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Mitología Nórdica 7. Divinidades y Seres de Fantasía



  1. Gigantes, Enanos y Elfos
  2. La
    Personalidad de los Gigantes
  3. El
    Origen de las Montañas
  4. Los
    Primeros Dioses
  5. El
    Juguete de la Giganta
  6. Los
    Enanos, Pequeños Hombres
  7. El
    Tarnkappe
  8. Los
    Elfos
  9. Oberón y Titania
  10. Alfblot
  11. Las
    Nornas, señoras del destino
  12. El
    Telar de las Nornas
  13. La
    Historia de Nornagesta
  14. Las
    Vala o Disas
  15. Las
    Valkirias, electoras de los caídos
  16. Su
    Número y Obligaciones
  17. Wieland el Herrero y las
    Valkirias
  18. Brunnhild

Gigantes, Enanos
y Elfos

Los nórdicos pensaban que los gigantes fueron las
primeras criaturas que vinieron a la vida entre los bloques de
hielo que llenaban los extensos abismos de
Ginnungagap. Estos gigantes fueron desde sus
mismos comienzos los oponentes y rivales de los dioses y como
estos últimos eran las personificaciones de todo lo que es
bueno y hermoso, los gigantes representaban todo lo que era feo y
maligno.

Cuando Ymir, el primer gigante,
cayó sin vida sobre el hielo, muerto por los dioses, su
descendencia se ahogó en su sangre. Sólo una
pareja, Bergelmir y su esposa, efectuaron su
huida hasta Jotunheim, donde establecieron su
residencia y se convirtieron en los padres de toda la estirpe de
los gigantes.

La Personalidad
de los Gigantes

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En el Norte se conocía a los gigantes por varios
nombres, teniendo en cuenta que cada uno tenía un
significado en particular que los describía. Por ejemplo,
Jotun significaba "gran devorador", pues los
gigantes eran célebres por sus desmesurados apetitos al
igual que por su tamaño poco común. Eran
aficionados a la bebida y también a la comida, por lo que
también se les llamaba Thursos, una
palabra que algunos escritores afirman que tiene el mismo
significado que "sed". Sin embargo, otros piensan que
debían este nombre a las altas torres (turseis) que
construyeron supuestamente ellos.

Ya que los gigantes eran antagónicos a los
dioses, estos últimos siempre se esforzaban en obligarles
a permanecer en Jotunheim, que estaba situado en
las frías regiones de hielo. Los gigantes eran por lo
general derrotados sin excepción en sus encuentros con los
dioses, ya que eran pesados y cortos de inteligencia y
sólo poseían armas de piedra contra las de los
Aesir.

A pesar de esta desigualdad, a veces eran muy envidiados
por los dioses, ya que eran muy versados en todo conocimiento
referente al pasado. Incluso Odín
sentía envidia de este atributo y tan pronto como lo
obtuvo el trago del manantial de Mimir,
corrió hasta Jotunheim para medirse contra
Vafthrudnir, el más docto de toda la
progenie de los gigantes. Sin embargo, nunca hubiese logrado
vencer a su rival en este extraño encuentro, si no hubiese
dejado de preguntar acerca del pasado y hubiese formulado una
pregunta relacionada con el futuro.

De todos los dioses, Thor era el
más temido por los Jotuns, ya que
él estaba continuamente en guerra contra los gigantes de
hielo y de montaña, que de buena gana hubieran atado para
siempre con sus rígidas tiras, evitando así que los
hombres cultivaran el suelo. En su lucha contra ellos,
Thor, como sabemos, recurría generalmente
a su terrible martillo Mjollnir, con el cual les
golpeaba en la cabeza y les causaba la muerte.

El Origen de las
Montañas

Según las leyendas germanas, la desigual
superficie de la Tierra se debió a los gigantes, que
desfiguraron su uniformidad pisándola cuando aún
estaba blanda y recién creada, mientras que los
ríos se formaron a partir de las copiosas lágrimas
derramadas por las gigantas cuando vieron los valles creados por
las enormes huellas de sus esposos. Ya que tal era la creencia
teutónica, la gente imaginaba que los gigantes, que para
ellos personificaban las montañas, eran enormes y groseras
criaturas que sólo podían moverse, de un lugar a
otro en la oscuridad o en la niebla, y que quedaban petrificados
tan pronto como los primeros rayos del Sol atravesaban la
oscuridad o nubes dispersas.

