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Mitología Nórdica 5. Leyendas de Dioses



Partes: 1, 2

  1. Tyr, dios de la
    guerra
  2. La Espada de
    Tyr
  3. La Historia de
    Fenrir
  4. Bragi, dios de la
    poesía
  5. La Historia de
    Kvasir
  6. La Búsqueda
    del Trago
  7. El Robo de la
    Bebida
  8. El Dios de la
    Música
  9. El Culto a
    Bragi
  10. Idunn y las
    manzanas de la juventud
  11. La Historia de
    Thjazi (Thjassi)
  12. El Regreso de
    Idunn
  13. La Diosa de la
    Primavera cae en el Inframundo
  14. Heimdall, el
    guardián de los dioses
  15. El Guardián
    del Arco Iris
  16. Loki y
    Freya
  17. Los Nombres de
    Heimdall
  18. La Historia de
    Riger
  19. Hermod y el
    Adivino

Tyr, dios de la
guerra

Tyr, Tiu o
Ziu, era hijo de Odín y,
según algunos mitólogos, su madre era
Frigg, la reina de los dioses, o una bella
gigante cuyo nombre se desconoce, pero que era una
personificación del mar furioso. Él era el dios del
honor marcial y una de las doce principales deidades de
Asgard. Aunque aparentemente no tenía una
morada concreta allí, siempre era bienvenido en
Vingolf o Valhalla y ocupaba uno
de los doce tronos en la gran sala de consejo de
Gladsheim.

Como dios del valor y de la guerra, Tyr
era invocado con frecuencia por varias naciones del Norte, que le
aclamaban, al igual que a Odín, para
obtener la victoria. Que su jerarquía figuraba
detrás de la de Odín y
Thor está demostrado por su nombre,
Tiu, habiéndoselo dado a uno de los
días de la semana; el día Tiu que
en inglés moderno se ha convertido en Tuesday
(martes).

Bajo el nombre de Ziu,
Tyr era la divinidad principal de los suevos, que
originalmente, habían llamado su capital, la actual
Ausburgo, Ziusburgo. Esta gente, venerando al dios como lo
hacían, solían rendirse culto bajo el emblema de
una espada, su atributo distintivo y en su honor se celebraban
grandes danzas de espada, donde se interpretaban varias figuras.
A veces, los participantes formaban dos largas líneas,
cruzaban sus espadas, la apuntaban hacia arriba y retaban al
más audaz entre ellos a que diera un salto por encima de
ellos. En otros tiempos, los guerreros unían las puntas de
sus espadas para formar una rosa o una rueda, y cuando la figura
estaba completa, invitaban a su jefe a alzarse sobre el ombligo
así formado de hojas de acero reluciente y afilado y
entonces lo paseaban por el campamento, triunfantes. La punta de
la espada llegó posteriormente a ser considerada tan
sagrada que se convirtió en una costumbre el hacer
juramentos sobre ella.

Un rasgo distintivo del culto a este dios entre los
francos y algunos otros pueblos nórdicos era el de que los
sacerdotes llamados druidas o
godi. Ofrecían sacrificios humanos en sus
altares, generalmente cortando el águila extendida o
sangrienta sobre sus víctimas, es decir, realizando una
profunda incisión en cualquiera de los dos lados del
espinazo, sacando hacia fuera las costillas así aflojadas
y arrancando las visceras a través de la apertura
resultante. Por supuesto, sólo los prisioneros de guerra
eran sometidos a esta práctica y era considerado como una
gesta de honor entre las razas del Norte europeo el soportar esta
tortura sin un solo quejido. Estos sacrificios se llevaban a cabo
en toscos altares de piedra llamados dólmenes, que
todavía pueden ser vistos en el Norte de
Europa.

Ya que Tyr era considerado como el dios
patrono de la espada, se consideraba que era indispensable el
grabar el signo o la runa que le representaba bajo la hoja de
todas las espadas, una práctica que la
Edda impuso a todos aquellos que desearan obtener
la victoria.

Las runas debéis conocer,

si la victoria deseáis
obtener,

y sobre el puño de vuestra espada los
grabaréis;

algunos en el templo,

algunos en la guardia,

dos veces mencionad el nombre de
Tyr.

Tyr era idéntico al dios
sajón Saxnot (de sax, o espada) y a
Er, Heru o Cheru,
la divinidad principal de los cheruski, que también le
consideraban el dios del Sol y creían que el filo de su
reluciente espada era un emblema de sus rayos.

La Espada de
Tyr

Según las antiguas leyendas, la espada del dios
de la guerra, que había sido fabricada por los mismos
enanos, hijos de Ivald, que habían forjado
la lanza de Odín. Era considerada muy
sagrada por su gente, a cuyo cuidado él había
confiado, declarando que aquellos que la poseyeran
tendrían la victoria segura sobre sus enemigos.

