emisora Radio Rebelde. Sintonizó la banda de
cuarenta y un metros y, entre los ruidos estáticos y los
pitos y matracas de la onda corta, por fin la
sintonizó.

Cristina estaba ansiosa y medio asustada. Temía
que alguien que pasara por el camino escuchara aquello y lo
denunciara en el cuartel. Ana, Rosita y su hermano Mayito se
acercaron a Armando que tenía la cabeza casi pegada al
aparato.

__Ten mucho cuidado, Armando. No lo pongas alto para que
nadie lo escuche afuera._le indicó Cristina.

_No tengas miedo, Cristina. Aquí la gente se
acuesta temprano.

__Pero hay gente mala que les gusta irle con chismes a
la guardia rural.__dijo Ana.

_¡Cállense!__indicó
Armando.

La voz conocida de la locutora rebelde Violeta Casals se
dejó escuchar identificando la Emisora.

"!Aquí Radio Rebelde!. Órgano oficial del
Movimiento 26 de Julio, desde la Sierra Maestra, Territorio libre
de Cuba."

__! Por Dios, Armando, baja más ese radio! Yo me
estoy cayendo muerta del miedo.__dijo Ana, su esposa.

¡Cállate, mujer! Ya están dando los
partes de guerra.

Armando agachó la cabeza y la acercó
más al aparato. En el parte de guerra se anunciaba que las
tropas del Cuarto Frente Oriental habían atacado a Puerto
Padre el día 24, o sea, el día de Nochebuena y que
la guarnición se había rendido. Sin embargo algunos
militares del Puesto Naval habían podido llegar hasta el
cayo "Juan Claro" donde fueron rescatados por efectivos de la
Marina y muchos guardias rurales pudieron ir para el cuartel del
central Delicias.

Después hubo otras informaciones y la
programación terminó. Armando apagó el
radio. A todos les sorprendió la toma de la Villa Azul:
Puerto Padre. Cristina se asustó mucho ya que allí
estaba el sargento Mora que la ayudó a llegar hasta
Gibara, así como otros parientes y amigos.

__Estoy preocupada por el sargento Mora, Armando. A lo
mejor…

__Bueno, dijeron que hubo tres muertos, pero no
mencionaron sus nombres.—comentó Mayito, hijo de
Armando.

__A lo mejor lo tienen prisionero.__comentó
Rosita.

Cristina se persignó.

__! Dios lo ayude! Bueno si está prisionero da lo
mismo. Lo pueden matar. A mi me contaron allá que
él ha liquidado unos cuantos simpatizantes de los rebeldes
y a miembros del Movimiento 26 de Julio.

__Si es así, no lo salva nadie.__comentó
Armando _ aunque a lo mejor es mentiras de la gente. Hay a
quienes les gusta difamar de los soldados y oficiales del
ejército constitucional que cumplen con su deber. Esto es
una guerra y en una guerra pasan todas esas cosas.

__Yo tengo mucho miedo de que vayan a atacar a Gibara.
Creo que me muero de miedo si me coge allá.__dijo
Cristina.

__Hay que estar preparado para todo. Aquí donde
vivimos puede pasar. La guardia rural lo sabe y por eso anda de
un lado para otro haciendo recorridos.

Armando lo comentó porque ese día en horas
de la mañana un convoy de guardias había estado en
el pueblo.

Los casquitos andaban en dos camiones y un jeep. Todos
lo carros estaban bien camuflageados con ramas de árboles.
Camuflajearon los parabrisas, las barandas de los camiones y los
guardafangos de los vehículos.

Los guardias portaban armas largas y en el jeep
traían una ametralladora cincuenta. Los cascos estaban
cubiertos por una redecilla y con correas abrochadas al cuello.
Por entre las ramas que servían de camuflaje a las
barandas de los camiones , algunos sacaban las cabezas y miraban
a un lado y otro del camino. La tropa se detuvo un rato en el
cuartel. Después que almorzaron y llenaron con agua sus
cantimploras se marcharon.

__Ellos posiblemente estén más asustados
que nosotros. Saben que los rebeldes están
apoderándose del país poco a poco._dijo
Armando.

__Los pobre, sabe Dios qué tiempo hace que no ven
a sus familias porque muchos son de lejos y a lo mejor les toca
morir en uno de esos combates acá en
Oriente.__comentó Rosita asintiendo con su
cabeza.

_Uno tiene hijos y no quisiera que les pasar nada malo.
Las madres de esos casquitos deben estar desesperadas._dijo
Ana.

_Los que están alzados en los montes
también tienen sus padres; esposas, hijos y hermanos.
Deben estar desesperados pues no saben si ellos están
vivos o muertos. La guerra es lo más horrible que
existe._dijo Cristina.

Los ladridos despavoridos y sin cejar de los perros de
Armando los alarmó a todos. La noche estaba oscura porque
el cielo estaba nublado.

_Cuando los perros ladran es porque alguien anda por
allá atrás.

__Si, Armando, a lo mejor son los
rebeldes.__comentó Ana asustada.

Cristina se puso de pie y se llevó sus manos al
pecho en gesto de miedo.

__! Ay, Dios mío, no nos abandones!

Armando y Mayito abrieron una ventana y se asomaron pero
no vieron nada en la oscuridad.

Los perros, amarrados, seguían
ladrando.

Armando cogió la escopeta de cartuchos calibre 16
y se dispuso a salir.

_Ten mucho cuidado, papá. Mejor no
salgas.

__No tengas miedo, Rosita. No me va a pasar nada. Estoy
armado.

__No salgas, mi hermano, te lo ruego. Te pueden hacer
almo malo.__le pidió Cristina asustada.

__Yo voy contigo Papá.

__Si, Mayito, vamos poco a poco.

Salieron con mucha cautela y caminaron entre los
árboles mirando a un lado y otro. La noche estaba oscura
muy fría. Por las rendijas de las paredes de la casa del
viejo Sebastián se veían los fragmentos de la luz
del farol encendido. Al escuchar el ladrido de los perros, se
levantó y abrió una ventana poco a poco y
examinó los alrededores.

Los perros siguieron ladrando.

Sebastián sintió como si alguien se
acercara a su casa. Arrugó el entrecejo y
preguntó:

__¿Quien anda por ahí?

No hubo respuesta.

Mayito y Armando preguntaron lo mismo y nadie
respondió.

Oculto, entre el tupido y oscuro follaje de un guayabo
había un hombre. Sintió miedo y no
respondió. Estaba inerte. De haber sido de día
hubiera parecido una estatua, pero no blanca como la de sal del
relato bíblico, sino una estatua amarilla porque estaba
vestido de ese color. Era un guardia rural.

Empinó su cabeza y miró hacia el sitio de
donde salió la voz de Sebastián y luego a todas
partes. Vio dos siluetas oscuras que eran las de Armando y su
hijo. Con mucho cuidado caminó hasta el tronco de un
frondoso mango y se parapetó detrás del
mismo.

Armando y Mayito estaban detrás de una salvadera.
Armando llevó el fusil a su hombro y apunto hacia el
mango.

__! Sal con las manos en alto o disparo!

__! No tire!_dijo el desconocido.

__! Entonces suelta el arma y sal de
ahí!

El desconocido tiró al suelo humedecido por el
sereno de la noche oscura y fría el fusil
Garant.

__! Camina con las manos en alto!_gritó
Armando.

El hombre salió y se acercó a ellos.
Sebastián ya estaba allí, Los tres se quedaron
perplejos cuando pudieron comprobar que se trataba de un guardia
rural.

_¿Usted es guardia y hace esto?
¿Cómo se explica…?

El hombre intentó explicarlo todo de
golpe.

Se dirigió a Armando.

__Mire, yo…soy guardia de los que vinieron en el
convoy pero me escondí y dejé que se fueran.
Yo…

__¿Yo que?

Preguntó Mayito.

__Hable claro de una vez, hombre. __dijo el viejo
Sebastián.

__Yo no quiero seguir en el ejército. Me quiero
unir a los alzados.

Cuando Armando escuchó las palabras del casquito
la primera reacción que tuvo fue de rabia. Le dieron ganas
de llevarlo para el cuartel pero se contuvo.

