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Política y gasto público



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    Política y gasto público
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    Política y gasto
    público

    Hoy parece corriente y arraigado en el
    pensamiento colectivo que el objetivo a lograr en una sociedad es
    la denominada Justicia Social. Ya el solo hecho de hablar o
    pensar en "Justicia" supone disponer de todos los esfuerzos
    necesarios para superar una situación considerada injusta
    y mucho más cuando el concepto abarca a "lo social" es
    decir a muchos.

    Desde ya que no es fácil definir con
    precisión estas ideas pero si es cierto que el concepto
    de justicia social surge a mediados del siglo
    XIX para referirse a la necesidad de lograr un reparto
    equitativo de los bienes sociales.

    Lo anterior – si bien una idea – no aclara
    demasiado sobre cuáles son los bienes sociales que se
    pretenden "repartir", porque los bienes sociales vienen de la
    mano de otros que permiten obtenerlos.

    Necesariamente es de suponer que la idea lo
    que esconde es lograr una equitativa o menos desigual
    distribución de la riqueza.

    Así es que podemos entender que
    justicia social y redistribución de la riqueza funcionan
    casi como sinónimos, o como uno efecto y consecuencia del
    otro.

    Ni tampoco se aclara cual es el alcance de
    lo "equitativo" en lo que se refiere a lograr un reparto
    "socialmente deseable".

    Pero – implícitamente – si da a
    entender que resulta aceptable quitarle a unos lo que puedan
    haber logrado (por su esfuerzo, capacidad, inteligencia o el
    mismo azar), para compensar sus carencias a otros, que no han
    logrado lo mismo.

    Ingresar por este camino de razonamiento
    nos conduce inexorablemente a suponer que el único que
    posee la fuerza de coerción necesaria para hacer posible
    estas transferencias es el Estado, ya que el mercado por si solo
    proveerá a cada uno lo que sea capaz de
    generar.

    Lo anterior significa que se parte del
    supuesto que como las transacciones libres entre individuos no
    permiten superar las diferencias, es el Estado el que debe
    intervenir para lograrlo.

    Este pensamiento es aceptado sin demasiadas
    indagaciones sobre sus orígenes, ni sobre su veracidad, ni
    sobre sus consecuencias.

    La Revolución Gloriosa de 1688 que
    dio origen a la monarquía parlamentaria en el Reino Unido,
    tiene enormes diferencias con la Revolución Francesa de
    1789, cuyo influjo sobre el pensamiento en nuestra región
    ha sido en gran medida
    preponderante.[1]

    Y lo que menciono no parece un dato menor
    porque en nombre de la "libertad, igualdad y fraternidad", la
    última se instaló no solo como una
    revolución violenta sino como lo que después fue:
    un descarnado totalitarismo.

    La Revolución Francesa se
    instaló para terminar con el gobierno de las
    monarquías absolutistas que habían instaurado los
    reyes, pero terminó en el denominado "reinado del terror",
    que apoyado en el Comité de Salvación
    Pública de abril de 1793, persiguió, torturó
    y eliminó a quienes se pensaron detractores el
    régimen.

    El Comité votó a favor de las
    medidas del terror para contrarrestar las actividades
    contrarrevolucionarias y otorgó al estado un poder
    absoluto, que devino en lo que supuso querer combatir:
    reemplazó el absolutismo monárquico, por el
    absolutismo del estado que lo reemplazaba.

    Muchos pensadores se permitieron corporizar
    la idea que el estado representaba la voluntad
    general[2]y que ella significaba "…una
    forma de asociación capaz de defender y proteger, con toda
    la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de
    los asociados, pero de modo tal que cada uno de estos, en
    unión con todos, solo se obedezca a sí mismo, y
    quede tan libre como antes…"

    Lo anterior es un concepto clave hasta
    nuestros días ya que permite darle forma a la democracia
    en tanto "decisiones de las mayorías" a la que las
    voluntades individuales – muy a pesar del impreciso argumento
    rousseauniano – quedan subsumidas, lo que quiere decir que "el
    individuo no queda tan libre como antes".

    De esta forma los derechos individuales y
    civiles que con tanta vehemencia habían sido defendidos
    por los pensadores de la ilustración escocesa, quedaron
    limitados y hoy resultan hasta despreciados, donde se piensa que
    las razones que tiene el estado deben prevalecer.

    Se impone así la tiranía de
    las mayorías – que muchas veces son solo relativas – y
    ante cuyos intereses todos deben subordinarse.

    Muchos experimentos políticos se han
    instalado durante el Siglo XX cuyo fundamento fue el mismo que
    sostuvo Rousseau[3]y reforzaron muchos otros:
    "…que cada uno en unión con
    todos,…(…)… y quede tan libre como
    antes
    ,….", porque ello es preciso para proteger a cada
    uno y a todos.

    Con estos fundamentos se conduce a
    sociedades en las que se parte del supuesto que los males
    individuales y del conjunto devienen de la propiedad privada y se
    solucionan mejor concediendo al Estado el absoluto ejercicio de
    su "poder de imperio" para hacer prevalecer la supremacía
    de los "derechos colectivos" por sobre los intereses de los
    individuos en particular.