Pero aunque era cuidadosamente guardada en el templo,
donde colgaba de forma que reflejara los primeros rayos del Sol
matinal, desapareció misteriosamente una noche. Una vala,
druida femenina o profetisa, consultada por los sacerdotes,
reveló que las Nornas habían
decretado que quienquiera que la empuñara
conquistaría el mundo y moriría por él;
pero, a pesar de todos los ruegos, ella rehusó contarles
quién se la había llevado o dónde
podría ser encontrada.

Tyr, cuyo nombre era sinónimo de
valentía y sabiduría, también tenía,
según los antiguos nórdicos, a sus órdenes a
las blancas valkirias, las asistentes de
Odín y creían también que
era él quien decidía qué guerreros
deberían transportar ellas hasta el
Valhalla, para ayudar a los dioses en el
último día.

La Historia de
Fenrir

Tyr era generalmente representado y
considerado como un dios manco, al igual que
Odín era considerado un dios tuerto.
Diversas explicaciones son ofrecidas por las diferentes
autoridades en la materia; algunos afirman que se debía a
que sólo podía concederle la victoria a un bando;
otros, porque una espada tenía una sola hoja. Sea como
fuere, los antiguos preferían la siguiente
versión:

Loki se desposó en secreto en
Jotunheim con la horrible giganta
Angurboda (presagiadora de los tormentos), con la
que tuvo tres monstruosos hijos: el lobo Frenrihr
o Fenrir, Hel, la parcialmente
coloreada diosa de la muerte y Iormungandr, una
terrible serpiente. Él guardó en secreto la
existencia de estos monstruos tanto tiempo como pudo. Sin
embargo, crecieron tanto tan rápidamente que no se les
pudo mantener por más tiempo confinados en la cueva donde
habían nacido.

Odín, desde su trono, pronto se
percató de su existencia y también de la
inquietante velocidad a la que crecían. Temeroso de que
estos monstruos invadieran Asgard y destruyeran a
los dioses una vez hubiesen aumentado su poder,
Allfoedr decidió deshacerse de ellos y,
tras dirigirse hasta Jotunheim, arrojó a
Hel a las profundidades de
Niflheim, diciéndole que ella podía
reinar sobre los nueve tenebrosos mundos de los muertos.
Después arrojó a Iormungandr al
mar, donde alcanzó unas proporciones tan inmensas que al
final terminó por rodear la Tierra hasta el punto de poder
morderse su propia cola.

Nada satisfecho con las pavorosas dimensiones que la
serpiente alcanzó en su nuevo elemento,
Odín resolvió llevar a
Fenrir hasta Asgard, con la
esperanza de, con un trato amable, convertirlo en un animal
tratable y gentil. Pero todos los dioses se encogieron
consternados cuando vieron al lobo y ninguno de ellos se
atrevió a acercarse a él para darle de comer,
excepto Tyr, a quien nada le
intimidaba.

Viendo que Fenrir crecía
diariamente en tamaño, fuerza, voracidad y ferocidad, los
dioses se reunieron en consejo para deliberar sobre la mejor
manera de deshacerse de él. Decidieron unánimemente
que, como matarlo profanaría su lugar de paz, lo
atarían fuertemente para que no pudiese causarles
ningún daño.

Con tal propósito a la vista, se hicieron con una
gruesa cadena llamada Leding y le propusieron
alegremente a Fenrir atarle para poner a prueba
su alardeada fuerza. Confiado en que sería capaz de
liberarse, el lobo permitió pacientemente que le ataran a
conciencia y cuando todos se hubieron puesto a un lado, sin gran
esfuerzo se estiró y fácilmente reventó la
cadena que le aprisionaba.

Ocultando su disgusto, los dioses elogiaron en alto su
fuerza, pero después fabricaron una cadena mucho
más fuerte, Droma, con la cual, tras
algunas persuasiones, permitió el lobo que se le volviera
a atar como antes. De nuevo, un corto e intenso esfuerzo
bastó para reventar sus ataduras, por lo que en el Norte
es proverbial usar las expresiones figuradas "soltarse de Leding"
y "librarse de Droma", siempre que sobrevenían grandes
dificultades.

Los dioses, dándose cuenta ahora que las ataduras
normales, por muy fuertes que fueran, no servirían para
derrotar la gran fuerza de Fenrir el lobo, le
pidieron a Skirnir, sirviente de
Freya, que descendiera hasta
Svartalfaheim y ordenara a los enanos que
fabricaran unas cadenas que nadie pudiese romper. Utilizando
artes mágicas, los elfos oscuros
manufacturaron una fina soga sedosa, a partir de materiales tan
impalpables como el sonido de los pasos de un gato, la barba de
una mujer, las raíces de una montaña, la nostalgia
de un oso, la voz de los peces y la saliva de los pájaros.
Cuando estuvo finalizada, se la entregaron a
Skirnir, asegurándole que ningún
tipo de fuerza podría llegar a romperla y que cuanto
más fuerza tensada, más fuerte se
volvería.