Esta creencia les llevó a bautizar a una de sus
cordilleras principales como Riesengebirge (montañas
gigantes). Los escandinavos también compartían esta
creencia, e incluso hoy día los islandeses designan sus
picos más altos con el nombre de Jokul, una
modificación de la palabra Jotun. En
Suiza, donde las nieves permanentes reposan sobre las elevadas
cimas de las montañas, la gente aún relata viejas
historias de los días en los que los gigantes vagaban
libremente por el mundo y cuando una avalancha se desprende por
la ladera de una montaña, afirman que los gigantes se han
sacudido turbulentamente de encima parte de la carga helada de
sus frentes y hombros.

Los Primeros
Dioses

Ya que los gigantes eran también las
personificaciones de la nieve, el hielo, el frío, la
piedra y el fuego subterráneo, se decía que
descendían del primitivo Fornjotnr, a
quien algunas autoridades identifican con Ymir.
Según esta versión del mito,
Fornjotnr tuvo tres hijos: Hler,
el mar; Kari, el aire y Loki, el
fuego. Estas tres divinidades, los primeros dioses, formaban la
más antigua trinidad, y sus respectivos descendientes
fueron los gigantes del mar Mimir,
Gymir y Grendel; los gigantes de
la tormenta Thjassi, Thrym y
Beli y los gigantes del fuego y la muerte, tales
como el lobo Fenrir y
Hel.

Ya que todas las dinastías reales proclamaban
descendencia de algún ser mítico, los merovingios
afirmaron que su primer progenitor fue un gigante del mar, que
emergió de las olas con la forma de un buey y
sorprendió a la reina mientras paseaba sola por la costa,
obligándola a convertirse en su esposa. Ella dio luz a un
hijo de nombre Meroveus, el fundador de la primera
dinastía de reyes francos.

Muchas historias han sido narradas ya acerca de los
gigantes más importantes. Vuelven a reaparecer en muchos
de los mitos y cuentos de hadas posteriores y, manifiestan, tras
la introducción de la cristiandad, una peculiar
aversión al sonido de las campanas de las iglesias y al
canto de los monjes y monjas.

El Juguete de la
Giganta

Los gigantes habitaban en toda la Tierra antes de que
ésta fuera entregada a los hombres por los dioses y
sólo con disgusto la cedieron, retirándose a las
partes desechadas y desoladas del planeta, donde vivieron con los
suyos en un riguroso aislamiento. Tal era la ignorancia de su
descendencia, que una joven giganta, extraviada de su casa,
llegó en una ocasión hasta un valle habitado, donde
por primera vez en su vida vio a un granjero arando en las
colinas.

Juzgándole un bonito juguete, lo cogió
junto a su tiro e, introduciéndolos en su delantal, se los
llevó jubilosa para enseñárselos a su padre.
Pero el gigante le ordenó que llevara inmediatamente al
campesino y a sus caballos de vuelta al sitio donde los
había encontrado y, una vez hubo hecho esto, él le
explicó tristemente, que las criaturas a las que ella
había confundido con simples juguetes terminarían
quitándose de encima al pueblo de los gigantes y se
convertirían en los señores de la
Tierra.

Los Enanos,
Pequeños Hombres

Los enanos y elfos oscuros habían
sido engendrados como gusanos en la carne del gigante muerto
Ymir. Los dioses, percatándose de estas
pequeñas e informes criaturas arrastrándose fuera y
dentro, las dotaron deforma y rasgos y fueron conocidas como
elfos oscuros. Las pequeñas criaturas eran
tan sencillas, con su piel oscura, ojos verdes, grandes cabezas,
piernas cortas y pies de cuervo, que se les ordenó que se
escondieran bajo tierra, con instrucciones de no volver nunca a
aparecer durante el día a menos que quisieran verse
transformados en piedra. Aunque menos poderosos que los dioses,
eran mucho más inteligentes que los hombres, ya que su
conocimiento era ilimitado y se prolongaba incluso al futuro, por
lo que los dioses y hombres anhelaban por igual hacerles
preguntas.

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Los enanos también eran conocidos como
trolls, kobolds,
brownies, goblins,
pucks o gente de Huldra,
dependiendo del país donde tuvieran, aunque no quiere
decir esto que todos fueran lo mismo. En la literatura europea
medieval se trata de especies distintas, de aspectos y caracteres
diferentes.