__Esto es inaudito. ¿Tú sabes lo que
estás diciendo? Eso te puede costar muy caro.

__Si, Señor, pero es que…mire hay muchos
guardias que quieren hacerlo pero tienen miedo. Esto está
perdido.

__Mayito, recoge el arma._le ordenó
Armando.

Mayito se agachó en la oscuridad y la
recogió.

__Vamos para la casa. Allá
hablamos._ordenó Armando con deseos de liquidar aquel
soldado porque quería unirse a los rebeldes de Fidel
Castro.

Los cuatro hombres salieron del lugar. Los perros
dejaron de ladrar. Para ellos la cosa había
terminado.

Entraron por la puerta de la cocina y las tres mujeres
se quedaron perplejas cuando vieron al guardia. A la luz de las
lámparas de gas lo examinaron. Era alto, delgado,
trigueño, ojos castaños y cejas espesas.
Tenía veintiocho años y era de Pinar del
Río. Todavía estaba asustado, pero poco a poco
comenzó a notarse en él cierta
serenidad.

__Me llamo Julio y me metí a guardia allá
en Pinar del Río porque soy de una familia pobre y con el
sueldo de militar podía ayudar a mi padre que estababa
enfermo y recién murió. Yo no he matado a nadie. Lo
juro.

Las tres mujeres: Cristina, Ana y Rosita estaban mudas.
Parecían hipnotizadas.

__Cuela café, Ana.__ordenó
Armando.

Ana y Rosita salieron rumbo a la cocina. Ellos fueron
hasta la sala y se sentaron.

__Oye, Julio, tu situación es delicada. Yo no se
que hacer. Tú quieres unirte a los Mau-maus y yo no
simpatizo con ellos, pero tampoco te voy a entregar al jefe de
puesto porque si lo hago éste llama al regimiento y te
vienen a buscar. Después…

El guardia dijo asustado.

_! No, eso no! Me puede costar la vida. Sosa Blanco anda
por ahí y si está allá y se entera me mata.
Yo anduve con su tropa. Ese hombre es un criminal tremendo. Lo
mismo mata a un rebelde que a un guardia que lo
traicione.

__Mi padre no es hombre de hacer eso, Julio. Yo tampoco
lo permitiría. Además, se ve que eres buena
persona._dijo Mayito.

Cristina se atrevió a hablar.

__ Si, muchacho, te matan. ¿Y cómo
llegarías a los rebeldes?

__Si me buscan un práctico que sea de confianza,
me voy para la Sierra de Gibara. Allá hay otros guardias
que han desertado. Conozco uno que es de mi tierra, de Pinar del
Río, que es de apellido Ledesma, que desertó y
está con los rebeldes. El tampoco ha matado a nadie y es
buena persona. Allí está mas seguro.

Ana y Rosita vinieron con las tazas conteniendo el
humeante y aromático café. Todos
tomaron.

__Gracias, Señora. Está muy sabroso. Bueno
yo…apenas hoy he comido algo.

_Si quieres, puedes comer, sólo hay que calentar
la comida._dijo Ana.

___No, gracias. No se moleste…

__No es ninguna molestia. Lo haré._dijo Ana y
salió rumbo a la cocina.

Caminó lento, con cansancio y su
respiración era la clásica de lo asmáticos
crónicos en crisis. Cristina fue con ella para ayudarle. A
Rosita le pareció simpático el soldado.

__No tengo que preguntarte mucho para saber que eres una
buena persona. Yo tú no haría eso de alzarte con
los rebeldes. Mejor buscaría la forma de llegar a Pinar
del Río._dijo Armando.

__Eso es imposible. A esta hora ya debo estar circulado.
Yo decidí irme con los rebeldes y es lo que voy a hacer.
Además llevo un fusil y eso a ellos les interesa. Si la
suerte me acompaña a lo mejor…Bueno si los rebeldes
ganan la guerra, quizás me vaya mejor que con este
ejército de Batista. ¿Usted me
comprende?

__Te comprendemos, Yo no estoy en tu situación,
pero eso que tú dices sobre tu suerte, si los rebeldes
ganan la guerra, es cierto._dijo Mayito.

A Armando no le gustó mucho el comentario de
Julio sobre la posible victoria de los alzados y esto lo hizo
pensar. "Bueno, si ayudo a este hombre, se hace rebelde, y si
ellos ganan la guerra… Bueno, él me puede ayudar un
día". "Tendré que hacerlo sin que nadie se
entere"

Ana y Cristina prepararon la mesa y al cabo de unos
instantes el arrepentido guardia rural se sentó, y
comió de tal forma, que parecía no haber comido
hacía varios días. Luego tomó café de
nuevo y se sentó en la sala nuevamente.

_Mire, Armando, hay muchos guardias que tienen miedo.
Saben que todo está perdido. Piensan en sus familias, en
sus hijos, en sus padres y creen que no los van a ver
jamás. Los hay que no pueden hacer lo que yo quiero hacer
porque han cometido crímenes y están muy
comprometidos.

_Esos oficiales del Regimiento se la arrancan a
cualquiera y se te cogen no vas a contar el cuento,
muchacho._dijo Sebastián.

__Es cierto–dijo Armando—a esos, si Fidel
toma el poder los van a ajusticiar seguramente.

__Papá, tú hablas como si Batista ya se
hubiera caído._exclamó Rosita.

__No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de
que Batista ya está perdido, hija. No hay peor ciego que
el que no quiere ver._dijo Sebastián sonriendo.

_Así mismo, negro. Creo que esto se fue a
pique._le dijo a Sebastián.

__Si el jefe de puesto te oye hablando así,
Armando…

__Ese me debe mucho dinero. Además él a mi
me ha dicho que se siente cansado y que esto se está
desmoronando. Yo creo que está medio rajado.

__Creo que los ataques a la región de las Villas
y la toma de muchos pueblos en Oriente son el final de todo
esto._dijo Julio, luego comentó otras cosas adversas al
General Presidente.

En el tono que lo dijo todos captaron el mensaje. Julio
desarrolló pausadamente sus ideas. Los demás lo
escuchaban atentamente.

Sebastián dijo algo muy interesante para
Julio.

__Bueno, yo conozco a alguien que te puede llevar hasta
cerca del Tumbadero donde están los alzados.

Julio lo miró con el rostro invadido por la
curiosidad de saber de quien se trataba.

__¿A quien te refieres,
Sebastián?_preguntó Armando.

__A Raúl Peñas el carbonero. Tiene hornos
por allá. Vive en un lugar que le dicen La Púa. Eso
está cerca del Tumbadero donde está el campamento
de los alzados. El puede hacerlo, además conoce a sus
jefes..

__¿Y cuando usted lo ve, Señor?__pregunto
Julio.

_Por la madrugada pasa por aquí con las dos
bestias cargadas de carbón. Es buen hombre y simpatiza con
los rebeldes. El vive en cerca del campamento rebelde,

__Entonces todo está resuelto, muchacho. Yo me
voy a dormir, pero antes le voy a preparar donde dormir,
Julio._dijo la esposa de Armando.

__No se moleste, Señora. Yo…

__Tú te vas conmigo _ dijo Sebastián_ y
duermes en mi casa. De allí te vas con Raúl. Coge
esa arma y métela en un saco y tú, Armando, si
puedes dale una muda de ropas para que se quite ese uniforme
amarillo.

Armando lo hizo. Le dio una camisa y un pantalón
a Julio y el fusil garant lo metieron dentro de un saco junto con
la canana cargada de balas.

Julio se fue con Sebastián y durmió en su
casa. Amaneciendo se fue montado en una de las bestias del
carbonero que lo llevó hasta la misma Sierra donde estaban
las tropas rebeldes.

Raúl el carbonero era un mensajero de los
rebeldes y Sebastán; un colaborador del Movimiento 26 de
Julio, cosa que ignoraba todo el mundo. ¡Quien se lo iba a
imaginar!