Armados con esta cuerda llamada
Gleipnir, lo dioses se dirigieron junto a
Fenrir a la isla de Lyngvi, en
medio del lago Amsvartnir y de nuevo le
propusieron poner a prueba su fuerza. Pero aunque
Fenrir había alcanzado una fuerza
aún mayor, desconfió de una cadena que se
veía tan fina. Por consiguiente, rehusó permitir
que le ataran, a menos que uno de los Aesir
consintiera poner la mano en su boca y dejarla allí como
garantía de buena fe y de que no fuera utilizada
ningún arte mágico contra él. Los dioses
oyeron tal decisión consternados y todos se echaron
atrás, con la excepción de Tyr, el
cual, viendo que los demás no consentirían esta
condición, dio audazmente un paso al frente e introdujo su
mano entre las fauces del monstruo. Los Aesir
rodearon entonces firmemente el cuello y las patas de
Fenrir con Gleipnir y cuando
vieron que sus más denotados esfuerzos para liberarse
fueron infructuosos, gritaron y rieron con
júbilo.

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Tyr, sin embargo, no pudo compartir su
alegría, pues el lobo, al verse capturado, arrancó
de un mordisco la mano del dios a la altura de la muñeca,
que desde entonces se ha conocido como la articulación del
lobo. Privado de su mano derecha, Tyr se vio
obligado a usar el brazo mutilado para sujetar su escudo y
empuñar la espada con la mano izquierda. Sin embargo, tal
era su destreza que siguió abatiendo a sus enemigos como
antes.

Los dioses, a pesar de los esfuerzos del lobo, estiraron
el final de la cadena Gleipnir a través de
la roca Gjoll y lo ataron al canto rodado
Gelgja, el cual fue enterrado profundamente en el
suelo. Abriendo sus pavorosas fauces, Fenrir
profirió aullidos tan terribles que los dioses, para
acallarle, sumergieron una espada en su boca, con la
empuñadura apoyada contra la mandíbula inferior y
la punta en su paladar. La sangre comenzó a brotar
entonces, con tales chorros, que se terminó creando un
río llamado Von. El lobo estaba destinado
a permanecer atado de esa manera hasta el último
día, momento en el que rompería sus ataduras y se
liberaría para vengar sus agravios. Mientras que algunos
mitólogos ven en este mito un emblema del crimen refrenado
y convertido en algo inofensivo por el poder de la ley, otros ven
el fuego subterráneo, que guardado en sus confines no
puede dañar a nadie, pero una vez liberado llena el mundo
con destrucción y dolor.

Al igual que se decía que el ojo de
Odín descansaba en el manantial de
Mimir, la segunda mano de Tyr (su
espada) se encontraba en las fauces de Fenrir.
Él no tiene más necesidad de dos armas que el cielo
lo tiene de dos soles. El culto a Tyr se
conmemoraba en diversos lugares como en Tübingen, Alemania,
que tenían versiones más o menos modificadas en su
nombre. El nombre también se la ha dado a la
acónita, una planta conocida en los países
nórdicos como el "timón de
Tyr".

Bragi, dios de la
poesía

En los tiempos de la guerra entre los
Aesir y los Vanir, cuando la paz
se hubo decretado, un jarrón se trajo a la asamblea,
dentro del cual escupieron solemnemente ambos bandos. De esta
saliva, los dioses crearon a Kvasir, un ser
célebre por su sabiduría y bondad, que
recorría el mundo respondiendo a todas las preguntas que
se le formulaban, instruyendo y beneficiando de esta manera a la
humanidad.

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La Historia de
Kvasir

Los enanos, habiendo oído de la gran
sabiduría de Kvasir, lo codiciaron y,
encontrándolo dormido un día, dos de ellos,
Fjalar y Galar, le mataron a
traición y derramaron hasta la última gota de su
sangre en tres recipientes: el hervidor Odhroeir
(inspiración) y los cuencos Son
(expiación) y Boden (ofrenda). Tras
mezclar debidamente esta sangre con miel, crearon un tipo de
bebida tan inspiradora, que cualquiera que la probase se
convertiría inmediatamente en un poeta, pudiendo cantar
con un encanto que le haría ganarse con certeza todos los
corazones.

Sin embargo, aunque los enanos elaboraron este
maravilloso hidromiel para su propio consumo, ni siquiera lo
probaron, sino que lo escondieron en un lugar secreto, mientras
partieron en busca de más aventuras. No habían
avanzado mucho cuando se encontraron al gigante
Gilling dormido, echado sobre una orilla
húmeda y maliciosamente le llevaron rodando hasta el agua,
donde pereció. Después, corriendo hasta su morada,
algunos escalaron hasta el tejado, transportando una enorme
piedra de molino, mientras que otros, tras entrar, le comunicaron
a la giganta que su marido estaba muerto.