    En el extremo de este pensamiento se
    concede al Estado incluso la propiedad de los bienes de
    producción y la intervención en todos los aspectos
    de la vida social.

    Para muchos que sostienen esta forma de
    pensar: ningún derecho antecede al estado y todos derivan
    de lo que el permite.

    Es bien sabido que en sus formas más
    extremas estos experimentos han conducido a terribles fracasos,
    cuando no a imposiciones brutales, que dejaron víctimas
    por el solo hecho de disentir o desear disfrutar de su libertad,
    de sus ideas, de sus bienes y de su justificada elección
    en su camino de vida.

    De una u otra forma el estado ha existido
    siempre: ya sea como consejo de ancianos en las sociedades
    tribales, la potestad y voluntad del más fuerte, los
    emperadores, los reyes y los monarcas absolutistas, etc. pero en
    todos los casos – y aún en nuestros días – el
    estado se constituye como la voz del conjunto que impone su
    voluntad de imperio.

    El estado de derecho es precisamente el que
    resguarda a los individuos de los atropellos que el estado puede
    imponerles por su voluntad.

    Incluso ya a mediados del Siglo XX otro
    pensador de gran influencia introdujo el concepto de "justicia
    colectiva", que reforzaba la idea sobre el estado como garante de
    los derechos colectivos por sobre los derechos
    individuales.[4] Y que ha sido refutado con
    claridad por varios autores.[5]

    En una verdadera democracia republicana la
    única función del gobierno debería ser la
    protección de los derechos individuales.[6]
    Pero en realidad, "…aunque nació para proteger
    al hombre de sí mismo y corregir el
    ´peligroso´ estado de naturaleza en el que
    prevalecía ´la ley de la selva´,.. esta es una
    bonita historia que los estatistas nos cuentan, pero las mayores
    agresiones al hombre provienen desde el mismo
    Estado,…"
    [7]

    Han transcurrido muchos años y con
    el tiempo el estado ha tomado cada vez más
    intervención en la vida de la sociedad. Ya no se limita a
    las funciones esenciales que se supone son de su incumbencia: 1)
    garantizar seguridad interior; 2) proveer a la defensa nacional,
    3) administrar justicia; 4) ejercer la representatividad del
    país y 5) proveer los bienes y servicios
    públicos.

    Y no debemos pensar que las ideas de la
    Revolución Francesa, tanto como las ingresadas por las
    distintas oleadas inmigratorias o incluso el comportamiento
    feudal que las monarquías europeas (en especial la
    española) trasplantadas a América con alto grado de
    centralismo y sumisión al poder del estado, o de los
    caudillos territoriales, no tuvieron nada que ver en la
    conformación del pensamiento de nuestra
    sociedad.

    Detrás y a la par del pensamiento
    colectivista, se coló por la ventana la
    multiplicación de tareas por parte de los gobiernos (hasta
    inmiscuirse en todos los aspectos de la vida social) en una
    supuesta representación de lo que el estado debe hacer,
    por poder delegado por los ciudadanos.

    Pero los gobiernos tienen permanente
    tendencia a expandirse e inmiscuirse en todo, sin que ello
    permita suponer que lo que realmente deben hacer lo hacen
    aceptablemente bien.

    En unos países más y en otros
    menos, la tendencia de los gobiernos es hacia su permanente
    expansión y su justificación es que su accionar se
    orienta a lograr el bien común, proveer lo que las
    imperfecciones del mercado no puede y orientado hacia la
    búsqueda de lo que denominan "justicia social".

    De esta forma los gobiernos que sostienen
    este tipo de pensamiento son los que avanzan más en
    avasallar las instituciones, en el camino inverso están
    aquellos que entendemos que el mayor bienestar se logra
    gradualmente, alcanzando cada vez a mayores personas – aunque
    fuere en diferentes momentos – en una sociedad en la que las
    instituciones son respetadas,.. y es más aún:
    incentivadas, para que permitan equilibrios estables en el poder
    político y tanto mayores como mejores intercambios para la
    generación de riqueza y con ello mayor
    bienestar.

    Lo anterior quiere decir que para los
    primeros importa la imposición del estado de lo que se
    considera la "justicia social" (aún sin definiciones
    precisas), justificando su accionar por sobre las instituciones,
    aunque ello implique que no todos son soberanos para decidir su
    futuro, lo que pone en duda el significado de Democracia. Esto
    nos acerca a un totalitarismo disfrazado de democracia (que hemos
    vivido varios) y en el que algunos son beneficiarios y
    cómplices, mientras otros que hubieran deseado recorrer
    otro camino resultan víctimas.

    Mientras que para los segundos son las
    instituciones el ingrediente primordial del desarrollo
    político y económico, que traerá aparejada
    la maximización del bienestar general.

    La historia ha recorrido tortuosos caminos
    y muchas ideas – como principios – de impecable factura, han sido
    desvirtuados por el quehacer sinuoso y el decir fácil y
    sin fundamentos de muchos propulsores de sociedades
    colectivistas.

