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Manuel Belgrano




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Monografía destacada

  1. Introducción
  2. Contexto
    histórico
  3. Nacimiento y
    estudios
  4. Influencias en el
    pensamiento de Manuel Belgrano
  5. Pensamiento y
    repercusiones de las ideas de Belgrano en la
    economía
  6. Belgrano y el
    Consulado. 1794 – 1809
  7. Transmisión
    de sus ideales
  8. Biografía
  9. Conclusión
  10. Bibliografía

Introducción

José Manuel Joaquín del Corazón de
Jesús Belgrano fue uno de los grandes próceres
argentinos, todos lo recordamos por la creación de la
bandera que hasta hoy en día representa a todos los
argentinos. Pero más allá de eso, hay que saber que
fue un luchador incansable por lograr una educación
abierta y gratuita para todos aquellos que en esos tiempos no
podían acceder a la misma, fue un visionario
extraordinario de la modernización de la industria
agropecuaria. Fue un escritor destacado, y general del
ejército argentino de la revolución. Sin embargo,
él tenía una faceta que no todos conocen pero no
por eso deja de ser la más importante de todas, la de
economista.

Belgrano es considerado el primer economista argentino,
con sus ideales acerca del comercio, la industria y las
ganancias.

En esta monografía redactaremos su vida, sus
estudios, sus ideales, las herramientas que utilizo para
transmitir a las mismas, sus repercusiones y sus logros que
llevaron a que este prócer sea lo que es hoy en
día.

DESARROLLO

Contexto
histórico

El Virreinato del Río de la
Plata

En un principio, el inmenso territorio americano
controlado por los españoles se dividió en
dos jurisdicciones llamadas virreinatos: el de Nueva
España, creado en 1534, y el del Perú,
fundado en 1544; y dos Capitanías Generales, la de
Yucatán (creada en 1542 ) y la de Nueva Granada
(1564).

Pero los territorios a administrar seguían
siendo muy extensos y difíciles de controlar y la
Corona española decidió subdividirlos y crear
nuevos virreinatos y capitanías. Así, la
Capitanía de Nueva Granada se transformó en
Virreinato; se creó el Virreinato del Río de
la Plata (1776) y las Capitanías de Chile, Cuba,
Venezuela y Guatemala.

Los virreyes eran los representantes directos del
Rey en América y eran los funcionarios más
poderosos en estas tierras. En un principio su nombramiento
era vitalicio, pero cuando la corona notó que se
volvían un tanto independientes y ambiciosos, les
redujo el mandato a un período que iba de tres a
cinco años, según los casos. Cuando
terminaban su mandato debían someterse al "Juicio de
residencia", en el que la Corona evaluaba la
actuación del virrey y, sobre todo, si se
había enriquecido injustificadamente durante su
gestión.

Los virreinatos estaban a su vez divididos en
gobernaciones, intendencias y municipios. Dentro de los
municipios la institución más importante eran
los cabildos que se encargaban del gobierno y la
administración de las ciudades y sus alrededores.
Cuando la situación lo requería podía
convocarse a un "Cabildo Abierto" al que podían
concurrir, como decían las invitaciones de la
época "la parte más sana y principal de la
población", es decir los vecinos
propietarios.

El poder judicial estaba representado por la
Audiencia y a su cargo estaban los "oidores" que
ejercían la justicia civil y criminal.

Para enfrentar el contrabando, controlar mas
poderosamente el Atlántico Sur y aprovechando que
Inglaterra estaba ocupada en la guerra de Independencia de
sus colonias del Norte, el Rey Carlos III de España
decidió crear el Virreinato del Rio de la Plata con
capital en Buenos Aires en 1776.

El primer virrey de estas tierras fue Don Pedro de
Cevallos, un experimentado jefe militar español que
había sido gobernador de Buenos Aires.

El virreinato ocupaba el espacio de las actuales
Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay y parte de Chile. En
1782 la Corona española decidió dividirlo en
ocho intendencias La Paz, Cochabamba, Charcas,
Potosí, Paraguay, Salta, Córdoba y Buenos
Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la autoridad
directa del virrey, Montevideo, Misiones, Chiquitos y
Moxos.

La inclusión del Alto Perú con las
minas de Potosí garantizó los recursos
necesarios para sostener a la nueva estructura
administrativa y empeoró aún más las
tradicionalmente malas relaciones entre Buenos Aires y
Lima.

España impuso un rígido sistema
comercial a sus dominios en America, conocido como el
monopolio, según el cual las colonias solo
podían comerciar a través suyo. El problema
era que España no era un potencia industrial ni
mucho menos y no estaba en condiciones de abastecer y
comprar a su vez, todos los productos que producía
América. Por lo tanto, se fue transformando en una
intermediaria entre los productores y consumidores ingleses
o franceses y los productores y consumidores
americanos.