Tales noticias provocaron en la pobre criatura un gran
dolor y salió corriendo al exterior para ver los restos de
su esposo. Mientras atravesaba la puerta, los retorcidos enanos
dejaron caer la piedra de molino sobre su cabeza,
matándola. Según otra versión, lo enanos
invitaron al gigante para irse a pescar con ellos y lograron
matarle enviándole en una barca que hacía aguas, la
cual se hundió bajo su peso.

Este doble crimen no permaneció impune por mucho
tiempo, pues el hermano de Gilling,
Suttung, partió rápidamente en
búsqueda de los enanos, decidido a vengarse.
Agarrándoles con sus poderosas manos, el gigante los
llevó hasta un bajío muy dentro del mar, donde
seguramente hubieran perecido a la siguiente marea alta de no
haber tenido éxito en redimir sus vidas al prometerle al
gigante que le entregarían el hidromiel que habían
elaborado recientemente.

Tan pronto como Suttung les llevó
a tierra, ellos le entregaron el precioso brebaje, el cual
confió a su hija Gunnlod
ordenándole que lo vigilara día y noche, y que no
permitiese que ni dioses ni mortales llegaran a probarlo. Para
cumplir mejor con esta tarea, Gunnlod
transportó los tres recipientes dentro de una
montaña ahuecada, donde veló por ellos con el
más escrupuloso cuidado, sin sospechar que
Odín había descubierto el lugar en
el que se ocultaba, gracias a los agudos ojos de sus cuervos
siempre vigilantes, Hugin y
Munin.

La
Búsqueda del Trago

Ya que Odín dominaba la ciencia
de las runas y ya había bebido de las aguas del manantial
de Mimir, él ya era el más sabio
entre los dioses. Pero una vez supo del poder de la poción
de la inspiración elaborada a partir de la sangre de
Kvasir, ambicionó poseer el fluido
mágico. Con tal propósito viajó hasta
Jotunheim.

De camino hacia la casa del gigante, pasó al lado
de unos terrenos donde se encontraban nueve feos esclavos
atareados recogiendo heno. Odín se detuvo
por un momento y les observó en su trabajo y,
percatándose de que sus guadañas parecían
muy despuntadas, se ofreció a afilarlas, algo que ellos
aceptaron entusiasmados. Sacándose la piedra de afilar de
su pechera, Odín procedió a afilar
las nueve guadañas, creando hábilmente uno filos
tan cortantes que los esclavos le rogaron que les regalase la
piedra.

Con resignación bienhumorada,
Odín arrojó la piedra sobre la
pared, pero los nueve esclavos saltaron simultáneamente
para cogerla, hiriéndose entre ellos con sus afiladas
herramientas. Enfurecidos ante sus respectivos descuidos,
comenzaron a pelearse y no se detuvieron hasta que todos
estuvieron o bien heridos de muerte o muertos.

Impávido ante esta tragedia,
Odín continuó su viaje, llegando
poco después a la casa del gigante Baugi,
un hermano de Suttung, el cual le recibió
de forma hospitalaria. En el transcurso de la
conversación, Baugi le informó de
que estaba muy azorado, pues era tiempo de cosecha y todos sus
hombres acababan de ser encontrados muertos en el
campo.

Odín, que en esta ocasión
se había presentado con el nombre Bolverk
(causador de males), pronto ofreció sus servicios al
gigante, prometiéndole realizar el trabajo equivalente de
los nueve esclavos y trabajar diligentemente durante todo el
verano, a cambio de un solo trago del hidromiel mágico de
Suttung cuando la atareada estación
hubiese acabado. El trato fue inmediatamente aceptado y el nuevo
sirviente de Baugi, Bolverk,
trabajó incesantemente durante todo el verano, más
allá de lo que requería su contrato, recogiendo
apropiadamente todo el grano antes de que las lluvias de
otoño comenzaran a caer.

Cuando llegaron los primeros días de invierno,
Bolverk se presentó ante su señor,
reclamando su recompensa. Pero Baugi
vaciló y puso reparos, diciendo que no se había
atrevido a pedirle abiertamente a su hermano
Suttung el trago de la inspiración, pero
que intentaría obtenerlo usando la astucia.

Bolverk y Baugi se
dirigieron juntos hacia la montana donde Gunnlod
vivía y, como no pudieron encontrar otro modo de entrar en
la cueva secreta, Odín extrajo su fiel
taladro, llamado Rati, y le ordenó al
gigante que usara toda su fuerza para hacer un agujero por el que
pudiese arrastrarse hasta el interior.

Baugi olfedeció en silencio y,
tras trabajar durante un corto período de tiempo,
retiró la herramienta, diciendo que había
atravesado la montana y que Odín no
tendría dificultad en deslizarse hasta dentro. Pero el
dios, desconfiando de tal afirmación, se limitó a
soplar dentro del agujero y cuando el polvo y los guijarros
salieron hacia el exterior, le ordenó severamente a
Baugi que reanudara su trabajo y que no intentara
engañarle de nuevo.