    En la arena política muchas ideas se
    confunden, porque el político debe leer e interpretar lo
    que la gente piensa y lo que la gente prefiere, con independencia
    de la verdad que sus creencias encierren.

    Tampoco los políticos deben saber de
    todo y eso les permite manejarse con el solo intuir cuales son
    las ideas prevalentes y adaptarse en cada momento a ellas, porque
    saben que son las que mejor son aceptadas por las
    mayorías.

    Pueden pasar sin pudor de un extremo a otro
    (travestismo político)[8], e instalarse
    como abanderados de las que representan en cada momento las ideas
    más aceptadas, cuando en momentos de crisis la gente se
    moviliza en busca de explicaciones e interpretaciones que les
    permitan comprender la realidad que sufren.

    Nuestras sociedades – como mencioné
    antes – se han visto fuertemente influenciadas por las ideas que
    surgieron con la Revolución Francesa.

    La creencia en la "libertad" no parece que
    haya sido tal si a la par se proclama la
    "igualdad"[9], ya que para hacer efectiva esta se
    debe avasallar la libertad de otros. Y la pretendida
    "fraternidad" parece que debiera ser impuesta para ser efectiva
    pues de por si tiene los límites de los derechos
    individuales.[10]

    Estas son las creencias y valores que
    resultan predominantes en nuestra sociedad, tras la fuerte
    influencia que tuvo para nosotros la Revolución Francesa y
    con posterioridad también participó la llegada de
    miles de inmigrantes europeos con ideas definidamente marxistas y
    anarquistas, que supieron difundir desde las sociedades de
    colectividades y los primeros sindicatos.

    Y estas son las ideas que la clase
    política sabe leer e interpretar con rapidez,
    también (en general) sin demasiado análisis, porque
    les permite captar la idiosincrasia del pueblo y fortalecer su
    discurso, con lo que capitaliza su voto.

    Ya no es necesario – ni posible – llevar al
    extremo de los experimentos del Siglo XX, las experiencias del
    estado todopoderoso, porque resultaron un estrepitoso fracaso.
    Pero si es posible buscar formas alternativas, en las que siempre
    el estado encuentra resquicios para entrometer sus actividades en
    la vida social.

    "Así es que el Estado crece y se
    convierte en un mazacote burocrático que a
    la sociedad le cuesta mucho, pero mucho más de lo que
    produce. Las funciones llamadas de
    ´bienestar social´ se mantienen pese a que ya no
    se habla de un Estado de esa índole, y es un hecho la
    caída vertical del nivel de calidad de sus
    servicios,…(…)… muchos se han convertido en
    ´sociedades duales´ donde una parte vive en
    condiciones buenas o regulares, mientras otra (millones) soportan
    la miseria, la indigencia, la desocupación o el
    trabajo en negro…así el Estado pretende compensar lo que
    él mismo genera: sociedades dependientes y clientelares,
    ante la ausencia de genuina generación de
    riqueza,…"
    [11]

    Algunas sociedades han logrado equilibrios
    posibles, otras han acelerado sus procesos de crisis –
    consecuencia del Welfare State – y otras han fracasado en el
    intento. Lo cierto es que la evidencia empírica nos
    muestra que a mayor intervención del estado menor y peor
    desempeño de las instituciones, con sus nefastas
    consecuencias.

    La razón es fácil de
    comprender: la clase política para sostener las demandas y
    su popularidad, tienen tendencia a gastar más de lo que
    deben,.. pero además a gastar en lo que no deben y a
    pensar en políticas de corto plazo,.. porque lo que
    hicieron no les costó nada de su bolsillo y además
    porque los costos políticos y consecuencias muy
    probablemente las deba afrontar otro que les siga en el
    gobierno.

    Cuando se suceden las crisis producto de
    este comportamiento, que es costoso y difícil d sostener
    en el tiempo, los gobiernos encuentran recursos alternativos para
    no ponerse en evidencia como culpables de lo que ellos mismos
    generan

    Así es que los gobiernos tienen
    tendencia a inmiscuirse en todo, a controlar todo, a regular todo
    y a sacar de todo el provecho necesario para alimentarse y
    subsistir ante los deseos de los gobernantes.

    La instalación de políticas
    públicas – hoy consideradas el "core" de la
    política – deformadas y desvirtuadas desde su origen es la
    consecuencia inevitable de la impericia de los gobernantes y las
    conductas oportunistas de sus asociados.

    Los gobernantes carecen de incentivos para
    alcanzar la eficiencia – solo ofician de agentes del principal
    (los ciudadanos) – y por el contrario cuentan con estructuras
    burocráticas a su disposición que tienen tendencia
    a la corrupción.

    Todos estos procesos tienen un enorme costo
    para el país. El gasto público requiere ser
    alimentado por las diferentes vías que tiene el estado
    para financiarse.

    Pero siempre tiende a crecer porque los
    recursos son escasos y las demandas infinitas.