El
Tarnkappe

Estos pequeños seres podían moverse con
maravillosa celeridad de un sitio a otro y les gustaba ocultarse
detrás de las rocas, desde donde repetirían
maliciosamente las últimas palabras de las conversaciones
que escuchaban. Debido a este bien conocido ardid, los ecos se
conocían como "charla de enanos" y la gente creía
que la razón por la que los artífices de estos
ruidos nunca eran vistos se debía a que cada enano era el
orgulloso propietario de un pequeño sombrero rojo que
hacía invisible al que lo llevaba puesto. Este sombrero se
conocía como tarnkappe, y sin él
los enanos no osaban aparecer en la superficie de la Tierra tras
la salida del Sol por miedo a ser petrificados. Cuando lo
licitaban puesto, estaban libres de este gran peligro.

La Magia de los Enanos

Los enanos, al igual que los elfos,
fueron gobernados por un rey que, en varios países del
Norte de Europa, era conocido como Andvari,
Alberich, Elbegast,
Gondemar, Laurin u
Oberón. Él vivía en un
magnífico palacio subterráneo, adornado con las
gemas que sus subditos habían extraído del seno de
la tierra y, además de incontables riquezas y el
tarnkappe, poseía un anillo mágico,
una espada invencible y un cinturón de fuerza. Los
pequeños hombres, que eran herreros muy hábiles,
fabricaban a sus órdenes maravillosas joyas o armas, las
cuales eran entregadas por su rey a sus mortales
favoritos.

Ya sabemos que los enanos fabricaron la cabellera dorada
de Sif, el barco Skidbladnir, la
punta de lanza de Odín,
Gungnir, el anillo Draupnir, el
jabalí de las cerdas de oro Gullinbursti,
el martillo Mjollnir y el collar de oro de
Freya, Brisingamen. Se dice que
también forjaron el cinto mágico que Spenser
describe en su poema "Faerie Queen", un cinto del cual se
decía que tenía el poder de revelar si su portador
era virtuoso o un hipócrita. Los enanos también
crearon la mítica espada Tyrfing, que
podía atravesar el hierro y la roca, que se la dieron a
Angantyr. Esta espada, como la de
Frey, luchaba con voluntad propia y no
podía ser envainada, tras ser extraída de su funda,
hasta que se hubiese manchado de sangre su hoja.
Angantyr estaba tan orgulloso de su arma que hizo
que la enterraran con él. Pero su hija
Hervor visitó su tumba a media noche,
recitó hechizos mágicos y le obligó a salir
de su sepultura para que le entregara la preciosa espada. Ella la
empuñó con valentía y con el tiempo se
convirtió en propiedad de otro de los héroes
nórdicos.

Otra célebre arma, que de acuerdo con la
tradición fue forjada por los enanos en la tierra del
Este, era la espada Angurvadel, que
Frithjof recibió como parte de la herencia
de sus padres. Su empuñadura era de oro bruñido y
la hoja estaba grabada con runas que eran inactivas hasta que era
usada en guerra, entonces se ponían tan rojas como la
cresta de un gallo de pelea.

Los
Elfos

Además de los enanos, existía otra
numerosa estirpe de pequeñas criaturas llamadas los
Ljosalfar, "elfos blancos", que
habitaban en el reino del aire entre el cielo y la tierra, que
era indulgentemente gobernado por el afable dios
Frey desde su palacion en
Alfheim. Los elfos, a veces
llamados duendes, eran seres hermosos y benéficos, tan
puros e inocentes que, según algunas autoridades, su
nombre se derivaba de la misma raíz de la palabra latina
"blanco" (albus), la cual, en una versión modificada, fue
dada a los Alpes y a Albion (Inglaterra), debido a sus blancos
acantilados de tiza que podían ser vistos desde
le]os.

Los elfos eran tan pequeños que
podían moverse rápidamente sin ser vistos mientras
cuidaban de las flores, los pájaros y las mariposas y,
como tenían una gran pasión por la danza, a menudo
descendían a la Tierra sobre un rayo de Luna, para bailar
en la hierba. Agarrados todos de las manos, danzaban en
círculos, formando de esta manera los "anillos
mágicos", que se discernían debido al tono
más verde y a la exuberancia de la hierba que sus
pequeños pies habían pisado.

Si cualquier mortal se situaba en medio de estos anillos
mágicos podía, según la creencia popular en
Inglaterra, ver a los duendes y ganarse su favor. Sin embargo,
los escandinavos y los teutones afirmaban que el infeliz
debía morir.