El gigante hizo lo que se le pidió.
Transformándose en una serpiente,
Odín reptó por el interior con tal
rapidez que logró evitar el afilado taladro cuando
Baugi se introdujo traicioneramente tras
él con la intención de matarle.

El Robo de la
Bebida

Tras alcanzar el interior de la montaña,
Odín volvió a adquirir su
apariencia divina y manto estrellado y entonces se
presentó en la cueva de estalactitas ante al bella
Gunnlod. Pretendía ganarse su amor como
medio para inducirle a concederle un trago de cada uno de los
recipientes confiados a su cuidado. Conquistada con su apasionado
cortejo, Gunnlod consintió convertirse en
su esposa y, tras haber permanecido durante tres días
enteros con ella en su guarida, la giganta extrajo los
recipientes de su lugar secreto y le dijo que podía tomar
un sorbo de cada uno de ellos.

Odín se aprovechó bien de
este permiso y bebió tan profundamente que vació
completamente los tres recipientes. Entonces, tras haber obtenido
lo que quería, salió de la cueva y
poniéndose sus plumas de águila, se elevó
hacia el cielo, en dirección a
Asgard.

Todavía se encontraba lejos del reino de los
dioses cuando se percató de que alguien de
perseguía y, ciertamente, Suttung,
habiendo asumido también la forma de un águila,
venía tras él a gran velocidad, con la
intención de forzarle a devolver el hidromiel robado.
Así que Odín voló más
y más rápidamente, estirando todos sus nervios para
llegar a Asgard antes de que el enemigo le
alcanzara. Mientras se aproximaba, los dioses observaron
inquietos la carrera.

Viendo que Odín sólo
sería capaz de escapar con dificultad, los
Aesir reunieron rápidamente todos los
materiales combustibles que pudieron encontrar y, mientras volaba
sobre las murallas de su morada, prendieron fuego a la masa de
carburante, para que las llamas chamuscaran las alas de
Suttung al seguir persiguiendo al dios, tras lo
cual cayó en el mismo centro del fuego, donde
pereció abrasado.

Mientras, Odín voló hasta
el lugar donde los dioses habían preparado recipientes
para el hidromiel robado, y vomitó el fluido de
inspiración con tanta rapidez que unas pocas gotas cayeron
y fueron dispersadas por la tierra. Ellas se convirtieron en la
porción de poetas y escritores, reservándose los
dioses la mayor parte del brebaje para consumo propio,
concediéndole ocasionalmente un sorbo a algún
mortal al que favorecieran, el cual, inmediatamente
después, cobraría fama mundial por sus inspirados
cantos.

Ya que los hombres y dioses le debían el preciado
regalo a Odín, ellos nunca dudaban en
expresarle su gratitud y no sólo le llamaban por su
nombre, sino que le veneraban como el patrono de la elocuencia,
la poesía y el canto, y de todos los escaldos.

El Dios de la
Música

Aunque Odín había obtenido
así el don de la poesía, raramente lo usaba. Estaba
preservado a su hijo Bragi, el hijo de
Gunnlod, el convertirse en el dios de la
poesía y la música, y a seducir el mundo con sus
cantos.

Tan pronto como Bragi nació en la
cueva rodeada de estalactitas en la que
Odín se había ganado el afecto de
Gunnlod, los enanos se presentaron con un arpa
mágica de oro y, colocándole en uno de sus barcos
mágicos, le enviaron al mundo exterior. Mientras el barco
surcaba pausadamente por la oscuridad subterránea y
navegaba a través el umbral de Nain, el
reino de los enanos de la muerte, Bragi, el bello
e inmaculado joven dios, que hasta entonces no había
mostrado señales de vida, súbitamente se
incorporó y, asiendo el arpa que se encontraba a su lado,
comenzó a entonar la maravillosa canción de la
vida, que a veces se elevaba hasta los cielos, para entonces
hundirse en el tenebroso reino de Hel, la diosa
de la muerte.

Mientras tocaba, el barco fue arrastrado hasta las
agidas iluminadas por el Sol y pronto llegó hasta fierra
firme. Bragi siguió entonces a pie,
encaminando sus pasos por el raso y silencioso bosque, tocando
mientras caminaba. Al sonido de su hermosa música, los
árboles comenzaron a brotar y florecer y la hierba a sus
pies se vio adornada con innumerables flores.

Allí se encontró con
Idunn, hija de Ivald, la hermosa
diosa de la juventud eterna, a quien los enanos permitían
visitar la tierra de cuando en cuando y, en su presencia, la
naturaleza asumía invariablemente su más hermoso y
delicado aspecto.