Era una situación injusta que provoco
distintas consecuencias. Por un lado el desarrollo del
contrabando, es decir la entrada y salida de
mercaderías por puertos clandestinos para no pagar
derechos de aduana. Por otra parte fue generando mucho
descontento, sobre todo en Buenos Aires, y fomentando las
ideas partidarias de terminar con el monopolio y el fomento
del libre comercio.

Dentro del enorme territorio del virreinato del
Río de la Plata, convivían regiones muy
diferentes con situaciones culturales, sociales y
económicas muy distintas.

A Cevallos lo sucedió el mexicano Juan
José de Vértiz. Vértiz mandó a
hacer el primer censo de la población de Buenos
Aires en 1778. La ciudad tenía 24.754 habitantes y
la campaña 12.925.

En 1782 la Corona española decide dividir
el extenso territorio del Virreinato del Río de la
Plata en ocho intendencias: La Paz, Cochabamba, Charcas,
Potosí, Paraguay, Salta, Cóconomirdoba y
Buenos Aires, y cuatro gobiernos subordinados a la
autoridad directa del virrey, Montevideo, Misiones,
Chiquitos y Moxos.

Durante el virreinato de Arredondo se creo el
Consulado en 1794, un organismo destinado a organizar la
vida economica de la Colonia. Controlaba a los comerciantes
para que no aumentaran injustificadamente sus precios y
para con no engañaran a sus clientes con los pesos y
medidas de sus mercaderías.

El primer secretario fue un joven criollo que
habia estudiado en Europa las más modernas
teorías económicas, Manuel Belgrano, quien en
los informes anuales del consulado aconsejara a las
autoridades fomentar la industria y las artes
productivas.

Las ideas innovadoras de Belgrano quedarán
reflejadas en sus informes en los que tratará por
todos los medios de fomentar la industria y modificar el
modelo de producción vigente.

Atento al avance de estas ideas, hacia 1799 el
virrey Avilés publicó un bando en el que
anunciaba graves castigos a todos aquellos
que "…se procuraran lecturas
prohibidas", 
pues estaba
informado "…de haberse introducido papeles
extranjeros con relaciones odiosas de insurrecciones,
revoluciones y trastornos de los gobiernos establecidos y
admitidos."

Sin embrago, durante el virreinato de
Joaquín del Pino comenzó a publicarse en
Buenos Aires el primer periódico de nuestra
historia: el Telégrafo Mercantil, Rural,
Político, Económico e Historiogràfico
del Río de la Plata
. A través de sus
páginas, sus editores, entre los que estaban Manuel
Belgrano, trataban de difundir las nuevas ideas
económicas y políticas. Pero, el Virrey,
molesto por el contenido político de la
publicación y por la gran influencia que fue
adquiriendo, decidió clausurar
el Telégrafo el 17 de octubre de
1802. Al año siguiente Hipólito Vieytes y
Manuel Belgrano publican el Semanario de
agricultura, industria y Comercio. 

La Invasiones inglesas de 1806 y 1807 conmovieron
profundamente la estructura del Virreinato. En Buenos Aires
crecieron las diferencias entre los españoles
partidarios del monopolio y los criollos favorables al
libre comercio. La formación de las milicias
había aumentado el poder de los criollos y
inserción en la política Tras la derrota de
los invasores, el Cabildo, ante el desprestigio de
Sobremonte, nombró a Liniers Virrey interino.
Sobremonte, desconoció el nombramiento y,
según su costumbre vuelve a huir, esta vez a
Montevideo.

Al producirse la invasión
napoleónica a España, el gobernador de
Montevideo, Javier de Elío solicitó la
renuncia de Liniers por su condición de
francés. Lo acusó además, de ser un
agente de Napoleón. Liniers le pidió que
presentara pruebas, pero Elío se negó a
reconocer su autoridad y formó una junta de gobierno
independiente de Buenos Aires.

Los comerciantes y milicianos españoles
encabezados por Alzaga se oponían a Liniers,
supuestamente por su condición de francés y
quisieron aprovechar las elecciones del Cabildo del 1 de
enero de 1809 organizando un motín para desplazar al
virrey. Pero Liniers fue defendido por las milicias
criollas que lograron frenar la protesta. Las milicias
españolas fueron desarmadas y disueltas. Los
dirigentes de esta "asonada" como se la llamó fueron
detenidos y enviados a Patagones. Poco después
serían rescatados por Elío y llevados a
Montevideo.

Para aplacar los ánimos, la junta de
Sevilla decidió poner fin al interinato de Liniers y
enviar al Plata un nuevo Virrey, don Baltasar Hidalgo de
Cisneros.

Cisneros trató de adoptar una actitud
conciliadora. Disolvió la Junta de Montevideo pero
confirmó a Elío como gobernador. A las
milicias españolas se les restituyeron las
armas.

El nuevo virrey, apodado "el sordo" tuvo sin
embargo que escuchar los informes que venían del
Alto Perú y le anunciaban que en las ciudades de
Chuquisaca y La Paz en mayo de 1809, se estaban produciendo
movimientos revolucionarios.