La Danza de los Elfos

Estos elfos, que en Inglaterra eran
llamados hados, eran músicos entusiastas y
se deleitaban especialmente con cierta tonada conocida como la
"danza de los elfos", la cual era tan
irresistible que nadie que la oyera podía evitar ponerse a
bailar. Si un mortal, acertando a oír esta música,
se aventuraba a reproducirla, se encontraba súbitamente
incapaz de parar y era forzado a seguir tocando y bailando hasta
que moría de fatiga, a menos que fuera lo suficientemente
hábil como para tocar la melodía al revés o
alguien cortara compasivamente las cuerdas de su violín.
Sus oyentes, que se veían obligados a bailar mientras la
música perdurarse, podían parar sólo cuando
ésta cesara.

Oberón y
Titania

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En tiempos posteriores, se dijo que los
elfos estaban gobernados por el rey de los
enanos, el cual, al ser un espíritu del inframundo, fue
considerado como un demonio y se le permitió que
conservara los poderes mágicos que los misioneros le
habían arrebatado al dios Frey. En
Inglaterra y Francia, el rey de los duendes era conocido con el
nombre de Oberón. Él gobernaba la
tierra de las hadas junto a su reina Titania y
las más importantes festividades de la Tierra se
celebraban en el solsticio de verano. Era entonces cuando los
duendes se congregaban a su alrededor y bailaban con más
alegría.

Estos elfos, al igual que los
brownies, los Huldrafolks, los
kobolds, etc. supuestamente visitaban las moradas
humanas y se decía que sentían un malicioso placer
enmarañando las crines y las colas de los caballos. Estos
enredos eran conocidos como "nudos de elfo" y siempre que un
granjero los divisaba, declaraba que sus caballos habían
sido cabalgados por los elfos durante la
noche.

Alfblot

En Escandinavia y Alemania se ofrecían
sacrificios a los elfos para que les fueran
propicios. Estos sacrificios consistían en algún
pequeño animal, o en un cuenco de miel y leche, que se
conocía como Alfblot. Eran bastante
comunes hasta que los misioneros enseñaron a la gente que
los elfos eran simples demonios, tras lo cual,
pasaron a ser ofrecidos a los ángeles, a los cuales se
acudió durante mucho tiempo para que favorecieran a los
mortales y se Íes propició con las mismas
ofrendas.

Se suponía que muchos de las
elfos femeninas vivían y morían con
los árboles y plantas que ellos cuidaban, pero estas
doncellas del musgo, el bosque o los árboles, aunque
increíblemente hermosas cuando eran contempladas por
delante, estaban tan ahuecadas como un hoyo cuando eran vistas
desde atrás. Ellas aparecen en muchos de los relatos
populares, pero casi siempre como espíritus benevolentes y
serviciales, ya que siempre estaban dispuestas a hacer el bien
por los mortales y a cultivar relaciones amistosas con
ellos.

Las Nornas,
señoras del destino

Las diosas nórdicas del Destino, a las que se
conocía como Nornas, no eran de ninguna
manera dependientes de los dioses, quienes no podían ni
cuestionar ni influir en sus decretos bajo ningún
concepto. Eran tres hermanas, probablemente descendientes del
gigante Norvi, de quien emergió
Nott (noche). Tan pronto como concluyó la
Edad de Oro, y el pecado comenzó a recorrer incluso las
moradas celestiales de Asgard, las
Nornas hicieron su aparición bajo el gran
fresno Yggdrasill y establecieron su residencia
cerca del manantial Urdar. Según algunos
mitólogos, su misión era la de advertir a los
dioses de males futuros, pedirles que hicieran buen uso del
presente y enseñarles sanas lecciones del
pasado.

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Estas tres hermanas, cuyos nombres eran
Urd, Verdandi y
Skuld, eran las personificaciones del pasado, el
presente y el futuro respectivamente. Su labor principal era la
de tejer el "telar del Destino", regar diariamente el
árbol sagrado con agua del manantial Urdar
y poner tierra fresca alrededor de sus raíces, para que
permaneciera bresco y verde por siempre.

Otros mitólogos, afirmaron posteriormente que las
Nornas velaban por las manzanas de oro que
colgaban de las ramas del árbol de la vida, la experiencia
y el conocimiento, permitiéndole sólo a
Idunn que recogiera la fruta, que era con la que
los dioses renovaban su juventud.

Las Nornas también alimentaban y
cuidaban de los dos cisnes que vivían en las cristalinas
aguas del manantial Urdar y de este par se supone
que descienden todos los cisnes de la Tierra. Se dice que a veces
las Nornas se vestían con plumas de cisne
para visitar Midgard, o surcaban como sirenas por
las costas de diversos lagos y ríos, apareciendo ante los
mortales, de cuando en cuando, para pronosticar el futuro o
darles sabios consejos.