Era de esperar que dos seres como éstos se
sintieran atraídos el uno por el otro y
Bragi pronto obtuvo a la bella diosa como esposa,
juntos corrieron hasta Asgard, donde fueron
cálidamente bienvenidos y donde
Odín, tras trazar runas sobre la lengua de
Bragi, decretó que éste
debería ser el trovador celestial y el compositor de las
canciones en honor a los dioses y los héroes a quien
él recibía en Valhalla.

El Culto a
Bragi

Ya que Bragi era el dios de la
poesía, la elocuencia y el canto, las razas
nórdicas también le denominaron a la poesía
por su nombre, y escaldos de ambos sexos eran frecuentemente
designados como hombres o mujeres de Bragi.
Éste era muy venerado por todas las razas nórdicas
y por tanto siempre se brindaba en su nombre durante las
ocasiones solemnes y festivas, pero especialmente en las fiestas
funerarias y en las celebraciones de
Jul.

Cuando llegaba la hora de hacer este brindis, que
siempre era servido en copas con forma de barco y era conocido
como el Bragaful. Se hacía primero la
sagrada señal del martillo; entonces, el cabeza de familia
prometía solemnemente, realizar algún gran acto de
valor, el cual estaba obligado a ejecutar antes del fin de
año, a menos que deseara ser considerado como alguien
desprovisto de honor. Siguiendo su ejemplo, todos lo invitados
solían hacer promesas similares y declarar lo que iban a
hacer, y puesto que algunos de ellos, debido al alcohol, hablaban
más bien desenfrenadamente acerca de sus intenciones en
estas ocasiones, esta costumbre parece conectar el nombre de dios
con el vulgar pero expresivo verbo inglés "to brang"
(fanfarronear).

En el arte, Bragi es generalmente
representado como un hombre ya entrado en años, con largos
y blancos cabellos y barba, sosteniendo el arpa de oro, de la que
sus dedos podían extraer acordes tan
mágicos.

Idunn y las
manzanas de la juventud

Idunn, la personificación de la
primavera o de la juventud eterna, la cual, según algunos
mitólogos, no había tenido un nacimiento y nunca
experimentaría la muerte, fue cálidamente
bienvenida por los dioses cuando hizo acto de presencia en
Asgard junto a Bragi, su esposo.
Para asegurarse su afecto, ella les prometió un bocado
diario de las maravillosas manzanas que llevaba en su cesto, y
que tenían el poder de otorgar la juventud y la belleza
eterna a todos aquellos que las saborearan.

Gracias a la fruta mágica, los dioses
escandinavos, que, ya que habían surgido de una mezcla de
razas, no eran todos inmortales, evitaron el paso del tiempo y la
enfermedad por ellos, y se mantuvieron enérgicos, hermosos
y jóvenes durante innumerables décadas.

Consiguientemente, estas manzanas fueron consideradas
una posesión muy preciada, e Idunn las
atesoraba cuidadosamente en su cofre mágico. No importaba
el número de ellas que extrajera, el mismo número
quedaba siempre dentro para ser distribuidas en el festín
de los dioses, los únicos a los que ella permitía
que las saborearan, a pesar de que enanos y gigantes estaban
ansiosos por poseer la fruta.

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La Historia de
Thjazi (Thjassi)

Un día, Odín,
Hoenir y Loki emprendieron una de
sus habituales excursiones a Midgard y, tras
deambular durante un largo período de tiempo, llegaron
hasta una región desierta, donde no pudieron encontrar un
lugar para alocarse. Cansados y muy hambrientos, los dioses, tras
percibir una manada de bueyes, mataron a uno de los animales y,
encendiendo un fuego, se sentaron al lado la hoguera para
descansar durante un rato, mientras la carne se
cocinaba.

Para su sorpresa, sin embargo, a pesar de las llamas, la
carne permaneció más bien cruda. Concluyendo que
debía ser obra de la magia, miraron a su alrededor para
descubrir que era lo que dificultaba su cocción, cuando
divisaron un águila posada sobre un árbol que se
encontraba encima de ellos.

Viendo que era objeto de la sospecha de los viajeros, el
ave se dirigió a ellos y admitió que había
sido él quien había evitado que el fuego hiciera su
trabajo, pero prometió retirar el hechizo si ellos le
daban tanta comida como pudiera devorar.

Los tres dioses accedieron, tras lo cual el
águila descendió, avivando el fuego con el batir de
sus enormes alas, y la carne se asó rápidamente. El
águila se dispuso entonces a llevarse tres cuartos del
buey como porción suya, lo cual le pareció
demasiado a Loki, quien asió una gran
estaca que se encontraba a mano cerca de él y
comenzó a apalear al voraz ave, olvidando que estaba
dotado de poderes mágicos.

Para su consternación, uno de los extremos de la
estaca se quedó adherido al lomo del águila y el
otro a sus manos, tras lo cual fue arrastrado sobre las piedras y
al través de las zarzas, a veces por los aires, con sus
brazos casi arrancados de sus hombros. En vano pidió
clemencia e imploró al águila para que le soltara;
el ave siguió volando, hasta que Loki
prometió cualquier rescate que su apresador pudiera
pedirle a cambio de la libertad.