15

En la Habana Richard, Zulema y Enrique, colega en la
medicina de Richard, estaban en el bar del Hotel Nacional. Se
respiraba el aroma del buen licor, la cerveza y el humo de los
cigarrillos. Entre el murmullo, las risas moderadas de los
presentes y la música tocada por un trío que
interpretaba canciones que hacían soñar o recordar
se sentían satisfechos; contentos y ajenos a todo cuanto
estaba pasando en el país.

La decoración del semioscuro lugar la completaba
varios retratos en blanco y negro de Frank Sinatra y Ava Gardner,
el torero Luís Dominguín, Gary Cooper y otros
artistas y mafiosos conocidos.

La apariencia de la capital era de relativa
tranquilidad. Las luminarias y los anuncios alegóricos al
fin y venida del año nuevo ocupaban una buena parte de la
ciudad. Unos lo festejaban, otros no. En las calles la gente iba
y venía con sus mentes llenas de esperanzas. Anhelaban que
la odiosa guerra terminara y que el nuevo año trajera paz
y felicidad.

La radio y la televisión hacía propagandas
de Fin de Año y los principales periódicos como el
Diario de la Marina, Ataja, Tiempo en Cuba, Información y
otros estaban repletos de anuncios festivos, y buenos deseos por
el año nuevo. Algunos hacían alusión al
cumpleaños de Batista el día siguiente; primero de
enero, que era el Día de San Fulgencio.

En los diarios de la capital se leían los deseos
de Próspero año nuevo" de los editores. Se daba la
sensación de un dominio ficticio del gobierno y su
ejército. Pero de muertos, pueblos tomados y posible
victoria de los rebeldes de la Sierra Maestra no se decía
nada.

__Estoy preocupado por los muchachos, Zulema. En Oriente
la cosa está caliente. Los rebeldes esos han tomado muchos
pueblos y hay muchos combates. A Gibara, donde ellos
están, la atacaron pero no la pudieron tomar. La
policía hizo resistencia y no se
entregó.

_No te mortifiques, Riqui, no les va a pasar nada. Yo no
se nade política, pero creo que esto…

Enrique, de piel morena, ojos verdosos, bigote amenazado
por las canas; médico y cirujano de gente de mucha plata,
asumió el comentario que casi todos los cubanos
traían en lengua.

__! Esto se cae, mi hermano!

Lo dijo mirando a los ojos de su amigo y luego
llevó la copa a sus labios. De un golpe la
vació.

__Eso pienso también, Enrique.

Enrique se llevó el Regalías el
Cuño a los labios y luego prendió el
fósforo, que una vez cumplida su misión, lo
depositó en el cenicero redondo que estaba sobre la mesa.
La primera bocanada de humo no se hizo esperar. Al olor a cigarro
combustionado se unió el del licor procesado en la
entrañas del médico y dijo:

__Tengo un amigo que le operé una hija hace poco
y está en la cúpula del gobierno. Me dijo que
Batista mandó a dos hijos para Nueva York con el
administrador de la Aduana.

__¿Con Manuel Pérez ? __preguntó
Zulema.

__Si. Eso me dijo.

Richard intervino.

_Yo creo que ni Siete Rayos, ni las brujerías que
le gusta hacer con gallos negros, ni el indio que dice que lo
protege, lo salvan de la derrota.

No era la ocasión para ellos, pero todos rieron.
Richard conocía estas facetas espirituales de Batista
porque Cristina se las contó. Ella, a su vez, las
conoció de Justino el palero de Guanabacoa, que era
¨ahijado¨ del palero Chano Betongo, espiritista de
cabecera del General.

La bebida se había terminado y Richard
levantó una de sus manos y chasqueó con sus dedos.
Instantes después el camarero estaba frente a ellos y
él hizo otro pedido.

El camarero retornó con la otra botella de Carta
Blanca Bacardí.

Entonces Zulema recordó algo que le habían
contado.

__¿Enrique, que sucedió el día
veintiséis cerca de tu casa?_preguntó
Zulema.

Enrique vivía en Ánimas y
Perseverancia.

__Hubo tremendo tiroteo. Los miembros del 26
ajusticiaron a un tal Rivero que los traicionó y luego se
hizo policía. El andaba con Ventura.

__Oiga, si esto se cae, ese Ventura…

__Zulema, a ese Ventura no hay Santo que lo salve de esa
gente._expuso Richard.

Richard llenó de nuevo las copas. Cada cual
cogió la suya y tomó.

_Richard, pasó algo que no me
gustó.

__Dime, Enrique.

__Me dijeron que Ventura le pidió a la mujer que
se fuera con sus hijos para los Estados Unidos.
¿Qué te parece?

A Richard le pareció repugnante.

__!Eso es una cobardía! Ahora están
tratando de irse. Tú verás que a unos cuantos los
van a dejar embarcados. ¡Qué maldito son!

Zulema lo apoyó.

__Parece que Ventura, tan guapetón que es, le ha
cogido miedo a los alzados.

Zulema cambió el tema de la
conversación.

__Richard, se nos está haciendo tarde para ir
para el Capri. Ya son las nueve.

__Enrique, tú vas con nosotros a despedir el
año en el Casino del Capri. Allí están los
Chavales de España. ¿Qué te
parece?

_Si, Enrique, vas con nosotros.__dijo la bella bailarina
de la televisión entusiasmada.

__Bueno, voy a buscar a mi esposa y nos vemos
allá.

__Te esperamos, no tardes mucho.__dijo Richard y
solicitó la presencia del camarero para liquidar la
cuenta.

Se pusieron de pie y salieron. Ambos fueron hasta el
parqueo e instantes después se marcharon en sus
respectivos automóviles. Eran las nueve y media de la
noche del 31 de diciembre de 1958.

La fiesta de fin de año también era
celebrada, no como la Noche Buena, Muchos asaban cerdos,
brindaban, bailaban, y esperaban ansiosos el nuevo
año.

En las ciudades más importantes como la Habana, a
las doce de la noche el cielo se iluminaba por los miles de
fuegos arficiales multicolores. Era la fiesta más vista en
la televisión.

En las fiestas de la Noche Vieja, se descorchaban las
botellas de champán; se escuchaban las doce campanadas en
las iglesias y en muchos hogares se escuchaba la algarabía
por la llegada el año nuevo. La gente salía a la
calle; se abrazaban, se felicitaban e iban de casa en casa, de
vecino en vecino y los felicitaban y le brindaban tragos del buen
ron cubano.

– – –

En el Casino del Capri, Richard, Zulema, Enrique y su
esposa Marta la estaban pasando muy bien. Los Chavales de
España y otros cantantes y bailadores ambientaban la
fiesta.

En casi todas las mesas había una pequeña
fuente de porcelana con un ramillete de doce doradas uvas. Uno de
los Chavales, con puro acento español
anunció:

__! Señores, cuando se anuncien las doce y un
minuto, todos deben comer las doce uvas antes de que terminen de
tocar las doce campanadas en las iglesias!

__! Pero aquí no se escuchan!__dijo uno desde su
mesa.

__! Bueno háganse la idea de que las están
escuchando!

Todos rieron. El Chaval continuó:

__En mi país hay que hacerlo antes de que dejen
de tocar las campanas. Quien no se las coma en ese tiempo, en el
nuevo año no tendrá buena suerte.

Hizo un breve silencio, luego exclamó:

_ ! Un momento! ¡Silencio!

El silencio fue sepulcral. El artista tenía su
mano izquierda alzada y su mirada puesta en las agujas de su
reloj. ¡Por fin llegó el minuto esperado!

__! Ya es nuevo año! ¡Felicitaciones!_las
uvas fueron consumidas.

Nadie quedó en sus mesas. Los presentes se
abrazaban, se felicitaban, se brindaban champán y muchos
por no decir casi todos tenían sus ojos inundados en
lágrimas. La alegría fue inmensa.

Luego la fiesta continuó. Sobre la una de la
madrugada los cuatro salieron del Capri y fueron hacia sus
casas.

Al amanecer ya el pueblo estaba en las calles. Batista y
sus principales acólitos habían abandonado el
poder. Los asesinos y torturadores como Ventura,
Carratalá, Irenaldo García Báez y otros se
habían fugado. Con Batista se fue una buena parte del
tesoro nacional.