El Telar de las
Nornas

Las Nornas tejían a veces telares
tan extensos que mientras una de las tejedoras se encontraba en
la cima de una montaña en el extremo occidental, otra se
encontraba en el extremo oriental. Las hebras de su trama
parecían cuerdas y eran de diversos colores, según
la naturaleza de los acontecimientos que iban a ocurrir, y una
hebra negra, extendiéndose de Norte a Sur, era considerada
invariablemente como un presagio de muerte. Mientras las hermanas
viajaban de acá para allá, entonaban una
canción solemne. Aparentemente no tejían
según su propio deseo, sino ciegamente, como si ejecutaran
de mala gana los deseos de Orlog, la ley eterna
del universo, una antigua y poderosa fuerza, que al parecer no
tenía ni principio ni fin. Dos de ellas,
Urd y Verdandi, eran consideradas
como entidades muy benéficas, pero la tercera, se dice,
deshacía inexorablemente su trabajo y, a menudo, cuando
estaba casi concluido, lo reducía furiosamente a jirones,
esparciendo los restos al viento.

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Como personificaciones del tiempo, las
Nornas eran representadas como hermanas de
diferentes edades y características. Urd
(Wurd, rara) tenía un aspecto muy viejo y
decrépito, continuamente mirando hacia atrás, como
si estuviera absorta contemplando sucesos y gentes pasados.
Verdandi, la segunda hermana, era joven,
atractiva y audaz, mirando al frente, mientras que
Skuld, la del futuro, era representada
generalmente con un espeso velo y la cabeza girada en la
dirección opuesta a la que Urd estaba
mirando y sosteniendo un libro o pergamino que aún no
había sido abierto o desenrollado.

Los dioses visitaban diariamente a las
Nornas, con las que les encantaba consultar, e
incluso el mismo Odín bajaba
frecuentemente hasta el manantial Urdar para
solicitar su ayuda, ya que ellas respondían por lo general
a sus preguntas, manteniendo silencio sólo acerca de su
propio destino y el de los demás dioses.

La Historia de
Nornagesta

Las tres hermanas visitaron Dinamarca en una
ocasión y entraron en la morada de un noble cuando su
primer hijo vino al mundo. Introduciéndose en la
habitación en la que se encontraba la madre, la primera
norna prometió que el niño
sería bien parecido y valiente y la segunda que
sería próspero y un gran escaldo, predicciones que
llenaron de alegría los corazones de los padres. Mientras
tanto, las noticias de lo que estaba sucediendo se habían
expandido y los vecinos entraron en la habitación en tales
cantidades que la tercera norna fue empujada
groseramente fuera de su asiento.

Furiosa ante esta afrenta, Skuld se
alzó altanera y declaró que los dones concedidos
por sus hermanas serían inútiles, ya que ella
decretaba que el niño viviría sólo tanto
tiempo como el cirio que ardía al lado de la cama tardara
en consumirse. Estas palabras llenaron de terror el
corazón de la madre y estrechó desesperadamente al
bebé contra su pecho, pues el cirio ya casi se
había consumido y su extinción estaba cercana. La
norna mayor, sin embargo, no tenía la
intención de ver cómo sus predicciones se
convertían en nada. Pero ya que ella no podía
obligar a su hermana a retractarse de sus palabras, asió
rápidamente el cirio, apagó la llama y le
entregó el pedazo humeante a la madre del niño,
pidiéndole que lo guardara cuidadosamente y que nunca
volviera a encenderlo hasta que su hijo estuviera ya hastiado de
la vida.

Al niño se le dio el nombre de
Nornagesta, en honor a las Nornas
y creció siendo tan hermoso, valiente y talentoso como
cualquier madre pudiese desear. Cuando fue lo suficientemente
mayor como para comprender la solemnidad de sus obligaciones, su
madre le contó la historia de la visita de las
Nornas el día de su nacimiento y
colocó en su mano el fragmento de vela que quedaba, el
cual guardó durante muchos años, dentro del
armazón de su arpa para más seguridad.

Cuando sus padres fallecieron,
Nornagesta deambuló de un lugar a otro,
tomando parte y destacando en todas las batallas, cantando sus
hazañas heroicas dondequiera que fuese. Ya que era de
temperamento entusiasta y poético, no se cansó
pronto de la vida, y mientras otros héroes se
hacían viejos y decrépitos, él
permanecía joven de corazón y vigoroso de cuerpo.
Por tanto, presenció las emocionantes gestas de las
épocas heroicas, fue un preciado compañero de los
antiguos guerreros y, tras vivir durante trescientos años,
vio que la creencia en los antiguos dioses paganos pasaba a ser
sustituida por las enseñanzas de los misioneros
cristianos.