    El gasto público tiene consecuencias
    diversas: por un lado genera mientras se sostiene una falsa
    sensación de bienestar,.. a su vez permite suponer
    crecimiento (en términos de PBI) aunque no lo es porque el
    estado no genera nada y hasta sus empresas resultan deficitarias
    y demandantes de ingentes subsidios,..

    La presión impositiva como medio de
    financiamiento tiene un límite (Curva de Laffer),.. y la
    emisión monetaria también porque su consecuencia a
    largo plazo – y dependiendo de su magnitud – termina por generar
    inflación.

    La idea de los gobiernos dado el escaso
    conocimiento de estas cuestiones para la mayoría de la
    gente es mantener la posibilidad de un alto consumo y a la par
    una baja tasa de desempleo.

    Estos dos aspectos – resultado de recetas
    keynesianas – son altamente valorados por la población,
    porque mientras ello se sostiene la percepción de
    bienestar es genuina. Obviamente: por un lado se tiene lo
    suficiente para gastar y proveer a las propias necesidades y por
    otro existe un mercado laboral accesible y seguro.

    Las recetas keynesianas parten del supuesto
    que se debe sostener la demanda agregada que es la que explica la
    variación general de la actividad económica, ya que
    el ingreso total en una sociedad resulta de la suma del consumo y
    la inversión.

    Pero la propuesta iba más lejos: en
    circunstancias de crisis, con alto desempleo y disminución
    del consumo, debía estimularse la demanda agregada
    mediante el incremento del gasto público (en especial en
    la obra pública), ya que esto es lo que motoriza la
    producción y combate el
    desempleo.[12]

    Sus ideas tuvieron gran aceptación
    por parte de la clase política e incluso influyeron en el
    New Deal del Presidente Franklin D. Roosevelt. Sin embargo en UK
    cuando se planteó como financiar la guerra – ya
    visualizando su final – Keynes abogó por incremento de los
    impuestos internos y en las colonias pero no por generar un gasto
    deficitario que bien supuso que ocasionaría
    inflación.

    A primera vista su planteo, que tuvo gran
    predicamento en la clase política ya que le otorga
    potestad sobre el gasto público, parece razonable pero la
    teoría keynesiana produce enormes daños en la
    política económica cuando es aplicada dentro de las
    instituciones de la democracia política.

    Ante los fracasos de las políticas
    económicas keynesianas, solo existe margen en la
    acción política por la opción entre dos
    caminos: 1) culpar directamente a imponderables (o a otros
    actores: especuladores, desestabilizadores, egoístas
    intereses del mercado, etc.) de la vida política
    democrática y conducir hacia formas de gobierno cada vez
    más autoritarias justificadas en "haber descubierto al
    enemigo"; o 2) podemos rechazar la aplicabilidad de los preceptos
    e ideas sostenidas dando un giro, que nos permita incorporar
    nuevas (o diferentes) acciones de política
    económica que sean adaptables y compatibles con la vida
    política de una verdadera democracia.

    Optar por la segunda opción solo
    puede hacerse en países con instituciones fuertes y
    suficiente calidad, ya que en los países con
    políticos populistas significaría la
    aceptación del error. Aunque: "… nuestros
    valores dictan que la toma de decisiones democráticas
    deben ser hechas desde las instituciones y que deben ser
    descartadas por inaplicables las falsas teorías
    económicas,…"
    [13]

    Aunque esta posición no pueda ser
    mantenida en aquellos países de instituciones
    débiles o carentes de la calidad suficiente, en donde los
    gobernantes optarán por la primera opción – con
    seguridad mayor en nuestros países – en los que se recurre
    con mucha frecuencia al líder carismático,
    todopoderoso y salvador que nos conducirá a formas de
    gobierno cada vez más autoritarias, lo que es a su vez
    gobiernos cada vez más intervencionistas.

    Las teorías keynesianas han
    conducido a errores en la política económica en
    particular porque el mismo y luego sus seguidores, han confundido
    lo que son causas con consecuencias.

    Los seguidores de Keynes – aún bajo
    postulados modernos – que se nutrieron en los postulados
    incorrectos de Keynes, continúan conduciendo la
    economía en la dirección equivocada,
    centrándose en el PIB como criterio principal, mientras se
    inunda la economía desde el gobierno con dinero sin
    respaldo.

    El crecimiento económico está
    acompañado por un incremento en el PIB (este es solo una
    consecuencia), pero la causa es el cambio de múltiples
    indicadores y mensajes que son producidos cuando el gasto
    público es llevado al exceso.

    Causa y consecuencia no son lo
    mismo."… De manera similar a como un salvaje imita al
    trueno para provocar la lluvia, el gobierno estimula la demanda,
    con la esperanza de provocar el crecimiento
    económico
    …"[14]

    Por otra parte Keynes parece obviar el
    Principio de Say en la medida que supone que la demanda
    será generadora de la producción:
    "…Cuantos más bienes (para los que hay
    demanda) se produzcan, más bienes existirán
    (oferta) que constituirán una demanda para otros bienes,
    es decir, la oferta crea su propia
    demanda.."
    [15]

    Así es que los postulados
    keynesianos no solo reforzaron la ideología vigente – que
    se hace más evidente aún en nuestros países
    por los motivos que he apuntado y seguramente muchos más –
    sino que fortalecieron la posición de los gobiernos para
    dar supuestos beneficios a quienes legítimamente los
    deseaban o necesitaban, pero a expensas de un gasto
    público inevitablemente creciente.