Cisneros ordenó una cruel represión
que provocó centenares de muertos en la "ciudad de
los tres nombres", Charcas, Chuquisaca o La
Plata.

Ante la posibilidad de que estos sucesos se
repitan, y "En mérito a haber llegado la noticia
de que en estos dominios se iba propagando cierta clase de
hombres malignos y perjudiciales, afectos a ideas
subversivas que propenden a trastornar y alterar el
orden público y gobierno
establecido", 
el Virrey decidió crear un
"Juzgado de Vigilancia Política", destinado a
perseguir " a los que promuevan o sostengan las
detestables máximas del partido francés y
cualquier otro sistema contrario a la conservación
de estos dominios en unión y dependencia de esta
metrópoli."

La situación del virreinato era complicada.
El comercio estaba paralizado por la guerra entre
España y Napoleón que provocaba una enorme
disminución de las rentas aduaneras de Buenos Aires,
principal fuente de recursos.

Un joven y talentoso abogado, asesor del Cabildo,
presenta un alegato contra el monopolio comercial
español "La representación de los
hacendados". Allí, Mariano Moreno solicita, entre
otras cosas, la libertad de comercio entre los productores
locales y los comerciantes británicos.

Ante la desesperante escasez de recursos, el nuevo
virrey toma una medida extrema, aún contra la
oposición del consulado: aprueba un reglamento
provisorio de libre comercio que ponía fin a siglos
de monopolio español y autorizaba el comercio con
los ingleses

Las noticias sobre la situación en
España llegaban por barco con dos o tres meses de
atraso y muchas veces la imaginación popular
reemplazaba la falta de informaciones con rumores y
fantasías, alterando el clima tranquilo y aburrido
del virreinato. "Fernando había sido asesinado",
"Napoleón se rindió" "Volvió
Fernando", "Cayó la Junta de Sevilla" Todo era
posible hasta que llegaran las confirmaciones o las
desmentidas del caso.

El 14 de mayo de 1810 llega a Buenos Aires el
buque inglés Misletoe con periódicos ingleses
con alcance al 24 de febrero en los que se daba cuenta de
la caída de la Junta Central de Sevilla,
último bastión del poder español, en
manos de las tropas napoleónicas.

El virrey Cisneros tuvo que reconocer la nueva
situación y publicar un bando el día 18 en el
que pedía que "todo quedara como hasta entonces para
evitar días tormentosos". Todo parece indicar que el
25 de mayo de 1810 llovió fuerte sobre Buenos
Aires.

Los Virreyes del Rio de la
Plata

Pedro de Cevallos 1776-1778

Juan Jose Vertiz 1778-1784

Nicolas del Campo 1784-1789

Nicolas de Arredondo 1789-1795

Pedro Melo de Portugal 1795-1797

Antonio Olaguer y Feliu 1797-1799

Gabriel de Aviles 1799-1801

Joaquin del Pino 1801-1804

Rafael de Sobremonte 1804-1806

Santiago de Liniers 1807-1809

Baltasar H.de Cisneros 1809-1810

Actuación durante las invasiones inglesas
(1806-1807)

El 27 de junio de 1806 fue un día de luto para
Buenos Aires. Bajo un copioso aguacero desfilaron hacia el Fuerte
los 1.500 hombres de Béresford, que abatieron la
enseña real, mientras el virrey Sobremonte marchaba,
apresurado, hacia Córdoba.

Belgrano, capitán honorario de milicias urbanas,
había estado en el Fuerte para incorporarse a alguna de
las compañías que se organizaron y que nada
hicieron luego, para oponerse al invasor.

Días más tarde los miembros del Consulado
prestaron juramento de reconocimiento a la dominación
británica. Belgrano se negó a hacerlo, y como
fugado, pasó a la Banda Oriental, de donde regresó,
ya reconquistada la ciudad, aunque habían sido sus
propósitos participar en la lucha popular.

Al organizarse las tropas para una nueva contingencia,
Belgrano fue elegido sargento mayor del regimiento de Patricios.
Celoso del cargo, estudió rudimentos de milicia y manejo
de armas. Y asiduamente cumplió con sus deberes de
instructor. Cuando quedó relevado de estas funciones fue
adscripto a la plana mayor del coronel Cesar Balbiani, cuartel
maestre general y segundo jefe de Buenos Aires. Como ayudante de
éste, actuó Belgrano en la defensa de Buenos
Aires.

Actuación durante la semana de mayo (18 al 25 de
mayo de 1810)

Durante la gran semana de mayo – sucesión de
días nervioso y febriles que culminan en el general
regocijo del 25 por la noche – Belgrano participa en todas las
gestiones que se realizan para forzar la decisión anhelada
por los patriotas.

La primera noticia concreta de lo que ocurría en
España la tuvieron Belgrano, Saavedra y Castelli por una
gaceta escapada a la censura del Virrey y que, traída en
una fragata inglesa; fue apresuradamente traducida por
Agustín Donado. La Junta Central de Sevilla se
había disuelto; para los criollos las colonias quedaban
ahora desligadas políticamente de la
Península.