Nornagesta llegó finalmente hasta
la corte del rey Olav Tryggvesson, el cual, siguiendo su
costumbre, le convirtió casi a la fuerza y le
convenció para que fuera bautizado. Entonces, deseoso de
convencer a su gente de que los tiempos de las supersticiones
habían pasado, el rey obligó al anciano escaldo a
extraer y encender el cirio que había guardado con tanto
cuidado durante más de tres siglos.

A pesar de su reciente conversión,
Nornagesta observó inquieto la llama
mientras parpadeaba y, cuando finalmente se apagó,
cayó al suelo sin vida, demostrando así que, a
pesar del bautismo recién recibido, él aún
creyó en las predicciones de las
Nornas.

En la Edad Media, e incluso más tarde, las
Nornas figuran en muchas historias y mitos,
apareciendo como hadas o brujas, como por ejemplo, en la historia
de "La Bella Durmiente" de los hermanos Grimm y la tragedia de
Shakespeare, "Macbeth".

Las Vala o
Disas

A veces, las Nornas llevaban el nombre
de Vala, o profetisas, ya que tenían el
poder de la adivinación, un poder que se contemplaba con
gran veneración en las razas nórdicas, que
creían que estaba restringido al sexo femenino.

Las predicciones de las Vala nunca eran
cuestionadas y se dice que el general romano Druso se
aterrorizó tanto ante la aparición de
Veleda, una de las profetisas, la cual le
advirtió que cruzara el Elba, que terminó ordenando
la retirada. Ella presagió su muerte cercana, la cual
sucedió efectivamente poco después con una
caída de su caballo.

Estas profetisas, a las que también se
conocía como Idisas, Disas
o Hagedisas, oficiaban en los santuarios
forestales y en arboledas sagradas, y siempre acompañaban
a los ejércitos invasores. Encabezando o mezcladas entre
el ejército, conducían vehementemente a los
guerreros a la victoria, y cuando la batalla había
concluido, a menudo cortaban el "águila sangrienta" en los
cuerpos de los prisioneros, abriendo la espalda de la
víctima, entre las costillas, para extraerle los pulmones
del tórax y desplegarlos como si fueran alas. La sangre se
recogía en grandes baldes, en los que las
Disas sumergían sus brazos desnudos hasta
los hombros, antes de unirse a la frenética danza con la
que concluía la ceremonia.

No era de extrañar que estus mujeres fueran muy
temidas. Se ofrecían sacrificios para que ellas fueran
propicias y sólo fue en tiempos posteriores cuando fueron
degradadas al rango de brujas y enviadas a unirse con las
multitudes de demonios en Brochen (Alemania), o Blockslberg o
Valpurgisnacht (noche de valpurgis). Ademas de las
Nornas o Disas, que
también eran consideradas deidades protectoras, los
nórdicos adjudicaban a cada ser humano un espíritu
guardián llamado Fylgia, el cual le
atendía de por vida, o bien conforma humana o animal y
permanecía invisible a no ser en el momento de la muerte,
excepto para los poco iniciados. La Fylgia
equivale al "ángel de la guarda" cristiano, que el
normánico designa como "ángel seguidor"
(fylgjuengill).

Las Valkirias,
electoras de los caídos

Las asistentes especiales de
Odín, las valkirias o
mujeres guerreras, eran o bien sus hijas, como es el caso de
Brunnhild (Brunnhilde o
Brunilda), o descendientes de reyes mortales,
mujeres que tenían el privilegio de permanecer inmortales
e invulnerables mientras obedecieran implícitamente a los
dioses y permanecieran vírgenes. Ellas y sus caballos eran
las personificaciones de las nubes, y sus relucientes armas las
de los relámpagos. Los antiguos imaginaban que
descendían en picado a la orden de
Valfoedr, para escoger entre los caídos en
batalla a los héroes dignos de disfrutar de los placeres
del Valhalla y lo suficientemente valientes como
para prestar ayuda a los dioses cuando la Gran Batalla del
Ragnarök tuviera lugar.