    Digo "supuestos" porque tampoco es seguro
    que los servicios en los que se inmiscuye el gobierno para
    ocuparse de la provisión de los mismos, tengan la calidad
    y eficiencia que es de esperar.

    En los países pobres – y el nuestro
    no lo es ya que se agrupa con los de medianos ingresos – la
    ideología a tenido un papel fundamental en la
    conformación de las instituciones y en lo que se ha
    pretendido de los gobiernos,.. lo que estos han sabido leer y de
    alguna manera han pretendido brindar.

    La ideología impregnó tanto
    el pensamiento de la sociedad, como el accionar de los
    gobernantes.

    Si los servicios que se brindan son
    eficientes o no es un tema que compete a otra discusión.
    Lo que en este escrito intento expresar es que en países
    de menores recursos son – en general – muchos más los
    necesitados de asistencia, y la ideología imperante supone
    que ello se logra mediante transferencias que promuevan la
    declamada "justicia social".

    Y esto tiene el condimento que habilita a
    los gobiernos a gastar más,.. en lo que ellos creen que es
    necesario.

    Ya no es cuestión de dejar que cada
    uno decida por sí. El burócrata de turno
    aconsejará al gobernante o al político que
    está en busca de votos, cuales son los temas sensibles a
    la ciudadanía y cuáles son las formas aceptadas de
    resolución.

    Y muchos son los mecanismos por los que los
    gobiernos pueden encontrar formas de gastar y justificar ese
    gasto.

    El verdadero y dramático problema de
    las finanzas públicas no es tanto el déficit
    fiscal, sino el monto del gasto y su financiamiento con
    impuestos, deuda o emisión monetaria.

    En este punto es importante decir que no
    existe correlación probada entre el tamaño del
    estado y el desarrollo de un país. Pero si existe entre el
    gasto público en relación a su PBI, pero en
    especial a cuál de los componentes del financiamiento es
    el que provee recursos al gobierno.

    Una cuestión es financiarse solo con
    impuestos, aunque estos sean elevados, sino deprimen la
    producción. O existen tantas fuentes de producción
    y son tan diversificadas que pueden proveer al fisco de
    suficientes recursos sin ser afectadas. O en caso de serlo, el
    ingreso medio de los habitantes del país es suficiente
    (PPA)[16] para soportar el precio de los
    productos.

    Como se ve el juego de variables es
    infinito y permite diversos abordajes al problema.

    Por ejemplo en nuestro país la
    presión impositiva ya alcanzó durante este
    año al 33,4% del Producto Bruto Interno (PBI) en el
    consolidado de Nación, provincias y municipios, alcanzando
    un nuevo récord histórico.[17] (A
    este valor J. J. Llach le agregó un 1% del PBI por el
    impuesto inflacionario)

    Esta cuestión ya impone severas
    restricciones a la producción por una doble vía:
    por un lado por la exacción que significa la
    tributación y por otro por la baja de demanda que se
    genera en la gente como resguardo en una segunda etapa de
    inflación.

    Si la carga tributaria es alta y a la vez
    el consumo disminuye las empresas también comienzan a
    tomar sus recaudos, que pueden llegar a ser dramáticos.
    Por ejemplo en febrero de este año se produjeron 7.246
    despidos y 4.758 suspensiones.[18] Una cifra que
    puede parecer menor pero que también puede indicar
    tendencia.

    También en estas circunstancias
    existen algunas recetas que aunque sean costosas son aceptadas y
    es la absorción por parte del estado de aquellos que
    quedaron sin trabajo.

    Esto significa otra forma de
    utilización del gasto público mediante incremento
    del empleo, que a su vez tiene su contracara: su
    utilización política.

    Por otra parte las restricciones a la
    importación y la suba en las tasas de interés han
    provocado un freno en la actividad económica y una
    caída en la demanda, que han provocado una
    contracción en el mercado laboral, así como no es
    de esperar a esta altura que los desequilibrios fiscales se
    corrijan solo con una
    devaluación.[19]

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    Tal como es de apreciar el supuesto
    estímulo a la demanda agregada, mediante un incremento del
    gasto público, a largo plazo determina no un
    estímulo sino un deterioro de la producción, el
    empleo y finalmente del PBI que tanto nos preocupa, aunque como
    dijimos es una consecuencia final, resultado del comportamiento
    de otras variables.

    Por otra parte a los gobiernos les queda
    otro recurso para financiarse y es el más peligroso: la
    emisión monetaria,.. porque una vez puesta a rodar resulta
    muy difícil de detener: endulza el paladar de los
    gobiernos y desconocen sus consecuencias.

    Mientras el gasto público se
    mantiene por debajo del 10% del PBI en realidad no existen
    consecuencias graves para la economía. Pero cuando se
    superan valores mayores los gobiernos intervienen: 1) para
    justificar ese gasto, 2) para sostenerlo y si es posible
    incrementarlo.