Esa misma mañana el corresponsal de la AP en la
Habana Larry Allen, dio a conocer al país y al mundo que
el Presidente cubano había huido a República
Dominicana. En el mismo palo periodístico Allen informaba
que las tropas regulares del ejército cesaban en el fuego
contra los rebeldes y que Batista dejaba el país en manos
de una Junta Militar y que dicha Junta designó un
Presidente Provisional.

La alegría era inmensa. La gente lloraba; daban
vivas, enarbolaban banderas cubanas y del 26 de julio y las
multitudes pedían justicia para los asesinos.

Muchos camiones; guaguas, autos y todo tipo de
vehículo andaban repletos de hombre, mujeres, y hasta
niños enardecidos por la inmensa alegría producida
por la victoria de los rebeldes.

Algunos sicarios o chivatos mas comprometidos huyeron.
Otros se escondieron en algunas casas y ofrecieron resistencia,
pero las fuerzas de las milicias del 26 de Julio los rodearon y
los capturaron. En algunos casos hubo largos, nutridos e intensos
tiroteos en los que eran aniquilados.

En todo el país eran buscados y capturados los
individuos que tuvieron que ver con las detenciones, torturas y
muertes de muchos miembros de la lucha clandestina.

El teléfono de Richard no dejaba de sonar. Amigos
y colegas del Hospital lo llamaban para comentarle lo que estaba
pasando. El hacía lo mismo. En toda la Habana fue
así.

Al día siguiente en la tarde estaba Richard
hablando por teléfono con Zulema cuando sintió que
tocaron fuerte varias veces en la puerta principal. Por momentos
pensó que a lo mejor eran oficiales rebeldes, pero no
había motivos, no estaba comprometido con nadie del
derrocado gobierno.

Se despidió de Zulema y fue hasta la puerta.
Cuando abrió, su amigo Adolfo casi chocó con
él. Entró apresuradamente. Venía jadeante y
a pesar de que la tarde estaba fresca traía la camisa
empapada de sudor. Su nerviosismo era evidente.

_! Cierra la puerta, Richard._el lo hizo
confundido.

Fue hasta la sala y se sentó en una butaca. Se
pasaba el pañuelo por la frente; se movía inquieto,
suspiraba y en nada se parecía al Adolfo que Richard
conocía.

__Dile a Alicia que me traiga agua.

Richard llamó a la mujer y se lo indicó.
Al instante Alicia trajo en vaso con agua y se lo entregó
a Adolfo que le temblaban las manos. Esta vez no hubo miradas y
palabras provocadoras.

__Estás muy nervioso, cálmate.
¿Quiere que le de un sedante para los nervios?_le dijo
Alicia que se imaginaba el motivo del estado en que se encontraba
el gordo Adolfo.

__Tráele el sedante, Alicia. __le ordenó
Richard.

Ella salió en unos instantes retornó con
el medicamento que Adolfo ingirió y se fue rumbo a la
cocina.

_¿Que te pasó?

__¿Y me lo preguntas? La Habana está
revuelta. Lo que Batista ha hecho no tiene perdón. Han
apresado a unos cuantos que colaboraban con la policía.
Hay varios muertos. A mi me estuvieron buscando en mi casa, pero
yo estaba escondido es casa de mi hermano.

__¿Quienes te buscaban?

__Unos individuos con brazaletes del 26 de Julio. Dicen
que son milicias de no se que cosa. Si me
cogen…

__¿Por qué no te quedaste en casa de tu
hermano?

__Cerca de su casa cogieron a dos o tres que coloraban
con la policía. Andan buscándonos y con malas
intenciones.

__ ¿Donde los tienen presos?_preguntó
Richard.

Con un movimiento brusco Adolfo arrojó el
fósforo con el que encendió el tabaco
Partagás. En su respuesta salieron mezclados el miedo y la
desilusión.

__Los tienen en la Ciudad Deportiva. La gente pide que
los fusilen. ¡Se han vuelto locos! Quieren convertir al
país en un enorme circo romano.

Cuando lo dijo su rostro se inmutó. En su mente
surgió la idea de que le sucedería lo
mismo.

__Tienes que esconderte bien. No te pueden coger,
Adolfo. Quizás te puedas robar una embarcación e
irte para la Florida.

__Es lo que tengo pensado. Esta gente se ha vuelto loca.
Figúrate tú, que hasta los parquímetros de
la Habana los han destruido porque eran negocios de los
burgueses… dicen ellos.

__Aquí no te puedes quedar. Saben que eres amigo
mío y me visitas, así que…

Las palabras del doctor lo petrificaron. Hasta ese
momento había pensado que aquel era el lugar más
seguro para esconderse y luego decidir qué haría.
De súbito tuvo la sensación de que todo estaba
perdido. Su miedo era perceptible.

__Aunque sea esta noche déjame pasarla
aquí. No puedo andar por la calle. Yo te considero mi
amigo. ¿Puedo quedarme?.

Mientras esperaba la respuesta, Adolfo miró a
Richard temeroso de que éste respondiera negativamente.
Richard se quedó pensativo.

__Hoy te quedarás pero al amanecer te
llevaré en el carro a Matanzas y trata de irte por
Varadero o por algún lugar de la costa. Yo tengo un amigo
que se dedica a pescar y tiene un buen barco. Hablaré con
él para ver que puede hacer por ti.

Adolfo se puso de pie y abrazó a Richard. Por
primera vez sonrió.

__Sabía que no me fallarías. Si logro
llegar hasta allá, te garantizo que me voy para Miami. A
mi no me van a coger esos malditos.

__Trataré de ayudarte en todo lo que pueda. Ahora
te das un baño y veremos que ropas te doy. Papá y
mi sobrino andan en el carro viendo como está la
situación. Nos levantaremos a las cuatro de la madrugada y
nos iremos.

__Como tú decidas, pero dame un trago para ver si
me calmo.

Richard buscó una botella de carta blanca
Bacardí y ambos brindaron.

A la hora señalada Adolfo y Richard salieron en
el carro y la suerte los acompañó pues pudieron
llegar hasta Varadero. Allí el Doctor contactó con
Neno, pescador de la zona y Adolfo se quedó en su casa.
Tras un abrazo de despedida, Richard retornó a la
capital.

Muchas personas que sirvieron a la dictadura; guardias,
chivatos, policías y agentes de Manferrer que cometieron
asesinatos y abusos fueron juzgadas y fusiladas en todo el
país. En la revista Bohemia aparecieron las
tétricas fotos de muchos de estos individuos con los
rostros ensangrentados. Muchas personas cuando las veían
decían: "El que a hierro mata, a hierro muere".

Segunda
parte.

1

Han transcurrido ocho años. Era 1966. Todo
había cambiado, hasta la manera de pensar y actuar de la
gente. La Habana había dejado de ser una ciudad repleta de
anuncios comerciales para convertirse en una meca de consignas
políticas. Igual había sucedido en los otros
pueblos del interior del país. Muchos cubanos se
habían ido, otros se quedaron.

En los negocios, la palabra dueño había
desaparecido. Ya no se veían las prostitutas en las
esquinas; los niños limpiando zapatos o parabrisas de los
autos por unos centavos. Tampoco se veían las
jugueterías llenas de ensueños, ni en las grandes
tiendas se ofertaban los artículos navideños.
Había desaparecido la tradición de hacer compras de
ropas lujosas para fin de año y el anhelo de tener un
carro propio eran cosa imposible; puro sueño. La
Nochebuena y Reyes eran agua pasada. Cosa prohibida
discretamente.

Los acontecimientos ocurridos en los años pasados
y la embarazosa situación creada entre los Estados Unidos
y Cuba habían cambiado por completo el panorama nacional y
la mentalidad del cubano.

Ahora Richard era médico en una clínica
del Estado y Charito iba a una escuela que no era, como se
decía antes del 59, Escuela Pública, sino una
Escuela Estatal. Estudiaba el segundo grado sin costo alguno para
Richard y Cristina.