El aparente águila, que era el gigante de la
tormenta Thjazi, accedió finalmente a
liberar a Loki con una condición. Le hizo
prometer por el más solemne juramento que sacaría a
Idunn hasta el exterior de
Asgard, para que Thjazi pudiera
hacerse con la posesión de ella y de su fruta
mágica.

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Finalmente liberado, Loki regresó
donde Odín y Hoenir, a los
cuales, sin embargo, se cuidó mucho de no confiarles la
condición con la que había obtenido su libertad.
Una vez estuvieron de regreso a Asgard,
comenzó un plan con el que pudiera inducir a
Idunn a salir al exterior de la morada de los
dioses.

Unos pocos días después, estando
Bragi ausente en uno de sus viajes de juglar,
Loki buscó a Idunn en las
arboledas de Brunnaker, donde ella había
construido su residencia y tras describirle astutamente, las
manzanas que crecían a corta distancia, las cuales
había declarado con mendacidad que eran exactamente
iguales a las de ella, la indujo a dejar Asgard
con un plato de cristal lleno de fruta, que pretendía
comparar a las que él había ensalzado.

Sin embargo, tan pronto salió
Idunn de Asgard, el embustero
Loki la abandonó y antes de que pudiera
regresar al refugio de la morada celestial, el gigante
Thjazi descendió rápidamente desde
el Norte sobre sus alas de águila y, tras cogerla con sus
crueles garras, la transportó velozmente hasta su
árido y desolado hogar en
Thrymheim.

Aislada de sus amados compañeros,
Idunn languideció y se tomó triste
y pálida, aunque siguió rehusando persistentemente
permitirle a Thjazi el más mínimo
bocado de su fruta mágica, la cual, como él bien
sabia, le daría la belleza y renovaría su juventud
y su fuerza.

El tiempo pasó. Los dioses, pensando que
Idunn se encontraba en compañía de
su esposo y que pronto regresaría, no prestaron
atención al principio a su ausencia, pero poco a poco
fueron desapareciendo los efectos benéficos del
último banquete de manzanas. Comenzaron a notar el paso
del tiempo y a ver cómo su juventud y su belleza
desaparecían.

Consecuentemente alarmados, comenzaron la
búsqueda de la diosa desaparecida. Investigaciones
concluyentes revelaron que había sido vista por
última vez en compañía de
Loki y cuando Odín le
ordenó severamente que se explicara, se vio obligado a
admitir que la había entregado traicioneramente al poder
del gigante de la tormenta.

El Regreso de
Idunn

La actitud de los dioses se volvió muy
amenazadora y a Loki le resultó obvio que
si no ideaba los medios de recuperar a la diosa, y pronto, su
vida correría un considerable peligro. Consecuentemente,
aseguró a los indignados dioses que no escatimaría
esfuerzos para asegurar la liberación de
Idunn y, tomando prestado el plumaje del
halcón de Freya, voló hasta
Thrymheim, donde se encontró a
Idunn sola, lamentando tristemente su exilio de
Asgard y de su amado
Bragi.

Transformando a la diosa en una nuez, según
algunas versiones o, según relatan otros, en una
golondrina, Loki la sostuvo fuertemente entre sus
garras y entonces emprendió rápidamente el camino
de regreso a Asgard, esperando alcanzar el
refugio de sus altas murallas antes de que Thjazi
regresara de la excursión de pesca en los mares del Norte
a la que se había ido.

Mientras tanto, los dioses se habían congregado
en las murallas de la ciudad celetial y esperaban el regreso de
Loki con mucha más inquietud de la que
habían sentido cuando Odín
había partido en búsqueda de
Odhroeir. Recordando el éxito que
había tenido su estratagema en aquella ocasión,
habían reunido grandes pilas de combustible, las cuales
estaban preparadas para ser prendidas en cualquier
momento.

Vieron regresar a Loki repentinamente,
pero divisaron en su estela a un gran águila. Éste
era el gigante Thjazi, que había regresado
súbitamente a Thrymheim, descubriendo que
un halcón se había llevado a su prisionera, ave en
la que fácilmente reconoció a uno de los dioses.
Ataviándose rápidamente con sus plumas de
águila, se lanzó rápidamente, en su
persecución, alcanzando poco a poco, pero con gran rapidez
a su presa.

Loki redobló sus esfuerzos
mientras se aproximaba a las murallas de Asgard y
antes de que Thjazi le diera alcance,
alcanzó su meta y cayó exhausto entre los dioses.
No se perdió ni un solo momento en prender el fuego al
combustible acumulado y cuando Thjazi pasaba
sobre las murallas las llamas y el fuego le llevaron hasta el
suelo malherido y medio aturdido, presa fácil para los
dioses, que cayeron sobre él despiadadamente y le dieron
muerte.