    Todos los argumentos son válidos y
    permiten justificarse en las necesidades de la gente, lanzando
    planes, que en realidad son siempre subsidios, financiados por
    mayor gasto público y que conducen a conductas
    irracionales, que alteran siempre y cada vez más
    gravosamente las variables económicas.

    El déficit fiscal – es decir egresos
    mayores a los ingresos – son el punto de partida para que los
    gobiernos busquen financiamiento en la emisión monetaria
    con la inevitable consecuencia de la inflación.

    La inflación "acompaña" el
    ritmo de emisión monetaria.

    A modo de ejemplo: "…En los siete
    años que van de 2007 a 2013 el aumento del nivel general
    de precios minorista habría ascendido hasta un promedio de
    22.4% anual, lo cual cuadruplica y quintuplica la
    inflación registrada en los restantes países de la
    región. Paralelamente, la tasa promedio anual a la cual se
    emitió base monetaria fue del 25.5%3. Al mismo tiempo, en
    este período la tasa de crecimiento efectivamente
    observada en Argentina se ubico en torno al 3.5% anual. Es decir,
    en los últimos siete años en Argentina
    también se cumplió la teoría
    económica…."
    [20]

    Las expectativas de la gente también
    acompañan este proceso y en general parten del supuesto
    acertado que en un contexto de déficit fiscal el gobierno
    seguirá emitiendo. Y de hecho ello ha sido así: La
    base monetaria pasó de crecer de 32% (2010) a 35% (2011) y
    39% (2012), con sucesivos y probables incrementos aunque ahora no
    tan pronunciados. ¿Será así?

    Es que desde hace ya 7 años la
    expansión de la base monetaria ha sido sostenida,
    generando la inflación que acompaño de manera
    creciente dicho incremento.

    La idea expresada por la actual Presidente
    del Banco Central es la de reducir el porcentual de
    emisión hasta niveles inferiores al 25%. Pero esto sucede
    en un contexto en que la cantidad de dinero emitido ya es
    abrumadora, el gasto público requiere ser contenido (esto
    no es del gusto de los gobiernos que lo asocian a "ajuste") y la
    inflación que se ha desatado, que requerirá de
    muchas maniobras para su contención.

    También es una cuestión
    ideológica interpretar la palabra "ajuste".
    ¿Qué es lo que queremos decir con ella?,.. Queremos
    decir "hacer lo justo (solo lo necesario) y bien,.."

    Pero esos no son los propósitos de
    los gobiernos aunque (debo admitir que muchos, incluso en nuestra
    región), se han dado cuenta que no están en
    condiciones de hacer siempre lo que les gustaría y ya no
    pueden gastar como si ello no tuviera consecuencias.

    Nuestro país es uno de los que
    lidera en cuanto gasto público a los países de la
    región.

    En casi todos los que muestra la figura
    siguiente se ha mantenido – con pocas variaciones – bastante
    constante. Pero ello no ha sucedido así en la Argentina en
    donde desde el 2003 al 2013 (según muestra la serie se ha
    incrementado en un 50% aproximadamente.

    Esto explica que los demás
    países de la serie mantengan tasas de inflación
    razonables (en todos los casos de un dígito anual),
    mientras que en nuestro país los datos estadísticos
    de inflación fueron inicialmente adulterados (por la
    intervención del INDEC), lo que no permitía contar
    con datos confiables y ahora sincerados desde hace solo 2 meses,
    por requerimientos del FMI y la confrontación con otros
    índices elaborados por el Congreso nacional y consultoras
    privadas, que permiten contar con una aproximación
    aparentemente más veraz.

    Monografias.com

    De cualquier manera nos coloca entre los 5
    países con mayor inflación en el mundo (calculada
    para 2014 en 35% aproximadamente).

    Pero la correlación existente entre
    gasto público, su forma de financiamiento y la
    inflación resultante es un hecho ya
    indiscutido.

    Monografias.com

    De acuerdo a la figura anterior el gasto
    público llega a ser en términos del PBI el 48% para
    el 2013.[21]

    Es decir que casi el 50% de nuestra
    economía es el resultado de la actividad del
    estado.

    Cuando hablamos de inflación casi
    todos tenemos la idea simplificada que es el aumento generalizado
    de los precios. Pero eso no es exactamente así.

    El dinero se comporta como cualquier
    mercancía. Tiene sí particularidades, porque sirve
    como medio de intercambio, así como unidad de cuenta y
    como reserva de valor.

    Y repito, se comporta como cualquier
    mercancía: sujeto a las leyes de la oferta y la
    demanda.

    El incremento de la masa monetaria (es
    decir: el incremento de la cantidad de dinero), cuando excede la
    demanda pierde progresivamente su valor.

    No es que los bienes que compramos aumenten
    su valor, esa es una consecuencia. Como el dinero a medida que
    aumenta y lo hace por encima de la demanda, pierde valor por
    unidad, se hace necesario cada vez más dinero para comprar
    lo mismo.