El día 18 el virrey Cisneros dio su proclama.
Admitía la gravedad de la situación y pedía
serenidad al pueblo. El inoportuno comunicado decidió a
los tímidos. Al día siguiente, contándose ya
con la necesaria participación de Saavedra, se
resolvió actuar. La inquietud había llegado al
pueblo. El domingo ocurrieron incidentes y tumultos en
pulperías y plazas; grupos nerviosos tomaban partido.
Saavedra y Belgrano, por encargo de sus amigos, entrevistaron al
alcalde de primer voto, Juan José Lezica, y solicitaron la
reunión de un Cabildo Abierto. El 21, es el pueblo
acaudillado por Belgrano, French, Beruti. Rodríguez
Peña el que llega en busca de noticias hasta las puertas
del Cabildo, que está deliberando. Una vez más,
Belgrano habla en representación de todos. Resueltas las
dificultades artificialmente creadas por los españoles, se
realiza el 22 de mayo el Cabildo Abierto. El largo debate y la no
menos larga votación ocuparon todo el día y parte
de la noche. La sesión debió suspenderse, pero a su
término ya estaba decidido, por la mayoría, la
deposición del virrey y la entrega del gobierno al
Cabildo, mientras se procedía a la instalación de
una junta. El 23 se asiste a la última tentativa de los
españoles para detener el movimiento revolucionario. A1
día siguiente se reúnen una vez más los
criollos en la casa de Rodríguez Peña. Belgrano,
que observa la vacilación de algunos y la fatiga de todos,
les advierte su inquebrantable propósito de imponerse,
aunque tenga que recurrir a la violencia de las armas. Esta
decisión los enardece. Nada hará vacilar en
adelante a los jóvenes revolucionarios.

El viernes 25 de mayo, desde temprano, los grupos
populares ocupan la galería de acceso al Cabildo,
resguardándose de la lluvia pertinaz y fría. La
gente aumenta. Muchos están en los cuarteles donde los
soldados permanecen apercibidos.

El drama del norte (1812-1813)- el Exodo
Jujeño

La derrota de Huaqui echó por tierra las
esperanzas norteñas de un fácil triunfo por el
norte. Los hombres salvados del desastre son recibidos por
Pueyrredón en Jujuy y bajan lentamente hasta Salta. En
Yatasto los encuentra Belgrano, el nuevo jefe, quien recibe los
800 hombres, reliquia del ejército del Norte, sin armas,
desmoralizados, incapaces al parecer de luchar, otra vez, contra
los hombres de Goyeneche.

"La deserción es escandalosa – escribe al
gobierno – y lo peor es que no bastan los remedios para
convencerla, pues ni la muerte misma la evita: esto me hace
afirmar más y más en mi concepto de que no se
conoce en parte alguna el interés de la patria, y que
sólo se ha de sostener por fuerza interior y
exteriormente".

La tarea que debe realizar es agotadora: reorganizar los
cuadros, disciplinar los soldados, abastecer el ejército,
dar ánimos a la población, crear, solo, en un
puesto donde la improvisación puede ser falta para todos,
un ejército armónico, disciplinado, apto para
luchar contra los aguerridos regimientos que comandan los
españoles. Se vuelve, entonces, ordenancista al extremo.
Su rigor, su inflexibilidad, su intolerancia para cualquier falta
del servicio, le enajenan la popularidad entre la mayoría,
pero salvan a todos y con ello a la patria. Dentro de las
rígidas normas que establece en su ejército, se
forman hombres que ilustrarán las armas argentinas: Manuel
Dorrego, José María Paz, Gregorio Aráoz de
Lamadrid, Cornelio Zelaya, Lorenzo Lugones. Son jóvenes
entusiastas en cuyas almas arde la llama inextinguible de un
patriotismo exaltado.

Goyeneche permanece, mientras tanto, detenido en el
Norte por la insurrección cochabambina. Hasta Jujuy se
dirige, entonces, Belgrano y en la vieja ciudad celebra, en 1812,
el 25 de mayo. Por segunda vez presenta al pueblo y a los
soldados la bandera de su creación, que es bendecida al
término del tedéum por el deán de la Iglesia
Matriz don Juan Ignacio de Gorriti.

Nuevamente el gobierno lo reprende por su actitud;
Belgrano dolorido, responde en una nota: "La bandera la he
recogido y la desharé…". Otras preocupaciones se suman:
el estado sanitario de las tropas es deficiente, el paludismo
hace estragos, los efectivos del ejército no aumentan en
la cantidad que las circunstancias requieren, y Goyeneche, libre
ya su retaguardia, se dispone a entrar en territorio argentino
por la puerta grande de Humahuaca.