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Estas doncellas eran representadas como jóvenes y
bellas, con brazos resplandecientemente blancos y cabellos
dorados y sueltos. Vestían cascos de plata o de oro y
coseletes rojos como la sangre, y portando lanzas y escudos
resplandecientes, cargaban audazmente a través del fragor
de la batalla sobre sus briosos corceles blancos. Estos caballos
galopaban a través de los dominios del aire y sobre el
palpitante Bifrost, llevando no sólo a sus
hermosas jinetes, sino también a los héroes
caídos que, tras haber recibido el beso de la muerte de
las valkirias, eran transportados inmediatamente
al Valhalla.

Ya que los corceles de las valkirias
eran las personificaciones de las nubes, era natural pensar que
el blanco hielo y el rocío caían sobre la tierra
desde sus brillantes crines mientras surcaban el aire velozmente
de acá para allá. Consiguientemente, eran muy
venerados y respetados, ya que la gente atribuía su
influencia benéfica a gran parte de la fertilidad de la
tierra, la armonía de los valles y las montañas, el
esplendor de los pinos y el sustento de las praderas.

La misión de las valkirias no
sólo se limitaba a los campos de batalla sobre la tierra,
pues a menudo también cabalgaban sobre el mar, asiendo a
los vikingos muertos en los buques de guerra que se
hundían. A veces esperaban en la costa y les
atraían hasta allí, una advertencia infalible de
que la batalla que se aproximaba sería su última
lucha, la cual era recibida con gozo por todo héroe
nórdico.

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Su Número
y Obligaciones

El número de las valkirias
difiere mucho según los diferentes mitólogos,
fluctuando de tres hasta dieciséis, aunque la
mayoría de las autoridades en la materia, sin embargo,
citan sólo a nueve. Las valkirias eran
consideradas como divinidades del aire. También se las
llamaba "doncellas de los deseos". Se decía que
Freya y Skuld las encabezaban a
menudo hacia la batalla.

Vio a las valkirias, de lejos
venidas,

dispuestas a entrarle al pueblo de
godos,

Skuld con su escudo, la segunda
Skogul,

Gunn, Hild, Gondul y Geirskogul.

Ya dichas están las doncellas de
Herjan

dispuestas a entrarle, valkirias, al
mundo.

Völuspa (La Visión de la
Adivina)

Las valkirias, como hemos visto,
tenían importantes obligaciones en
Valhalla, cuando, dejando sus armas
ensangrentadas a un lado, vertían hidromiel celestial para
los Einherjar. Esta bebida deleitaba las almas de
los recién llegados y recibían a las bellas damas
guerreras tan cálidamente como cuando las habían
visto por primera vez en el campo de batalla y se habían
dado cuenta de que habían venido para transportarles a
donde de buena gana irían.

Wieland el
Herrero y las Valkirias

Se suponía que las valkirias
realizaban vuelos frecuentes a la tierra con plumajes de cisne,
que ellas se quitaban al llegar a un río apartado, para
poder disfrutar de un baño. Cualquier mortal que las
sorprendiera de este modo y obtuviera su plumaje, podía
evitar que abandonaran la Tierra e incluso podía obligar a
estas orgullosas guerreras a casarse con él si ése
era su deseo.

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Se dice que tres valkirias,
Oirun, Alvit y
Svanhint, estaban jugando en una ocasión
en las aguas, cuando los tres hermanos Egil,
Slagfinn y Volund o
Wieland, se aparecieron de repente ante ellas y,
cogiendo sus plumajes de cisne, los jóvenes las obligaron
a permanecer en la Tierra y a convertirse en sus esposas durante
nueve años, pero al finalizar ese período,
recuperando sus plumajes, o rompiéndose el hechizo de
alguna otra manera, lograron escapar.

Los hermanos sintieron profundamente la pérdida
de sus esposas y dos de ellos, Egil y
Slagfinn, tras ponerse su calzado de nieve, se
fueron en busca de sus amadas, desapareciendo en las frías
y nebulosas regiones del Norte. El tercer hermano,
Wieland, sin embargo, permaneció en casa,
sabiendo que cualquier búsqueda sería inútil
y encontró consuelo contemplando un anillo que
Alvit le había entregado como prueba de su
amor y guardó constantemente la esperanza de que
algún día regresara.

Ya que era un herrero muy hábil y podía
fabricar los más delicados ornamentos de plata y oro, al
igual que armas mágicas que ningún golpe
podía partir, Wieland empleó su
tiempo libre en fabricar setecientos anillos exactos al que su
mujer le había regalado. Una vez terminados, los
ató uno con otro. Pero una noche, tras regresar de la
caza, encontró que alguien se había llevado uno de
los anillos, dejando los otros intactos y sus esperanzas se
vieron renovadas, ya que se dijo a sí mismo que su esposa
había estado allí y pronto regresaría para
quedarse.