    Esto es decir: la inflación no
    sucede porque los bienes aumentan su precio, sino porque el
    dinero pierde su valor y es necesario cada vez más dinero
    para adquirir las mismas cosas.

    Pero a su vez, no solo el dinero pierde
    valor como medio de intercambio, sino que además ya no
    permite establecer predicciones, ni cálculos
    creíbles.

    Esta última circunstancia no es
    gratuita. Los empresarios no tienen certidumbre sobre los precios
    de referencia.

    Hay que considerar que los precios son como
    señales en el mercado, que le dicen a la gente que comprar
    y a los empresarios que y cuanto producir. Cuando estas
    señales son distorsivas porque no todos los precios suben:
    algunos suben otros bajan y lo hacen en diferentes momentos,
    aunque con una tendencia general (o promedio) al alza, entonces
    los precios no sirven como referencia válida.

    El mercado se desorienta y la gente termina
    por no tener puntos de referencia respecto que es caro y que es
    barato: no sabe que debe comprar,.. ni a
    cuánto.

    La producción también sufre
    distorsiones, por los mismos motivos. Y todo el mundo quiere
    resguardar sus activos. Pero no puede hacerlo en la moneda local
    ya que esta progresivamente pierde valor.

    Puede que inicialmente busque refugio en
    una moneda "dura" (aunque desde 2011 se nos ha impuesto
    restricciones) o que se apure a adquirir algunos bienes que le
    son necesarios. Pero eso dura poco tiempo, es decir: se da en el
    corto plazo.

    Los economistas de la escuela monetarista
    han incorporado la idea que en este momento en el que la gente
    "quiere desprenderse rápidamente del dinero que por su
    devaluación les quema en las manos", se produce un proceso
    de aceleración en la circulación del dinero lo que
    a su vez aumenta la inflación.

    Si el proceso continúa el veneno de
    la inflación corroe toda la economía y se cae en
    una inevitable desaceleración (que no se quiere reconocer
    como "ajuste", aunque de hecho lo es), los salarios quedan
    retrasados y la gente debe privarse de muchas cosas que antes
    podía adquirir. Cae el consumo.

    El fetiche del gobierno se desploma, porque
    el consumo mantenía la sensación de bienestar
    económico y la indiferencia política.

    Pero el gobierno no carece todavía
    de instrumentos. La inflación misma es uno de ellos,
    porque aún sus distorsiones permite al gobierno licuar sus
    deudas. (Se calcula que en el lapso de tres años de
    continua inflación el gobierno ahorró $ 50.000
    millones).

    De cualquier forma el gobierno necesita
    mantener el consumo, al que se asocia el PBI y que declama como
    crecimiento.

    El gobierno puede recurrir – y ya lo ha
    hecho – al crédito bancario. Induce así a la gente
    a postergar sus deudas a futuro.

    Muchos saben que esto termina por resultar
    una trampa suicida. Pero muchos otros ante la necesidad de
    afrontar sus compromisos – y sin vislumbrar otros caminos –
    pueden llegar a aceptar su endeudamiento.

    ¿Cómo hace el gobierno para
    manipular el crédito bancario?

    • El Banco Central puede subir o bajar
      las tasas de interés (tasa de descuento) a la cual le
      piden prestado los bancos y esto tiene consecuencias en la
      cantidad de dinero que los bancos pueden prestar así
      como en las tasas que cobran.

    • A su vez el Banco central puede subir o
      bajar las tasas de encaje. Cuando el público deposita
      su dinero un porcentaje del mismo debe quedar inmovilizado
      como garantía y este dinero va al Banco central. Si
      las tasas de encaje bajan, los bancos se encuentran con
      mayores cantidades de dinero para prestar.

    Cuando el gobierno quiere "facilitar" el
    consumo, mantiene las tasas de descuento y de encaje bajas, lo
    que facilita el préstamo pero eso también
    contribuye a multiplicar la masa monetaria (M1, M2,
    M3).

    Por otra parte las entidades financieras
    deben cubrirse a futuro y por lo mismo las tasas de
    interés convierten a los préstamos en
    inaccesibles.

    Monografias.com

    Esto es lo que vemos en la figura anterior
    que expresa la correlación de la confianza del consumidor
    y a la vez se la compara con la tasa de interés que en la
    actualidad cobran los bancos y que está vinculada a la
    manipulación del crédito por el gobierno (la
    intención es mantener el consumo aunque en estas
    condiciones sea imposible de afrontar endeudarse) y la necesidad
    de los bancos de cubrirse de la inflación estimada o
    presunta, así como de la segura morosidad que esas tasas
    generarán.

    En estas condiciones el gobierno tiene
    todavía otros instrumentos para influir en la cantidad de
    dinero en el mercado: "operaciones en el mercado abierto". Esto
    es decir: comprar o vender bonos del tesoro. Si compra inyecta
    dinero y aumenta la masa dineraria circulante y si vende "seca la
    plaza".

    En ambos casos manipula según su
    conveniencia – o el interés de mantener ciertas variables
    contenidas – la cantidad de dinero.