En agosto de 1812 se produce la invasión del
ejército español, compuesto de 3.000 hombres, a las
órdenes del general Pío Tristán, primo de
Goyeneche y como él, natural de Arequipa. El 23 de agosto
de 1812, dispuesta ya la retirada, lanza Belgrano su famosa
proclama a los pueblos del norte: "Desde que puse el pie en
vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, os he
hablado con verdad… Llegó pues la época en que
manifestéis vuestro heroísmo y de que
vengáis a reuniros al ejército de mi mando, si como
aseguráis queréis ser libres. . . ".

Jujuy responde heroicamente al llamado
patriótico. Y como en los viejos éxodos de la
historia, todo un pueblo marcha con sus soldados – hijos de su
seno – guiados por quien, sabedor de que esa es su hora de
gloria, va sereno, hacia el campo de las Carreras, donde el drama
ha de resolverse luego de treinta días de incertidumbre y
duelo. La gente debía llevarse todo lo que podía
ser transportado en carretas, mulas y en caballos. Y así
lo hizo. Los pobladores siguieron a Belgrano cargando muebles,
enseres y arreando el ganado en tropel. Cuando el ejército
español llegó a las inmediaciones, encontró
campo raso. Las llamas habían devorado las cosechas y en
las calles de la ciudad ardían aquellos objetos que no
pudieron ser transportados. Todo era desolación y
desierto. El éxodo llegó hasta Tucumán,
donde Belgrano decidió hacer pie firme. Pero la vanguardia
realista había perseguido y hostigado a los patriotas y
finalmente las atacó. El 3 de septiembre de 1812 se
libró el Combate de Las Piedras, a orillas del río
del mismo nombre. En esta ocasión la victoria fue para los
patriotas.

Belgrano ante el Congreso de Tucumán (6 de julio
de 1816)

Belgrano arriba a Buenos Aires y se encuentra con que la
situación general ha empeorado. La derrota de Rondeau en
el norte, el incremento de la guerra civil en el litoral y la
debilidad de los gobiernos lo afirman en su convicción de
que sólo una monarquía constitucional puede volver
a unir a los pueblos separados por banderías e intereses
de personas. Gobierna en Buenos Aires un pariente suyo, el
coronel Ignacio Álvarez Thomas, quien sustituye a Rondeau.
Preocupa a Buenos Aires la actitud de Santa Fe, donde opera,
contra los caudillos, el ejército de Juan José
Viamonte. Artigas, jefe virtual de las provincias
ribereñas del Paraná, instiga a los santafesinos
para que se subleven contra el poder central. El movimiento
estalla dirigido por Mariano Vera. Las tropas de Viamonte,
diezmadas, deben rendirse.

En estos momentos el gobierno designa a Belgrano para
que se haga cargo del ejército de observación de
mar y tierra, pomposa nominación de unos batallones
acampados en el Rosario. Sabe que su gestión está
condenada de antemano al fracaso, pero, disciplinadamente, se
dirige hacia su nuevo destino. Busca, entonces, la
conciliación; pero uno de sus jefes, Díaz
Vélez, a quien ha enviado para parlamentar con los
insurrectos, se extralimita en sus funciones, abusa de la
confianza en él depositada, y firma por su cuenta el pacto
de Santo Tomé, por el cual se decide, entre otras cosas,
la separación de Belgrano del mando del ejército y
se exigía la renuncia del director Álvarez
Thomas.

Mas el centro de gravedad de la política nacional
se ha desplazado, ahora, a Tucumán, donde un Congreso,
elegido entre la indiferencia de los pueblos cansados de luchar
seis años, es la única esperanza que resta a la
revolución en América.

Llamado por Pueyrredón, quien como San
Martín cree que Belgrano es el jefe indicado para el
ejército del Norte, el general se dirige a la ciudad tan
vinculada a sus recuerdos. El Congreso resuelve oírlo en
sesión secreta. El 6 de julio se reunieron los diputados.
"Yo hablé – le escribe a Rivadavia -, me exalté,
lloré e hice llorar a todos al considerar la
situación infeliz del país. Les hablé de
monarquía constitucional, con la representación
soberana de los Incas…" No todos se sobresaltaron al oír
tan peregrina proposición. Cuando se desespera de la salud
de la patria se aceptan los remedios más extraños,
innecesarios para los organismos fuertes, que hallan en sus
reservas, el equilibrio y la armonía indispensables para
seguir viviendo.

Nacimiento y
estudios

Manuel Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de
junio de 1770, en la casa paterna- actual Avenida Belgrano 430 a
metros del convento de Santo Domingo- y al día siguiente
fue bautizado en la Catedral de Buenos Aires.

Él era criollo aunque su padre Doménico
era de origen italiano, oriundo de Oneglia, en Liguria, y
tenía como primer apellido el de Peri, que luego se
castellanizó como Pérez, pero más adelante
adopto el apellido Belgrano.

Su madre era María Josefa González Casero,
nacida en la ciudad de Buenos Aires, y su familia era procedente
de Santiago del Estero. Domingo Belgrano Peri tuvo un
éxito como comerciante que le permitió enviar a sus
hijos Francisco y Manuel a estudiar a Europa. Deseaba que se
instituyeran en el comercio, pero Manuel opto en cambio estudiar
Derecho.