Ricardito tenía trece años y estaba en
sexto grado, Mónica terminó su carrera de
Arquitecta como su abuelo ya fallecido.Trabajaba en una Empresa
Constructora. Su relación con Gisela terminó, ya
que ésta se marchó con su familia para ¨el
Norte¨ que era sinónimo de Miami.

A Gisela la sustituyó otra lesbiana; una
compañera de trabajo de Mónica nombrada Sonia. Por
su parte Frank, sobrino de Richard, una vez terminado sus
estudios, retornó a Camaguey. Cristina como siempre,
continuaba visitando a Justino, el palero de Guanabacoa en
compañía de su entrañable amiga Sara la Mora
y ayudaba a Alicia en los quehaceres de la casa

A pesar de que las empleadas domésticas
habían desaparecido, ella se quedó con ellos a
quienes consideraba como su familia. Su hijo Andrés era
jefe de personal en una fábrica.

Adolfo, gracias a las gestiones hechas por Richard, pudo
llegar a la Florida y vivía en Miami. Allá se
dedicaba al negocio y había podido hacer cierta fortuna de
la cual extraía dinero para la recaudación de
fondos que hacían las organizaciones
¨anticastristas¨ del exilio. Richard, por su parte,
continuaba sus relaciones con Zulema que ahora era
coreógrafa en la televisión nacional.

Charito había aumentado su apego con su padre de
crianza. Por su parte, Mónica, continuaba
rechazándola. Siempre sintió celos hacia
ella.

En Ricardito fueron naciendo los sentimientos enfermizos
que producen los celos familiares pues no toleraba que su padre
tratara a Charito de la manera que lo hacía. Tanto
Cristina como el doctor habían tratado de eliminar tales
pasiones en ambos, pero fue imposible. Mónica odiaba la
niña, Ricardito estaba a punto de hacerlo. Fue cambiando
inexplicablemente. El muchacho se consideraba un hijo
legítimo no un recogido como Charito, y ese sentimiento
egoísta hacía sufrir a la niña que, sin
embargo, lo amaba como si fuera un hermano carnal.

El día 15 de un diciembre del 66, sin Nochebuena;
ni Pascuas, sin arbolitos de navidad y frutas o dulces
españoles, ella cumplió ocho años. La noche
antes había tenido un sueño muy extraño que
le contó a su mamá Cristina dos días
después.

__Mamá, soñé algo muy
extraño; me parece imposible pero lo tengo aquí en
mi memoria y no se me olvida.

Dijo Charito apuntando con el índice a su
cabeza.

__¿Qué soñaste,
niña?

__Soñé que un hombre alto, fuerte, y lindo
me esperó al salir de la escuela y se me acercó.
Cuando estaba frente a mi, me pasó la mano por mi cabeza y
me dijo: "Eres muy linda, yo siempre te cuidaré y te
acompañaré a donde vayas". Entonces yo le
pregunté: "¿Quién es Usted? Y él me
respondió: "Soy tu papá". Yo le dije: "Usted no es
mi padre, mi padre es el Doctor Richard". El empezó a
reír y se fue alejando diciéndome adiós con
una de sus manos.

Cristina se quedó petrificada. Nunca se
imaginó que aquello pudiera suceder. Adoraba a Charito y
todos habían guardado el secreto de su aparición en
la Ceiba. Temía que lo sucedido hiciera pensar a la
niña.

__Los sueños, sueños son, mi niña.
Uno sueña muchas tonterías a veces. No pienses en
eso. Mira, ayúdame a trillar este arroz que es para la
comida.

__Bueno, si tú lo dices…

Charito se sentó a su lado en la mesa y
comenzó a trillar los granos. Cristina tenía su
cabeza llena interrogantes. Recordaba las predicciones hechas por
Justino, el palero, sobre Charito y le parecía imposible
que se hicieran realidad.

La niña dejó de hacer lo que estaba
haciendo y se quedó mirando a su mamá. Luego
cerró sus ojos.

__¿Qué te pasa, niña?__le
preguntó asustada.

__A veces cierro mis ojos y veo cosas…como si
estuviera viendo un programa en el televisor. O una
película.

__Son ideas que tú te haces, Charito.

__No se. Me pasado en la escuela y luego me doy cuenta
que lo que vi pasa después. Mira el otro día yo vi
que Justico, el niño que se sienta conmigo en mi pupitre,
estaba enfermo en su casa. Yo lo veía acostado en la cama.
Al otro día no asistió a las clases y su
mamá fue a ver a la maestra para decirle que Justico
estaba con fiebre de la garganta.

Charito le contaba a Cristina lo sucedido con mucha
naturalidad, sin darle importancia alguna. Ella se asustó
pero no se lo dio a entender. "Tengo que ir a consultar a Justino
cuanto antes"__ pensó.

_A lo mejor fue casualidad.

La conversación quedó inconclusa porque
Ricardito llegó de la escuela en ese momento. La
niña se le acercó y trató de darle beso
cariñoso, pero él con gestos groseros se lo
impidió.

__No me gusta que me besen, te lo he dicho.
Además a los varones no se andan besando tanto.

__Está bien, yo no te voy a comer.

_No la trates así, es tú hermana._le
sugirió Cristina enojada.

_Mamá, me voy a hacer las tareas._ Salió
disgustada para su cuarto. El se dirigió a Cristina en
tono desagradable.

__Siempre estás arriba de ella. A mí a
penas me dedicas tiempo. Parece que sólo la quieres a
ella.

Ella lo tomó por los brazos y lo acercó.
Lo abrazó.

__No digas eso, mi niño. Yo los quiero a los dos
igualmente, pero ella es menor que tú y…

__Ojalá nunca la hubieras encontrado
en…

__! Cállate! No menciones eso. Sabes que tanto
Richard como te lo hemos prohibido. Tienes que dejar esos celos.
Charito es tu hermana y tienes que quererla. Ella te quiere mucho
a ti.__le dijo Cristina con el rostro muy serio. El optó
por no hablar más del asunto.

Charito estaba en su cuarto. La habitación era
más bien de regular tamaño. Una cama mediana bien
preparada, con gavetas a cada lado, una mesita y un estante
pegado a la pared, donde Charito depositaba los libros y libretas
y sobre el mismo sus cuatro muñecas: Lily, Rosita, Yoly y
la negrita Sisy; esta última hecha de trapos con dos
grandes argollas de plata en las orejas y una bemba tan colorada
como una tajada de mamey zapote. Una pañoleta roja
cubría su cabeza. Era la típica imagen de una
negrita africana.

Lily era rubia de ojos azules y grandes. Su pelo muy
rubio estaba recogido formando dos coletas por detrás.
Delante le caía en un flequito sobre la frente. Su boquita
pequeña de labios muy rojos y su carita de color amarillo
pollito, matizada en rozado le daban un toque especial. Su
vestido a cuadros azules y sus zapaticos blancos le daban el
aspecto de una jovencita quinceañera alegre y
juguetona.

Rosita era trigueña, de ojos verdes brillantes
con largas pestañas, pelo lacio y labios finos.
Vestía con una chaquetita sin mangas de color negro y
pantalón azul y sus zapatos eran negros. Rosita
tenía los ojos achinados. Otras veces la vestía con
una falda de color azul oscuro, holgada de grandes plegados en su
ancho vuelo y larga hasta los tobillos.

Yoly era un bebé y siempre estaba desnudo. Su
cuerpo rosadito, sus ojitos azules, su escaso pelo rubio y sus
labios abultaditos conformaban su aspecto. En algunas ocasiones
Charito cubría su cuerpo con un roponcito hecho por
ella.

De todas esas criaturas artificiales la que ella
prefería era la negrita de trapos, Sisy. Su
fantasía infantil, su inocencia, y su rica
imaginación hacían posibles largas conversaciones
entre ella y sus muñecas, pero su confesora, su espiritual
amiga era la Virgen de la Caridad que estaba sobre una
pequeña mesita cubierta con un mantelito bordado en
blanco. A ella se lo contaba todo; sus alegrías y sus
tristezas, sus anhelos y esperanzas, sus sufrimientos producidos
por sus familiares, y los misterios que le ocurrían cuando
menos se lo esperaba. Sólo ella y su virgen sabían
de sus místicas experiencias a la edad de ocho
años.