La misma noche, sin embargo, fue sorprendido mientras
dormía y atado y hecho prisionero de
Nidud, rey de Suecia, que se hizo con su espada,
una selecta arma con poderes mágicos que guardaba para uso
propio, y con el anillo de amor hecho de puro oro del Rin, que
posteriormente le dio a su única hija,
Bodvild.

Mientas, el infeliz Wieland fue
conducido cautivo hasta una isla cercana donde, tras ser cortadas
sus piernas para que no pudiese escapar, el rey le puso forjar
armas y ornamentos continuamente para su uso. También le
exigió construir un intrincado laberinto, e incluso hoy en
día, en Islandia, los laberintos se conocen como "casas de
Volund".

La rabia y la desesperación de
Wieland crecían con cada nuevo insulto que
le profería Nidud, y empleaba noche y
día para pensar en un modo de vengarse. Tampoco se
olvidó de planear su escapatoria y durante los descansos
entre trabajo y trabajo fabricó un par de alas similares a
aquellas que su esposa había utilizado para escapar como
valkiria, que él pretendía ponerse
tan pronto como su venganza hubiese sido realizada.

Un día el rey fue a visitar a su prisionero y le
trajo la espada que le había robado para que la reparara.
Sin embargo, Wieland la sustituyó
astutamente por otra arma tan exactamente igual a la espada
mágica como para engañar al rey cuando viniese a
reclamarla. Unos pocos días más tarde,
Wieland atrajo a los hijos del rey a su
herrería y los mató, tras lo cual fabricó
ingeniosamente vasos de beber a partir de sus cráneos y
joyas a partir de sus ojos y dientes, entregándoselos a
sus padres y hermana.

La familia real no sospechó de dónde
procedían, por lo que estos regalos fueron aceptados con
gozo. Mientras que los pobres jóvenes, se creía que
fueron arrastrados al mar y ahogados. Algún tiempo
después, la hija del rey, Bodvild,
deseando tener su anillo arreglado, también visitó
la cabaña del herrero, donde, mientras esperaba,
bebió confiadamente de una droga mágica que la
sumió en el sueño y la dejó a merced de
Wieland, quien aprovechó la ocasión
para violarla.

Habiendo concluido su último acto de venganza,
Wieland se puso inmediatamente las alas que
había estado preparando para este día y, cogiendo
su espada y su anillo, alzó lentamente el vuelo.
Dirigiéndose hacia el palacio, se posó fuera de
alcance y le relató sus crímenes a
Nidud. El rey, fuera de sí de rabia,
llamó a Egil, hermano de
Wieland, que también había
caído en su poder y le ordenó que utilizara sus
maravillosas dotes de arquero para abatir al insolente fugitivo.
Obedeciendo una señal de Wieland,
Egil apuntó hacia una protuberancia bajo
su ala, donde se ocultaba una vejiga llena de sangre de los
jóvenes príncipes y el herrero escapó
volando triunfante, e ileso, declarando que
Odín le entregaría su espada a
Sigmund, una predicción que se vio
debidamente cumplida.

Wieland se dirigió entonces a
Alfheim, donde, si la leyenda está en lo
cierto, encontró a su amada esposa, siendo por siempre
feliz junto a ella hasta el ocaso de los dioses.

Pero incluso en Alfheim este diestro
herrero siguió ejerciendo su oficio, y varias armaduras
impenetrables, que se dice que él fabricó, son
descritas en poemas heroicos posteriores. Además de
Balmung y Joyeuse, las célebres espadas de
Sigmund y Carlomagno, se dice que también
forjó a Miming para su hijo
Heime y muchas otras espadas famosas.

Brunnhild

La historia de Brunnhild se encuentra de
muchas formas. Algunas versiones describen a la heroína
como la hija de un rey a la que Odín
retuvo para que le sirviera en su grupo de
valkirias, otras como la líder de las
valkirias e hija del mismo
Odín. En la historia de Richard Wagner,
"El Anillo de los Nilbelungos", el gran músico
presenta una concepción particularmente atractiva, aunque
no obstante más moderna, de la jefa de las
valkirias y su desobediencia cuando
Odín le ordenó que trajera al joven
Sigmund al lado de su amada
Sieglinde, para llevarle hasta el Palacio de los
Benditos.

 

 

Autor:

Allan Alvarado Aguayo

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