Manuel Belgrano estudio primeramente en el real Colegio
de San Carlos (antecedente del actual Colegio Nacional de Buenos
Aires). Entre los años 1786 y 1793 estudio Derecho en las
universidades españolas de Salamanca y Valladolid, donde
se graduó con medalla de oro a los 18 años de edad
en la Cancillería de Valladolid, dedicando especial
atención a la economía política. Por tal
motivo, en Salamanca fue el primer presidente de la Academia de
Practica Forense y Economía Política.

Belgrano alcanzo un destacable éxito y prestigio
por entonces, que le permitió obtener del papa Pio VI una
autorización para leer toda clase de literatura prohibida.
Dicha concesión se le otorgó "[…] en la
forma más amplia para que pudiese leer todo género
de libros condenados aunque fuesen heréticos.", con la
única excepción de las obras obscenas. De toda
manera tuvo acceso a los libros de Montesquieu, Rousseau y
Filangieri; así como imbuirse de las tesis de los
fisiócratas de Quesnay. También leyó a los
escritores españoles de tendencia ilustrada, como
Jovellanos y Campomanes.

Influencias en el
pensamiento de Manuel Belgrano

En el siglo XVII, el conocimiento que hasta entonces se
suponia revelado en los textos sagrados, se comenzo a basar en la
experiencia, en mundo real, en los hechos de la naturaleza. Las
ideas de Bacon en la Inglaterra del siglo XVII sobre el metodo
cientifico, y en Francia las de la Ilustacion con la Enciclopedia
de Diderot D"Alembert, y en politica las de Jhon Locke sobre el
contrato como el fundamento del pensamiento democratico y de los
principios de igualdad y libertad personal, fueron las ideas que
asimilo Belgrano y a las que pudo llegar no solo porque
circulaban en el viejo continente sino que, ademas, tuvo un
permiso especial del Papa para leer obras prohibidas.

Con respecto a las influencias especificas sobre la
economia se encuentran los fisiocratas principalmente Quesnay y
Dupont de Nemours, Mirabeau y Turgot. Los mismos propusieron un
conjunto de reformas al comercio, la agricultura y al regimen
fiscal, pero no se implementaron.

La FISIOCRACIA establecia que el comercio es una
actividad improductiva ya que solo es un intercambio de riquezas
ya existentes. Es por esta razon que se enfocaban en la
agricultura y la mineria porque eran las unicas fuentes de
riquezas debido a que el producto neto real solo se obtenia de la
tierra; mediante ellas el hombre explota la capacidad creadora de
la naturaleza.

Pensamiento de Quesnay: "Laissez faire, laissez passer"
(dejar hacer, dejar pasar). Creo la "Tableau Economique" y
describe un modelo para la economía de las naciones
según el cual la sociedad se divide en tres clases:
propietarios de la tierra (aristócratas, alto clero),
trabajadores estériles (artesanos, mercaderes), y
trabajadores productivos (agricultores, ganaderos, pescadores).
Este modelo prevé un flujo de mercancías con un
esquema basado en la circulación sanguínea. Se
trata de un equilibrio económico estacionario, cerrado, en
el cual no existe distinción entre factores productivos y
bienes producidos. 

Belgrano tambien habia leido dos autores italianos,
Galiani y Genovesi. Ambos sostenian dos conceptos que tomaria
Belgrano. Uno, que el precio de un producto no esta determinado
por el costo sino por la utilidad subjetiva. No es el gobierno
quien fija los precios sino la gente que es quien decide lo que
quiere y cuanto esta dispuesta a pagar. El otro concepto es el de
la moneda y la inflacion. La moneda es simplemente una
convencion, y si se provee mas de lo que la gente demanda,
aumentaran los precios (teoria cuantitativa del
dinero).

Otras figuras que influenciaron a Belgrano
fueron:

  • Adam Smith: realizaba una distinción entre
    las actividades que resultaban útiles y productivas, y
    las que no lo eran. En su teoría, los empleos
    productivos eran aquellos que tenían como resultado la
    producción de objetos tangibles, que
    permitirían la acumulación y que generaban un
    "excedente" que se podría re-invertir en el
    futuro.Esto lleva a que las actividades destinadas a
    prestar servicios no son consideradas como
    productivas, al igual que las actividades gubernamentales. No
    negaba que estas actividades fueran necesarias, pero
    remarcaba que no contribuían a enriquecer a
    la sociedad.

  • David Ricardo: muestra que la ganancia
    industrial se ve determinada por la ganancia agrícola,
    ya que los insumos de
    la industria provendrán del excedente de
    la producción agrícola. Cuanta
    más producción agrícola haya, mayores
    serán las posibilidades de obtener ganancia en la
    actividad industrial ya que los precios de
    los productos agrícolas serán
    bajos.