Estaba arrodillada frente a la imagen de yeso que
representaba a la madre de Cristo y le contaba sus penas. Las
palmas de sus manos estaban unidas en señal de reverencia.
Sus ojos negros, inundados en lágrimas, estaban cerrados y
su cabeza inclinada.

__"Virgencita de la Caridad del Cobre,
escúchame… ¿por qué me desprecian mis
hermanos si yo los quiero y no les he hecho ningún
daño? Tal parece que no son nada mío.__monologaba y
sollozada bajo para no ser escuchada. De vez en vez separaba sus
manos para secar las lágrimas que rodaban por sus
mejillas.

__" Mi virgencita, tuve un sueño extraño;
tú lo debes saber. Yo se que tú me proteges. En el
sueño un hombre me dijo que era mi papá y que
él también me protegía. Revélame
quien es. Eso me sucede a cada rato. Antes sentía miedo,
ya no. Veo imágenes como si fuera una película,
oigo que me hablan con palabras que no entiendo. Cuídame
mucho y dame mucha suerte y sobre todo haz que mis hermanos no me
odien. Haz que papá y mamá me quieran bastante. Yo
a ti te quiero también. Gracias por todo."__terminó
el monólogo, se persignó y salió de la
habitación.

Por su parte Richard estaba acostado en su cama. Pensaba
en Zulema. La extrañaba; añoraba estar a su lado,
pero ella estaba muy lejos. Andaba por México trabajando
con un cuerpo de baile del que era su coreógrafa. Del
radio que estaba al lado de la cama salían unas tras otras
canciones muy conocidas en los 60.

Roberto Carlos, Adamo, Nino Bravo, Carles Asnavour,
Cristina y los Stop, Diango, Los Beatles, Roberto Jordán,
Juan y Junior, Julio Iglesias y otros hacían soñar
con sus canciones.

Estaba acostado bocarriba con los brazos cruzados sobre
su vientre y su mirada perdida en el espacio. Quería
tenerla a su lado, se imaginaba lugares, escenarios en los que
podía estar. Reproducía momentos especiales en los
que ambos se entregaban apasionadamente.

La imagen de Zulema y la voz de Diango daban vueltas en
su mente. Asociaba la letra de la melodía con ellos y
estaba seguro que les venía muy bien.

Diango cantaba "Eramos"

"Eramos igual que aquellos novios,

Que se miman, que se aman,

Que se adoran a todas horas. "

"Eramos igual que aquellos niños,

Cuando juegan, cuando ríen, cuando
lloran

Cuando rezan…"

Así eran ellos. Como lo cantaba Diango. Recordaba
y hablaba consigo mismo. Hablaba del amor como la canción
de Rafael que le gustaba mucho.

"Hablemos del amor,

Una vez más.

Que es toda la verdad,

De nuestra vida…"

A veces le daba por pensar que él podía
ser sustituido con el tiempo pues era mucho mayor que Zulema,
aunque ella era firme y jamás lo había traicionado.
Por eso cuando escuchaba la canción "Quien" de Charles
Asnavour se entristecía un poco. La letra de la
canción del francés le ponía las carnes de
gallina.

"Quien cuando ya no aliente,

Silenciosamente llegará hasta ti,

Y como el olvido

Ya te habrá vencido

Le dirás querido

Al igual que a mí…"

Soñando despierto se quedó dormido. La
noche anterior había hecho guardia en el hospital y estaba
soñoliento y cansado.

Tocaron a la puerta. Alicia abrió y era Sara, la
Mora. Entró con la algarabía de siempre. Fue hasta
el comedor donde estaba Cristina. Alicia fue tras
ella.

__Siéntate, mujer. Estoy trillando arroz para la
comida, así que te quedas a comer con nosotros.

__¿Y mi ahijada? _se referí a
Charito.

__Está en su cuarto. Debe estar haciendo las
tareas. Richard está durmiendo y Ricardito deba andar por
ahí.

_Estoy estropeada. Tuve que hacer tremenda cola en mi
carnicería para comprar la miserable cuota de carne que
nos dan. ¿Acá llegó la
carne?-preguntó la Mora.

__Si. Alicia fue a la carnicería y la
compró. Yo no soporto esas colas llenas de gente chusma y
vulgares. Por comprar pronto se fajan y se sacan los trapos al
sol como si nunca se hubieran visto y son nacidos y criados en el
barrio.__comentó Cristina.

__Esto se está poniendo malo. Chica todo
está prohibido. Mira lo que le pasó a mi sobrino
Robertico.

__¿Qué le pasó,
Mora?__`preguntó Alicia.

__A él y a unos compañeritos de la beca
esa que está en Santa María del Rosario, les gusta
el trajín ese de la música moderna…bueno el
famoso Rock, pero aquí los extremistas lo consideran
"música enemiga", porque es americana, según dicen.
El Director les dijo que si seguían escuchando y cantando
esas canciones los iban a expulsar porque eso
es…diversionismo ideológico. ¿Qué les
parece?

Cuando terminó la frase de sus labios
salió una sonrisa burlona por lo del
"diversionismo"

__Mora, ya uno no sabe qué es correcto y
qué no lo es. A Rita, una amiga mía que es maestra,
pero asiste a la iglesia adventista la llamaron y le dijeron que
tenía que escoger entre la iglesia y el aula. Tú
sabes que este gobierno le tiene muchas ganas a la
religión.__dijo Alicia.

__! Que barbaridad! No respetan ni a Dios. Por eso es
que mucha gente se va del país. Yo los conozco que se han
tenido que ir porque le han hecho la vida imposible, pues
tenían negocios o eran gente de dinero…de la
burguesía como les dicen los empachados. Mi cuadra
está llena de chivatos. Hay una presidenta del
comité que no se le va una y les tiene tremendo odio a los
que tienen familias en los Estados Unidos y a los que viven de
los negocios. Sin embargo ella no denuncia a su hijo que vende y
revende y no habla muy bien del comunismo. ¡Es una
descarada!—comentó la Mora.

__Aquí, los que tenemos familias en los Estados
Unidos no nos miran bien. Y si vamos a una iglesia tampoco. Pero
eso a mí me da lo mismo. Yo soy católica y a nadie
le importa.

__Es así Cristina. Y a los curas les tienen los
ojos puestos porque dicen que se meten en política y
apoyan a la "gusanera".

La Mora lo dijo con tanta gracia que Cristina y Alicia
no pudieron controlar la risa.

Cristina se puso seria.

__Mora, tenemos que ir a casa de Justino. Puede ser
mañana por la tarde.

__Está bien, iremos; pero ten en cuenta que
está prohibido eso de la palería y la
santería. A lo mejor piensan que los santos son
"contrarrevolucionarios"…

Cristina y Alicia sonrieron.

__Chica, aquí todo está prohibido.
¡Hasta consultar los muertos!
¡Jesús!_comentó Alicia.

__Esto se está poniendo malo. Andan detrás
de los jóvenes roqueros y sobre todo esos que usan melenas
y barbas._-comentó Cristina.

__!Ay, mujer, tú no sabes nada! El otro
día por la noche en el Coppelia llegó la
policía con unos carros y recogieron un poco de
jóvenes de éstos. Dicen que se los llevan para el
UMAP._comentó la Mora.

__¿Qué es eso, Mora?_preguntó
Alicia.

__Creo que es una cárcel que hay en Camaguey. Los
ponen a trabajar en el campo. Dice una vecina mía que
hasta hay artistas que los han mandado para el UMAP. Todo el que
ellos piensan que no es revolucionario y practica el
diversionismo ideológico, ese lo mandan para allí.
Hasta han recogido homosexuales…buenos los maricones y las
tortilleras.

_! Jesús!_exclamó Cristina.

_ ¿Cristina, tienes algún problema?
¿Por qué quieres ir a ver al palero ese de
Guanabacoa?

_Es por Charito. Le están sucediendo cosas
extrañas._Cristina tuvo que interrumpir lo que estaba
comentando pues Charito salió de su cuarto y se
dirigió hacia donde ellas estaban.