Los Aesir se alegraron muchísimo
por el rescate de ídun y corrieron a comer de las
preciadas manzanas que ella había traído de regreso
ilesas. Sintiendo que su acostumbrada fuerza y belleza regresaban
a cada bocado, declararon afablemente que no era de
extrañar que incluso los gigantes desearan probar las
manzanas de la eterna juventud. Por tanto, juraron que
colocarían los oojos de Thjazi en el cielo
como una constelación, para suavizar cualquier sentimiento
de cólera que sus parientes pudieran sentir cuando
descubrieran que había caído muerto.

Hacia arriba arrobo los ojos

del hijo de Allvadi,

dentro del cielo sereno;

ellos son las señales de las más
grandes

de entre mis hazañas.

(Balada de Harbard)

La Diosa de la
Primavera cae en el Inframundo

Ya que la desaparición de Idunn
(vegetación) era un suceso anual, es de esperar encontrar
otros mitos que tratan acerca del llamativo fenómeno y
existe otro favorito de los escaldos, el cual, desgraciadamente,
ha llegado se ha conservado de forma fragmentada y muy
incompleta.

Según esta versión, Idunn
se encontraba en una ocasión sentada sobre las ramas de
fresno sagrado Yggdrasill, cuando,
desvaneciéndose súbitamente, aflojó su
agarre y se desplomó hacia el suelo que se encontraba por
debajo de ella, hasta las más infranqueables profundidades
del Niflheim. Allí yació,
pálida e inmóvil, contemplando con ojos fijos y
llenos de terror las horribles vistas del reino de
Hel, estremeciéndose violentamente
mientras tanto, como alguien vencido por un frío
penetrante.

Viendo que no regresaba, Odín
ordenó a Bragi, a Heimdall
y a otros dioses que fueran en su búsqueda,
entregándoles una piel blanca de lobo con la que pudieran
arroparla, para que ella no sufriera el frío y
pidiéndoles que emplearan todos sus esfuerzos para
despertarla del estupor que su presciencia le habían dicho
que se había apoderado de ella.

Idunn permitió pasivamente a los
dioses que la arroparan en la cálida piel de lobo, pero
rehusó persistentemente hablar o moverse, y de su
extraño comportamiento sospechó tristemente su
marido que ella había experimentado una visión de
grandes desgracias. Las lágrimas corrían
continuamente por sus pálidas mejillas y
Bragi, abrumado por su tristeza, pidió a
los otros dioses que regresaran a Asgard sin
él, jurando que permanecería junto a su esposa
hasta que ella estuviera preparada para abandonar el
lúgubre reino de Hel. La visión de
su dolor le oprimió tanto que no tuvo corazón para
sus habituales canciones alegres y las cuerdas de su arpa
permanecieron mudas mientras él continuaba en el
inframundo.

En este mito, la caída de Idunn
es simbólica de la caída otoñal de las
hojas, que yacen desamparadas sobre el frío y raso suelo,
hasta que la nieve las oculta de la vista, representada por la
piel de lobo, que Odín, el cielo,
envía para mantenerlas templadas y el cese de los cantos
de los pájaros se representa posteriormente con el
silencio del arpa de Bragi.

Heimdall, el
guardián de los dioses

En el transcurso de un paseo en la orilla del mar,
Odín vio una vez a nueve bellas gigantas,
las doncellas de las olas. Gjalp,
Greip, Egia,
Augeia, Ulfrun,
Aurgjafa, Sindur,
Alia e Iarnsaxa, profundamente
dormidas en las blancas arenas. El dios quedó tan prendado
de las hermosas criaturas que, como relatan los Eddas, se
desposó con las nueve y se combinaron, en el mismo
momento, para traer al mundo un hijo que recibió el nombre
de Heimdall.

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Las nueve madres procedieron a alimentar a su
bebé con la fuerza de la tierra, la humedad del amor y el
calor del Sol, una dieta que demostró ser tan
fortalecedora que el nuevo dios adquirió un crecimiento
completo en un espacio de tiempo increíblemente corto y
corrió a unirse a su padre en
Asgard.

Encontró a los dioses observando con orgullo el
arco iris del puente Bifrost, el cual acababan de
construir con fuego, aire y agua, los tres materiales que
aún pueden verse en este extenso arco, donde brillan los
tres colores principales significativos de estos elementos: el
rojo representando al fuego, el azul al aire y el verde a las
frescas profundidades del mar.

El
Guardián del Arco Iris

Este puente unía el cielo con la tierra y
terminaba bajo la sombra del poderoso árbol
Yggdrasill, cerca del cual se encontraba el
manantial que Mimir velaba, y el único
inconveniente que evitaba el pleno disfrute del glorioso
espectáculo era el temor a que los gigantes de hielo
llegaran a usarlo para lograr acceder a
Asgard.

Partes: 1, 2

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