Los escritos de Belgrano tenían un significado
superior a las doctrinas de la fisiocracia y de los primeros
clásicos de la economía política por sus
aportes en relación a lo que el denomino desarrollo
económico armónico y autónomo.
Armónico, porque debía articular la prosperidad
económica de la agricultura con el incipiente desarrollo
de la industria, el comercio y las artes. Autónomo en el
sentido de la necesidad de romper los lazos económicos con
la metrópolis española como intermediadora y
receptora de la riqueza; el comercio fue sinónimo de
independencia política.

No podemos decir que Belgrano era un mero
"fisiócrata" porque reconocia que la agricultura era
apenas una de las tres fuentes de riqueza. Tampoco era un
"metalista", pues sostenia que los metales eran una riqueza de
convención. La verdadera riqueza, la "riqueza real" se
encontraba en la producción. A su vez, tampoco era un
"mercantilista", si bien buscaba por todos los medios favorecer
la situación externa del país favoreciendo las
exportaciones y limitando las importaciones, el desarrollo
principal lo veía en el mercado interno.

Pensamiento y
repercusiones de las ideas de Belgrano en la
economía

Manuel Belgrano en su faceta de economista (una de las
tantas que lo distinguen) propuso varios proyectos y
métodos para hacer un avance en la economia argentina.
Estos métodos y proyectos no solamente tuvieron que ver
directamente con la actividad económica en si, se trataba
de que él quería construir escuelas gratuitas para
todas aquellas personas que puedan asistir sin dificultad alguna
y puedan instruirse para estar capacitados en la
realización de actividades agrícolas
principalmente, obviamente que también se
enseñarían conceptos básicos en la
educación media de los estudiantes concurrentes. Y al
final se construyeron varios establecimientos escolares para la
promoción de este proyecto.

Él creía que al buen clificado se le
debía recompensar de algún modo, o sea, que era un
aficionado en dar premios como forma de incentivo al progreso y
al fomento. Eso es conocido hoy en día como meritocracia,
o sea, una forma de gobierno basada en el mérito. Sin
querer, Belgrano impulsó de alguna manera a una nueva
forma de gobernar.

Otro ideal suyo era la maximización en la
producción de los productos agropecuarios, esto
repercutió en que se debieron utilizar mayores
tecnologías en dicha actividad sin contar a los
agricultores de gran calificación que se encontraban
realizando estas tareas, la mayoría de estas personas
adquirían estos conocimientos y capacidades de las
escuelas que Belgrano había promovido, lo cual hablaba
bien de ese proyecto por el buen trabajo realizado por los
agricultores. Como la principal idea de Belgrano era promover la
agricultura, la Argentina adoptó esta actividad como el
principal eslabón en su economia por los próximos
años hasta llegar a un período de
industrialización.

Luego de la Revolución de Mayo, Belgrano propuso
entonces que la exportación de los sobrantes de la
mercadería era la ganancia más clara que puede
hacer una Nación", instalando la vocación
exportadora en el país. También pensaba que las
materias primas había que importarlas de países
extranjeros para manufacturarlas localmente en vez de importar
productos manufacturados. Esto repercutió en que se
ahorraba dinero y generaba varios puestos laborales.

Belgrano y el
Consulado. 1794 – 1809

Creación del Consulado en Buenos
Aires.

El flamante  Bachiller en Leyes,
egresado de Salamanca, Doctorado en Valladolid, en 1793, fue
llamado desde El Escorial por el Ministro Gardoqui, quien le
anunció que había sido nombrado Secretario Perpetuo
del Consulado, que funcionaria en buenos Aires  En la
Península Ibérica el joven Belgrano se
interesó de modo especial en la economía
política, leyendo a Vitoria, Quesnay, Adam
Smith, Jovellanos y Campomanes, entre otros, y
llegando a presidir la Academia de Práctica Forense y
Economía Política de Salamanca;

Belgrano llegó a Buenos Aires el 7 de mayo de
1794, dispuesto a cumplir con sus obligaciones, desarrollar 
y aplicar sus conocimientos teóricos. El Consulado
comenzó a funcionar el mes  de junio de ese
año, con jurisdicción mercantil, fomento de la
agricultura, industria y comercio. El Secretario debería
""presentar cada año una memoria Consular".

 El Consulado tendría jurisdicción
sobre todo el Virreinato del Río de la Plata para cumplir
tal fin. El mantuvo correspondencia con todos los responsables de
las Provincias del Virreinato del Río de la Plata
pidiéndoles que le mandaran información detallada
de las características geográficas, de las
producciones locales y personas conocidas.

Intentó algunas reformas para subsanar "los
abusos del comercio exterior y fomentar el interno reduciendo las
exacciones que gravaban el mismo, facilitando la
navegación fluvial, insistió en la
construcción de nuevos caminos  hacia Catamarca y
Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero, San Luis y
Mendoza, para facilitar las comunicaciones entre Buenos Aires y
Chile. Responsabilizó a expertos, organizó viajes
de reconocimiento del territorio, levantó planos
topográficos, se interesó en los 
aborígenes a los cuales busca integrar a través del
comercio y evangelizar para su desarrollo como personas. Belgrano
se interesó por el mejoramiento económico, los
aspectos sociales y morales de la población.