Charito abrazó a su madrina y la besó
varias veces. La Mora la quería y le profesaba un
cariño casi maternal.

__! Madrina! ¡Qué alegría verte de
nuevo!

__Te había extrañado mucho, mi
niña. Mira, te traje unos caramelos._le dijo la Mora, y le
puso en sus manos el paquete.

__Por eso te quiero tanto, madrina.

__¿Por eso solamente, Charito?

__No. Por todo. ¿Y tú a mi?

__Por muchas cosas, tú eres una niña buena
y sobretodo muy linda.

__Gracias, madrina.

Ricardito llegó ante ellos. Estaba serio y
miró con rabia a Charito.

_¿Y a éste qué le sucede,
Cristina?

__¿Qué te pasa, Ricardito? Tienes una
cara…

El muchacho se dirigió a la
niña:

_! Seguro que fuiste tú! ¡Tú me
cogiste mi lapicero! Estoy seguro, así que
búscamelo enseguida.

_Yo no lo tengo.

__¿Charito tú lo cogiste?_preguntó
Cristina.

__Yo no, mamá?

El habló de mala gana.

__Tú nunca haces nada, mosquita
muerta._tenía el seño arrugado y la cara enrojecida
por el mal genio.

__No te expreses así de tú hermana,
muchacho._expuso la Mora.

__Todos la apañan. Lo mismo tú
mamá, que papá y Alicia.

__Te lo juro por la virgencita de la Caridad de Cobre,
que yo no lo he cogido, Ricardito. Mira, toma
caramelos…_dijo Charito.

__No quiero caramelos, lo que quiero es mi lacipero
porque lo necesito. Si no me lo buscas…__después
que lo dijo hizo un gesto grosero y amenazante con el puño
cerrado.

Cristina lo advirtió.

__Si tocas a la niña…te abofeteo. Procura
no hacerlo. Se lo voy a contar a Richard. Ella te dijo que no lo
había cogido y es así.

__Este muchacho está malcriado, Cristina. Van a
tener que apretarlo.__dijo la Mora llevando a Charito hacia ella.
Ricardito miró a la Mora con rabia.

__Madrina todo lo que pasa a él y a Mónica
lo pago yo.__argumentó Charito con el rostro
triste.

__No hagas caso, mi niña.

__Madrina viven ofendiéndome y
amenazándome. Hasta la marimacho esa que anda con
Mónica se burla de mí.

__Deja que yo la sorprenda, que no va a poner un pie
más en esta casa. __la frase de Cristina estuvo llena de
rabia.

_! Eres una chismosa! ¡So chismosa!__dijo
Ricardito caminado hacia su cuarto.

Charito sollozaba. Los ataques de su hermano le
habían dolido en lo más profundo. Comprendía
que la rechazaba, que la odiaba y no tenía idea alguna del
por qué del asunto.

__Madrina, me voy a mi cuarto. ¿Cuándo me
vas a llevar de nuevo a tu casa?

__El domingo…bueno, mejor vengo a buscarte el
sábado para que te pases este fin de semana en mi
casa.

_! Qué no se te olvide!

Charito la besó y se retiró a su
habitación.

Alicia, Cristina y la Mora se quedaron charlando sobre
lo sucedido. Al día siguiente irían a consultar
Justino, el palero de Guanabacoa. Richard estaba profundamente
dormido mientras que en el radio se escuchaba una canción
muy conocida de Rafael: "Yo soy aquel".

2

_¡Cartero! ¡Carta! _se escuchó desde
el portal. Alicia dejó lo que estaba haciendo en la cocina
y fue hasta allá. El uniformado le entregó un sobre
repleto de sellos y marcas azulosas de cuños y luego ella
le firmó una planilla donde venía registrada la
correspondencia.

_! Gracias!_dijo mirando el sobre. El hombre se
despidió, se montó en la bicicleta y se
marchó.

Alicia se quedó sorprendida cuando leyó el
nombre del remitente y vio que era de Adolfo. De él no se
sabía desde hacía más de dos años.
Ahora en 1969 reaparece.

Entró y le entregó la misma a Richard que
conversaba con Ramiro, amigo de la infancia. Ramiro fue militar,
pero lo dejó. No le gustaba esa vida y mucho menos que le
dieran órdenes constantemente. En el mismo 59, siendo muy
joven, se enroló en lo de la revolución. En el 60
ingresó en la Asociación de Jóvenes Rebeldes
que luego se convirtió en la Unión de
Jóvenes Comunistas. Se mantuvo en ella hasta que
comenzó a pensar por si mismo, a opinar lo que él
pensaba sobre muchas medidas que consideraba arbitrarias y le
costó la militancia. Otras discrepancias más y
Ramiro se alejó poco a poco del proceso revolucionario.
Estudió, se graduó, continuó teniendo
problemas y determinó irse del país. Comenzó
entonces los lentos y perezosos procesos de trámites
migratorios en la Oficina de Intereses de Estados Unidos en la
Habana.

Dos de sus hijos ya se habían ido. Su esposa no.
Ella era profesora en la Universidad y no quería irse
pues, según Ramiro, a ella no le gustaba ese país.
Ella no tenía necesidad de irse para vivir mejor. Sus dos
hijos le mandaban dinero y muchas cosas más. Y, como es
lógico, lo que le vendían por la libreta de
abastecimientos en la bodega apenas lo compraba. Uno de sus
hijos, Enzo, estaba muy bien en el Norte. Ese tenía una
factoría y el otro se dedicaba a todo tipo de negocios. El
mayor, Aurelio, había estado enrolado en una
organización anticubana del exilio. Jamás le
mandó un centavo porque decía que ¨eran para
Fidel Castro¨.

Alicia le entregó la carta a Richard y cuando
él vio de quien era le dio mucha alegría. De
inmediato rompió el sobre por uno de los bordes y extrajo
dos hojas de papel escrito por ambas caras.

_! Por fin apareció el perdido,
Ramiro!

_No me digas que es de Adolfito._dijo y soltó una
bocanada de humo como lo hacía el gordo allí mismo.
Lo conocía desde la infancia. Siempre le decía
Adolfito.

_Si, señor. La voy a leer para que sepas lo que
cuenta este diablo.

Richard comenzó a leer en voz alta la
carta.

_"Miami 14 de Abril de 1968…"_Richard dejó
de leer y comentó algo.

_Que casualidad hoy día 14 de mayo cuando llega
la carta es día de su cumpleaños.__comentó
Richard.

_Debe estar pasándola muy bien ese gordo dichoso,
Richard.

Richard continuó leyendo.

_"Richard, tú eres más que un amigo, eres
un hermano para mi. A ti te debo prácticamente la vida y
no voy a decir las razones que tu´ conoces muy bien" "Estas
cartas las abren y las leen, así que no voy a hacer
comentario alguno"

Adolfo se refería a su salida por Varadero
gracias a las gestiones que Richard hizo con un amigo suyo que lo
sacó clandestinamente de Cuba. De no haber sido
así, quizás no hubiera contado el cuento. El
colaboró mucho con ¨su amigo, el Coronel
Ventura¨

Continuó la lectura:

__"Yo no tuve que pasar el Niágara en bicicleta,
como les pasó a otros, ya que me encontré con el
Ventura y me tendió la mano."

__Bueno, Ventura simplemente lo que hizo fue pagarle a
Adolfo las ayuditas que éste le dio cuando él era
jefe en la policía en el gobierno de
Batista.__comentó Ramiro.

Richard continuó leyendo:

__"Aquí hay que aruñar y buscársela
porque nadie te regala nada. Es preferible trabajar con un
dueño americano y no con uno cubano. Cuando mis paisanos
logran tener grandes negocios y son dueños son más
malos que Satanás. Te exprimen, y no les importa que hayas
sido criado junto con ellos en el barrio. A Tony, un amigo
mío de Luyanó, le pasó algo indignante. Su
mujer trabajaba en una factoría y el dueño, un
cubano, se enamoró de ella y como ésta no le
correspondió la despidió sin más acá
y más allá." El pobre Tony se puso fatal porque
después ella conoció a un americano rico y se fue
con él"

Richard y Ramiro rieron.