    Ello es una forma implícita de
    aceptar que es la cantidad de dinero emitido – más
    allá de la demanda – el que genera la inflación.
    Aunque algún Presidente del Banco Central haya afirmado
    que la emisión no genera inflación.

    Otro aspecto al que no me he referido pero
    vale la pena destacar son las expropiaciones (que suponen
    compensación) y las confiscaciones.

    El gobierno ha recurrido para financiarse a
    estos mecanismos. El más conocido es la
    expropiación del 51% de las acciones de Repsol, que en
    estos momentos negocia para compensar.

    Pero el más gravoso, porque
    afectó los derechos de propiedad, fue la
    confiscación de los depósitos de particulares
    aportantes a las AFJP, que nunca tuvieron compensación
    alguna.

    Estos comportamientos no son gratuitos:
    tienen consecuencias inmediatas, como es la desconfianza que se
    instala en los inversores en un gobierno que no respeta las
    instituciones al no respetar los derechos de propiedad y no
    ofrecer seguridad jurídica, e interviene en el mercado no
    respetando los acuerdos entre privados.

    Lo que es cierto también es que
    algunos efectos son inmediatos y otros son alejados en el
    tiempo.

    Pero las consecuencias finales no pueden
    preverse. Lo importante es comprender que no puede mantenerse un
    gasto público incremental, ineficiente y que responde
    mucho más a requerimientos políticos, que a
    satisfacer las necesidades de la gente.

    Monografias.com

    La figura anterior nos permite aproximarnos
    a los componentes del gasto público. Y sin entrar en
    demasiados detalles podemos decir que por ejemplo, solo los
    subsidios que incluyen los transferidos a energía,
    transporte, empresas del estado y otras representaban en 2009 un
    total de $ 37.000 millones, pero pasando en el año 2013 a
    un total de $ 146.000 millones. Es decir un aumento del 394% en
    cuatro años.

    Y este componente del gasto público
    no es inocente: responde también a intereses
    políticos ya que permite enormes desembolsos dinerarios –
    en general dirigidos a empresas amigas o socios del poder
    político – con la escusa de mantener "bajas las tarifas" y
    mantener la aparente sensación de bienestar.

    Lo que no se dice es que este mecanismo es
    facilitador de la corrupción, ya que por un lado permite a
    los empresarios embolsar lo que se les asigna (que no es poco),
    seguramente devolver alguna forma de compensación – que
    sin ir más lejos puede servir al financiamiento de las
    campañas y partidos políticos – no asegura su
    reinversión en mejorar los servicios que persisten con
    estructuras obsoletas, mientras el público cree que esta
    política (que financió la oferta) subsidiariamente
    los ha beneficiado porque mantuvo bajas las tarifas.

    Mucho más transparente y
    lógico sería subsidiar la demanda en forma directa,
    sincerando las tarifas y otorgando beneficios a quienes realmente
    los necesitan mediante subsidios direccionados, obligando a los
    empresarios a que hagan las inversiones necesarias
    contractualmente estipuladas.

    El problema es que el real beneficiado ha
    sido el mismo gobierno y sus socios empresarios, que mantienen
    los servicios con baja calidad en las prestaciones (y el riesgo
    que ello supone), sin sincerar el costo tarifario real, que de
    suceder pondría en evidencia la poca correlación
    entre el ingreso y las posibilidades de afrontarlo.

    Es decir: los argentinos ganan en promedio
    mucho menos de lo que debieran si se compara con el costo de las
    tarifas de los servicios que debieran pagar.

    En la Argentina el 50% de los asalariados
    gana menos de $ 6.000,- (al cambio de hoy aproximadamente u$s
    600,-) y eso explica los altos niveles de pobreza que existen,
    que ya no son publicados por el INDEC y que según
    cálculos existentes rondan el 30% de la
    población.[22]

    Y dado el actual proceso inflacionario con
    segura tendencia al alza (por ello el INDEC decide no
    publicarlos). Eso quiere decir que: cada vez más personas,
    de continuar estas políticas, tendrán dificultades
    con sus ingresos de alcanzar los niveles de gasto que supone una
    canasta básica de bienes y servicios.

    Pero esta población que se mantiene
    en estas condiciones por muchos factores, no encuentra salida a
    las circunstancias de vida que le ha tocado en suerte, ni tampoco
    con los planes de ayuda, los subsidios directos y otros agregados
    que el gobierno implementa, con los que solo se logra la
    persistencia de su actual situación.

    Por esto digo que "se les roba el
    futuro"[23], porque se les imposibilita encontrar
    otras alternativas superadoras, se los mantiene limitados a un
    mínimo ingreso que tampoco les alcanza para subsistir
    dignamente, no se les ofrecen nuevas alternativas laborales de
    mejores perspectivas, ni siquiera se los incentiva a ello, se los
    mantiene atados y dependientes del magro subsidio, que con toda
    razón no quieren perder.

    Pero esto tampoco es gratuito: la
    marginalidad, la violencia, el delito, el consumo de drogas,..
    van de la mano.

    Partes: 1, 2

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