El Consulado, por su iniciativa, se
abocó a la construcción del muelle de Buenos Aires;
inició el sondeo del Río de la Plata y
reconocimiento de la costa.  Buscó el fomento de
la agricultura, según sus ideas fisiocráticas. En
la primera Memoria de mediados de 1796 realizó un estudio
económico profundo. Bajo el título "Medios
generales de fomentar la agricultura, animar la industria,
proteger el comercio en un país agricultor",
sintetizó un vasto Programa Económico de Fomento de
la Agricultura, la Ganadería, el comercio libre, el
desarrollo y protección de la Industria Nacional.
Propició la creación de una Escuela Práctica
de Agricultores y otra de Comercio. Creó la Escuela de
Náutica, la Academia de Dibujo, Arquitectura,
 Perspectiva y otra de Matemáticas

Durante su gestión estuvo casi en permanente
conflicto con los vocales del Consulado, todos ellos grandes
comerciantes con intereses en el
comercio monopólico con Cádiz.
Año tras año presentó informes con
propuestas influenciadas por el librecambismo que, en
general, fueron rechazadas por los vocales. Belgrano
sostenía por entonces que "El comerciante debe tener
libertad para comprar donde más le acomode, y es natural
que lo haga donde se le proporcione el género más
barato para poder reportar más utilidad".

De todos modos obtuvo algunos logros importantes, como
la fundación de la Escuela de Náutica y
la Academia de Geometría y Dibujo. Belgrano, a
través del Consulado, también abogó por la
creación de la Escuela de Comercio y la de
Arquitectura y Perspectiva.

Su motivación para fundar la escuela de comercio
radicaba en que consideraba que la formación era necesaria
para que los comerciantes obraran en función del
crecimiento de la patria. Con las escuelas de Dibujo y
Náutica se pretendía fomentar en los jóvenes
el ejercicio de una profesión honrosa y lucrativa. Estas
últimas funcionaban en un mismo local, contiguo al
consulado, de forma que Belgrano pudiese observar e inspeccionar
su desenvolvimiento.

Estas escuelas operaron durante tres años, y
fueron cerradas en 1803 por orden de la Corona
española, en particular del ministro Manuel Godoy,
que las consideraba un lujo innecesario para una colonia.
Belgrano consideró que el impulso educativo "no
podía menos que disgustar a los que fundaban su
interés en la ignorancia y el abatimiento de sus
naturales".

El cierre de la Escuela de dibujo significó un
duro golpe para Belgrano, quien en su Autobiografía
dice: "Se decía que todos estos establecimientos
eran de lujo y que Buenos Aires no se hallaba en estado de
sostenerlos." 

Pero también Belgrano hizo otros aportes en la
educación: en esa época no había escuelas
para chicas; él quería crearlas porque pensaba que
para ser buenas madres las mujeres debían educarse.
Según sus palabras, "se deben poner escuelas
gratuitas para las niñas, donde se les
enseñará la doctrina cristiana, a leer, a escribir,
coser, bordar, etc., y principalmente inspirarles amor al
trabajo, para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial o
más en las mujeres que en los
hombres". 
Además, quería que la
educación fuera gratuita para todos.

Su iniciativa ayudó a la publicación del
primer periódico de Buenos Aires, el Telégrafo
Mercantil, dirigido por Francisco Cabello y Mesa, y en el
que colaboraban Belgrano y Manuel José de Lavardén.
Dejó de aparecer en octubre de 1802, tras tirar unos
doscientos números, después de varios problemas con
las autoridades coloniales, que veían con malos ojos las
tímidas críticas allí deslizadas y el estilo
desenfadado de las sátiras y críticas de
costumbres.

También colaboró en el Semanario de
Agricultura, Comercio e Industria, dirigido
por Hipólito Vieytes. Allí explicaba sus ideas
económicas: promover la industria para exportar lo
superfluo, previa manufacturación; importar materias
primas para manufacturarlas; no importar lo que pudiese producir
en el país ni mercaderías de lujo; importar
solamente mercaderías imprescindibles; reexportar
mercaderías extranjeras; y poseer una marina
mercante.

Ya por entonces Belgrano se veía afectado por una
enfermedad contraída en Europa, que lo obligó
a tomar licencias de varios meses en el Consulado, y
motivó también que recomendara a la Corte a su
primo Juan José Castelli, de principios similares,
como posible reemplazante. La oposición de los
comerciantes españoles demoró la designación
de Castelli hasta 1796.

Transmisión de sus
ideales

A través de tres instrumentos diferentes Belgrano
transmitió sus ideas económicas; dos traducciones
efectuadas en 1794 y 1796, Las Memorias que debía leer
anualmente ante los miembros del Real Consulado de Buenos Aires y
Diversos artículos que escribió para el Correo de
Comercio.

Partes: 1, 2

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