_Eso le pasó a un vecino mío pero
aquí. Su mujer fue a pedir trabajo en una fábrica
textil y el administrador le insinuó que si se empataba
con él, le daba la plaza. A ella le gustaba el muy
descarado y se empató con él. La hizo su secretaria
y andaba en el carro con él de un lado para otro. Dicen
que lleva recio a sus subordinados y cuando da las reuniones
parece que es el comunista más puro del mundo. Es uno de
los tantos descarados que hay en este país.

__¿Y el marido?

__Ese es un tarrú. Ella habló con su
jefecito y lo acomodó de jefe de almacén. Lo que
este tarrú carga para su casa y para hacer negocios es
tremendo. En esa casa se come como si estuvieran en otro
país. Bueno, la libreta de abastecimientos la usan muy
poco. A penas van a la bodega. El sabe que el jefe se está
comiendo a su mujer, que está bastante buena._dijo Ramiro
y sonrió.

_¡Alicia!

_! Dime, Richard!

_Baja un poco el radio.

La mujer fue hasta el aparato donde se escuchaba la
canción cantada por la Masiel: "la, la, la" tema con el
que había ganado el Festival de la Canción de
Eurovisión en el 68.

Richard continuó con la lectura.

_"Me compré un Ford del 64 que me costó
muy barato, casi me lo regalaron. Ahora vivo en la 27 avenida y
calle 8 que es un lugar céntrico y donde se mueven muchos
cubanos. Ahora estoy tranquilo. Después de lo de Duque, me
retiré un poco de la política. Además todo
el que para allá lo pescan. Duque pensaba que podía
hacer lo que le diera la gana sin contar con la Cía.
Tú sabes que en septiembre del año pasado fue en un
barco y le cayó a cañonazos a Boca de
Pájaro. Lo hizo por su cuenta. Muchos aquí son
así; unos alardosos, cuentan todo lo que piensan hacer,
son indiscretos y se la dan de héroes sin serlo." Por eso
acaban en manos de la Seguridad cubana.

Ramiro hizo un breve comentario.

_Es cierto lo que dice Adolfo. Por eso todo se descubre
y cuando salen para acá los están
esperando.

__Yo me alegro que él se haya apartado de todo
eso.__dijo Richard. Continuó la lectura,

__"La semana próxima me mudo para Opa-Locka, al
noroeste. Cuando lo haga te mando mi nueva dirección. Deja
ver como lo hago no vaya a ser que te busque un problema. Se que
allá no se mira muy bien a la gente que tiene familias
aquí y a los que reciben correspondencia nuestra.
Acá me topé a Leo, un antiguo policía amigo
mío que tú conoces bien. Trabaja en una de las
tiendas de Flagler, en Burdine´s. Bueno él tiene la
ventaja de que sabe hablar el inglés.

¨Acá hay muchas tiendas de cubanos con los
nombres que tenían allá y a uno le parece que
está en la Habana. Está El Siglo XX, La Casa de los
Tres Centavos, La Gran Vía, Los Reyes Magos etc.
Aquí en la 47 avenida lo mismo se juega un número,
se hace cualquier negocio, se compra la droga o se escuchan las
canciones de Olga Guillot, y Celia Cruz o Trespatines y Nananina.
Yo de vez en cuando, cuando camino por la 47 avenida me meto en
un restaurante y me como un pan con bistec y me tomo una cerveza
bien fría." ¨Me parece que estoy en la Habana del
58¨.

__Este Adolfo solo vive pensando en la comida,
Richard.

__Así es. Debe pesar trescientas
libras.

Richard continuó con la lectura.

__"Acá los hubo que estuvieron viviendo mucho
tiempo con los sesenta dólares que les daba mensualmente
el Cuban Refugee Center-Employee, vivían como los
indígenas y le mandaban a decir a sus familiares
allá en Cuba que estaban ricos. Cuando ellos llegan, en
inmigración los pasan por unas oficinas donde le hacen mil
preguntas tontas. Luego salen de allí con su tarjeta
Parolee y tienen que presentarse en el Cuban Center-Employee y le
dan una credencial de refugee que da derecho a que le entreguen
los sesenta dólares mensuales, una factura de alimentos y
medicinas"

Richard leyó el resto de la carta y en su
párrafo final envió saludos a Cristina, a la
niña, a Alicia y a la Mora.

__Yo estoy seguro de que no está muy contento,
porque ya no puede vivir de la política. Este Adolfo nunca
ha disparado un chícharo. Jamás ha trabajado duro.
Aquí siempre vivió del negocio. Allá hace lo
mismo._argumentó Richard.

__Lo conozco bien y sé que es así. Algo le
pasó. Ese allí no trabajará ni con cubanos
ni con norteamericanos._comentó Ramiro.

__Allá hay que trabajar. Hay de todo, pero no
regalan nada. Es verdad que se vive bien. Si la cosa se sigue
poniendo mala y sigue la comida tan escasa como está, me
voy. Allá está mi cuñado Armando, hermano de
Cristina que vive en Texas y seguro me da una buena mano. Cada
vez que nos llama nos embulla, pero yo todavía no he
pensado en serio eso.

Richard dobló los papeles, los introdujo en el
sobre y puso este sobre la mesita de la sala. Ramiro le
preguntó lo que él no esperaba.

__¿Y Zulema? ¿La
dejarías?

__Ella hace lo que yo le diga. Tú sabes que yo no
tengo nada con Cristina desde hace mucho tiempo. Somos como
hermanos. Nos entendemos muy bien y yo le agradeceré
siempre lo que hizo con mis hijos. Ahora ella está
dedicada a Charito. Chico, a esta niña le están
pasando cosas muy extrañas y sus hermanos no se llevan muy
bien con ella.

__¿Qué le pasa a la
niña?

__Tiene una conducta extraña. Dice que oye cosas,
que le hablan en la mente y ve cosas. Conversa con una imagen que
tiene de Virgen de la Caridad. Sabe algunas cosas que van a
pasar. Yo creo que voy a tener que llevarla con un siquiatra
amigo mío al que ya le hablé del asunto.

__Richard, de esos casos ha habido muchos. A lo mejor es
clarividente o tiene la facultad de hablar con los muertos. Esas
palabras que ella escucha no son de vivos, creo yo, aunque de
estas cosas se muy poco._comentó Ramiro.

__Dice que ella ve cosas en las espaldas de la gente, o
mejor dicho de alguna gente.

__¿Como es eso, Richard?

__Si chico. Mira, tú sabes que hay quienes leen
las manos; otros ven cosas en un vaso y otros en otras cosas.
Bueno, ella ve imágenes en las espaldas de la gente. Y ve
cosas que les va a pasar a esos individuos. Ella dice que no
quiere que ésto le suceda pero no está en ella.
Nada tiene que ver con su voluntad. Eso me preocupa…a lo
mejor le hace daño.

__Si, debes atenderla cuanto antes con el siquiatra,
Richard. Pero si hasta ahora no le hecho daño, no te
preocupes a lo mejor…

__De todas formas yo la voy a llevar con el especialista
para ver que opinión él tiene. Un amigo mío
que es estudioso de la doctrina espiritista me va a prestar un
libro que habla sobre esos fenómenos. Fausto, un rosacruz
que conoce de eso, me dio algunas explicaciones, pero no me
convenció del todo. El quedó en prestarme algunas
monografías de su secta pero me parece que no se lo voy a
mentar más, porque esa literatura aquí está
prohibida y si me cogen libros de esos, me voy a buscar un
problema con el gobierno.

__ Así mismo es. Aquí no hay libertad para
leer esas cosas. Un amigo mío se buscó tremendo
lío por leer los libros de Troski. Alguien lo
chivateó y le registraron la casa. Todos los libros que
ellos entendieron que era diversionismo ideológico se los
recogieron.

__Esos libros hay que leerlos a escondidas. Yo he tenido
algunos aquí como "La nueva clase". y otros, pero es
peligroso..

__¿Y la niña?

__Anda con Cristina para una reunión que hay en
la escuela.

_¿Bueno qué me dices de la Serie Mundial
de pelota?

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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